lunes, 27 de enero de 2020

FLORENCE NIGHTINGALE EN LA REVISTA ESPAÑOLA “HOLA”


UNA ABNEGADA DAMA VICTORIANA, PIONERA DE LA MODERNA ENFERMERÍA

FOTO 1 Florence Nightingale. Revista Hola, 2006. Bicentenario 1820 - 2020

«VIDAS REBELDES»

SE CONVIRTIÓ EN UNA LEYENDA POR SU LABOR EN LA GUERRA DE CRIMEA

Cuando a los veintitrés años de edad Florence Nightingale les dijo a sus padres, que quería convertirse en una enfermera, se encontró con su total oposición, ya que esta profesión se asociaba a “mujeres de la clase trabajadora y dudosa moralidad”.

En aquella Inglaterra Victoriana, las enfermeras tenían fama de “bebedoras y libertinas” y los “hospitales eran lugares poco adecuados” para una joven respetable y de buena familia como ella.

Los edificios, mal diseñados, eran sucios, poco iluminados, carentes de ventilación y muy insalubres.

FOTO 2 Florence, nacida en el seno de una familia de la alta sociedad en la Inglaterra victoriana, tuvo que vencer la oposición de sus padres cuando les comunicó que quería ser enfermera. Pronto se convertiría en una leyenda al renunciar a una convencional vida propia de la época para dedicarse a mejorar las condiciones sanitarias en los hospitales de campaña durante la guerra de Crimea. Grabado sobre Florence Nightingale en el Hospital de Scutari durante la guerra de Crimea, Duncan1890

En un tiempo en que aún no se conocía la anestesia ni los antisépticos, cualquier tratamiento médico o quirúrgico era para los pacientes muy doloroso y rara vez tenía éxito.

La señorita Florence Nightingale tendría que luchar contra la oposición familiar y los convencionalismos sociales de su época para conseguir dedicarse a lo que era su única pasión: el servicio a los más necesitados y la reforma de los hospitales británicos.

FOTO 3 Florence Nightingale. Revista Hola, página 144. 2006

Pronto esta abnegada mujer se convertiría en una leyenda, al renunciar a una convencional vida matrimonial en la alta sociedad inglesa para dedicarse a mejorar las condiciones sanitarias en los hospitales de campaña durante la guerra de Crimea, entre 1854 y 1856.

Tras esta dura experiencia, que la marcaría para siempre y minaría su ya delicada salud, Florence Nightingale regresaría a Londres y crearía su famosa Escuela de Enfermería en el Hospital de Saint Thomas.

En el museo londinense que lleva su nombre se muestra su titánica labor que realizó en los hospitales de Crimea: la organización de lavanderías, cocinas, salas de recreo y lectura, así como la atención psicológica que se dispensaba a los jóvenes soldados, algo inédito hasta el momento.

FOTO 4 Grabado de la época

En el Florence Nightingale Museum también se conserva, entre otros objetos personales de la ilustre dama, su célebre «linterna blanca», con la que se paseaba de noche por los pasillos del terrible Hospital Barrack, en Turquía.

Fue una mujer adelantada a su tiempo, incansable y emprendedora hasta el final de sus días, “vivió noventa intensos años”, que pagó un alto precio por dedicar su vida al prójimo y seguir, como ella misma confesaría, «la llamada de Dios».

Un Espíritu Inquieto

Florence nació en Italia, el 12 de mayo de 1820, en el seno de una rica y muy bien relacionada familia de Hampshire (Inglaterra).

FOTO 5 Revista Hola, página 145. 2006

La pequeña fue bautizada como Florence en honor a la ciudad de Florencia, donde vino al mundo.

Sus padres, William Edward y Frances Nightingale, eran una pareja acomodada y cosmopolita, que en su luna de miel recorrieron durante dos años las principales ciudades europeas.

En el transcurso de sus viajes nació su primera hija, Frances Parthenope, futura lady Verney, en Nápoles, y un año después llegaba al mundo Florence, en la hermosa capital de la Toscana.

A su regreso a Inglaterra, Los Nightingales pasaban tres meses en Londres durante la temporada de bailes y fiestas y el resto del año dividían su tiempo entre sus dos residencias campestres: en verano se instalaban en Lea Hurst, en Derbyshire, y en invierno se desplazaban a la mansión familiar de Embley Park, en Hampshire.

FOTO 6 En el museo londinense que lleva su nombre se muestra su titánica labor en los hospitales de Crimea

Gracias a su tenacidad y capacidad de trabajo, en apenas seis meses mejoró las condiciones sanitarias del Hospital de Scutari (Turquía) y consiguió disminuir la mortandad entre los soldados heridos

El padre de Florence, antiguo alumno de la Universidad de Cambridge, estaba convencido de que las mujeres “y especialmente sus hijas” debían recibir una completa educación, al igual que los varones.

Hasta los diez años, las niñas fueron educadas por una severa institutriz, pero a partir de ese momento fue su propio padre quien les enseñó italiano, latín, griego, Historia y Matemáticas.

Florence había sido una niña enfermiza, tímida y triste, pero siempre mostró un enorme interés por aprender.

Pronto se revelaría como una magnífica estudiante, sobre todo, en matemáticas, llegando a convencer a sus padres para que le permitiesen aprender con diferentes tutores aritmética, geometría y álgebra. ¡Qué poco imaginaba entonces la aplicada alumna que estos conocimientos le serían de gran utilidad para llevar a cabo su innovadora reforma hospitalaria!

Su madre, por el contrario, tenía otras aspiraciones para el futuro de sus hijas, y su única preocupación era encontrarles un buen marido.

FOTO 7 Hospital de Scutari en Crimea

Los soldados heridos la llamaban «la dama de la lámpara», porque cada noche recorría los oscuros pasillos del Hospital con su inseparable farolillo

Educada en semejante ambiente, era lógico pensar que Florence, al igual que su hermana y otras muchachas e su posición social, acabaría casándose con un caballero respetable y viviendo en una confortable mansión de la campiña inglesa, rodeada de niños.

Pero la señorita Nightingale, que se había convertido en una joven atractiva, inteligente y extremadamente culta, tenía otros planes. A medida que pasaban los años se mostraba inquieta y angustiada; en sus diarios anotaba que no era feliz y que en su interior se sentía muy desdichada.

FOTO 8 Revista Hola, página 146. 2006

El 7 de febrero de 1837, mientras paseaba por los jardines de su mansión de Embley Park, sintió «la llamada de Dios», y escribiría «Dios me habló y me llamó a su servicio».

El problema es que Florence no sabía muy bien qué camino tomar para satisfacer esta llamada, que cada vez sentía más fuerte en su interior.

Fue entonces cuando la señorita Nightingale dejó a sus padres perplejos al anunciarles su deseo de trabajar durante unos meses como enfermera en el Hospital de Salisbury.

El plan de la joven se desestimó, por considerarlo absurdo y descabellado, más en un tiempo en que la enfermería no gozaba de muy buena reputación.

Florence tenía veinticinco años, y aunque respetó la decisión de sus padres, más inclinados a que se dedicara a la enseñanza, no estaba dispuesta a cambiar de idea.

Con una constancia admirable, en los siguientes años no dejó de luchar y prepararse para hacer realidad su sueño.

Mientras en apariencia llevaba una vida acorde a una muchacha de la alta sociedad londinense, en secreto devoraba los informes de las comisiones médicas, las historias de los hospitales y asilos y todos los panfletos que publicaban las autoridades sanitarias inglesas.

Cuando la familia se trasladaba a alguna de sus casas de campo, ella visitaba a los pobres y enfermos de las aldeas colindantes, lo único que por el momento le estaba permitido.

Regresó a Inglaterra como una heroína nacional, pero, enferma, se retiró de la vida pública y siguió luchando desde su casa por mejorar la sanidad de los hospitales militares

En el verano de 1849, Florence rechazó la proposición de matrimonio de un excelente candidato, Richard Monckton Milnes, algo que desagradó especialmente a su madre. No sería esta la última propuesta de matrimonio que la joven rechazaría, pues estaba convencida de que no podría servir a Dios si contraía matrimonio.

Esta decisión, difícil de tomar porque contrariaba a sus padres, estuvo a punto de provocarle una crisis nerviosa. La señora Nightingale, incapaz de entender a su excéntrica hija y preocupada por su débil salud, decidió que un viaje por el extranjero le sentaría bien y quizá le haría cambiar de opinión respecto al matrimonio.

Así fue como Florence Nightingale acompañó a Charles y Selina Bracebridge “una pareja adinerada y sin hijos, amante de los viajes, a los que había conocido en París” en un viaje de cinco meses de duración por Egipto y Grecia.

El Horror de la Guerra

Florence Nightingale tenía veintinueve años cuando embarcó rumbo a Egipto con los Bracebridge, y peses a su aparente serenidad, vivía atormentada por esa «llamada del Señor», que no sabía cómo responder.

FOTO 9 La Dama de la lámpara. Revista Hola, página 147. 2006

Durante su romántica aventura remontando el majestuoso Nilo, entre noviembre de 1849 y abril de 1850, escribió un buen número de largas cartas a su familia, describiendo sus impresiones sobre el país de los Faraones, su historia y sus habitantes. Su hermana mayor, Partenophe, realizó una edición privada de dichas cartas, que mostró sólo a sus amigos más cercanos, y en 1850 fueron publicadas por primera vez, con el nombre de «Letters from Egypt». En ellas se refleja la lucha interna que atravesaba la mujer que, sólo cinco años más tarde, se convertiría en toda una leyenda.

El viaje a Egipto fue una experiencia inolvidable para Florence. El clima cálido le ayudó a recuperar la salud y tuvo mucho tiempo para leer y meditar encerrada en el camarote del vapor que navegaba por las aguas del Nilo.

De regreso a Inglaterra, Florence realizaría un curso de enfermería en el Hospital de Kaiserswerth, en Alemania, y dos años más tarde, el 12 de octubre de 1853, fue nombrada “Superintendente del hospital para mujeres inválidas en Harley Street” de Londres. Una parte de su sueño se había, al fin, cumplido.

FOTO 10 Miss Florence Nightingale. Pionera de la acción humanitaria. Black & White. 21 de marzo de 1908

Florence Nightingale llevaba un año trabajando en el Hospital privado de la calle Harley cuando estalló la guerra de Crimea. En marzo de 1854, Inglaterra, Francia y Turquía declararon la guerra a Rusia, que pretendía controlar el estrecho de los Dardanelos y amenazaba las rutas inglesas del mediterráneo.

El periódico «The Times» denunció en sus páginas la falta de cuidados médicos a los soldados heridos en los campos de batalla y la opinión pública comenzó a preocuparse por la precaria situación en que se encontraban sus tropas.

Ante el aluvión de críticas que llegaban al Ministerio de la Guerra, su titular, Sidney Herbert, amigo íntimo de Florence Nightingale y buen conocedor de su extraordinaria capacidad, le pidió ayuda para asistir a los soldados británicos y a los heridos.

La enfermera Nightingale tenía treinta y cuatro años, y por fin había llegado el momento que tanto esperaba. Ahora podía servir a su país y ayudar a mejorar las terribles condiciones en que se encontraban los hospitales de campaña.

En apenas una semana, estaba lista para el viaje y había conseguido reunir a treinta y ocho enfermeras, entre ellas dos Hijas de la Caridad. Era la primera vez que se permitía la entrada de personal femenino en los hospitales del Ejército Británico.

FOTO 11 Florence vivió hasta los noventa años, incansable y en ocasiones postrada en la cama, como la vemos en esta foto

El 4 de noviembre de 1854, Florence Nightingale llegó al Hospital Barrack, en Scutari, entonces un suburbio de la ciudad de Constantinopla, en el lado asiático del Bósforo.

Lo que allí encontró superó los peores presagios: la suciedad, la enfermedad, los heridos sin cuidar y limpiar y el hacinamiento lo habían convertido en un lugar «más miserable que la peor vivienda del barrio más pobre de cualquier ciudad europea», según sus propias palabras.

Al principio, los médicos y cirujanos todos hombres, se negaron a que hubiera personal femenino y se negaron a solicitar ayuda a las enfermeras recién llegadas. No entendían qué hacían aquellas mujeres inexpertas en la guerra, un escenario exclusivo de hombres.

Pero en apenas diez días cambiarían de opinión, cuando comenzaron a llegar los soldados heridos de la batalla de Inkerman y se encontraron desbordados de trabajo.

El Hospital militar de Scutari era un gran barracón, construido sobre un enorme alcantarillado, donde reinaba el caos y la suciedad, donde los insectos y las ratas pululaban a sus anchas entre los enfermos y heridos, que se hacinaban en los pasillos.

FOTO 12 Mansión familiar de Embley Park, en Hampshire. Un lugar muy especial para Florence, porque en sus jardines sintió por primera vez la llamada de Dios

Cuatro mil camas, unas junto a otras, en barracones sin ventilación, que provocaba un hedor nauseabundo que lo inundaba todo.

Florence, que tenía el cargo de Superintendente, comprobó que no había camas suficientes, ni sábanas, ni mantas, ni toallas, ni jabón, y, sobre todo, faltaba material médico y quirúrgico.

Pero «miss» Nightingale, como la llamaban con respeto las enfermeras a su cargo, no perdió la entereza.

Había traído consigo material médico y quirúrgico, provisiones adquiridas en Marsella y, sobre todo, dinero procedente de donaciones privadas que le iba a ser de gran utilidad.

FOTO 13 Revista Hola, página 148. 2006

Florence Nightingale atiende a los soldados heridos en la guerra de Crimea en el Hospital de Scutari. La enfermera jefe impuso unas simples reglas de higiene, como airear y limpiar a fondo las salas de hospitalización, lavar a los pacientes y cambiar sus sábanas o preparar comidas sanas para los enfermos, que mejoraron notablemente su situación en muy poco tiempo (estas simples órdenes que decretó Florence en su llegada al hospital, en España, ya lo realizaban desde hacía muchos años las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, las Siervas de María Ministras de los Enfermos y los Hermanos de San Juan de Dios).

Los soldados testigos de esa época destacaban que además de los cuidados de enfermería, Florence Nightingale les reconfortaba a todos los soldados enfermos y heridos, hablando con ellos, escribiendo cartas a sus familias o quedándose a su lado toda la noche.

En apenas seis meses, gracias a su tenacidad y capacidad de trabajo, esta infatigable dama consiguió mejorar las condiciones sanitarias de los hospitales de Scutari y disminuir la mortandad entre los soldados heridos.

Su labor fue extraordinaria, y no se limitó a la atención de los pacientes: Florence reorganizó las lavanderías y las cocinas, “por primera vez los enfermos y los soldados heridos recibían sus comidas puntuales y apetitosas”, proporcionó ropa de abrigo y de cama a los muchachos utilizando sus propios recursos. «La verdad, es que ahora estoy vistiendo al Ejército Británico», diría con humor, y creo salas de recreo y de lectura, donde los soldados podían durante unas horas olvidarse de la guerra.

También se prestó atención psicológica a los soldados traumatizados por el horror de la contienda y se encargó de que sus salarios llegaran a sus familias.

A altas horas de la noche se la podía ver sentada en su pequeño despacho, a un paso del hospital, respondiendo las cartas de los amigos y familiares de los soldados, atendiendo a su correspondencia personal o redactando largos informes confidenciales, que enviaba al ministro Sidney Herbert.

Durante dos años, el Hospital militar de Scutari fue su casa, su hogar y su templo, pero principalmente su campo de arar y escardar. Con riego de su propia vida, renunciando al reposo, comprometiendo todos los recursos físicos y morales de que disponía, no cesó de velar junto a los soldados llegados a millares, heridos y enfermos, desde el frente de combate. Y volcarse para sanarlos, ayudada por las enfermeras a sus órdenes.

Emanaba de ella tal magnetismo que nadie se atrevía a negarle las cualidades de jefe; no era la superintendente de las enfermeras, sino de todo el hospital, incluidos los médicos. Entre sus poderes absolutos se contaba también el de aceptar enfermeras católicas, supremo escándalo para los protestantes.

Todo lo que se sabía hacia 1840 de los hospitales ingleses era que olían muy mal; tanta era la suciedad que se amontonaba en los pasillos fríos, oscuros, tétricos, donde los enfermos sólo disponían de catres miserables, en los demás países la situación era parecida, exceptuando España, donde las religiosas católicas eran las responsables de los hospitales, y donde la ventilación, la limpieza y la buena comida era lo normal en ellos.

Las enfermeras no estaban más limpias que los enfermos, y su trabajo era agotador, por el gran número de aquellos, no acarreaba ningún alivio de nadie; no existía relación entre esfuerzos y resultados. La mayor parte moría si no en el hospital, de las enfermedades del hospital. El hospital en sí, era ya una enfermedad incurable.

Los enfermos y los heridos morían debido al ambiente malsano, al frío, a la humedad, a los parásitos, a la insoportable suma de miasmas.

FOTO 14 Revista Hola, página 149. 2006

La Lucha Silenciosa

Cuando en el mes de julio de 1856, Florence regresaba a Londres, fue recibida como una heroína nacional.

El público había seguido con enorme interés su arduo trabajo en Scutari y todos querían conocerla y homenajearla. La propia Reina Victoria estaba al tanto de su extraordinaria labor en el frente de Crimea y le había enviado un magnífico broche de esmalte rojo y diamantes con la Cruz de San Jorge “diseñado por el príncipe consorte, Alberto”, en reconocimiento a su inestimable trabajo.

Florence aprovechó la invitación de la Reina para visitarla en el palacio en Balmoral, donde pudo exponer a Su Alteza Real y al príncipe consorte todos los defectos del sistema militar de los hospitales y las reformas que a su juicio eran necesarias.

La Reina Victoria se quedó gratamente impresionada ante esta dama de aspecto delicado y finos modales, que le apreció muy apta para desempeñar un alto cargo en el Departamento de la Guerra. Pero el problema es que Florence era una mujer y, aunque muy capacitada, en aquella Inglaterra victoriana se tendría que contentar con trabajar a la sombra del ministro Sidney Herbert.

FOTO 15 Florence Nightingale fundó en Londres la famosa Escuela Nightingale para la Formación de Enfermeras, en el St. Thomas Hospital, dignificando así esta profesión

Fundó en Londres la famosa Escuela Nightingale para la Formación de Enfermeras, en el St. Thomas Hospital, dignificando así esta profesión

Florence nunca olvidaría la terrible experiencia de la guerra y sufriría lo que algunos médicos definieron como un estrés postraumático, que la marcaría hasta el final de sus días.

La dura vida en el frente que había llevado en Scutari y el trabajo incesante le habían pasado factura: su corazón se había resentido y padecía continuos desmayos, que la obligaban a guardar reposo absoluto.

«Miss» Nightingale no tuvo más remedio que obedecer a sus médicos y, aunque no se la volvería a ver en ningún acto público, durante casi medio siglo no dejaría de trabajar en silencio y luchar desde su casa londinense “en ocasiones postrada en su lecho” para mejorar la calidad de las enfermeras en los hospitales militares británicos.

FOTO 16 Enfermeras británicas despiojando a los niños. Foto Florence Nightingale Museum, Londres

El 24 de junio de 1860 fundaría la Escuela Nightingale para la Formación de Enfermeras, en el St. Thomas Hospital, que sería un éxito, al sentar las bases de la moderna enfermería y dignificar la imagen de la enfermera.

El fantasma de Scutari la persiguió durante muchos años, y su única preocupación, casi obsesiva, era el estado de la sanidad en el Ejército británico y que nunca se repitiese lo que había ocurrido en Crimea, donde más de 16.000 hombres habían muerto por falta de organización y de medios.

Para su satisfacción, entre 1859 y 1861, pudo ser testigo de cómo se aprobaban importantes reformas, impulsadas por ella, en el Ejército británico. Entre otras cosas, se remodelaron los cuarteles y hospitales, se ventilaron las salas de forma adecuada, se instaló calefacción y luz por primera vez y se ampliaron los baños y las cocinas.

Hospitales con cafeterías, bibliotecas, gimnasios, talleres, etc…., la lucha de «miss» Nightingale, había dado sus frutos.

Aunque a partir de 1896, Florence vivía confinada en su dormitorio, porque estaba casi inválida, no dejó de redactar cartas, informes y se convirtió en consejera de salud pública para los Gobiernos de todo el mundo, incluida la India y los Estados Unidos.

FOTO 17 Enfermeras británicas en el comedor jugando con los niños. Foto Florence Nightingale Museum, Londres

Hasta 1872, «miss» Nightingale continuó ejerciendo a la sombra una poderosa influencia en el Departamento de Guerra británico.

En su vejez, la «dama de hierro» de la enfermería se convirtió en una anciana afable y dócil, que se dejaba agasajar por las jóvenes enfermeras, que a diario la visitaban en su domicilio y para las que aún era un mito viviente.

Aunque postrada en su cama y con grandes dificultades para escribir y leer, los que la visitaban aseguraban que trabajaba más que un ministro del Gobierno. En su habitación de la calle South, donde vivió cuarenta y cinco años, recibía a importantes estadistas y personalidades mundiales, que acudían a ella para consultarle sobre asuntos de política sanitaria.

FOTO 18 Manuel Solórzano Sánchez con la estatua de Florence Nightingale en Waterloo Place, Saint James, Londres

También sacaba tiempo para el estudio de la filosofía y las religiones, sin dejar de escribir libros “entre ellos su famoso «Notas de Enfermería», que se convirtió en un «best-seller», traducido a once idiomas” y multitud de ensayos.

Tres años antes de su muerte, y cuando ya estaba senil, se le entregó la Orden del Mérito, siendo la primera mujer en recibir este importante galardón.

«Miss» Nightingale murió tranquila mientras dormía el 13 de agosto de 1910, a los noventa años de edad, y de acuerdo con sus deseos, fue enterrada en el cementerio de la iglesia de East Wellow, cerca de la casa de sus padres, en Embley Park.

Un lugar especial para ella, porque fue allí, en sus frondosos jardines, donde por primera vez sintió la llamada de Dios que cambiaría su destino.
Cristina Morato (autora de «Viajeras intrépidas y aventureras», «Las reinas de África» y «Las damas de Oriente»).

FOTO 19 Manuel Solórzano Sánchez. Florence Nightingale Museum, Londres

Bibliografía
Revista HOLA. 16 de octubre de 2006. Cristina Morató (autora de «Viajeras intrépidas y aventureras», «Las reinas de África» y «Las damas de Oriente»). Fotos: Getty / Agefotostock / Cover / Corbis. Páginas 144 a 149

Hospital de Escutari y la Dama de la Lámpara. Publicado el sábado día 6 de marzo de 2010

Rosa Barr “Encuentro en Sebastopol”. Publicado el domingo día 3 de octubre de 2010

Rosa Barr “Encuentro en Sebastopol”. 2ª Parte. Publicado el domingo día 10 de octubre de 2010

Mary Seacole “La Nightingale Negra”. Publicado el sábado día 16 de octubre de 2010

FOTO 20 Enfermos en un hospital británico, delante de la cama una librería portátil, con libros para los pacientes. Foto Florence Nightingale Museum, Londres

La amiga del soldado herido. FLORENCE NIGHTINGALE. Publicado el lunes día 06 de Diciembre de 2010

Exposición temporal de Florence Nightingale en el Museo Vasco de Historia de la Medicina y de la Ciencia “José Luis Goti”. Publicado el domingo día 19 de diciembre de 2010

Los Amores de Florence Nightingale. Publicado el viernes día 24 de diciembre de 2010

Una experiencia de Florence Nightingale en Crimea. La Seguridad del Paciente. Publicado el domingo día 26 de diciembre de 2010

FOTO 21 Escuela de Enfermeras Nightingale. Foto Florence Nightingale Museum, Londres

Florence Nightingale. La Viajera Incansable en Busca de un Sueño. Publicado el domingo día 13 de febrero de 2011.

Victorianos Eminentes. (Parte primera). Publicado el domingo día 20 de febrero de 2011

Victorianos Eminentes. (Parte segunda). Publicado el sábado día 5 de marzo de 2011

Florence Nightingale. Publicado el viernes día 3 de agosto de 2012

Hester Latterly. “Enfermera Victoriana”. Publicado el viernes día 23 de agosto de 2013

Florence Nightingale. Mujer Inmortal. Publicado el lunes 19 de mayo de 2014

Alexis Soyer: El colaborador de Florence Nightingale en Crimea. Publicado el viernes día 23 de enero de 2015

Análisis de la Influencia de Florence Nightingale en la obra de Federico Rubio y Galí. Publicado el sábado día 16 de mayo de 2015

FOTO 22 Clase de Anatomía en la Escuela de Enfermeras Nightingale. Foto Florence Nightingale Museum, Londres

Las Enfermeras Ilustres a través de las monedas del mundo. Publicado el jueves día 1 de marzo de 2018

Florence Nightingale. BICENTENARIO 1820 – 2020. Florence Nigthingale en la prensa española. La Esperanza periódico Monárquico 1855. Polémica en la prensa escrita entre católicos y protestantes. Publicado el jueves día 2 de enero de 2020

FOTO 23 Florence Nightingale en su Bicentenario 1820 - 2020

Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Osakidetza, Hospital Universitario Donostia, Gipuzkoa
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019