lunes, 28 de septiembre de 2009

LA ORDEN DE SAN LÁZARO

Entre las pequeñas y menos influyentes órdenes de caballería de Tierra Santa, la orden de San Lázaro fue posiblemente la más importante. Surgió a partir de un hospital de leprosos, es decir, de un leprosorium.

Según algunos historiadores, los Caballeros de San Lázaro fueron la más antigua de todas las órdenes hospitalarias. Se especula sobre la posibilidad de que se originara a partir del hospital construido por San Basilio en Cesarea, que disponía de una casa separada para los leprosos.

En la Edad Media la lepra era una enfermedad ampliamente extendida, a la que podían sucumbir también personalidades eminentes, como muestra el ejemplo del Rey Balduino IV de Jerusalén (1174 – 1185). Esta enfermedad no sólo comportaba un largo padecimiento para el afectado, sino también su muerte social: los leprosos se convertían en “cadáveres vivientes”, en “muertos en espera”, ya que por regla general eran aislados en casas especiales para infectados fuera de los límites de la ciudad.

Los establecimientos que los acogían a menudo estaban consagrados a San Lázaro, el hermano de Marta y María, que fue devuelto a la vida por Jesús en Betania. Este tipo de leproserías están documentadas ya desde los siglos VI y VII, y en el momento de máxima expansión de la plaga, en los siglos XIII al XIV, constituyeron una red de hospitales que se extendía por toda Europa, aunque apenas existía conexión entre los diferentes establecimientos.

También en Jerusalén había un hospital de San Lázaro. Se encontraba en el exterior de la muralla norte de la ciudad, entre la torre de David y la torre de San Esteban (hoy torre de Damasco), y fue erigido en una época indeterminada después de la conquista de 1099 y antes del año 1128. No debe confundirse con el leprosorium situado en las proximidades, fundado ya en torno al año 800 y que se encontraba en manos griegas. Los leprosos latinos formaron una hermandad, de entre la que elegían a un superior, la primera vez en 1153, que recibía el nombre de maestre. La comunidad tenía capellanes propios, que se ocupaban de los servicios litúrgicos, y toda una serie de cargos, como los que existían en otras órdenes hospitalarias y de caballería.

Al ser una de las instituciones religiosas más importantes del reino de Jerusalén, el hospital de San Lázaro estaba integrado también en la jerarquía eclesiástica y alcanzó incluso el rango de obispado sufragáneo del patriarca de Jerusalén.

El hospital de leprosos de Jerusalén obtuvo, como muy tarde a partir de 1142, a través de donaciones una serie de terrenos, iglesias y derechos en los dominios cruzados. Está atestiguada la existencia de bienes del hospital en Jerusalén, Tiberias, Escalón, Cesarea y Akko. Estas transmisiones están recogidas en un cartulario confeccionado entre 1240 y 1270, con cuarenta y un documentos conservados, que constituye nuestra fuente principal para la historia temprana de la orden lazarista. En estas donaciones se menciona con especial frecuencia a los “caballeros templarios” que actúan como testigos, lo que permite concluir que existían buenas relaciones entre las dos instituciones. Sin embargo, esto no significa necesariamente que todos los templarios enfermos ingresaran en el hospital de leprosos.

Según los estatutos de la orden de la segunda mitad del siglo XIII, el hermano enfermo tenía potestad para decidir por sí mismo si quería ir al hospital de San Lázaro o prefería permanecer en la orden del Temple, aunque separado de los restantes hermanos.

La gran época de la orden de San Lázaro como institución militar comenzó después de la pérdida de Jerusalén en 1187. La comunidad se instaló entonces en Akko, donde la orden había fundado un establecimiento entre 1161 y 1165; se estableció fuera de las murallas de la ciudad, en Montmusard, una zona muy poco poblada y situada junto a la costa. Allí los lazaristas erigieron su cuartel general y una iglesia consagrada a San Lázaro. En ese período la comunidad empezó a reclutar de forma creciente a sus miembros en el círculo de la nobleza y de las órdenes militares, lo que condujo a una aristocratización de la orden de San Lázaro.

La militarización de la orden lazarista, es decir, la adición de tareas militares a las misiones caritativas se produce por las estrechas relaciones entre los lazaristas y los templarios. Hacia principios del siglo XIII los lazaristas sirvieron como tropa de combate bajo la dirección de una maestre leproso, según se desprende de documentos papales. La nueva orientación militar fue la responsable de que a partir de entonces fueran admitidos en la orden no sólo leprosos sino también caballeros sanos. La primera noticia de la participación de lazaristas en operaciones militares hace referencia a la batalla de Forbie, cerca de Gaza, el 17 de octubre de 1244, en la que supuestamente todos los caballeros “los leprosos y los sanos”, encontraron la muerte.

Los miembros de los Caballeros de San Lázaro no sólo eran guerreros que habían participado en las Cruzadas sino que ellos mismos habían padecido el azote de la lepra. Al principio fue una orden puramente de enfermería, pero en el siglo XIII ya contaba con combatientes armados entre sus miembros.

En el año 1248, en un documento del Papa Inocencio IV (1243 – 1254) la comunidad aparece como la cuarta entre las órdenes religiosas de caballería de Tierra Santa, junto a los templarios, los sanjuanistas y los caballeros teutónicos.

Cuando se extendió la orden por toda Europa, los lazaristas ingleses, italianos y alemanes se consagraron solamente para el “cuidado de los enfermos”. La pérdida de Tierra Santa, la propagación de nuevas plagas, como la peste, y finalmente el retroceso de la lepra desde mediados del siglo XV sometieron a una presión cada vez mayor a los lazaristas. Durante demasiado tiempo las casas se habían consagrado sobre todo a asegurar los abastecimientos en Palestina descuidando sus tareas caritativas. El número de casas de lazaristas en Europa, al lado de los muchos de cientos de leproserías que no se encontraban organizadas en sociedades, era ínfimo, y los hermanos de la orden no contribuían a controlar la lepra en el plano médico con la aportación de conocimientos especializados.

En el año 1489 la Orden de San Lázaro fue incorporada por el papa Inocencio VIII (1484 – 1492), mediante la bula Cum solerti medicatione, a la orden de San Juan de Jerusalén, sin embargo la rama francesa continuó autónoma, por lo que el Papa León X anuló la unificación ordenada por su predecesor. Por su parte, el rey de Francia Enrique IV, unió a la Orden de San Lázaro la del Carmelo, en vista de que esta última languidecía y era conveniente su unificación con otra más poderosa.

La Orden de San Lázaro no desatendía, ni muchísimo menos, sus obligaciones militares ni su lucha contra el poder turco. En el siglo XVII los lazaristas armaron una flota para luchar contra los corsarios y piratas, eligiendo el puerto y ciudad de Saint Maló como centro de sus operaciones marítimas. La Orden llegó a reunir hasta diez fragatas y luchó valerosamente defendiendo la seguridad de las costas francesas.

Aún en el XVII, el Papa Gregorio XIII dictó una bula por la que mandaba incorporar la Orden de San Lázaro a la de San Mauricio, formándose así la llamada Orden de San Mauricio y San Lázaro, y que se convirtió en una de las más distinguidas de Italia. Ocurrió algo semejante a la ocasión anterior, cuando otro Papa trató de incorporarla a la de San Juan de Jerusalén. El Priorato de Sicilia acató la bula pontificia, pero no sucedió lo mismo con el Gran Maestre de los Lazaristas de Boigny que, con varios prioratos y encomiendas, continuaron su vida independiente. Entre los grandes Maestres del siglo XV están, los marqueses de Nerestang, de Luvois, de Dangeau, el Duque de Berry, después Luis XVI y luego el Conde Provenza, más tarde rey con el título de Luis XVIII. Como Caballeros de la Orden de San Lázaro en otros países, pueden citarse a los Zares de Rusia, Pablo I y Alejandro I y al Archiduque Leopoldo de Austria, los Duques de Sevilla. El rey Luis XVIII de Francia y más tarde Carlos X, se declararon protectores de esta Orden.

Pasados los turbulentos tiempos anteriores a la época contemporánea, la Orden de San Lázaro, permaneció, no extinguiéndose como algunas otras Órdenes Militares de Caballería. Actualmente se halla representada en Francia, Alemania, Italia, Polonia, Holanda, Suiza, Portugal y España.

Con fecha 26 de junio de 1935 registró la Orden sus Estatutos en España. El 9 de mayo de 1940 fue reconocida con carácter oficial y declarada de utilidad pública en todo el territorio nacional, por orden que se publicó en el Boletín Oficial del Estado el 10 del mismo mes.

Su reglamento de la lucha contra la lepra fue aprobado por el Decreto de 8 de marzo de 1946, que concede y asigna a la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén, importantes misiones. Los miembros de esta Orden se dividen en dos grupos: Los miembros y los afiliados. Sólo los primeros y aun entre estos, sólo los Caballeros de Justicia, pueden asistir a los Capítulos de sus respectivos Prioratos. Aparte de los de Justicia hay los de Devoción. Todos pueden ser caballeros, damas o eclesiásticos, pero es absolutamente preciso profesar la religión católica.

Fotos: Las fotos están escaneadas de Internet.

*Manuel Solórzano Sánchez; **Jesús Rubio Pilarte y ***Raúl Expósito González
* Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
** Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
*** Enfermero Servicio de Medicina Interna del Hospital General de Ciudad Real
masolorzano@telefonica.net
jrubiop20@enfermundi.com
raexgon@hotmail.com

martes, 22 de septiembre de 2009

CONVOCATORIA DE EIR 2009-2010

CONVOCATORIA PUBLICADA EN EL BOE HOY
Orden SAS/2511/2009, de 14 de septiembre, por la que se convoca prueba selectiva 2009, para el acceso en el 2010 a plazas de formación de las especialidades de Enfermería Obstétrico-Ginecológica (Matrona), de Enfermería de Salud Mental y de Enfermería del Trabajo.

Tenéis acceso al BOE de la convocatoria en el siguiente enlace:
http://www.boe.es/boe/dias/2009/09/22/pdfs/BOE-A-2009-14990.pdf

Seguimos comentando el EIR 2010 en el foro de Enf. Avanza: FORO

lunes, 21 de septiembre de 2009

EL DESAPARECIDO HOSPITAL “PIEDADIA” DE ORIO

Luis Murugarren, hace ya bastante tiempo publicó sobre el año 1970 una breve reseña sobre el “Hospital de la Piedad”, en Orio (Gipuzkoa), con el subtítulo de “otro recuerdo histórico que se olvida”, y que iba acompañada de una fotografía que reproducía lo que entonces quedaba de él, hoy en día ya no queda nada. Luis decía que todavía conservaba la carta del párroco de entonces en la que escribía: “el trabajo de la Piedad, que ha escrito, merece que lo conozca el pueblo”. Hoy queremos nosotros recordarlo para que quede en nuestra memoria.

Hoy después de mucho tiempo se oyen los lamentos entre la gente del pueblo de que no se hubiera conservado entonces aquella antigua y vieja casa, que encerraba entre sus pequeños muros la historia de muchos lamentos y soledades oriotarras. Por eso para recordarlos escribimos este capítulo.

Si el nombre de Orio se mencionaba ya por el año de 1141, con ocasión de una donación que hiciera entonces el rey navarro don García a la catedral de Pamplona, hay que esperar hasta el año de 1372 para poder documentar a la parroquia oriotarra de San Nicolás.

Orio era en un principio, una parroquia denominada San Nicolás que estaba comprendida dentro del territorio asignado a la entonces villa de San Sebastián en su carta puebla de 1180. Para desarrollar el enclave portuario de Orio dependiente de Donostia, Juan I de Castilla, por privilegio dado en Burgos a 12 de julio del año 1379, otorgó Carta-puebla para la fundación de una villa con el nombre de Villarreal de San Nicolás de Orio, a cuyos pobladores otorgó el Fuero de San Sebastián.

Aquel cristianismo debió de suavizar el egoismo nato y, en aquella época de peregrinos, de vagabundos y de pestilencias, la caridad les vino a inspirar la necesidad de construir un hospital donde se hospedaran todos cuantos precisaran de cobijo al pasar por el pueblo.

En aquella época por los años 1180 otra de las funciones que tenían algunas ermitas, era la función de ermita-hospital, función esta que en la Edad Media tenía capital importancia. Eran el refugio de enfermos contagiosos de los males de “San Lázaro”, esto es, el ser “lazaretos” o leproserías. Aunque no había mayor conocimiento de las enfermedades contagiosas, no olvidemos de las varias epidemias de lepra que asolaron Europa, como la ocurrida entre 1350 y 1400 por ejemplo. Para evitar los contagios, las villas disponían en el extrarradio de una ermita, en cuyo piso superior poseían unas camas, habitaciones separadas según los sexos, para que pudieran permanecer en ellas los enfermos de este mal, o los dudosos, así como los caminantes, mendigos y peregrinos, al objeto de que no contagiaran a los habitantes de la villa. Estos templos estaban generalmente bajo la advocación de San Lázaro, San Sebastián, o María Magdalena, que fue la hermana de Lázaro, el enfermo que murió de lepra y al que Jesús resucitó. Así tenemos la existencia de la ermita de San Sebastián en Leaburu que tenía hospital cercano, la ermita de la María Magdalena en Hondarribia, o las de esta misma advocación de Renteria, Eibar, etc.

En el caso de Orio el caso era distinto, la ermita-hospital-asilo se encontraba intramuros y estaban dedicadas a los indigentes, o enfermos no contagiosos del propio pueblo, que estaban intramuros. Estas, al igual que las anteriores, estaban al cuidado de un hospitalero u hospitalera (persona encargada del cuidado de un hospital), que era quien se ocupaba de la administración económica. Tenían todas una capilla, para que así, los enfermos en ellas asentados, pudieran cumplir con sus obligaciones religiosas. A este grupo pertenecían por ejemplo las de Santa María Magdalena, de Hernani, o Nª Sª de la Piedad, de Orio.

La parte vieja de Orio, “Goiko Kale”, data del S. XII. Parte de la iglesia de San Nicolás y sube hasta las proximidades de la ermita de san Martín. Sus calles ascienden empinadas, escalonadas, casi laberínticas, agarrándose a la roca. Blasones, piedra arenisca bien labrada, balcones de colores vivos, calles empedradas, etc., le dan un sabor medieval.

En los siglos XII-XIII, Orio tuvo un desarrollo que supuso un cambio importante para la villa directamente ligado al Camino de Santiago de la Costa. Después de pasar Mendizorrotz viniendo de Donostia - San Sebastián, los peregrinos cruzaban Orio en dirección a Zarautz. Para salvar la otra orilla de la ría los peregrinos debían cruzar la ría, teniendo el privilegio real de ser exceptuados del pago de un maravedí por cruzarla.

Para 1586 y gracias a un tal Martín de Elcano, que inspeccionó el hospital aquel por orden del Papa Sixto V (227 Papa)) y del Rey Felipe II, que deseaban acondicionar mejor todos los que hubiera en Guipúzcoa, hemos podido conocer algunas referencias acerca de él. En la redacción de su informe ayudaron a Martín de Elcano los oriotarras Domingo de Miranda y Juanes de Arranibar, quienes declararon:

<<…En esta dicha villa de Orio hay un hospital (el documento que se conserva en muy mal estado y roto, habla de que contaba con una hospitalera y que acogía a pobres mendigos y peregrinos…, no tiene azienda ni bienes; algunos más de 60 ducados puestos a censo; y 5 ducados de renta por éllos al año; y la limosna que se recoge en la vglesia y mandas de las buenas gentes>>.

Y siguieron luego informando:
<>.


Pero, seguramente, lo que más interesa al oriotarrra de hoy y a los historiadores es el resultado de la “visita ocular” que llevó a cabo el inspector Martín de Elcano y que dejó redactado en los siguientes términos y avalada con su firma:

<>. Cuando se visitó el edificio en 1969, a la derecha de su portal se conservaba aún un espacio, que estaba cerrado con una reja de madera. Al parecer, no había sufrido cambio en cuatro siglos”.

Desde entonces las referencias al hospital que ya se llamará “de la Piedad”, son frecuentes en los libros del archivo parroquial y, además, se conservan dos de sus libros de cuentas (desde 1691) en el archivo municipal.

A manera de ejemplo, citaremos algunas de esas referencias: doña Ynés María de Osoa y Echave, que murió en 1649, dejó entre sus mandas “a la Virgen del hospital un manto”; sin embargo, las buenas de Bárbara de Eguía, a la que apodaban “Bombolo”, y su hermana María, más conocida por “Pipi”, no pudieron dejarle nada “por ser pobres”. Al parecer, a los oriotarras del siglo XVII les daba por poner motes, pues a otra por ejemplo le colgaron el de “Purgatorio”. Por su parte, Domingo de Alonso dejó en 1647, seis reales para “la luminaria de Nuestra Señora del Hospital, además de una cama”.
No se debe creer que en los hospitales medievales la preocupación principal fuera la de acoger a enfermos. Más bien venían a ser posadas gratuitas para mendigos en paso y para peregrinos, a quienes se ofrecía por lo menos cama y lumbre con que condimentar los duros mendrugos que guardaran en sus alforjas con añoranzas de algún breve chorizo aventurero.

Así, de los muchos peregrinos y pobres que se hubieron de alojar en Piedadia nos ha quedado al menos los nombres de algunos que tuvieron la desgracia de terminar sus días y peregrinajes en aquel hospital, como los navarros Beltrán de Iribarren, mendigo (1644) y Miguel (1652), un irlandés, de quien dijo el párroco “que no sé su nombre por no poder entender su lengoaje” (1655), otro “pobre irlandés” en 1669, a los pocos días de “un peregrino francés que decía iba a Santiago de Galicia”, etc.

A veces, a la pobre mendiga que se había acogido al hospital le llegaba la hora de dar a luz y de ello también quedaba constancia en los libros, como ocurrió en la fecha del 26 de octubre de 1608, en que “se baptizó una criatura que nació en el hospital de la villa y se le puso de nombre Isabela, y su madre dijo se llamaba Domeca de Sarrosa, pobre mendicante”, a quien también le ocurrían cosas de éstas, pero de cuyo padre tampoco entonces se dijo nada.
Un momento que pocas veces ha solido quedar documentado entre nosotros se vivió en el Hospital de la Piedad, en el Orio de 1656. De él dejó memoria don Domingo de Gaztañaga, párroco y, a la vez comisario del Santo Oficio de la Inquisición, además de notario apostólico. Escribió así:

<<…aviéndome llamado a administrar sacramentos, hallé un hombre mozo, que dijo llamarse Charles de Beca, francés, del lugar y parroquia de San Marcos, de edad de 20 años, enfermo y mal dispuesto. Y, como no se pudo entender su lenguaje, truxe intérprete para su interpretación, y, averiguado por él, confesó y dixo que no era bautizado por cuanto en su lugar eran hugonotes y que sus padres eran de la misma profesión religiosa. Y, habiéndole dado por el dicho intérprete y declarándole la ley cristiana y su doctrina, vino a confesarla y prometió firmemente su creencia, displicencia de la pasada, con su reconocimiento, y que quería ser bautizado y ser católico, apostólico y romano… Me pidió y requirió le administrase el sacramento del bautismo y lo demás que necesitaba. E yo, vista su conversión y promesas y lo demás que convino, le bapticé el mismo día…>>.

Según los libros de cuentas de aquel hospital era costumbre de los finales del siglo XVII oriotarra ofrecer en la parroquia cera y pan, que no costaba más de dos reales y un cuartillo, cuando se llevaba a enterrar en ella algún pobre desde Piedadia. También constan en ellos los precios que consumía el ir reponiendo el ajuar del hospital: así, una “sábana de lienzo de la tierra” costaba 15 reales, una “olla de fierro” 9 reales, un “asiento para hacer colada” 3 reales, una herrada nueva 8 reales, un “pichel de palo, que llaman galleta” 4 reales y una “caldera para servicio de los pobres” 8 reales y cuartillo.

Como orientación diremos que por entonces un boyerizo cobraba 5 reales y medio como jornal, un albañil 3 reales y la mujer que trabajaba fuera de casa lo hacía por sólo dos reales. La comida que se daba a cualquier obrero en el trabajo solía costar 3 reales, lo mismo que un pan de libra; mientras que un azumbre de sidra subía a 4 reales y el medio cuartillo o “chiqui” de vino a 30 maravedíses. Por entonces la bebida se servía en “jarritos de barro”; ya lo saben los pintores y escenógrafos.

Al decir de las cuentas del siglo XVIII y cuando el hospitalero se llamaba Lorenzo de Onsain, al que posteriormente le sucedió Juan Bautista de Larrume, el hospital llegó a contar incluso con “secreta” y 19 camas, que estaban hechas con sábanas de lienzo de la tierra, cabezal y cosneo de plumón. Además poseía una huerta.
Cuando la oriotarra Francisca de Alzuru, “pobre solemne”, se vino a poner enferma, el maestro cirujano de la villa le recetó “una bebida o purga” que costó al mayordomo 7 reales y medio. Afortunadamente debió de resultar acertada la receta y su dispendio, pues no hemos alcanzado a ver el nombre de la pobre entre los que acabaron sus días en aquel año. Como bien se lo merece, diremos que el afortunado galeno se llamaba Joaquín Pelayo de Oliden, para gloria de sus sucesores. Pero no fueron muchos quienes murieron en aquel hospital de Orio. Para que pueda verificarlo el lector, le ofrecemos los nombres de quienes durante un siglo desde el año 1727, prefirieron morir allí:

Martín, quien paseaba su apodo de “Cantari” mendigando de puerta en puerta (1734), el bilbaino Joseph de Canaria (1738), Bernardo de Zulaica (1745), el navarro Francisco González de Corella (1748), Joseph de Larrañaga (1736), no constando ninguno más hasta el mes de las flores de 1807, cuando vino a morir “de accidente en el santo hospital” el viudo de 81 añitos don Joseph Miguel de Orbelzu, y por último una joven donostiarra, la seguramente bella señorita Josephe de Acumbeliz, en noviembre de 1813, quizá de resultas del terror o heridas sufridas durante la quema, saqueo y demás atrocidades que protagonizaron nuestros presuntos aliados británicos en San Sebastián.

En 1745 se reedificó el hospital de La Piedad con la madera que la villa regaló y la labor la llevó adelante el oriotarra Matías de Iruretagoyena.

Luego, aunque enfermaron el hospitalero de 1750 y su señora, fue suficiente gastar 105 reales de botica con ellos y se curaron.

Volvió a enfermar un pobre a los cinco años de aquella curación de los hospitaleros y, nuevamente, con sólo 15 reales que se pagaron a Juan Beltrán de Uriarte, que era el boticario de Zarauz, “por una bebida que dio” se curó. Aunque también hay que decirlo que hay una partida delatora que nos cuenta que en el mismo año, en que se confiesan “tres reales que de gasto sufrió en dicho enfermo en vino que se le dio”, y claro a saber que pasó.

Con perdón de los médicos, boticarios y de pócimas tan acreditadas, consta un dato del año 1759 bastante revelador y que desmorona cualquier suposición, que haya podido creerse de la salubridad de la Piedadia oriotarra.

En ese año de 1759 se pagaron 3 reales por llevar en caballería al hospital de Zarauz a un pobre inválido que estaba en el de Orio y más tarde otros 8 reales “por la conducción de quatro pobres, en caballería, a las villas de Zarauz y Usurbil; con lo que, al parecer, se puede sospechar que la atención médica había llegado ya a la conclusión de que el hospital de Orio no reunía condiciones para cuidar de ciertos enfermos y éstos eran trasladados a los más próximos. Pero ello no quería decir que no se siguiera acogiendo a pobres y a enfermos, pues consta del año 1762, que se pagó una partida “para la manutención de otros quatro pobres enfermos, que fue preciso se detuviesen en el hospital de orden de los señores patronos y cirujano”.
Al hospital de Piedadia, no sólo se iba a vivir momentos tristes; también resonaban gritos de gozo, como en 1764, cuando el hospital dio 13 reales “a una pobre que parió en dicho hospital y estubo mala”, y, a los días, otros 9 reales “que también dio a otra muger que también parió en dicho hospital y estuvo convaleciendo”. Y, claro, cuando avanzado el siglo XVIII, las justicias nacionales y provinciales se preocuparon de la atención a las mujeres de vida desordenada, el visitador del Obispado dejó mandado a los mayordomos del hospital de Orio “que se compongan dos camas y se cierre y ataje con tablas un cuarto decente, en que se puedan colocar otras dos camas para las solteras”.

Cuando visitó el hospital el Juez foráneo del Arciprestazgo mayor de Guipúzcoa, en junio de 1763, ya había dejado ordenado: “que el mayordomo hospitalero no admita hombres ni mugeres suponiendo están casados sin que antes y primero muestren al cura de esta villa la fe de casados”.

Para el año 1787 fue preciso hacer al hospital una puerta nueva y “el balaustre nuevo” de su ermita, que es como se empieza a llamar al pequeño altar que desde siempre había estado en su entrada, a mano derecha.

Durante el siglo XIX dejó de ser hospital y la devoción a la Piedad de Santa María mantuvo la ermita del bajo y se acudía a ella el último día de las rogativas mayores. En 1886 se la describió así: “Un retablo sólo hay en ella, con un cuadro pintado, representa la Virgen al pie de la cruz, con su divino Hijo en los brazos, y no se sabe su autor; cuyo tamaño es de 1,60 metros. Una efigie de madera, en el segundo cuerpo, del Salvador, separable 0,51 metros. Las dimensiones de esta ermita son: largo 2 metros y ancho 2,40 metros”.
Para terminar Luis escribía en 1970: “la vieja ruta peregrina, que baja de San Martín a San Nicolás de Orio, pasa junto a la puerta de Piedadia; pero los hombres del siglo XX la han cerrado ostentosamente. Que el espíritu practicista, funcionalista, haga una excepción en el decálogo de sus principios y tengan <> para este recuerdo de la historia y de la caridad de un pueblo magníficamente sencillo”. El Hospital de Piedadia de Orio, hoy ya no existe.

Hoy en día, Orio sigue siendo población de tránsito de los peregrinos de Santiago estando, tanto la Ermita de San Martín de Tours, la Iglesia de San Nicolás de Bari como el Casco Histórico de Orio, considerados monumentos y lugar, respectivamente, afectos al Camino de Santiago de la Costa.
El pueblo de Orio nos ha dejado también grandes personalidades de la cultura vasca como Jorge de Oteiza Enbil, Anjel Lertxundi y Benito Lertxundi, todos ellos nacidos en la Villa. (Pintor del cuadro Apellaniz).

Agradecimientos:
Antxon Aguirre Sorondo
Luis Murugarren
Ayuntamiento de Orio y Archivo Municipal de Orio
Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País / Euskalerriaren Adiskideen Elkartea

Fotos: Las fotos están sacadas de Internet.

*Manuel Solórzano Sánchez; **Jesús Rubio Pilarte y ***Raúl Expósito González
* Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
** Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
*** Enfermero Servicio de Medicina Interna del Hospital General de Ciudad Real
masolorzano@telefonica.net
jrubiop20@enfermundi.com
raexgon@hotmail.com

lunes, 14 de septiembre de 2009

¡SALVAD A LOS NIÑOS REPUBLICANOS!

La guerra civil española, como cualquier otra contienda bélica, fue escenario de innumerables episodios crueles y dramáticos entre los que asoman historias de solidaridad que traspasan fronteras.

En el tramo final de la contienda, en la que el avance de los ejércitos de Franco era evidente, numerosas personas fueron evacuadas de las zonas republicanas hacia otros países, entre ellos Francia. En noviembre de 1938 finaliza la cruenta batalla del Ebro, en la que las tropas franquistas resultan vencedoras y comienzan el avance hacia Cataluña. El 15 de enero de 1939 toman Tarragona, el 26 de enero Barcelona, el 4 de febrero Girona y el 10 de febrero llegan a la frontera francesa de Port Bou. La toma de Barcelona supone el inicio del exilio para millares de familias republicanas. Unos 400.000 civiles ancianos mujeres y niños, así como militares se fueron concentrando en la frontera con Francia huyendo del ejército de Franco, ante la negativa de paso de las autoridades francesas. La noche del 27 de enero autorizaron el paso a mujeres y niños, 3 días más tarde a los heridos y finalmente a todos. Según el informe Lavalière, entre el 28 de enero y el 12 de febrero de 1939, 470.000 personas cruzaron las fronteras francesas de Cataluña.

Esta avalancha humana no había sido prevista por el gobierno francés, que no tiene preparado ningún dispositivo para atender a todas las personas desplazadas. Apresuradamente, puso en marcha el Plan de Barrage, que movilizó 79 batallones de la Garde Republicaine Mobile, 6 compañías de Gendarmes y 15 regimientos del ejército, muchos de ellos con tropas coloniales, para sellar la frontera controlar y agrupar a los recién llegados. Las tropas francesas hacían marchar en formación a los exiliados, sin distinciones ni consideraciones. “Allez! Allez! Vite!” (¡rápido! ¡rápido!) era la cantinela que dominaba la marcha. La opinión pública francesa y sus dirigentes políticos consideraban a los exiliados republicanos como indeseables, consintiendo la construcción de diferentes campos de concentración, eufemísticamente llamados “Centres d’Accueil” (Centros de Acogida), en Gurs, Rivesaltes, Argelers, Barcares, Sant Cebriá, etc. que inicialmente sólo contaban con la alambrada perimetral.

Especialmente duros eran los campos de Barcarés, en el que concentraron 80.000 personas y Argelers, 100.000 personas, por su carencia de servicio y el trato inhumano de las tropas coloniales francesas. El campo de concentración de Argelers situado en la playa, estaba constituido por una alambrada de 3 km. de largo por 500 metros de ancho en la misma orilla del mar. Cuando entró en funcionamiento, no había ningún edificio, ni servicio e incluso no había agua potable en todo el campo, y dónde el mar servía tanto de letrina como de punto de aseo. Donde un viento de tramontana azotaba sin piedad y llenaba todo de arena y obliga a desenterrar los parapetos hechos con ramas y mantas en los que tenían que dormir. Fueron los propios prisioneros, quienes tuvieron que construir sus barracones directamente sobre la arena, insultados, vejados y maltratados por los soldados franceses venidos de Somalia, mayoritariamente negros y musulmanes, que viéndose por primera vez en su vida en situación de superioridad ante personas de raza blanca realizaron todo tipo de abusos y tropelías.

Los testimonios de las personas que estuvieron allí son desgarradores: “Al norte alambradas, al sur alambradas, al oeste alambradas. Aún nos queda el mar”; “Hace frío, hace viento ¡qué no llueva! Los techos hechos de manta dejan pasar el agua enseguida, y mientras la lluvia dure se temblará y castañetearán los dientes”. Las condiciones eran tan lamentables que enterraban a las personas enfermas y a los bebés en la arena con un vano intento de mantenerlos calientes.
La carencia de alimentos era tal que la desnutrición infantil y el raquitismo era lo habitual entre los menores “Mandaba el hambre y los gendarmes franceses traían pan y lo tiraban en la arena delimitada por los alambres. La gente se peleaba por un trozo de pan, mientras los senegaleses se reían de aquellas escenas tan sórdidas”; “No teníamos comida y cuando repartían algo era pan duro y bacalao seco que no se podía comer de tan salado. No teníamos agua potable y, cuando de vez en cuando venía un camión de agua no teníamos con qué recogerla. “Pasar hambre es horrible, pero tener sed es aún peor”. La tasa de mortalidad infantil que superaba el 95 %, propiciado por la falta de medidas higiénicas que facilitaban la propagación de la disentería. Por eso, en aquellas circunstancias, incluso la enfermedad más banal podía significar la muerte. La desesperación llegaba a límites insospechados. “En el campo había una madre que no tenía leche, y el niño lloraba de hambre día y noche. Cuando se agotaba de tanto llorar, se dormía, y ella le protegía con su cuerpo. Las mantas estaban todas mojadas de aquellos días tan duros de febrero. Cuando salía el sol, la madre enterraba al bebé en la arena para que ésta le sirviera de abrigo. Pero al cabo de unos días, el niño murió de hambre y frío. Yo estaba embarazada, y sólo de pensar que mi hijo nacería en aquel infierno, me desesperaba”; “el niño de dos meses se debilitaba poco a poco, la madre no tenia suficiente leche y la tramontana, la conjuntivitis, la sarna, los piojos, etc. se iban acumulando. Las autoridades del campo hacían oídos sordos ante las reclamaciones de la madre para conseguir agua potable con la que preparar biberones. Los padres se desesperaban al ser testigos de la muerte lenta de su bebé sin hacer nada. “En el último día de vida de aquel niño, la miliciana, consciente de las pocas horas que le quedaban a su hijo, lo bañó en el mar con todo el amor de una madre. Una ola más y el sufrimiento del bebé terminó”.

Ante este panorama desolador, y la total inoperancia de las autoridades francesas, sociedades de socorro extranjeras comenzaron a prestar auxilios dentro de los campos, especialmente a los niños. Para entender esto, conviene recordar que antes de que aparecieran los primeros sistemas de protección social, que tienen su primer antecedente en la Alemania de Bismarck, que en 1883 pone en funcionamiento el primer sistema de protección, especialmente en el siglo XIX, la atención de las necesidades sanitarias y sociales se organiza bajo diversas formas de beneficencia, se crean las “Juntas auxiliares de Damas de Barrio”, o se fundan las “Damas de los pobres”, para ejercer el auxilio domiciliario. También aparecen asociaciones entre cuyos fines estaba realizar labores de beneficencia, como “La Fraternal”, “El Pensamiento Humanitario” o la “La Protectora”. Es en esa fecha cuando comienza a aparecer las primeras “Sociedades de socorros mutuos” que se situaban entre el aseguramiento privado y la filantropía. Entre las mismas se pueden citar a la “Sociedad Humanitaria de Salvamento de Náufragos”, la “Sociedad de Socorros mutuos artesanos”. Con ese mismo espíritu nace en los Países Bajos, tras la primera guerra mundial la “Asociación de Ayuda a los Niños en Guerra”, con una clara vocación pacifista, cuyo objetivo era crear bases de solidaridad entre los pueblos que impidiera guerras futuras. Esta asociación llega a España durante la guerra civil, estableciendo inicialmente su cuartel general en Burjassot (Valencia), atendiendo a la población de Madrid, Valencia y Cataluña, tras el rechazo de Franco de la ayuda ofrecida. Esta asociación pone en marcha comedores infantiles, reparte alimentos, realiza evacuaciones de niños y pone en marcha un sistema de apadrinamiento para los niños atendidos, que resultó pionero. De esta forma llegan a España voluntarios noruegos, holandeses, suecos y suizos, que posteriormente se desplazarán a los campos de concentración para proseguir con su labor humanitaria.

De ese modo, entre otras asociaciones, la Sección de Socorro a los Niños de la Cruz Roja Suiza seguía ayudando a los niños encerrados en los campos. Proporcionaba diariamente un litro de leche para cada lactante, y daba a los otros niños leche por la mañana y una merienda a base de mermelada o queso por la tarde. Estas meriendas se repartían también cada día a las madres lactantes. Cuando un niño caía enfermo, se le trasladaba al Hospital General del Campo. Si aún era lactante, se permitía a la madre quedarse junto a él. En caso contrario, la madre no podía verlo más que los días de visita, es decir, dos veces por semana, por la tarde. Por otra parte, cuando los niños estaban bien, las madres necesitaban un permiso para sacar a sus bebés a tomar el sol entre las alambradas. La Cruz Roja Suiza estaba perfectamente organizada: se proporcionaba diariamente a los lactantes de hasta un año un litro de leche; a los de uno a tres años, una buena ración para dos comidas de arroz o bledine; a los de tres a seis años, arroz solamente; y a los de seis a catorce años, leche y arroz o puré. El reparto se realizaba desde la sede Central de Auxilios a los Niños, sita en la calle de Tarn, número 71 (Toulouse).

En medio de este horror, aparecen Elisabeth Eidenbenz y la Maternidad de Elna, una de esas pequeñas historias que abren un pequeño hueco a la esperanza, y en la que se consiguieron salvar 597 niños.
Elisabeth Eidenbenz, nació en Zürich el 12 de junio de 1913, maestra de profesión, con 23 años formaba parte de los movimientos sociales suizos y entra a formar parte de la Asociación de Ayuda a los Niños en Guerra. Junto con otros voluntarios llega a Valencia en abril de 1937. Trabajaban con un modelo de apadrinamiento, mediante el que familias suizas aportaban dinero para el mantenimiento de sus ahijados en la zona republicana. En 1939, forma parte de la avalancha que cruza la frontera francesa y es internada en diferentes campos de refugiados: d'Argelès, de Rivesaltes, de Barcarès o de Saint Cyprien. Allí, en esos campos abarrotados, insalubres y sin medios comienza a buscar por los campos a los niños apadrinados. Como hemos visto, las condiciones eran pésimas El hospital más cercano estaba saturado y la administración priorizaba a heridos y enfermos en lugar de las mujeres embarazadas. El índice de mortalidad infantil se situaba en un 95% entre los recién nacidos, que llegaban al mundo en las caballerizas de Hares, cerca de Perpiñán. Los bebes introducidos en cajas de cartón eran devueltos junto a sus madres a los campos de concentración.

Ante tal situación y debido a la no intervención de la asistencia social francesa con los refugiados españoles, deciden abrir un edificio para atender tanto a las parturientas como a los niños recién nacidos y que Elisabeth Eidenbenz se haga cargo de la maternidad. Al principio, organizó el servicio en una casa en Brullá. Como ella misma refiere, era joven, era la primera vez que actuaba como responsable de un servicio, era maestra y nunca había visto un parto. En esa casa nacen 18 niños, y enseguida ve que es muy pequeña para el fin que se perseguía. Pide a la Central de Suiza 30.000 francos suizos para adquirir una residencia campestre abandonada, pero bien conservada, el Palacete de Bardou, en Elna (Perpiñan). La Central acepta, se repara y acondiciona mínimamente la casa, que consta de tres plantas, un amplio jardín, terreno con árboles frutales y un pequeño corral. Dan a cada habitación un nombre: Barcelona, Valencia, Zaragoza, Santander, Bilbao, Canigo. El paritorio es Marruecos y el nido en el que están los recién nacidos Madrid. Elisabeth gestiona con el Prefecto de Perpiñan todos los permisos y el 7 de diciembre de 1939 nace el primer niño, Pepito.
La atención en la Maternidad de Elna se basaba en los siguientes principios:
· recuperación psicológica
· higiene
· alimentación
· atención personalizada
· atención sanitaria profesional
· respeto a todas las creencias e ideologías
· ayuda a la reintegración social

La recuperación psicológica de las madres tenía una importancia especial. A un trato especialmente cariñoso, se unía la participación en las tareas de la maternidad como medida para recuperar la autoestima y la autonomía, y el espíritu alegre que predominaba en la casa, en el que cualquier acontecimiento era una excusa para hacer una celebración: “¿Quién podía ser capaz de planear todo aquello, cada detalle, la comida, las guirnaldas, digno de unas reinas, para nosotras, que no teníamos nada que ofrecer a cambio?”.

También la música, ese maravilloso lenguaje universal que debería ser fuente de comunicación entre todas las personas como define Pau Casals, constituyó uno de los elementos utilizados para esa recuperación psicológica. Elisabeth decía que la música, discos de gramófono o al piano, de Bach, Mozart, Haynd, Schubert, etc. tranquilizaba a los niños, y como lenguaje universal facilitaba la comunicación y acercamiento a las mujeres embarazadas que acudían a la maternidad, destrozadas física y sobretodo psíquicamente. Elisabeth inundaba la casa de música y les cantaba a las madres y a sus hijos, muy de cerca, porque entendía que si alguien te canta todos los días, hay alguien que todos los días se preocupa por ti. “Si tienes alguien que te cante todos los días a la oreja tienes que reaccionar”. También promovía que se cantara, especialmente canciones típicas, porque se facilita la comunicación, la integración en el grupo, la externalización de sentimientos y se mantiene la identidad, tan importante para las mujeres del exilio: “A veces podemos aligerar el dolor, simplemente tarareando una canción”.
Es decir, utilizaba la musicoterapia, entendida como “el empleo de la música con fines terapéuticos, por lo general psicológicos. (Diccionario RAE) “, tanto pasiva (escuchar) como activa (cantar). Si consideramos que las primeras aplicaciones científicas de la musicoterapia no se producen hasta 1917, y no se extiende hasta 1940, se puede apreciar el carácter excepcional e innovador de Elisabeth.

Conocidos los problemas de salubridad de los campos, la higiene era un aspecto fundamental en la maternidad de Elna. “Era un paraíso. No había arena como en el campo, teníamos camas, agua abundante, jabón para lavarnos…”. El aseo y el baño era diario, toda la ropa se lavaba y planchaba frecuentemente, todo estaba organizado y ordenado, con horarios muy estrictos. “La casa era preciosa y estaba muy limpia. En la entrada había unas mesas, donde unas mujeres doblaban la ropita de los niños y las sábanas”.

La alimentación era uno de los pilares básicos, y se organizaba con una dieta personalizada que comenzaba unos dos meses antes de llegar a la maternidad en algunos barracones en los campos. Era una dieta rica en fruta, verdura, y sobre todo, leche, para paliar las deficiencias de alimentación previa. Si algún lactante lo necesitaba, disponían de suplementos de leche en polvo, procedente de Suiza. “¡Eso si que era una cena! Verduras, carne, fruta fresca y leche en abundancia”.
Cada una de las mujeres recibía una atención personalizada, especialmente para la salida de la maternidad: “Cada lunes, la Señorita Elisabeth distribuía los servicios de la semana entre las refugiadas que podían asumirlos”.

La asistencia sanitaria era profesional, prestada por 3 enfermeras enviadas por la escuela suiza de enfermería que se cambiaban cada 6 meses y una matrona. También contaban con el apoyo del Pediatra de Perpignan y con los médicos de los campos. “Después de comer llegaron nuevas mujeres embarazadas y dos madres con hijitos que acababan de nacer. Uno de ellos sólo pesaba 1,7 kilos, y aún así logró sobrevivir sin incubadora”; “Todos lo niños se pusieron enfermos, con fiebres muy altas. Durante una semana tuvieron vómitos y empezaron a perder peso. Elisabeth trajo un pediatra de Perpiñan que visitó uno por uno a todos los bebés. Con los medicamentos adecuados, al cabo de unos días se curaron todos. En el campo no habrían superado aquella epidemia”.

También se respetaban todas las ideologías y creencias religiosas “La higiene era perfecta; la comida adecuada y abundante; el respeto a las creencias religiosas absoluto. Se bautizaba a los niños cuyas madres lo pedían expresamente; pero no existía ninguna presión a este respecto. Y por otra parte, nada de rezos colectivos ni de catequesis impertinentes” y se promovía la reintegración social por todos los medios posibles: “Elisabeth nos informó que había pactado con las autoridades del campo que nos instalarían en un barracón más confortable”; “La señorita Elisabeth me ayudó a conseguir papeles para mí y para el niño”; “La señorita Elisabeth pudo arreglarle la salida y conseguirle un visado para coger un barco hacia México”.
Tras un año de actividad quedó claro que se precisaban más fondos para subsistir. Se recupera entonces el sistema de apadrinamientos, se aceptan ayudas de particulares (como el del músico Pau Casals “…Los pequeños donativos que envío a sus asiladas no tienen otro objeto que el de demostrar mi simpatía y comprensión hacia ellas en momentos tan trascendentales de maternidad. Mis desconocidas compatriotas no dan la impresión de insuficiencia de atención, antes al contrario de profunda gratitud por todos los cuidados que perciben de su loable Institución. Estoy seguro que, como Usted dice muy bien, desde luego “se sabe aprovechar el dinero para una causa buena” y es por esto que continuaré, dentro de mis posibilidades, mis modestas aportaciones contando con su bondadosa comprensión…”), y finalmente la asociación se fusiona con la Cruz Roja en enero de 1942. En 1940 nacen 145 bebés en la maternidad; en 1941, 218. Se atienden, de media, 20 partos mensuales. “Y no, no había médicos; alguna vez contamos con algún doctor, pero no llegó a funcionar. Nuestras matronas eran muy experimentadas”, Todo lo hacían ellas, mujeres solas en un mundo en guerra, mujeres que luchaban hace décadas por la igualdad de género, por la no violencia, por la educación, por la libertad.

Para el avituallamiento del centro 4 utilizan los corredores sanitarios de la Cruz Roja Internacional. Así les llega la leche condensada y en polvo, el chocolate, los quesos, las conservas, la harina para lactantes, el azúcar, el arroz. Y los utensilios necesarios, de biberones a medicinas. El material textil procede de colectas. Una asociación noruega aporta una máquina de coser. La escuela de enfermería suiza manda dos o tres profesionales cada seis meses.
Pero las dificultades verdaderas estaban por llegar. Tras ser invadida Francia por Alemania en noviembre de 1942, Eidenbenz, fue muy hostigada por los nazis y detenida por la GESTAPO, por acoger en su maternidad a parturientas judías y gitanas. Elisabeth falsificaba el registro e inscribía a sus hijos con nombres españoles para ocultárselos al nazismo, con riesgo para su libertad y su vida. Ella no se rendía jamás, y cuando los gendarmes venían a por una madre, se cuadraba y les gritaba: ‘¡Esto es Suiza!”. Los nazis cerraron la maternidad de Elna en abril de 1944.
En ese oasis para la esperanza, en Elna, entre 1939 y 1944 nacieron un total de 597 niños, la mayoría hijos de exiliadas españolas. De esos 597 bebés 197 judíos y gitanos.
Su extraordinaria labor humanitaria fue reconocida el año 2002 con la máxima condecoración que entrega el Estado de Israel a quienes salvaron vidas de judíos arriesgando la propia, la “Medalla de los Justos Entre las Naciones”. En dicha condecoración está escrito el siguiente pasaje del Talmud: "Aquel que salva una vida, es como si hubiera salvado al mundo entero". Además, su nombre figura inscrito en piedra en el Muro de Honor del Museo Yad Vashem. Ese mismo año recibió también el reconocimiento del Gobierno Francés. En 2006 recibió la Orden Civil de Solidaridad Social y la Generalitat de Catalunya le otorgó la Creu de Sant Jordi.
Elizabeth Eidenbenz tiene ahora 96 años y vive junto a los bosques de Viena y recuerda que “todos, las enfermeras, las madres, los miembros de mi asociación y de otras, todos lo hicimos posible en ese tiempo tan difícil, entre una guerra reciente en España y una segunda aún más dura en Europa”. Asumpta Montellà con su libro “La maternitat de Elna. Bressol dels exiliats” tiene el mérito y el orgullo de haber sido quien ha recuperado esta ejemplar historia.
Friedel Bohny-Reiter (1912, condecorada por el estado francés junto con Elizabeth Eidenbenz el 25 de febrero de 2001) Elsbeth Kasser, Emmi Ott, Elsie Ruth, Renée Farhny son nombres de algunas de las enfermeras de la Cruz Roja Suiza que trabajaron en Elna y en los campos de concentración,

En las palabras de la propia Elizabeth encontramos el mejor ejemplo de una gran mujer y una excelente profesional: “Me llamaron y fui. No me lo pensé mucho. Ha sido una gran suerte poder hacer lo que había que hacer".
*Citas extraídas de:
“La maternidad de Elna. La historia de la mujer que salvó la vida de 597 niños” de Assumpta Montellá. Ed. Ara Libres. 2007
“La cuna del exilio” de Lola Huete Machado. Publicado en El País semanal el 9/10/2005.

Para que esta historia no se olvide y nos ayude para que no se vuelva a repetir jamás.

Muchas gracias, Elisabeth por haber encendido una Luz en la Oscuridad, por ayudarnos a confiar en el género humano.


*Manuel Solórzano Sánchez; y **Jesús Rubio Pilarte
* Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
** Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
masolorzano@telefonica.net
jrubiop20@enfermundi.com

domingo, 13 de septiembre de 2009

V CERTAMEN DE INVESTIGACIÓN EN ENFERMERÍA

A Fundación Biomédica publica as Bases do V Certame de Investigación en Enfermaría 2009
Aberta a convocatoria do V Certame de Investigación en Enfermaría 2009 da Fundación Biomédica do CHUVI.
No seu compromiso coa investigación para a protección e mellora da saúde da sociedade galega, a Fundación Biomédica do Complexo Hospitalario Universitario de Vigo publica as Bases do V Certame de Investigación en Enfermaría, de cara a fomentar, recoñecer e estimular a investigación de calidade entre os/as profesionáis de enfermaría.
Ao igual que nas anteriores convocatorias, A Fundación premiará os mellores traballos publicados en revistas científicas, así como as mellores comunicacións e pósters presentados en congresos durante os anos 2008 e 2009, realizados por persoal adscrito aos centros sanitarios públicos da nosa Comunidade Autónoma.
Por outra banda, co fin de incentivar o desenvolvemento de novas investigacións neste ámbito profesional na área de Vigo, a Fundación Biomédica segue ofrecendo a "Axuda Berta Acevedo" para a realización dun novo proxecto de investigación. E continuando asimesmo coa estreita colaboración coa Universidade de Vigo, o Certame volve a convocar a "Axuda Universidade de Vigo", co fin de financiar un proxecto de investigación a realizar conxuntamente por persoal da nosa Área Sanitaria e da Universidade de Vigo.
Os premiados de cada categoría daranse a coñecer no transcurso das V Xornadas de Investigación en Enfermaría, que terán lugar os dias 10 e 11 de Decembro de 2009 no Salón de Actos do Hospital do Meixoeiro de Vigo. Durante estas Xornadas, cada investigador/a responsable dos traballos presentados ás distintas categorías, fará unha breve presentación dos mesmos.
Bases da Convocatoria.
Impreso de Solicitude.
Modelo de Memoria do proxecto de investigación.
Máis información.

domingo, 6 de septiembre de 2009

"Acompañar en la vida y en la muerte te hace crecer"


ENTREVISTA: MERIENDA CON... CARMEN FERRER
Carmen Ferrer propone un lema:
“Ponga una enfermera en su vida”

Los termómetros marcan los 36 grados en Madrid y a las 19.30 horas todavía no ha empezado a refrescar en El Retiro. Carmen Ferrer ha elegido para este encuentro uno de sus lugares favoritos: la terraza La Cabaña, dentro del parque, frente a su casa, donde los domingos por la mañana disfruta de la lectura de EL PAÍS. Se niega a aceptar la desaparición de los periódicos de papel y que la vida le escatime este pequeño placer.

Llega tras una intensa jornada laboral. Desde febrero de este año es gerente de atención primaria del área 9 de Madrid, que comprende Leganés, Fuenlabrada, Humanes y Moraleja. De ella depende la atención primaria de 400.000 ciudadanos y su equipo lo forman, 312 médicos, 222 enfermeros y 31 auxiliares de enfermería. Pero la noticia no está en la envergadura de su cargo, sino en la novedad de ser la primera enfermera de España en ocuparlo.

Carmen Ferrer es la primera enfermera que gestiona un área de atención primaria.

Ha pedido un café con hielo y asegura sonriente que los médicos la han felicitado por el nombramiento y que cuenta con su total respeto. También reconoce que sus jefas (la directora general de salud de Madrid y la viceconsejera) han sido valientes apostando por ella y aunque le encanta la gestión, los derroteros de la conversación convergen hacia lo que a todas luces es su pasión: la enfermería. Esta aragonesa de 48 años guarda multitud de anécdotas gratificantes de su labor junto a los enfermos. Desde el viejo cascarrabias que le regaló el vinilo Thriller de Michael Jackson para agradecerle sus cuidados hasta el matrimonio que le envía regalos años después de haber acompañado a su hijo en su último viaje.

"Sé que la profesión de enfermera carece de reconocimiento social. Los jóvenes quieren ser abogados, periodistas o médicos; no enfermeros. Y, sin embargo, cuidar a enfermos te obliga a relativizar. Acompañando a las personas en la vida y la muerte creces como persona, te construyes. Nuestra profesión es chulísima porque la gente te agradece que le des la mano en los malos momentos o que les hagas compañía cuando te fijas que no recibe visitas".

Pero la recompensa no es sólo íntima. Carmen Ferrer pertenece a esa nueva escuela de enfermería que, con mayor capacitación profesional que en el pasado, quiere imponer un nuevo estilo, un cambio en el sistema sanitario en el cual las enfermeras aporten más al servicio sanitario y mejoren la calidad de vida de la gente; lo que no se limita a cuidar de los enfermos, sino a procurar el confort de los ciudadanos. Considera que en los centros de salud los usuarios deberían tener más puertas por las que entrar porque la única no debe ser sólo la del médico. "Las enfermeras son una oportunidad para el sistema. Y también para la gente. Por eso mi lema es: Ponga una enfermera en su vida. Yo intento gestionar mi área con ese nuevo enfoque", explica mientras deja que el café se enfríe antes de verterlo sobre los cubitos de hielo.

Algunos paseantes le saludan cuando nos vamos, poco antes de confesar su afición a escribir cuentos para sus amigos en los que ellos son los protagonistas. Los paseantes son vecinos suyos. Les pregunta por su salud y les da ánimos. En la terraza ya hace algo menos de calor, pero sabe que el mejor momento será, con todo, el de la mañana dominical.
http://www.elpais.com/articulo/ultima/Acompanar/vida/muerte/hace/crecer/elpepiult/20090901elpepiult_2/Tes
El País, 1 de septiembre de 2009

Un artículo diferente y con un eslogan fenomenal: “Ponga una enfermera en su vida”

Un magnífico artículo sobre nuestra profesión. Gracias Carmen.
Manuel Solórzano
masolorzano@telefonica.net

viernes, 4 de septiembre de 2009

GRIPE Y CALMA

Desde hace meses, hemos estado desde el foro de Enfermería Avanza, tratando las últimas novedades en torno a la Gripe A, en una apartado de noticias. y seguiremos comentando qué pasa con esta enfermedad.
Hoy, no podemos dejar escapar la iniciativa que un grupo de compañeros sanitarios que quieren desmitificar un poco la situación actual y venidera de los próximos meses. Se trata de "GRIPE Y CALMA". Aquí os dejo la información que han nos han transmitido:
Una serie de blogs de profesionales sanitarios nos hemos puesto de acuerdo para lanzar una campaña dirigida a calmar un poco los ánimos a la sociedad civil ante la pandemia social de la gripe A. Partiendo de una búsqueda de la literatura científica y de las bases de datos de las agencias de salud pública y epidemiología estatales, hemos realizado una lectura crítica y elaborado un documento de información con una serie de recomendaciones expresadas de manera sencilla para que todo el mundo pueda entenderlo. Esta información, que os adjuntamos, será difundida al unísono por más de 30 blogs a las 24 horas de la madrugada del 2 al 3 de septiembre. Además, haremos difusión por medios de comunicación. Como blogger referente en tu campo, te mandamos la información por si consideras oportuno colaborar difundiendo en tu bitácora la iniciativa y las recomendaciones, contribuyendo así a poner tu granito de arena para lanzar un mensaje de tranqulidad y sentido común. Podréis encontrar más información en http://gripeycalma.wordpress.com/ Gracias por todo,
Grupo "Gripe y Calma"