martes, 20 de septiembre de 2011

LA CRUZ DE LORENA Y ELDISPENSARIO ANTITUBERCULOSO DE LA CALLE PRIM DE SAN SEBASTIÁN













La cruz es uno de los símbolos humanos más antiguos: en Egipto, en China, en Cnosos de Creta (donde se encontró una cruz de mármol que data del siglo XV a.C.). La cruz es un emblema de muchas culturas y religiones, entre ellas el cristianismo. Desde su aparición habitualmente ha representado los cuatro elementos de la antigüedad, los cuatro puntos cardinales o la unión de los conceptos de divinidad y del mundo.
FOTO 001 Cruz de Lorena o Cruz de Anjou

La Cruz en las banderas
Muchas banderas tienen cruces, entre ellas las de todos los países escandinavos, por ejemplo: Dinamarca Islandia, Finlandia, Noruega y Suecia, además de Burundi Dominica, Eslovaquia, Georgia, Grecia, Jamaica, Malta, Reino Unido, República Dominicana, Suiza, Tonga y en la de todos los países, estados, provincias, dependencias y territorios que contienen la Unión Jack.

También aparecen cruces en las banderas de Alabama, Florida, estado de Misisipi, Ulster, Inglaterra, Escocia, isla de Tenerife, Islas del Canal, Madeira, Islas Feroe, Islas Aland, Martinico, Cerdeña, Wallis y Futura, San Pedro y Miquelón, Aragón, País Vasco, Principado de Asturias, Occitania, Saboya (departamento), Alberta, Nueva Escocia, Québec, provincia de Zaragoza, Ámsterdam, Barcelona, Londres, Montreal, Saint-Malo, Vitoria, provincia de Tucumán y Cruz Roja.

LA CRUZ DE LORENA
Sus orígenes se remontan a la Cruz Patriarcal Ortodoxa utilizada en el Imperio Bizantino, la cual a partir del siglo XII comenzaría a formar parte de muchos escudos heráldicos europeos. Simboliza la cruz donde fue crucificado Jesús de Nazareth, con un segundo travesaño que representa el titulus crucis que Poncio Pilatos hizo poner sobre la cruz.: Jesús de Nazareth, Rey de los judíos, INRI.

La Cruz de Lorena fue adoptada por Godofredo de Bouillon, Duque de la Baja Lorena al tomar posesión de Jerusalén en la Primera Cruzada en 1099, convirtiéndose en el líder de la ciudad tomando el título de “Defensor del Santo Sepulcro”. Cuando en 1099, Godofredo de Bouillón capturó Jerusalén y se advocó el Santo Sepulcro, él incorporó la cruz en su estandarte, como también lo hizo el Rey de Hungría en su retorno de las cruzadas. Entre uno de los primeros escudos en los que fue representado, se halla el húngaro, el rey Bellá III (1148 - 1196) lo adopta tras haber vivido en Constantinopla. Posteriormente fue incorporada en emblemas de diversas localidades y naciones europeas.
FOTO 002 Diferentes Cruces. Órdenes Militares

Esta forma de cruz fue siempre reconocida por los hombres de ese tiempo como la forma de “La verdadera Cruz”. Ellos creían que la primera barra había sido usada para las palabras, IHS NA IUD (Jhesus Naxarenus Rex Iudeorum), y con la segunda barra formando la actual cruz.

En el Siglo XV la familia de los De Guisa, la más prominente rama de la Casa de Lorena, todavía usaba la cruz en su escudo de armas y en monedas, en memoria de su antecesor Godofredo de Bouillón. La cruz de doble barra vino a ser famosa por toda la Europa del Oeste, bajo el nombre de Cruz de Lorena.

La Cruz de Lorena, también conocida como la Cruz de Anjou, figuraba en la simbología de los duques de Anjou más tarde convertidos en duques de Lorena a partir de 1431. René II de Lorena (1409 – 1480) fue el primero en incorporar la cruz de la Lorena como simbología del ducado durante la Batalla de Nancy, en oposición a la Cruz de Borgoña.

Juana de Arco, también conocida como la Doncella de Orleáns, fue una muchacha francesa, heroína, militar y santa francesa del siglo XV, que peleó para llevar a los ingleses fuera de Francia, fue quemada por ellos en la estaca y después canonizada como Santa. Nacida en Domrémy, pequeño poblado situado en el departamento de los Vosgos en la región de la Lorena, ya con 17 años encabezó el ejército real francés, convenciendo al rey Carlos VII de que expulsaría a los ingleses de Francia. Usaba la Cruz de Lorena en su estandarte.

A finales del siglo XV en 1487 fue utilizada la cruz por los habitantes de Lorena como símbolo del movimiento de resistencia en contra de la ocupación de Carlos el Temerario, Duque de Borgoña. Posterior a la Batalla de Nancy se incorporó definitivamente como símbolo del Ducado de Lorena.

En el IV Congreso Internacional de la Tuberculosis, celebrado en octubre en Berlín en el año 1902 el Doctor Gilbert Sersiron, secretario general de la Federación de Asociaciones Francesas contra la tuberculosis, lo propuso como un símbolo de entendimiento, paz y hermandad, capaz de llevar el mensaje a los lugares más distantes del mundo. En sus propias palabras: “Usarlo como emblema en la lucha diaria y en el viaje a través del mundo, puede tornarse en una marcha triunfal, que lentamente rechace al invasor que diezma nuestro ejercito, y haga desaparecer las lágrimas del sufrimiento de la humanidad, sin darles causa justa a ellas para que fluyan…”.

Nos decía Gilbert que ésta es la cruz de Godofredo de Bouillon, príncipe de Lorena, que la puso en su estandarte al conquistar Jerusalén en el año 1099, convirtiéndose en el símbolo de las cruzadas, y de ahí su sentido como emblema de la cruzada internacional contra la tuberculosis.

Tomando la propuesta del doctor Sersiron el Consejo de la Unidad Internacional Contra la Tuberculosis (UICT) recomendó, en el Congreso Internacional de Roma de 1928, adoptarla como símbolo de la lucha mundial antituberculosa.

Las cruzadas y las órdenes militares de enfermería
Todos los cruzados podían ser identificados como soldados de Cristo por una cruz roja en la cabeza o el pecho. La primera expedición se emprendió en el año 1096. Entre 1096 y 1291 (las fechas pueden variar según las fuentes de referencia) se organizaron numerosas cruzadas. Pero todas ellas se dividen en cuatro expediciones principales y cuatro secundarias. Estas empresas se prolongaron durante un amplio período de tiempo y aumentaron la necesidad de hospitales a lo largo de las rutas seguidas por los cruzados y los peregrinos, así como en Siria y Palestina. La guerra se hizo cada vez más mortal conforme se propagaba la enfermedad adondequiera que fueran enviadas las tropas, provocó una gran demanda de hospitales y sanitarios.
FOTO 003 Godofredo de Bouillon. Y las Órdenes militares

La respuesta a estas necesidades fue el desarrollo de órdenes militares de enfermería, la aparición de la caballería y las órdenes mendicantes, la fundación de nuevos hospitales y el nacimiento de varios grandes santos que dedicaron su vida a la enfermería.

Las órdenes militares de enfermería fueron una consecuencia de las Cruzadas a Tierra Santa. Eran un tipo especial de órdenes de enfermería que surgieron en el seno de las hermandades militares. Estas órdenes combinaban los atributos de la religión y la caballería, del militarismo y la caridad, en su servicio al prójimo. Por desgracia, las crónicas e historias de este período contienen muy poca información sobre cómo cuidaban los caballeros a los enfermos y heridos, ya que el énfasis de estos documentos recae en los aspectos militares de las expediciones. Sin embargo, sí mencionan que se construyeron y equiparon grandes hospitales y que los caballeros cuidaban a los enfermos.

No hay duda de que el fervor religioso que llevó a los grupos de caballeros a cuidar a los heridos y enfermos fue importante para la organización y estructuración de los hospitales europeos y para modelo de servicio de enfermería que establecieron y normalizaron. La mayor parte de lo escrito sobre estas órdenes realza sus virtudes; sus miembros eran benévolos, valientes y caritativos.

Francia Libre
Este precedente (se refiere a la resistencia contra las tropas de Carlos el Temerario) fue seguido en los tiempos modernos cuando fue escogida por el vicealmirante Muselier, originario de Lorena, que propuso al General De Gaulle, como el emblema de la Francia libre en su resistencia contra los nazis durante la segunda guerra mundial. Y así a través de los años, la cruz roja de doble barra, ha venido a ser un símbolo de la cruzada contra el mal y la opresión.

Muselier que era de origen lorenés lleva como símbolo de su 507º Regimiento de carros de combate la cruz, que no obstante varía de colores y posicionamiento en concordancia con los ejércitos y ocasiones en que se utilice; así pues la marina nacional usa este pabellón en azul, blanco y la cruz en rojo.
FOTO 004 Cruz de Constantino I está en la Capilla de la Girouardière (Francia). Cascos militares de la Francia Libre

El símbolo fue rápidamente adoptado por todos los franceses libres y figura en innumerables insignias de carácter nacional y militar, como la “Orden de la Liberación” creada en Brazzaville el 16 de noviembre de 1940, la “Medalla de la Resistencia” y la Medalla conmemorativa de los servicios voluntarios de Francia Libre” creado en abril de 1946. La cruz de Lorena se halla en los monumentos, sellos y símbolos de la Francia Gaullista.

A través de los años la cruz de doble barra ha representado la cruzada en contra de la opresión y la adversidad. Continuando con esta característica, hoy en día la Cruz de Lorena persiste como símbolo de la cruzada en contra de la Tuberculosis, lucha permanente de quienes tratan día a día de derrotar a esta enfermedad, sobreponiéndose a los embates del mundo de hoy y saliendo adelante, con el fin último de vivir en un mundo libre de esta enfermedad.

Desde los primeros tiempos, la Cruz Roja con doble barra o Cruz de Lorena ha sido usada como un símbolo en la cruzada contra el mal, y ahora es usado por las Asociaciones Antituberculosas de no menos de 55 países, como su emblema en la cruzada contra la enfermedad.

La Cruz con doble barra ha figurado en Relicarios del Este, desde el Siglo VII. Los Cruzados la encontraron representada en monumentos cristianos de antes de la conquista de la Tierra Santa y desde ese tiempo fue usada como un Símbolo de Jerusalén.

La Cruz de Lorena, antiguamente de Anjou
Hacia el año 327 o 328, una serie de excavaciones realizadas en el monte Gólgota llevaron al descubrimiento de tres cruces. La de Jesús, distinguiéndose de las demás por la inscripción de Pilatos, fue dividida en dos partes, permaneciendo una de ellas en Jerusalén y la otra siendo enviada al emperador Constantino I, en Constantinopla. Fragmentadas ambas, las diversas partes refluyeron a Europa a medida de las diferentes embestidas musulmanas, viéndose vendidas, obsequiadas o robadas. Antes de llegar a manos de Jean d’Alluye, la cruz de doble travesaño habría pertenecido al emperador Manuel Comnème, y enseguida al patriarca Gervais, quien la confió al obispo Tomás.
FOTO 005 Sellos de Correos

Por su volumen, es la segunda de Francia después de la de la Santa Capilla en París. Confeccionada en madera de roble (quercus), mide 270 mm de longitud; su travesaño superior 78 mm y el inferior 92 mm. Cada cara presenta a Jesucristo en oro, crucificado, sobre un medallón que representa de un lado al Espíritu Santo descendiendo del cielo y del otro al Cordero divino portando una cruz coronada por una oriflama. Los medallones y las extremidades están rodeados de piedras preciosas (corindones de Ceylán: zafiros, 17 rubís y un granate que remplaza a uno de éstos) y perlas de los mares cálidos; el conjunto reposa sobre un pedestal de corladura. Desde 1790, esta reliquia de la “Verdadera Cruz” se conserva en la Capilla de la Girouardière, en la localidad de Bauge.

LA CRUZ DE LORENA Y EL DISPENSARIO ANTITUBERCULOSO DE LA CALLE PRIM DE SAN SEBASTIÁN

DISPENSARIO DE LA CALLE PRIM DE SAN SEBASTIÁN Nº 61

La Cruz de Lorena en San Sebastián se encuentra en la calle Prim nº 61 en el antiguo Dispensario Antituberculoso. En su parte delantera el blasón o escudo de piedra está deteriorado por el paso de los años, en su parte posterior del edificio en el Paseo de Los Fueros se encuentra en perfecto estado el blasón con la Cruz de Lorena, escudo y símbolo en contra de la tuberculosis.
FOTO 006 Cruz de Lorena, Dispensario Antituberculoso calle Prim nº 61. San Sebastián (Parte posterior Paseo de Los Fueros)

La Lucha contra la tuberculosis o peste blanca
La tuberculosis era la plaga más terrible que sufre el género humano, azote del que no se libra ningún país, que no respeta edades, ni clase social alguna y la más mortífera de cuantas enfermedades contagiosas existen, es motivada por un microbio que lo descubrió Koch y que por eso lleva su nombre, y es de tal modo contagiosa que supera al cólera, viruela y otras enfermedades tan temidas por el género humano.

La única causa de esta enfermedad es el bacilo de Koch; este bichito mil veces menor que la cabeza de un pequeño alfiler, lo contienen todos los tuberculosos y ellos son los que con sus esputos, con el pus de sus úlceras, con sus deposiciones, contagian a los individuos sanos, pues es tan enorme el número de microbios tuberculosos que contienen esas materias que es difícil librarse del contagio si previamente no son destruidas.

En San Sebastián, coincidiendo con la celebración del II Congreso Español Internacional de la Tuberculosis, Alfonso XIII inauguró el 15 de septiembre de 1912 el Sanatorio de Nuestra Señora de las Mercedes, muy cerca de la ermita de la Virgen de Uba, en Ametzagaña, en lo que es hoy el barrio de Loiola.
FOTO 007 II Congreso Español Internacional de la Tuberculosis

Para mentalizar a la gente sobre el problema, los doctores Emiliano Eizaguirre y Manuel Zaragüeta diseñaron la cartilla antituberculosa que se distribuyó también a través de las iglesias y la prensa. Asimismo, dieron conferencias en sociedades, centros religiosos, etc. Esta campaña estuvo patrocinada por la Diputación Foral de Gipuzkoa. En 1930 se comenzó con la vacunación en San Sebastián. En 1934 habían sido vacunados 6.000 niños. La cartilla antituberculosa “que daba cuenta de las causas del contagio y de los medios para evitarlo” estaba escrita en términos claros y sencillos, pues el objetivo era que llegara a toda la población. Se hizo una tirada de 10.000 ejemplares que se repartieron por toda Gipuzkoa; además la leyeron los párrocos en las iglesias y el diario La Voz de Guipúzcoa la publicó íntegramente.

En San Sebastián el primer Dispensario Antituberculoso se inauguró el día 11 de marzo de 1913 en una sala del Hospital San Antonio Abad a cargo del médico Emiliano Eizaguirre, que luchó denodadamente hasta conseguir su fundación.

Según la memoria de 1919, publicada en Guipúzcoa Médica, “todos los pacientes han mejorado notablemente, ganando en salud y peso, algunos hasta nueve kilos y medio, gracias a la sobrealimentación, el reposo y el aire puro oxigenado”.

En 1928 se inauguró otro Dispensario en la calle San Bartolomé nº 1, que desapareció en la guerra Civil. Además de estos, Emiliano Eizaguirre inauguró los de Eibar, Irún, Tolosa y en 1934, los de Azpeitia y Vergara.

En 1928 se iniciaron las obras de construcción del Sanatorio Antituberculoso de Andazarrate en terrenos de Asteasu, que se inauguró el 1 de junio de 1933. Este nuevo centro sanitario se dedicó desde su creación a la asistencia de hombres y contaba con servicio quirúrgico. Poco antes de la inauguración se incorporan al centro 15 Hermanas Mercedarias, que junto a 3 médicos, 2 practicantes internos, 10 personas de servidumbre y 1 capellán, formaban la plantilla del sanatorio. Este sanatorio fue posible gracias a la Diputación Provincial de Guipúzcoa que se hizo cargo de toda la obra.

Sin duda, la gran contribución de Emiliano Eizaguirre a la tisiología española constituyó la utilización del recurso quirúrgico en la tuberculosis; fue el pionero Sus grandes dotes de organizador se vieron palpables en las Jornadas Médicas de San Sebastián de 1929; la capital donostiarra, en aquellos días de septiembre, acogió a los clínicos más renombrados de España y algunos del extranjero. La Revista Guipúzcoa Médica, homenajeó al Dr. Eizaguirre reconociéndole el gran mérito y éxito de la trascendencia de aquellas Jornadas.

Su afán por enseñar y transmitir lo que sabia, hizo que su “Escuela de Tisiología de San Sebastián” se colocara entre las primeras del país, a la misma altura que la de Luis Sayé, en Barcelona, o la de Verdes Montenegro y Tapia, en Madrid. Y no sólo se limitó a enseñar en Congresos y conferencias de alto vuelo, pues, verano tras verano recibía a todos los estudiantes que quisieran aprender su especialidad o iniciarse en la auscultación cardiopulmonar. Fue, pues de los pioneros en organizar cursos de verano, que se realizaron durante 1929 a 1936.

En 1931, por falta de medios económicos, el sanatorio fue transferido a la Junta de Beneficencia, que lo vendió en 1942 al Patronato Nacional Antituberculoso (PNA) por la cantidad de 536.884 pesetas.

En 1936 la Diputación de Gipuzkoa nombra la Comisión de la “Lucha Antituberculosa” que recae en los señores Quintín Altolaguirre, Irizar y Brunet.

El Primer Dispensario que hubo, era privado, estaba ubicado en el jardín de la casa donde vivía el médico Emiliano Eizaguirre, en la plaza del 13 de Septiembre en Gros (Hoy plaza de Euskadi). Allí tenía con el atendiendo el centro a Consuelo y Agueda Acha, Pilar Merino y Felisa Ortiz de Zárate, esto ocurría en el año 1937.

En el año 1938, se crea por oposición el Primer Dispensario a nivel Provincial, en la calle Hermanos Iturrino nº 6 bajo, hoy calle Arrasate de San Sebastián, que ganó el médico Salvador Bravo y tenía por compañeras a las enfermeras: Agueda Epelde, Felisa Ortiz de Zárate y Pepita Bedialauneta.

En el año 1940 se crea el Dispensario Antituberculoso de la calle Prim nº 61, siendo Director el médico Salvador Bravo Olalla y van con él las enfermeras Pilar Merino y Felisa Ortiz de Zárate, siendo el médico ayudante José Labayen Toledo.
FOTO 008 José Labayen, Salvador Bravo y la Cartilla Antituberculosa

Nuestra ciudad, siempre en vanguardia del progreso, cuenta desde hace cuatro meses (mayo 1948) con un nuevo establecimiento dedicado a paliar los dolores y miserias fisiológicas de la humanidad. Se trata de un Consultorio Clínico, instalado en la finca “Villa Luz” sita en el paseo del Maestro Arbós, y de cuya inauguración y bendición, efectuadas el 25 de Septiembre de 1948, ya dio oportuna noticia la prensa diaria de su época. Este Consultorio es un arma más al alcance de sus fundadores, los doctores Salvador Bravo y José Labayen, en su laudable cruzada contra la tuberculosis y enfermedades del corazón. Conocido del público y nunca suficientemente alabado este constante batallar de hombres que, como los doctores Bravo y Labayen, han hecho de la lucha antituberculosa la exclusiva finalidad de su vida; y pocos tan autorizados como ambos, por su capacidad profesional, que les valió, antes de ahora, la dirección y subdirección, respectivamente, del Dispensario Antituberculoso de Guipúzcoa.

Villa Luz”, interesa aclarar este concepto, no es una Clínica más en el amplio sentido que se tiene de estos beneméritos establecimientos. En “Villa Luz”, los doctores Bravo y Labayen han montado con todos los posibles adelantos dentro de la especialidad, eso sí un Consultorio de carácter clínico para atender e intervenir, exclusivamente todas las enfermedades comprendidas bajo estos dos enunciados: Tisiología y Cardiología; es decir, pulmón y corazón. Felicitamos a los doctores Bravo y Labayen por haber dotado a San Sebastián de esta utilísima instalación, una de las primeras de su género en España. Este último es padre del magnífico neumólogo Francisco Javier Labayen Berdonces.

Según el periódico “Diario Vasco” de San Sebastián, en su artículo del día 12 de julio de 1953, decía así: La Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa adquirirá una moderna estación móvil de radiofotografía seriada y vacunación B.C.G. para la lucha contra la tuberculosis, enfermedades cardiacas y despitaje del cáncer, que permitirá realizar una labor de profilaxis contra dichas enfermedades en toda la provincia de Guipúzcoa. Este servicio será el primero que se va a implantar en España y será llevado en su parte técnica por el Dispensario Central Antituberculoso de San Sebastián que dirige el médico Salvador Bravo Olalla. Su sostenimiento correrá a cargo de la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa.

Estudiadas diversas proposiciones de distintas casas y encomendando al consejero de la referida Caja de Ahorros Miguel Sagardía y el médico Bravo Olalla el informe sobre las mismas, se ha decidido la adquisición del equipo móvil que presenta la central de material Hospitalario Francés, de París, después de comprobar personalmente su buen funcionamiento y absoluta garantía.

La campaña de la Erradicación de la Tuberculosis empezó en el año 1964 terminando en 1972.
FOTO 009 Cartel de la Lucha Antituberculosa de España. Cedida la imagen por el Museo de San Telmo de San Sebastián

El personal sanitario en el Dispensario antituberculoso de 1965 y 1974
El año 1965, al crearse la Campaña de la Erradicación de la Tuberculosis, llevada por el médico Director Salvador Bravo Olalla (1934-1973) y como subdirector José Labayen Toledo (fallecido en 1976), se incorporan a ella las enfermeras Felisa Ortiz de Zárate, Esperanza González, Pilar Bastarrica y Mª Rosario Martín, haciendo desplazamientos diarios a toda la provincia de Guipúzcoa, patrocinada dicha Campaña por la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, entonces Director en dicha entidad es el señor Santos Alegría y de la Diputación el señor Murua.

El director de la Campaña es el entonces Director del Dispensario Antituberculoso Salvador Bravo. Los desplazamientos a empresas se hacían en los coches del P.M.M., vehículos donados por la Caja de Ahorros Provincial, cuyo conductor es Antonio Peñamaría, acompañado por 4 señoritas auxiliares: Mª Sol Ortiz, Arancha de Pablos, Rita Martínez y Toya Insausti. También estuvo de conductor y trabajaba en una farmacia Miguel Martiarena.
FOTO 010 Loli Aguilar. Dispensario Antituberculoso calle Prim nº 61

Al empezar la Campaña y tener que desplazarse las enfermeras Pili Bastarrica y Charo Martín, se incorporan a la consulta de Cardiología, Mª Dolores Aguilar, Gloria Aymerich y a Radiología Irene Fernández Matamoros y Belén Dapena, todas ellas Damas enfermeras y Damas auxiliares del ejército. Al causar baja por traslado Belén Dapena, se incorpora una nueva auxiliar Isabel Ruiz Pérez, que va a Radiología.

La coordinación de la Campaña Antituberculosa está a cargo del médico Luis Alzua Mimendía y del médico de Sanidad Militar Carlos Alberto Lacasa de Claver. En el Servicio de Cardiología están Salvador Bravo, Enrique Pérez Ruiz y Javier Lasheras Garde. En el Servicio de Neumología y Radiología están el médico José Labayen Toledo, que era el subdirector, el médico Joaquín Olondris y los dos neumólogos de la coordinación de la campaña.

El director Salvador Bravo, hacía dos desplazamientos semanales a los Dispensarios de Vergara y Mondragón, así hasta finalizar la Campaña de Erradicación de la Tuberculosis en el año 1972. Al cerrar el Dispensario de Tolosa, se incorpora la enfermera Tomasita Bravo al dispensario, (esta enfermera al incorporarse lo hace en el turno de tarde que esta desde el año 1960 hasta el año 1973 que pasa al turno de la mañana jubilándose en 1982, incorporándose a su plaza la enfermera Mª Luisa Ayestarán.

Al finalizar la Campaña se incorpora la plantilla al servicio del Dispensario: En Cardiología: los médicos Salvador Bravo, Enrique Pérez Ruiz y Javier Lasheras y como colaboradores voluntarios los médicos Ignacio Eizaguirre, Pablo Recondo Ponte y Goena. En Neumología: Los médicos José Labayen, Joaquín Olondris, Luis Alzua y Carlos Lacasa y se incorpora voluntario y colaborador el José Miguel Otaegui. En Radiología, están José Miguel Otaegui, Joaquín Olondris y el técnico de Rayos X. y fotoseriación Carlos Altolaguirre Castellón. La consulta de Oftalmología la pasa Carlos Gansow. La de Dermatología y Venéreas Luis Ángel Fernández. Y la consulta de Otorrino la pasa el médico Cusí.
FOTO 011 Dispensario Central Antituberculoso Autoestación Fotoradioscópica de la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa. PNA Kutxa

A estos servicios se unían las revisiones de todos los deportes de Guipúzcoa (cicloturistas, pelotaris, remeros, subacuaticas, etc...). Revisiones para los desplazamientos de las Colonias de Verano, que las llevaban Enrique Pérez Ruiz, Luis Alzua, Gloria Aymerich y Mª Dolores Aguilar. Estas revisiones se hacían por las tardes, durante los meses de Abril y Mayo. (Por supuesto eran escolares).

También se hacía control médico a los extranjeros que trabajan en la provincia (Servicio de Extranjería), estos acudían al servicio de Fotoseriación. Las revisiones de algunas empresas como: Kraff, Ramón Vizcaino, Bancos y Cajas de Ahorros de Guipúzcoa.

La parte de secretaría, la llevaban en Fotoseriación Mª Teresa Zarranz y del Dispensario en general Carmen Oyón, Josefa Bedialauneta y Carmen Portero. En la recepción del Dispensario estaba el conserje Francisco Montesinos, y de encargado del garaje y chofer estaba Jacinto Miñano.

Al jubilarse Salvador Bravo el 1 de Octubre de 1973, nombran Director al médico Rafael Bartolomé hasta su jubilación el 13 de Julio de 1980 y subdirector a Joaquín Olondris Adúriz. El 4 de agosto de 1980 es nombrando Director Enrique Pérez Ruiz y como subdirector a Javier Lasheras Garde, cargos que desempeñan hasta el traslado al Hospital de Amara el 1 de Septiembre de 1984.

Al Hospital de Amara suben el director Enrique Pérez Ruiz y Luis Alzua, ya que los demás, unos se habían jubilado como Joaquín Olondris, Pepita Bedialauneta y Carmen Portero, y otros piden excedencia. El resto del personal se incorpora en diferentes servicios del Hospital de Amara, como: Carmen Oyón, Esperanza González, Pili Bastarrica, Irene Fernández Matamoros (que cesa en el hospital en el año 1986), Mª Luisa Ayestarán, Carlos Altolaguirre, Toya Insausti y Mª Dolores Aguilar.

José Antonio Angulo, siendo practicante en Bilbao, le trasladan a Sanidad en la Avenida de Navarra, pero con plaza en el Dispensario; se incorpora a su plaza en el dispensario cuando les trasladan a los trabajadores al Hospital de Amara. Al poco tiempo (3 meses) pide excedencia y pasa como practicante en el ambulatorio de Nuestra Señora del Coro. Hace la especialidad de Podología y monta una consulta de podología en la Avenida de Francia.

Enfermeras que han trabajado en el dispensario: Pepita Bedialauneta, Carmen Portero, Felisa Ortiz de Zárate, Carmen Oyón Latienda, Mª Teresa Zarranz, Charo Martín Sánchez, Esperanza González, Pili Bastarrica Aguirre, Mª Luisa Ayestarán y Tomasita Bravo Ramos (El 4 de Junio de 1952 es nombrada Enfermera Interina de este Patronato con Destino en la Consulta de Tisiología del Dispensario Comarcal de Tolosa. (Centro Secundario de Higiene Rural de Tolosa). El 5 de Agosto de 1954, le nombran Enfermera Instructora destinada al Sanatorio Antituberculoso de Santa Marina (Vizcaya).

Auxiliares que han trabajado en el dispensario: Irene Fernández Matamoros, Mª Dolores Aguilar Pérez, Belén Dapena, Gloria Aymerich San Román, Isabel Ruiz Pérez, Arancha De Pablos, Toya Insausti Sansinenea, Mª Sol Ortiz y Rita Martínez.

Según el periódico “Diario Vasco” de San Sebastián, en su artículo del sábado día 4 de marzo de 1995 decía así hablando del Dispensario de la Calle Prim: Si hoy es el sida la enfermedad que más preocupa a las gentes y la que cada vez causa más víctimas, hace años era la tuberculosis. Se la combatía con todos los medios que la ciencia había puesto en manos de los hombres, pero seguía atacando a muchos. En San Sebastián se creó en 1930 el Dispensario Antituberculoso que dirigía el eminente tisiólogo doctor Emiliano Eizaguirre, cuya labor se extendió a toda la provincia pues se crearon centros en Tolosa, Vergara y Azpeitia.
FOTO 012 Sanatorio Antituberculoso de las Enfermedades del Tórax Amara

En 1934 se reconocieron en el Dispensario de San Sebastián a 6.000 escolares pertenecientes a las escuelas públicas, Instituto y Escuela de Artes y Oficios. La Caja de Ahorros Provincial encomendó al Dispensario el reconocimiento de 887 niños que habían solicitado su ingreso en las colonias escolares. El sistemático reconocimiento de los familiares de los enfermos que acudían a las consultas sirvió para diagnosticar los casos de contaminados, aislar al enfermo contagiante, vigilar a los familiares sospechosos, ingresar algunos hijos suyos en el servicio de primoinfecciones del hospital y vacunar a los no contagiados. Este servicio resultó tan eficaz que el peligro de contagio de los enfermos quedó prácticamente anulado.

Los enfermos que acudieron a consulta en 1934 fueron 2.500 y cuando se creó este servicio en 1930 sólo eran 500. En este mismo año 1934 se comenzó con la campaña de vacunación en San Sebastián, siendo vacunados 6.000 niños. En 33 años en Guipúzcoa disminuyó la mortalidad por tuberculosis en 58 % y en el conjunto de España en el 40 %. La labor realizada por radioscopias, inyecciones, análisis, vacunaciones y labores sociales fue enorme. En 1901 en San Sebastián, con una población de 38.887 habitantes la mortalidad por tuberculosis fue de 1.566 personas, lo que daba un promedio de 40,27 por 1.000. En 33 años había disminuido la mortalidad por tuberculosis en el 63,76 %. En Guipúzcoa, en 1933, con una población de 311.146 habitantes, fallecieron 374 personas por tuberculosis, dando un porcentaje de 1,20 por 1.000. Guipúzcoa era en 1901 la primera provincia de España en mortalidad por tuberculosis y en 1934 ocupaba el décimo lugar.

Estos datos figuraban en la memoria que en 1934 publicó el Dispensario Antituberculoso de San Sebastián. Cifras que son ya sólo para el recuerdo.

El Antiguo “Sanatorio Antituberculoso de las Enfermedades del Tórax Amara”, que comprendía los edificios donde hoy está la Universidad de Enfermería y Medicina y el antiguo Hospital de Amara de San Sebastián hoy Edificio Amara del Hospital Donostia, e él ya no quedan los recuerdos de un tiempo pasado, ya no está la Cruz de Lorena que estaba insertada junto a su blasón en el arco de entrada de dicho edificio. Cuando se incorporó al Hospital Donostia se pintó todo él de blanco, perdiendo sus cruces antiguas de haber pertenecido al Patronato Nacional Antituberculoso (PNA).
FOTO 013 Entrada al Centro de Salud Amara-Centro, Prim número 61

Hoy en día se denomina Centro de Salud Amara–Centro, perteneciente a la Comarca Este de Osakidetza. Como Directora de Enfermería de esta Comarca está Carmen Rodríguez. En el Centro está como responsable de Enfermería Eva Gallego Diego y como jefe de unidad Miguel de la Cruz. En este centro trabajan 11 enfermeras, 13 médicos (de familia y pediatras), 4 auxiliares administrativas y personal de servicios.

AGRADECIMIENTOS
Colegio de Médicos

Dr. José María Urkia Etxabe
Francisco Javier Labayen Berdonces
Javier Alonso Antón (Especialista en Retoques fotográficos y audiovisuales). Unidad de Comunicación del Hospital Donostia de San Sebastián
Diario Vasco de San Sebastián Fototeka Kutxa
Loli Aguilar Pérez
Museo San Telmo
Raúl Expósito González

AUTORES
Jesús Rubio Pilarte

Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net

miércoles, 14 de septiembre de 2011

EL BIBERÓN. SU HISTORIA Y ALGUNAS ANÉCDOTAS









La voz francesa “biberón”, que cruzó los Pirineos y se ganó una tilde, está presente en la lengua gala desde principios del siglo XIV, derivada del latín “bibere” (beber). Primero significó “gollete”, más tarde “borrachón” y a principios del XIX, la botellita con un pezón de goma para la lactancia de los críos.
FOTO 001 Biberón Victoriano

La lactancia materna
La lactancia materna ha sido, desde siempre, el modo habitual de alimentar a los bebés. Sin embargo las nodrizas y los biberones también han sido usados desde el comienzo de los tiempos.

El uso del biberón, hasta que no se mejoraron substancialmente los sucedáneos de la leche materna y se usaron medidas de higiene, tenía desastrosas consecuencias. A pesar de ello hay datos para constatar su uso desde tiempos muy antiguos.

Afortunadamente, aunque la lactancia materna es la mejor opción posible y cada vez hay más recursos que ayudan a las madres que desean amamantar, es un gran avance que los niños que, por el motivo que sea no pueden ser alimentados con la leche materna o leche de nodriza, puedan hoy recibir una nutrición segura.

La autora de este trabajo es Mª Teresa Miralles Sangro, Profesora del Departamento de Enfermería de la Universidad de Alcalá de Henares, Madrid (España). Lo publicó en la revista Temperamentvm 2007.
(http://www.index-f.com/temperamentum/tn5/t2646.php)

Resumen
Hay muchas formas de conocer la historia de una profesión, su evolución y los instrumentos utilizados. La autora ha elegido en esta ocasión reunir una serie de piezas muy representativas utilizadas para satisfacer las necesidades vitales, que muestran el cambio de las costumbres en cuanto al utensilio utilizado para la alimentación artificial de los niños, en nuestra cultura y en un periodo que abarca desde la Edad Media hasta nuestros días. La historia de la alimentación artificial a través de los biberones que la posibilitaron. El biberón puede ser un simple objeto del ajuar doméstico, pero en este caso, es también, el hilo conductor que nos permite unir su pasado con los actuales cuidados profesionales de enfermería. Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a la Dra. Isabel Mateo Gómez, profesora del Instituto de Arte del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), por su inestimable contribución en el análisis iconográfico de las imágenes.

Introducción y Concepto
Hay una Historia de los grandes acontecimientos, de la política, de las efemérides. También hay otra historia más pequeña, de la que somos autores; es una historia en minúscula: la historia que habla de lo cotidiano, de lo doméstico, de aquello cercano que no se encuentra en los grandes volúmenes. Es en esta pequeña historia, donde pretendo intercalar un hueco para incorporar la imagen que me viene a la mente cuando se menciona el biberón.

El biberón es un artilugio que despertó en mí curiosidad y admiración desde que lo utilicé por primera vez, para mimar y cuidar a mis hijos, y más tarde a los nietos. Pero en realidad del biberón lo ignoraba todo, ni origen ni evolución ni nada de nada, quizás por que lo viera muy cercano, sencillo y familiar. Me propongo con estas letras escribir un tramo de su historia, en la que se evidencie su existencia y valore su eficacia como utensilio que entrelaza los cuidados necesarios para satisfacer la necesidad de alimentación en el engranaje del mantenimiento de la vida.
FOTO 002 Biberones y Grabado de Meter Breughel

Un primer movimiento me llevó a la revisión de la bibliografía profesional. Constaté que los trabajos en los que se incluye el descriptor Biberón hacen referencia a temas como la informatización de las biberonerías, la relación entre la estancia hospitalaria y la nutrición del lactante, las características de la leche humana, la utilización de chupetes, la recomendación de lactancia materna como rutina hospitalaria, otro de los temas estudiados es la relación que se establece entre las caries y el uso del biberón.

Como dijo Geertz el hombre es un animal suspendido en redes de significado que él mismo ha tejido”, por lo que comencé mi análisis por el estudio etimológico del término.

Corominas, en su Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana especifica que la palabra biberón proviene del francés biberón, de probable entrada en el léxico castellano hacia el 1883, “gollete” (cuello estrecho que tienen algunas vasijas), derivado del latín bibere "beber"; en francés empezó por ser adjetivo aplicado (S. XV) a gente que bebe mucho.

El Diccionario de la Real Academia Española, en su edición duodécima del 1884 determina que el biberón (del fr. biberón; del lat. bibere, beber) es un “Instrumento para la lactancia artificial, que consiste en una botella pequeña de cristal o porcelana, con un pezón de goma elástica, de teta de vaca o de marfil reblandecido, para la succión de la leche”.

En su décima sexta edición, del 1939, detalla: biberón (del fr. biberón; del lat. bibere, beber) es un “Instrumento para la lactancia artificial: es una botella pequeña de cristal o porcelana, con un pezón, generalmente de goma elástica, para la succión de la leche”.

Y su vigésima primera del 1992, el DRAE especifica que biberón es un “utensilio para la lactancia artificial: es una botella pequeña de cristal, porcelana u otra materia, con un pezón, generalmente de goma elástica, para la succión de la leche”.

Ya iniciado el nuevo siglo, la Academia mantiene la misma definición, enunciándolo como “utensilio para la lactancia artificial que consiste en una botella pequeña de cristal, porcelana u otra materia, con un pezón, generalmente de goma elástica, para la succión de la leche”. (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española Tomo I.- Vigésima Segunda Edición 2004).

En otro contexto, la Enciclopedia Médica escribe sobre el tema de la alimentación con el biberón y apunta que es una práctica muy antigua. Ciertamente el biberón es una imitación grosera del pecho de la madre o nodriza. Se compone esencialmente de un recipiente donde contener la leche en el que uno de sus extremos se estrecha formando el cuello para terminar en forma de pezón destinado a recibir los labios del lactante.

Sea como fuere su definición, desde nuestro puesto de vista, el objeto biberón, forma parte de ese cúmulo de utensilios que de una u otra manera se han utilizado en el entorno doméstico con objeto de solucionar el problema que suponía la imposibilidad, que por una causa u otra, suponía la imposibilidad de ofrecer lactancia materna al recién nacido. De donde se deduce que su función y administración están orientadas a dar respuesta de forma individual a la necesidad de alimento. Se trata pues, de establecer la armonía en todos los aspectos del pequeño ser humano, y por esto, participa del elenco de los cuidados básicos para la vida. Y por eso, tanto el instrumento biberón como su utilización, forman parte y están influenciados por la Cultura.

Desde el punto de vista de la enfermería, dar el biberón a un bebe tiene como base los mismos cuidados culturalmente establecidos para procurar armonía en todos los aspectos de la vida del pequeño ser humano. Partiendo de ahí, dar un biberón formará parte de los cuidados básicos profesionales. Se entiende como una actividad que requiere una intervención reflexionada y deliberada, con intención por parte del actor, el profesional enfermero, de satisfacer una necesidad elemental para mantener la vida. El protagonista de los cuidados será el que los recibe, el lactante.

Objetivo
Trata nuestro objetivo general de describir, en el lapso de tiempo que comprende desde la Edad Media hasta nuestros días, el biberón como objeto y su utilización como instrumento válido para la satisfacción de la necesidad de alimentación del lactante, cuya utilización permitirá cuidar de la vida del lactante de manera armónica y satisfactoria.

Para ello y conociendo la existencia de reseñas escritas sobre vasos de alimentación en Egipto, Grecia y Roma 4000 años a.C., he diseñado una secuencia de pasos que, partiendo de la Edad Media llegue hasta nuestros días:
Necesidad de alimentación artificial.
Biberones en la Edad Media. Alimentación de los pequeños en la Edad Media.
Biberones artesanales. Telas que recubren las duras tetinas de loza y metal. Siglos XVIII y XIX.
Biberones con dos elementos. La artesanía deja paso a la industria. Tetinas de goma. Finales del siglo XIX y primeros años del siglo XX.
El biberón moderno. La higiene será el objetivo principal de sanitarios y fabricantes. Nuevos materiales y nuevas formas. Serigrafía y marcas comerciales.

Puesto que partimos de la etimología y definición del biberón, podemos encuadrarlo en el entorno doméstico y femenino de los cuidados para la vida. Si buscamos en los libros de historia medieval, encontramos una pequeñísima presencia de mujeres. Sin embargo la historiografía no ha desmentido la calidad de sus cuidados, ni ha negado explícitamente la imagen de un sistema de salud medieval mantenido básicamente por las actividades realizadas por ellas. Por el contrario, ha mostrado cómo esas actividades de cuidados y atención a la salud y a la enfermedad son fundamentalmente desarrolladas por mujeres.
FOTO 003 Museo Asistencia pública de Paris. Biberón doble des Femmes de Francia y biberón Bois.

La mujer medieval ya intuyó que la leche humana tiene todos los nutrientes que el niño necesita para sobrevivir y crecer, que la leche materna era como la misma sangre de la madre, con todas las sustancias capaces de dar protección y defender al recién nacido contra males y enfermedades. También comprendió esta mujer que la relación afectiva creada entre madre e hijo durante la lactancia, es inigualable además de indestructible, entendiendo que en esto consistía que el niño estuviera bien cuidado, y el niño creciera seguro sintiéndose amado y protegido.

El sentido común incorporado a los vestigios históricos, nos hace suponer que las mujeres pronto llegaron a la conclusión de que la alimentación artificial sería la mejor solución para sacar adelante al recién nacido ante la eventual muerte de la madre. También serviría en el caso de una retirada prematura de la leche materna o ante una malformación de los pezones. Pero todo ello exigía un medio que pudiera sustituir el pecho de la madre.

Se dieron otras ocasiones que en las que también se propició la lactancia artificial, generalmente fueron los criterios defendidos por otros, los que incitaban a no dar de mamar ni durante los dos o tres primeros días de vida, ni durante el embarazo. La razón esgrimida era que tanto los calostros como la leche de mujer embarazada resultaban nocivos e indigestos para la criatura. Tampoco ante un parto múltiple, se aceptaba socialmente la lactancia materna, la razón esgrimida era el dar de mamar a más de una criatura.

En todas las circunstancias descritas los bebés tenían que ser alimentados mediante lactancia artificial. Ahora bien, si el contenido era evidente, la leche de mujer o en su defecto de animal doméstico; ya fuera cabra o vaca, fue bastante mas complicado encontrar un recipiente o continente adecuado donde el lactante pudiera succionar regularmente, sin ahogo ni extenuación.

Aquí es donde surge el equivalente medieval del biberón, en el ámbito doméstico. Se describe como un cornete o cucurucho, cuerno de vaca taladrado que se carga gracias a una “cabrita” esto es, un pequeño recipiente-vaso tubular, con cuello más o menos largo que hace las veces del biberón para niños bastantes mayores, porque ellos pueden sujetar el objeto y saben regular su succión. Para rellenar el cornete se recomienda recurrir, salvo en aquellos casos en los que se utiliza la leche de mujer extraída manualmente, a la leche animal, y preferentemente la de cabra, por ser más digestiva que la de vaca, de ahí el nombre a los vasos largos con cuello tubular.

Se han encontrado biberones de cerámica en tumbas romanas y griegas, en excavaciones americanas en Arizona y en otras expediciones arqueológicas que datan incluso del 1500 a.C. Los biberones de antaño solían ser de barro, piedra, metal y madera. Pero la gran pregunta sería ¿cuándo y porqué se usaban?
Sabemos que para las madres con dificultades de amamantamiento o hipogalactia (ausencia de leche) la opción valida a lo largo de la historia han sido las nodrizas, en algunos casos voluntarias (solidaridad madre a madre) o lactancia mercenaria a partir del Renacimiento, cuando las madres ricas no querían dar pecho ya que éste reduce las posibilidades de embarazo y se trataba de tener la máxima descendencia posible (tengamos en cuenta la alta mortalidad infantil).

En el biberón-cornete con cuello puede ser manufacturado en terracota, en estaño o en vidrio. Un tratado de ginecología del siglo XIII, escrito en el sur de Francia, “Los infortunios de Dinah”, señala que se hará beber al niño destetado “en un recipiente de vidrio que termina en forma de pezón y que se llama nad” término hebreo que el traductor transcribe por ablandado, por entumecido, pero que es posible que se refiera al cornete- biberón.

Pero lo más frecuente, por su facilidad, era fabricarlo en cuerno de animal, para lo que primeramente hay que vaciar un cuerno de vaca y taladrar o perforar la parte más distal y delgada. Ahora su interior vacío se puede ocupar con la ubre y pezón de la vaca. Para prolongar el buen estado del pezón y hacerlo duradero, se debe guardar mientras no se utilice, manteniéndolo sumergido en agua mientras, de esta manera se mantendrá durante meses enteros sin sufrir ninguna alteración.

Es interesante el texto que transcribo literalmente, del romance anónimo del siglo XII La espantosa y admirable vida de Roberto el Diablo, Burgos 1588, donde trata del biberón-cornete al que nos referimos:
"Et quand ce diable tête. Il mord toujours sa nourrice. Il hurle et rugit sans cesse. Il n'est jamais à son aise, s'il ne bougonne pa. Les nourrices avaient tellement peur De nourrir ce démon Qu'elles lui confectionnèrent une corne Et ne l'allaitèrent plus jamais".

Antecedentes domésticos utilizados para la lactancia artificial durante la edad media, fueron también los rodillos. Objetos similares a las mangas de pastelería actuales, en cuyo cuello se introducían un trozo de esponja natural que cubierta con una telilla o lienzo fino, servía para que el niño succionara a través de ella. Ciertos hospicios conservaron este método.
FOTO 004 Portada del Libro La espantosa y admirable vida de Roberto el Diablo y la portada del Libro de los medicamentos simples

El recurso al biberón (como contenido) o a la sopa, que se llamaba entonces “papilla”, se extendió no solamente en los casos de ser inexcusable la lactancia artificial. Se admitía dar biberón para evitar que los primeros dientes hiriesen el pecho de la madre, o simplemente cuando el bebe lloraba insistentemente. En este sentido, el Libro de los medicamentos simples nos revela que las mujeres del lugar hacían dormir a sus hijos con la ayuda de simientes de adormidera blanca mezcladas con su propia leche.

Este volumen al que hacemos referencia, es un códice que compila los saberes medievales europeos acerca de las sustancias de los tres reinos de la naturaleza que sirven para curar o aliviar las enfermedades. Dichos saberes procedían de la antigüedad clásica, cuyos conocimientos médicos en escritos griegos fueron recuperados en Europa a través de las traducciones latinas indirectas desde el árabe, al mismo tiempo que se enriquecían con los productos curativos aportados por el mundo islámico. Estas traducciones se iniciaron en el siglo XI y tuvieron como primer centro la ciudad de Salerno.

Otra reseña encontrada sobre el biberón, nos habla de que también se creyó necesario su utilización para dar al niño agua de fuente y zumo de fruta. Una princesita del siglo XIV, Margarita de Borgoña, nacida en octubre de 1374, casada el 12 de abril de 1385 con Guillermo IV de Baviera recibe así, a la edad de cuatro meses, “agua de moras frescas”. Por el contrario nada de vino debe de procurarse con en el biberón del bebé.

Por otro lado, para entender y conocer algo relativo a la alimentación en el contexto social de la edad media, no se puede obviar la literatura procedente de los monasterios, los escritos sobre la gastronomía monacal nos ofrecen una información preciosa sobre la composición de los caldos y sobre la alimentación del entorno infantil que estamos tratando. En sus discursos, clérigos y monjes comparan a los laicos con los becerros mamando la leche de la iglesia. En latín “nutrir” significa revitalizar, perpetuar, dar sentido, todo ello además de comida, alimento o sustento. Sin estas metáforas sabríamos poco de la alimentación de los niños lactantes en el medioevo. Así en el siglo XII el abad Adam de Perseigne explicaba que “Dios había querido que su persona en su forma divina, fuera alimento sólido de los ángeles, bajase y se sometiera por su encarnación hasta hacerse caldo de los más pequeños”.

En relación con la alimentación del niño lactante, otro autor en este caso de una Historia de la Pedagogía, Ramón Llull (1232-1316), nos explica en el Llibre d'Evast e Blanquerna, escrito a finales del siglo XIII, que la “pap” o “papilla”, consistía en pan o harina cocida en agua con o sin el agregado de leche, con una consistencia más líquida que los que hoy llamamos purés. Más adelante, durante el siglo XIV, se aconseja para el niño que todavía no tiene dientes, que la alimentadora le de el pan que previamente haya masticado y mezclado en su propia boca con la saliva. Ya en siglo XV descubrimos entre los refranes del Marqués de Santillana, aquel que hace alusión a la lactancia “lo que en la leche se mama, en la mortaja sale” y que recoge como sentencia una observación colectiva, en referencia a la lactancia artificial, es asumida a lo largo del tiempo por el pueblo. La importancia de los refranes radica precisamente en que forman parte del bagaje cultural, precisamente en un tiempo en que es la tradición oral la que hace llegar la sabiduría popular desde una generación a otra.

En este punto del estudio pretendimos buscar una imagen que nos sirviera para expresar todas las referencias descritas del objeto, haciéndolo real al implicar las circunstancias concretas de su uso. Para conseguirlo, examinamos la iconografía en busca de algún testimonio, estela o rastro que nos permitiera constatar nuestras palabras y es así como encontramos: “La cocina parva” es un grabado editado por Cock (y reimpreso diversas veces por otros) y realizado por Pieter van der Heyden (cuyas iniciales son visibles) según idea original de Brueghel fechada en 1563 (“Pieter Brueghel Inue”, y la fecha aparte: y “Brughel Inue 1563”).

En pleno siglo XVI Brueghel no se dedicó a decorar iglesias ni altares, tampoco palacios como era lo natural entre sus iguales, sino que simplemente pintó para los amigos. Estuvo en Italia, pero de aquella Italia verdaderamente regia, en la que trabajaban Miguel Ángel y Leonardo, no advirtió más que ciertos paisajes. Fue amigo de grabadores, cartógrafos e impresores en vez de serlo, de duques, reyes, cardenales y papas. Fue un hombre apacible, serio, de pocas palabras y gran trabajador. Brueghel fue el pintor del mundo campesino, descubriendo hasta el más pequeño detalle de sus costumbres y gestos.

El principio compositivo de Brueghel parte de un punto de vista subjetivamente colocado en lo alto y a lo lejos, la mirada desciende desde la cima de la galería de la vida sobre el espectáculo que se desarrolla abajo. En La cocina parva Brueghel representa la ambición. Describe la cocina como una parva de heno, donde cada cual coge lo que puede agarrar. Representa apartados, fuera del corro, los últimos aunque en primer término, a los más débiles del grupo, ellos no pueden coger. Representados por género y edad, mujer y anciana, y los jóvenes, el niño. Ella sentada dentro de la cuna de él, le protege y alimenta. Utilizando, lo que llegará más adelante a ser, un biberón, el cornete.

Sin embargo, en la historia de la lactancia artificial las primeras referencias escritas de nuestra época (existen reseñas de vasos de alimentación encontrados en Egipto, Grecia y Roma 4000 años a. C.) que hacen alusión a los instrumentos fabricados para contener y servir la leche al niño, son originales de Rusia, Alemania, Suiza y quizás Holanda o Inglaterra. Se derivan y parecen una adaptación del cornete primitivo anteriormente descrito. En su origen fueron de metal, plata o estaño, en otras ocasiones de madera torneada y en algunos casos de vidrio.

M. Thouret, Decano de la Facultad de Medicina de París, describe en un articulo redactado en 1790 para la Enciclopedia de Medicina algunos de los modelos primitivos de biberón: “Las gentes ricas y los burgueses, tanto en Inglaterra como en Holanda o Alemania y Suiza, utilizaban para la lactancia artificial de los niños de biberones de plata, estaño, madera o vidrio.

Los de plata y estaño tenían forma de bureta o tetera. Se obstruía el orificio de la boca mediante un tapón de corcho, que a su vez se perfora con un tubito de vidrio por donde podía bajar la leche a la boca del niño. En otros modelos, en vez del tubito de vidrio se utilizaba una hoja de pergamino y en casos extremos una tela o trapo”.

Al final del siglo XVII y durante la primera etapa del XVIII la utilización del biberón se reservó a las clases altas de la sociedad, donde existe una distinguida y adinerada capa social capaz de pensar en la necesidad y beneficio del biberón, y con posibilidad de explicar y describir cómo debe de ser aquello que yo quiero. Es un grupo social que puede sufragar al artesano una importante cantidad por su manufactura. Por el contrario, el pueblo llano, si recurría a algún utensilio para la lactancia artificial, seguía siendo el cornete, fabricado con cuerno natural.

Los biberones de plata se manufacturaron con formas muy parecidas a los de estaño, como buretas, rectas y altas. El tener la base ancha en relación con el cuello, le permitía un buen asiento. Es interesante reseñar que el material utilizado, la plata, es un metal que cuando se oxida se vuelve negra, ese negro nos indica que ha pasado a estado coloidal y tiende a desprender plata coloidal que es germicida. Es decir, la plata de los biberones actuaba como germicida natural.
FOTO 005 San Juanito y el biberón. Vírgenes amamantando (Greco)

En cuanto a los biberones tallados en madera a los que apuntamos anteriormente, hemos encontrado en el mismo repertorio de la obra de Breughel la composición titulada “Señores de visita en una granja” trabajo demostrativo que nos permite analizar la presencia del biberón de madera. Sus formas rectas son comparables a los biberones de estaño y al igual que ellos hacen su aparición alrededor del XVI. Como muchas de las pinturas de Breughel la obra tiene un significado plagado de costumbres. Leyendo despacito la imagen encontramos en un primer plano a un niño, que sentado en silla de mayores, con alto respaldo, amplio asiento del que sobresalen sus pies, el reposabrazos al que no alcanza, está bebiendo en su biberón ¿de madera?. Pensamos que para el pintor sería una escena habitual, que él la “vería” así, y que conocería el biberón y que cómo tal lo representó. Es una obra atribuida al maestro, Breughel el viejo (siglo XVI) señalada en la antigua Colección Dellafille de Amberes; pero de la que se ignora su paradero actual.

Aún hemos encontrado otra imagen que nos sirve para progresar en el discurrir de nuestro tema. Se trata de una composición pictórica de autor desconocido. Pudiera ser el fragmento recortado de una obra de mayor envergadura. Aunque a primera vista pudiera parecer que se trata de una representación de la Virgen María dando el biberón al niño Jesús, un análisis más detenido arroja distintas alternativas.

El hecho de que el niño de la imagen sostenga en su mano izquierda una copa de la que sobresale un dragoncillo, símbolo con el que se representa en la iconografía a San Juan Evangelista, junto a la literalidad de la inscripción, S.Johanes ev, refuerzan como primera hipótesis que se trata de San Juan Evangelista niño sentado en el regazo de su madre, María Salome. De ser así, probablemente se trate del fragmento de una “Santa Estirpe” (Heilige Sitte Stirpe), donde estuviera representada la llamada Parentela de la Virgen, modelo iconográfico con representación de gran arraigo en el arte europeo del siglo XV.

Otra opción es que nos encontremos ante una tabla desmembrada de algún retablo, tema recurrente en la época. Por destacar un ejemplo señalaremos el Retablo de los santos Juanes de Bernat Martorell, realizado hacia 1400-1452 y que se conserva en el Museo Diocesano de Tarragona.

Por último, el paisaje nevado por fuera del recinto, la dureza de los plegados de la toca y la rigidez de la musculatura del niño, a base de sombreados, evocan más una pintura alemana de mediados del s. XV, pero al mismo tiempo, el tipo de camisilla con que se cubre el niño es similar a las que aparecen en los niños de Pablo de San Leocadio (Valencia comienzos del XVI). No podemos olvidar que los pintores valencianos de la época solían utilizar copias de los grabados flamencos y de Durero para los fondos de sus pinturas, en cuyo caso se trataría de una escena religiosa, con carácter intimista y de estilo hispano-flamenco.

De cualquier manera parece una obra auténtica, la mano que sujeta el biberón no aparenta manipulación alguna. Por la disposición y actitud de las figuras podría estar inspirado en el grabado de Durero Sagrada Familia con San José. Por el tipo de biberón nos inclinamos a pensar que lo pintó alrededor del XVII. En aquella época el biberón forma parte de lo doméstico, y no durará ya mucho tiempo con estas características, porque evolucionará en su diseño, material y manufactura. En pocos años será un biberón completamente distinto.

Las dificultades sociales de los últimos años del siglo XVIII, el endurecimiento de las condiciones económicas y la progresiva pauperización de la población llevaron a un recrudecimiento de la marginalidad en las ciudades y junto con ello al incremento significativo de niños abandonados. Éste fue el desencadenante de la inevitable aunque beneficiosa lactancia artificial en nuestro país. El estado, como administración debía hacerse cargo y encontrar solución para alimentar a todos esos niños que llenaban las inclusas y orfanatos. Es a partir de este momento, cuando algunos autores se interesaron de manera significativa por la lactancia artificial, sus complicaciones y los objetos asociados.

La revolución industrial supuso un cambio en todos los aspectos, Europa está abandonando la artesanía y dando paso a la industria. Los biberones descritos hasta el momento, los de estaño, plata, cuero, madera, a veces de cerámica o de vidrio, todos ellos estaban construidos en una sola pieza, ciertamente muy difíciles, por no decir imposibles de limpiar. Ahora se les considera antihigiénicos. De igual manera, las tetinas que en un principio fueron de metal, madera, marfil, cerámica, cuero o esponja y telas, eran duras e incómodas. El desarrollo industrial llega hasta el biberón. Ahora se diseña en dos partes, con dos elementos, el cuerpo por un lado, lo que permite mantenerlo higiénicamente limpio y la tetina por el otro, que al ser de goma mejora tanto en figura como en textura, consiguiendo parecerse más al pezón humano.
FOTO 006 Amamantando al bebé

Muchos de estos biberones construidos en Europa tienen en común la novedad de no ser anónimos, ha llegado el momento de las marcas y cada fábrica estampa su distintivo en la pieza. Este cambio es el origen del biberón moderno, al pasar de ser un objeto artesanal a un producto industrial, que requiere comercio y publicidad asociados. Como ejemplo recogemos de La Gran Enciclopedia Francesa de finales del siglo XIX una descripción bastante fiel de los primeros biberones franceses fabricados por la industria.

Biberón Breton: Frasco de cristal perforado con un agujero para que el aire pueda entrar en el cuerpo del frasco, el cuello esta obstruido con un tapón de cristal esmerilado en forma de pezón y cubierto por una tetina de ubre de vaca ya preparada. Este biberón ofrece todas las condiciones de limpieza deseables.

El biberón Darbo: Ha tenido una gran reputación. El cuerpo está tallado en madera, marfil o corcho y al que se adapta un tapón en bisagra del mismo material. En el interior existe un pieza tallada de marfil con una ranura en espiral por la que cual llega la leche. Con una llave que regula o gradúa la salida del líquido.

El biberón Charrière: Lleva un pezón de marfil ablandado mediante acido clorhídrico que, a condición de mantenerlo en agua tibia, mientras no se utiliza, conserva la máxima limpieza y la flexibilidad del pezón natural.

El biberón Thiers: Lleva como característica, un tubo acodado y flexible que por una de sus extremidades desciende hasta el fondo del cuerpo y por el otro lleva un pezón en marfil con punta de corcho; un palillo atraviesa el agujero del tapón y puede regular la salida de la leche.

En los principales países industrializados de Europa, Inglaterra, Bélgica, Francia, Suiza, Alemania, Austria, se fabricaron biberones de distintas formas y modelos pero ya siempre con dos cuerpos y fáciles de limpiar. Hemos encontrado un variado muestrario de ellos recogido y expuesto en las vitrinas del Museo de la Asistencia Pública, en París.

El desarrollo social en España lleva otro ritmo. En los entornos familiares, cuando surge la necesidad de recurrir a la lactancia artificial, lo primero y más fácil era valerse de la cabra, costumbre más viable en las zonas rurales, pero es que la mayor parte del país lo era. Como testimonio de esta tradición citamos el monumento, “Hermanitos de leche” obra por la que recibió la Medalla de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes su autor, Aniceto Marinas, y que estuvo expuesta en los jardines del palacio de la Biblioteca Nacional en Madrid hasta finales de los años noventa pasando desde entonces a forma parte de los fondos no expuestos del Museo del Prado.

Es curioso y está muy bien recogido el tema por el escultor. El hombre, suponemos que el padre, acompaña al recién nacido y le ayuda, le cuida en ausencia de la madre. Lo mejor que le puede ofrecer es la leche animal, la cabra, que acepta la boquita del niño junto con la de su propia descendencia, el cabrito.

La filatelia, espejo que nos devuelve el acontecer social, guarda la imagen y defiende la idea en una emisión postal de la última década del pasado siglo.

En los establecimientos a cargo de la administración del estado, como eran las casas de niños expósitos, la inclusa o los orfanatos, Espina Pérez dice: Crece el número de niños recogidos, con una crianza ordinaria de alrededor de quinientos niños. Son criados por amas de cría, con unos gastos de veintiocho mil ducados. El problema para alimentar a lactantes sin madres se ha multiplicado. La primera tentativa fue recurrir a las nodrizas. La administración corría con los gastos de manutención y alojamiento en caso necesario, además de abonar sus servicios pero en pocos años la situación se volvió insostenible por falta de mujeres dispuestas a ser nodrizas aunque fuese por dinero.

Por otro lado, conforme nos vamos recorriendo la soga del tiempo, los cambios en relación con la lactancia artificial, como en todas las cuestiones sociales, se sucederán cada vez más rápidamente. Durante los primeros años del siglo veinte, la esperanza de vida en España no llegaba a los 35 años, morían 18 de cada 100 de los recién nacidos. Los problemas de mortandad se debían principalmente al déficit alimenticio de los primeros días o semanas de la vida del niño y en muchas ocasiones éste mismo régimen era el que le llevaba a la muerte.

Entre los caminos que abrieron la pediatría moderna del siglo veinte, se encuentran, según Laín, la consideración ilustrada y prerromántica del niño, la atribución a éste de una serie de derechos y deberes, y la idea vitalista de que su organismo poseía una peculiaridad biológica tanto desde el punto de vista cualitativo como cuantitativo. El desarrollo de la pediatría puso de relieve la importancia de la alimentación y de la dietética del niño desde su nacimiento, aunando así la lactancia materna con su sustitutiva lactancia artificial.
FOTO 007 Monumento, “Hermanitos de leche” obra por la que recibió la Medalla de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes Aniceto Marinas y sello conmemorativo

A nivel nacional la Sanidad tenía en esta veintena un exiguo presupuesto, pero se establece por Real Decreto de 1929 el primer seguro social de carácter sanitario, se trata del Seguro de Maternidad, que protege a la mujer trabajadora y aunque no llega a la mujer del trabajador es un inicio. Existen marcadas diferencias sociales que hacen enfrentarse de forma diferente el mismo problema, la lactancia artificial. Mientras unas madres tratan, utilizando distintos modelos de biberones o recurriendo a la nodriza poner a salvo a su hijo. Otras se tienen que resignar a que el padre de la criatura, por ejemplo o su abuela, utilicen la leche de cabra directamente del animal para sacar adelante al recién nacido.

El doctor Benavente, director de la inclusa de Madrid y conocido como “el médico de los niños” promocionaba, en el diario La Alianza de Valencia la venta de la harina lacteada. Certifico que tan excelente resultados ha dado en la inclusa de Madrid el uso de la farina lacteada del Sr. Nestlé, que puedo asegurar con gran satisfacción haber encontrado en esta sustancia un remedio que evitará en lo sucesivo todo conflicto por falta de nodrizas. Los niños que hasta la fecha han hecho uso de este alimento se han nutrido y han resistido a las causas morbíficas del establecimiento.

Mientras tanto en Europa la industria del biberón avanza imparable. Desde la década de los años cuarenta se modifica la forma del cuerpo del biberón que ahora volverá a ser vertical y cilíndrico, de aspecto elegante e higiénico. Y también el material con que se fabrica, casi siempre se elige el cristal templado (Pirex) por su resistencia al calor, facilidad de limpieza y comodidad de manejo. Se empieza a utilizar la Serigrafía, sistema de impresión mediante estarcido a través de un tejido, normalmente de seda o tela metálica muy fina, por la que un rodillo hace pasar la tinta o pintura y el material sobre el que se imprima puede ser desde papel, tela, metal, vidrio o cerámica, para graduar la cantidad de leche que se prepara. Los colores de la serigrafía junto con el diseño permiten particularizar las marcas. Industrias asociadas, Pirex, o los distintos fabricantes de la leche maternizada en polvo crean sus propios biberones, podemos recordar Nestlé, Nenuco, Mont-Blanc, Chicco, Maggi, etc.

Sin embargo en España la incipiente industria de los años veinte interrumpido su avance por la guerra, no se interesó por el desarrollo del biberón. La Guerra Civil centró el interés industrial en el armamento. Agudizando así las diferencias con el perfeccionamiento del biberón en Europa, donde después de la II Guerra Mundial, se primaron todas las iniciativas encaminadas al cuidado, la salud, la alimentación y la promoción de los más jóvenes.

Así como he encontrado múltiples documentos escritos y gráficos, dibujos, esquemas, apuntes, diseños, fotos sobre los biberones y su historia en Europa, no he conseguido nada equivalente en España, por lo que deduzco que su, importancia, interés o acaso su representación social no fue suficiente para mover la industria.

Tengo que acudir a la memoria y en ella buscar las imágenes de los biberones que se utilizaban en la década de los años cuarenta y cincuenta. Deduzco de mi repaso, que durante estos años el cuerpo del biberón queda en segundo término, y que la atención de los fabricantes se dirige únicamente hacia el sistema de succión, la tetina. El término biberón se aplica, por extensión, a la tetina. La tetina se fabrica en diferentes diámetros, de seis, siete u ocho centímetros, para que se acomode al tamaño de la boca del vaso, que es cualquier vaso o recipiente de la vajilla doméstica. El biberón, la tetina, se vende en la farmacia, es de goma, elástica y adaptable. Se hierve en un cazo con agua para su esterilización y se aplica a la boca de cualquier vaso de la vajilla.

Como excepción que confirma la regla, he encontrado un cuerpo o vasija de biberón que sospecho está fabricada en España. Es de grueso vidrio transparente, horizontal y oblongo, con orificio en la parte superior susceptible de ser taponado y que serviría para regular el flujo de la leche según trague el niño, además de para cargarlo. En el extremo de la boca, tiene un gollete donde se encaja la tetina de goma, para que no se escape al succionar el niño. He conseguido dos ejemplares. Ninguno de ellos está grabado ni tiene marca de fábrica. Entiendo que se hicieron en un taller de vidrio, en los primeros años del siglo veinte y de forma artesanal.

Superada la posguerra, a partir de la década de los cuarenta y entre los años cincuenta y sesenta, evolucionarán la industria y el mercado en España. En lo que al biberón se refiere, presentan mejores y más adecuados materiales, reproduciendo modelos europeos. Diseñadores en la industria están decididos a mejorar el artilugio. Empresas alimenticias entran a fabricar los biberones junto con nuevos productos lácteos, es el caso del Pelargón, “leche de confianza” que marca toda una generación a la que se le denomina hoy día la Generación Pelargón.
FOTO 008 Publicidad de biberones

Los tiempos han cambiado, ahora se trata de concienciar a los consumidores, a través de campañas publicitarias, sobre la necesidad de alimentar a la prole con responsabilidad, en cantidad y calidad. El desahogo económico y bienestar social trajeron consigo, entre otros hábitos, la costumbre de consumir leches artificiales en cómodos biberones. Todo ello ha contribuido al gran despegue de la fabricación de modernos biberones, que se utilizan indistintamente en el ámbito doméstico y en las instituciones sanitarias.

Algunos datos de nuestra historia
A principios del siglo XX la población española, la mayoría rural, era de unos 19 millones de personas. Con una esperanza de vida de 40 años los trabajadores realizaban jornadas de 60 horas semanales. Los salarios no alcanzaban los mínimos de subsistencia. Los españoles se hacinaban en viviendas insalubres y la alimentación era precaria. Y no sólo eso, las enfermedades infecciosas hacían estragos entre la población. Entre 1901 y 1910 medio millón de personas murieron a causa de gripe, tuberculosis y sarampión. Para los obreros que sufrían el desempleo, invalidez o envejecían sólo les quedaba la beneficencia y la llamada “sopa-boba”, un caldo que sobraba de los menús de cuarteles y orden institucionales. Miles de personas vagaban por nuestro país desvalidos, agotados, desesperados.
Nacían anualmente 17.000 niños muertos; 98.060 morían en el primer año y 170.000 niños no llegaban al los cinco años. Archivo General de la Administración.

Gota de Leche de San Sebastián
La Gota de Leche de San Sebastián fue de las primeras que se crearon en España, situada en la calle Loyola, empezó su andadura el 30 de septiembre de 1903, presidiendo la inauguración la reina madre María Cristina. La originalidad del centro donostiarra estuvo en que incorporó una consulta de pediatría. La idea original de las gotas de leche procedía de Francia, donde a fin de siglo empezaron a montarse instituciones de este tipo para atajar los problemas de desnutrición y la alta mortalidad infantil entre todas aquellas familias que no podían permitirse el lujo de tener nodriza. El médico Dupont había creado la primera gota de leche en 1894.

Entre nosotros, la creación de este servicio para lactantes, completado con un consultorio para niños pequeños, fue promovida por el diputado provincial Tomás Balbás. Supuso la primera obra social conjunta de las dos cajas de ahorro, la municipal y la provincial. En La Gota de Leche se desnataba y esterilizaba la leche procedente de las vacas que había adquirido la Diputación. El litro se vendía a 20 céntimos y era gratis para quienes no pudiesen pagarla. (José María Urkia Etxabe).
FOTO 009 Nodrizas. Rafa Zaragoza

Nodrizas
Desde el siglo XVII hasta el XIX las familias acomodadas adoptaron la práctica de amamantar a sus vástagos contratando a una nodriza. Las amas de leche proliferaron en Europa en buena parte por acto reflejo, ya que muchas casas reales se habían acogido a la práctica del amamantamiento por teta alquilada. La nobleza y las “casas buenas” tomaron enseguida el testigo y el hábito se extendía con rapidez.

Los Borbones, Alfonso XII, Alfonso XIII y Juan de Borbón, fueron también amamantados por robustas nodrizas (pasiegas, si es cierta la información a la que he tenido acceso). En el caso de España está documentado – algunas de las candidatas aparecían en una gran ciudad tras haber realizado el viaje a pie desde sus aldeas de origen. Era una prueba que sumaba muchos puntos, ya que ponía de manifiesto el fondo físico, la robustez de la futura amamantadora. Para ejercer la profesión había que certificar el origen, la profesión del marido, el entorno en el que habían crecido y la disponibilidad temporal, siempre sujeta a la decisión de la familia contratante. Algunas nodrizas reales quedaron vinculadas a palacio de por vida, como una especie de segundas madres de leche con las que el infante se negaba a romper el vínculo.

En un documento del siglo XVII queda registrada una práctica social muy curiosa: del mismo modo que el día del bautismo la familia del bebé celebraba una gran fiesta, el día del destete se celebraba otra igualmente importante. Aunque no se sabe si esta segunda fiesta era también de carácter religioso o simplemente social.

La expresión “tener mala leche” parece que proviene de la era de las nodrizas, ya que popularmente se pensaba que algo de la personalidad de la nodriza se transfería a la criatura a través de la leche. Si es verdad o no, es difícil saberlo, pero algo nos dice que podría tener su lógica.

Se hacen famosas algunas regiones por la excelente calidad de sus nodrizas
En España fueron las mejores “las pasiegas”; en Francia las de Morvan. A pesar de que en 1850 la industria empieza a producir sucedáneos de la leche materna, hasta alrededor de 1950 continúa existiendo el fenómeno nodriza y hermanos de leche.

AGRADECIMIENTOS
Mª Teresa Miralles Sangro

Dra. Isabel Mateo Gómez
Dr. José María Urkia Etxabe
Rafa Zaragoza
Fundación Index. Revista Temperamentvm
Diario Vasco de San Sebastián

AUTORES
Jesús Rubio Pilarte
Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net

sábado, 3 de septiembre de 2011

CLARA LOUISE MAASS, CONTRIBUCIÓN A LA PROFESIÓN DE ENFERMERÍA Y A LA HUMANIDAD










Se presentan los datos biográficos más significativos de la enfermera norteamericana Clara Louise Maass quien prestó servicios en Cuba desde 1899 hasta 1901, año en que murió al prestarse como voluntaria para ser inmunizada con la picadura del mosquito Aedes aegipti infectado y así facilitar la obtención del medio inmunizante de la enfermedad contra la fiebre amarilla ligera. Cuba honra la memoria de esta mártir de la ciencia con una placa en el “Hospital de las Ánimas” y con la emisión de un sello postal de 2 centavos, de color rojo con centro en forma de hoja, conmemorativo del centenario de su muerte, puesto en circulación el 24 de agosto de 1951, según Orden No. 19 de fecha 7 de agosto de 1951 y del cual se imprimieron 3 millones de ejemplares.
FOTO 001 Sello postal de 2 centavos, de color rojo conmemorativo del centenario de su muerte, puesto en circulación el 24 de agosto de 1951

En la Revista Enfermería Científica, está el artículo publicado en marzo de 2011: “La Enfermera en la investigación: Clara Maass y la fiebre amarilla”. Sus autores son estudiantes, profesores y enfermeras mexicanas. MDH Mª Guadalupe Díaz Cárabes, Profesora Titular B y Coordinadora de Planeación e Investigación del Departamento de Enfermería para la Atención, Desarrollo y Preservación de la Salud Comunitaria. Dr. J. Roberto Colín Ortiz. Técnico Académico Titular. Dr. José Cruz Pérez Serna. Profesor Docente Titular. Daniel Ortiz Anguiano. Estudiante de la Licenciatura de Enfermería y la Maestra María de la Paz Hernández Rivera. Profesora Docente Asociada, todos ellos pertenecientes al Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la Universidad de Guadalajara en México.

RESUMEN
Se presentan los datos biográficos más sobresalientes de Clara Louise Maass, insigne enfermera que murió en la lucha por encontrar la vacuna contra la fiebre amarilla. Se trata de una investigación histórica, descriptiva y epidemiológica de la participación de la enfermería en la investigación de campo. El trabajo se dividió, para su presentación, en: Introducción, su vida, su formación profesional, el trabajo en el Ejército, su participación en la Investigación contra la Fiebre Amarilla, el fallecimiento y las conclusiones.

PALABRAS CLAVE
Clara Maass, Cuba, Estados Unidos, fiebre amarilla, historia de la enfermería, investigación en enfermería.

INTRODUCCIÓN
José Antonio López Espinosa
, al hacer su contribución sobre Jesse William Lazear a la confirmación de la “Teoría de Finlay”, otro gran personaje que trabajó en la investigación de la fiebre amarilla, decía en su introducción: “Cuando se ausculta la historia, el escrutador puede detectar la comunicación del dictado de los afanes de sus propios paladines, algunos de ellos recompensados con el triunfo, otros afectados por el sesgo del infortunio, en ocasiones, trágico. Justamente por la significación de los grandes hombres de la ciencia, sus seguidores se esfuerzan por conocer con lujo de detalles las circunstancias en las cuales se desenvolvieron sus vidas y sus obras, toda vez que la admiración subyuga el ánimo de modo tal que predispone a imaginarlos siempre vivos pues, frente a su altura, es imposible la muerte”.
FOTO 002 Carlos Juan Finlay (1833-1915). Clara Louise Maass. Las Animas hospital ambulancia. La Habana 1900

Clara Louise Maass fue una enfermera norteamericana que perdió su vida en los experimentos que se llevaron a cabo en el “Hospital de las Ánimas” de La Habana, Cuba, para encontrar la vacuna contra la fiebre amarilla. Fue afectada por el infortunio durante los experimentos, sin embargo, su compromiso con la ciencia y con sus semejantes pudo más que saber del riesgo al que se enfrentaba, y ella lo asumió con una verdadera entereza y valor, dando muestras de heroicidad, aunque en ella llevara su propia vida de por medio.

SU VIDA
Clara Louise Maass nació el 28 de Junio de 1876 en East Orange, Nueva Jersey, Estados Unidos. Fue la mayor de 9 hermanos. Sus padres, Hedwig y Robert Maass, eran inmigrantes alemanes luteranos. Ellos debieron haber llegado junto con otros inmigrantes a mediados del siglo XIX, probablemente alrededor de 1848. Durante ese período, los alemanes emigrantes se establecieron principalmente en los estados de Nueva York, New Jersey, Pennsylvania, Maryland, Ohio, Indiana, Illinois, Texas y Dakota del Norte. Mayormente granjeros, era natural que, después de su llegada a los Estados Unidos, hayan escogido la misma ocupación. Robert, quien también llevaba sangre holandesa, debió haber trabajado al inicio en lo mismo que lo demás emigrantes, pero después trabajó en una fábrica de sombreros en Orange, pues en el Siglo XIX, en Newark y sus suburbios, la fabricación de sombreros era una industria importante.

Los Maass extrañaban el trabajo de la granja así que, cuando Clara tendría 11 ó 12 años, la familia se mudó a una de ellas en Livingston, un municipio del condado de Essex, en el mismo estado de Nueva Jersey. Desafortunadamente no tuvieron éxito y, después de dos años, la familia regresó a East Orange y el papá de Clara trabajó de nuevo en los sombreros, abriendo más tarde una pequeña tienda de abarrotes (Artículos alimenticios y domésticos, como conservas, bebidas, papel, especias, velas, etc.).

Clara acudió en su infancia a la escuela pública de Northfield, una escuela de sólo una sala, además de ayudar en el cuidado de sus hermanos menores. En cuanto llegó a la adolescencia tuvo que ayudar al soporte familiar, Clara trabajó como mamá auxiliar con otra familia, donde le pagaban y le daban alojamiento, todo esto mientras terminaba su escolarización. A los 15 años empieza a trabajar en el Orfanato Asilo de Newark; ganaba 10 dólares al mes por los siete días de la semana, desempeñando la labor de atender a los niños. En dicho orfanato se recibían huérfanos desde los dos hasta diez años de edad, y Clara dio grandes muestras de espíritu de servicio, compasión y caridad, auxiliando emocional y psicológicamente a sus semejantes.

FORMACIÓN PROFESIONAL
En 1893, cuando Clara tenía 17 años, entró en la recientemente creada Escuela de Formación de Enfermeras Cristina Trefz, del Hospital Alemán de Newark. En esa época sólo había cuatro escuelas de enfermería en New Jersey y en Newark era la primera. Fue la señora Cristina Trefz quien consiguió el local donde fue construido el Trefz Hall, como se le designó a la Escuela de Enfermería, la cual fue abierta el 30 de noviembre de 1893 y funcionaba en el Hospital Alemán de Newark, New Jersey. Las primeras maestras procedían de la Cruz Roja alemana. Clara se graduó en 1895 como parte de la primera generación de estudiantes que concluyeron el curso, después de dos años de trabajo intenso. A su salida se dedica a la práctica privada de la enfermería en su comunidad y, posteriormente, se incorpora a trabajar en el duro quehacer de la enfermería en el Hospital Alemán de Newark.
FOTO 003 Orfanato Asilo de Newark. Hospital Alemán de Newark. 50 aniversario 1951 y sellos de correos

El sistema hospitalario de los Estados Unidos, haciendo a un lado las instituciones mentales, emergió en una serie de tres fases más o menos coherentes. La primera de ellas, se inicia en 1751 y dura un siglo aproximadamente, presenció la formación de dos tipos de instituciones: hospitales voluntarios, operados por comités laicos de caridad, ostensiblemente no pertenecientes a ninguna religión, aunque de hecho eran protestantes, y hospitales públicos, descendientes de las casas de caridad, operados por municipios y condados y, en el caso de hospitales para marinos mercantes, por el gobierno federal. En la segunda fase, que empezó hacia 1850, se constituyó una variedad de hospitales más “particularista”. Fundamentalmente se trató de instituciones religiosas o étnicas, así como hospitales especializados para ciertas enfermedades o categorías de pacientes, mujeres y niños, por ejemplo. También los homeópatas, crearon hospitales. El Hospital Alemán u Hospital Luterano, surge en esta fase. Fue inaugurado el 13 de febrero de 1868. Su primer presidente fue Louis Berner, cuya propuesta de trabajo fue la admisión libre a cualquier paciente de cualquier clase social y de cualquier creencia. La ciudad proporcionaba 625 dólares cada tres meses para el tratamiento médico de aquellos que no podían pagar, y una donación anual para continuar con la práctica de dar cerveza gratis a los pacientes. El hospital ingresaba dinero por el internamiento de pacientes en cuartos aislados. Este hospital fue el primero en Newark en tener cuartos de aislamiento para pacientes infecto-contagiosos que presentaban enfermedades tales como cólera, difteria, fiebre tifoidea y tuberculosis. La tercera fase de evolución, que abarca de 1890 a 1920, vio el advenimiento y la propagación de hospitales que buscaban la utilidad pecuniaria, los cuales fueron operados por médicos, ya fuera individualmente o en sociedad, e incluso en corporaciones.

Dicha evolución hacia la búsqueda de mayores ingresos financieros no fue accidental. La formación de hospitales por instituciones religiosas después de 1850 reflejó la llegada de grandes números de inmigrantes católicos. El crecimiento de hospitales concesionados después de 1890 indicó la nueva tendencia hacia el provecho económico, el cual se debió al adelanto de la cirugía. Intervino también una dialéctica interna. En cuanto se establecía un hospital general, los médicos interesados en crear instituciones buscaban fondos y pacientes con bases más parciales, por ejemplo, afiliaciones étnicas, categorías especiales de enfermedades, ideas médicas sectarias. Al igual que los hospitales concesionados, estas instituciones se establecían en respuesta a la estructura cambiante de oportunidades, y Clara vivió esta época de transición, tanto la del ingreso libre de pacientes donde el estado aportaba para su atención, así como cuando aparece el carácter monetario de la atención hospitalaria. Asimismo, le tocan las innovaciones quirúrgicas y los nuevos abordajes para pacientes infecto-contagiosos, tanto como alumna y como jefa de enfermeras; en 1898, tres años después de su egreso de la escuela, a la edad de 21 años, alcanzó la Jefatura de Enfermeras en la Institución y era reconocida como una persona trabajadora y dedicada a su profesión. Sin embargo, en este puesto no estuvo mucho, pues en abril de ese año Maass se ofrece como enfermera voluntaria de contrato para el Ejército de los Estados Unidos (el Cuerpo de Enfermería del Ejército todavía no existía). En esa época, Estados Unidos interviene en la guerra hispano-cubana y Clara, 6 meses después ya estaba en el Ejército.

TRABAJO EN EL EJÉRCITO
Estados Unidos interviene en la guerra hispano-cubana, cuando ésta tocaba ya a su fin con la victoria de los mambises cubanos, Clara Luisa se brindó como enfermera voluntaria y sirvió en el Séptimo Cuerpo del Ejército de los Estados Unidos, del 1° de octubre de 1898 al 5 de febrero de 1899. Durante ese tiempo fue enviada a los campamentos de infecciosos en el Sur de Estados Unidos, estuvo en Jacksonville, Florida; después, en Savannah, Georgia y, finalmente, en Santiago de Cuba, donde ella debió haber tenido contacto con enfermos de fiebre amarilla. Al terminar este contrato de casi 5 meses, se incorpora nuevamente a la práctica privada, pero antes de que terminara el año, responde de nuevo a otro llamado para enfermeras de contrato en el Ejército, así que el 20 de noviembre ingresa en el Octavo Cuerpo que se encuentra en guerra en las Filipinas “ella ofreció sus servicios al Cirujano General de las Fuerzas Armadas, argumentado su preferencia por el clima tropical y que gozaba de excelente salud y de buena constitución, además de estar acostumbrada a las condiciones adversas que significaban los servicios de campaña”. Aceptada por el Ejército, trabajó en el Hospital de Reserva de Manila en Filipinas desde noviembre de 1899 hasta mayo de 1900.

Allí atendió toda clase de lesiones en las batallas, pero la mayor parte de sus deberes de enfermería se orientaron hacia la asistencia médica de soldados que sufrían de enfermedades infecciosas tales como la tifoidea, el paludismo, el dengue y la fiebre amarilla.

Ella misma enferma de dengue en Manila y, por ese motivo, es enviada a su casa en Newark para su recuperación.
FOTO 004 Clara Louise Maass

En el otoño de 1900, el Mayor William Gorgas, Oficial en Jefe de Sanidad en La Habana durante el gobierno de ocupación norteamericano en Cuba, y miembro de uno de los equipos que se formaron para encontrar el agente etiológico, el vector, el mecanismo de trasmisión y la vacuna contra la fiebre amarilla, envió desde La Habana, una convocatoria para enfermeras voluntarias de contrato. En octubre, cinco meses después de haber dejado Manila, y ya repuesta del cuadro de dengue, Clara estaba de nuevo respondiendo a la llamada del Ejército. Fue destinada a prestar sus servicios en el “Hospital de las Ánimas” en La Habana, donde se recluía a los enfermos infecciosos.

En aquella época se debatía la comprobación del descubrimiento del sabio cubano, Dr. Carlos Juan Finlay de Barres, originario de Camagüey, Cuba, quien desde 1881 había dado a conocer al mundo en una Conferencia Sanitaria Internacional y en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, su teoría metaxénica (la trasmisión de una enfermedad de un enfermo a un supuesto sano, susceptible, por medio de un agente biológico), y había señalado al mosquito Aedes aegypti como el agente transmisor de la fiebre amarilla, enfermedad epidémica que causaba miles de muertes.

LA CUARTA COMISIÓN DE FIEBRE AMARILLA DE LOS ESTADOS UNIDOS
En junio de 1900, el Mayor Walter Reed, fue enviado a Cuba como presidente de una junta para estudiar las enfermedades infecciosas del país, pero sobre todo la fiebre amarilla. Asociados con él estaban los Cirujanos asistentes interinos: James Carroll, Jesse W. Lazear y Arístides Agramonte. La Comisión estadounidense se reunió por primera vez el 25 de junio de 1900 en las barracas de Columbia, Marianao, donde entonces existía un brote epidémico de fiebre amarilla. El primer acuerdo de sus integrantes fue la selección de los médicos que ayudarían. Según este, los casos de fiebre amarilla en el centro de la ciudad de la Habana serían atendidos por los médicos del “Hospital de las Ánimas”, cuya actividad se controlaría por una Comisión adjunta nombrada por el Departamento de Salubridad a la que debían enviar todos los sujetos sospechosos de padecer la enfermedad para su diagnóstico.
FOTO 005 Capitán (1), Teniente (2), enfermera (3) Cuerpo de Enfermeras del ejército

Esta Comisión adjunta, compuesta por los doctores Carlos Finlay, Juan Guiteras Gener, Antonio Díaz Albertini y William C. Georgas, mantendría estrecho contacto con la Comisión de Reed. El examen de los casos de Marianao y del campamento Columbia serían vistos por esta última Comisión. Bajo la influencia decisiva del Dr. Reed, predominó como punto de partida del estudio la comprobación de la hipótesis del bacilo icteroides de Sanarelli; los resultados fueron negativos. En vista de ello, el 1 de agosto de 1900, el Dr. Reed decidió examinar la teoría sobre la trasmisión de la fiebre amarilla por el Culex mosquito (hoy conocido como Aedes aegypti), sostenida por el Dr. Carlos Finlay desde 1981, motivo por el cual lo visitó ese día en su domicilio de la calle Aguacate 110, acompañado por los doctores Carrol y Lazear.

Finlay puso a disposición de ellos todos los datos acerca de sus investigaciones, además de varios ejemplares y huevos de la especie de mosquitos responsables de la fiebre amarilla con los que había inoculado hasta entonces a un total de 104 sujetos. Después de discutirlo, la Comisión acordó hacer la prueba de campo para verificar la veracidad de la teoría finlaísta, falleciendo en esta etapa, el 25 de septiembre del 1900, Jesse W. Lazear, como consecuencia del trabajo realizado en la investigación. En honor a él se puso su nombre a un campamento diseñado especialmente para los experimentos, situado de 3 a 4 millas de La Habana. El personal de dicho campamento se componía de dos médicos, tres enfermeras y nueve personas no inmunes, todas en el servicio militar. Finalmente, la teoría finlaísta se comprueba.
FOTO 006 Walter Reed (1851-1902). James Carroll (1854-1907). Arístides Agramonte (1868-1931). Jesse W. Lazear (1866-1900). Clara Louise Maass

En febrero de 1901, el Oficial en Jefe de Sanidad de La Habana, el Mayor W. C. Gorgas, del Ejército de los Estados Unidos, instituyó medidas para erradicar el padecimiento basadas en las conclusiones de la Comisión. Se demostró que la picadura del mosquito por sí solo no produce inmunidad y que sólo bajo ciertas condiciones era trasmitida la enfermedad, ya que el virus circulaba en la sangre durante los tres primeros días de padecerla. El mosquito debería picar al enfermo durante este período, y aún así, no trasmite la enfermedad de inmediato, sino hasta pasar el período de incubación dentro del insecto, el cual es de 12 días. Sin embargo, mientras todo esto sucedía en el equipo de la Comisión de Walter Reed, el equipo del Dr. Guiteras, que se encontraba en el “Hospital de las Ánimas”, seguía con sus investigaciones.

FALLECIMIENTO
Cuando los trabajos de la Comisión de Reed estaban en todo su apogeo, Clara Maass llega a La Habana, pocos días después de la muerte del Dr. Jesse W. Lazear. Debió haber sabido las circunstancias de ésta, así mismo sabia de la letalidad de la fiebre amarilla, pues ya había visto casos y ya los había atendido en sus anteriores trabajos para el ejército.

Clara Louise Maass fue asignada al “Hospital de las Ánimas” en 1901 como empleada del Departamento de Sanidad de La Habana. No hay referencia alguna donde diga que llegó como voluntaria para los experimentos que todavía ahí se realizaban.

En relación a las circunstancias de su muerte, Martínez B.X., en su artículo Dos casos de autoexperimentación, comenta: “Aún después del incidente que le costara la vida al Dr. Lazear, siguieron los experimentos de fiebre amarilla a cargo del Dr. Guiteras, quien realizaba ensayos de inmunización, así como en otros tiempos se hiciera con la inoculación de la viruela”. De acuerdo con su hipótesis, al producir casos atenuados de fiebre amarilla, estos se podrían controlar y, una vez recuperado el enfermo, éste sería inmune al padecimiento.

Clara se expuso como voluntaria a la picadura de los mosquitos, habiendo sido picada con anterioridad. Recibió como mínimo picaduras en 7 ocasiones de mosquitos infectados por la fiebre amarilla durante los meses de marzo a agosto, falleciendo finalmente el 24 de agosto de 1901.

Cuba honró la memoria de esta mártir de la ciencia con una placa en el propio “Hospital de las Ánimas” y con la emisión de un sello postal de 2 centavos, de color rojo y con centro en forma de hoja por el centenario de la muerte de la enfermera Clara Louise Maass, puesto en circulación el 24 de agosto de 1951, según Orden Nº 19 de fecha 7 de agosto de 1951. Se imprimieron 3 millones de ejemplares.

ÚLTIMO EXPERIMENTO
La última persona que se sometió al experimento de la fiebre amarilla fue la enfermera Clara Louise Maass, que murió a causa de dicha enfermedad. Así la recordaba el oficial médico encargado del hospital donde se produjo su fallecimiento:

En numerosas ocasiones durante la Guerra Hispano-Americana las enfermeras mostraron un heroísmo y un sentido del deber iguales a los de cualquier soldado o marino. La mayoría de las que estaban conmigo en el Hospital de las Ánimas de La Habana no habían tenido la fiebre amarilla, y sin embargo, atendieron sin inmutarse a los casos malignos de dicha enfermedad, permaneciendo hasta el final junto a los que morían, intentando aliviar su sufrimiento y salvar su vida, con sus vestidos, sus manos e incluso a veces sus rostros cubiertos de sangre y vómito negro.

Una de aquellas enfermeras de La Ánimas, Miss Clara Maass, entregó su joven vida por un alto sentido del deber. Pensó que sería más útil como enfermera en Cuba después de haber padecido la fiebre amarilla, y pidió ser picada por mosquitos infectados con el fin de contraer la enfermedad y así inmunizarse. Yo intenté disuadirla de que diera ese paso, diciéndole que su vida era demasiado valiosa para exponerla a un riesgo tan grande.

No obstante, ella insistió, y le aplicaron en el brazo los fatales mosquitos. Tres o cuatro días más tarde se le desencadenó un caso hemorrágico maligno de fiebre amarilla que le causó la muerte una semana después. (Citado en Frank, 1953; página 259).

El German Hospital de Newark fu posteriormente rebautizado con el nombre de Clara Maass Memorial Hospital.
FOTO 007 Calendario Armour del Ejército y la Marina 1899. La guerra Hispano-Americana, la primera en que enfermeras graduadas sirvieron a las fuerzas armadas, fue seguida por el florecimiento de la enfermería moderna. Moneda de Clara Maass

Miss Maass fue la única norteamericana y la única mujer que falleció durante los experimentos. Tras su muerte se interrumpieron éstos, pero finalmente acabó por vencerse la enfermedad. El cadáver de Clara Maass fue enviado al cementerio de Fairmount, en Newark, para ser enterrado con todos los honores militares.

Tanto Cuba (1951) como Estados Unidos (1976) han emitido sellos conmemorativos en su honor. Este fue el primer sello de los Estados Unidos dedicado a una enfermera individual. Además, la casa de acuñaciones Franklin realizó una medalla especial con motivo del centenario de su nacimiento.

CONCLUSIONES
Los alemanes eran conocidos como gente trabajadora y ahorrativa por lo que, como resultado de lo anterior, eran generalmente prósperos, motivo por el cual la pobreza no era muy conocida entre ellos. Sin embargo, la familia de Clara era numerosa y éste no era el modelo. Era necesario trabajar mucho para poder resolver las necesidades que ésta planteaba y ella, a pesar de su muy tierna edad, se involucró en las necesidades de la familia, brindando cuidado y atención a sus hermanos. Este compromiso lo extiende hacia otros sitios con otros niños, en casas particulares, en el orfanato; luego, a los pacientes en el arduo trabajo del Hospital Alemán; también, en la atención de los militares en los diferentes cuerpos del ejército donde ella trabajó y, finalmente, lo vuelve a manifestar en el “Hospital de las Ánimas”, donde ella llega contratada y luego se integra rápidamente en los trabajos de investigación de la fiebre amarilla que ahí se realizaban.

Clara Maass llega a La Habana pocos días después de la muerte de Jesse W. Lazear y por supuesto que sabía de la letalidad de la fiebre amarilla pues ya había visto y atendido pacientes de esta grave enfermedad en sus anteriores contratos para el Ejército. Llegó cuando los trabajos de la Comisión de Reed estaban en su última etapa, y vivió las conclusiones. Sin embargo, el equipo del Dr. Guiteras, que se encontraba en el mismo hospital, seguía investigando, y la valiente enfermera se involucró. No fue ella la única enfermera profesional que estaba en los equipos, pues en el de Reed se encontraban tres, probablemente también a contrato, y probablemente también norteamericanas; recordemos que en ese tiempo no había cuerpo de enfermeras del ejército, y en esa época en Cuba no había enfermeras con la formación técnica propia de las egresadas de la escuelas de enfermería de los Estados Unidos, pues no existían escuelas formales de enfermería.

Entonces, Clara tenía mucho qué hacer en ese hospital. Tenía el perfil para desarrollar cualquier tarea o puesto que se le propusiera y, además, era una persona joven, fuerte, con iniciativa, muy tenaz y le gustaba trabajar en el Ejército. Éste le brindaba la posibilidad de viajar y un trabajo estable por algunos meses. ¿Qué le llevó a aceptar siete picaduras del mosquito? Probablemente el que haya tenido cuadros demasiado benignos, leves o asintomáticos o que no haya enfermado por fiebre amarilla en todos ellos, excepto en el último que, por desgracia, fue letal. Clara olvida totalmente lo que había pasado con Jesse W. Lazear meses antes, o bien, minimiza la experiencia de éste, o bien, considera su muerte como sólo un “accidente” difícil de repetir, Clara fue la única mujer que se involucró activamente en el experimento. También fue de las primeras en participar con consentimiento informado en las investigaciones, su muerte provocó que se suspendieran los experimentos con humanos.

Desafortunadamente, el criterio de exclusión de no aceptar candidatos que ya hayan padecido la enfermedad no se aplicó en ella, pues a la segunda inoculación provocada debió haber salido del protocolo o bien el protocolo donde Clara estaba participando tendría otras variables de inclusión y de exclusión distintas a las del equipo de Reed, por lo tanto se trataba de otro protocolo, Clara había enfermado de dengue en mayo de 1900 por lo tanto ella podía ser candidato a sujeto de estudio para fiebre amarilla, teóricamente no había enfermado de esta hasta que fue inoculada.

Es así como Clara, a su corta edad, nos deja un legado de enfermera comprometida: por su carácter, dinamismo, profesionalismo, entereza, altruismo, amor a su trabajo y a sus semejantes. La historia de Clara Louise Maass nos obliga a continuar los estudios sobre estos padecimientos, tanto la fiebre amarilla como el dengue, ya que el vector es el mismo y el riesgo aún actualmente existe.

Fue sepultada con honores militares en Cuba, en el Cementerio Colón. Posteriormente, sus restos fueron trasladados al Cementerio Fairmont en Newark en New Jersey, el 20 de febrero de 1902. Una de las salas del Hospital Alemán Newark Memorial recibió su nombre en 1912. Se erigió un monumento con una placa de bronce y una leyenda en su tumba, en 1930. En 1952 el Hospital de Newark cambió su nombre por el de Clara Maass Medical Center, en honor a ella. En 1951 el gobierno de Cuba emitió un timbre conmemorando el 50 aniversario de su muerte, y Estados Unidos hizo lo propio pero en 1976, en el centenar de su nacimiento. Todo ello en memoria a esta insigne enfermera que dio su vida en aras de la investigación para el progreso de la ciencia y la humanidad.
FOTO 008 En 1976, los Estados Unidos honraron, por primera vez de forma individual, a una enfermera con un sello conmemorativo de 13 centavos. La emisión coincidió con el aniversario de su nacimiento en 1876. Clara Maass fue una de las cinco primeras enfermeras graduadas con un programa de dos años. Murió de “fiebre amarilla” que contrajo durante su trabajo en un equipo de investigación. Fue enterrada con honores militares.

FORMACIÓN DE LAS ENFERMERAS
La experiencia de la guerra demostró sin lugar a dudas la superioridad de la enfermera preparada sobre la voluntaria sin formación e impulsó la constitución de un cuerpo permanente de enfermeras. Inmediatamente después de la guerra, tanto la Nurses Associated Alumnae, con el apoyo de ciudadanos influyentes, como la Dra. Anita Newcomb McGee propusieron proyectos para la instauración de un cuerpo de enfermería sancionado legalmente a perpetuidad. Estos proyectos no fueron aceptados. Finalmente, en 1900, después de que varios cirujanos hubieran hablado favorablemente en el Congreso sobre el trabajo realizado por las enfermeras, se presentó el Acta de Reorganización del Ejército, que institucionalizaba un cuerpo permanente de enfermeras como parte del Departamento Médico del Ejército; el cuerpo estaría integrado por enfermeras con una formación completa (graduadas en escuelas hospitalarias) bajo el mando de un director competente. Antes de su aprobación el 2 de febrero de 1901, se añadió al Acta una enmienda según la cual la supervisora del Cuerpo de Enfermeras debía estar graduada por una escuela hospitalaria.
FOTO 009 Dita H. Kinney. La Dra. Anita Newcomb McGee con una enfermera. Laboratorio

El Acta declaraba que el salario de las enfermeras del ejército sería de 40 dólares al mes en caso de servicio en los Estados Unidos y de 50 dólares mensuales si éste se prestaba fuera del país. En 1918 se adoptó el nombre definitivo del Cuerpo de Enfermeras del Ejército. Su lema ha sido: “Allá donde van las tropas de los Estados Unidos, allá van las enfermeras del ejército”.

Puesto que la Dra. Anita Newcomb McGee no era enfermera, se vio obligada a dimitir cuando se estableció el Cuerpo de Enfermeras del Ejército. La sucedió en el cargo Dita H. Kinney, enfermera jefe del hospital militar de Fort Bayard, Nuevo México. La condición de las enfermeras del ejército ha seguido una progresión lenta pero continua. Varios acontecimientos han contribuido a este proceso: en 1920 se acordó un rango relativo para las enfermeras del ejército; en 1926 tuvieron acceso a los beneficios del retiro; en 1947 las enfermeras se convirtieron en parte del ejército regular con los mismos derechos, salario y beneficios que los oficiales varones.

Una sucesión de líderes sirvieron en el puesto de superintendente, entre las que destacan Jane Delano, Isabel McIsaac y Dora Thompson, la primera que sirvió como militar. En 1908 se fundó el Cuerpo de Enfermeras de la Marina de los Estados Unidos como una unidad integral de la Marina.

BIBLIOGRAFÍA
María del Carmen Amaro Cano. La Enfermera en la Filatelia Cubana. Revista Cubana de Enfermería 2004, v. 20 n.1. Ciudad de la Habana.

Mª Guadalupe Díaz Cárabes, J. Roberto Colín Ortiz, José Cruz Pérez Serna, Daniel Ortiz Anguiano y María de la Paz Hernández Rivera. La Enfermera en la investigación. Clara Maass y la fiebre amarilla. Revista Enfermería Científica, 18 de marzo de 2011.

M. Patricia Donahue. Versión Española de la Obra original “Nursing. The Finest Art. An Illustrated History”. Publicada por The C. V. Mosby Company. Historia de Enfermería. Edición Española obra completa: 84-7592-239-2.
FOTO 010 In memoriam cincuentenario de su muerte. Estela funeraria

AGRADECIMIENTOS
Mª Guadalupe Díaz Cárabes
J. Roberto Colín Ortiz
José Cruz Pérez Serna
Daniel Ortiz Anguiano
María de la Paz Hernández Rivera
María del Carmen Amaro Cano

AUTORES
Jesús Rubio Pilarte

Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net