miércoles, 28 de julio de 2021

HOSPITAL DE SANGRE DE FUENTERRABIA 1937

 

 

Foto 1 Hospital de Sangre de Fuenterrabía en las Colonias Escolares “Doña Blanca de Navarra” reconvertido. En este suntuoso edificio, cedido por la Caja de Ahorros de Navarra, se halla instalado el Hospital de Fuenterrabía. Personal sanitario, 1937

 

A este Hospital da gusto volver

 

Con tal que la herida no sea muy grave, no me importaría volver por aquí.

Es lo que dicen algunos heridos cuando salen, dados de alta, del Hospital de Sangre de Fuenterrabía, en Gipuzkoa.

 

Y se comprende que lo digan. Más que Hospital, es aquello un Sanatorio de los caros. Para eso lo construyó suntuosamente la Caja de Ahorros de Navarra, que lo tenía destinado a sus colonias escolares y lo ha cedido ahora generosamente para los soldados heridos.

 

Al extremo del malecón del Bidasoa, al pie de Guadalupe y dominando la costa francesa hasta Biarritz, se alza este magnífico edificio de traza moderna y atrevida por fuera, y lleno por dentro de confort y comodidades. No es hoy el bullicio infantil el que alegra sus jardines; pero también los soldaditos que por ellos pasean están alegres, a pesar de sus heridas.

 

No puede menos de abrírseles el ánimo a la esperanza y el cuerpo a la salud ante el panorama espléndido de mar y de montaña que ante ellos se extiende.

 

Y por si ello fuera poco, allí está ese grupo de bellas enfermeras de Irún y Fuenterrabía para hacerles las horas agradables.

 

¡A ver si se dan por enterados!

 

El comandante Dr. Tortosa es el jefe de este grupo de establecimientos, que comprende el Hospital Militar de Irún, establecido en el antiguo Colegio de los Padres de la Doctrina Cristiana; el de la Cruz Roja del mismo Irún y éste de la Caja de Ahorros de Navarra en Fuenterrabía.

 

He encontrado al Dr. Tortosa en su despacho alegre y lleno de luz sobre la terraza. Estaba despachando con él Esperancita, la bella presidenta del grupo de enfermeras. No puedo llegar más a tiempo para lo que busco. Esperancita me ha dado una buena información.

 

— Mire usted, —me dice aunque sea inmodestia, le voy a decir que trabajamos mucho. Trabajamos las enfermeras, los médicos y, sobre todo, el director, que está en todos los detalles, pendiente de continuo de la buena marcha de los establecimientos.

 

Nosotras ponemos el trabajo, pero es necesario que otros pongan el dinero. ¡Necesitamos mucho dinero! El que ahora lo tenga y no lo suelte para los soldados heridos merece que le fusilen.

 

— ¿Tienen ustedes muchos heridos, Esperancita?

Lo que le puedo decir es que están ocupadas casi todas las camas, que son 450 entre los tres hospitales. Como esto es un Sanatorio más que otra cosa, vienen aquí a reponerse los convalecientes de otros hospitales.

 

Y diga usted también que esas camas nosotras mismas las hemos limpiado y las hemos pintado. No tenían ropa y nos la hemos procurado; no había colchones y los hemos hecho. Hemos limpiado, hemos barrido y hemos dado brillo a los suelos. Diga todo esto, dígalo que no. es inmodestia; son ganas de que todo el mundo se entere por ahí de que cada cual debe contribuir con lo que pueda en estos momentos. Porque es que nosotras hemos llamado también, de diversos modos a la caridad, pública y —hay que decir la verdad— la caridad pública se está haciendo un poco remolona.

 

Foto 2 Hospital de Sangre de Fuenterrabía en las Colonias Escolares “Doña Blanca de Navarra” reconvertido. En este suntuoso edificio, cedido por la Caja de Ahorros de Navarra, se halla instalado el Hospital de Fuenterrabía

 

Y para, que todo no sea hablar de nosotras —dice Esperancita— dedique usted también un elogio a la admirable abnegación de las seis Hermanas de La Caridad, que con nosotras trabajan y no deje de decir que los médicos doctores Vidaurreta, Cabrera, Bordetas y Montis, que, además del doctor Tortosa, tienen que hacer a los heridos curas tan delicadas; lo hacen voluntariamente y desinteresadamente.

 

Dicho queda por mi parte lo que Esperancita me ha apuntado. En resumen, señores capitalistas, en los Hospitales de la Frontera hace falta dinero, mucho dinero.

¡A ver si se dan ustedes por enterados!

 

Amargos Jipidos de un Morito sentimental

Nos ha cortado la conversación un morito, que entra a servirnos una taza de té, aromado con hierba-buena.

 

El morito, que es avispado y está deseando resultar agradable a los huéspedes de su comandante, no sólo nos sirve el té, sino que nos enseña a sorberlo como se sorbe en su tierra. Hay que tomarlo muy caliente. Se coge el vaso, -mejor vaso que taza- con dos dedos solamente para no quemarse; uno sobre el borde y otro bajo la base. Luego se acerca el vaso a los labios sin inclinarle mucho y se sorbe con fuerza. El aire sube, mezclado con la infusión, y evita en la boca la sensación de quemadura.

 

Foto 3 La terraza frente al mar, en las horas de paseo, con la presencia de enfermeras y convalecientes. Enfermeras con los soldados heridos

 

—Así, Ad-el Kader, mira.

Y el comandante Tortosa, que también ha estado en África, sorbe su té produciendo un ruido característico, que llena de felicidad el alma ingenua de Ad-el-Kader.

 

— Así, así. ¡Mucho bien, mi comandante!

La taza de té de Ad-el Kader hace derivar la conversación hacia los rasgos del carácter noble y caballeresco de los moros, que han venido a España.

 

El doctor Tortosa me cuenta:

— EI otro día uno de estos moritos cometió una pequeña falta, muy pequeña falta. Fue que como no estaba acostumbrado a beber vino, alguien le gastó la broma de ponerle a poca costa, un poco alegre.

Precisamente para que no se acostumbre a la bebida le impuse un castigo.

Se me echó a llorar amargamente y me decía entre suspiros:

Yo dejar padre, yo dejar madre por venir a defender España, yo querer mucho Franco, yo gritar siempre “¡viva Franco!” y ahora Franco castigar morito. ¡Quí pina! ¡quí pina!

 

Se le había quitado de pronto la borrachera y sus jipidos eran tan sinceros y tan amargos, que me enternecieron.

 

No hay para qué decir que le levanté en el acto el castigo.

 

¡Prepara la bandera Milagritos!

 

Además de descubrirnos rasgos de nobleza, que acaso no sospechábamos, en el carácter de los moros, la guerra actual ha reparado también una gran injusticia, reivindicando el buen nombre de los gallegos. Los gallegos son valientes. De la actuación de las Falanges de Galicia en todos los frentes podría hacerse una antología interminable de hechos heroicos.

 

Mientras tomábamos el té el doctor Tortosa me ha contado algunas anécdotas de heridos gallegos, que revelan el mismo temple.

 

— Uno de les primeros gallegos que pasaron por aquí, me dice el doctor, era un soldadito, que había caído herido en Robledo de Chavela. Venía a reponerse de una terrible herida, que le había destrozado el hombro derecho, dejándole e1 brazo completamente inútil. Era un muchacho de carácter dulce y tranquilo, de muy pocas palabras.

 

Un día al examinarle la herida, se me ocurrió decirle para consolarle:

— Hubiera sido peor en la pierna.

— Para mí, no —me contestó sencillamente.

— ¿Por qué?

— Porque soy sastre y no sé hacer otra cosa.

— Me lo dijo con pena, pero sin amargura. Cuando apareció el decreto creando el cuerpo de mutilados de la guerra, me acordé del soldadito gallego y corrí con alegría a comunicárselo.

— ¡Bah! —me dijo— Yo no quiero nada para mí. Con que gane España, tengo bastante.

— Para valiente —dice Milagritos, la linda enfermera hija del mismo doctor Tortosa —aquel falangista gallego, que murió en el hospital de Irún.

 

Foto 4 Paz y reposo. Mientras el doctor Tortosa despacha con sus auxiliares, los heridos y visitantes recorren los bellos parajes de la costa cantábrica

 

Y cuenta:

— Tenía amputada una pierna por cerca del muslo. Yo no sé cuánto tiempo estuvo en la cama, sufriendo horriblemente. Yo le cuidaba con particular cariño, porque estaba admirada de la entereza con que sufría. Vio llegar la muerte sin miedo. Los últimos días cuando yo me iba a despedir de él para volver a casa, me cogía la mano y me decía:

— ¡No te vayas, Milagritos, que esta noche me muero!

Cuando ya estaba agonizando, solo se acordaba de la bandera:

— ¡Prepara la bandera, Milagritos, que ya me muero! ¿Tienes ya ahí la bandera?

 

No es que estuviera delirando, es que nos había recomendado siempre que le pusiéramos sobre el ataúd una bandera española, y temía a última hora que nos olvidáramos de aquel encargo, que era toda su ilusión.

 

Así Murió un Soldado Valiente

 

El único que se ha muerto en este Hospital, añade el doctor Tortosa, era un soldado de Caballería de Ecija. No vino herido. Traía un reuma articular contraído en el campo, que se le complicó con una endocarditis y una fuerte pulmonía.

 

Cuando estaba agonizando fui a visitarle, conservaba toda su lucidez. Se estaba muriendo y él lo sabía. Se iba para siempre y me saludó al despedirme con el saludo de ordenanza:

— A sus órdenes mi comandante. ¿Manda usted algo?

Le mandé lo que se puede mandar en aquella hora. Le hablé sin miedo, como se puede hablar en cualquier momento a un hombre de su temple, aunque solo tenga como él los tenía, 22 años.

 

Vinieron al entierro el padre, la madre y la esposa, que había dejado en casa dos hijitas muy pequeñas. Tuve la satisfacción de explicarles cómo había muerto aquel soldadito valiente. Y veía yo, cómo los viejecillos, en medio de su dolor, se sentían orgullosos de ser sus padres.

 

Las Tres Estrellas

 

No todos han de ser recuerdos tristes. Para hacernos olvidar un poco la honda emoción que los relatos anteriores nos han producido, Lolita nos ha contado otra anécdota de hospital, que tiene un aire más alegre.

 

Fue en un Hospital de Irún, durante los días rojos. Claro está que Lolita no lo vio, porque ella no fue enfermera de los rojos; pero se lo han contado, con nombres y todo, y ella nos lo cuenta:

— Llegó un día al hospital —nos dice— un jefecillo, que tenía una herida insignificante en la pantorrilla. Malas lenguas aseguraban que aquella herida no se la había hecho el enemigo. Acaso tuvieran razón las malas lenguas.

 

La herida, como digo, no era muy grande, pero la administraba bien.

 

Decía que era capitán y exigía que se le atendiera y se cuidara con preferencia en todo a los otros pobres milicianos del montón, que llegaban del frente. El día que pudo ya levantarse de la cama para salir a dar un paseo, dándose postín de héroe con su pequeña cojera, se acicaló bien y se puso su flamante uniforme de oficial.

 

Foto 5 1ª. Las enfermeras se esfuerzan en hacer agradables las horas a los soldados heridos. 2ª. En este suntuoso edificio, cedido por la Caja de Ahorros de Navarra, se halla instalado el hospital de Fuenterrabía.

 

Alguien advirtió que llevaba dos estrellas, en lugar de tres, que es lo que corresponde al grado de capitán. Alguien se lo advirtió y él se quedó un poco corrido, pero lo explicó en seguida:

— Verá usted. Yo entré en una .tienda a comprar las tres estrellas. Me las dieron. ¿Cuánto es? —pregunté.

— Seis pesetas.

— ¿Seis pesetas? Eso es muy caro.

— Es el precio corriente en todas partes. Dos pesetas cada estrella.

— Bueno, el caso es que yo no traigo más que cuatro pesetas. Deme dos estrellas nada más. Me quedaré en teniente.

 

Foto 6 Colonia Escolar Caja de Ahorros de Navarra en Fuenterrabía. Fuente: Fernando Tabuenca González. Tesis Doctoral página 122. 1970

 

Estos eran, comenta Lolita, los jefes de los rojos. Al de nuestra anécdota le faltaron dos pesetas para ser capitán; pero es que además le faltaba todo lo que se necesita para ser valiente y abnegado. Cualquiera de nuestros soldados, a los que nunca he visto preocuparse más que de ponerse buenos para volver al frente podría ser general al lado de aquellos jefes que se gastaban los rojos.

 

— Y aún recuerdo, continúa Lolita, el caso de otro capitán rojo tan valiente o más que al anterior. Este era capitán de verdad aunque fuera rojo. Se pasaba el día levantando el puño por el paseo de Colón y repitiendo el “no pasarán” cuando los requetés de Beorlegui estaban todavía bastante lejos. Le hirieron en un bombardeo de aviación sobre las trincheras de San Marcial.

 

Cuando le estaban curando en un Hospital de San Sebastián oyó el ruido de un aeroplano que pasaba y le dio un síncope.

— No lo puedo remediar! ¡No lo puedo remediar!— decía disculpándose.

¡Tengo destrozados los nervios!

Y se estremecía como una señorita.

 

Hemos reído de buena gana las anécdotas que ha contado Lolita y cuando ya nos despedíamos vemos que llega al Hospital un soberbio automóvil, del que se apean unas elegantes señoras. Con un poco de indiscreción me entero de que vienen a hacer un donativo al Hospital. He visto que entregaban, unos billetes al doctor Tortosa.

 

Merecen que les hagamos una fotografía. Se la hemos hecho, sobre todo, para ver si el ejemplo cunde. J. de H (1).

 

Foto 7 Enfermeras donostiarras, abril de 1937

 

Agradecimiento: Esteban Durán León

 

Bibliografía

1.- Hospital de Sangre de Fuenterrabía. Semanario Gráfico de reportajes. Revista de Falange Española. 24 de abril de 1937

 

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020

masolorzano@telefonica.net

 

martes, 20 de julio de 2021

IMPERIO ARGENTINA ENFERMERA EN EL HOSPITAL GENERALÍSIMO DE SAN SEBASTIÁN 1937

 

IMPERIO ARGENTINA O MAGDALENA DE REY ENFERMERA DE ESPAÑA

 

Foto 1 Grupo de distinguidas Damas Enfermeras Donostiarras del Hospital del Generalísimo, que rodea a Magdalena de Rey (X), que también viste la blanca toca, en la verja del edificio de la Maternidad de San Sebastián, reconvertido en el Hospital del Generalísimo

 

El 18 de julio nos hallábamos en París —nos dice la gentil artista de la pantalla, la sin par Imperio Argentina— y puede usted figurarse con la angustia que recibimos la noticia del comienzo de la guerra, máxime si tiene usted en cuenta que en Madrid habíamos dejado a nuestro hijito y que las noticias que en principio llegaban hasta nosotros eran de un aplastante triunfo marxista (1).

 

Nosotros, que siempre habíamos realizado una labor derechista, estábamos verdaderamente asustados; una usted a eso que nos hallábamos sin una peseta y que de España no nos podía llegar ayuda ninguna, y comprenderá que pasamos momentos muy amargos: nos vimos obligados a abandonar el hotel y buscar una modestísima pensión.

 

Nos defendimos merced a las alhajas que teníamos, pero como nuestras deudas alcanzaban la suma de tres mil francos, nos vimos precisados a pedir auxilio; ese nos vino de La Habana, de donde nos ofrecieron un bonito contrato, que fue, por el momento, nuestra redención a metálico (1).

 

Camisas Azules

 

Cuando llegamos a La Habana, buscando noticias de nuestra España, nos pusimos en comunicación con los elementos de derecha que, por fortuna, abundan mucho; por ellos supimos que Falange Española tenía allí una Delegación y, sin dudar ni un instante, mi marido y yo nos afiliamos, convencidos de que las doctrinas de Falange serían la base de la nueva España, y ya ve usted cómo no nos equivocamos (1).

 

Foto 2 En el Hospital del Generalísimo pudimos verla vistiendo las blancas tocas. Imperio Argentina había desaparecido para dejar el puesto a Magdalena de Rey, que es como se llama la enfermera de España.

 

Y añade, con su característico gracejo;

— No, si yo soy vidente.

— Cundió enseguida entre los elementos de izquierda —añade Imperio— que Florián y yo éramos fascistas, y esto dio origen a que recibiéramos anónimos amenazadores conminándonos para que abandonásemos el país. Como usted comprenderá, no hacíamos ningún caso.

 

Acostumbrados a las películas de miedo, aquella película nos resultaba inocente. La inquietud que por aquellos días sentimos era debida a las confusas noticias que teníamos de España y que nos acongojaban porque casi todas acusaban triunfos rojos; luego tuvimos la explicación: eran ellos los que se adjudicaban esos triunfos. Pero como nosotros no sabíamos otra cosa...(1)

 

Renace la tranquilidad

 

Terminados nuestros compromisos en La Habana, fuimos requeridos para ir a Méjico; pero no nos pareció prudente, después de los anónimos recibidos en Cuba, y nos decidimos a volver a Europa y aceptar contrato en Alemania, de donde nos habían hecho tentadoras proposiciones.

 

Una vez en Alemania, supimos toda la verdad de lo que sucedía en España. Supimos las victorias de nuestro Ejército, que nuestro Caudillo Franco dominaba, en tres cuartas partes del territorio español, que para los marxistas la guerra estaba perdida; en una palabra, que España volvía a ser de España, y lloré, lloré lágrimas de tranquilidad, mejor dicho: lloramos, porque éste —y señala a su esposo— con todo lo grande que es, también lloraba como un chiquillo.

 

En Alemania fuimos recibidos por el Führer. ¡Qué gran hombre! ¡Y qué buen amigo de España! Y por deseo suyo vamos a hacer ahora “Carmen” en película. Se harán dos versiones: la española y la alemana, que dirigirá Florián, para que no haya nada de “españolada”, según deseos del propio Hitler (1).

 

¡Ay mi bandera!

 

Preguntamos:

— ¿Y cuál ha sido la emoción más grande que ha experimentado al volver?

 

— ¡Sí viera usted que todo me produce emoción! Claro que el volver a ver nuestra bandera en el Puente Internacional fue una de las mayores. Ver a usted: nosotros que tuvimos que esperar en Biarritz unos días para que se unieran a nosotros artistas que venían de Alemania; pues yo, todos los días hacía que me trajesen en el coche hasta Hendaya, para ver la bandera.

 

Eso sí, el primer día yo no sé cómo explicarlo, me quedé muda y sentí un escalofrío y unas ganas de llorar y de reir... Me dio la sensación de que había estado durmiendo una pesadilla y de que ahora volvía a despertar. ¡Ay, mi bandera!

 

Quiero hacer lo que puedo

 

Ahora voy a empezar a trabajar, pero mientras tanto, quiero hacer lo que pueda. Esta tarde iré a cantarles un poquito a los bravos soldaditos que están en el Hospital del Generalísimo, y mañana iré al Hospital Militar General Mola en Duque de Mandas y así sucesivamente (1).

 

Foto 3 Magdalena de Rey, la Enfermera de España, en la cabecera del soldado herido, le prodiga palabras de consuelo.

 

Los ratos que tenga libres ofreceré lo que yo sé hacer a los que lo dan todo por la Patria. Si fuese un muchacho, empuñaría un fusil; pero como no lo soy, tengo que conformarme haciendo lo que pueda (1).

 

En efecto: aquella tarde le vimos en el Hospital del Generalísimo de San Sebastián actuar a Imperio Argentina en honor de nuestros heridos y nunca hemos apreciado tanto su arte como aquella tarde, en la que sin trajes ni afeites se presentaba ante un público que la acogió con todo entusiasmo y que agradeció con palmas que lastimaban el oído y agradeció el rasgo de esta mujer encantadora (1).

 

Foto 4 Un cordial saludo de Imperio Argentina, por intermedio de FOTOS. Magdalena de Rey con una dama enfermera. Grupo de distinguidas Damas Enfermeras Donostiarras del Hospital del Generalísimo, que rodea a Magdalena de Rey, que también viste la blanca toca, en la verja del edificio de la Maternidad de San Sebastián, reconvertido en el Hospital del Generalísimo

 

Terminada su actuación en el improvisado escenario, recorrió las distintas salas, visitando a los que no habían podido abandonar el lecho y repitiendo el programa ante cada cama para que no hubiese uno solo que no disfrutase del espectáculo (1).

 

Foto 5 Elena Labayen, enfermera con dos enfermeras donostiarras. Hospital Militar Generalísimo Franco en Aldaconea en los jardines. Foto cedida por Elena Labayen. 1937

 

Correspondiendo al rasgo de la genial artista, el Patronato del Hospital, compuesto por las señoras de Solchága, Satrústegui, Olazábal, Múgica y Clausen, Margarita de Pedroso y Sturdza, Condesa de Pedroso, Isabel García-Ogara y Aguirre, Marquesa de Caviedes; Condesa de Fuerteventura, Marquesa de Tola y Carmen Torent, le firmaron el brazalete de enfermera honoraria, y al siguiente día realizó su primera guardia.

 

Pudimos verla vistiendo las blancas tocas y atendiendo las llamadas repetidas sin cesar de cuantos se encuentran en el Hospital, pues todos querían ver de cerca a la estrella cinematográfica, y es que Imperio Argentina había desaparecido para dejar el puesto a Magdalena de Rey, que es como se llama la Dama Enfermera (1).

 

Un herido le espeta la siguiente improvisación:

 

Enfermera de mi vida

con tu honor me curarás

las heridas que he sufrido

por la Patria sin cesar.

 

Enfermera de mi vida

hoy me encuentro mejorado

gracias a tu simpatía

y a lo bien que me has cuidado.

 

Y ella ríe, ríe gozosa, mientras se encamina a la capilla a rezar ¿por quién?... por todos, por qué se acabe la guerra, por nuestro Caudillo y por España. NIK (1).

 

1937 HOSPITAL DEL GENERALÍSIMO EN SAN SEBASTIÁN

 

Foto 6 El “Bigotes”, con su guitarra en la mano se dispone a despedirse de un camarada de la Falange hospitalizado con él. En la cocina. Una de las cocineras del Hospital vigila el sabroso rancho. El Edificio de la Maternidad de San Sebastián donde está instalado el Hospital. En una de las soleadas galerías, frente al mar, los soldados heridos reposan y escuchan la lectura de una gentil enfermera

 

El Hospital del Generalísimo en la Maternidad de San Sebastián o el de la buena suerte donde no muere ningún herido

 

A la entrada, en medio de un “hall” amplio y luminoso, adornado con banderas y retratos, el nuevo Hospital del “Generalísimo Franco”, inaugurado recientemente en San Sebastián y ubicado en el edificio de la Maternidad de San Sebastián (2).

 

Ofrece al visitante una curiosa vitrina donde aparecen unos cuantos volúmenes –el “Quijote”, el “Catecismo”, las “Cartas” de Santa Teresa de Jesús; las “Cartas a un escéptico sobre forma de Gobierno” de Pemán, etc.– y encima, esta sencilla y sabia inscripción: “Lo peor son los tontos adulterados por el estudio. Vacunación”.

 

Un patronato de Damas Donostiarras entusiastas, que preside la señora del general Solchaga doña Laura Figueroa de Satrústegui, y del que forman parte las señoras de Klausen, Satrústegui, Olazabal e Isabel García-Ogara y Aguirre Marquesa de Caviedes y en el que figura como secretaria técnica y administrativa doña Carmen Torent que se ha encargado de recibir donativos y de ir adquiriendo poco a poco el instrumental médico necesario.

 

Instalado en el edificio de la Maternidad de San Sebastián, un edificio grande y hermoso, rodeado de parque, el Hospital del “Generalísimo Franco” ya está en marcha.

 

-Tenemos deudas- dice el camarada teniente doctor Luis Morales, que es el director, pero ya las pagaremos. Por otra parte, esto no nos preocupa mucho.

 

Nuestro lema es: ya que en la retaguardia no podemos recibir un tiro, lo menos a que debemos estar dispuestos es a ir a la cárcel por no pagar.

 

Las enfermeras que escuchan la conversación sonríen.

 

Aquí no muere nadie

 

Oficialmente, el Hospital del “Generalísimo Franco” se inauguró hace dos semanas, pero ya funcionaba desde primeros de mayo de 1937.

 

Alrededor de un centenar de heridos, caídos todos en los frentes, están hospitalizados aquí, en las diferentes salas donde se alinean las ciento cuarenta camas de que dispone el Hospital.

 

Cuarenta enfermeras, dirigidas por siete monjas religiosas Hijas de la Caridad, se turnan todos los días en largas y duras jornadas de diez horas y de doce horas y hasta de catorce horas, que estas cumplen llenas de disciplina y entusiasmo.

 

Los heridos que llenan las salas se dejan dócilmente curar y vendar sus heridas y envolver por las manos blancas y suaves de estas abnegadas muchachas. Alguno sonríe agradecido, más con la mirada que con los labios (2).

 

Foto 7 Paquito, el bravo falangista, que es el benjamín de los hospitalizados, espera impaciente el momento en que sea dado de alta. Dos oficiales heridos toman el sol en el magnífico parque que rodea el Hospital. Las enfermeras distraen con sus lecturas y narraciones la forzada inactividad de los hospitalizados. Una vista parcial de la sala del “General Mola”

 

Vamos a ver Paquito, dijo el doctor Morales.

Paquito el benjamín de los heridos hospitalizados es un falangista donostiarra de diecisiete años, que cayó herido hace tiempo, en el frente de Santander, cuando luchaba al lado de los camaradas de la Columna Sagardía.

 

Tiene diez o doce heridas, producida por bala explosiva, y es un verdadero milagro cómo ha podido escapar a la muerte. Ya está entrando en la convalecencia, y pronto abandonará la cama.

 

Una enfermera se llega junto a él, le arregla el embozo de la cama y le ayuda a cambiar de posición.

 

¿Qué tal vas, Paquito? Le pregunta el director doctor Morales.

 

Es un muchacho animoso y alegre, de grandes ojos, que la fiebre ha agrandado.

Bien, mi teniente. Ya estoy desenado levantarme (2).

 

Foto 8 Soldados heridos con las enfermeras

 

La enfermera que acompaña al doctor teniente Morales, aclara:

Era uno de los casos de más gravedad, pero ya ve usted, está fuera de todo peligro.

 

Y el doctor Morales confirma:

Sí; es verdad. Pero es que este es el Hospital de la buena suerte. Todavía no ha muerto ninguno de los heridos hospitalizados aquí (2).

 

El “Bigotes” se va a lavar las manos

 

Es hacia las primeras horas de una tarde soleada y alegre y la mayoría de los soldados heridos han abandonado el Hospital para bajar al centro de San Sebastián y a la playa.

 

Vamos a buscar al “Bigotes” –dice el director– doctor Luis Morales. Se lo voy a presentar a ustedes. Es el elemento humorístico de la casa (2).

 

Foto 9 Soldados heridos y convalecientes

 

Recorremos galerías y salas, el comedor, las distintas dependencias; pero el “Bigotes” no aparece. Por fin, llegamos junto a él. Es un falangista extremeño, campesino de un pueblo de la provincia de Badajoz, que abandonó mujer e hijos para luchar por la Patria y por la Falange. Debe su apodo al hermoso mostacho de guías, del cual no ha querido desprenderse ni aun en los días en que no podían abandonar la cama. Ahora, ya completamente curado, se dispone a reintegrarse al frente. Está, guitarra en mano, obsequiando con unas coplas de despedida a otros dos falangistas heridos (2).

 

—Mañana, si Dios quiere, me voy, mi teniente— dice, dirigiéndose al director—. Ya tenía ganas...

 

Estate quieto, un momento, así como estabas —le suplica el fotógrafo—; te voy a hacer una “foto”.

 

¿Una “foto”?

El Bigotes” se retuerce las guías de su mostacho, se estira la camisa azul... Y bruscamente le acomete una duda.

Tengo las manos sucias; voy a lavármelas...

Se levanta y va a echar a correr, hacia los cuartos de aseo.

Y hay que hacer grandes esfuerzos para sujetarlo (2).

 

Foto 10 El “Bigotes” obsequia con unas coplas de despedida a dos de sus camaradas de la Falange. El magnífico “hall”, amplio, limpio y luminoso del nuevo Hospital “Generalísimo Franco”

 

Elogio de las Enfermeras

 

Todas las mañanas, todos los atardeceres, las enfermeras del Hospital del “'Generalísimo Franco” se extienden por la ciudad. Van y vienen a sus casas; unas, terminan, otras empiezan su guardia. Las verán ustedes, blancas, aladas, con su cruz azul en el brazalete, recorrer, presurosas, las calles, en busca del descanso, después de la dura jornada que otra vez han de empezar día siguiente (2).

 

¿Quién, hará el elogio de estas cuarenta muchachas y de los otros millares de compañeras suyas que cuidan a nuestros heridos?

 

“El día que acabe la guerra —se oye decir—; cuando nuestros jóvenes regresen de los frentes, después de liberar a España, se merecerán todo, se lo daremos todo...”.

 

Es lo justo. Pero, para estas muchachas, tan españolas y tan femeninas, que atienden a los heridos, que los curan y los vendan, que procuran animarlos y distraerlos, ¿qué recompensa se buscará? Quizá bastase una condecoración individual, con esta sencilla leyenda: “Cumplió con su deber, como española” (2).

 

Foto 11 Damas enfermeras donostiarras con las Hijas de la Caridad

 

Un Hospital Pobre

 

Hasta ahora, el Hospital del “Generalísimo Franco” ha recibido algunos donativos. Algunos hoteles y restaurantes de San Sebastián envían diariamente el postre para la primera comida; otros comerciantes mandan el vino, la cerveza y las gaseosas… Hay más donativos.

 

Pero, en general, un Hospital tiene muchos gastos. Se podría intensificar el envío de donativos, en objetos, en aparatos médicos, en dinero… Porque en nuestra zona no debe existir un Hospital pobre. Vamos, entre todos, a llevar allí —bien lo merecen sus moradores— la riqueza y la abundancia (2).

Jesús Lozano

 

HOSPITAL DEL GENERALÍSIMO FRANCO EN SAN SEBASTIÁN 1937

 

HOSPITAL MILITAR EN LA MATERNIDAD DE SAN SEBASTIÁN

 

ALDACONEA

 

Foto 12 Hospital Militar Generalísimo Franco en Aldaconea. Antigua Maternidad de San Sebastián. Foto cedida por Emilia Llopis, 1937

 

Se inauguró ayer día 16 de mayo de 1937, domingo el Hospital del Generalísimo Franco

 

Ayer tuvo lugar la inauguración del Hospital del Generalísimo Franco, instalado en la Maternidad de San Sebastián en Aldaconea.

 

El acto se verificó a las once de la mañana, celebrándose a la mencionada hora una misa rezada y a continuación tuvo lugar la entronización del Sagrado Corazón de Jesús, oficiando en esta ceremonia el Ilustrísimo señor Obispo de Solsona con asistencia de las autoridades e invitados.

 

Asimismo se procedió a la bendición de todos los crucifijos colocados en las salas destinadas a los heridos de campaña (3).

 

Las autoridades e invitados al acto fueron recibidos por las señoras que forman el Patronato para esta humanitaria y bienhechora obra en el que figuran la distinguida esposa del general Solchaga como presidenta, doña Carmen Torent y otras distinguidas damas cuyos nombres lamentamos no recordar en estos momentos (3).

 

Foto 13 Damas Enfermeras y Auxiliares de la Cruz Roja. Hospital Militar Generalísimo Franco en Aldaconea. Foto cedida por Emilia Llopis. 1937

 

Como director de este Hospital ayer inaugurado figura el prestigioso doctor teniente señor Morales al que se debe en gran parte la completísima instalación sanitaria de que ha sido dotado este benéfico establecimiento (3).

 

Fruto de los incansables y patrióticos trabajos de este grupo de distinguidas damas y del señor Morales ha sido la realización de esta magnífica obra que ha de merecer unánimes elogios de todos tan pronto como se sepa en toda su magnitud el esfuerzo realizado en pro de los heridos en campaña (3).

 

Verificada la ceremonia de la inauguración del mencionado Hospital se cursó el siguiente telegrama al Jefe del Estado, generalísimo Franco.

 

“Haciendo un homenaje a la síntesis del sentimiento español, nos hemos permitido tomar el nombre de S. E. en la inauguración del Hospital Militar Generalísimo Franco, efectuado en la mañana de hoy.

 

La idea del nombre nació del amor que los españoles le profesamos. El permiso para utilizarlo no es más que la consecuencia de la confianza de los hijos con el padre del españolismo. ¡Viva España! El Jefe de Sanidad”.

 

El Hospital del Generalísimo Franco inaugurado ayer es verdaderamente magnífico y la instalación sanitaria está hecha con arreglo a las más modernas orientaciones de la ciencia médica (3).

 

Como decimos, al acto de la inauguración asistieron todas las autoridades civiles y militares de San Sebastián y el Ilustrísimo señor Obispo de Solsona pronunció un sentido y patriótico discurso, ensalzando la magnífica obra humanitaria llevada a cabo por el Patronato del citado establecimiento benéfico y felicitando efusivamente a las distinguidas damas que figuran en él, así como al Director del mismo, doctor señor Luis Morales y personal facultativo y sanitario a sus órdenes.

 

El acto resultó brillantísimo, mereciendo la instalación del Hospital del Generalísimo Franco, unánimes elogios a los que unimos el nuestro sincero y efusivo (3).

 

Foto 14 Cabeceras de los periódicos del artículo. Unidad día 17, El Diario Vasco y La Voz de España día 18 de mayo de 1937

 

LA INAUGURACIÓN DEL HOSPITAL DEL GENERALÍSIMO

 

El domingo se celebró en San Sebastián la inauguración del Hospital del Generalísimo Franco en Aldaconea, magníficamente dotado de todos los elementos sanitarios.

 

INAUGURACIÓN DEL HOSPITAL DEL GENERALÍSIMO FRANCO EN ALDACONEA

 

A las once de la mañana del domingo se verificó la inauguración del nuevo Hospital del Generalísimo Franco, instalado en Aldaconea (4).

 

Foto 15 Militares, Hijas de la Caridad y enfermeras con un soldado herido. Hospital Militar Generalísimo Franco en Aldaconea. Foto cedida por Emilia Llopis. 1937

 

A dicha hora se dijo una misa rezada y luego se verificó la solemnísima ceremonia de entronizar el Sagrado Corazón de Jesús por el Ilustrísimo, señor Obispo de Solsona, al que acompañaron todas las Autoridades e invitados, bendiciéndose acto seguido todos los crucifijos colocados en las salas destinadas a los heridos en campaña (4).

 

Recibieron a las autoridades e invitados las señoras que componen el Patronato formado para esta tan humanitaria y bienhechora finalidad, en el que figuran la distinguidísima esposa del general Solchaga como presidenta y doña Laura Figueroa de Satrustegui, señora de Castillón, marquesa de Caviedes, Carmen Torent, etc., etc.

 

A este grupo de ilustres damas hay que sumar el nombre del teniente Morales activísimo director del nuevo Hospital a quien se debe en gran parte la completísima instalación sanitaria que se ha dotado a éste establecimiento.

 

Los trabajos incansables realizados por esas señoras y el director del establecimiento han dado como fruto la realización de su magnífica obra, que merecerá unánimes elogios de todos así que se sepa en toda su magnitud el esfuerzo llevado a cabo en pro de los heridos de guerra.

 

Al inaugurarse el Hospital del Generalísimo Franco, se dirigió al Jefe del Estado español el siguiente telegrama:

“Haciendo un homenaje a la síntesis del sentimiento español, nos hemos permitido tomar el nombre de S. E. en la inauguración del Hospital del Generalísimo Franco, efectuado en la mañana de hoy. La idea del nombre nació del amor que los españoles le profesamos. El permiso para utilizarlo no es más que la consecuencia de la confianza de los hijos con el padre del españolismo. ¡Viva España! El Jefe de Sanidad” (4).

 

Foto 16 Enfermeras donostiarras. Hospital Militar Generalísimo Franco en Aldaconea. Foto cedida por Elena Labayen. 1937

 

INAUGURACIÓN DEL HOSPITAL MILITAR “GENERALÍSIMO FRANCO”

 

Las autoridades durante la inauguración del nuevo hospital militar que lleva el nombre del Generalísimo

 

Desde el domingo día 16 de mayo de 1937, cuenta San Sebastián con un nuevo Hospital Militar, que lleva el nombre del Caudillo (5 y 6).

 

A las once de la mañana del domingo día 16 de mayo de 1937, comenzaron a llegar a la que fue “Casa de Maternidad” de San Sebastián las autoridades civiles y militares, el Prelado de Solsona, personalidades y aristócratas aquí residentes y muchos distinguidos invitados.

 

El “hall”, decorado con las banderas de Alemania, Italia, Portugal y España y retratos de los Jefes de estos Estados, con flores y macetas distribuidas con gusto, se llenó de público selecto, haciendo los honores el médico director del establecimiento, doctor don Luis Morales, y las señoras de Solchaga y de Pedroso.

 

En la capilla, donde se dijo una Misa, la imagen de la Milagrosa destacaba entre rosas y claveles, como promesa de salud para los heridos y triunfo victorioso para los que luchan por Dios y por España.

 

Foto 17 Hija de la Caridad con los soldados convalecientes. Hospital Militar Generalísimo Franco en Aldaconea. Foto cedida por Emilia Llopis. 1937

 

El Prelado de Solsona, previas las preces de rigor, entronizó en lugar preferente el Sagrado Corazón de Jesús y bendijo los Crucifijos que luego se colocaron en las salas del Hospital, entonando las señoritas enfermeras el himno del Congreso Eucarístico.

 

A continuación, el Prelado pronunció patrióticas frases después de saludar a las autoridades y a los que han contribuido a llevar a feliz término la instalación del nuevo Hospital.

 

“La casa hasta hoy no tenía Rey, dijo el Prelado; ya lo tiene en su trono; sólo los reyes tienen trono, y el Rey de reyes presidirá y bendecirá vuestros actos” (5 y 6).

 

Se dieron vivas a Cristo Rey, España, Franco y al Ejército victorioso.

 

Los invitados recorrieron todos los pisos del Hospital, donde todo se halla colocado con gusto exquisito y con aciertos reveladores de manos femeninas, pues los Cuidados de Enfermería los dan las Hermanas de la Caridad y las señoras y señoritas enfermeras, que están en la mayoría de los servicios. Muchas de ellas son Damas Enfermeras y Damas Auxiliares de la Cruz Roja (5 y 6).

 

Foto 18 Emilia Llopis, enfermera catalana que prestó sus servicios en el Hospital Militar Generalísimo Franco en Aldaconea. Foto cedida por Emilia Llopis. 1937

 

ENFERMERAS

 

Entre el hermoso plantel de Enfermeras figuran las señoras y señoritas siguientes:

Señora viuda de Saro; señoritas Basterra; Isabel Urruela; Julia de la Barrera; Encarnación Tapia; Amparo Rendueles; Pilar Olasagasti; Teresa Iturralde; Pilar Riart; Teresa Mendez Vigo; Elena Álvarez de Mon; Emilia Llopis; Mercedes de Aguilar; Luisa Olasagasti; María Luisa Larrañaga; Mercedes Urruela; Agueda Urruela; María Méndez de Vigo; Dolores Olasagasti; María Carmen Iturralde; Matilde Font Delás; y señora de Arcaute.

 

Foto 19 Hijas de la Caridad, enfermeras profesionales, Damas Enfermeras y Damas Auxiliares de la Cruz Roja en San Sebastián. En el hall de la Maternidad. Hospital Militar Generalísimo Franco en Aldaconea. Foto cedida por Emilia Llopis. 1937

 

Señoritas María Arana; Blanca Arana; Pilar Tapia; Blanca Montoya; María Antonia Llopis; María Teresa Echeverria; Ana María Villavecchia; Marquesa de Pescara; Sofía Puchol; Conchita Gutiérrez; Amalia de Pablo; Carito Pradera; Dolores Machimbarrena; Asunción Arana; Carmen Churruca; Rosario Echeveste; María Isidra Sicart; Victoria Díez; Teresa Garagorri; María Teresa Cepeda; Mercedes Garnica; Carmen Sitges; María Cepeda de Herrera; María Luisa Ferrer Vidal; Pilar Olavarrieta; Inés Villamarciel; Mercedes Pallejá; y Marbi Wakonigg.

 

Señoritas Iruega; Elisa Arteaga; Dolores Valier; Condesa de Casa Saltillo; Marquesa de Alonso Martínez; Pilar Franco de Danrella; Mercedes Arana; señora de Cremades; señora de Patiño; María Luisa Echagüe; Baronesa de Quadras; Marquesa de Albolote; María Torent; Carmen Torent; Lucía Eclafani; Concha Fernández de Córdoba; señora de Zarco y Concha Villamarciel.

 

Directora Enfermera: Señorita María Luisa de Pedroso.

 

Foto 20 Enfermeras con soldados heridos. Hospital Militar Generalísimo Franco en Aldaconea. Foto cedida por Emilia Llopis. 1937

 

Junta de Señoras del Patronato:

 

Presidenta Laura Figueroa de Satrústegui (señora del general Solchaga); señora de Klausen; Marquesa de Caviedes; señora de Olazábal; señora Sánchez Arjona; etc., etc.

 

El cuadro de doctores es el siguiente:

 

Director doctor Luis Morales. Y los doctores Enrique de la Riva, Luis Vasallo, Antonio Linazasoro; Manuel Ruiz Echave; Gerardo Cormenzana; Ignacio Galdós, José Rodríguez Arias; José Luis F. Matamoros; Darío Iruegas; Armento; Rubio; Roque y Carlos Segura.

 

En las oficinas del Hospital prestan servicios los señores don Miguel Yurrita y don Ángel María Tejada.

 

El domingo había hospitalizados 136 soldados, la mayoría, casi todos por fortuna, en periodo de restablecimiento.

 

La impresión que produce la visita al Hospital “Generalísimo Franco” no puede ser más consoladora, pues es una prueba palpable de que en la retaguardia se procura por todos los medios proporcionar a nuestros valientes, una rápida curación y toda clase de cuidados y atenciones, bajo la dirección del doctor don Luis Morales, joven médico militar, cuyo acertado nombramiento oímos ponderar merecidamente. Al Jefe del Estado le fue enviado un telegrama el día de la inauguración, firmado por el Jefe de Sanidad de Gipuzkoa (5 y 6).

 

Foto 21 Enfermeras e Hija de la Caridad con una señora de la Junta del Patronato. Hospital Militar Generalísimo Franco en Aldaconea. Foto cedida por Emilia Llopis. 1937

 

Foto 22 Sello del Hospital Militar Generalísimo Franco. San Sebastián. Firma del director doctor Luis Morales, 1937

 

El papel de las enfermeras en el campo de batalla y en los hospitales de campaña y hospitales de sangre resultó completamente imprescindible y heroico, sobre todo si se tienen en cuenta las durísimas condiciones en las que tuvieron que desarrollar su principal labor: cuidar y velar por el bienestar de los enfermos y heridos en combate y ayudarles y acompañarles en sus últimos momentos, despidiéndose de este mundo (7).

 

Foto 23 Hospital Militar Generalísimo Franco en Aldaconea. Antigua Maternidad de San Sebastián. Foto cedida por Emilia Llopis, 1937

 

Pero la persona que tuvo la mayor influencia para la profesionalización de las enfermeras fue la Reina Victoria Eugenia de Battenberg (1887 – 1969), monarca consorte de España por su enlace matrimonial con el Rey Alfonso XIII (1886 – 1941) y nieta de la Reina Victoria I del Reino Unido (1819 – 1901). Escocesa de nacimiento, la Reina Victoria Eugenia había conocido de muy cerca toda la filosofía y la obra llevada a cabo por Florence Nightingale y la creación de su Escuela de Enfermeras en Londres, auténtica pionera y precursora mundial de la Enfermería Moderna (7).

 

Foto 24 Enfermeras con soldados heridos

 

Las décadas se sucedieron y con ellas los conflictos políticos y sociales, con sus consiguientes cambios. Pero no fue hasta la segunda república, instaurada el 14 de abril de 1931, cuando la historia de la enfermería registró de nuevo un cambio en su trayectoria. El gobierno republicano quiso equiparar los derechos de las mujeres españolas a los de sus compatriotas en otros países, y uno de los principales estandartes de esta emancipación fue el establecimiento del derecho a la educación (7).

 

Sin formación, las mujeres no podían alcanzar puestos de trabajo remunerados y obtener, en consecuencia, independencia económica. Tampoco podían salir de casa y dedicarse a actividades profesionales que hasta el momento, habían estado reservadas a los hombres.

 

Otro de los cambios que supuso la Guerra Civil, tanto para las enfermeras como para las mujeres en general, fue que éstas encontraron en el ejercicio de esta profesión un salvoconducto para traspasar las barreras de sus hogares y de los trabajos (habitualmente muy mal remunerados) que se les tenían asignados por cuestión de sexo, y alcanzar de este modo algunas libertades que se les tenían vetadas (7).

 

Foto 25 Edificado en la cuesta de Aldaconea de San Sebastián. Hoy en día es Nazaret Fundazioa (septiembre de 1996), anteriormente Escuela Hogar Virgen del Coro (Obra social de la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián. Finales de 1953). 1 de diciembre de 1932 Maternidad de San Sebastián

 

Agradecimiento: Esteban Durán León

 

Foto 26 Enfermeras donostiarras. Hospital Militar Generalísimo Franco en Aldaconea. Foto cedida por Elena Labayen. 1937

 

Bibliografía

1.- Imperio Argentina o Magdalena de Rey Enfermera de España. Semanario Gráfico de reportajes. Revista de Falange Española. 11 de septiembre de 1937

 

2.- Revista de Fotos de Falange. 29 de mayo de 1937

 

3.- Unidad. Año II. Número 206. Lunes 17 de mayo de 1937. Página 2

 

4.- Diario Vasco. Año IV. Número 723. Martes 18 de mayo de 1937. Páginas 1 y 4

 

5.- La Voz de España. Dios + Patria + Rey. Año II. Número 206. Martes 18 de mayo de 1937. Páginas 1 y 2

 

6.- Hospital del Generalísimo Franco en San Sebastián, 1937. Hospital Militar en la Maternidad de San Sebastián. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el lunes día 1 de junio de 2020

https://enfeps.blogspot.com/2020/06/hospital-del-generalisimo-franco-en-san.html

 

7.- Enfermeras: Primera y Segunda Guerra Mundial y Guerra Civil Española y Cruz Roja. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el martes día 29 de diciembre de 2020

https://enfeps.blogspot.com/2020/12/enfermeras-primera-y-segunda-guerra.html

 

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020

masolorzano@telefonica.net