jueves, 19 de mayo de 2022

MEDIOS CURATIVOS DE LA PHTISIS 1784 Y 1887

  

Foto 1 Medios Curativos de la Phtisis 1784. Tratado de la Phtisis, sus symptomas, sus causas, sus diferencias y curación. Por M. Jeannet des Longrois, Doctor Regente de la Facultad Médica de Paris. Traducido al castellano por Don Ramón Fernández, Profesor de Cirugía. Madrid, en la imprenta Real M.DCC.LXXXIV. 1784

 

La especial obligación que mi profesión tiene de atender al bien de la humanidad, y la dificultad de poderla cumplir perfectamente, exigen una exquisita indagación de aquellos Maestros que dotados de superiores luces, exercitadas en una dilatada experiencia, enseñan las reglas mas seguras, y establecen la mas sólida doctrina, capaz de perfeccionar las ideas que la Facultad imprime en los principiantes; por eso la Divina providencia, interesada en el mejor gobierno del Universo, no podía recatar su franqueza sin concedernos Doctores sublímes, que prescribiendo los mas sólidos medios conduxesen la especie humana al felíz y mas apetecible estado de la salud, y aun la conservasen. ¡Mas que digo! Tan pródiga se ha manifestado en esta parte, que dudo haya enriquecido á las demás ciencias naturales con tantos y tan hábiles Maestros como á la ciencia de la sanidad. Todas las gentes, las naciones mas bárbaras, aun las mas distantes y enagenadas de la bella cultura de las letras, han tenido Físicos nada inferiores á los de las Provincias cultas, y por un suave y oculto influxo se han comunicado los Reynos sus felices progresos, haciéndose por este medio comunes los particulares y útiles descubrimientos de la Física. Animado yo de este espíritu, y deseoso de la salud pública, determiné dar á la prensa la traducción de la excelente obra que escribió en Francés M. Jeannet de la Pthisis pulmonar, persuadido á que el Público Español hará, como sabe, el correspondiente aprecio de uno de los Maestros mas excelentes que ha tenido Francia en nuestro siglo (1).

 

La particular exposición que de la referida enfermedad hace el Autor, la energía, claridad, discreción y eloqüencia con que la trata son los testimonios mas convincentes del mérito de la obra, y de la utilidad que los Españoles podemos sacra de ella, especialmente no teniendo en nuestro idioma libro alguno que trate particularmente de este mal. Podia dar una idea tan perceptible como prolixa de la razón de la traducción , y aunque no agena de este lugar, asi por no abultar el volumen, como por no molestar á los lectores, la omito: solo sí afirmaré con verdad dos cosas: la primera, que si se lee con atención se verá claramente que no es fácil hallar otra obra de esta clase mas llena de provechosas instrucciones, ni de estilo mas sincero y eloqüente (caracteres los mas apreciables en los libros, que no solo deleitan, pero empeñan á la mas ociosa curiosidad á su lectura): la segunda, su utilidad, no solo á los Profesores, sino también á todo Ciudadano que desee evadirse de tan terrible mal, ó precaverle en su posteridad, pues la claridad con que explica M. Jeannet la naturaleza de la Phtisis, la exactitud con que describe sus symptomas, averigua sus causas, señala las diferencias y determina el método de su curación, no pide necesariamente un entendimiento ilustrado de los principios médicos, sino solo una mediana capacidad y natural reflexîon: esto es lo que puedo decir en recomendación de la obra, y del motivo que me estimuló á verterla en nuestra lengua. En orden á la versión confieso sinceramente estará imperfecta, yá por no guardar rigurosamente el estilo y espíritu que observa el Autor, como por no ser tan ajustada como se pudiera desear (1).

 

La lengua francesa está hoy en el mayor punto de elegancia, por lo que no será extraño no comprehenda bien toda el alma de sus expresiones quien está poco versado en ella, y no se ha exercitado hasta ahora en el uso de la traducción, pues la presente es el primer ensayo. He procurado huir de los galecismos (detestables de todo crítico castellano), y de todas aquellas expresiones que pueden desdorar la magestad de nuestro idioma, poniendo todo cuidado en expresar castizamente los pensamientos del Autor. Espero será bien recibido mi corto trabajo, si no por su mérito, á lo menos porque cede en beneficio de la humanidad, y porque aun quando haya agraviado al estilo, no la orden ni á la materia: y tengo mi parte de consuelo en que siendo menos lo que defraudo es mas lo que comunico, y esto es lo que vale.

 

Foto 2 Medios curativos de la Phtisis. 1784

 

Prefacio

El cuidado de mi propia salud, y el amor á mi Profesión, me han determinado á hacer un estudio particular de la Pthisis pulmonar; y tal vez no le hubiera emprendido si mi débil constitución, mala conformación de pecho y otros symptomas, nada equivocos á la disposición de Phtisis, no hubieran puesto con evidencia á mis ojos los peligros que me amenazaban; por lo que el cuidado de mí mismo me hizo aplicar desde los principios de mi carrera en Medicina á el exâmen de esta enfermedad; motivos que me hicieron consultar con el mayor cuidado los Autores que han escrito sobre esta materia, meditar y comparar sus sentimientos, analizar sus obras, con los que llegué á conseguir un  recurso metódico de los mejores preceptos que han sido dados en diferentes tiempos sobre la Phtisis.

 

Lo que presento al Público es el fruto de mis lecturas y observaciones personales, uniendo algunos reparos particulares, que la práctica me ha enseñado, y unas reflexîones muy propias, las que creo sean de mucha utilidad; yo seré bastante recompensado en mis desvelos; si el Público se digna acoger este tratado, y que de él saque la utilidad que deseo.

 

Introducción

Pthisis pulmonar, enfermedad de pecho; tales son los nombres que han dado á aquella enfermedad que ataca, consume y destruye el pulmón: yo los emplearé indistintamente, aunque en rigor cada uno de ellos tenga una terminación particular.

 

La Pthisis, una de las mas crueles fieras de la humanidad, y quasi siempre el escollo de la Medicina (Aseguro con ingenuidad que en 37 años que yo exerzo la Medicina no he podido curar radicalmente aquellos que tenían los pulmones ulcerados, aunque he puesto todos los medios que me han parecido propios para este efecto; y no sé si habrá habido algún Médico mas dichoso que yo), no es enfermedad nueva, parece que ella ha exîstido siempre; los Médicos mas antiguos han escrito de ella; Hipócrates la describió, y sus observaciones han dado materia á los aforismos, que hoy se les tiene  por el secreto de la naturaleza.

 

En general la Pthisis sea adquirida ó hereditaria, no hace sus estragos mas que desde la edad de diez y ocho á treinta y cinco, porque en esta edad el sixtéma bascular y fibroso es muy tenso, y los flúidos gozan de un estado escesivo de calor y fermentación; raramente se ven los niños en este peligro; la dulzura de sus humores, la especie de insensibilidad moral en que ellos viven; el silencio de las pasiones fuerte; la vida arreglada y sumisa á un régimen á un régimen de educación simple, todo esto concurre á alejar de ellos un contagio tan funesto: en la edad viril no se está mas sujeto á la Pthisis que en la infancia. La energía de la fibra, que existe en su integridad, la efervescencia de la sangre debilitada, el fuego de las pasiones ya calmado, y la plenitud de las fuerzas de la vida, todas estas causas hacen mas raro en los adultos (sin embargo, sucede algunas veces á las mugeres ser atacadas de la Phtisis, por ser la edad en que la naturaleza las prepara una existencia opuesta por la crisis, que las hace cesar de sus reglas é infecundas), los embarazos del pulmón, ó los disipan con facilidad: los de avanzada edad no están libres de las enfermedades de pecho, con la diferencia que están mas sujetos á los catarros que á la Phtisis propiamente dicha.

 

Se deben distinguir dos suertes de Pthisis, una lenta y otra aguda: los que están sujetos á una Phtisis lenta viven ordinariamente largo tiempo; sobre todo, si sus humores son benignos, si no son afectados de algún vicio, y si la úlcera es poco dispuesta á la inflamación.

 

Foto 3 Nociones de Fisiología e Higiene. Madrid 1872

 

La Phtisis aguda es al contrario, hace unos progresos muy rápidos, la intensidad de la fiebre, su calor hirviente, las evaquaciones coliquativas escesivas y la gangrena precipitan la carrera del enfermo, y añaden la violencia y malignidad de la enfermedad.

 

Los Médicos en todos tiempos han sido sumamente ocupados en buscar los medios propios para convencer la Phtisis; pero ellos tienen el dolor de no haber descubierto hasta el presente ningún específico; de tal modo, que en el día es reputada por incurable, especialmente quando los enfermos han pasado al segundo periodo: siempre ha habido (y lo mas doloroso es que haya en el día) charlatanes que se alaben tener específicos para curar la Phtisis, con lo que engañan al Público, no acosta de pocas víctimas: la luz de la experiencia ha destruido y disipado en parte estas vanas promesas, siendo cierto que hasta hoy ningún Médico ha encontrado el medio victorioso para triunfar constantemente de la Phtisis confirmada; se prolongan los días del enfermo, se suavizan sus penas, y se disminuyen sus dolores; pero comúnmente su pérdida no es menos segura, y nada puede quitarle de una muerte cierta.

 

No digo por esto que voy á presentar á los Phtísicos un remedio soberano en toda suerte de casos (pues estoy convencido que en la Phtisis hay estado que no admite ninguna curación); lo que yo me propongo es hacerles ver á varios de mis compatriotas los medios de precaver, ó convencer á tiempo una enfermedad tan cruél que se dilata prodigiosamente, y contra la qual todos los cuidados son pocos: mi principal idea será tratar este asunto con orden y simplicidad, á fin de ser entendido de todos los lectores; evitaré por esta razón quanto me sea posible las difiniciones y disertaciones escolásticas; y si alguna vez uso de circunlocuciones será para dar el valor y sentido que en si tengan las expresiones ténicas.

 

División de la obra

Se dividirá la obra en quatro partes; la primera tratará de los symptomas de la Phitis en su duración, su graduación sucesiva, y la distinción de sus tres periodos.

 

La segunda tratará de las inumerables causas que producen la Phtisis, del modo que esta obran sobre el pulmón, de los accidentes que se siguen, de la naturaleza del virus tabífico, y de su comunicabilidad; después desenvolveré las causas de la freqüencia de esta peste de la humanidad; en fin, estableceré su diacnóstico y su pronóstico.

 

En la tercera se tratará de las enfermedades que puedan tener alguna analogía con la Phtisis, las compararé y trazaré la línea de demarcación que las separa; terminaré esta parte indicando las enfermedades extrañas que regularmente dan nacimiento á la Phtisis.

 

La quarta será dedicada á la prophiláctica ó historia de los medios curativos, antiguos, modernos, empíricos y propios á los diferentes periodos de la Phtisis; propondré en seguida los remedios que me parece deben preferirse; indicaré las circunstancias donde el uso será saludable ó esencial; en fin, presentaré un sumario de las complicaciones mas ordinarias de la Phtisis.

 

Primera Parte Symptomas de la Phtisis

Las personas atacadas de la Phtisis padecen dificultad en la respiración; tienen el aliento corto; se sofocan quando quieren correr ó caminar con viveza, con especialidad si suben alguna escalera con aceleración: algunas veces tienen el color encendido, y otras muy pálido; generalmente ceniciento por la mañana, pero después del reposo sus mexillas se ponen encarnadas, de un rubio vivo y purpúreo, aunque estriado: también suelen mostrar algunas manchas blancas cortadas y limpias, ó de un color de almendra; sienten dolores en el dorso ó en el pecho, y varias veces en las dos partes; tienen las palmas de las manos muy calientes, y se quexan de un calor excesivo en todo el ámbito del cuerpo: no pueden dormir mas que de un lado; alguna vez sobre el dorso, y otras boca abaxo; tienen tos, y los exputos que arrojan son espesos ó espumosos, son habitualmente consumidos por una pequeña fiebre lenta, que recarga en la tarde después del reposo; su carne es blanda; su debilidad extrema; en fin, el olor de su sudor y el de su transpitación es molesto.

 

Foto 4 La ciudad de San Sebastián vista desde Urgull. 1813

 

Los Phtísicos tienen la voz ronza y temblorosa, toda la superficie de su cuerpo (excepto las mexillas (es de color ceniciento; tienen un disgusto universal, y son atormentados de una sed extarordinaria; su pulso es pequeño, duro y formicante.

 

Sin embargo, no se debe creer que todos los enfermos de pecho padezcan siempre estos symptomas: se han visto morir Phtísicos sin padecer ninguno de estos accidentes, y han perecido en la seguida de un vómito de sangre, ó por la sola coliquacion de los humores.

 

La Phtisis (asi como todas las demás enfermedades) tiene una seguida regular; los tres periodos que se pueden distinguir en tres estados, caracterizados por los tubérculos, la fiebre y la supuración, con unos symptomas que les son particulares: á saber.

 

El primer periodo principia ordinariamente por una pequeña tos, seca y bastante freqüente; las noches son algo inquietas y agitadas; el pecho muy caliente, y tal qual vez dolor ó punzadas en él: en ciertos enfermos después de una tos un poco fuerte se vé sobrevenir unos exputos mucosos, teñidos de algunas pintas de sangre, y de resultas vomitarla rutilante y purpúrea; cesar el vómito, y quedar los exputos coloreados de una sangre viva, y de un rubio encendido: les sube un ardor grande á la cabeza; la respiración es corta, la piel seca, la voz fuerte, pero un poco ronca; la lengua es bella y muy limpia; las orinas quedan semejantes al estado natural.

 

El paso del primero al segundo periodo de la Phtisis se anuncia regularmente por unas pequeñas orripilaciones, que sobreviven con irregularidad.

 

Los enfermos han llegado al segundo periodo de la Phtisis quando la tos continúa, y aumenta de intensidad, sobreviene la fiebre, y se enciende; entonces la tos se hace mas fuerte y sonora; los exputos mezclados de sangre son mas abundantes; la lengua se pone sucia, el apetito se deprava, y los enfermos se quexan de haberle perdido; no obstante que ellos tienen apetencia por unas cosas singulares y extrañas; exîste en ellos una disposición habitual al vómito después de haber comido; su voz es fuerte pero mas ronca y profunda; tienen la respiración difícil, las noches muy agitadas, el sueño inquieto y muy ligero, el cuerpo y las palmas de las manos están demasiado calientes; el estómago llena mal sus funciones; la fiebre se aumenta después de la comida, y por la mañana declina; los pechos se desecan, no quedando en ellos mas apariencia que la pápila; las orinas son generalmente rubias, muy cargadas y en pequeña cantidad.

 

El último grado es anunciado por la purulencia de los exputos; en este estado se hace la voz delgada, y se oye muy profunda; la vista toma un color plúmbeo; los ojos se ponen tiernos y undidos; el velo del paladar es roído de pequeñas úlceras; el aliento pútrido; la secación extrema; los cabellos se caen; las fuerzas se pierden; las facultades del espíritu bastardean, y pierden toda su energía; el cuerpo y todas las evaquaciones exhalan un olor fétido; se vé en las orinas unos cuagulos purulentos, efectos necesarios de la coliquacion universal de los humores; las carnes son excesivamente blandas, y sobrevienen sudores sumamente pegajosos sobre el pecho, los que se hacen generales, y aumentan prodigiosamente por la noche; sobreviene la diarrea; la respiración es mas laboriosa, y hay imposibilidad de dormir sobre tal ó tal lado; la fiebre es contínua; el estómago pierde toda su energía, se sigue la debilidad y tristeza, y muere el enfermo en las ansiedades de una sofocación penosa, ó se queda con la apariencia de gozar de un sueño tranquílo.

 

Exputo: se reconoce el exputo por muchas señales. Primera: puesto sobre los carbones encendidos exhala un olor de una fetidez que le es propia. Segunda: aunque parece bastante espeso es sin embargo flúido, desnudo de partes fibrosas y de ningún modo glutinosas. Tercera: su color varía, algunas veces es eruginoso, otras amarillo, pero lo mas regular es ser ceniciento ó negricoso. Quarta: se precipita al fondo del agua, y se disuelve si está cociendo, propiedad que le es común con los exputos de los escorbúticos.

 

Los sudores a la noche: me parece que estos sudores nocturnos son producidos; lo primero, porque siendo acre y caliente el aceyte atenuado, y privado de las qualidades plásticas necesarias á un aceyte de buena calidad, se trasuda y sale a través de los tubos capilares de los mismos vasos que él debía reparar: lo segundo, por el relajamiento de la fibra, y la remisión de movimiento extraordinario de la sangre que ha ocasionado la fiebre lenta, cuyo efecto es aumentado en la tarde después de haber comido; en efecto, este movimiento pone la sangre en un estado incendiario, exprime la serosidad, cuya excrepcion por la piel es favorecida por el reposo y el calor dulce de la cama; estos sudores parece alivian al enfermo, y se cree escapado de las puertas de la muerte, fundando sobre ellos toda su esperanza, creyendo burlar á todos los proyectos que él no executará jamás; pero en la tarde su sangre debilitada y desecada por la disipación de las partes serosas y linfáticas adquiere un grado más alto de inflamación; en este estado (la recaida de la fiebre, su agitación y los otros symptomas) se agrava, y se opéra la destruccion de esta débil máquina (1).

 

Foto 5 La leche de Muger, de burra, de cabra, de yegua y de obeja. 1784

 

1887 TRATAMIENTO DE LA TUBERCULOSIS

 

Con arreglo a la manera de ver del higienista inglés Edwin Chadwick, que ha puntualizado el valor económico de la vida y la salud, la enfermedad y la muerte, resulta que la tisis es la más cara de las epidemias y cuesta a Europa más de 2.000 millones de pesetas anuales (2).

 

Primero, por ser la afección más larga; el cólera dura unas horas, la difteria unos días, la viruela unas semanas, el tifus lo más unos meses; esta, cuando menos, unos años; como que empieza, si vale la paradoja, mucho antes de empezar: su explosión es la amenaza perpetua e inminente de todas las constituciones débiles o debilitadas, en que pérfidamente se insinúa y mina sin descanso; y solo la botica cuesta tanto que, por ejemplo, muchas comarcas palúdicas habrían podido desecarse y sanearse con lo que llevan gastado en quinina (2).

 

Además, la frecuencia de la tisis iguala a su duración: la civilización ha concluido sucesivamente con las epidemias del hambre y el desaseo, la púrpura hemorrágica y la gangrena espontánea de la Edad Media, la lepra y la peste; pero fomenta esta, y aun la provoca estancando el aire respirable en los apiñados y densos hormigueros de sus metrópolis y sus fábricas, como el estancamiento del agua provoca la malaria; y mientras el cólera y el vómito no arraigan, por fortuna, fuera de sus focos de origen, y sus accidentales incursiones son cada día más raras y menos violentas, la tisis es cosmopolita y en todas partes se aclimata y naturaliza en permanencia (2).

 

Y en fin, mientras la viruela y el tifus se previenen o se curan, no hay hasta ahora profilaxia ni terapéutica seguras contra la infección tuberculosa; ella esteriliza toda solicitud y toda sacrificio y malogra todo ideal y toda esperanza: y precisamente en la edad en que más risueña y apetecible se presenta la vida, arrebata la sexta parte de la población del globo -Edwin Chadwick- cuando se ha gastado en ella el máximo de lo que se impone en preparar al animal bípedo a que se haga reproductivo: mucho más que si se hubiera criado sana, o se hubiese muerto antes o al nacer, y sin haber podido contribuir con su trabajo ni profesión al sostenimiento de la pública riqueza; sin haber redituado absolutamente nada. Véase si hay un gran interés en combatir semejante plaga (2).

 

Desgraciadamente la profilaxis hasta ahora adoptada contra su desenvolvimiento es algo como poner los ratones un cascabel al gato: muy racional, pero de dificilísima ejecución.

 

Por ejemplo: languidece en lenta asfixia la llama de la vida, la combustión nutritiva intersticial, aparte la pobreza o escasez del combustible o alimento, ya por falta de tiro, por insuficiencia del fuelle pulmonar, ya por enrarecimiento, y viciación del aire en nuestros centros de población, donde respiramos la hez de la atmósfera, como dice gráficamente un higienista así también se apaga la llama de una antorcha en una cueva cerrada (2).

 

Pues obvio es que ambas se reanimarán al estimulo de la ventilación, su excitante natural, sin contar con que en la máquina viva «la función forma al órgano» y el ejercicio le robustece en lugar de gastarle; de aquí el régimen, espartano e inglés, del endurecimiento físico para fortalecer y aguerrir gradualmente contra las inclemencias atmosféricas y desde su primera infancia los organismos delicados: -lociones cotidianas de agua fría, exposición prolongada a la intemperie y a la luz, y ejercicio activo en el campo: gimnástica respiratoria, más que volatinera, que atienda a desenvolver la cavidad del pecho tanto como la musculatura: de aquí también el imponer obligatoriamente estas prácticas en el asilo y en las escuelas para impulsar el desarrollo del vigor y del carácter paralelamente al del sentimiento y la inteligencia (2).

 

Pero pedir, sobre todo en nuestra patria, la cultura individual y el celo oficial que se necesitan para generalizar hidroterapia casera y gimnasia escolar, y que se meta a los niños más aire en el pecho que en la cabeza, es pedir la luna.

 

Foto 6 Vista general de San Sebastián. Grabador: Pannemaker. Oasis, el viaje al pais de los fueros - Juan Mañe y Flaquer. Grabado basado en una fotografía de J. Laurent. Museo Zumalakarregi. 1879

 

Por inverso método, cuando no se ha conseguido adaptar el organismo a las inclemencias atmosféricas, se intenta adaptar el clima a la susceptibilidad orgánica. De aquí las estaciones invernales, o más prolongadas y aun indefinidas, en localidades de exponente meteorológico más constante o benigno, o ambas cosas a la vez: se busca el aire puro de las montañas en los sanatorios de los Alpes Suizos y el Pirineo francés; el aire tibio de las costas desde Málaga y Niza hasta los llanos de Almería y el bajo Egipto, y la conjunción de ambas ventajas en las islas de la naranja y de la viña de Chipre y Madera, Azores y Canarias (2).

 

Este sistema ha dado a los ingleses maravillosos resultados: y evidentemente, es el único que permite ejercer sobre el pulmón una acción natura y suave a la vez que directa y sobre todo continua: conjunto de incontestable superioridad en un proceso crónico de órgano tan importante, que no puede inmovilizarse como un miembro fracturado, ni descansar durante el sueño como los músculos o los sentidos, y cuya faena no se limita a tres o cuatro operaciones por jornada como la del estómago, sino que ha de continuarse incesantemente día y noche a razón de diez y ocho respiraciones completas por minuto, término medio.

 

Pero no hay que acudir a Chadwick para comprender lo enormemente dispendioso de viajes y destierros tan prolongados, abandonando por fuerza estudios y negocios, profesión y trabajo, y cómo apenas llegará al uno por ciento la proporción de enfermos que puedan pagarse tanto lujo, mientras la inmensa mayoría de ellos queda imposibilitada de beneficiar este heroico recurso.

 

Edición económica y menguada del tratamiento climatérico son nuestras campañas balnearias de verano- pot pourri en que hay un poco de todo y de todo un poco, que pone en juego multitud de resortes curativos, bien que lastimosamente desnaturalizados por la moda y el mercantilismo.

 

Tales atractivos de los viajes cuando sus molestias no son mayores; el descanso de las vacaciones cuando la instalación lo permite; el estímulo del cambio de aires cuando en él no se sale perdiendo; el alivio de algunas inhalaciones que suman hasta cuarenta y ocho horas de atmósfera escogida por temporada; y el refresco de algunos vasos de agua azoada, que se podían tomar sin moverse en todo el año (2).

 

Y un mes de semejante régimen ha de servir de garantía contra el agressus continuo de los once restantes, y los rigores del invierno, y las transiciones estacionales…

 

Verdad que a este tratamiento puede asociarse todo el dilatado repertorio de la dietética y la farmacología; aperitivos, eupépticos, neurosténicos y constituyentes, -la estimulación por el alcohol- la alimentación plástica, azoada, de jalea, extracto, jugo exprimido o polvo de carne, cruda o cocida, fresca o seca- la dieta respiratoria, grasa, de glicerina, aceites de hígado y de coco, solos, curtidos por la creosota, cuajados en cápsulas, emulsionados con los hipofosfitos y la quina, el hierro y el arsénico, etc., etc.

 

Pero todos ellos solo son auxiliares preciosos para sostener pasivamente la resistencia orgánica mientras la fuerza medicatriz constitucional reacciona contra la germinación infecciosa; que cuando aquella no se despierta o no vence, y esta se declara, solo consiguen diferir algún tanto su funesto desenlace.

 

Ahora, llega este momento, la única fórmula terapéutica conducente a despejar la incógnita del problema curativo de la tisis se cifra en hallar la manera como pueda dirigirse al teatro de la guerra, sobre el propio foco pulmonar donde localiza, una acción de contacto tan enérgica contra el proceso evolutivo del tubérculo, como neutral respecto de la función respiratoria; y al objeto se han hecho recientemente algunas tentativas que merecen por su posible trascendencia un detenido examen (2).

 

Foto 7 Día de la Tuberculosis en Valladolid. Fiesta de la Flor. SS. MM. Doña Victoria Eugenia y Doña María Cristina. Presidentas de las Asociaciones Antituberculosas de España. Septiembre de 1914

 

El tratamiento local de la tisis se reduce generalmente a revulsivos e inhalaciones; medios, cuando enérgicos, indirectos y cuando directos, insuficientes: el sedal y el vejigatorio sumamente molestos, además, para la depauperante supuración que acarrean: la cauterización con el soplete de Pacquelin, aunque operación más rápida y limpia es de efecto fugaz y poco durarero: y si los vapores medicamentosos que se trata de inhalar -balsámios, arsénicos o azoados- se concentran hasta un grano eficaz de intensidad; o si su equivalencia se menudea o prolonga su administración, ya se irrita la susceptibilidad de la mucosa bronquial o bien se interrumpe y entorpece el ingreso al aire ambiente, provocándose accesos de sofocación (3).

 

Y sin embargo, existe un método muy preferible de actuar tópicamente sobre el pulmón, durante el más propicio momento del acto expiratorio; método fecundo en aplicaciones que han pasado largo tiempo desapercibidas: tal es el empleo de medicamentos que se eliminan por las propias vías aéreas, ejerciendo a su paso una determinada acción de contacto.

 

Cierto que al utilizar así la vaciante de la marea respiratoria se embaraza también su función propia, la exhalación de su producto de u producto detrítico, el ácido carbónico, induciendo su acúmulo en el organismo; más este entorpeciendo resulta reproductivo, permitiendo aprovechar así mismo la influencia anestésica del referido gas, inapreciable en toda irritación pulmonar (3).

 

Y entre los agentes medicamentosos que gozan de esta propiedad se encuentra el iodoformo, casi tan específico en la escrófula como el mercurio y la quina en sus respectivas indicaciones: y la tuberculosis, ya la sin par sagacidad del inglés Graves lo sorprendió hace medio siglo, es precisamente la escrófula pulmonar, de muy distinta fisonomía porque lo mismo que la luz a los objetos, imprime a las enfermedades más carácter el sitio que ocupan que no su propia naturaleza; de muy mayor rebeldía, pues no se gobierna, ni con mucho, tan fácilmente la activísima fragua en que la sangre se enardece como el apático ganglio en que apenas circula la linfa. Así es que en Inglaterra constituye el iodoformo la base indispensable del tratamiento farmacológico de la enfermedad (3).

 

En cambio la administración del iodoformo por la boca resulta demasiado distante del punto a que se dirige: de aquí que llegue ya muy amortiguado al pulmón: si su concentración se aumenta por obtener una acción más intensa, esta se ejercerá de preferencia sobre la pared gástrica, irritándola en exceso y pudiendo llegar a cauterizarla: y si en lugar de esto se repiten las dosis cualquier entorpecimiento en su marcha ulterior cualquier obstáculo accidental a su evacuación, pueden determinar su acúmulo en la sangre y un envenenamiento consecutivo.

 

Tan peligrosa contingencia solo puede evitarse ahorrando camino al medicamento en su viaje hacia el pulmón: y así se propone ahora, según refiere en extracto la excelente revista inglesa Retrospect of medicina, en su último tomo acabado de publicar: inyectar per rectum mediante un aparato apropiado, algunos litros de iodoformo en estado gaseoso; operando con lentitud y uniformidad, para acomodarse a la marcha de la eliminación y prevenir un acúmulo tóxico; por ejemplo, diez minutos de propulsión por litro de gas, tres litros cada vez y dos operaciones al día: el medicamento es inmediatamente absorbido por las venas hemorroidales y conducido directamente al corazón derecho de donde v a los pulmones en que ha de evaporarse; sin penetrar siquiera en la circulación arterial, y totalmente franco de la larga e incierta y peligrosa antesala a través del conducto alimenticio (3).

 

Foto 8 Campaña Nacional de Vacunación Antituberculosa

 

Mas por ingeniosa que sea la idea y sencillo el procedimiento, uno y otra ceden ante la superior ocurrencia y experiencia de Shingleton Smith, de que da cuenta la misma revista; llevar el iodoformo directa e inmediatamente al propio tejido pulmonar, a beneficio de la jeringuilla hipodérmica. Aunque a priori perece que semejante práctica no puede ser más incendiaria, de las cuarenta y tres veces que en cinco enfermos distintos la ha seguido resulta: que nunca se ha provocado un solo accidente serio, hemoptisis, pneumonía ni reacción febril; solamente algún acceso de tos, algún ligero desmayo, ambos de carácter pasajero, y algún dolor también fugaz, limitado a la pleura o irradiado hacia el cuello; efectos de la picadura accidental de algún nervio al operar del excitante dolor del iodoformo, o de la influencia anestésica del éter en que se ha disuelto. 10 centígramos en 10 gotas cada vez.

 

Pues bien: desde que la experiencia demuestra su aplicabilidad, la inyección intra-pulmonar representa el tópico por excelencia del aparato respiratorio. Solo así puede evitarse la intoxicación por el medicamento empleado; ya por que se aplica directamente sin penetrar en sistema vascular arterial ni venoso, ya porque cuanto mayor su concentración mayor la congestión que a su alrededor determina y la obturación consecutiva de todo capilar absorbente: Y sólo así puede el agente medicamentoso concentrarse en estado líquido y no en vapor, como en los inhaladores o inyecciones rectales; y ser además dirigido exclusivamente sobre la porción que se desee del tejido pulmonar, en lugar de tener que repartirse con forzada igualdad por todo el, como sucede al adoptar los otros modos de administración, todos privados de esta inestimable propiedad electiva.

 

El resultado de las inyecciones comprueba lo racional de semejante interpretación. Sin duda es todavía muy corto, como que la innovación solo se ha ensayado en los casos refractarios a las medicaciones; y por lo mismo, los más graves o inveterados. Pero tiene de positivo el haber procurado en todos ellos un alivio muy notable, siquiera temporal; disminuyendo hasta una mitad copiosas supuraciones y con ellas la tos y fetidez del aliento; desvaneciendo disnea e insomnio, fiebre y sudores; y llegado, en fin, a conseguir en el caso más feliz un aumento de peso de 114 a 140 libras, en una enferma que a los tres meses de tratamiento se dio así misma de alta por encontrarse completamente curada, y libre de dolor, fiebre, tos y de bacilos tuberculosos que antes habían presentado abundantemente en la expectoración.

 

Ahora: la repetición positiva del último síntoma ha de revestir capital importancia. Siempre el cambio de un pus maligno en pus loable señaló el de una inflamación tórpida, fagedémica, necrósica, en otra franca, plasmante, cicatricial; y esto se encomendaba a la irritación sustitutiva, que ahora se llama antilepsia, como la malignidad, infección y antisépticos a los desinfectantes del cuerpo humano.

 

Y la infección, vulgarmente definida, es una anticipación del agusanamiento póstumo del organismo, un agusanamiento en vida, al impulso de millonadas de microscópicos seres parasitarios que son al mundo de lo infinitamente pequeño lo que las nebulosas a los espacios estelares.

 

Y como se ha demostrado de una manera incontestable que una especie de tales microorganismos es la causa de la tuberculosis, tan infecciosa, por lo tanto, cuanto maligna, debe, pues, oponérsela precisamente la medicación antiséptica, de la cual el iodoformo constituye uno de los agentes más poderosos, y la experiencia en cuestión sería la mejor prueba de ello.

 

Foto 9 Cartel original de la Lucha Antituberculosa de España. Dispensario Oficial Antituberculoso de San Sebastián. Inaugurado en julio de 1934 en la calle Pí y Margall nº 6 de San Sebastián, hoy calle Arrasate. Cedida la imagen por el Museo de San Telmo de San Sebastián. Gráficas Urezbea de Rentería (Gipuzkoa)

 

Tal vez se objete a lo expuesto que la desinfección de una herida no constituye una cura antiséptica rigurosa si no le sigue la del aire que puede llegar después a ella, mediante la interposición continua de un apósito-filtro, que retenga todo el germen exterior, lo que en el caso presente parece dificilísimo, cuando precisamente el taparse la boca y la nariz con bufandas o pañuelos produce un efecto contrario, entorpeciendo el acceso al aire exterior, y acumulando la transpiración pulmonar cargada de impurezas (3).

 

Pues bien: para obviar tales inconvenientes se construyen hace muchos años en Inglaterra unos tapabocas y narices, llamados respiradores, de muy varios materiales y disposiciones: este invento no se ha aclimatado entre nosotros, acaso porque a la impresionable raza latina parecería un bozal poco estético y tal resultaría, en efecto, si los desgraciados enfermos lo pasaran de la artística y agradable manera que la Traviata en escena, haciendo gorgoritos, y, sin embargo, ahí está el embrión y el germen, el esqueleto y la armadura de un aparatoso antiséptico perfecto; ya se ha hecho, según un catálogo que tengo a la vista, el de Rooff, de filtro de carbón, para prevenir la inhalación de vapores deletéreos y polvo venenoso en manufacturas y laboratorios, y nada más fácil que disponer valvularmente sus diafragmas, para que, abriéndose por la corriente del aire expirado, no retengan los detritus de la descamación bronquial, etc. etc.

 

Pero, aunque esto no se logre, tampoco se echará de menos, sobre todo si el método de las inyecciones, hoy también en estado rudimentario, da de sí lo que es de esperar; extremándole, aunque produzca irritaciones más intensas que el mismo tubérculo, siempre que sean menos específicas: primero, porque las alturas y las costas y aun los campos ofrecen el aire naturalmente desinfectado, para el periodo que pueda durar la cura antiséptica; y últimamente, porque, a lo que se ve, el microbio de la tisis, tardío como seguro, da sobrado tiempo para desalojarle: lo esencial es encontrar cómo (3).

Joaquín Lorente, 1887.

 

Han transcurrido 140 años desde el descubrimiento del bacilo tuberculoso –el 24 de marzo de 1882—, y más de 70 desde que existe un tratamiento efectivo para la enfermedad y el panorama mundial sigue siendo desolador:

La tercera parte de la población mundial está infectada.

La prevalencia global se estima entre 16 y 20 millones de personas.

La incidencia anual ronda los 8 millones de casos.

Unos 2 millones de personas fallecen al año por esta enfermedad.

Lo inaudito es que estamos ante una enfermedad de etiología conocida, en principio, totalmente tratable y teóricamente controlable (4).

 

Agradecimiento:

Esteban Durán León

 

Bibliografía

1.- Medios Curativos de la Phtisis 1784. Tratado de la Phtisis, sus symptomas, sus causas, sus diferencias y curación. Por M. Jeannet des Longrois, Doctor Regente de la Facultad Médica de Paris. Traducido al castellano por Don Ramón Fernández, Profesor de Cirugía.

Madrid, en la imprenta Real M.DCC.LXXXIV. 1784

2.- La Voz de Guipúzcoa. Diario Republicano. Año III. Número 946. Página 1. El sábado 6 de agosto de 1887. San Sebastián

3.- La Voz de Guipúzcoa. Diario Republicano. Año III. Número 949. Página 1. El martes 9 de agosto de 1887. San Sebastián

4.- Tuberculosis. Museo Vasco de Historia de la Medicina y de la Ciencia. Universidad del País Vasco. Leioa (Bizkaia)

 

Foto 10 Enfermera poniendo una vacuna al niño. Lucha Antituberculosa, 1954

 

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020

masolorzano@telefonica.net

 

 

viernes, 6 de mayo de 2022

DOCTOR DON JUAN JOSÉ CELAYA SAN MIGUEL

 

Primer Presidente del Colegio Médico de Guipúzcoa

 

Foto 1 Juan José Celaya, Primer Presidente del Colegio Médico de Guipúzcoa. Guipúzcoa Médica. Portada. Año I. Número 8. Diciembre de 1916

 

Inauguramos esta Galería Médica, con el retrato y algunos datos biográficos del decano de los médicos que ejercieron en esta ciudad de San Sebastián.

 

Nadie más indicado que el doctor Celaya para la portada de este álbum; hombre de lucha, de entusiasmo profesional, de cumplimiento en su deber, su cuerpo castigado por los años conserva íntegra sus energías y sin preocuparle las inclemencias del tiempo, le veréis todas las mañanas caminar en dirección al Hospital Civil, lo mismo en los días crudos del invierno, alfombradas las calles por la nieve, que en los calurosos días del verano que invitan a la tranquilidad y al sosiego (1 y 2).

 

Nacido en Azpeitia, Guipúzcoa, el 8 de diciembre de 1845, cursó los estudios de segunda enseñanza en el Instituto Provincial de Guipúzcoa, trasladándose después a Madrid para seguir la carrera de médico a la que demostró desde su niñez una vocación decidida.

 

En el famoso Colegio San Carlos de Madrid hizo todos los estudios; las notas de sobresaliente adornan su hoja literaria, obteniendo el título de bachiller en medicina el año 1868 y el de Licenciado en el siguiente año de 1869.

 

FOTO 2 Juan José Celaya, Primer Presidente del Colegio Médico de Guipúzcoa. Guipúzcoa Médica. Portada. Año I. Número 8. Diciembre de 1916

 

Vascongado, no solo de nacimiento sino también de corazón, todas sus ilusiones fueron ejercer en su querida patria chica y primero en la villa de Orio y más tarde en la de Azpeitia desempeñó el empleo de médico como titular, adquiriendo bien pronto, una sólida reputación por sus vastos conocimientos. Poco tiempo pudo ejercer en su pueblo nativo; la guerra civil ardía en toda la provincia; Azpeitia era uno de los focos más entusiastas del Pretendiente; las ideas políticas de nuestro compañero siempre fueron liberales y es natural que en una atmósfera absolutista y guerrera no pudiera vivir y se viese obligado a emigrar a San Sebastián, donde siguiendo los dictados de su conciencia se afilió en una compañía movilizada que le nombró primer teniente de la misma.

 

Fuera de San Sebastián y en algún otro pueblo de la provincia, bien puede afirmarse que toda Guipúzcoa era partidaria de la causa carlista; los pocos liberales de los pueblos tuvieron que emigrar como el doctor Celaya y el Gobierno sin apoyo en el país, dueño solamente del terreno que pisaban sus tropas y rodeado de enemigos, creó para que sirviesen de guía, el brillante Batallón de Miqueletes voluntarios al que pasó el doctor Celaya con el cargo de segundo ayudante médico y donde prestó excelentes servicios en cuantas acciones tomó parte el citado batallón que fue disuelto por Real Orden una vez terminada la guerra (1 y 2).

 

No es nuestro propósito relatar los actos de valor del señor Celaya durante la campaña; baste decir que por ellos obtuvo dos cruces rojas de primera clase del Mérito Militar, con título de Caballero de la misma Orden; fue ascendido a médico primero; significado para la cruz de Isabel la Católica y Medalla Alfonso XII con pasador de Oria y comprendido en la Ley del 3 de julio de 1876 entre los beneméritos de la patria.

 

Triste época para esta hermosa región, aquellos años de guerra en que los caseríos fueron incendiados, las industrias destruidas, el comercio paralizado y luto como hábito de numerosas familias vascongadas. La paz impuesta por las armas, dejó latente el rencor entre las dos ramas antes combatientes, en los pueblos mucho más exagerado por ser los que más habían peleado, y, en estas circunstancias volvió el señor Celaya a Azpeitia, más liberal que antes de emigrar, encargándose de nuevo de la plaza titular, ejerciendo en la villa y caseríos y siendo al poco tiempo nombrado Subdelegado de Medicina y Cirugía del distrito y médico forense del Juzgado de Instrucción del mismo Partido.

 

Cansado de la penosa vida rural, pero satisfecho de las simpatías que en su pueblo supo inspirar por su conducta profesional a todo el vecindario, sin excepción de partidos políticos, al finalizar el año 1893 cesó en los cargos que tenía en Azpeitia, para establecerse en San Sebastián, donde inmediatamente fue nombrado médico municipal que dimitió al poco tiempo para posesionarse del cargo del médico Jefe de Sala del Hospital Civil San Antonio Abad, propuesto en primer lugar de la terna mandada por la Real Academia de Medicina de Madrid. En el referido Hospital ha sido Director del mismo durante cinco años, renunciando voluntariamente para continuar en su anterior cargo.

 

Un acontecimiento hubo el año 1898 que todos creíamos sería el salvador de la sufrida clase médica; fue la constitución de los Colegios Médicos Provinciales. Facultado el Excelentísimo señor Gobernador para el nombramiento de la Junta provisional, designó al señor Celaya como Presidente, nombramiento ratificado más tarde por todos los Colegiados, para la constitución de la Junta definitiva. De cómo fue su gestión como Presidente del Colegio lo dicen sus hechos de organizador, de rectitud en los deberes y derechos de los Colegiados, de lucha constante con los médicos rebeldes que siempre existen, de guerra declarada a los caciques y monterillas pueblerinos.

 

El Colegio en aquellos tiempos tuvo su época floreciente, su Boletín Oficial que redactaba casi solo el señor Celaya, sus Juntas Generales movidas y animadas, siendo siempre el señor Celaya el entusiasta trabajador incansable que con sentimiento general dejó la Presidencia al terminar el plazo reglamentario, premiándose su gestión con el título de “Colegiado de Honor” en Junta presidida por el doctor Ramón Castañeda.

 

Foto 3 El Ayuntamiento de San Sebastián asistiendo en corporación en su visita al Hospital Civil San Antonio Abad. Alcalde Carlos de Uhagon, Presidente de la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián. Director doctor Juan José Celaya San Miguel. Foto Ricardo Martín, 1915

 

Sus aficiones forenses, su costumbre de redactar informes judiciales, su maestría en practicar autopsias y su facilidad de palabra en los juicios orales, hace que desempeñe con una rectitud que le honra, el cargo del médico forense y de prisión preventiva desde el año 1895.

 

Esta es la biografía a grandes rasgos del doctor Celaya. Nuestro querido compañero siempre ha sido un carácter y más de un disgusto le ha proporcionado el querer llevar a la práctica las disposiciones sanitarias o el cumplimiento los artículos reglamentarios.

 

En este mes cumple los 71 años; dentro de tres serán los cincuenta de su servicio médico, ¡quiera Dios nos conserve su preciosa vida, para poder celebrar sus bodas de oro profesionales! (1 y 2)

Doctor don Francisco Pérez Cuadrado

 

Juan José Celaya San Miguel fue el primer Presidente desde el año 1899 a 1903

 

Foto 4 Retrato del doctor Juan José Celaya San Miguel

 

Nació el Azpeitia en 1846 y falleció en San Sebastián en 1921 a causa de un embolismo pulmonar. Ejerció como médico titular en las villas de Usurbil, Orio y Azpeitia. En 1893 fue nombrado médico titular del cuarto distrito de San Sebastián. El 1885 renuncia a su cargo de titular para acceder al puesto de Jefe de Sala de Medicina del Hospital Civil San Antonio Abad, nombrándosele posteriormente Director (3).

 

Durante su estancia la capital guipuzcoana ocupó los puestos de Médico Forense y de la Penitenciaría de Azpeitia. En los trágicos acontecimientos de la última Guerra Carlista ejerció como médico del Batallón de Miqueletes, labor que le llevó a ser nombrado Caballero de la Orden del Mérito Militar (3).

 

En 1903, bajo los auspicios de la corporación municipal, contribuyó en la fundación de La Gota de Leche de San Sebastián (4 y 5), pionera en España y representó a la entidad en el Congreso Mundial de París celebrado en el Instituto Pasteur.

 

Aparte de su celebrado ejercicio profesional y de su excelente labor en los primeros años de desarrollo del viejo hospital, Celaya es recordado por haber sido el primer Presidente del Colegio de Médicos de Guipúzcoa desde 1899. Pionero del movimiento colegial guipuzcoano, fue nombrado Presidente de la Asociación Médico Farmacéutica Vasco Navarra en1891, participando en 1899 en las reuniones fundacionales del nuevo colegio, en la que fue aclamado unánimemente. Como máximo responsable del colegio fue Director y encargado de su órgano de expresión “El Boletín del Colegio de Médicos de Guipúzcoa”. Su labor en la difusión del movimiento asociacionista fue fundamental.

 

En 1908 edita, bajo los auspicios de la Diputación de Guipúzcoa el Resumen histórico de la Gota de Leche de San Sebastián, breve texto de diecisiete páginas imprescindible para conocimiento de la Institución (3, 4 y 5).

 

Foto 5 Compañeros del Hospital Civil San Antonio Abad en el homenaje a Juan José Celaya. Guipúzcoa Médica. Año IV. Número 40. Página 226. Agosto de 1919

 

El 6 de julio de 1919 recibió un importante homenaje en el Hospital Civil San Antonio Abad, con presencia del alcalde señor Mariano Zuaznavar, el Presidente del Colegio doctor Francisco Pérez Cuadrado y el director del Hospital Civil San Antonio Abad doctor Luis Egaña Monasterio (3).

 

Foto 6 Grupo de Damas Enfermeras de la Cruz Roja con las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul y el doctor Juan José Celaya en la terraza del Ayuntamiento de San Sebastián

 

Bibliografía

1.- Guipúzcoa Médica Año I. Número 8. Páginas 1, 2, 3, 4 y 5 de diciembre 1916

 

2.- Nuestra Señora del Perpetuo Socorro Patrona de los Médicos. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el lunes día 29 de marzo de 2021

https://enfeps.blogspot.com/2021/03/nuestra-senora-del-perpetuo-socorro.html

 

3.- Don Juan José Celaya San Miguel. Libro Cien Años de Medicina en Guipúzcoa 1899 – 1999. José María Urkia Etxabe. Depósito Legal: SS-473/1999. Páginas 42 y 43

 

4.- La Gota de Leche de San Sebastián. 1901 – 1984. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el martes día 20 de abril de 2021

https://enfeps.blogspot.com/2021/04/la-gota-de-leche-de-san-sebastian-1901.html

 

5.- Reglamento para el régimen interior de la “Gota de Leche” y Consultorio de niños de Pecho en San Sebastián. 1907. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el jueves día 29 de abril de 2021

https://enfeps.blogspot.com/2021/04/reglamento-para-el-regimen-interior-de.html

 

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020

masolorzano@telefonica.net