viernes, 31 de agosto de 2018

LA CUNA DEL NIÑO JESÚS DE PRAGA DE MADRID 1903


Debido a la caridad inagotable de la señora doña María Díez de Ulzurrun, viuda de Gamir; se ha fundado en Madrid, en la calle de San Bernardo número 75, una institución que tiene por objeto reducir la espantosa cifra que hoy alcanza la mortalidad de la infancia.


FOTO 1 Incubadora de “Lion”. Doctor Aurelio Estremera, director de la Cuna del Niño Jesús de Praga. Nodriza. Madrid, 1903

Lo que se propone, en primer término, este Instituto, puesto bajo la advocación del Santo Niño Jesús de Praga, es librar de una muerte segura a los niños nacidos antes de tiempo o en malas condiciones fisiológicas.

Otro de los benéficos fines de esta santa casa es proporcionar a los niños pobres la lactancia natural, con preferencia a los enfermitos próximos a la muerte o condenados a vivir bajo el peso del raquitismo o de tuberculosis, por las condiciones de miseria en que viven sus madres.

Cuenta la institución con incubadoras sistema “Lion”, que es la que representa una de las fotografías que publicamos, en la que puede verse una niña sietemesina que lleva encerrada en el aparato diez días, habiendo aumentado su peso en tan corto tiempo cerca de 200 gramos y mejorado notablemente sus condiciones fisiológicas.

Además existen en el Instituto, que dirige sabiamente el ilustre doctor don Aureliano Estremera, con idóneo personal a sus órdenes, varios modernos aparatos, entre los que se cuentan un aparato pesa bebés, un esterilizador de leche y dos vitrinas con arsenal completo para la práctica de la obstetricia.

En la Casa Cuna del Santo Niño Jesús de Praga se vacuna a los pobres directamente de la ternera, y se proporciona a las familias que lo soliciten “nodrizas” reconocidas, enfermeras y practicantes profesionales para la asistencia de los enfermos a domicilio.


FOTO 2 Sala de aparatos. Sala de vacunación con una ternera

Los grandes merecimientos del Doctor Estremera, su larga y honrosa historia profesional, son una sólida garantía de los excelentes servicios que puede prestar la “Cuna del Santo Niño Jesús de Praga”.

El local que tiene hoy esta Institución no reúne las condiciones necesarias para el cumplimiento de sus elevados fines, pero sabemos que se busca con actividad alojamiento más amplio.

Realmente se hacía sentir en Madrid la necesidad de un Establecimiento de esta especie, pues sabido es cuanta miseria existe entre las clases proletarias de esta capital.

Desde hace ya doce años en París viene funcionando una de Maternidad como la que ahora se inaugura en la Corte, y sus resultados han sido muy satisfactorios (1).

LA VACUNA GRATUITA

Más vale tarde que nunca; pero si el celo que ahora demuestran los madrileños para hacerse vacunar, le hubieran demostrado en más oportuna sazón, es evidente que nos hubiésemos visto libres de la terrible epidemia variolosa que basta y sobra para dar a Madrid patente de atraso y poner a la capital de España al nivel de los más desaseados e infectos aduares de Marruecos.


FOTO 3 Inoculación de pus de vaca en el Hospital de Niños Pobres de Barcelona hacia 1890

Pasaron ya los tiempos en que se discutían aún las ventajas del procedimiento jenneriano. Hubert Böens, el último enemigo de la vacuna y que dedicó a combatirla muchos y muy perseverantes trabajos, murió de viejo hace muchos años, y hoy, además, ninguno de los peligros que el sabio belga señalaba a la vacuna existen en la realidad.

Los adelantos de la higiene moderna han sabido destruirlos completamente, y el remedio puede hoy ser aplicado a todos y en todos los casos, sin que nunca quede el resquemor de si por evitar un mal, probable sólo, se habrá producido otro cierto y tan terrible o más que él.

Los grandes daños que Hubert Böens temía, el contagio posible de la tuberculosis, y otras terribles enfermedades, sobre no estar suficientemente demostrado que en todos los casos señalados por él fueran producidos por la vacuna y no por otros vehículos patógenos, son perfectamente evitados mediante la vacuna directa de la ternera: la preparación concienzuda de las linfas y el empleo de plumas vacunadoras, una para cada caso, o en último extremo, de lancetas convenientemente esterilizadas.

Hecha así la vacunación todos los males que se le habían atribuido desaparecen, y en cambio perdura su innegable bien, la inmunización poco menos que absoluta contra la epidemia.

Afortunadamente nuestro pueblo va poco a poco, y aún más rápidamente de lo que era de esperar, comprendiéndolo así, y actualmente concurren al Instituto de Sueroterapia, vacunación y bacteriología de Alfonso XIII, más de cuatrocientas personas cada día en cada uno de los días lunes, miércoles y viernes en que se practican operaciones de vacunación, y el personal correspondiente que forman el médico jefe Don Román Serret y los médicos vacunadores, los doctores Rionda, Bertrán, Llavader, Remon y Cruz, necesitan poner a contribución todo su esfuerzo y todo su amor a la Humanidad y a la Ciencia para poder realizar la penosa tarea que semejante acumulación de público supone (2).


FOTO 4 Sala de inoculación. Vacunación directa

LA CUNA DE JESÚS
Modestamente instalados, como si al hacer el bien, siguiendo el precepto evangélico no quisieran los que lo realizan con la mano derecha que se entere la izquierda, existen en la plaza de la Cebada, en el paseo de la Habana y en la calle del Amor de Dios, unos asilos donde le caridad se viene practicando en la más simpática de sus manifestaciones; en la de socorrer al niño pobre (3).

Vosotros, amables lectores, los que no podéis soportar ni siquiera un cuarto de hora las travesuras de los chiquillos; los que abdicáis en los maestros o en las institutrices la obligación de corregir las diabluras de vuestros hijos, que por ser de vuestros hijos se os antojan menos diabluras, cuando no os hacen gracia, vistas a través de la lente del amor paternal, id a los asilos y admirareis la paciencia y la virtud de las Siervas de María, aguantando un día y otro las naturales expansiones, y podéis dar a esta frase todo el alcance que tiene, tratándose de niños de tres años, que se producen en criaturas, que cada una es de su padre y de su madre, y que no tienen más relación entre sí que la práctica de la caridad que las une por la mañana para separarlas por la tarde…
¡Qué guirigay tan ensordecedor! ¡Qué grillera humana tan abigarrada!


FOTO 5 Hermanas Siervas de María, las religiosas mimando a los niños. Dama de la Junta visitando un Asilo – Cuna. Madre Superiora Sierva de María de un Asilo - Cuna

En unas salas pequeñas, porque los locales alquilados no ofrecen habitaciones amplias ni desahogadas, sentados en sus sillitas o acostados sobre sus cunas, según la edad de los asilados, hay en cada establecimiento alrededor de cincuenta criaturitas, unas lloriqueando, otras hablando con el monosilábico balbuceo del que no sabe lo que dice, si dice algo, y sonriendo algunas con expresión de agradecimiento a las monjas que les cuidan.

Cuando llega la hora de la comida y aparece la Sierva de María con el perol de la humeante papilla en la mano, o con los biberones dispuestos, la escena adquiere un carácter particular sumamente interesante.

Los ojillos de los bebés se animan, agitan sus manecillas extendiéndolas hacia la portadora del manjar, patalean dentro de las sábanas o entre el barrote de la silla que les sujeta al asiento cruelmente, y con la sonrisa del que ve realizado el mejor de sus ensueños, reciben a la monja objeto de todas las miradas y de todas las intenciones, viendo en ella condensando el espíritu de la caridad, sembrando bien y amor en almas vírgenes aún de recelos y desengaños.

Aquellos angelitos, desgraciados por su posición social, son entonces los seres más dichosos de la tierra. Porque las Siervas de María, en medio de un corro de chicuelos alborotadores, con la cuchara en la mano, que no deja de viajar del perol a las abiertas bocas de los niños, les atiborra de sabrosa sémola o de suculenta sopa, según las edades y condiciones de los recogidos.

Estos, después del banquete, duermen o juegan sin preocuparse de lo que pasa en el mundo, que para ellos está reducido a saciar su apetito de chico pobre.

Por la mañana, las verduleras, las asistentas, las que tienen que buscarse con su trabajo constante el pan nuestro de cada día, dejan a sus hijos en los asilos-cunas. Recógenlos en sus manos las Hermanas Siervas de María que, supliendo el maternal cariño, lavan, visten, dan el biberón, besan y miman a los pequeñuelos para que al atardecer vuelvan las madres por los pedazos de sus entrañas a gozar de las delicias del hogar, bendiciendo las lamas nobles que les proporcionan medios de ganarse la vida sin aflojar, como en las inclusas y en los hospicios; los lazos que hacen de la familia la institución fundamental de la sociedad cristiana.


FOTO 6 Las Hermanas Siervas de María y los niños esperando la papilla

Cuentan las Hermanas Siervas de María, que en las veladas de invierno, en confortables habitaciones templadas por suntuosa chimenea, jóvenes de la aristocracia cortan camisitas y pañales, gorritos y delantales, utilizando sus ropas desechadas. Son para los niños de las cunas.

Pero no dan el contingente necesario para las atenciones de los asilados. Son pocas las señoras que, quizás por no saberse en Madrid que existen estas Instituciones piadosas, se dedican en sus ratos de ocio a vestir al pobre niño desnudo. Porque si lo supieran… En Madrid la caridad es planta que arraiga en todos los corazones.

Los Asilos – Cunas, motivo de estas letras, abiertos a la observación del público, dicen, por las estrecheces con que están montados, que con ser su organización acabada y completa, no es, sin embargo, más que la primera piedra colocada para el gran edificio que la caridad ha de erigir, utilizando la solidez de los cimientos asentados con celestial inspiración por la marquesa de Aledo, alma, vida y esencia de obra tan interesante y conmovedora.

A su desinteresada gestión se debe que al lado de la cunita lujosa con almohadones de pluma que regaló un futuro duquesito, se vea sencilla y modesta la de hierro que llevó el hijo artesano cuando ya, por ser mayorcito, prefirió su padre entregarla al Asilo – Cuna a subirla a la guardilla… donde hay tantas pudriéndose entre el polvo y las telarañas, cuando allá en los asilos hacen tanta falta para los angelitos a quienes volvió la espalda la fortuna.

Y lo dicho de las cunas que se sepultan en las guardillas como trastos inútiles, debe entenderse extendido a tanta ropita como se tira o se guarda. Sólo no sabiendo que hay niños que lo necesitan, puede echarse, como se echa de menos en la Cuna de Jesús ajuares para los asilados.

Esta institución de que nos venimos ocupando, no se sostiene con subvenciones oficiales. Unos centenares de familias suscriben a sus hijos por la cantidad mensual que tienen por conveniente, que oscila entre un real por mes y mil pesetas por año; pero la mayoría de los sostenedores de los Asilos- Cuna pagan de una a cinco pesetas al mes.

Base, sin embargo, del sostén de ellos ha sido una mano piadosa. Un testamentario de conciencia, que Dios bendiga, a quién al morir le dejó a su amigo y le encargó que los mil duros que tenía, los dedicase a las Cunas, y, puestas en el Banco, esas cinco mil y pico pesetas constituyen el único capital con que, fuera de las cuotas mensuales de las suscriptoras, cuentan estas instituciones para papilla, sopas, leche, aceite de hígado de bacalao, medicinas, etc., porque no sólo se cuida y atiende a los niños sanos y robustos, sino que también, aunque con las precauciones necesarias para evitar contagios, se admite a pequeñuelos que necesitan del alimento y de la medicación además que combata la anemia y el raquitismo, tan enseñoreados en las clases menesterosas.

Todo el mundo tiene derecho a visitar las cunas, y a inspeccionarlas, las suscriptoras y los suscriptores, y todo el público, por consiguiente, puede apreciar la limpieza que reina así en la ropa de los asilados como en las habitaciones en que se albergan.


FOTO 7 La Hermana Sierva de María, dando el primer alimento

Que prosperarán, que se ensancharán y que hasta llegarán a cambiar los locales alquilados y sin condiciones, que en la actualidad ocupan los asilos, por otros más higiénicos y confortables ¿quién lo duda?

Cuando el público madrileño sepa que en ellos hay angelitos mimados y atendidos que sin esas cunas estarían encerrados en sus casas o sufrirían las inclemencias del tiempo en brazos de sus desdichadas madres, a quienes muchas veces privarían de ganar su sustento y acaso el de otros hijos, acudirá a completar la obra tan hermosamente comenzada y entonces se realizará el sueño de las ilustres damas que la comenzaron; y en locales propios y ventilados, con sus jardincitos y solares, se edificará uno en cada barrio, contribuyendo por modo directo a que tantas madres como hoy están esclavizadas por el cuidado de sus hijos, libres de ellos, puedan ganarse la vida honradamente.

Fe y constancia suficientes tienen las fundadoras de las cunas para llevar a feliz término empresa tan benéfica, y por muchos obstáculos que encuentren en su camino, han de llegar a la meta, donde hallarán, como justo galardón de sus afanes, la consideración de la sociedad y la bendición de las madres favorecidas.

Con menos elementos se han levantado gallardas y potentes instituciones menores necesarias para la vida moderna; con menos decisión que la desplegada por las Damas que sostienen los Asilos – Cunas, se han ultimado obras que no pueden lograr tan universales simpatías como esta de que nos venimos ocupando.

Sigan, pues, adelante en el camino emprendido. Dios las bendice y las madres todas, secundando su edificante iniciativa, acudirán con sus ropas de deshecho y con sus limosnas a mejorar la situación de los niños pobres, que al ser mayores besarán las manos que les socorrieron.

Los tres Asilos – Cunas que existen hoy en 1899, son muy pocos para los niños desdichados que hay en Madrid (3)

LOS ASILOS DE LA CUNA DE JESÚS
Digan lo que quieran los sectarios del socialismo, negando al rico que se acuerde del pobre y alimentando la ignorancia de la multitud con funestas predicaciones enemigas del orden social, las muchas casas de misericordia que en Madrid existen, en donde se socorre al prójimo, desvalido, son otras tantas pruebas de que venturosamente se encuentra muy extendida la hermosa caridad cristiana.

Proveyendo a las necesidades del humano infortunio en todas las formas que son menester para que se mitigue, ya que no se puede evitar, el azote de la desgracia, hállanse en la corte diferentes instituciones merced a cuyos santos programas se enjugan muchas lágrimas.

Las escuelas – asilos en donde reciben educación y encuentran pan y abrigo, los clásicos “golfos” del “castizo” pero, en este aspecto, insoportable Madrid, las clínicas especiales en donde gratuitamente se cura al pobre con todos los adelantos de la ciencia, los refugios nocturnos, comedores de caridad, y otros tantos lugares destinados a socorrer la mendicidad, ¿que son sino templos en donde se manifiesta la piedad de los poderosos?

Entre todas estas obras buenas, descuella por necesaria y simpática la fundación de los asilos que bajo el nombre de la “Cuna de Jesús” son, en efecto, nido salvador para las tiernas criaturas que vienen al mundo en medio de los horrores de la miseria.

La infeliz mujer que da a luz en una buhardilla, que gana el mísero sustento trabajando de sol a sol en las bancas del Manzanares, recogiendo trapos en la calle, de “asistenta” como criada de servir, ¿con quién va a dejar el fruto de sus entrañas mientras sale de casa, quizás al siguiente día de ser madre? El marido, la que lo tiene, precisa que vaya a la obra, los otros pequeñines asisten al colegio municipal, la vecina, que a veces se ocupa en el oficio de “nodriza”, pretende por sus servicios la justa remuneración, y el jornal del jede de la familia, apenas alcanza para el mermado puchero.


FOTO 8 La Vacuna en el Instituto de la calle de Ferraz, Madrid

¿Qué sería, pues de los pobres niños que tienen la suerte de nacer entre tanta “grandeza” si el óbolo de las clases acomodadas no hubiera arreglado “pajita a pajita” el lecho de la Santa Cuna de Jesús.

Por fortuna, el noble pensamiento y corazón magnánimo de un ilustre prócer, resolvió tamaño conflicto y gracias a la atención constante, a repetidos desvelos, a verdaderos sacrificios de todas clases que en beneficio de la infancia desvalida se impuso el noble caballero, con la fundación de los Asilos de la Cuna de Jesús, se ha solucionado uno de los más importantes problemas que nos presenta el hambre de los pobres.

Doloroso es confesarlo. Todo lo que vemos en nuestra patria que signifique progreso en cualquiera de los órdenes de la vida social, jamás procede de la propia iniciativa de los españoles. Lo aprendemos todo fuera de casa.

Y menos mal cuando nos decidimos a implantar aquello que ya es vieja institución del otro lado de los Pirineos.


FOTO 9 Hermanas Siervas de María encargadas de la asistencia a los niños, donde aprender a andar y dormitorios

Esto ha ocurrido con las santas fundaciones destinadas a albergar durante el día a los pobres niños cuyos infelices padres precisan pasar diez horas en la calle para poder ganar un mísero jornal.

Estas casas de caridad, conocidas en Francia con el nombre de “creches”, fueron instaladas en la vecina república hace ya muchos años, respondiendo a una necesidad que se dejaba sentir en París como en todos los grandes centros de población, en donde si no hubiera estos refugios salvadores para la infancia desvalida las madres sin recursos vendrían a caer irremediablemente en el total abandono de sus hijos o en el abismo del vicio.

En los viajes que hizo por el extranjero un acaudalado matrimonio, cuyo nombre tenemos expresa prohibición de dar a la publicidad, pudieron admirar los excelentes y caritativos esposos la nobilísima institución de las “creches”.

A su regreso a España, deseando dedicar a los necesitados una parte de sus riquezas, instalaron en Madrid la primera Cuna de Jesús en 1893.

Al punto cubriéronse las plazas. Decidieron entonces los nobles ancianos constituir una sociedad que, estimulando los tradicionales caritativos sentimientos del hidalgo pueblo madrileño, fuera bastante a la creación de varios asilos que respondieran a los menesteres de la población.

La santa idea tuvo un éxito feliz. Hoy, mantenidos exclusivamente de las limosnas, funcionan en Madrid, seis “creches”, llamadas de la Virgen de la Fuensanta, de Santa Teresa, de San José, San Fernando, San Víctor y San Mariano, con dominio en las calles de Santa Feliciana, Zurita, Ferrer del Río, Pacífico, Segovia y Corredora baja.


FOTO 10 El doctor Román Serret extrayendo la linfa de una ternera. El laboratorio de Alfonso XIII

Desde su fundación hasta el año de 1902 se han asistido en las “creches” madrileñas “doscientos veinticinco mil ochocientos setenta y cinco niños”.

Con decir que los Asilos de la Cuna de Jesús están asistidos por las Hermanas religiosas Siervas de María, esas santas mujeres todo bondad y mansedumbre, puede suponerse lo bien cuidados que se hallan los angelitos puestos a su custodia.

París tiene dos millones de habitantes y cuenta con “noventa y siete creches”; Madrid, con una población de “seiscientas mil almas”, debería contar, por lo menos, con veinte.

No olviden los ricos que socorrer a los niños, dando pan a unas criaturas hambrientas, es obra buena que nunca jamás podrá olvidarse en el cielo. Enrique SA del REY (4).

Bibliografía
1.- Nuevo Mundo del 13 de mayo de 1903, página 9
2.- Mundo Nuevo del 17 de diciembre de 1903, página 1 y 16
3.- Mundo Nuevo del 6 de diciembre de 1899, página 6 y 7
4.- Nuevo Mundo, del 23 de junio de 1904, páginas 10 y 11

AUTOR:
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. (RSBAP)





lunes, 20 de agosto de 2018

SANATORIO SANTA CLARA DE REGLA EN CHIPIONA CÁDIZ 1902


El año 1883 comenzó el Dr. Tolosa Latour a condensar en la aspiración a un gran sanatorio marítimo para niños pobres escrofulosos; sus desvelos por la humanidad doliente y sobre todo, por los dolores de la infancia, aquella parte de la humanidad cuyas enfermedades afligen masivamente, no sólo porque son los pobres niños irresponsables de las malas herencias que reciben de las generaciones que fueron, sino porque son semilla de que han de salir las generaciones que serán.

FOTO 1 Pabellón central del Sanatorio Santa Clara de Regla, Chipiona 1902

El 12 de octubre de 1892, en terrenos comprados y cedidos por él, puso el Dr. Tolosa la primera piedra del primer pabellón del primer sanatorio marítimo en España.

En agosto de 1901, habilitado provisionalmente para los fines de la obra el único pabellón construido, entraron en el Sanatorio de Santa Clara, en Regla, los primeros niños asilados, siete pobrecitos niños escrofulosos que la solidaridad social, utilizando cuanto se produce la naturaleza y cuanto la ciencia discurre, se propone volver a la sociedad como miembros sanos y útiles que serán y crearán ciudadanos que puedan defender a la patria como soldados, que puedan fecundizarla como obreros, que puedan glorificarla con los resplandores del genio.
Fotos: Groizard (1).

El Sanatorio Marítimo del doctor Tolosa Latour en Chipiona

El médico merece ser más conocido por lo mucho que aportó a la sanidad española y andaluza entre fines del XIX y principios del XX. Entre otras cosas, en 1904 logró que se aprobara en España la primera Ley de Protección a la Infancia.

Si uno pasea por detrás del santuario de Regla en Chipiona, un paseo con preciosas vistas, por cierto, a pocos metros se encuentra con la Residencia Infantil San Carlos, con un moderno albergue de la Junta de Andalucía después y justo al lado con unos pabellones de estilo neomudéjar recientemente restaurados salvo uno de ellos, precisamente el más antiguo, que se encuentra en estado ruinoso. Son los pabellones del antiguo Sanatorio Marítimo de la localidad, fundado entre 1892 y 1897 por el doctor Tolosa Latour, un médico adelantado a su tiempo cuyo nombre llevan dos calles en nuestra provincia, una en la propia Chipiona, que lo nombró hijo predilecto en 1906, y otra en la capital, Cádiz (2).

FOTO 2 Los asilados en traje de fiesta con las Hermanas Hijas de la Caridad y el Dr. Manuel Tolosa Latour en el Sanatorio Santa Clara de Regla, Chipiona 1902

Manuel Tolosa Latour (1857 - 1919), que dió al Sanatorio chipionero el nombre de Santa Clara en honor a su madre, merece ser más conocido por lo mucho que aportó a la sanidad española y andaluza entre fines del XIX y principios del XX. No sólo él fue un hombre excepcional; también lo fue su esposa, Elisa Mendoza Tenorio, famosa actriz que abandonó la escena para unirse a las campañas de su marido y que, junto con otras mujeres de la época sensibilizadas con los problemas sociales y la importancia de la educación femenina, como Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal, se propuso divulgar las reglas de higiene y conseguir que las madres más humildes, a quien se culpabilizaba de la muerte de sus hijos en una época de elevada mortalidad infantil, salvaran a muchos de ellos de la muerte.

El Dr. Tolosa Latour, entre otros muchos méritos que no vamos a detallar, y que incluyen la publicación de numerosísimas obras sobre el tema del niño y la infancia, la asistencia a multitud de Congresos y la concesión de innumerables premios y galardones tanto en España, como fuera de ella, además de ostentar cargos públicos relacionados con su especialidad, consiguió en 1904 que se aprobara en nuestro país “la primera Ley de Protección a la Infancia”.

FOTO 3 En un dormitorio con niños una Hermana Hija de la Caridad y el Dr. Manuel Tolosa Latour en el Sanatorio Santa Clara de Regla, Chipiona 1902

Con ella se produjo el cambio de la mentalidad asistencial tradicional basada en la caridad a una concepción moderna fundamentada en la previsión y los servicios sociales, que sustentan el actual estado de bienestar. La ley abarcaba la salud tanto física como moral del niño. Y es que la educación y el inculcar la conciencia de la importancia de ser padres, estuvo siempre en el centro de las preocupaciones y de la actividad del Dr. Tolosa Latour, hombre afable, políglota, vehemente a la hora de defender las causas más nobles y popularísimo en su tiempo (2).

También en 1904 fundó en Madrid el primer Consultorio de niños de pecho y Gota de leche —en Sevilla también existieron, así como en otras ciudades españolas—, donde se suministraba leche esterilizada de forma gratuita o a bajo precio, además de otros suplementos alimenticios infantiles. Las consultas médicas se realizaban una o dos veces por semana y sabemos que el afamado pediatra acudía determinados días a su despacho médico de forma totalmente altruista, aconsejando a las madres sobre la mejor forma de amamantar y criar a sus hijos.

Quizás este profundo amor e interés por la infancia se debió a que Manuel Tolosa Latour era hijo del médico sevillano Manuel Tolosa y de la francesa Clara Latour, quedó muy pronto huérfano y tuvo que criar a sus hermanos, que también llegaron a ser médicos. Tolosa Latour se movió en círculos liberales y progresistas, pues por ejemplo, fue muy amigo de Benito Pérez Galdós, que lo refleja en algunas de sus novelas como El doctor Miquis. No es menos cierto que tuvo conexiones con la aristocracia, con la iglesia e incluso con la realeza, y que el mantenimiento de El Refugio, una fundación suya para niños huérfanos y abandonados que funcionó desde 1893 a 1936, donde se impartían clases con métodos innovadores y se preparaba para un oficio, incluyendo a las niñas, fue posible gracias a donaciones de familias acomodadas.

FOTO 4 Pabellón Central y pabellón Madrid del Sanatorio Santa Clara de Regla, Chipiona 1902

Pero tal vez el legado más interesante de este pediatra, en un momento en que estaban de moda en medicina lo que hoy llamaríamos “métodos alternativos”, fue la creación de un Sanatorio de Montaña en Trillo (Guadalajara), donde acudían todos los veranos niños raquíticos, anémicos y escrofulosos de Madrid, que funcionó con éxito desde 1897 hasta 1913, y la del Sanatorio Marítimo Santa Clara de Regla en Chipiona, Cádiz que aplicaba la talasoterapia a niños con estas mismas dolencias en un momento en que España sufría un notable retraso, en este aspecto en relación con otros países europeos, ya que el estado no proveía de recursos económicos para estos fines.

Después de realizar un detallado estudio sobre las playas españolas, el eminente pediatra eligió unos terrenos en Chipiona, cedidos casi gratuitamente por el Convento y Santuario de Nuestra Señora de Regla, en una playa con alto contenido de yodo, preferida, en sus propias palabras, por “la calidad de sus aguas y de su aire respecto a su orientación en relación a los vientos”.

Inicialmente el proyecto consistía en construir seis pabellones y albergar a 100 niños, 50 de cada sexo, distribuidos en cuatro pabellones de 25 camas. Habría también un pabellón central con instalaciones para las Hermanas de la Caridad, servicios generales, refectorio, sala comedor, cocina, lencería, servicio médico y botiquín. También debía contar con un departamento de aislamiento en la enfermería para niños contagiosos, iglesia, dos escuelas, almacenes y otras estancias, pero la iglesia por ejemplo nunca llegó a construirse (2).

FOTO 5 El Dr. Manuel Tolosa Latour con niños en su Despacho del Sanatorio Santa Clara de Regla, Chipiona 1902

El 12 de octubre de 1897, el Sanatorio abrió sus puertas gracias al empeño del famoso doctor y a múltiples donaciones particulares. La ocupación fue inmediata con los hijos de los repatriados de Cuba. En sus inicios, se entendía que no sólo había que curar, sino también educar. La personalidad del niño debía ser respetada, se aconsejaba que las clases fuesen prácticas y al aire libre, se prohibían los castigos físicos, y la relación con los pequeños debía ser cercana y personal.

El reglamento nº 12 del centro rezaba así: “Ni en la concesión de premios ni en la imposición de penas se exaltará ni humillará nunca con exceso al niño”. Otra cuestión es si se llevó a cabo en la práctica. La mayoría del personal eran Hijas de la Caridad. En la trayectoria histórica del establecimiento, éste contó en algunos momentos con personal docente, si bien no se puede confirmar que este dato tuviese continuidad en el tiempo.

Después de superar múltiples adversidades económicas, en los años veinte el Sanatorio disponía, además del pabellón central, el que está más restaurado aunque sólo en su parte externa, de dos pabellones laterales, denominados Sevilla y Madrid por haberse construido con fondos recogidos de Juntas Locales creadas al efecto para costear las obras y poder enviar a niños enfermos de estas poblaciones. Sin embargo, después de más de 20 años no se había podido concluir el proyecto inicial. El Dr. Tolosa Latour se lamentaba al respecto diciendo: “En España, el Estado es un avaro crupier que no se sacia nunca, cuyos dominios están desorganizados, que no piensa jamás en lo porvenir” (2).

FOTO 6 El comedor con niños y una Hermana Hija de la Caridad en el Sanatorio Santa Clara de Regla, Chipiona 1902

El centro continuó funcionando, si bien su capacidad máxima de 60 niños no llegaba a cubrirse en muchas ocasiones, y sabemos que en 1929 todavía cumplía su misión. A él acudían chicos de las zonas de Chipiona y Cádiz y colonias escolares enviadas desde Sevilla y Madrid. La admisión se producía a través de un examen médico de los niños de las familias pobres que lo solicitaran, descartándose en principio a los que tuviesen dolencias contagiosas.

Los resultados obtenidos en miles de chavales fueron muy satisfactorios, ya que se avanzó notablemente en la curación del raquitismo, de las lesiones óseas y ganglionares y de las diversas formas de tuberculosis pulmonar. Es evidente que el restablecimiento se producía por las condiciones del clima marino y de los baños de mar, pero también por el tratamiento de “sol, pan y besos” que propugnaba el Dr. Manuel Tolosa Latour.

El Sanatorio de Santa Clara de Regla en Chipiona se puede considerar como el primer centro marítimo en nuestro país dedicado en exclusiva a la infancia más desfavorecida. Supuso un considerable esfuerzo de un grupo de personas entregadas y entusiastas que construyeron y mantuvieron, pese a las dificultades, un establecimiento benéfico mediante donaciones privadas en una época en que era todavía impensable la asistencia pública universal que hoy consideramos -y lo es- un derecho irrenunciable (2).

Bibliografía
1.- Revista Nuevo Mundo del 28 de noviembre de 1902, páginas 14 y 15
2.- Artículo Cultura. Diálogos con Andalucía. Paco Sánchez Múgica. 19 de diciembre de 2016

Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
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