Florence
Nigthingale en la prensa española. La Esperanza periódico Monárquico 1855
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1 Logo del Bicentenario de Florence Nightingale para Enfermería Avanza,
realizado por Ioseba Imanol Vilas Molina, Director creativo
Florence
Nightingale, la heroína de los hospitales ingleses
Su
labor como enfermera en la guerra de Crimea, ensalzada por la prensa de la
época, hizo de Florence Nightingale un mito viviente en la Inglaterra
victoriana.
Florence Nightingale
decidió a los 24 años dedicarse a cuidar a los más desfavorecidos. Con esa idea
entró a trabajar en una clínica privada de Londres donde empezó a transformar
el oficio de enfermera y mejorar la atención de los enfermos. La implementación
de sus métodos en la guerra de Crimea y la mejora de las condiciones de los
heridos le dio el reconocimiento internacional. Sobre estas líneas, Florence
Nightingale hacia 1854 (foto 1) (1).
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2 Florence Nigthingale en el Hospital de Scutari. Foto Bridgeman
El
4 de noviembre de 1854 llega Florence Nigthingale a Scutari, hoy un barrio de
Estambul, junto con 38 enfermeras voluntarias católicas y protestantes.
Florence Nightingale
atiende a los soldados heridos en la guerra de Crimea en el Hospital de
Scutari. La enfermera jefe impuso unas simples reglas de higiene, como airear y
limpiar a fondo las salas de hospitalización, lavar a los pacientes y cambiar sus
sábanas o preparar comidas sanas para los enfermos, que mejoraron notablemente su
situación en muy poco tiempo (estas simples órdenes que decretó Florence en su
llegada al hospital, en España, ya lo realizaban desde hacía muchos años las
Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, las Siervas de María Ministras
de los Enfermos y los Hermanos de San Juan de Dios).
Los
soldados testigos de esa época destacaban que además de los cuidados de
enfermería, Florence Nightingale les reconfortaba a todos los soldados enfermos
y heridos, hablando con ellos, escribiendo cartas a sus familias o quedándose a
su lado toda la noche (1).
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3 Una Enfermera preparando las lámparas que utilizó Florence en Crimea
Aunque
ella rehuía la fama, Florence pronto se convirtió en una celebridad. Los periódicos
hablaban de ella como de una heroína y la gente se apasionaba por su dedicación.
Arriba, en la portada del Illustrated
Times el 2 de febrero de 1856.
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4 Portada del Illustrated Times del 2 de febrero de 1856
Una
luz mortecina vacila en las tinieblas de la sala del hospital. Proviene de la
linterna turca que una mujer joven, de unos treinta años, de cabello castaño
y ojos verdes, lleva consigo para visitar a los enfermos. La luz baja, la
muchacha se inclina junto a un hombre moribundo, le acaricia la frente y
le dirige unas últimas y reconfortantes palabras. En plena noche, los heridos
esperan que pase, la llaman: quieren que les proporcione seguridad, que los
asista, les muestre un rostro humano y compasivo en la terrible tragedia que
supuso la guerra de Crimea (1853 - 1856).
Surge
así la leyenda de una figura compleja y formidable: Florence Nightingale,
una de las grandes heroínas de la historia británica, quien, con su valor y
tenacidad, no se doblegó ante las reglas de la rígida época victoriana que
le tocó vivir y fundó las bases de la asistencia de la Enfermería Moderna. Mujer poco convencional, decidida, acogedora y, al
mismo tiempo, esquiva, rechazó la fama para seguir desarrollando su actividad
altruista.
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5 Artículo sobre Florence Nightingale
en el Hospital de Scutari, 1856
POLÉMICA EN
LA PRENSA ESCRITA ENTRE CATÓLICOS Y PROTESTANTES
PERIÓDICO MONÁRQUICO “LA ESPERANZA”
Nuestros
lectores saben que una dama inglesa, llamada miss Florence Nigthingale, tomó la generosa resolución de abandonar las
comodidades de su casa y los placeres con que le brindaba su posición en el mundo,
para asistir a los enfermos y heridos de los hospitales de la Crimea (2).
Fuese
patriotismo, fuese caridad, o simplemente filantropía, la acción fue loable, y
merece gratitud y recompensa. Así, nada tiene de extraño que los ingleses se
ocupen en este momento en consignar estos sentimientos en actos públicos y
nosotros lo aplaudimos con toda sinceridad (2).
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6 La Esperanza, Periódico Monárquico. Miércoles 19 de diciembre de 1855. Número
3426. Año duodécimo
Pero
el ejemplo de esa señora no ha sido por desgracia imitado por sus compatriotas.
Solamente unas pocas la siguieron para abandonarlo todo en el acto, y volverse
a sus casas a disfrutar de mejores alimentos, de mejor aire, de mayor recreo
que el que puede lograrse en un hospital.
Quiere
decir que la virtud eminentemente cristiana de la caridad no echa raíces en los
corazones protestantes, pervertidos por el egoísmo. Cuando un ejemplo tan
notable como el de miss Nightingale, y el más notable todavía, que daban, en
esos mismos hospitales las Hermanas de
la Caridad de San Vicente de Paúl católicas, no ha sido bastante para
generalizarla, parece lógico inferir que no se generalizará entre los
discípulos de Lutero y Calvino (2).
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7 Hermana de la Caridad entregando un niño a San Vicente de Paul, óleo de 1634
Ya
lo sabíamos nosotros: ya sabíamos que este último heresiarca se encerró en su
casa en tiempo de peste, sin cuidarse de otra cosa que de preservar su persona,
para él muy apreciable, dejando a sus conciudadanos que se arreglasen como pudieran.
Sólo
en el catolicismo hay caridad; y, sin meternos a demostrarlo por razones
teológicas, basta para creerlo así el ver los extremos que hacen los ingleses
con miss Nigthingale. Sin duda se trata de una cosa muy rara entre ellos;
cuando tan extraordinariamente se celebra (2).
Por
fortuna nosotros poseemos una miss Nigthingale en cada Hermana de la Caridad
que existe en España. Todas ellas, como las de Francia y las de todo el mundo
católico, están dispuestas a los mismos sacrificios: todas ellas arrastran la
muerte con serenidad, y hasta con alegría, cuando se trata de dispensar a sus
semejantes los consuelos y cuidados de que tanto necesita el enfermo postrado
en una cama, lleno de dolores y de heridas, y sujeto a las miserias a que está
condenada la naturaleza humana en la tierra. Si no todas renunciarían a la vida
regalada de que pudiera gozar en la sociedad miss Nigthingale, hay entre ellas
muchas que dejan, en el acto de abrazar su austera regla, bienes de forma
suficientes para vivir con desahogo en el mundo (2).
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8 Reverso del billete de 10 libras inglesas de Florence Nigthingale de 1984 -
1986
Hemos
tenido recientemente una epidemia en toda España, y no ha llegado a nuestra
noticia que se haya dado por esas virtuosas Hermanas un solo ejemplo siquiera
de tibieza en el desempeño de su caritativo ministerio. Esto consiste en que
los católicos estamos en posesión de la verdadera doctrina de Jesucristo, no
desvirtuada con los caprichos del espíritu privado, ni con las extravagancias
del racionalismo, sino conservada intacta como un depósito sagrado por los
sucesores de los Apóstoles y por los fieles que viven sujetos a la autoridad de
la Iglesia Católica Universal. Luis del
Barco (2).
Volvamos
a Las Novedades, de quien nos habíamos olvidado con las gracias de su artículo;
no crea que pretendemos pagarla en la misma moneda; el no haberse acordado de
que, hablando de las filantrópicas compañeras de la señora Nigthingale,
atribuimos que el haber fracasado su misión apostólica no fue «porque no abrigaran en su pecho
sentimientos naturales de beneficencia las hermanas protestantes, sino porque
las flacas fuerzas de una mujer, movidas acaso a impulso de la vanidad, les
faltaron al acometer tan ardua empresa», cuando
dice: «nuestro colega empieza negando que haya sentimientos humanitarios ni
filantrópicos, que haya caridad (que no es lo mismo, a nuestro entender), en
una palabra, sin la compañía de ciertas prácticas» (3).
Luego,
tomando las cosas ad pedem litterae,
nos pregunta con mucha sorna por las
banderas, por los uniformes del
ejército de la caridad, por las tocas
de las hermandad, etc., etc.
Cuando él nos diga qué charreteras gastan los
soldados de la industria, en qué clase de tafilete están encuadernadas las páginas de los corazones de los
infortunados, de que drogas se compone el
bálsamo del consuelo y nos explique otras metáforas por el estilo, le
complaceremos (3).
Por
ahora limitamos nuestra cortesanía a conversar con él, puesto que así lo
quiere, un breve rato acerca de lo conveniente que sea «profesar
modestamente el precepto divino de socorrer al necesitado».
«No se
oculta a nuestro colega, añade en seguida con muy buen acuerdo, que los alardes
sistemáticos y ruidosos de fe religiosa que envuelven en sí un principio de
vanidad, que precisamente está en abierta contradicción con la humildad
predicada por el Divino Maestro. Se pueden practicar todas las virtudes que
dejó recomendadas; se puede ser bueno, caritativo, benéfico, sin empezar por…»
(3).
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9 Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Fundación el 29 de noviembre de 1633
Las Hermanas de la
Caridad y todas aquellas que pertenecen a la congregación y
se dedican al cuidado de los heridos y enfermos, son ellas y solamente ellas.
¿Las de las Tocas? Son quienes acallan el primer vagido del niño expósito en
las Inclusas: quienes sirven de báculo a la ancianidad en los Hospicios, y
quienes recogen el último suspiro del moribundo en los Hospitales (3).
LONDRES,
6 DE NOVIEMBRE DE 1857
Veo
que nuestra amiga La Esperanza no se corrige, y me confirmo en la opinión de que
el odio teológico (es decir, el odio teológico de los católicos) es
el más feo de todos los odios, como también el más ciego y duradero. Para él
las afirmaciones del mundo civilizado y de las ciencias son vanas, los hechos
inútiles, la historia una letra muerta. No hay cosa, además, que sea tan
injusta como un teólogo adocenado y vulgar, ni que tanto perjudique a la
religión. Presuntuoso, soberbio, agresivo, calumniador e insolente hasta el
ridículo, reúne en su personalidad La
arteria de un jesuita, el corazón de
un inquisidor y el amor propio y el aplomo de la ignorancia (4).
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10 Hospital inglés en Londres, época victoriana
Las
pasiones de pandilla y las diferencias de credos, nunca ciegan a los hombres
superiores hasta el punto de desconocer las acciones nobles de sus
antagonistas. Chateaubriand,
católico, admira a Washington,
protestante; la Rusia despótica, a la Inglaterra liberal, y el Times,
representante del protestantismo inglés, se pone al lado de los católicos
irlandeses en los últimos escándalos de Belfast, a pesar de que la razón estaba visiblemente de parte de los
protestantes que, en uso del derecho que les concede la Constitución
inglesa, pueden predicar al aire libre y en el sitio y la hora que se les
antoje (4).
Otro
ejemplo elocuente de la imparcialidad que distingue a los hombres de genio, es la reprimenda del Padre Santo al
Cardenal Wisseman y al Dr. Cullen por su poca evangélica tentativa para
reprimir los impulsos caritativos y filantrópicos de los católicos irlandeses
en la suscripción para los que han sufrido en la India. Lo mismo el Sultán que
el Emperador francés, que la Europa y el mando entero sin diferencia de
creencias, reconoce en la señorita Florence Nigthingale un modelo perfecto de caridad cristiana. Pero he aquí que a
esa vieja de la imprenta periódica de la corte se le antoja negarlo, en primer
lugar porque es protestante, en segundo porque es una persona de rango (4).
Muy
poco conoce de achaques del corazón humano la gazmoña Esperanza, sin duda por no ocuparse más que de cosas divinas,
cuando considera, en un parangón inoportuno, un modelo de caridad cristiana más
interesante el de la humilde Hermana de la Caridad. Lejos de i la idea de negar
la perfección moral de esta. Pero ¿qué es
lo que constituye esta perfección? ¿Son
sus creencias? La misma Esperanza a pesar de su osadía no se atreverá a
contestar afirmativamente a esta pregunta.
La virtud humana
consiste en el sacrificio del yo por el
prójimo. Por consecuencia, para conocer los grados de perfección de aquella
es menester medir la extensión de este. Ahora, pues, ¿quién sacrifica más al
dedicarse al noble y cristiano oficio de curar nuestras miserias, una joven de
rango acostumbrada a moverse en una atmósfera de perfumes, o una pobre
miserable tal vez sin recursos ni porvenir? Respondan por mí todos los hombres
de buen sentido y que conozcan el corazón humano. Por lo demás, poco necesita
la señorita Nigthingale de mi defensa. El mundo la admira, la humanidad la
bendice; católicos y protestantes ingleses han contribuido a la enorme
suscripción de que ya tiene usted conocimiento; la Inglaterra le erige un
monumento, y por más que diga su fanático colega, la historia la presentará a
la posteridad como una persona de caridad cristiana (4).
Prescindamos
de todas las injurias que nos dirige el lector del Times, en cuyas columnas habrá aprendido, sin duda como ha dicho
pocos días a un eminente crítico francés, a:
Braver
le langage
et
plus l´homêleté.
Pero
no se contenta con esto; necesita más, necesita ultrajar nuevamente a la
religión católica, y lo hace con un cinismo, con el que forman un digno
maridaje, las vulgaridades de que se sirve. ¡Artero como un jesuita! ¿Si querrá
sostener todavía el corresponsal o el periódico, que al expresarse a sí no
ofende a todos y a cada uno de los dignísimos hijos de San Ignacio, hijos predilectos también de la Iglesia Católica? He
aquí la teología del corresponsal de El
Clamor; he aquí la moral que ha deducido de las infames obras de Sue, con
cuya lectura la basta para creerse un hombre
superior. Sí, los hijos de Loyola son arteros; pero sabe el corresponsal de
El Clamor para qué?
Para
ganar corazones para el servicio de Cristo; para convertir infieles a las
únicas verdaderas creencias; para llevar la civilización a países que, los
amantes de la humanidad por el estilo de El
Clamor y su corresponsal, desena ver siempre bárbaros y esclavos; para eso
son arteros (mañosos): para conseguir esos resultados emplean todos los
recursos de su ingenio, toda la seducción de su palabra, todos los esfuerzos de
su voluntad.
Desafiamos
a que nos pruebe otra cosa, y, por nuestra parte, desde luego nos comprometemos
a atestiguar lo que acabamos de decir.
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11 San Ignacio de Loyola fundador de la Compañía de Jesús (Jesuitas)
Reúne
en su personalidad el corazón, es
decir, la perversidad de corazón de un
inquisidor. ¿Qué sabrá de historia el corresponsal de El Clamor para condenar así de una plumada a hombres tan eminentes
en virtud? Lo que haya oído decir en algún sermón protestante, las variedades
que habrá leído en las obras de algunos ilustrados
liberales, las pinturas de tal cual honrado
novelista. Si hubiera estudiado en mejores libros, y si al conjunto de hechos
notoriamente verídicos aplicara un criterio desapasionado e imparcial, sabría
que esos inquisidores tan crueles
impidieron que en España se derramara a torrentes la sangre de nuestros padres;
sabría que por el solo prestigio de su virtud y sirviéndose de castigos casi
siempre de puro aparato, nos conservaron esta unidad religiosa, que por más que
repugne a El Clamor y a sus adeptos,
es envidiada de todas las naciones cultas de Europa: unidad también a que se
debió exclusivamente que el conquistador del siglo viera derrotadas sus hasta
entonces invencibles huestes en los campos de Bailén y de Vitoria. Pese el
corresponsal en una balanza bien equilibrada la sangre vertida por esos crueles inquisidores, miembros de una
institución legal, cuyos beneficios estamos tocando; pese esa sangre,
repetimos, con la que los humanitarios ingleses están derramando en un pueblo
que se rebela contra su codicia desenfrenada y contra sus incesantes
desafueros, pésela también si gusta con la que se ha vertido últimamente, para
traernos al estado en que nos encontramos, y entonces conocerá qué clase de
hombres merecen ser citados como tipos en punto a perversidad de corazón y a
instintos destructores.
Por
mucho que nos cueste hacerlo, aún debemos señalar una impiedad que con un
aplomo bien poco envidiable aventura el corresponsal de El Clamor. ¿Se atreverá La
Esperanza, a preguntar, a pesar de su osadía, a contestar afirmativamente
que la perfección moral que defiende en las Hermanas de la Caridad está en la
superioridad de sus creencias?
Cierto
que contestará afirmativamente La Esperanza a ésta pregunta, y en verdad que
para hacerlo no necesita echar mano de una osadía que nunca ha tenido: la que
excede a todos los límites es la que el corresponsal emplea al estampar esa
interrogación. Si la perfección moral puede alcanzarse en la tierra, sólo es
con nuestras creencias, mejor dicho, con nuestra fe, sólo con el auxilio de las
gracias, en la que el protestantismo no cree, al paso que sostiene siempre y en
todas ocasiones a los católicos.
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12 Enfermeras en un Hospital inglés en Londres a principios del siglo XX
De
aquí nuestra superioridad, incontestable en cuanto dice relación a sacrificios
o abnegaciones sublimes a caridad ilimitada; de aquí nuestras gloriosas
conquistas, cada vez más numerosas en todos los pueblos bárbaros, conquistas
cuya comparación con las del protestantismo nada significan; de aquí el que
todo el entusiasmo, toda la celebrada filantropía que nunca hemos negado en
miss Nigthingale, apareciera pobre, mezquina, sin resultados ante el entusiasmo
y ante la caridad de nuestras Hermanas de la Caridad, cosa que es notoria y por
demás probada.
Ciertamente
La Esperanza lo afirma, y no
comprende cómo en un país católico se puede elevar la menor duda sobre ello.
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13 Florence Nigthingale, con dieciocho años, 1838
Por
lo demás, el corresponsal de El Clamor,
forma un tejido de falsedades, tanto en lo que afirma como en lo que nos
atribuye. Acogiendo con una impresión que desde luego descubre su falta de
razones, cualquiera especie vertida en un periódico, lo mismo da por seguro que
el Papa ha echado una fuerte reprimenda a los Arzobispos Wisseman y Cullen,
como que la Rusia es la mayor admiradora de la Inglaterra; lo mismo asegura que
nosotros hemos rechazado sus elogios a miss Nigthingale por ser persona de alto
rango, como supone que estamos dispuestos a atacar la honradez de Washington,
solo porque haya tenido la desgracia de ser protestante. Es verdad que este
corresponsal es el mismo que hablaba de la información que se había hecho en
Inglaterra, a propósito de los hechos denunciados por el Arzobispo Cullen,
pocos días antes de que publicáramos la carta que hacía referencia a estos.
¿Querría
El Clamor o su corresponsal citarnos
dónde han visto la reprimenda de que hablan, como no sea en un parrafito de una
correspondencia de Roma del Nord?
Nosotros les prometemos en cambio todo lo que es muy recientemente vienen
diciendo contra la Inglaterra los periódicos rusos más autorizados, y entre
ellos la misma Abeja del Norte, a
cuyas palabras dieron una interpretación tan amplia como poco acertada. También
desearíamos que nos citasen los ataques dirigidos a La Esperanza a… Washington o cualquiera otro personaje cuyas
grandes cualidades fueran notorias sólo por ser protestante, y sobre todo
desearíamos saber dónde ni cuándo en todo el curso de la polémica hemos mezclado
nosotros el rango de miss Nigthingale para nada.
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14 Ciencia y Caridad. Óleo sobre
lienzo 197 x 249,5 cm. El cuadro
fue pintado en el taller particular de Picasso, el tema, la idea general y la
composición fueron sugeridos por el padre del pintor lo que permite observar
los condicionantes académicos de la época. A una luminosidad al modo
impresionista, se mezcla la intención social y humanitaria, contempladas desde
un punto de vista muy provinciano, siguiendo los dictados del momento y una paleta
claramente academicista, todo converge en el efectismo de la escena: una
enferma, asistida por un médico, está acompañada por una monja Hija de la
Caridad, que le ofrece una taza mientras sostiene a su hijo, que, posiblemente
no quiere dar a entender que se trata del hijo de la enferma. Museo Picasso, Barcelona. 1897
Lo
que se descubre desde luego en lo que dice sobre esto el corresponsal de El Clamor, es su ignorancia crasísima
sobre lo que son nuestras Hermanas de la
Caridad; y decimos ignorancia, porque nos parece preferible esa
calificación a otra que con más propiedad pudiéramos aplicarle en vista de sus
palabras. ¿Si querrá acaso dar a entender que entre los católicos puede ser
esto una especulación? Derecho tenemos para creerlo, y lo mismo sucederá
indudablemente a todas las personas que tengan sentido común (4).
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15 Hijas de la Caridad con enfermeras profesionales en el Hospital de San
Sebastián, 1936. Fotógrafo: Pascual Marín
Pues
qué, ¿entre las Hermanas de la Caridad
no hay, no una, sino infinitas personas de categoría que tienen una gran
posición social, y que podían vivir en una atmósfera de perfumes, y gozando de
todo género de comodidades? Pero el corresponsal necesitaba decir algo para
hermosear a su modelo, y por tal de hacerlo, no ha dudado en faltar a la
veracidad respecto de nosotros, dando al mismo tiempo ni una noticia palpable
de estas cosas que ha escrito y que hemos dicho, a saber, de su ignorancia o de
su mala fe, siempre que trata de cosas de nuestra religión (4).
Continúe
en su noble tarea, siga tomando sus inspiraciones en las puras fuentes de los
libros y periódicos protestantes, trate de llegar a la altura de estos últimos
en punto a libertades de estilo, no desperdicie ocasión de ridiculizar en sus
ataques la fe de todos los españoles, y no cese un instante siquiera en la obra
de proselitismo que ha emprendido, en la que tan bien la secunda el órgano autorizado de la opinión pública:
que así logrará alcanzar, no lo dudamos, que sino por otra cosa, al menos por
bastantes analogías de carácter le comparen al grande hombre del siglo pasado.
N. García Sierra (4).
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16 Florence Nightingale, la “Dama de la lámpara”
Agradecimiento
Jesús Rubio Pilarte.
Fue el autor de conseguir los ejemplares de “La Esperanza”.
Bibliografía
1.-
Florence Nightingale, la heroína de los hospitales ingleses
2.-
La Esperanza, Periódico Monárquico. Miércoles 19 de diciembre de 1855. Nº 3426.
Año duodécimo. Página 1, tercera columna
3.-
La Esperanza, Periódico Monárquico. Sábado 29 de agosto de 1857. Nº 3945. Año decimotercero
4.-
La Esperanza, Periódico Monárquico. Sábado 14 de noviembre de 1857. Nº 4011.
Año decimocuarto
Autor:
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en
Enfermería. Osakidetza, Hospital Universitario Donostia, Gipuzkoa
Insignia
de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de
Enfermería Avanza
Miembro de Eusko
Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la
Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro no
numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico
de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia –
Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Insignia
de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019
1 comentario:
Me encanta el artículo, vaya polémica y modo de acercar el ascua a su sardina que tenía el periódico católico de la época. En cierto sentido las cosas no cambian mucho, ¿no crees? Muy interesante y divertido el conflicto. Un saludo y feliz año nuevo
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