Durante la guerra de Crimea, una joven enfermera británica, Rosa Barr, recorre los campos de batalla en su empeño de atender y confortar el mayor número posible de heridos. Mientras tanto, en Londres, su prima Mariella Lingwood sigue el devenir del conflicto a través de las cartas que recibe de su novio, Henry Thewell, un célebre cirujano que también ha ido voluntario a la guerra. Pero cuando Henry cae herido y las noticias sobre Rosa cesan, Mariella se siente obligada a acudir en ayuda de ambos.
Así siguiendo el rastro de su prima, Mariella emprende un viaje que la llevará desde su apacible ámbito familiar en el comedido Londres victoriano hasta el perturbador escenario de la contienda. Un viaje que la hará descubrir en su fuero interno una fuerza que no creía poseer y le enseñará que aún tiene mucho que aprender sobre los secretos del alma, la fidelidad y el amor.
FOTO 001 Portada del libro
Esta novela histórica está ambientada en una época de profundos cambios políticos, “Encuentro en Sebastopol” presenta a dos heroínas, opuestas en carácter y talante, inmersas en una realidad que deja al descubierto la peor cara de la condición humana, pero también la grandeza de las actitudes más nobles y los sentimientos más elevados.
Magnífico libro que ayude a estudiantes, enfermeras e historiadores, a comprender, porque una dama victoriana, se convierte en enfermera para ayudar, comprender, limpiar y cuidar a los enfermos de una guerra, su guerra.
Esa tarde, a mi madre y a mí (se refiere a la prima de Rosa, que es la que narra esta novela), nos esperaban en la iglesia, donde íbamos a preparar un concurso para la celebración de la Pascua de los niños de la Escuela Dominical. La reunión se auguraba conflictiva porque la señora Hardcastle había sugerido que los niños debían enarbolar banderas turcas, francesas y británicas idea que había escandalizado a mi madre. La Pascua, había dicho, era un tiempo para la esperanza, no para la guerra.
Apareció esa noche en mi casa el capitán Max Stukeley, Noventa y Siete Regimiento de Derbyshire, se despedía de nosotras, esa misma noche si encontraban un barco lo bastante grande para meter en él los caballos, pues ninguno de nosotros aceptará separarse de su montura.
FOTO 002 Carruaje de Florence Nightingale 1856. Crimea
La heroína de Rosa Barr era una joven, la señorita Florence Nightingale, diez años mayor que ella y que había convencido a su padre, propietario de una fábrica en el valle vecino, de que abriera una escuela para niños pobres. La señorita Nightingale dedicaba las mañanas a cuidar enfermos y a las tardes a enseñar a leer a las obreras de la fábrica. Todo el mundo habla de ella, y espero conocerla este verano, comentó Rosa. Quiero ser la señorita Nightingale, imagina lo que podría llegar a hacer algún día, si mi padrastro me lo permitiera. Podría convertirme en alguien que llevara a cabo cosas importantes. (Las señoritas en el Londres victoriano, no estaba previsto que trabajasen y menos que fueran enfermeras, que lo dejaban para las clases sociales bajas, viudas o mujeres sin familia).
Como primer paso encaminado a ese objetivo, Rosa no tardó en reclutarme para un nuevo comité de la Sociedad para la Mejora de las Condiciones de Vida de las Personas Enfermas, Necesitadas y Sin Educación de Stukeley, de la cual ella era la presidenta, y a mí me nombró secretaria.
Londres 1854, se presentó Henry Thewell, a finales de marzo partiría hacia Budapest donde se encontraban las tropas británicas, se enteraron que estaría en Hungría y quieren que les presente un informe sobre el estado desalad pública de dicha nación. A los pocos meses las tropas británicas desembarcaron en Constantinopla.
La descripción que hacen sobre Nora McCormack la enfermera, dice así: Nora era una mujer robusta de marcado acento irlandés, piel basta color cuajada y cabello ralo. Comentando que la madre de Rosa está muy enferma, decide su hermana que habrá que llamar al médico y Rosa le contesta: no es necesario, pronto mejorará, dice el médico que necesita cuidados constantes, hay que estar muy atentos cuando se trata del corazón. Y Rosa les contesta, ya se ocupará Nora de todo, para eso la trajimos con nosotras. Nora ha pasado toda la noche en vela, necesita dormir. Nosotras nos turnaremos, no hace falta traer otra enfermera de fuera. Rosa le decía a su prima y a su tía que aún estando Nora en su casa, tuvo que cuidar a su padrastro que era un enfermo muy desagradable. Rosa dijo: yo la cuidaré, por supuesto no es molestia. Estoy acostumbrada. Nunca me ha molestado cuidar de personas enfermas, en realidad. De hecho, dedicaría mi vida a ello, si pudiera ser útil. Quiero ser enfermera.
FOTO 003 Barbara Leigh Smith
Rosa había quedado con una amiga londinense que se habían conocido por carta y se llamaba Barbara Leigh Smith, su prima le preguntó y ¿quién es esa mujer? Es prima de unos conocidos de Derbyshire, los Nightingale. Por boca de su tía Julia descubrí que nunca han reconocido el parentesco con Barbara porque es hija ilegítima, a pesar deque sea una de las mujeres más brillantes y con más talento del país.
Comentando que su prima y su madre estaban preparando una casa para institutrices retiradas, pues yo estoy buscando les decía Barbara una costurera y una profesora para enseñar en la Residencia que estoy construyendo, yo me dedico a ayudar a mujeres con problemas que tienen niños y están separadas o solteras. Esas mujeres solteras, demasiado mayores para seguir trabajando tras una vida entera de servicio, merecen algo mejor que morir de hambre en soledad. Que obra tan maravillosa. ¿Sabéis? Terció Barbara, creo que es lo que está haciendo mi prima Flo precisamente. Dirige una residencia parecida. Y me refiero a dirigirla de verdad.
FOTO 004 Guerra de Crimea. Despedida
¿Y usted, Rosa, en qué campo trabaja? Preguntó la insaciable Marian. En ninguno. Supongo que mi sueño sería convertirme en enfermera, o incluso en médico, si fuera posible. Mi prima tiene un primo considerado un cirujano con mucho prestigio. Ahora que vivo en Londres, espero lograr introducirme en algunos ambientes gracias a él, o al menos tener la oportunidad de ver una operación y tal vez asistir a una o dos clases. Ésa es una ambición muy valiente y hermosa, sobre todo en estos tiempos de guerra. Mientras Rosa en su tiempo libre ayudaba a una viuda con cuatro hijos, llevaba al pequeño en brazos cuando le vio su prima, los tres estaban mugrientos, tenían la piel cetrina y olían a cuerpos sin lavar y cosas peores. Les moqueaba la nariz y babeaban. Les llevaba comida sobretodo para los niños, el otro más pequeño estaba con su madre. Sólo se tranquilizaron los niños que estaban llorando cuando les dio el jamón y el pan, que devoraron como si no hubieran comido en un mes. Llevé a Rosa aparte y le susurré que había visto piojos moverse por los lacios cabellos de la niña, pero eso no le impidió sentarse en la hierba con las piernas cruzadas, ponerla en su regazo, abrazarla y besarla. Una semana más tarde, el ama de llaves tuvo que aplicarlos a las dos una loción apestosa en el pelo, y cuando la tía Isabella se enteró, le dijo a su marido que nos prohibía tajantemente volver a acercarnos a aquellos niños.
En el siguiente capítulo se cuenta los preparativos de la guerra en las ciudades donde se encuentran las tropas distribuidas por varios países. Henry fue para dar instrucciones de cómo poder atender a los posibles heridos en los combates. Aquí Henry les que cuenta que ha conocido a un excelente y extraordinario médico Semmelweiss, que ha transformado por completo las prácticas en los pabellones de obstetricia. Ahora todo el mundo debe lavarse las manos antes de acercarse a una mujer embarazada. No creo que eso sea nada nuevo, comentó Rosa, la Comadrona de nuestra comarca solía repetir que la limpieza lo es todo en un parto. Si señorita Barr, sería de esperar que comadronas y médicos se lavaran las manos con frecuencia. Pero lamento reconocer que no todos lo hacen, y en los hospitales, cuando el tiempo apremia y es ya bastante difícil contar con un suministro de agua limpia para beber, y no digamos para lavarse, a menudo la limpieza se deja de lado. Pensaba que era algo sabido, leí un artículo de Addison, que se refería a la formación de pus, y aseguraba que no es probable que una herida se infecte si está limpia. Es cuando Rosa solicita al médico Henry, que le lleve a conocer su hospital.
Os pongo las direcciones de dos trabajos relacionados con esta enfermera:
Hospital de Escutari y la Dama de la Lámpara. Publicado el sábado día 6 de marzo de 2010
http://enfeps.blogspot.com/2010/03/hospital-de-escutari-y-la-dama-de-la.html
Los guantes del amor. Publicado el sábado día 13 de marzo de 2010
http://enfeps.blogspot.com/2010/03/los-guantes-del-amor.html
Rosa aseguró que debíamos tomarnos en serio el sufrimiento ajeno y no ponernos en situación de superioridad frente a pacientes y enfermeras engalanándonos co elegantes sedas o muselinas. Teniendo en cuenta que ninguno de sus vestidos podía etiquetarse de frívolo, era evidente que tal decreto iba dirigido a mí. Las dos nos pusimos sencillos puños blancos y nos recogimos el pelo en apretados moños. Mi prima me pidió prestadas unas enaguas para dar la tradicional forma de campana a su vestido, y se ciño la cintura con un estrecho cinturón. Nos miramos al espejo y el peinado de estilo cuáquero de Rosa ponía al descubierto la fragilidad de su esbelto cuello, y la sencillez de su atuendo destacaba del modo más favorecedor su luminosa piel y sus ojos brillantes.
Desde el exterior, el hospital Guy`s resultaba realmente impresionante con imponentes pilares en la verja, aguilones en la fachada e hileras de altas ventanas. Parecía un palacio más que un centro para pobres e indigentes, tras las grandes puertas de la entrada principal había un vestíbulo con paredes revestidas de madera y retratos de hombres con papada y rígidas corbatas, que colgaban sobre una amplia escalinata. Pero también se percibía un disimulado olor a cosas desagradables y sonidos de cosas distantes que me alarmaron sobremanera. De vez en cuando cruzaban el vestíbulo camilleros en mangas de camisa, algunas enfermeras o sirvientas y hombres con levita. Me retiré hacia la escalinata de roble, me recogí las faldas con una mano mientras que con la otra me llevaba discretamente el pañuelo a la nariz.
FOTO 005 Enfermeras 1890
Caminamos por un sofocante corredor y pasamos por delante de varias puertas hasta que llegamos a una sala, donde un vistazo bastó para convencerme y dar la razón a mi tía para no volver jamás a un hospital. El hedor estuvo a punto de hacerme caer redonda. Olía a retretes llenos a rebosar, a vómitos, a cosas peores. Aunque nadie alzaba la voz, salvo por algún que otro grito de los pacientes, de hecho había mucho ruido: las puertas que se abrían y cerraban, las pisadas con calzado pesado que hacían crujir los suelos de madera, el trasiego en el piso de arriba, el gorgoteo del agua, el tintineo de los frascos. La sala consistía en una pulcra hileras de camas a ambos lados, pero había suciedad en ambas partes, sábanas y vendas manchadas, utensilios deslustrados, hombres despeinados de aspecto vil. Mi mirada se paseó una y otra vez por encima de aquellos pechos desnudos, algunos peludos, otros de piel blanca y flácida. Me vino a la memoria el recuerdo de aquel mismo olor y de asco acompañado de un sentimiento de culpa.
Las enfermeras iban de una cama a otra en un casino ritual para atender a los pacientes, pero parecían aburridas e indiferentes. Las moscas molestaban a los enfermos y hacía mucho calor porque el sol se filtraba por las persianas rotas. Entre tanto, Rosa se acercó sin temor a una enfermera baja y regordeta y le tendió la mano. Me llamo Rosa Barr. Estoy pensando ser enfermera.
Rosa me pidió prestados un pequeño sombrero redondo, un cuello sencillo y mis enaguas de crinolina para ahuecar el vestido. Antes de irnos al hospital pasamos por la habitación de la tía Isabella. Ella le dijo estas horrible, pareces una monja, supongo que después acabarás cortándote el pelo y volviéndote católica. ¿Por qué habría de hacer eso, madre? Porque pareces resuelta a hacer cuanto pueda disgustarme, sobre todo hacerte enfermera.
Se libraron dos batallas más, la de Balaclava y la de Inkerman, los rusos seguían atrincherados dentro de Sebastopol y el asedio no es total. La única chispa de esperanza provenía del grupo de enfermeras de la señorita Nightingale, cuyo avance a través de Francia aparecía documentado con profusión en una prensa fascinada. Había recaído una enorme responsabilidad sobre los hombros de aquellas enfermeras, convertidas en el destello del romanticismo en un relato de la contienda cada vez más desolador y que constituían una fuente inagotable de conversación para nuestro grupo de costura. En opinión de la señora Hardcastle, la inclusión de monjas católicas era una calamidad para cuantos estaban involucrados. ¿Qué inglés como Dios manda querría ser atendido por una católica?. Seguramente por mujeres enfermeras irlandesas, además. Si es que puedan llamárselas mujeres.
FOTO 006 Enfermera en Crimea atendiendo a un herido 1885
Nora McCormack, la enfermera irlandesa de mi querida madre es excelente. La excepción que confirma la regla. Tendrá usted suerte si la tal Nora no bebe a escondidas. Cuando mi marido se puso enfermo contraté a una enfermera de verdad a una buena enfermera, como ya sabe, sobria y honrada a carta cabal, era inglesa de Devon cerca de Cornualles. Al menos, las monjas estarán capacitadas y serán obedientes. Serán obedientes al Papa de Roma. Me sorprende que la señorita Nightingale tan sabia haya caído en una trampa tan fácil. Los católicos no se detienen ante nada con tal de convertir a cuantos los rodean.
Apareció Rosa una noche y se puso un horroroso traje de lana gris jaspeada, demasiado ancho en la cintura y los hombros y que terminaba ocho centímetros por encima de los tobillos, y una sencilla cofia blanca. El conjunto, que a mí me habría hecho parecer una lavandera, la transformó a Rosa en una encantadora (enfermera) doncella de un cuadro holandés. Es el uniforme de enfermera que llevaré cuando me vaya a Constantinopla. El gobierno tenía urgencia en enviar más enfermeras a Turquía porque llegaban noticias de los soldados que morían a centenares en hospitales faltos de personal. Además las tropas sufrían de congelación además de las enfermedades relacionadas con una dieta escasa y el agua sucia. Tuvieron además muchos enfermos de cólera.
Mis padres y yo le acompañamos a la estación de London Bridge, inmediatamente fue al encuentro de la señorita Stanley y su grupo de enfermeras que partían para el Hospital de campaña de Usküdar o Escutari en Turquía. Por fin Rosa sería enfermera.
Este libro de 444 páginas “Encuentro en Sebastopol” de Katharine McMahon, ha llegado hasta el final del segundo capítulo cuando Rosa se va a Turquía como enfermera.
FOTO 007 Portada del libro en inglés
Libro muy interesante para los amantes de la Historia de la Enfermería, que espero lo disfrutéis, también llamado en su titulación en inglés “La Rosa de Sebastopol”. Ha sido éxito de ventas en el Reino Unido y en Estados Unidos; es una novela histórica de barrido sobre el amor, la guerra, la traición, y el descubrimiento. En 1854, belleza, aventura, Rosa Barr viaja al campo de batalla de Crimea con el cuerpo de enfermería de Florence Nightingale.
FOTO 008 Monjas enfermeras en la guerra de Crimea
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
masolorzano@telefonica.net
Así siguiendo el rastro de su prima, Mariella emprende un viaje que la llevará desde su apacible ámbito familiar en el comedido Londres victoriano hasta el perturbador escenario de la contienda. Un viaje que la hará descubrir en su fuero interno una fuerza que no creía poseer y le enseñará que aún tiene mucho que aprender sobre los secretos del alma, la fidelidad y el amor.
FOTO 001 Portada del libro
Esta novela histórica está ambientada en una época de profundos cambios políticos, “Encuentro en Sebastopol” presenta a dos heroínas, opuestas en carácter y talante, inmersas en una realidad que deja al descubierto la peor cara de la condición humana, pero también la grandeza de las actitudes más nobles y los sentimientos más elevados.
Magnífico libro que ayude a estudiantes, enfermeras e historiadores, a comprender, porque una dama victoriana, se convierte en enfermera para ayudar, comprender, limpiar y cuidar a los enfermos de una guerra, su guerra.
Esa tarde, a mi madre y a mí (se refiere a la prima de Rosa, que es la que narra esta novela), nos esperaban en la iglesia, donde íbamos a preparar un concurso para la celebración de la Pascua de los niños de la Escuela Dominical. La reunión se auguraba conflictiva porque la señora Hardcastle había sugerido que los niños debían enarbolar banderas turcas, francesas y británicas idea que había escandalizado a mi madre. La Pascua, había dicho, era un tiempo para la esperanza, no para la guerra.
Apareció esa noche en mi casa el capitán Max Stukeley, Noventa y Siete Regimiento de Derbyshire, se despedía de nosotras, esa misma noche si encontraban un barco lo bastante grande para meter en él los caballos, pues ninguno de nosotros aceptará separarse de su montura.
FOTO 002 Carruaje de Florence Nightingale 1856. Crimea
La heroína de Rosa Barr era una joven, la señorita Florence Nightingale, diez años mayor que ella y que había convencido a su padre, propietario de una fábrica en el valle vecino, de que abriera una escuela para niños pobres. La señorita Nightingale dedicaba las mañanas a cuidar enfermos y a las tardes a enseñar a leer a las obreras de la fábrica. Todo el mundo habla de ella, y espero conocerla este verano, comentó Rosa. Quiero ser la señorita Nightingale, imagina lo que podría llegar a hacer algún día, si mi padrastro me lo permitiera. Podría convertirme en alguien que llevara a cabo cosas importantes. (Las señoritas en el Londres victoriano, no estaba previsto que trabajasen y menos que fueran enfermeras, que lo dejaban para las clases sociales bajas, viudas o mujeres sin familia).
Como primer paso encaminado a ese objetivo, Rosa no tardó en reclutarme para un nuevo comité de la Sociedad para la Mejora de las Condiciones de Vida de las Personas Enfermas, Necesitadas y Sin Educación de Stukeley, de la cual ella era la presidenta, y a mí me nombró secretaria.
Londres 1854, se presentó Henry Thewell, a finales de marzo partiría hacia Budapest donde se encontraban las tropas británicas, se enteraron que estaría en Hungría y quieren que les presente un informe sobre el estado desalad pública de dicha nación. A los pocos meses las tropas británicas desembarcaron en Constantinopla.
La descripción que hacen sobre Nora McCormack la enfermera, dice así: Nora era una mujer robusta de marcado acento irlandés, piel basta color cuajada y cabello ralo. Comentando que la madre de Rosa está muy enferma, decide su hermana que habrá que llamar al médico y Rosa le contesta: no es necesario, pronto mejorará, dice el médico que necesita cuidados constantes, hay que estar muy atentos cuando se trata del corazón. Y Rosa les contesta, ya se ocupará Nora de todo, para eso la trajimos con nosotras. Nora ha pasado toda la noche en vela, necesita dormir. Nosotras nos turnaremos, no hace falta traer otra enfermera de fuera. Rosa le decía a su prima y a su tía que aún estando Nora en su casa, tuvo que cuidar a su padrastro que era un enfermo muy desagradable. Rosa dijo: yo la cuidaré, por supuesto no es molestia. Estoy acostumbrada. Nunca me ha molestado cuidar de personas enfermas, en realidad. De hecho, dedicaría mi vida a ello, si pudiera ser útil. Quiero ser enfermera.
FOTO 003 Barbara Leigh Smith
Rosa había quedado con una amiga londinense que se habían conocido por carta y se llamaba Barbara Leigh Smith, su prima le preguntó y ¿quién es esa mujer? Es prima de unos conocidos de Derbyshire, los Nightingale. Por boca de su tía Julia descubrí que nunca han reconocido el parentesco con Barbara porque es hija ilegítima, a pesar deque sea una de las mujeres más brillantes y con más talento del país.
Comentando que su prima y su madre estaban preparando una casa para institutrices retiradas, pues yo estoy buscando les decía Barbara una costurera y una profesora para enseñar en la Residencia que estoy construyendo, yo me dedico a ayudar a mujeres con problemas que tienen niños y están separadas o solteras. Esas mujeres solteras, demasiado mayores para seguir trabajando tras una vida entera de servicio, merecen algo mejor que morir de hambre en soledad. Que obra tan maravillosa. ¿Sabéis? Terció Barbara, creo que es lo que está haciendo mi prima Flo precisamente. Dirige una residencia parecida. Y me refiero a dirigirla de verdad.
FOTO 004 Guerra de Crimea. Despedida
¿Y usted, Rosa, en qué campo trabaja? Preguntó la insaciable Marian. En ninguno. Supongo que mi sueño sería convertirme en enfermera, o incluso en médico, si fuera posible. Mi prima tiene un primo considerado un cirujano con mucho prestigio. Ahora que vivo en Londres, espero lograr introducirme en algunos ambientes gracias a él, o al menos tener la oportunidad de ver una operación y tal vez asistir a una o dos clases. Ésa es una ambición muy valiente y hermosa, sobre todo en estos tiempos de guerra. Mientras Rosa en su tiempo libre ayudaba a una viuda con cuatro hijos, llevaba al pequeño en brazos cuando le vio su prima, los tres estaban mugrientos, tenían la piel cetrina y olían a cuerpos sin lavar y cosas peores. Les moqueaba la nariz y babeaban. Les llevaba comida sobretodo para los niños, el otro más pequeño estaba con su madre. Sólo se tranquilizaron los niños que estaban llorando cuando les dio el jamón y el pan, que devoraron como si no hubieran comido en un mes. Llevé a Rosa aparte y le susurré que había visto piojos moverse por los lacios cabellos de la niña, pero eso no le impidió sentarse en la hierba con las piernas cruzadas, ponerla en su regazo, abrazarla y besarla. Una semana más tarde, el ama de llaves tuvo que aplicarlos a las dos una loción apestosa en el pelo, y cuando la tía Isabella se enteró, le dijo a su marido que nos prohibía tajantemente volver a acercarnos a aquellos niños.
En el siguiente capítulo se cuenta los preparativos de la guerra en las ciudades donde se encuentran las tropas distribuidas por varios países. Henry fue para dar instrucciones de cómo poder atender a los posibles heridos en los combates. Aquí Henry les que cuenta que ha conocido a un excelente y extraordinario médico Semmelweiss, que ha transformado por completo las prácticas en los pabellones de obstetricia. Ahora todo el mundo debe lavarse las manos antes de acercarse a una mujer embarazada. No creo que eso sea nada nuevo, comentó Rosa, la Comadrona de nuestra comarca solía repetir que la limpieza lo es todo en un parto. Si señorita Barr, sería de esperar que comadronas y médicos se lavaran las manos con frecuencia. Pero lamento reconocer que no todos lo hacen, y en los hospitales, cuando el tiempo apremia y es ya bastante difícil contar con un suministro de agua limpia para beber, y no digamos para lavarse, a menudo la limpieza se deja de lado. Pensaba que era algo sabido, leí un artículo de Addison, que se refería a la formación de pus, y aseguraba que no es probable que una herida se infecte si está limpia. Es cuando Rosa solicita al médico Henry, que le lleve a conocer su hospital.
Os pongo las direcciones de dos trabajos relacionados con esta enfermera:
Hospital de Escutari y la Dama de la Lámpara. Publicado el sábado día 6 de marzo de 2010
http://enfeps.blogspot.com/2010/03/hospital-de-escutari-y-la-dama-de-la.html
Los guantes del amor. Publicado el sábado día 13 de marzo de 2010
http://enfeps.blogspot.com/2010/03/los-guantes-del-amor.html
Rosa aseguró que debíamos tomarnos en serio el sufrimiento ajeno y no ponernos en situación de superioridad frente a pacientes y enfermeras engalanándonos co elegantes sedas o muselinas. Teniendo en cuenta que ninguno de sus vestidos podía etiquetarse de frívolo, era evidente que tal decreto iba dirigido a mí. Las dos nos pusimos sencillos puños blancos y nos recogimos el pelo en apretados moños. Mi prima me pidió prestadas unas enaguas para dar la tradicional forma de campana a su vestido, y se ciño la cintura con un estrecho cinturón. Nos miramos al espejo y el peinado de estilo cuáquero de Rosa ponía al descubierto la fragilidad de su esbelto cuello, y la sencillez de su atuendo destacaba del modo más favorecedor su luminosa piel y sus ojos brillantes.
Desde el exterior, el hospital Guy`s resultaba realmente impresionante con imponentes pilares en la verja, aguilones en la fachada e hileras de altas ventanas. Parecía un palacio más que un centro para pobres e indigentes, tras las grandes puertas de la entrada principal había un vestíbulo con paredes revestidas de madera y retratos de hombres con papada y rígidas corbatas, que colgaban sobre una amplia escalinata. Pero también se percibía un disimulado olor a cosas desagradables y sonidos de cosas distantes que me alarmaron sobremanera. De vez en cuando cruzaban el vestíbulo camilleros en mangas de camisa, algunas enfermeras o sirvientas y hombres con levita. Me retiré hacia la escalinata de roble, me recogí las faldas con una mano mientras que con la otra me llevaba discretamente el pañuelo a la nariz.
FOTO 005 Enfermeras 1890
Caminamos por un sofocante corredor y pasamos por delante de varias puertas hasta que llegamos a una sala, donde un vistazo bastó para convencerme y dar la razón a mi tía para no volver jamás a un hospital. El hedor estuvo a punto de hacerme caer redonda. Olía a retretes llenos a rebosar, a vómitos, a cosas peores. Aunque nadie alzaba la voz, salvo por algún que otro grito de los pacientes, de hecho había mucho ruido: las puertas que se abrían y cerraban, las pisadas con calzado pesado que hacían crujir los suelos de madera, el trasiego en el piso de arriba, el gorgoteo del agua, el tintineo de los frascos. La sala consistía en una pulcra hileras de camas a ambos lados, pero había suciedad en ambas partes, sábanas y vendas manchadas, utensilios deslustrados, hombres despeinados de aspecto vil. Mi mirada se paseó una y otra vez por encima de aquellos pechos desnudos, algunos peludos, otros de piel blanca y flácida. Me vino a la memoria el recuerdo de aquel mismo olor y de asco acompañado de un sentimiento de culpa.
Las enfermeras iban de una cama a otra en un casino ritual para atender a los pacientes, pero parecían aburridas e indiferentes. Las moscas molestaban a los enfermos y hacía mucho calor porque el sol se filtraba por las persianas rotas. Entre tanto, Rosa se acercó sin temor a una enfermera baja y regordeta y le tendió la mano. Me llamo Rosa Barr. Estoy pensando ser enfermera.
Rosa me pidió prestados un pequeño sombrero redondo, un cuello sencillo y mis enaguas de crinolina para ahuecar el vestido. Antes de irnos al hospital pasamos por la habitación de la tía Isabella. Ella le dijo estas horrible, pareces una monja, supongo que después acabarás cortándote el pelo y volviéndote católica. ¿Por qué habría de hacer eso, madre? Porque pareces resuelta a hacer cuanto pueda disgustarme, sobre todo hacerte enfermera.
Se libraron dos batallas más, la de Balaclava y la de Inkerman, los rusos seguían atrincherados dentro de Sebastopol y el asedio no es total. La única chispa de esperanza provenía del grupo de enfermeras de la señorita Nightingale, cuyo avance a través de Francia aparecía documentado con profusión en una prensa fascinada. Había recaído una enorme responsabilidad sobre los hombros de aquellas enfermeras, convertidas en el destello del romanticismo en un relato de la contienda cada vez más desolador y que constituían una fuente inagotable de conversación para nuestro grupo de costura. En opinión de la señora Hardcastle, la inclusión de monjas católicas era una calamidad para cuantos estaban involucrados. ¿Qué inglés como Dios manda querría ser atendido por una católica?. Seguramente por mujeres enfermeras irlandesas, además. Si es que puedan llamárselas mujeres.
FOTO 006 Enfermera en Crimea atendiendo a un herido 1885
Nora McCormack, la enfermera irlandesa de mi querida madre es excelente. La excepción que confirma la regla. Tendrá usted suerte si la tal Nora no bebe a escondidas. Cuando mi marido se puso enfermo contraté a una enfermera de verdad a una buena enfermera, como ya sabe, sobria y honrada a carta cabal, era inglesa de Devon cerca de Cornualles. Al menos, las monjas estarán capacitadas y serán obedientes. Serán obedientes al Papa de Roma. Me sorprende que la señorita Nightingale tan sabia haya caído en una trampa tan fácil. Los católicos no se detienen ante nada con tal de convertir a cuantos los rodean.
Apareció Rosa una noche y se puso un horroroso traje de lana gris jaspeada, demasiado ancho en la cintura y los hombros y que terminaba ocho centímetros por encima de los tobillos, y una sencilla cofia blanca. El conjunto, que a mí me habría hecho parecer una lavandera, la transformó a Rosa en una encantadora (enfermera) doncella de un cuadro holandés. Es el uniforme de enfermera que llevaré cuando me vaya a Constantinopla. El gobierno tenía urgencia en enviar más enfermeras a Turquía porque llegaban noticias de los soldados que morían a centenares en hospitales faltos de personal. Además las tropas sufrían de congelación además de las enfermedades relacionadas con una dieta escasa y el agua sucia. Tuvieron además muchos enfermos de cólera.
Mis padres y yo le acompañamos a la estación de London Bridge, inmediatamente fue al encuentro de la señorita Stanley y su grupo de enfermeras que partían para el Hospital de campaña de Usküdar o Escutari en Turquía. Por fin Rosa sería enfermera.
Este libro de 444 páginas “Encuentro en Sebastopol” de Katharine McMahon, ha llegado hasta el final del segundo capítulo cuando Rosa se va a Turquía como enfermera.
FOTO 007 Portada del libro en inglés
Libro muy interesante para los amantes de la Historia de la Enfermería, que espero lo disfrutéis, también llamado en su titulación en inglés “La Rosa de Sebastopol”. Ha sido éxito de ventas en el Reino Unido y en Estados Unidos; es una novela histórica de barrido sobre el amor, la guerra, la traición, y el descubrimiento. En 1854, belleza, aventura, Rosa Barr viaja al campo de batalla de Crimea con el cuerpo de enfermería de Florence Nightingale.
FOTO 008 Monjas enfermeras en la guerra de Crimea
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
masolorzano@telefonica.net
2 comentarios:
Hola,
Nos hubiera gustado enviarte un email contándote nuestras novedades en SALUDENLARED.COM, y de paso vieras cómo hemos dado de alta tu blog en nuestro directorio de blogs de medicina (www.saludenlared.com/blogs), pero como no sabemos tu mail, me he tomado la libertad de contártelo aquí en tu propio blog , si quieres ver cómo te hemos dado de alta, accede primero para ver cómo lo hemos comunicado al resto de blogeros como tu (http://www.saludenlared.com/comunicados/blogs-medicina/index.html) y desde donde podrás acceder a ver tu blog de medicina en nuestro portal de saludenlared.com.
Te deseamos todo lo mejor.
Un abrazo,
Equipo de SALUDENLARED.COM
Existe una errata en la foto 006: La imagen no es de 1985, sino de 1855
Publicar un comentario