MARY SEACOLE. “LA NIGHTINGALE
NEGRA” 1805 - 1881
La figura de Mary Seacole fue
rescatada de las sombras en 1973, cuando una enfermera británica, de manera
accidental, encontró en una librería en Londres su libro Wonderful
Adventures of Mrs. Seacole in Many Lands, publicado en (1857).
FOTO 1 MARY SEACOLE. “LA NIGHTINGALE NEGRA”
El libro fue publicado
originalmente en 1857, siendo un texto clave para cualquier estudio de Mary
Seacole. En 1984 se llevó a cabo una reedición moderna a cargo de Alexander
Ziggi y Audrey Dewjee. Los primeros 39 años de su vida los relata en
un breve primer capítulo, mientras que dedica seis capítulos, a sus años en
Panamá, y los doce capítulos restantes a su trabajo en Crimea, concluyendo con
su vuelta a Inglaterra. Además, es interesante resaltar que el Prólogo del
libro es de William H. Russell, periodista enviado por el The Times para
cubrir el conflicto de la Guerra de Crimea.
Esta obra constituye la
primera autobiografía de una mujer negra publicada en Gran Bretaña, y debido a
su gran éxito, en 1858 se publicó una nueva reimpresión. Mary Seacole escribió este libro tras su vuelta de Crimea,
relatando a lo largo de 200 páginas todas las experiencias de su vida, y se
convierte en una fuente imprescindible para conocer al personaje ya que es el
único documento escrito por ella.
Mary Seacole, nacida Mary
Jane Grant, vio la luz en la ciudad Kingston en la isla de Jamaica, en
1805, era hija de un oficial escocés de quién decía haber heredado su energía y
ambición, mientras que de su madre, una mujer negra libre que practicaba la
medicina tradicional y regentaba una pensión para soldados británicos inválidos
y sus familias, Mary aprendió los conocimientos médicos que la permitieron
adquirir una amplia cultura del tratamiento de los enfermos y las enfermedades,
fundamentalmente las epidémicas como el cólera y la fiebre amarilla.
Apasionada por los viajes,
realizó su primera visita a Londres en 1821, donde dijo tomar conciencia del
color de su tez ante la risa de los niños por las calles, hay que tener en
cuenta que la esclavitud no fue abolida en las Indias Occidentales hasta 1834 y
que aún así, los prejuicios raciales se mantienen hasta nuestros días.
Jamaica fue posesión española
desde la llegada de Cristóbal Colón en 1494, pasando a manos inglesas en 1655 y
permaneciendo 200 años bajo el dominio británico, llegando a convertirse en el
primer país exportador de azúcar, una productividad que habría sido impensable
sin la ayuda de la mano esclava. A principios del siglo XIX la población negra
era 20 veces mayor que la blanca, situación que produjo numerosos conflictos
hasta la abolición oficial de la esclavitud en 1834. Jamaica consiguió su
Independencia el 6 de agosto de 1962.
Antes de contraer matrimonio,
a la edad de 29 años, viaja a las Bahamas, Cuba y Haití, y en 1836 se casa con Horacio
Seacole, quién fallece cinco años después en 1844 debido a su delicado
estado de salud, y pese a los cuidados de su esposa. Poco después abrió su propia hostería, dedicada también a
atender enfermos e inválidos. Rápidamente cosechó excelente reputación como
enfermera. En 1850 una epidemia de cólera azota la isla de Jamaica causando la
muerte de 31.000 personas, y Mary trabajó con los médicos, observando la enfermedad
y conociéndola de primera mano, además de estudiar lo que funcionaba o no.
Seacole atribuyó esta epidemia de cólera a la llegada de un barco de vapor
procedente de Nueva Orleáns, demostrando tener conocimientos sobre la teoría
del contagio, como así lo refiere Sadih Sara, en Wonderful Adventures of
Mrs. Seacole in Many Lands, Editado por Penguin Books en 2005. Posteriormente viaja a Panamá para visitar a su hermano y
abre un Britsh Hotel en Cruces, desde el que proporcionaba alimentos,
medicamentos y suministros generales. Ella decía “yo puedo vender
cualquier cosa, desde champagne a un pañuelo, desde un ancla a una aguja”.
Mary trabajó día y noche en la
lucha contra el cólera, exponiendo la importancia de la limpieza, el aire
fresco y la buena comida, como elementos imprescindibles para combatir esta
enfermedad contagiosa, aun cuando estas ideas no eran compartidas por los
médicos. Además, y en su interés por conocer más detalles sobre la enfermedad,
realizó una autopsia a un niño que había fallecido de cólera, con el objetivo
de observar con mayor detalle lo que ocurría en el interior del organismo de
las víctimas.
El trabajo realizado en Cruces
le proporcionó un gran éxito y algunos americanos que vivían en Panamá la
llamaron “el ángel de la misericordia”, aunque no faltaron
quienes provocaron su ira con comentarios racistas y mostrando malas actitudes
hacia los negros.
Mary Seacole “La Nightingale Negra”. Publicado
el sábado día 16 de octubre de 2010
FLORENCE NIGHTINGALE 1820 -
1910
Aristócrata, menuda, con la
energía de un ciclón, “inventó” y organizó por sí sola la asistencia sanitaria
a los soldados en el frente
“EL ÁNGEL DEL SOLDADO EN CRIMEA”
¿Scutari? ¿Dónde está Scutari?
Es un pueblo junto al Bósforo,
frente a Constantinopla. Allí los turcos han cedido a los ingleses un viejo y
enorme cuartel transformado en hospital. A este hospital llegan en masa desde
Crimea los enfermos y heridos. Una vez que haya llegado a Scutari, tendrá…
FOTO 2 FLORENCE NIGHTINGALE
La señorita Florence Nightingale,
sólo quería saber de su interlocutor, el ministro de la guerra sir Sidney
Herbert, dónde se encontraba Scutari, para poder ir. Lo que tendría que hacer,
una vez llegada, era asunto suyo; no era una persona dispuesta a recibir
instrucciones. Y cuanto hizo, durante los dos años de la guerra en Crimea, no
fue milagroso, pues ninguna criatura humana hace milagros, pero todo aquello
bastó para convertirla en un mito, colocándola en la cumbre de la admiración
colectiva, a la misma altura que los héroes que alimentan los entusiasmos del
pueblo. También ella era una heroína.
Durante dos años, el hospital
militar de Scutari fue su casa y su templo, pero principalmente su campo de
arar y escardar. Con riesgo de la vida, renunciando al reposo, comprometiendo
todos los recursos físicos y morales de que disponía, no cesó de velar junto a
los soldados llegados a millares, heridos y enfermos, desde el frente de
combate. Y volcarse para sanarlos, ayudada por las enfermeras a sus órdenes.
Emanaba de ella tal magnetismo que nadie se atrevía a negarle las cualidades de
jefe; no era la superintendente de las enfermeras, sino de todo el hospital,
incluidos los médicos. Entre sus poderes absolutos se contaba también el de
aceptar enfermeras católicas, supremo escándalo para los protestantes.
Solamente las autoridades turcas
habían acabado convenciéndose de que el viejo y destartalado cuartel de Scutari
se había convertido en un verdadero hospital. En realidad, habían cedido un
conjunto de barracones sucios, abiertos a la intemperie y a un tufo maloliente,
sin la más “mínima esperanza de habilitación; en uno de los pabellones no se
encontró más que el cadáver de un general ruso, mordisqueado por los ratones. Y
si esto era macabro, no lo era menos el resto de las construcciones, cuyas
estancias exhalaban gases mefíticos. La primera tarea de las enfermeras
encabezadas por la señorita Florence no fue la de curar a los soldados, sino la
de limpiar y desinfectar; la de transformar kilómetros de tela en vendas, en
sábanas, en almohadas, en gasas.
Trece ollas turcas fue cuanto se
obtuvo para la cocina del hospital; el agua era escasa ya para un centenar de
pacientes, y más lo fue cuando los hospitalizados llegaron a ser a millares.
Para hacer fuego no había más que leña verde, y el humo que despedía hubiera
asfixiado hasta a los paquidermos. Y mientras tanto, desde Sebastopol, mandaban
hacia Scutari, en abarrotados convoyes de barcos, cada vez más heridos, más y
más enfermos.
Disentería, escorbuto,
congelación, diezmaban las tropas. Por si fuera poco, desde el frente se
descuidaba el informar al hospital sobre los nuevos envíos de despojos humanos,
con lo cual las remesas eran tan frecuentes como inesperadas. Muchos de los
desgraciados que desembarcaban en Scutari estaban ya en la agonía.
Mientras los oficiales que
habrían tenido que acogerlos perdían la cabeza, las enfermeras de la señorita
Florence, a cada desembarco, se precipitaban, desesperadas, pero tenaces, a
llenar de paja cuantos sacos eran necesarios; pronto hasta los sacos y la paja
faltaron y los nuevos arribados fueron tendidos en el suelo, sobre los húmedos
pavimentos, en los pasillos verbeneantes de parásitos, así como en las
camaretas. El hospital estaba cerca del caos; la deficiencia de los servicios
higiénicos no ayudaba a matarlos: No sólo no había posibilidad de organizar la
vida de los hospitalizados, sino ni siquiera su muerte, ya que incluso faltaba
sitio para enterrarlos.
En aquella tempestad, Florence
Nightingale conservó la mente lúcida y continuó siendo dueña y señora de sus
nervios. Tenía dinero, en parte suyo y en parte recaudado por ella. Como una exhalación
se lanzó a las tiendas y mercados de Constantinopla, comprando todo lo
comprable, desde catres hasta cepillos para rascar paredes y suelos, pasando
por lana para mantas, palanganas, tazas y velas. Y cuando en el hospital no
quedaba sitio ni para medio hombre, y sabiendo que estaban llegando ochocientos
entre enfermos y heridos, hizo reconstruir en pocas horas un ala del cuartel
que había sido destruida por un incendio, pagando a los obreros de su bolsillo
porque la administración militar se negaba a ello. En tal forma aquellos
ochocientos nuevos despojos tuvieron donde reposar. En pocas semanas, las
cocinas fueron perfectamente aseadas; no faltaba la comida ni tampoco el agua.
Ya nadie yacía por los suelos de los pasillos; el jabón había derrotado, si no
a todos los parásitos, al menos a una gran parte de ellos.
Florence Nightingale había
organizado la reconstrucción del hospital como si tuviese profundos
conocimientos de arquitectura, de cocina, de medicina, pero, sobre todo, de
psicología, ya que para cada uno tenía las palabras justas, tanto para los
generales como para los ordenanzas, y sobre todo para quienes ella llamaba “mis
hijos” y que no eran mucho más jóvenes que ella: eran los soldados a quienes
tenía que curar; prepararles, tal vez, para la curación, o tal vez, por
desgracia, para su muerte.
Estos “hijos” la adoraban.
Mientras inútilmente continuaba el asedio a Sebastopol, decían:
“Si estuviera ella allí mandando,
ésta habría caído ya”.
Florence Nightingale. Mujer
inmortal. Publicado el lunes 19 de mayo de 2014
ALEXIS SOYER 1809 - 1858
Impresionado por
un artículo publicado en “The Times” el 16 de enero de 1855 que describía las
pésimas condiciones alimentarias en Crimea, mediante una carta al director del
rotativo se pone a disposición de la Corona y del pueblo inglés. Visto el
ofrecimiento, el Duque y la Duquesa de
Sutherland invitaron a Monsieur Soyer a su casa para organizar el viaje
a Crimea, facilitando el contacto con Lord
Panmure, Secretario de Guerra quien había sustituido a Sir Sydney Herbert que fue quien, a su
vez, autorizó a Florence Nightingale (Garval 2007. Encarnación 1986).
FOTO 3 ALEXIS
SOYER
Soyer
autofinanció su desplazamiento y llegó a Crimea a finales de marzo de 1855.
Nada más llegar contacta con Florence Nightingale, quedando impactado por su
fuerte personalidad. “Al entrar en
el cuarto me saludó una dama y sin dudas que ella era nuestra heroína y le
dije, madame, permítame presentarle humildemente mis respetos. Asumo que tengo
el honor de dirigirme a Miss Nightingale. Así es, Señor Soyer, así creo”
(Soyer 1857).
Esa estrecha
colaboración entre Soyer y Nigthingale se materializa en la
reorganización de las cocinas, los suministros, la intendencia y las dietas,
tanto en los hospitales como en los cuarteles y para los soldados en el frente (Garval
2007. Osborne 1855; Encarnación 1986).
Destaca el modelo
de cocina portátil que diseñó Soyer, vigente en el ejército británico hasta la
reciente guerra golfo y numerosas recetas de cocina específicas para las
materias primas disponibles en Crimea, la Limonada de Crimea y el Guiso Soyer para 100 Hombres entre otras (Garval 2007;
Bloy 2002; Encarnación 1986). En
Crimea también contacta con Mary Seacole
y visita su famoso Hotel The Brithish (Morris 1938).
Durante su
estancia en Crimea compartió con Florence Nightingale mucho tiempo,
especialmente durante los viajes que realizaban de un hospital a otro para
organizar los cuidados y las cocinas. “Éramos como ocho los que escoltábamos a nuestra heroína por el campo de
guerra. Miss Nightingale, ataviada con un traje sutil de amazona o atuendo para
cabalgar, llevaba un aire marcial. Montaba una yegua muy linda, color oro, la
cual por su trote y sus cabriolas parecía estar orgullosa de llevar tan noble
carga” (Soyer 1857).
El lazo de amistad entre ellos se hizo más estrecho porque
durante su estancia en Crimea el capitán del barco Robert Lowe les ofreció acomodo. Desde este barco anclado en la
bahía de Balaklava; Soyer y Florence partían cada mañana a visitar los
campamentos y los hospitales. Regresaban entonces al atardecer o bien entrada
la noche. A veces, a bordo del barco, Soyer le cocinaba platos exquisitos a
Florence y a los miembros del grupo que les acompañaba.
Alexis Soyer: El Colaborador de Florence
Nightingale en Crimea. Publicado el viernes día 23 de enero de 2015
ROSA BARR
Durante la guerra de Crimea, una
joven enfermera británica, Rosa Barr,
recorre los campos de batalla en su empeño de atender y confortar el mayor
número posible de heridos. Mientras tanto, en Londres, su prima Mariella Lingwood sigue el devenir del
conflicto a través de las cartas que recibe de su novio, Henry Thewell, un célebre cirujano que también ha ido voluntario a
la guerra. Pero cuando Henry cae herido y las noticias sobre Rosa cesan,
Mariella se siente obligada a acudir en ayuda de ambos.
La heroína de Rosa Barr era una joven, la señorita Florence Nightingale, diez años mayor
que ella y que había convencido a su padre, propietario de una fábrica en el
valle vecino, de que abriera una escuela para niños pobres. La señorita
Nightingale dedicaba las mañanas a cuidar enfermos y a las tardes a enseñar a
leer a las obreras de la fábrica. Todo el mundo habla de ella, y espero
conocerla este verano, comentó Rosa. Quiero ser la señorita Nightingale,
imagina lo que podría llegar a hacer algún día, si mi padrastro me lo
permitiera. Podría convertirme en alguien que llevara a cabo cosas importantes.
(Las señoritas en el Londres victoriano, no estaba previsto que trabajasen y
menos que fueran enfermeras, que lo dejaban para las clases sociales bajas,
viudas o mujeres sin familia).
FOTO 4 ROSA BARR
¿Y usted, Rosa, en qué campo
trabaja? Preguntó la insaciable Marian. En ninguno. Supongo que mi sueño sería convertirme en enfermera,
o incluso en médico, si fuera posible. Mi prima tiene un primo considerado un
cirujano con mucho prestigio. Ahora que vivo en Londres, espero lograr
introducirme en algunos ambientes gracias a él, o al menos tener la oportunidad
de ver una operación y tal vez asistir a una o dos clases. Ésa es una ambición
muy valiente y hermosa, sobre todo en estos tiempos de guerra. Mientras Rosa en
su tiempo libre ayudaba a una viuda con cuatro hijos, llevaba al pequeño en
brazos cuando le vio su prima, los tres estaban mugrientos, tenían la piel
cetrina y olían a cuerpos sin lavar y cosas peores. Les moqueaba la nariz y
babeaban. Les llevaba comida sobretodo para los niños, el otro más pequeño estaba
con su madre. Sólo se tranquilizaron los niños que estaban llorando cuando les
dio el jamón y el pan, que devoraron como si no hubieran comido en un mes.
Llevé a Rosa aparte y le susurré que había visto piojos moverse por los lacios
cabellos de la niña, pero eso no le impidió sentarse en la hierba con las
piernas cruzadas, ponerla en su regazo, abrazarla y besarla. Una semana más
tarde, el ama de llaves tuvo que aplicarlos a las dos una loción apestosa en el
pelo, y cuando la tía Isabella se enteró, le dijo a su marido que nos prohibía
tajantemente volver a acercarnos a aquellos niños.
En el siguiente capítulo se
cuenta los preparativos de la guerra en las ciudades donde se encuentran las
tropas distribuidas por varios países. Henry fue para dar instrucciones de cómo
poder atender a los posibles heridos en los combates. Aquí Henry les que cuenta
que ha conocido a un excelente y extraordinario médico Semmelweiss, que ha transformado por completo las prácticas en los
pabellones de obstetricia. Ahora todo el mundo debe lavarse las manos antes de
acercarse a una mujer embarazada. No creo que eso sea nada nuevo, comentó Rosa,
la Comadrona de nuestra comarca solía repetir que la
limpieza lo es todo en un parto. Si señorita Barr, sería de esperar que
comadronas y médicos se lavaran las manos con frecuencia. Pero lamento
reconocer que no todos lo hacen, y en los hospitales, cuando el tiempo apremia
y es ya bastante difícil contar con un suministro de agua limpia para beber, y
no digamos para lavarse, a menudo la limpieza se deja de lado. Pensaba que era
algo sabido, leí un artículo de Addison, que se refería a la formación de pus,
y aseguraba que no es probable que una herida se infecte si está limpia. Es
cuando Rosa solicita al médico Henry, que le lleve a conocer su hospital.
Rosa Barr “Encuentro en
Sebastopol”. Publicado el domingo día 3 de octubre de 2010
Rosa Barr “Encuentro en
Sebastopol”. 2ª Parte. Publicado el domingo día
10 de octubre de 2010
WALLIS SIMPSON (1896 – 1986)
Duquesa de Windsor con 18 años
FOTO 5 WALLIS SIMPSON
EDITH CAVELL 1865 - 1915
Después de un período como
institutriz de una familia de Bruselas, estudió y se formó como enfermera en el “Real Hospital de Londres” y en 1903 fue nombrada Directora de la Escuela Instituto “Berkendael” fundada por el doctor y
cirujano real Antoine Depage,
fundador y presidente de la Cruz Roja Belga y uno de los fundadores del “Movimiento Scout” de Bélgica.
En Agosto de 1911, Cavell pasaba unas cortas
vacaciones con su madre que residía en Norwich, Inglaterra, después de la
muerte de su marido. Edith estaba limpiando de malas hierbas el jardín de su
madre cuando oyó la dramática noticia de la invasión alemana en Bélgica. Le
dijo a su madre: “Me necesitan más que nunca”, dijo ella, e inmediatamente se
dirigió al continente, a su escuela de enfermeras. Su madre no la volvió a ver.
FOTO 6 EDITH CAVELL
Cavell y su personal se ocupaban de la
escuela en los suburbios de Bruselas cuando el ejército alemán ocupó la ciudad.
Se ordenó regresar a casa a las 60 enfermeras británicas, pero Edith, de una
manera o de otra, permaneció allí. Enfermeras alemanas vinieron a relevar a las
inglesas y, junto a las belgas, fueron enviadas a los hospitales de la ciudad
que requerían sus servicios.
Al Instituto Berkendael llegaron más soldados
refugiados y todos recibieron ayuda de Cavell. Pero el peligro de que los
alemanes descubrieran el secreto del Instituto crecía cada día. A los soldados
británicos que se refugiaban allí se les aconsejaba no salir fuera. Sin
embargo, una noche varios de ellos pasearon hasta un café carretera abajo y
tomaron unas copas. Rápidamente fue ampliamente conocido que Cavell estaba
dando techo bajo su tejado a tropas Inglesas y Francesas.
A pesar de una orden de las autoridades
alemanas de que cualquiera que abrigase a tropas aliadas sería fusilado, el
secreto trabajo de Cavell continuó. Ella escribía a su primo: “Estoy
ayudando de modo que no puedo describírtelo hasta que seamos libres.”
El Sentido del deber “Edith
Cavell Louisa”. Publicado el día 16 de mayo de 2009
SOFÍA CASANOVA 1861 - 1958
Enfermera gallega de la Cruz Roja Española, vivía en Polonia casada con
un diplomático polaco, fue una mujer destacada periodísticamente relatando lo
que ocurría en Europa, cuida a los heridos y es condecorada por el Zar Nicolás
II con la Medalla de Santa Ana.
FOTO 7 SOFÍA CASANOVA
Sofía Casanova ejerció
como corresponsal con mayor continuidad y por más tiempo que su compañera y
amiga: en la Primera y la Segunda Guerra Mundial y en la revolución bolchevique.
Sus posicionamientos políticos, así como su condición de mujer, podrían ser la
clave para explicar por qué su recuerdo no permaneció, como debería, en la
memoria colectiva, en un país que, por otra parte, vivió hasta hace muy poco de
espaldas a su propio pasado.
Lo
apunta la investigadora de la Universidad de Liverpool Kirsty Hooper en “Vida e
tempo de Sofía Casanova”. “Pese a su obra formidable y heterogénea, Casanova
fue recordada durante décadas no como escritora e intelectual, sino como una
figura exótica en la periferia de la cultura española y -peor aún- como un
símbolo idealizado de la femineidad nacional-católica”, sostiene. Y es
que los golpistas la trajeron expresamente a Burgos en 1938 para servirse de su
prestigio como corresponsal en favor del 'bando nacional'. Ella era
una persona católica y conservadora que, pese a su simpatía inicial con la
revolución rusa, se había convertido en una radical anticomunista.
MARY AMELIA SINCLAIR 1863 -
1946
En 1872 la familia se trasladó a Ilford, a las afueras de
Londres, y en el otoño de 1881, cuando Sinclair tenía 18 años, fue enviada a
Cheltenham Ladies College. Estudió escritura,
historia, literatura Inglesa, geografía, aritmética, geometría, álgebra,
ciencias naturales, física, fisiología, química, francés, latín, alemán y
griego. También estudió filosofía. La
directora Dorothea Beale, vio que tenía un don natural
para la investigación intelectual, y le animó ha convertirse en una filosofa.
Sinclair escribió sus primeros ensayos filosóficos y
poemas para la Universidad en la
Revista del Cheltenham Ladies
entre los años 1882 y 1898. La relación entre Sinclair y Beale fue
formativa. Como dice Suzanne Raitt, la directora
era algo más que un mentor; alentó las
aspiraciones intelectuales de Sinclair, y “consolida su sentido emergente de sí
misma como un pensador, una mujer de ideas”.
FOTO
8 MARY AMELIA SINCLAIR
Los próximos años no fueron menos estresante. Un hermano, Harold, murió en 1887, y luego el hermano
favorito de mayo Sinclair, Frank, murió en 1889. En 1890, Sinclair, su madre, y
el único hermano dejó en casa, Reginald, se trasladó a Sidmouth, en la costa
sur de Devon. El cambio de aire estaba destinado
a beneficiar la salud de Reginald, pero no fue suficiente: murió en 1891. A través de toda esta
tragedia y conmoción Sinclair continuó sumergirse en su lectura y su estudio
filosófico, y escribir: Ensayos en verso fue publicado en 1892, y su
primera pieza en prosa pagado, 'La importación éticas y religiosas del
idealismo' siguió en 1893.
Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, mayo Sinclair
estaba dispuesta a ayudar al esfuerzo de la guerra tanto como le fue posible.
Hector Munro, quien Sinclair le conocía a través de la
Clínica Médico-Psicológica, crearon una unidad de ambulancia, y necesitaba su
ayuda para conseguir apoyo financiero. Ella
estaba ansiosa por llegar a la guerra, y sobre todo para ayudar. Escribió “Diario
de impresiones en Bélgica”,
que fue una de las primeras revistas de la guerra escritas desde la perspectiva
de una mujer que se publicarían en Gran Bretaña.
Su
experiencia se reflejó en su poesía y en su prosa.
También
colaboraron Lady Dorothie Feilding, Elsie Knocker y Mairi
Chisholm.
HELEN FAIRCHILD 1885 - 1918
En 1913 se había graduado como
enfermera en el hospital de Pennsylvania y llevaba cuatro años ejerciendo una
profesión que le apasionaba. Cuando los Estados Unidos entraron en guerra,
Helen se unió a un grupo de 63 enfermeras voluntarias para viajar a Europa para
ayudar en los hospitales de campaña.
FOTO 9 HELEN FAIRCHILD
Helen Fairchild fue una de las
muchas enfermeras que lucharon a su manera en la Primera Guerra Mundial. Su
papel en los hospitales de campaña fue determinante para salvar vidas y mejorar
la situación de los heridos en el frente. Aquellas largas, extenuantes jornadas
en las que mujeres con una fuerza de voluntad titánica trabajaron sin descanso,
habrían quedado en el olvido si no fuera por algunos testimonios concretos.
Uno de ellos es el de Helen
Fairchild, una enfermera norteamericana que escribió a su familia durante el
tiempo que estuvo en el frente y cuyas cartas recopiló su sobrina quien vio en
su tía Helen a una auténtica heroína.
Falleció en enero de 1918 en el
campo de batalla, estuvo expuesta al gas mostaza y al cloroformo de la
anestesia.
Su sobrina recopiló sus cartas
desde el frente publicando: “Nurse Helen Fairchild WWI”
AGATHA CHRISTIE 1890 - 1976
Christie se casó con el joven teniente Archibald Christie en
1914 y, cuando fue a luchar en WW1, la joven novia cumplió una de sus
ambiciones, y trabajó como enfermera en un hospital de la Cruz Roja cerca de
Torquay.
Colaboró
como enfermera británica voluntaria en la PGM como Voluntary Aid Detachment
(VAD), donde atendió a los soldados heridos en el Hospital de Torquay.
Definió
a la profesión “Enfermera” como “uno de los trabajos más
gratificantes que cualquiera pueda tener”. Dedicó 3.400 horas de trabajo
hasta 1918.
FOTO 10 AGATHA
CHRISTIE
Su inteligencia natural y su pelo rojizo hizo de ella que
fuera la favorita de los soldados y de los médicos, y tuvo mucho trabajo
cuidando y curando a los heridos. Aquí, es donde
aprendió el conocimiento de cómo funcionaban las drogas y venenos, muy valioso
para su carrera posterior en la escritura.
Esta
experiencia como enfermera, le ayudó a escribir sobre los misterios de la
enfermería y sus famosas novelas de aventuras y de ficción. Casi siempre
utilizó en sus novelas el veneno como arma homicida.
VERA MARY BRITTAIN 1893 - 1970
La escritora británica Vera Mary Brittain, feminista y
pacifista, reflejó en su obra Testament
of Youth (Testamento de juventud 1933), su trabajo como enfermera
voluntaria en la I Guerra
Mundial, mostrándonos sus devastadoras experiencias, ante las terribles
condiciones que sufrían los soldados en el frente, y los hospitales de campaña.
Además esta obra, es un testimonio del dolor de su generación y de la lucha por
la paz y la igualdad de sexos, ya que Vera Mary Brittain fue una luchadora a
favor de los derechos de la mujer en una época de cambios trascendentales para
la humanidad.
FOTO 11 VERA MARY BRITTAIN
Vera Mary Brittain, quien, como
muchas mujeres de su época, desarrolló un importante papel dentro del mundo del
voluntariado dedicado a paliar la carencia de personal de enfermería en
situaciones de extrema necesidad. Aspectos estos que han sido poco estudiados y
conocidos por la profesión enfermera, y que en los últimos años está sacando a
la luz la Historia
social.
La Primera Guerra Mundial
constituye uno de los fenómenos permanentemente presentes en la Historia de la Humanidad, y que al igual
que otros hechos sociales, ha afectado en mayor o menor grado, según su
intensidad, a la estructura social. Según dice la socióloga María Vidaurreta
que refleja cómo en la civilización occidental y europea, la Historia pone de
manifiesto que la presencia de la guerra ha constituido un factor activo en los
distintos cambios sociales, transformando dicha civilización.
Las mujeres tuvieron que
encargarse física y psicológicamente de los miles de heridos, descubriendo por
primera vez el cuerpo masculino, y recomponiéndolo tras los destrozos
devastadores de la guerra, haciendo referencia en este sentido al artículo de
Sandra M. Gilbert, que con su publicación en 1983 revolucionó los estudios de
género y la forma de comprender la Gran
Guerra, mantiene que:
A medida que los hombres jóvenes se iban alienando de sus identidades
de antes de la guerra, se iban hundiendo en la inmundicia y la sangre de la Tierra de Nadie, como por
efecto de un tenebroso movimiento del péndulo de la historia, las mujeres
parecían ser cada vez más poderosas. Como enfermeras, dueñas, como trabajadoras
en las fábricas de armamento, conductoras de autobús o soldados en el “ejército
de tierra”, incluso como esposas y madres, estas criaturas hasta ahora sumisas,
empezaron a verse en una dimensión malévolamente agrandada.
Las mujeres tomaron conciencia de
su valor social, se sintieron alentadas a demandar y reclamar su derecho al
sufragio, algo que ya habían conseguido en Nueva Zelanda a finales del siglo
XIX (1893), Australia y Finlandia a principios del siglo XX y Noruega en 1913.
En este sentido María Vidaurreta destaca el caso danés ya que aunque la Constitución de 1908,
ya había concedido derechos municipales a las mujeres, el 5 de junio de 1915,
en plena Guerra Mundial, el Parlamento danés concede a las mujeres el derecho
al sufragio y a la elegibilidad. Dinamarca no era un país beligerante, sin
embargo, los acontecimientos que se estaban sucediendo en Europa, podían
arrojar a este país al conflicto, por ello Marie de la Hire reconoce el gesto de
este país: “Ha reconocido en un homenaje
calmado y grandioso al pueblo de sus mujeres otorgándolas los derechos de
sufragio y de elegibilidad”. “Mientras el cañón truena sobre los campos de
Europa, en el momento en que los hombres de un país pueden esperar correr a las
fronteras para defender con su sangre la integridad del suelo, es muy bello
hacer un gesto, cumplir un acto como éste que ha firmado el Rey Christian X.
Vera Mary Brittain. Enfermera Voluntaria. I Guerra Mundial.
Publicado el domingo día 19 de junio de 2011
CARMEN DE BURGOS. “COLOMBINE”
1867 - 1932
En 1916, Carmen viaja a París y
recogerán todo tipo de experiencias que Carmen depositará en sus columnas del Heraldo
de Madrid y en algunas novelas posteriores, donde quedará mucho
más acentuado su ya notable antibelicismo. Por ejemplo, resalta el papel de la
mujer en este conflicto sin antecedentes, y buscará contactos que le sean
útiles a este propósito, como la Unión de Mujeres de Francia, que
proporcionaron a Carmen la posibilidad de visualizar en los hospitales el
horror de los heridos de guerra, así como aplaudir el trabajo de las
enfermeras.
A pesar de la gran cantidad de
obras escritas por Carmen de Burgos, desde cuentos y novelas hasta artículos
periodísticos, su figura es poco conocida. Feminista y republicana, Carmen de
Burgos huyó de su ciudad natal y de un matrimonio en el que los malos tratos
eran el centro de la relación y se embarcó hacia una aventura emancipadora para
escándalo de los suyos. No en vano, Carmen fue una mujer atrapada en la España
de finales del siglo XIX y principios del XX, donde no existía el divorcio y el
papel de las mujeres se restringía a los muros de un hogar que no siempre era
un lugar de amor y felicidad. Convertida en articulista con el pseudónimo de
Colombine, Carmen hizo de su nueva vida en Madrid un mundo a su medida en el
que, sin embargo, el dolor y la tristeza, tampoco la abandonaron.
FOTO 12 CARMEN DE BURGOS
MARY CURIE 1867 - 1934 E IRENE
CURIE 1897 - 1956
El 28 de julio de 1914, con la
invasión de Servia por las tropas austríacas, comienza la Primera Guerra Mundial,
que aniquila todo programa y toda esperanza. Pone a salvo a las dos niñas en el
campo, y el preciosísimo gramo de radio que posee, en una banca de Burdeos.
María se entrega con portentosa energía a las tareas de asistencia a los
heridos como enfermera. Ya en agosto
ha comenzado a hacer su aportación. Durante los cuatro años de guerra, al
precio de esfuerzos inauditos, logrará poner en servicio veinte pequeños coches
con un equipo Curie; se llaman “pequeños Curie” y llevan entre otras cosas
doscientas sales radiológicas, que han sido preparadas personalmente por ciento cincuenta enfermeras técnicas en radiología. Y durante años, María, que
se ha gastado todo el dinero del segundo premio Nobel en este trabajo, se
afana, perseverante, vehemente, férrea, por llevar su ayuda a los heridos de
guerra.
No hay un momento de calma en la
vida de esta abnegada mujer. Terminada la contienda se desvive para poner de
nuevo en pleno funcionamiento el Instituto del Radio, para continuar sus clases
en la Sorbona, para preparar sus publicaciones científicas. María intenta
también dar cima a la Fundación Curie; va a América para recibir del presidente
Harding el gramo de radio que las mujeres le han regalado para que pueda
proseguir sus estudios. Se ocupa activamente de la Academia de Medicina y del
Comité de cooperación internacional, del cual ha sido nombrada colaboradora;
contribuye a la realización del Instituto del Radio de Varsovia y vuelve a
América para recibir del presidente Hoover otro gramo de radio, destinado a Polonia.
Durante un decenio sufre varias operaciones en los ojos; después tiene graves
trastornos de vesícula; pero nada puede amenguar su actividad; con ella
colabora entonces su hija Irene y su
futuro yerno Federico Joliot. Se
renueva para estos dos jóvenes idéntica vida de amor que treinta años antes
habían vivido María y Pedro; y la sabia anciana tendrá la alegría de asistir a
su matrimonio y al progresivo aumento de sus descubrimientos científicos.
FOTO 13 MARY E IRENE CURIE
Mari Curie. Mujer Inmortal. Publicado el domingo día 2 de noviembre
de 2014
VIOLET CONSTANCE JESSOP 1887 -
1971
Violeta
Constance Jessop nació en Bahía Blanca, Argentina, en 1887, siendo la mayor de
nueve hermanos, hijos de un matrimonio de inmigrantes dublineses que huyeron de
la desolada Irlanda para dedicarse a la cría de ovejas en Argentina. William
Jessop y Katherine Kelly y se casaron en 1886. Muchos de sus hermanos murieron
de enfermedades comunes como: difteria, viruela, fiebre, escarlatina,
meningitis, etc. Los otros hermanos se llamaban: Ray, William, Philip, Jack,
Patrick, Molly, Eileen y la novena.
Durante
su adolescencia contrajo tuberculosis, y aunque los médicos del Hospital
Británico le pronosticaron pocos meses de vida, logró superar la enfermedad.
Esto de sobrevivir a situaciones difíciles se convertiría en una constante en
su vida.
Tras
la muerte del padre, la familia regresó a Gran Bretaña en 1903 estableciéndose
primero en Liverpool y luego en Londres. Al poco tiempo su madre enfermó
gravemente, por lo que Violeta tuvo que hacerse cargo de toda la familia. En
1908 se convirtió en camarera del buque RMS Orinoco de la compañía Royal Mail
Line. No tuvo fácil lo de ponerse a trabajar. Su metro sesenta de estatura sin
tacones, su juventud, belleza y elegancia natural se convirtieron en un
problema.
FOTO
14 VIOLET CONSTANCE JESSOP
Aunque
contaba con veintiún años de edad, en aquella época se solía contratar como
camareras a mujeres con el doble de edad. En una entrevista de trabajo le
dijeron que su aspecto podría provocar problemas con los pasajeros o la
tripulación. Y, tras varios intentos, optó por afearse. No se maquilló, no se
arregló y utilizando ropa vieja mono color logró aparentar diez años más.
Entonces la contrataron para servir a los pasajeros de tercera. Años después
explicó que su físico había sido causa de algunas anécdotas, como la de haber
recibido tres propuestas de matrimonio en un mismo viaje, y una de ellas,
incluso de un adinerado pasajero de primera clase. Era un trabajo extenuante
con un sueldo escaso y jornadas de diecisiete horas de trabajo.
Dos
años después recabó en la compañía White Star Line comenzando a trabajar en el
RMS Majestic y después en el RMS Olimpic, el buque gemelo del Titanic que había
sido botado en 1910. Violeta se encontraba a bordo del Olympic el 20 de
septiembre de 1911, cuando, cerca de la isla de Wight, chocó con el crucero de
guerra británico HMS Hawke. Por suerte, los dos barcos soportaron el impacto y
lograron regresar a la costa muy dañados, pero sin que hubiera que lamentar
pérdidas humanas. Cuando el Titanic fue botado en 1911, la Compañía ofreció a
Violeta la oportunidad de entrar a trabajar como camarera en este barco
considerado en su momento el más lujoso del mundo.
Ante
la oportunidad de mejorar en su trabajo, Violeta aceptó convirtiéndose en una
de las veintitrés mujeres que trabajaron como camareras en el flamante
transatlántico. Como es sabido el Titanic partió en su viaje inaugural del
puerto de Southampton el día 10 de abril de 1912 y poco antes de la medianoche
del día 14 de abril chocó con un iceberg en las congeladas aguas del Atlántico
norte, hundiéndose dos horas después. Fallecieron 1.523 de las 2.228 personas
que viajaban a bordo, sobreviviendo 705.
Violeta
Jessop fue una de ellas. Mientras el buque se hundía un oficial le ordenó subir
al bote 16 para demostrar a las mujeres reacias que era seguro subir a bordo.
Mientras el bote era largado, un oficial la llamó desde cubierta. –¡Miss
Jessop. Tome...! Y le lanzó un bebé, que recogió sobre el regazo, de milagro.
Violeta Jessop soportó horas de frío y angustia en los botes, hasta ser
rescatada con el resto de supervivientes por el Carpathia.
Aunque
a estas alturas ya estaba claro que esta mujer era una superviviente con
mayúsculas, no acaba aquí la historia de Violeta Jessop. En 1915 fue botado el
Britannic, el tercer buque de la clase Olimpic de la compañía White Star gemelo
del Olimpic y del Titanic. Corría la Primera Guerra Mundial y el Britannic fue
convertido en barco hospital y Violeta se unió a la tripulación como enfermera.
El
21 de noviembre de 1916 cuando el Britannic navegaba por el Mar Egeo se produjo
una gran explosión causada por una mina o un torpedo y el buque comenzó a
hundirse. En el buque viajaban 1.125 personas y murieron en el hundimiento 29
cuando dos botes fueron succionados por el vórtice de la hélice. En uno de
estos botes que acabó destrozado por la hélice viajaba Violeta Jessop que salvó
la vida arrojándose al agua. Fue succionada por debajo de la quilla y se golpeó
la cabeza, pero escapó siendo izada del pelo por otro náufrago. Al cabo de los
años, tras muchos e inexplicables dolores de cabeza, acudió a un médico que
descubrió que tenía una fractura de cráneo antigua.
Está
claro que esta mujer tenía suerte y que en su destino no estaba escrito que
tuviera que morir en el mar. Después de trabajar para varias compañías navieras,
Violeta Jessop se retiró en 1950, después de cuarenta y dos años de trabajo.
Falleció en 1971 a
la edad de ochenta y cuatro años.
AGNES HODGSON
La mirada de Agnes
Hodgson, una enfermera australiana en la Gerra Civil, ve la luz en castellano. “A
una milla de Huesca”, libro cuya versión en castellano ha sido presentada en
Zaragoza esta mañana, recoge el diario de Agnes Hodgson, una enfermera que vino
desde Australia, su tierra natal, para ayudar en la Guerra Civil española. El
relato de esta mujer recoge sus experiencias vividas en el año transcurrido
entre los meses de octubre de 1936 y 1937, en su estancia como enfermera en los
hospitales de campaña del frente de Aragón, en Los Monegros.
El
editor del libro, Víctor Pardo Lancina, ha comentado que “este relato contiene
detalles reveladores”, además del prólogo de Gabriel Jackson y el estudio de la
Guerra Civil de la historiadora Judith Keene. También el propio Víctor Pardo ha
realizado un capítulo acerca de algunas cuestiones de la contienda en Los Monegros.
Judith Keene fue la encargada de recoger en su momento el diario de Agnes
Hodgson y lo publicó en 1988, cuatro años después de la muerte de la enfermera.
Según palabras de esta historiadora de la Universidad de Sidney (Australia),
“Agnes se sentiría muy orgullosa, no me cabe duda, de que su diario se pueda
leer por fin en español, y estaría aún más contenta por el hecho de publicarse
en Aragón”.
FOTO 15 AGNES
HODGSON
Para
Keene, ahora que hace casi setenta años que se inició el conflicto, “es un buen
momento para recordarlo y reflexionar sobre su trascendencia, porque es
esencial que los que vinimos después no olvidemos la lucha y el coraje de los
que vivieron aquella tumultuosa época”. A este respecto, el viceconsejero de
Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón, Juan José Vázquez,
considera que “detrás de cada foto, de cada relato del diario de la estancia de
Agnes en Huesca, hay una historia; y realmente no nos percataremos de lo que es
la historia de la Guerra Civil hasta que no seamos capaces de sumar esas
miradas fragmentarias, estas pequeñas historias individuales que nos permitirán
contemplar el gran ‘fresco’ de ese momento histórico”.
“Este
diario”, destaca Vázquez, “es la mirada al conflicto español de una mujer
extranjera, una mirada heroica y anodinamente cotidiana para el momento que
estaba viviendo”. Y esa mirada cotidiana se puede observar también en las
fotografías que acompañan al diario de Agnes y a los estudios de Keene y Pardo,
instantáneas del álbum de la propia enfermera que relatan el conflicto desde el
punto de vista, no del fotoperiodismo, sino de una mujer. La embajadora de
Australia en Madrid, Susan Tanner, así como la presidenta de Rolde de Estudios
Aragoneses, Isabel Jara, consideran muy apropiado que esta obra se haya
presentado la víspera del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, pues “la
voz de las mujeres se ha oído con menos frecuencia que la de los hombres acerca
de este asunto”.
Las Enfermeras Australianas en la
Guerra Civil Española. Publicado el domingo día 20 de marzo de 2011
PATIENCE DARTON
Para
nosotros era el cielo (Ediciones San Juan de Dios) nos traslada la
experiencia de Patience Darton, una enfermera británica
que decidió un día de la década de los treinta irse de su cómoda Inglaterra y
trabajar con las brigadas internacionales en plena guerra civil
española. Allí cuidaría de los soldados heridos en primera línea,
descubriría el amor –Robert, un joven alemán comprometido con el Partido
Comunista que morirá en el frente– pero también la desdicha.
FOTO 16 PATIENCE DARTON
El
dolor anímico de los refugiados, las amputaciones sin anestesia, las plagas de
piojos, el hambre. Expulsada al disolverse las brigadas, llegados los años
cincuenta sus ideales la llevan a trabajar en la China de Mao y, décadas más
tarde, a morir en tierra española. Prologado por el historiador Paul Preston, el
libro ha sido escrito por Angela Jackson, doctora en Historia y autora de Las
mujeres británicas y La Guerra Civil española, que vive en Catalunya desde
el año 2001. Además de encargarse de recopilar correspondencia, material
biográfico y fotográfico de Patience Darton, Jackson grabó múltiples horas de
entrevista con esta mujer a la que le unió también la amistad. Su testimonio
constituye una contribución importante a la historia de las brigadas y los
servicios médicos republicanos.
Patience
llegó a trabajar –siempre los elogió– con los equipos de cirujanos catalanes
como Moisès Broggi (que recientemente recordó su amistad), doctor Massons o
Josep Trueta, "que idearon en el frente métodos pioneros de transfusiones
y métodos con resultados excelentes", escribió la enfermera que un día
conocería a Ernest Hemingway y a George Orwell.
“En
1911 el mundo en que nací era rico y satisfecho de sí mismo”, dice. Fue una
mujer moderna en sus convicciones, que transgredió y quebró todo lo que en su
hogar, de rigurosa moral anglicana, esperaban de ella. Su familia llevaba una
vida de privilegios en Orpington, así que sus padres nunca entendieron que ella
se fuera a luchar por un ideal. "Murieron pensando que lo peor que le
podía pasar a uno era ser socialista".
Formada
en el Hospital Universitario, conoció en la iglesia de Saint George al hombre
que le marcaría su primer destino: el padre Robert, párroco tan poco
convencional que llegó a apoyar la campaña de sufragistas y a considerar la
idea de ordenar mujeres.
Para nosotros era el cielo. Angela
Jackson. Publicado el sábado día 16 de febrero de 2013
PRISCILLA SCOTT-ELLIS
Pip llegó a España un año después
del comienzo de la Guerra Civil, el 9 de agosto de 1937. Desde entonces hasta
el final del conflicto sólo abandonaría el país durante cinco semanas para
recuperarse de una fiebre paratifoidea que contrajo mientras trabajaba en el
frente de Aragón.
FOTO 17 PRISCILLA SCOTT-ELLIS
Los motivos principales que
impulsaron a esta mujer de acción a trabajar como enfermera de guerra en el
frente no fueron ni sus convicciones políticas ni sus creencias religiosas, si no
más bien su insaciable sed de aventura, y el deseo personal de darle un nuevo
sentido a su vida (Scott-Ellis 1995). Algunos autores como Carr (1995) o
Preston (2002) sugieren una tercera motivación personal, basada en su devoción
hacia el Infante Don Alfonso de Orleáns, primo del depuesto rey Alfonso XIII, y
su familia, especialmente su mujer la Infanta Doña Beatriz de Orleáns y su hijo
Ataúlfo.
El diario de Priscilla
Scott-Ellis, editado por Raymond Carr, aparece dividido en seis secciones. Cada
una de ellas representa una etapa de la vida y trabajo de Pip como enfermera en
España. Según su editor, este documento alberga entre sus páginas una gran
riqueza, tanto desde su dimensión humana, revelando la vida de una mujer
realmente extraordinaria, como desde su dimensión histórica, aportando datos
valiosos sobre la vida en la zona nacional, así como el estado y funcionamiento
de sus servicios sanitarios (Scott-Ellis 1995).
Una vez destinada en el frente,
Pip tuvo la oportunidad de comprobar por sí misma la dureza de las condiciones
de vida y trabajo, especialmente durante el invierno. Pip trabajó en distintas
localidades de Aragón y Cataluña, tanto en el frente como en la retaguardia,
asignada a distintos equipos sanitarios. Sólo abandonó esta zona geográfica
para trabajar en Extremadura durante algunas semanas, y en Madrid con Frentes y
Hospitales tras la caída de la ciudad en marzo de 1939. Citaremos algunos
ejemplos. Pip afirma que durante el invierno de 1937 en el frente de Teruel, su
equipo debió soportar temperaturas de hasta 18 grados bajo cero; el agua
corriente, la luz eléctrica y la higiene personal e incluso la comida eran
lujos que no siempre podían permitirse; la proximidad al frente de batalla
hacía que los hospitales estuvieran sometidos con frecuencia al bombardeo
enemigo; las normas de comportamiento que toda enfermera debía observar en la
zona nacional eran rígidas y no siempre del agrado de Pip. Mercedes Milá Molla
en persona, Inspector general de todo el personal femenino de Hospitales, tanto
auxiliar como profesional, se encargaría en más de una ocasión de salvaguardar
la moral y las buenas costumbres en el frente, así como de reprender a aquella
que no observara las normas; los turnos de trabajo de enfermeras y médicos eran
intensivos, debiendo trabajar sin descanso durante más de 24 horas seguidas en
ocasiones, sin comer y bajo las más terribles circunstancias.
El trabajo de enfermería
realizado y descrito por Pip durante la guerra, y después de la guerra con
Frentes y Hospitales, varía ligeramente dependiendo de la cercanía del hospital
al frente, así como de la evolución de la batalla. Por ejemplo, en los días de
inactividad, las enfermeras se dedicaban a otras tareas como lavar y
esterilizar el material quirúrgico, cortar gasa, limpiar y ordenar el hospital
(cuando no contaban con la ayuda de "chicas" de las localidades
cercanas) o incluso recoger agua. En la retaguardia, en el hospital de Alhama
de Aragón, las enfermeras realizaban gran número de actividades de enfermería,
como curas de heridas y vendajes, higiene y alimentación de los pacientes,
camas, asistencia en las operaciones quirúrgicas, inyecciones y transfusiones
sanguíneas, toma de constantes vitales, inoculación preventiva con suero
antitetánico, etc., llevando a cabo planes de cuidados individualizados. En el
frente, las actividades de enfermería diferían significativamente de las
descritas anteriormente. En los momentos de mayor afluencia de heridos, las
enfermeras se veían obligadas a clasificarlos según la gravedad de su estado,
de manera que aquellos que precisaban tratamiento inmediato eran atendidos in
situ y evacuados los antes posible al hospital de retaguardia más cercano.
Además, en el frente, los equipos sanitarios debían a trabajar bajo presión, lo
cual podía llegar a condicionar el tipo e incluso la calidad de cuidados
proporcionados a los pacientes.
Enfermeras, practicantes y voluntarios: La
disolución de divisiones prácticas y profesionales durante la Guerra Civil
Española (1936-1939). Isabel Antón
Solanas; Doctora en Enfermería.
Publicado el jueves día 01 de Julio de 2010
ANDRÉE DE JONGH 1916 - 2007
Andrée “Dedée” De Jongh nació en Schaerbeek, Bélgica, en 1916 enfermera diplomada, trabaja como dibujante publicitaria en
Malmédy, desplazándose por cuestiones laborales en diversas ocasiones al País
Vasco Francés.
FOTO 18 ANDRÉE DE JONGH
Se alista en 1940 en la
Cruz
Roja Belga, siendo destinada al hospital
militar de Brujas y como miles de enfermeras atendió a los heridos de la Segunda Guerra
Mundial. Dedée había formado parte,
como enfermera de los voluntarios de la Cruz Roja belga, que atendieron a los soldados
británicos y belgas heridos en Brujas después del desastre de Dunkerque, cuando
los alemanes rebasaron las defensas belgas en 1940.
Hasta aquí nada excepcional. Dedée
podría haber elegido una vida más fácil, trabajando anónimamente como enfermera
en un hospital de Bruselas. Pero con 24 años, junto con otros amigos,
enfermeras y médicos entre ellos, comienza a atender en la clandestinidad a los
pilotos aliados abatidos en Bélgica. Es entonces cuando decide organizar una
red para repatriar a los pilotos una vez repuestos de sus heridas, que
partiendo desde Bélgica, atravesaban Francia para llegar a España, y desde allí
hasta Inglaterra.
No había ninguna forma
establecida de escape y Dedée al
principio organizó la escapada en corto a través del Canal de la Mancha en barca.
Pero en 1942 los
alemanes consolidaron su control en territorio ocupado y la joven belga vio que
era muy peligroso. Por eso “Dedée” fundó, organizó y dirigió la “Red Comète”, también llamada “La Línea de la Libertad” que desde junio de 1940 hasta 1944,
permitió el retorno de unos 800 pilotos. “Dedée” había cruzado los Pirineos 24 veces, conduciendo
personalmente a lugar seguro a un mínimo de 118 aviadores, sin perder ninguno.
Una enfermera excepcional: Andrée
de Jongh. Artículo publicado el día 9 de mayo de 2009
ELISABETH EIDENBENZ Y LA
MATERNIDAD DE ELNA
Elisabeth Eidenbenz, nació en Zürich el 12 de junio de 1913,
maestra de profesión, con 23 años formaba parte de los movimientos sociales
suizos y entra a formar parte de la Asociación de Ayuda a los Niños en Guerra. Junto
con otros voluntarios llega a Valencia en abril de 1937. Trabajaban con un
modelo de apadrinamiento, mediante el que familias suizas aportaban dinero para
el mantenimiento de sus ahijados en la zona republicana. En 1939, forma parte
de la avalancha que cruza la frontera francesa y es internada en diferentes
campos de refugiados: d'Argelès, de Rivesaltes, de Barcarès o de Saint Cyprien.
FOTO 19 ELISABETH EIDENBENZ
Allí, en esos campos abarrotados,
insalubres y sin medios comienza a buscar por los campos a los niños
apadrinados. Como hemos visto, las condiciones eran pésimas El hospital más
cercano estaba saturado y la administración priorizaba a heridos y enfermos en
lugar de las mujeres embarazadas. El índice de mortalidad infantil se situaba
en un 95% entre los recién nacidos, que llegaban al mundo en las caballerizas
de Hares, cerca de Perpiñán. Los bebes introducidos en cajas de cartón eran
devueltos junto a sus madres a los campos de concentración.
Ante tal situación y debido a la
no intervención de la asistencia social francesa con los refugiados españoles,
deciden abrir un edificio para atender tanto a las parturientas como a los
niños recién nacidos y que Elisabeth
Eidenbenz se haga cargo de la maternidad. Al principio, organizó el
servicio en una casa en Brullá. Como
ella misma refiere, era joven, era la primera vez que actuaba como responsable
de un servicio, era maestra y nunca había visto un parto. En esa casa nacen 18
niños, y enseguida ve que es muy pequeña para el fin que se perseguía. Pide a la Central de Suiza 30.000
francos suizos para adquirir una residencia campestre abandonada, pero bien
conservada, el Palacete de Bardou,
en Elna (Perpiñan). La Central acepta, se repara
y acondiciona mínimamente la casa, que consta de tres plantas, un amplio
jardín, terreno con árboles frutales y un pequeño corral. Dan a cada habitación
un nombre: Barcelona, Valencia, Zaragoza, Santander, Bilbao, Canigo. El paritorio es Marruecos
y el nido en el que están los recién nacidos Madrid. Elisabeth gestiona con el Prefecto de Perpiñan todos los
permisos y el 7 de diciembre de 1939 nace el primer niño, Pepito.
La
recuperación psicológica de las madres tenía una importancia especial. A un
trato especialmente cariñoso, se unía la participación en las tareas de la
maternidad como medida para recuperar la autoestima y la autonomía, y el
espíritu alegre que predominaba en la casa, en el que cualquier acontecimiento
era una excusa para hacer una celebración: “¿Quién podía ser capaz de
planear todo aquello, cada detalle, la comida, las guirnaldas, digno de unas
reinas, para nosotras, que no teníamos nada que ofrecer a cambio?”.
También
la música, ese maravilloso lenguaje universal que debería ser fuente de
comunicación entre todas las personas como define Pau Casals, constituyó uno de los elementos utilizados para esa
recuperación psicológica. Elisabeth decía que la música, discos de gramófono o
al piano, de Bach, Mozart, Haynd, Schubert, etc. tranquilizaba a los niños, y
como lenguaje universal facilitaba la comunicación y acercamiento a las mujeres
embarazadas que acudían a la maternidad, destrozadas física y sobretodo
psíquicamente. Elisabeth
inundaba la casa de música y les cantaba a las madres y a sus hijos, muy de
cerca, porque entendía que si alguien te canta todos los días, hay alguien que
todos los días se preocupa por ti. “Si tienes alguien que te cante todos los
días a la oreja tienes que reaccionar”. También promovía que se cantara,
especialmente canciones típicas, porque se facilita la comunicación, la
integración en el grupo, la externalización de sentimientos y se mantiene la
identidad, tan importante para las mujeres del exilio: “A veces podemos
aligerar el dolor, simplemente tarareando una canción”.
Friedel Bohny-Reiter (1912, condecorada por el estado francés junto
con Elizabeth Eidenbenz el 25 de febrero de 2001) Elsbeth Kasser, Emmi Ott,
Elsie Ruth, Renée Farhny son nombres de algunas de las enfermeras de la Cruz Roja Suiza que
trabajaron en Elna y en los campos de concentración.
Salvad a los niños republicanos.
Publicado el lunes día 14 de septiembre de 2009
ELISABETH KENNY 1880
- 1952
Elizabeth
Kenny, enfermera australiana, dedicó su vida al estudio de la enfermedad de la
Poliomielitis llegando a ser una figura relevante para el desarrollo de la
Fisioterapia, la Rehabilitación y la Enfermería.
Enfermera
del Servicio australiano de Enfermería durante la I Guerra Mundial, donde
obtuvo el título de “Sister” que utilizaría siempre y equivalente en el
ejército a primer teniente.
Desarrolló
un tratamiento para la poliomielitis que supuso un cambio radical en el abordaje de esta
enfermedad.
El
tratamiento Kenny, provocó el rechazo de los médicos que a pesar de los
resultados no aceptaron su propuesta.
FOTO
20 ELISABETH KENNY
Aunque
no fue hasta finales de siglo XIX cuanto se encontraron los primeros brotes
epidémicos en el norte de Europa, Norteamérica y Australia, la enfermedad de la
Poliomielitis era conocida desde la Antigüedad; ya en tiempos de los egipcios (1600 a.C.) en los
bajorrelieves descubiertos en la pirámide Zakkar, destacan esculpidos en
piedra, jóvenes con las secuelas de la enfermedad. Pero a pesar de ser una
enfermedad muy antigua, hasta finales del siglo XVIII no se empezaron a hacer
las primeras descripciones, siendo a mediados del siglo XIX cuando el médico
ortopedista alemán Jacob Von Heine determinó los diferentes tipos de parálisis
y sus causas, conceptos reflejados en un trabajo publicado en 1840 bajo el
título de “Observaciones sobre los estados de parálisis de las extremidades
inferiores y su tratamiento”.
Veinte
años después (1860), en otra publicación, le dio el nombre de parálisis
infantil espinal, al observarla exclusivamente en los niños o personas que la
habían adquirido en la infancia. El carácter epidémico de la enfermedad fue
confirmado en 1907 por Vickmann, momento tras el cual se inició el estudio
detenido del virus causal, llegándose a determinar a mediados de siglo XX un
poliovirus como responsable de la enfermedad. Este hallazgo permitió el
desarrollo de dos vacunas; la primera con virus inactivo de Jonas Salk (1955) y
la segunda con virus atenuado de Albert Sabin (1957) logrando así la
erradicación de la enfermedad en muchos países.
La
grave epidemia que azotó el Estado de Victoria (Australia) entre los años 1937
y 1938, motivó el que Kenny fuera invitada para demostrar su procedimiento al
gobierno y así se comenzase a cuestionar la concepción y el tratamiento que
hasta entonces se mantenían por excelencia; "Miss Kenny hace hincapié en
el estado del espasmo muscular, su prevención y cura. Creemos que ello requiere
cuidadosa consideración". Cambió de país y fue en 1940 cuando pudo
presentar sus ideas al cuerpo médico de los Estados Unidos, siendo los médicos
John Pohl, Miland Knapp y Wallace Cole, quienes comenzaron a mostrar interés
por su método cuestionándose si realmente la enfermedad estaba bien descrita,
facilitando a Kenny pacientes para que demostrara la efectividad del método y
sus principios. Un hecho de gran relevancia fue la recomendación pública del
método Kenny que en 1941 hizo la National Foundation for Infantile Paralysis y
la American Medical Association. Dos años más tarde se constituyó el Instituto
Sister Kenny en Minneapolis (Minnesota), donde Kenny, junto con un grupo de
profesionales entre los que destacaría el fisioterapeuta, trató con éxito a
multitud de niños afectados por esta enfermedad.
Elisabeth Kenny: Enfermera
Australiana. Publicado el lunes día 30 de abril de 2012
Las 20 diapositivas seleccionadas
para este trabajo han sido sacadas del Trabajo original que presente de 100
diapositivas del trabajo “La historia de
la enfermería a través de los tiempos” “A historia da enfermermaría ao longo do tempo” que fue presentada
como ponencia inaugural en las “X Xornadas de Enfermaría de Ourense”, el día 12
de mayo, día Internacional de la Enfermería en el salón Marie Curie del
edificio politécnico del Campus Universitario de Ourense.
También están sacadas del trabajo
presentado de “La imagen de la enfermera
en la historia” que fue presentada en las III Jornadas Profesionales:
Visibilidad y liderazgo y nuevos modelos organizativos, organizado por el
Sindicato Satse, celebrados en San Sebastián en el Hotel NH Aránzazu el día 10
de junio, y constaba de 215 diapositivas de Historia de la Enfermería.
Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado en Enfermería. Servicio
de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI-
Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad
Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza /
Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana
de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de
Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la
Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN,
A.C.
Miembro no numerario de la Real
Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
4 comentarios:
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