sábado, 16 de mayo de 2009

EL SENTIDO DEL DEBER “EDITH CAVELL LOUISA”

Edit Cavell Louisa fue una de las personalidades más fascinantes de la Primera Guerra Mundial. Nació el día 4 de diciembre de 1865 en Swardeston, en una inmensa casa granja de estilo georgiano en un pueblo cerca de Norwich, Inglaterra, donde su padre, el reverendo Frederick Cavell, era vicario y un victoriano estricto, fue sacerdote durante 45 años.

Después de un período como institutriz de una familia de Bruselas, estudió y se formó como enfermera en el “Real Hospital de Londres” y en 1903 fue nombrada Directora de la Escuela InstitutoBerkendael” fundada por el doctor y cirujano real Antoine Depage, fundador y presidente de la Cruz Roja Belga y uno de los fundadores del “Movimiento Scout” de Bélgica.

En 1907, Cavell estableció una escuela de enfermería con el nombre de la calle de la Cultura, a petición del Dr. Depage en Bruselas.

En 1910, “Miss Cavell” consideró que la profesión de enfermería había adquirido suficiente implantación en Bélgica para justificar la publicación de una revista profesional', y por lo tanto, lanzó la revista de enfermería, L'infirmière.

Un año más tarde, en 1911, era una enfermera muy bien formada y empezó a preparar y a formar enfermeras para tres hospitales, 24 escuelas y 13 jardines de infancia en Bélgica. Era una vigorosa, meticulosa y algo puntillosa mujer con una alta corona grisácea de pelo y ojos grises.

Su sentido del deber bordeaba lo fanático y exigía el más alto nivel a sus alumnas enfermeras. Cogía un reloj en el desayuno: la que apareciese con un retraso de más de dos minutos, tenía un trabajo extra de dos horas. Era a menudo “fría, distante y alejada” así la describía una compañera de trabajo. Cuando estalla la Primera Guerra Mundial, su clínica y escuela de enfermería fueron adquiridas por la Cruz Roja.

En Agosto de 1911, Cavell pasaba unas cortas vacaciones con su madre que residía en Norwich, Inglaterra, después de la muerte de su marido. Edith estaba limpiando de malas hierbas el jardín de su madre cuando oyó la dramática noticia de la invasión alemana en Bélgica. Le dijo a su madre: “Me necesitan más que nunca”, dijo ella, e inmediatamente se dirigió al continente, a su escuela de enfermeras. Su madre no la volvió a ver.

Cavell y su personal se ocupaban de la escuela en los suburbios de Bruselas cuando el ejército alemán ocupó la ciudad. Se ordenó regresar a casa a las 60 enfermeras británicas, pero Edith, de una manera o de otra, permaneció allí. Enfermeras alemanas vinieron a relevar a las inglesas y, junto a las belgas, fueron enviadas a los hospitales de la ciudad que requerían sus servicios.

En una noche gris, funestamente húmeda de Noviembre de 1.914, dos soldados ingleses disfrazados fueron guiados a través de las silenciosas calles de la ciudad de Bruselas ocupada por los alemanes por un patriota belga civil. Herman Capiau era ingeniero de profesión, pero desde que estalló la Primera Guerra Mundial había jugado un papel clave en una organización de evasión que amparaba a los soldados ingleses y franceses atrapados detrás de las líneas germanas después de la derrota aliada en Mons.

Uno de estos soldados, el Teniente Coronel Dudley Boger que tenia una pierna herida, se había dejado crecer la barba durante los tres meses desde que había sido derribado y vestía un sombrero negro y una corbata como un trabajador de una típica factoría belga. Su colega, Sargento Mayor de Compañía Frank Meachin vestido también como un operario, llevaba en la espalda fardos de tela para simular que era un jorobado. Esto, esperaba él, explicaría a cualquier soldado alemán inquisidor por qué un hombre alto, fuertemente constituido no servía en el ejército.

Capiau guió cautelosamente a los dos soldados a través de los resbaladizos adoquines de la calle. Las patrullas alemanas eran frecuentes y se vio forzado a cambiar tres veces de ruta antes de llegar al Instituto Médico Berkendael, una escuela de entrenamiento para enfermeras en las afueras de la capital belga.

Los tres hombres entraron en el edificio y Capiau mostró una carta de presentación a la directora de la escuela, una enfermera inglesa llamada Edith Cavell. Hubo una breve y silenciosa conversación; posteriormente, Capiau abandonó el despacho de la directora y desapareció en la noche. Eran las 8 de la tarde. La hermana White, asistenta de la directora, fue reclamada y Edith le dijo:
Estos soldados son hombres fugitivos”. “Prepáreles camas en el quirófano”. La hermana White llamó a ambos hombres de aspecto sucio y cansado y les proporcionó inmediatamente dos camas.
Edith Cavell tenía 46 años cuando conoció a Boger y Meachin, estos fueron los primeros de más de 200 ingleses, franceses y belgas que fueron escondidos y cuidados por Cavell y su personal durante los siguientes doce meses.

Cuando fueron hechos prisioneros Boger y Meachin, ambos del Primer Batallón del Regimiento Cheshir, les habían ingresado en un hospital provisional en un convento de Wiheries (Bélgica). Pero, cuando sus guardianes se dieron la vuelta, huyeron hacia el pueblo y se escondieron al amparo de la oscuridad en un edificio abandonado.

Los fugitivos estaban en una situación difícil. Otros oficiales y hombres de las Fuerzas Expedicionarias Británicas habían sido separados de sus unidades y puestos en retirada de Mons. Otros, ayudados por civiles, habían alcanzado las costas de Bélgica. Pero, cuando Antwerp cayó, el ejército belga había perdido los enlaces con las unidades inglesas a su derecha y habían abierto puertas de esclusas para inundar las tierras bajas y contener el avance del ejército alemán. Estos habían cortado el camino de huida hacia la costa para los abandonados soldados aliados.

Los paisanos, curas y monjas, prestaban auxilio a las tropas fugitivas. Los soldados aliados no heridos que se disfrazaban de trabajadores o mineros, corrían el riesgo de ser abatidos por espías; un peligro para el que Boger y Meachin estaban preparados.

Habían tenido suerte al contactar con un servicial sacerdote Católico Romano que les había conducido a casa de una mujer llamada Libiez, la viuda madre de un abogado local, que les escondió durante algunas semanas en el desván de un edificio anexo al fondo de su jardín.

Todas las tierras ocupadas tienen su porción de traidores. El 26 de Octubre de 1914, el Servicio de Inteligencia alemán recibió la información de que Libiez ocultaba a dos soldados ingleses. En unas horas, una compañía de motoristas del Landsturm se precipitó en el pueblo y registró la casa de Libiez y las de sus vecinos. Volvieron dos veces, pero los fugitivos habían sido alertados a tiempo y huyeron mezclados con una muchedumbre de curiosos ciudadanos belgas en la calle.

Sin duda, Boger y Meachin habían puesto en peligro a su valiente anfitriona y las siguientes noches dos monjas, Sor María y Sor Magdalena llegaron como un rayo para guiarles a un convento de Wasmes.

El hijo de Libiez, miembro de la Organización de Evasión belga, tomó entonces los deberes de escolta y acompañó a los soldados británicos a Mons donde permanecieron tres días en casa de Luis Dervaire en la Calle de la Estación. Allí, se hicieron fotografías y falsificaron carnets de identidad civiles. Luego Capiau les escoltó al instituto de Cavell el 1 de Noviembre.

Era contrario a la naturaleza de Cavell rehusar la ayuda a cualquier persona en dificultades y Boger y Meachin se escondieron en el instituto durante dos semanas. Cuando Cavell se enteró de que los alemanes se dirigían a registrar el edificio, ordenó a la hermana White llevar a los soldados a una casa vacía cercana a la Avenida Luisa. La hermana White se dio cuenta de que los alemanes sospechaban de ella y decidió sabiamente abandonar el pueblo. Un poco antes de las Navidades de 1914, cruzó la frontera alemana portando información militar para los ingleses, obtenida del Coronel Boger, escondida en su ropa interior.

Cavell todavía pensaba que Boger y Meachin estaban en peligro y, con la ayuda de dos ciudadanos ingleses que vivían en Bruselas (que hasta ahora habían sido dejados en paz por las autoridades alemanas), consiguió que fueran acompañados por un guía fuera de la ciudad. Boger, todavía cojo, pudo viajar a través de los canales hasta la frontera a bordo de una barcaza de carbón, mientras que el Sargento Mayor, que podía andar pero no hablaba francés, se disfrazó de pescador holandés.

Los dos soldados permanecieron juntos hasta Ghent. Meachin hizo amistad con un contrabandista de periódicos belga más allá de la frontera en la neutral Holanda. Con el tiempo, regresaría a Inglaterra, volvería al frente y sería premiado con la “Medalla de Conducta Distinguida”.

El Coronel Boger fue nuevamente capturado en una redada en un café cuando bebía un refresco; fue enviado a un campo POW en Ruhleben para el resto de la guerra. Más tarde fue premiado con la “Orden de Servicios Distinguidos”.

Al Instituto Berkendael llegaron más soldados refugiados y todos recibieron ayuda de Cavell. Pero el peligro de que los alemanes descubrieran el secreto del Instituto crecía cada día. A los soldados británicos que se refugiaban allí se les aconsejaba no salir fuera. Sin embargo, una noche varios de ellos pasearon hasta un café carretera abajo y tomaron unas copas. Rápidamente fue ampliamente conocido que Cavell estaba dando techo bajo su tejado a tropas Inglesas y Francesas.

A pesar de una orden de las autoridades alemanas de que cualquiera que abrigase a tropas aliadas sería fusilado, el secreto trabajo de Cavell continuó. Ella escribía a su primo: “Estoy ayudando de modo que no puedo describírtelo hasta que seamos libres.”

Era obvio, sin embargo, que la ruta de evasión no podía ser guardada indefinidamente. Los alemanes eran bien conscientes de que un gran número de fugitivos estaba cruzando la frontera belga hacia Holanda. Entonces, en Agosto de 1915, los alemanes registraron la casa de Philippe Baucq, un miembro de la organización de evasión, y lo arrestaron. Desafortunadamente, Baucq no pudo destruir varias cartas en las que aparecía el nombre de Edith Cavell.

El jefe de la organización de evasión, Príncipe de Croy, abandonó su gran castillo cerca de Mons para advertir a sus colegas de Bruselas. Llamó a Cavell a su oficina y le dijo que se iba a esconder. “Espero ser arrestada” dijo ella firmemente. “Para mí, escapar es inútil e impensable” El Príncipe se dio cuenta de que no había esperanzas de disuadirle y partió, pensando cruzar más tarde la frontera para salvarse.

El 5 de Agosto, Otto Mayer de la policía secreta alemana llegó a la Calle de la Cultura, Cavell fue conducida a los cuarteles de la policía e interrogada. Pero nada de importancia fue encontrado en el Instituto. Cavell había cosido su diario dentro de un cojín.

Hay controversia respecto a lo que Cavell confesó a Mayer. Si se dijo que otros miembros de la organización, 35 habían sido arrestados, habían admitido su culpa, ella habló libremente acerca de la ayuda que había proporcionado a los soldados aliados.

Cavell fue acusada de esconder soldados enemigos y fue juzgada por un tribunal militar en Bruselas. Aunque más de 200 soldados habían pasado por sus manos, el único documento que incriminaba a la enfermera era “una andrajosa tarjeta postal” enviada, bastante imprudentemente, por un soldado inglés agradeciéndole la ayuda que le había dispensado.

Cavell fue condenada a muerte junto con otros cuatro colegas belgas.

Dos pelotones de ejecución, cada uno de ocho hombres, fueron encargados de la ejecución a las 2 de la mañana del día 12 de Octubre de 1915. Cavell todavía llevaba su uniforme de enfermera.

Las palabras que dirigió a su último visitante, Stirling Gahan, el capellán inglés de Bruselas, se hicieron después tan famosas como las del Almirante Horacio Nelson en Trafalgar. “Ahora se que el patriotismo no es suficiente” dijo. “No debo tener odio ni encarnizamiento hacia nadie

Estas palabras están inscritas en su estatua en ST. Martin´s Place, cerca de Trafalgar Square en Londres.

Aunque la acción alemana estaba justificada de acuerdo con las reglas de la guerra, el fusilamiento de Edith Cavell fue un error garrafal.

En pocos días, la heroica enfermera se convirtió en una mártir a lo largo y ancho del mundo y los alemanes fueron universalmente descritos como “unos monstruos asesinos.” Como resultado de su ejecución, la moral de los aliados fue fortalecida y el reclutamiento se dobló durante las ocho semanas después del anuncio de su muerte.

La memoria de Edith Cavell ha sido guardada viva desde aquel oscuro día de 1915. Numerosos libros han sido escritos sobre ella. Fueron erigidas estatuas de Cavell cerca de Galería Nacional de Retratos de Londres y en un concurrido cruce de carreteras en Tombland, en Norwich. Sybil Thorndike encarnó su papel en la película Dawn en 1930 y Anna Neagle interpretó ese mismo papel en La Enfermera Edith Cavell en 1939. Joan Plowright lo hizo en el escenario en otra exitosa obra de teatro en los años 50.

La tumba de esta testaruda, y valiente enfermera descansa junto a los antiguos muros de la Catedral de Norwich. Cada Octubre, el sábado más cercano al aniversario de su muerte, las mujeres miembros de la Real Legión Británica coloca guirnaldas al lado de una simple piedra cruzada.
En su pueblo natal de Swardeston, en el corazón de su persistente Norfolk, hay un constante chorro de visitantes a la iglesia medieval. “Es tal el interés en Edith Cavell que teníamos que hacer algo por ella, para que permanezca en nuestro recuerdo” comentó el párroco, el Reverendo Philip McFadyen.

Amplias fotografías, folletos, tarjetas postales y recuerdos de Edith Cavell, tazones y peines, están a la venta en las blanqueadas naves de la iglesia. El libro de visitantes contiene nombres de gente de América, Canadá, Sudáfrica y Alemania. Hay una pequeña probabilidad de que el mundo olvide la pequeña mujer de ojos grises cuyo fanático sentido del deber le condujo ante un pelotón de fusilamiento hace 94 años.

Sus últimas palabras antes de su fusilamiento fueron, Padre Gahan dígales a mis seres queridos, “que mi alma parte y me alegro de morir por mi país”.

La enfermera Edith Cavell fue enterrada al lado de la prisión que le tuvo detenida St. Gilles. Después de terminada la guerra, su cuerpo fue llevado a Inglaterra y su funeral se celebró en la Abadía de Wetsminter, posteriormente se trasladó su cuerpo a Norwich.

En Resumen: Edith Cavell, enfermera británica fue condenada a muerte en un juicio sumarísimo por un tribunal militar alemán, por haber cobijado y salvado de una muerte segura en su hospital a más de doscientos soldados belgas, franceses e ingleses, prisioneros evadidos y pilotos abatidos, y haberles ayudado a huir de la Bélgica ocupada por los alemanes en la Primera Guerra Mundial, y reintegrarse a sus puestos de combate. Gracias Edith por tu humanidad y sentido del deber de Cuidar.

Muchas gracias, espero que os haya gustado leerlo.
Un abrazo para todos
*Manuel Solórzano Sánchez; **Jesús Rubio Pilarte y ***Raúl Expósito González
* Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
** Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
*** Enfermero Servicio de Medicina Interna del Hospital General de Ciudad Real
masolorzano@telefonica.net
jrubiop20@enfermundi.com
raexgon@hotmail.com
Fotos obtenidas de Internet

3 comentarios:

JWIGODSKI dijo...

Qué excelenete trabajo han realizado manolo, Raúl y Jesús. Los felicito.

Hermosa la colega Edith Cavell.

He aprendido que hay mas colegas importantes en la historia que solo las teoristas.
Muchas gracias

Un saludos cariñoso desde Chile.

Jackie
www.enfermeriajw.cl

Anónimo dijo...

Hola soy estudiante de enfermería, este artículo me ha parecido muy interesante, pero tengo que hacer un trabajo y no encuentro referencias bibliográficas en español de esta mujer. ¿alguien me podría ayudar?

Paki Anaya dijo...

Muchísimas gracias Manuel por compartir tus conocimientos con tod@s: como dice el profesor Siles es necesario conocer nuestro pasado para comprender dónde estamos y pensar hacia dónde queremos llegar como enfermeras. Gracias!!! Un abrazo ^-^