“LA CRUZ ROJA. MEMORIA Y PAZ”
“LA CRUZ ROJA APARECIÓ COMO LA ASISTENCIA
NEUTRAL EN LA GUERRA”
AUTOR:
Enrique Samaniego Arrillaga. Médico
donostiarra, Presidente de la Cruz Roja de Guipúzcoa (España), además de ser un
prestigioso experto en Angiología y Cirugía Vascular. El 19 de septiembre lo
presentó en la sala Kutxa de la calle Andía donostiarra, acompañado de diversas
personalidades que elogiaron tanto al libro como a su autor, entre ellos se
encontraba el Presidente del Aquarium de San Sebastián y Miembro de número de
la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, Vicente Zaragüeta Laffitte.
El
libro lo prologa Xosé Estévez,
Profesor Senior de la Universidad de Deusto y lo expresó públicamente con un
bonito alegato el Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de
Zaragoza Vidal Muñoz Garrido,
Cronista oficial de Teruel. Presidente de la Cruz Roja. También en la mesa
presidencial estaba el secretario de la RSBAP.
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001 Presentación del libro en la Sala Kutxa de la calle Andía. San Sebastián
El
libro consta de cuatro capítulos en que lo ha dividido. El primer capítulo: Orígenes
y fundación de la Cruz Roja Internacional. Fundación en España.
Fundación en Navarra. Fundación en Gipuzkoa.
El
segundo capítulo: Última guerra Carlista (1872 – 1876). Primero breve período
(abril mayo 1872). Segundo largo período. La situación en Gipuzkoa. San Benito
Menni.
El
tercer capítulo: Letargo y recuperación de la Cruz Roja en España. Escuelas de
las Damas Enfermeras. Guerra de África (1921 – 1927). La Segunda República
(1931 – 1936). La insurrección de octubre del 34.
El cuarto
capítulo: Guerra Civil del 36. Alzamiento del 36. Creación de la Cruz
Roja en el País Vasco. Éxodo infantil del 37. Caída de Barcelona. Posguerra.
Civilización, víctimas y otros comentarios.
Además
aporta en este libro una bibliografía muy extensa, además de otras fuentes y
anexos. En ellos nos podemos encontrar: en el anexo número uno la carta del Obispo de Urgel datada el
26 de noviembre de 1873. En el anexo número dos, la Lettre du Marcel Junod con fecha 10 de noviembre de 1936. Otra
segunda carta fechada el 26 de noviembre de 1936. En el anexo número tres: Los Estatutos de la Cruz Roja del País Vasco.
Comienza
contando como Henry Dunnat vivió una
triste experiencia que marcó su vida para siempre, empezó a crear la Cruz Roja, y no paró hasta ver
desarrollada su idea de una organización no militar, humanitaria y neutral,
dedicada a recoger y salvar al mayor número posible de soldados heridos, fuere
cual fuere su ejército. Poco después publica su obra “Un souvenir de Solferino”
en la que nos describe escenas, verdaderamente duras, de aquella batalla:
“Cada colina, cada altura, cada cresta de
roca es teatro de encarnizados combates, y las hondonadas se llenan de muertos.
Austriacos y aliados se pisotean, se degüellan sobre cadáveres ensangrentados,
se rompen los cráneos a culatazos se desgarran los vientres con sables y
bayonetas; ya no hay cuartel; aquello es una carnicería, una lucha de fieras
rabiosas y ebrias de sangre… los caballos pasan a galope destrozando con sus
herrados cascos a los muertos y a los moribundos… pero aún falta algo, detrás
de la caballería viene la artillería a escape, abriéndose paso a través de los
cadáveres y de los heridos que, revueltos, yacen por el suelo; entonces saltan
los cerebros, quedan molidos los huesos, empapada en sangre la tierra y
cubierta de miembros palpitantes la llanura.
… El sol iluminó uno de los espectáculos más
terribles que pueden presentarse a la imaginación; los desgraciados heridos que
se van recogiendo en todo el día están pálidos, lívidos, aniquilados: unos
tienen la mirada extraviada y no entienden lo que se les dice; pero esta
postración no les impide sentir sus dolores; … El que recorre este inmenso
teatro de combate de la víspera, encuentra a cada paso, en medio de una
confusión sin igual, desesperaciones indescriptibles y miserias de todas
clases. …Carpenedolo, Castelgofredo, Volta, todas las aldeas comarcanas
especialmente Castiglione, se convierten en ambulancias donde entran en
lamentable procesión los heridos que se van recogiendo en el campo de batalla…
Llenas las iglesias, llenas las casas, hay que habilitar las calles y plazas
tendiendo paja y armando cobertizos de cualquier modo… la entrada de heridos no
cesa, todo es insuficiente para tal cúmulo de miserias.
… Sobre las losas de las iglesias yacen
mezclados franceses y eslavos, árabes y alemanes; a pesar de lo que han
sufrido, a pesar de las noches que han pasado en vela, no logran el descanso;
imploran el socorro del médico o se retuercen desesperados en convulsiones que
terminarán por la muerte o el tétanos. Algunos con la cara ennegrecida por las
moscas que se adhieren a sus heridas, miran a todas partes y no ven; el capote,
la camisa, … Allá hay otro infeliz a quien han llevado parte de la cara de un
sablazo… otro con el cráneo abierto espira, salpicando su cerebro sobre las
losas: sus compañeros de infortunio le empujan con los pies porque estorba, y
yo protejo sus últimos momentos cubriendo con un pañuelo aquella pobre cabeza
que todavía se menea débilmente” (De Un
Souvenir de Solferino. H. Dunant).
Al
poco de aparecer el libro, Víctor Hugo
le escribió una carta en la que, entre otras cosas, le decía:
“Usted ama a la humanidad y sirve al mismo
tiempo la causa de la libertad: aplaudo sus nobles esfuerzos”.
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002 Portada del libro. Henry Dunnat y los emblemas de la Cruz Roja
El general Dufour, que más adelante sería
uno de los componentes del Comité de los Cinco, le dirigió la siguiente carta:
“Se necesita que vean todos, ante ejemplos
tan palpables como lo que usted manifiesta en su libro, lo que es la gloria de
los campos de batalla y lo que cuesta de tormentos, de lágrimas y de vidas… En
general se está muy inclinado por mal informado, a no ver más que el lado
brillante de una guerra y se cierran los ojos sobre sus tristes consecuencias;
y es muy necesario llamar la atención sobre esta cuestión humanitaria, objeto
que a mi juicio, el libro de usted llena enteramente”.
En
1901 se le concedió a Henry Dunant
el Premio Nobel de la Paz, en este acto le dirigieron las siguientes palabras:
“No hay hombre alguno que merezca más este
honor, pues fue usted, hace cuarenta años, quien puso en marcha la organización
internacional para el socorro de los heridos en el campo de batalla. Sin usted,
La Cruz Roja, el supremo logro humanitario del siglo XIX probablemente nunca se
hubiera obtenido”.
En
1814, desaparece el Protomedicato y se organiza el Cuerpo de Sanidad Militar.
Poco después, en 1835, durante la primera guerra carlista, el coronel Ocáriz,
escribe:
“… no puede copiar la pluma el cuadro y
certificar el luto de tantos años de guerra a muerte, el espectáculo de tropas
sin pan, sin abrigos, sin asistencia de facultativos, medicinas y utensilios
para los heridos, que se trasladan a grandes distancias expuestos a nuevos
combates; de centenares que marchan a pie regando el campo con su sangre; de
otros cuyos dolores aviva el movimiento de sus monturas; de los fracturados
tendidos sobre palanquines de armas, sobre escalas de palo, sobre puertas o
ventanas, conducidos casi siempre en hombros de sus compañeros… para caer en
los impropiamente llamados hospitales, después de pasar alguna noches sobre las
mesas de una escuela o sobre el pavimento de una iglesia” (Luis Grangel.
Historia de la Medicina Vasca).
Incidiendo
más en este problema, el general Córdoba,
durante la misma guerra, al abandonar el mando del Ejército del Norte, en la “memoria justificativa”, expone:
“Para conducir a un herido, no sólo a un
hospital, sino a donde puedan dársele los primeros auxilios del arte del
cuidar… se necesita una camilla que no hay, pues no merece importancia el corto
número de las que yo pude construir. Para llevar esta camilla hacen falta
cuatro hombres, para que éstos se releven hacen falta otros cuatro, para que
los conductores desempeñen bien este delicado y penoso trabajo, un cabo de
camilla, de suerte que por cada herido ya tenemos diez hombres fuera de combate”.
(Luis Grangel. Historia de la Medicina Vasca).
La
dama Enfermera. Enfermería y Cruz Roja. Vidas Paralelas. Publicado el día 19 de
marzo de 2009
Cruz
Roja: Reglamento de 1939. Editado en San Sebastián. Artículo publicado nº 287
con fecha 04-11/02/2005
ESCUELA DE DAMAS ENFERMERAS
Existía
un precedente en San Sebastián, en el Dispensario para pobres de Santa Isabel,
fundado en 1910 por el Dr. Vic. Disponía de un cuadro de especialistas y un
grupo de damas que se formaban como enfermeras recibiendo clases teóricas y
prácticas.
En
1909, durante la interminable guerra de Marruecos, ocurrió el episodio del
Gurugú ampliamente difundido por la prensa. Un grupo de damas donostiarras
estaban sensibilizadas para actuar como enfermeras en ayuda de la sanidad
militar pero carecían de formación. Se pensó en aprovechar esta oportunidad
para reunirlas y adiestrarlas y crear un grupo de señoritas enfermeras
voluntarias de Cruz Roja como ya existían en otras ciudades allende la
frontera.
El
11 de junio de 1910, en la calle Larramendi nº 25 de San Sebastián, el Dr.
Charles Vic, junto con sus compañeros los Dres. Michel Lerembour y Augusto Harriet,
todos ellos franceses con ejercicio en la Ciudad, fundaban el Dispensario de
caridad de Santa Isabel, donde se estableció una escuela de formación de “Damas
Enfermeras”, a cuyos cursos acudían señoritas y damas de la alta sociedad
donostiarra. Estaba dirigido por una Junta de Señoras.
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003 Portadas de los libros. Raúl Expósito
Seguían
el programa de la Cruz Roja Francesa, se les exigía ser súbdita española, una
edad mínima de 17 años y hacerse voluntarias. Especialistas de la ciudad se
encargaban de un amplio abanico de consultas por las que rotaban las enfermeras
en formación. Se hacía especial hincapié en la perfecta esterilización y
asepsia del material de curas y del instrumental quirúrgico, además de una
esmerada limpieza general. Médicos, enfermeras y dirección trabajaban de forma
totalmente gratuita y los recursos económicos provenían de ayudas oficiales y
de donativos.
La
Reina Doña María Cristina, durante sus veraneos en la ciudad había visitado
este dispensario en repetidas ocasiones, lo que le hizo incubar la idea de
crear una red de hospitales y dispensarios, en los que las “damas voluntarias”
siguieran un programa de formación reglado para obtener, en este caso, el
diploma de Dama Enfermera de la Cruz Roja Española.
En
este relato se siguen los pasos que dio la Reina María Cristina, hasta ver
logrado su objetivo. El Dispensario de Santa Isabel estaba dirigido por una
junta de señoras y esto gustaba a Doña María Cristina.
Muy
probable, este deseo influyó en la modificación de los estatutos de la Cruz
Roja Española, y así, el 16 de enero de 1917, mediante Real Decreto del
Ministerio de la Guerra se procede a la reordenación de la Cruz Roja,
redactándose los Nuevos Estatutos.
En
febrero de 1917 ya se había creado el cuerpo de enfermeras y su programa de
estudios. La Reina, en junio del mismo año, restructuró la Junta de Señoras de San Sebastián y se reservó para sí la
presidencia de dicha Junta.
Dispensario
de Santa Isabel de San Sebastián
Dispensario
de Santa Isabel de San Sebastián
“Santa
Isabel” Kontsultategia Donostian
Santa Isabel Precedente de la sanidad
pública. 1909 El dispensario fundado por tres médicos franceses atendió a
los donostiarras sin recursos hasta 1960. Publicado en el Diario Vasco el día
27 de enero de 2012
En
julio, la Junta de Señoras organizó el primer curso para Damas Enfermeras que fue impartido en el Hospital de San Antonio
Abad por los doctores González Ayani y Echauz, profesores a su vez del
Dispensario para pobres de Santa Isabel. Doña María Cristina presidió los
exámenes.
El
16 de noviembre de 1917, el periódico “La
Voz de Guipúzcoa” de San Sebastián anunciaba un nuevo curso para Damas
Enfermeras. Decía así:
“Cruz Roja. El primer lunes del próximo mes
de Diciembre, darán comienzo los cursos teóricos para enfermeras de la Cruz
Roja, en el Hospital San Antonio Abad de esta ciudad, bajo la dirección de los
señores doctores de este benéfico establecimiento. A las señoras y señoritas
que deseen ser enfermeras, se les ruega tengan a bien inscribirse a la mayor
brevedad, en el domicilio de la secretaria, señorita Pilar Jordán de Urríes.
Prim 14”.
La
Reina Madre, siguiendo con su proyecto, mediante Real Orden del 22 enero de
1918, fundaba en Madrid el Hospital San José y Santa Adela. Este mismo año
encargaba a la Duquesa de la Victoria la creación de una red de
hospitales-dispensario y se fundaron los primeros, aparte del ya mencionado en
Madrid, los de: Bilbao, Barcelona, Granada, San Sebastián y Ceuta. En tiempos
de paz, serían útiles para la población en general y como dispensarios de
caridad. En tiempos de guerra, permitirían una atención más moderna y
actualizada a los militares heridos y enfermos y, en todo momento, servirían
como escuelas para la formación práctica de las Damas Enfermeras.
En
San Sebastián, la Reina María Cristina encargó al Dr. Luis Egaña la creación de
un hospital-escuela al estilo del Dispensario de Santa Isabel y a ser posible
que lo superara. Para ello era indispensable un edificio, no muy alejado de la
ciudad, que permitiese instalar, además de una Clínica Operatoria, un
dispensario orientado hacia los necesitados, en el que se daría asistencia
gratuita. Se decidió que Villa María, situada en el barrio del Antiguo, era el
edificio adecuado. Comprada la villa, se contrató al arquitecto Luis Elizalde
para que hiciera las reformas necesarias. Tanto la compra como las obras fueron
costeadas por la Reina Madre Doña María Cristina.
El
27 de noviembre del mismo año, previa la bendición del edificio y la
entronización del Sagrado Corazón, Doña María Cristina inauguró el Hospital de
la Cruz Roja de San Sebastián. Se consideraron suficientes, para sus fines,
diez camas hospitalarias y un consultorio-dispensario ilimitado; recibió el
nombre de María Cristina, como homenaje a la Reina.
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004 Portada del programa de la Cruz Roja. Manuel Solórzano
En
caso de guerra, jamás, las Damas Enfermeras podrán ser enviadas al frente de
forma obligatoria, su actividad, sin escusas, deberá ser siempre voluntaria.
Padecerán sin queja las incomodidades, estarán dispuestas a sufrir. Harán las
actividades de enfermería que se les ordene y ante cualquier duda, consultarán
con su médico jefe. Cuidarán del aseo de los hospitalizados, aliviarán sus
males y serán respetuosas con ellos sea cual sea su nacionalidad, raza o
religión. Finalmente, tienen que ser conscientes de que en más de una ocasión
pondrán en riesgo su vida.
GUERRA DE ÁFRICA (1921 – 1927)
Doña
María Cristina quiso que su hospital de San Sebastián fuera uno de los primeros
en recibir a los heridos provenientes de África, por lo que la Junta de
Gipuzkoa se dispuso a ampliarlo. En pocos días, se instauró un nuevo hospital
en la villa Txillardegui, próximo al ya existente.
El
22 de septiembre, arribaba una expedición de soldados heridos y enfermos a la
estación del Norte, adonde la Reina Madre salió a recibirlos. Los heridos
fueron transportados en automóviles particulares y Doña María Cristina trasladó
a dos de ellos en el suyo propio. Para los que venían en camilla se utilizó un camión
del Palacio Real de Miramar. Antes de dos horas ya estaban todos los
repatriados debidamente alojados en el nuevo hospital de Txillardegui. A
finales de año, el paludismo hacía estragos entre la tropa y, una vez más, se
pidió a la Junta de San Sebastián que ampliara sus dependencias para acoger
otros cien enfermos. Ante esta situación, la Reina Madre ofreció su Palacio de
Miramar. La Junta local de la Cruz Roja, en una semana, habilitó un hospital de
cien camas en un edificio destinado a dependencias del Palacio.
El
24 de noviembre, a las diez de la noche, arribaba un tren hospital con cinco
oficiales y noventa y seis soldados heridos. La Reina Madre Doña María Cristina
vino, ex profeso desde Madrid, para recibir a los repatriados, mientras un
numeroso público los acogía con vivas y aplausos.
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005 Villa María en el Antiguo. 1921 La Reina María Cristina saliendo de Villa
María, detrás el director de la Cruz Roja Luis Egaña. Diploma de la Asamblea
Suprema. Hospital de Txillardegui, con la Reina María Cristina
En
este momento, en San Sebastián, existían tres hospitales de Cruz Roja: el María Cristina, destinado
a los oficiales; el de Txillardegui, a los heridos y el de Miramar
para los enfermos. Los hospitales estaban al cuidado de las Hermanas de la Caridad, médicos y Damas Enfermeras de Cruz Roja, estas
últimas, trabajaban una semana seguida en turnos de mañana o de tarde, y
libraban otra semana.
Una
vez más se solicita de la Cruz Roja de Gipuzkoa la ampliación de sus servicios
para atender todas las necesidades de una nueva campaña en África. En esta
ocasión, para instalar un hospital se recurre al Gran Casino Municipal de San
Sebastián (hoy el Ayuntamiento donostiarra), a la sazón, cerrado por la ley de
prohibición del juego dictada por Primo de Rivera.
El 3
de octubre de 1924, el Ayuntamiento donostiarra cede parte de las dependencias
del casino Municipal para utilizarlas temporalmente como Hospital de la Cruz
Roja. Se montó un magnífico hospital de 300 camas, que estuvo activo unos dos
años. En este tiempo fueron atendidos 1.030 heridos. A partir de 1926, se cerró
el hospital del Casino y, el de María Cristina volvió a la normalidad civil. La
guerra de áfrica no terminó totalmente hasta 1927.
1937 Creación y Estatutos de la Cruz Roja
del País Vasco.
Creación de la
Cruz Roja de Euzkadi (I/II). Publicado
en la Revista Electrónica
Euskonews, en su número 527 - 2010 / 04
/ 09-16. Manuel Solórzano Sánchez
Primera parte: http://www.euskonews.com/0527zbk/gaia52702es.html
Creación
de la Cruz Roja
de Euskadi. Publicado el sábado día 30 de enero de 2010
Conclusión
Magnífico
libro que relata el devenir de la Cruz Roja desde su formación, pasando por los
Estados y configurándose en casi todos los pueblos del Estado. Sus juntas
locales, municipales y provinciales hicieron que la Cruz Roja se fuese
diseminando por el mundo.
Sus siete
Principios
fundamentales, fueron los pilares de este gran proyecto y su dedicación
filantrópica se extendió por el mundo. En 1965, en la Conferencia Internacional de la Cruz Roja y Media Luna Roja, celebrada
en Viena adoptaron estos principios: Humanidad,
Imparcialidad,
Neutralidad,
Independencia,
Voluntariado,
Unidad
y Universalidad, que han sido reconocidos por todos los países del
mundo.
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero.
Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Colegiado
1.372. Ilustre Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro
de Enfermería Avanza
Miembro
de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro
de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro
de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro
no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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