miércoles, 23 de octubre de 2013

150 AÑOS DE LA CRUZ ROJA. 1863 – 2013



LA CRUZ ROJA. MEMORIA Y PAZ

LA CRUZ ROJA APARECIÓ COMO LA ASISTENCIA NEUTRAL EN LA GUERRA

AUTOR: Enrique Samaniego Arrillaga. Médico donostiarra, Presidente de la Cruz Roja de Guipúzcoa (España), además de ser un prestigioso experto en Angiología y Cirugía Vascular. El 19 de septiembre lo presentó en la sala Kutxa de la calle Andía donostiarra, acompañado de diversas personalidades que elogiaron tanto al libro como a su autor, entre ellos se encontraba el Presidente del Aquarium de San Sebastián y Miembro de número de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, Vicente Zaragüeta Laffitte.

El libro lo prologa Xosé Estévez, Profesor Senior de la Universidad de Deusto y lo expresó públicamente con un bonito alegato el Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza Vidal Muñoz Garrido, Cronista oficial de Teruel. Presidente de la Cruz Roja. También en la mesa presidencial estaba el secretario de la RSBAP.

FOTO 001 Presentación del libro en la Sala Kutxa de la calle Andía. San Sebastián

El libro consta de cuatro capítulos en que lo ha dividido. El primer capítulo: Orígenes y fundación de la Cruz Roja Internacional. Fundación en España. Fundación en Navarra. Fundación en Gipuzkoa.

El segundo capítulo: Última guerra Carlista (1872 – 1876). Primero breve período (abril mayo 1872). Segundo largo período. La situación en Gipuzkoa. San Benito Menni.

El tercer capítulo: Letargo y recuperación de la Cruz Roja en España. Escuelas de las Damas Enfermeras. Guerra de África (1921 – 1927). La Segunda República (1931 – 1936). La insurrección de octubre del 34.

El cuarto capítulo: Guerra Civil del 36. Alzamiento del 36. Creación de la Cruz Roja en el País Vasco. Éxodo infantil del 37. Caída de Barcelona. Posguerra. Civilización, víctimas y otros comentarios.

Además aporta en este libro una bibliografía muy extensa, además de otras fuentes y anexos. En ellos nos podemos encontrar: en el anexo número uno la carta del Obispo de Urgel datada el 26 de noviembre de 1873. En el anexo número dos, la Lettre du Marcel Junod con fecha 10 de noviembre de 1936. Otra segunda carta fechada el 26 de noviembre de 1936. En el anexo número tres: Los Estatutos de la Cruz Roja del País Vasco.

Comienza contando como Henry Dunnat vivió una triste experiencia que marcó su vida para siempre, empezó a crear la Cruz Roja, y no paró hasta ver desarrollada su idea de una organización no militar, humanitaria y neutral, dedicada a recoger y salvar al mayor número posible de soldados heridos, fuere cual fuere su ejército. Poco después publica su obra “Un souvenir de Solferino” en la que nos describe escenas, verdaderamente duras, de aquella batalla:

Cada colina, cada altura, cada cresta de roca es teatro de encarnizados combates, y las hondonadas se llenan de muertos. Austriacos y aliados se pisotean, se degüellan sobre cadáveres ensangrentados, se rompen los cráneos a culatazos se desgarran los vientres con sables y bayonetas; ya no hay cuartel; aquello es una carnicería, una lucha de fieras rabiosas y ebrias de sangre… los caballos pasan a galope destrozando con sus herrados cascos a los muertos y a los moribundos… pero aún falta algo, detrás de la caballería viene la artillería a escape, abriéndose paso a través de los cadáveres y de los heridos que, revueltos, yacen por el suelo; entonces saltan los cerebros, quedan molidos los huesos, empapada en sangre la tierra y cubierta de miembros palpitantes la llanura.

El sol iluminó uno de los espectáculos más terribles que pueden presentarse a la imaginación; los desgraciados heridos que se van recogiendo en todo el día están pálidos, lívidos, aniquilados: unos tienen la mirada extraviada y no entienden lo que se les dice; pero esta postración no les impide sentir sus dolores; … El que recorre este inmenso teatro de combate de la víspera, encuentra a cada paso, en medio de una confusión sin igual, desesperaciones indescriptibles y miserias de todas clases. …Carpenedolo, Castelgofredo, Volta, todas las aldeas comarcanas especialmente Castiglione, se convierten en ambulancias donde entran en lamentable procesión los heridos que se van recogiendo en el campo de batalla… Llenas las iglesias, llenas las casas, hay que habilitar las calles y plazas tendiendo paja y armando cobertizos de cualquier modo… la entrada de heridos no cesa, todo es insuficiente para tal cúmulo de miserias.

Sobre las losas de las iglesias yacen mezclados franceses y eslavos, árabes y alemanes; a pesar de lo que han sufrido, a pesar de las noches que han pasado en vela, no logran el descanso; imploran el socorro del médico o se retuercen desesperados en convulsiones que terminarán por la muerte o el tétanos. Algunos con la cara ennegrecida por las moscas que se adhieren a sus heridas, miran a todas partes y no ven; el capote, la camisa, … Allá hay otro infeliz a quien han llevado parte de la cara de un sablazo… otro con el cráneo abierto espira, salpicando su cerebro sobre las losas: sus compañeros de infortunio le empujan con los pies porque estorba, y yo protejo sus últimos momentos cubriendo con un pañuelo aquella pobre cabeza que todavía se menea débilmente” (De Un Souvenir de Solferino. H. Dunant).

Al poco de aparecer el libro, Víctor Hugo le escribió una carta en la que, entre otras cosas, le decía:
Usted ama a la humanidad y sirve al mismo tiempo la causa de la libertad: aplaudo sus nobles esfuerzos”.

FOTO 002 Portada del libro. Henry Dunnat y los emblemas de la Cruz Roja

El general Dufour, que más adelante sería uno de los componentes del Comité de los Cinco, le dirigió la siguiente carta:
Se necesita que vean todos, ante ejemplos tan palpables como lo que usted manifiesta en su libro, lo que es la gloria de los campos de batalla y lo que cuesta de tormentos, de lágrimas y de vidas… En general se está muy inclinado por mal informado, a no ver más que el lado brillante de una guerra y se cierran los ojos sobre sus tristes consecuencias; y es muy necesario llamar la atención sobre esta cuestión humanitaria, objeto que a mi juicio, el libro de usted llena enteramente”.

En 1901 se le concedió a Henry Dunant el Premio Nobel de la Paz, en este acto le dirigieron las siguientes palabras:
No hay hombre alguno que merezca más este honor, pues fue usted, hace cuarenta años, quien puso en marcha la organización internacional para el socorro de los heridos en el campo de batalla. Sin usted, La Cruz Roja, el supremo logro humanitario del siglo XIX probablemente nunca se hubiera obtenido”.

En 1814, desaparece el Protomedicato y se organiza el Cuerpo de Sanidad Militar. Poco después, en 1835, durante la primera guerra carlista, el coronel Ocáriz, escribe:
… no puede copiar la pluma el cuadro y certificar el luto de tantos años de guerra a muerte, el espectáculo de tropas sin pan, sin abrigos, sin asistencia de facultativos, medicinas y utensilios para los heridos, que se trasladan a grandes distancias expuestos a nuevos combates; de centenares que marchan a pie regando el campo con su sangre; de otros cuyos dolores aviva el movimiento de sus monturas; de los fracturados tendidos sobre palanquines de armas, sobre escalas de palo, sobre puertas o ventanas, conducidos casi siempre en hombros de sus compañeros… para caer en los impropiamente llamados hospitales, después de pasar alguna noches sobre las mesas de una escuela o sobre el pavimento de una iglesia” (Luis Grangel. Historia de la Medicina Vasca).

Incidiendo más en este problema, el general Córdoba, durante la misma guerra, al abandonar el mando del Ejército del Norte, en la “memoria justificativa”, expone:

Para conducir a un herido, no sólo a un hospital, sino a donde puedan dársele los primeros auxilios del arte del cuidar… se necesita una camilla que no hay, pues no merece importancia el corto número de las que yo pude construir. Para llevar esta camilla hacen falta cuatro hombres, para que éstos se releven hacen falta otros cuatro, para que los conductores desempeñen bien este delicado y penoso trabajo, un cabo de camilla, de suerte que por cada herido ya tenemos diez hombres fuera de combate”. (Luis Grangel. Historia de la Medicina Vasca).

La dama Enfermera. Enfermería y Cruz Roja. Vidas Paralelas. Publicado el día 19 de marzo de 2009

Cruz Roja: Reglamento de 1939. Editado en San Sebastián. Artículo publicado nº 287 con fecha 04-11/02/2005

ESCUELA DE DAMAS ENFERMERAS
Existía un precedente en San Sebastián, en el Dispensario para pobres de Santa Isabel, fundado en 1910 por el Dr. Vic. Disponía de un cuadro de especialistas y un grupo de damas que se formaban como enfermeras recibiendo clases teóricas y prácticas.

En 1909, durante la interminable guerra de Marruecos, ocurrió el episodio del Gurugú ampliamente difundido por la prensa. Un grupo de damas donostiarras estaban sensibilizadas para actuar como enfermeras en ayuda de la sanidad militar pero carecían de formación. Se pensó en aprovechar esta oportunidad para reunirlas y adiestrarlas y crear un grupo de señoritas enfermeras voluntarias de Cruz Roja como ya existían en otras ciudades allende la frontera.

El 11 de junio de 1910, en la calle Larramendi nº 25 de San Sebastián, el Dr. Charles Vic, junto con sus compañeros los Dres. Michel Lerembour y Augusto Harriet, todos ellos franceses con ejercicio en la Ciudad, fundaban el Dispensario de caridad de Santa Isabel, donde se estableció una escuela de formación de “Damas Enfermeras”, a cuyos cursos acudían señoritas y damas de la alta sociedad donostiarra. Estaba dirigido por una Junta de Señoras.

FOTO 003 Portadas de los libros. Raúl Expósito

Seguían el programa de la Cruz Roja Francesa, se les exigía ser súbdita española, una edad mínima de 17 años y hacerse voluntarias. Especialistas de la ciudad se encargaban de un amplio abanico de consultas por las que rotaban las enfermeras en formación. Se hacía especial hincapié en la perfecta esterilización y asepsia del material de curas y del instrumental quirúrgico, además de una esmerada limpieza general. Médicos, enfermeras y dirección trabajaban de forma totalmente gratuita y los recursos económicos provenían de ayudas oficiales y de donativos.

La Reina Doña María Cristina, durante sus veraneos en la ciudad había visitado este dispensario en repetidas ocasiones, lo que le hizo incubar la idea de crear una red de hospitales y dispensarios, en los que las “damas voluntarias” siguieran un programa de formación reglado para obtener, en este caso, el diploma de Dama Enfermera de la Cruz Roja Española.

En este relato se siguen los pasos que dio la Reina María Cristina, hasta ver logrado su objetivo. El Dispensario de Santa Isabel estaba dirigido por una junta de señoras y esto gustaba a Doña María Cristina.

Muy probable, este deseo influyó en la modificación de los estatutos de la Cruz Roja Española, y así, el 16 de enero de 1917, mediante Real Decreto del Ministerio de la Guerra se procede a la reordenación de la Cruz Roja, redactándose los Nuevos Estatutos.

En febrero de 1917 ya se había creado el cuerpo de enfermeras y su programa de estudios. La Reina, en junio del mismo año, restructuró la Junta de Señoras de San Sebastián y se reservó para sí la presidencia de dicha Junta.

Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián

Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián
“Santa Isabel” Kontsultategia Donostian

Santa Isabel Precedente de la sanidad pública. 1909 El dispensario fundado por tres médicos franceses atendió a los donostiarras sin recursos hasta 1960. Publicado en el Diario Vasco el día 27 de enero de 2012

En julio, la Junta de Señoras organizó el primer curso para Damas Enfermeras que fue impartido en el Hospital de San Antonio Abad por los doctores González Ayani y Echauz, profesores a su vez del Dispensario para pobres de Santa Isabel. Doña María Cristina presidió los exámenes.

El 16 de noviembre de 1917, el periódico “La Voz de Guipúzcoa” de San Sebastián anunciaba un nuevo curso para Damas Enfermeras. Decía así:

Cruz Roja. El primer lunes del próximo mes de Diciembre, darán comienzo los cursos teóricos para enfermeras de la Cruz Roja, en el Hospital San Antonio Abad de esta ciudad, bajo la dirección de los señores doctores de este benéfico establecimiento. A las señoras y señoritas que deseen ser enfermeras, se les ruega tengan a bien inscribirse a la mayor brevedad, en el domicilio de la secretaria, señorita Pilar Jordán de Urríes. Prim 14.

La Reina Madre, siguiendo con su proyecto, mediante Real Orden del 22 enero de 1918, fundaba en Madrid el Hospital San José y Santa Adela. Este mismo año encargaba a la Duquesa de la Victoria la creación de una red de hospitales-dispensario y se fundaron los primeros, aparte del ya mencionado en Madrid, los de: Bilbao, Barcelona, Granada, San Sebastián y Ceuta. En tiempos de paz, serían útiles para la población en general y como dispensarios de caridad. En tiempos de guerra, permitirían una atención más moderna y actualizada a los militares heridos y enfermos y, en todo momento, servirían como escuelas para la formación práctica de las Damas Enfermeras.

En San Sebastián, la Reina María Cristina encargó al Dr. Luis Egaña la creación de un hospital-escuela al estilo del Dispensario de Santa Isabel y a ser posible que lo superara. Para ello era indispensable un edificio, no muy alejado de la ciudad, que permitiese instalar, además de una Clínica Operatoria, un dispensario orientado hacia los necesitados, en el que se daría asistencia gratuita. Se decidió que Villa María, situada en el barrio del Antiguo, era el edificio adecuado. Comprada la villa, se contrató al arquitecto Luis Elizalde para que hiciera las reformas necesarias. Tanto la compra como las obras fueron costeadas por la Reina Madre Doña María Cristina.

El 27 de noviembre del mismo año, previa la bendición del edificio y la entronización del Sagrado Corazón, Doña María Cristina inauguró el Hospital de la Cruz Roja de San Sebastián. Se consideraron suficientes, para sus fines, diez camas hospitalarias y un consultorio-dispensario ilimitado; recibió el nombre de María Cristina, como homenaje a la Reina.

FOTO 004 Portada del programa de la Cruz Roja. Manuel Solórzano

En caso de guerra, jamás, las Damas Enfermeras podrán ser enviadas al frente de forma obligatoria, su actividad, sin escusas, deberá ser siempre voluntaria. Padecerán sin queja las incomodidades, estarán dispuestas a sufrir. Harán las actividades de enfermería que se les ordene y ante cualquier duda, consultarán con su médico jefe. Cuidarán del aseo de los hospitalizados, aliviarán sus males y serán respetuosas con ellos sea cual sea su nacionalidad, raza o religión. Finalmente, tienen que ser conscientes de que en más de una ocasión pondrán en riesgo su vida.

GUERRA DE ÁFRICA (1921 – 1927)
Doña María Cristina quiso que su hospital de San Sebastián fuera uno de los primeros en recibir a los heridos provenientes de África, por lo que la Junta de Gipuzkoa se dispuso a ampliarlo. En pocos días, se instauró un nuevo hospital en la villa Txillardegui, próximo al ya existente.

El 22 de septiembre, arribaba una expedición de soldados heridos y enfermos a la estación del Norte, adonde la Reina Madre salió a recibirlos. Los heridos fueron transportados en automóviles particulares y Doña María Cristina trasladó a dos de ellos en el suyo propio. Para los que venían en camilla se utilizó un camión del Palacio Real de Miramar. Antes de dos horas ya estaban todos los repatriados debidamente alojados en el nuevo hospital de Txillardegui. A finales de año, el paludismo hacía estragos entre la tropa y, una vez más, se pidió a la Junta de San Sebastián que ampliara sus dependencias para acoger otros cien enfermos. Ante esta situación, la Reina Madre ofreció su Palacio de Miramar. La Junta local de la Cruz Roja, en una semana, habilitó un hospital de cien camas en un edificio destinado a dependencias del Palacio.

El 24 de noviembre, a las diez de la noche, arribaba un tren hospital con cinco oficiales y noventa y seis soldados heridos. La Reina Madre Doña María Cristina vino, ex profeso desde Madrid, para recibir a los repatriados, mientras un numeroso público los acogía con vivas y aplausos.

FOTO 005 Villa María en el Antiguo. 1921 La Reina María Cristina saliendo de Villa María, detrás el director de la Cruz Roja Luis Egaña. Diploma de la Asamblea Suprema. Hospital de Txillardegui, con la Reina María Cristina

En este momento, en San Sebastián, existían tres hospitales de Cruz Roja: el María Cristina, destinado a los oficiales; el de Txillardegui, a los heridos y el de Miramar para los enfermos. Los hospitales estaban al cuidado de las Hermanas de la Caridad, médicos y Damas Enfermeras de Cruz Roja, estas últimas, trabajaban una semana seguida en turnos de mañana o de tarde, y libraban otra semana.

Una vez más se solicita de la Cruz Roja de Gipuzkoa la ampliación de sus servicios para atender todas las necesidades de una nueva campaña en África. En esta ocasión, para instalar un hospital se recurre al Gran Casino Municipal de San Sebastián (hoy el Ayuntamiento donostiarra), a la sazón, cerrado por la ley de prohibición del juego dictada por Primo de Rivera.

El 3 de octubre de 1924, el Ayuntamiento donostiarra cede parte de las dependencias del casino Municipal para utilizarlas temporalmente como Hospital de la Cruz Roja. Se montó un magnífico hospital de 300 camas, que estuvo activo unos dos años. En este tiempo fueron atendidos 1.030 heridos. A partir de 1926, se cerró el hospital del Casino y, el de María Cristina volvió a la normalidad civil. La guerra de áfrica no terminó totalmente hasta 1927.

1937 Creación y Estatutos de la Cruz Roja del País Vasco.
Creación de la Cruz Roja de Euzkadi (I/II). Publicado en la Revista Electrónica Euskonews, en su número 527 - 2010 / 04 / 09-16. Manuel Solórzano Sánchez

Creación de la Cruz Roja de Euskadi. Publicado el sábado día 30 de enero de 2010

Conclusión
Magnífico libro que relata el devenir de la Cruz Roja desde su formación, pasando por los Estados y configurándose en casi todos los pueblos del Estado. Sus juntas locales, municipales y provinciales hicieron que la Cruz Roja se fuese diseminando por el mundo.

Sus siete Principios fundamentales, fueron los pilares de este gran proyecto y su dedicación filantrópica se extendió por el mundo. En 1965, en la Conferencia Internacional de la Cruz Roja y Media Luna Roja, celebrada en Viena adoptaron estos principios: Humanidad, Imparcialidad, Neutralidad, Independencia, Voluntariado, Unidad y Universalidad, que han sido reconocidos por todos los países del mundo.

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Colegiado 1.372. Ilustre Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)

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