FOTO 1 Portada del libro
Este libro de 1942 en su prólogo
nos contaba que: Los conocimientos que debe tener la enfermera, así como la
práctica que ha de haber realizado antes de alcanzar la debida eficiencia en su
delicada profesión, han de ser muy numerosas y, como es consiguiente, la
exposición de cada uno de esos conocimientos, cuando se lleva a cabo con
detalle y la minuciosidad indispensable para que sean perfectamente
comprendidas, exige gran espacio, como lo demuestra la circunstancia de que la
enfermera, antes de haber aprobado sus estudios, debe conocer varias
asignaturas y cada una de ellas le ofrece un libro de texto de volumen más que
regular.
Esta sola razón explica
sobradamente la circunstancia de que un volumen de la extensión del presente
(107 páginas) no puede ser completísimo, a pesar de cuanto se quieran
sintetizar los asuntos que en él se traten.
Por esta razón, la falta de
espacio ha limitado, forzosamente, nuestro deseo de hacer un estudio profundo
de todos los conocimientos que debe tener una enfermera, pero, sin embargo, y
teniendo en cuenta que quienes lean esta obra poseen ya multitud de
conocimientos, nos hemos esforzado en sintetizar y extractar lo más posible las
materias de que se trata en este manual, con objeto de que a pesar de sus
reducidas dimensiones, se lo más práctico y completo que se pudiera desear.
También tenemos la confianza de
que las nociones y detalles así expuestos, como resultado de muchos años de
práctica de la medicina y de la enfermería en varios hospitales del país y del
extranjero, constituirán un conjunto comprensivo, claro, práctico y eficaz. Y,
desde luego, también estamos persuadidos de que este volumen responde, por sus
características, al deseo que muchas veces hemos oído expresar a las
estudiantes de la carrera de enfermera de poseer un tratadito abundante en
datos y detalles, que sólo figuran habitualmente en obras de una extensión
mucho mayor.
Capítulo Primero
Condiciones que debe reunir La Enfermera
Ante todo, la enfermera ha de ser
una persona pulcra y aseada en todos los detalles de su cuerpo y de su
uniforme. Ha de cuidar muy bien de su salud y de su robustez, teniendo en
cuenta que su profesión es una de las que exigen mayor resistencia y energía. Deberá
buscar todas las ocasiones posibles para practicar algún ejercicio físico que
contribuya al mantenimiento de la salud.
Su traje (uniforme) habrá de ser
blanco y estar muy limpio. Las mangas deberán recogerse muy fácilmente, con
objeto de que, en todo momento, se pueda lavar bien las manos y los antebrazos.
Además, tanto la ropa como el calzado no deben crujir ni hacer ruidos
innecesarios que puedan molestar a un enfermo grave.
Desde el punto de vista moral e
intelectual, la enfermera habrá de ser una entusiasta de su profesión, puesto
que, para desempeñarla debidamente, es necesaria una verdadera vocación. Deberá
ser muy activa, para no retrasar nunca, ni por un momento, los esfuerzos y los
cuidados que exija el enfermo, y recordará que no existe ninguna excusa capaz
de justificar el aplazamiento en cumplir cualquiera de su múltiples deberes.
Habrá de ser muy disciplinada y
obedecer exactamente los consejos y las indicaciones de los médicos. Y si el
facultativo, por una razón cualquiera, hubiese podido cometer un error en las
dosis de medicamentos, en el tratamiento o en el diagnóstico, y en el caso de
que la enfermera se diese cuenta de ello, deberá advertir a su superior con el
respeto y la consideración que merece, cuidando mucho de que el enfermo no se
entere, con objeto de no socavar la confianza que el facultativo inspira.
Téngase en cuenta que el enfermo es un ser débil que, de un modo instintivo,
confía en absoluto en los cuidados del médico y como ha perdido su energía
espiritual, ha de entregarse en absoluto a quien, por sus conocimientos y por
su estado de salud, se halla en una situación superior a la suya.
FOTO 2 Enfermera curando una mano
herida
La enfermera habrá de ser también
alegre y animosa y, de un modo especial, convendrá que sea valerosa en los
momentos de crisis o de peligro, con objeto, en primer lugar, de que su propio
susto no le enturbie la visión de lo que debe hacer y también para que el
enfermo no se dé cuenta de ningún pánico en la persona encargada de cuidarlo.
Además, habrá de tener un carácter optimista y esperar siempre lo mejor,
recordando que así sucede en la mayor parte de los casos y que, en muchos de
ellos, la confianza aparentada por el médico y la enfermera influyen de tal
manera en el enfermo, que acaba por sentirla a su vez y quizá este factor, por
sí solo, sea la causa de su curación. Además, la enfermera deberá hablar con
moderación, guardar buenas ausencias a sus compañeras o a los médicos y
abstenerse en absoluto de referir hechos o sucesos que puedan resultar en
desdoro de otra persona.
Habrá de tener en cuenta asimismo
que su única misión es la de cuidar el enfermo y habrá de velar de un modo
constante para atender al restablecimiento de su salud. También deberá ayudar
al médico con la mayor voluntad y sinceridad, dándose cuenta de que, en cierto
modo, es una representante del facultativo y la encargada de llevar exactamente
a cabo sus órdenes.
Esto mismo indica ya la necesidad
de que la enfermera se abstenga de tomar iniciativas que, en muchos casos, constituyen
un ejercicio ilegal de la Medicina.
Capítulo II
El enfermo
El enfermo deberá hallarse
siempre en un estado de absoluta limpieza, tanto por lo que se refiere a su
persona, como por las ropas y los efectos que hayan de estar en contacto con
él.
También es preciso que la
enfermera permanezca de un modo constante a corta distancia del enfermo, con
objeto de poder sorprender y atender cualquier indicación que éste le haga. Si
el estado del enfermo lo consiente, la enfermera podrá dedicarse a una labor de
aguja que entretenga sus forzados ocios y que no pueda molestar al paciente.
La conducta de la enfermera ha de
ser tal que el paciente sienta por ella la mayor confianza. Aparte de los
beneficios materiales que ello puede reportar, no es posible negar el efecto
moral que esa compenetración espiritual, entre el enfermo y la enfermera,
tendrá en beneficio de ambos: en el enfermo, porque contribuirá a mejorar su
estado y acelerar su curación y en la enfermera porque la habituará a la
conducta correcta, que no sólo la perfeccionará cada vez más en su profesión,
sino que le dará todas las condiciones de serenidad, eficiencia y capacidad que
han de constituir las bases esenciales de sus cualidades.
La enfermera debe cuidar que en
la habitación del enfermo no haya más conversaciones de las absolutamente
indispensables y, de igual manera, evitará que ni siquiera en voz baja se hagan
comentarios acerca del estado del paciente. Muchas veces se cree que éste no se
entera de lo que ocurre a su alrededor y está vigilante y atento a todo lo que
se pueda decir.
La enfermera nunca se dirigirá al
paciente en voz alta o de modo brusco. Habrá de evitar la necesidad de
despertarle en el primer sueño, hablar demasiado con él o referirle cosas que
le llamen demasiado la atención. El enfermo debe estar tranquilo, sosegado; es
preciso que hable lo menos posible y que no se entere de cosas muy
interesantes. Hay quien dice, y no creemos que ande muy descaminado, que el
enfermo debe aburrirse concienzudamente. Por lo menos, eso tiene la ventaja de
no producirle ninguna excitación y de dejar al organismo en libertad de
esforzarse por recobrar la salud.
Tampoco se ha de discutir con el
enfermo y menos contrariarlo de un modo seco. Si exige algo que no se le puede
dar, hay que convencerlo con suavidad y energía a un tiempo, dándole a entender
lo que se desea de él y aun, si es preciso, las razones de que deba someterse.
Cuando el enfermo se halla muy
mejorado, conviene darle más conversación, pero siempre evitando tratar de
asuntos emocionantes o demasiado interesantes.
La enfermera ha de cuidar,
también de las visitas al enfermo. En general, y cuando estén permitidas,
habrán de ser cortas y, en ellas no se deberá tratar de asuntos como los ya
indicados. Y, cuando sea preciso, esas visitas deben suprimirse por completo,
de modo que, en muchos casos, solamente las personas más allegadas deberán
tener ingreso en la habitación del enfermo y aun entonces éstas habrán de
sujetarse a las reglas ya indicadas. Y, sobre todo, es preciso evitar, en
absoluto, que los visitantes hablen de enfermedades. No todo el mundo tiene la
discreción suficiente para hacerlo del modo debido y, en tales casos, esas
conversaciones podrían causar una depresión mental y de efectos muy
desagradables en el enfermo.
FOTO 3 Enfermeras del quirófano
del Hospital Thousands
Cuando éste sufra una dolencia
incurable y de desenlace lejano, o bien una de aquellas en que suele forjarse
ilusiones acerca de su estado, es preciso actuar con la mayor descripción, con
objeto de levantar su estado moral. La indiferencia, una actitud pasiva o el
desaliento son malas compañeras del enfermo, ya se halle o no en vías de
curación. En tales casos la enfermera habrá de procurar devolverle, cuanto le
sea posible, el perdido ánimo.
Muchas veces el enfermo
manifiesta una desconfianza muy grande con respeto a su curación, simplemente
con el fin de que se le contradiga de un modo inteligente, es decir, se va
buscando un optimismo que él no siente. En estos casos es más indicado que
nunca el papel alentador que debe desempeñar la enfermera.
Y aun cuando se trate de una
dolencia absolutamente incurable, no se ha de permitir que el paciente pierda
las esperanzas. Con todas las precauciones posibles, sin exagerar la nota
optimista y sin pintar cuadros de color de rosa, puede la enfermera inspirar
confianza al desdichado que esté a su cargo.
En la convalecencia, la
enfermera, aparte de los cuidados físicos de que ha de hacer objeto al
paciente, han de llevar a cabo una misión muy importante. Ante todo, deberá
vigilar muy bien al enfermo, para que no se fatigue demasiado. Tiene todavía
muy pocas fuerzas y le quedan muchas por recobrar. Por ejemplo, en los primeros
días de la convalecencia pueden producirse algunos síncopes, provocados por la
anemia cerebral o por un movimiento brusco y, a veces, también, por una emoción
demasiado fuerte.
En otras ocasiones es preciso
estimular el apetito o, por el contrario, se habrá de moderar. En una palabra,
téngase en cuenta que, aun cuando pudiera creerse lo contrario, la
convalecencia es uno de los períodos más críticos de la enfermera. No se olvide
que las recaídas son frecuentes y que, cuando se producen, suelen ser mucho más
peligrosas que la enfermedad ya pasada.
FOTO 4 Alumna de enfermera
Escuela de Formación del Hospital Judío para enfermeras Albert Einstein Medical
Center Philadelphia 1910. Enfermeras de la Cruz Roja con militares Primera
Guerra Mundial
El sueño es, quizá, una de las
cosas más convenientes para el enfermo. En tal estado se restablece el sistema
nervioso, se hace acopio de fuerzas y el organismo acaba por librarse de los
vestigios morbosos que aun tiene que sufrir, pero, naturalmente, hay que hacer
la distinción necesaria entre el sueño natural y el amodorramiento producido
por la misma enfermedad.
En todos los casos, el médico
será el mejor guía de la enfermera y en éste también es muy prudente seguir sus
indicaciones.
Y vamos a tratar ahora de los
aspectos más desagradables de la profesión. El cuidado del enfermo cuando sufre
una dolencia aguda y en los casos en que ésta tiene un curso normal y tiende a
la curación, el papel de la enfermera es relativamente fácil; pero cuando, por
desgracia, la enfermedad llega a su desenlace fatal y sobrevienen, primero la
agonía y después la muerte, no por eso ha terminado, al iniciarse el primer
proceso, la misión de la enfermera, sino que entonces, precisamente, es cuando
ha de actuar con mayor eficacia y serenidad.
Deberá evitar en absoluto que las
lamentaciones de los parientes lleguen a conocimiento del moribundo. Las más
elementales consideraciones de caridad y de amor al prójimo le imponen el deber
de procurar que la muerte sea lo menos dolorosa posible.
Téngase en cuenta que en la mayor
parte de las ocasiones, cuando el moribundo ya no es capaz de pronunciar una
sola palabra y, aparentemente, no funcionan sus sentidos, aun es capaz de oír
muy bien y de comprender todo lo que ocurre a su alrededor.
FOTO 5 Portada y lámina de
inyecciones
En los hospitales la enfermera
tendrá el mayor cuidado en que el moribundo se vea atendido con todas las
consideraciones que merece. Si es posible, procurará que la cama esté rodeada
de biombos, para que nadie pueda molestarle.
Permanecerá al lado del paciente
y no se separará de él hasta que haya llegado la muerte.
En cuanto haya ocurrido eso,
deberá informar en el acto al médico de guardia y cuidar de que el certificado
de defunción pase a la oficina donde se llevan a cabo las formalidades
administrativas.
Hecho eso, la enfermera será la
encargada de dirigir el levantamiento del cadáver y su traslado, a la hora
indicada por el médico y esto de modo que los demás enfermos no se den cuenta
de lo que ocurre. Y en cuanto ha terminado este traslado, deberá dirigir la
operación de que quiten y cambien la ropa de la cama, desinfectándola como es
debido.
FOTO 6 Winston Churchill primer ministro británico acompañado de enfermeras
británicas de la Cruz Roja que recaudan fondos para su causa. Su presencia en
las calles, en la Segunda Guerra Mundial, inspiró la resistencia y oposición
británica a la Alemania nazi. Enfermera Cruz Roja 1900
BIBLIOGRAFIA
La enfermera en el hogar y en la
clínica. Autora: Rosario Huelin Martaza,
Doctora en Medicina y Cirugía. Noviembre 1942
Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado en Enfermería. Servicio
de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI-
Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad
Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza /
Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana
de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de
Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la
Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN,
A.C.
Miembro no numerario de la Real
Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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