miércoles, 23 de octubre de 2013

150 AÑOS DE LA CRUZ ROJA. 1863 – 2013



LA CRUZ ROJA. MEMORIA Y PAZ

LA CRUZ ROJA APARECIÓ COMO LA ASISTENCIA NEUTRAL EN LA GUERRA

AUTOR: Enrique Samaniego Arrillaga. Médico donostiarra, Presidente de la Cruz Roja de Guipúzcoa (España), además de ser un prestigioso experto en Angiología y Cirugía Vascular. El 19 de septiembre lo presentó en la sala Kutxa de la calle Andía donostiarra, acompañado de diversas personalidades que elogiaron tanto al libro como a su autor, entre ellos se encontraba el Presidente del Aquarium de San Sebastián y Miembro de número de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, Vicente Zaragüeta Laffitte.

El libro lo prologa Xosé Estévez, Profesor Senior de la Universidad de Deusto y lo expresó públicamente con un bonito alegato el Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza Vidal Muñoz Garrido, Cronista oficial de Teruel. Presidente de la Cruz Roja. También en la mesa presidencial estaba el secretario de la RSBAP.

FOTO 001 Presentación del libro en la Sala Kutxa de la calle Andía. San Sebastián

El libro consta de cuatro capítulos en que lo ha dividido. El primer capítulo: Orígenes y fundación de la Cruz Roja Internacional. Fundación en España. Fundación en Navarra. Fundación en Gipuzkoa.

El segundo capítulo: Última guerra Carlista (1872 – 1876). Primero breve período (abril mayo 1872). Segundo largo período. La situación en Gipuzkoa. San Benito Menni.

El tercer capítulo: Letargo y recuperación de la Cruz Roja en España. Escuelas de las Damas Enfermeras. Guerra de África (1921 – 1927). La Segunda República (1931 – 1936). La insurrección de octubre del 34.

El cuarto capítulo: Guerra Civil del 36. Alzamiento del 36. Creación de la Cruz Roja en el País Vasco. Éxodo infantil del 37. Caída de Barcelona. Posguerra. Civilización, víctimas y otros comentarios.

Además aporta en este libro una bibliografía muy extensa, además de otras fuentes y anexos. En ellos nos podemos encontrar: en el anexo número uno la carta del Obispo de Urgel datada el 26 de noviembre de 1873. En el anexo número dos, la Lettre du Marcel Junod con fecha 10 de noviembre de 1936. Otra segunda carta fechada el 26 de noviembre de 1936. En el anexo número tres: Los Estatutos de la Cruz Roja del País Vasco.

Comienza contando como Henry Dunnat vivió una triste experiencia que marcó su vida para siempre, empezó a crear la Cruz Roja, y no paró hasta ver desarrollada su idea de una organización no militar, humanitaria y neutral, dedicada a recoger y salvar al mayor número posible de soldados heridos, fuere cual fuere su ejército. Poco después publica su obra “Un souvenir de Solferino” en la que nos describe escenas, verdaderamente duras, de aquella batalla:

Cada colina, cada altura, cada cresta de roca es teatro de encarnizados combates, y las hondonadas se llenan de muertos. Austriacos y aliados se pisotean, se degüellan sobre cadáveres ensangrentados, se rompen los cráneos a culatazos se desgarran los vientres con sables y bayonetas; ya no hay cuartel; aquello es una carnicería, una lucha de fieras rabiosas y ebrias de sangre… los caballos pasan a galope destrozando con sus herrados cascos a los muertos y a los moribundos… pero aún falta algo, detrás de la caballería viene la artillería a escape, abriéndose paso a través de los cadáveres y de los heridos que, revueltos, yacen por el suelo; entonces saltan los cerebros, quedan molidos los huesos, empapada en sangre la tierra y cubierta de miembros palpitantes la llanura.

El sol iluminó uno de los espectáculos más terribles que pueden presentarse a la imaginación; los desgraciados heridos que se van recogiendo en todo el día están pálidos, lívidos, aniquilados: unos tienen la mirada extraviada y no entienden lo que se les dice; pero esta postración no les impide sentir sus dolores; … El que recorre este inmenso teatro de combate de la víspera, encuentra a cada paso, en medio de una confusión sin igual, desesperaciones indescriptibles y miserias de todas clases. …Carpenedolo, Castelgofredo, Volta, todas las aldeas comarcanas especialmente Castiglione, se convierten en ambulancias donde entran en lamentable procesión los heridos que se van recogiendo en el campo de batalla… Llenas las iglesias, llenas las casas, hay que habilitar las calles y plazas tendiendo paja y armando cobertizos de cualquier modo… la entrada de heridos no cesa, todo es insuficiente para tal cúmulo de miserias.

Sobre las losas de las iglesias yacen mezclados franceses y eslavos, árabes y alemanes; a pesar de lo que han sufrido, a pesar de las noches que han pasado en vela, no logran el descanso; imploran el socorro del médico o se retuercen desesperados en convulsiones que terminarán por la muerte o el tétanos. Algunos con la cara ennegrecida por las moscas que se adhieren a sus heridas, miran a todas partes y no ven; el capote, la camisa, … Allá hay otro infeliz a quien han llevado parte de la cara de un sablazo… otro con el cráneo abierto espira, salpicando su cerebro sobre las losas: sus compañeros de infortunio le empujan con los pies porque estorba, y yo protejo sus últimos momentos cubriendo con un pañuelo aquella pobre cabeza que todavía se menea débilmente” (De Un Souvenir de Solferino. H. Dunant).

Al poco de aparecer el libro, Víctor Hugo le escribió una carta en la que, entre otras cosas, le decía:
Usted ama a la humanidad y sirve al mismo tiempo la causa de la libertad: aplaudo sus nobles esfuerzos”.

FOTO 002 Portada del libro. Henry Dunnat y los emblemas de la Cruz Roja

El general Dufour, que más adelante sería uno de los componentes del Comité de los Cinco, le dirigió la siguiente carta:
Se necesita que vean todos, ante ejemplos tan palpables como lo que usted manifiesta en su libro, lo que es la gloria de los campos de batalla y lo que cuesta de tormentos, de lágrimas y de vidas… En general se está muy inclinado por mal informado, a no ver más que el lado brillante de una guerra y se cierran los ojos sobre sus tristes consecuencias; y es muy necesario llamar la atención sobre esta cuestión humanitaria, objeto que a mi juicio, el libro de usted llena enteramente”.

En 1901 se le concedió a Henry Dunant el Premio Nobel de la Paz, en este acto le dirigieron las siguientes palabras:
No hay hombre alguno que merezca más este honor, pues fue usted, hace cuarenta años, quien puso en marcha la organización internacional para el socorro de los heridos en el campo de batalla. Sin usted, La Cruz Roja, el supremo logro humanitario del siglo XIX probablemente nunca se hubiera obtenido”.

En 1814, desaparece el Protomedicato y se organiza el Cuerpo de Sanidad Militar. Poco después, en 1835, durante la primera guerra carlista, el coronel Ocáriz, escribe:
… no puede copiar la pluma el cuadro y certificar el luto de tantos años de guerra a muerte, el espectáculo de tropas sin pan, sin abrigos, sin asistencia de facultativos, medicinas y utensilios para los heridos, que se trasladan a grandes distancias expuestos a nuevos combates; de centenares que marchan a pie regando el campo con su sangre; de otros cuyos dolores aviva el movimiento de sus monturas; de los fracturados tendidos sobre palanquines de armas, sobre escalas de palo, sobre puertas o ventanas, conducidos casi siempre en hombros de sus compañeros… para caer en los impropiamente llamados hospitales, después de pasar alguna noches sobre las mesas de una escuela o sobre el pavimento de una iglesia” (Luis Grangel. Historia de la Medicina Vasca).

Incidiendo más en este problema, el general Córdoba, durante la misma guerra, al abandonar el mando del Ejército del Norte, en la “memoria justificativa”, expone:

Para conducir a un herido, no sólo a un hospital, sino a donde puedan dársele los primeros auxilios del arte del cuidar… se necesita una camilla que no hay, pues no merece importancia el corto número de las que yo pude construir. Para llevar esta camilla hacen falta cuatro hombres, para que éstos se releven hacen falta otros cuatro, para que los conductores desempeñen bien este delicado y penoso trabajo, un cabo de camilla, de suerte que por cada herido ya tenemos diez hombres fuera de combate”. (Luis Grangel. Historia de la Medicina Vasca).

La dama Enfermera. Enfermería y Cruz Roja. Vidas Paralelas. Publicado el día 19 de marzo de 2009

Cruz Roja: Reglamento de 1939. Editado en San Sebastián. Artículo publicado nº 287 con fecha 04-11/02/2005

ESCUELA DE DAMAS ENFERMERAS
Existía un precedente en San Sebastián, en el Dispensario para pobres de Santa Isabel, fundado en 1910 por el Dr. Vic. Disponía de un cuadro de especialistas y un grupo de damas que se formaban como enfermeras recibiendo clases teóricas y prácticas.

En 1909, durante la interminable guerra de Marruecos, ocurrió el episodio del Gurugú ampliamente difundido por la prensa. Un grupo de damas donostiarras estaban sensibilizadas para actuar como enfermeras en ayuda de la sanidad militar pero carecían de formación. Se pensó en aprovechar esta oportunidad para reunirlas y adiestrarlas y crear un grupo de señoritas enfermeras voluntarias de Cruz Roja como ya existían en otras ciudades allende la frontera.

El 11 de junio de 1910, en la calle Larramendi nº 25 de San Sebastián, el Dr. Charles Vic, junto con sus compañeros los Dres. Michel Lerembour y Augusto Harriet, todos ellos franceses con ejercicio en la Ciudad, fundaban el Dispensario de caridad de Santa Isabel, donde se estableció una escuela de formación de “Damas Enfermeras”, a cuyos cursos acudían señoritas y damas de la alta sociedad donostiarra. Estaba dirigido por una Junta de Señoras.

FOTO 003 Portadas de los libros. Raúl Expósito

Seguían el programa de la Cruz Roja Francesa, se les exigía ser súbdita española, una edad mínima de 17 años y hacerse voluntarias. Especialistas de la ciudad se encargaban de un amplio abanico de consultas por las que rotaban las enfermeras en formación. Se hacía especial hincapié en la perfecta esterilización y asepsia del material de curas y del instrumental quirúrgico, además de una esmerada limpieza general. Médicos, enfermeras y dirección trabajaban de forma totalmente gratuita y los recursos económicos provenían de ayudas oficiales y de donativos.

La Reina Doña María Cristina, durante sus veraneos en la ciudad había visitado este dispensario en repetidas ocasiones, lo que le hizo incubar la idea de crear una red de hospitales y dispensarios, en los que las “damas voluntarias” siguieran un programa de formación reglado para obtener, en este caso, el diploma de Dama Enfermera de la Cruz Roja Española.

En este relato se siguen los pasos que dio la Reina María Cristina, hasta ver logrado su objetivo. El Dispensario de Santa Isabel estaba dirigido por una junta de señoras y esto gustaba a Doña María Cristina.

Muy probable, este deseo influyó en la modificación de los estatutos de la Cruz Roja Española, y así, el 16 de enero de 1917, mediante Real Decreto del Ministerio de la Guerra se procede a la reordenación de la Cruz Roja, redactándose los Nuevos Estatutos.

En febrero de 1917 ya se había creado el cuerpo de enfermeras y su programa de estudios. La Reina, en junio del mismo año, restructuró la Junta de Señoras de San Sebastián y se reservó para sí la presidencia de dicha Junta.

Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián

Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián
“Santa Isabel” Kontsultategia Donostian

Santa Isabel Precedente de la sanidad pública. 1909 El dispensario fundado por tres médicos franceses atendió a los donostiarras sin recursos hasta 1960. Publicado en el Diario Vasco el día 27 de enero de 2012

En julio, la Junta de Señoras organizó el primer curso para Damas Enfermeras que fue impartido en el Hospital de San Antonio Abad por los doctores González Ayani y Echauz, profesores a su vez del Dispensario para pobres de Santa Isabel. Doña María Cristina presidió los exámenes.

El 16 de noviembre de 1917, el periódico “La Voz de Guipúzcoa” de San Sebastián anunciaba un nuevo curso para Damas Enfermeras. Decía así:

Cruz Roja. El primer lunes del próximo mes de Diciembre, darán comienzo los cursos teóricos para enfermeras de la Cruz Roja, en el Hospital San Antonio Abad de esta ciudad, bajo la dirección de los señores doctores de este benéfico establecimiento. A las señoras y señoritas que deseen ser enfermeras, se les ruega tengan a bien inscribirse a la mayor brevedad, en el domicilio de la secretaria, señorita Pilar Jordán de Urríes. Prim 14.

La Reina Madre, siguiendo con su proyecto, mediante Real Orden del 22 enero de 1918, fundaba en Madrid el Hospital San José y Santa Adela. Este mismo año encargaba a la Duquesa de la Victoria la creación de una red de hospitales-dispensario y se fundaron los primeros, aparte del ya mencionado en Madrid, los de: Bilbao, Barcelona, Granada, San Sebastián y Ceuta. En tiempos de paz, serían útiles para la población en general y como dispensarios de caridad. En tiempos de guerra, permitirían una atención más moderna y actualizada a los militares heridos y enfermos y, en todo momento, servirían como escuelas para la formación práctica de las Damas Enfermeras.

En San Sebastián, la Reina María Cristina encargó al Dr. Luis Egaña la creación de un hospital-escuela al estilo del Dispensario de Santa Isabel y a ser posible que lo superara. Para ello era indispensable un edificio, no muy alejado de la ciudad, que permitiese instalar, además de una Clínica Operatoria, un dispensario orientado hacia los necesitados, en el que se daría asistencia gratuita. Se decidió que Villa María, situada en el barrio del Antiguo, era el edificio adecuado. Comprada la villa, se contrató al arquitecto Luis Elizalde para que hiciera las reformas necesarias. Tanto la compra como las obras fueron costeadas por la Reina Madre Doña María Cristina.

El 27 de noviembre del mismo año, previa la bendición del edificio y la entronización del Sagrado Corazón, Doña María Cristina inauguró el Hospital de la Cruz Roja de San Sebastián. Se consideraron suficientes, para sus fines, diez camas hospitalarias y un consultorio-dispensario ilimitado; recibió el nombre de María Cristina, como homenaje a la Reina.

FOTO 004 Portada del programa de la Cruz Roja. Manuel Solórzano

En caso de guerra, jamás, las Damas Enfermeras podrán ser enviadas al frente de forma obligatoria, su actividad, sin escusas, deberá ser siempre voluntaria. Padecerán sin queja las incomodidades, estarán dispuestas a sufrir. Harán las actividades de enfermería que se les ordene y ante cualquier duda, consultarán con su médico jefe. Cuidarán del aseo de los hospitalizados, aliviarán sus males y serán respetuosas con ellos sea cual sea su nacionalidad, raza o religión. Finalmente, tienen que ser conscientes de que en más de una ocasión pondrán en riesgo su vida.

GUERRA DE ÁFRICA (1921 – 1927)
Doña María Cristina quiso que su hospital de San Sebastián fuera uno de los primeros en recibir a los heridos provenientes de África, por lo que la Junta de Gipuzkoa se dispuso a ampliarlo. En pocos días, se instauró un nuevo hospital en la villa Txillardegui, próximo al ya existente.

El 22 de septiembre, arribaba una expedición de soldados heridos y enfermos a la estación del Norte, adonde la Reina Madre salió a recibirlos. Los heridos fueron transportados en automóviles particulares y Doña María Cristina trasladó a dos de ellos en el suyo propio. Para los que venían en camilla se utilizó un camión del Palacio Real de Miramar. Antes de dos horas ya estaban todos los repatriados debidamente alojados en el nuevo hospital de Txillardegui. A finales de año, el paludismo hacía estragos entre la tropa y, una vez más, se pidió a la Junta de San Sebastián que ampliara sus dependencias para acoger otros cien enfermos. Ante esta situación, la Reina Madre ofreció su Palacio de Miramar. La Junta local de la Cruz Roja, en una semana, habilitó un hospital de cien camas en un edificio destinado a dependencias del Palacio.

El 24 de noviembre, a las diez de la noche, arribaba un tren hospital con cinco oficiales y noventa y seis soldados heridos. La Reina Madre Doña María Cristina vino, ex profeso desde Madrid, para recibir a los repatriados, mientras un numeroso público los acogía con vivas y aplausos.

FOTO 005 Villa María en el Antiguo. 1921 La Reina María Cristina saliendo de Villa María, detrás el director de la Cruz Roja Luis Egaña. Diploma de la Asamblea Suprema. Hospital de Txillardegui, con la Reina María Cristina

En este momento, en San Sebastián, existían tres hospitales de Cruz Roja: el María Cristina, destinado a los oficiales; el de Txillardegui, a los heridos y el de Miramar para los enfermos. Los hospitales estaban al cuidado de las Hermanas de la Caridad, médicos y Damas Enfermeras de Cruz Roja, estas últimas, trabajaban una semana seguida en turnos de mañana o de tarde, y libraban otra semana.

Una vez más se solicita de la Cruz Roja de Gipuzkoa la ampliación de sus servicios para atender todas las necesidades de una nueva campaña en África. En esta ocasión, para instalar un hospital se recurre al Gran Casino Municipal de San Sebastián (hoy el Ayuntamiento donostiarra), a la sazón, cerrado por la ley de prohibición del juego dictada por Primo de Rivera.

El 3 de octubre de 1924, el Ayuntamiento donostiarra cede parte de las dependencias del casino Municipal para utilizarlas temporalmente como Hospital de la Cruz Roja. Se montó un magnífico hospital de 300 camas, que estuvo activo unos dos años. En este tiempo fueron atendidos 1.030 heridos. A partir de 1926, se cerró el hospital del Casino y, el de María Cristina volvió a la normalidad civil. La guerra de áfrica no terminó totalmente hasta 1927.

1937 Creación y Estatutos de la Cruz Roja del País Vasco.
Creación de la Cruz Roja de Euzkadi (I/II). Publicado en la Revista Electrónica Euskonews, en su número 527 - 2010 / 04 / 09-16. Manuel Solórzano Sánchez

Creación de la Cruz Roja de Euskadi. Publicado el sábado día 30 de enero de 2010

Conclusión
Magnífico libro que relata el devenir de la Cruz Roja desde su formación, pasando por los Estados y configurándose en casi todos los pueblos del Estado. Sus juntas locales, municipales y provinciales hicieron que la Cruz Roja se fuese diseminando por el mundo.

Sus siete Principios fundamentales, fueron los pilares de este gran proyecto y su dedicación filantrópica se extendió por el mundo. En 1965, en la Conferencia Internacional de la Cruz Roja y Media Luna Roja, celebrada en Viena adoptaron estos principios: Humanidad, Imparcialidad, Neutralidad, Independencia, Voluntariado, Unidad y Universalidad, que han sido reconocidos por todos los países del mundo.

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Colegiado 1.372. Ilustre Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)

lunes, 21 de octubre de 2013

PROFESIONAL, PROFESIONALES E HISTORIA DE LOS CUIDADOS. JAVIER CASTRO MOLINA



Resumen de la ponencia inaugural titulada: Profesional, profesionales e historia de los cuidados.

XIII CONGRESO DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ENFERMERÍA OFTALMOLÓGICA

Adeje (Tenerife), 26, 27 y 28 de septiembre de 2013.

El pasado 26 de septiembre tuvo lugar, en la isla de Tenerife, el encuentro que anualmente viene celebrando la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica. Este evento científico, que presenta como máximo objetivo, unir a un considerable número de profesionales de la Enfermería en el campo de la Oftalmología, tuvo como invitado al Dr. D. Francisco Javier Castro Molina, Director del Seminario Canario de la Historia de la Enfermería, enfermero de salud mental, historiador del arte y antropólogo, como ponente de la conferencia inaugural que llevó por título, Profesional, profesionales e historia de los cuidados.

FOTO 001 Aurora Egido, Presidenta SEEOF y Javier Castro. Maite Marín, Javier Castro y Chelo Muro, enfermeras de Madrid

Basándose en la definición que propone el historiador belga Marc Bloch en 1944 para la disciplina regida por Clio, musa de la Historia, dio comienzo un discurso con el que pretendió “dar norte a la evolución de la profesión del arte de cuidar”.

El ponente dejó clara la diferencia entre la historiografía y la historiología, así como la importancia del conocimiento de nuestra historia y la de otras civilizaciones contribuyendo a un autocrecimiento personal que capacita para el conocimiento y racionalización de la información como un andamiaje que favorece la construcción de un nueva realidad. Seguidamente, centró su mirada en el vocablo «profesión», y la definición que el psiquiatra chileno Fernando Lolas establece, muy distante del adjetivo «profesional»: respuesta institucionalizada a una necesidad social que debe portar entre sus requisitos vocación, acreditación, certificación y código deontológico.

Cuando nos centramos en el concepto de la profesión enfermera en la historia, observamos que es algo que no está tan claro, resultando incluso difícil trazar una línea que sirva para delimitar el campo de las profesiones y el de los oficios.

El término anglosajón nurse, empleado para designar a la enfermera, deriva de las terminologías latinas nutrire y nutrix, alimentar la primera y mujer que cría la segunda.

FOTO 002 Cartel de la Presentación del Congreso

Si centramos nuestra mirada en el término enfermería, encontramos que éste está relacionado con el de enfermedad, término también latino, infirmitas, que define de forma más concreta la actividad del cuidador de los enfermos, que facilita la supervivencia, cuidando durante el parto, lactancia y crianza de los recién llegados congéneres.

Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE), la palabra campo hace alusión al ámbito real o imaginario propio de una actividad o de un conocimiento. Así, el campo de la enfermería corresponde a un ámbito de estudio centrado en el fenómeno humano y la sociedad en que se desarrollan los hechos, y que es compartido con otras muchas disciplinas. La investigación de la historia de la profesión enfermera realizada hasta la actualidad, ha supuesto un gran avance para el conocimiento de la misma, de modo que los recientes trabajos publicados nos han permitido acercarnos de manera más exhaustiva de los acontecimientos de la disciplina ocurridos en España.

Es en este país, donde la enfermería no existió como profesión hasta mediados del siglo XIX. Las actividades propias eran ejercidas por el barbero sangrador y el cirujano menor, formados en hospitales por las órdenes religiosas. Esta falta de rigor en el aprendizaje, unido a una pésima situación sanitaria, obligó a que en las clases políticas se instalara una preocupación por reformar y regular las profesiones sanitarias.

Con la Ley de Bases para la Institución Pública promulgada en 1857, más conocida por el nombre del ministro que la defendió, se estableció la regulación de todas las profesiones sanitarias españolas. Su desarrollo fue considerablemente rápido si observamos que en tan solo tres años, el 21 de Noviembre de 1861, ya se había diseñado el documento que recogía el reglamento para las enseñanzas tanto de practicante como la de matrona.

Al practicante se le asignaron las competencias que anteriormente habían sido asumidas por el cirujano menor y el barbero sangrador. La matrona continuaba siendo la encargada de asistir a los partos, así como de dar los primeros y urgentes auxilios a los neonatos que incluían el agua de socorro.

Las enfermeras en cambio, no tuvieron cabida en la norma, lo que ocasionó una considerable dificultad en el reconocimiento profesional. El Real Decreto sobre la formación enfermera de 21 de mayo de 1915 fue el que instituyó la titulación, clasificándose a partir de esta fecha con el reconocimiento de las tres figuras sustentadas por una división de género: Practicante, Matrona y Enfermera. En 1917 se crearon las primeras Escuelas Oficiales de Enfermeras reconocidas por el Ministerio de Educación, dando inicio así a una paulatina profesionalización de la Enfermería en España y la integración de las Escuelas de Enfermería en la Universidad.

Cuando abordamos el campo de la Oftalmología, encontramos que los cuidadores profesionales iniciaron su andanza en los tiempos más pretéritos. Tanto el Código de Hammurabi, 1.800 a.C., como el papiro de Ebers, 1.300 a.C., son de los pocos ejemplos que nos han llegado hasta nuestros días. Éste último, describe numerosas enfermedades y tratamientos oftalmológicos, entre otros la instilación de gotas de diversos productos que se administraban con una pluma de buitre directamente en los ojos, así como técnicas muy especializadas en el tratamiento quirúrgico de las cataratas. Herodoto nos cuenta, que era tal la importancia que se le daba a este órgano de los sentidos a mediados del Tercer Milenio a.C., que el faraón Zoser contaba con los servicios de un profesional especializado, Hesy-Ra, como médico oftamólogo.

En el continente asiático, destacaron la India del Imperio Gupta y la antigua China. En la primera, el cirujano Sushruta, escrito en el siglo III o IV d. C. el tratado Sushruta Samhita, en el que se sistematizaron el tratamiento de 72 enfermedades oculares. Esta escuela fue una de las primeras que propusieron una compleja clasificación de las afecciones de los ojos y repasaron el método de la primera operación de cataratas de la historia. En China, la medicina era una disciplina que se había fracturado en especialidades desde sus orígenes. Realizaban paracentesis, pero se desconoce si se practicaban las operaciones de cataratas.

El Califato Omeya de Córdoba se inició de la mano de Abderamán III en el 929, y concluyó en 1031, constituyendo un momento de máximo esplendor de la cultura y la ciencia. La medicina árabe constituyó un compendio del saber griego, persa e hindú. Destacó Abul-Qasim, médico andalusí, que fue considerado uno de los padres de la cirugía moderna. Sus textos constituían una amalgama de las enseñanzas greco-latinas y los conocimientos de la ciencia del Próximo Oriente, que fueron la base de AlTasrif, 30 volúmenes que aportaban descripciones anatómicas, clasificaciones de enfermedades, información nutricional y quirúrgica, y algunas secciones relacionadas con la medicina, la cirugía ortopédica, la oftalmología y la farmacología, entre otras.

FOTO 003 Congresistas

La cultura griega y romana bebió de las fuentes antiguas del saber como lo hicieron otras muchas. El greco-egipcio, Claudio Ptolomeo, estimó los límites externos del campo visual entre el año 100 y el 170 d.C. En una de sus obras sobre Óptica, estableció la refracción atendiendo a la teoría de la emanación del ojo, mencionó el agujero estenopeico y describió la cámara oscura ya reseñada por el matemático árabe Alhacén en el siglo X en su Tratado Óptico. En el año 165 d.C., Galeno efectuó la interpretación del quiasma como una potencial conexión hidráulica entre ambos ojos y como punto divisorio que servía para distribuir el fluido vital proveniente de los ventrículos hacia los ojos. Fueron las escuelas árabes las que marcaron el ritmo de la Oftalmología durante la Edad Media.

La Escuela de Salerno, prestigiosa Facultad de Medicina del sur de Italia, enseñaban siguiendo la línea de escritos árabes y los métodos griegos. A ella se unieron la Universidad de escolares y maestros, más conocida como Escuela de Montpellier, fundada en el siglo IX, y la Escuela Quirúrgica de Bolonia fundada en el siglo XIII. En la España cristiana del siglo XII, el arzobispo de Toledo, Raimundo de Sauvetat, reunió a un grupo de traductores a los que se les encargó interpretar los textos de Hipócrates, Galeno, Rhazes, Avicena, Abul-Qasim y Aristóteles, entre otros. Debe nombrarse a Pedro Hispano, quien se sentó en 1276 en la “Silla de Pedro” con el nombre de Juan XXI. Más conocido por el “Papa Oftalmólogo”, escribió un Tratado de Terapéutica Ocular, además de enseñar medicina en la Universidad de Siena entre 1245 y 1250.

FOTO 004 Foto de la ponencia de Javier Castro

El primer libro impreso sobre la especialidad de Oftalmología fue Los ojos, de sus enfermedades y sus preocupaciones (De oculis eorumque egritudinibus et curis), del italiano Benvenuto Grassi, considerado el cirujano de mayor celebridad durante la Edad Media. Georg Bartisch, 1535-1606, fue el fundador de la Oftalmología moderna, además de ser el primero en extirpar un globo ocular afectado de cáncer.

Al texto de Grassi, se le unió el libro del francés Jacques Guillemeau (Yac Yimó), publicado en 1585 con el título, Traite des maladies de loeil (tresti des maladi deloi) donde se compendian los conocimientos hasta entonces existentes en la materia. Las enseñanza de Leonardo da Vinci constituyeron un crisol en el campo de la medicina oftalmológica. En sus cuadernos, retrató verazmente la anatomía del ojo, realizando una interpretación siguiendo las enseñanzas de Galeno sobre la concepción de vía visual y el nervio óptico que conectaba el ojo a tres vesículas cerebrales.

En 1604, el físico Keppler, mediante cálculos sencillos descubrió que el cristalino, junto a la cornea, era un cuerpo reflectante, curvando los rayos de luz que recibe, para posteriormente enfocarlos hacia la retina. Destacó también, el trabajo realizado por René Descartes, quien publicó varios trabajos sobre el mecanismo fisiológico de los impulsos nerviosos que pasan desde la retina al nervio óptico.

Isaac Newton describió el cruce imágenes en el quiasma óptico, y el físico y químico John Dalton hizo por primera vez la descripción científica de la ceguera para ciertos colores, especialmente del rojo, tara que él mismo padecía. La invención del oftalmoscopio en 1850 por Helmont, revolucionó la práctica oftalmológica. Hasta entonces, la Oftalmología se había limitado a los padecimientos externos, párpados-córnea-conjuntiva, y a “mal operar” la catarata.

El novedoso artilugio permitió visionar el interior del ojo en vivo y sin causar daño al paciente. Más tarde llegaron otros muchos como la lámpara de hendidura, el campimetro, los optotipos, los rayos beta y el electroimán, para dar paso a otras muchas técnicas y aparatos modernos que han hecho que esta rama de la disciplina sanitaria resuelva gran cantidad de problemas que durante años fueron impensable subsanar.

Magnífica exposición en la Ponencia Inaugural de mi buen amigo Javier, desde este pequeño blog de “Enfermería Avanza”, le deseo en su inmensa labor por el bien de la Enfermería canaria y española, deberíamos tener muchos profesionales como él. Gracias.

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Colegiado 1.372. Ilustre Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)


domingo, 20 de octubre de 2013

LA ENFERMERA EN EL ARTE



En: Jordi Vigué y Melisa Ricketts en La Medicina en la pintura. El arte médico. Ars Medica. Barcelona 2008. Página 182.

FOTO 001 Cuadro de Lawence Alma-Tadema (1836 – 1912). Realizado en el año 1872. Óleo sobre tela de 36 x 48 cm. Colección Privada.

Nacido en Amberes, pero asentado en Londres a partir de 1870, Alma-Tadema logró convertirse en uno de los pintores de más renombre del período victoriano tardío. Sus obras más famosas tuvieron como tema la representación de escenas históricas, primero de la Edad Media y más tarde de la antigüedad grecorromana, protagonizadas por hermosas y lánguidas mujeres representadas en suntuosas escenografías. En 1899, se le otorgó el título de Sir y, en 1905, recibió la Orden del Mérito británica, si bien tales galardones no impidieron que se le olvidara tras su muerte, siendo recuperado para la memoria colectiva a mediados del siglo XX.

Esta pintura pertenece al primer período artístico del pintor, en el que abundan las pinturas de tema histórico que, sobre todo, representan escenas cotidianas ambientadas en la Alta Edad Media. Según sus propias palabras, al pintor le atraía sobre todo “lo pintoresco” del tema; de ahí que en sus lienzos se observe una gran preocupación por los detalles.

Se representa en esta obra una escena íntima que se ha ambientado en la cultura merovingia, que tuvo su desarrollo en Francia, entre los siglos V al VIII. Aquí el pintor centró su atención en la intensa mirada de la enferma, cuyo cuerpo está envuelto en las sábanas de su cama, protegida del exterior por un dosel de terciopelo con historias figuradas. A la derecha, se encuentra la figura de una mujer vestida a la moda merovingia, tal y como se la debió imaginar el pintor, con una cofia negra y una chaqueta y una falda de seda brocadas. Sentada sobre un banquillo de piel tachonada, entretiene a la enferma con la lectura de un libro miniado (es un libro escrito a mano con gráficos y dibujos o imágenes. Estos libros fueron creados a partir del siglo V, ya que todavía no existía la imprenta).

FOTO 002 Cuadro de Lawence Alma-Tadema (1836 – 1912). Realizado en el año 1872. Óleo sobre tela de 36 x 48 cm. Colección Privada. Enfermera cultura merovingia

El pintor imaginó el pasado merovingio, en realidad violento, como un remanso de calma sosegada. Igual que muchos hombres de su tiempo, agobiados por los rápidos avances de la industrialización y el crecimiento de las ciudades, buscó en el pasado histórico y los lugares exóticos una vía de escape para huir de los trastornos de la vida moderna. Por ello destaca la importancia del reposo como medio de curación, apoyado por el entretenimiento de la persona enferma con actividades tan relajadas como la lectura de poemas o cuentos.

A ello habría que sumar, no obstante, otro tipo de cuidados menos gratificantes y que eran el día a día de las enfermeras dedicadas al cuidado de los enfermos en los hospitales, como la recogida de desechos, el cambio de ropas, vendajes y costuras de los enfermos, la administración de fármacos y la limpieza general de utensilios y estancias.

Estas actividades eran realizadas en un principio por monjas, pero pasaron pronto a manos laicas, que lucharon por el reconocimiento de la profesión.

AGRADECIMIENTO
Jordi Vigué. Estudió medicina en la Universidad de Barcelona. Historiador del Arte por La Sorbona. Paris.
Melisa Ricketts. Licenciada en historia del Arte por la Universidad de Zaragoza. España.

BIBLIOGRAFÍA
La Medicina en la pintura. El arte médico. Jordi Vigué y Melisa Ricketts. Ars Medica. Depósito Legal: M.40.757-2007. Página 182.

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Colegiado 1.372. Ilustre Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)


domingo, 6 de octubre de 2013

Antón Martín y La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios



Entre los primeros compañeros a quienes San Juan de Dios recibió como Hermanos a finales de 1546, se encontraba Antón Martín, el más dispuesto y aventajado de todos y sobre el que San Juan de Dios puso su confianza.

AUTOR:
Raúl Expósito González. Enfermero. Servicio de Anestesia y Reanimación del Hospital “Santa Bárbara” de Puertollano, Ciudad Real. Actualizado el 12 de julio de 2013

Figura 1. Antón Martín. Cuadro al óleo de Juan A Rizzi

El pasado mes de marzo, los enfermeros celebramos como cada año viene siendo habitual, un fraternal banquete con motivo de la festividad de nuestro Patrón, San Juan de Dios.

Aquel enfermero de Granada, fue el fundador de la Orden Hospitalaria que lleva su nombre. Tras su muerte, su obra continuó a través de los siglos hasta alcanzar nuestros días.

El Santo realizó una obra extraordinaria abriendo un hospital, modelo de organización, en el cual pasó los últimos once años de su vida, sirviendo enfermos con una abnegación heroica y con el más absoluto desinterés. En aquel hospital recibió algunos hombres que, deseosos de imitar su vida, le pidieron ser admitidos en su compañía para asistir a los enfermos y ayudarle en los demás menesteres del mismo. Después de probar por algún tiempo la sinceridad y firmeza de sus deseos, si los encontraba bien dispuestos y aptos, les imponía un hábito igual al que él había recibido, quedando incorporados a la sociedad, recibiendo de estos compañeros el cariñoso nombre de Padre. Entre los primeros compañeros a quienes recibió como Hermanos a finales de 1546, se encontraba Antón Martín, el más dispuesto y aventajado de todos y sobre el que San Juan de Dios puso su confianza.

Datos biográficos
Antón Martín nació el 25 de marzo de 1500 en Mira, provincia de Cuenca. Sus padres, Pedro de Aragón y Elvira Martín de la Cuesta, eran muy humildes y buenos cristianos. Pasó los primeros años de su vida en la casa paterna dedicado a las faenas del campo, hasta que habiendo fallecido su padre y pasado su madre a segundas nupcias, abandonó su casa y se dirigió a Valencia, en cuya ciudad se colocó como Atalayero o Vigía en las costas del Mediterráneo en previsión de las "razzias" de los piratas moros. Dejó esta ocupación y pasó a la ciudad de Requena, en la cual se colocó como Guarda del Registro en la Aduana o Puerto Seco, donde pagaban impuestos las mercaderías que pasaban de Valencia a Castilla y viceversa.

Estando en Requena, recibió la noticia de la muerte de su hermano Pedro de Aragón que era labrador en Guadahortuna (Granada) a manos de Pedro de Velasco. Con poderes de su madre para entablar el pleito se dirigió a la ciudad de Granada, donde consiguió poner en la cárcel al asesino de su hermano; pero no satisfecha su venganza, prosiguió en sus gestiones hasta obtener la sentencia de muerte a pesar de los grandes empeños que los amigos de Velasco hacían para conseguir el perdón.

Primer Hermano de San Juan de Dios
Teniendo noticias de este proceso, San Juan de Dios habló con Antón Martín, pidiéndole que perdonase a aquel hombre que estaba sentenciado a muerte, y fueron tales las persuasiones y palabras que el Santo dijo a Antón Martín, que vino a alcanzar todo lo que quiso de él hasta excarcelar a Pedro de Velasco, quedando Antón Martín tan prendado de los buenos consejos y palabras que San Juan de Dios hasta el punto que pidió le admitiese en su compañía:

"Yo os he de llevar a la cárcel para que se haga en forma  oficial el perdón del preso; pero me habéis de llevar después a vuestro hospital donde quiero quedar de enfermero y criado de los pobres que allí sufren, para toda la vida".
De este modo quedó incorporado a la compañía, lo mismo que Pedro Velasco. Y así fue, como San Juan de Dios tuvo sus dos primeros Hermanos.

Admitido por San Juan de Dios, se preparó bajo su dirección para hacer una confesión general. Arrepentido y con lágrimas, convencido el Santo de la sinceridad de sus deseos, le vistió con el hábito hospitalario. El Santo se dedicó con un cuidado particular a formar a aquella alma generosa, ayudándole a vencer las primeras dificultades de la vida que había abrazado y preparándole para la misión a la cual vio que le tenía preparado el cielo, de ser a su muerte, el continuador de su obra.

A imitación de San Juan de Dios, se cortó el pelo, que en adelante llevó rapado y, en lo sucesivo, caminó siempre descalzo. Durante el día, además de los ejercicios de piedad se ocupó de la asistencia de los enfermos en las salas del Hospital. Cuando estas ocupaciones habían terminado, con una capacha al hombro y una olla en la mano salía a pedir limosna. Los primeros días salió en compañía de San Juan de Dios. Después salía sólo pidiendo en las calles que el Santo le señalaba.

San Juan de Dios para garantizar la asistencia a los pobres en su Hospital, arreglar el local, asegurar el personal a sueldo: médicos, cirujanos, boticarios, barberos… fue a pedir limosna a la corte que por entonces estaba en Valladolid, pero antes de emprender el viaje presentó a Antón Martín ante sus compañeros como Hermano Mayor en su ausencia.

A la vuelta de este largo viaje encontró el Hospital en tan perfecto orden, que con gran consuelo en su alma alabó y dio gracias al Señor por lo bien que habían sucedido las cosas en su ausencia.

San Juan de Dios salió del Hospital para ir a morir en la casa de los señores de García de Pisa. Antes encargó su dirección a Antón Martín, a quien dio prudentes consejos, suplicándole tuviera gran cuidado para que todo se hiciera en su ausencia con gran caridad y celo.

Durante los días que el Santo estuvo en aquella casa, Antón Martín le visitaba con frecuencia, para interesarse por su salud, informarle de la marcha del Hospital o recibir sus consejos e instrucciones. En alguna de estas entrevistas, el moribundo le manifestó los sucesos milagrosos que tuvieron lugar en aquellos días, y le descubrió lo que, con espíritu profético, había conocido sobre el futuro desenvolvimiento de la Orden Hospitalaria. Antón Martín fue el inseparable compañero y servidor durante las noches que San Juan de Dios pasó en la casa de los señores Pisa. Tuvo el consuelo de ser de los primeros que vio el santo cadáver, hincado de rodillas, abrazado al crucifijo que sostenía entre sus manos; ya que sólo se había separado del enfermo a ruegos del mismo.

Antón Martín toma las riendas del Hospital de San Juan de Dios
Antón Martín, discípulo predilecto de San Juan de Dios, es el encargado de continuar su obra, por designación del santo como su sucesor, quedando pues a la muerte de éste como Hermano Mayor del Hospital de la Cuesta de la calle de los Gomeles, siendo confirmado en el cargo por el Arzobispo de Guerrero después del entierro de San Juan de Dios.

Antón Martín, al frente de aquella pequeña comunidad de hermanos hospitalarios, dependientes en todo momento de su autoridad, continuó en la misma línea que en vida del Fundador

Antón Martín. Por Santiago Derer, 1961

Los inconvenientes de aquel Hospital de Gomeles, hicieron ver a Antón Martín y a sus compañeros la necesidad de buscar otro lugar al cual pudieran trasladarse, donde no fuese un problema el insuficiente número de camas ni el emplazamiento que dificultase el acceso al Hospital. Así todo, encontraron un edificio mucho más amplio y más céntrico en un antiguo convento de los Padres Jerónimos.

La mudanza le hizo contraer al Hermano Antón Martín unas deudas difíciles de cancelar; los gastos extraordinarios que había sido preciso hacer para el traslado del Hospital, y los ordinarios, más grandes por el mayor número de enfermos acogidos, movieron a Antón Martín a viajar a Castilla para hacer en ella una postulación extraordinaria, como lo había hecho en otra ocasión su Santo Padre.

En la Corte, el emperador Carlos V enterado de las deudas que agobiaban al Hospital, no sólo no fue espléndido con las limosnas, sino que estimuló a otros aristócratas y a los hombres pudientes para que le secundasen. Como contrapartida, Antón Martín recibió un mandato del Rey, el de trasladarse a Madrid, para levantar un Hospital de Cirugía General, similar al de Granada, destinado a los enfermos pobres llagados. Comenzaba así a extenderse la obra hospitalaria de San Juan de Dios.

Continuador de la Obra Juandediana
Gracias a las limosnas, Antón Martín pagó las deudas que tenía; después puso en orden los asuntos del Hospital y, dejando al frente del mismo a los Hermanos Domingo Benedicto y Alonso de Tringano, se despidió de sus amigos, de los Hermanos y enfermos del Hospital de Juan de Dios de Granada, emprendiendo el viaje a Madrid allá por el año 1552.

Allí, fundó el Hospital de Nuestra Señora del Amor de Dios, en un lugar en medio del campo, bien ventilado y con alegres vistas, junto al camino que conducía de la iglesia de Santa Cruz a la ermita de Nuestra Señora de Atocha, sobre la finca que le vendieron para levantar dicho Hospital don Fernando de Somonte, Contador Real, y su esposa doña Catalina de Reinoso.

Aquel Hospital constituiría una de las mejores instituciones benéfico-asistenciales de Madrid, en el cual encontrarían amparo y consuelo para sus afecciones los madrileños pobres.

Los primeros hombres a quienes admitió para dedicar su vida al servicio de los enfermos, fueron Juan González, Cornelio de Cisneros, su sobrino Miguel Vicente, Pedro Mateo y Alonso Bayala. Con la ayuda de estos enfermeros, mejoró la asistencia de los enfermos y las limosnas que recogían eran más abundantes, por lo cual el Venerable Antón Martín, se decidió a ampliar el Hospital con nuevas salas, habitaciones para los religiosos, oficinas y una iglesia. Al margen de estos Hermanos enfermeros, trabajaron gratuitamente en el Hospital un médico y un cirujano.

Las obras del Hospital Nuestra Señora del Amor de Dios necesitaban de la madera para las vigas de la techumbre del Hospital y de la Capilla, que el propio Antón Martín a finales del mes de noviembre de 1553, en compañía de algunos operarios de los bosques de Valsaín, salió para cortarla y después llevarla al Hospital. El frío de aquellos bosques en los que estuvo varios días trabajando y durmiendo a la intemperie, le hicieron enfermar de gravedad, muriendo el 24 de diciembre con 53 años.

Antes de morir, reunió a los Hermanos que por entonces constituían la incipiente comunidad hospitalaria y les exhortó para que continuasen el proyecto que él mismo había iniciado, dándoles consejos sobre cómo debía ser el Hospital de Cirugía. No en vano, al fundar el Hospital del Amor de Dios, bullía en el cerebro de Antón Martín la idea de crear una Escuela de Cirujanos menores. En los últimos días de su vida podemos decir, que dejó fundada dicha Escuela, aconsejando a los Hermanos para que buscasen buenos médicos y cirujanos, para que éstos instruyesen a los novicios para adquirir la competencia necesaria y así poder revalidarse ante el Protomedicato.

El entierro se hizo conforme a lo dispuesto en su testamento, siendo enterrado en la Iglesia del Convento de San Francisco por no estar concluida la Capilla de su Hospital. A día de hoy, y tras varios siglos de traslados, los restos mortales de Antón Martín, descansan en el madrileño Hospital San Rafael.
 
Bibliografía:
Álvarez Sierra, J. (1961): Antón Martín y el Madrid de los Austrias. La primera Escuela de Ayudantes Técnicos Sanitarios del Mundo. Imprenta de los Hermanos de San Juan de Dios, Barcelona.
De Castro, F. (O. H.) (1995): Historia de la vida y santas obras de San Juan de Dios y de la institución de su orden y principios de su hospital. Edición facsímil. Publicaciones Obra Cultural CajaSur, Córdoba.
Expósito González, R. (2010): “San Juan de Dios, patrón de la Enfermería española”. En Enfermería de Ciudad Real, nº 58. Ciudad Real, pp. 30-33.
Gómez Bueno, J. C. (1963): Historia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Archivo Interprovincial. Casa del Tránsito de San Juan de Dios. Granada.
Gómez-Moreno Martínez, M. (1976): San Juan de Dios: primicias históricas suyas. Ediciones Anel, S. A., Granada.
Laborde Vallverdu, A. (1973): El enfermero de Dios. Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Granada.
Ortega Lázaro, L. (O.H.) (1981): “Antón Martín – el Hermano Antón Martín – y su Hospital en la Calle Atocha de Madrid 1500-1936”. Separata de Hermanos Hospitalarios. Boletín Informativo de la Provincia de San Juan de Dios de Castilla, nº 73. Madrid.
Ventosa Esquinaldo, F. (O.H.) (2012): Pensamiento de San Juan de Dios y La Orden Hospitalaria y su relación con La Enfermería: conceptos y valores. Archivo-Museo San Juan de Dios "Casa de los Pisa". Granada.

PUBLICADO en la Revista del Colegio de Enfermería de Ciudad Real:

GRACIAS AL COLEGIO OFICIAL DE ENFERMERÍA DE CIUDAD REAL. Por dejarme publicar este artículo en el blog “Enfermería Avanza”. Gracias a su presidente: Carlos José Tirado Tirado y a los compañeros Luis Alba y Ángel Naranjo, del mismo Colegio.

GRACIAS al autor: Raúl Expósito González, por su permiso para la publicación de su trabajo y su amistad. En estos días está disfrutando de su luna de miel por tierras americanas con su mujer Nuria Blanco.

SAN JUAN DE DIOS. PATRÓN DE LA ENFERMERÍA ESPAÑOLA. Publicado el lunes día 8 de marzo de 2010

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Colegiado 1.372. Ilustre Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro de Enfermería Avanza
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Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
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