El Desarrollo de la Enfermería bajo la dominación Española
La conquista por parte de los españoles de los indios que vivían en Puerto Rico fue breve, a pesar de sus luchas y su feroz resistencia. A mediados del siglo XVI se había extinguido casi totalmente la raza indígena (Taína) debido a las guerrillas, el trabajo fuerte y extenuante bajo las más crueles condiciones y castigos, al control y a la explotación por parte de los españoles y la falta de resistencia e inmunidad contra las enfermedades importadas y transmitidas.
En el siglo XVI, España llegó a ser la primera potencia política del mundo occidental procediendo entonces a completar la colonización de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Los españoles sometieron a los indios al dominio y control por medio del trabajo fuerte, la explotación laboral y a las nuevas enfermedades que se agravaron por la condición precaria de salud de éstos para lidiar con dichas enfermedades.
En los asuntos relacionados con la salud, la enfermedad y el cuidado de los enfermos, el atraso era general. El espíritu religioso entraba en conflicto con el desarrollo de las ciencias naturales. Debido a las supersticiones y a la creencia en la intervención divina, se desarrolló una actitud fatalista que constituyó el mayor impedimento para el progreso de las ciencias sanitarias y el cuidado del enfermo. Las autoridades españolas adoptaron algunas medidas para proteger la salud de los colonos. Por ejemplo en el año 1510 Cristóbal de Sotomayor trató de fundar un pueblo cerca de Guánica, pero tuvo que abandonar su proyecto debido a las continuas plagas de mosquitos, desde entonces a esa región se le conoce con el nombre de “El Mosquital”. Los habitantes se trasladaron a la región de Aguada creando otro pueblo llamado Sotomayor que fue arrasado y quemado por los indios.
Una situación similar era vivida en la región oeste de la Isla en Caparra, primera capital de Puerto Rico y fundada por Juan Ponce de León, en 1518 todos los habitantes de la capital, se quejaban de las plagas de mosquitos que les atormentaban
Ya en 1578, se organizaron los primeros curanderos para atender la epidemia de viruelas que originó el tráfico de esclavos. No existían medidas de control de enfermedades ni medidas gubernamentales para inspeccionar barcos y pasajeros. El Conde de Cumberland se retiró de la isla luego de su conquista debido a una epidemia de viruelas que acabó con sus soldados.
Al morir el Rey Don Fernando, quedaron como gobernadores de la Isla, Los Padres Gerónimos y ordenaron el traslado de la capital a la isleta, donde se radicó originalmente la ciudad de San Juan.
En el informe y “Memoria y Descripción” de la isla de Puerto Rico, escrito en 1582 y por orden del Rey Felipe II, plantea el siguiente argumento:
Las enfermedades más peligrosas son los pasmos de los que mueren muchos hombres cuando beben agua mientras están sudados y muchos recién nacidos. Uno de los remedios que más se usa para curarlos es el fuego que se aplica a la nuca o cerca de los riñones y darles el zumo de una yerba que llaman tabaco.
En el año 1647 las autoridades gubernamentales decretaron el abandono de la isla de San Martín ante “una epidemia desastrosa de peste desconocida”, se sospechó que la epidemia se debía a la fiebre amarilla, la misma ocasionó muchas muertes y se extendió a la guarnición. Los vecinos celebraron rogativas y misas para “atajar” la epidemia.
Se introdujo la viruela en la Isla, en el año 1689, volviéndose a repetir como cien años antes y se sospechaba que fue traída por los navíos que transportaban esclavos desde el Golfo de Guinea. Cómo no se contaba con recursos para atajarla o poderla prevenir, el obispo Fray Francisco de Padilla estableció una “botica” en su casa para remediar a los más necesitados, además iba por las casas atendiendo a los moribundos.
En esta época que se le conoce como la “era del oscurantismo", el servicio a los enfermos, en la mayoría de los países civilizados del mundo, estaba en manos de los grupos religiosos. El cuerpo humano era considerado como el templo del Espíritu Santo y se le trataba con sumo respeto y en estricta privacidad, lo cual dificultaba la práctica de la medicina y del cuidado de los enfermos. Luego vino la Reforma Protestante y después de la misma, los enfermos quedaron al servicio de las autoridades civiles. Debido a este cambio tan brusco, el servicio en los hospitales se deterioró. Las damas de la sociedad que cuidaban de forma altruista a los enfermos fueron sustituidas por las criadas.
Como había pocos médicos capacitados, y su material de referencia era todo lo que podían conseguir por los libros de texto y los tratados de salud provenientes de España (eran los que podían consultar). Ya que muchos de los libros científicos no estaban autorizados por el Santo Oficio, no pudiendo consultarlos.
Las parteras empíricas y los curanderos tenían el respeto del pueblo y se les llamaba para consulta y cuidado de los enfermos y de las parturientas. Las supersticiones eran comunes y pasaban de generación en generación; por ejemplo el “mocezuelo” de los recién nacidos era causado por las corrientes de aire a que se exponía al bebé en los primeros días de haber nacido. Las personas residentes en áreas húmedas y llanas, solían padecer de calenturas. Las diarreas con flujos de sangre eran comunes y los remedios caseros constituían el mejor recurso.
En las Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico (1730 – 1750), se intentó mejorar la salud pública y la prevención de las enfermedades. En estas actas reseñan las órdenes dadas a los alcaldes y a los médicos para “que visiten todas las casa de la ciudad en la búsqueda de los casos de lepra y personas afectadas de otras enfermedades contagiosas para aislarlas y proteger la salud del vecindario.
En 1741, se establece el Reglamento de la Guarnición de la Plaza de San Juan y se asignan dos enfermeros para asistir, ayudar y consolar a los enfermos, en cuanto a lo que necesitaran los varones enfermos. Además se asignaron dos mulatas (enfermeras) que ofrecían de comer a los enfermos en horas señaladas, administrar las medicinas y la ropa y ayudarlos en todo lo que necesitaran.
Don Pedro Tomás de Córdoba, secretario de tres gobernadores habla de las enfermeras (1832) que recibían $8.00 dólares mensuales, una libra de carne y tres onzas de arroz por ofrecer servicios de enfermería en el hogar a los pobres y servicio social; ayuda a sociedades misioneras.
Resumiendo los cuatro siglos de dominación española en Puerto Rico diremos que la asistencia de salud siguió la modalidad de cada época, atrasada con España, pero igual que en otros países del mundo. Su atraso se debía por ser una posesión ultramarina, separada del poder metropolítico y con las desventajas propias de la época, tales como la distancia, el transporte (sólo en barco), la comunicación muy lenta y la incertidumbre política. Estas modalidades o etapas fueron la asistencia de salud por parte de la Iglesia, la asistencia de salud por la caridad privada individual como modo de ganar un lugar en el cielo y el intento municipal insular.
El cuidado del enfermo fue evolucionando lentamente desde la modalidad empírica, a cargo de curiosos, curanderos, santiguadores, parteras, y adivinadores, hasta el cuidado por religiosas en los hospitales (Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Hospital San Alfonso 1513), los hogares y los asilos; y la implantación de sistemas de salud y educación en enfermería.
LEYENDA DE GUANINA Y DE DON CRISTÓBAL DE SOTOMAYOR
Allá por el año de 1511 vivía en la pequeña aldea de Agueybana don Cristóbal de Sotomayor, joven hidalgo español.
Un día, cuando la tarde iba cayendo y los ojos del caballero estaban fijos en la lejanía, pensando en su patria y en su madre, la noble condesa de Camiña, oyó de pronto unos pasos que turbaron su meditación. Hacia él se acercaba Guanina, una bella india enamorada del español. Venía inquieta, temblorosa. Los caciques borinqueños habían acordado la muerte de su señor; se quejaban del abuso y del rudo laboreo de las minas que requería el lavado de las arenas para obtener el oro.
Guanina venía para avisarle y esconderle. Pero casi no había terminado de informarle de aquellos proyectos, cuando se presentó ante ellos el que hacía las veces de intérprete de don Cristóbal. Sus noticias eran parecidas a las de la india: venía a informarle de que pronto el pueblo estaría contra ellos para matarles. Había que huir.
Ante esta indicación, el noble español se alzó airado: no podía pensar en tal cobardía. Al día siguiente, a pleno sol, él y los suyos saldrían con la bandera desplegada para castigar a los rebeldes.
En efecto, apenas amaneció, don Cristóbal hizo venir al cacique Guaybana, hermano de Guanina, que hasta entonces había sido su aliado, y le pidió unas cuadrillas de los suyos para que trasladaran sus fardos: pensaba partir.
Cuando Guanina vio que el caballero descolgaba y preparaba su casco, fue a él, amorosa, y le pidió que le dejara acompañarle. Don Cristóbal no podía consentir que su amada Guanina se expusiera a la muerte, y la hizo quedarse en la aldea.
Al fin partió, después de besarla por última vez, y no bien inició su marcha la comitiva, el traidor Guaybana reunió trescientos indios para inducirles al ataque. Había llegado la hora de las venganzas; el sol había de serles propicio en la lucha.
Con su penacho de vistosas plumas, y seguido de sus guerreros, el cacique se lanzó al encuentro de la pequeña caravana de don Cristóbal, que avanzaba a paso lento. Sotomayor, a poco, tuvo que dar el alto. Las flechas enemigas empezaron a llover acto seguido sobre ellos. Al grito de «¡Santiago y Sotomayor!», don Cristóbal y sus hombres, muy inferiores en número a los atacantes, se defendieron valientemente. El suelo se fue tiñendo de sangre y cubriendo de cadáveres. Los indios pudieron suplir las bajas; pero no así los españoles. Don Cristóbal de Sotomayor fue el último en caer, cuando se lanzaba contra el cacique Guaybana.
Después de la batalla, los indios se retiraron a sus tiendas. Admirados del valor del hidalgo español, decidieron rendirle los honores debidos a un gran guerrero. Y cuando el lugarteniente del cacique fue, con veinte indios, a recoger el cadáver de don Cristóbal, se encontraron junto a él a la fiel Guanina, enloquecida, tratando de volver a la vida con sus besos a su pobre amante.
Volvieron los indios para decir al cacique que su hermana Guanina no había permitido que tocaran el cadáver. Entonces Guaybana, implacable, decretó que al día siguiente fuera sacrificada sobre la tumba del capitán cristiano. Cuando llegaron a ella, la encontraron muerta sobre el pecho del hidalgo español. Sus cadáveres fueron enterrados juntos, al pie de una gran ceiba (Árbol americano, de la familia de los bombacáceos o algodoneros, de 15 a 30 metros de altura, tronco grueso, ramas rojizas, flores rojas tintóreas y frutos de 10 a 30 cm de largo que contienen seis semillas envueltas en una especie de algodón), y sobre su tumba brotaron rojas amapolas y blancos lirios.
Cuando declina el día, creen los campesinos del lugar escuchar aún junto a aquella loma dulces cantos de amor. Creen que las almas de los jóvenes amantes salen de la tumba a contemplar la estrella de la tarde.
Agradecimiento Especial al Enfermero
Jesús F. Encarnación. Catedrático. Profesor de Enfermería. Universidad de Puerto Rico Recinto de Mayagüez.
Fotos: Las fotos están escaneadas de los libros de Historia de la Enfermería en Puerto Rico y de Internet.
Muchas gracias.
Un abrazo para todos
*Manuel Solórzano Sánchez; **Jesús Rubio Pilarte y ***Raúl Expósito González
* Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
** Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
*** Enfermero Servicio de Medicina Interna del Hospital General de Ciudad Real
masolorzano@telefonica.net
jrubiop20@enfermundi.com
raexgon@hotmail.com
La conquista por parte de los españoles de los indios que vivían en Puerto Rico fue breve, a pesar de sus luchas y su feroz resistencia. A mediados del siglo XVI se había extinguido casi totalmente la raza indígena (Taína) debido a las guerrillas, el trabajo fuerte y extenuante bajo las más crueles condiciones y castigos, al control y a la explotación por parte de los españoles y la falta de resistencia e inmunidad contra las enfermedades importadas y transmitidas.
En el siglo XVI, España llegó a ser la primera potencia política del mundo occidental procediendo entonces a completar la colonización de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Los españoles sometieron a los indios al dominio y control por medio del trabajo fuerte, la explotación laboral y a las nuevas enfermedades que se agravaron por la condición precaria de salud de éstos para lidiar con dichas enfermedades.En los asuntos relacionados con la salud, la enfermedad y el cuidado de los enfermos, el atraso era general. El espíritu religioso entraba en conflicto con el desarrollo de las ciencias naturales. Debido a las supersticiones y a la creencia en la intervención divina, se desarrolló una actitud fatalista que constituyó el mayor impedimento para el progreso de las ciencias sanitarias y el cuidado del enfermo. Las autoridades españolas adoptaron algunas medidas para proteger la salud de los colonos. Por ejemplo en el año 1510 Cristóbal de Sotomayor trató de fundar un pueblo cerca de Guánica, pero tuvo que abandonar su proyecto debido a las continuas plagas de mosquitos, desde entonces a esa región se le conoce con el nombre de “El Mosquital”. Los habitantes se trasladaron a la región de Aguada creando otro pueblo llamado Sotomayor que fue arrasado y quemado por los indios.
Una situación similar era vivida en la región oeste de la Isla en Caparra, primera capital de Puerto Rico y fundada por Juan Ponce de León, en 1518 todos los habitantes de la capital, se quejaban de las plagas de mosquitos que les atormentaban
Ya en 1578, se organizaron los primeros curanderos para atender la epidemia de viruelas que originó el tráfico de esclavos. No existían medidas de control de enfermedades ni medidas gubernamentales para inspeccionar barcos y pasajeros. El Conde de Cumberland se retiró de la isla luego de su conquista debido a una epidemia de viruelas que acabó con sus soldados.Al morir el Rey Don Fernando, quedaron como gobernadores de la Isla, Los Padres Gerónimos y ordenaron el traslado de la capital a la isleta, donde se radicó originalmente la ciudad de San Juan.
En el informe y “Memoria y Descripción” de la isla de Puerto Rico, escrito en 1582 y por orden del Rey Felipe II, plantea el siguiente argumento:
Las enfermedades más peligrosas son los pasmos de los que mueren muchos hombres cuando beben agua mientras están sudados y muchos recién nacidos. Uno de los remedios que más se usa para curarlos es el fuego que se aplica a la nuca o cerca de los riñones y darles el zumo de una yerba que llaman tabaco.
Se introdujo la viruela en la Isla, en el año 1689, volviéndose a repetir como cien años antes y se sospechaba que fue traída por los navíos que transportaban esclavos desde el Golfo de Guinea. Cómo no se contaba con recursos para atajarla o poderla prevenir, el obispo Fray Francisco de Padilla estableció una “botica” en su casa para remediar a los más necesitados, además iba por las casas atendiendo a los moribundos.En esta época que se le conoce como la “era del oscurantismo", el servicio a los enfermos, en la mayoría de los países civilizados del mundo, estaba en manos de los grupos religiosos. El cuerpo humano era considerado como el templo del Espíritu Santo y se le trataba con sumo respeto y en estricta privacidad, lo cual dificultaba la práctica de la medicina y del cuidado de los enfermos. Luego vino la Reforma Protestante y después de la misma, los enfermos quedaron al servicio de las autoridades civiles. Debido a este cambio tan brusco, el servicio en los hospitales se deterioró. Las damas de la sociedad que cuidaban de forma altruista a los enfermos fueron sustituidas por las criadas.
Como había pocos médicos capacitados, y su material de referencia era todo lo que podían conseguir por los libros de texto y los tratados de salud provenientes de España (eran los que podían consultar). Ya que muchos de los libros científicos no estaban autorizados por el Santo Oficio, no pudiendo consultarlos.
Las parteras empíricas y los curanderos tenían el respeto del pueblo y se les llamaba para consulta y cuidado de los enfermos y de las parturientas. Las supersticiones eran comunes y pasaban de generación en generación; por ejemplo el “mocezuelo” de los recién nacidos era causado por las corrientes de aire a que se exponía al bebé en los primeros días de haber nacido. Las personas residentes en áreas húmedas y llanas, solían padecer de calenturas. Las diarreas con flujos de sangre eran comunes y los remedios caseros constituían el mejor recurso.
En las Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico (1730 – 1750), se intentó mejorar la salud pública y la prevención de las enfermedades. En estas actas reseñan las órdenes dadas a los alcaldes y a los médicos para “que visiten todas las casa de la ciudad en la búsqueda de los casos de lepra y personas afectadas de otras enfermedades contagiosas para aislarlas y proteger la salud del vecindario.
En 1741, se establece el Reglamento de la Guarnición de la Plaza de San Juan y se asignan dos enfermeros para asistir, ayudar y consolar a los enfermos, en cuanto a lo que necesitaran los varones enfermos. Además se asignaron dos mulatas (enfermeras) que ofrecían de comer a los enfermos en horas señaladas, administrar las medicinas y la ropa y ayudarlos en todo lo que necesitaran.Don Pedro Tomás de Córdoba, secretario de tres gobernadores habla de las enfermeras (1832) que recibían $8.00 dólares mensuales, una libra de carne y tres onzas de arroz por ofrecer servicios de enfermería en el hogar a los pobres y servicio social; ayuda a sociedades misioneras.
Resumiendo los cuatro siglos de dominación española en Puerto Rico diremos que la asistencia de salud siguió la modalidad de cada época, atrasada con España, pero igual que en otros países del mundo. Su atraso se debía por ser una posesión ultramarina, separada del poder metropolítico y con las desventajas propias de la época, tales como la distancia, el transporte (sólo en barco), la comunicación muy lenta y la incertidumbre política. Estas modalidades o etapas fueron la asistencia de salud por parte de la Iglesia, la asistencia de salud por la caridad privada individual como modo de ganar un lugar en el cielo y el intento municipal insular.
El cuidado del enfermo fue evolucionando lentamente desde la modalidad empírica, a cargo de curiosos, curanderos, santiguadores, parteras, y adivinadores, hasta el cuidado por religiosas en los hospitales (Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Hospital San Alfonso 1513), los hogares y los asilos; y la implantación de sistemas de salud y educación en enfermería.
LEYENDA DE GUANINA Y DE DON CRISTÓBAL DE SOTOMAYOR
Allá por el año de 1511 vivía en la pequeña aldea de Agueybana don Cristóbal de Sotomayor, joven hidalgo español.Un día, cuando la tarde iba cayendo y los ojos del caballero estaban fijos en la lejanía, pensando en su patria y en su madre, la noble condesa de Camiña, oyó de pronto unos pasos que turbaron su meditación. Hacia él se acercaba Guanina, una bella india enamorada del español. Venía inquieta, temblorosa. Los caciques borinqueños habían acordado la muerte de su señor; se quejaban del abuso y del rudo laboreo de las minas que requería el lavado de las arenas para obtener el oro.
Guanina venía para avisarle y esconderle. Pero casi no había terminado de informarle de aquellos proyectos, cuando se presentó ante ellos el que hacía las veces de intérprete de don Cristóbal. Sus noticias eran parecidas a las de la india: venía a informarle de que pronto el pueblo estaría contra ellos para matarles. Había que huir.
Ante esta indicación, el noble español se alzó airado: no podía pensar en tal cobardía. Al día siguiente, a pleno sol, él y los suyos saldrían con la bandera desplegada para castigar a los rebeldes.
En efecto, apenas amaneció, don Cristóbal hizo venir al cacique Guaybana, hermano de Guanina, que hasta entonces había sido su aliado, y le pidió unas cuadrillas de los suyos para que trasladaran sus fardos: pensaba partir.
Cuando Guanina vio que el caballero descolgaba y preparaba su casco, fue a él, amorosa, y le pidió que le dejara acompañarle. Don Cristóbal no podía consentir que su amada Guanina se expusiera a la muerte, y la hizo quedarse en la aldea.
Al fin partió, después de besarla por última vez, y no bien inició su marcha la comitiva, el traidor Guaybana reunió trescientos indios para inducirles al ataque. Había llegado la hora de las venganzas; el sol había de serles propicio en la lucha.
Con su penacho de vistosas plumas, y seguido de sus guerreros, el cacique se lanzó al encuentro de la pequeña caravana de don Cristóbal, que avanzaba a paso lento. Sotomayor, a poco, tuvo que dar el alto. Las flechas enemigas empezaron a llover acto seguido sobre ellos. Al grito de «¡Santiago y Sotomayor!», don Cristóbal y sus hombres, muy inferiores en número a los atacantes, se defendieron valientemente. El suelo se fue tiñendo de sangre y cubriendo de cadáveres. Los indios pudieron suplir las bajas; pero no así los españoles. Don Cristóbal de Sotomayor fue el último en caer, cuando se lanzaba contra el cacique Guaybana.
Después de la batalla, los indios se retiraron a sus tiendas. Admirados del valor del hidalgo español, decidieron rendirle los honores debidos a un gran guerrero. Y cuando el lugarteniente del cacique fue, con veinte indios, a recoger el cadáver de don Cristóbal, se encontraron junto a él a la fiel Guanina, enloquecida, tratando de volver a la vida con sus besos a su pobre amante.
Volvieron los indios para decir al cacique que su hermana Guanina no había permitido que tocaran el cadáver. Entonces Guaybana, implacable, decretó que al día siguiente fuera sacrificada sobre la tumba del capitán cristiano. Cuando llegaron a ella, la encontraron muerta sobre el pecho del hidalgo español. Sus cadáveres fueron enterrados juntos, al pie de una gran ceiba (Árbol americano, de la familia de los bombacáceos o algodoneros, de 15 a 30 metros de altura, tronco grueso, ramas rojizas, flores rojas tintóreas y frutos de 10 a 30 cm de largo que contienen seis semillas envueltas en una especie de algodón), y sobre su tumba brotaron rojas amapolas y blancos lirios.
Cuando declina el día, creen los campesinos del lugar escuchar aún junto a aquella loma dulces cantos de amor. Creen que las almas de los jóvenes amantes salen de la tumba a contemplar la estrella de la tarde.
Agradecimiento Especial al Enfermero
Jesús F. Encarnación. Catedrático. Profesor de Enfermería. Universidad de Puerto Rico Recinto de Mayagüez.
Fotos: Las fotos están escaneadas de los libros de Historia de la Enfermería en Puerto Rico y de Internet.Muchas gracias.
Un abrazo para todos
*Manuel Solórzano Sánchez; **Jesús Rubio Pilarte y ***Raúl Expósito González
* Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
** Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
*** Enfermero Servicio de Medicina Interna del Hospital General de Ciudad Real
masolorzano@telefonica.net
jrubiop20@enfermundi.com
raexgon@hotmail.com
Más adelante llega a las Antillas una segunda inmigración indígena, la cultura aruaca. El choque de culturas al llegar fue grande, permitiéndoles evolucionar pasando de la cultura ingerí a la sub taína y luego a la taína.
La sociedad indígena daba al enfermo y a sus problemas de salud una atención de técnicas empíricas. Las mismas procedían de la experiencia interna (mente) y externa (cuerpo), fundamentadas en la práctica de ritos de magia, de superstición y uso de plantas.
El tercer período comprende la evolución de la enfermería y el cuidado del enfermo desde los inicios del régimen norteamericano (1898 – 1915), en un primer período. En él se destaca el cambio en la situación de la mujer en Puerto Rico, el cual ha sido fundamental para el desarrollo de nuestra profesión y la implantación de los sistemas de salud en la Isla. Y el segundo período de 1916 a 1930, en el se narra el progreso en el cuidado del enfermo, la salud pública y la educación en enfermería. En este período se crea la Asociación de Enfermeras Graduadas de Puerto Rico (1916) y se prepara y se aprueba la ley que regula la práctica y la educación en enfermería en Puerto Rico.
Hay tres imágenes que quiero destacar:
La segunda imagen es la torre y el león, dos de las 16 piezas que bordean el escudo de Puerto Rico, que representa el dominio español.
La tercera imagen es el águila, ave símbolo de los Estados Unidos de América y representa a la sociedad norteamericana.
Estas tres imágenes representan las corrientes culturales que influyen en los componentes sujeto – objeto del puertorriqueño y la puertorriqueña y por ende de la enfermería de Puerto Rico.
El desarrollo social y económico de los taínos de la isla de Boriquén (Puerto Rico), así como los que habitaban en Santo Domingo (La Española) era más avanzado que el de los taínos establecidos en las islas de Cuba y Jamaica, e incluso que los llamados indios Caribes, quienes habitaban las Antillas Menores. El idioma, el gobierno, la religión y algunos usos y costumbres prevalecieron como elementos característicos de la cultura taína. Sus viviendas, sus armas y sus utensilios eran muy semejantes. Eran agricultores y pescadores, aunque también había cazadores, aunque muchos menos por los pocos animales que había en la isla. Sus poblados los construían cerca de corrientes de agua potable, pues la tenían cerca y en abundancia. Para ellos era conveniente tener agua para beber y cocinar a la mano y también para pescar y bañarse, pues eran bien conocidos por sus pulcros hábitos de aseo personal. Vivían agrupados en aldeas llamadas yucayeques, formadas por bohíos.
Su religión primitiva era politeísta. Honraban a una serie de dioses menores o secundarios llamados Cemíes. Estos ídolos hacían el papel de mensajeros de las fuerzas del bien. Los Cemíes eran representados en forma visible por medio de esculturas de piedra, madera, algodón u oro. El indio como todo pueblo relacionado con la naturaleza, rendía culto a la tierra, a la lluvia y al sol, los que eran fuentes de fertilidad, sin la cual la vida era imposible.
Entre las medidas de prevención utilizadas para el mejoramiento de su salud, estaba el culto al agua. El agua era para ellos como para nosotros, un elemento natural indispensable para la vida. Además de asear el cuerpo, le atribuían condiciones purificadoras del espíritu. Comentaba Bartolomé de las Casas en su referencia al pueblo taíno que tenía la costumbre de bañarse en el mar y en los ríos cada hora; no sólo porque eran sumamente aseados y limpios, sino porque consideraban que el agua tenía el poder de limpiarlos de pecados dándole sanidad al cuerpo y al alma. Además Morales Cabrera nos narra que el baño frío era el principal medicamento para bajar la fiebre, para asear a las parturientas y para devolver la salud en todos los males. El historiador López de Gómara relata que los taínos demostraban predilección por los baños de agua fría: “lavaban las criaturas en agua fría para que se les endurezca la piel; y aún ellas (las madres) se bañan en agua fría recién paridas y no les hace mal”. Todos coinciden que los taínos usaban el agua como medicina, sobre todo para bajar la temperatura y asearse.
Para la pérdida de apetito y a los enfermos que presentaban hastío, les daban a comer piñas (ananás comosus). Esta fruta nacía en unas plantas como cardos con muchas hojas y espinosas. Para la preservación del calor y repelentes de insectos nos narraba Pedro Tomás de Córdova: Todos los hombres y mujeres doncellas andaban enteramente desnudos. Aunque pintaban su cuerpo con mucha prolijidad y esmero con bija roja y achiote, llamado también urucú por los caribes. La naturaleza y la experiencia misma les habían dictado que las resinas y aceites con que pintaban su cuerpo les preservaba del calor excesivo y de la transpiración superabundante, sirviéndoles igualmente de defensa contra los daños del aire y de la humedad. Estas sustancias oleosas expedían un olor que ahuyentaban los enjambres de mosquitos y otros insectos que poblaban aquellos bosques.
Para el cansancio había una gran cantidad de árboles jobo, eran grandes y hermosos y daban buena sombra, su fruta era de gran sabor y olor. La cáscara y los cogollos de esta fruta los echaban en agua, los cocían, y el agua lo usaban para afeitarse y lavarse las piernas. Supuestamente les quitaba el cansancio y era un baño excelente y saludable. También les gustaba colocar su hamaca debajo de este árbol y dormir debajo de él, ya que no le causaba pesadez en la cabeza.
A las taínas les causaba terror la menstruación y trataban de ocultarla. Durante el periodo, la mujer se retiraba a un rincón del bohío, donde se sometía a escarificaciones y allí permanecían hasta que el flujo desaparecía. Se les suprimían las carnes de la alimentación y se ponían en uso ciertas plantas hemostáticas que diminuían el flujo menstrual.
Oviedo nos narra que al caminar los indios por los campos se les pegaban las garrapatas de las hierbas, se le hinchaban las piernas y no había forma de despegarlas. El método utilizado para despegarlas era untándose aceite y luego de un rato que estaban impregnadas las piernas o las partes donde estaban las garrapatas, las raspaban con un cuchillo y así se las quitaban. Los indios que no tenían aceite, las chamuscaban aplicándose fuego. Lo que les provocaba mucho dolor al quitárselas. También nos habla de los piojos, animales pequeños e inoportunos que se criaban en la cabeza y cuerpo de los hombres. Todos los taínos tenían piojos. Estos se espulgaban unos a otros y en especial las mujeres eran las espulgadoras y todos los piojos que sacaban se los comían. Otra plaga era la de las niguas una pulga pequeñita, saltadora y amiga del polvo que se metía en los pies, dentro de la piel y formaba una bolsa tan grande como un garbanzo y se llenaba de liendres. Cuando aumentaba la generación de niguas los hombres quedaban tullidos quedando cojos y muchos de ellos perdían los dedos de los pies o el pie entero. Para sacárselas se aplicaba fuego. También para evitarlas empezaron a cubrirse los pies.
El escudo se divide en tres (3) partes: jefe o parte superior, centro y punta o parte inferior. El color verde nos enmarca como isla pero a su vez puede representar las virtudes, la esperanza y la cortesía. En su interior se encuentra un cordero sobre el libro de los siete sellos del Apocalipsis. El cordero plateado simboliza la humildad, pureza, integridad y paz y sostiene una bandera blanca con una cruz roja. La bandera significa tregua o el entendimiento para cesar la lucha. El cordero junto con la bandera es el símbolo de San Juan Bautista, nombre que originalmente se le dio a la Isla.
El borde del escudo se compone de 16 piezas: castillos que representan el Reino de Castilla, leones por el Reino de León y una bandera de castillos y leones en representación de ambos reinos unidos y la cruz de Jerusalén usada por los reyes para expulsar a los moros de la Península. Sobre el jefe se encuentra una corona que simboliza la realeza de quienes otorgan el escudo. En la parte derecha aparece la inicial "F" de Fernando el Católico y a la izquierda "Y" de Ysabel, los Reyes de España. En la punta se encuentra inscrito en latín el lema "Joannes Est Nomen Ejus" que en español quiere decir "Juan es su nombre".
Fotos:
Hasta antes del reinado de Pedro 

Hacia mediados del siglo 


Era competencia del sangrador de la Armada embarcado: 

Se crearon los departamentos marítimos como los de 


Terminaremos contaba como era una jornada sanitaria a bordo de un navío de guerra.


Después le siguió Manuel Solórzano Sánchez del Hospital Donostia de San Sebastián habló sobre “Pruebas de Exploración en Superficie Ocular II. Autorefracto y defectos, Test de Sensibilidad, Test de Shirmer y Estesiometría”. Hablé del refractómetro de Topcon KR-8800, que es un instrumento computarizado que mide objetivamente la cantidad de defecto refractivo del paciente, con gran precisión; mide además la curvatura de la córnea, el diámetro de la pupila y la distancia interpupilar. El test de sensibilidad al contraste, es la pérdida de sensibilidad siendo común en pacientes de edad avanzada. La medida de la sensibilidad al contrate, nos da información importante de cómo se desenvolverá el individuo para realizar determinadas tareas. Se recomiendan los filtros a aquellas personas que padecen sensibilidad al deslumbramiento, visión borrosa, pérdida de sensibilidad al contraste y dificultad para adaptarse a cambios bruscos de niveles de iluminación. El Test de Shirmer es una prueba clásica en el diagnóstico del ojo seco, y descrita por Schirmer en 1903. Existen varias variantes, una de las más usadas consiste en la administración de un colirio anestésico y medir los milímetros que se humedece una tira de papel filtro, colocado entre el párpado y el ojo. Y para terminar hablé sobre la estesiometría que es la medición de la sensibilidad corneal. La sensibilidad corneal se encuentra reducida en el Síndrome del ojo seco, en los portadores crónicos de lentillas, tras la cirugía Lasik, en queratoplastia y en la queratitis herpética. Quiero dar las gracias a Sabin Zubizarreta, Sandra Sáez de Arregui, Ana Carmen Blanco, Ana Ondarra, Igor Illarramendi y Santiago Ayerdi por su ayuda en este extenso trabajo.
Le siguió con la “Patología de la Conjuntiva” Consuelo Muro García del Hospital Gómez Ulla de Madrid. Comenzó su disertación que es la conjuntivitis, clasificación, síntomas y signos, exploración ocular y tratamiento. Habló de las diferencias entre las conjuntivitis bacteriana y vírica, conjuntivitis alérgica y por chlamydias. También habló sobre las conjuntivitis neonatorum y la del recién nacido. Tratamiento de las conjuntivitos y el ojo seco. Siguiendo con el Pterigión, las quemaduras y las causticaciones, térmicas y fototraumatismos. Quemaduras químicas, y para terminar habló sobre la membrana amniótica. Excelente exposición y, muy buena presentación.




