miércoles, 31 de enero de 2024

Federico Chopin y la Tisis 1838

 

Por aquel entonces la célebre novelista francesa George Sand, feminista que se enamoró perdidamente de él y de su música, vino a España en compañía del no menos ilustre compositor Federico Chopin. El motivo del viaje no podía ser más triste. Chopin, agotados ya todos los recursos de la ciencia, ponía sus esperanzas nunca muertas de tuberculoso, en el aire puro, el cielo azul, el sol ardiente que París no le podía brindar.

 

Foto 1 Federico Chopin y George Sand

 

Mas ni el sol, ni el cielo, ni el aire habían de devolver la salud a su organismo ya completamente arruinado; y esta desilusión, añadiéndose a las angustias permanentes de la enfermedad y a los mil tropiezos de la jornada, dejaron en el alma de su sensible amiga una indecible amargura y un recuerdo doloroso.

 

Por lo tanto, no tiene nada extraño en no encontrar en el relato de su triste odisea, las frases entusiastas y cariñosas para España que brotaron casi en la misma época de las plumas de Teófilo Gautier y de Víctor Hugo. En cambio, tiene para nosotros, los médicos españoles, un interés especial como se desprende de lo que voy a extractar.

 

«Al fin hemos vuelto a Francia, escribe George Sand, después del más desdichado ensayo de viaje que se puede imaginar. Tras mil dificultades y con no pocos gastos, habíamos logrado establecernos en Mallorca, isla magnífica pero inhospitalaria como el que más. Al cabo de un mes, el pobre Chopin se sentía peor. Llamamos a un médico, a dos médicos, a tres médicos…, quiénes propalaron por toda la isla la especie de que el enfermo padecía de tisis en el último periodo. ¡Terrible espanto! La tisis poco frecuente en esos parajes, tienen fama de contagiosa».

 

No olvidamos que esto pasa durante el invierno de 1838 y anotemos tres puntos importantes de la cita que antecede: Primero, la declaración, oficial o no, de la tuberculosis pulmonar por los médicos encargados de curarla; segundo, la emoción de la gente culta e inculta de Mallorca al saber la fatal noticia; tercero, la afirmación de que los médicos españoles de la época admitían la contagiosidad del mal.

 

A los ojos de George Sand, las tres cosas, sólo se explicaban por la poca cultura y los ridículos prejuicios de los habitantes. En efecto, sabía por los sabios de Viena, Londres y París, que la tisis reconocida como causas habituales la permanencia en lugares fríos y húmedos, la mala calidad o la deficiencia de la alimentación, la falta de ejercicio, el abuso de los placeres, etcétera, etcétera, sin que interviniera para nada en su etiología la vida común más o menos estrecha con los individuos dañados.

 

Foto 2 Retrato de Frédéric Chopin tocando el piano frente al príncipe Antoni Radziwill's en 1829

 

René Laënnec había vislumbrado la verdadera naturaleza de la enfermedad; pero ¿quién se acordaba de él, cuando la poderosa dialéctica de François Joseph Victor Broussais hubo avasallado todos los cerebros «que piensan» al dogma indiscutible de la inflamación?

 

En Europa, fuera de España y de los Estados Pontificios donde, según el decir irónico de François de Chateaubriand, existía para esos fines una «ley gótica», nadie se ocupaba de la profilaxis. El tísico no era temible; al contrario, rodeado de una especie de gloria enfermiza, celebrado en versos y prosa por los románticos a cuya escuela pertenecía a George Sand, atraía a sí las simpatías más atrevidas y más imprudentes en sus manifestaciones que se pueden idear.

 

Más aún; la moda que todo lo admite y todo lo impone, había decretado suprema elegancia el morir tuberculoso, desde que la tosecilla de Napoleón II habíase apagado en los salones del palacio de Schoenbrünn.

 

Para abrir los ojos a la realidad del contagio, Francia esperaba la comunicación de Jean Antoine Villemin a la Facultad de París, el 5 de diciembre de 1865; Alemania, el descubrimiento del bacilo de Koch en 1882. Pero sigamos leyendo; «El propietario de la casita que habíamos alquilado nos despidió y pretendió obrar en justicia contra nosotros, obligándonos a revocar de nuevo la casa infectada por el contagio».

 

He aquí los primeros resultados de la declaración facultativa: el saneamiento de la estancia, para el cual, si no se cumple de buen grado, la justicia intervendrá. No pretendemos justificar la prisa inhumana con que obró el susodicho propietario, pero sírvale de circunstancia atenuante la poca frecuencia de la enfermedad en el país.

 

Foto 3 Frédéric Chopin tocando el piano en el salón del príncipe Radziwil. Óleo de Hendryk Siemiradzki

 

Este carácter de insólita bastaba para qué asustados los habitantes, trataran al pobre compositor y a su acompañante con el mismo rigor con que se trataba a los leprosos en la Edad Media: Aislamiento y abandono completo del enfermo. A pesar de su mágico poder, el mismo dinero no sirvió de nada para remediar la actual situación.

 

«Nos instalamos en la Cartuja de Valldemossa entre el 15 de diciembre de 1838 al 11 de febrero de 1839, dice el documento con él, pero es imposible encontrar criados; nadie quería servir a un tísico».

 

Tampoco la amistad, la compasión, la caridad cristiana lograron sobreponerse al cruel egoísmo del miedo.

 

«La humedad de la Cartuja era tal que decidimos marcharnos a todo coste, aunque Chopin se pudiera apenas arrastrar. Pedimos un solo, primero y último favor: un coche para llevarnos a Palma donde teníamos la intención de embarcar. Este favor se nos negó, aunque nuestros amigos tuviesen carruajes y fortuna. Tuvimos que recorrer tres leguas en carretilla por malos caminos».

 

Al llegar a Palma, Chopin tuvo una hemoptisis abundantísima como para confirmar antes de su partida el fatal pronóstico de los médicos mallorquines; y al día siguiente, la desgraciada pareja se embarcó en un vapor que servía al transporte de cerdos al Barcelona.

 

Foto 4 El famoso cuadro de Delacroix con George Sand y Frédéric Chopin

 

Una vez allí, en la culta y laboriosa Ciudad Condal, la higiene ablandó algo sus rigores para con ellos y la Fonda les abrió sus puertas sin dificultad; pero no sin precauciones qué por ser más en armonía con la moral cristiana, no dejaron de tener tanta eficacia como las anteriormente tomadas. A pesar del interés que tenían los viajeros en ocultar la naturaleza del mal, se divulgó enseguida. ¿Reanudándose la hemoptisis? ¿Intervino otro médico con su correspondiente declaración?

 

El texto que tengo a la vista no lo dice; pero acaba con la significativa frase siguiente: «En el momento de dejar la fonda, el fondista nos quiso cobrar el precio de la cama donde había dormido Chopin, pretextando que se había infectado y que la policía la mandaba quemar».

 

Así vemos confirmaba la acción de las autoridades españolas de 1838 en esa lucha antituberculosa, que hoy día reanudada con bases más científicas, tiende a defender a nuestro país de los azotes de tan terrible dolencia.

 

A riesgo de abusar de la atención de mis lectores, me parece interesante recordar la notable prioridad de España en tan importante cuestión de higiene, en los mismos momentos en que la Medicina Nacional anhela la emancipación del extranjero, buscando en sí misma el fundamento de sus doctrinas y la razón de sus iniciativas.

Doctor Antonio Aparisi Serres (médico francés).

 

Foto 5 Muerte de Chopin por tuberculosis, de Félix Joseph Barrias, 1885

 

Bibliografía

1.- Un poco de Historia: Chopin. Guipúzcoa Médica. Año III. Número 22. Páginas 51 a 54. Febrero de 1918

 

Enciclopedia Wikipedia

Manuel Solórzano Sánchez. Grado en Enfermería

https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Sol%C3%B3rzano_S%C3%A1nchez

Día 20 de octubre de 2022, jueves

 

La Voz de Enfermería en la Enciclopedia Auñamendi

Primera parte

http://www.euskomedia.org/aunamendi/39190

Segunda parte

http://www.euskomedia.org/aunamendi/39190/132780

 

El legado del enfermero Manuel Solórzano. Antton Iparraguirre. Artículo del Diario Vasco de San Sebastián. Lunes, 7 de agosto de 2023

https://www.diariovasco.com/gipuzkoa/historia/legado-enfermero-manuel-solorzano-enfermeria-gipuzkoa-donostia-blog-manuel-solorzano-20230807210304-nt.html

 

Manuel Solórzano Su Legado Enfermero. Publicado el lunes día 4 de septiembre de 2023

https://enfeps.blogspot.com/2023/09/manuel-solorzano-su-legado-enfermero.html

 

Foto 6 Chopin tocando el piano durante sus últimos días de vida. El compositor tuvo una salud delicada y murió a los 39 años. Mary Evans Picture Library

 

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Premio a la Difusión y Comunicación Enfermera del Colegio de Enfermería de Gipuzkoa 2010

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Comisión de Historia de la Enfermería del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa / Gipuzkoako Erizaintza Elkargo Ofiziala

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa. Años 2019 y 2022

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020 y 31 de diciembre de 2022

masolorzano@telefonica.net

 

 

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