miércoles, 8 de marzo de 2023

DOCTOR LUIS EGAÑA MONASTERIO

 

 

Foto 1 Retrato del Doctor Don Luis Egaña Monasterio

 

EN MEMORIA DEL DR. EGAÑA

 

El fallecimiento de Don Luis Egaña ha dado lugar a que se exteriorizase, una vez más, el cariño que se le tenía por sus excepcionales condiciones personales y el enorme prestigio profesional, adquirido por su intensa labor científica e intachable comportamiento con sus compañeros. La Academia Médico Quirúrgica de Guipúzcoa, queriendo honrar a su ex Presidente, celebró una sesión necrológica el día 17 de noviembre de 1928, en la que pronunciaron los señores doctores José Beguiristain, Luis Alzúa, Fernando Asuero y Tomás Peset, los discursos que a continuación reproducimos:

 

Compañero solitario de la trinca formada por el inolvidable doctor Modesto Huici, tócame ahora, por triste suerte, dedicar un cariñoso homenaje a la memoria de otro compañero, mi querido mi amigo Luis Egaña.

 

Nacido en Bermeo (Bizkaia), pasó su niñez en la villa pescadora: cursó en Bergara el bachillerato; quiso ser médico, yendo a Zaragoza primero, donde cursó solamente algunas asignaturas, para después trasladarse a Madrid, donde estudió el resto de su carrera. En la Universidad fue muy querido por sus profesores, en particular del doctor Guedea, quién sentía por él particular afección y con quién, puede decirse, empezó a formarse su espíritu de cirujano.

 

Ya en posesión de su título de Licenciado en Medicina y Cirugía, volvió a San Sebastián, donde vivía con sus paternales parientes los señores de Azqueta, como su hermano don Félix Egaña, también médico, huérfanos en temprana edad.

 

Desde joven, demostró sus bellas cualidades de carácter, su camaradería; era socio de Clubs; practicaba con fruición y entusiasmo los deportes más variados, en los que sobresalía por su destreza; ganó algún campeonato de remo, como Driver, en el automóvil, fue también de los primeros: quizá este abuso de ejercicio fuera parte de su enfermedad en la columna vertebral que contrajo, que lo dejó maltrecho durante algún tiempo, imposibilitado para andar, con agudos dolores, clavado a la cama.

 

Estaba yo a la sazón en París, cuando llegó acompañado de su entrañable hermano Félix; recuerdo su arribo y estancia en París: escuálido, rígido; pero, a pesar de todo, manteniéndose bravamente, haciendo frente a los sufrimientos con una entereza, de la cual dio pruebas patentes en su larga peregrinación de enfermo.

 

En Suiza, estuvo al sol, encerrado herméticamente en corsés; aburrido, dijo un día: “Yo no tengo nada de lo que dicen; tomó una pócima, echó al diablo los trastos ortopédicos y se puso sano y fuerte”. Le faltó tiempo para venir a San Sebastián, donde comenzó a trabajar al lado del doctor Hilario Gaiztarro, protocirujano de Guipúzcoa, en el Hospital Civil San Antonio Abad (2) y en la Clínica Operatoria del Doctor Egaña (3), posteriormente llamada Clínica Nuestra Señora de las Mercedes (3) que más tarde fundara; trabajó mucho: y se hizo cirujano.

 

Poco más tarde, formábamos, con el doctor Modesto Huici, la trinca de médicos de guardia del Hospital Civil; mi íntimo y querido amigo doctor Luis Alzúa, como decano, compartía con nosotros la pesada tarea; en este periodo su labor de cirujano se intensifica; en comunidad con Modesto Huici, implantó la Segunda Clínica Quirúrgica de Ategorrieta San Ignacio (4). A la muerte del doctor Hilario Gaiztarro, comparte con Modesto Huici la jefatura de cirugía del Hospital Civil, donde con una constancia y ejemplaridad notable, cumple con sus deberes del cirujano, desarrollando una labor grande y fecunda; su fama de cirujano se arraiga.

 

Foto 2 Villa Ferminatxo. Clínica de las Mercedes

 

Poco después, ocurre la muerte inolvidable doctor Modesto Huici; entonces pasa a ocupar el cargo de Director del Hospital Civil y de Director del Sanatorio de la Cruz Roja (5), gozando de la consideración y alta estima de nuestra amada Soberana la Reina Doña María Cristina. La labor que por entonces desarrolla, es abrumadora, multiplicándose con una impaciencia febril, de que daba muestras, acudiendo a todas partes con amigable solicitud.

 

En esta época su salud comienza a declinar visiblemente; sufría de cólicos nefríticos que se repetían harto frecuentemente. Sin embargo, no hace caso; apenas se calmara el acceso, vuelve con más afán a su trabajo.

 

Contrae matrimonio con la distinguida e inteligente señorita bonaerense doña Elvira Morea, hija de ricos hacendados, oriundos de este país.

 

Últimamente concentra toda su actividad en la construcción de su Clínica Quirúrgica, modelo por su confort, elegancia, buen gusto, y en la de su agradable mansión, donde pasó los últimos años de su vida.

 

Fue, Presidente de la Academia Quirúrgica de Guipúzcoa, condecorado con la Gran Cruz de Isabel la Católica, con el título de excelencia.

 

La constante agitación, el penoso trabajo, la vida de Sociedad con las atenciones más variados y múltiples, agotan su organismo; a pesar de los celosos cuidados de su familia, el mal se hace irreparable: y, tras un calvario de sufrimientos, con entereza sin igual soportados, que dura dos años, se extingue su vida.

 

Como cirujano, admiramos en él, la técnica impecable, la destreza operatoria, la limpieza meticulosa; muchos enfermos sanados, le bendicen.

 

Como hombre, fue leal, recto, caballero. Como amigo, entrañable, cariñoso, solícito y acogedor. Su memoria, perdurará en nosotros (1).

Dr. José Beguiristain Gorriti

 

Foto 3 Postal del Hospital Civil o Hospital de San Antonio Abad en San Sebastián

 

Si los que en amigable consorcio hemos pasado ratos agradables y desagradables en la ingrata tarea de servir a la humanidad doliente, a nadie debe extrañar que a la hora tristísima de las alabanzas, dedique un recuerdo cariñoso al amigo del alma, que juntamente con el malogrado Modesto Huici y el íntimo entre los íntimos Pepe Beguiristain, formamos aquel cuarteto de médicos de guardia del Hospital Civil de San Sebastián, allá por los años de 1899 a 1903.

 

Y que el cuarteto sonaba maravilla y el servicio hospitalario marchaba viento en popa, díganlo la Ilustrísima Junta de Patronato y díganlo los pobres de la antigua Casa de Misericordia, a quienes por turno riguroso teníamos obligación de visitar.

 

¡Qué recuerdos más agradables nos procura a mi mente aquella mesa de médico de guardia junto al despacho del señor Director; allí, el cuarteto tenía su reuniones matinales: ¡Cuanta oportuna anécdota, cuánta alegría, qué derroche de buen humor, compartido con los jóvenes estudiantes que acudían a la visita!

 

Todo se acabó. Primero se fue Modesto Huici: hace días lo hizo mi tocayo Luis. Se fueron ambos, jóvenes, inteligentes, decididos, cuando más podía la humanidad esperar de sus servicios y quedo yo en el ocaso de la vida para dar fe de que el mundo es así y que los destinos del altísimo son indescifrables. ¡Pobre Egaña! Se fue para no volver, dejando un vacío inmenso entre sus compañeros, pues Luis Egaña era por naturaleza tan fino, tan excesivamente amable, que no parece sino que su preocupación constante era la de servir a sus amigos, para lo cual siempre se hallaba dispuesto.

 

Foto 4 Grupo de enfermeras y médicos en el patio del Hospital Civil “San Antonio Abad” de San Sebastián

 

Y no es que sus compañeros carecieran de un fondo excelente, no; pues en aquellos hospitalarios tiempos de los Celaya, Gaiztarro y el célebre cuarteto, no había jefes.

 

Por su categoría o antigüedad cada cual ocupaba su rango en el Hospital Civil, pero fuera de servicio todos éramos uno, y si no que lo diga el amigo Beguiristain, que es el único representante en activo de aquellos inolvidables días; director en la actualidad, por derecho de antigüedad, de aquel establecimiento benéfico.

 

Y ejemplo de aquella unión eran aquellos banquetes fraternales con que por riguroso turno nos obsequiábamos mutuamente el día del Santo respectivo o dentro de su octava, que venía a ser lo mismo.

 

Como durante mis primeros 19 años de vida hospitalaria mi guardia en la casa grande y casi permanente, me era permitido en mi turno obsequiar a mis compañeros en la inmediata falda de Ulía, a 200 metros aproximadamente de su muro posterior y bajo un enorme paraguas, obra maestra de mi cuñado Carril.

 

Formaba también parte del grupo, mi íntimo amigo Ricardo Muñagorri, que, como todos, hacía honor a la mesa.

 

La cocina se confeccionaba en mi casa y mis hijas y criadas procuraban servirnos bien y pronto para satisfacer el gurmandismo de la agrupación, y a la hora del café, ante aquel paisaje delicioso y mientras se saboreaba una exquisita breva (puro), todo se volvían plácemes para la cocinera y sus auxiliares, a las que había que hacerles un presente que, nunca llegaba, ni maldita la falta que hacía, pues el orgullo mayor del anfitrión era, el que la clientela quedará satisfecho.

 

He escrito que nunca llegaba y no es exacto.

 

Hubo una excepción, obra precisamente de Luis Egaña, qué siguiendo su modo de ser habitual, obsequió a mis chicas con una bombonera llena de dulces y de caramelos que aún se conservan en mi comedor. ¡Siempre tan fino y tan atento!

 

Hay que desengañarse, el hombre nace, se educa y se desenvuelve dentro de un ambiente propio que crea su personalidad, y la personalidad de Luis Egaña descuella en toda su vida médico social como la de un ser cariñoso y amable, lo mismo para el pobre que para él rico.

 

Egaña no ha tenido enemigos; es más, no pudo tenerlos, pues su corrección extrema y su comportamiento noble han sido la norma de su corta y gloriosa vida. Egaña, como cirujano, no soy yo el cargado de juzgarlo; otros, con más motivo, podrán tal vez ocuparse de ello.

 

Pero si en la brega ingrata del servicio hospitalario, nos conocíamos unos a otros, el que siguió paso a paso las enseñanzas del malogrado Hilario Gaiztarro, que fue el creador de la cirugía en Guipúzcoa, debía sacar jugo provechoso a sus enseñanzas, y a su lado, y en calidad de ayudante, sirvió años y años antes de ser médico de guardia del Hospital Civil, siendo una verdadera notabilidad operando hernias, con una pulcritud y delicadeza tan extremadas, que dudo que puedan existir estadísticas tan brillantes como la del Hospital Civil San Antonio, de esta ciudad.

 

Descanse en paz el que fue nuestro compañero.

 

Parecía predestinado a ese fin prematuro.

 

Foto 5 Doctor Luis Alzúa Carril

 

Aún recuerdo aquel día, qué encontrándonos varios amigos en la inolvidable salita del médico de guardia, se acercó a mí con estas palabras: “A ver, especialista de pecho, palpe aquí” y señalaba su región axilar, y, en efecto, sobre su fina ropa interior, percibía mi mano un roce pleurítico tipo, y los médicos saben bien lo que significa un roce pleural en una persona joven.

 

Aquel era el toque de alarma del que no hizo caso, pues como nunca fue aprensivo, más bien gasto en una vida activa y en un trabajo ímprobo sus algo mermadas facultades físicas y a pesar de no haberle faltado los exquisitos cuidados de su adorable esposa, ni los que en todo el tiempo le prodigaron su inteligente hermano Félix, murió sufriendo con entereza los progresos de su traidora dolencia, dando un ejemplo de valor sublime, pues conociendo su fin próximo, tuvo el rasgo heroico de despedirse de sus íntimos, antes de emprender su último viaje en el que tarde o temprano todos tenemos que hacer, dejando en amargo llanto a su idolatrada esposa y en el mayor desconsuelo a su hermano, parientes y amigos. Dios en su infinita bondad le haya concedido el premio al que sus sufrimientos materiales y morales, le hicieron acreedor.

Dr. Luis Alzúa Carril

 

Foto 6 La Reina María Cristina visitando la Clínica Nuestra Señora de las Mercedes en San Sebastián junto a su personal en el quirófano y con el doctor Luis Egaña Monasterio, propietario de la Clínica Nuestra Señora de las Mercedes en la Avenida de Navarra de San Sebastián. 1923

 

Las presentes cuartillas han sido escritas despacio, porque brotando de muy adentro los sentimientos que las inspiran, era largo el camino que tenían que recorrer hasta llegar a mi torpe pluma. El cariño exclusivamente las dicta. Lo demás importa poco.

 

¿Visteis los funerales de Luis? Pues no hay que añadir una palabra más. Aquello fue el epílogo de la vida de un hombre bueno: todo el mundo estaba de pésame. En nada se parecía a las verbenas imponentes manifestaciones de duelo en las que la gente ríe y gesticula. Ambiente de respeto, cariño sincero se reflejaba en los semblantes de los infinitos concurrentes, absolutamente de todas las clases sociales: desde el representante palaciego, encargado de testimoniar el sentir augusto de las reales personas que tanto le distinguieron en vida, hasta el inválido menestral que pronunciaba su nombre con fervoroso agradecimiento. El corazón no entiende de jerarquías; y las lágrimas, que son las grandes niveladoras, no son patrimonio exclusivo de nadie.

 

¡Qué vamos a hablar del Maestro que durante tantos años puso al servicio de la Ciencia el caudal de su fantástico espíritu! «Pero, Luis: ¿no comprendes que no puedes vivir así? Vente conmigo a pasar una temporada a la Rioja, y regresaras como nuevo». «Déjame, Pistón, que si trabajo con usura es porque en breve no podré hacerlo». Y al verle trabajar y trabajar, me parecía tener delante la imagen del admirable doctor que Paul Bourget convierte, en protagonista de una de sus más bellas páginas literarias.

 

Foto 7 Capilla de la Clínica Nuestra Señora de las Mercedes

 

Dejemos la Ciencia a un lado. Vi en la iglesia al párroco de una modesta aldea guipuzcoana; y recordaba, recordada…

 

«Doctor, dígame sus honorarios, los cuales nunca pagarán lo que por mí ha hecho». Luis, temperamento exquisito, no queriendo manifestar la emoción que las sencillas palabras del cura le producían, se engallaba y preguntaba con voz seca: «Qué categoría tiene usted Padre?». «Soy el párroco». «¿De cuántas almas consta su feligresía?». «De doscientas cincuenta». «Pues, entonces, señor Párroco, usted es un cura pobre de subsidios y de sobra me paga recordándome en sus oraciones». Puedo certificar que este digno párroco saldó su cuenta.

 

¿Cómo reparar la pérdida del compañero que tan exacta idea se formó de la ética profesional? Si queremos que nuestra profesión recobre el prestigio inmaculado que siempre debió conservar, recordémosle con frecuencia sus compañeros, y pronto lo lograremos. ¡Qué decir de la inagotable bondad y cariño que derrochó toda su vida! Todos recordaban sucedidos, cuyo estribillo final era obligado: la verdad que a nosotros nos tenía un afecto especial. Y en efecto, especial era el ángel que ponía, tanto en el ejercicio de su profesión como en todos los actos de su vida. Quien esto escribe, podría hablar del consuelo que Luis le prodigó en momentos bien amargos. Me parece que todavía he de oír su voz cuando me mandaba con la Hermana el consabido recadito: «Dígale al doctor Fernando Asuero que estoy harto de sus voces y venga inmediatamente». Iba, pasaba el nublado, y mi cariño hacia él aumentaba. En fin, dentro de algún tiempo, ya no habrá necesidad tampoco de mandarme callar a mí (1).

 

Foto 8 Doctor Fernando Asuero Sáenz de Cenzano en las escaleras de la “Clínica de Leremboure” (6) de San Sebastián, 1929

 

Le vi en la capilla de la Clínica, de aquella Clínica de Nuestra Señora de las Mercedes (3) donde volcó por entero su manera de ser, exquisita y señorial. La máscara de la muerte, que no respeta las facciones de la más clásica belleza y cuya contemplación conmueve los ánimos más esforzados, convirtiendo en grandes santos a empedernidos pecadores, no pudo, o se atrevió, a modificar la armonía de aquellas manos consagradas por el trabajo de enjugar tanta lágrima y que inmóviles están ya para siempre. ¡Qué cosa más absurda es la vida! ¡Por qué la hemos de dar tanta importancia! Procedamos durante la misma como Luis, y el episodio final no debe hacernos estremecer lo más mínimo. «Sicut vitae finis ita».

Dr. Fernando Asuero Sáenz de Cenzano

 

Sinceramente creo que soy el menos indicado para clausurar esta sesión necrológica en memoria de nuestro malogrado compañero, el Doctor Luis Egaña, pero una vez más, el cargo que inmerecidamente me otorgasteis, me obliga a ello; y, como muchos, soy hombre que no rehuyó el cumplimiento de mis deberes por tristes y penosos que sean, como ocurre en el caso presente.

 

Decía yo en mi modesto discurso de apertura, hace escasamente un mes, que existen varios puntos negros odiados de la humanidad, que con razón preocupan a la abnegaba clase médica y ninguno mejor que el caso de nuestro querido amigo, el doctor don Luis Egaña, para poner de relieve esta abnegación que, sin ostentación pública, manifiesta, adorna y enaltece la figura de muchos médicos.

 

Foto 9 Nueva Clínica Operatoria del Doctor Luis Egaña. Nuestra Señora de las Mercedes, en la que hoy es la Avenida de Navarra, San Sebastián. Antes de que se hiciese la carretera que la dividiría en dos partes, desapareciendo posteriormente la parte de adelante donde estaban los jardines

 

Todos sabíamos que desde hacía bastantes años, nuestro desgraciado compañero, era una de las innumerables víctimas elegidas por la tan temible plaga social, cuyo nombre da miedo sólo con pronunciarlo, la “tuberculosis”; y, sin embargo, entusiasta de su profesión y deseoso solo de hacer bien a la humanidad afligida, desatendió su propia vida en holocausto de la del prójimo, a pesar de que su misma profesión le imposibilitaba a creer en erróneos pronósticos, que como paliativo moral, hacemos a tales enfermos cumpliendo un deber de humanidad.

 

Foto 10 Doctor Luis Egaña Monasterio. Gymkhana celebrada en Ondarreta

 

El no pudo sembrarse de rosas el camino del sepulcro, ya que sabía que el bacilo rara vez perdona; y, aun así, tuvo la suficiente entereza de ánimo para continuar haciendo bien a sus semejantes, sin pararse a pensar que las rosas sembradas por él para otros, eran sólo espinas para sí mismo (1).

 

No intentaré ponernos de relieve la personalidad científica de nuestro llorado amigo, ya que, mucho mejor que yo pudiera hacerlo, y lo han hecho los compañeros que me han precedido en el uso de la palabra; sólo quiero recordaros su personalidad social, que con tan gran respetuoso agradecimiento recuerdan hoy, muchos de los que disfrutaron de sus constantes beneficios. Hizo mucho bien a sus semejantes, y en especial, prodigó su sabiduría en favor del pobre enfermo. ¡Dígalo si no sus actuaciones continuadas al frente del Hospital Civil y de la Cruz Roja a más de las numerosas actuaciones en su práctica privada, que le llevó a atender con el mismo entusiasmo y hasta con mayor solicitud, si cabe, al necesitado que al pudiente!

 

Foto 11 Llegada de la Reina María Cristina y su séquito en las escaleras de entrada a la Clínica, junto a los médicos y el capellán. Clínica Nuestra Señora de las Mercedes en la Avenida de Navarra de San Sebastián. 1923

 

Vascongado de nacimiento y guipuzcoano desde su niñez, acreditó ambas cunas con su bondad y nobleza como el mejor de sus coterráneos, y, llevado de carácter emprendedor que tanto honra, a la raza vasca, llegó a ser fundador de su propia Clínica de Nuestra Señora de las Mercedes (3), una de las mejores de Europa a decir de eminentes cirujanos que honraron en distintas ocasiones.

 

El doctor Luis Egaña, como hombre en sociedad, todos sabemos que fue en vida el prototipo de hombre honrado, afable, cariñoso, educado, sociable, en una palabra, el hombre querido por todos y qué por su conducta intachable, nunca se hizo acreedor a tener ni un solo enemigo.

 

No quiero terminar sin poner de relieve su eficaz actuación como Presidente de esta Academia Médico-Quirúrgica, en el curso de 1918 a 1919 con la que contribuyó a mantener y acrecentar la marcha triunfal de esta institución.

 

Para terminar, y después de unirme al sentimiento unánime de la clase médica guipuzcoana a la que me considero honrado perteneciendo, os diré que ¡dichoso mil veces nuestro querido amigo el doctor Luis Egaña que, aunque joven todavía, deja esta vida de constantes ingratitudes y sufrimientos con la satisfacción de haberse excedido en el cumplimiento de su deber para con el prójimo y con el triste consuelo para los suyos de que, todos los que tuvimos la fortuna de tratarle, al recordarle, digamos apenados: Fue un hombre bueno para todos, que la debió morir nunca! (1).

Dr. Tomás Peset Aleixandre

 

Foto 12 La Reina María Cristina en el quirófano con el doctor Luis Egaña Monasterio, propietario de la Clínica Nuestra Señora de las Mercedes en la Avenida de Navarra de San Sebastián. 1923

 

DOCTOR LUIS EGAÑA MONASTERIO

 

Presidente de la Academia Médico Quirúrgica de Guipúzcoa entre los años 1922 y 1923

 

Cirujano vasco nacido en Bermeo y que muere en San Sebastián en 1928, víctima de un proceso tuberculoso. Hizo los estudios de bachillerato en Vergara y la licenciatura de medicina primero en Zaragoza para concluirlos en Madrid. La actividad profesional la desarrolla en San Sebastián, en un primer tiempo bajo la dirección del doctor Hilario Gaiztarro Ponte, en el Hospital Civil San Antonio Abad ingresando como médico de guardia y sucede al Dr. Gaiztarro en la jefatura de la Sala de Cirugía. Al fallecer el doctor Modesto Huici es nombrado director del Hospital Civil San Antonio Abad o de Manteo en 1919; igual cargo iba a desempeñar en el Hospital de la Cruz Roja (5). Con el doctor Modesto Huici funda la Clínica Nuestra Señora de las Mercedes (3) en la Avenida de Navarra de San Sebastián (7).

 

Gustó de practicar diversos deportes destacando su destreza en el remo y las carreras de automóviles. A su muerte la Academia le dedicó un homenaje, en el que participaron compañeros suyos como los doctores José Beguiristain, Luis Alzúa, Fernando Asuero y Tomás Peset: de Egaña dijo Beguiristain: “Como cirujano, admirábamos en él la técnica impecable, la destreza operatoria, la limpieza meticulosa…; como hombre fue leal, recto y caballero; como amigo entrañable, cariñoso, solicitó y acogedor” (7).

 

Foto 13 En la “Villa Ferminatxo” hoy Villa Sacramento. En la tarde del pasado domingo 12 de enero de 1913, celebróse con gran brillantez la inauguración de la Nueva Clínica Operatoria que, bajo el patronato de Nuestra Señora de las Mercedes han inaugurado en el paseo de Ategorrieta, de esta ciudad de San Sebastián, los distinguidos cirujanos del Hospital Civil, señores Luis Egaña (1) y Modesto Huici (2) a los que, con un grupo de invitados al acto, se ve en nuestra fotografía. Foto Villarreal y Amado

 

 

Foto 14 Doctores Modesto Huici y Luis Egaña, con las Hermanas Religiosas de la Providencia en la Clínica Nuestra Señora de las Mercedes

 

Bibliografía

1.- Guipúzcoa Médica. Año XIII. Número 150. Páginas 79 a 86. Noviembre de 1928

 

2.- Hospital Civil o de San Antonio Abad o de Manteo. 1960. Su cierre. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el lunes días 5 de julio de 2021

https://enfeps.blogspot.com/2021/07/hospital-san-antonio-abad-o-de-manteo.html

 

3.- Clínica Nuestra Señora de las Mercedes. Clínica Operatoria del Doctor Luis Egaña. Ategorrieta. Posteriormente en la Avenida de Navarra de San Sebastián. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el día 15 de noviembre de 2021

https://enfeps.blogspot.com/2021/11/clinica-nuestra-senora-de-las-mercedes.html

 

4.- Clínica San Ignacio. Ategorrieta. San Sebastián. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el lunes día 3 de abril de 2017

http://enfeps.blogspot.com.es/2017/04/clinica-san-ignacio-ategorrieta-san.html

 

4.- Nueva Clínica Operatoria San Ignacio 1906. Manuel Solórzano Sánchez. . Publicado el martes día 30 de noviembre de 2021

https://enfeps.blogspot.com/2021/11/nueva-clinica-operatoria-san-ignacio.html

 

5.- Hospital María Cristina de San Sebastián. Escuela de Damas Enfermeras de la Cruz Roja de San Sebastián. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el sábado día 18 de febrero de 2017

http://enfeps.blogspot.com.es/2017/02/hospital-maria-cristina-de-san-sebastian.html

 

6.- Clínica del Doctor Leremboure 1911. Clínica Médico-Quirúrgica de Falange Española y de las J.O.N.S. de San Sebastián 1937. Clínica del Doctor Julián Jaén Ureta 1941. Clínica del Perpetuo Socorro 1951. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el miércoles día 22 de septiembre de 2021

https://enfeps.blogspot.com/2021/09/clinica-del-doctor-leremboure-1911.html

 

7.- Don Luis Egaña Monasterio. Libro Cien Años de Medicina en Guipúzcoa 1899 – 1999. José María Urkia Etxabe. Depósito Legal: SS-473/1999. Páginas 118 y 119

 

Foto 15 Clínica Nuestra Señora de las Mercedes. Aparato Digestivo. San Sebastián

 

Enciclopedia Wikipedia

Manuel Solórzano Sánchez. Grado en Enfermería

Manuel Solórzano Sánchez - Wikipedia, la enciclopedia libre

https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Sol%C3%B3rzano_S%C3%A1nchez

Jueves, día 20 de octubre de 2022

 

Entziklopedia en Euskera

https://eu.wikipedia.org/wiki/Manuel_Sol%C3%B3rzano_S%C3%A1nchez#Ibilbidea

Jueves, día 27 de octubre de 2022

 

Foto 16 Libro Clínica Nuestra Señora de las Mercedes. Manuel Solórzano Sánchez. Julio 2014

 

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Premio a la Difusión y Comunicación Enfermera del Colegio de Enfermería de Gipuzkoa 2010

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa. Años 2019 y 2022

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020

Sello de Correos. 31 de diciembre de 2022

masolorzano@telefonica.net

 

 

 

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