miércoles, 8 de febrero de 2023

ENFERMERAS EN EL HOLOCAUSTO

 

La palabra “Historia” según la Real Academia Española es el conjunto de los sucesos o hechos políticos, sociales, económicos, culturales, etc., de un pueblo o de una nación.

 

Foto 1 Mujeres y niños judíos, parados en el andén del tren en Auschwitz-Birkenau, Polonia, 27 de mayo de 1944. Museo de Memoria del Holocausto/Yad Vashem

 

El Holocausto fue la persecución y el asesinato sistemático de aproximadamente seis millones de judíos europeos, organizado y auspiciado por el régimen alemán nazi y sus colaboradores (1).

 

La era del Holocausto comenzó en 1933, cuando Adolf Hitler y el Partido Nazi llegaron al poder en Alemania elegido democráticamente. Terminó en 1945, cuando las potencias aliadas derrotaron a la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. El Holocausto también se denomina a veces “Shoah”, palabra hebrea que significa “catástrofe” (1).

 

Los nazis acusaban falsamente a los judíos de ser los causantes de los problemas sociales, económicos, políticos y culturales de Alemania. En particular, los culpaban de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918). Algunos alemanes se mostraron receptivos a estas afirmaciones nazis. La ira por la derrota en la guerra, y las crisis económicas y políticas que le siguieron, contribuyeron a aumentar el antisemitismo en la sociedad alemana. La inestabilidad de Alemania durante la República de Weimar (1918 - 1933), el temor al comunismo y las crisis económicas de la Gran Depresión también hicieron que muchos alemanes se mostraran más abiertos a las ideas nazis, entre ellas el antisemitismo (1).

 

Como en otras sociedades europeas, a partir del siglo XIX, la formación de enfermeras estuvo regida por la iglesia católica y protestante (2).

 

Foto 2 Mujeres portando la estrella amarilla (estrella de David o sello de Salomón) que las señalaba como judías, Viena, Austria, 1941. Museo de Memoria del Holocausto/Yad Vashem

 

La Escuela de Enfermeras del Gueto de Varsovia

Al mismo tiempo que las enfermeras nazis se formaban como nueva estructura y denominación, la enfermería dentro del pueblo judío intentaba mantener su esencia y aportación bajo unas condiciones extremas (2).

 

La Escuela de Enfermeras del Gueto de Varsovia, dirigida por Luba Bielicka-Blum (1906 - 1973) antes y durante el establecimiento del gueto. Esta Escuela, que formaba a enfermeras judías, contaba desde que se fundó en 1923 con un programa docente basado en el de la Escuela de Enfermeras de la Universidad de Nueva York. Dentro del mismo había clases teóricas (laboratorio, conferencias, demostraciones prácticas, etc.) y prácticas clínicas, con duración de 28 semanas aproximadamente.

 

La Escuela tuvo que trasladarse con la creación del gueto, pero a pesar de las condiciones del nuevo lugar, intentaba mantener la calidad de su enseñanza. Pronto se convirtió en un medio de vida, los padres de las jóvenes y adolescentes del gueto intentaban que sus hijas ingresaran en la Escuela de Enfermeras para tener una pequeña oportunidad de sobrevivir a la inanición, trabajos forzosos, enfermedades y deportaciones. A pesar de ello, cada vez se fue reduciendo el número de estudiantes (2).

 

La duración del curso se redujo a un año, y las prácticas se realizaban en el quirófano del hospital del gueto, la unidad de enfermedades infecciosas o en centros de refugiados, atendiendo a madres e hijos. Las estudiantes de enfermera vestían uniforme blanco y rosa, delantal blanco y una capa azul marino (2).

 

La directora tenía la responsabilidad, cuando empezaron las deportaciones a Treblinka, de dar el nombre de algunas estudiantes para cumplir el cupo diario de deportaciones. Antes de que llegaran los nazis al hospital en busca de personas que deportar, algunas de estas estudiantes de enfermera administraban inyecciones letales a los enfermos para evitar que se los llevaran.

 

Foto 3 Enfermeras de la Cruz Roja Alemana reunidas en Berlín para su toma de juramento

 

Se preguntan por qué los alemanes permitieron mantener abierta esta Escuela de Enfermeras, mientras la de medicina fue clausurada. Los autores apuntan tres razones posibles: que no fuera considerada como una profesión, y por tanto, no era fuente de ciencia/inteligencia; por cuestión de género, la enfermería era predominantemente femenina y las mujeres eran consideradas inferiores y, por último, para asegurar la salud de los trabajadores durante las epidemias, por los innumerables enfermos de tifus o tuberculosis.

 

Aunque la motivación de las jóvenes para formarse como enfermeras en esta etapa de la Escuela fuera la de salvar su propia vida, no se deben infravalorar los Cuidados que aportaron, que indudablemente ayudaron a muchísimas personas.

 

Foto 4 Presos judíos supervivientes de Auschwitz: Hombres, mujeres y niños

 

Campos de Concentración y de Exterminio

En este ámbito se debe diferenciar dos tipos de enfermeras: primero, aquellas que acudían asalariadas por las SS y, por tanto, afines a las políticas sanitarias nazis; segundo, las prisioneras, que además eran enfermeras y en muchas ocasiones se las ofrecía desempeñar su profesión en el propio campo. Ya que en los campos no se requería acreditación para el desempeño de ninguna profesión, en muchos casos se llevaba a cabo por personal no cualificado (2).

 

Hay abundante documentación sobre el papel de las enfermeras en el campo de concentración de Ravensbrück, gracias a los juicios celebrados tras la finalización de la guerra. Este campo comenzó a funcionar en 1939 y fue mayoritariamente de mujeres.

 

Según se recoge la definición de las enfermeras de las SS, aportada por una prisionera en el campo de concentración que nos decía que: «pudo comprobar que las enfermeras alemanas nunca habían desempeñado realmente ninguna actividad profesional; miraban la miseria de los enfermos con la mayor indiferencia e incluso sarcasmo y nunca hicieron ningún esfuerzo por ayudarles, aunque les fuera posible».

 

En 1945, llegó a haber en total nueve enfermerías en el campo de concentración, las cuales alojaban alrededor de 3.000 enfermos; se podía ver a cuatro o cinco enfermos compartiendo varias camas, y más de 50 morían cada día (2).

 

La prisionera Sylvia Salvesan relata cómo era la enfermería: Esto es terrible. Te hablo de la habitación donde estaban las mujeres con heridas profundas. El olor era horrible porque las vendas solo se cambiaban dos veces por semana. Naturalmente, consistían solamente en un envuelto que ya se había deslizado el primer día. Todas las heridas estaban sépticas; todo se hacía sobre la cama. En la sala de enfermedades infecciosas era diez veces peor. El suelo estaba cubierto de personas enfermas y no había más que un retrete para todos.

 

Foto 5 Irena Sendler, el Ángel del Gueto de Varsovia (3). Luba Bielicka Blum y Abrasza Blum el día de su boda

 

Una prisionera enfermera y de nacionalidad alemana, también describió el horror: «había tablas en vez de camas (…) las condiciones higiénicas eran terribles y no existían. Con frecuencia no teníamos agua, no había servicios, solo letrinas (…). Todos teníamos diarrea y nadie podría ayudarnos a ir a la letrina (…)».

 

El alto porcentaje de embarazos en este campo, pudo deberse a que las prisioneras, además de ser forzadas a trabajar para compañías como Siemens o Daimler-Benz, eran obligadas a trabajar en burdeles de los campos de concentración masculinos. Se estima que 90.000 mujeres y niños murieron en Ravensbrück (2).

 

También manifiesta Brush, que la diferencia entre los distintos campos de concentración y de exterminio marcó cambios entre el significado y la aplicación de los Cuidados enfermeros. Define la situación de las enfermeras del campo de concentración de Theresienstadt (hoy en la actual República Checa) como: «un dramático ejemplo de resiliencia en la línea del deber». Este campo, además de ser un lugar de paso en la deportación a otros campos, era considerado un gueto: poseía alguna tienda, actividades culturales a diario, las familias y amigos podían estar juntos y vestían su propia ropa (2).

 

En el artículo de Barbara Brush (2004), se cuenta la historia de las enfermeras de este campo, centrándose en Resi Weglein, que decidió formar un «Hospital» junto con otra enfermera, debido a la gran cantidad de enfermos que había en el campo. Allí trabajaron entre 18 y 20 horas diarias, lo cual, lejos de considerarse algo negativo, le previno a ella y otras mujeres de desesperarse ante la situación vivida, ser excluidas de las listas de deportados a Auschwitz y de realizar trabajos forzosos al aire libre. Entre sus tareas estaba la de llevar comida y agua a aquellos que no podían hacerlo por sí mismos (2).

 

Foto 6 Brazaletes que tenían que llevar los médicos y las enfermeras judías en los ghetos de Varsovia. Jüdischer Arzt = médico judío. Judische Krankenschwester = Enfermera judía. Foto tomada por Manuel Solórzano en el Museo del Holocausto de Jerusalén. 3 de febrero de 2023

 

Muchas mujeres sin formación previa, que pudieron elegir la enfermería como profesión a desempeñar, se encargaban de lavar la ropa de los enfermos, alimentarlos, bañarlos, limpiar el hospital, deshacerse de la orina y las heces, etc. Weglein agradece haber vivido esta experiencia y pasar por ese sufrimiento, lo cual hizo que desarrollara una mayor empatía por los enfermos, aceptando su miseria, sufrimiento y enfermedad. En Theresienstadt, las mujeres que desempeñaron tareas enfermeras, agradecen haber encontrado esta forma de supervivencia que las enriqueció, y a su vez, ayudó a que otros prisioneros mejoraran su estado de salud (2).

 

Dobrowolska, Hoch, Jabkowska-Sochańska, Benedict y Shields (2011) cuentan la historia de dos enfermeras polacas que fueron prisioneras de campos de concentración y, a su vez, ejercieron la profesión enfermera. Wanda Ossowska, fue prisionera en, al menos, tres campos. Narra cómo ayudaba en la barraca a lavar a los enfermos, les peinaba, les daba de comer, lavaba su ropa y la secaba, y se las entregaba; y retiraba el cubo con los excrementos. Además, durante su trabajo enfermero en el hospital del campo, robaba vacunas y las administraba a los demás prisioneros.

 

Foto 7 Enfermeras alemanas saludando a Adolf Hitler

 

La segunda historia narrada por Dobrowolska et al. (2011), pertenece a Stanislawa Leszczyńska, de profesión matrona. Trabajó como tal en Auschwitz-Birkenau y se negó a ahogar a los bebés tras el nacimiento, como estaba obligada. Atendió día y noche una media de cuatro partos diarios, ayudando a traer al mundo alrededor de 3.000 bebés entre 1943 y 1945.

 

De todos estos, se conoce que sobrevivieron en el campo alrededor de 30, y 500 fueron enviados a Alemania, por sus rasgos arios, para ser criados en familias alemanas. Stanislawa se las ingenió para tatuar en la axila de estos pequeños un número con el fin de poder reunirlos con sus verdaderas familias una vez terminada la guerra (2).

 

Movimientos de Resistencia

Las autoras, también nos dan a conocer el papel de las enfermeras polacas de la Resistencia. Entre las labores más destacadas de estas cuidadoras estaban: la formación en primeros auxilios del personal para las necesidades de las tropas partisanas, suministros de vendajes, ropas, medicinas e instrumentos quirúrgicos. Otras trabajaron en el frente, atendiendo las heridas de los soldados. También prestaron atención a las familias de los arrestados, recolectaban dinero, ropa y comida para los prisioneros en los campos de concentración, se colocaban en las estaciones de ferrocarril para proveer de agua y pan a aquellos que eran transportados a los campos. Demostrando una verdadera “práctica ética enfermera”, ya que muchas enfermeras polacas ayudaron también a los soldados alemanes curando sus heridas, tratándolos de igual forma que a los pacientes polacos (2).

 

Foto 8 Botiquín de la enfermería del campo de concentración de Bram. Aude, Francia, 1939. Fondo Agustí Centelles, foto 3553

 

En otro documento se da a conocer la historia de María Stromberger, enfermera austriaca que se ofreció voluntariamente a trabajar en Auschwitz ante la curiosidad de saber qué era lo que ocurría allí. Fue destinada a la Revier de las SS, sin tener la posibilidad de vivir realmente la situación del campo. Aun así, pudo entrar en contacto con prisioneros que trabajaban allí y conocer a través de ellos lo que sucedía. Stromberger robaba medicación y comida para ellos, les escondía y curaba cuando estaban enfermos y, cuenta la anécdota de cómo Stromberger preparó una cena de navidad con la comida que robó a las SS para poder ofrecerles una noche especial.

 

Foto 9 Muñeca de trapo enfermera con la Estrella de David en el delantal. Esta muñeca hizo felices a los sufridos niños y niñas antes de que los metieran en las cámaras de gas. Foto tomada por Manuel Solórzano en el Museo del Holocausto de Jerusalén el 3 de febrero de 2023

 

Más adelante, María Stromberger formó parte del movimiento de resistencia que existía dentro del campo, aportando información que escuchaba de los SS y traspasando información y armamento de dentro a fuera del campo y viceversa. Tuvo que dejar su puesto tras dos años en Auschwitz, por problemas de salud. Cuando finalizó la guerra fue encarcelada seis meses por haber trabajado para las SS, pero los prisioneros que recibieron su ayuda en Auschwitz intercedieron por ella para su liberación. Stromberger nunca retomó su trabajo de enfermera y trabajó en una empresa textil hasta 1957 (2).

 

Marzena Mikla, nos recuerda a Irena Sendler (3), de origen polaco, que había estudiado filología y tenía experiencia en trabajo social. Durante la guerra, su interés por ayudar a los demás y su conocimiento sobre trabajo social hizo que consiguiera un pase de Control Epidemiológico que la permitía acceder al gueto de Varsovia de forma legal. Fundó una asociación (Zegota) junto con otros, que ayudaba a sacar a los niños del gueto y les buscaba un lugar o familia de acogida donde poder esconderlos y cuidarlos hasta que la guerra acabara. Sendler utilizaba somníferos para dormirlos y así poder transportarlos en ataúdes o sacos, como si fueran víctimas del tifus, sin que ellos se inquietaran. Fue arrestada y torturada pero no delató a sus otros compañeros. Ayudó a salvar la vida de más de 2.500 niños. Tras esto hizo un curso de enfermería y trabajó como enfermera de la Cruz Roja en el Levantamiento de Varsovia de 1944 (2).

 

Liberación de los Campos de Concentración y de Exterminio

Acabada la guerra, se da a conocer el papel de las enfermeras en el cuidado de los prisioneros tras su liberación de los campos de concentración y de exterminio, en este caso en Bergen-Belsen. A través de testimonios y diarios personales de enfermeras militares de la armada o de la Cruz Roja Británica, la autora expone algunas de las labores en la humanización y cuidado de los prisioneros, mayoritariamente judíos y prisioneros políticos (2).

 

Las enfermeras estuvieron presentes en su desparasitación e higienización, donde se les tumbaba sobre una camilla y se les frotaba con jabón, después se lavaba la ropa y se les vestía con ropa limpia, el servicio recibía el nombre de «lavandería humana».

 

Estaban a cargo de la administración de dietas, que debían ser racionadas para no perjudicar a la persona; en ocasiones, cuando una persona comía más de lo que podía, seguidamente se la encontraba vomitando en la basura. También ofrecieron apoyo psicológico a las personas. Como dato de interés, algunos profesionales resaltaron la poca formación de las enfermeras alemanas con las que trabajaron conjuntamente en el cuidado de estas personas y el caso de una enfermera sueca que maltrataba a los prisioneros. Entre los testimonios de las enfermeras británicas se aprecia en ocasiones la experiencia como buena, siendo de enriquecimiento personal, en cambio, otras reflejan una situación desagradable y falta de humanidad (2).

 

La ayuda proporcionada por las enfermeras en los campos de concentración en condiciones infrahumanas, me ha demostrado que su esencia principal, es ayudar a cubrir todas las necesidades básicas de cualquier ser humano: aseo, alimentación, vestimenta, etc., que, aunque parezca simple y de poco valor, es percibido con inmensa gratitud por aquellos que no pueden cubrirlas por sí mismos.

 

Esto también significa que, los detalles que nos pueden parecer insignificantes, para las personas que sufren pueden tener un gran valor, como dedicar una sonrisa, coger de la mano o escuchar al enfermo.

 

Foto 10 Róża Maria Goździewska, la “pequeña enfermera”, de 8 años, el miembro más joven de la resistencia polaca que sirvió en el “Hospital de Campaña de Kostza” durante el Levantamiento de Varsovia. La pequeña sobrevivió a la guerra. Las raciones para los judíos eran de 180 calorías por día. El tifus, el frío, el hambre y la muerte se adueñaron del gueto, Varsovia, Polonia, 1944

 

Todas las enfermeras que sufrieron penurias en los campos de concentración, afirmaron que habían cumplido con creces su labor y su profesión y los cuidados enfermeros, muchas veces sin materiales ni medicinas, pero supieron superar el haber vivido tan traumática experiencia.

 

Por último, resaltar el coraje de aquellas que arriesgaron su vida, como Irena Sendler (3) o María Stromberger para cuidar a las personas que conocían o no, movidas por el amor al prójimo, a su profesión y la compasión de ver sufrir a sus semejantes de aquella forma tan horrible (2).

 

Las Enfermeras prisioneras que trabajaron en los campos de concentración nazis fueron protagonistas de esta parte de la historia del Holocausto, y a diferencia de las actividades que realizaban las enfermeras partícipes del nazismo, arriesgaron sus propias vidas para cuidar a aquellas personas que sufrían la persecución de los nazis y a los afectados por la devastación de la guerra (4).

 

La mayoría de las enfermeras que se oponían al ideal nazi participaron en los movimientos de resistencia que aparecieron en toda la Europa ocupada. Su trabajo, entonces, debía desarrollarse con máxima discreción y cautela, ya que se encontraban en constante peligro y podían ser arrestadas, torturadas y hasta ejecutadas.

 

Ejemplos como el de Wanda Ossowska y el de Stanislawa Leszczynska, prisioneras en diversos campos de concentración y exterminio, demostraron que los cuidados enfermeros podían continuar hasta en las más duras condiciones. El primer destino de Wanda al empezar la guerra fue el Hospital Militar 604 de Lvov, donde trabajó como enfermera de preoperatorio. Después de ser arrestada y torturada en la prisión de Pawiak por la Gestapo en 1942, fue deportada al campo de concentración de Majdanek, en Polonia (4).

 

Aun estando allí continuó ayudando a los presos más necesitados, usando los métodos que tenía disponibles, ya que los recursos médicos escaseaban. Las actividades principales que realizaba las enfermeras eran: lavar a los enfermos y peinarlos, ofrecer pequeñas raciones de comida y agua a los que tenían fiebre, cambiaban los apósitos y les tomaba ciertas constantes vitales como el pulso y la temperatura. También administraban vacunas anti-tifus robadas a los propios nazis y hasta realizaba ciertas tareas como lavar la ropa sucia y retirar los excrementos de los enfermos. Posteriormente fue enviada a otros dos campos de concentración: Ravensbrück y Neustadt-Gleve, donde siguió trabajando como enfermera (4).

 

Por otra parte, Stanislawa fue deportada a Auschwitz-Birkenau junto a su familia por haber ayudado a judíos dentro del Ghetto de Lodz. Al ser matrona de profesión su principal labor en el campo era asistir a los partos de aquellas mujeres que iban a dar a luz. Trabajando bajo el intenso frío y las malas condiciones higiénicas, trayendo el agua que necesitaba después de recorrer varios kilómetros y con solo un par de tijeras y un contenedor de residuos y sin ningún tipo de medicación, ayudó a nacer a más de 3.000 bebés, sin que ninguno de ellos o sus madres murieran durante el proceso. Su jefe, el doctor Josef Mengele, ordenaba a las enfermeras que trabajaban con él que asesinaran a los recién nacidos, pero ella se opuso a tales órdenes y escondió a determinadas madres con sus hijos durante un tiempo, aunque acabaran por descubrirlos y ejecutarlos.

 

Foto 11 Retrato de una enfermera judía con la Estrella de David. Foto tomada por Manuel Solórzano en el Museo del Holocausto de Jerusalén el 3 de febrero de 2023

 

Gracias a su afecto y devoción se la conoció en el campo con el nombre de Madre y como Ángel de la Guarda por las madres que ayudó, ya que se sentían más seguras cuando ella estaba presente. De todos los niños que nacieron entre abril de 1943 y enero de 1945, solamente 30 de ellos sobrevivieron al Holocausto y Stanislawa continuó cuidando de los prisioneros incluso después de haberse liberado el campo. Al finalizar la guerra, siguió trabajando como matrona en Lodz (4).

 

Al igual que ellas, otras mujeres como Resi Weglein y Emma Herzog, prisioneras en el campo de concentración de Theresienstadt, ofrecieron también sus cuidados organizando un pequeño hospital en uno de los barracones para curar, con los recursos limitados, a la enorme cantidad de enfermos del campo. Otra enfermera, Ruth Reiser, trabajó en el propio hospital de Theresienstadt administrando la medicación, lavando y alimentando a los pacientes. También hubo casos como el de Hana Muller Bruml, quien realizó tareas de enfermería en el barracón de niños con enfermedades infecciosas. Por contrario a sus compañeras citadas en las anteriores líneas, ella y muchas otras mujeres no eran enfermeras de profesión, por lo que al llegar al campo se les entrenó para que desarrollasen dichas tareas. El apoyo mutuo y la relación de amistad que crearon fueron piezas clave para mantenerse con vida y ayudarse entre sí, a la vez que les sirvió como base para mejorar la atención hacía la gente que cuidaban (4).

 

Otra forma distinta en el que la profesión enfermera siguió ofreciendo sus servicios, fue a través de la Escuela de Enfermería del Ghetto de Varsovia, dirigida por la enfermera Luba Bielicka-Blum durante la ocupación nazi. Dentro del gueto, establecido entre 1940 y 1943, las enfermeras y doctores judíos siguieron tratando a la gente enferma que vivía en su interior y donde la Escuela continuaba formando a las futuras enfermeras.

 

El programa de estudios seguía el modelo de los implantados en Estados Unidos, formado por un total de 28 semanas, donde se incluían 1.100 horas de formación teórica, 400 horas de formación práctica en la cocina de dietética y 70 horas de estudio en los laboratorios.

 

Pero debido al inicio de la guerra las estudiantes de enfermera, mayoritariamente mujeres, tuvieron que cuidar de los soldados hospitalizados en Czyste, Hospital Religioso Judío de Varsovia. Al igual que las enfermeras que trabajaron en los campos de concentración y exterminio; estas estudiantes y enfermeras también tuvieron que realizar los cuidados bajo las extremas condiciones en las que se vivía en el gueto: constantes bombardeos y falta de suministro eléctrico y médico, hacinamiento y mala higiene, lo cual conllevó a la aparición de muchas enfermedades mortales y extremadamente infecciosas como el tifus o el cólera (4).

 

A parte de toda esta situación, en julio de 1942 se iniciaron las deportaciones de los residentes del gueto al campo de exterminio de Treblinka, donde inicialmente las estudiantes y enfermeras estaban protegidas de dichos traslados pero que igualmente acabaron por ocurrir. En ese momento, Luba, junto a otras enfermeras, empezaron a idear los planes para intentar escapar del gueto y sobrevivir a las persecuciones de los alemanes.

 

En 1949 regresó a Varsovia, donde inauguró una nueva Escuela de Enfermeras, ya que la anterior había sido destruida después de la caída del gueto durante el conocido Levantamiento de Varsovia en el verano de 1944.

 

Estrechamente relacionado con el caso anterior se ha encontrado la historia de Irena Sendler (3), desconocida hasta hace relativamente poco tiempo. Colaboró con la Escuela de Enfermeras de Varsovia, donde estudió la profesión y trabajó después como enfermera durante el conflicto, dentro de la Cruz Roja Polaca y en el propio gueto, alistándose en la Zegota, la organización clandestina de ayuda a la Comunidad Judía.

 

Foto 12 La única vitrina de todo el Museo del Holocausto donde aparece la figura de la Enfermera, a pesar de la importancia que tuvo dentro de los ghetos y campos de concentración y de exterminio. Foto tomada por Manuel Solórzano en el Museo del Holocausto de Jerusalén el 3 de febrero de 2023

 

Al igual que Luba Bielicka-Blum, cuidó de los enfermos que residían allí, pero su principal actuación fue salvar la vida de más de 2.500 niños judíos escondiéndolos en diferentes sitios (cajas, bolsas de basura, ataúdes, maletas, etc.,) para sacarlos del gueto y enviarlos con diversas familias adoptivas alemanas, lejos de la persecución de los nazis.

 

Sus acciones fueron descubiertas y después de ser enviada y torturada en la prisión de Pawiak, tal y como sucedió con el caso anterior de Wanda Ossowska, consiguió evadir su orden de ejecución y continuó trabajando para ayudar a los niños del gueto, aunque bajo la clandestinidad. Para poder conocer posteriormente la procedencia de estos niños, Irena escribió sus nombres originales en botes de cristal, ya que eran bautizados con nombres cristianos una vez salían del gueto, y los enterró en un jardín vecino. Una vez finalizada la contienda, recuperó los botes con los nombres e inició la búsqueda de los niños registrados. Ayudó a muchos judíos durante la guerra, respetando sus creencias, actuando con vocación y altruismo y siempre poniendo su vida por delante para protegerlos (4).

 

Al comparar las actuaciones vistas hasta este momento, se puede ver que existió una gran diferencia entre los “cuidados” que mantenían las enfermeras del bando nacionalsocialista con las que se opusieron a este. Mientras las primeras se encargaban de limitar sus actos al asesinato de sus pacientes a través de diversos métodos y justificándolo como algo benévolo y necesario; las partidarias de la oposición al nazismo brindaron los mejores cuidados posibles para tratar y curar a la gente que atendían, sin importar su procedencia y siguiendo la ética de la profesión enfermera (4).

 

Foto 13 Manuel Solórzano en el Museo del Holocausto de Jerusalén el 3 de febrero de 2023

 

El Museo de la Historia del Holocausto en Jerusalén

Después de una década dedicada a su realización, el Museo de la Historia del Holocausto en Jerusalén combina lo mejor de la especialización y los recursos de Yad Vashem con exhibiciones dotadas de las técnicas más modernas, para hacer posible la conmemoración del Holocausto con medios propios del siglo XXI.

 

El Museo de la Historia del Holocausto ocupa una superficie de 4.200 metros cuadrados, mayormente subterránea. A la vez multidisciplinario e interdisciplinario, presenta la narrativa del Holocausto desde una perspectiva judía única, acentuando las experiencias de las víctimas individuales a través de objetos originales, testimonios de sobrevivientes y posesiones personales. La combinación de esos medios particulares de expresión, permiten al visitante asimilar la abundante información a través de una vivencia sensorial multidimensional.

 

La estructura linear de 180 metros en forma de flecha penetra la montaña de un lado a otro. La luz del día se cuela desde el borde superior que sobresale de la cresta. Las galerías que describen la compleja situación de los judíos durante esos terribles años se abren como ramas del corredor central. La salida dramática, en el extremo de la flecha, irrumpe de la ladera septentrional al paisaje de la Jerusalén moderna y el valle inferior. Entornos especiales, espacios escalonados y diferentes grados de luz acentúan los puntos centrales de la narrativa y contribuyen a una experiencia que envuelve al visitante y le muestran el tiempo, el lugar y el ambiente.

 

Al final del relato histórico se encuentra la Sala de los Nombres – la colección de las Hojas de Testimonio, un monumento recordatorio a los millones de víctimas del Holocausto (5).

 

Foto 14 Parte del grupo que estuvimos en Turquía. Enero 2023

 

Agradecimientos

Irene de Pablo Jiménez

Gabriella Córdoba Delgado

Jordi Fiol Munar

Birdal. Guía de nuestro viaje por Turquía. Excelente persona e historiador

José Hollander. Guía de nuestro viaje por Israel; por sus magníficas explicaciones de la Historia de su País, persona excelente y gran compañero. Gracias

A todo el Grupo de personas que me acompañaron en este histórico viaje, donde la historia, la religión y las enfermeras se unen en mi mente.

 

Foto 15 Parte del grupo que estuvimos en Israel y Palestina. 4 de febrero de 2023

 

Bibliografía

1.- Introducción al Holocausto.

https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/introduction-to-the-holocaust

 

2.- Aprendiendo del pasado: La enfermería en el nazismo. Trabajo Fin de Grado en Enfermería. Irene de Pablo Jiménez. Universidad Autónoma de Madrid. 2017 - 2018

 

3.- La Madre de los Niños del Holocausto. Irena Sendler. Gabriella Córdoba Delgado. Publicado el lunes día 23 de abril de 2018

http://enfeps.blogspot.com.es/2018/04/la-madre-de-los-ninos-del-holocausto.html

 

3.- Irena Sendler, la enfermera que salvó a 2.500 niños del Holocausto

https://www.larazon.es/cataluna/20200527/kwazxds4lbelfoblbzatrhiave.html

 

4.- Las diversas caras de la enfermería durante el Nacionalsocialismo (1933 - 1945): una revisión narrativa. Jordi Fiol Munar. Trabajo Fin de Grado en Enfermería. Facultad de Enfermería. Universidad Rovira i Virgili. Tortosa 2018 - 2019

 

5.- El Museo de la Historia del Holocausto en Jerusalén

https://www.yadvashem.org/es/museum/holocaust-history-museum.html

 

Enciclopedia Wikipedia

Manuel Solórzano Sánchez. Grado en Enfermería

Manuel Solórzano Sánchez - Wikipedia, la enciclopedia libre

https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Sol%C3%B3rzano_S%C3%A1nchez

Día 20 de octubre de 2022, jueves

 

Entziklopedia en Euskera

https://eu.wikipedia.org/wiki/Manuel_Sol%C3%B3rzano_S%C3%A1nchez#Ibilbidea

Día 27 de octubre de 2022, jueves

 

Foto 16 Mural realizado en el año 2020 para el “Homenaje a los sanitarios del Covid-19” en Belén, Cisjordania y enclavada en los montes de Judea y administrada por la Autoridad Palestina. En 2013 adoptó el nombre de Estado de Palestina. 2 de febrero de 2023

 

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Premio a la Difusión y Comunicación Enfermera del Colegio de Enfermería de Gipuzkoa 2010

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa. Años 2019 y 2022

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020

Sello de Correos. 31 de diciembre de 2022

masolorzano@telefonica.net

 

 

 

 

 

 

 

 

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