martes, 22 de diciembre de 2020

IMÁGENES Y RECUERDOS DESDE LOS HOSPITALES DE LA MERCED

 

Osuna 1950 – 1993

 

Autores: Manuel Flores Muñoz y Encarnación Jiménez García

 

Foto 1 Portada del libro Imágenes y Recuerdos desde los Hospitales de la Merced

 

En el prólogo el doctor Rodolfo Álvarez Santaló, urologó nos contaba sus recuerdos: El año que yo nací, sintetizaron la Vitamina C. Al año siguiente aislaron la “Progesterona” y un año después la “Testosterona”. Se habían enterado de lo de la “Insulina” diez años antes.

 

El año en que yo nací había sólo dos quimioterápicos en el mundo. “La Arsfenamina” de Ehrlich, una de las seiscientas fórmulas que probó para combatir con cierto éxito la sífilis, y la “Quinina” que iba bien para la malaria. Dos años después, vino el tercero: “El Prontosil” un colorante con efectos antibacterianos del que, durante la segunda guerra mundial, aislaron la “Sulfamida”.

 

Un par de años después de la muerte de Manolete (29 de agosto de 1947), llegaron los primeros frascos de “penicilina”. A mí me faltaba poco para empezar medicina. Aquella Penicilina, una vez hecha la disolución, había que guardarla en la nevera y poner una dosis cada hora. Los practicantes toda la noche la pasaban con el café. Las mujeres practicantes llevaban puesta a la noche la cofia para que no las confundiesen con prostitutas.

 

No mucho después, recuerdo la fotografía de un periódico de Jaén en la que se veían bailando los pacientes tuberculosos del Sanatorio que allí había porque se había descubierto la “Hidracida” y la tuberculosis se iba a acabar. La mítica tuberculosis de los románticos cuyo contagio las familias ocultaban como un tabú. Pero, todavía, continuaron muriendo durante mucho tiempo. Y lo sé porque estuve en un antituberculoso como médico interno. Allí nos afanábamos en cerrarles las cavernas pulmonares con neumoperitoneos, neumotórax, plastias subpleurales con aceite mineral o bolas de ping-pon. O con la cura de Monaldi, que consistía en perforar percutáneamente la caverna, dejar una sonda y poner la medicación a través de ella. Cuando el enfermo, desobedeciendo la prohibición, fumaba, el humo salía por la sonda…

 

Hace sesenta años, España era igual que cien años antes. Mi fractura de brazo de cuando de chico me la arregló, con enderezamiento y entablillado posterior, Asunción, la del río, una mujer bondadosa con bata y pañuelo negros, que andaba con un bastón. Y un pediatra de Jerez me estuvo haciendo vomitar una semana con la solución “Pautauberg”, que era un hemético, en dos frascos numerados, para tomar a cucharadas. El médico aquel decía que yo me tragaba los mocos y que aquello me ensuciaba el estómago.

 

He llegado a ser, y es cosa que no creí nunca, el decano del Hospital.

 

Esto es como tener un pie en lo olvidado y el otro aquí, en la orgullosa y rigurosa medicina progresista. El siglo XIX despegó mucho porque se apoyó en la “máquina de vapor” y en la “higiene”. El siglo XXI está despegando ya apoyado en la “cibernética” y en la “terapia génica”. Y yo aquí, que empecé a estudiar medicina tres años antes de que descubriesen los genes, cuando en algunos grandes hospitales había frescos en las paredes con milagros de santos y en las largas salas de enfermos había altarcitos de monja con velas y un San José o la Virgen. Y había sueros antoinyectables que, mediante un gas inerte incorporado al frasco, te metían medio litro de suero salino isotónico en el subcutáneo. Y las transfusiones de sangre eran de brazo a brazo, con un molinillo niquelado, y la anestesia se daba, sin intubar, todavía, con una mascarilla sobre la que goteaba éter. O con un aparato muy simple que concentraba el anestésico mediante una vejiga de cerdo. El día que Tommson anestesió una enferma, con un tumor de cuello, en el Hospital General de Massachussets, usando un matraz con éter sulfúrico, estaba allí al lado. Y hacía, ya, más de cien años. Y yo me he pasado una considerable parte de mi vida profesional mirando la vejiga con un citoscopio, que era el mismo que Niepce fabricó en 1875, con bombilla y pila de petaca.

 

La sífilis seguía siendo la plaga de la humanidad, incluso con la penicilina ya en el mercado clandestino, vendiéndose en Madrid en el bar de Perico Chicote, el barman del franquismo. Era una enfermedad literaria, parte indisoluble de la cultura del amor. Su nombre sonaba entre los dientes, como las cobras, y su agente causal, la Treponema Pálida, tenía una resonancia romántica y perversa. Como la mismísima Marlen Dietrich.

 

Todo esto era mi juventud, y yo no tengo, todavía cien años. Todo esto es como de ayer, cuando los niños mirábamos, por el ventanuco, al loco desnudo, o nos colábamos en la casa del muerto para verlo.

 

Foto 2 El doctor Manuel Fernández, Practicante, y al fondo Manuel Mazuelos, Oftalmólogo, lavándose antes de entrar al quirófano en el Hospital Viejo, 1952

 

La existencia se vivía completa, con muerte y todo. Porque los muertos morían en sus casas, y allí se les velaba con confianza y desenfado, y se iban al cementerio, sin disimular nada y, como mi abuelo, con su traje negro y con todo el mundo detrás. Mi abuelo, además, llevaba la banda de música. Ahora, con lo del tanatorio…

 

Algunas enfermedades todavía se diagnosticaban oliendo: la brucelosis, el tifus, el coma hepático, el coma diabético y la difteria. Mi mujer, como hemos vivido en la frontera con los otros tiempos, amaneció un día con fiebre y unas grandes placas blancas en la garganta. El otorrino era un solterón maduro y buen narrador de su vida de estudiante en el Barrio Chino de Salamanca. Miró las placas, metió las narices en la boca y dijo: esto es difteria. Y era. Y debía hacer lo menos treinta años que no había un caso de difteria en este país.

 

Un buen neumólogo descubría las cavernas tuberculosas y las pleuresías percutiendo y con el fonendo, era la vieja ciencia de Läennek y Skoda. Un médico experimentado, percutiendo sobre el tablero de una mesa, podía descubrir la posición de un libro dentro de un cajón vacío.

 

Los médicos y enfermeras somos un oficio precioso, el más antiguo de los oficios, pero hay que saber que lo inventaron y perfeccionaron otros de los que, por cierto, no sabemos ni los nombres. Ningún médico, ahora, tiene la preparación suficiente de un Harvey para descubrir la circulación de la sangre poniendo, sólo, ligaduras a diferentes alturas de brazos y piernas y palpando los nudos de las válvulas venosas. Ni para darse cuenta de que unas pústulas variólicas en las manos de una lechera podían producir una defensa contra la temible viruela, como hizo Jenner. No estamos ahora, educados en la tremenda genialidad que es el “darse cuenta”.

 

Foto 3 Pabellón del Hospital de Retaguardia en la Merced, 1938

 

Hemingway dio la mano, una vez, a una señora anciana que, cuando joven, se la había dado a Sara Bernhard. Él dijo que había sentido la sensación de que también había estrechado la mano de la célebre actriz. Todos los que hayamos tenido el uso del fórceps de Semmelweis, o el estetoscopio de Laennec, o el citoscopio de Niepce, o la sonda de Nelaton o los espéculos vaginales, que ya aparecen dibujados en el “Armamentum Quirurgicum” de 1665, que son todos menaje muy próximo y, algunso, en uso, podríamos dar la mano que aquella anciana señora dio a Hemingway.

 

Foto 4 Enfermeras, médicos y personal sanitario del Hospital de Retaguardia, 1938

 

El poder de la imagen radica más en su fuerza invocadora que en su capacidad informativa, la fotografía sirve para avivar el deseo y despertar el conocimiento. Si por fortuna obtienes un relato que emplace la imagen, entonces posees material suficiente para despertar a los muertos, arrancarles definitivamente del olvido.

 

El Forastero

Con lápiz y letra menuda, en la libreta, el forastero, registra nombres, para él, desconocidos.

 

Matronas, practicantes y enfermeros, generalistas, pediatras y profesionales de la práctica quirúrgica van siendo enmarcados por los cuadritos de la libreta.

 

El forastero se sabe necesitado de alguien que medie entre su interés por conocer y aquellos que poseen la palabra que hace presente y da vida al recuerdo.

 

El extraño a la ciudad pasea por sus calles descubriendo cornisas y ventanales, buscando ángulos y detalles que den razón al receso de su viaje. Las gentes llaman su atención en lo que poseen de diferente.

 

El vecino de la ciudad, prende la atención en sus calles y edificios cuando algo es diferente; antes bien, busca con sus ojos a los vecinos para saludarlos o entrar en conversación con ellos.

 

Foto 5 Enfermeras, médicos y personal sanitario del Hospital de Retaguardia en el patio de la Universidad, 1938

 

La Mediación

Acceder a la palabra, de quienes fueron actores de la vida de los Hospitales de los últimos años en Osuna (Sevilla) y poder ser partícipe de sus relatos y sus silencios, no hubiera sido posible para el forastero si no mediara quien pudiera traducir y transmitir ese deseo.

 

Probablemente, no se habría llevado a cabo si, quien ejerciendo de mediadora, no hubiera renunciado a la orilla del presente para, prestándose a interceder entre afectos y recelos del pasado, poner a flote encuentros en los que tras gestos, olores, orden y desorden de las habitaciones abiertas para la entrevista… “algo” llenara de carne y diera vida al esqueleto sobre el que construir estas imágenes y recuerdos.

 

Antecedentes

En la “Breve reseña de los Hospitales de Osuna (Sevilla) a lo largo de los siglos”, Manuel Nozaleda recoge:

“En 1946 el Ayuntamiento compra material de quirófano y menaje hospitalario a la Clínica Nuestra Señora de Monserrat de Pozoblanco. Entre éste venía un aparato de rayos X. A partir de esta fecha se comienza por primera vez en la historia de los hospitales de la ciudad a practicar intervenciones quirúrgicas de importancia: arreglo de fracturas, cirugía abdominal, operación de cataratas, cesáreas, etc.”.

 

Foto 6 Hospital de la Merced, 1950

 

Hospital de la Merced 1950

 

En aquella mitad de siglo, junto a médicos que venían ejerciendo la profesión en Osuna (Sevilla), se incorporan nuevos profesionales con estudios en especialidades quirúrgicas.

 

Tuvimos la suerte de contar con un ilustre de noventa años que con su magnífica mente nos fue desgranando las fotografías que tenía delante y nos fue contando su historia, se llamaba Emilio Fernández, nos condujo por su mente volviendo a sus tiempos en los que salió de Guadalcanal para ejercer su profesión en Osuna (Sevilla) a partir de 1939.

 

Foto 7 Manuel Fernández, Practicante y el Dr. Rafael Montoursy y Sor Lourdes Hermana Mercedaria de la Caridad

 

Qué tiempos aquellos… en verdad, éramos médicos integrales. Era el médico que hacía un parto, y del parto se iba a ver un niño con diarreas, y de allí se iba a ver a uno que le dolía mucho un ojo… Es que era así, y si no hacías eso

 

La medicina ahora ha ganado, y sobre todo ha ganado el paciente, pero lo bonito que tenía el ejercicio de la profesión es que abarcaba todo lo que se conocía de medicina; cada uno conocía pequeñitas cantidades, pero, indudablemente, eso era muy bonito”.

 

El doctor Ángel Caraballo refiere aquellas calores de agosto de 1951 cuando vino a Osuna desde Sevilla, a hacer una sustitución como Médico General.

 

Antes de venir, ya conocía a mucha gente de Osuna, porque esto era una zona endémica de tuberculosis, y los enfermos iban a Sevilla a la Cruz Roja de Capuchinos a hacerse colapsoterapia. Yo estaba haciendo allí la especialidad de neumología con el Dr. Vicente Ramos… En Osuna había tantos casos de tuberculosis que, recién creado el Servicio de Neumología, tenía dos salas de hombres y una de mujeres”.

 

Foto 8 El doctor Ángel Caraballo, y los practicantes Manuel Montero y Francisco García Villazante, con dos Hermanas Mercedarias de la Caridad

 

… Aquel 15 de agosto, en que llegué a Osuna, nos relata el doctor Ángel Caraballo, a las cuatro de la mañana, llega el padre de un enfermo pidiéndome que vaya a su casa a ver a su hijo. Cuando acudo me encuentro al paciente con 41º de fiebre, queriéndose tirar de la cama…, en fin, que le pregunto a la mujer y me dice que su marido trabaja en el campo y que allí hay chinchorros.

 

Por la mañana, voy al laboratorio, me presento y digo, “Ustedes han visto por aquí alguna vez, por casualidad, fiebres recurrentes?”. El doctor Eduardo Díaz Ferrón se volvió y me dice, señalando 25 o 30 preparaciones que tenía, “todas esas que hay ahí son de fiebres recurrentes”.

 

La abundancia de casos de fiebres recurrentes en Osuna, llevó al doctor Díaz Ferrón al estudio de 180 casos febriles observados en la localidad en verano de 1944.

 

En dichos trabajos, por los que obtuvo el doctorado en 1945, hace hincapié en la diferenciación de “la fiebre recurrente española, producida por el Espiroquete de Sadi de Buen, de características propias que le apartan de la fiebre recurrente cosmopolita producida por el Espirilo de Obermayer”.

 

Recogen estos trabajos señas de identidad de sus estudios y prácticas, como Psiquiatra, realizados en el Hospital de Valdecillas de Santander, tras su licenciatura en Madrid.

 

Foto 9 El doctor Ángel Caraballo, y los practicantes Manuel Montero y Francisco García Villazante, con dos Hermanas Mercedarias de la Caridad, mirando por Rayos X a una niña tuberculosa

 

Pasó el verano y la gente vuelve de “Las Viñas”, y quien no, ahora con la autovía, en hora y media, de Málaga o Fuengirola,…, “que sale uno de Osuna para volver a encontrarse con la gente de Osuna en la playa”.

 

Ese primer paciente, mencionado anteriormente y en otros despachos, parece dar forma al dicho: “La Carrera Profesional se estudia en los libros, la Profesión se aprende con los pacientes”.

 

En 1950, tras la visita de Fleming a Sevilla, a la que acudieron los médicos de Osuna, éstos constituyen la Sociedad Médica del Hospital de Osuna.

 

Esta Sociedad, en la que participaron todos los médicos de aquel entonces, mantenía reuniones mensuales en las que se exponían los casos clínicos y las cuestiones médicas de la época, así como los avances científicos.

 

La dinámica llevada a cabo por la Sociedad hizo posible la celebración en Osuna del II Congreso Andaluz de Cardiología.

 

Pero, al mismo tiempo, la penuria económica por la que pasaba el Hospital de Osuna, condujo a la Sociedad a impulsar otro tipo de iniciativas, entre cuyos objetivos estaba la captación de recursos económicos.

 

Foto 10 Los doctores José María Contreras y Eduardo Díaz Ferrón con dos Hermanas Mercedarias de la Caridad en el laboratorio del Hospital de la Merced

 

A partir de 1952 y hasta 1957 o quizás algo más, la Sociedad pone en escena, en días de Semana Santa de cada año, una representación teatral en la que intervienen, como actores, tramoyistas, decoradores, etc., los médicos y enfermeros de Osuna.

 

Con aquellos fondos recaudados se comprarán sábanas y lencería, un aparato de rayos X de segunda mano que venía de Badajoz; el quirófano estrenó un aspirador eléctrico y la vitrina se surtió de material para operar.

 

Probablemente José María Contreras, cuando casi por casualidad, empezó a hacer prácticas en el Hospital de Córdoba para sacar la Carrera y titulación de Practicante, y terminar siendo cirujano y traumatólogo, no pensaría que entre las muchas iniciativas que dirigiría y llevaría a cabo en Osuna sería la de poner en escena aquel “Juego de niños” de Víctor Ruiz Iriarte, en abierta competencia con Sevilla para su estreno en provincias.

 

Aquello era un éxito,…, desde antes de poner a la venta las entradas, se ponía una taquilla en la C/ Carrera, estaban todas las localidades vendidas, dice el doctor Francisco Banqueri; había incluso, gente que se molestaba por quedarse sin entrada.

 

La cena, después de la actuación, era un acto social, pero para toda la comarca…, venían hasta de Antequera”.

 

Por más que el doctor Banqueri hiciera valer las dotes artísticas de aquella desinteresada compañía teatral, entre sus compañeros de estudios de Medicina en Granada, probablemente no pasarán aquellas puestas en escena a la historia del teatro.

 

Foto 11 El doctor Francisco Banqueri atendiendo a una paciente en una exploración otorrinolaringológica, ayudado por el practicante y dos Hermanas Mercedarias de la Caridad

 

Si queda constancia, por carta de la Junta del Patronato del Hospital Nuestra Señora de la Merced de febrero de 1987, del reconocimiento al doctor Francisco Banqueri por la cesión que, de forma gratuita y desinteresada, había prestado durante años de su propio instrumental médico al Servicio de Otorrinolaringología del Hospital.

 

Quienes practicaban técnicas y remedios para cuidar la salud y vencer la enfermedad, se muestran junto al mantel blanco, allá por los primeros años 50, con aquellas matronas que, durante años, colaboraron en llenar las casas y calles e Osuna de juegos y voces infantiles.

 

Doña Hortensia, Doña Marcelina, Angelita Castro, Carmen Lobo y Carmen Marquina, todas ellas matronas; Joaquín Moreno Cámara, Emilio Franco, Manuel Fernández, Luis Jiménez Tusset, Manolo Montero, Pepe Rangel, José Urbaneja, Paco Gª Villazante y otros practicantes,…, conjugan su experiencia y saber con los escasos recursos para,…, en ocasiones hacer posible lo imposible.

 

Foto 12 Sor Lourdes Hermana Mercedaria de la Caridad, en la mesa sentado el doctor Francisco Martín Aguilar y el doctor Manuel Mazuelos explorando el ojo a una paciente

 

Mientras y a partir de 1955 Cecilia Mayssounave ejercerá en el ambulatorio como Enfermera jefe, teniendo a Maruja Millán compañera enfermera que le ayudaba en su trabajo cotidiano.

 

De la capacitación de aquellos Practicantes y Matronas nos habla Emilio Fernández en una de las conversaciones con él mantenida.

 

“… A mí me tuvieron que operar dos veces por una hernia estrangulada en el interior del abdomen. La segunda vez le pregunté al doctor José María Contreras, que me iba a operar: Oye, ¿quién me va a anestesiar?

 

Él me dijo que un anestesista que iba a venir de Sevilla.

 

A mí me anestesia el Practicante Francisco García Villazante, le dije, que a todos los que anestesiaban por ahí, después se están quejando del tubo que le han metido por la garganta.

 

Foto 13 El doctor José María Contreras, el Practicante Francisco García Villazante, el doctor Manuel Fernández y el practicante Manuel Montero

 

Un sábado te voy a operar, que no viene ninguno de Sevilla, me dijo. Y me operaron de estraperlo, con mi Paco de anestesista.

 

Antes de la operación le pregunté a Paco: Oye, ¿por qué no molesta lo tuyo? Y se reía él.

 

Y me dijo, a Usted se lo voy a contar: Porqué unto la cánula traqueal con una pomada estéril y le pongo cortisona.

 

… De modo que el concepto que tengo de Paco es excepcional”.

 

Foto 14 Servicio de Pediatría del Hospital Nuestra Señora de la Merced

 

El 30 de diciembre de 1958 en el Pleno Ordinario que se celebró en el Ayuntamiento de Osuna, se decidió tras un gran estudio y debate sobre la viabilidad y mantenimiento del Hospital Nuestra Señora de la Merced, se acordó su cierre con su actual funcionamiento.

 

Aquel Hospital Nuestra Señora de la Merced, que supuso una nueva época en la asistencia sanitaria de Osuna, pasó a formar parte del recuerdo hacia finales de 1958 y comienzos de 1959, limitándose a cubrir funciones como Casa de Socorro y atendiendo algún parto aislado.

 

1964 – 1980

 

Las actas sobre el Pleno Extraordinario de 2 de abril de 1963 recogen las gestiones que realizó el Alcalde Javier López de la Puerta “… que han cristalizado en la próxima creación de un Sector del Seguro de Enfermedad SOE, en esta población de Osuna, en el cual junto a las especialidades médicas que existen, se crearán otras quirúrgicas, siendo preciso el acondicionamiento de un hospital que acoja a los enfermos del SOE que precisen intervención quirúrgica, pudiendo realizarse por concierto con los servicios que tiene montados este Ayuntamiento”.

 

Foto 15 Hospital de Nuestra Señora de la Merced en su segunda época

 

En 1964, en la “Carrera Alta” frente a la calle La Cilla, haciendo esquina con el “Callejón de las Comedias”, en un edificio de sillar oscuro con portada blanca, concluido en 1779, según descripción de Nozaleda y Ledesma, se instaló el Hospital de Nuestra Señora de la Merced en su segunda época.

 

Aquel inmueble tuvo como destino inicial servir como paneras del Pósito Municipal, para en 1893 dar sede a la Audiencia y usarse, con posterioridad como Centro -Zona- de Reclutamiento Militar, de esta última función le quedará al Hospital el sobrenombre de “La Zona”.

 

El edificio recuerda el doctor José María Contreras, director del centro en la época, tenía unas columnas y unos techos muy altos. Esto se aprovechó para hacer dos plantas; el ala de la izquierda se hizo de obra, mientras que la parte central se cubrió provisionalmente.

 

Las obras de los primeros tiempos se hicieron con 400.000 pesetas del paro que dio Utrera Molina para emplearlas en jornales.

 

Entonces desde el propio Ayuntamiento hizo un concierto con el Seguro Obligatorio de Enfermedad y los dineros que salían de ahí, aparte de pagar los sueldos y el mantenimiento, se invertían en ir adecuando el edificio hospital.

 

Foto 16 Servicio de Oftalmología para niños y adultos; el oftalmólogo Manuel Mazuelos realizando la cura a un paciente operado y cuidando de los operados están las Hermanas Mercedarias de la Caridad

 

El concierto contemplaba el Servicio de Urgencia Permanente y la asistencia quirúrgica de los enfermos de la comarca en las especialidades de Cirugía General, Traumatología, Tocología, Ginecología, Urología, Oftalmología y Otorrinolaringología, siendo inicialmente unas 30 camas para ingresados las que se podían ofrecer.

 

A comienzos de 1970 localizan una fase expansiva del Hospital.

 

El inmueble se ampliará mediante una gran inversión con la adquisición de una superficie próxima a los 250 metros cuadrados, de los que 107 estaban construidos en dos plantas, situada en el número 106 de la entonces calle General Franco.

 

Meses después de estar acondicionado el centro y con la adquisición de una lámpara Victoria de veinte focos para el nuevo quirófano, se comenzó y aprobó la realización de cursos para las Auxiliares de Clínica del propio Centro.

 

Con la insuficiente financiación por los cobros realizados a la Seguridad Social en base al cobro por estancia diaria incluida la anestesia de 525 pesetas, llevó al Ayuntamiento en el Pleno de 28 de diciembre de 1972, a solicitar una revisión del concierto y elevarlo a 650 pesetas diarias por asistencia de cama y anestesia.

 

Foto 17 Médicos, Practicantes, Enfermeras y Personal No Sanitario del Hospital de Nuestra Señora de la Merced en su segunda época

 

Con objeto de lograr una mayor autonomía en la gestión del nuevo Hospital, se acordará en el Pleno de 2 de julio de 1973, la creación del “Patronato Municipal de Servicios Médicos Asistenciales”, de carácter fundacional que se regirá por una Junta integrada por un Presidente, un Vicepresidente Primero, un Vicepresidente Segundo, y un número de vocales que inicialmente serán dos y con el paso del tiempo serán tres los vocales, despareciendo la figura del Vicepresidente Segundo.

 

Este acuerdo desarrolla y formaliza iniciativas y propuestas de municipalización del servicio del Hospital de Nuestra Señora de la Merced en su segunda época, que en Plenos de 24 de febrero de 1966, siendo alcalde el doctor José María Contreras, y en el Pleno de 6 de octubre de 1967, ostentando la alcaldía el oftalmólogo Manuel Mazuelos, habían sido previamente planteadas.

 

En el Pleno Municipal Ordinario de 29 de diciembre de 1971 recoge la fijación de la plantilla del Centro, acomodándola a la prevista ampliación del Hospital en:

 

“… quedará integrada por el siguiente personal: un Ayudante de Administración; una Enfermera Jefe; veintiuna Auxiliares de Clínica y Enfermeras; dos telefonistas; un portero de noche; un enfermero; una cocinera; tres limpiadoras y una costurera planchadora”.

 

Foto 18 De pie de izquierda a derecha: Teresa Pérez, Lola, Rafael Serrato, Antonio Morillo, Paco García Villzante (practicante), Milagros Bueno, Carlota y Pepa.

De rodillas de izquierda a derecha: Consuelo Pulido, Esperanza Galván, Carmen González “Tata”, Virginia Real y Dora Nuñez

 

En el Ambulatorio de la Seguridad Social de Osuna, en la segunda mitad de los años 70, será punto de encuentro de profesionales sanitarios que, años después, tras la integración del Patronato en el Servicio Andaluz de Salud, ejercerán sus servicios en el Hospital.

 

1980 concretarán siendo alcalde Antolín Isidro, en el Pleno Extraordinario de 18 de febrero de 1988 la aprobación del “Convenio de integración del Hospital Municipal Nuestra Señora de la Merced en el Servicio Andaluz de Salud”.

 

Precedentes a este acuerdo serán, entre otras propuestas e iniciativas municipales:

 

Pleno de 28 de diciembre de 1972, en el que se plantea la posibilidad de ofrecer al Instituto Nacional de Previsión (I.N.P.), que se haga cargo del Hospital mediante fórmula jurídica a estudiar.

 

Pleno de 14 de junio de 1976, que refleja iniciativa de cesión del Centro Hospitalario, con sus 71 camas abiertas al Instituto Nacional de Previsión (I.N.P.), mediante condiciones a concretar.

 

Pleno de 1 de junio de 1981, que recoge expediente instando al Ministerio de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social para crear una Residencia Sanitaria Comarcal en Osuna, ofreciéndose terrenos ya adquiridos y proyecto confeccionado para la construcción del citado Hospital Comarcal.

 

Foto 19 De izquierda a derecha: Milagros Fernández, Mery Fajardo, Carmen Pulido, Magdalena Pérez, Milagros Bueno, Remedios Jiménez, Dora Núñez, Mari Carmen López, en la camilla: Francisca Navarro

 

Previo a la aprobación del Convenio serán precisos la auditoría y modernización de datos contables y modelos de gestión del Patronato, posicionamiento y respaldo municipal, manifestaciones de los ciudadanos, informes y apoyo de los gestores y profesionales del Hospital…, ello obtendrá como resultado la aprobación de la instalación del Hospital Comarcal del Servicio Andaluz de Salud (S.A.S.) en Osuna.

 

Y a partir de enero de 1979 se unieron los profesionales sanitarios y no sanitarios del Ambulatorio y del Hospital Comarcal, para tomar las calles el 5 de enero durante todos estos años, para repartir ilusiones entre los niños y niñas de Osuna y hacer correr a caramelazos a algún que otro vecino y conocido.

 

Vivir el Viejo Hospital Nuestra Señora de la Merced ha sido mucho para todos los que hemos trabajo y estado en él.

 

Cerrar una Casa en donde la gente ha sufrido, ha sanado, ha tenido todos los problemas del oficio, se han querido y se han odiado, han sido generosos y se han hecho putadas; han traído hijos al mundo y algunos, han fallecido, es una cosa importante.

 

Foto 20 Enfermeras del Hospital Nuestra Señora de la Merced

 

Es un buen pedazo de la vida de mucha gente, de ilusiones y satisfacciones, la que queda dentro de esas paredes del Hospital cuando se ha cerrado. Después se disolverá o creará fantasmas, y será nuestro recuerdo.

 

Esto hay que verlo así, y el cerrar este edificio hay que sentirlo así.

 

Estaremos todos juntos en un momento tan importante como este, en que las puertas del viejo edificio no se abrirán nunca más.

 

Porque el Hospital continúa. Viene de muy lejos, siglos, y se perpetuará. Y al Hospital lo han hechos, lo hacen y lo seguirán haciendo mucha gente y sobre todo sus profesionales.

 

El profesional sanitario con su dedicación, el político con su gestión en el gobierno, los directores, los administradores, las limpiadoras, las cocineras, las planchadoras, los mantenedores de la infraestructura, los administrativos, etc. Estamos orgullosos de ser casi constructores de la Torre de Babel; una torre, esta vez, que no se va a caer nunca.

 

Agradecimiento:

Ángel Martín Artime

 

Bibliografía

Imágenes y Recuerdos desde los Hospitales de la Merced. Osuna 1950 – 1993. Autores: Manuel Flores Muñoz y Encarnación Jiménez García. Editado por el Real Colegio Oficial de Médicos de la Provincia de Sevilla, en homenaje al Hospital de Osuna. Depósito Legal: SE-2553/98. 1ª Edición. Noviembre de 1998

 

Foto 21 Una nueva vida llega al Viejo Hospital Nuestra Señora de la Merced de Osuna

 

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Osakidetza, Hospital Universitario Donostia, Gipuzkoa

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020

masolorzano@telefonica.net

 

 

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