Yo
Justo Leal (periodista), he visto
con detenimiento todos los Hospitales de Madrid y declaro que ninguno me ha
producido impresión tan triste como el Hospital de San Juan de Dios que se ve
subiendo por la calle de Alcalá a la derecha de la plaza de toros.
Fue
el segundo Hospital de la Orden en constituirse,
el primero fue el de Granada.
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1 Imagen del patrón del hospital. El quirófano o Sala de operaciones
Allí
van a celebrarse dentro de pocos días las fiestas de su santo patrón (8 de
marzo), y en aquella casa siniestra de suyo, reinará durante horas nada más,
una alegría sin bullicio ni escándalo: la alegría religiosa.
Esta
circunstancia fue la que me inspiró el deseo de visitar este establecimiento
sanitario y religioso a la vez, del cual no lo digo vanidosamente, nadie ha
escrito y hablado nunca.
Si
el espacio de que dispongo no fuese tan reducido y el decoro natural no midiera
el alcance de mis palabras, lo que yo podría decir sería mucho y horrible.
Conste,
pues, que en este relato sólo verán ustedes, la fisonomía del Hospital,
cubierta con el velo de la discreción.
El
Hospital por dentro, su nota íntima, sería curioso y hasta humano darla a
conocer, pero no en un semanario de esta índole.
El Hospital de San Juan
de Dios de Madrid es un hospital distinto a otros. Ese
tiene personalidad propia, muy amarga por cierto, y su característica hiere el
sentimiento humano.
Allí
están ingresados los que a impulsos del vicio o de la miseria rodaron por las
calles de Madrid de mano en mano, hasta caer en una cama, sobre la cual no hay
más que un número y la hoja con el diagnóstico.
Allí
vive una vida de dolores y de angustias, mujeres jóvenes, niñas casi
sentenciadas a muerte por enfermedades terribles. Allí está la hembra que
sucumbe sin amar, sin ser amada, la víctima del hambre, la golfa por temperamento, los desgraciados.
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2 Practicando una operación
El
ambiente que se respira en aquel Hospital, aterra y apesadumbra… No se oyen más
que gritos de dolor, no se ven sino jóvenes que parecen viejas, e infelices de
los que huye todo el mundo por asco y por miedo excepto los Hermanos de San Juan de Dios, que, los
cuidan y los curan con sus manos. Aquello no se olvida nunca.
Consideraciones
son estas, amargas y naturales, de las que no es posible prescindir, pero la
misión del reportero es otra y voy a relatar sucintamente lo que vi y escuché
en este Hospital.
El
antiguo Hospital de San Juan de Dios, el que había en la calle Atocha, lo
crearon en 1556, Eduardo Hernando Samoza
y su mujer Catalina Reinoso, con
objeto de que allí se refugiaran leprosos y llagados, inaugurándose con doce
camas solamente.
De
aquel hospital que se le bautizó con el nombre de “Hospital de Llagados” encargóse Antón Martín y el incremento que por entonces tomaron las
enfermedades secretas, convirtió la pequeña Casa de Salud en un establecimiento
importantísimo aumentándose el número de camas y conviniendo por último en
habilitarlo exclusivamente para los que padeciesen dolencias de índole privada.
Así
lo hemos conocido todos; en un caserón viejo y maloliente por el cual
desfilaron glorias universales de la medicina, como el doctor Olavides.
El
moderno Hospital de San Juan de Dios
se inauguró hace seis años (1897) y es muy deficiente. Su esqueleto no es malo,
pero las dependencias dejan mucho que desear y el menaje es detestable.
Se
construyó por el sistema del célebre ingeniero Mr. Tollet y tiene la ventaja de que a los veinte o treinta años se
derriba para que desaparezcan los microbios y construirle de nuevo.
La
superficie es de 52.700 metros cuadrados, limitada por una pared de ladrillo
que sirve de cerramiento y el edificio comprende 30 locales independientes
entre pabellones destinados a enfermerías y dependencias. Los pabellones de la
derecha son de mujeres y los de la izquierda de hombres.
El
servicio facultativo está a cargo de doctores tan famosos como Azúa, Bombín, Castelo, Cerezo y Romero, ayudados por otros médicos jóvenes de reconocida
competencia.
En
las enfermerías presta servicio el personal de internos y 32 Hermanas de la Caridad, encargadas
también de cuidar los almacenes de ropas, custodia de víveres y combustibles,
distribución de alimentos y otra porción de misiones realizadas con
ese amor y humanitarismo que hacen venerables a esas bondadosas
mujeres.
Por
último, en el Hospital que dirige don Andrés
Domarco y del que es interventor el inteligente don Enrique Seseña, hay además 56 enfermeros
y enfermeras, bajo la vigilancia de
cuatro Enfermeros Mayores Hermanos de
San Juan de Dios.
El
número de las estancias en las Enfermerías es horripilante pues viene a ser al
cabo del año de 128.000 estancias, o sea unas 300 por día y eso que allí se
calcula que va el medio por mil de
las mujeres contagiosas que en Madrid existen.
El
Pabellón de leprosos es pequeño y hay
en él únicamente siete enfermos, siete infelices, de los cuales el que menos
lleva allí tres años. Hasta el día 19 del mes pasado fueron ocho, pero murió el
compañero más antiguo que estuvo en el Hospital la friolera de diecisiete años. Las cosas que se
cuentan de ese infortunado a quien Dios le hizo un favor inmenso llevándoselo,
son terribles.
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3 Sala de matriculadas. Sala de hombres. Niñas tiñosas. Niños tiñosos
La
Sala de tiñosos, produce también
sentimiento y repugnancia. Cuarenta chicos, hembras y varones, esperaban en
fila cuando los vi, a que llegara el doctor Azúa. Entre los muchachos sólo
había un hombre con la misma enfermedad.
Los
Pabellones de mujeres son tres y hay
en cada uno dos salas, donde están las matriculadas,
las voluntarias y las distinguidas. Estas pagan diez reales
diarios y en la sala correspondiente no había más que una enferma.
La
sala de matriculadas produce
impresión dolorosa.
Allí
se ve a mujeres con sus hijos retorciéndose en la cama por el sufrimiento de la
cura; niñas de quince años y ¡hasta de trece! postradas por enfermedades que
matan invariablemente; viejas inmundas
cubiertas de llagas; mujeres como una conocida por La Cabrerilla que entró en el antiguo hospital cuando tenía doce
años y que salió de allí veinticuatro
años después; en cada lecho hay un drama terrible o un cuadro que produce
náuseas.
El
espectáculo es de los que yo no olvidaré mientras viva.
Y
¿qué tal conducta observan aquí estas desgraciadas? Pregunté al señor Seseña.
No
muy buena del todo, pero hay mucha tolerancia. Las domina su aflicción al cante
flamenco y se pasan el día dando jiptos.
Esto
no debía consentirse, pero se consiente por conmiseración. Ahora bien; cuando
alguna se insubordina la bajamos a la celda de castigo, la guardilla, cómo ellas la llaman.
Y
la celda de castigo es una habitación pequeña, con retrete, donde no hay más
que un jergón inverosímil en el
suelo. Allí la mujer castigada, permanece los días que le salgan, y no le dan
sino pan y agua.
¿Se
han sublevado alguna vez? Pregunté nuevamente.
Sí,
hace dos o tres años se amotinaron todas no sé por qué y nos dieron el gran
disgusto. Fue imposible contenerlas y huyeron saltando la tapia. Cuando la
guardia civil salió en persecución de las fugitivas, sólo pudo cazar a unas
cuantas. Las otras desaparecieron…
Visité
por último el quirófano o sala de operaciones, la cocina, la capilla y el
Museo. Excepto aquél que para nada sirve por lo deficiente, lo demás es
admirable y el Museo sobre todo es magnífico.
La
Madre Superiora Sor Veremunda, fue
explicándome cuanto vi con una solicitud que en el alma agradezco.
Y
al abandonar aquel edificio cuyo triste recuerdo no se borrará jamás de mi
memoria, escuché el último detalle como epílogo de mi información.
En
el Hospital de San Juan de Dios se cura a las mujeres que allí van con
enfermedades contagiosas, pero nadie se ha preocupado todavía de moralizarlas
obligándolas a trabajar y a ser dignas.
El
cuerpo recobra allí muchas veces la salud pérdida…
El
alma sale mucha más enferma…
Justo Leal,
reportero de la Revista Nuevo Mundo
Bibliografía
1.-
Revista Nuevo Mundo del 25 de marzo de 1903, páginas 16 y 17
SANTA ISABEL DE
HUNGRÍA, CURANDO A LOS TIÑOSOS, COPIA DE MURILLO
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4 Litografía de Florentino Decraene (1826)
UNA PINTURA COPIA DE MURILLO EN LA CAPILLA DEL AVE
MARÍA DE MADRID
La
pintura de Santa Isabel de Hungría curando a los tuñidos es una de las
pinturas más importantes del pintor barroco español Bartolomé Esteban Murillo. La obra original fue sustraída por los
franceses y devuelta a España en el siglo XIX. Depositada en la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando (Madrid) surgieron diversas copias en lienzo y en
grabado, algunas de ellas conservadas en la actualidad. Una de estas copias se
conserva en la capilla del Comedor del Ave María (Madrid), único vestigio del
antiguo Convento de la Trinidad fundado en el siglo XVI por el rey Felipe II.
Santa
Isabel de Hungría, curando a los tiñosos, copia de murillo
Hospital de San Juan de Dios. En septiembre
de 1897 fueron trasladados los enfermos del antiguo Hospital de San Juan de
Dios, situado en la calle de Atocha, y derribado por ruinoso, al nuevo edificio
levantado en las inmediaciones de la Plaza de Toros.
Forman el
hospital, todo el construido por el sistema Tollet, ocho pabellones capaces
para 560 enfermos, seis de dos pisos con cabida de 80 cada uno y dos de un piso
para 40. Cinco pabellones para enfermos contagiosos, capaces para veinte
enfermos cada uno. En total pueden albergarse en este hospital 660 enfermos.
Hoy sólo está
habilitado para 300, siendo el número que de ellos existe el de 270 a 280 por término
medio. La clase de enfermos que en él se admiten son exclusivamente venéreos y
sifilíticos y de afecciones cutáneas.
Noticiero Guía de
Madrid. Año XIII de publicación. Dirigido por Vicente
Castro Les. 1909
AUTOR:
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en
Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San
Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro
de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de
Enfermería Avanza
Miembro de Eusko
Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la
Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro no
numerario de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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