viernes, 26 de octubre de 2018

CARMEN SOLÓRZANO SÁNCHEZ PEDIATRA DONOSTIARRA


TODA UNA VIDA RODEADA DE NIÑOS

Quiero rendir desde estas líneas un pequeño homenaje a la pediatra Carmen Solórzano Sánchez (26/10/1952), por su entrega y demostrada profesionalidad durante toda su ya dilatada carrera profesional. Ha dedicado toda su existencia a los más pequeños. Mujer que sin ningún miedo por su vida, se fue a Ruanda a ejercer su profesión atendiendo a niños necesitados, volcándose en ellos con todo su amor.

Excelente pediatra, magnífica madre y espléndida abuela, que siempre alegre lleva en su semblante su imborrable sonrisa. Una gran profesional y muy querida por sus pacientes.

FOTO 1 Carmen Solórzano con sus nietos y sobrina-nieta. Klara, Carla, Pablo y Lucía. Fotografía realizada por Javier Garayalde

Quiero recordar la entrevista que le realizaron a Carmen Solórzano, cuando volvió de su vivencia en Ruanda.

CARMEN SOLÓRZANO
Está impaciente por volver, merece la pena solamente por ver su cara

Carmen pediatra donostiarra de 44 años estuvo el pasado diciembre (1996) en Ruanda y si fuese necesario volvería.

No es por tranquilizar mi conciencia, es porque me gustan los niños.

Encima, termina diciendo Carmen, recibes más de lo que das, aprendes a disfrutar de la vida con lo que tienes.

En la entrevista que se le realizó en aquella época la periodista Mónica Luengo, nos contaba.

No cabe duda de que sueña con volver. Sólo hay que verle la cara de felicidad cuando se lo preguntan. “Si hace falta, volveré en el 97, pero a Zaire o Burundi, donde necesitarán más mi ayuda”.
Carmen estuvo el pasado mes de diciembre en Ruanda, como integrante de la misión “Emergencia Zaire” de Médicos del Mundo. Esta pediatra donostiarra decidió hace tres años aportar su grano de arena y ejercer su profesión durante la guerra de Bosnia. Disponía sólo de un mes (¡SUS vacaciones!) y al final no pudo ser. Entonces no existían proyectos para tan corto espacio de tiempo. Tuvo más suerte un año después, cuando, tras enviar su expediente, le llamaron para ir a Zaire, y lo decidió rápido. Como ella misma dice, “llaman un jueves para salir el lunes”.

En aquella ocasión el equipo del que formaba parte montó un hospital pediátrico que, a su regreso a casa, seguía funcionando con otras personas al cargo.

Esta vez, en cambio, su trabajo allí ha sido totalmente distinto. En principio iba a ser un “proyecto de emergencia”, como ayuda a las 800.000 personas que regresaban a Ruanda desde Zaire. Pero, al no haber tal emergencia, y tras los tres primeros días de avalancha, decidieron dar un giro a su misión convirtiéndola en “proyecto de desarrollo”. Esto es, algo más a medio plazo, para que después pudiera ser útil a la población.

“Esta vez el trabajo ha sido más burocrático” -dice- “aparte de pasar consulta, hemos estado negociando el trabajo futuro, como la creación de seis centros de salud en la zona; hemos arreglado tuberías, conseguido una ambulancia, e incluso hemos negociado la compra de una vaca para cada centro de salud”.

Como autocrítica, Carmen apunta la eclosión de ONG, que han juntado mucho dinero para proyectos de emergencia y que debería reconvertirse en proyectos de desarrollo a más largo plazo. Destaca también el papel de “formadores” que han tenido en esta última misión, en el sentido de aportar su trabajo y sus ideas para que luego exista una continuidad en el futuro.

Por este motivo, apunta a la experiencia profesional como factor importante en este trabajo, “porque al fin y al cabo son niños con enfermedades, igual que aquí. Y la madurez personal también cuenta mucho, el no perder los papeles y echarte a llorar cuando se te muere un niño, porque entonces dejas de ser útil. Hay que aprender a no dejarse impresionar”.

Después de dos viajes en ayuda humanitaria, reconoce que no lo hace como “lavado de conciencia”, sino porque le gusta trabajar con niños, y sabe que, como pediatra, puede ayudar a los que sufren.

Su regreso a casa coincidió, además, con el inicio de la Navidad, lo que supone un golpe para ella. “Te choca la diferencia que hay entre ellos y nosotros, la alegría o su expresión en la cara; son gente que no tiene nada, y, en cambio, nosotros, que lo tenemos todo, vamos muchas veces con cara de mala leche por la calle. Después de volver, pasas muchos meses más allí que aquí. Y pienso que, en realidad, ellos me han dado más de lo que yo les he dado, porque de ellos aprendes cosas como el sentido de la vida y el vivir a gusto con lo que tienes”.

FOTO 2 Carmen Solórzano en Ruanda

Muchas felicidades y que sigas distribuyendo tú alegría entre los más pequeños y también entre los grandes.

Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud

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