TODA
UNA VIDA RODEADA DE NIÑOS
Quiero
rendir desde estas líneas un pequeño homenaje a la pediatra Carmen Solórzano Sánchez (26/10/1952),
por su entrega y demostrada profesionalidad durante toda su ya dilatada carrera
profesional. Ha dedicado toda su existencia a los más pequeños. Mujer que sin
ningún miedo por su vida, se fue a Ruanda a ejercer su profesión atendiendo a
niños necesitados, volcándose en ellos con todo su amor.
Excelente
pediatra, magnífica madre y espléndida abuela, que siempre alegre lleva en su
semblante su imborrable sonrisa. Una gran profesional y muy querida por sus
pacientes.
FOTO
1 Carmen Solórzano con sus nietos y sobrina-nieta. Klara, Carla, Pablo y Lucía.
Fotografía realizada por Javier Garayalde
Quiero
recordar la entrevista que le realizaron a Carmen Solórzano, cuando volvió de
su vivencia en Ruanda.
CARMEN SOLÓRZANO
Está
impaciente por volver, merece la pena solamente por ver su cara
Carmen
pediatra donostiarra de 44 años estuvo el pasado diciembre (1996) en Ruanda y
si fuese necesario volvería.
No
es por tranquilizar mi conciencia, es porque me gustan los niños.
Encima,
termina diciendo Carmen, recibes más de lo que das, aprendes a disfrutar de la vida
con lo que tienes.
En
la entrevista que se le realizó en aquella época la periodista Mónica Luengo,
nos contaba.
No cabe duda de
que sueña con volver. Sólo hay que verle la cara de felicidad cuando se lo preguntan.
“Si hace falta, volveré en el 97, pero a Zaire o Burundi, donde necesitarán más
mi ayuda”.
Carmen estuvo el
pasado mes de diciembre en Ruanda, como integrante de la misión “Emergencia Zaire”
de Médicos del Mundo. Esta pediatra donostiarra decidió hace tres años aportar
su grano de arena y ejercer su profesión durante la guerra de Bosnia. Disponía
sólo de un mes (¡SUS vacaciones!) y al final no pudo ser. Entonces no existían
proyectos para tan corto espacio de tiempo. Tuvo más suerte un año después,
cuando, tras enviar su expediente, le llamaron para ir a Zaire, y lo decidió
rápido. Como ella misma dice, “llaman un jueves para salir el lunes”.
En aquella
ocasión el equipo del que formaba parte montó un hospital pediátrico que, a su
regreso a casa, seguía funcionando con otras personas al cargo.
Esta vez, en
cambio, su trabajo allí ha sido totalmente distinto. En principio iba a ser un “proyecto
de emergencia”, como ayuda a las 800.000 personas que regresaban a Ruanda desde
Zaire. Pero, al no haber tal emergencia, y tras los tres primeros días de
avalancha, decidieron dar un giro a su misión convirtiéndola en “proyecto de
desarrollo”. Esto es, algo más a medio plazo, para que después pudiera ser útil
a la población.
“Esta vez el
trabajo ha sido más burocrático” -dice- “aparte de pasar consulta, hemos estado
negociando el trabajo futuro, como la creación de seis centros de salud en la
zona; hemos arreglado tuberías, conseguido una ambulancia, e incluso hemos
negociado la compra de una vaca para cada centro de salud”.
Como
autocrítica, Carmen apunta la eclosión de ONG, que han juntado mucho dinero
para proyectos de emergencia y que debería reconvertirse en proyectos de
desarrollo a más largo plazo. Destaca también el papel de “formadores” que han
tenido en esta última misión, en el sentido de aportar su trabajo y sus ideas para
que luego exista una continuidad en el futuro.
Por este motivo,
apunta a la experiencia profesional como factor importante en este trabajo, “porque
al fin y al cabo son niños con enfermedades, igual que aquí. Y la madurez
personal también cuenta mucho, el no perder los papeles y echarte a llorar
cuando se te muere un niño, porque entonces dejas de ser útil. Hay que aprender
a no dejarse impresionar”.
Después de dos
viajes en ayuda humanitaria, reconoce que no lo hace como “lavado de conciencia”,
sino porque le gusta trabajar con niños, y sabe que, como pediatra, puede
ayudar a los que sufren.
Su regreso a
casa coincidió, además, con el inicio de la Navidad, lo que supone un golpe
para ella. “Te choca la diferencia que hay entre ellos y nosotros, la alegría o
su expresión en la cara; son gente que no tiene nada, y, en cambio, nosotros,
que lo tenemos todo, vamos muchas veces con cara de mala leche por la calle.
Después de volver, pasas muchos meses más allí que aquí. Y pienso que, en
realidad, ellos me han dado más de lo que yo les he dado, porque de ellos aprendes
cosas como el sentido de la vida y el vivir a gusto con lo que tienes”.
FOTO 2 Carmen
Solórzano en Ruanda
Muchas
felicidades y que sigas distribuyendo tú alegría entre los más pequeños y
también entre los grandes.
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en
Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San
Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
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