LUZ PARA EL OLVIDO
De
Melilla a Paracuellos 1922 – 1936
Itinerario del capitán médico Luis María Alonso Alonso
Autora:
María Luisa Alonso Montalbán,
(Madrid 1935), es Diplomada en Enfermería por la Universidad Complutense de
Madrid y ha ejercido su labor profesional como enfermera y trabajadora social
tanto en el ámbito privado como en el público, especialmente en la atención a
la marginación de la juventud femenina en lo que fue la Consejería de la Mujer,
Familia y Juventud de la Comunidad de Madrid. HA publicado varios escritos al
respecto en la Revista Trabajo Social.
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1 Portada del libro Luz para el Olvido. María Luisa Alonso Montalbán. Momento
de izar la bandera española en el Gurugú
Terminada
su vida activa y libre de responsabilidades familiares, ha podido dar paso a
una antigua inquietud: descubrir la personalidad y la obra de su padre, y dejar
así a sus descendientes un relato de su intensa y fructífera vida y trágica
muerte.
Nota del editor
El
Desastre de Anual en el trágico verano de 1921, sus antecedentes y
consecuencias, constituyen la trama de la cual se sirve María Luisa Alonso para
rescatar del olvido la figura de su padre, el capitán médico Luis María Alonso Alonso.
Y también la de todos los sanitarios españoles, que dieron lo mejor de sí
mismos antes y después de aquel magno descalabro en la Guerra de África: diez
mil muertos.
Destinado
inicialmente en el Hospital Docker de Melilla, donde fue uno de los pioneros de
nuestra Psiquiatría experimental, el capitán Alonso participó en la ingente
labor de los médicos militares en una incesante labor sanitaria, la más exitosa
e incuestionada tarea de la obra civilizadora de España en el Protectorado.
Con
documentación hasta ahora inédita, la autora reconstruye también en Luz para el
olvido los escenarios de los trágicos sucesos ocurridos en Madrid los días
18,19 y 20 de julio de 1936: el estallido de la Guerra Civil, que acabará con
la fecunda y prometedora vida del doctor Alonso en las fosas de Paracuellos.
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2 Hospital Docker de Melilla
El
libro consta de 537 páginas distribuidas en: Prólogo de Agustín Muñoz-Grandes Galilea, índice, capítulo primero: Su mundo
familiar en el principio del siglo XX, en el segundo: Antecedentes históricos
de nuestra presencia en África, en el tercero: El Rif: el territorio y sus
habitantes. En el cuarto: El Protectorado, sus inicios. E el quinto: Civiles y
militares, conflictos. La familia ABD-EL KRIM. En el sexto: De la ruptura a la
guerra. La estrella del general. En el séptimo: Abarrán y el principio del fin.
En el octavo: La llegada de Berenguer. En el noveno: La situación sanitaria.
Los médicos de 1921.
En
el décimo: La Reconquista. En el undécimo: Nuevo escenario político. Los mismos
problemas. En el duodécimo: El Hospital Docker. LA Clínica de presos y
dementes. Héroes en Axdir. En el decimotercero: Las Responsabilidades. En el
decimocuarto: La dictadura. Tensión en Ben Tieb. Franco y Pareja. En el
decimoquinto: Influencias en los comienzos de la moderna psiquiatría española. En
el decimosexto: La zona occidental. Hacia la paz. En el decimoséptimo: La
Sanidad Española en Marruecos. Sus inicios. El doloroso final de una etapa. En
el decimoctavo: La vuelta a Madrid. En el decimonoveno: El prólogo de la Guerra
Civil. La Revolución de Octubre. En el vigésimo: El frente popular. Las
elecciones de 1936. En el vigésimo primero: El fracaso de la sublevación en
Madrid. El cuartel de la montaña. En el vigésimo segundo: Los psiquiatras del
36. Conclusiones, condecoraciones, bibliografía, glosario de términos e índice
onomástico.
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3 Promoción de médicos 1919 y Doña Victoria Eugenia de Battemberg
En
el prólogo Agustín Muñoz-Grandes Galilea,
nos contaba que a Pío Baroja no gustaba de prólogos para sus libros. Valoraba
al lector y quería que fuera él quien fuese descubriendo los mensajes que
transmitía, sin que precisase de ayuda externa. Le voy a hacer en parte caso,
pero no me resisto a hacer algunos apuntes sobre aspectos para mí relevantes de
cada una de las tres unidades temáticas del libro, hábilmente enlazadas: la
Guerra de Marruecos, la Sanidad Militar en campaña, y la España desde el
Directorio de Primo de Rivera hasta el Alzamiento de 1936 contra el Gobierno
del Frente Popular de nuestra II República. Y en todas, María Luisa tiene esa
privilegiada capacidad de interrumpir de pronto el relato, retrotrayéndose en
algunos momentos al pasado para enseguida volver al punto donde lo dejó, sin
que el lector tenga que hacer esfuerzos para no quedar confundido ni perder el
hilo del texto que siempre es claro y con continuidad en el estilo literario.
Es un libro que se lee muy bien.
La Guerra de
Marruecos nunca se entendería bien si se ignorasen (y desde luego María Luisa
no lo hace) los antecedentes históricos de nuestra presencia en África, y si se
obviasen hechos tan importantes como la «Guerra Romántica» de 1860, de
O’Donnell y Prim, con las brillantes victorias de Castillejos (¡qué poco se airea
la valerosa actuación de los voluntarios catalanes!), Wad Ras, y un rosario de
combates hasta la «Entrada en Tetuán» y la aceptación de la paz que impone
España al sultán. Todo ello pudo llevar a un triunfalismo y a un menosprecio del
enemigo que habríamos de pagar caro en el futuro, ratificado en la I Guerra del
Rif en los Tratados de Paz de 1894 con el sultán y el de 1902 impulsado por
Francia, que nos ofrece una engañosa extensión de nuestro dominio hacia el sur,
llegando hasta el Sahara.
Y nunca se
entenderá el «Barranco del Lobo» y ese largo etcétera de desacertadas decisiones
(Abarran, Ygueriben, Monte Arruit...) hasta el Desastre de Anual sin el previo
análisis que hace la autora de la triste «Semana Trágica» de Barcelona, de la
primera huelga general efecto de la Gran Guerra, en la que España mantiene una
impuesta neutralidad que confirma nuestro aislamiento, del injusto sistema de
reclutamiento que admite la inadmisible «redención a metálico» del soldado de
cuota que quiebra a la sociedad, y del pobre adiestramiento de la tropa que se
embarca hacia África sin una mínima capacidad de combate.
La parte central
del libro se centra en el desarrollo de la Sanidad Militar, tanto en el campo
de batalla como en el difícil ambiente de una población indígena que tiene fe
ciega en sus amuletos, que carece de higiene y que no quiere admitir las
medidas que propugnan nuestros médicos militares que tendrán que enfrentar las
muy graves epidemias de paludismo y sífilis, entre otras muchas. A pesar de
ello, España organiza una Sanidad moderna (Hospital Docker, hospitales mixtos,
enfermerías del Majzen, dispensarios municipales, consultas rurales...), en lo
que interviene de forma importante el padre de María Luisa, que muestra su
orgullo por la continua petición de su padre de incrustarse en las banderas de
La Legión y por esa extraordinaria labor de todos los elementos sanitarios que
curan heridas en la primera línea de combate, que amputan miembros, que salvan
vidas y que saben morir.
El doctor Luis
María Alonso Alonso fue consciente de que el estrés de batalla condujo a la
locura a bastantes combatientes, y fue promotor del primer manicomio en el protectorado,
anticipándose a Francia. Ya en la península desarrolló su vocación hacia la
Psiquiatría, labor que prolonga hasta su infame fusilamiento.
En sus páginas
finales, esta gran escritora, María Luisa Alonso Montalbán, muestra la dulzura
de su carácter, mostrando su gratitud a todos los que le prestaron ayuda,
aunque fuera mínima, en su larga fase en el Patronato de Huérfanos de Guerra y,
sobre todo a los que le dieron amor. María Luisa, nos dejas un libro importante.
Sigue, por favor, cultivando tu pasión y vocación de escritora.
FOTO 4 Promoción
de tenientes médicos de 1920
La Labor Sanitaria en África
La labor
sanitaria en África no se inicia a la vez que lo hacen los tratados y se crean
las Oficinas de Asuntos Indígenas, sino en el fragor de los combates. Es posible
que de haber acompañado los médicos a nuestros empresarios y obreros de las
minas, los combates no hubieran sido tan frecuentes y tan duros. La realidad
hizo que correspondiera a nuestros oficiales médicos de Sanidad Militar, incorporados
a nuestro Ejército Expedicionario y a las unidades de Policía Indígena, la
iniciación de la labor sanitaria en el protectorado español en las campañas
militares.
Las deficiencias
sanitarias antes del Desastre ya se habían hecho patentes. En 1920 Berenguer
había escrito al ministro La Cierva, y se las había puesto de manifiesto, de
tal manera que el ministro había viajado a Melilla, y las había constatado. Los
hospitales de Melilla, especialmente el Docker, estaban necesitados de
remodelación, y además eran insuficientes para atender el número de enfermos,
que por este motivo tenían que ser trasladados a la península.
En el inesperado
momento del Desastre no se habían acometido las reformas, ni cubierto las
necesidades. No había hospitales de campaña. Los heridos había que llevarlos a
los hospitales de Melilla, y los transportes se hacían en artolas a lomos de
mulas, por caminos difíciles que alargaban el tiempo de llegada, y en el habilitados
como ambulancias y que esperaban a estar llenos, para marchar hacia Melilla.
Avanzaban entre barrancos y terrenos irregulares, lo que hacía que los camiones
fueran dando tumbos, en una atmósfera pestilente que hacía enfermar a los
sanos. Aunque la situación mejoró, fue de manera paulatina, y las carencias
estaban presentes. Llegaron ambulancias, pero no las necesarias. El ferrocarril
llegaba a muy pocas posiciones, lo que dificultaba la evacuación de heridos.
Las enfermerías
eran insuficientes y carecían de medios y de higiene. Uno de los médicos que
llegó destinado a la de Dar-Drius, el teniente médico José Salarrullana, en
informe que envía al inspector médico, «la considera inhabitable, tanto para
los enfermos como para los sanos, siendo urgente el traslado de la misma a otro
punto en el que el agua no penetre en su interior, y el suelo sea firme y no
fangoso como el actual».
Los médicos
destinados en los regimientos prestaban la atención médica más inmediata a la
tropa, y atendían a los componentes de las guarniciones existentes en los
recorridos, así como al personal nativo, ya que en los puestos pequeños no
había personal sanitario. En estas unidades dispersas había una carencia de
medios de vida de las que los médicos informaban constantemente a la
superioridad. Iban así superando las limitaciones de reglamentos anticuados, e
imponiendo la puesta al día de la Sanidad Militar y su modernización.
FOTO 5 S. M. La Reina
junto a la cama de uno de los heridos que procedentes de África, han sido
traídos a Madrid el día 4 de octubre de 1921, en el Hospital de San José y
Santa Adela. Mundo Gráfico, 12 de octubre de 1921, página 6
En esta
exposición no voy a olvidar a los enfermeros,
sanitarios y voluntarios que trabajaban en condiciones tan precarias de medios,
como de reconocimiento a su trabajo y a la importancia de su función. Carecían
de reglamentos y normativa que los amparara.
Si la situación
era tan precaria, la avalancha de heridos, y el desplome de todo lo poco que
existía como tejido sanitario dejó sólo a los hospitales de Melilla, para hacer
frente a este trágico imprevisto. Además muchos médicos murieron también, los
heridos quedaron a su suerte y murieron sin atención médica.
En el momento de
los sucesos de julio de 1921, trece tenientes médicos de los treinta y tres que
habían obtenido su despacho de tenientes en la primera promoción de las dos que
hubo en 1920, estaban destinados en la Comandancia de Melilla. De estos trece,
tres murieron en estos trágicos sucesos. Además de estos oficiales médicos,
murieron dieciséis de los que también estaban ya destinados en Melilla, y otros
fueron los que sin medios tuvieron que arrastrar en condiciones casi imposibles
la asistencia a los heridos. Todos tuvieron un comportamiento admirable por su
abnegación y su entrega. Los compañeros de promoción de mi padre que murieron
son Enrique Videgain, Juan Bercial Esteban y Fernando González Gamonal.
Enrique Videgain. El 22 de julio se hallaba en
Anual, quedó junto a las tropas que mandaba el general Navarro, y llegó a Monte
Arruit donde se desvivió y multiplicó por atender sin medios y en condiciones
atroces a los heridos. Murió al lado de ellos al abandonar la posición el 9 de
agosto, al salir del fuerte tras la rendición.
Juan Bercial Esteban, del que se
sabe que tuvo un comportamiento ejemplar, murió atendiendo a un sargento
herido. Fernando González Gamonal,
destinado en la enfermería de Zeluán donde hubo una mortalidad altísima, como
ya hemos visto, murió también. Su cadáver fue encontrado y reconocido por su
hermano entre los esqueletos que había de aquella espantosa exterminación, y
fue el primer oficial muerto en combate que recibió digna sepultura en el
cementerio de Melilla, donde descansa junto a sus compañeros en el Panteón de
los Héroes.
Antonio Vázquez Bernabeu, el 16 de junio
en la Loma de los Árboles, pistola en mano, había defendido a sus heridos,
contribuyendo a que los áskaris de la Policía Indígena no desertaran y
estuvieran en sus puestos, por lo que fue condecorado con la Cruz Laureada de
San Fernando. Los rifeños admiraron su valor y su condición de médico y
respetaron su vida, que además podía serles muy útil.
Federico Arteaga Pastor es otro
laureado de esta promoción. Su actuación ejemplar y heroica fue posterior.
Atendió en la misma línea de guerrillas a las bajas que se produjeron en el
zoco Telatza el 13 de diciembre de 1924, y no se separó de los heridos a pesar
del certero fuego enemigo, hasta que eran curados y evacuados. Al acudir en
auxilio de un soldado aislado y al parecer herido, fue rodeado por un grupo de
doce moros, apresado y conducido al blocao de Tuila, intimidándole el enemigo a
que subiese a la alambrada y dijese al jefe de esta posición que era el capitán
encargado de su evacuación, a lo que se negó, aun cuando lo maltrataron y
amenazaron de muerte. Lo llevaron prisionero a la cabila de Anyera, hasta el 28
de enero en que lo liberaron.
En esta
promoción hubo dos laureados, Antonio
Vázquez Bernabeu y Federico Arteaga
Pastor, y dos condecorados con Medalla Militar Individual, Luis Alonso Alonso, mi padre y
protagonista de esta historia, que se distinguirá más tarde en los duros
combates de Tizzi-Assa, y Juan Pereiro
Courtier, que lo fue en 1936 en el frente de Asturias, donde participó en
la liberación de Oviedo.
Pero otros sin
estar en posesión de estas altas distinciones, tuvieron una intervención destacada
en el auxilio a los heridos. El teniente médico Salarrullana preparó la evacuación de sus pacientes después de
haberse dado la orden de retirada de la posición de Anual. Derribado de su
caballo por una herida de bala en el cuello, fue colocado de nuevo sobre éste,
ayudando a su asistente también herido a subir a la grupa. Fue evacuado a Monte
Arruit y de ahí llegó a Melilla.
FOTO 6
Enfermeras, médicos y personal sanitario
Felipe Peña Martínez, de la
siguiente promoción, pero del mismo año 1920,
ya que en este año hubo dos convocatorias, fue el único oficial médico
superviviente de Monte Arruit. Siguió a la columna Navarro, fue herido en la
cabeza. En un aduar al que llegó, y gracias a su carácter abierto, y a su
condición de médico, curando y asistiendo a los indígenas pudo negociar su
libertad y apareció en Melilla, cuando todos le creían muerto. Estudió la
carrera de Medicina en la Universidad de San Carlos, y fue compañero de mi
padre.
Modesto García Martínez, murió con su
hermano Víctor también médico en la retirada de Tistutin a Monte Arruit. El
médico responsable de la enfermería de Monte Arruit, Teófilo Rebollar también murió, fue el que amputó el brazo sin
anestesia al teniente coronel Fernando Primo de Rivera. A principio de julio la
relación de material sanitario existente en la posición era la propia de una
enfermería situada en retaguardia, por lo que la llegada masiva de hombres el
29 de julio situó a los medios sanitarios en el colapso más absoluto por falta
de medios.
Estos médicos
que demostraron su temple en combates frente a los rifeños, unos enemigos nada
desdeñables, y en unas condiciones de trabajo extremas, que afectaban tanto a
los que defendían las posiciones como a ellos mismos, resultaron unos
profesionales muy capacitados y experimentados, que llevaron a la Sanidad
Militar a su modernización y a altas cotas de prestigio y que en estas trágicas
circunstancias, demostraron su valor y su espíritu de sacrificio, en la entrega
y atención a los heridos. Contribuyeron a un notable avance de la Cirugía, Higiene
y Psiquiatría de guerra entre otras especialidades.
Hospitales Voluntarios
Estos trágicos
acontecimientos pusieron a prueba la capacidad de Melilla para resolver los
múltiples problemas sanitarios derivados de la retirada de las tropas de la
Comandancia General de Melilla, que la rebeldía y levantamiento del Rif provocó
y de las incidencias producidas por la llamada «reconquista del territorio perdido».
Las necesidades sanitarias colapsaron los servicios existentes, las
bajas fueron tan numerosas, que fue necesario habilitar cuarteles como
hospitales, por lo que estos se clasificaron en cuatros grupos:
Primer Grupo:
Cuartel de Alfonso XIII y Pabellón Mixto de Artillería. Director: Coronel
médico Victoriano Delgado Piris.
Segundo Grupo:
Hospital Docker. Centro Hispano Marroquí y Casino Militar. Director: Coronel
García Julián.
Tercer Grupo:
Cuartel de Santiago. Cruz Roja y Grupo Escolar. Director: Francisco Alverico
Almagro.
Cuarto Grupo:
Hospital Gómez Jordana. Hospital Central y Enfermería Indígena. Director: Comandante
médico Roldán.
El Cuartel de
Santiago, que había quedado prácticamente vacío porque la mayoría de la tropa
había muerto en los campos del Rif, se habilitó como hospital provisional, lo
mismo que el resto de los cuarteles de Infantería, a la vista de que el Docker
era insuficiente para atender tantos enfermos y heridos. Por ello el jefe de
Sanidad de la zona se vio obligado a ampliar el Hospital Alfonso XIII, que
llegó a tener capacidad para 1.650 enfermos y heridos. Completamente lleno, se
habilitaron tiendas de campaña, en las que se agrupaban en tremenda e
inevitable confusión, enfermos y heridos, españoles y rifeños, obligando a los
médicos a un trabajo fuera de toda medida.
El Hospital
Alfonso XIII desapareció en 1928, llevándose a los enfermos que quedaron al
Hospital Pagés, nombre que recibió el Docker, desde mayo de 1926, en recuerdo
del excepcional cirujano militar, Dr. Fidel
Pagés Miravé.
En las Cortes,
el capitán Arsenio Martínez Campos
denunció las malas condiciones de los hospitales militares de la plaza, sobre
todo del Docker, en el que los heridos no querían ser ingresados, y en el que
pese a haber excelentes profesionales, carecían de los medios necesarios para
una función que exigía más recursos. También el ministro La Cierva había tomado
conciencia del mal estado de los hospitales, y al visitar de nuevo Melilla sin
honores, tomó medidas para su abastecimiento y mejora, adquiriendo remesas
sobrantes de material de la Gran Guerra y mucha quinina para combatir el
paludismo.
FOTO 7 Jinete
Rifeño
Además de los
hospitales militares estaba el Hospital de
la Cruz Roja, que tuvo un lujo de medios tanto materiales como personales
que contrastaba fuertemente con la penuria de los militares, carentes de lo imprescindible,
y en el que destacó el celo y eficacísima gestión de estos medios de Carmen Angoloti y Mesa, Duquesa de la
Victoria, que marchó a Melilla al conocer la tragedia de Anual y suponer sus
requerimientos sanitarios, animada y empujada por la Reina que sabía lo
necesario que era en esos momentos el servicio de las Damas Enfermeras de la Cruz Roja. La acompañaron dos voluntarias, una
era la hija del dramaturgo Jacinto Benavente, otra era una aristócrata madrileña.
Empezaron a trabajar en el Colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana
habilitado para hospital. La seriedad y la entrega con la que trabajaron hizo
que el Ayuntamiento cediera un Grupo Escolar a la Cruz Roja, haciéndose cargo
desde 1921 de la dirección y administración del hospital.
En 1922 la
nación le rinde homenaje por la labor realizada en la campaña de Marruecos,
tributo al que contribuyó el diputado socialista Indalecio Prieto, que visitó
la zona, alabó su abnegación y admirable eficacia en el cuidado de los heridos
y enfermos y dejó en una de sus crónicas estas impresiones.
Desde Málaga
He regresado a
España en el Alicante, el barco del dolor, entre enfermos y heridos de
guerra. He venido con la Duquesa de la Victoria, única heroína de esta guerra,
mujer admirable, que curó y consoló a los heridos, amortajó cadáveres, clavó
ataúdes. Ella y media docena de Damas más, son las únicas de entre toda la
aristocracia española que luchan en Melilla con el dolor, en jornadas interminables.
Las restantes se quedaron para lucir el uniforme de enfermeras en las
solemnidades, para aparecer retratadas en las revistas gráficas. Viene por
horas, para volver a continuar esta noche su humanitaria labor; a realizar el
milagro de que sus heridos, atendidos solícitamente, alimentados con esmero y
descansados en camas limpias y con ropas nuevas, costasen menos de la mitad de
lo que cuestan los atendidos en los hospitales del Estado.
Este mismo mes,
y ya en el Parlamento, Indalecio Prieto
diría en uno de sus discursos, en el que habló sobre el valor y la cobardía
entre otras cosas, lo siguiente y referido a la duquesa de la Victoria:
Conozco en esta
guerra un heroísmo ante el cual me hincaría de rodillas, y es el de unas Damas Enfermeras, que sea cual fuere su
alcurnia, una conciencia honrada como la mía no puede pasar en silencio. Me
refiero a ese grupo diminuto, pequeño, ínfimo, capitaneado por esa heroína que
se llama Duquesa de la Victoria
[aplausos]. Es el único heroísmo español del que he sido testigo, el único que
me siento con valor para exaltar aquí; pero con la exaltación tiene que ir la
honda lamentación de que sea un puñado tan escaso, cinco, seis u ocho mujeres,
las que andan atendiendo a los heridos, clavando los féretros, amortajando los
cadáveres.
FOTO 8
Enfermeras en la Guerra del Rif, con la Duquesa de la Victoria
En este discurso
alude ya al Hospital Docker de Melilla,
del que dice lo mismo que en su crónica desde Málaga, y añade que en este
hospital «los marinos compañeros del infortunado Sr. Lazaga no pudieron estar
velándole sentados en las sillas que rodeaban aquel lecho de dolor, porque las
chinches en tropel cubrían los blancos pantalones de sus uniformes».
Carmen Angoloti, Duquesa de la Victoria, también
prestaba sus servicios en el frente, donde organizó buques hospitales y tuvo
una participación fundamental en la organización del Hospital de la Cruz Roja
de Alhucemas (Villa Sanjurjo).
Además poseía
una gran capacidad para gestionar los recursos, y como diríamos hoy,
optimizarlos. Supo dotar de profesionalidad al personal sanitario, organizando
cursos que lo capacitasen para la mejor atención a los heridos, y llegó a ser
inspectora general de los hospitales de la zona de Marruecos.
FOTO 9
Practicante indígena
La labor de las Damas
y Enfermeras dirigidas por ella es digna de resaltar. En este hospital hacían
todos los trabajos haciendo con el mismo agrado las curas, arreglo de las
camas, cosido de ropas, operación ésta de verdadera prueba por el estado de
miseria y la escasez de agua.
Fueron
innumerables las penalidades que sufrieron, por carecer de lo más preciso,
incluso de agua potable, llegando a utilizar agua salobre para cocinar, para
reservar aquella para los heridos y enfermos en caso de apuro, coronando el
sinfín de sacrificios con el de la separación de la familia, renunciando a la
comunicación regular con ella desde el momento de embarcar.
En la Sanidad
Militar a las Damas Voluntarias, con más voluntarismo que profesionalidad, se
les exigían estas durísimas condiciones, para un también durísimo y urgente
trabajo, en el que los conocimientos y la preparación trataban de suplirse con
la sumisión, total entrega y olvido de las exigencias personales.
Instrucciones para los Servicios en Campaña
Los servicios
que las Damas Enfermeras presten fuera del hospital son completamente
voluntarios, y ninguna Dama está obligada a aceptarlos, lo harán aquellas que
se ofrezcan voluntariamente. Al ofrecerse a prestar estos servicios se obligan
a aceptar las siguientes condiciones:
Las Damas Enfermeras
ofrecen sus servicios a la Sanidad Militar, por tanto no harán más que cumplir
las órdenes que reciban del jefe del Puesto del tren de ambulancia a cuyo
servicio estén, sin discutir jamás lo que se les ordene, ni encontrar ocasión
de crítica para nada, ni quejarse de nada.
La Dama Enfermera
se conformará con dormir si es preciso en el suelo, sin exigir comodidad de
ninguna clase. La Dama enfermera no hará por sí, bajo ningún pretexto ninguna
cura ni modificación de vendaje, ni pondrá ninguna inyección sin consultarlo
con el médico que está de jefe de Puesto.
FOTO 10 Enfermeras
y personal sanitario en el quirófano haciendo una cura
La Dama Enfermera
se comportará en el campamento como si fuera una religiosa, no saliendo para
nada de los barracones hospitales ni sosteniendo conversaciones con personas
ajenas al hospital.
La Dama Enfermera
sabe que expone su salud y tal vez su vida en esos servicios, por lo tanto no
dará ninguna queja ni demostrará disgusto o contrariedad si llegan momentos
difíciles o apurados en una posición o campamento, o en los caminos que se verá
precisada a atravesar, ni en la falta de agua, luz, etc.
Si puede
remediará con medios propios las dificultades, pero jamás hará nada que pueda
hacer resaltar que las Damas, exigiendo comodidades resultan una perturbación
en un campamento, en lugar de ser un elemento de auxilio para el enfermo o el
herido.
Si por
condiciones especiales de lugar y medios de transporte no pudieran las Damas Enfermeras
regresar en la hora y día que les convenga, tendrán que permanecer en el campamento
hasta que haya un medio hábil conveniente al servicio para el regreso, sin que
por ello tengan derecho a reclamaciones.
FOTO 11 Hospital
Docker y la Clínica de Presos y Dementes
La Dama Enfermera
debe considerar que su misión es muy noble y hermosa, si la lleva a cabo en
condiciones de prestar verdaderos servicios al herido, ayudando a hacer camas,
fregar cacharros, cuidar los alimentos, cambiar de postura al que sufre, alentarle
con palabras dulces, velarle de noche; todos estos servicios humildes y sin lucimiento
pero que son los que verdaderamente alivian y confortan al que padece en
hospitales, que forzosamente han de carecer de mil cosas necesarias.
La Dama Enfermera
debe ser el consuelo del herido y el auxiliar modesto y obediente del jefe de
Puesto en que preste sus servicios, sin discutir jamás sus órdenes ni criticar
sus actos, ni mucho menos tomar iniciativas propias, que han de molestar a
quien por su derecho es responsable de ellas.
Con este
espíritu que hoy nos admira y asombra iban aquellas voluntarias a su anónima y
meritoria labor. Sin estatuto del voluntario, sólo con una inmensa generosidad,
deseos de aliviar el sufrimiento humano, impulsadas por su fe, esperanza y caridad
cristianas.
El Hospital Docker. La Clínica de presos y dementes.
Héroes en Axdir
Ya en la guerra
de 1909 contra los rifeños se pusieron de relieve lo muy insuficiente que era
el hospital entonces existente en la plaza de Melilla para las necesidades de
la campaña. El aumento de heridos que al poco tiempo de empezada tuvo el
ejército de operaciones, motivó el que se habilitaran para hospitales algunos barracones
particulares, y que la Comandancia de Ingenieros construyera otros destinados a
hospitales. Todos estos aumentos no bastaban y era necesario evacuar a los
heridos a la península. Los hospitales de Granada, Cartagena, Málaga e incluso
Cádiz, fueron los que más heridos recibieron. En estas circunstancias, en 1910
la Comandancia de Ingenieros elabora un anteproyecto que se aprueba por R.O. de
26 de julio de 1910 de montaje e instalación de pabellones Docker, con un
presupuesto de 65.650 pesetas. Doroteo Castañón y Reguera del Cuerpo de
Ingenieros fue el autor del anteproyecto de hospital que se consideró provisional.
FOTO 12 El
teniente coronel Sr González Tablas, Jefe de los Regulares de Ceuta que tan
bravamente están batiéndose, al ser conducido al hospital, acompañado de la Duquesa
de la Victoria, después de caer herido en combate. M. G. 14 septiembre 1921
El terreno
estaba a 10 metros sobre el nivel del mar, hacia el que descendía en una suave
pendiente. Por su inmediación pasaba la vía férrea de la Compañía Española de
Minas del Rif, la carretera que une la plaza con la posada de cabo Moreno y
varios caminos, por lo que puede decirse que tenía fáciles comunicaciones,
condición que es primordial e interesante. Además el emplazamiento estaba
perfectamente ventilado, las aguas de lluvia tenían fácil salida, sin que
hubiera temor a encharcamientos, y a una profundidad entre 6 y 10 metros se
encontró agua que analizada resultó potable.
Los barracones
pudieron colocarse a favor de la mayor o menor dirección los vientos que en
esta zona son impetuosos. Se instalaron 14 barracones, de los que 10 son
clínicas y 4 dependencias. El tiempo pasó, y en 1920 el centro ya se había
quedado viejo. El 9 de enero de este año, el Dr. Rogelio Vigil de Quiñones, el
héroe de Baler (Filipinas), llega a Melilla y se incorpora al Docker. A su llegada
el hospital que de provisional había pasado a ser semipermanente, gozaba ya de
una merecida mala fama, puesto que los barracones de madera no reunían las
condiciones mínimas para cumplir su misión, y la frecuente limpieza y
saneamiento era un trabajo inútil. Pero la mano discreta y eficaz del
comandante médico Vigil de Quiñones pudo apreciarse enseguida. El general
Fernández Silvestre, que había llegado a la plaza en la misma fecha, pudo
apreciar el cambio y felicitó al director del 2º Grupo de Hospitales en la
Orden de la plaza. Como ya hemos dicho anteriormente, el Hospital Docker sufrió
un cambio importante después de la visita del ministro La Cierva.
Tras estos
sucesos y debido a los terribles traumatismos que la virulencia y ferocidad de
los combates habían producido y seguían produciendo, en septiembre de 1921
llegan a Melilla insignes figuras de la Cirugía, entre los que se encuentran
los comandantes médicos Pagés, Nogueras y Gómez Ulla como importantísimo refuerzo para estas necesidades
sanitarias.
Se organizan 18
equipos de Cirugía, el director es el Dr. Gómez Ulla, cuya más importante
aportación fue la implantación de hospitales móviles que acompañaran a las
tropas. Estudió antes la situación y escabrosidad de terreno, que hacía
imposible su evacuación en periodos prudenciales de tiempo, para que pudieran
ser intervenidos con garantías. Estos centros se desplegaban en 10 horas,
tenían autonomía para 200 intervenciones y eran transportados a lomos de 60
mulos. Esta medida hizo subir la moral de la tropa porque veían en los
campamentos los hospitales de campaña.
El Dr. Pagés es
destinado, como cirujano jefe del 2º Grupo de Hospitales, en especial al
Hospital Docker, donde su actividad fue incesante, llegando a permanecer en el
quirófano hasta veinticuatro horas seguidas en los combates de Segangan y
Atlaten. Pero Pagés, lo mismo que Gómez Ulla, no espera solamente en el
hospital la llegada de heridos, sino que con el avance de las tropas se
incorpora con su equipo quirúrgico a las zonas de combate. Pagés consideraba que
la suerte de los heridos dependía de ser intervenidos prontamente.
En Tistutin, Dar
Drius y Batel, el Dr. Pagés se adelanta así treinta años a las modernas
instalaciones de los equipos quirúrgicos avanzados de la Sanidad de Campaña.
Sabía que el éxito de las intervenciones quirúrgicas radicaba en su rapidez, y
así estadísticamente tenía mayor índice de éxitos en los equipos quirúrgicos que
en el Docker.
Pero no sólo se
producían traumatismos físicos. Los mentales también requerían atención médica,
y ya desde 1916, y siendo comandante general de Melilla el general Aizpuru, se
intenta dar una solución a la atención de los dementes, y evitar la
promiscuidad en la que se encontraban con el resto de los enfermos comunes y en
perjuicio de estos, que eran molestados y perturbados por los que entonces se
decía atacados de «locuras furiosas»,
según la denominación que los primeros psiquiatras franceses del siglo XIX, Pinel y Esquirol, daban a estos trastornos mentales, y que en esta época en
España y al menos entre los profanos todavía perduraba.
FOTO 13
Visitando en Granada y Sevilla a los soldados heridos en África. Mundo Gráfico,
21 de diciembre de 1921, páginas 9 y 16
La construcción
de un local separado ya se consideraba de urgencia, pero los fondos destinados
al entretenimiento del hospital no permitían sufragar esta obra, ni se podía
tampoco, por la importancia que el coste tenía, hacer una transferencia de
créditos. Se opta por una solución intermedia, un local que pueda utilizarse y
cuya cuantía consienta su realización. Se formula una propuesta por valor de
1.140 pesetas que circunstancialmente permita la separación de los dementes en
un momento de paz.
Por otra parte,
el Reglamento de Dementes aprobado
en 1907 establecía que «en todos los hospitales militares habrá uno o más
locales acondicionados debidamente para la observación y clasificación de este
tipo de enfermos».
Los sucesos de
julio aumentaron los trastornos mentales y se carecía de medios para su
atención. Melilla era una explosión de conflictos humanos. La catástrofe de
Anual hizo y seguía haciendo estragos en la vida de las gentes.
El comandante
Franco, que llegó en auxilio de la ciudad el 23 de julio, describe en su libro Diario
de una bandera el horror que encontró, y la desesperación de las tropas
supervivientes en desbandada: «Los fugitivos nos relatan los tristes momentos
de la retirada; las tropas en huida, las cobardías, los hechos heroicos, todo
lo que constituye la dolorosa tragedia... soldados que llegan sin armas a la
plaza. Son las noticias que nos llegan de estos hombres en los que el terror ha
dilatado las pupilas, y que nos hablan con espanto de carreras de moros que les
persiguen, de moras que rematan a los heridos. Llegan desnudos inconscientes, como
pobres locos.
El director del
Hospital Docker ve la necesidad y obligatoriedad de acuerdo a la normativa
legal de poner al frente de la Clínica
de Presos y Dementes a un facultativo especialista en Psiquiatría. Llega a
su conocimiento que uno de los oficiales médicos recientemente llegados a la
plaza, además de la formación teórica, que todos han recibido en la Academia de
Sanidad Militar, ha demostrado un especial interés y vocación hacia ella. Una
vez que le identifica, le propone la jefatura de esta clínica, que acepta con
entusiasmo. Es el teniente médico Luis
Alonso Alonso, que al hacerse cargo de ella encuentra un cuadro pavoroso.
Los medios eran primitivos e insuficientes, pero tiene entusiasmo, voluntad y
vocación; intenta en aquel caos de miserias aportar algo de lo que los nuevos
adelantos en esta ciencia prometen para aliviar el sufrimiento que la guerra,
esta guerra, ha ocasionado en estos seres humanos que ahora la padecen.
Los hospitales
militares de la época no contaban con medios para atender a estos enfermos, y
menos con los métodos que la Psiquiatría
del momento ya preconizaba, que desterraba el castigo físico y el
encerramiento. Por cuyo motivo sólo quedaban ingresados los enfermos que
curaban en poco tiempo y los que incurrían en delitos militares; estos últimos
eran internados en las clínicas de presos, pendientes de la decisión de la
autoridad judicial.
El motivo por el
que se llamó a estas clínicas de «Presos
y Dementes» fue precisamente esta carencia de salas especiales que entonces
había en los hospitales militares, en las que sólo quedaban ingresados los
enfermos mentales cuya mejoría era previsible. Los que llegaban en estado de
agitación eran ingresados en las salas de presos. Así se las denominó de
«Presos y Dementes». Corresponderían a lo que décadas más tarde serían los
llamados “Centros de Observación y
Clasificación”.
El Dr. Alonso,
que acaba de tomar posesión de su puesto como jefe de la Clínica de Presos y
Dementes, sabe que su padre es el jefe del Detall de la Comandancia de
Ingenieros, y por lo tanto el gestor de los recursos y de la liberación de
créditos que ha conseguido en su viaje a Tetuán, por lo que intuye que es el
momento propicio para que parte de esos recursos puedan invertirse en el acondicionamiento
de la clínica. Elabora un informe sobre la caótica situación de las
instalaciones que ha encontrado y tiene la suerte (o la atención que su padre
pone en el informe de su hijo) de que el Mando apruebe los créditos necesarios para
atender entre otros proyectos las mejoras que había propuesto.
Dado que los
presuntos dementes, unos por serlo y otros por fingirlo para huir de los
frentes de combate, han destrozado el pabellón, de forma que no se encuentra en
condiciones de seguridad ni de higiene para esta clase de hospitalizados, que
la mayoría de ellos proceden de cuerpos, como la Brigada Disciplinaria o el
Tercio de Extranjeros, provisionalmente, y mientras se construía la clínica,
los afectados por trastornos mentales fueron trasladados al Fuerte de San Lorenzo
donde su violenta conducta puso de manifiesto que era preciso reformar el
proyecto que se había hecho, en el sentido de reforzar las paredes que se
habían conservado del edificio anterior, como las puertas que había que hacer nuevas.
Durante su estancia en San Lorenzo rompieron las paredes de mampostería y
quemaron casi todas las puertas, por lo que en el nuevo edificio había que
recubrir las paredes existentes con una capa de hormigón armado que por su
homogeneidad impidiera su desintegración, y revestir todas las puertas con
planchas de palastro, e incluso construir celdas de castigo, que teniendo todo un
paramento de verja de hierro, permitiera la vigilancia de los allí recluidos.
FOTO 14 El
médico Luis Alonso (1) y la Duquesa de la Victoria (2). Familia Alonso.
Castellón, Damas Enfermeras y soldados en la gran becerrada para recaudar
fondos para las tropas de África. Damas Enfermeras de Villanueva de Castellón.
M. G. 1921
La ampliación
del local que había sido solicitada por el director del 2º Grupo de Hospitales,
(a instancias de este oficial médico) en oficio que se traslada al inspector de
Sanidad por conducto del comandante general, y con el informe del jefe de
Ingenieros de las citadas obras, llega a buen fin. El coronel jefe de la comandancia
ordena la ejecución del proyecto, que responde a las necesidades del momento y
está incluido en el plan de remodelación del hospital. Y así en 1923 se aprueba
por un R. O. de 8 de mayo la habilitación para Clínica de Dementes en el Hospital Docker, por no reunir
condiciones el local actual.
En la nueva
clínica, en el territorio de Melilla, inicia la Psiquiatría Militar el teniente médico Luis María Alonso Alonso. Las necesidades de la campaña le reclamarán
también en la jefatura de la 5ª Clínica, destinada a Cirugía, en el mismo
hospital, especialidad en la que él tanto ha destacado en su formación académica
y donde podrá ejercerla con grandes maestros como el Dr. Pagés, y que
compaginará con la Psiquiatría.
Sus proyectos
inmediatos, profesionales, personales y familiares se han visto frustrados;
pero se encuentra ante un hecho imprevisto que le va a permitir la realización
de una vocación que no ha podido todavía madurar. La Psiquiatría.
La formación
recibida en esta disciplina ha sido incompleta. En España no existían cátedras
en las facultades de Medicina. Será un discípulo muy aventajado de los pioneros
y maestros que la inicien, y como ellos, aprenderá estudiando las enseñanzas de
las primeras figuras que destacan en Europa, y en su propia experiencia, y
también como ellos será un autodidacta.
En el Hospital Docker de Melilla, y un año
después del Desastre de Anual, tuvo la responsabilidad profesional de
diagnosticar y tratar las patologías propias de las situaciones límite que la
guerra produce en los seres humanos, y con seguir dar respuestas acertadas a
los terribles desafíos que se le plantearon, pero no sólo en el espacio físico
y seguro de un hospital, sino en el frente de batalla, porque también asistió a
los rudos combates que en esa zona ocurrieron, y en los que pudo observar el
comportamiento de los combatientes, controlar reacciones de pánico colectivo,
estudiar sus conducta ante las privaciones y sufrimientos inimaginables que
ocurrieron, y asistir a los heridos en los lugares de mayor peligro, poniendo a
prueba su entrega y valor personal, que siempre fue calificado por sus jefes
como distinguido o muy distinguido.
Su bagaje
principal fue la vocación, que al incorporarse al Ejército como médico ya la
tiene de una forma decidida por la Psiquiatría, la formación teórica recibida
en la Academia de Sanidad Militar, y los conocimientos adquiridos en el estudio
de los autores alemanes, que en la época dominaban en este campo, y que citará
más tarde, cuando como fruto de su experiencia clínica que le ha permitido
formular sus propios juicios, publique sus primeros trabajos, que estarán
avalados por esta experiencia tan temprana.
De esta manera
se inicia, se impulsa y se hace la Psiquiatría Militar. Por la vocación
decidida, por el trabajo, entusiasmo y la entrega a una tarea, de los primeros
médicos militares, entre los que figura, no como pionero, pero sí como la
primera figura que hace la historia de esta especialidad en el Hospital Militar
de Melilla, el entonces teniente médico Luis Alonso Alonso.
Allí, en un
lugar maldito por tantos errores, abandono, corrupción y con tanta miseria y
sufrimiento añadido, en ese infierno que era el Hospital Docker, y que podemos
imaginarnos contemplando los cuadros que Goya nos pinta de los manicomios de un
siglo atrás, llegó con su ciencia y su humanidad. Introdujo en aquel caos las
bases de la atención médica a aquellos que entonces se llamaban «presos y
dementes».
Es el momento,
la época privilegiada de las reformas sociales y psiquiátricas y de la
aparición de instituciones, de las publicaciones que darán cauce a las nuevas
ideas e inquietudes, de estos nuevos psiquiatras del primer tercio de siglo XX
que van a dar un vuelco en el tratamiento a estos enfermos. El devenir de esta
disciplina se estudiará más adelante. Ahora los combates imponen otros desvelos,
que vamos a seguir.
Nadie como los
médicos militares de las unidades que tenían soldados indígenas, y muy
especialmente los destinados en las mehal-las Jalifianas, conocían el estado en
que se encontraba la Sanidad del territorio marroquí y la población de nuestro
protectorado.
Otro de los
personajes que ha destacado la importancia de la labor sanitaria realizada por
España en Marruecos ha sido el historiador marroquí Mohammad Ibn Azzuz Hakim,
que en su trabajo titulado Una visión realista del protectorado ejercido por
España en Marruecos trata de salir al paso de los errores que muchos investigadores
han cometido sobre la acción protectora de España. En este trabajo en el que
enumera y se detiene en todos los aspectos de su obra civilizadora, en cuanto a
la Sanidad, dice:
España organizó
la Sanidad moderna, construyó hospitales, enfermerías, dispensarios, consultorios
médicos, laboratorios, farmacias, en todas las ciudades. El Sanatorio Antituberculoso de Ben Karrich
era el único existente en todo Marruecos. La asistencia médica y hospitalaria
era gratuita para todas las clases sociales marroquíes [...]. Creó las Escuelas para la formación de Comadronas, Enfermeras y Enfermeros.
FOTO 15 Damas
Enfermeras de la Cruz Roja con la Duquesa de la Victoria
Los Psiquiatras del 36
Al comenzar la
guerra civil en España (1936 - 1939), la Sanidad
Militar española había conseguido tener un servicio de Psiquiatría
aceptable. Los médicos militares que se habían especializado en la Escuela de Ciempozuelos, y los que se
preparaban en la Academia de Sanidad, que recibían una formación de carácter general
de influencia alemana, impartida por el comandante médico Vallejo Nágera, tenían un nivel alto. La convulsión provocada por
la guerra acabó con todos estos avances, realidades y proyectos, y dispersó a
los psiquiatras, que según el lugar geográfico en el que se encontraron en el
momento de la contienda, se adaptaron a la nueva situación, o tuvieron que
optar por uno u otro lado según sus convicciones e ideales.
El director, Federico González Deleito, murió en la
Cárcel Modelo en agosto fusilado por los milicianos del Frente Popular. Ningún
recuerdo se le dedicó.
Pedro Álvarez Nouvilas, jefe clínico
durante el curso, discípulo del Dr. Santos
Rubiano Herrera, fue con mi padre uno de los estudiosos de la introducción de
la Psicología científica en el Ejército, y formó parte de la Liga de Higiene
Mental. Al inicio de la guerra era director del Hospital Psiquiátrico Militar
de Málaga, en poder del Frente Popular. En la Escalilla de 1941 consta en
activo. Prefirió exiliarse a México.
De los cinco
alumnos que habían obtenido el diploma de especialista en Psiquiatría en 1934
solamente ejerció como tal Vicente
Buitrón Fernández, en el Arma de Aviación, a la que después de la guerra se
pasó. Se distinguió en las operaciones del Frente de Teruel como jefe del Grupo
de Sanidad en la perfecta organización de la evacuación de los heridos en los
combates habidos, donde se puso a prueba su celo e inteligencia. Antonio Román Durán se exilió a
Guatemala.
José Velasco Escassi salió de la
Cárcel Modelo al firmar su colaboración con el Gobierno del Frente Popular.
Separado del Ejército al final de la guerra. Amnistiado en 1947. Evitó el
exilio seguramente porque su pertenencia al Cuerpo de Médicos de Prisiones, en
el que hizo una brillante carrera profesional, le proporcionaba un porvenir
seguro. Perteneció al Cuerpo Nacional de Médicos Forenses (B.O.E., 13 de enero
de 1960) y fue director del Hospital Psiquiátrico Penitenciario. Profesor de la
Escuela de Medicina Legal. El catedrático de la Escuela, el Dr. José Delfín Villalaín, en la Revista de
la Escuela Legal de Sanidad, le nombra junto a otros eminentes profesores como
su maestro.
Por orden de 28
de junio de 1974 se le nombra inspector de los Servicios de Sanidad
Penitenciaria a José Velasco Escassi, funcionario del Cuerpo Técnico de
Instituciones Penitenciarias, especialidad Psiquiatría. Como es lógico,
conservará esa sociedad médica que inició con su compañero Luis Alonso, y dará
a su viuda la parte que en el escaso tiempo que juntos tuvieron esa sociedad le
corresponda. Después nada más hemos sabido de él. Jamás nadie le recordó su
colaboración con el Frente Popular.El 12 de febrero de 1979, el ABC publica
la esquela de su fallecimiento en Madrid.
La Clínica de Ciempozuelos quedó en pleno
frente de batalla. El 28 y 30 noviembre de 1936, veintiún Hermanos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, que tenían a
su cargo el cuidado y atención a los internados, fueron asesinados en
Paracuellos del Jarama. El nuevo director del centro trasladó a los enfermos al
Manicomio del Dr. Esquerdo. Al frente de los Servicios de Psiquiatría quedó en
la zona nacional el comandante médico Antonio Vallejo Nágera, y en la zona del
Ejército Popular de la República el Dr. Mira i López, profesor de Psiquiatría
en la Universidad de Barcelona y miembro del Partido Socialista Unificado de
Catañuña (PSUC).
Conclusiones
No pude imaginar
cuando, respondiendo a una antigua inquietud, inicié lo que pretendía como una
breve biografía sobre los hechos más significativos de la vida de mi padre con
el fin de que su memoria no quedara en el olvido para la familia, que iniciaba
una aventura que ha resultado ser apasionante.
Dos cartas
dirigidas a mi madre desde la Cárcel Modelo días antes de su muerte, y las
fotos que de sus campañas en Marruecos se han conservado, así como las fotos
familiares, relatos fragmentados de mi madre, de mi tía Pilar Baquer, y el
hermano de su primera esposa, su cuñado el Sr. Gumucio, es el bagaje con el que
empecé.
FOTO 16 Luis
María Alonso Alonso, capitán médico
En este bagaje
es justo que añada la relación que con los hermanos de mi padre, mis tíos, los
que vestían uniforme y también mi abuelo, han contribuido a que yo pudiera
formarme una imagen de mi padre. El contacto con ellos me ha permitido saber
cómo era. Pero lo que ellos no me pudieron transmitir fue su faceta como
médico. Ésta es la que he encontrado en los documentos y en sus escritos.
Mi padre fue,
antes que militar, médico, su auténtica vocación que pudo desarrollar en el
hostil territorio marroquí.
Con estos pocos
datos, sin ningún recuerdo, su itinerario vital ha ido apareciendo a través de
escritos y valiosos documentos, entre los que se encuentra como el más
importante su Hoja de Servicios, y otros que investigando he encontrado, o me
han sido facilitados. El estudio de su época, y el contexto que vivió, ha sido
la herramienta que he utilizado para conocerle. Así he podido descubrir su
personalidad, sus ideales y sus ilusiones, los hechos en los que demostró su
inteligencia, generosidad e integridad.
Un legado que de
manera misteriosa, pero real, he recibido, y en el que puedo reconocerme. He
ido descubriéndole a él, pero también me he descubierto a mí misma. No sería
completa la visión, o mejor dicho, la idea que como hija he ido formando de la
personalidad de mi padre, si no hubiera comprendido también y no expresara cómo
fue la clase y forma de relación que tuvo con sus familias políticas, con los
Gumucio (la de Lola), y los Montalbán (mi madre).
Empezando con la
de Lola. Su padre era director de una sucursal de un banco de Madrid, su madre,
como hemos visto, la esposa que sufre en silencio la infidelidad del marido.
Debió ser una persona bondadosa. Su hijo, el hermano de Lola, pronto hizo
«buenas migas» con su futuro cuñado. Su arrolladora personalidad, su cultura y
su carácter le debieron impresionar desde el primer encuentro. La relación con
su hermana anudó una amistad entre ambos cuñados.
Conocí al Sr.
Gumucio cuando le visité en su casa de la calle Moratín, Barrio de las Letras,
con motivo de recoger el regalo que me hizo del retrato al óleo que él (pintor
con firma acreditada) había hecho de mi padre, y que días antes yo le había
pedido. En esta ocasión pude confirmar su aprecio, admiración y cariño por él.
En su casa conservaba los cuadros que en sus estancias en Tetuán había hecho de
esta ciudad, de sus paisajes y sus habitantes. Me habló con entusiasmo del
espíritu de iniciativa que mi padre tenía, y también de su afición a la música
clásica.
Vivía con su
única hija, y con delicadeza tocó el espinoso asunto del rechazo de Lola por
parte de la familia Alonso, de la que yo con este motivo venía a avivar tan
doloroso recuerdo, y simplemente dijo: «Mi padre tuvo la desgracia de enamorarse
de otra mujer, lo que amargó la vida de mi madre». Nada más. Ahí quedaba la
explicación de tanto sufrimientos y humillaciones, que algunas mujeres de
entonces padecieron, y del rechazo de su hermana para formar parte de la
familia de su marido.
La relación con
la familia Montalbán también fue muy cordial. La estancia juntos en la Cárcel
Modelo les hizo sentirse unidos en una tragedia común, en la que mi padre,
estoy segura, actuaría como apoyo debido a su temple y formación. En las cartas
que escribe a sus cuñadas, que eran unas niñas, Teresa tenía 16 años, y Adela
11, trasluce su afecto.
He llegado al
final de un camino en el que no he estado sola. Adolfo, mi marido, lo ha hecho
también conmigo. Su contribución y ayuda ha sido inapreciable y definitiva,
tanto en la interpretación y conservación de documentos, como su Hoja de Servicios,
o búsqueda de otros, datación y ubicación de fotografías con mucha
aproximación. Pero sobre todo su confianza en el trabajo que emprendí, y la
admiración por mi padre, que compartimos juntos. También fue él quien que me
animó a recuperar la memoria de mi abuelo paterno.
FOTO 17 La
Duquesa de la Victoria en un homenaje por su heroico trabajo. M. G. 1921
También con su
Hoja de Servicios he conocido toda su trayectoria militar, para mí totalmente
desconocida, y poder establecer la relación con la de mi padre. No puedo
olvidar a Javier Sánchez Regaña, con su magnífico blog, al que considero un
gigante de la investigación sobre los sucesos de Anual.
FOTO 18 El alto
comisario en Madrid Damaso Berenguer, visitando a los heridos de África. Mundo
Gráfico 12 de abril de 1922, página 15
Él me ha identificado
a personas que posan en fotografías junto a mi padre, por ejemplo al teniente
médico Vázquez Bernabeu, y a la Duquesa de la Victoria, y ha encontrado en la
revista África, la heredera de aquella Revista de Tropas Coloniales fundada
por Franco, el interesante artículo de mi padre sobre su labor sanitaria en el
centro del Rif, como un auténtico «misionero de la civilización».
Espero que no
quede en el olvido para los suyos la memoria de lo que hizo, y de lo que fue su
persona, su vida y su muerte. Será también una enseñanza para todos nosotros.
Los que al leer estas páginas le conozcan podrán sacar conclusiones de carácter
moral, por su entrega a su vocación como médico psiquiatra y como médico militar.
Por la firmeza de sus convicciones y fidelidad a sus ideales.
Y nosotros, su
familia, y especialmente sus hijos, conservaremos el legítimo orgullo de serlo,
y la obligación de mantener su memoria.
Agradecimiento
María
Luisa Alonso Montalbán,
autora del libro, por haberme enviado su libro.
Fotografías extraídas de la revista Mundo Gráfico de la
Biblioteca Nacional de España y del propio libro “Luz para el Olvido”.
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en
Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San
Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro
de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de
Enfermería Avanza
Miembro de Eusko
Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la
Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro no
numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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