miércoles, 10 de enero de 2018

LA EVOLUCIÓN ASISTENCIAL DE LAS PROFESIONES ENFERMERAS EN EL SIGLO XVIII EN CÁDIZ



AUTORA: Miriam Parra Valenzuela. Grado de Enfermería

Directores: Dr. Manuel Bustos Rodríguez. Director de La Real Academia Hispanoamericana. Dr. Francisco Glicerio Conde Mora. Profesor del Centro Universitario de Enfermería, C.U.E. “Salus Infirmorum” de Cádiz, adscrita a la Universidad de Cádiz.

FOTO 1 Miriam Parra Valenzuela

Resumen
En la presente Revisión Bibliográfica que presentamos como TFG analizaremos las figuras de los cuidadores procedentes de las tres profesiones presentes en Cádiz, los Barberos/sangradores, las enfermeras a lo largo del siglo XVIII. Analizaremos la figura “Barbero-Sangrador-Flebotomiano”, posteriormente Practicantes de Cirugía, las Matronas y las Enfermeras en el Siglo de las Luces esbozando sus funciones y sus diferencias respecto a las distintas profesiones sanitarias de la época.

La necesidad de investigación de las profesiones enfermeras, básica para la Historia de los Cuidados, aparece por la falta de información y claridad con respecto a su propio origen en la ciudad de Cádiz. A lo largo del presente TFG estudiaremos las funciones de las profesiones enfermeras anteriormente mencionadas analizando la evolución de sus funciones a través de los Diccionarios de Autoridades, premisas que iremos desarrollando en dicha revisión bibliográfica.

FOTO 2 Título de barbero-flebotomiano de Juan de Castro en el año 1591. Archivo Provincial de Ourense. Cedido por Isidoro Jiménez Rodríguez

Introducción
Curar a veces; aliviar, a menudo; consolar, siempre
En la presente Revisión Bibliográfica intentaremos reconstruir la historia en la búsqueda, interpretación y exposición del pasado de la enfermería, con la finalidad de entender adecuadamente el presente de esta profesión, y para que el colectivo que la integra haga frente al futuro con un fundamento humanístico.

Para ello, analizaremos las profesiones enfermeras en Cádiz durante el siglo XVIII. Hablaremos sobre la evolución que ha tenido la figura enfermera, así como las funciones desarrolladas en el siglo XVIII con respecto a las actuales.

Trataremos también de las diferentes denominaciones que han recibido los profesionales que en la Edad Moderna realizaban las labores enfermeras y de los títulos que se les proporcionaban para la correcta realización de la profesión y la formación que recibían, poniendo en conocimiento los sueldos que iban a percibir por ello.

Debemos conocer como influyó en las profesiones enfermeras la reforma liberal que influyó en España, originada con la aparición de Martin Lutero, estando en contraposición con diferentes organizaciones al proporcionar los cuidados, como por ejemplo, la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.

Haremos hincapié en el desarrollo de la profesión enfermera relacionada en la literatura española del siglo, dándole mayor importancia a la obra de Miguel de Cervantes Saavedra, comúnmente conocida como Don Quijote de la Mancha.

Naturalmente era necesario conocer las leyes de la época para el buen desarrollo de la práctica enfermera, referidas al Protobarberato y Protomedicato.

FOTO 3 Título legal de Barbero-Sangrador que presenta en la villa de Cáceres el vecino de Arroyo del Puerco, Miguel García Trejo en 1699. Archivo histórico municipal de Cáceres

Título de enfermero
Aunque el presente TFG analiza las profesiones enfermeras en el siglo XVIII, anteriormente, en los siglos XVI y XVII, ya podemos hablar de sus antecedentes, analizando los primeros títulos de Barbero Flebotomiano o Barbero Sangrador, observando sus funciones en el ámbito sanitario y pudiendo percibir los cambios de denominaciones de estos oficios precedentes del actual enfermero.

Como podemos ver, una de las primeras apariciones de los títulos oficiales anteriormente mencionados surge en 1591 con la denominación de “Barbero Flebotomiano” (Foto 2), mientras que un siglo más tarde, en 1699 aparece su evolución con la denominación de “Barbero Sangrador” (Foto 3). Esta última es recogida del documento oficial de la institución del Protomedicato, que era la institución encargada de regular las funciones de médicos y cirujanos, cuyas competencias se extendían a otros oficios como el de ensalmador, boticario, especiero o herbolario. El título, que le facultaba para el ejercicio de su oficio, era expedido tras haber superado las distintas pruebas y le capacitaba para realizar el ejercicio en los distintos territorios de la Corona de España. Para ser recibido a examen, era necesario haber realizado la actividad durante al menos cuatro años a cargo de un maestro examinador. El examen constaba de dos partes, una teórica y una práctica. En la primera parte debía exponer conocimiento sobre anatomía vascular y procedimiento para sangrar, sajar o echar ventosas y sanguijuelas, o por otro lado sacar dientes o muelas.

En la segunda parte del examen debía de mostrar sus habilidades en las técnicas recién citadas.

FOTO 4 El nacimiento de Julio César. Libro de Suetonio. La vida de los Doce Césares, 1506

En el siglo XVI, durante el reinado de Felipe II (1556 - 1598), sabemos por el Dr. Manuel Bustos que en 1562 la ciudad de Cádiz tenía dos Barberos. Ciertamente es más que suficiente para una población cifrada apenas en 2300 habitantes, dato insignificante comparado con la ciudad de Cádiz actualmente, censada en 118.919 habitantes y con una densidad de 9828.02 habitantes/km2. Trataremos a continuación de las profesiones enfermeras ejercidas por la población femenina.

Matronas y Enfermeras en los Siglos de Oro
En la actualidad, las funciones de la matrona únicamente quedan limitadas, en la mayoría de los casos, a la atención del embarazo y parto normales o a ser un ayudante del médico en el acto del nacimiento patológico. Sin embargo, en la antigüedad, Edad Media y hasta el siglo XVIII la función de la matrona era estar durante el alumbramiento para ayudar en todo lo que se necesitara, prestar atención al bebé en todas sus necesidades e incluso proporcionar soluciones no medicinales.

Con respecto el trabajo de la matrona en España durante la Edad Media hay que señalar que las Cortes de Valladolid, en el año 1258, dictaban ordenanzas para prevenir las mezclas de razas, y prohibían a judías y moras atender a madres o a hijos cristianos, y a éstas criar niños de padres israelitas o sarracenos.

En las famosas Cantigas de Alfonso X «El Sabio» (1256 - 1263) se aprecian gran cantidad de escenas de comadronas atendiendo las labores del parto en diferentes situaciones, y también en las Partidas, cuerpo normativo que trataba de dar uniformidad jurídica en el Reino. Por ejemplo, en la II Partida se hace referencia a las cualidades que deben adornar a las comadronas, mientras que en la VI Partida se alude a las «mujeres sabidoras», que se dedicaban a la asistencia al parto y al tratamiento de las enfermedades propias de la mujer y de algunos padecimientos infantiles.

La literatura medieval nos ha transmitido abundantes testimonios de mujeres que ejercían el arte de partear. Una de las referencias literarias acerca de las parteras la encontramos en las obras más importantes del siglo XIV. Citamos aquí el Libro del Buen Amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, quien en su obra Libro de Cantares o Libro del Buen amor, extenso poema de 1.728 estrofas, alude a la partera: «Toma vieja que tenga oficio de herbolera, que va de casa en casa sirviendo de partera, con polvos, con afeites y con su alcoholera, mal de ojo hará a la moza, causará ceguera».

Lo cierto es que sus competencias eran más amplias en siglos pasados que en la actualidad. Por una parte es conocida su exclusividad casi absoluta en el cuidado que le prestaba a la mujer durante su gestación, nacimiento y puerperio.

Estas funciones han sido estudiadas en profundidad analizando las obras de los tratadistas de los siglos XVI y XVII como Damiá Carbó, Francisco Núñez de Coria y Ruyces de Fontecha y Luis de Lobera.

Igualmente a las matronas acudían las madres cuando sus hijos enfermaban. Por esa razón se aleccionaba a las matronas para que aprendieran a diagnosticar sobre las enfermedades de los niños y conocieran los tratamientos que debían proporcionarles.

FOTO 5 Libro del arte de las comadres o madrinas y del Regimiento de las preñadas y paridas. Ilustración donde se observa la silla tradicional del parto. S.XVI. Por Damiá Carbó

Figura del Barbero - Sangrador
Cuando hablamos de barbero-sangrador en la época de la Edad Media, en el siglo XIII, nos referimos a personas que se dedicaban a realizar blanqueos de dientes, extraer muelas, sangrías, rasurar barbas, cortar el pelo e incluso drenar abscesos, amputar piernas o reducir fracturas. Podríamos decir que ésta era una profesión polivalente. Esta diversidad dio lugar a que se reconociese como cirujano-barbero.

Según el artículo que escribe María Estela González de Fauve titulada “La práctica de la flebotomía en España a través de algunos tratados médicos”, observamos:

La tardía reglamentación en Castilla de los estudios universitarios de cirugía, de manera que se fomentaron otras formas de aprendizaje como son: por simple experiencia personal, o junto a un maestro en territorios donde las cofradías-gremios estaban más desarrolladas.

Dificultades que se encuentran algunos barberos-sangradores hacia el reconocimiento de su trabajo y retribución económica esperada.

Son muy pocos los casos de sangradores que, por su fuerza de voluntad y espíritu de sacrificio, en especial en tiempos de peste, lograran un mejoramiento en sus conocimientos del cuerpo humano y un aprendizaje más seguro de los lugares más convenientes para realizar las sangrías.

En lo referente a la sangría como posibilidad de curación de los males pestilenciales, la realidad indica que poco se logró con ella.

Ya en la Edad Moderna y en el ámbito de la Bahía de Cádiz encontramos las funciones del barbero en las Constituciones del Hospital de Mujeres del Puerto de Santa María. En estas Constituciones se recoge“(…) Su obligazion ade ser quitar los cavellos a las emfermas como sangrarlas, echar las sanguijuelas, ventosas y executar todo lo que fuere de su arte” (foto 6).

FOTO 6 Reglas, estatutos y modo de gobierno del Hospital de Nuestra Señora del Amparo del Puerto de Santa María, Cádiz

El Reformismo Luterano y la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios
Debido a la Reforma Luterana, la enfermería perdió todo su sentido desde el punto de vista vocacional y profesional. El reformismo comenzó en 1517 encabezado por Martín Lutero, condicionando la profesión enfermera, que empezó como obra de caridad hacia los pobres y los más necesitados para convertirse en una labor meramente profesional. Como dice Enrique Oltra Rodríguez: “La enfermedad pierde su sentido de sufrimiento purificador y salvador, perdiendo también la atención al enfermo su sentido sanador para quien ejerza esta atención”.

Esto se originó porque los protestantes partían de la salvación de las almas como una cuestión de fe, es decir, solo por creer, lo que haría innecesario el sufrimiento y las obras de caridad como mérito de redención. Todo esto llevó a la supresión de las órdenes religiosas, que fueron las que impulsaron este oficio, desmantelando hospitales y expulsando a monjas y frailes que lo ejercían, sin ser sustituidos por otras figuras. Tras la Reforma, quedan separados los cuidados de la curación (cuidar/curar). Posteriormente se hizo una distribución de las profesiones sanitarias entre seglares y de aquí pasó de ser un oficio vocacional a uno meramente profesional.

FOTO 7 Orden Hospitalaria de San Juan de Dios

En contraposición, en la Europa católica nos encontramos con la Orden Hospitalaria de San Juan De Dios, que fueron quienes mantuvieron el sentido tanto vocacional como profesional, siendo así verdaderos profesionales enfermeros de la época.

A continuación, mostramos un cuadro donde se especifica el número de pacientes que eran ingresados en el Hospital de San Juan De Dios en Cádiz, con el número de personas que fallecían cada año entre 1712 y 1721. Podemos observar claramente que el porcentaje de las personas que se curaban era mayor que las personas que fallecían en aquel hospital, mostrando así los beneficios que se consiguieron y la gran eficacia que prestaban estos profesionales católicos en la realización de sus labores. Podemos destacar una visión humanista de aquellos hermanos de la Orden Hospitalaria, a la que se unía una visión de carácter espiritual: la de ver a Cristo en la mirada de cada paciente cuando realizaban sus cuidados.

Por este motivo, queremos reflejar la importancia de conocer los orígenes en el oficio de la enfermería, para desarrollarlo de manera humana, vocacional, lícita y profesional, abordando todos los ámbitos correspondientes a dicha profesión según las necesidades integrales del paciente.

FOTO 8 Escena de un parto asistido por comadrona. Litografía siglo XIX

Don Quijote de la Mancha
En 1605 se publica por primera vez la obra literaria El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha por Don Miguel de Cervantes Saavedra, donde se cuenta la vida de un caballero que acompañado de su escudero, vive numerosas aventuras. En el trascurso del relato se encuentran con un barbero al que le roban la bacía, recipiente metálico utilizado en las sangrías, para utilizarlo como sombrero y regalárselo a su amada Dulcinea.

La disputa tuvo lugar entre el barbero sangrador Maese Nicolás, también llamado sacamuelas, y Don Quijote, queriendo definir éste como Yelmo lo que en realidad era una Bacía.

De este modo, vemos como se hablaba en la literatura española en el siglo XVIII de la figura de Barbero como profesional sanitario con funciones propias. En esta época, el único profesional sanitario que existía al alcance los enfermos era el barbero sangrador.

FOTO 9 Aparece El Quijote junto al Barbero Maese Nicolás. Grabado de la Biblioteca Nacional

“Directorio de Enfermeros” por Simón López (S.XVII)
Para hablar de Enfermeros en el S.XVII es necesario hablar de Simón López. Simón López fue barbero de un hospital incógnito. Aunque nunca llegó a publicar, es digno de conocer por su gran preocupación de enseñar delimitadamente las funciones que realizaban los profesionales ejerciendo su labor. Su obra, llamada “Directorio de Enfermeros”, fue escrita entre los años 1650 - 1668. A continuación nombramos algunas funciones que se citan:

Ejecutar las prescripciones médicas.
Observar al enfermo, su evolución, e informar al médico.
Proveer todo lo necesario para curar la enfermedad.
Higiene y limpieza de las enfermerías y aposentos.
Asistencia al enfermo en situaciones de urgencias, en caso de ausencia del médico o cirujano.
Aplicar unturas.
Administrar clisteres, jarabes, bebidas, comidas y purgantes.
Hacer embrocaciones, fregaciones y ligaduras, etc.

La Hermandad de San Cosme y San Damián en Cádiz
Son los antecedentes de la colegiación de las profesiones sanitarias. Dicha Hermandad, afincada en Cádiz en el Convento de la Piedad, tenía por titulares a dos santos gemelos que vivían en Égea, en Cilicia (Asia Menor).

Fueron encarcelados y torturados por Lisias, el gobernador de Cilicia con beneplácito del emperador romano Diocleciano, sobre el año 300 d.C. Cuenta la tradición que ambos hermanos sobrevivieron a todos los martirios por intervención divina hasta que sus verdugos decidieron separar las cabezas de sus troncos por medio de una espada, decapitándolos.

En esta hermandad se agrupaban en el Cádiz del siglo XVII y XVIII, las profesiones sanitarias.

FOTO 10 Directorio de Enfermeros por Simón López. Siglo XVII. Biblioteca Universitaria de Salamanca

Barberos, Practicantes, Matronas y Enfermeras en el ámbito gaditano en la Edad Moderna
Encontramos referencias a los enfermeros y enfermeras en el capítulo sobre la Enfermería en las Constituciones y Reglas del Colegio de San Bartolomé de Cádiz (1594). Sobre las funciones del enfermero nos dice:

“(…) El enfermero ha de asistir a las visitas del médico, y escribir todo lo que ordenare, y solicitar que se cumpla, así lo que fuere de medicinas, como de comida, previniendo al despensero y cocinero, de lo que se ha de aderezar en que forma y para qué hora. Ha de asistir al dar de comer y cenar a los enfermos, y a la ejecución de los remedios que se les hicieren, y tener presto cualquier recaudo que para ello fuere necesario. No ha de dar, ni consentir que se les dé a los enfermos, más de lo que el medico ordenare. Dormir adentro de la enfermería, cuando pareciere que hay necesidad. Cuando el medico ordenare, que se administre alguno de los santos sacramentos a los enfermos, de cuenta al rector y capillero, para que se prevenga el recaudo necesario.”

Las Constituciones también hacen referencia a las enfermeras:
“(…) A madre, o abuela del enfermo, podrá el rector dar licencia, si le pareciere, para que entren a ver a su hijo, o nieto, acompañándola hasta que vuelva a salir: y si la tal madre, o abuela (solas, sin criada, ni otra compañía), quisieren estarse en la enfermería en lugar de enfermeras, por algún tiempo, se le de licencia, con condición de que no salga del aposento de la dicha enfermería”.

Ya a comienzos del siglo XVIII, con la llegada de la dinastía borbónica a la Monarquía Hispánica, existían en Cádiz 13 o 14 galenos (médicos), 19 boticarios (farmacéuticos), de 12 a 14 cirujanos y dos sangradores que debían atender a una población cifrada en 41.000 habitantes. Al final de la Guerra de Sucesión, el Dr. Manuel Bustos recoge que existían seis matronas ayudando en los partos de las mujeres gaditanas.

Es en 1717 cuando se publica en Madrid la obra del cirujano Pablo Petit “Cuestiones generales sobre el modo de partear, y cuidar a las mujeres que están embarazadas o paridas”. Ciertamente la obstetricia del siglo XVIII muestra un auge equiparable por volumen y riqueza doctrinal y clínica al del resto de Europa, facilitado por los contactos cada vez más directos de la medicina española con la de los restantes países europeos y especialmente con Francia, a raíz de la instauración borbónica. Se incrementan el número de cirujanos que asisten a los partos, a pesar de la controversia que esto provocó acerca de la conveniencia de que fueran mujeres o cirujanos quienes practicasen la Obstetricia.

Es importante resaltar que al mismo tiempo que se publica la obra de Pablo Petit, encontramos la denominación de “practicante”, refiriéndose especialmente al profesional masculino que realizaba las tareas de enfermería. Así lo recoge la Real Cédula de Felipe V. El 29 de Enero de 1717 aparece el término de “practicante”, donde se nombran las funciones que les eran propias a los barberos - sangradores, requiriéndoles una destreza técnica mayor como sangrías, extracciones dentarias, flebotomías. Ambos términos conviven durante el siglo XVIII.

Encontramos enfermeras religiosas, como las Hijas de la Caridad. Entre sus funciones se encontraban la limpieza, el orden y la compostura de las camas, el aseo de los enfermos/as y la “policía” (organización y reglamentación interna) de las salas. Sabemos que ejercían en la época las funciones de las actuales supervisoras/es. Entre sus funciones estaba también acompañar al profesor facultativo junto al practicante y enfermero a la visita, anotar los alimentos en un cuaderno “(…) sin perjuicio de colocar las tablas ó llandetes que indiquen el régimen (...)”.

FOTO 11 Reglas y estatutos de la Hermandad de San Cosme y San Damián de Cádiz en 1696, establecida en el Convento de la Piedad.

Hemos de destacar en Cádiz durante los siglos XVII y XVIII la labor enfermera realizada en el Hospital de Mujeres por las Esclavas del Carmen, fundadas en 1634 por la Madre Sor Antonia de la Cruz hasta 1860 en que fueron sustituidas por las Hermanas Terciarias Carmelitas.

En las instituciones benéficas y hospitalarias fundadas por la Iglesia en el siglo XVIII constatamos una fusión de enfermería y asilo. El Dr. Juan Manuel García-Cubillana afirma que el personal asistencial en estas instituciones va a estructurarse como una verdadera familia. La máxima autoridad recaía en el administrador, nombrado por el prelado, residiendo las hermanas y hermanos enfermeros en el mismo centro hospitalario. El resto del personal sanitario vivía fuera del recinto hospitalario.

En las Constituciones del Hospital de Mujeres, publicadas bajo el episcopado de Fray Tomás del Valle (1731 - 1776), aparecen recogidas funciones de estas enfermeras, que debían cuidar de los pacientes albergados y, por supuesto, de su correcta alimentación para el restablecimiento de su salud: “(…) Siguiendo la visita del Médico y el cirujano, irá una de las enfermeras apuntando lo que han de comer y cenar las enfermas, que será lo que se suela dar, y estando inapetentes, lo que quieran (…)”.

Encontramos mención a las funciones de las enfermeras en los hospitales del siglo XVIII en las reglas del Hospital de Mujeres del Puerto de Santa María (Cádiz). (Cf. Anexo 4).

“(…) A de ser obligada a asistir personalmente a las visitas de médicos y cirujano thomando memoria por scripto (según el horden y números de las camas) de los remedios, y ora de aplicarlos, y de las de comer estras y ordinarias, para saver lo que en cada cama, y su enferma sea de executar y lo cumplirá asi por su persona o las demás ermanas enfermeras”.

También hacen referencia estas reglas a las funciones de las “Enfermeras Menores”: En su capítulo V se dice:

“(…) An de tener obligazion de hacer las camas de las enfermas, lo menos una vez cada día, y mas quantas la necesidad lo pida y juntamente, an de ser obligadas a limpiar los servicios y quando las enfermas se lebanten a ellos las an de aludar, y ttambien para que se buelban a sus camas. Han de servir por sus personas el almuerzo, comida y cena y también la curazion de las pobres enfermas attendiendo con toda vijilancia a ttodo lo que fuere de su alibio (…)”.

El organigrama del personal de enfermería arriba recogido debía atender a los enfermos albergados en hospitales como el de Mujeres en Cádiz y San José en San Fernando. De la excelencia de los cuidados aplicados en estos hospitales católicos gaditanos, se hizo eco la revista Journal of the Statiscal Society of London en un artículo publicado en Londres en 1839. En dicho artículo sobre Cádiz, titulado Statistics of Cádiz, se afirma que en los hospitales gaditanos no se les pregunta a los enfermos por su nacionalidad o religión. Con conocimiento de causa el autor, un militar británico, el Teniente Coronel W.H Sykes, no ve tal atención universal, en aquella época, en los hospitales ingleses, aunque sí en los gaditanos. Destacamos que esta fecha de 1837 fue cuando Florence Nightingale tuvo la llamada a su vocación para ser enfermera.

Lo cierto es que antes de que Henry Dunant, fundador de la Cruz Roja (1863) y Premio Nobel de la Paz (1901), convenciera a la población de Castiglione del Stivere (Mantua, Italia) para que atendiese a los heridos de la Batalla de Solferino (1859) sin fijarse en el bando del conflicto en que habían combatido (ya fueran del bando austríaco o franco-piamontés) con el lema “Tutti Fratelli / Todos somos hermanos” (frase fraterna empleada por las mujeres de esta localidad italiana que apoyaron al ginebrino); en Cádiz ya se atendía a todos los enfermos sin mirar nacionalidad ni credo. Esto sucedía en un Hospital de una Orden Religiosa Católica.

FOTO 12 Reglas, estatutos y modo de gobierno para el Hospital de Nuestra Señora del Amparo del Puerto de Santa María, Cádiz. Archivo Histórico Nacional. 1696. Nº 15

En referencia a las matronas, debemos mencionar que, en las ciudades de Cádiz, el Real Colegio de Cirugía examinaba desde 1764 a las aspirantes femeninas que deseaban ejercer el oficio de partear, aunque debemos puntualizar que eran examinadas de sus conocimientos sin haber recibido enseñanzas previas en las aulas del Real Colegio antecedente de la moderna Facultad de Medicina de Cádiz. Esto quiere decir que, aunque se les otorgaba un título con un respaldo académico, la enseñanza seguía siendo oral y práctica entre generaciones de mujeres.

Durante el Siglo de las Luces debemos destacar que en el Archivo Histórico Nacional de Madrid encontramos el expediente de María del Carmen Cortés Orillana, alumna del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Carlos. Por dicho expediente, sabemos que esta matrona era natural de Cádiz. En su expediente encontramos la Licencia para examinarse de matrona, su Certificado de Matrimonio, su Partida de Bautismo e Información de limpieza de sangre.

A finales del siglo XVIII, en 1797, reinando Carlos IV, contamos en Cádiz con el mismo número de médicos (catorce galenos), pero observamos un aumento del número de las restantes profesiones sanitarias. El número de matronas se ha duplicado, siendo doce las matronas en 1797 (el doble que en 1713) y encontramos 33 Barberos/practicantes y 68 boticarios. Es indudable que el aumento de las profesiones sanitarias dedicadas al cuidado de la población se produce por el aumento demográfico de Cádiz y su hinterland a partir de 1717, fecha en que se produce el traslado de la Casa de la Contratación de Sevilla a Cádiz, produciéndose un aumento de la población gaditana que en 1797, año en que fue realizado el censo de Godoy, ascendía a 57.837 habitantes.

Sin embargo, las profesiones sanitarias basadas en el cuidado al paciente, realizando tareas enfermeras continuarán separadas hasta el siglo XX. Todavía en la segunda mitad del siglo XIX, en 1870, Concepción Arenal señala la necesidad de la unificación, en aquellos momentos divididos entre practicantes, enfermeros, enfermeras y mozos.

Evacuación de la sangre por sanguijuela, sajas o sangrías
En el siglo XVIII ya se hablaba de sanguijuelas o sajas haciendo referencia a la evacuación de la sangre con el objetivo de aliviar el dolor del enfermo. Había tal convencimiento de este hecho en aquella época que el dilema no estaba en el hecho en sí, si no en la técnica que lo abordaba. El dilema ondeaba entre: abordar el dolor realizando una sanguijuela o saja, o empleando la técnica de las conocidas sangrías, las cuales consistían en diseminar los vasos sanguíneos con el objetivo de evacuar parte de la sangre para el alivio del dolor. Para diferenciar estas técnicas, según el calibre de los vasos sanguíneos, podríamos decir que las sanguijuelas o sajas consistían en la diseminación de los vasos menores y, por el contrario, la sangría abordaba la diseminación de los vasos mayores con una lanceta.

Como bien habla Bedulio Zenón Rodeiro en el dialogo XI, sobre la evacuación de la sangre, sí es licito realizar sanguijuelas o sajas en todos los casos o anteponer en algún caso la sangría comúnmente realizada por medio de una lanceta como podemos ver en el anexo 1.

Bedulio afirma que la duda se hace presente con fundamento y con frecuencia en la votación de las juntas en si realizar una sangría, una sanguijuela o una saja. Según Bedulio, es más útil y menos arriesgado abrir los vasos menores por medio de sanguijuelas o sajas que los vasos mayores a expensas de la lanceta por dos razones:

La primera razón es porque “muchos enfermos se desmayan en la presencia del sangrador, y que no pocos se acongojan excesivamente al ver el aparato del barreño con agua caliente o fría, toalla, lavatorio, ligadura y el registro vigilante del vaso que se ha de picar. Esto da lugar a la salida de la sangre arrastradamente y con grave peligro de la vida del miserable enfermo, o no salir la sangre por la contracción espasmódica”, es decir,  una rápida acción de los factores de coagulación.

Y la segunda razón que alega para probar si es más ventajosa la evacuación en vasos mayores que en menores por medio de sajas o sanguijuelas es que por los vasos mayores la sangre se mueve y corre con más libertad, por lo tanto, se aliviará con mayor brevedad posible el peso que le oprime. Por el contrario, ocurre que con los vasos menores tarda más tiempo en aliviarle del dolor.

Por lo tanto, afirma Bedulio “Queda aprobado con la experiencia que algunos toleran muy bien una evacuación celebrada poco a poco, y no pueden sufrir el desperdicio de la misma cantidad de líquido, como sea repentino y acelerado”.

FOTO 13 Cirujanos, médicos, sangradores y barberos acompañan a los “Tercios de Carlos I”. Cirujano - Sangrador aplicando “el tornillo” para curar una luxación.

Tesoro de Covarrubias
Dando un repaso en los diccionarios de la época, debemos de hablar de Sebastián de Covarrubias Horozco, que escribió en 1611 el tesoro de la lengua castellana o española, constituyendo un hito en la lengua y cultura española, siendo el primer diccionario monolingüe del castellano. No encontramos información relevante de las funciones de los enfermeros.

Diccionario de autoridades
Observamos algunas definiciones del diccionario de autoridades, que la Real Academia Española público entre los años (1726 - 1739):
Barbero: El que tiene por oficio raer las barbas y afeitar. Tomo I 1726
Enfermero/a: Persona destinada a cuidar a los enfermos y a asistirlos por razón de su oficio y encargo. Tomo III 1732
Sangrador: El que tiene el oficio de sangrar. Tomo VI 1739
Flebotomiano: Adjetivo que se aplica al barbero, que después de ser examinado ejerce el oficio de sangrador, y hace otras cosas: como sajar, echar sanguijuelas, ventosas, etc. Tomo III 1732.
Sangría: Incisión en las venas, para que se evoque la sangre. Tomo VI 1739
Lancetada: El golpe que da el sangrador o cirujano con la lanceta para abrir la vena, apostema o tumor. Tomo IV 1734
Sajar: Hacer o dar cortaduras en la carne. Tomo VI 1739

Formación de los enfermeros, barberos-sangradores entre 1707 - 1730 en Cádiz
En el comienzo del siglo XVIII en España, la formación de los profesionales sanitarios estaba en decadencia. Tanto para los médicos y cirujanos como para los enfermeros o barberos-sangradores. Uno de los motivos fue porque se prohibió cursar estudios en universidades extranjeras, dando lugar a escasos conocimientos técnicos y científicos.

Debido a estos escasos conocimientos, las profesiones sanitarias sufrieron un periodo de estancamiento. Como nos dice el Dr. García-Cubillana en su estudio “La asistencia en los Hospitales de San Juan de Dios de Cádiz en la época del traslado de la Casa de Contratación de Sevilla”, haciendo referencia a las profesiones sanitarias encargadas de la asistencia del hospital durante los años 1707 y 1730, “Si el nivel científico de los cirujanos revalidados era escaso, el de sus auxiliares, barberos y sangradores era muy inferior”. Cuando hablamos de cirujanos revalidados, hablamos de aquellos cirujanos romancistas que solicitaban al Protomedicato la autorización para poder ejercer la profesión.

Las funciones de los barberos-sangradores estaban poco definidas por lo general en esos años. Sin embargo, se definían como auxiliares o ayudantes de los médicos y cirujanos, implicándose en actividades, tanto en la preparación del enfermo y del material a utilizar, limpieza del mismo, y presenciar las técnicas empleadas por los médicos y cirujanos entre otras actividades, como la realización de sangrías.

Alonso Muñoz en su obra describe las siguientes funciones:
“(…) Consiste el arte del Barbero Flebotomiano, y es su oficio sangrar, sajas, echar ventosas, y sanguijuelas, y sacar dientes o muelas: para lo cual conviene que el Barbero Flebotomiano tenga muy buena herramienta, y lo demás necesario como es (…) herramienta de muelas (…), así mismo el Barbero ha de ser limpio, liberal, de buena vista, y callado, y finalmente con mucha confianza (…)”

Así define Alonso Muñoz a los Barberos Flebotomianos en el S. XVII, por lo que podemos hacer una comparativa con la figura que se perfila en el S. XXI del enfermero.

FOTO 14 Barbero - Sangrador

Metodología: Documentación obtenida a partir de 2008 hasta la actualidad, obras originales del siglo XVIII-XIX, realizado desde Octubre/2016 hasta Junio/2017. Bases utilizadas: PUBMED, SCIELO, GOOGLE ACADÉMICO, DIALNET, y fuentes biomédicas como: Archivo Diocesano del Obispado de Cádiz y Ceuta, Archivo de la facultad de Medicina de Cádiz y Colegio de Enfermería de Cádiz. Libros y documentación de fuentes privadas de historiadores y profesionales sanitarios como: Dr. Manuel Bustos Rodríguez, Dr. García-Cubillana de la Cruz, Dr. Francisco Glicerio Conde Mora, D. Manuel Solórzano Sánchez y D. Manuel Cano Leal.

Resultados: Glicerio-Conde Mora, Cano Leal y García González (2017). En 1676, aparecen “Flotomianos”, Boticarios y Cirujanos en sus estatutos. La unificación de las profesiones enfermeras llegó en la Transición, incluyendo Estatutos Generales para enfermeras, practicantes y matronas. Quiles Gómez y García González (2013). La profesionalización de cuidadoras y enfermeras, actividades, reglamentos o primeros contratos en la congregación de las Hijas de la Caridad. García-Cubillana de la Cruz (2016). Hospitales en Cádiz a inicios del siglo XVIII. - En 1598, El Hospital de la Misericordia.- En 1634, Nuestra Señora del Carmen y El Real Hospital de la Armada.- En 1721, se inició la reforma de la Sanidad Naval, y anexo a él, se erigió en 1748 el Real Colegio de Cirugía de la Armada, primer establecimiento en España donde comenzó la enseñanza conjunta teórico-práctica de la Medicina y la Cirugía. Herrera Rodríguez (2013). Los conocimientos médicos de la época referidos a la Anatomía y Cirugía, Fisiología y Patología.

FOTO 15 Sanguijuelas, Sajas o Sangrías. Diálogo XI sobre la elección de la técnica entre sanguijuela, saja o sangría para la evacuación de la sangre por Bedulio Zenón Roderico en 1743

Conclusiones:
1.- Las Profesiones Enfermeras eran: Flebotomiano, Barbero-Sangrador, Practicante de Cirugía, Enfermera y Matrona.
2.- Las funciones del Barbero Flebotomiano eran: sangrar, sajar, echar ventosas y sanguijuelas, sacar dientes o muelas. Funciones actuales: asistencial, administrativa, docente y técnica.
3.- Preservar la vocación enfermera, no olvidar sus raíces e historia más allá de lo técnico, motivaciones humanísticas para asistir al enfermo de manera integral.
4.- La figura enfermera aparece por necesidad humana, convirtiéndose en profesión específica y necesaria.
5.- La asistencia sanitaria en Cádiz, se dirigía a todas las personas, fundamentalmente a necesitados, sin importar procedencia, raza, condición social o religión.

Magnífico y completo trabajo de Miriam Parra Valenzuela, recoge todo un siglo de Historia de la Enfermería, dirigido por excelentes compañeros que aman nuestra profesión y sobre todo nuestra historia profesional. Si queréis solicitar el trabajo completo en archivo PDF, se lo podéis pedir a la autora en su correo electrónico
Gracias Mirian por tu contribución a la Historia de nuestra profesión enfermera.

 Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)

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