Es un testimonio histórico de la
enfermería durante la Guerra Civil española (1936 – 1939), a partir de los
relatos biográficos de Ana Viñas, Ramona Gurnés, Victoria Santamaría, María
Sans, Pilar de Viala, Trinidad Gallego, Carme Casas, Guadalupe Cussó, Carme
Barrull, Cándida Sala, Antònia Palacin, Alegría Royo y Emilia Santaolalla, que
trabajaron de enfermeras en el territorio de Cataluña.
FOTO 1 Portada y contraportada
del libro: Enfermeras de Guerra
Esta obra es fruto de un estudio
de investigación. El papel de las enfermeras en la guerra ha permanecido
invisible hasta hace muy poco, a pesar de ser el colectivo profesional femenino
que más directamente participó en el conflicto bélico, y por ello, también
sufrió sus consecuencias. A través de sus voces, identificaremos la función
esencial, discreta y continuada que desarrollaron en la guerra “cuidar”, cuidar
de los demás.
Ser enfermeras de guerra ha sido
para todas ellas una oportunidad de crecimiento personal, de aprendizaje profesional,
de ser útiles, de compromiso social, de desarrollo de sensibilidad y de un alto
grado de creatividad en los cuidados que realizaban con escasos recursos.
Durante la Guerra Civil las enfermeras se hicieron imprescindibles, y muchas
jóvenes del país y de otras partes del mundo se ofrecieron voluntarias como
enfermeras en los hospitales de sangre para cuidar y curar a los enfermos y
heridos de los ejércitos y de la población civil. Su responsabilidad social de
ser útiles en aquella guerra lo demostraron con valentía y profesionalidad en
ambos bandos enfrentados, ellas no hacían distinción partidista a la hora de
cuidar, su deber humanitario y profesional era vigilar por el bienestar de
todos. Destaca principalmente, la motivación y compromiso de estas mujeres por
dar una atención humana e integral a los soldados y a la población frente las
duras condiciones del entorno.
Autoras: Anna Ramió Jofre, Carme Torres Penella
(coordinadoras). Roser Valls Molins, Carme Vives Relats, Virtudes Rodero
Sánchez, Almerinda Domingo Roura, Aurora Roldán Burgos y Carmen
Domínguez-Alcón. Ediciones San Juan de Dios (Campus Docent).
FOTO 2 Libro que dio el Hospital
de Catalunya de Lleida a Alegría en 1937. Título de enfermera de la FET y de
las JONS. 1943. Carnet enfermera titular. Grupo de enfermeras republicanas.
El libro consta de 252 páginas
divididas en Presentación a cargo de Amèlia Guilera Roche y el prólogo de
Carmen Domínguez-Alcón. La primera parte titulada “Contextualización histórica
y cuidados de enfermeras, se divide en los siguientes capítulos. Capítulo I:
Enfermeras en la Segunda República realizado por Carme Torres y Roser Valls.
Capítulo II: Necesidades sanitarias durante la guerra realizado por Roser
Vallas y Carme Torres.
Segunda parte: Relatos biográficos.
Capítulo III: Inicios y diversidad en la profesionalización enfermera realizado
por Anna Ramió, Roser Vallas y Almerinda Domingo. Capítulo IV: Trayectorias de
dedicación, competencias truncadas realizado por Carme Torres y Roser Valls.
Capítulo V: Ilusión, esfuerzo y continuidad realizado por Virtudes Rodero,
Carme Vives, Roser Valls, Carme Torres, Aurora Roldán y Anna Ramió. Capítulo
VI: Perspectiva y aportación para avanzar, realizado por Roser Valls.
Tercera parte: Naturaleza de los
cuidados y valores y actitudes de las enfermeras durante la guerra y el exilio.
Capítulo VII: Naturaleza de los cuidados de enfermeras realizado por Anna
Ramió, Almerinda Domingo y Carmen Domínguez-Alcón. Capítulo VIII: Valores y
actitudes desarrolladas por las enfermeras realizado por Anna Ramió, Roser
Valls y Carme Torres. Capítulo IX: Exilio de las enfermeras catalanas:
percepciones y experiencias, realizado por Virtudes Rodero y Carme Vives.
Conclusiones y bibliografía.
FOTO 3 Alegría Royo con una
compañera en el Hospital de Cataluya de Lleida. Antònia Palacín con un niño. Cándida
Sala en Tremp
Enfermeras en la Segunda República
Durante siglos, en España, fue
habitual que la actividad cuidadora de los centros sanitarios públicos y
privados estuviera en manos de congregaciones religiosas competentes. En el
territorio catalán, a finales del siglo XVIII, en el Hospital de la Santa Cruz
de Barcelona los cuidados de enfermería estaban a cargo de los Hermanos
Enfermeros de la Caridad y las Hermanas Hospitalarias de la Santa Cruz. En el
mismo periodo, en el Hospital de Santa María de Lleida, contemporáneo del de la
Santa Cruz, fue la congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de
Paúl la que asistió y gestionó los cuidados hasta finales del siglo XX.
La valoración profesional de los
cuidados de enfermería ofrecida por las órdenes religiosas, inspiradas en la
caridad, obediencia, abnegación y sacrificio, ha sido discrepante. Para
Hernández Conesa (1995), “la atención a los enfermos era sentida como una buena
obra, como una acción de beneficencia, más que como respuesta al derecho de las
personas a tener una sanidad digna”. En cambio, Gloria Gallego (2007) destaca
la valiosa “aportación sociosanitaria de las religiosas de San Vicente de Paúl
en la Mallorca del siglo XIX; sus cuidados de higiene, prevención y educación
sanitaria podrían haber contribuido a mejorar la morbimortalidad de los
habitantes del territorio donde estas religiosas realizaron actividades de
docencia y asistencia. Las Hermanas contribuyeron a alcanzar el paradigma de
bienestar de la ilustración: “la felicidad” de los mallorquines, tal como
quería su ilustrado fundador, mediante su labor de enseñanza y en la provisión
de cuidados”.
Relatos Bibliográficos
Ana Viñas Puig “Quería empezar a
volar y me cortaron las alas”.
Carme Barrul Torrella “Valentía y
determinación”.
Ramona Gurnés i Costa “Asistencia
y gestión”.
Alegría Royo Grañena “Futuro
truncado”.
Victoria Santamaría Palacios “Y
surgió el amor”.
María Sans Moyà “Realidad y
ficción”.
Emilia Santaolalla Colomina
“Deber cumplido”.
Carme Casas Godessart “A pesar de
la oposición familiar”.
Guadalupe Cussó Mendia “A pesar
de las dificultades externas”.
Antònia Palacín Roqué
“Altruismo”.
Pilar de Viala Barrera “Deber
humanitario”.
Cándida Sala Llanes “Adelantada a
su tiempo”.
Trinidad Gallego Prieto “Más allá
de la profesión”.
Doctor Moisès Broggi Vallès
“Visión externa de complementariedad”.
FOTO 4 Sanatorio del Montseny.
Estudiantes enfermeras de la Cruz Roja
Algunas Conclusiones
La información obtenida sobre la
atención sanitaria durante la Guerra Civil muestra la invisibilidad de las
enfermeras y confirma la escasa existencia de obras escritas que den noticias
de su labor. En los últimos años se ha acrecentado el interés en recuperar la
memoria histórica, y algunas obras publicadas reflejan, de forma directa o
indirecta, el trabajo enfermero durante la guerra.
Los testimonios recogidos
confirman el avance que representó la República en el desarrollo del papel
social de la mujer en general y de la mujer enfermera en particular, y el
retroceso en sanidad y en el desarrollo de la profesión enfermera que supuso la
dictadura. La Segunda República propició mejoras notables en la situación de la mujer en cuanto al
principio de igualdad de derechos con el hombre, en educación, situación
laboral, familiar y matrimonial. La sanidad republicana aspiraba a ofrecer una
atención orientada hacia la salud y la prevención, basada en el principio de
equidad, con el fin de satisfacer las necesidades tanto curativas como
profilácticas de la población.
Por primera vez en sus vidas,
muchas personas pudieron disfrutar de cobertura sanitaria gratuita. Se
despenalizó el aborto y se educó a la población sobre el control de natalidad y
la prevención de enfermedades diversas a través de propaganda sanitaria. La
profesión enfermera, como práctica eminentemente femenina, se benefició del
ideario de la Segunda República y alcanzó grados notables de profesionalización
en el ámbito comunitario de Salud Pública.
Cuando estalló la Guerra Civil,
los cuidados en los centros sanitarios continuaban, en su mayoría, en manos de
religiosas. Pero se vieron obligadas a abandonar sus puestos de trabajo debido
al anticlericalismo de las izquierdas y las clases populares inspirado por el
nuevo orden revolucionario.
En Cataluña, las consecuencias de
la Guerra Civil se apreciaron desde el inicio, con el aumento de asistencia
sanitaria en las ciudades. El conflicto bélico entró en Cataluña por Lleida,
permaneciendo el frente en tierras catalanas durante nueve meses.
En el frente y la retaguardia, se
instalaron hospitales de sangre, donde las enfermeras españolas y extranjeras
de las Brigadas Internacionales mostraron gran competencia, valor y
solidaridad. La organización sanitaria dependiente de la Generalitat fue rápida
y eficaz en los métodos de tratar heridas, montaje de hospitales de sangre y
evacuación de heridos.
El déficit de personal para
atender las necesidades sanitarias de guerra propicio la aparición de mujeres
enfermeras de distintos grados de formación: Enfermeras Tituladas, Enfermeras
con título de guerra, Ayudantes y Auxiliares de enfermera, Enfermeras
Prácticas, Enfermeras Voluntarias, Damas enfermeras de Cruz Roja y Enfermeras
Internacionales. Estas últimas, competentes profesionalmente, vinieron a ayudar
a la causa republicana y dejaron testimonios escritos de sus experiencias en
nuestro país, testimonios que muestran la gran labor de ayuda que realizaron y
su solidaridad.
Como no había enfermeras
tituladas ya que eran escasas se crearon unos cursos especiales para formar
“enfermeras de guerra”, que eran un numeroso grupo de jóvenes que debían seguir
un curso de seis meses y superar un examen “especial” en la Facultad de
Medicina de Barcelona.
Ambos grupos de enfermeras
trabajaron donde se las envió, atendiendo tanto a soldados heridos como a la
población civil, que padecía las enfermedades habituales o heridas por
bombardeos o disturbios.
FOTO 5 Curso de divulgadoras sanitarias. Cândida
Sala en el hospital en Tremp. Cueva de la Bisbal de Falset que se convirtió en
hospital. Doctores Pueyo, Tornel y Cândida Sala.
El tercer grupo de enfermeras
auxiliares, ayudantes o prácticas, eran voluntarias muy jóvenes, a menudo de 16
y 17 años, que querían ayudar y se incorporaban a un centro sanitario,
principalmente para apoyar a las
enfermeras profesionales. En los hospitales de sangre se las enseñaba a
realizar los cuidados básicos, aunque las tareas que desempeñaban eran
diferentes de un hospital a otro. La formación la recibían de médicos jóvenes,
normalmente por la tarde, cuando no había tanto trabajo. Estas jóvenes no
obtuvieron ningún diploma acreditativo. Su práctica se desarrolló en los
centros sanitarios existentes y en aquellos que se instalaron provisionalmente
en conventos, escuelas, balnearios, trenes-hospital, hogares infantiles,
ambulancias e incluso en una cueva-hospital. Estos centros estaban cerca del
frente y en la retaguardia. Los hospitales de sangre cambiaban de ubicación,
siguiendo el frente de batalla. Se organizaban con mucha rapidez, porque de la
atención precoz dependía la salvación de los heridos. Las primeras curas las
hacían los propios soldados (camilleros y médicos).
Las 13 enfermeras entrevistadas
nos muestran un amplio abanico de alternativas de formación durante la Guerra
Civil. Las enfermeras nos relatan su visión del tipo de formación que
recibieron. Se examinaron en la Facultad de Medicina de Barcelona, aunque
solamente una de ellas recibió formación reglada. Trabajaron con mucha
dedicación y competencia profesional, realizando las actividades propias de las
enfermeras tituladas.
La práctica enfermera, desde la
perspectiva de sus propias protagonistas, se realizaba en turnos extensos, que
se intensificaban tras los bombardeos o las batallas. Disponían de escasos
recursos materiales, carencia que superaban con un ingenio y creatividad
extraordinarios. Los cuidados eran de carácter técnico, de ayuda a las
actividades de la vida diaria, de vigilancia y especialmente de acompañamiento,
consolando a los enfermos tristes y deprimidos, o junto a los moribundos. Estas
enfermeras nos cuentan, con emotiva ternura, la muerte de jóvenes lejos de su
tierra y de su familia, cómo serenaban a estos jóvenes moribundos y cómo se
organizaban para que tuvieran una cama donde poder morir con dignidad.
No tenían tiempo para cuidar de
sí mismas ni de dormir, comiendo las famosas “lentejas con carne”, es decir, con gusanos. Soportaban los
bombardeos, que las llevaban a refugiarse bajo las camas o junto a las paredes
maestras. Las experiencias vividas por estas mujeres enfermeras son muy
similares en los dos bandos. Se detecta su actitud cuidadora hacia la población
y los soldados heridos, sin tener en cuenta su adscripción política. Asimismo
las experiencias narradas por las enfermeras de las brigadas internacionales,
que eran profesionales preparadas y de países más desarrollados que España,
coinciden con las de las enfermeras catalanas. Además ambos colectivos se
tratan con cariño y respeto mutuo.
FOTO 6 Cándida Sala con voluntarias
de Tremp. Guerra Civil 1938-1939
A lo largo de estas páginas hemos
podido corroborar la importante labor asistencial de las enfermeras como
miembros fundamentales del equipo sanitario. Fueron mujeres que supieron dar
respuesta a las necesidades sociales en aquel contexto bélico, tuvieron plena
conciencia del momento histórico que les tocó vivir y desarrollaron su papel
social con responsabilidad. La función asistencial fue la más extensamente
ejercida, seguida de la función de gestión y de docencia. Cuidaron a la
población civil y a los soldados heridos, en un contexto de peligro, miedo,
inquietud, angustia y temor por su vida y la de sus familias. Cuidaron con
entereza, transmitiendo seguridad y recurriendo a técnicas creativas que
paliaran los escasos recursos. Experimentaron nuevas formas de cuidado,
transmitiendo a las nuevas generaciones el valor de la excelencia en el cuidar.
Acompañaron en la vida y en la
muerte, y en los momentos finales de sus pacientes supieron estar junto a ellos,
dando importancia al acompañamiento de forma que la persona no muriera sola,
haciendo el papel de novia, hermana, madre o esposa. Formaron a muchísimas
mujeres que se ofrecieron voluntarias para cuidar a los enfermos y heridos.
Sabemos que fueron muchas más las
enfermeras de guerra, y a todas ellas hacemos extensivo nuestro reconocimiento
por la gran labor realizada.
Creo que
es necesario leer este magnífico libro donde nuestras compañeras, a través de
testimonios y relatos biográficos, nos cuentan una parte muy importante de
nuestra historia enfermera. En tiempos difíciles; como fue la Guerra Civil (una
guerra sangrienta entre hermanos), queda demostrado el buen hacer de las
enfermeras y como se convirtió en un colectivo imprescindible, tanto por su
trabajo en los hospitales como por su responsabilidad social.
Fotografías, escaneadas del propio libro
Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado en Enfermería. Servicio
de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI-
Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad
Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza /
Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana
de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de
Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la
Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN,
A.C.
Miembro no numerario de la Real
Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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