DOS
PROTAGONISTAS, DOS ESTILOS
Con ocasión de la
celebración del XIV Congreso Nacional y el IX Internacional de Historia de la Enfermería
he preparado este resumen. Permítanme felicitarlos por los 100 años de
reconocimiento del título oficial de la enfermera en España.
FOTO 1 Portada del libro de
viaje. Foto Yalila Yoda Cespedes
AUTORA: Yalila
Yoda Cespedes. Licenciada en Enfermería por la Universidad del
Valle, Cali, Colombia. Estudios de Inglés y Civilación Occidental por la
Universidad de Georgetown University en Washington D.C. Bachelor of Science in
Nursing Wayne State University Detroit, Michigan U.S.A. Magister en
Administración por la Universidad del Valle en Cali, Colombia.
Especialista en Educación en
Salud por la Universidad Autónoma de San Luis de Potosi S.L.P México. Curso:
Consejería en Lactancia Materna. Secretaria de Salud Publica Municipal en Cali,
Colombia. Curso de Lactancia Materna y Evaluación Hospitales Estrategia Iami
Fundacion Santa Fé de Bogotá en Colombia. Cursos Cortos en Arte (pintura) en el
Instituto de Bellas Artes e Instituto Popular de Cultura de Cali en Colombia.
Medalla al Mérito Cívico Santiago de Cali en Colombia, en la
categoría “
Honor al Mérito” el 30 de
julio de 2014.
yaliyoda13@hotmail.com
Introducción
Este trabajo es un resumen del “Libro de Viaje” que escribí años atrás.
Dicha obra fue presentada en el Congreso Internacional de Enfermería celebrado
en Cartagena en la década de los noventa. Con esta obra, nada pretenciosa,
quise entonces rendirle homenaje a los fundadores de la Escuela de Enfermería
de la Universidad del Valle, y a través de ella dar a conocer su legado.
Esta es una historia viva contada por sus
protagonistas; son sus anécdotas, sus sentimientos. Tuve el honor de haber
conversado con ellos, ya desprovistos de toda vanidad. Como resultado salió a
relucir su inteligencia, su generosidad sin límites, motivación y su entrega para
los enfermos y los estudiantes a su cargo, y también, claro está, su amor por
la profesión y por la ciudad de Santiago de Cali, que los vio y los acogió como
sus hijos.
El texto final es el resumen de muchas
entrevistas, que por tratarse de diálogos desprevenidos, le dieron un toque más
humano al mismo. Por momentos el relato está lleno de anécdotas y salpicado de
cierta picardía. La descripción de la celebración de actos como la ceremonia de
imposición de tocas, la graduación, la grabación y la difusión posterior del
himno de las enfermeras de Colombia, solo pueden suscitar sentimientos de
afecto y nostalgia. Sirva este momento para recordar que el himno mencionado
fue escrito en Bogotá por una estudiante vallecaucana que en aquella época
estudiaba enfermería en la Universidad Nacional. Como ella, fueron muchas las
personas que calladamente contribuyeron al engrandecimiento de nuestra
profesión en la ciudad y en el país y por tanto merecen nuestro reconocimiento.
Ellos son un ejemplo para las nuevas generaciones.
Muchos de ellos fueron innovadores, quizás
porque entendieron y así lo expresaron, que con su profesión daban respuesta no
solamente a las necesidades de atención de salud de una población , sino que,
al entender la importancia de la educación de la mujer como agente de cambio,
hicieron una verdadera revolución en esta comarca que para esa época era muy
conservadora y solamente les tenía a las mujeres un futuro limitado por pocas
opciones: el matrimonio, el convento, el cuidado de los padres ancianos y una
frustración permanente para quienes se quedaban a la fuerza para “vestir
santos” o dedicarse como entonces se llamaba a “la vida pública”.
Había un agravante para quienes querían
estudiar enfermería años atrás: nuestra profesión no era reconocida como tal;
razón por la cual habría que convencer a la sociedad y a los padres para que
les permitieran a sus hijas educarse. La creación de la Facultad de Enfermería
les facilitaría hacerlo en esta ciudad, e ingresar en la Universidad, sin
escapar del todo de la tutela de los mayores.
Dada la edad y las condiciones precarias de
salud de muchos de los protagonistas del libro, las entrevistas con los
directivos, colaboradores y empleados de la Facultad de Enfermería de la Universidad
del Valle se hicieron en sus casas. La mayoría estaban ya disfrutando de su
pensión, y entre taza y taza de café, refrescados por la brisa caleña y el olor
de camias, pude hacerles vivir esos momentos inolvidables. Fueron esas tardes
ceremonias vivas para reconocerles en vida su importancia que todos ellos se
merecen. Fueron ocasiones íntimas para poder contarles a ustedes sus historias,
y al hacerlo fortalecer una hermandad sin la cual nuestra profesión pierde. El
texto es libre, sin ningún formato pre establecido. Tal como lo expresé en la
obra original “Libro de Viaje”, éste
narra hechos, y describe personajes que deben ser recuperados para deleite y
orgullo de nuestras sucesoras; anécdotas, secretos pequeños o grandes, también
y áreas escondidas, algunas de ellas oscuras que hacen creíble el relato.
“De personas demasiado virtuosas, líbrame
Dios”. He evitado que acontecimientos parezcan piezas de museo que se
contemplan sin vibrar. He tratado de poner a conversar pasados sorprendentes
contados por los actores directos, con actores del presente y del futuro,
ustedes, queridos lectores.
FOTO 2 Título de Enfermera
General. La Universidad del Valle
Finalmente creo que es justo también dejar
consignado en este documento el nombre de las enfermeras directoras de la
escuela de enfermería desde su fundación hasta el presente. Reconocidas o no,
todas contribuyeron al desarrollo de nuestra facultad y nuestra profesión.
Todas ayudaron en la preparación de enfermeras de Cali, Colombia y de muchos
países. Todas, a su manera, innovaron mediante estrategias pedagógicas
atrevidas la educación universitaria, y propiciaron grandes reformas
curriculares, acreditación de todos los programas y consolidación de la
investigación, que después fueron copiados por muchas otras facultades y
disciplinas.
Para hablar de la creación de la actual Escuela
de Enfermería de la Universidad del Valle es necesario remontarse al año 1944,
año en el cual el Departamento del Valle del Cauca tenia escasos 35años de su fundación,
Cali contaba con alrededor de 130.180 habitantes, algunos centros así llamados
de “educación superior” y ninguna universidad. En respuesta a esta necesidad,
en algunos círculos gubernamentales y políticos empezó a gestarse la necesidad
de fundar dicha universidad.
Don Tulio
Ramírez, rector del Instituto Antonio José Camacho, un
centro de formación técnico industrial muy conocido entonces, le propuso a un
grupo de vallecaucanos fundar un centro de estudios superior y elaboró la
propuesta inicial, basada en su estudio previo de los centros de educación
superior que existían en la ciudad. Consideraba don Tulio que el Instituto
Industrial debería convertirse en la Universidad Industrial de Occidente, para
facilitar el desarrollo de la región, porque la escuela superior de agronomía
tropical, las dos escuelas normales y el instituto Antonio José Camacho, no
bastaban para satisfacer la necesidad de profesionales de la ciudad y la
región.
Al reanudarse las sesiones de la Asamblea
Departamental del Valle del Cauca a mediados de 1945, la Cámara de Comercio le
solicitó a dicha corporación un estudio para la creación de una facultad de
enseñanza comercial e industrial, de un liceo femenino del Valle para las niñas
que no podían educarse en instituciones privadas y la facultad de farmacia y de
enfermería.
Don Tulio Ramírez fue entonces nombrado como
primer rector de la Universidad Industrial del Valle del Cauca, nombre que fue
cambiado en 1949 por el de Universidad del Valle. El primer decano de la Escuela de Enfermería Hospitalaria fue
el doctor Ramón Hernández Rengifo,
bajo cuya dirección se graduaron en el año 1949 ocho enfermeras, que fueron
certificadas por el Ministerio de Trabajo, Higiene y Previsión Social, por
haber terminado el curso de enfermería hospitalaria en el Hospital Infantil
Club Noel. Sin embargo, a finales de ese mismo año se cerró la escuela por
dificultades para el traslado de las partidas presupuestales entre los
ministerios, y también porque se consideró que debían introducirse algunas
reformas curriculares a sus programas, fenómeno que, al revisar la historia de
otras escuelas del país, parece ser una constante en la Historia de la Enfermería
en Colombia.
A finales del año 1949, en Cali existían
solamente la facultad de comercio superior, la de ingeniería química, la de
ingeniería eléctrica y la de arquitectura. Algunos hechos de carácter político
condujeron al cierre inminente de lo que sería la Universidad del Valle.
Finalmente, con el apoyo del decano de arquitectura, doctor Marino Ramírez, el ingeniero químico Luis Naranjo Solís y algunos otros
empleados la institución pudo continuar hasta que llegó a la Dirección de
Educación Departamental el doctor Diego
Velasco Hoyos, quien propuso y obtuvo la aprobación como rector de la
Universidad del Valle al doctor Carlos
Arturo Cabal.
Una vez nombrado, el Dr. Cabal planteó la
necesidad de abrir una facultad de medicina. Esto se logró el 30 de septiembre
de l950, cuando se fundó la facultad de medicina bajo la dirección del Dr. Gabriel Velasquez Palau. Con la
creación de la facultad de medicina, se estudió la necesidad de crear una Escuela
de Enfermería. En 1952 el doctor Gabriel Velásquez contactó con una
amiga suya, la enfermera Cecilia Barrera,
quien trabajaba como jefe del Departamento de Enfermería de la Escuela Superior
de Higiene de Bogotá, para sacar adelante este proyecto. En respuesta a la
solicitud del doctor Velázquez, Cecilia Barrera invitó a trabajar como
directora de la Escuela de Enfermería profesional, tal como funciona hasta el
presente, a la Inés Viveros Bolaños.
La escuela fue financiada con aportes de la Fundación
Rockefeller, la Fundación Kellogg, la Escuela Superior de Higiene, los Seguros
Sociales (por ese entonces el recién fundado Instituto Colombiano de los
Seguros Sociales), la Universidad del Valle (aportó de $50.000 anuales), la
Gobernación del Valle (auxilio de $30.000), y el municipio de Santiago de Cali.
En un comienzo se propuso usar unos locales de propiedad del Hospital Infantil
Club Noel; finalmente funcionó en el edificio “Eladio Perlaza” propiedad
del Club de Leones de Cali. Según expresó con mucho recelo el Sr. Marco A. Paz del Club de Leones de
Cali, quien fue entrevistado a sus noventa y dos años, el edificio fue prestado
por 10 años a la Universidad del Valle, la cual se comprometió a entregarlo en
las mismas condiciones en que lo recibió. Sin embargo, el Club de Leones
condonó parte de la deuda potencial y en febrero de 1989 se efectuó la
negociación final de venta y la universidad le pagó al Club de Leones la suma
de $15.000.000 millones de un total de $45.000.000 inicialmente acordada. La
suma faltante fue generosamente donada por el Club de Leones para que fuese
destinada para becas de la Universidad del Valle.
Respecto a la parte técnica. el doctor Jorge Boshell Manrique, de la
Universidad Nacional de Colombia en Bogotá suscribió un contrato con el Dr. Carlos Arturo Cabal para apoyar la
organización y funcionamiento de la
nueva escuela.
FOTO 3 Títulos de Bachiller y de Magister en
Administración Industrial
Entrevista con la
señorita Inés Viveros Bolaños
Recuerdo muy bien que para nuestra primera
conversación la señorita Viveros, como era obligatorio llamarla, me recibió en
su casa. Parecía sentir gran agrado pues pude advertir en su expresión el
regocijo que siente el profesor cuando es reconocido por su alumno y
satisfacción de un director cuando uno de sus subalternos quiere escribir sobre
sus logros. A pesar de la formalidad, todavía común hace unos años, el ambiente
muy familiar me hizo sentir la cercanía que tuve con ella durante mis años en
que trabajé como docente. Por ello podía reconocer fácilmente cuando una
situación le agradaba o le producía disgusto. Hecho sorprendente para mí que
por haber sido su alumna, todavía estaba bajo el embrujo de su poder omnímodo,
darme cuenta que la señorita Viveros no estaba al tanto de algunos secretos,
desconocidos por ella hasta el momento en que yo se los revelé; como que el
alumnado se refería a ella como la tía, “ahí
viene mi tía” decíamos todos, porque así era como las estudiantes nos
referíamos a ella.
Dicha frase mil veces repetida era una manera
de identificarse como parte de un grupo, y a la vez era una manera de
manifestar una sana independencia juvenil, a veces rebeldía, mediante la
repetición de una expresión que tantas veces le habíamos oído a su sobrina, una
joven pastusa que estudiaba enfermería con nosotros, quien cada vez que veía
acercarse a la señorita Viveros repetía automáticamente “ahí viene mi tía”.
“Hay que
hablar con mi tía”, o “hay que
pedirle permiso a mi tía” era una expresión recurrente y omnipresente en
nuestra casa. En este ambiente cerrado en el cual las estudiantes éramos todas
internas, las paredes de nuestras residencias quedarán como testigos
privilegiados de una serie de sucesos y hechos que nunca pudieron aclararse
aunque para las directivas ameritaban una “investigación exhaustiva”. La
entrevista con la señorita Viveros fue volver a evocar aquellos años de
estudiante en que lo único que nos preocupaba era aprobar los cursos; es añorar
la irresponsabilidad propia de la juventud, es recordar a los directivos,
profesores, compañeros de unos años atrás, y vivencias diarias del salón de
clases, de las prácticas clínicas; momentos de gran intensidad juvenil que
terminarían con un final feliz, un susto, un alboroto, un asombro una sonrisa o
una amplia carcajada, el gozo compartido, bien porque afortunadamente los
profesores no se daban cuenta de lo sucedido, o porque estos incidentes
inherentes a los ambientes estudiantiles y hospitalarios de todas las épocas
eran nuestra manera de hacer salir el gas venenoso del resentimiento que de no
hacerlo nos explotaría adentro.
Me entrevisté con ella por última vez un jueves
de mayo de 1991, en la tarde. En esta ocasión, como en las anteriores, pude
revivir una vez más aquellos días en que la señorita nos citaba a su oficina, a
donde siempre llegaba a las 6.30 de la mañana, en punto, con su impecable
uniforme blanco, y acto seguido inevitablemente decía “siéntese señorita”, y luego nuestro apellido, siempre comenzando
todo dialogo con el apellido. Era su manera de poner distancias y a la vez
obligarnos a hacer lo mismo, porque en esa época era imposible referirse a
algún directivo, profesor, personal administrado o estudiante por su nombre de
pila.
En estas entrevistas preguntaba Viveros por las
ex alumnas de quien no había vuelto a saber, o se refería a sus primeras
anécdotas que rodearon su estadía en la ciudad de Cali, Pasto, Cartagena y
Bucaramanga donde había dirigido escuelas del mismo corte que la nuestra de la
Universidad del Valle.
Entre respuestas, algunos silencios decididos a
propósito y otras pausas inexplicadas pasaron muchos minutos. Quien esto
escribe trataba de imaginarse que era lo que la señorita Viveros estaría
sintiendo o pensando. Su expresión, a diferencia de antaño, era la de un ser
humano en paz, quizá por la tranquilidad que produce la satisfacción de una
tarea cumplida. En otros momentos daba la impresión de cierta nostalgia,
especialmente cuando se refería a “su” escuela de la ciudad de Santiago de
Cali, pues esta fue su escuela y en ella desempeñó su primer cargo directivo.
Las siguientes preguntas y sus respectivas
respuestas fueron tomadas literalmente de mi cuaderno de apuntes de las
entrevistas:
¿Cómo
fueron esos primeros días?
Bueno, dijo Viveros. Me reuní con Cecilia Barrera y una enfermera
norteamericana invitada por la facultad de medicina, cuyo nombre se me escapa,
quien fungía como asesora de la Fundación Rockefeller para estudiar la
posibilidad de organizar esta escuela de enfermeras. Le solicité al doctor Gabriel Velásquez, decano de medicina,
que le escribiera a las directivas de la Universidad Nacional solicitándoles su
autorización para que yo viniera a Cali. Se comprometieron a seleccionar el
personal que vendría conmigo a colaborar como instructoras. Fueron escogidas la
señorita Zulema Plata, señora Carmen Espitia, ex alumnas de la
Universidad Nacional de Colombia y la señorita Lola Perdomo ex alumna de la escuela de enfermería de la Cruz Roja
Colombiana.
¿De donde
es usted, y dónde estudió?
Soy de Ipiales, Nariño. Inicialmente me gradué
como normalista en el colegio de Nuestra Señora
de las Lajas y luego estudié enfermería en la Universidad Nacional de
Bogotá. Una vez terminados mis estudios viajé como becaria de la Fundación
Kellogg a especializarme en educación en enfermería en la Universidad de
Jackson y en administración de escuelas de enfermería en la Universidad de
Columbia. Participé en diversos seminarios y regresé después a Cali donde
obtuve el titulo de Licenciada en Enfermería en la Universidad del Valle, para
finalmente ingresar como alumna madura a la escuela de Medicina Tropical de la
Universidad de Puerto Rico donde obtuve la maestría en salud pública.
Fui fundadora y primera directora de la Escuela
de Enfermería de la Universidad del Valle, directora de la Escuela de Enfermería
de la Universidad de Cartagena cuando esta se reabrió por segunda vez,
directora de la Escuela de Enfermería de la Universidad Industrial de Santander
en Bucaramanga y participé y colaboré con la señorita Maricel Manfredi, entonces directora de la Escuela de Enfermería de
la Universidad del Valle, para la fundación y dirección de la Escuela de Enfermería
del Instituto Mariano de Pasto.
¿A qué
otras actividades se dedicó?
Fui presidenta y fundadora de la Asociación
Nacional de Enfermeras, seccional Valle en el año 1955, y seccional Bucaramanga
unos años después; presidente del Segundo Congreso Nacional de Enfermería
celebrado en Cali en el año 1963; participé igualmente en la fundación de la
asociación colombiana de facultades y escuelas de enfermería (ACOFAEN).
¿Qué
otros recuerdos tiene usted relacionados con
la práctica de su profesión?
Me siento muy realizada con la carrera que
escogí. Siento por el Valle del Cauca un gran afecto, pues fue mi primera
experiencia como directora. Hubiera querido regresar cuando me invito
nuevamente el rector de la época Dr. Mario
Carvajal, pero ya tenía yo otros compromisos.
¿Qué es
lo que más le agrada de su profesión?
El servicio a la comunidad es la esencia de
todo.
¿Qué es
lo que menos le agrada de su profesión?
Haber percibido el poco conocimiento que se
tiene del ejercicio de enfermería, porque convencer a la comunidad de qué es un
profesional inclusive al personal médico ha sido una tarea difícil. Pero siento
mucho orgullo de haber sido educadora; es mi mayor orgullo y fue mi experiencia
más vital.
FOTO 4 Certificado del Ministerio de Salud y Unicef
¿Que fue
lo que más le impactó cuando llego a Cali?
No encontrar el edificio donde iba a funcionar
la escuela porque esto no se había decidido, y tener que esperar unos tres
meses después mientras se adaptaba el edificio que habían construido el Club de
Leones de Cali en la parte alta del barrio San Fernando, el cual estaba
destinado inicialmente para un alberque infantil. También me preocupaba
observar el deficiente funcionamiento de algunas de las unidades clínicas del Hospital
San Juan de Dios cuyo director aquella época era el Dr. Ramiro Guerrero. Me comentaban algunos empleados que este hospital llevaba 15 años en
construcción y que finalmente fue la beneficencia del Valle quien efectuó la
dotación de equipos y suministros. Los servicios de la Clínica de Maternidad Municipal
cuyo director era el doctor Jorge
Solanilla eran deficientes.
Hábleme de su tiempo
en el Valle
A mediados de agosto de 1952 se efectuaron
todos los arreglos que facilitaron inaugurar la Escuela esto fue el 13 de octubre de 1952. Actuaba como
rector de la Universidad del Valle el doctor Carlos Arturo Cabal, quien desafortunadamente murió unos días antes
de la apertura oficial de la escuela. Dos o tres días después de mi llegada a
Cali, estando en la rectoría con el doctor Cabal y con la enfermera Cecilia Barrera discutiendo algunos
aspectos pertinentes a la profesión, incluidos los conceptuales, filosóficos,
técnicos y organizacionales, de improviso llamaron al Dr. Cabal al teléfono.
Recuerdo muy bien que al quedarnos solas Cecilia Barrera y yo, ella me dijo: “Inés, te compadezco porque vas a quedar en
manos de un señor que no sabe nada de lo que es enfermería”.
FOTO 5 Edificio de
Los Leones
Cuando ella estaba en medio de su frase ingresó
nuevamente el doctor Cabal. Por un rato continuamos discutiendo todos estos
aspectos que traíamos en la agenda. Cuando llego el momento de retirarnos el
doctor Cabal con gran amabilidad nos dijo. “No se vayan todavía, porque quiero
que escuchemos todo lo que hemos discutido hasta ahora”. Obviamente todo estaba
en la grabadora del doctor Cabal, de la cual ni Cecilia ni yo nos habíamos
percatado. Al correr la cinta se escucharon claramente las palabras de Cecilia
Barrera. Cabal, impertérrito prestó atención, se rió y con cierta sorna la miró
primero a ella y luego a mí, a quien me preguntó mirándome a los ojos: ¿Usted
qué opina?
El doctor Cabal fue una de las personas que mas
me apoyó y le dio la importancia a la educación de enfermería, pues ya se había
proyectado para el año 1956 la fundación del Hospital Universitario Evaristo
García, con la perspectiva de la fundación de otras carreras afines a la de
medicina. Todavía recuerdo, expresa, cómo cinco días antes de la inauguración
oficial de esta escuela y unas horas antes de la ceremonia cuando el grupo de
estudiantes estaba reunido esperando la llegada del doctor Cabal para ser presentadas,
fuimos informadas que acababa de fallecer mientras asistía a la misa de diez de
la mañana que se oficiaba todos los días en la catedral de Cali. Su discurso,
sin embargo, quedó escrito y fue leído durante la inauguración de la escuela,
en cuyos archivos reposa.
Para la inauguración fue necesario hacerle
muchos arreglos al edificio, cuya planta física debió ser adaptada para poder
incluir oficinas administrativas, salones de clase, salones de práctica clínica
y los salones para habitaciones de las 35 estudiantes internas admitidas.
En esta época solo existían en el área de la
Universidad del Valle del barrio San Fernando, el edificio de la facultad de
medicina en construcción, y el edificio donde funcionaban las facultades de
ingeniería química e ingeniería eléctrica, edificio en que hoy en día está
ocupado por la Secretaria de Salud Publica Municipal. Para llegar al edificio
de la Facultad de Enfermería único sitio de acceso era un callejón estrecho, al
fondo del cual se podía leer desde lejos un aviso de color café y verde sobre
un fondo blanco que decía Club de Leones
de Cali, edificio “Eladio Perlaza”, en el cual funcionan aun algunas
dependencias de la Universidad del Valle.
Hábleme del programa
de estudios
El primer programa de estudios fue elaborado en
compañía de las instructoras que me acompañarían en esta tarea. Los campos de
práctica fueron el Hospital San Juan de Dios y la Clínica de Maternidad. La
facultad de medicina colaboró con su personal docente bajo la denominación de
profesor hora cátedra. En tal condición colaboraron como docentes los doctores
Jorge Solanilla, Armando Rivera Zamorano, Hugo Campo Gaviria, Santiago Renjifo
Salcedo, Bernardo Aguilera Camacho, Ives Chattain, Carlos León, Ernesto
Zambrano, Julio Calonge, William Mejía, Vicente Rojo, Carlos Alberto Acevedo,
Jorge Escobar Soto y otros cuyos nombres se me escapan.
Las practicas clínicas se efectuaron en El
Hospital de San Juan de Dios, la Clínica de Maternidad Municipal, el Hospital
Universitario del Valle Evaristo García y el Centro piloto de Salud de
Candelaria.
La entrada en todos estos sitios de las nuevas
estudiantes de enfermería les hizo caer en cuenta de las deficiencias de muchos
servicios y la necesidad de hacer algunos ajustes para ponerse a tono con los
cambios de la atención de los enfermos que se experimentaba en muchas partes
del mundo.
El Hospital San Juan de Dios, un hospital
tradicional fundado en 1744 por decisión del Cabildo Municipal fue seleccionado
para las prácticas clínicas de las estudiantes de enfermería y de los
estudiantes de medicina. En 1930 la lotería del valle se convirtió en su benefactor al incorporarlo en forma
permanente a la beneficencia del valle, razón por la cual sus condiciones
mejoraron ostensiblemente. Esto facilitó el desarrollo de las prácticas
clínicas de los estudiantes de medicina desde los años 1950 y de la Escuela de Enfermería
desde 1952.
La Clínica de Maternidad Municipal fundada en
el Barrio Alameda, fue la primera institución donde se iniciaron las prácticas
de materno infantil. Para esa época existía un programa de preparación y
adiestramiento de las comadronas de Cali y ya se había reglamentado y
restringido la atención del parto por este personal. Actualmente funciona allí
una estación de policía.
El Hospital Universitario del Valle fue abierto
oficialmente en 1956. Allí se han formado desde su fundación gran parte de médicos, enfermeras,
y personal de salud no solo de la ciudad, sino del sur occidente colombiano,
del país y del exterior. Su primera directora de servicios de Enfermería fue la
enfermera Judith Dueñas y su primer
director el médico Arturo Velez Gil.
El Centro Hospital Piloto de Candelaria está
ubicado en un municipio muy cercano a Cali, y se le llama centro piloto porque
allí se desarrollaron diversos programas e investigaciones auspiciados por
fundaciones nacionales y extranjeras. Su primera directora de enfermería fue Piedad Portilla quien para las
enfermeras de Colombia no necesita presentación por su preparación y
contribución al desarrollo de la enfermería en el país.
La primera selección de estudiantes se efectuó
a partir del análisis de las calificaciones de bachillerato completo. En
algunos casos se recibieron alumnas que hubiesen terminado el cuarto año de
bachillerato como requisito mínimo, pero esto se complementaba con una serie de
entrevistas y obligadamente una de las entrevistadoras la señorita Viveros
(nuestra tía), quien inevitablemente les preguntaba por qué venían a estudiar
enfermería.
FOTO 6 Ceremonia de la Imposición de Tocas.
Inés Viveros y Marlene Cedeño 1958
En su periodo inicial las estudiantes eran
aprendices de su oficio; por ello se les supervisaba constantemente, pues
además de verificar su alto sentido de la responsabilidad, no se descuidaban
los aspectos técnicos y del conocimiento como tampoco la calidad humana. Por
eso existía un régimen de disciplina y un código de ética que asegurasen, en lo
posible, una atención libre de riesgos. Una vez cumplido este periodo inicial
llamado el preclínico donde se decidía si el estudiante podía continuar en la
institución y se la preparaba para recibir la cofia (toca) que distingue a las
enfermeras profesionales en todos los países, en una ceremonia solemne conocida
como “la imposición de tocas”.
Alguna vez le pregunté a Hellen Howitt (enfermera canadiense graduada en el Albert College
en 1919), directora de la Escuela de Enfermería de la Universidad Nacional, y a
la enfermera Johanna Schwart,
funcionaria en Salud Pública y enfermera asesora del Ministerio de Trabajo,
Higiene y Previsión Social de Bogotá, quienes me explicaron el simbolismo de la
toca. “La toca” es complementaria
del uniforme de enfermera y complementa la lámpara que nos entregaban prendida,
con la cual se simbolizaba el conocimiento que debe estar presente en la atención
de todos los pacientes. Explicaban las enfermeras canadienses que Florence Nightingale, fundadora de la
enfermería moderna, cuando visitaba a los enfermos en la noche, siempre llevaba
consigo una lámpara encendida. Si se revisa la literatura relacionada con la
historia de la profesión se encuentra que las diaconisas enfermeras de la época
siempre utilizaban lámparas para hacer las visitas a los enfermos en la noche.
En esta ceremonia la estudiante de enfermería
estaba acompañada por su madrina de tocas, usualmente una profesora
seleccionada por ellas mismas, se leía el Juramento de Florence Nigthingale y
se entregaba escrito a cada una de las estudiantes acompañado de la oración de
la enfermera, todo bajo los acordes del himno de las enfermeras de Colombia,
escrito por la señora vallecaucana Bettyna
Franky de Franky cuando aún era estudiante de enfermería.
Fíjese señorita
Yoda -me dice-, el número de aspirantes variaba, pues difícilmente los
bachilleres seleccionaban esta profesión. Hubo años en que el número de
solicitudes fue de 5 estudiantes, probablemente por el desconocimiento de la
profesión, o porque eran muy pocas las mujeres que en aquella época asistían a
la universidad, o por el poco status de esta profesión frente a otras.
A fin de dar a conocer la profesión se diseñó
un programa de divulgación cuyo objetivo era visitar a las alumnas del último
año de bachillerato para orientarlas sobre nuestro bello oficio. Se visitaron
colegios de Cali, Manizales, Popayán y Pasto. Para esta época ya le había
presentado a las autoridades de la Universidad del Valle la propuesta de
creación de la Licenciatura en Enfermería, sin encontrar respuesta, porque, señorita
Yoda, cuando uno trata de mirar al futuro, muchas veces se encuentra solo
contra el mundo. Lo importante es que unos años después esta idea se pudo
cristalizar. Sin embargo cuando esto sucedió, yo ya no pertenecía al personal
de la institución por razones que para mi fueron difíciles de comprender.
Fueron años muy embarazosos, para quien considera su profesión el centro de sus
actividades y no encuentra la respuesta que se espera de parte de los
directivos, ni del grupo de personas con quienes se había iniciado este
proyecto. Tengo la sensación de que me sacaron por la puerta de atrás, y que la
acción de despido fue disfrazada con una beca de postgrado lejos del país, en
la Universidad de Puerto Rico.
¿A qué
otras colaboradoras recuerda?
Bueno, son muchas las personas que desearía que
usted incluyera en su libro. Entre ellas las señoras Inés Mora de Sanabria,
Judit Dueñas, Victoria López, Julia Arce de Méndez, Graciela de Villafañe, Lola
Perdomo, Carmen Jerez de Quintero, María Guerrero, Piedad Portilla, Lola Romo,
Pepa Ferro, Armida Leal, Lola Brieva, Helina Hernández, Alba Camargo, Grace
Morgan, Sor Juana Zuluaga, Sor Lida Aguilera, Elpidia Daza, Olga Bolaños,
Ofelia de Libreros, Maruja Marmolejo y muchas más.
FOTO 7 Primera Ceremonia de Grado 1955
Cuénteme cómo fue la
reapertura de la Escuela de Enfermería en la Universidad de Cartagena
Llegué a Cartagena en el año 1964 para
encargarme de reabrir esta escuela fundada originalmente en el año 1903. Mi nombramiento para
ese cargo, expresa la señorita Viveros, estuvo rodeado de algunos hechos que no
advertí antes de viajar, pero acepte el nombramiento porque esta institución ya
había sido cerrada en dos ocasiones, la última vez en el año 1953 y este cierre
era el producto de una huelga organizada por los estudiantes y profesoras
contra la directora, enfermera Eva
Matilde Villegas.
Recibí toda la colaboración del rector y decano
de la facultad de medicina de la Universidad, Dr. Abel Dueñas Padrón, como también de mis colaboradoras inmediatas,
las señoritas. Rosa Mora, Alcira Batista, Nelly Casanova y la señora Soledad
Mora. El trabajo se inició con la elaboración de un diagnóstico, que sirvió
de base para la apertura del programa de Licenciado en Enfermería.
Desafortunadamente no pude asistir a la graduación del primer grupo de
estudiantes, porque estaba en Pasto pues a través de la enfermera Maricel Manfredi me habían hecho la
invitación para ir a trabajar a Pasto y fundar allá la primera Escuela de Enfermería
en el instituto Mariano. Algún hada maligna me seguía jugando malas pasadas que
me impedían disfrutar el fruto de mis esfuerzos.
¿Cómo se
establecieron los vínculos para la fundación de la Escuela de enfermería del
Instituto Mariano de Pasto?
Por ser ex alumna franciscana fui llamada por las
monjas de la comunidad, como dije antes, a través de la enfermera Manfredi. El
ofrecimiento consistía en que me debía encargar de fundar esta escuela como
parte de un proyecto de regionalización que iba a desarrollar la Universidad
del Valle. Antes de la apertura de la escuela de Pasto me di cuenta de que mis
criterios, que finalmente serían los mismos de la Asociación Colombiana de
Facultades y Escuelas de Enfermería, Acofaen, diferían de los de las
monjas. Para mantenerme fiel a mis principios, me retiré antes de que la
escuela abriera sus puertas. Me queda la satisfacción de que todo terminó bien
y la Escuela de Enfermería del Instituto Mariano de Pato abrió sus puertas
aceptando mis sugerencias.
Hábleme de su
vinculación con la Universidad Industrial de Santander
En Bucaramanga, la Universidad Industrial de
Santander tenía organizada la división de ciencias de la salud, conformada por
el departamento de medicina, el departamento de ciencias intermedias,
enfermería, laboratorio clínico, nutrición y dietética y fisioterapia. Fue un
gran desafío, porque enfermería, que tenía el mayor número de profesores y estudiantes
estaba dirigida por una nutricionista dietista. En Santander, al igual que
había sucedido en mis experiencias previas dejamos abierto el Departamento de Enfermería
como existe actualmente. Un factor determinante para el desarrollo de los
programas en Bucaramanga, además del apoyo recibido desde Bogotá, es que los
santandereanos siempre desean mejorar y tratan de ser los primeros en todo,
razón por la cual los admiro y recuerdo.
¿Por qué
surgió en la Universidad del Valle la idea de abrir también una Escuela de Auxiliares
de Enfermería anexa a la de los profesionales?
Porque ya se venía hablando de la delegación de
actividades y contábamos con el apoyo del Doctor Jorge Vergara quien venía desde Bogotá a reemplazar al Dr. Carlos
Arturo Cabal en la rectoría de la Universidad del Valle. Ya habíamos discutido
la importancia de que se reglamentaran estas escuelas especialmente que las
enfermeras tuvieran injerencia directa en su manejo.
¿Cómo
estableció vínculos con fundaciones extranjeras?
Creo que la apertura y crecimiento son
indispensables en toda institución. Por ello contactamos con la señorita Virginia Arnold de la Fundación Kellogg y con la señorita Thelma Hingles de la Fundación Rockefeller, la Organización Panamericana de la salud
OPS/OMS y del programa “Alianza para
el Progreso”.
Finalmente, Señorita
Viveros, ¿por qué cree usted que me surgió la idea de
escribir este libro?
Me mira y se sonríe maliciosamente, como
tratando de leer mi pensamiento, se queda un rato en silencio y finalmente expresa:
“Por que seguramente la persona que lo está escribiendo, en este caso usted, se
ha hecho muchas preguntas sobre nuestra profesión, de lo que fue, lo que es y
lo que será, de sus satisfacciones y de sus sinsabores.
Himno de las
Enfermeras de Colombia
El himno de las enfermeras colombianas está
ligado al Valle del Cauca. En efecto, Bettyna
Franky, autora de la letra, nació en Cartago (Valle). Bettyna lo escribió
cuando era estudiante de enfermería en la Universidad Nacional de Bogotá.
Cuenta su autora que su obra fue seleccionada entre 16 aspirantes, y que
interpretado por primera vez en la primera ceremonia de imposición de tocas de
la universidad Nacional. La partitura fue escrita por el maestro santandereano Luis A. Calvo quien para esta época ya
se encontraba recluido de por vida, víctima de la lepra, en el “Lazareto
de Agua de Dios”.
FOTO 8 Bettyna Franky de Franky y Certificados
INES DURANA
SAMPER. Primera Enfermera con Doctorando en Colombia,
su contribución fue trascendental para la Enfermería Colombiana
Al retiro de la enfermera Inés Viveros a mediados de 1963, le sucedió en el cargo la enfermera
Grace Morgan, quien continúo con los
programas iniciados por ella. Posteriormente le sucedió en el cargo Sor Lyda Aguilera y al renunciar esta
en el año 1964, fue nombrada la enfermera Inés
Durana Samper.
Inés Durana Samper nació en Bogotá, donde murió
hace 11 años. Hubiera querido narrar aquí toda su trayectoria, pero he tomado
solo un resumen de sus estudios y su obra porque quiero que la brevedad invite
a los profesionales de salud a leer estas líneas y así puedan darse una idea
del alcance de su trabajo y el porqué de
todas sus condecoraciones.
Tal como lo expresó el académico Efraín Otero Ruiz, antiguo presidente
de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina al referirse a ella,
mencionarla es recordar la Historia de la Enfermería en Colombia.
Esto le dijo el doctor Otero a Inés cuando Inés quiso ser recibida como Miembro
de dicha Academia: “Basta con que tú te presentes, sin necesidad de trabajo escrito, porque
tú misma representas toda la Historia de la Enfermería en Colombia”.
Inés estudió enfermería en la Universidad
Nacional de Bogotá, grado al cual le siguieron muchos otros. En 1956 recibió el
Bachelor of Science in Nursing (B.S.N), en 1956 el certificado de Public Health Administrator, y en 1961 el título de Master of Science in Nursing en la Catholic University of America
en Washington D.C. Tras algunos años de trabajo e investigaciones recibe el
certificado de Educación en Enfermería
del U.S. Department of Health Education and Welfare (USPHS).
Cuando renunció al cargo directivo en la
Universidad del Valle viajó al exterior a obtener su doctorado en educación
industrial en Maryland University U.S.A. De 1972 a 1978 se vincula a la
Fundación Rockefeller y se desplaza como profesora visitante en universidades
de Ramatibody en Bangkok y Unaza en Kinshasa (antiguo Zaire). Entre los años
1980 y 1984 trabaja como coordinadora del programa de atención primaria en
salud en del convenio Colombo-Holandés, en los territorios nacionales de
Colombia. Fue además fundadora en Bogotá de los primeros programas de Servicios
Hospitalarios de Enfermería. En 1996 es nombrada profesora de enfermería en
Western University.
Recibió reconocimientos nacionales e
internacionales tales como el Abraham Horwitz Award y el Premio de Excelencia
Nacional al Mérito Profesional. Se desempeñó como consultora de la OMS/ OPS, y
perteneció a importantes entidades científicas; fue miembro activo de la
Academia Colombiana de Medicina, la única mujer por décadas en recibir este
honor. Finalmente en el año 2002 la distinguen con el nombramiento de “Héroe de
la Salud en el Primer Centenario de la OPS”.
FOTO 9 Inés Durana Samper y doctores
Contribuciones de Inés
Durana Samper, en la Escuela de Enfermería de la Universidad del Valle
En la época en que Inés llegó a Cali, se
produjeron grandes cambios en la Universidad del Valle y en las Escuelas de Medicina
y Enfermería. A Inés se le debe la creación del Departamento de Enfermería de
la Universidad del Valle, tras incluir su propuesta en el proceso de
reestructuración que venía adelantando la división de salud. Fue Inés quien
propuso la integración docente asistencial en enfermería al plantear la
creación y justificación el Departamento de Enfermería en el Hospital
Universitario del Valle, para poder así coordinar actividades docentes y
clínicas de la Escuela con las enfermeras de este hospital. En principio, Inés
ejerció simultáneamente estos dos cargos, pero más adelante nombraron a una
enfermera para la dirección de la Escuela de Enfermería de la Universidad del
Valle, y otra enfermera de servicios para el Hospital Universitario del Valle.
Esta estructura permaneció vigente por muchos años.
FOTO 10 Escuela de Enfermería
A mediados de 1964, año en que Inés llego a
Cali, la Fundación Rockefeller le donó a la Universidad del Valle el
edificio donde actualmente funciona la Escuela de Enfermería. Con el apoyo de
la asesora Thelma Hingles quien
estaba en Cali como asesora de la Fundación Rockefeller, se diseñaron los
programas de graduados los cuales fueron aprobados en 1965, especializaciones,
cursos cortos, y se consiguieron becas para estudios de Bachelor of Science in
Nursing y maestrías en el exterior, seminarios, investigación en enfermería, e
intercambios y visitas de observación.
Para esta época, fue invitada también la
señorita Lucille Mercadante para
asesorar aspectos administrativos y de educación en la división de salud y se
estableció un programa de intercambio entre el personal del Hospital Universitario
y la Universidad de Florida. Se iniciaron algunos trabajos de investigación
sobre tiempo y movimientos en el trabajo hospitalario y se escribieron las normas para la atención de enfermería en los
servicios clínicos.
También para esa época fueron invitadas como
profesoras las siguientes enfermeras: Dorothy
Brown de U.C.L.A, Ema Ochoa de
la Universidad Nacional, Carmela Cavero
de Cornell University, Eleanor Voorhies
de Boston College, Lucille Mercadante,
Ruth Johnson de Columbia University
y Esther Read de Wayne State
University.
FOTO 11 Yalila Yoda con el Dr. Jairo Osorno y
el Equipo de Trabajo de la Clínica Versalles de Cali, Colombia
Inés fue la autora del proyecto regional de
desarrollo de enfermería para el suroccidente colombiano. Este proyecto fue
presentado a organizaciones nacionales e internacionales para su apoyo y
financiamiento pues se pretendía que este proyecto hiciera parte del plan de
desarrollo 1970-1974.
Así sucedió y el proyecto fue dirigido por un comité
asesor nacional compuesto por un representante de ACOFAEN (Asociación Colombiana de Facultades de Enfermería), uno de
Ascofame (Asociación Colombiana de Facultades de Medicina), y otros del ISS
(Instituto de Seguros Sociales) y del Ministerio de Salud.
Hicieron parte de este proyecto la Fundación de
las Escuelas de Enfermería en los departamentos de Caldas (Manizales) Cauca
(Popayán) Nariño (Pasto), y la preparación básica y técnica del personal
docente.
Al viajar a Estados Unidos a hacer su doctorado
Inés fue reemplazada por la enfermera Maricel
Manfredi una de las becarias que llegaba de E.U. Aquella fue una época muy
difícil, debido a las huelgas estudiantiles; sin embargo a Maricel Manfredi se
le debe el éxito de todos los proyectos propuestos. En el año 1975, la enfermera
Manfredi renunció a su cargo para ir a trabajar como asesora en la Organización
Panamericana de la Salud.
No podría terminar este trabajo sin nombrar las
diferentes enfermeras que han dirigido la Escuela de Enfermería de la Universidad del
Valle, quienes por su trabajo y dedicación han contribuido al
desarrollo de la profesión en la región. Ellas son las enfermeras: Ceneida de Jaimes, Gladis Eugenia Canaval, María Victoria Granada, Blanca Aguirre de
Cabal, Marlene Montes Valverde, y Claudia Santamaría, quien actualmente se
desempeña como directora.
FOTO 12 Yalila Yoda con el Dr. Jairo Osorno y
directivos de la Clínica Versalles de Cali, en el acto de certificación como
Institución Amiga de la Mujer y la Infancia
Bibliografía
1.- Enfermería. Libro de viajes. Yalila Yoda. República de
Colombia
2.- El Arte en la Anunciación y
la ética en los Profesionales de la Salud. Publicado el miércoles día 14 de
enero de 2015
AGRADECIMIENTO
Andrés Carreño Ospina.
Diseñador gráfico
Yalila Yoda Cespedes
Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado en Enfermería. Servicio
de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI-
Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad
Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza /
Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana
de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de
Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la
Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN,
A.C.
Miembro no numerario de la Real
Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)