martes, 17 de febrero de 2015

La organización sanitaria en Gipuzkoa, a finales del siglo XVI



La vida guipuzcoana en esta época se basa en un modelo instaurado a finales de la Edad Media y se caracterizará por la prosperidad global. La provincia es el resultado de la hermandad de las villas y lugares que componen el territorio histórico, excepto Oñate que se incorpora en el siglo XIX, cuyas instituciones, las Juntas Generales y la Diputación, se ocupan de la administración y gobierno territorial bajo la tutela o al menos con la anuencia del Corregidor, representación de la autoridad real, con funciones ejecutivas y judiciales.

Estas instituciones funcionan en el marco de los Fueros, entramado normativo que se viene construyendo tras la incorporación a la Corona de Castilla.

FOTO 1 Litografía San Sebastián antiguo

En aquella época y refiriéndonos a la enfermedad de la peste que se propagó por Gipuzkoa, resaltamos el informe que realizó el Licenciado Joanes de Arizmendi, el día 12 de septiembre de 1597, médico de Rentería, redactado a instancias del consistorio, citando a Hipócrates (Aforismos y de Natura Summa) y a Galeno (Comentarios a Hipócrates de Morbis Vulgaris y de Theriarca). Estos padres de la medicina también fueron citados por el doctor de San Sebastián Francisco López de Garita y Vergara y del doctor Pedro García de Oro, refiriéndose a la peste de Oñate en el año 1598.

Además de la prevención y de las cautelas generales, los lugares afectados se vieron en la necesidad de improvisar algún tipo de organización sanitaria, acorde con sus posibilidades. Sin ninguna estructura anteriormente establecida, básicamente se orientó en San Sebastián a la habilitación de diferentes edificios especializados en función de su uso: hospitales para enfermos y convalecientes, residencias para el personal sanitario y residencias para la cuarentena de las personas que hubieran convivido con enfermos de peste.

Cada edificio tenía su propio régimen interno y diferente personal sanitario encargado de la dirección de los mismos. Este personal sanitario fue uno de los elementos más importantes para atajar todas las situaciones de enfermedad o epidemias. Los “médicos” estaban encargados de la dirección y supervisión, pero también del reconocimiento de los enfermos y los “cirujanos y barberos” que se ocupaban de aplicar los remedios, mundificadotes especializados en la desinfección de enseres y edificios, y personal auxiliar como enfermeras, enterradores, guardas, etc. Sin ninguna especialización y captados entre los habitantes del municipio, unas veces mediante contrato, otras a título voluntario, y en casos obligados a permanecer a pie de cama atendiendo a los enfermos.

FOTO 2 Máscaras usadas por los médicos en la enfermedad de la peste

Las infraestructuras, el personal y la organización variaban en función de la importancia de la localidad. Era habitual habilitar una ermita o alguna casería extramuros donde recoger a los enfermos y a sus familias, por separado; aunque también hubo casos en los que simplemente se les encerraba en su casa clavando puertas y ventanas y situando guardas en el exterior para evitar su huida o el contacto con los de fuera.

En San Sebastián la organización fue más completa y con mejores condiciones, así lo atestigua en 1597 el cirujano Martín de Aramburu, comisionado por la Diputación, según la cual se había dado orden de hacer “dos cabañas fuera de la ciudad, y los convalecientes estén en una y los heridos en otra y baian sacando a los que enfermaren. Y con esto se podría tener horden con que fuese acabando la dicha enfermedad…”; la otra redactada a instancias del Ayuntamiento de Pamplona y de autor anónimo, que nos confirma algunos datos “la villa está dividida en zonas al cargo de comisarios ocupados en vigilar la salud de los vecinos, ordenar la salida de los enfermos y demás providencias del caso”. Los cuatro moriscos de que nos informaba el Corregidor eran los encargados de sacar en silla a los enfermos y a los muertos, para ser ingresados en el hospital o ser enterrados; personal que junto con el sanitario vivía en extramuros (Archivo General de Gipuzkoa. San Sebastián, 15 de septiembre de 1597).

FOTO 3 Pierre Subleyras: “San Camilo asiste a los enfermos en la inundación del Tiber de 1598”. 1745

Se recoge en la cita del documento: “La villa va dando muy buen orden en todo, porque en sintiendo alguno herido le sacan fuera a los hospitales. Para esto ay un lugarteniente de Corregidor, el qual trae consigo 4 hombres que sacan a los enfermos y los llevan en unas sillas al hospital y quando mueren los entierran. Estos han andado hasta aquí entre nosotros, mas ya viven todos fuera y no entran en la villa si no es a por el difunto o enfermo. Lo mesmo se ha hecho de los çirujanos que tienen casa fuera y no se comunican con los que estamos en la villa, sino fuera y eso de lejos. Fuera desto tiene la villa repartidas las calles y barrios entre la gente de más fuste que al presente se halla en la villa, que es poca, y estos visitan los que les perteneze y saven si ay enfermos y las necesidades que se padezen y de todo dan aviso a los que tienen a su cargo remediarlas… Esto es lo que he entendido açerca del mal y cura del licenciado Montoya, médico, y del mase Joan de Lortia, el çirujano de Jaca; cuya venida ha sido de importancia, porque después que él llegó se han ido puniendo las cosas más en orden, aunque en lo que toca a las curas me diçe ay dos çirujanos en la villa que han hecho milagrosas curas y está muy satisfecho de ellos”.

La higiene es la clave, la limpieza de las calles, de los hospitales, de los enseres y el aseo de las personas constituye, junto con la alimentación, las acciones más eficaces contra la epidemia de peste. En definitiva, evitar las aglomeraciones en las calles y en los templos tiene la doble utilidad de dificultar el intercambio de pulgas y el consiguiente contagio, aunque no lo sepan, y evitar el riesgo de amotinamiento o la aparición de fenómenos de histeria colectiva en una población sometida a presión psicológica ambiental que en muchos casos bien puede ser calificada de extrema.

FOTO 4 Higiene. El rechazo al agua llegaba a los más altos estratos sociales. Las damas más entusiastas del aseo se bañaban como mucho dos veces al año, y el propio rey sólo lo hacía por prescripción médica y con las debidas precauciones

Además de la limpieza y de la higiene, se acababa con la quema de la ropa y los enseres personales de los afectados y con la limpieza y desinfección de las casas. Así en San Sebastián se contrataron dos hombres de Bretaña para estos menesteres. En Fuenterrabía se acordó desinfectar los edificios y quemar, por recomendación del cirujano Baltasar de Gordon, la ropa de pluma y pelo. Para la “ropa de lino, con pasar en çinco calderas y labatorios de agoa caliente y serenada a lo que le pareçia pudiera quedar desinfiçionada” (Archivo Municipal de Hondarribia, 13 septiembre 1598).

En Fuenterrabía la quema de la ropa se llevó a cabo siguiendo una cuidada planificación a cargo de los cirujanos militares Baltasar de Gordon y Pedro Segurola

Sangrías, ventosas, purgas y sajaduras
La terapéutica también presenta sus contradicciones entre las prácticas quirúrgicas tradicionales, acompañadas de específicos de igual naturaleza, junto con determinados compuestos de quimérica botica. La terapia combinada de procedimientos directos y agresivos sobre los bubones y otras manifestaciones del mal, a base de cortes, sangrados, ventosas y emplastos; junto con lavatorios desinfectantes, purgas, laxantes y sudorativos, todo ello con el fin de acelerar la evolución de los síntomas, siempre que el paciente hubiese superado la fase inicial y más aguda.

FOTO 5 Sangría, también llamada flebotomía, remedio para todos los males

Lo primero y más importante era reducir la fiebre, para lo que se utilizaban ciertas bebidas cordiales: La cura de todos estos males consiste en quitar la calentura que traen consigo, de suerte que si ella se quita ninguno muere y si no ninguno escapa. Las apostemas y carbúnculos curan bien los cirujanos, no es el menor de los males la ambre y necesidad que padecen los pobres, que aquí lo son en este tiempo casi todos (Pasajes San Juan, 14 de noviembre de 1597).

La omnipresente y agresora sangría destaca de entre todas las acciones curativas, aplicada con carácter preventivo para aliviar el exceso de humores, y con finalidad curativa en las ingles, tobillos, espaldas, etc. Su utilización, sin embargo, no significa que fuese indiscriminada, sino que se diferenciaban casos en los cuales era efectiva, de aquellos en los que su aplicación resultaba fatal para el paciente. Así, el bachiller Villaviciosa relataba esta diferencia, aunque de sus observaciones se desprende que no se llegó a distinguirlas, sino después de haber mandado algunos pasaitarras a mejor vida con prácticas contrarias al arte.

Como prueban las sangrías y ventosas. Los que tienen tabardillo sangrándose al principio prueban bien, y si se sangran del tercero día para adelante mueren luego. Los que tienen los humores sin tabardillo si se sangran mueren, estos prueban bien si al principio se les dan unos polvos contra la peste y sudan luego. Después desto aprobechan mucho las ventosas y sajas en las espaldas, lomos y piernas, este es el mejor remedio y el que más ha aprobechado (Pasajes San Juan, 21 de octubre de 1597).

Francisco González de la Casa, médico de Santander en su testimonio diferenciaba tres tipos de bubones y en consecuencia, la aplicación de la sangría en función del lugar sobre el que se encontrase:

Sobre las ingles: se curan mejor dándoles vevidas cordiales para que suden sangrándoles en la misma parte afecta, que es el tovillo de la misma parte, guardando la rectitud y poniendo çierto emplasto.

Debajo de los sobacos: éstas no se sangran por estar çerca del corazón; úsase con ellas remedios cordiales por la voca y emplastos madurativos en la misma parte affecta.

En la garganta: éstas acavan mas presto porque priban todas las acciones de la facultad animal… so se usa en estas landres de saja ni ventosa, porque al instante mueren.

Las purgas se utilizaban una vez pasados los primeros siete días o fase aguda de la enfermedad: no purgo al principio dice González de la Casa, por no darles el veneno al corazón, sino al seteno pasado y luego sienten mejoría. También Villaviciosa expresó sus dudas respecto de este remedio:

Purgas: El médico sabe que lleban las purgas que da a los enfermos y como está en Rentería y cura por relación no sabemos lo que haze en ellas, mas de que las purgas prueban mal.

FOTO 6 Sangría. Enema o clíster

El doctor Undiano era partidario del uso de bebidas cordiales más que del clásico vino, a pesar de su aporte calórico, porque el vino calienta el cuerpo, aumenta la calentura, da mas sed y aze penetrar adentro la qualidad venenosa, y sólo un provecho allo, que es reparar las fuerças. Se ará mejor con mantenimientos, prinçipalmente con caldos cordiales.

En cambio disentía respecto del momento en que se debían aplicar los remedios quirúrgicos, considerando como lo hacía Arizmendi que era mejor hacerlo tan pronto se manifestaran los síntomas, sin más dilación; así recomendaba: … se mande la çirujano luego que paresiere señal de inchasón o carbúnculo aplique luego los remedios y no aguarde asta que del todo salga como ase, pues naturaleza quando comiensa o bien no puede, es menester ayudarle luego sin dilación.

FOTO 7 La peste que mortificó a Oñati, el azote más cruento De Euskal Herria. Autor desconocido



Cuando no era recomendable recurrir a la sangría se aplicaban otras alternativas como la cauterización sobre el bubón. Recomendaba el doctor Undiano que cuando madura mediantemente se abre con cauterio de fuego y no se consienta en çerrar, aunque naturaleça quiera, por tiempo de dos meses, porque las que se çierran buelbe a tomarles el mal y morir. Este procedimiento se combinaba también con las ventosas, aplicándolo después de que éstas extrajeran la ponzoña.

En la Relación de San Sebastián se describe su uso del siguiente modo: En la seca se les echa ventosas para atraer afuera la mala qualidad y luego se aplica en aquella parte un pegado atractivo y se continúa hasta que ay harta eminenzia en la dicha seca y, descubriéndose, se le da un cauterio de fuego para consumir el veneno que se ha juntado allí; luego se procura desucurar la escara que se ha hecho con el fuego y después de sucurado se mundifica la llaga (San Sebastián, 22 de octubre de 1597).

El lavado de las heridas es aspecto también considerado en el proceso de desinfección que debía acompañar el empleo de estos recursos, bien con agua de mar, bien con soluciones específicas. Entre las recomendaciones donostiarras figura la siguiente:

La curazión de los carbuncos se haçe de tres maneras. En los que se puede poner ventosa se pone y luego se escalifica la parte con profundas escarificaziones, lavando después el dicho carbunco con un cozimiento hecho de escabioso lupinus, mezclando después el dicho cozimiento con ungüento egipciaco. A otros se lava después la escarifización con agua del mar. En la partes donde no se puede poner la ventosa se pone, después de hecha la escalificazión, algún medicamento cáustico, y después se procura la separazión del escaro hecho siguiendo el mesmo orden que en los bubones. En otros se ponen cosas que tienen una propiedad oculta según sentencia de algunos, la qual destruye la malignidad del carbunco, como es la escabioso picada entre dos piedras de sinphinon.

Otras veces, las ventosas se empleaban para hacer aflorar los tumores subcutáneos ocultos, tal como lo recogió el bachiller Villaviciosa:

FOTO 8 La epidemia de la peste de 1679

Ventosas que se hechan a los mesmos tumores. Quando los tumores están metidos dentro de las ingles y debajo de los braços y no se descubren por de fuera, se hechan ventosas secas dos dedos más abajo del tumor, y si con éstas no sale fuera el tumor se hecha otra encima del propio tumor que esté por espacio de un credo y esto ha probado bien, después de lo qual se les aplican emplastos.

Los apostemas se quieren abrir las que están en partes peligrosas al segundo día y las que no se abren así y se aguarda a que tengan materia […] las de las ingles si vienen sin calentura pueden aguardar quanto quieran y sale de ellas lo que dicen dibieso.

Los emplastos, otro de los remedios combinados que hacen referencia dichos documentos, eran cataplasmas de efecto madurativo, compuestas de los productos más variados e inverosímiles. De hacían a base de: lebadura, malvaviscos y çebolla coçida, triaca magna y unto sin sal, hazeite de manzanilla y de açuçénas y lombrices. En Pasajes, después de sajaduras y ventosas, se les aplicaban emplastos de malvas cozidas, caracoles, manteca de puerco, simiente de mostaça y alguna çevolla picada, azeite rosado. Estos emplastos se aplican muy calientes y aprobechan, aunque no tanto como se desea por falta de otras cosas que se hubieran de aplicar (28 de octubre de 1599).

Otro componente esencial de la medicación lo constituían “las bebidas cordiales” o “sudorativos” para expeler la mala qualidad afuera. En San Sebastián:

“… esta bebida se compone de las cosas siguientes y conforme la qualidad y sujeto del enfermo: de triaca, polvos de diamargariton friguli, aromático rosado, diarrodeon abatís, piedra bezar, jarave de limones con cozimientos de escabioso, escorzonera, indibia y borrajas: y a cada uno se le da la quantidad que ha menester”.

FOTO 9 Enferma de peste. Sajado de buba. Siglo XIV. Cuadro “Edgard Poe, la peste - óleo sobre Tela, 89x87 cm”. Ilyas Phaizulline es un reconocido pintor ruso, de la República de Tatarstán.

Además de fomentar la sudoración, se procuraba facilitar la evacuación de los enfermos, mediante el recurso a preparados de efecto laxante, que podían actuar en dos tiempos: la preparación y la evacuación:

En la preparazión de los humores para poderlos evacuar, quando ay condtion en la orina y el enfermo lo puede llevar, se usan los jarabes de indibia, de borrajas, de bibliosa, de capulli veneris y liquirisi con cozimientos magistrales hechos de diaptamo, raíz de escorzonera, escabioso con sus panzas, desatando los jaraves sobredichos con el ficho cozimiento.

Las evacuaciones se hazen con la casia diacatholicom, ruibarbo en infusión y jarave solutivo con su cozimiento común.

La irritación provocada también tenía su alivio:
En las partes nobles se confortan por de fuera con epitimas compuestas de los sándalos, de los corales, de los polvos cordiales con azafrán, vinagre y las aguas y cocimientos de la escabioso, dugloso y escorzonera, de lo qual ay grande falta.

Aunque “el mejor de los remedios” para el mayor de los males era de naturaleza bien distinta, pero desgraciadamente escaso en aquellos tiempos: El regalo que tienen los enfermos es pan y carnero que provee bien la villa, otro regalo no se les da porque no se halla que harto de sentar, y estoy persuadido que por falta de éste han muerto muchos más de los que murieran.

FOTO 10 La peste negra. El castigo medieval por excelencia

De entre los remedios caseros, aunque también recomendado por los médicos y cirujanos, destaca uno que aún hoy se utiliza popularmente para procesos febriles y catarrales, la combinación de leche, miel y alcohol, cuyo abuso podía derivar en la muerte. Así lo relataba el doctor Pero López de Berasiartu, en su declaración del 28 de octubre sobre la peste de Segura en 1599.

Y que después de todo lo susodicho murió en esta dicha villa una serora de la hermita de San Miguel, agora puede aber ocho o nueve días, de enfermedad de çinco o seis días de calentura continua y del mal gobierno que tubo, porque curándola este declarante, se a sabido después que la dicha serora tomó un açumbre de leche y dos libras de miel y tras ello vino, que ay médicos y çirujanos que aconsejan esto, y con ello dio fin a sus días.

La aplicación de los remedios se hacía siguiendo cierta jerarquía en la que eran los cirujanos los encargados de hacerlo directamente sobre los enfermos, lo que dará lugar a una mortalidad elevada, mientras los médicos se limitaban a reconocer enfermos, a vedes personalmente, muchas por persona interpuesta, cuando no lo hacían manteniendo distancias más que prudenciales. Según reconoce el doctor Bericiartua que admitía que en Segura había reconocido a un oficial cantero, que posteriormente murió, de la siguiente manera: “… desde una ventana a otra, y tenía sus señales çiertas de peste en el rostro y en el pescueço, debaxo de la oreja isquierda una hinchazón como un huevo…”.

Un mes antes también había utilizado a Pedro de Mirandaola, sacerdote, para que reconociese a su hermana “…que la mirasse en el cuerpo si tenía alguna señal de las que suele tener la peste”. Y el dicho don Pedro, abiéndola visto, le çertificó y juró in verbo saçerdotis que no le halló ninguna señal. La cual falleció días después de tabardillo junto con letargia que el vulgo llama modorra (Junta Particular de Basarte, 5 de noviembre de 1599).

El personal sanitario: médicos y cirujanos barberos
La información que tenemos acerca del personal sanitario es muy escasa y sobre todo procede de declaraciones y documentos donde se hace constar su vecindad y edad aproximada.

El doctor Juan de Undiano, vecino de Pamplona y formado en las universidades de Alcalá de Henares y Valencia, fue contratado en 1595 por el capitán general Juan Velázquez como médico de la guarnición de Fuenterrabía, por plazo de tres años y una soldada anual de 300 ducados. Le contrataron más tiempo y actuó en la epidemia de 1598. Su tarifa por sus visitas quedaron de la siguiente manera: 1 real dentro de la villa, casas de la ribera y de la marina; 4 si es de noche; 4 reales en las caserías cercanas a la parroquia y 2 para las demás. Posteriormente ejerció en Pamplona.

El doctor Mateo de Montoya, médico asalariado de San Sebastián desde 1592, actuó en el contagio de venenosa sustançia del 97 en lo que es curaçión, presevaçión, mundificaçión y limpieça de la tierra. Asistió también a la inspección de Oñate en diciembre de 1598 para cerciorarse de la salud.

El doctor Felipe Verganzo, médico vecino de Oñate, asistió en la peste de 1598.

El doctor Pero López de Berasiartua, vecino y natural de Segura, donde asistió a los enfermos de peste del año 1599.

FOTO 11 Máscaras usadas por los médicos durante la Peste Negra. Las boquillas mantenían sustancias con sabor.

Maese Juan de Lortia, cirujano de Jaca adonde se le fue a buscar por orden del Ayuntamiento de San Sebastián para ser contratado desde el 17 de octubre de 1597 hasta el día de Navidad al menos a razón de 10 ducados al día, más 1 ducado diario para su manutención y una casa en las afueras con tres camas y una criada, a cambio de que asistiese en compañía de su hijo y de un criado a los enfermos y coordinase la desinfección de las casas y de la ropa apestadas. En caso de morir durante el contrato se les darían 600 ducados de indemnización a su mujer e hijas que quedaban residiendo en Pamplona.

Baltasar de Gordon, cirujano de servicio en la guarnición de Fuenterrabía, sirvió en 1597 durante tres meses en San Juan. Asistió también en la epidemia de 1958 en Fuenterrabía, con un contrato adicional del Ayuntamiento con un salario de 30 ducados al mes más incentivos haciendo reconocimiento de mejoría.

Maese Pedro de Darieta, cirujano de servicio en San Sebastián, acudió a Asteasu a reconocer a dos enfermas y a dejar órdenes para la preservación y curación, por lo que cobró 150 reales de vellón.

FOTO 12 El cirujano sangrador

Pedro de Segurola, cirujano al servicio de la guarnición de Fuenterrabía, intervino en la peste de la villa en 1598, con contrato adicional del Ayuntamiento con un salario de 30 ducados al mes más incentivos haciendo reconocimiento de mejoría.

Miguel de Madrid, cirujano y residente en Fuenterrabía se le contrata durante la peste de 1598 para reconocer a los enfermos de la peste del cuerpo de la villa, con salario de 6 ducados al mes.

Maestre Juan de Segurola, cirujano residente en Fuenterrabía, contratado durante la epidemia de 1598 con salario mensual de 3 ducados para que se ocupe de las demás enfermedades.

El bachiller Lucas de Gauna, cirujano vecino de Oñate, asistió en la peste de 1598.

Maestre Guillermo Escot también conocido como Maese Guillaume, cirujano francés, natural de la villa de Quinfere Quarentin, en Bretaña, estando en San Juan de Luz, fue contratado para ejercer en Pasajes de San Juan desde el diez de septiembre. Solicitó a la Diputación en abril de 1598 y la obtuvo, carta de favor para su Majestad para examinarse de cirujano del reino. Después asistió en la curación de la peste de Oñate durante tres meses en 1598.

FOTO 13 La muerte se presenta como la gran niveladora social en la Edad Media, y la iconografía surgida de la Peste Negra

Juanes de Mendecute, cirujano, natural de Pasajes, asistió a los enfermos y a la organización de la enfermería, falleciendo el 18 de octubre de 1597.

Maese Bernard, cirujano francés, vecino de Montpellier, solía navegar en los navíos de San Juan de Luz y a la sazón estaba en Bayona. Era un hombre experimentado que ya había asistido en las pestes de Burdeos, Dax y otras ciudades de Francia. Asistió en la peste de San Juan donde falleció el 29 de agosto de 1597.

Juan Ramus de Vergara, cirujano, contratado a la muerte del anterior, sirvió durante veinticinco días y a su muerte se adquirió su herramienta, de gran calidad.

Pedro de Iriarte, cirujano y vecino de Azcoitia, donde sirvió durante la enfermedad de 1599 con salario de un ducado diario.

Gabriel de Pozueta, cirujano de Azcoitia, donde sirvió durante la enfermedad de 1599.

Maese Agustín de Amézqueta, cirujano vecino de Segura, a cuyos enfermos asistió durante la epidemia de 1599 (Junta particular de Bassarte de 5 de noviembre de 1599).

La provisión de medicamentos fue contratada con Martín de Murua, boticario de Rentería, aunque se abastecieron también de Bayona y otros puntos.

En el aspecto de infraestructura, ligado al de las enfermeras, se planteó la necesidad de dar respuesta al problema de alojar a los dolientes. La peste y enfermedades subsidiarias generaban a diario un número creciente de enfermos que era preciso aislar, sacándolos de sus casas y del trato con los sanos, y atenderlos en un punto donde se concentraran todos los recursos humanos y materiales. Para este fin, y ante la imposibilidad de utilizar el hospital que poseían junto con Lezo, se acordó establecer una enfermería en casa de Lorenzo de Echabe, colocando diez camas en cada uno de sus tres pisos y utilizando la bodega para guardar los materiales: leña, carbón, etc.

El “reglamento” era bien simple, cada enfermo llevaría su propia cama que, tras su cura o fallecimiento, quedaría para el servicio de la enfermería. El personal consistió en los cirujanos que se lograron traer, más ocho mujeres con funciones de enfermeras, distribuidas en dos por cada piso y otras tantas para los recados y lavar la ropa. Su jornal era de cuatro reales más comida y bebida, sustituibles por fallecimiento y ayudadas por las enfermas sanadas, que automáticamente quedaban adscritas al servicio de la enfermería ajuicio de los regidores, con el único derecho a la comida. Huelga aclarar que la muerte se cebó en ellas.

CONCLUSIÓN
La dirección facultativa estuvo lejos de resultar satisfactoria, aun teniendo en cuenta las limitaciones médicas de la época.

Los cirujanos, barberos, sangradores, no eran médicos pero si peritos especializados en el arte de sajar, hacer sangrías y poner emplastes. Fueron un grupo sanitario de alto riesgo por el contacto continuado con los enfermos y apestados; y por el propio ritmo laboral, que sin dificultades podemos imaginar fatigoso, durante las 24 horas del día.

El tributo que pagaron en vidas es bastante elocuente, entre agosto de 1597 y febrero de 1598 sólo en Pasajes de San Juan se contrataron seis cirujanos barberos sangradores, de los que murieron cuatro, salvándose uno que se limitó a labores de supervisión y el último cuando la enfermedad había remitido (Archivo Municipal de Hondarribia 1595 – 1599).

FOTOGRAFÍAS
Foto 1 Litografía San Sebastián antiguo
Foto 2 Máscaras usadas por los médicos en la enfermedad de la peste
Foto 3 Pierre Subleyras: “San Camilo asiste a los enfermos en la inundación del Tiber de 1598”. 1745. http://palabraria.blogspot.com.es/2014/11/tabardillo.html
Foto 4 Higiene. El rechazo al agua llegaba a los más altos estratos sociales. Las damas más entusiastas del aseo se bañaban como mucho dos veces al año, y el propio rey sólo lo hacía por prescripción médica y con las debidas precauciones
Foto 5 Sangría, también llamada flebotomía, remedio para todos los males
Foto 6 Sangría. Enema o clíster
Foto 7 La peste que mortificó a Oñati, el azote más cruento de Euskal Herria. Autor desconocido
Foto 8 La epidemia de la peste de 1679
Foto 9 Enferma de peste. Sajado de buba. Siglo XIV. Cuadro “Edgard Poe, la peste - óleo sobre Tela, 89x87 cm”. Ilyas Phaizulline es un reconocido pintor ruso, de la República de Tatarstán.
Foto 10 La peste negra. El castigo medieval por excelencia
Foto 11 Máscaras usadas por los médicos durante la Peste Negra. Las boquillas mantenían sustancias con sabor.
Foto 12 El cirujano sangrador
Foto 13 La muerte se presenta como la gran niveladora social en la Edad Media, y la iconografía surgida de la Peste Negra

BIBLIOGRAFÍA
El mal que al presente corre. Gipuzkoa y la peste. 1597 – 1600. José Ramón Cruz Mundet. (San Sebastián, 1960). Doctor en Historia y Profesor de la Universidad Carlos III de Madrid. 2003. Okendo Kultur Etxea. Biblioteca Okendo.

Una epidemia de peste bubónica: Pasajes de San Juan (Gipuzkoa), 1597. José Ramón Cruz Mundet

Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)

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