La vida guipuzcoana en esta época
se basa en un modelo instaurado a finales de la Edad Media y se caracterizará
por la prosperidad global. La provincia es el resultado de la hermandad de las
villas y lugares que componen el territorio histórico, excepto Oñate que se
incorpora en el siglo XIX, cuyas instituciones, las Juntas Generales y la
Diputación, se ocupan de la administración y gobierno territorial bajo la
tutela o al menos con la anuencia del Corregidor, representación de la
autoridad real, con funciones ejecutivas y judiciales.
Estas instituciones funcionan en
el marco de los Fueros, entramado normativo que se viene construyendo tras la
incorporación a la Corona de Castilla.
FOTO 1 Litografía San Sebastián
antiguo
En aquella época y refiriéndonos
a la enfermedad de la peste que se propagó por Gipuzkoa, resaltamos el informe
que realizó el Licenciado Joanes de
Arizmendi, el día 12 de septiembre de 1597, médico de Rentería, redactado a
instancias del consistorio, citando a Hipócrates (Aforismos y de Natura Summa) y a Galeno (Comentarios a Hipócrates de Morbis Vulgaris y de Theriarca). Estos
padres de la medicina también fueron citados por el doctor de San Sebastián Francisco López de Garita y Vergara y
del doctor Pedro García de Oro,
refiriéndose a la peste de Oñate en el año 1598.
Además de la prevención y de las
cautelas generales, los lugares afectados se vieron en la necesidad de
improvisar algún tipo de organización sanitaria, acorde con sus posibilidades.
Sin ninguna estructura anteriormente establecida, básicamente se orientó en San
Sebastián a la habilitación de diferentes edificios especializados en función
de su uso: hospitales para enfermos y convalecientes, residencias para el
personal sanitario y residencias para la cuarentena de las personas que
hubieran convivido con enfermos de peste.
Cada edificio tenía su propio
régimen interno y diferente personal sanitario encargado de la dirección de los
mismos. Este personal sanitario fue uno de los elementos más importantes para
atajar todas las situaciones de enfermedad o epidemias. Los “médicos” estaban encargados de la
dirección y supervisión, pero también del reconocimiento de los enfermos y los
“cirujanos y barberos” que se ocupaban de aplicar los remedios, mundificadotes
especializados en la desinfección de enseres y edificios, y personal auxiliar
como enfermeras, enterradores, guardas, etc. Sin ninguna especialización y
captados entre los habitantes del municipio, unas veces mediante contrato,
otras a título voluntario, y en casos obligados a permanecer a pie de cama
atendiendo a los enfermos.
FOTO 2 Máscaras usadas por los
médicos en la enfermedad de la peste
Las infraestructuras, el personal
y la organización variaban en función de la importancia de la localidad. Era
habitual habilitar una ermita o alguna casería extramuros donde recoger a los
enfermos y a sus familias, por separado; aunque también hubo casos en los que
simplemente se les encerraba en su casa clavando puertas y ventanas y situando
guardas en el exterior para evitar su huida o el contacto con los de fuera.
En San Sebastián la organización
fue más completa y con mejores condiciones, así lo atestigua en 1597 el
cirujano Martín de Aramburu, comisionado por la Diputación, según la cual se
había dado orden de hacer “dos cabañas
fuera de la ciudad, y los convalecientes estén en una y los heridos en otra y
baian sacando a los que enfermaren. Y con esto se podría tener horden con que
fuese acabando la dicha enfermedad…”; la otra redactada a instancias del
Ayuntamiento de Pamplona y de autor anónimo, que nos confirma algunos datos “la villa está dividida en zonas al cargo de
comisarios ocupados en vigilar la salud de los vecinos, ordenar la salida de
los enfermos y demás providencias del caso”. Los cuatro moriscos de que nos
informaba el Corregidor eran los encargados de sacar en silla a los enfermos y
a los muertos, para ser ingresados en el hospital o ser enterrados; personal
que junto con el sanitario vivía en extramuros (Archivo General de Gipuzkoa.
San Sebastián, 15 de septiembre de 1597).
FOTO 3 Pierre Subleyras: “San
Camilo asiste a los enfermos en la inundación del Tiber de 1598”. 1745
Se recoge en la cita del
documento: “La villa va dando muy buen
orden en todo, porque en sintiendo alguno herido le sacan fuera a los
hospitales. Para esto ay un lugarteniente de Corregidor, el qual trae consigo 4
hombres que sacan a los enfermos y los llevan en unas sillas al hospital y
quando mueren los entierran. Estos han andado hasta aquí entre nosotros, mas ya
viven todos fuera y no entran en la villa si no es a por el difunto o enfermo.
Lo mesmo se ha hecho de los çirujanos que tienen casa fuera y no se comunican
con los que estamos en la villa, sino fuera y eso de lejos. Fuera desto tiene
la villa repartidas las calles y barrios entre la gente de más fuste que al
presente se halla en la villa, que es poca, y estos visitan los que les
perteneze y saven si ay enfermos y las necesidades que se padezen y de todo dan
aviso a los que tienen a su cargo remediarlas… Esto es lo que he entendido
açerca del mal y cura del licenciado Montoya, médico, y del mase Joan de Lortia,
el çirujano de Jaca; cuya venida ha sido de importancia, porque después que él
llegó se han ido puniendo las cosas más en orden, aunque en lo que toca a las
curas me diçe ay dos çirujanos en la villa que han hecho milagrosas curas y
está muy satisfecho de ellos”.
La higiene es la clave, la
limpieza de las calles, de los hospitales, de los enseres y el aseo de las
personas constituye, junto con la alimentación, las acciones más eficaces
contra la epidemia de peste. En definitiva, evitar las aglomeraciones en las
calles y en los templos tiene la doble utilidad de dificultar el intercambio de
pulgas y el consiguiente contagio, aunque no lo sepan, y evitar el riesgo de
amotinamiento o la aparición de fenómenos de histeria colectiva en una
población sometida a presión psicológica ambiental que en muchos casos bien
puede ser calificada de extrema.
FOTO 4 Higiene. El rechazo al agua llegaba a los más altos estratos
sociales. Las damas más entusiastas del aseo se bañaban como mucho dos veces al
año, y el propio rey sólo lo hacía por prescripción médica y con las debidas
precauciones
Además de la limpieza y de la
higiene, se acababa con la quema de la ropa y los enseres personales de los
afectados y con la limpieza y desinfección de las casas. Así en San Sebastián
se contrataron dos hombres de Bretaña para estos menesteres. En Fuenterrabía se
acordó desinfectar los edificios y quemar, por recomendación del cirujano
Baltasar de Gordon, la ropa de pluma y pelo. Para la “ropa de lino, con pasar en çinco calderas y labatorios de agoa caliente
y serenada a lo que le pareçia pudiera quedar desinfiçionada” (Archivo
Municipal de Hondarribia, 13 septiembre 1598).
En Fuenterrabía la quema de la
ropa se llevó a cabo siguiendo una cuidada planificación a cargo de los
cirujanos militares Baltasar de Gordon y Pedro Segurola
Sangrías, ventosas, purgas y sajaduras
La terapéutica también presenta
sus contradicciones entre las prácticas quirúrgicas tradicionales, acompañadas
de específicos de igual naturaleza, junto con determinados compuestos de
quimérica botica. La terapia combinada de procedimientos directos y agresivos
sobre los bubones y otras manifestaciones del mal, a base de cortes, sangrados,
ventosas y emplastos; junto con lavatorios desinfectantes, purgas, laxantes y
sudorativos, todo ello con el fin de acelerar la evolución de los síntomas,
siempre que el paciente hubiese superado la fase inicial y más aguda.
FOTO 5 Sangría, también llamada
flebotomía, remedio para todos los males
Lo primero y más importante era
reducir la fiebre, para lo que se utilizaban ciertas bebidas cordiales: La cura de todos estos males consiste en quitar
la calentura que traen consigo, de suerte que si ella se quita ninguno muere y
si no ninguno escapa. Las apostemas y carbúnculos curan bien los cirujanos, no
es el menor de los males la ambre y necesidad que padecen los pobres, que aquí
lo son en este tiempo casi todos (Pasajes San Juan, 14 de noviembre de
1597).
La omnipresente y agresora
sangría destaca de entre todas las acciones curativas, aplicada con carácter
preventivo para aliviar el exceso de humores, y con finalidad curativa en las
ingles, tobillos, espaldas, etc. Su utilización, sin embargo, no significa que
fuese indiscriminada, sino que se diferenciaban casos en los cuales era
efectiva, de aquellos en los que su aplicación resultaba fatal para el
paciente. Así, el bachiller Villaviciosa relataba esta diferencia, aunque de
sus observaciones se desprende que no se llegó a distinguirlas, sino después de
haber mandado algunos pasaitarras a mejor vida con prácticas contrarias al
arte.
Como prueban las sangrías y ventosas. Los que tienen tabardillo sangrándose al principio prueban bien, y si
se sangran del tercero día para adelante mueren luego. Los que tienen los
humores sin tabardillo si se sangran mueren, estos prueban bien si al principio
se les dan unos polvos contra la peste y sudan luego. Después desto aprobechan
mucho las ventosas y sajas en las espaldas, lomos y piernas, este es el mejor
remedio y el que más ha aprobechado (Pasajes San Juan, 21 de octubre de
1597).
Francisco González de la Casa, médico de Santander en su testimonio
diferenciaba tres tipos de bubones y en consecuencia, la aplicación de la
sangría en función del lugar sobre el que se encontrase:
Sobre las ingles: se curan mejor dándoles vevidas cordiales
para que suden sangrándoles en la misma parte afecta, que es el tovillo de la
misma parte, guardando la rectitud y poniendo çierto emplasto.
Debajo de los sobacos: éstas no se sangran por estar çerca del
corazón; úsase con ellas remedios cordiales por la voca y emplastos madurativos
en la misma parte affecta.
En la garganta: éstas acavan mas presto porque priban todas
las acciones de la facultad animal… so se usa en estas landres de saja ni
ventosa, porque al instante mueren.
Las purgas se utilizaban una vez
pasados los primeros siete días o fase aguda de la enfermedad: no purgo al principio dice González de
la Casa, por no darles el veneno al corazón,
sino al seteno pasado y luego sienten mejoría. También Villaviciosa expresó
sus dudas respecto de este remedio:
Purgas: El médico sabe que
lleban las purgas que da a los enfermos y como está en Rentería y cura por
relación no sabemos lo que haze en ellas, mas de que las purgas prueban mal.
FOTO 6 Sangría. Enema o clíster
El doctor Undiano era partidario del uso de bebidas cordiales más que del
clásico vino, a pesar de su aporte calórico, porque el vino calienta el cuerpo, aumenta la calentura, da mas sed y
aze penetrar adentro la qualidad venenosa, y sólo un provecho allo, que es
reparar las fuerças. Se ará mejor con mantenimientos, prinçipalmente con caldos
cordiales.
En cambio disentía respecto del
momento en que se debían aplicar los remedios quirúrgicos, considerando como lo
hacía Arizmendi que era mejor
hacerlo tan pronto se manifestaran los síntomas, sin más dilación; así
recomendaba: … se mande la çirujano luego
que paresiere señal de inchasón o carbúnculo aplique luego los remedios y no
aguarde asta que del todo salga como ase, pues naturaleza quando comiensa o
bien no puede, es menester ayudarle luego sin dilación.
FOTO 7 La peste que mortificó a Oñati, el azote más
cruento De Euskal Herria. Autor desconocido
Cuando no era recomendable
recurrir a la sangría se aplicaban otras alternativas como la cauterización
sobre el bubón. Recomendaba el doctor Undiano que cuando madura mediantemente se abre con cauterio de fuego y no se consienta en
çerrar, aunque naturaleça quiera, por tiempo de dos meses, porque las que se
çierran buelbe a tomarles el mal y morir. Este procedimiento se combinaba
también con las ventosas, aplicándolo después de que éstas extrajeran la ponzoña.
En la Relación de San Sebastián
se describe su uso del siguiente modo: En
la seca se les echa ventosas para atraer afuera la mala qualidad y luego se
aplica en aquella parte un pegado atractivo y se continúa hasta que ay harta
eminenzia en la dicha seca y, descubriéndose, se le da un cauterio de fuego
para consumir el veneno que se ha juntado allí; luego se procura desucurar la
escara que se ha hecho con el fuego y después de sucurado se mundifica la llaga
(San Sebastián, 22 de octubre de 1597).
El lavado de las heridas es
aspecto también considerado en el proceso de desinfección que debía acompañar
el empleo de estos recursos, bien con agua de mar, bien con soluciones
específicas. Entre las recomendaciones donostiarras figura la siguiente:
La curazión de los carbuncos se haçe de tres maneras. En los que se
puede poner ventosa se pone y luego se escalifica la parte con profundas
escarificaziones, lavando después el dicho carbunco con un cozimiento hecho de
escabioso lupinus, mezclando después el dicho cozimiento con ungüento
egipciaco. A otros se lava después la escarifización con agua del mar. En la
partes donde no se puede poner la ventosa se pone, después de hecha la
escalificazión, algún medicamento cáustico, y después se procura la separazión del
escaro hecho siguiendo el mesmo orden que en los bubones. En otros se ponen
cosas que tienen una propiedad oculta según sentencia de algunos, la qual
destruye la malignidad del carbunco, como es la escabioso picada entre dos
piedras de sinphinon.
Otras veces, las ventosas se
empleaban para hacer aflorar los tumores subcutáneos ocultos, tal como lo
recogió el bachiller Villaviciosa:
FOTO 8 La epidemia de la peste de
1679
Ventosas que se hechan a los mesmos tumores. Quando los tumores están metidos dentro de las ingles y debajo de los
braços y no se descubren por de fuera, se hechan ventosas secas dos dedos más
abajo del tumor, y si con éstas no sale fuera el tumor se hecha otra encima del
propio tumor que esté por espacio de un credo y esto ha probado bien, después
de lo qual se les aplican emplastos.
Los apostemas se quieren abrir las que están en partes peligrosas al
segundo día y las que no se abren así y se aguarda a que tengan materia […]
las de las ingles si vienen sin calentura
pueden aguardar quanto quieran y sale de ellas lo que dicen dibieso.
Los emplastos, otro de los remedios combinados que hacen referencia
dichos documentos, eran cataplasmas de efecto madurativo,
compuestas de los productos más variados e inverosímiles. De hacían a base de: lebadura, malvaviscos y çebolla coçida,
triaca magna y unto sin sal, hazeite de manzanilla y de açuçénas y lombrices.
En Pasajes, después de sajaduras y ventosas, se les aplicaban emplastos de malvas cozidas, caracoles, manteca de
puerco, simiente de mostaça y alguna çevolla picada, azeite rosado. Estos
emplastos se aplican muy calientes y aprobechan, aunque no tanto como se desea
por falta de otras cosas que se hubieran de aplicar (28 de octubre de 1599).
Otro componente esencial de la
medicación lo constituían “las bebidas
cordiales” o “sudorativos” para
expeler la mala qualidad afuera. En San Sebastián:
“… esta bebida se compone de las cosas siguientes y conforme la qualidad y
sujeto del enfermo: de triaca, polvos de diamargariton friguli, aromático rosado,
diarrodeon abatís, piedra bezar, jarave de limones con cozimientos de
escabioso, escorzonera, indibia y borrajas: y a cada uno se le da la quantidad
que ha menester”.
FOTO 9 Enferma de peste. Sajado
de buba. Siglo XIV. Cuadro “Edgard Poe,
la peste - óleo sobre Tela, 89x87 cm”. Ilyas Phaizulline es un
reconocido pintor ruso, de la República de Tatarstán.
Además de fomentar la sudoración,
se procuraba facilitar la evacuación de los enfermos, mediante el recurso a
preparados de efecto laxante, que podían actuar en dos tiempos: la preparación
y la evacuación:
En la preparazión de los humores para poderlos evacuar, quando ay
condtion en la orina y el enfermo lo puede llevar, se usan los jarabes de
indibia, de borrajas, de bibliosa, de capulli veneris y liquirisi con
cozimientos magistrales hechos de diaptamo, raíz de escorzonera, escabioso con
sus panzas, desatando los jaraves sobredichos con el ficho cozimiento.
Las evacuaciones se hazen con la casia diacatholicom, ruibarbo en
infusión y jarave solutivo con su cozimiento común.
La irritación provocada también
tenía su alivio:
En las partes nobles se confortan por de fuera con epitimas compuestas
de los sándalos, de los corales, de los polvos cordiales con azafrán, vinagre y
las aguas y cocimientos de la escabioso, dugloso y escorzonera, de lo qual ay
grande falta.
Aunque “el mejor de los remedios” para el mayor de los males era de
naturaleza bien distinta, pero desgraciadamente escaso en aquellos tiempos: El regalo que tienen los enfermos es pan y
carnero que provee bien la villa, otro regalo no se les da porque no se halla
que harto de sentar, y estoy persuadido que por falta de éste han muerto muchos
más de los que murieran.
FOTO 10 La peste negra. El
castigo medieval por excelencia
De entre los remedios caseros,
aunque también recomendado por los médicos y cirujanos, destaca uno que aún hoy
se utiliza popularmente para procesos febriles y catarrales, la combinación de
leche, miel y alcohol, cuyo abuso podía derivar en la muerte. Así lo relataba
el doctor Pero López de Berasiartu,
en su declaración del 28 de octubre sobre la peste de Segura en 1599.
Y que después de todo lo susodicho murió en esta dicha villa una serora
de la hermita de San Miguel, agora puede aber ocho o nueve días, de enfermedad
de çinco o seis días de calentura continua y del mal gobierno que tubo, porque
curándola este declarante, se a sabido después que la dicha serora tomó un
açumbre de leche y dos libras de miel y tras ello vino, que ay médicos y
çirujanos que aconsejan esto, y con ello dio fin a sus días.
La aplicación de los remedios se
hacía siguiendo cierta jerarquía en la que eran los cirujanos los encargados de
hacerlo directamente sobre los enfermos, lo que dará lugar a una mortalidad
elevada, mientras los médicos se limitaban a reconocer enfermos, a vedes
personalmente, muchas por persona interpuesta, cuando no lo hacían manteniendo
distancias más que prudenciales. Según reconoce el doctor Bericiartua que
admitía que en Segura había reconocido a un oficial cantero, que posteriormente
murió, de la siguiente manera: “… desde
una ventana a otra, y tenía sus señales çiertas de peste en el rostro y en el
pescueço, debaxo de la oreja isquierda una hinchazón como un huevo…”.
Un mes antes también había
utilizado a Pedro de Mirandaola, sacerdote, para que reconociese a su hermana
“…que la mirasse en el cuerpo si tenía
alguna señal de las que suele tener la peste”. Y el dicho don Pedro, abiéndola visto, le çertificó y juró in verbo
saçerdotis que no le halló ninguna señal. La cual falleció días después de
tabardillo junto con letargia que el vulgo llama modorra (Junta Particular
de Basarte, 5 de noviembre de 1599).
El personal sanitario: médicos y cirujanos barberos
La información que tenemos acerca
del personal sanitario es muy escasa y sobre todo procede de declaraciones y
documentos donde se hace constar su vecindad y edad aproximada.
El doctor Juan de Undiano, vecino de Pamplona y formado en las universidades
de Alcalá de Henares y Valencia, fue contratado en 1595 por el capitán general
Juan Velázquez como médico de la guarnición de Fuenterrabía, por plazo de tres
años y una soldada anual de 300 ducados. Le contrataron más tiempo y actuó en
la epidemia de 1598. Su tarifa por sus visitas quedaron de la siguiente manera:
1 real dentro de la villa, casas de la ribera y de la marina; 4 si es de noche;
4 reales en las caserías cercanas a la parroquia y 2 para las demás.
Posteriormente ejerció en Pamplona.
El doctor Mateo de Montoya, médico asalariado de San Sebastián desde 1592,
actuó en el contagio de venenosa
sustançia del 97 en lo que es curaçión, presevaçión, mundificaçión y limpieça
de la tierra. Asistió también a la inspección de Oñate en diciembre de 1598
para cerciorarse de la salud.
El doctor Felipe Verganzo, médico vecino de Oñate, asistió en la peste de
1598.
El doctor Pero López de Berasiartua, vecino y natural de Segura, donde
asistió a los enfermos de peste del año 1599.
FOTO 11 Máscaras usadas por los médicos durante la Peste Negra. Las boquillas
mantenían sustancias con sabor.
Maese Juan de Lortia, cirujano de Jaca adonde se le fue a buscar por
orden del Ayuntamiento de San Sebastián para ser contratado desde el 17 de
octubre de 1597 hasta el día de Navidad al menos a razón de 10 ducados al día,
más 1 ducado diario para su manutención y una casa en las afueras con tres
camas y una criada, a cambio de que asistiese en compañía de su hijo y de un
criado a los enfermos y coordinase la desinfección de las casas y de la ropa
apestadas. En caso de morir durante el contrato se les darían 600 ducados de
indemnización a su mujer e hijas que quedaban residiendo en Pamplona.
Baltasar de Gordon, cirujano de servicio en la guarnición de
Fuenterrabía, sirvió en 1597 durante tres meses en San Juan. Asistió también en
la epidemia de 1958 en Fuenterrabía, con un contrato adicional del Ayuntamiento
con un salario de 30 ducados al mes más incentivos haciendo reconocimiento de
mejoría.
Maese Pedro de Darieta, cirujano de servicio en San Sebastián, acudió a
Asteasu a reconocer a dos enfermas y a dejar órdenes para la preservación y
curación, por lo que cobró 150 reales de vellón.
FOTO 12 El cirujano sangrador
Pedro de Segurola, cirujano al servicio de la guarnición de
Fuenterrabía, intervino en la peste de la villa en 1598, con contrato adicional
del Ayuntamiento con un salario de 30 ducados al mes más incentivos haciendo
reconocimiento de mejoría.
Miguel de Madrid, cirujano y residente en Fuenterrabía se le
contrata durante la peste de 1598 para reconocer a los enfermos de la peste del
cuerpo de la villa, con salario de 6 ducados al mes.
Maestre Juan de Segurola, cirujano residente en Fuenterrabía, contratado
durante la epidemia de 1598 con salario mensual de 3 ducados para que se ocupe
de las demás enfermedades.
El bachiller Lucas de Gauna, cirujano vecino de Oñate, asistió en la peste de
1598.
Maestre Guillermo Escot también conocido como Maese Guillaume, cirujano
francés, natural de la villa de Quinfere Quarentin, en Bretaña, estando en San
Juan de Luz, fue contratado para ejercer en Pasajes de San Juan desde el diez
de septiembre. Solicitó a la Diputación en abril de 1598 y la obtuvo, carta de
favor para su Majestad para examinarse de cirujano del reino. Después asistió
en la curación de la peste de Oñate durante tres meses en 1598.
FOTO 13 La muerte se presenta como la gran
niveladora social en la Edad Media,
y la iconografía surgida de la Peste Negra
Juanes de Mendecute, cirujano, natural de Pasajes, asistió a los
enfermos y a la organización de la enfermería, falleciendo el 18 de octubre de
1597.
Maese Bernard, cirujano francés, vecino de Montpellier, solía
navegar en los navíos de San Juan de Luz y a la sazón estaba en Bayona. Era un
hombre experimentado que ya había asistido en las pestes de Burdeos, Dax y
otras ciudades de Francia. Asistió en la peste de San Juan donde falleció el 29
de agosto de 1597.
Juan Ramus de Vergara, cirujano, contratado a la muerte del
anterior, sirvió durante veinticinco días y a su muerte se adquirió su
herramienta, de gran calidad.
Pedro de Iriarte, cirujano y vecino de Azcoitia, donde sirvió
durante la enfermedad de 1599 con salario de un ducado diario.
Gabriel de Pozueta, cirujano de Azcoitia, donde sirvió durante la
enfermedad de 1599.
Maese Agustín de Amézqueta, cirujano vecino de Segura, a cuyos
enfermos asistió durante la epidemia de 1599 (Junta particular de Bassarte de 5
de noviembre de 1599).
La provisión de
medicamentos fue contratada con Martín
de Murua, boticario de Rentería, aunque se abastecieron también de Bayona y
otros puntos.
En el aspecto de
infraestructura, ligado al de las enfermeras, se planteó la necesidad de dar
respuesta al problema de alojar a los dolientes. La peste y enfermedades
subsidiarias generaban a diario un número creciente de enfermos que era preciso
aislar, sacándolos de sus casas y del trato con los sanos, y atenderlos en un
punto donde se concentraran todos los recursos humanos y materiales. Para este
fin, y ante la imposibilidad de utilizar el hospital que poseían junto con
Lezo, se acordó establecer una enfermería en casa de Lorenzo de Echabe, colocando diez camas en cada uno de sus tres
pisos y utilizando la bodega para guardar los materiales: leña, carbón, etc.
El “reglamento”
era bien simple, cada enfermo llevaría su propia cama que, tras su cura o
fallecimiento, quedaría para el servicio de la enfermería. El personal consistió
en los cirujanos que se lograron traer, más ocho mujeres con funciones de
enfermeras, distribuidas en dos por cada piso y otras tantas para los recados y
lavar la ropa. Su jornal era de cuatro reales más comida y bebida, sustituibles
por fallecimiento y ayudadas por las enfermas sanadas, que automáticamente quedaban
adscritas al servicio de la enfermería ajuicio de los regidores, con el único
derecho a la comida. Huelga aclarar que la muerte se cebó en ellas.
CONCLUSIÓN
La dirección facultativa estuvo
lejos de resultar satisfactoria, aun teniendo en cuenta las limitaciones
médicas de la época.
Los cirujanos, barberos,
sangradores, no eran médicos pero si peritos especializados en el arte de
sajar, hacer sangrías y poner emplastes. Fueron un grupo sanitario de alto
riesgo por el contacto continuado con los enfermos y apestados; y por el propio
ritmo laboral, que sin dificultades podemos imaginar fatigoso, durante las 24
horas del día.
El tributo que pagaron en vidas
es bastante elocuente, entre agosto de 1597 y febrero de 1598 sólo en Pasajes
de San Juan se contrataron seis cirujanos barberos sangradores, de los que
murieron cuatro, salvándose uno que se limitó a labores de supervisión y el
último cuando la enfermedad había remitido (Archivo Municipal de Hondarribia
1595 – 1599).
FOTOGRAFÍAS
Foto 1 Litografía San Sebastián antiguo
Foto 2 Máscaras usadas por los médicos en la enfermedad de la peste
Foto 3 Pierre Subleyras: “San Camilo asiste a los enfermos en la
inundación del Tiber de 1598”.
1745. http://palabraria.blogspot.com.es/2014/11/tabardillo.html
Foto 4 Higiene. El rechazo al agua
llegaba a los más altos estratos sociales. Las damas más entusiastas del aseo
se bañaban como mucho dos veces al año, y el propio rey sólo lo hacía por
prescripción médica y con las debidas precauciones
Foto 5 Sangría, también llamada flebotomía, remedio para todos los
males
Foto 6 Sangría. Enema o clíster
Foto 7 La peste que mortificó a Oñati, el azote más cruento de
Euskal Herria. Autor desconocido
http://es.sott.net/article/26821-La-peste-que-mortifico-a-Onati-el-azote-mas-cruento-de-Euskal-Herria
Foto 8 La epidemia de la peste de 1679
Foto 9 Enferma de peste. Sajado de buba. Siglo XIV. Cuadro “Edgard Poe, la peste - óleo sobre Tela, 89x87
cm”. Ilyas Phaizulline es un reconocido pintor ruso, de la República de
Tatarstán.
Foto 10 La peste negra. El castigo medieval por excelencia
Foto 11 Máscaras usadas por
los médicos durante la Peste Negra. Las boquillas mantenían sustancias con
sabor.
Foto 12 El cirujano sangrador
Foto 13 La muerte se
presenta como la gran niveladora social en la Edad Media, y la iconografía
surgida de la Peste Negra
BIBLIOGRAFÍA
El mal que al presente corre.
Gipuzkoa y la peste. 1597 – 1600. José Ramón Cruz Mundet. (San Sebastián,
1960). Doctor en Historia y Profesor de la Universidad Carlos III de Madrid.
2003. Okendo Kultur Etxea. Biblioteca Okendo.
Una epidemia de peste bubónica:
Pasajes de San Juan (Gipuzkoa), 1597. José Ramón Cruz Mundet
Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado en Enfermería. Servicio
de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza-
Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad
Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad
de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana
de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de
Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la
Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN,
A.C.
Miembro no numerario de la Real
Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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