Durante siglos las mujeres fueron vistas como ciudadanos de
segunda clase y a veces únicamente como propiedad a ser poseída y utilizada por
sus maridos según a ellos les viniera en gana. Mientras estas ideas aún existen
en algunas partes del mundo, las mujeres han ganado pasos significantes en
términos de derechos de igualdad en los Estados Unidos, más notablemente en los
1800 y 1900, con actos como la decimonovena Enmienda y la Ley de Propiedad de
la Mujer Casada del año 1800 (1)
FOTO 001 Mujeres trabajadoras en una fábrica de
munición en Paris, 1916. (Foto: Topical Press Agency)
El derecho a la
propiedad
Las
mujeres tenían el derecho (muy limitado) a poseer propiedad desde la época de
los antiguos griegos. En general, las mujeres así como también sus
pertenencias, bienes y salarios se convertían en exclusiva propiedad de sus
maridos luego de que se casaban. A partir de 1809, los Estados Unidos y Gran
Bretaña comenzaron a pasar una serie de leyes llamadas Leyes de Propiedad de
las Mujeres Casadas que permitían a las mujeres intervenir en la venta de sus
propiedades. Los gobiernos estatales subsecuentemente pasaron sus propias leyes
a través de los años 1800 y 1900 resguardando los derechos de propiedad de las
mujeres, aunque estas leyes eran generalmente dependientes del estado marital y
la raza (1).
El derecho a votar
En
1918, Gran Bretaña pasó la representación del Acto de la Gente que permitía a
las mujeres que eran dueñas de casa, casadas con dueños de casa o poseían un
título académico, el derecho a votar solo luego de cumplidos los 30 años de
edad. Diez años más tarde (en 1928) las mujeres finalmente pudieron votar bajo
las mismas condiciones que los hombres mediante el Acto Igualitario de
Concesión. La primera convención de derechos de las mujeres en los Estados
Unidos tuvo lugar en las Seneca Falls, Nueva York en 1848. Mientras ciertos
estados pasaron leyes que daban a las mujeres el derecho a votar a partir de
1893, las mujeres no obtuvieron oficialmente el derecho a votar en los Estados
Unidos, libre de restricciones y a nivel nacional, hasta 1920 con la
ratificación de la decimonovena enmienda (1).
En España, la mujer
en el siglo XIX estaba catalogada como sujeto no productivo y dentro de los
baremos masculinos considerada inferior, y como a partir de la segunda mitad
del siglo XIX el concepto empieza a cambiar en base a factores de tipo
demográfico: el descenso de la nupcialidad y el incremento de la población
femenina; a factores de tipo económico como el desarrollo industrial y
necesidad de mano de obra barata y educativos que sitúan a la madre como
educadora haciendo necesario que aumente el nivel de instrucción de las mujeres
(2).
FOTO 002 Mujeres ejerciendo el voto
En España el fenómeno de incorporación de la mujer a la vida
laboral se retrasará fundamentalmente debido al subdesarrollo industrial y a la
influencia de la Iglesia católica. Va a ser el reinado del Alfonso XIII el que
marca el inicio de la mujer española al mundo laboral, y a la sociedad de su
tiempo con todo el problema de tipo sociológico que supone el sacar de su casa
para llevarla a participar en la producción de la riqueza de la comunidad. Los
factores que van a posibilitarlo serán en primer lugar de tipo demográfico:
descenso de la nupcialidad y se eleva la edad de matrimonio. Todo ello
dificulta el que la mujer se case y solucione así su futuro económico: es por
esto que la mujer busca nuevos caminos que le permitan bastarse a sí misma (2).
La incorporación de la mujer al mundo laboral va a tener una
serie de connotaciones específicas ya que entra a competir de una forma
desventajosa con el varón, siendo considerada, junto con el niño, mano de obra
barata, estas connotaciones son las siguientes: a) se le considera como
elemento laboral sustitutivo, no competitivo; b) el peso de los roles sexuales,
la excluye de los sectores más desarrollados; c) su falta de instrucción la
limita a puestos auxiliares, esto se ve reforzado por la propia mujer que
considera el trabajo como algo transitorio en espera del matrimonio, en la
mayoría de los casos (2).
El principal problema con el que se encuentra la mujer es la
desigualdad retributiva respecto al hombre, tanto en la media del salario
nacional como en puestos iguales; a la mujer por el hecho de serlo se la pagará
menos (2).
FOTO 003 Trabajadoras
en la guerra (entre ellas las enfermeras), formando en el Palacio de Buckingham
en Londres. 29 de junio 1918.
LA GUERRA COMO MOTOR DE CAMBIO SOCIAL
Llega la Primera Guerra
Mundial
Mientras ellos se dejaban la vida en las trincheras, ellas se
mataban a trabajar en la retaguardia. Y el mundo ya no volvió a ser el que
había sido (3).
Entre su modo de vida y el nuestro hay enormes diferencias,
pero ninguna tan monumental como la que separa a las mujeres de aquella época
con las de hoy en día. La gran guerra significó para las mujeres el mayor salto
y avance de todos los siglos. Cuando empezó la guerra, no eran más que madres,
novias, amantes, esposas e hijas. Cuando terminó, habían demostrado que podían
ser mucho más, que podían asumir tareas de las que hasta entonces sólo se
suponía capaces a los varones y que podían llevarlas a cabo incluso mejor que
ellos. No eran florecillas silvestres
frágiles y bellas, sino seres humanos tan fuertes y resueltos a su modo como
los artilleros de primera fila.
Si el escenario masculino de guerra fueron las espantosas
trincheras, el femenino fueron los pueblos y las ciudades. Las exigencias
bélicas vaciaron de hombres paulatinamente las poblaciones grandes y pequeñas, que
siguieron funcionando en buena medida a las mujeres. Durante los períodos más
críticos de la contienda, en las calles de las ciudades como París, Berlín o
Londres sólo se veía a ancianos, niños y mujeres, las cuales, además de
contribuir al esfuerzo de guerra, seguían encargadas del cuidado de los más
débiles. Al hombre se le exigía luchar y morir, pero se les liberaba del resto
de sus obligaciones cotidianas.
A la mujer, en cambio, se las cargaba con nuevas e inéditas
responsabilidades, además de las que se les exigían de ella tradicionalmente.
FOTO 004 Enfermeras británicas en los jardines de Hanworth Hal
Britanica 1915
La mentalidad de la
época
Tras el trauma de la separación familiar que supuso la
movilización general, la actitud de las mujeres en los diferentes países en
guerra, fue diferente, entre ellas las francesas fueron las más activas. Tan
sólo cuatro días después de la invasión alemana, el Primer Ministro Viviani,
hizo una patética llamada a las mujeres exhortándolas a remplazar en el trabajo
a los varones que se dirigían al campo de batalla. Además de los graves dramas
personales que supone la separación forzosa: adioses, besos, promesas, lágrimas
y pañuelos ondeando en las estaciones de ferrocarril y en los puertos, las
mujeres se deslomaban vivas en los trabajos de las fábricas y reventadas
llegaban a sus casas con la angustia de no saber nada de sus hombres, tenían
que ocuparse de los niños para tratar de adaptarlos a una nueva realidad
totalmente incierta, además de lo que les suponía la soledad, más trabajo,
igual no había que comer y además el miedo por el ausente.
De repente todo cambió
Llovían todo tipo de decretos diariamente sobre una población
totalmente angustiada: se suspendían las comunicaciones telefónicas civiles, se
prohibían los bollos y los pasteles, se requisaban las bestias de carga, la
harina, el vino; los trenes cambiaban sus rutas y sus horarios
impredeciblemente, se prohibieron los bailes, los bares cerraban a las ocho y
hasta las palomas fueron objeto de leyes que las trataban de controlar para que
el enemigo no las utilizase como mensajeras.
La guerra necesitaba alimentarse y su formidable apetito
desarticulaba a la sociedad. Las mujeres tenían que hacer frente a un nuevo
problema, ya que con la marcha de los varones a la guerra se evaporaba la
entrada de dinero sobretodo en las familias pobres. Para atender nominalmente
esta necesidad, en Francia se fijó una subvención de 1,25 francos diarios, una
cantidad miserable que no alcanzaba para nada.
La vida se endureció en todos los estamentos sociales de las
naciones beligerantes pero, como es de rigor, fueron las clases bajas quienes
más duramente sufrieron las consecuencias.
Durante los años de guerra, las calamidades no dejaron de
aumentar hasta el punto de que la vida se hizo casi insoportable. Sin embargo,
las mujeres aguantaron, revelando un coraje insospechado y a menudo heroico.
Ese fue el caso de la enfermera británica Edith Cavell, hija mayor de un reverendo del este de Inglaterra,
que hizo de su profesión un verdadero compromiso, que le costó la vida y fue
ejecutado portando en su vestimenta el uniforme de enfermera. Cuando estalló la
guerra tenía 50 años, se había forjado una reputación internacional a base de
conferencias y cursos de especialización, trabajaba activamente en un hospital
belga y dirigía una publicación llamada “La Enfermera”. (4)
FOTO 006 Edith Cavell, enfermera inglesa asesinada
El Sentido del deber “Edith Cavell Louisa”. Publicado el día
16 de mayo de 2009 (5)
El caso de Edith Cavell
Al producirse la invasión alemana en Bélgica, Cavell montó una
red de ocultación y fuga para los soldados aliados. Auxiliada por su aristocrático
amigo, el Príncipe de Croy, les preparaba documentos falsos con nuevas
identidades y los ocultaba en pisos francos de Bruselas, esperando el momento
de ponerlos en manos de guías experimentados que los conducían a la frontera
holandesa.
Varios centenares de soldados británicos, franceses y belgas
consiguieron su libertad con ayuda de esta pequeña pero efectiva red, hasta que
los alemanes la detuvieron. Fue interrogada durante tres días sin el menor
resultado, pero al final la engañaron haciéndole creer que lo sabían todo y que
una confesión completa ayudaría a sobreseer su caso (3).
Enfermeras heroicas
Tras ser juzgada por un tribunal militar, las estrictas leyes
de guerra germana la acusaron de traidora, que no de espía, y la condenaron a
morir fusilada. Varias naciones no beligerantes, entre ellas España, que se
mostró particularmente activa en este caso, trataron de impedir la sentencia
desde las esferas diplomáticas, pero a pesar del revuelo internacional los
alemanes se atuvieron estrictamente a sus normas y la ejecutaron el 12 de octubre de 1915.
FOTO 007 Asesinato y ejecución de Edith Cavell
Fue un tremendo error de propaganda que más tarde lamentarían.
Hoy hay en el mundo docenas de calles, colegios, Escuelas de Enfermería y
monumentos que honran su memoria. El que se construyó en Londres incluye las
palabras que Cavell pronunció la víspera de su ejecución: “Con el patriotismo no basta.
Además hay que desprenderse de la amargura y del odio hacia los otros”.
Edith Cavell fue un
paradigma del heroísmo que las Enfermeras de guerra desplegaron en todos los
países beligerantes. Ellas eran quienes cuidaban a los gaseados, a los
mutilados y a los enloquecidos por la situación en las trincheras. Y lo
hicieron a menudo con riesgo de su vida, debido a su obligada permanencia cerca
de los frentes y algunas en las propias trincheras. Los obuses cayeron más de
una vez sobre los hospitales de campaña, convirtiendo en tragedia el drama
cotidiano que en ellos se vivía. Cómo Edith hubo muchísimas enfermeras heroicas
que dieron su vida en cumplimiento de su profesión enfermera. La Enfermería fue
uno de los campos de batalla donde las mujeres se hicieron imprescindibles y
fuertes.
Hacia 1916, casi todas las ambulancias eran conducidas por
mujeres, así como los tranvías, los camiones urbanos y las operaciones
telefónicas. Es difícil imaginar la vida rutinaria y agotadora de todas ellas,
con el marido y los hijos en el frente, y tener que cuidar a los niños que les
quedaban en casa y a los suegros mayores que estaban a su cargo, después de una
jornada agotadora (3).
FOTO 008 Fotografías de la Primera Guerra Mundial británicas
Las industrias civiles, reconvertidas en factorías de guerra,
absorbieron una gran cantidad de mano de obra barata femenina, sobre todo en
los países aliados occidentales, donde las trabajadoras llegaron a producir el
40 % de los suministros bélicos. Aquellas manos que hasta entonces habían sido
blancas y delicadas se encallecieron produciendo cientos de millones de obuses y proyectiles, millares
de automóviles y camiones y toda clase de implementos bélicos, desde cascos a
cartucheras. Sin embargo, en las potencias orientales las mujeres se emplearon
mayoritariamente en labores agrícolas: el trabajo no era menos pesado, pero las
condiciones de vida eran preferibles porque en el campo, por regla general, se
eludía el hambre que reinaba en las ciudades.
Tenían estas mujeres muchísimo coraje, para estar en las
fábricas de armamento y en fabricar las monstruosas bombas. Por poner un
ejemplo las trabajadoras de la industria armamentística británica en
Nottinghamsire en 1917, además de trabajar muchísimas horas en condiciones
deplorables tuvieron que manejar el TNT (trinitrotolueno); este explosivo teñía la piel y el
cabello de amarillo y dejó estériles a miles de mujeres. El trabajo era
sucio, extenuante y peligroso, sobre todo para las que manejaban el explosivo
estrella de la época TNT y a quienes en Inglaterra les llamaban canarias, ya que quedaban amarillas,
pero lo más grave era como actuaba lentamente en el interior de cada cuerpo:
era un lento veneno interior que afectaba al sistema reproductivo, dejándolas
estériles.
El 28 de mayo de 1918 se detecta en Fort Riley, Kansas en
Estados Unidos, el primer caso de la mal llamada gripe española, una de las peores pandemias conocidas, que llevó a
muchas mujeres a trabajar en los hospitales de campaña para atajarla.
FOTO 009 Mujeres trabajando con trinitrotolueno TNT
MISS EDITH CAVELL
Edith
Cavell fue una enfermera que formó parte de la Cruz Roja durante la Primera Guerra
Mundial. Su historia no habría trascendido, se habría quedado en la
larga lista de mujeres que colaboraron durante la contienda a curar enfermos,
si no fuera porque Edith Cavell fue ejecutada. El ejército alemán descubrió su
doble vida. Y es que Edith no era sólo enfermera. Además de cuidar de los
soldados heridos, los ayudaba a escapar de las zonas ocupadas por los alemanes.
A pesar de la presión internacional, sobretodo de países neutrales, Alemania no
dudó en terminar con su vida. Fue un gran error. Edith se convirtió entonces en
un mito y un icono para la propaganda aliada.
Una
muchacha solidaria
Edith
Cavell nació el 4 de diciembre de 1865 en una localidad cercana a Norwich
conocida como Swardestone. Edith era la mayor de cuatro hermanos. Su padre, un
reverendo llamado Frederick Cavell, inculcó en sus hijos el amor al prójimo y
la necesidad de ayudar a los más necesitados. Su familia ayudaba a los demás
siempre que podía a pesar de no tener demasiados ingresos. Edith empezó a
trabajar como institutriz hasta que se formó como enfermera en el Hospital de Londres
de la mano de Eva Lucke, quien fue una reputada comadrona.
Comadrona
en Bruselas
En
1907 consiguió un trabajo de comadrona en una escuela de enfermería en Bruselas.
Desde entonces hasta el inicio de la Gran Guerra, Edith se volcó en su
profesión de matrona y enfermera trabajando en distintos hospitales, enseñando
en escuelas de enfermería y creando incluso una revista a la que tituló L'infirmière.
Su profesionalidad la convirtió en esos años en una de las principales pioneras
de la enfermería moderna. Pero su carrera, como la vida de muchas personas en
el Viejo Continente, se vio sacudida bruscamente por el estallido de la Primera
Guerra Mundial. Algo más que una enfermera Edith se encontraba en su
Inglaterra natal visitando a su madre cuando en Europa se iniciaba un conflicto
bélico que iba a tener magnitudes desconocidas hasta el momento. Volvió
rápidamente a Bruselas donde su centro hospitalario había sido puesto bajo la
dirección de la Cruz Roja. En noviembre de aquel mismo año de 1914, Bruselas
caía en manos alemanas. Fue entonces cuando Edith no sólo dedicó sus esfuerzos
en intentar salvar la vida de un gran número de soldados de todos los frentes,
sino que decidió ayudar a los aliados a huir de la zona ocupada. Edith pudo
salvar muchas vidas durante casi diez meses. Hasta que fue delatada.
FOTO
010 Ilustración de Jankouski. Homenaje a Edith
Cavell
Una
ejecución condenada
El 3
de agosto de 1915 fue detenida y trasladada a la prisión de Saint Gilles donde
permaneció diez semanas, las dos últimas en régimen de aislamiento. En ningún
momento Edith negó los cargos de los que se la acusaba. Admitió con gran
dignidad que había acogido en su casa a más de un centenar de soldados
británicos, franceses y belgas a los que posteriormente había ayudado a
escapar.
La
noticia de la detención de la enfermera británica indignó a los países aliados
y a otros neutrales como Estados Unidos, que aún no había entrado en guerra, y
España. Estos países pidieron que se aplicara la Convención de Ginebra según la
cual se debía proteger al personal sanitario. Pero, a pesar de las distintas
peticiones de clemencia y de la oposición de algunos altos cargos alemanes, la
ejecución tuvo lugar el 15 de octubre de 1915. Su cuerpo fue enterrado junto a
la prisión de Saint Gilles hasta que pudo ser trasladado a Inglaterra, una vez
finalizada la guerra. Después de un memorial en su recuerdo en la Abadía de
Westminster, fue enterrada en Norwich.
Un
símbolo de valentía
Edith
Cavell murió convencida que había hecho lo que debía, ayudar a los demás. Su
muerte se convirtió en todo un símbolo de valentía y su figura se convirtió en
un icono de los aliados a la vez que volcó sobre Alemania una imagen de barbarie
irracional. Edith fue, sin duda, una gran enfermera que llevó a las últimas
consecuencias sus ideales (4).
FOTO
011 Tristeza y desolación en la cara de un niño soldado
RECORDANDO A Miss Edith
Cavell
La
contribución profesional de Miss Cavell en Bélgica durante la Primera Guerra Mundial
al cuidado de los soldados heridos, enfermos y necesitados fue memorable. Su muerte a manos de los alemanes fue
considerada de vil crimen. La plana que contiene la noticia es de 55x39 cm, la
ilustración de su muerte es en color de 26 x 34,5 cm firmada por
Jankouski con fecha 12 de 1915. Al pie de la ilustración una breve biografía
profesional de guerra (Foto 009).
El
final de página, un canto de reconocimiento popular. Con la música de la
canción bretona “La Paimpolaise” recita los cuidados que prodigaba la enfermera
por igual a soldados alemanes y a sus hermanos aliados. Reconocida por sus
asistidos y conciudadanos como “un ángel”, “una santa mujer” llena de bondad y
caridad, “una heroína”, “un ser divino” que brilla en los cielos de nuestros
héroes.
En
el dorso de la pagina (Foto 009), “Le plus joli Rêve” otra canción en la que
narra el deseo de guardar la memoria histórica del atentado cruel, feroz i
criminal de Miss Cavell, plañendo a la mártir y noble heroína, ángel de bondad,
que como enfermera había desempeñado con humanidad su función de caridad.
Recuerdos
Miss
Cavell deseaba pasar a la historia como una enfermera que intento hacer su
deber, lejos de ser considerada una mártir o heroína. Sin embargo, la respuesta
social y popular fue más allá del reconocimiento profesional.
El
ejemplo de Miss Cavell, ha contribuido a forjar una identidad enfermera cuya
práctica profesional ha demostrado hoy ser imprescindible socialmente. La
implicación personal de tipo moral, ideológico y político de la práctica profesional, dependiendo de las
circunstancias sociales, puede devenir un riesgo para la vida de las enfermeras
añadiendo valor épico al imaginario enfermero (6).
FOTO
012 Sanitarios en el Campo de batalla ruso 1915
ACABA LA GUERRA
La sociedad de la Belle Époque se embriagó hasta el hastío de
esta guerra. Nadie imaginó resaca de tal calibre. Cuatro años sepultados bajo
tierra; nueve millones de muertos; 21 millones de heridos. Imposible el
recuento de vidas rotas.
Son las 11 de la mañana del día 11 del mes 11. Corre 1918. Los
gritos de alegría a lo largo de miles de kilómetros de trinchera retumban más
que cuatro años de obuses. Había acabado. Por fin. Esa Navidad sí estarían en
casa (qué lejos quedaba la del 14). Todos, menos nueve millones. Atrás dejaban
las ratas, los piojos, el barro, el frío, la sangre, la muerte...
lo más parecido a un hogar que habían conocido en los últimos tiempos. Un hogar
«miserable»; como «miserables» manifestaban sentirse muchos en sus cartas —con
independencia del bando o país—. La guerra terminaba entre vítores, como
comenzó. Pero ya nada era igual (7).
FOTO 013 Desolación y muerte
Papá:
Aquí para que
te evacúen hace falta reventar. Me gustaría que el Gobierno estuviera en el
frente durante dos horas y vería lo que es esto. Me da igual si la carta pasa
la censura, no es más que la verdad. Perdóname, no quiero que nos hablen de
campo, del honor, porque yo lo llamo carnicería. Porque esta guerra no es más
que un juego de masacre para nosotros en el que se nos lleva como vacas o
corderos al matadero. Tu hijo desesperado por volver con vida. (Extractos de cartas reales extraídos del libro “Vidas
rotas”, de Benédicte des Mazery).
«Parto hacia el
frente, no temas, estaré bien. Dile a mi madre que no se preocupe, le he dejado
mi testamento. Seguid adelante hasta que vaya a casa, esta guerra terminará
antes». (Extractos de cartas reales extraídos del libro “Vidas rotas”, de
Benédicte des Mazery).
Esta era la esperanza del soldado británico Edward Ryan, se lo
escribía a su hermana Susie. Pero no regresó a casa. Igual que más de nueve
millones.
FOTO
014 Atendiendo a unas jóvenes
La Primera
Guerra Mundial creó nuevos papeles para la mujer, que fue llamada a asumir
trabajos y responsabilidades que antes no habían estado a su alcance. En Gran
Bretaña el número de mujeres que trabajaban en los bancos aumentó de 9.500 a casi
64.000 en el transcurso de la guerra, en tanto que el número de mujeres en
el comercio se incrementó de medio millón a casi un millón.
En total, 1.345.000 mujeres obtuvieron nuevos trabajos
o sustituyeron a los hombres durante la guerra. Asimismo, se las
contrataba para trabajos que antes se consideraban más allá de su “capacidad” y
que solventaron sin problema alguno: ocupaciones como deshollinadoras,
conductoras de camiones agrícolas y, sobre todo, obreras fabriles de la
industria. En Francia, por primera vez 684.000 mujeres trabajaron en las
fábricas de armamento; en Gran Bretaña, la cifra fue de 920.000. En Alemania,
el 38% de trabajadores de la fábrica de armamentos Krupp estaba compuesto por
mujeres en 1918.
Hirschfeld, ex director de la Biblioteca de Historia
Contemporánea de la Universidad de Stuttgart, concluye “que durante la Primera
Guerra Mundial “las relaciones entre hombres y mujeres, tanto
en la vida pública y social como en la intimidad, tienen un antes y un después
del conflicto bélico” y algunas cuestiones a las que todavía no
somos capaces de dar respuesta, como la inversión de la pirámide de la
población, tienen su origen en la Gran Guerra” (8).
Otra
mujer estuvo destacada en este frente periodístico relatando lo que ocurría en
una Europa que se devoraba a sí misma. Fue la gallega Sofía Casanova
que residía en Polonia donde vivía con su marido, un diplomático y noble
polaco. Sofía Casanova se implica rápidamente en la guerra dedicándose
al cuidado de los heridos en los hospitales del frente y la
retaguardia. Así se convierte en enfermera de la Cruz Roja, labor por la que
fue condecorada por el zar Nicolás II con la Medalla de Santa Ana. Allí asiste
al espectáculo terrible de los soldados que llegan destrozados de la guerra,
mutilados por las heridas de las nuevas armas o con el shock de trinchera.
La
ciencia y la tecnología en las últimas décadas del siglo XIX y la primera del
XX crecieron a una velocidad nunca alcanzada antes
por la Humanidad.
La
guerra se aprovechó de ello con mayor o menor fortuna. Fue ésta la primera gran
contienda mecanizada. El desarrollo de la ingeniería
dio a luz nuevas armas, pero también a la creación de ambulancias. Los avances
en los laboratorios permitieron crear mortíferos gases y
bombas más potentes; aunque también aparecieron nuevas
drogas para mitigar el dolor o antisépticos.
Y la
medicina se valió, por primera vez, de la “Enfermería
Profesional” en el frente y sus nuevos métodos profilácticos (9).
FOTOS
1 Y LONDRES 3
FOTO 2
FOTOS
Colección Hulton – Deutsch CORBIS
1914-1918: El largo camino a Tipperary
50
fotos
Foto
015 Crónicas del Frente
BIBLIOGRAFÍA
1.- Derechos de la mujer a fines del 1800 y comienzos del 1900. Escrito por Joshua Wade y traducido por Alejandro Schaller.
2.-
Rosa María Capel Martínez. La mujer española en el mundo del trabajo, 1900 –
1930. Fundación Juan March, Serie Universitaria.
3.-
La guerra como motor de cambio social. De esposas y madres a ciudadanas.
Alberto Porlan. Historia número 52, marzo 2014.
4.-
La enfermera ejecutada
5.-
El Sentido del deber “Edith Cavell Louisa”. Manuel Solórzano Sánchez; Jesús
Rubio Pilarte y Rául Expósito González 2009
6.- Recordando a Miss Edith Cavell. Póster
de Carme Torres Penella y Roser Palau Costafreda. Escuela Universitaria de
Enfermería de la Universidad de Lleida
7.-
María Jesús Hernández. Primera Guerra Mundial, cien años.
8.-
Rosalía Sánchez
9.- Mario Viciosa
10.-
El Mundo, periódico digital. Primera Guerra Mundial. 100 años: 1914 -
2014-07-23
AUTOR:
Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado
en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de
San Sebastián. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Colegiado
1.372. Ilustre Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro
de Enfermería Avanza
Miembro
de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro
de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro
de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro
no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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