Propiedad
de las Siervas de María
La
Congregación de las Siervas de María Ministras de los enfermos, tiene por
objeto principal asistir a domicilio, gratuita y esmeradamente, a los enfermos de
ambos sexos en toda clase de enfermedades, vivan en una choza como el
pordiosero, o en un palacio como el potentado; asistiendo a todos igualmente, y
no viendo en ellos mas que la representación de Jesucristo. Desde su fundación
viene desempeñando su caritativa misión a satisfacción del vecindario de la
Corte.
La
nueva Carrera precisaba de unos estudios y de unos libros para poderlo hacer.
Así con el gran interés que ponía esta congregación en la preparación de sus
enfermeras realizaron una publicación de sus propios manuales que recogían
todas las materias estudiadas, creando en 1920 el “Manual práctico de Asistencia a Enfermos”, impreso en la imprenta
de Julio Cosano en Madrid. En 1928 se vuelve a realizar el mismo “Manual práctico de Asistencia a Enfermos”,
impreso por Editorial Ibérica, Alburquerque nº 12, Madrid. El libro tiene 368
páginas, detallando el índice y las lecciones que en él están descritas.
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001 Manual práctico de Asistencia a Enfermos 1920
EL MANUAL PRÁCTICO DE ASISTENCIA A ENFERMOS
ÍNDICE
PROEMIO
LECCIÓN
1. Esqueleto. Partes de que se
compone y modo de unirse o articularse éstas.
LECCIÓN
2. Músculos. Idea de la agrupación
muscular en su relación con el esqueleto. Aponeurosis. Funciones de los
músculos.
LECCIÓN
3. Disposición general del aparato circulatorio y funciones del mismo.
LECCIÓN
4. Sistema nervioso. Partes que lo
constituyen y sus funciones.
LECCIÓN
5. Aparato digestivo. Partes de que
consta y funcionamiento de cada una de ellas. Alimentos y su clasificación.
LECCIÓN
6. Aparato respiratorio. Partes de
que consta y sus funciones. Composición del aire atmosférico.
LECCIÓN
7. Secreciones. Urinaria, sudoral,
sebácea, salival y lagrimal. Cómo se efectúan y aparatos en que se verifican.
LECCIÓN
8. Órganos de los sentidos. Aparato
ocular y visión.
LECCIÓN
9. Aparato auditivo y audición.
LECCIÓN
10. Aparato olfativo y olfacción.
LECCIÓN
11. Aparato gustativo y gustación.
LECCIÓN
12. Piel y sus funciones
LECCIÓN
13. Cualidades físicas, morales e intelectuales de la enfermera en general.
LECCIÓN
14. Deberes de la enfermera y obligaciones que ha de cumplir, tanto cuando se
trate de enfermos particulares en su domicilio como la asistencia que preste a
los que se albergan en las salas de los hospitales.
LECCIÓN
15. Infección y desinfección. Sepsia,
asepsia y antisepsia. Microorganismos infecciosos. De los desinfectantes en
general.
LECCIÓN
16. Precauciones sanitarias que se deben tomar contra las enfermedades
contagiosas. Fiebre tifoidea, cólera, tifus exantemático, difteria.
LECCIÓN
17. Enfermedades eruptivas. Viruela,
sarampión, escarlatina. Sueros y vacunas.
LECCIÓN
18. Tuberculosis. Cuidados
profilácticos que requiere, según se trate de tuberculosis abierta y cerrada.
Indicaciones urgentes que ha de llenar la enfermera encargada de la asistencia
de un tuberculoso, principalmente en los casos de hemoptisis.
LECCIÓN
19. Transporte de los enfermos contagiosos. Desinfección de los locales y de
las ropas. Aparatos más comunes en uno y otro caso.
LECCIÓN
20. Reglas generales que debe tener presente la enfermera en los casos en que
sea necesaria la intervención judicial con motivo de cualquier incidente
ocurrido al enfermo que cuiden o personas que le rodean. Cuando se trate de un
herido. Cuando sea cuestión de un intoxicado. Cuando se trate de una persona
muerta.
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002 Laboratorio lámina en blanco y negro 1920
LECCIÓN
21. Primeros cuidados que se deben prestar a los intoxicados. Síntomas y
antídotos de los principales envenenamientos.
LECCIÓN
22. Asfixia. Por sumersión,
sofocación, gases irrespirables, etc. Respiración artificial en estos casos.
LECCIÓN
23. Cuerpos extraños en la garganta, esófago, laringe, oído, nariz, ojos, etc.
LECCIÓN
24. Accidentes sobrevenidos por insolación, fulguración y congelación somática
o local.
LECCIÓN
25. Cuidados que se deben prestar a las personas víctimas de un síncope,
lipotimia, coma o convulsiones.
LECCIÓN
26. Cuidados especiales del recién nacido. Lactancia natural, artificial, y
mixta. Asfixia del recién nacido. Eclampsia.
LECCIÓN
27 Signos por los cuales se comprueba la certidumbre de la muerte. Señales que
hacen suponer se trata sólo de una muerte aparente. Deberes que tiene que
cumplir la enfermera en caso de defunción de la persona a que presta sus
cuidados.
LECCIÓN
28 Vómito. Sus variedades, atendiendo
a su frecuencia y su composición. Lavado de estómago, sus indicaciones y modo
de realizarlo. Extracción y conservación del contenido gástrico destinado a
análisis. Diarrea: sus variedades. Modo de recoger y conservar el material
expulsado por vómito y evacuación intestinal destinado a análisis. Enema e
irrigaciones. Modo de hacerlas. Bacinillas. Sus variedades.
LECCIÓN
29 Dolores cólicos. Variedades y
modos de moderarlos, según su naturaleza. Modo de aplicar el frío y el calor
sobre el vientre para moderar el dolor o disminuir la inflamación. Ictericia:
qué es y dónde empieza a manifestarse. Hidropesía: en qué consiste.
LECCIÓN
30 Disfonía o ronquera; afonía, polipnea y dispnea. Tos y expectoración. Modo
de recoger y conservar la expectoración para apreciar sus caracteres
fisicoquímicos y examinarlo histológicamente y bacteriológicamente.
Escupideras. Variedades y modo de limpiarlas y desinfectarlas. Dolor de
costado: modo de moderarlo.
LECCIÓN
31 Pulso y modo de tomarlo. Taquicardia y bradicardia. Arritmia. Anhelación o
fatiga: sus variedades. Palpitaciones: Colapso cardiaco. Conducta de la
enfermera en estos accidentes. Edema: en dónde suele iniciarse y modo de
descubrirlo en sus comienzos.
LECCIÓN
32 Cantidad de orina en veinticuatro horas. Modo de recoger la orina, para
poder expresar la cantidad de veinticuatro horas y el ritmo urinario. Modo de
conservar la orina destinada a análisis. Retención y anuria. Albuminuria: cómo
se conoce, y uso del albuminómetro de Esbach. Uremia: fenómenos que la anuncian
y síntomas por que se manifiesta. Conducta de la enfermera ante un caso de
uremia.
LECCIÓN
33 Dolores. Empleo de los calmantes.
Manera de hacer una inyección hipodérmica y circunstancias en que se podrá
hacer una de morfina. Parentesias y anestesias. Conducta de la enfermera ante
un ataque convulsivo generalizado. Parálisis: sus variedades. Reeducación de
los movimientos.
LECCIÓN
34 Delirio: sus variedades. Conducta
de la enfermera ante un delirante. Medios coercitivos de los delirantes y
circunstancias en que deben emplearse. Afasia: en qué se diferencia del
delirio. Apoplejía: en qué se diferencia del coma, y sus variedades. Dolores de
cabeza: variedades. Manera de aplicar el frío y el calor sobre la cabeza y
columna vertebral. Técnica de la sangría.
LECCIÓN
35 Anemia aguda: cuándo se produce.
Técnica de la inyección de suero artificial. Hemorragias médicas: epistaxis,
gastrorragia, enterorragia, hemoptisis, hematuria y púrpura. Modo de conocerlas
y conducta de la enfermera anta cada una de ellas.
LECCIÓN
36 Fiebre. Modo de apreciarla.
Formación de gráficas y circunstancias que se pueden consignar en una gráfica.
Variedades de fiebre: dependientes de infecciones locales o sintomáticas y
dependientes de infecciones generales o idiopáticas. Fiebres continuas y
fiebres intermitentes. Fiebres de supuración.
LECCIÓN
37 Higiene de los febricitantes.
Medios físicos para moderar la fiebre: aireación continua y modo de realizarla,
afusiones y enemas refrescantes, balneación y su técnica.
LECCIÓN
38 Enfermedades contagiosas de nuestros climas. Conducta de la enfermera ante
cada una de ellas. Profilaxis de la infección y modo de realizarla.
Participación de la enfermera en esta función médica tan importante.
LECCIÓN
39 Limpieza de las cavidades bucal y nasofaríngea en las infecciones, para
evitar complicaciones. Idem de la rectal y vaginal: modo de realizarlas. Modo
de evitar las úlceras por decúbito en las enfermedades y de tratarlas cuando se
presenten.
LECCIÓN
40 Medios antisépticos y materiales de curación más empleados en Cirugía.
LECCIÓN
41 Medios prácticos de realizar la asepsia para las curas de urgencia.
LECCIÓN
42 Exposición de los medios de realizar la medicación revulsiva por la acción
medicamentosa.
LECCIÓN
43 Anestesia general por el cloroformo y el éter. Técnica de su empleo.
Accidentes anestésicos, y medios de combatirlos.
LECCIÓN
44 Anestesia local. Medios físicos y químicos para obtenerla, y medios de
aplicación. Accidentes y medios de combatirlos.
LECCIÓN
45 Medios accesorios de curas. Embrocaciones, fricciones, pulverizaciones,
fomentos, cataplasmas.
LECCIÓN
46 Cauterización por medios físicos.
LECCIÓN
47 Emisiones sanguíneas. Medios de
realizar las emisiones locales y generales.
LECCIÓN
48 Hemostasia. Medios más empleados
para la cohibición de una hemorragia.
LECCIÓN
49 Hemostasia por taponamiento de las fosas nasales y de la cavidad rectal.
LECCIÓN
50 Del amasamiento. Variedades del
masaje y modos de aplicación en las distorsiones, afecciones articulares,
musculares, fracturas y paredes del abdomen.
LECCIÓN
51 Respiración artificial. Casos de
indicación y procedimientos para realizarla.
LECCIÓN
52 Tratamiento de las quemaduras en sus diferentes grados.
LECCIÓN
53 Inyecciones hipodérmicas de sueros artificiales y específicos. Técnica y su
aplicación.
LECCIÓN
54 Preparación y técnica de las curas asépticas y antisépticas.
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003 Biberones para la lactancia artificial de los bebes
LECCIÓN
55 Vendajes más usados para cabeza y cuello.
LECCIÓN
56 Vendajes más usados para el tórax y abdomen.
LECCIÓN
57 Vendajes más usados para los miembros torácicos y abdominales.
LECCIÓN
58 Accidentes primitivos en los operados. Colapso, vómito, dolor, hemorragia,
retención de orina y medios de tratamiento.
LECCIÓN
59 Síntomas de mayor gravedad en los operados en la cabeza. Tratamiento de los
mismos.
LECCIÓN
60 Síntomas de mayor gravedad en los operados en el cuello y medios de
tratamiento.
LECCIÓN
61 Síntomas de mayor gravedad en los operados en el tórax.
LECCIÓN
62 Síntomas de mayor gravedad en los operados en el abdomen.
LECCIÓN
63 Preceptos generales sobre los cuidados que exigen los enfermos del aparato
visual y condiciones físicas de la enfermera. Instalaciones, baños y lavatorios
oculares. Vendajes especiales. Su división. Asepsia y antisepsia ocular.
Instrumentos y prácticas más usuales en oftalmología. Esterilización de los
instrumentos.
LECCIÓN
64 Asistencia a procesos sépticos y asépticos en otología. Prácticas más
usuales (masaje, cateterismo, irrigaciones directas e invertidas,
instilaciones, etc.). Complicaciones más frecuentes en los operados, y datos
que debe tener presente la enfermera para llegar a la presunción de las mismas.
Apósitos y vendajes especiales. Instrumental; su esterilización.
LECCIÓN
65 Vigilancia especial para los operados de la faringe y boca. Hemorragias y
medios utilizables por la enfermera para cohibirlas. Intubación laríngea.
Operados laríngeos y traqueales. Asistencia a los mismos. Detalles técnicos que
exigen estos operados. Prácticas generales (pulverizaciones, inhalaciones,
insuflación). Idea general de la broncoscopia y esofagoscopia.
LECCIÓN
66 Funcionamiento de las fosas nasales y de los senos que las limitan.
Epistaxis espontánea y quirúrgica. Vigilancia especial para cada una de ellas.
Taponamiento. Irrigación, inhalación, insuflación, vaporización. Aparatos
especiales para cada una de ellas. Instrumental para la cura de urgencia.
Preceptos generales para su esterilización.
LECCIÓN
67 Régimen dietético. Su definición y
divisiones. Enteroclisis, enemas, supositorios, etc. Masaje y técnica del mismo
con relación al aparato digestivo. Purgantes. Caracteres visuales de los
excrementos y su división. Vómito. Forma del mismo y medios coercitivos.
Limitación de la región en las inyecciones hipodérmicas.
LECCIÓN
68 Orina. Su cantidad y cualidades macroscópicas. Trastornos generales
acaecidos en el organismo por la perturbación de la función de estos órganos.
Cuidados especiales que exigen estos enfermos. Asepsia del instrumental, etc.
LECCIÓN
69 Procesos dermatológicos, agudos y crónicos. Vigilancia y cuidados que exige
la asistencia de los primeros. Precauciones inherentes a la asistencia de estos
enfermos, según el proceso sea o no contagioso. Medicación tópica. Su descripción
y variedades. Precauciones para su aplicación y circunstancias generales que
pueden modificar su empleo.
LECCIÓN
70 Concepto general de los enfermos mentales y nerviosos. Apreciaciones
sintomáticas que debe observar cuidadosamente la enfermera. Condiciones
especiales para este cargo (morales, físicas, personales y de carácter
intelectual). Vigilancia.
Intentaremos
escribir las lecciones que me parecen diferentes a otros Mauales
LECCIÓN XIII
Cualidades
físicas, morales e intelectuales de la enfermera en general
Como el enunciado de esta lección
expresa, la enfermera debe reunir una serie de condiciones, que afectan a su
parte física, a su parte moral y a la intelectual.
Por lo que se refiere a la parte física
de la mujer que vaya a dedicarse a cuidar enfermos, fácilmente se comprende
debe reunir las dos condiciones siguientes: ser sana y ser robusta.
Sana debe ser por conveniencia propia y por la del enfermo, pues aparte que
resultaría paradójico que intentase dar salud quien no la tiene, sería doblemente
expuesto, pues si su constitución era enfermiza, con gran facilidad podría
germinar en su organismo alguna enfermedad, que las condiciones de poca higiene
en este género de vida, junto con su temperamento débil, favorecerían en
extremo, Con respecto al enfermo, temerario sería relacionado de un modo
estrecho con nadie que no fuese muy sano. Pues si todos, por la simple
convivencia sólo, nos somos nocivos al tenernos que repartir el aire que
aspiramos y al exhalar en él productos que nunca benefician, por sano que se
esté, es natural que más ha de perjudicar la vecindad de una persona enferma o
poco menos, que está irradiando productos desechables de su organismo, tal vez
mezclados con agentes morbosos.
FOTO 004 Enfermera Sierva de María
Si no siempre, en muchas ocasiones le
será necesario a la enfermera recurrir a sus fuerzas, en momentos determinados
de la asistencia a sus enfermos, En epilépticos, durante sus ataques; en muchos
operados y heridos, en paralíticos, en convalecientes, etc., ha de auxiliar con
vigorosa fuerza, levantar, transportar o ayudar en sus débiles movimientos a
todos estos enfermos.
Dentro
de las condiciones físicas entran la integridad de los sentidos. La vista, el
oído, el olfato y el gusto a cada instante habrá de ponerlos en juego la
asistenta al enfermo. Cuanto más despiertos posea sus sentidos, en mejores
condiciones se ha de encontrar para ver al enfermo y cuanto le rodea, oír sus
quejas, sus avisos, examinar con el
olfato, y a veces con el gusto, cuanto
le sirva; en fin, estar en todos los detalles, para los cuales son auxiliares
tan grandes los sentidos íntegros.
Son tantas las virtudes morales que debe
poseer para el buen desempeño de su tarea, que sería temeridad reducirlas a
número, pues en su constante labor, encontrará necesidad ora de unas, ora de
otras, y aunque excepcionalmente se encuentran todas reunidas en una persona,
con todo, si verdaderamente ama su vocación, procurará adquirir aquellas que
más le faltan y cultivar las que ya posee; Las condiciones morales son tal vez
las más importantes, debiendo rivalizar siempre la bondad con la discreción y prudencia, procurando con tino especial
que el doliente no lleve a cabo determinaciones ,que, nacidas de caprichos poco
razonables, le pudiesen perjudicar.
El papel intermedio que la enfermera ha
de llenar entre el médico y el paciente exige de ella que sea obediente y
tenga, buena memoria, pues necesita cumplir con exactitud el plan que prescriba
el médico, al mismo tiempo que, observando los resultados de las funciones que
ella ejecute, los anote, mejor que nada, para que de un modo ordenado pueda dar
exacta cuenta al médico de cuanto ocurrió al enfermo durante el tiempo que a
ella le fué encomendado.
Otra condición importante para toda la
que se consagre a cuidar enfermos es la limpieza, punto es éste que, por muy
extremada que se muestre la, enfermera, nunca ha de resultar exagerado. Cuidará
de la limpieza de ella, de la del enfermo y de cuantos utensilios use antes y
después de servirse de ellos el mismo. Respecto a las condiciones
intelectuales, creo son las menos importantes en esta profesión, una buena
voluntad podrá suplir, y tal vez exceder, mucha disposición mal aprovechada.
La
enfermera que, obediente siempre a las instrucciones del médico, ponga su celo en
llevarlas a cabo de la manera más semejante
a como las oyó, de un modo ordenado, en ocasiones pronta, pero nunca azarosa,
con atenta energía y mucha pulcritud, llenará por completo su noble profesión.
LECCIÓN XIV
Deberes de la enfermera y obligaciones que ha de cumplir
tanto cuando se trata de enfermos particulares en su domicilio como de la
asistencia que preste a los que se albergan en las salas de los hospitales.
El deber de la enfermera es cuidar
enfermos. Muy amplio es el significado de estas palabras: ¡Cuidar enfermos!
Dentro de él se encierra una infinidad de funciones, que la enfermera ha de
estar pronta a ejecutar.
La asistencia al enfermo necesita, para
cumplirla bien, conocer quien es aquél y darse cuenta del papel que a la
enfermera corresponde. El enfermo es un ser de extremada delicadeza, que
encierra en su cuerpo una lucha, llevada a cabo, de un lado, por su dolencia, y
del otro, por su organismo, que tiende a recobrar la salud. Cuando así no es
posible, el enfermo resiste más o menos, y al fin, muere.
Se comprenderá la transcendencia que para
estos seres ha de tener el riguroso cumplimiento de cuantas prescripciones
estén indicadas para sanarles.
Cuando
una enfermera sea llamada para asistir a uno o varios enfermos, irá a
encargarse de ellos llevando su uniforme, que generalmente consiste en blusa,
delantal y gorro, de tela blanca lavable, zapatillas, o algunas veces calzado
impermeable. Tan pronto como quede encargada del enfermo, se pondrá aquellas
diversas prendas, se orientará en las habitaciones que constituyan la
enfermería y las despojará de cuantos muebles u objetos innecesarios haya en
ellas. En muchas ocasiones se encontrará la enfermera con múltiples
inconvenientes para llevar a cabo todas estas determinaciones, así como para encontrar
el medio que, a modo de ensayo de modelo, vamos a describir, de enfermería, en
una casa particular. En todos estos casos procurará la enfermera, siempre con
buen sentido, aproximarse, hasta donde sea posible, al ejemplo
siguiente:
FOTO 005 Material para irrigaciones
Podría constar la enfermería en un
domicilio particular de dos habitaciones: una, la alcoba del enfermo, cuanto
más espaciosa, mejor, con balcón o ventada (la ventilación de esta alcoba,
directamente, por medio de un balcón, o de un modo indirecto, procediendo de
alguna habitación contigua, estará bajo la dirección del médico), y en la que
no convienen más muebles que la cama del enfermo, una mesa de noche, donde
podrá tenerse algún objeto de uso constante: por ejemplo, una escupidera
de mano, y un lavabo, que debe poseer una pastilla de jabón antiséptico,
sublimado, ácido fénico, etc., y un frasco de agua de colonia. La otra
habitación, contigua a la alcoba, puede contener un armario, donde se hallarán
los diferentes utensilios de uso del enfermo, unos (como los necesarios para su
alimentación), comunes a toda clase de enfermos; otros, distintos, según sean
los enfermos de medicina; ejemplo: posiciones, sellos, píldoras, ventosas,
etc., o de cirugía, bandejas para instrumentos quirúrgicos. algodón, gasas,
etc., una mesita con mantel blanco, pulcramente limpio, y una butaca o diván,
que sirva de cómodo asiento a la enfermera.
Salvo determinados casos, aquélla
permanecerá en la habitación contigua a la alcoba, entrará en ésta, donde
convendrá no haya otra persona que el enfermo. de cierto en cierto tiempo,
según la enfermedad y estado de gravedad; respetará su descanso, y si necesario
fuese, le hará tomar cuantas medicinas y alimentos le hayan sido prescritos.
Observará su temperatura que inscribirá en una gráfica (que todo enfermo debe
tener a la cabecera de su cama), cuantas veces fuesen precisas, y, en fin, hará
todo lo que le haya ordenado el médico.
Para su mejor gobierno, la enfermera debe
tener siempre a mano una lista, en la que, siguiendo el curso del día, tendrá
anotado cuanto tenga que hacer con el enfermo, desde el mismo momento en que el
médico haya hecho su última visita hasta la próxima inmediata.
Cuantas veces se ocupe en faenas del
enfermo, deberá lavarse las manos escrupulosamente, lo mismo que al terminar su
guardia (que se lavará y desinfectará las mismas), dejando su uniforme en la
clínica o casa del enfermo.
En cada visita del médico le dará la
enfermera cuantos datos del paciente hayan sido observados por ella, muy
particularmente los resultados del cumplimiento de los encargos de la anterior
visita. Las guardias debieran ser de ocho horas diarias. No sucede casi nunca
tal cosa, sino que llegan a doce, catorce y hasta veinticuatro horas seguidas
al lado del enfermo. Durante el día de guardia ideal, la de ocho horas, la
enfermera debe pasear de dos a cuatro horas y
dormir de siete a ocho. Igual hará en los días de sus guardias de a doce
horas. Cuando excedan de este tiempo en el mismo día, no debe repetirla al
siguiente, pues lo menos ha de pasar fuera del cuidado del enfermo tanto tiempo
como el que permanezca a su lado.
FOTO 006 Material para poner inyecciones
Aparte de las obligaciones facultativas
que acabamos de indicar, tiene la enfermera también deberes de administración
doméstica, que, en lo que se refiere al enfermo, ha de cumplir, y que siendo de
ocupación diaria de la mujer, en general, no vamos a tratar.
En los hospitales, sanatorios o cualquier
otra clínica general (clínica general se llama casi siempre a la reunión de un
número de enfermos, todos en una misma sala), las obligaciones de la enfermera
son muy semejantes a las indicadas para los enfermos que se asisten en su
domicilio. Con cada uno de los enfermos de la sala de su cargo cumplirán
escrupulosamente cuanto hemos dicho con referencia al enfermo particular, sin
establecer la más mínima diferencia entre unos y·otros; antes al contrario, el enfermo del hospital, dotado
de menos medios económicos, tal vez ninguno, a veces sin familia siquiera,
necesita de la ayuda de todos. Con el fin tan humano de que estos seres tan
desgraciados se encuentren recogidos y atendidos en medio de sus dolencias, la
sociedad sostiene los hospitales. Inmoral en extremo sería que en estos
establecimientos, creados para tan hermosos fines, no pudiese encontrar el
enfermo pobre, al mismo tiempo que alivio o cura de sus dolencias, consuelo en
sus tristes infortunios. Aquí, la labor de la enfermera puede ser de gran
utilidad. Siendo una de las personas que más tiempo ha de estar al lado de
estos enfermos, puede poner mucha parte en llenar el vacío que existe en la
vida miserable de muchos de estos desgraciados. Y así, ejerciendo a un mismo
tiempo los deberes profesionales de la enfermera y los familiares de la mujer caritativa, que sabe sustituir a la
familia que no existe, curará con cariño. Y cuando sus esfuerzos, no llegando a
alcanzar el premio merecido a tanta abnegación, sean insuficientes, y el enfermo empeore y llegue a la hora postrera, entonces la enfermera, del que por no
tenerlos se considera hermana, cuidará que no marche del mundo sin haber
recibido los últimos auxilios, que deben confortar a toda alma cristiana.
LECCIÓN
XVI
Precauciones sanitarias que se deben tomar
contra las enfermedades contagiosas. Fiebre tifoidea. Cólera. Tifus
exantemático. Difteria.
Se llaman enfermedades contagiosas
aquellas que pueden propagarse de unas personas a otras. Las enfermedades
contagiosas pueden ser endémicas y epidémicas. Endémicas son las que existen
constantemente en el sitio que habitamos, como la tuberculosis; epidémicas, las
que sólo se presentan de tiempo en tiempo, transcurriendo en el intermedio
mayores o menores lapsos de tiempo sin que haya caso alguno, como el cólera, la
peste bubónica, etc. En la mayor parte de las enfermedades contagiosas
endémicas, se ven de cuando en cuando períodos en que hay mucho mayor número de
casos que los que existen normalmente, y entonces solemos decir que tenemos una
epidemia de aquella enfermedad, a pesar de existir siempre algún caso de la misma,
es decir, de ser endémica.
Las enfermedades infecciosas tienen dos
clases de síntomas: generales, como la fiebre, dejadez o astenia, física e
intelectual, etcétera, y especiales, como la angina membranosa en la difteria,
las petequias en la fiebre tifoidea, etc. Los primeros síntomas afectan a todas
las enfermedades infecciosas, y salvo ligerísimas variantes, entran todos ellos
a formar parte del cuadro sintomático de cualquier enfermedad infecciosa. Los
síntomas especiales pertenecen ya particularmente a cada enfermedad, y son en
los que nos fundamos para distinguir unas afecciones de otras.
Del mismo modo que las enfermedades
infecciosas, tienen esas dos clases de síntomas; para preservarnos de ellas,
también necesitamos dos clases de precauciones: unas generales o comunes a toda
enfermedad infecciosa, y otras particulares para cada una de ellas.
FOTO 007 Aparatos
para desinfección y diferentes termómetros
Las
enfermedades contagiosas son producidas por microbios, y verificando éstos su
propagación por contacto, hemos de prevenirnos mucho más en los puntos que, por
ser más débiles, eligen de nuestro organismo para mejor atacarnos y penetrar
por ellos.
Las
zonas de menos resistencia al ataque de las bacterias son las mucosas. Por la
piel íntegra no penetran los microbios; pero los sitios que están desprovistos
de su capa epidérmica son puertas abiertas a la infección. De modo que,
teniendo esto en cuenta, podemos pensar que, en general, se valen los microbios
para entrar en nuestro organismo de una de las siguientes vías: primero, de la
digestiva, ingiriéndoles, caso más común; segundo, por contacto, bien sea con
las mucosas, que es lo que sucede más frecuentemente, bien con la piel
desnudada de su epidermis, caso menos frecuente que el anterior, y tercero,
aspirándoles y penetrando por la mucosa del árbol respiratorio, toda vía más
raro que el caso precedente, por existir poquísimas veces microbios en la
atmósfera, siendo necesario para esto que esté viciada por polvo, por acabar de
sacudir ropas o utensilios infectos o cualquier otra condición que haya
infectado recientemente el aire que respiramos.
Puede comprenderse la importancia tan
grande que tiene cuantos medios pongamos en la destrucción de microbios, único
modo que tenemos para que no lleguen a nosotros, por cualquiera de los caminos
que hemos enumerado.
Precauciones sanitarias generales contra
toda enfermedad contagiosa.
Fundándonos en los preliminares que en esta lección van expuestos, se puede
decir que la mejor precaución sanitaria contra las enfermedades contagiosas es
la desinfección, función esta que ha de ir precedida, acompañada y seguida del
aislamiento de la limpieza y de la ventilación. Si no precediéramos el
aislamiento a la desinfección, ésta nunca sería total, porque sin aislamiento,
las bacterias continuamente serían propagadas en innumerables sentidos.
El aislamiento ha de ser absoluto, es
decir, se hará un apartamiento completo del enfermo y de cuantas personas y
objetos (reducidos unas y otros al menor número posible) con él se relacionen.
Para cuanto con la habitación donde el
infeccioso se encuentre se relacione, nos atendremos a lo dicho en la lección
XIV. Al entrar en ella, la enfermera cubrirá su vestido con una blusa, cerrada
lo más posible por cuello y mangas, y larga hasta los pies, de la que no se
despojará hasta el momento de abandonar al enfermo, y con la que nunca saldrá
de la habitación donde ambos se encuentren, para evitar la infección que con
ella pudiese llevar por cuantos sitios pasara.
Los
distintos enseres para uso del enfermo no se destinarán a ningún otro, y para
su limpieza se guardará el más severo apartamiento de los utilizados por las
personas sanas; así, las tazas, cucharas, platos, etc., de uso repetido en el
día, se lavarán por separado en un recipiente
especial, desinfectando, al acabar, éste y el agua que nos sirvió para tal caso
con cualquiera disolución antiséptica antes de vaciarle en el agua corriente.
La ropa blanca de
cama, paños, pañuelos, blusa de la enfermera, etc., también se tendrá en una
colada con fuertes antisépticos, como el sulfato de cobre al 5 por 100. Los
colchones, mantas, almohadas y ropa exterior se llevarán a desinfectar, en
grandes sacos de hule y coches especiales, a la estufa de desinfección (en Madrid, en el Laboratorio Municipal).
La habitación del enfermo se lavará: el
suelo, con paños empapados en agua sublimada al 1 por 1.000 y las paredes, muebles (los sencillos e
indispensables que en la lección XIV dijimos sólo se dejaran en ella) podrán
pulverizar se con formalina:
Solución antiséptica y desinfectante.
Formol
30 gramos
Eucaliptol
20 gramos
Alcohol de 95º 300 gramos
H. s. a. y dilúyase una cucharada grande en 300 cc.
de agua destilada.
Para pulverizaciones. VENENO
Una vez que el
enfermo abandona la habitación, ésta se debe desinfectar escrupulosamente,
junto con cuantos muebles y objetos existan en ella. Podemos hacerla con
azufre, cerrando herméticamente todas las aberturas que tenga la habitación,
para que no se escape el gas (anhídrido sulfuroso que resulta de la combustión
de dicho azufre). Se quema en medio del recinto, en un aparato incombustible,
50 gr. de f1or de azufre por metro cúbico de cavidad, y se tiene cerrada
cuarenta y ocho horas, pudiendo al cabo de ellas abrir, ventilar y limpiarla,
con lo que quedará desinfectada.
Por último, la
enfermera nunca exagerará cuanta limpieza emplee en su persona. Aparte del
cambio de ropa dicho, al principiar y concluir cada día la asistencia del
enfermo contagioso, lavará sus manos con un jabón antiséptico, fenicado, por
ejemplo, cuantas veces toque al paciente o a objetos contaminados de uso del
mismo. Si en ocasiones se ensuciase las manos con substancias muy infecciosas,
recurrirá al cepillado de las mismas (las uñas sobre todo) con agua hervida
caliente, seguido de enjuagado y
una loción en ellas de alcohol rectificado.
FOTO 008 Respiración
artificial
La limpieza facilita
la desinfección, y es un complemento de ella. Fácilmente se puede comprender
que en un objeto contaminada, ejemplo, una escupidera llena de esputos de un
tuberculoso, ropa manchada con deyecciones de un colérico, habrá que
desinfectar previamente una y otra; después se lavará, y. finalmente, antes de
guardar aquélla para su nuevo uso o de planchar la última, se las someterá a
una nueva desinfección, hirviendo o f1ameando, según de la materia que sea la
escupidera, o sumergiendo en alguna disolución antiséptica la ropa.
En otras ocasiones,
casi nos basta el lavado, o no disponemos de otros medios que este, y con él
nos preservamos de alguna enfermedad; así, después de explorar un enfermo
colibacilar (colibacilos,
infección intestinal parecida a la tifoidea, pero algo más atenuada), en muchas ocasiones no hacemos más que lavarnos las
manos con agua y jabón, y aunque con esta operación no nos
despojamos de todos los bacilos que podamos llevar en las mismas, al quedarnos
con muchos menos, se evitará la infección en la mayor parte de los casos, por
no quedar suficiente número de microbios para producirla.
La ventilación es
otro de los medios de que disponemos para luchar contra las infecciones. De dos
maneras nos aprovechamos de este precioso agente en la lucha contra las
enfermedades contagiosas: primero, poniendo en mejores condiciones al enfermo
para defenderse de los microorganismos que le atacan, porque llevando la
renovación del aire nuevas cantidades de oxígeno, al asimilárselo el enfermo,
le darán más vigor para mejor resistir y, tal vez vencer, al causante de su
dolencia; segundo, porque existiendo gran número de microbios, que se
desarrollan más fácilmente en atmósferas poco ventiladas, cargadas de anhídrido
carbónico y demás desechos eliminados por la respiración, se atenuará la
virulencia de aquéllos sometiéndoles a la acción purificante del oxígeno que
lleva el aire nuevo.
Cuando, además, la
ventilación va acompañada de la soleación, la desinfección se verifica con
mayor energía, por ser el sol, que tan imprescindible nos es para vivir, uno de
los mayores bactericidas.
Precauciones sanitarias especiales para
cada enfermedad contagiosa en particular. Para guardar bien las
precauciones que debamos tomar contra cada enfermedad contagiosa en particular,
nos convendría conocer el microbio que la produce, los sitios del cuerpo humano
donde él habite, para desinfectar escrupulosamente cuantos objetos, humores y
secreciones se pongan
en contacto con ellos, por ser los principales portadores de los microbios, y su vía de
introducción en el cuerpo humano. para prevenir su arribo a nuestro organismo.
Fiebre tifoidea.-Produce esta enfermedad el
bacilo de Ebert. Penetra en el organismo ingiriéndole, y va a habitar en el intestino.
Por tanto todos los productos del aparato digestivo, y en particular las heces
fecales que proceden del órgano (intestino) donde habitan los bacilos de Ebert,
llevarán éstos gran número, siendo necesaria su enérgica desinfección.
Como penetra el
bacilo de Ebert por el tubo digestivo, nos lavaremos y desinfectaremos
escrupulosamente las manos al acabar de estar junto a un enfermo de fiebre
tifoidea, con objeto de no infectar cualquier manjar que vayamos a ingerir y
adquiramos la enfermedad. En tiempo de epidemia de fiebre tifoidea, debe
siempre beberse el agua hervida (tanto las epidemias de fiebre tifoidea como
las de cólera, se propagan por el agua de consumo), mucho más en las casas,
clínicas, etc., donde se encuentren esta clase de enfermos, así como la que se
utilice en nuestros guisos. Nos enjuagaremos la boca con frecuencia, con agua
hervida o disoluciones antisépticas, y nos abstendremos de comer cosa alguna en
presencia de dichos enfermos.
Las heces se
desinfectarán escrupulosamente (con disoluciones de sultato de cobre al 5 por
100 durante dos horas, como mínimo de tiempo) antes de verterlas en agua
corriente, y si posible es, también se hará lo mismo con el sitio por donde se
tiren.
Al enfermo de fiebre
tifoidea o de cualquier otra enfermedad muy contagiosa (cólera, tifus
exantemático, etc.) que no puede ser asistido en la forma que dejamos dicha en
la parte general de esta lección, se le debe trasladar a una sala de un
hospital para enfermos epidémicos.
Cólera.-Es producida esta enfermedad
por el bacilo vírgula o vibrión colérico o asiático de Koch. Penetra este
microbio para producir la afección en el hombre por la boca, y va a hospedarse
en el intestino.
El cólera se propaga
por las aguas contaminadas con deyecciones de coléricos. En tiempo de epidemia,
se beberá el agua hervida, y no se tomará fruta ni verduras crudas (pues
podrían estar mojadas con agua infectada), ni cualquier otro alimento que pueda
ocasionar diarreas, por predisponer este estado a la germinación del vibrión
asiático de Koch en el intestino. Las deyecciones y ropas manchadas de ellas se
desinfectarán de la misma manera que en la fiebre tifoidea.
FOTO 009 Material de
cura y cirugía
Por la enorme
mortalidad que esta epidemia produce, ponen gran interés en precaverse de ella
y combatirla las entidades sanitarias de los diversos Estados, sometiendo a
rigurosas desinfecciones cuantos objetos proceden de países epidémicos, no
permitiendo entrar en los puertos los buques que vienen de naciones atacadas
por esta enfermedad sin la autorización que, previa la visita sanitaria, dicte la Autoridad competente del
departamento.
Sucediendo lo mismo
con las personas que de proceden de localidades infectadas, se las desinfecta antes
de entrar en las ciudades o pueblos indemnes, y son vigiladas durante un
período de tiempo por la
Autoridad sanitaria correspondiente, por si se desarrollara
en ellas la enfermedad que pueden traer incubada (estas mismas precauciones se
practican para otras enfermedades epidémicas, como peste bubónica, fiebre
amarilla, tifus exantemático, etc.).
En la India, donde es enfermedad
epidérmica, se está empleando con feliz resultado la vacuna anticolérica,
preparada con bacilos atenuados por el calor.
Tifus exantemático. No se conoce todavía en microbio que
produce esta enfermedad. Se han encontrado en la sangre de estos enfermos un
estreptobacilo y un diplococo, a los que no se puede achacar esta afección, por
no haberse reproducido experimentalmente la misma.
Es una de las
enfermedades más contagiosas que se conocen. Uniendo las prácticas más severas
de aislamiento y desinfección
de cuanto se relacione con el enfermo, dichas de un modo general para todas las
enfermedades infecciosas al principio de esta lección, y evitando la suciedad
y el hacinamiento humano, donde hace enormes estragos el tifus exantemático, se
tendrán las mejores precauciones contra la propagación de dicha afección.
Difteria. - Esta enfermedad la ocasiona el bacilo de Klobs-Loffier. Penetra este
microbio por la boca, y se localiza generalmente en el istmo de las fauces,
manifestándose al exterior por unas
membranas blancas implantadas en las amígdalas, borde posterior del velo del
paladar y úvula (Cuando la difteria invade la laringe, se denomina crup
o garrotillo).
Las precauciones particulares
a esta enfermedad, a que recurriremos para evitar su contagio, serán la
desinfección de cuantos elementos expulse el enfermito por la boca, tales como
membranas, las que llevan infinidad de bacilos, esputos, alimento, cuchara,
etc., y en general, cuanto toque a la boca o sus excreciones, sitio donde
existe en abundancia el bacilo diftérico, portador de la enfermedad que nos
ocupa, de una vitalidad tan grande, que de no destruirle por la desinfección,
puede vivir fuera del organismo durante varios años. Por ello, es una
enfermedad muy contagiosa, y teniendo en cuenta la persistencia de su
virulencia mientras no se destruya el bacilo que la produce, se puede
comprender las precauciones que han de tenerse, en particular con los niños,
antes de juntarlos con un convaleciente de difteria o de permanecer en un local
donde hubiese habido un paciente de dicha enfermedad.
LECCIÓN XIX
Transporte
de los enfermos contagiosos. -Desinfección de los locales y de las ropas. -
Aparatos más comunes en uno y otro caso.
Todo enfermo que en
su domicilio no puede tener los cuidados que requiere su dolencia, debe ser
trasladado a un hospital o casa benéfica dedicado a la asistencia y curación de
aquellos enfermos. Cuando la enfermedad que sufre el paciente es contagiosa,
exige su traslado ciertas precauciones, dirigidas a evitar la difusión de dicha
enfermedad por el camino llevado por el enfermo desde su casa a la clínica
donde vaya a habitar.
Dos medios suelen y
deben emplearse en Madrid para el transporte de enfermos contagiosos: la
camilla y el coche del Laboratorio municipal. Aquélla, por todos conocida. El
coche del Laboratorio municipal para transporte de enfermos contagiosos consta
de cuatro paredes alargadas: superior, inferior, derecha e izquierda; una,
anterior, incompleta por su parte superior; en ella lleva el pescante, y otra,
posterior, formada por una cortina de lona ajustada, de manera que forma
otra pared, flexible. Dentro de la caja del coche lleva una serie de bastidores
de madera, constituidos por dos palos gruesos y paralelos, unidos por una tira
ancha de lona, donde se acuesta el enfermo; estas especies de parihuelas van
suspendidas dentro del coche, unas encima de otras, formando dos filas,
generalmente de tres camillas cada una.
FOTO 010 Transporte de los pacientes
contagiosos
La orden del traslado del enfermo contagioso al
hospital debe darla una Autoridad sanitaria del distrito a que pertenezca el
domicilio del enfermo, bien sea el subdelegado de Medicina del mismo o el
médico de guardia de la Casa
de Socorro correspondiente, a los que podrá dirigirse el cabeza de familia de
la casa, jefe o dueño del establecimiento donde se encuentre el paciente, o
mejor cualquier individuo de profesión sanitaria, médico, practicante,
enfermera, etc.
Una vez trasladado el enfermo contagioso, deberá
desinfectarse escrupulosamente el local que aquél habitaba, para lo cual suelen
llevar los individuos pertenecientes al personal práctico de desinfección del
Laboratorio municipal de Madrid unos pulverizadores que desinfectan por medio
de la proyección del aldehido fórmico: o formol. Toda la ropa de uso del
enfermo, de cama, interior, etc., y los objetos empleados en la asistencia de
aquél deberán someterse a la desinfección.
Aparatos
más comúnmente usados en la desinfección de los locales y las ropas
Para la desinfección de los locales podemos
recurrir al procedimiento del anhídrido sulfuroso, ya expuesto en la lección
XV, o los aparatos productores de formaldehido, y a los pulverizadores, con
este último desinfectante, para lo cual podemos emplear la siguiente fórmula:
Formol
30 gramos
Eucaliptol
20 gramos
Alcohol de 95º 300 gramos
H. s. a. y disuélvase en 20 veces su volumen de agua. Para
pulverizaciones.
Para
la desinfección de las ropas, el mejor procedimiento es el calor, bajo la forma
de presión de vapor, en las estufas o autoclaves. A éstas se deben llevar las
ropas en sacos impermeables, transportados por coches a propósito para estos
fines, que posee el Laboratorio municipal.
Pulverizadores y estufas. Los
pulverizadores son unos aparatos que se
componen de un depósito, donde llevan el liquido del que van a hacer uso, y dos
conductos tubulares, que terminan, uno, en una esfera llena de orificios
finísimos, y otro, en un aparato inyector de aire, pera de caucho, bomba, etc.
Una vez en función este último, el gas comprimido, por su fuerza expansiva,
empuja el líquido del depósito, que, al salir por la esfera agujereada, tiene
que dividirse en finísimas gotas que son proyectadas en todas direcciones.
Las estufas
son grandes receptáculos de hierro, que cierran herméticamente por medio de
tuercas colocadas alrededor de sus puertas, y que llevan en su interior unos
departamentos donde se colocan los objetos que se van a desinfectar;
comunicando con éstos por unos tubos por donde llega el vapor, o por una
rejilla que separa ambos departamentos, existe un depósito de agua; debajo de
este último está la fuente calórica, gas, electricidad, etc. Finalmente, llevan
estos aparatos un manómetro, una válvula de seguridad y una espita para dar
salida al gas. Conforme se calienta el agua, va desprendiendo vapores, de más
elevada temperatura cada vez que, por la rejilla o los tubos de comunicación,
se van acumulando en los departamentos donde se hallan las materias que vamos a
desinfectar.
Cuanto más vapor se desprende y mayor sea su
temperatura, más alta será la tensión de los mismos, penetrando de esta manera
cada vez más por entre los intersticios y poros de la materia de que se
compongan los objetos que se están desinfectando, los que se esterilizarán por
la presión y la temperatura de los vapores.
El manómetro nos indicará en atmósferas, cuya
equivalencia en grados nos será conocida, la presión a que se encuentran
sometidos los objetos dentro de la estufa.
Una vez llegado a la presión y temperatura
necesaria para destruir los gérmenes patógenos, se sostiene en ellas el tiempo
que haga falta; terminado, se apaga o suspende la fuente calórica, se da salida
al vapor por la espita y se abre la estufa, de la que se podrán sacar
perfectamente esterilizados los objetos que contenga.
LECCION XX
Reglas
generales que debe tener presente la enfermera en los casos en que sea
necesaria la intervención judicial, con motivo de cualquier accidente ocurrido
al enfermo que cuide o personas que le rodeen.-Cuando se trate de un herido.
Cuando sea cuestión de un intoxicado. Cuando se trate de una persona muerta.
En alguna ocasión
puede ocurrir que la enfermera tenga que prestar alguna asistencia en la que
intervenga el juez. En la asistencia particular, muy raras veces podrá
sucederle, pues aun cuando sea llamada para un herido en cualquier accidente,
para un intoxicado, etc., casi siempre habrá intervenido ya la Autoridad judicial.
En las clínicas y en
los hospitales, con frecuencia se encontrará con casos judiciales. Como regla
general, tanto en la asistencia particular como en la de hospital, si la
enfermera es la primera que auxilia al herido, intoxicado, etc., o sin serlo,
interviene en su asistencia, sin que se haya dado parte al Juzgado, debe ella
hacerla.
FOTO 011 Vendajes más
usados para la cabeza y cuello
En otros casos, aquel
deber social fué cumplido por un pariente o amigo del enfermo o por un empleado
de la clínica donde el paciente fué auxiliado o se encuentre. Si el juez ha
acudido y la enfermera es requerida para aclarar cualquier punto de lo visto
por ella, ésta aportará cuantos datos pudieran contribuir al esclarecimiento de
los hechos, llevando todas las pruebas de que disponga, que habrá tenido
especial cuidado de reservar, por si llegase este caso.
Si a la enfermera le dijesen se ha dado parte al
juez y éste no viene, ella deberá investigar si aquello es cierto, para, en
caso contrario, hacerla por sí, pues el ocultamiento de cualquier accidente
judicial, al ser descubierto, muchas veces por los mismos interesados al
principio en ocultarle, trae como consecuencia muy graves responsabilidades.
Durante la asistencia
de un enfermo, puede ocurrir que un accidente desgraciado, equivocación de
medicina, dosis, etc., produzca una intoxicación; de una riña entre enfermos de
una misma sala en un hospital, resulte un herido; también en estos casos, a la
vez que se les asiste en sus nuevas dolencias, hay que recurrir al Juzgado,
guardando una actitud exacta a la ya expuesta.
Claro está que en los
establecimientos benéficos o particulares dedicados a cuidar enfermos, en sus
reglamentos se prevén estos casos, y ellos mismos llenan las indicaciones
referentes a los mismos, que serán entonces a las que se ajuste la enfermera.
Cuando de los accidentes, cualquiera que sea la
causa, resulta una o más muertes, entonces el deber de la enfermera es procurar
que nadie modifique en lo más mínimo cuanto se relacione con él o los
cadáveres, para presentar a la vista del Juzgado que lleve a cabo aquella
diligencia cuantos detalles se refieran con dicho asunto, Relatando, si a ello
es requerida, de la manera más clara que le sea posible, sin ocultar detalle
alguno, cuanto del accidente le sea conocido.
LECCIÓN XXVII
Signos por los cuales se comprueba la certidumbre de la
muerte. Señales que hacen suponer se trata sólo de muerte aparente. Deberes que
tiene que cumplir la enfermera en caso de defunción de la persona a que preste
sus cuidados.
Antes de hablar de la muerte, vamos a
describir la agonía o estado intermedio entre la vida y la muerte. Algunas
veces se verifica como un aminoramiento de la gravedad de un enfermo próximo a
la agonía; es la vulgarmente llamada mejoría de la muerte. Cuando empieza la
agonía, se manifiestan grandes trastornos en las funciones de inervación,
circulación y respiración.
El primer órgano que se debilita en el
enfermo que va a entrar en el período agónico es el cerebro. Las principales
alteraciones nerviosas son la carfología (Carfología,
movimientos inconscientes de los dedos de la mano, tales como coger
repetidamente la ropa de la cama, arañarla, separarla, etc.), delirio y
coma; las respiratorias, irregularidades de los movimientos de la respiración,
ritmo de Cheyne-Stokes (Ritmos respiratorios,
caracterizados por periodos de apnea, seguidos de movimientos respiratorios,
que, al principio muy superficiales, van aumentando de intensidad, hasta llegar
a un máximun, que vuelven a descender de amplitud, van siendo otra vez muy
superficiales y terminan en nuevo período de apnea, para repetir sucesivamente
los movimientos descritos), y las cardíacas, arritmia en los latidos del
corazón, aceleración extremada de los mismos (taquicardia) y disminución
(braquicardia).
Ya el enfermo en pleno período agónico,
palidece; en algunas regiones está cianótico; la mirada, apagada; el pulso no
se percibe; las funciones de los sentidos, que se iban debilitando,
desaparecen, tacto, vista, oído, olfato y gusto.
FOTO 012 Vendajes más
usados para el tórax y el abdomen
Se han abolido ya todas las funciones
orgánicas; no quedan más que movimientos respiratorios irregulares y cardíacos,
generalmente muy acelerados, faltando de cuando en cuando alguna contracción,
cada vez con mayor frecuencia; se presenta el estertor (El estertor es debido al paso del aire a través de las secreciones del
árbol respiratorio, las que, por la parálisis de esta vía, no pueden expelerse,
quedando almacenadas en los bronquios y tráquea); se cubre como de un
polvillo ceniciento el vello de las ventanas de la nariz; los ojos se vuelven
vidriosos; por la boca aparece frecuentemente una espumilla, los movimientos
respiratorios son cada vez más espaciados, queda el enfermo inmóvil, hace
ligeras contorsiones con los labios (boqueadas), se para el corazón y muere.
Muerte. La muerte
se comprueba por una serie de signos, que se muestran de por sí, unos, y que
hay que buscar, otros. La reunión de signos que aparentemente presenta el
cadáver le da un aspecto y posición especiales, llamados, respectivamente,
facies cadavérica y actitud del cadáver,
La facies cadavérica no tiene expresión;
por regla general, la tiñe una palidez cérea; las mucosas toman un color
blanquecino, los tejidos se humedecen, la mandíbula inferior cuelga, la nariz
está afilada, y los ojos entreabiertos.
La actitud del cadáver es en decúbito
dorsal; los miembros superiores caídos a lo largo del tronco y en semiflexión,
lo mismo que los inferiores; la cabeza, inclinada; la punta, del pie, vuelta
hacia fuera; el pulgar, flexionado hacia el hueco de la mano, y los cuatro
dedos restantes de la misma, flexionados, a su vez, encima del pulgar,
aprisionándole.
Otros signos tiene el cadáver que a
primera vista no se advierten; tales son la relajación de todos los esfínteres,
que se verifica en el momento de morir, por lo cual quedan entreabiertos todos
los orificios cerrados por ellos, como la boca, ojos, ano, pupila, etcétera.
Los ojos están aplastados; la córnea, opaca; en la esclerótica aparecen dos
manchas obscuras, externa e interna, que llegan a invadirla toda ella. El
corazón está parado, y la sangre se descompone, produciéndose equimosis (Equimosis, manchas azuladas, producidas por la
sangre extravasada y reducida en el expesor de la piel), en las
superficies de piel aplastada por el peso del cuerpo, y, además, en las partes más declives.
Signos muy importantes para la comprobación
de la muerte son: el paro prolongado de los movimientos del corazón, que puede
comprobarse por la auscultación durante cinco minutos, repetida, pasada media
hora, por segunda vez; la relajación de los esfínteres, en particular la
pupila, sin reacción del iris a la luz, que no se contraerá al acercar al ojo
una bujía; empaño de la córnea y ausencia de los movimientos respiratorios, que
se comprobará poniendo un espejo seco y brillante
delante de la boca del probable cadáver: no se empañará su superficie, por no
expeler el vaho que arrojaría en el movimiento espiratorio, por superficial que
fuera, si estuviese vivo.
FOTO 013 Vendajes más
usados para los miembros inferiores
La muerte aparente,
como su nombre indica, es un estado en el que el enfermo se muestra ante
nosotros como si fuese un cadáver. Puede ocurrir en varias enfermedades:
asfixia, síncope, histerismo, apoplejía, ciertos envenenamientos, etc. La
asfixia y el histerismo ocasionan la mayor parte de los casos; el último es el
que produce estados más prolongados de muerte aparente.
Al hablar de la
muerte real, expusimos los signos más seguros para determinarla; iremos en su
busca en todo caso de muerte aparente, y si todavía persistiera nuestra duda, se podría recurrir al
procedimiento del Dr. Icard, que consiste en practicar una inyección subcutánea
de ftuoresceína, al quinto, de 10 cc. Si la circulación no está abolida en absoluto, no tarda en
ser absorbida y transportada por la sangre, impregnando en seguida todos los
tejidos, en particular la conjuntiva, de un tinte amarillo, como si el
individuo tuviese ictericia.
Si no se dispone de
la disolución de ftuoresceína, puede hacerse otro procedimiento del mismo
autor, que consiste en escribir sobre papel común, con una disolución de
acetato de plomo, unas palabras cualquiera; estas serán invisibles, los papeles
se introducen en las ventanas nasales del paciente, y poco después de la muerte
se hacen visibles aquellas inscripciones.
En caso de muerte
aparente, se procurará restablecer los movimientos respiratorios (respiración
artificial), la sensibilidad (excitantes diversos sobre la piel, mucosa s y órganos de los
sentidos) y los
movimientos normales del corazón (estimulantes cardíacos).
Deberes que tiene que cumplir la
enfermera en caso de defunción de la persona a que presta sus cuidados. Cuando el paciente que cuide
una enfermera fallezca, tiene aquélla que advertir a la familia del difunto, si
lo ignorase, la necesidad de dar cuenta al Juzgado municipal correspondiente
del fallecimiento de aquella persona, para que el juez ordene al médico del
Registro civil el reconocimiento del cadáver, sin cuyo requisito no debe ser
inhumado.
El enterramiento,
también debe saber la enfermera no se puede efectuar antes de haber
transcurrido veinticuatro horas.
La habitación,
cuantos objetos haya empleado el paciente y las ropas usadas durante su enfermedad deben ser
escrupulosamente desinfectados.
La habitación donde
muere un enfermo no debe ser nunca habitada por persona alguna antes de su
desinfección.
Los objetos y ropas que usó un enfermo fallecido no
deben mezclarse nunca con las sucias, iguales de personas sanas, antes de
efectuar con ellos las operaciones de desinfección expuestas en la lección XIX,
siendo preferible para aquellos enseres de poco valor su inutilización por el
fuego.
Estos preceptos ha de tenerlos presentes la
enfermera, para, llegado el caso, manifestárselos a los allegados de la persona
fallecida.
AGRADECIMIENTOS
Sor Ángela Egaña Balenciaga
Siervas de María. Ministras de los enfermos
Carlos Álvarez Nebreda
Raúl Expósito González
Juan Ignacio Valle Racero
BIBLIOGRAFÍA
Manual Práctico de Asistencia a Enfermos.
Madrid 1920. Imprenta de Julio Cosano. Torija número 5, teléfono M 316.
AUTOR:
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero.
Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Colegiado
1.372. Ilustre Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro
de Enfermería Avanza
Miembro
de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro
de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro
de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro
no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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