En: Jordi Vigué y Melisa Ricketts en La Medicina en la pintura. El arte médico. Ars Medica. Barcelona
2008. Página 196.
FOTO 001 Cuadro de Santiago
Rusiñol (1861 – 1931). Realizado en 1894. Óleo sobre tela de 88 x 115 cm. Museu Cau Ferrat. Sitges,
Barcelona.
En 1804, el farmacéutico
alemán Friedrich W. A. Sertürner
(1783 -1841), consiguió aislar la morfina mientras buscaba el principio activo
del opio. Sertürner llamó al alcaloide que obtuvo principium somniferum opii por sus virtudes narcóticas, y
posteriormente morphium en honor del
mítico Morfeo, dios del sueño.
La morfina comenzó a
usarse como un analgésico muy fuerte. Actuaba en sólo 4 o 5 minutos, sumiendo
al paciente en un estado de letargo y bienestar que tenía, sin embargo, un
terrible efecto secundario: creaba adicción. Tras el éxito durante su
administración en los soldados alemanes durante la guerra francoprusiana
(1870), y dada la falta de regulación gubernamental en el consumo de sustancias
tóxicas y la ligereza con que muchos médicos la recetaban, nacieron grupos de
morfinómanos de clase alta que, provistos de lujosas jeringuillas
personalizadas, se reunían para administrarse morfina.
Santiago
Rusiñol
debía conocer muy bien la morfina, ya que recibió tratamiento con el fármaco
durante diez años, entre 1889 y 1899, para aliviar los dolores que le habían
quedado como secuela de una mala caída en Paris y algunos problemas renales. En
1899, comenzaría su cura de desintoxicación. El pintor estaba tan desorientado
que su esposa, Lluïsa Denis, de la
cual se había separado, volvió junto a él para cuidarle. La experiencia de
Rusiñol con la morfina sería tan intensa, que determinará el rumbo de su obra a
partir de estos años. Este lienzo presenta una sórdida escena en la que una
mujer manifiesta los efectos del potente fármaco, administrado por vía venosa.
La mujer está postrada
en la cama de un hospital, vestida con un camisón. La obra posee un tinte
erótico, ya que la expresión y el gesto que manifiesta sugiere el goce sexual.
El rostro está completamente relajado, mientras que el camisón resbala por el
hombro dejando al descubierto el nacimiento de los senos. Las manos crispadas
se aferran a las sábanas en auténtico éxtasis.
Aunque Rusiñol pudo
inspirarse en lo que vio desde su propia cama durante el proceso de cura, más
que una escena real, el pintor pintó el vivo retrato del peligroso narcótico.
La morfina es para Rusiñol una auténtica femme
fatale que proporciona placer al mismo tiempo que roba la vida al crear
adicción. Su cabellera negra cayendo por los hombros desnudos, los dedos
internándose lujuriosamente en las sábanas a la altura de la vista del
espectador muestran a una mujer sexualmente atractiva, pero extremadamente
peligrosa: una auténtica vampiresa.
AGRADECIMIENTO
Jordi
Vigué.
Estudió medicina en la Universidad de Barcelona. Historiador del Arte por La
Sorbona. Paris.
Melisa
Ricketts.
Licenciada en historia del Arte por la Universidad de Zaragoza. España.
BIBLIOGRAFÍA
La Medicina en la pintura. El arte médico. Jordi Vigué y
Melisa Ricketts. Ars Medica. Depósito Legal: M.40.757-2007. Página 196.
Manuel
Solórzano Sánchez
Enfermero. Hospital
Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Colegiado 1.372. Ilustre
Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro de Enfermería
Avanza
Miembro Comité de
Redacción de la Revista
Ética de los Cuidados
Miembro de Eusko
Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red
Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana
de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la
Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN,
A.C.
Miembro no numerario de
la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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