El cepillo de dientes no falta en
ningún cuarto de baño que se precie y se ha convertido en un elemento
indispensable de nuestro neceser. La historia de este sencillo pero fundamental
utensilio es muy antigua, pues el hombre ha prestado desde tiempos remotos una
gran atención a su dentadura. De hecho, en la civilización egipcia, una de las
disciplinas médicas más prestigiosas era la de dentista.
Nuestros antepasados consideraban
que una dentadura blanca requería cuidados muy concretos. Los avances se fueron
sucediendo y así, el médico latino Escribonius
Largus inventó la pasta de dientes hace la friolera de dos mil años.
Vinagre, miel, sal y cristal machacado eran los ingredientes básicos para su
composición. Pero antes que él, los griegos utilizaban la orina humana como
dentífrico, asegurando que no había mejor remedio contra la caries, creencia
que curiosamente era sostenida hasta el siglo pasado.
El cepillo de dientes, por su
parte, tuvo sus más directos antecesores en las ramitas de una planta de palma
llamada areca usadas por los árabes, que moldeaban los extremos para
suavizarlos. Su forma era similar a la de los palillos de hoy en día y algunas
tribus africanas y australianas siguen usando útiles similares para limpiar su
dentadura. Las civilizaciones clásicas también fueron desarrollando sus
instrumentos de limpieza: púas de puerco espín, masajear los dientes con un
paño de lino, etcétera.
FOTO 001 Cepillo de dientes y
pasta dentífrica
Trabajo
Original: sus AUTORES son María
Luz Fika Hernando, Profesora titular de la Universidad de
Enfermería de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC); José Manuel Fika Hernando, Médico-Estomatólogo de Osakidetza; Nerea Fika González, Odontóloga y Blanca Fernández Vallhonrat, Profesora
de la Universidad
de Enfermería de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC).
Los objetos de uso cotidiano y su
evolución a lo largo de la historia son un campo fértil de conocimiento para
múltiples disciplinas y, aunque a priori todos conocemos la historia del
teléfono, de la radio o de la televisión, hay elementos que por su sencillez y
su cotidianidad parecen carecer de historia, como es el caso del cepillo dental
o la pasta dentífrica.
Sin embargo, a lo largo de la
historia, el hombre ha prestado a la dentadura mayor atención de la que pueda
parecernos hoy. La dentadura postiza ya era fabricada por los etruscos
sirviéndose de piezas de marfil o sustituyendo los dientes perdidos por otros
de animal.
En la época primitiva el hombre
empleaba sus uñas o astillas de madera para la higiene bucal. En la época
prehispánica, los indígenas empleaban la raíz de algunas plantas o se
friccionaban los dientes con el dedo.
En la antigua civilización
egipcia una de las especialidades médicas más prestigiosas era la de dentista.
Los odontólogos egipcios conocían los efectos nocivos de una mal dentadura,
sugiriendo curiosos remedios para preservarla en buen estado, como el “clister
o lavativa” dental tras las comidas, a partir de nitrita o natrón disuelto en
agua, y si lo que tenían era un problema de halitosis, entonces tomaban
pastillas de kifi realizadas a partir
de semillas de alholva, molidas y mezcladas con incienso, mirra, bayas de
enebro, resina de acacia, pasas y miel.
El objetivo principal de los
cepillos dentales es remover adecuadamente la placa dental que se encuentra por
encima del borde de las encías. En busca de resolver las diferentes necesidades
de cada persona, en la actualidad existen numerosas formas, tamaños y presentaciones
de cepillos dentales.
El primer cepillo de dientes fue
una ramita, del tamaño de un lápiz, en la que se trataba un extremo para
conferirle un tacto blando y fibroso. Estos palitos se frotaban contra los
dientes, sin ningún abrasivo adicional, y han sido hallados en tumbas egipcias.
Los palitos masticables todavía se utilizan en ciertos lugares de Australia y
África, procedentes del árbol Salvadoree
pérsica o árbol cepillo dental.
Los árabes utilizaron ramitas de
areca, planta de palma cuya nuez era a su vez un excelente dentífrico. La areca
fue también aprovechada por los habitantes del lejano Oriente con el mismo fin,
aunque la mezclaban con hojas de betel y con la cal resultante del molido de
las conchas de ciertos moluscos, obteniendo lo que denominaron buyo, especie de chicle masticable que
mantenía los dientes limpios, blancos y alejaba el mal aliento.
El primer cepillo dental provisto
de cerdas tuvo su origen en China, en el siglo XV. Las cerdas extraídas
manualmente del cuello de cerdos procedentes de climas fríos, por ser más
consistentes, eran cosidas a unos mangos de bambú o de hueso. Fueron los
mercaderes los que introdujeron el cepillo dental chino entre los europeos,
quienes consideraron excesivamente irritantes las cerdas de cerdo, prefiriendo unos
cepillos más blandos confeccionados con pelo de caballo.
El doctor Pierre Fauchard, padre
de la odontología moderna, ofrece la primera explicación detallada del cepillo
dental en Europa en 1723. Se muestra crítico acerca de la efectividad de los
cepillos de pelo de caballo, demasiado blandos, y aún más respecto al gran
sector de la población que nunca, o en raras ocasiones, realizaba alguna
práctica de higiene bucal, recomendando frotarse vigorosamente, cada día, los
dientes y las encías con un trozo de esponja natural.
Los cepillos fabricados con pelos
de otros animales, como el tejón, experimentaron efímeros períodos de
popularidad y muchas personas preferían limpiarse los dientes, después de las
comidas, con una pluma rígida de ave o de ganso (como hicieron los romanos) o
utilizar mondadientes fabricados en bronce o plata.
FOTO 002 William Addis. Cepillo
Siglo XVII
Estos utensilios resultaron menos
nocivos que los cepillos de pelo animal duro, ya que cuando el bacteriólogo
francés Louis Pasteur expuso en el
siglo XIX su teoría sobre los gérmenes, los dentistas comprobaron que todos los
cepillos de pelo animal, que conservaban la humedad, acababan por acumular
bacterias y hongos microscópicos, y que la perforación de la encía por las
puntas de las cerdas podían ser la causa de numerosas infecciones orales.
Esterilizar los cepillos de pelo animal con agua hirviendo presentaba el
inconveniente de ablandarlos excesivamente o casi destruirlos y eran demasiado
caros para permitir su frecuente sustitución. La solución a este problema se
presentará en la tercera década del siglo XX.
Sin embargo, hay quien achaca la
invención del cepillo de dientes William
Addis quien fue encarcelado en Newgate (Inglaterra) en 1780. En aquella
época la forma tradicional de lavarse los dientes era frotarlos con un trapo de
lino con sal u otras sustancias. Buscando un sustituto, guardó un hueso de la
cena y con un pequeño soborno a uno de los guardianes consiguió unas cerdas,
las unió y pegó en los agujeros que había hecho en el hueso, creando el primer
cepillo tal y como hoy lo conocemos. Cuando salió de la prisión fundó la
compañía Addis y comenzó a comercializar los cepillos de dientes.
El descubrimiento del nailon en
la década de 1930 por los químicos de Du
Pont inició una revolución en la industria dental. Un polímero artificial
que pertenece al grupo de las poliamidas y cuya primera aplicación fue crear
con él cerdas para los cepillos de dientes. El nailon era duro, rígido y
flexible. Resistía la deformación y era inatacable por la humedad puesto que se
secaba por completo y con ello alejaba el desarrollo de las bacterias.
El primer cepillo de cerdas de
nailon fue vendido en Estados Unidos en 1938, bajo el nombre de Dr. West´s Miracle Tuft Toothbrush y Du
Pont dio a las fibras artificiales el nombre de Exton Bristies, recalcando que
las cerdas de nailon quedaban sujetas con firmeza al mango del cepillo, a un
precio de diez centavos. Sin embargo, eran demasiado rígidas y dañaban las
encías, motivo por el que los dentistas se negaron a recomendar estos cepillos.
A principios de 1950, la Du
Pont había perfeccionado un nailon “blando” que fue
presentado bajo el nombre de cepillo dental Park Avenue a un precio de nueve centavos.
Los cepillos de nailon mejoraron
la higiene dental y ahorraron molestias al ganado porcino, ya que en 1937, año
de la aparición de los cepillos de nailon, sólo Estados Unidos importaba
600.000 kilos de cerdas porcinas para cepillos dentales.
Pero de forma paralela al
desarrollo del cepillo de dientes manual, también lo hacia el eléctrico. En
1885 apareció la primera patente que se conoce de un cepillo de dientes
vibratorio provisto de un motor eléctrico. Sólo se sabe que su inventor fue un
dentista estadounidense de apellido Scott.
También conocemos que el cepillo era incómodo, ruidoso y caro.
Por estos motivos, no fue hasta
1961 cuando Squibb Company presentó el primer cepillo dental eléctrico con el
nombre de Broxodent, siendo recomendado por la American Dental
Association. Un año más tarde, la General Electric creó un cepillo dental eléctrico
sin toma de corriente, accionado por pilas y recargable.
En 1969 el cepillo de dientes
realizó un viaje histórico, cuando Neil Amstrong se cepilló los dientes pocos
minutos antes de descender a la superficie lunar.
También se sugieren los cepillos
interproximales, que son una especie de escobillas y se utilizan para eliminar
los restos de placa entre diente y diente. Muy recomendables en personas con
enfermedad periodontal, con prótesis fijas o aparatología como ortodoncia y
férulas.
El momento de cambiar de cepillo
dental, varía según la fuerza o la frecuencia del cepillado. En promedio se
sugiere cambiar cada tres meses el cepillo dental o cada vez que las cerdas se
vean desgastadas.
LA PASTA DENTÍFRICA
La primera referencia de la pasta
dentífrica se encuentra en un manuscrito egipcio del siglo IV a.C., donde se
establece la utilización del clister
para lavarse los dientes.
Las tribus negras del Alto Nilo
emplearon, y continúan haciéndolo, un dentífrico elaborado con las cenizas
resultantes de la quema del excremento de vaca.
FOTO 003 Cepillos de dientes y
diferentes pastas dentífricas
Los dentistas griegos fueron muy
solicitados por el pueblo etrusco, que sobresalió en la historia por la
blancura de su enigmática sonrisa. Utilizaron la orina humana como dentífrico,
asegurando Plinio el Joven (61-113 d.C.) que no había mejor remedio contra las
caries. Por muy desagradable que parezca, en la Edad media, la orina también fue empleada para la
higiene bucal. Los íberos, almacenaban su orina en recipientes, la dejaban
reposar y luego tomaban pequeñas cantidades para su uso como dentífrico. Los
romanos adoptaron esta costumbre pero mezclaban la orina con piedra pómez y
colorantes para hacer más llevadero el enjuague. Las mujeres romanas de clase
alta pagaban muy cara la orina lusitana, considerada la más valiosa, puesto que
se decía era la más fuerte del continente. Los historiadores del arte dental
creen que esto pudo ser cierto, pero tan sólo debido a que el líquido llegaba
desde el actual Portugal a través de un largo itinerario terrestre. La orina,
como componente activo de las pastas dentífricas y en los enjuagues, continuó
siendo utilizada en el siglo XVIII. En realidad, aunque sin saberlo, los
antiguos dentistas aprovechaban las moléculas limpiadoras del amoniaco
contenido en la orina, moléculas que más tarde serían utilizadas en las
modernas pastas dentífricas.
Pero esta práctica no terminó de
convencer más allá de los Pirineos, como refleja este pasaje de Erasmo de Rotterdam: Es preciso ser muy cuidadoso de tener los
dientes limpios, pues blanquearlos con polvos es propio de jovencitos.
Frotarlos con sal y alúmina es muy perjudicial y servirse de la orina para este
propósito es cosa de españoles.
El médico latino Escribonius Largus inventó la pasta de
dientes con ese fin. Una mezcla de vinagre, miel, sal y cristal muy machacado.
Los mayas emplearon sustancias de
origen animal y vegetal, como las raíces de la especie denominada chacmun (Rauwolfia heterophyla Willad) o
el chicle originario de las selvas del sureste mexicano, en el Gran Peten, y
que conocían con el nombre de sicte,
que significa sangre o fluido vital y los aztecas, bajo la denominación de tzictli.
En la Edad Media, los árabes
utilizaron arena fina y piedra pómez, descubriendo que el uso de estos
abrasivos perjudicaba al esmalte dental.
El primer dentífrico
comercializado apareció en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII, presentado
bajo el formato de pasta o polvo y envasado en una caja de cerámica. En 1842, Peabody, dentista de profesión, fue el
primero en agregar jabón a la pasta de dientes.
En 1850, el doctor Washington Sheffield Wentworth,
farmacéutico y cirujano dental, inventó la primera pasta de dientes a la que
llamó Creme Dentifrice. Lucius S., hijo del doctor Sheffield,
observó los tubos metálicos utilizados para las pinturas y colocó pasta dental
en este tipo de envases.
FOTO 004 Washington Sheffield Wentworth y su
pasta dentífrica
Tras la Segunda Guerra
Mundial, aparecieron detergentes sintéticos que sustituyeron al jabón utilizado
en las pastas dentales, tales como Lauril sulfato de sodio. Sería difícil
imaginar que la pasta dentífrica que encontramos hoy en cualquier comercio no
contuviera algún compuesto de flúor, especialmente monofluorofosfato de sodio.
En 1802, en varias regiones cercanas a Nápoles, los dentistas italianos
observaron manchas de color pardo amarillento en la dentadura de sus pacientes.
Estas manchas eran el resultado de una interacción de variaciones naturales en
el esmalte de los dientes y un alto nivel de fluoruros presentes en el suelo y
las aguas locales. Lo que ningún dentista napolitano pudo ignorar era que los
dientes manchados estaban libres de caries. En la década de 1840, tanto en
Italia como en Francia, los dentistas recomendaban chupar, desde edades muy
tempranas, regularmente tabletas elaboradas con fluoruro y endulzadas con miel.
La investigación del flúor en
odontología tuvo su inicio en 1901. El dentista Frederick McKay, en Colorado, inició sus investigaciones al
observar que numerosos residentes presentaban manchas de aspecto desagradable y
color café en sus dientes, lo que llegó a conocerse como mancha café de Colorado. La pasta dental fluorada aparece en 1914 y
es introducida en los países industrializados a finales de 1960.
Las primeras pruebas científicas
con agua potable fluorizada tuvieron lugar en los estados Unidos en 1915, y los
resultados fueron tan alentadores que los fluoruros se abrieron paso en el agua
potable, los enjuagues y las pastas dentífricas. En 1955, las pastas dentales
Crest fueron líderes en el mercado gracias al reconocimiento de la American Dental
Associoation.
No podemos terminar esta historia
de la pasta dentífrica, sin hacer mención de dos marcas comerciales que
marcaron un hito en la higiene bucal de los españoles. William Colgate funda su compañía abriendo una fábrica de almidón,
jabón y velas en Duch Street, en la ciudad de Nueva York. En 1856 se retira y
en 1857, después del fallecimiento de Colgate, la compañía adopta el nombre de
Colgate & Company. En 1873 se produce la primera crema dental, con un
carácter aromático y envasada en tarros. En 1896 aparece el primer dentífrico
envasado en tubos. En 1928 Colgate se fusiona con la compañía Palmolive. 1954
es el año en que la compañía Colgate-Palmolive constituye la filial española y
da comienzo la actividad comercial en España. En 1996, compra la marca y
fórmulas Profiden. En la actualidad Colgate-Palmolive España S.A. fabrica sus
productos principalmente en centros fabriles de distintos países.
Por último, Bilbao es la ciudad
que debe rendirse al autor de los mayores inventos: el Licor del Polo, en el año
1876, obra del farmacéutico Salustiano
de Orive. En el número 7 de la calle Askao estuvo el Balneario permanente
de este farmacéutico riojano, de Briones, que en su propaganda anunciaba: Baños hidroterapéuticos a la altura de los
mejores de Europa. Tenía doce bañeras de mármol y dos cuartos de duchas de
agua fría y caliente. En 1870 abrió una farmacia que se conocería como la Farmacia de Orive, lanzando al mercado unos
colutorios líquidos para la limpieza de la boca. Creó los laboratorios Orive de
Bilbao. Con la misma fórmula del original colutorio, se fabrica todavía el
actual elixir que caracteriza la
marca, fruto de destilar raíces de jengibre, pelitre, lirio, nuez moscada y
pimienta negra. Actualmente pertenece a Schwarzkopf & Kemkel.
Gran parte de las innovaciones en
las pastas de dientes tuvieron lugar después del avance del fluoruro. A partir
de 1980 la atención se centró en el sarro y la hipersensibilidad dental,
apareciendo en 1990 las pastas dentales dirigidas a eliminar el sarro y
promover unas encías saludables al introducir el bicarbonato de sodio y otros
ingredientes.
En la actualidad, la evidente
evolución científica y tecnológica de las pastas dentales nos lleva a observar
en el mercado una amplia gama de opciones, y dado el gran número de
ingredientes utilizados en su elaboración, podemos clasificarlos en agentes
limpiadores, agentes que previenen las caries, agentes que previenen el sarro,
agentes anti-placa bacteriana, agentes desensibilizantes o agentes pulidores o
blanqueadores, incluyendo otro tipo de ingredientes como agentes saborizantes,
edulcorantes o humectantes.
FOTO 005 Sher-Pira Tooth Powder, Shapria's
Pharmacy in San Anselmo, CA, 1917. Anuncios de Colgate y Licor del
Polo
Bibliografía
Revisión de diferentes
artículos Oral B-news.
CELDRÓN, P.: Historias de las cosas. Madrid:
Ediciones El Prado, 1995. PP. 9-11.
CIMMINO, F.: La vida cotidiana de los egipcios.
Madrid, 1991.
WENZEL, G.: Vida cotidiana doméstica: la casa como
espacio vital. Egipto, el mundo de los faraones. Colonia, 1997.
Papiro Ebers, 708-711.
STROUHAL, E.: La vida en el antiguo Egipto. Barcelona,
1994.
AGRADECIMIENTOS
María Luz Fika Hernando
José Manuel Fika Hernando
Nerea Fika González
Blanca Fernández Vallhonrat
AUTORES - COLABORADORES
Raúl Expósito González
Enfermero. Servicio de Anestesia
y Reanimación. Hospital “Santa Bárbara” de Puertollano. Ciudad Real. Experto en Barberos, Ministrantes y
Sangradores
Jesús Rubio Pilarte
Enfermero y sociólogo. Profesor
de la E. U. de
Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de
Oftalmología
Hospital Universitario Donostia
de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de
Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados
Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los
Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
No hay comentarios:
Publicar un comentario