domingo, 6 de noviembre de 2011

LA JERINGA OTRA HISTORIA






Etimología
El nombre de jeringa, proviene del latín “siringa” y este del griego “syrinx”: “cana o tubo”, consiste en un émbolo insertado en un tubo que tiene una pequeña apertura en uno de sus extremos por donde se expulsa el contenido de dicho tubo.
FOTO 001 Jeringa antigua y jeringa de cristal

Según el DRAE, una jeringa es un instrumento compuesto de un tubo que termina por su parte anterior en un cañoncito delgado; dentro del tubo juega un émbolo por medio del cual asciende, primero, y se arroja o inyecta, después, un líquido cualquiera. Y una jeringuilla es una jeringa pequeña en la que se enchufa una aguja hueca de punta aguda cortada a bisel, y que sirve para inyectar sustancias medicamentosas en tejidos u órganos.

Según el Diccionario de María Moliner, una jeringa es un utensilio de forma de bomba, empleado para diversos usos, como poner lavativas o rellenar embutidos. Particularmente, el de vidrio o plástico, de pequeño tamaño, que se emplea para poner inyecciones. Y una jeringuilla es una jeringa pequeña para inyecciones.

Según el Diccionario del español actual, de Manuel Seco, una jeringa es un instrumento sanitario compuesto de un tubo con una boquilla, dentro del cual juega un émbolo, y que sirve para aspirar un líquido y luego expelerlo o inyectarlo. Y una jeringuilla, es una jeringa pequeña a la que se enchufa una aguja hueca de punta aguda cortada a bisel, y que se emplea para inyectar medicamentos.

En este artículo, utilizaremos el término jeringa y no jeringuilla y nos referiremos únicamente a los instrumentos que sirven para inyectar medicamentos (omitiendo los que se emplean para lavativas, extracción de tapones de cera que se utilizan jeringas metálicas, u otros usos diferentes de la medicina. En otra época prevalecían las jeringas de vidrio (glass syringe), pero en nuestros días se han impuesto las de plástico (plastic syringe).

Según el Diccionario de la Lengua Española 2007 Larousse, jeringa, significa: Instrumento que consiste en un tubo hueco con un émbolo en su interior y con un extremo muy estrecho por el que se expulsan o aspiran líquidos o sustancias blandas.

Según el Diccionario de la Lengua Española Espasa Calpe 2005, dice de la jeringa que es un instrumento de vidrio, metal o plástico, para aspirar o impeler líquidos, compuesto de un tubo dentro del cual juega un émbolo.

Las jeringas son utilizadas para introducir pequeñas cantidades de gases o líquidos en áreas inaccesibles. Normalmente se la llena introduciendo la aguja en el líquido y tirando del émbolo. A continuación se coloca con la aguja hacia arriba y se presiona el émbolo para expulsar las burbujas de aire que hayan quedado, y posteriormente se introduce la aguja y se expulsa el líquido presionando el émbolo “Wikipedia”. El proceso de administrar una sustancia con una jeringa se llama inyección.

Su Historia
Desde la Antigüedad se pensó en evitar el dolor, introduciendo sustancias en el interior del organismo a través de la piel y directamente en los músculos o la sangre. Aunque hay que reconocer sin embargo que el primer antecedente de la jeringa es del siglo IX, instancia en que el cirujano iraquí egipcio Ammar Ali al-Mawsili técnicamente inventó la primera de ellas usando un tubo de vidrio hueco y la técnica de succión para remover las cataratas de los ojos de un paciente, una práctica que continuó en uso hasta el año 1230 y que luego volvió a utilizarse en el siglo XX.

Los griegos inventaron un instrumento rudimentario, una vejiga con una caña, que hacia finales del Siglo XV se transformó en las famosas lavativas. Los primeros intentos de usar algo similar a una jeringuilla se realizaron en el Siglo XVII, cuando se intentó inocular medicamentos analgésicos justo en el lugar afectado por el dolor.

En el año 1656 un famoso científico y arquitecto inglés Sir Christopher Wren, es conocido por su diseño de la Catedral de San Pablo en Londres, inspirándose en la Basílica de San Pedro de Roma. Mientras se encontraba ingresado en un hospital y le pasaban suero por vena, para sustituir los alimentos y líquidos que en forma natural se administran por la boca, comenzó a imaginar el diseño de la primera jeringa hipodérmica, para lo cual profundizó en los estudios realizados por Andrés Vesalius (Padre de la Anatomía Moderna) y una vez que el arquitecto completó los conocimientos que necesitaba, llegó a la conclusión de que los alimentos absorbidos en el tracto digestivo son llevados por la vía sanguínea a todos los órganos del sistema, por lo tanto, si se ponía la sustancia directa en un vaso sanguíneo, rápidamente se tendría el efecto esperado, de ello y de su particular ingenio nace la primera jeringa hipodérmica.

Se le ocurrió entonces usar una pluma de ave, la aguja se hizo de la sonda que forma el centro de la pluma que biselada en un extremo y atándole al opuesto una vejiga de un pequeño mamífero dio el equivalente de la jeringa rudimentaria, ésta fue llevada por la goma del opio, más agua de la llave y puesta en la vena hizo nacer una manera científica y útil de sustituir la vía oral. Este experimento se llevó a cabo en un perro al que se le inyectó vino y cerveza inglesa (inyectó vino a un animal con el cañón de una pluma de pájaro y una vejiga de cerdo), y después a un borracho que se encontraba en la propia catedral de Saint Paúl en Londres para quitarle el estado de embriaguez y al cual mantuvo dormido durante veinticuatro horas.
FOTO 002 Sir Christopher Wren

La primera medicación administrada por vía intravenosa data del año 1657, cuando Sir Christopher Wren inyectó opio a un humano, aunque poco se sabe de su técnica. A principios del siglo XIX se descubrió la morfina, sustancia que fue recibida con gran entusiasmo, siendo considerada “el medicamento más notable descubierto por el hombre”.

Otra anécdota que se cuenta es que: Cien años más tarde, un alquimista nombrado Jonathan, cuenta la entrada de un amigo, ligeramente indispuesto con el dolor de un cólico, al cuarto de un gran médico que adquiriendo fama por curar esta enfermedad de forma particular, había construido un fuelle con el cañón de un marfil ,que haciendo las veces de jeringa de viento debía extraer todo el aire interior para “purgar las entrañas que se hallaban atascadas”, pero por suerte o por desgracia en ese momento se puso a hacer la operación en un perro y este reventó al instante, cuya casualidad lo desconcertó del todo y no le dejaron realizar esta experiencia con la persona.

Haciendo referencia al uso de la jeringuilla en el tratamiento ginecológico contamos con la prueba que me dejó su albacea testamentario, Hunter. Al morir éste en 1793, entre sus documentos se encontró la descripción de una inseminación artificial practicada en Londres satisfactoriamente, en una paciente cuyo marido sufría de hipospadia, (este suceso se sitúa sin duda hacia 1776), Hunter se había servido de una jeringuilla calentada para extraer el semen del marido. Casi en el mismo tiempo, Pavia Spallanzani, investigaba la fecundación artificial en sapos, salamandras, etc. y en 1780 consiguió inseminar a una perra. En 1809 el médico francés Francois Magendie demostró por primera vez que era posible introducir medicamentos a través de la piel. Un siglo más tarde en el año 1842 se creó la jeringa de Davidson.

También se recoge en la historia que, conformada por un tubo de caucho armado con una boquilla apropiada, insertada en una pera compresible y un juego de válvula que permite que el líquido por compresión sea impulsado hacia el extremo de la boquilla, se creó la jeringa de Braum (1829-1911), empleada en la práctica ginecológica, que no es más que una jeringa de cristal con armadura metálica, provista de una cánula larga parecida a un histerómetro, en cuyo extremo se hallan tres o cuatro agujeros. Se sigue trabajando en el desarrollo de la jeringa y es en 1827, que Von Neurner diseñó un nuevo modelo destinado a la práctica oftalmológica en Veterinaria.
FOTO 003 Alexander Wood

En 1836, el médico francés G. Lafargue introdujo morfina bajo la piel, mediante el empleo de una lanceta que forzó en posición casi horizontal. En 1841, un norteamericano, Zophar Jayne, patentó una jeringa que tenía una aguja puntiaguda, pero su inserción en los tejidos se efectuaba mediante una incisión previa en la piel con una lanceta; tres años después el médico irlandés Frances Rynd de Dublín inició la administración de drogas vía subcutánea usando un complicado estilete (introdujo el uso de una aguja metálica para calmar el dolor de una paciente con neuralgia del trigémino), forzando la entrada de la solución en los tejidos por gravedad, aunque no era precisamente una jeringa hipodérmica, su acción era similar.

Siguiendo este desarrollo, en el año de 1839, los doctores Taylor y Washington, de Nueva York, presentaron por primera vez la forma de introducir una solución de morfina en los tejidos mediante la jeringa Anel, la cual fue predecesora del actual instrumento hipodérmico. Fue una jeringa de tamaño muy chico, hecha de plata Sterling, con pistón de cuero, alargado y delgado, originalmente diseñado para uso en el conducto lacrimal. Había que hacer una incisión en la piel para introducir la punta de la jeringa en el conducto lacrimal. Así se comenzaron a buscar soluciones basadas en la práctica médica por ejemplo: Anel, un reconocido cirujano, creó una jeringa de extremidad fina que usó para la inyección del conducto nasal y tratamiento de las afecciones de los conductos lagrimales, con un consecuente avance de la cirugía oftálmica.

El objetivo se consiguió definitivamente a mediados del siglo XIX, en el año 1849. Alexander Wood, Secretario del Real Colegio de Médicos de Edimburgo, en el Reino Unido, había estado experimentando con una aguja hueca para la administración de drogas en la corriente sanguínea (puso un punto cortante en la extremidad de esa jeringa para introducirlo debajo de la piel, sin necesidad de hacer incisión) y en 1853 inventó la jeringa hipodérmica. Su invento le permitió inyectarle morfina a su esposa, que padecía un cáncer incurable. La Sra. Wood fue la primera persona en recibir la droga por esa vía, pero también la primera en adquirir el “hábito de la aguja”. El buen Dr. Wood obtuvo el aplauso del mundo entero por su invención, pero pagó caro su descubrimiento. Tristemente, su esposa murió por una sobredosis de morfina. Mejoró la recién inventada jeringa hipodérmica, mencionándola en su libro “El nuevo método para el tratamiento de las neuralgias, aplicando directamente opiáceos a los puntos dolorosos”. Continuando con sus descubrimientos en 1854, Wood inventó la aguja metálica hueca.

En 1851, el cirujano Charles Gabriel Pravaz de Lyon, Francia, diseñó una jeringa hipodérmica similar, precursora de las actuales. La dosificación se conseguía dando vueltas al eje de un pistón. Pronto se popularizó el uso de la “Jeringa Pravaz” en diversas cirugías (la primera vez que la utilizó fue para la inyección intravenosa de anticoagulantes para el tratamiento del aneurisma). A través de su extremidad superior un orificio da paso al vástago del pistón y la graduación se halla inscrita sobre el vástago. En otros modelos el pistón es de amianto, de goma vulcanizada. En su cuerpo va la división en centímetros cúbicos y décimo en un cilindro de cristal esmerilado, que ajusta a la cavidad del cuerpo terminando éste en un tubo que en la jeringa pequeña se adapta al diámetro exterior del pabellón de las agujas y en las de mayor tamaño se emplea una pieza metálica que se llama raccord. Un tipo de jeringa especial es el de Barthelemy, jeringa de muy pequeño tamaño y división centesimal usada para inyectar medicamentos de pequeñas dosis (insulina y tuberculina).

El inglés Williams Fergusson simplificó la jeringa y el fabricante Luer la industrializó. Muchas dificultades que habían enfrentado quienes experimentaban con transfusiones de sangre desaparecieron con la invención de la jeringa hipodérmica, con su afilada aguja hueca. El invento propició el uso indiscriminado de la morfina como un remedio contra todo tipo de dolores. La trágica muerte de la Sra. Wood como consecuencia de su adicción debió haber sido una advertencia para los médicos, pero no sucedió así. Sin ninguna base científica, afirmaban que si administraban la morfina por vía oral, se originaban trastornos porque no sabían con exactitud qué dosis dar. En cambio, si lo hacían a través de la fina agujita del Dr. Wood, sabían exactamente cuánta inyectar, los resultados eran más rápidos y no producía hábito.
FOTO 004 Charles Gabriel Pravaz y su jeringa

Con la bendición de los médicos, la morfina se introdujo en las venas de todo paciente que sufría de gota, reumatismo o hasta dolor de muelas. Como analgésico insuperable, fue empleada masivamente para aliviar el sufrimiento de los heridos en la Guerra Civil de los Estados Unidos, pero muchos combatientes regresaron a sus hogares adictos a la morfina. Se calcula que esta contienda creó más de un millón y medio de morfinómanos. Para ahorrarse largos viajes, algunos médicos despreocupados aconsejaban a sus pacientes que consiguieran una jeringa hipodérmica para ponerse ellos mismos las inyecciones de morfina.

En el año de 1856, el doctor Baker, de Nueva York, en una visita a Edimburgo, conoció la jeringa Ferguson. Con este modelo, la compañía George Tiemann, de Nueva York, produjo la primera jeringa hipodérmica hecha en los Estados Unidos, y fue entonces cuando el uso de jeringas y agujas especialmente construidas, se hizo más común. Los primeros libros sobre medicamentos hipodérmicos muestran jeringas hechas por George Tiemann de Nueva York, Autenriewth de Cincinnati y Gemrig & Son y Letz & Sons de Filadelfia. Estas jeringas fueron hechas de diversos materiales, tales como vidrio, hule consistente, plata esterlina, celuloide y plata alemana. Los pistones fueron hechos generalmente de cuero. Con estos desarrollos en la fabricación llegamos al nacimiento de la jeringa hipodérmica como es conocida hoy en día

La guerra Franco-Prusiana de 1870 creó una situación idéntica en Europa. La “enfermedad del soldado” se disparó y la Medicina se encontró con el problema de desintoxicar a millones de adictos. (La enfermedad del soldado es el nombre que durante la segunda mitad del siglo XIX se le dio a la adicción a la morfina, especialmente en Estados Unidos. El nombre hace referencia al hecho de que en la Guerra de Secesión se administraba esta droga a los soldados para aliviar su dolor, con lo que muchos se hicieron adictos).

Esto era algo que los brillantes químicos y médicos no habían previsto: la morfina era un arma de dos filos. Muchos siglos antes, en la vieja China ya se había escrito con terrible claridad: “si bien sus efectos son rápidos, debe usarse con mucho cuidado porque mata como un cuchillo”.

Entonces, cuando los médicos supieron el daño que la morfina podía causar, se dio otro paso trágico. En 1898, el Profesor Heinrich Dreser comunicó al Congreso de Naturalistas y Médicos Alemanes que había creado un nuevo producto químico semejante a la morfina, pero que no producía hábito; incluso lo había usado para curar morfinómanos. Químicamente hablando, debería llamarse diacetilmorfina. Pero el nombre era demasiado complicado y llamó a esta heroica droga, “heroína”. Ningún medicamento fue recibido con más entusiasmo que la heroína, hasta que se comprobó que podía crear un hábito aún más infernal que el de la morfina.

Estas duras lecciones enseñaron a los hombres de ciencia y a los médicos la regla número uno para la investigación de nuevos medicamentos: “Nunca se administrará a un paciente droga alguna que sea más peligrosa que la enfermedad que padece”. Por otro lado, los legisladores tomaron nota de cómo dos sustancias consideradas milagrosas se convirtieron en una pesadilla y a principios del Siglo XX aparecieron leyes controlando la producción de narcóticos, para proteger a la población de sus peligros.

Años más tarde en 1870, Pierre descubrió el uso de hidrato de cloral endovenoso para dar analgesia durante la cirugía y así la técnica de administración endovenosa quedó establecida. Un cirujano inglés nombrado Alfred Higginson, creó en este siglo una jeringa con válvula para enemas al llegar al siglo XX este se lleva una lista asombrosa de realizaciones porque era un ambiente donde innovación y creatividad eran necesarias por la guerra, la situación económica y condiciones ásperas naturales.

Volviendo a la historia de las jeringas, durante el siglo pasado hubo importantes mejoras. Benjamin A. Rubin inventó la aguja de vacunación, una versión refinada de la aguja convencional. En 1904 se creó una jeringa de alta presión conocida como el calmante Wilcox Jewel actuando por el resorte de una hoja. En 1917 Harvey Scook ideó un sistema de cartucho para la protección del medicamento. La primera jeringa para inyección de insulina apareció en 1924, y ya en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, la jeringa cartucho permitió a los combatientes autoadministrarse morfina para evitar el dolor de las heridas.

En 1947 apareció el primer modelo con un tubo colector para sacar sangre. Hasta aquí se había avanzado significativamente, aunque el hecho de poder esterilizar las jeringas era todavía un procedimiento que había que tener en cuenta; en sus estuches metálicos se cubrían con agua y se las hacía hervir o se las pasaba por alcohol; métodos engorrosos y que no eran cien por ciento asépticos. El estadounidense Arthur E. Smith patentó una jeringa desechable en 1950. Cuatro años después, Becton, Dickinson y Compañía crearon la primera jeringa desechable en ser producida masivamente. Era de vidrio y fue desarrollada para la administración de la vacuna de la polio del Dr. Jonas Salk a un millón de niños en los Estados Unidos.
FOTO 005 Jeringas de cristal

Antes que se inventaran las primeras jeringas desechables, éstas estaban hechas de vidrio y tenían agujas separadas. Las agujas anteriores tenían que hervirse, y sumergirse en alcohol después de cada uso, además se tenían que afilar frecuentemente. A finales del siglo XIX, la jeringa de cristal ya estaba patentada.

Así fue que en 1954 la primera jeringa descartable salió al mercado hecha a base de polipropileno. En 1955, los Productos Roehr introdujeron una jeringa hipodérmica desechable de plástico llamada Monoject. Al año siguiente, el farmacéutico Colin Murdoch de Nueva Zelanda patentó otra jeringa plástica desechable. Murdoch también inventó las jeringas automáticas para vacunar animales y la pistola tranquilizadora. Entre los avances más recientes están la microaguja, que permite aplicar inyecciones indoloras. Fue desarrollada por el ingeniero químico Mark Prausnitz y el ingeniero eléctrico Mark Allen del Instituto de Tecnología de Georgia. El prototipo parece un parche.

Con el transcurso del tiempo fueron apareciendo nuevas enfermedades de transmisión por contacto con agujas contaminadas y para ello surgieron nuevas invenciones, creándose otros tipos de jeringuilla de seguridad y entre ellas, la diseñada por Jean Louis Brunet en el año 1990, jeringuilla de seguridad para extracciones de sangre e inyecciones que comprende un dispositivo que permite proteger a los usuarios de jeringas médicas. Este está constituido por un protector ranurado fijo y un manguito elástico sobre el cual se coloca la aguja impidiendo, por una parte, cualquier contacto con la punta de la aguja sucia, permitiendo, por otra parte, la colocación en paralelo de la aguja sobre el plano del brazo en el momento de la penetración y el control visual del reflujo sanguíneo durante la entrada de la aguja en la vena.

Otros de los tipos que se conocen fue la “jeringuilla de seguridad simplificada”, la misma posee un cilindro convencional, un émbolo unido a un vástago empujador, dotado de una prolongación susceptible de ensartar una pieza vinculada a la aguja, y una aguja unida a una hembrilla, dispuesta sobre una base no movible siendo dicha aguja fijada desde el exterior y al exterior del cilindro. Entre las más modernas se sitúa a la nueva “jeringa automática, antisida, antinfección” cuya invención consiste en una jeringa de uso único, formada por cilindro, émbolo, aguja y conectador de la aguja, poseyendo una cámara de aire en principio que coincide con la longitud del conectador de aguja, con la longitud del vástago del empujador del émbolo y con la longitud de la aguja, siendo el empujador igual o menos largo que el cilindro y teniendo aletas retráctiles en su extremo. La aguja se introduce con su cabezal en el interior del conectador y el embolo, su extremo y la aguja son de acero especial.
FOTO 006 Jeringas de cristal y Jeringas de Pravaz

Hoy en día
Cada año, más de 8 billones de personas usan la jeringa de forma poco segura y esta situación genera 1.3 millones de muertes al año. En muchos lugares del mundo como la India, las jeringas son rehusadas en el 62% de las veces, por personas y no por profesionales de la medicina y la gente confía en estas personas y permiten que se les administren medicamentos sin saber que se emplea la misma jeringa para muchas personas. En México se cuenta con la vigilancia y transporte de material punzo cortante, en la mayoría de los hospitales, sin embargo, en el hogar no tenemos esas medidas y miles de jeringas se utilizan cotidianamente y son desechadas al basurero sin tener conciencia que estos instrumentos que nos pueden ayudar a mejorar la salud, puedan ser reutilizados en otras personas sin saber su procedencia.

Por ello, hagamos conciencia y tengamos la precaución de destruir o inhabilitar la jeringa después de usarla y depositarla, si es posible en un sitio especial para ello y sólo utilizarla con fines terapéuticos.

AUTORES
Jesús Rubio Pilarte
Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com

Raúl Expósito González
Enfermero. Servicio de Anestesia y Reanimación. Hospital “Santa Bárbara” de Puertollano. Ciudad Real. Experto en Ministrantes y Sangradores
raexgon@hotmail.com

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Algo sobre Letitia Mumford Geer y su patente de 1899 de la 1ª jeringa que se puede usar con una sola mano?

Anónimo dijo...

Nada no. A las mujeres, no se sabe porqué, habitualmente se las olvida...