Libro que me ha enviado y regalado, mi buena amiga Mercedes Fraile Bravo, enfermera de Mérida. El libro consta de 146 páginas, está escrito por Francisco Martínez Bruque y Miguel Pérez Luna, y patrocinado por la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura y por la Universidad de Extremadura.
El libro se titula Historia de la Enfermería en Badajoz, del Protobarbeirato a la Enfermería Universitaria.
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Curar, a veces; mejorar, a menudo; cuidar, siempre. (Anónimo del siglo XIV)
Además de la introducción, divide el libro en once capítulos, en el primero nos cuenta el concepto actual de Enfermería, funciones de enfermería, campos de actuación y método enfermero. En el segundo nos habla del siglo XV, la herencia medieval, el contexto socio-político y la asistencia sanitaria. En el tercero, es el siglo XVI y nos habla de los precedentes legales, el personal sanitario asistencial y las técnicas y remedios curativos. En el cuarto, es el siglo XVII y habla de cofrades y enfermeros, el enfermero como responsable de los cuidados integrales, del oficio de matrona, cirugía menos y otras actividades de enfermería.
En el quinto capítulo habla del siglo XVIII de las disposiciones legales, el contexto socio-político y los remedios empíricos. En el sexto, siglo XIX, la regulación de la asistencia sanitaria domiciliaria y los antecedentes enfermeros. En el séptimo habla de la enfermería y el Hospicio de Badajoz, la enfermería institucional, el Hospicio, el Hospital de peregrinos, del enfermero mayor y el Hospital de Unciones. En el octavo el contexto sanitario y epidemias en la sociedad pacense del siglo XIX. Enfermería y Hospital San Sebastián: ordenanzas de 1804. Cólera morbo y enfermería.
En el noveno capítulo trata de la atención de enfermería en el Badajoz del siglo XIX y la llegada de las Hijas de la Caridad, recursos y gestión del hospital, contratación de las Hermanas y condiciones económicas. Rechazo a la labor de las Hermanas y el enfrentamiento entre el Hospital y el Hospicio. En el décimo trata sobre la Historia y sus protagonistas, figuras de la Enfermería pacense, conflictos y competencias. Y en el undécimo y último capítulo que versará sobre el siglo XX con personas, lugares y hechos, reglamento de 1926 para el Régimen Interior del Hospital Provincial de San Sebastián de Badajoz. De la segunda república a la Ley de Bases de Sanidad Nacional de 1944, servicios profesionales y Centros sanitarios. Y como último de las Escuelas de ATS a la Universidad.
Todas las civilizaciones, en todas las épocas, han sentido la necesidad de intentar remediar sus problemas de salud y han buscado soluciones de una forma u otra. En la India del siglo IV a.C. el texto de Charaka proclama las cualidades que han de reunir los que atienden a los enfermos, y en el de Susruta se dice de los enfermeros que “han de ser personas dispuestas a permanecer a la cabecera del enfermo con sangre fría y con agrado, sin molestarle con su charla, atentos siempre a sus requerimientos”.
En la Grecia de Hipócrates también se hace referencia a la labor complementaria de la enfermería y la medicina; en el libro de los Aforismos encontramos un párrafo que traducido literalmente dice: “No podrá el médico por sí solo salir airoso en la curación de la enfermedad si no lo favorece el enfermo, los asistentes y las circunstancias exteriores”. Los tratados hipocráticos inician la andadura científica de la medicina a través de la observación y análisis de los fenómenos que intervienen en el ciclo salud-enfermedad. Por el contrario, los encargados de cuidar a los enfermos se limitaban a transmitir sus conocimientos sin profundizar en las consecuencias de sus acciones, sin dejar constancia de sus logros y sin ningún rigor científico.
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Fue en el Primer Concilio de Nicea cuando la Iglesia, movida por los principios de caridad inspirados por la predicación evangélica, decide que cada obispo estableciera un xenodoquio para alojamiento de todo tipo de desvalidos, establecimiento que fue predecesor del hospital moderno y de la mayoría de demás instituciones caritativas.
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Único resto de arquitectura visigoda de carácter civil conservado en España. Es el Xenodoquium un albergue para peregrinos que servía también como hospital para los pobres de la ciudad. Se cree que fue construido hacia la mitad del siglo VI en un sector suburbano de la Colonia, próximo al Acueducto de San Lázaro, el Circo y la calzada que comunicaba Mérida con Toledo y Córdoba y que posteriormente fue una extensa área de necrópolis en torno al centro de culto martirial, la Basílica de Santa Eulalia. Después de su abandono, el solar se utiliza como terreno agrícola hasta nuestros días.
La Medicina, desde la Escuela de Cos, empieza a configurarse como ciencia, la Enfermería no lograría hacerlo hasta mediados del siglo XIX, sin embargo el beneficio social derivado de la labor de los enfermeros es una constante en todas las épocas.
Enfermeros/as, barberos, sangradores, dentistas, sacamuelas, comadronas, cirujanos romancistas, ministrantes, batidores de cataratas, practicantes, etc. han contribuido a aliviar las dolencias de los necesitados durante siglos.
La profesión de Enfermería hoy es fruto de la evolución de estos oficios, que han ido basando la aplicación de sus técnicas en las aportaciones científicas de las disciplinas biológicas, y descubriendo al mismo tiempo su aportación específica al fomento y promoción de la salud, prevención y curación de la enfermedad, rehabilitación y reinserción.
Durante toda la etapa medieval la atención a los enfermos, tanto médica como de enfermería, resultaba absolutamente precaria. Ni el Estado ni ningún organismo institucional se creían obligados a socorrer las miserias de los ciudadanos. Las personas que disponían de algún patrimonio recibían en sus casas la atención de los físicos o sangradores, adivinos, hechiceros, agoreros y otros sanadores. Los centros encargados de atender a los enfermos eran más bien casas de acogida a necesitados de toda índole que sostenían los conventos y las Órdenes Militares principalmente; los Concejos y algunas fundaciones de carácter privado aportaron algunos recursos que tan sólo satisfacían algunas necesidades primarias.
En Badajoz parece que no hubo ninguna institución asistencial hasta el siglo XV, aunque se habla de una “casa de curar” desde el XIV. Estas casas de curar disponían bienes por las donaciones que recibían las cofradías que se encargaban de su mantenimiento.
La asistencia sanitaria y social durante la Edad Media no había sido objeto de ningún tipo de política. Los centros asistenciales pertenecían al ámbito privado en la casi totalidad de los casos y no eran materia de regulación oficial. Sólo la Iglesia, a través de sus Órdenes Militares y Religiosas, se había preocupado de los menesterosos de toda índole (enfermos, lisiados, transeúntes, viudas, huérfanos, etc.), prestándoles algún soporte asistencial. Las aportaciones de los Concejos eran de escasa entidad y raramente solucionaban los casos más acuciantes. La enfermedad conducía, irremisiblemente, a la ruina. Las familias que vivían de su trabajo, el único bien que poseían, se veían abocadas a la miseria cuando la falta de salud les impedía realizarlo.
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Los conceptos de hospital, medicina, enfermería, curación, salud, enfermedad, prevención, rehabilitación, inserción, etc., tenían escasa correspondencia con la interpretación que hoy se hace de ellos. Los hospitales de la época son más bien hospederías de pobres, transeúntes, pícaros y menesterosos, en los que principalmente se cuidaba (con los escasos medios disponibles) a los que se acogían a tales instituciones. Éstas poseían casi todas carácter privado y funcionaban bajo el patrocinio de la Iglesia, promovidas por los señores de las tierras, a veces movidos por la fe o por evitar la gran conflictividad social que ocasionaba la situación de miseria reinante.
En esta situación, la figura de enfermero empieza a perfilarse tomar carta de naturaleza en la sociedad. Se tiene conciencia de la necesidad de remediar las demandas de las personas sin bienes o sin habilidades para hacer frente a sus propios estados de carencia. Las Obras de Misericordia han de ser una práctica habitual de los cristianos a las que todos deben sentirse impulsados.
Visitar a los enfermos, vestir al desnudo, consolar al triste, dar posada al peregrino, dar de beber al sediento, dar de comer al hambriento, enseñar al que no sabe y dar buen consejo al que lo requiere constituyen principios perfectamente asumibles por la Enfermería actual. La atención a las necesidades básicas que propugna la ilustre enfermera teórica Virginia Henderson no anda muy lejos de esta concepción, con la salvedad de que las acciones que para estos fines se establezcan han de estar fundamentadas en el conocimiento científico que empieza a despertarse en el Renacimiento.
Hacia finales de la Edad Media, surge una cierta paradoja en relación con la manera de conceptuar la pobreza. Por un lado, se identifica a los pobres con Cristo y por otro se considera la pobreza como fruto de una maldición. Los menesterosos empiezan a ser considerados como un peligro social; su elevado número requería arbitrar medidas que no era posible establecer solo con limosnas individuales, se hacía imprescindible que las instituciones se implicaran como hasta entonces no lo habían hecho. Fueron los Reyes Católicos, cuya llegada al trono coincide con una situación absolutamente crítica, quienes iniciaron el proceso de reforma de las estructuras jurídicas, económicas y políticas para intentar restablecer una convivencia ordenada.
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Trataron también de regular el ejercicio de las profesiones sanitarias mediante la creación de los Tribunales del Protomedicato y el Protobarbeirato. El primero, formado por médicos de la corte, regulaba el ejercicio de la medicina; el segundo regulaba el oficio de barbero y flebotomíano, ambos con carácter independiente.
La primera referencia escrita de un precursor de los enfermeros actuales la encontramos en el Fuero Juzgo, recopilación de textos legales escritos inicialmente en latín, que arranca del siglo VIII, a partir del Concilio de Toledo, posteriormente traducido al romance en el siglo XIII: “Que el físico ò el sangrador non deven sangrar, ni melecinar la mugier, si los parientes non estuvieren delante”.
En el año 1500 los Reyes Católicos promulgan una pragmática por la que se permite a los barberos abrir tienda donde sajar, sangrar, poner ventosas y sanguijuelas y sacar dientes y muelas, previo examen por los barberos Mayores castigando con “las penas de jurisdicción” a aquellas personas que ejercieran estas atribuciones sin la correspondiente acreditación por el dicho tribunal.
Este oficio de barbero y examinador mayor es el antecedente primero de lo que sería después el “Practicante en Medicina y Cirugía”, entrañable figura ya desaparecida del actual marco docente y legal, pero no del recuerdo de un gran número de ciudadanos a los que ayudaron, sin importarles la hora ni la fecha, a sobrellevar sus dolencias siempre con agrado y profesionalidad.
Nada o casi nada se conocía en esta época sobre la etiología de las enfermedades, su evolución y pronóstico. Los tratamientos que se aplicaban eran de carácter empírico, y la mayoría de las ocasiones sus efectos contribuían a empeorar las dolencias más que a mejorarlas. Los conocimientos de los médicos estaban basados en la vieja fisiología galénica, plagada de errores, que no serían modificados hasta el renacer científico del siglo XVI.
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En todos los escritos médicos hasta finales de este siglo, tanto en manuscritos como en libros impresos, encontramos referencias a la teoría hipocrática de los cuatro humores (sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla), que algunos médicos habían asociado con los diferentes temperamentos según el humor predominante (sanguíneo, flemático, colérico y melancólico).
Los tratamientos que se prescribían, muchos de los cuales perdurarían hasta el siglo XIX y principios del XX, iban encaminados a combatir algunos de los síntomas que más preocupaban: el dolor, la fiebre, la tos, etc. Se ordenaban fórmulas tan inconcebibles hoy como caldos de víboras, de ranas o de caracoles. Se recetaban sahumerios y vapores dirigidos al ano, amén de sangrías mediante sanguijuelas, ventosas, lavativas, cataplasmas, pociones, purgas, baños, etc.
En los hospitales tales prescripciones eran llevadas a cabo por enfermeros, topiqueros, sangradores, barberos, etc… A los enfermeros les afectaba especialmente lo relacionado con la alimentación, higiene y la vigilancia del enfermo, procurando que las prescripciones médicas se cumplimentaran rigurosamente según fuera ordenado.
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En esta época hay en Badajoz al menos un hospital abierto por la Hermandad y Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción, fundada en 1344 por el entonces Obispo de Badajoz, Vicente Estébanez. En sus constituciones fundacionales (fuero) se evidencia la constante preocupación de los cofrades por la atención a los pobres, enfermos, viudas y difuntos, disponiendo para su atención cuantiosos recursos en bienes y personas con fines benéfico – asistenciales.
Es probable que este hospital estuviera ubicado junto a la Iglesia de la Concepción en su primer emplazamiento, según escribe Juan Solano de Figueroa en su Historia Eclesiástica de Badajoz en 1664; “Por otra parte ay en esta Çiudad yglesia (que á Çien años que es ayuda de Parroqia) con titulo de la Çconcepcion, y tiene hospital. Pero esta ni es, ni fue la yglesia de San Andres, sino la que oy perseuera con su nombre, bajando la yglesia Catedral á la Puerta de la Trinidad. Veo también que en la yglesia de San Andres ay capilla de nuestra señora de la Çoncepción y que se celebra en ella todos los años solenemente su fiesta á quinÇe de agosto, y el dia propio á ocho de diciembre; y que en ella está sita su cofradia. Por donde juzgamos que todo se dispuso a vn tiempo: la cofradia, fiesta, y Altar, en San Andres: y la casa para los cabildos, y hospital para enfermos, en la que oy es yglesia de la Çoncepcion; y asi se conserva alli el hospital con titulo y sobre escrito de la Çoncepcion, con renta conpetente para la curación y Regalo de los enfermos”.
Tenemos en Badajoz otro hospital fundado en 1485 por el obispo fray Pedro de Silva bajo la advocación de Nuestra Señora de la Piedad, que desaparece en 1798 integrado en la Real Casa Hospicio, creada por R. O. de Fernando VI, de 12 de abril de 1757. La imagen de la Virgen de la Piedad que hay en la portada del actual Hospital San Sebastián procede de este hospital, que estaba situado en el campo de San Juan, y que sería después el Teatro de Comedias que se construyó a finales del siglo XVIII.
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Otro referente importante sobre asistencia a los enfermos y pobres son los numerosos conventos que proliferan en la ciudad desde fechas tempranas. AL iniciarse el siglo XV existían, según Alberto González, tres grandes conventos de frailes y cuatro de monjas que se verían duplicados en el siglo siguiente.
La España del siglo XV es un hervidero de supersticiones de toda especie. Ya en el siglo XIV, Juan I y Enrique III promulgaron leyes cuyo propósito era el “castigo y penas de los adivinos, sorteros y agoreros, y de los que acudan a ellos”. Más tarde Juan II en 1410 y Felipe II, en las Cortes de Madrid de 1598, aprobaron las leyes para la “Prohibición del uso de la hechicería, adivinación y agüeros; y su pena” de las que destacamos el siguiente fragmento, estrechamente relacionado con el asunto que estamos tratando; “Ningunas personas, de cualquier estado o condición que sean no sean osados de usar de estas maneras de adivinanzas; conviene á saber de agüeros de aves, ni de estornudos, ni de palabras que llaman proverbios, ni de suertes, ni de hechizos; ni de catar en agua ni en cristal, ni en espada ni en espejo, ni en otra cosa lucia; ni hacer hechizos de metal ni de otra cosa, de cualquiera adivinanza de cabeza de hombre muerto, ni de bestia ni de palmada de niño, ni de muger virgen, ni de encantamiento, ni de cercos, ni de ligamento de casados; ni cortar la rosa del monte, porque sane la dolencia que llaman rosa, ni de otras cosas semejantes á estas, por haber salud, ó por haber las cosas temporales que codician; so pena que, seyéndoles probado por testigos, ó por confesión de los mismos, que los maten por ello…”
Desde un punto de vista legal, la pragmática de los Reyes Católicos sobre Jurisdicción y facultades de los Protomédicos y Alcaldes Examinadores mayores, de 30 de marzo de 1477, pretende regular la práctica de los oficios sanitarios. “Físicos y Cirujanos, ensalmadores, Boticarios, especieros y herbolarios, y otras personas que en todo o en parte usaren en estos oficios” habrán de superar un examen de idoneidad para poder actuar. Ejercer sin estar autorizado se castigaba con la pena de seiscientos maravedíes por cada vez que fuese hallado en falta.
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Otra pragmática de Fernando e Isabel fechada en Segovia el 9 de abril de 1500, establece:
Mandamos, que los Barberos y Examinadores mayores de aquí adelante no consientan ni den lugar que ningun barbero ni otra persona alguna pueda poner tienda para sajar ni sangrar, ni echar sanguijuelas ni ventosas, ni sacar dientes ni muelas, sin ser examinado primeramente por los dichos nuestros Barberos mayores personalmente: so pena que cualquiera que usare de las cosas suso dichas ó de cualquier dellas sin ser examinado, como dicho es, sea inhábil perpetuamente para usar del dicho oficio, y más pague dos mil maravedís de pena para la nuestra Cámara, y mil maravedís para los dichos nuestros Barberos mayores; y por el mismo hecho haya perdido y pierda la tienda que así tuviere puesta: pero que cualquiera que quisiere, pueda afeitar de navaja ó de tixera, sin ser examinado y sin su licencia; pero mandamos, que no puede usar ni use del arte de la Flemotomìa, ni sangrar, ni sajar; ni sacar diente ni muela sin ser examinado…
Esta disposición establece claramente la distinción entre barberos estéticos y los estético-sanitarios, estos últimos son un precedente claro de Cirujanos Romancistas y Practicantes.
Respecto al siglo XV podemos concluir diciendo que empieza a despertarse el interés por regular la práctica sanitaria en España, que queda perfectamente documentada la existencia de al menos un hospital en Badajoz, que éste es fundado por una cofradía, y que hay personas dedicadas al cuidado de los enfermos (enfermeros/as) que basan sus cuidados en los principios de la caridad cristiana, sin una formación sanitaria previa, y personas con formación específica y autorización legal para aplicar determinadas técnicas sanitarias, precursores también de la Enfermería profesional actual. Los recursos sanitarios de la época son más bien escasos. Los cuidados asistenciales se practican fundamentalmente en los domicilios particulares y serán sanadores, brujas y veedoras los personajes implicados más directamente en ellos. Hasta el siglo siguiente, del que poseemos más datos, no se introducen elementos que mejoren el panorama sanitario en la ciudad con el aumento del número de centros y una mayor capacitación de los trabajadores lejos todavía de los conocimientos mínimos que permitan garantizar una asistencia cualificada. Continuará……………
Bibliografía
Historia de la Enfermería en Badajoz.
FOTO 010
Agradecimientos
Mercedes Fraile Bravo, enfermera de Mérida
Francisco Martínez Bruque
Miguel Pérez Luna
Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura
Universidad de Extremadura
FOTOS
FOTO 001 Escaner portada del libro
FOTO 002 Concilio de Nicea
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FOTO 003 Xenodoquio de Mérida
http://perso.wanadoo.es/fccmerida/fotos/modernas/xenodoquio.GIF
FOTO 004 Escaner contraportada del libro
FOTO 005 Página 32 del libro
FOTO 006 Sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEirlhpSLqVtFQ3tN6dyfFgEGkQcxpI9s3OWeE5tHW7eTl6ueep3B3qzDvGztD_MaPv3QswXg9-U6on9sdVSOHu3G01xYR8q9wQhQIHXvcQbwQ96QCfPPi3WvmZQLtSlKUWnR36AP7BacGY/s320/temperamentosalud.jpg
FOTO 007 Sahumerios
http://www.flaires.com/Imagenes%20web%20flaires/Sahumerios/Logo_sahumerio.jpg
FOTO 008 Badajoz
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FOTO 009 Escudo Republicano en la puerta del Hospital de San Sebastian en Badajoz
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiNED5Ep9gWR8rrwfcyCeg8k5QEmPOnFeBQf1OV6nKopI8KfuawLULQpgHOoPPPTmTnL4q0aAxW6oA4vo5QUY5m2OPAPrB61NbLGWh0b4B4EJszxysvVMDU8F1Gv1kkhtvXCNFzSRjzcq4/s400/Escudo+Puerta+del+Hospital+de+San+Sebasti%C3%A1n+de+Badajoz+I.JPG
FOTO 010 Congreso Internacional y Nacional de Historia de la Enfermería. Zaragoza 2005
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
masolorzano@telefonica.net
Etiqueta: Historia de la Enfermería
El libro se titula Historia de la Enfermería en Badajoz, del Protobarbeirato a la Enfermería Universitaria.
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Curar, a veces; mejorar, a menudo; cuidar, siempre. (Anónimo del siglo XIV)
Además de la introducción, divide el libro en once capítulos, en el primero nos cuenta el concepto actual de Enfermería, funciones de enfermería, campos de actuación y método enfermero. En el segundo nos habla del siglo XV, la herencia medieval, el contexto socio-político y la asistencia sanitaria. En el tercero, es el siglo XVI y nos habla de los precedentes legales, el personal sanitario asistencial y las técnicas y remedios curativos. En el cuarto, es el siglo XVII y habla de cofrades y enfermeros, el enfermero como responsable de los cuidados integrales, del oficio de matrona, cirugía menos y otras actividades de enfermería.
En el quinto capítulo habla del siglo XVIII de las disposiciones legales, el contexto socio-político y los remedios empíricos. En el sexto, siglo XIX, la regulación de la asistencia sanitaria domiciliaria y los antecedentes enfermeros. En el séptimo habla de la enfermería y el Hospicio de Badajoz, la enfermería institucional, el Hospicio, el Hospital de peregrinos, del enfermero mayor y el Hospital de Unciones. En el octavo el contexto sanitario y epidemias en la sociedad pacense del siglo XIX. Enfermería y Hospital San Sebastián: ordenanzas de 1804. Cólera morbo y enfermería.
En el noveno capítulo trata de la atención de enfermería en el Badajoz del siglo XIX y la llegada de las Hijas de la Caridad, recursos y gestión del hospital, contratación de las Hermanas y condiciones económicas. Rechazo a la labor de las Hermanas y el enfrentamiento entre el Hospital y el Hospicio. En el décimo trata sobre la Historia y sus protagonistas, figuras de la Enfermería pacense, conflictos y competencias. Y en el undécimo y último capítulo que versará sobre el siglo XX con personas, lugares y hechos, reglamento de 1926 para el Régimen Interior del Hospital Provincial de San Sebastián de Badajoz. De la segunda república a la Ley de Bases de Sanidad Nacional de 1944, servicios profesionales y Centros sanitarios. Y como último de las Escuelas de ATS a la Universidad.
Todas las civilizaciones, en todas las épocas, han sentido la necesidad de intentar remediar sus problemas de salud y han buscado soluciones de una forma u otra. En la India del siglo IV a.C. el texto de Charaka proclama las cualidades que han de reunir los que atienden a los enfermos, y en el de Susruta se dice de los enfermeros que “han de ser personas dispuestas a permanecer a la cabecera del enfermo con sangre fría y con agrado, sin molestarle con su charla, atentos siempre a sus requerimientos”.
En la Grecia de Hipócrates también se hace referencia a la labor complementaria de la enfermería y la medicina; en el libro de los Aforismos encontramos un párrafo que traducido literalmente dice: “No podrá el médico por sí solo salir airoso en la curación de la enfermedad si no lo favorece el enfermo, los asistentes y las circunstancias exteriores”. Los tratados hipocráticos inician la andadura científica de la medicina a través de la observación y análisis de los fenómenos que intervienen en el ciclo salud-enfermedad. Por el contrario, los encargados de cuidar a los enfermos se limitaban a transmitir sus conocimientos sin profundizar en las consecuencias de sus acciones, sin dejar constancia de sus logros y sin ningún rigor científico.
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Fue en el Primer Concilio de Nicea cuando la Iglesia, movida por los principios de caridad inspirados por la predicación evangélica, decide que cada obispo estableciera un xenodoquio para alojamiento de todo tipo de desvalidos, establecimiento que fue predecesor del hospital moderno y de la mayoría de demás instituciones caritativas.
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Único resto de arquitectura visigoda de carácter civil conservado en España. Es el Xenodoquium un albergue para peregrinos que servía también como hospital para los pobres de la ciudad. Se cree que fue construido hacia la mitad del siglo VI en un sector suburbano de la Colonia, próximo al Acueducto de San Lázaro, el Circo y la calzada que comunicaba Mérida con Toledo y Córdoba y que posteriormente fue una extensa área de necrópolis en torno al centro de culto martirial, la Basílica de Santa Eulalia. Después de su abandono, el solar se utiliza como terreno agrícola hasta nuestros días.
La Medicina, desde la Escuela de Cos, empieza a configurarse como ciencia, la Enfermería no lograría hacerlo hasta mediados del siglo XIX, sin embargo el beneficio social derivado de la labor de los enfermeros es una constante en todas las épocas.
Enfermeros/as, barberos, sangradores, dentistas, sacamuelas, comadronas, cirujanos romancistas, ministrantes, batidores de cataratas, practicantes, etc. han contribuido a aliviar las dolencias de los necesitados durante siglos.
La profesión de Enfermería hoy es fruto de la evolución de estos oficios, que han ido basando la aplicación de sus técnicas en las aportaciones científicas de las disciplinas biológicas, y descubriendo al mismo tiempo su aportación específica al fomento y promoción de la salud, prevención y curación de la enfermedad, rehabilitación y reinserción.
Durante toda la etapa medieval la atención a los enfermos, tanto médica como de enfermería, resultaba absolutamente precaria. Ni el Estado ni ningún organismo institucional se creían obligados a socorrer las miserias de los ciudadanos. Las personas que disponían de algún patrimonio recibían en sus casas la atención de los físicos o sangradores, adivinos, hechiceros, agoreros y otros sanadores. Los centros encargados de atender a los enfermos eran más bien casas de acogida a necesitados de toda índole que sostenían los conventos y las Órdenes Militares principalmente; los Concejos y algunas fundaciones de carácter privado aportaron algunos recursos que tan sólo satisfacían algunas necesidades primarias.
En Badajoz parece que no hubo ninguna institución asistencial hasta el siglo XV, aunque se habla de una “casa de curar” desde el XIV. Estas casas de curar disponían bienes por las donaciones que recibían las cofradías que se encargaban de su mantenimiento.
La asistencia sanitaria y social durante la Edad Media no había sido objeto de ningún tipo de política. Los centros asistenciales pertenecían al ámbito privado en la casi totalidad de los casos y no eran materia de regulación oficial. Sólo la Iglesia, a través de sus Órdenes Militares y Religiosas, se había preocupado de los menesterosos de toda índole (enfermos, lisiados, transeúntes, viudas, huérfanos, etc.), prestándoles algún soporte asistencial. Las aportaciones de los Concejos eran de escasa entidad y raramente solucionaban los casos más acuciantes. La enfermedad conducía, irremisiblemente, a la ruina. Las familias que vivían de su trabajo, el único bien que poseían, se veían abocadas a la miseria cuando la falta de salud les impedía realizarlo.
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Los conceptos de hospital, medicina, enfermería, curación, salud, enfermedad, prevención, rehabilitación, inserción, etc., tenían escasa correspondencia con la interpretación que hoy se hace de ellos. Los hospitales de la época son más bien hospederías de pobres, transeúntes, pícaros y menesterosos, en los que principalmente se cuidaba (con los escasos medios disponibles) a los que se acogían a tales instituciones. Éstas poseían casi todas carácter privado y funcionaban bajo el patrocinio de la Iglesia, promovidas por los señores de las tierras, a veces movidos por la fe o por evitar la gran conflictividad social que ocasionaba la situación de miseria reinante.
En esta situación, la figura de enfermero empieza a perfilarse tomar carta de naturaleza en la sociedad. Se tiene conciencia de la necesidad de remediar las demandas de las personas sin bienes o sin habilidades para hacer frente a sus propios estados de carencia. Las Obras de Misericordia han de ser una práctica habitual de los cristianos a las que todos deben sentirse impulsados.
Visitar a los enfermos, vestir al desnudo, consolar al triste, dar posada al peregrino, dar de beber al sediento, dar de comer al hambriento, enseñar al que no sabe y dar buen consejo al que lo requiere constituyen principios perfectamente asumibles por la Enfermería actual. La atención a las necesidades básicas que propugna la ilustre enfermera teórica Virginia Henderson no anda muy lejos de esta concepción, con la salvedad de que las acciones que para estos fines se establezcan han de estar fundamentadas en el conocimiento científico que empieza a despertarse en el Renacimiento.
Hacia finales de la Edad Media, surge una cierta paradoja en relación con la manera de conceptuar la pobreza. Por un lado, se identifica a los pobres con Cristo y por otro se considera la pobreza como fruto de una maldición. Los menesterosos empiezan a ser considerados como un peligro social; su elevado número requería arbitrar medidas que no era posible establecer solo con limosnas individuales, se hacía imprescindible que las instituciones se implicaran como hasta entonces no lo habían hecho. Fueron los Reyes Católicos, cuya llegada al trono coincide con una situación absolutamente crítica, quienes iniciaron el proceso de reforma de las estructuras jurídicas, económicas y políticas para intentar restablecer una convivencia ordenada.
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Trataron también de regular el ejercicio de las profesiones sanitarias mediante la creación de los Tribunales del Protomedicato y el Protobarbeirato. El primero, formado por médicos de la corte, regulaba el ejercicio de la medicina; el segundo regulaba el oficio de barbero y flebotomíano, ambos con carácter independiente.
La primera referencia escrita de un precursor de los enfermeros actuales la encontramos en el Fuero Juzgo, recopilación de textos legales escritos inicialmente en latín, que arranca del siglo VIII, a partir del Concilio de Toledo, posteriormente traducido al romance en el siglo XIII: “Que el físico ò el sangrador non deven sangrar, ni melecinar la mugier, si los parientes non estuvieren delante”.
En el año 1500 los Reyes Católicos promulgan una pragmática por la que se permite a los barberos abrir tienda donde sajar, sangrar, poner ventosas y sanguijuelas y sacar dientes y muelas, previo examen por los barberos Mayores castigando con “las penas de jurisdicción” a aquellas personas que ejercieran estas atribuciones sin la correspondiente acreditación por el dicho tribunal.
Este oficio de barbero y examinador mayor es el antecedente primero de lo que sería después el “Practicante en Medicina y Cirugía”, entrañable figura ya desaparecida del actual marco docente y legal, pero no del recuerdo de un gran número de ciudadanos a los que ayudaron, sin importarles la hora ni la fecha, a sobrellevar sus dolencias siempre con agrado y profesionalidad.
Nada o casi nada se conocía en esta época sobre la etiología de las enfermedades, su evolución y pronóstico. Los tratamientos que se aplicaban eran de carácter empírico, y la mayoría de las ocasiones sus efectos contribuían a empeorar las dolencias más que a mejorarlas. Los conocimientos de los médicos estaban basados en la vieja fisiología galénica, plagada de errores, que no serían modificados hasta el renacer científico del siglo XVI.
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En todos los escritos médicos hasta finales de este siglo, tanto en manuscritos como en libros impresos, encontramos referencias a la teoría hipocrática de los cuatro humores (sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla), que algunos médicos habían asociado con los diferentes temperamentos según el humor predominante (sanguíneo, flemático, colérico y melancólico).
Los tratamientos que se prescribían, muchos de los cuales perdurarían hasta el siglo XIX y principios del XX, iban encaminados a combatir algunos de los síntomas que más preocupaban: el dolor, la fiebre, la tos, etc. Se ordenaban fórmulas tan inconcebibles hoy como caldos de víboras, de ranas o de caracoles. Se recetaban sahumerios y vapores dirigidos al ano, amén de sangrías mediante sanguijuelas, ventosas, lavativas, cataplasmas, pociones, purgas, baños, etc.
En los hospitales tales prescripciones eran llevadas a cabo por enfermeros, topiqueros, sangradores, barberos, etc… A los enfermeros les afectaba especialmente lo relacionado con la alimentación, higiene y la vigilancia del enfermo, procurando que las prescripciones médicas se cumplimentaran rigurosamente según fuera ordenado.
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En esta época hay en Badajoz al menos un hospital abierto por la Hermandad y Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción, fundada en 1344 por el entonces Obispo de Badajoz, Vicente Estébanez. En sus constituciones fundacionales (fuero) se evidencia la constante preocupación de los cofrades por la atención a los pobres, enfermos, viudas y difuntos, disponiendo para su atención cuantiosos recursos en bienes y personas con fines benéfico – asistenciales.
Es probable que este hospital estuviera ubicado junto a la Iglesia de la Concepción en su primer emplazamiento, según escribe Juan Solano de Figueroa en su Historia Eclesiástica de Badajoz en 1664; “Por otra parte ay en esta Çiudad yglesia (que á Çien años que es ayuda de Parroqia) con titulo de la Çconcepcion, y tiene hospital. Pero esta ni es, ni fue la yglesia de San Andres, sino la que oy perseuera con su nombre, bajando la yglesia Catedral á la Puerta de la Trinidad. Veo también que en la yglesia de San Andres ay capilla de nuestra señora de la Çoncepción y que se celebra en ella todos los años solenemente su fiesta á quinÇe de agosto, y el dia propio á ocho de diciembre; y que en ella está sita su cofradia. Por donde juzgamos que todo se dispuso a vn tiempo: la cofradia, fiesta, y Altar, en San Andres: y la casa para los cabildos, y hospital para enfermos, en la que oy es yglesia de la Çoncepcion; y asi se conserva alli el hospital con titulo y sobre escrito de la Çoncepcion, con renta conpetente para la curación y Regalo de los enfermos”.
Tenemos en Badajoz otro hospital fundado en 1485 por el obispo fray Pedro de Silva bajo la advocación de Nuestra Señora de la Piedad, que desaparece en 1798 integrado en la Real Casa Hospicio, creada por R. O. de Fernando VI, de 12 de abril de 1757. La imagen de la Virgen de la Piedad que hay en la portada del actual Hospital San Sebastián procede de este hospital, que estaba situado en el campo de San Juan, y que sería después el Teatro de Comedias que se construyó a finales del siglo XVIII.
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Otro referente importante sobre asistencia a los enfermos y pobres son los numerosos conventos que proliferan en la ciudad desde fechas tempranas. AL iniciarse el siglo XV existían, según Alberto González, tres grandes conventos de frailes y cuatro de monjas que se verían duplicados en el siglo siguiente.
La España del siglo XV es un hervidero de supersticiones de toda especie. Ya en el siglo XIV, Juan I y Enrique III promulgaron leyes cuyo propósito era el “castigo y penas de los adivinos, sorteros y agoreros, y de los que acudan a ellos”. Más tarde Juan II en 1410 y Felipe II, en las Cortes de Madrid de 1598, aprobaron las leyes para la “Prohibición del uso de la hechicería, adivinación y agüeros; y su pena” de las que destacamos el siguiente fragmento, estrechamente relacionado con el asunto que estamos tratando; “Ningunas personas, de cualquier estado o condición que sean no sean osados de usar de estas maneras de adivinanzas; conviene á saber de agüeros de aves, ni de estornudos, ni de palabras que llaman proverbios, ni de suertes, ni de hechizos; ni de catar en agua ni en cristal, ni en espada ni en espejo, ni en otra cosa lucia; ni hacer hechizos de metal ni de otra cosa, de cualquiera adivinanza de cabeza de hombre muerto, ni de bestia ni de palmada de niño, ni de muger virgen, ni de encantamiento, ni de cercos, ni de ligamento de casados; ni cortar la rosa del monte, porque sane la dolencia que llaman rosa, ni de otras cosas semejantes á estas, por haber salud, ó por haber las cosas temporales que codician; so pena que, seyéndoles probado por testigos, ó por confesión de los mismos, que los maten por ello…”
Desde un punto de vista legal, la pragmática de los Reyes Católicos sobre Jurisdicción y facultades de los Protomédicos y Alcaldes Examinadores mayores, de 30 de marzo de 1477, pretende regular la práctica de los oficios sanitarios. “Físicos y Cirujanos, ensalmadores, Boticarios, especieros y herbolarios, y otras personas que en todo o en parte usaren en estos oficios” habrán de superar un examen de idoneidad para poder actuar. Ejercer sin estar autorizado se castigaba con la pena de seiscientos maravedíes por cada vez que fuese hallado en falta.
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Otra pragmática de Fernando e Isabel fechada en Segovia el 9 de abril de 1500, establece:
Mandamos, que los Barberos y Examinadores mayores de aquí adelante no consientan ni den lugar que ningun barbero ni otra persona alguna pueda poner tienda para sajar ni sangrar, ni echar sanguijuelas ni ventosas, ni sacar dientes ni muelas, sin ser examinado primeramente por los dichos nuestros Barberos mayores personalmente: so pena que cualquiera que usare de las cosas suso dichas ó de cualquier dellas sin ser examinado, como dicho es, sea inhábil perpetuamente para usar del dicho oficio, y más pague dos mil maravedís de pena para la nuestra Cámara, y mil maravedís para los dichos nuestros Barberos mayores; y por el mismo hecho haya perdido y pierda la tienda que así tuviere puesta: pero que cualquiera que quisiere, pueda afeitar de navaja ó de tixera, sin ser examinado y sin su licencia; pero mandamos, que no puede usar ni use del arte de la Flemotomìa, ni sangrar, ni sajar; ni sacar diente ni muela sin ser examinado…
Esta disposición establece claramente la distinción entre barberos estéticos y los estético-sanitarios, estos últimos son un precedente claro de Cirujanos Romancistas y Practicantes.
Respecto al siglo XV podemos concluir diciendo que empieza a despertarse el interés por regular la práctica sanitaria en España, que queda perfectamente documentada la existencia de al menos un hospital en Badajoz, que éste es fundado por una cofradía, y que hay personas dedicadas al cuidado de los enfermos (enfermeros/as) que basan sus cuidados en los principios de la caridad cristiana, sin una formación sanitaria previa, y personas con formación específica y autorización legal para aplicar determinadas técnicas sanitarias, precursores también de la Enfermería profesional actual. Los recursos sanitarios de la época son más bien escasos. Los cuidados asistenciales se practican fundamentalmente en los domicilios particulares y serán sanadores, brujas y veedoras los personajes implicados más directamente en ellos. Hasta el siglo siguiente, del que poseemos más datos, no se introducen elementos que mejoren el panorama sanitario en la ciudad con el aumento del número de centros y una mayor capacitación de los trabajadores lejos todavía de los conocimientos mínimos que permitan garantizar una asistencia cualificada. Continuará……………
Bibliografía
Historia de la Enfermería en Badajoz.
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Agradecimientos
Mercedes Fraile Bravo, enfermera de Mérida
Francisco Martínez Bruque
Miguel Pérez Luna
Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura
Universidad de Extremadura
FOTOS
FOTO 001 Escaner portada del libro
FOTO 002 Concilio de Nicea
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FOTO 003 Xenodoquio de Mérida
http://perso.wanadoo.es/fccmerida/fotos/modernas/xenodoquio.GIF
FOTO 004 Escaner contraportada del libro
FOTO 005 Página 32 del libro
FOTO 006 Sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla
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FOTO 007 Sahumerios
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FOTO 008 Badajoz
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FOTO 009 Escudo Republicano en la puerta del Hospital de San Sebastian en Badajoz
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FOTO 010 Congreso Internacional y Nacional de Historia de la Enfermería. Zaragoza 2005
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
masolorzano@telefonica.net
Etiqueta: Historia de la Enfermería
1 comentario:
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