sábado, 27 de marzo de 2010

HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN BADAJOZ (2 Parte)

Historia de la Enfermería en Badajoz, del Protobarbeirato a la Enfermería Universitaria

En el siglo XVI, la asistencia sanitaria y social a la población más necesitada sigue en manos de la Iglesia. Hasta prácticamente el reinado de Carlos III, quién pondría las bases para la secularización de la beneficencia. En 1778 y 1785 se establecen las disposiciones y normas para la reclusión de mendigos, impedidos y abandonados, cuando se dan los primeros pasos hacia la conversión en pública de la beneficencia de carácter privado. En 1822 se promulga la Ley General de Beneficencia.
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En 1506, se produjo en Badajoz una enorme mortalidad como consecuencia de una epidemia conocida como “peste negra”, caracterizada por la presencia de equimosis y petequias junto a otros síntomas como fiebre, cefalea, vómitos, marcha tambaleante, epigastralgia, taquicardia, hipotensión, entre otros. El Hospital de la Piedad acogió masivamente a la población, auque la insuficiencia de medios disponibles no permitía más allá de una atención elemental y piadosa sepultura. Otra epidemia de las mismas características se produjo en el año 1529.
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El Hospital de la Vera Cruz, fundado en 1526 por la cofradía de San Nicolás o de los Disciplinados, situado en la Puerta de Palmas y especializado en atención a sifilíticos, vino a paliar ligeramente la precaria situación socio-asistencial del momento. Más tarde, en 1580, otra epidemia, el “catarro asiático o landre”, vendría a sumar otro buen número de muertos, entre los que figura la reina Ana de Austria, esposa de Felipe II.

Al terminar el siglo en el año 1599, se declaró otra epidemia de peste, que se consideró como un castigo de Dios por los pecados cometidos, y en ella tuvo que usarse de nuevo el Hospital de la Cruz.

De 1570 a 1578 Felipe II concedió licencias especiales en un intento de regular la actividad sanitaria a barberos, algebristas, hernistas, sacadores de la piedra, bizmadotes, comadronas o batidores de cataratas, con las limitaciones propias de un saber basado en conocimientos prácticos y sin más fundamento que el que aporta la intuición y la tradición. Quizás hubo importancia en las acciones de enfermería: acompañando, consolando, limpiando, alimentado, etc., proporcionaron más alivio que cualquier otro remedio conocido. Sin embargo, no hay ninguna disposición oficial que regule el trabajo de los enfermeros, hasta las Constituciones para los Hospitales Reales, establecido por Carlos V.
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Felipe III, por pragmática de 1603 y publicada en 1604 establece el examen de Cirujanos Romancistas por los Protomédicos: “Para que mas se animen los Cirujanos latinos á estudiar fundamentalmente la Cirugía, puedan de aquí adelante los Protomédicos admitir al exámen de Cirugía á los romancistas, aunque no hayan estudiado Artes ni Medicina; con que traigan probados los romancistas (….) cinco años de práctica, los tres en hospitales, y los dos con Médico o Cirujano (….) y hallándolos hábiles y suficientes, los puedan dar licencia para ejercitar ola Cirugía en nuestros Reynos (….)”.

Las Constituciones de los Hospitales Reales contemplan las figuras del enfermero mayor y la de los enfermeros asistenciales con sus correspondientes funciones. En las del Gran Hospital Real de Santiago de Galicia, año 1524, se dice:

El qual dicho Enfermero mayor jura al tiempo que fuere recibido al dicho oficio en manos del Administrador, que él no hará ni consentirá hazer fraude ni engaño, en cosa alguna de las que en la dicha casa sean. Y visitará continuo las enfermerías, e hará hazer las camas en su tiempo y tendrá principal cuidado que se visten los enfermos, como convenga, les den de comer. Y todas las medicinas que le mandan dar a sus tiempos, todo muy concertado…”.
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Encontramos una referencia histórica de la labor de los barberos – sangradores en este hospital de la Vera Cruz por el que se pagó: “Dos mil settecientos y treinta y siete maravedíes a Sebastián de los Reyes barbero por las sangrias bentosas y sanguijuelas que echo a los enfermos de dicho ospittal el anno de las quintas”.

La pragmática de 1498 establecía que la matrona partera debía superar un examen llevado a cabo por el Real Tribunal del Protomedicato para poder ejercer, Felipe II lo prohíbe y en 1750 Fernando VI restablece dicho examen. La asistencia a partos correspondía a las parteras y existían dos tipos: unas que atendían a las clases altas de la sociedad como reinas, princesas, nobles y esposas de ricos burgueses, y las otras que asistían a la clase media y baja.

María Oto fue requerida como partera por María de Castilla, esposa de Alfonso V el Magnánimo, para que la asistiese de las dolencias que sufría. Por otra parte, la mayoría de la población vivía en condiciones económicas precarias y tenían que recurrir a mujeres que atendían los partos como una más de sus actividades. En el “Libro del buen amor” encontramos una referencia que merece recordar:

Toma vieja que tenga oficio de herbolera,
que va de casa en casa sirviendo de partera,
con polvos, con afeites y con su alcoholera,
mal de ojo hará a la moza, causará ceguera
.

En Badajoz y en toda Extremadura, se constata también la labor de los taumaturgos, que se han aprovechado de la candidez de muchos “creyentes” que les proporcionaban pingües beneficios. Los saludadores y curanderos pululaban a sus anchas, Los primeros se atribuían la virtud de curar las enfermedades con la saliva, el aliento y ciertas fórmulas mágicas. Los curanderos utilizaban siempre productos de las más variadas clases.

También en “La Celestina”, una de las obras más importantes de la literatura española, Areusa le pide a Celestina algún remedio para su mal, respondiéndole: “Porque, como las calidades de las personas son diversas así las medicinas hacen diversas sus operaciones diferentes. Todo olor fuerte es bueno, así como poleo, ruda, ajenjos, humo de plumas de perdiz, de romero, de mosquete, de incienso”. Lamentablemente estos sanadores farsantes no han desaparecido con el progreso de la ciencia y de la cultura.
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Existen abundantes referencias históricas sobre la labor de enfermería en los documentos fundacionales de cofradías asistenciales y hospitales en el Badajoz del siglo XVII. La reputación del hospital era consecuencia de la calidad de los cuidados de enfermería dispensados como la higiene, alimentación, vestido, atención psicológica, administración de remedios, gestión de recursos, etc.

En referencia a los Visitadores enfermeros de los Hermanos de la Mesa, decía así: “Otros dos hermanos de la misma orden tendrán cuidado de visitar los pobres vergonzantes, tullidos y enfermos que hubiere (….). Y todas las informaciones que se hubieran de hacer y otras cualesquiera diligencia en este caso las harán los dichos Visitadores juntos (….).
Y así mismo tendrán cuidado los dichos dos Visitadores de visitar y socorrer todos los dolientes y enfermos pobres que hubiere en su cuartel con el Médico y Cirujano de la Casa y con medicinas y camas como por el Proveedor y Hermanos de la Mesa fuere ordenado y tendrán cuidado todos los días que se hiciese Mesa de despachar las peticiones de los dichos enfermos para que con brevedad se provean y socorran
y así tendrán cuidado de hacer servir a los curas de las parroquias donde los tales dolientes estuvieren para que los confiesen y comulguen y les den la extremaunción para que sean proveidos de remedio espiritual como el corporal y habiéndose de admitir en la semana y dar limosna a alguna mujer que fuese sola, se hará con mucha consideración. Y los visitadores y enfermeros que hicieren las dichas diligencias hallando algunas personas que tengan urgente necesidad, las proveerán luego con la limosna que en su conciencia las pareciere necesaria hasta dos reales y luego de ello darán razón de la Mesa porque habiendo de esperar por el despacho de la Mesa será grande inconveniente para las dichas personas por pasarse algunas veces días primero que por la mesa sean proveidos”.

En el siglo XVIII y gracias a la Real Cédula de 13 de Abril de 1780 y refrendada por el Rey Carlos III, ya no depende del Protomedicato y en la Ordenanzas del Colegio de Cirugía en Madrid, en el punto 12 establece que: “Gobernada la Cirugía por sus propios facultativos, reunirá en sí el exámen y aprobación del sangrador, que atribuirá al Cirujano latino”, aseveración que queda bien explicitada en este documento:

Cualquiera de los alumnos de este Colegio, que fuere al fin de curso examinado y aprobado de Cirujano latino en el Protomedicato, podrá libremente establecerse y fixar su residencia en cualquiera ciudad, villa ó lugar de mis Reynos, para ejercer en ellos la Cirugía en todas sus partes; sin exceptuar la sangría, que es operación muy principal en la Facultad Quirúrgica, y para la qual se requiere mayor conocimiento que el que tienen los que son meros sangradores: pero de ningun modo les será permitido tener tienda de barbería, ni afeytar, pues de lo contrario perderán los privilegios, exenciones y destinos que les concedo en estas ordenanzas como alumnos de este Colegio”.

Posteriormente, Carlos IV, por Cédula de 12 de mayo de 1797, regula el método que ha de observarse en el Protocirujanato para el examen de cirujanos y sangradores, limita el número de veces que se pueden presentar a tres, y establece el tiempo de práctica que deben demostrar haber realizado. El mismo soberano regula los exámenes de reválida para los Cirujanos romancistas, latinos, sangradores y parteras:

Los pretendientes á la aprobación de Cirujanos romancistas sufrirán (….) dos exámenes: en el primero serán preguntados de la parte teórica de la Cirugía, de los medicamentos que correspondan aplicarse en las enfermedades externas, en qué casos estará indicado cada uno de ellos (….) y sobre el modo de hacer las operaciones, inclusa la sangría, y de los casos y circunstancias en que convengan; y para que los examinadores se enteren de su destreza manual, le mandarán ejecutar alguna sobre el cadáver (….).

Respecto a los sangradores, se establece que serán preguntados:

sobre quanto tenga relación al conocimiento de las venas y arterias, cómo deben ejecutar las sangrías, evitar todo daño al sugeto á quien se le haga, y precaver las resultas de los yerros que pueden cometerse en su ejecución, y del modo de sacar dientes y muelas, aplicar sanguijuelas y vejigatorio, poner ventosas, y sajarlas, que es lo único para lo que se les dará facultad en sus títulos (….).

Para el examen de parteras se dice que:

serán examinadas (….) de las partes del arte obstetricia en que deben estar instruidas, y del modo de administrar el agua de socorro á los párvulos (….) en la inteligencia de que debiendo admitirse solamente á este ejercicio á viudas o casadas, deberán las primeras presentar certificación de hallarse en aquel estado, y las segundas licencia por escrito de sus maridos, ademas de la fe de bautismo, y de su buena vida y costumbres, dada por el Párroco, información de limpieza de sangre, y de práctica de tres años con Cirujano o partera aprobada (….).
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Quienes ejercieran sin acreditar tener la instrucción necesaria “sufren por la primera vez la multa de cincuenta ducados; doble por la segunda, con destierro del pueblo o residencia, de Madrid y Sitios Reales diez leguas en contorno; y que si incurrieran tercera vez, se les exija la multa de doscientos ducados, destinándolos á uno de los presidios de Africa ó América”. Y ello “por el interés de la salud pública la equidad y el buen orden”.

En 1700 se funda el Hospital San Sebastián paralelamente con el “Copatronato de Niños Expósitos de Badajoz”, empieza a funcionar con escasa dotación económica y humana. Ésta no se incrementaría hasta 1743, cuando se sumó al hospital la obra de Juan Vicente Morcillo, destinada a atender a enfermas pobres, ya que aportó importantes rentas que convirtieron al hospital en el más importante de su entorno, dentro de la sobriedad propia de los establecimientos piadosos de la época.

Por Real Orden de 12 de abril de 1757 se funda el Real Hospicio al que se agregan los Hospitales de la Piedad, Misericordia, Vera Cruz y Concepción, más tarde pasaría el hospital de San Sebastián con todos sus edificios, fondos y rentas. Las Ordenanzas de uno y otro establecimiento han generado a partir de 1804, una abundante e interesantísima documentación respecto de los cuidados enfermeros.

Por Decreto del 17 de diciembre de 1868, disponen que el Hospicio, la Casa de Maternidad, el Asilo de Pobres impedidos de ambos sexos y el Hospital de San Sebastián pasen a depender de la Excelentísima Diputación Provincial.

A los empleados del Hospital se les solía dar una asignación – limosna al dejar su puesto, ya fuera por estar imposibilitados para el desempeño de su función, o incluso en los casos en que la carga de trabajo soportada había sido excesiva; en este siglo XVIII encontramos algunos casos, como el pago que se le hace el 6 de noviembre de 1785 a Juana Cotrina(….) enfermera que asido de este hospital y que sea retirado por imposibilitada cien reales de vellón que le an consignado de limosna los Señores Patronos”, o el que se le hace el 12 de octubre de 1788 “á Jerónimo Cava, enfermero mayor, trescientos y quince reales de vellón que sele an considerado á el, y al sirviente, por (….) del mayor trabajo que an tenido con el mayor número de enfermos que se an curado en este Verano por cuenta del fondo de Limosna”.

En 1846, ya durante el reinado de Isabel II, se publica una Real Orden de 29 de junio dictando disposiciones relativas al reglamento para ejercer la cirugía menor o ministrante a los que hubieren desempeñado el destino de practicante en los hospitales, y a los que se les pide reúnan las condiciones siguientes para obtener la autorización necesaria para ejercer la sangría:

1ª Haber servido dos ó más años el destino de practicante de cirugía en los hospitales al menos de cien camas, siempre que presenten certificado expedido por el primer cirujano del hospital, tanto de haber desempeñado las obligaciones de aquel destino á satisfacción suya y de los profesores, como de haber observado buena conducta.

2ª Probar que ha estudiado privadamente la flebotomía y el arte de aplicar al cuerpo humano los apósitos de toda clase usados en medicina. Deberá comprenderse en el estudio que han de hacer de flebotomía todo lo relativo al arte de hacer evacuaciones sanguíneas, ya generales ó ya tópicas, y los medios de remediar los accidentes que pueden sobrevenir durante la operación; y en el del arte de los apósitos, los medios usados para aplicar al cútis los cuerpos dotados de acción directamente medicamentosa, los diferentes modos de aplicar al exterior cuerpos de cualquiera clase, cuyos efectos en el cútis puedan ser considerados como medios de curación; los vendajes mas comunes usados en medicina, y los diversos modos de inyectar sustancias medicamentosas por las vias naturales. Probarán también haber seguido, al menos por seis meses con un cirujano dentista, la práctica de la parte de esta especialidad, relativa a limpiar la dentadura y extraer los dientes y muelas.
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Debían pasar un examen de no menos de una hora de duración, dedicada parte a teoría y el resto a ejercicio práctico, en el que además de lo apuntado anteriormente, debían demostrar su pericia en poner cauterios, ventosas y hacer escarificaciones, y sobre los medios curar los clavos o callos, incluyendo los accidentes que pudieren sobrevenir al hacerlo. La superación del examen les autoriza:

1º Para hacer sangrías.
2º Para aplicar medicamentos al exterior, poner toda especie de cáusticos ó cauterios y hacer escarificaciones.
3º Para limpiar la dentadura y extraer dientes y muelas.
4º Para ejercer el arte de callista.

Once años después, en 1857 y por Real Orden de 9 de septiembre, se suprime la enseñanza de la Cirugía menor o ministrante y se prepara el camino al título de Practicante.
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Las Ordenanzas del Hospital de San Sebastián en Badajoz, publicadas en 1804, constituyen una de las primeras reglamentaciones de este tipo de todo el país. Dichas Ordenanzas dedican varios Títulos a plasmar las funciones del Enfermero Mayor, del personal asistencial subordinado, del enfermero menor, de la enfermera y cocinera. Pasando posteriormente a describir el cólera morbo de 1833 en la provincia de Badajoz.

En las primeras décadas del siglo XIX se empieza a sentir la hambruna en toda la provincia, sobre todo por el expolio enorme cometido por las tropas francesas durante la Guerra de Independencia de 1808. Al disminuir las rentas en el Hospital de San Sebastián entre los años 1814 a 1827 los empleados del mismo centro cobrarán la mitad de su sueldo. Se decide segregar el Hospital de San Sebastián del Hospicio, corría el año 1827 y se decide recurrir y convocar a las “Hijas de la Caridad”, llamadas también “Hermanas de San Vicente de Paul”, para que se hagan cargo del Hospital, hecho que se produce el 18 de octubre de 1827.

Esta congregación femenina llegó a ser la más numerosa del país, surgió con una clara orientación de asistencia a los enfermos, desvalidos, perturbados, heridos en el campo de batalla, huérfanos, etc. y pronto adquirieron prestigio por sus dotes de organización y eficacia cuidadora.

En 1849 se recoge que: nueve Hijas de la Caridad llegan al Hospital de San Sebastián: seis destinadas al cuidado de los enfermos y tres a la Enseñanza gratuita a niñas pobres. Reciben bajo inventario los enseres, ropas y víveres, debiendo dar cuenta de ello a la Junta, al menos una vez al año. Duplicado de llaves de todas las oficinas, almacenes, departamentos, y su autoridad es tal que “para el mejor servicio del establecimiento, todos los dependientes que en él habiten, estarán sujetos á la Superiora y obedecerán sus órdenes. Se exceptúan de esta regla los Eclesiásticos y facultativos”.
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La función asistencial queda recogida en el artículo veinte:

Tendrán á su cargo las hijas de la Caridad y desempeñaran con el celo propio de su instituto las salas de enfermos y enfermas de este Hospital de San Sebastián de Badajoz, dando en todas los alimentos y medicinas internas, á excepción de las salas destinadas para el venéreo, por prohibirlo sus reglas; pero cuidarán de que los encargados de dichas Salas cumplan exactamente con sus deberes, prestando toda la asistencia debida a los enfermos y suministrándoles todos los alimentos y medicinas necesarias.

Pero los enfermos afectados de enfermedades de índole sexual no son los únicos exceptuados del directo cuidado de las Hijas de la Caridad: “Tampoco cuidarán las Hermanas por sí mismas de las Salas de las parturientas; pero prestarán los servicios por medio de las personas destinadas á su inmediato servicio”, tal vez porque la atención a parturientas estaba cubierta por las matronas parteras, personal capacitado y autorizado legalmente para ejercer dicho cometido.
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La falta de atención directa a enfermos venéreos no encaja con la filosofía con que enfocan sus cuidados, que dice “será peculiar de las Hijas de la Caridad el velar á los enfermos para poderles prestar todos los servicios de una cristiana caridad”. Ello quizá tenga más que ver con la falta de información de la época sobre enfermedades transmisibles, como medida de protección para la salud, que con cuestiones de tipo moral; en todo caso, no se inhiben del cuidado de estos pacientes que estarán a cargo de personal no profeso encargado de su servicio.

Los cuidados de enfermería prestados por las Hermanas excluían la realización de técnicas que tradicionalmente realizaban practicantes y sangradores, y que en el futuro pasarían a ser competencias de los enfermeros.

A la Superiora de las Hijas, en ese momento Sor Tecla Pamias, se le autoriza por la Junta “a reprehender y reconvenir á quien convenga siempre que por sus acciones y palabras, ó por no cumplir con sus respectivas obligaciones, juzgue debe hacerlo”.

Dado que deben dar cuenta de su labor, es lógico que se les exija que “la Hermana ó hermanas encargadas de los enfermos tendrán sus respectivos libros para anotar los alimentos y curación de los enfermos, como también las entradas, salidas y fallecidos”.

En el último capítulo nos refiere las figuras de la enfermería pacense, su historia, sus nombres, los cirujanos romancistas, sangradores y barberos, y también se encuentra una ilustración del título de enfermera de 1879 firmado por el presidente de la Diputación Provincial.

Para terminar, quiero reconocer en este excelente libro, como está estructurado; y da fe de la magnífica Historia de la Enfermería en Badajoz, de sus gentes y de sus centros hospitalarios. Gracias por este magnífico ejemplar que nos ayuda a todos a profundizar en nuestra Historia de Enfermería.
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Bibliografía
Historia de la Enfermería en Badajoz.

Agradecimientos
Mercedes Fraile Bravo
, enfermera de Mérida
Francisco Martínez Bruque
Miguel Pérez Luna
Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura
Universidad de Extremadura

FOTOS

FOTO 001 Portada del libro, reducida.

FOTO 002 Barbería del Siglo XIX.
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Foto 003 Una humilde mujer (Clara) que a través de su modesto oficio de “clistera” colaboró eficazmente con la medicina de su época. Salamanca (1504)
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FOTO 004 Cirujanos Romancistas. Siglo XVIII
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FOTO 005 Barbería Siglo XIX
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FOTO 006 Partera
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FOTO 007 Hospital San Sebastián de Badajoz
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FOTO 008 Hijas de la Caridad. Ciencia y caridad. Cuadro de Picasso. 1905
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FOTO 009 Familia de Carlos IV. Francisco de Goya. 1800
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FOTO 010 Página 115 del libro. Título de enfermera de 1879 firmado por el presidente de la Diputación Provincial de Badajoz.

FOTO 011 Congreso Internacional y Nacional de Historia de la Enfermería. Zaragoza 2005

FOTO 012 Página 136. Personal sanitario, Hospital Provincial de Badajoz, en la Guerra Civil
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Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
masolorzano@telefonica.net
Etiqueta: Historia de la Enfermería

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