martes, 30 de marzo de 2010

JORNADA GASTRONÓMICA DE HISTORIA DE LA ENFERMERÍA

La Dama de la Lámpara reúne en San Sebastián a expertos de la Historia de la Enfermería

Se escogió el día 27 de marzo de 2010 para realizar una reunión y jornada gastronómica para hablar de la Dama de la Lámpara; presentación de varios libros; y organización de la futura exposición de Florence Nightingale, con la presentación de las monedas conmemorativas, el próximo día 15 de Abril en la Universidad del País Vasco (UPV) de Leioa en Bizkaia.

Además de hablar de la preparación del centenario de Florence Nightingale, se trataron temas como el bicentenario del año pasado del nacimiento de Louis Braille y el cincuentenario de la muerte del Doctor Gregorio Marañón.

Al evento celebrado en la Sociedad Gastronómica Kondarrak, sita en la calle Ramón y Cajal nº 4, del barrio de Gros en San Sebastián – Donostia. Vinieron desde ciudades como Toledo, Madrid, La Rioja y desde dentro del País Vasco.
Comenzaremos por Toledo, por ser la ciudad más lejana a mi ciudad, de ella vino en avión Isidoro Jiménez Rodríguez, enfermero, profesor y doctorando por la Universidad de Alicante. De Madrid llegó en el mismo avión con él, Salva Santabárbara Gimeno, enfermero de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, y conduciendo su propio vehículo vino también con una gran caja llena con su último libro el enfermero, historiador y documentalista Carlos Álvarez Nebreda. De La Rioja estuvo Francisco Javier Iruzubieta Barragán, enfermero, y Licenciado en Historia Contemporánea, además de profesor de la Universidad de La Rioja. De Álava llegaron Manuel Ferreiro Ardións, enfermero, Licenciado en Geografía e Historia y miembro de la Comisión de Historia y Humanidades del Colegio de Enfermería de Álava en Vitoria – Gasteiz, y Juan Lezaun Valdubieco, enfermero, Licenciado en Antropología Social y Cultural y miembro de la Comisión de Historia y Humanidades del Colegio de Enfermería de Álava en Vitoria – Gasteiz. De Bizkaia y de la Escuela de Enfermería de la Universidad del País Vasco de Leioa, Lucía Campos Capelastegui, enfermera y Profesora de la UPV, Txaro Uliarte Larriketa, enfermera y Profesora de la UPV. Begoña Madarieta Revilla, Historiadora de la Fundación Museo Vasco de Historia de la Medicina y de la Ciencia “José Luis Goti” y José Ramón Camblor, Comisario de la Exposición temporal: Año 2010 Centenario de la muerte de Florence Nightingale (1820-1910). Y de Donostia Jesús Rubio Pilarte, enfermero, sociólogo y Profesor de la UPV en Donostia, y un servidor Manuel Solórzano Sánchez, enfermero, muy amigo de mis amigos y miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería.
Además de reunirnos para hablar de Historia de la Enfermería, degustamos una magnífica comida, empezando por un aperitivo con txakolí, entremés agridulce, y seguido de un revuelto de morcilla de Burgos con pimiento verde al txacolí, bacalao al ajoarrierro a la “Donostiarra” y para terminar queso de Idiazabal y nueces del país. Todo ello regado con txacolí, vino tinto Museum (Ribera de Pisuerga, Valladolid), agua, café y licores, sobre todo orujo de hierbas para hacer la digestión.

Poco tiempo hubo, a las 18 horas había que irse a sus respectivas ciudades y los que habían venido en avión tenían que estar volando a las 19 horas.
Lo más importante de la reunión fue la camaradería, la amistad y el habernos podido juntar casi todos los amigos que hacía 1 año que no nos veíamos (es dificilísimo poner una fecha y tenerla todos disponible). Faltaban compañeros que no pudieron acudir, como Raúl Expósito González (que ha prometido que estará en la siguiente) y Koldo Santisteban Cimarro. Nos hicimos compañeros y amigos en los Congresos de Historia de la Enfermería.
Fue un lujo para mí haber podido reunir a enfermeros e historiadores tan importantes dentro de sus especialidades, que intentan inculcar su amor por la enfermería a las nuevas generaciones de futuros profesionales con sus aportaciones en las clases de la Universidad.
Se presentaron tres libros en la jornada Carlos Álvarez trajo su última publicación “Catálogo de Publicaciones Periódicas Enfermeras 1864 – 1977”. Magnífico su tercer libro, del que haré un resumen más adelante.
El segundo que se presentó, lo trajo la excelente historiadora Begoña Madarieta, se titula “La Peste en los Reinos Peninsulares, según documentación del Archivo Vaticano (1348 – 1460)”, el libro lo ha realizado el sacerdote franciscano alavés del Vaticano Saturnino Ruiz de Loizaga, prologado y presentado por Anton Erkoreka, director de la Fundación Museo Vasco de Historia de la Medicina y de la Ciencia “José Luis Goti”.
El tercero lo presentó Francisco Javier Iruzubieta con el título “Un siglo de la Gota de Leche, Arquitectura, Sanidad y Juventud”, el libro realizado por Francisco Javier Iruzubieta con sus compañeros Mª Inmaculada Cerrillo Rubio y Roberto Germán Fandiño Pérez.
También se presentó la excelente moneda belga de 2 euros en la que se conmemora el segundo centenario del nacimiento de Louis Braille. La moneda reproduce un retrato de Louis Braille y sus iniciales L y B en el alfabeto que inventó. Encima del retrato aparece su nombre y debajo, el código del país emisor, «BE», y los años «1809» y «2009». A la izquierda figura la marca de la Fábrica de la Moneda y a la derecha, la marca del maestro grabador. En la corona circular se representan las doce estrellas de la Unión Europea.

Gracias a él millones de invidentes pueden leer y escribir en cualquier idioma. El sistema Braille, ha persistido y evolucionado a lo largo de más de siglo y medio, haciendo más fácil la vida de los invidentes y abriéndoles insospechadas perspectivas.

La ONCE conmemora el bicentenario y celebra la pervivencia de un sistema que ha superado con éxito la revolución tecnológica para hacer de los ordenadores eficientes aliados de los deficientes visuales.
Italia ha sido el siguiente país que ha sacado su moneda de 2 euros conmemorativa de Louis Braille.

La otra moneda conmemorativa es la de 2 libras esterlinas con la conmemoración del centenario de la muerte de Florence Nightingale, en una portada con la explicación de su vida. La moneda está realizada en el Reino Unido, como homenaje a la magnífica labor que realizó esta fabulosa enfermera.

La descripción de la moneda significa: Es una imagen de dos manos una de ellas está tomando el pulso a otra, el diseño aspira a conmemorar la Enfermería, mientras que las inscripciones de sus fechas pretenden señalar los logros de Florence Nightingale. Las líneas de fondo simbolizan los rayos de luz de la lámpara, haciendo referencia al apodo que se ganó durante la guerra de Crimea.

Florence Nightingale nació en Italia el 12 de mayo de 1820. Desde una edad temprana sintió que estaba destinada a hacer con su vida algo más que conseguir un buen matrimonio y criar una familia. Tras tres meses de formación en enfermería en Kaiserswerth (Alemania), comenzó a trabajar cubriendo una vacante en un hospital de Harley Street (Londres). En 1854 estalló la Guerra de Crimea y con los periódicos anunciando desesperadamente la falta de asistencia médica para los soldados británicos heridos, el Ministro de Guerra, Sydney Herbert, le pidió a Florence Nightingale crear un equipo de enfermeras para los hospitales militares de Turquía.
Florence con un equipo de 38 enfermeras, muchas de ellas monjas, llegaron a Scutari (Turquía) en noviembre de 1854. Los hospitales se llenaron enseguida con miles de heridos de la batalla de Inkermann y consecuencia del sitio de Sebastopol. Florence y su equipo mejoraron considerablemente las reservas de comida, mantas y camas, contribuyendo a la reducción de las tasas de mortalidad. Fue la imagen reconfortante de Florence comprobando que todo iba bien durante la noche lo que le ganó el apodo de “la mujer de la lámpara”.

Florence hizo campaña para mejorar la sanidad, los hospitales y la formación de enfermería a lo largo del Imperio Británico, pero quizá su gran logro fue conseguir que la enfermería pasara a considerarse una profesión respetable para las mujeres. En 1860 creó el Nightingale Training School for Nurses en el St Thomas’ Hospital (Londres) estableciendo los principios de la buena enfermería. Sus teorías, muy influyentes, ayudaron a establecer un gran rango de prácticas sanitarias que aún perduran.

A pesar de estar postrada en cama debido a la mala salud en sus últimos años, Florence continuó peleando incansablemente para mejorar el estándar de salud, publicando más de 200 libros, artículos y panfletos. En reconocimiento a su trabajo recibió muchos premios hacia el final de su larga vida. En 1883 se le otorgó la “Royal Red Cross” por la Reina Victoria. En 1907 fue la primera mujer en conseguir la “Orden del Mérito” y el 1908 consiguió el “Honorary Freedom” de la ciudad de Londres. Murió a los 90 años el 13 de agosto de 1910.
Gregorio Marañón
La Biblioteca Nacional repasa el legado de Marañón. El pensamiento y el legado vital de Gregorio Marañón, el médico, investigador, humanista, ensayista, historiador y liberal a quien Cela definió como un intelectual "poliédrico" y de cuya muerte se cumple el 27 de marzo medio siglo, protagonizan desde hoy una exposición en la Biblioteca Nacional.
La muestra, organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y que inauguran esta tarde los Reyes (día 23), recorre la vida de Marañón a través de más de doscientas pinturas, fotografías, documentos, libros y material científico relacionados con este intelectual para quien "se ama la libertad como se ama y necesita el aire, el pan y el amor".
"Gregorio Marañón 1887-1969" Médico, humanista y liberal" permanecerá en la Biblioteca Nacional hasta el próximo 6 de junio, y posteriormente viajará a la Biblioteca y Archivo de Cantabria, en Santander, y al Centro Cultural San Marcos de Toledo.

Nos volveremos a juntar en la inauguración de la Exposición temporal: Año 2010 Centenario de la muerte de Florence Nightingale (1820-1910), que se celebrará el día 15 de Abril en la Fundación Museo Vasco de Historia de la Medicina y de la Ciencia “José Luis Goti”, en la Universidad del País Vasco (UPV) en Leioa, Bizkaia.

Los heridos de batalla,
en lúgubres hospitales de dolor;
los tristes corredores,
los fríos suelos de piedra.

¡Mirad en aquella casa de aflicción
Veo una dama con una lámpara.
Pasa a través de las vacilantes tinieblas
Y se desliza de sal en sala.

Y lentamente, como en un sueño de felicidad,
el mudo paciente se vuelve a besar.
Su sombra, cuando se proyecta
en las oscuras paredes
”.

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
masolorzano@telefonica.net

sábado, 27 de marzo de 2010

HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN BADAJOZ (2 Parte)

Historia de la Enfermería en Badajoz, del Protobarbeirato a la Enfermería Universitaria

En el siglo XVI, la asistencia sanitaria y social a la población más necesitada sigue en manos de la Iglesia. Hasta prácticamente el reinado de Carlos III, quién pondría las bases para la secularización de la beneficencia. En 1778 y 1785 se establecen las disposiciones y normas para la reclusión de mendigos, impedidos y abandonados, cuando se dan los primeros pasos hacia la conversión en pública de la beneficencia de carácter privado. En 1822 se promulga la Ley General de Beneficencia.
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En 1506, se produjo en Badajoz una enorme mortalidad como consecuencia de una epidemia conocida como “peste negra”, caracterizada por la presencia de equimosis y petequias junto a otros síntomas como fiebre, cefalea, vómitos, marcha tambaleante, epigastralgia, taquicardia, hipotensión, entre otros. El Hospital de la Piedad acogió masivamente a la población, auque la insuficiencia de medios disponibles no permitía más allá de una atención elemental y piadosa sepultura. Otra epidemia de las mismas características se produjo en el año 1529.
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El Hospital de la Vera Cruz, fundado en 1526 por la cofradía de San Nicolás o de los Disciplinados, situado en la Puerta de Palmas y especializado en atención a sifilíticos, vino a paliar ligeramente la precaria situación socio-asistencial del momento. Más tarde, en 1580, otra epidemia, el “catarro asiático o landre”, vendría a sumar otro buen número de muertos, entre los que figura la reina Ana de Austria, esposa de Felipe II.

Al terminar el siglo en el año 1599, se declaró otra epidemia de peste, que se consideró como un castigo de Dios por los pecados cometidos, y en ella tuvo que usarse de nuevo el Hospital de la Cruz.

De 1570 a 1578 Felipe II concedió licencias especiales en un intento de regular la actividad sanitaria a barberos, algebristas, hernistas, sacadores de la piedra, bizmadotes, comadronas o batidores de cataratas, con las limitaciones propias de un saber basado en conocimientos prácticos y sin más fundamento que el que aporta la intuición y la tradición. Quizás hubo importancia en las acciones de enfermería: acompañando, consolando, limpiando, alimentado, etc., proporcionaron más alivio que cualquier otro remedio conocido. Sin embargo, no hay ninguna disposición oficial que regule el trabajo de los enfermeros, hasta las Constituciones para los Hospitales Reales, establecido por Carlos V.
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Felipe III, por pragmática de 1603 y publicada en 1604 establece el examen de Cirujanos Romancistas por los Protomédicos: “Para que mas se animen los Cirujanos latinos á estudiar fundamentalmente la Cirugía, puedan de aquí adelante los Protomédicos admitir al exámen de Cirugía á los romancistas, aunque no hayan estudiado Artes ni Medicina; con que traigan probados los romancistas (….) cinco años de práctica, los tres en hospitales, y los dos con Médico o Cirujano (….) y hallándolos hábiles y suficientes, los puedan dar licencia para ejercitar ola Cirugía en nuestros Reynos (….)”.

Las Constituciones de los Hospitales Reales contemplan las figuras del enfermero mayor y la de los enfermeros asistenciales con sus correspondientes funciones. En las del Gran Hospital Real de Santiago de Galicia, año 1524, se dice:

El qual dicho Enfermero mayor jura al tiempo que fuere recibido al dicho oficio en manos del Administrador, que él no hará ni consentirá hazer fraude ni engaño, en cosa alguna de las que en la dicha casa sean. Y visitará continuo las enfermerías, e hará hazer las camas en su tiempo y tendrá principal cuidado que se visten los enfermos, como convenga, les den de comer. Y todas las medicinas que le mandan dar a sus tiempos, todo muy concertado…”.
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Encontramos una referencia histórica de la labor de los barberos – sangradores en este hospital de la Vera Cruz por el que se pagó: “Dos mil settecientos y treinta y siete maravedíes a Sebastián de los Reyes barbero por las sangrias bentosas y sanguijuelas que echo a los enfermos de dicho ospittal el anno de las quintas”.

La pragmática de 1498 establecía que la matrona partera debía superar un examen llevado a cabo por el Real Tribunal del Protomedicato para poder ejercer, Felipe II lo prohíbe y en 1750 Fernando VI restablece dicho examen. La asistencia a partos correspondía a las parteras y existían dos tipos: unas que atendían a las clases altas de la sociedad como reinas, princesas, nobles y esposas de ricos burgueses, y las otras que asistían a la clase media y baja.

María Oto fue requerida como partera por María de Castilla, esposa de Alfonso V el Magnánimo, para que la asistiese de las dolencias que sufría. Por otra parte, la mayoría de la población vivía en condiciones económicas precarias y tenían que recurrir a mujeres que atendían los partos como una más de sus actividades. En el “Libro del buen amor” encontramos una referencia que merece recordar:

Toma vieja que tenga oficio de herbolera,
que va de casa en casa sirviendo de partera,
con polvos, con afeites y con su alcoholera,
mal de ojo hará a la moza, causará ceguera
.

En Badajoz y en toda Extremadura, se constata también la labor de los taumaturgos, que se han aprovechado de la candidez de muchos “creyentes” que les proporcionaban pingües beneficios. Los saludadores y curanderos pululaban a sus anchas, Los primeros se atribuían la virtud de curar las enfermedades con la saliva, el aliento y ciertas fórmulas mágicas. Los curanderos utilizaban siempre productos de las más variadas clases.

También en “La Celestina”, una de las obras más importantes de la literatura española, Areusa le pide a Celestina algún remedio para su mal, respondiéndole: “Porque, como las calidades de las personas son diversas así las medicinas hacen diversas sus operaciones diferentes. Todo olor fuerte es bueno, así como poleo, ruda, ajenjos, humo de plumas de perdiz, de romero, de mosquete, de incienso”. Lamentablemente estos sanadores farsantes no han desaparecido con el progreso de la ciencia y de la cultura.
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Existen abundantes referencias históricas sobre la labor de enfermería en los documentos fundacionales de cofradías asistenciales y hospitales en el Badajoz del siglo XVII. La reputación del hospital era consecuencia de la calidad de los cuidados de enfermería dispensados como la higiene, alimentación, vestido, atención psicológica, administración de remedios, gestión de recursos, etc.

En referencia a los Visitadores enfermeros de los Hermanos de la Mesa, decía así: “Otros dos hermanos de la misma orden tendrán cuidado de visitar los pobres vergonzantes, tullidos y enfermos que hubiere (….). Y todas las informaciones que se hubieran de hacer y otras cualesquiera diligencia en este caso las harán los dichos Visitadores juntos (….).
Y así mismo tendrán cuidado los dichos dos Visitadores de visitar y socorrer todos los dolientes y enfermos pobres que hubiere en su cuartel con el Médico y Cirujano de la Casa y con medicinas y camas como por el Proveedor y Hermanos de la Mesa fuere ordenado y tendrán cuidado todos los días que se hiciese Mesa de despachar las peticiones de los dichos enfermos para que con brevedad se provean y socorran
y así tendrán cuidado de hacer servir a los curas de las parroquias donde los tales dolientes estuvieren para que los confiesen y comulguen y les den la extremaunción para que sean proveidos de remedio espiritual como el corporal y habiéndose de admitir en la semana y dar limosna a alguna mujer que fuese sola, se hará con mucha consideración. Y los visitadores y enfermeros que hicieren las dichas diligencias hallando algunas personas que tengan urgente necesidad, las proveerán luego con la limosna que en su conciencia las pareciere necesaria hasta dos reales y luego de ello darán razón de la Mesa porque habiendo de esperar por el despacho de la Mesa será grande inconveniente para las dichas personas por pasarse algunas veces días primero que por la mesa sean proveidos”.

En el siglo XVIII y gracias a la Real Cédula de 13 de Abril de 1780 y refrendada por el Rey Carlos III, ya no depende del Protomedicato y en la Ordenanzas del Colegio de Cirugía en Madrid, en el punto 12 establece que: “Gobernada la Cirugía por sus propios facultativos, reunirá en sí el exámen y aprobación del sangrador, que atribuirá al Cirujano latino”, aseveración que queda bien explicitada en este documento:

Cualquiera de los alumnos de este Colegio, que fuere al fin de curso examinado y aprobado de Cirujano latino en el Protomedicato, podrá libremente establecerse y fixar su residencia en cualquiera ciudad, villa ó lugar de mis Reynos, para ejercer en ellos la Cirugía en todas sus partes; sin exceptuar la sangría, que es operación muy principal en la Facultad Quirúrgica, y para la qual se requiere mayor conocimiento que el que tienen los que son meros sangradores: pero de ningun modo les será permitido tener tienda de barbería, ni afeytar, pues de lo contrario perderán los privilegios, exenciones y destinos que les concedo en estas ordenanzas como alumnos de este Colegio”.

Posteriormente, Carlos IV, por Cédula de 12 de mayo de 1797, regula el método que ha de observarse en el Protocirujanato para el examen de cirujanos y sangradores, limita el número de veces que se pueden presentar a tres, y establece el tiempo de práctica que deben demostrar haber realizado. El mismo soberano regula los exámenes de reválida para los Cirujanos romancistas, latinos, sangradores y parteras:

Los pretendientes á la aprobación de Cirujanos romancistas sufrirán (….) dos exámenes: en el primero serán preguntados de la parte teórica de la Cirugía, de los medicamentos que correspondan aplicarse en las enfermedades externas, en qué casos estará indicado cada uno de ellos (….) y sobre el modo de hacer las operaciones, inclusa la sangría, y de los casos y circunstancias en que convengan; y para que los examinadores se enteren de su destreza manual, le mandarán ejecutar alguna sobre el cadáver (….).

Respecto a los sangradores, se establece que serán preguntados:

sobre quanto tenga relación al conocimiento de las venas y arterias, cómo deben ejecutar las sangrías, evitar todo daño al sugeto á quien se le haga, y precaver las resultas de los yerros que pueden cometerse en su ejecución, y del modo de sacar dientes y muelas, aplicar sanguijuelas y vejigatorio, poner ventosas, y sajarlas, que es lo único para lo que se les dará facultad en sus títulos (….).

Para el examen de parteras se dice que:

serán examinadas (….) de las partes del arte obstetricia en que deben estar instruidas, y del modo de administrar el agua de socorro á los párvulos (….) en la inteligencia de que debiendo admitirse solamente á este ejercicio á viudas o casadas, deberán las primeras presentar certificación de hallarse en aquel estado, y las segundas licencia por escrito de sus maridos, ademas de la fe de bautismo, y de su buena vida y costumbres, dada por el Párroco, información de limpieza de sangre, y de práctica de tres años con Cirujano o partera aprobada (….).
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Quienes ejercieran sin acreditar tener la instrucción necesaria “sufren por la primera vez la multa de cincuenta ducados; doble por la segunda, con destierro del pueblo o residencia, de Madrid y Sitios Reales diez leguas en contorno; y que si incurrieran tercera vez, se les exija la multa de doscientos ducados, destinándolos á uno de los presidios de Africa ó América”. Y ello “por el interés de la salud pública la equidad y el buen orden”.

En 1700 se funda el Hospital San Sebastián paralelamente con el “Copatronato de Niños Expósitos de Badajoz”, empieza a funcionar con escasa dotación económica y humana. Ésta no se incrementaría hasta 1743, cuando se sumó al hospital la obra de Juan Vicente Morcillo, destinada a atender a enfermas pobres, ya que aportó importantes rentas que convirtieron al hospital en el más importante de su entorno, dentro de la sobriedad propia de los establecimientos piadosos de la época.

Por Real Orden de 12 de abril de 1757 se funda el Real Hospicio al que se agregan los Hospitales de la Piedad, Misericordia, Vera Cruz y Concepción, más tarde pasaría el hospital de San Sebastián con todos sus edificios, fondos y rentas. Las Ordenanzas de uno y otro establecimiento han generado a partir de 1804, una abundante e interesantísima documentación respecto de los cuidados enfermeros.

Por Decreto del 17 de diciembre de 1868, disponen que el Hospicio, la Casa de Maternidad, el Asilo de Pobres impedidos de ambos sexos y el Hospital de San Sebastián pasen a depender de la Excelentísima Diputación Provincial.

A los empleados del Hospital se les solía dar una asignación – limosna al dejar su puesto, ya fuera por estar imposibilitados para el desempeño de su función, o incluso en los casos en que la carga de trabajo soportada había sido excesiva; en este siglo XVIII encontramos algunos casos, como el pago que se le hace el 6 de noviembre de 1785 a Juana Cotrina(….) enfermera que asido de este hospital y que sea retirado por imposibilitada cien reales de vellón que le an consignado de limosna los Señores Patronos”, o el que se le hace el 12 de octubre de 1788 “á Jerónimo Cava, enfermero mayor, trescientos y quince reales de vellón que sele an considerado á el, y al sirviente, por (….) del mayor trabajo que an tenido con el mayor número de enfermos que se an curado en este Verano por cuenta del fondo de Limosna”.

En 1846, ya durante el reinado de Isabel II, se publica una Real Orden de 29 de junio dictando disposiciones relativas al reglamento para ejercer la cirugía menor o ministrante a los que hubieren desempeñado el destino de practicante en los hospitales, y a los que se les pide reúnan las condiciones siguientes para obtener la autorización necesaria para ejercer la sangría:

1ª Haber servido dos ó más años el destino de practicante de cirugía en los hospitales al menos de cien camas, siempre que presenten certificado expedido por el primer cirujano del hospital, tanto de haber desempeñado las obligaciones de aquel destino á satisfacción suya y de los profesores, como de haber observado buena conducta.

2ª Probar que ha estudiado privadamente la flebotomía y el arte de aplicar al cuerpo humano los apósitos de toda clase usados en medicina. Deberá comprenderse en el estudio que han de hacer de flebotomía todo lo relativo al arte de hacer evacuaciones sanguíneas, ya generales ó ya tópicas, y los medios de remediar los accidentes que pueden sobrevenir durante la operación; y en el del arte de los apósitos, los medios usados para aplicar al cútis los cuerpos dotados de acción directamente medicamentosa, los diferentes modos de aplicar al exterior cuerpos de cualquiera clase, cuyos efectos en el cútis puedan ser considerados como medios de curación; los vendajes mas comunes usados en medicina, y los diversos modos de inyectar sustancias medicamentosas por las vias naturales. Probarán también haber seguido, al menos por seis meses con un cirujano dentista, la práctica de la parte de esta especialidad, relativa a limpiar la dentadura y extraer los dientes y muelas.
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Debían pasar un examen de no menos de una hora de duración, dedicada parte a teoría y el resto a ejercicio práctico, en el que además de lo apuntado anteriormente, debían demostrar su pericia en poner cauterios, ventosas y hacer escarificaciones, y sobre los medios curar los clavos o callos, incluyendo los accidentes que pudieren sobrevenir al hacerlo. La superación del examen les autoriza:

1º Para hacer sangrías.
2º Para aplicar medicamentos al exterior, poner toda especie de cáusticos ó cauterios y hacer escarificaciones.
3º Para limpiar la dentadura y extraer dientes y muelas.
4º Para ejercer el arte de callista.

Once años después, en 1857 y por Real Orden de 9 de septiembre, se suprime la enseñanza de la Cirugía menor o ministrante y se prepara el camino al título de Practicante.
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Las Ordenanzas del Hospital de San Sebastián en Badajoz, publicadas en 1804, constituyen una de las primeras reglamentaciones de este tipo de todo el país. Dichas Ordenanzas dedican varios Títulos a plasmar las funciones del Enfermero Mayor, del personal asistencial subordinado, del enfermero menor, de la enfermera y cocinera. Pasando posteriormente a describir el cólera morbo de 1833 en la provincia de Badajoz.

En las primeras décadas del siglo XIX se empieza a sentir la hambruna en toda la provincia, sobre todo por el expolio enorme cometido por las tropas francesas durante la Guerra de Independencia de 1808. Al disminuir las rentas en el Hospital de San Sebastián entre los años 1814 a 1827 los empleados del mismo centro cobrarán la mitad de su sueldo. Se decide segregar el Hospital de San Sebastián del Hospicio, corría el año 1827 y se decide recurrir y convocar a las “Hijas de la Caridad”, llamadas también “Hermanas de San Vicente de Paul”, para que se hagan cargo del Hospital, hecho que se produce el 18 de octubre de 1827.

Esta congregación femenina llegó a ser la más numerosa del país, surgió con una clara orientación de asistencia a los enfermos, desvalidos, perturbados, heridos en el campo de batalla, huérfanos, etc. y pronto adquirieron prestigio por sus dotes de organización y eficacia cuidadora.

En 1849 se recoge que: nueve Hijas de la Caridad llegan al Hospital de San Sebastián: seis destinadas al cuidado de los enfermos y tres a la Enseñanza gratuita a niñas pobres. Reciben bajo inventario los enseres, ropas y víveres, debiendo dar cuenta de ello a la Junta, al menos una vez al año. Duplicado de llaves de todas las oficinas, almacenes, departamentos, y su autoridad es tal que “para el mejor servicio del establecimiento, todos los dependientes que en él habiten, estarán sujetos á la Superiora y obedecerán sus órdenes. Se exceptúan de esta regla los Eclesiásticos y facultativos”.
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La función asistencial queda recogida en el artículo veinte:

Tendrán á su cargo las hijas de la Caridad y desempeñaran con el celo propio de su instituto las salas de enfermos y enfermas de este Hospital de San Sebastián de Badajoz, dando en todas los alimentos y medicinas internas, á excepción de las salas destinadas para el venéreo, por prohibirlo sus reglas; pero cuidarán de que los encargados de dichas Salas cumplan exactamente con sus deberes, prestando toda la asistencia debida a los enfermos y suministrándoles todos los alimentos y medicinas necesarias.

Pero los enfermos afectados de enfermedades de índole sexual no son los únicos exceptuados del directo cuidado de las Hijas de la Caridad: “Tampoco cuidarán las Hermanas por sí mismas de las Salas de las parturientas; pero prestarán los servicios por medio de las personas destinadas á su inmediato servicio”, tal vez porque la atención a parturientas estaba cubierta por las matronas parteras, personal capacitado y autorizado legalmente para ejercer dicho cometido.
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La falta de atención directa a enfermos venéreos no encaja con la filosofía con que enfocan sus cuidados, que dice “será peculiar de las Hijas de la Caridad el velar á los enfermos para poderles prestar todos los servicios de una cristiana caridad”. Ello quizá tenga más que ver con la falta de información de la época sobre enfermedades transmisibles, como medida de protección para la salud, que con cuestiones de tipo moral; en todo caso, no se inhiben del cuidado de estos pacientes que estarán a cargo de personal no profeso encargado de su servicio.

Los cuidados de enfermería prestados por las Hermanas excluían la realización de técnicas que tradicionalmente realizaban practicantes y sangradores, y que en el futuro pasarían a ser competencias de los enfermeros.

A la Superiora de las Hijas, en ese momento Sor Tecla Pamias, se le autoriza por la Junta “a reprehender y reconvenir á quien convenga siempre que por sus acciones y palabras, ó por no cumplir con sus respectivas obligaciones, juzgue debe hacerlo”.

Dado que deben dar cuenta de su labor, es lógico que se les exija que “la Hermana ó hermanas encargadas de los enfermos tendrán sus respectivos libros para anotar los alimentos y curación de los enfermos, como también las entradas, salidas y fallecidos”.

En el último capítulo nos refiere las figuras de la enfermería pacense, su historia, sus nombres, los cirujanos romancistas, sangradores y barberos, y también se encuentra una ilustración del título de enfermera de 1879 firmado por el presidente de la Diputación Provincial.

Para terminar, quiero reconocer en este excelente libro, como está estructurado; y da fe de la magnífica Historia de la Enfermería en Badajoz, de sus gentes y de sus centros hospitalarios. Gracias por este magnífico ejemplar que nos ayuda a todos a profundizar en nuestra Historia de Enfermería.
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Bibliografía
Historia de la Enfermería en Badajoz.

Agradecimientos
Mercedes Fraile Bravo
, enfermera de Mérida
Francisco Martínez Bruque
Miguel Pérez Luna
Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura
Universidad de Extremadura

FOTOS

FOTO 001 Portada del libro, reducida.

FOTO 002 Barbería del Siglo XIX.
http://guitarra.artelinkado.com/guitarra/archivos_barberos/dibujo_barberos.jpg

Foto 003 Una humilde mujer (Clara) que a través de su modesto oficio de “clistera” colaboró eficazmente con la medicina de su época. Salamanca (1504)
http://www.mujeryciencia.es/wp-content/uploads/2008/09/img058.jpg

FOTO 004 Cirujanos Romancistas. Siglo XVIII
http://web.educastur.princast.es/proyectos/grupotecne/archivos/investiga/170fig-20.jpg

FOTO 005 Barbería Siglo XIX
http://guitarra.artelinkado.com/guitarra/archivos_barberos/barberos1.jpg

FOTO 006 Partera
http://martin-cano.iespana.es/parteras.gif

FOTO 007 Hospital San Sebastián de Badajoz
http://siguelashuellas.files.wordpress.com/2008/10/h6.jpg

FOTO 008 Hijas de la Caridad. Ciencia y caridad. Cuadro de Picasso. 1905
http://www.oni.escuelas.edu.ar/2006/GCBA/1158/picasso_ciencia.jpg

FOTO 009 Familia de Carlos IV. Francisco de Goya. 1800
http://leiter.files.wordpress.com/2009/03/goya-familia-carlos-iv.jpg

FOTO 010 Página 115 del libro. Título de enfermera de 1879 firmado por el presidente de la Diputación Provincial de Badajoz.

FOTO 011 Congreso Internacional y Nacional de Historia de la Enfermería. Zaragoza 2005

FOTO 012 Página 136. Personal sanitario, Hospital Provincial de Badajoz, en la Guerra Civil
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Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
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sábado, 20 de marzo de 2010

Defensa de los derechos fundamentales en internet

Manifiesto “En defensa de los derechos fundamentales en internet”

Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que…

1.- Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.

2.- La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial – un organismo dependiente del ministerio de Cultura -, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.

3.- La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.

4.- La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.

5.- Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.

6.- Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.

7.- Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.

8.- Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.

9.- Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.

10.- En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

Este manifiesto, elaborado de forma conjunta por varios autores, es de todos y de ninguno. Si quieres sumarte a él, difúndelo por Internet.

También puedes firmar la petición en:

http://www.petitiononline.com/ed021209/petition.html


http://red-sostenible.net/

HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN BADAJOZ

Libro que me ha enviado y regalado, mi buena amiga Mercedes Fraile Bravo, enfermera de Mérida. El libro consta de 146 páginas, está escrito por Francisco Martínez Bruque y Miguel Pérez Luna, y patrocinado por la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura y por la Universidad de Extremadura.

El libro se titula Historia de la Enfermería en Badajoz, del Protobarbeirato a la Enfermería Universitaria.
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Curar, a veces; mejorar, a menudo; cuidar, siempre. (Anónimo del siglo XIV)

Además de la introducción, divide el libro en once capítulos, en el primero nos cuenta el concepto actual de Enfermería, funciones de enfermería, campos de actuación y método enfermero. En el segundo nos habla del siglo XV, la herencia medieval, el contexto socio-político y la asistencia sanitaria. En el tercero, es el siglo XVI y nos habla de los precedentes legales, el personal sanitario asistencial y las técnicas y remedios curativos. En el cuarto, es el siglo XVII y habla de cofrades y enfermeros, el enfermero como responsable de los cuidados integrales, del oficio de matrona, cirugía menos y otras actividades de enfermería.

En el quinto capítulo habla del siglo XVIII de las disposiciones legales, el contexto socio-político y los remedios empíricos. En el sexto, siglo XIX, la regulación de la asistencia sanitaria domiciliaria y los antecedentes enfermeros. En el séptimo habla de la enfermería y el Hospicio de Badajoz, la enfermería institucional, el Hospicio, el Hospital de peregrinos, del enfermero mayor y el Hospital de Unciones. En el octavo el contexto sanitario y epidemias en la sociedad pacense del siglo XIX. Enfermería y Hospital San Sebastián: ordenanzas de 1804. Cólera morbo y enfermería.

En el noveno capítulo trata de la atención de enfermería en el Badajoz del siglo XIX y la llegada de las Hijas de la Caridad, recursos y gestión del hospital, contratación de las Hermanas y condiciones económicas. Rechazo a la labor de las Hermanas y el enfrentamiento entre el Hospital y el Hospicio. En el décimo trata sobre la Historia y sus protagonistas, figuras de la Enfermería pacense, conflictos y competencias. Y en el undécimo y último capítulo que versará sobre el siglo XX con personas, lugares y hechos, reglamento de 1926 para el Régimen Interior del Hospital Provincial de San Sebastián de Badajoz. De la segunda república a la Ley de Bases de Sanidad Nacional de 1944, servicios profesionales y Centros sanitarios. Y como último de las Escuelas de ATS a la Universidad.

Todas las civilizaciones, en todas las épocas, han sentido la necesidad de intentar remediar sus problemas de salud y han buscado soluciones de una forma u otra. En la India del siglo IV a.C. el texto de Charaka proclama las cualidades que han de reunir los que atienden a los enfermos, y en el de Susruta se dice de los enfermeros que “han de ser personas dispuestas a permanecer a la cabecera del enfermo con sangre fría y con agrado, sin molestarle con su charla, atentos siempre a sus requerimientos”.

En la Grecia de Hipócrates también se hace referencia a la labor complementaria de la enfermería y la medicina; en el libro de los Aforismos encontramos un párrafo que traducido literalmente dice: “No podrá el médico por sí solo salir airoso en la curación de la enfermedad si no lo favorece el enfermo, los asistentes y las circunstancias exteriores”. Los tratados hipocráticos inician la andadura científica de la medicina a través de la observación y análisis de los fenómenos que intervienen en el ciclo salud-enfermedad. Por el contrario, los encargados de cuidar a los enfermos se limitaban a transmitir sus conocimientos sin profundizar en las consecuencias de sus acciones, sin dejar constancia de sus logros y sin ningún rigor científico.
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Fue en el Primer Concilio de Nicea cuando la Iglesia, movida por los principios de caridad inspirados por la predicación evangélica, decide que cada obispo estableciera un xenodoquio para alojamiento de todo tipo de desvalidos, establecimiento que fue predecesor del hospital moderno y de la mayoría de demás instituciones caritativas.
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Único resto de arquitectura visigoda de carácter civil conservado en España. Es el Xenodoquium un albergue para peregrinos que servía también como hospital para los pobres de la ciudad. Se cree que fue construido hacia la mitad del siglo VI en un sector suburbano de la Colonia, próximo al Acueducto de San Lázaro, el Circo y la calzada que comunicaba Mérida con Toledo y Córdoba y que posteriormente fue una extensa área de necrópolis en torno al centro de culto martirial, la Basílica de Santa Eulalia. Después de su abandono, el solar se utiliza como terreno agrícola hasta nuestros días.

La Medicina, desde la Escuela de Cos, empieza a configurarse como ciencia, la Enfermería no lograría hacerlo hasta mediados del siglo XIX, sin embargo el beneficio social derivado de la labor de los enfermeros es una constante en todas las épocas.

Enfermeros/as, barberos, sangradores, dentistas, sacamuelas, comadronas, cirujanos romancistas, ministrantes, batidores de cataratas, practicantes, etc. han contribuido a aliviar las dolencias de los necesitados durante siglos.

La profesión de Enfermería hoy es fruto de la evolución de estos oficios, que han ido basando la aplicación de sus técnicas en las aportaciones científicas de las disciplinas biológicas, y descubriendo al mismo tiempo su aportación específica al fomento y promoción de la salud, prevención y curación de la enfermedad, rehabilitación y reinserción.

Durante toda la etapa medieval la atención a los enfermos, tanto médica como de enfermería, resultaba absolutamente precaria. Ni el Estado ni ningún organismo institucional se creían obligados a socorrer las miserias de los ciudadanos. Las personas que disponían de algún patrimonio recibían en sus casas la atención de los físicos o sangradores, adivinos, hechiceros, agoreros y otros sanadores. Los centros encargados de atender a los enfermos eran más bien casas de acogida a necesitados de toda índole que sostenían los conventos y las Órdenes Militares principalmente; los Concejos y algunas fundaciones de carácter privado aportaron algunos recursos que tan sólo satisfacían algunas necesidades primarias.

En Badajoz parece que no hubo ninguna institución asistencial hasta el siglo XV, aunque se habla de una “casa de curar” desde el XIV. Estas casas de curar disponían bienes por las donaciones que recibían las cofradías que se encargaban de su mantenimiento.

La asistencia sanitaria y social durante la Edad Media no había sido objeto de ningún tipo de política. Los centros asistenciales pertenecían al ámbito privado en la casi totalidad de los casos y no eran materia de regulación oficial. Sólo la Iglesia, a través de sus Órdenes Militares y Religiosas, se había preocupado de los menesterosos de toda índole (enfermos, lisiados, transeúntes, viudas, huérfanos, etc.), prestándoles algún soporte asistencial. Las aportaciones de los Concejos eran de escasa entidad y raramente solucionaban los casos más acuciantes. La enfermedad conducía, irremisiblemente, a la ruina. Las familias que vivían de su trabajo, el único bien que poseían, se veían abocadas a la miseria cuando la falta de salud les impedía realizarlo.
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Los conceptos de hospital, medicina, enfermería, curación, salud, enfermedad, prevención, rehabilitación, inserción, etc., tenían escasa correspondencia con la interpretación que hoy se hace de ellos. Los hospitales de la época son más bien hospederías de pobres, transeúntes, pícaros y menesterosos, en los que principalmente se cuidaba (con los escasos medios disponibles) a los que se acogían a tales instituciones. Éstas poseían casi todas carácter privado y funcionaban bajo el patrocinio de la Iglesia, promovidas por los señores de las tierras, a veces movidos por la fe o por evitar la gran conflictividad social que ocasionaba la situación de miseria reinante.

En esta situación, la figura de enfermero empieza a perfilarse tomar carta de naturaleza en la sociedad. Se tiene conciencia de la necesidad de remediar las demandas de las personas sin bienes o sin habilidades para hacer frente a sus propios estados de carencia. Las Obras de Misericordia han de ser una práctica habitual de los cristianos a las que todos deben sentirse impulsados.

Visitar a los enfermos, vestir al desnudo, consolar al triste, dar posada al peregrino, dar de beber al sediento, dar de comer al hambriento, enseñar al que no sabe y dar buen consejo al que lo requiere constituyen principios perfectamente asumibles por la Enfermería actual. La atención a las necesidades básicas que propugna la ilustre enfermera teórica Virginia Henderson no anda muy lejos de esta concepción, con la salvedad de que las acciones que para estos fines se establezcan han de estar fundamentadas en el conocimiento científico que empieza a despertarse en el Renacimiento.

Hacia finales de la Edad Media, surge una cierta paradoja en relación con la manera de conceptuar la pobreza. Por un lado, se identifica a los pobres con Cristo y por otro se considera la pobreza como fruto de una maldición. Los menesterosos empiezan a ser considerados como un peligro social; su elevado número requería arbitrar medidas que no era posible establecer solo con limosnas individuales, se hacía imprescindible que las instituciones se implicaran como hasta entonces no lo habían hecho. Fueron los Reyes Católicos, cuya llegada al trono coincide con una situación absolutamente crítica, quienes iniciaron el proceso de reforma de las estructuras jurídicas, económicas y políticas para intentar restablecer una convivencia ordenada.
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Trataron también de regular el ejercicio de las profesiones sanitarias mediante la creación de los Tribunales del Protomedicato y el Protobarbeirato. El primero, formado por médicos de la corte, regulaba el ejercicio de la medicina; el segundo regulaba el oficio de barbero y flebotomíano, ambos con carácter independiente.

La primera referencia escrita de un precursor de los enfermeros actuales la encontramos en el Fuero Juzgo, recopilación de textos legales escritos inicialmente en latín, que arranca del siglo VIII, a partir del Concilio de Toledo, posteriormente traducido al romance en el siglo XIII: “Que el físico ò el sangrador non deven sangrar, ni melecinar la mugier, si los parientes non estuvieren delante”.

En el año 1500 los Reyes Católicos promulgan una pragmática por la que se permite a los barberos abrir tienda donde sajar, sangrar, poner ventosas y sanguijuelas y sacar dientes y muelas, previo examen por los barberos Mayores castigando con “las penas de jurisdicción” a aquellas personas que ejercieran estas atribuciones sin la correspondiente acreditación por el dicho tribunal.

Este oficio de barbero y examinador mayor es el antecedente primero de lo que sería después el “Practicante en Medicina y Cirugía”, entrañable figura ya desaparecida del actual marco docente y legal, pero no del recuerdo de un gran número de ciudadanos a los que ayudaron, sin importarles la hora ni la fecha, a sobrellevar sus dolencias siempre con agrado y profesionalidad.

Nada o casi nada se conocía en esta época sobre la etiología de las enfermedades, su evolución y pronóstico. Los tratamientos que se aplicaban eran de carácter empírico, y la mayoría de las ocasiones sus efectos contribuían a empeorar las dolencias más que a mejorarlas. Los conocimientos de los médicos estaban basados en la vieja fisiología galénica, plagada de errores, que no serían modificados hasta el renacer científico del siglo XVI.
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En todos los escritos médicos hasta finales de este siglo, tanto en manuscritos como en libros impresos, encontramos referencias a la teoría hipocrática de los cuatro humores (sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla), que algunos médicos habían asociado con los diferentes temperamentos según el humor predominante (sanguíneo, flemático, colérico y melancólico).

Los tratamientos que se prescribían, muchos de los cuales perdurarían hasta el siglo XIX y principios del XX, iban encaminados a combatir algunos de los síntomas que más preocupaban: el dolor, la fiebre, la tos, etc. Se ordenaban fórmulas tan inconcebibles hoy como caldos de víboras, de ranas o de caracoles. Se recetaban sahumerios y vapores dirigidos al ano, amén de sangrías mediante sanguijuelas, ventosas, lavativas, cataplasmas, pociones, purgas, baños, etc.

En los hospitales tales prescripciones eran llevadas a cabo por enfermeros, topiqueros, sangradores, barberos, etc… A los enfermeros les afectaba especialmente lo relacionado con la alimentación, higiene y la vigilancia del enfermo, procurando que las prescripciones médicas se cumplimentaran rigurosamente según fuera ordenado.
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En esta época hay en Badajoz al menos un hospital abierto por la Hermandad y Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción, fundada en 1344 por el entonces Obispo de Badajoz, Vicente Estébanez. En sus constituciones fundacionales (fuero) se evidencia la constante preocupación de los cofrades por la atención a los pobres, enfermos, viudas y difuntos, disponiendo para su atención cuantiosos recursos en bienes y personas con fines benéfico – asistenciales.

Es probable que este hospital estuviera ubicado junto a la Iglesia de la Concepción en su primer emplazamiento, según escribe Juan Solano de Figueroa en su Historia Eclesiástica de Badajoz en 1664; “Por otra parte ay en esta Çiudad yglesia (que á Çien años que es ayuda de Parroqia) con titulo de la Çconcepcion, y tiene hospital. Pero esta ni es, ni fue la yglesia de San Andres, sino la que oy perseuera con su nombre, bajando la yglesia Catedral á la Puerta de la Trinidad. Veo también que en la yglesia de San Andres ay capilla de nuestra señora de la Çoncepción y que se celebra en ella todos los años solenemente su fiesta á quinÇe de agosto, y el dia propio á ocho de diciembre; y que en ella está sita su cofradia. Por donde juzgamos que todo se dispuso a vn tiempo: la cofradia, fiesta, y Altar, en San Andres: y la casa para los cabildos, y hospital para enfermos, en la que oy es yglesia de la Çoncepcion; y asi se conserva alli el hospital con titulo y sobre escrito de la Çoncepcion, con renta conpetente para la curación y Regalo de los enfermos”.

Tenemos en Badajoz otro hospital fundado en 1485 por el obispo fray Pedro de Silva bajo la advocación de Nuestra Señora de la Piedad, que desaparece en 1798 integrado en la Real Casa Hospicio, creada por R. O. de Fernando VI, de 12 de abril de 1757. La imagen de la Virgen de la Piedad que hay en la portada del actual Hospital San Sebastián procede de este hospital, que estaba situado en el campo de San Juan, y que sería después el Teatro de Comedias que se construyó a finales del siglo XVIII.
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Otro referente importante sobre asistencia a los enfermos y pobres son los numerosos conventos que proliferan en la ciudad desde fechas tempranas. AL iniciarse el siglo XV existían, según Alberto González, tres grandes conventos de frailes y cuatro de monjas que se verían duplicados en el siglo siguiente.

La España del siglo XV es un hervidero de supersticiones de toda especie. Ya en el siglo XIV, Juan I y Enrique III promulgaron leyes cuyo propósito era el “castigo y penas de los adivinos, sorteros y agoreros, y de los que acudan a ellos”. Más tarde Juan II en 1410 y Felipe II, en las Cortes de Madrid de 1598, aprobaron las leyes para la “Prohibición del uso de la hechicería, adivinación y agüeros; y su pena” de las que destacamos el siguiente fragmento, estrechamente relacionado con el asunto que estamos tratando; “Ningunas personas, de cualquier estado o condición que sean no sean osados de usar de estas maneras de adivinanzas; conviene á saber de agüeros de aves, ni de estornudos, ni de palabras que llaman proverbios, ni de suertes, ni de hechizos; ni de catar en agua ni en cristal, ni en espada ni en espejo, ni en otra cosa lucia; ni hacer hechizos de metal ni de otra cosa, de cualquiera adivinanza de cabeza de hombre muerto, ni de bestia ni de palmada de niño, ni de muger virgen, ni de encantamiento, ni de cercos, ni de ligamento de casados; ni cortar la rosa del monte, porque sane la dolencia que llaman rosa, ni de otras cosas semejantes á estas, por haber salud, ó por haber las cosas temporales que codician; so pena que, seyéndoles probado por testigos, ó por confesión de los mismos, que los maten por ello…

Desde un punto de vista legal, la pragmática de los Reyes Católicos sobre Jurisdicción y facultades de los Protomédicos y Alcaldes Examinadores mayores, de 30 de marzo de 1477, pretende regular la práctica de los oficios sanitarios. “Físicos y Cirujanos, ensalmadores, Boticarios, especieros y herbolarios, y otras personas que en todo o en parte usaren en estos oficios” habrán de superar un examen de idoneidad para poder actuar. Ejercer sin estar autorizado se castigaba con la pena de seiscientos maravedíes por cada vez que fuese hallado en falta.
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Otra pragmática de Fernando e Isabel fechada en Segovia el 9 de abril de 1500, establece:

Mandamos, que los Barberos y Examinadores mayores de aquí adelante no consientan ni den lugar que ningun barbero ni otra persona alguna pueda poner tienda para sajar ni sangrar, ni echar sanguijuelas ni ventosas, ni sacar dientes ni muelas, sin ser examinado primeramente por los dichos nuestros Barberos mayores personalmente: so pena que cualquiera que usare de las cosas suso dichas ó de cualquier dellas sin ser examinado, como dicho es, sea inhábil perpetuamente para usar del dicho oficio, y más pague dos mil maravedís de pena para la nuestra Cámara, y mil maravedís para los dichos nuestros Barberos mayores; y por el mismo hecho haya perdido y pierda la tienda que así tuviere puesta: pero que cualquiera que quisiere, pueda afeitar de navaja ó de tixera, sin ser examinado y sin su licencia; pero mandamos, que no puede usar ni use del arte de la Flemotomìa, ni sangrar, ni sajar; ni sacar diente ni muela sin ser examinado…

Esta disposición establece claramente la distinción entre barberos estéticos y los estético-sanitarios, estos últimos son un precedente claro de Cirujanos Romancistas y Practicantes.

Respecto al siglo XV podemos concluir diciendo que empieza a despertarse el interés por regular la práctica sanitaria en España, que queda perfectamente documentada la existencia de al menos un hospital en Badajoz, que éste es fundado por una cofradía, y que hay personas dedicadas al cuidado de los enfermos (enfermeros/as) que basan sus cuidados en los principios de la caridad cristiana, sin una formación sanitaria previa, y personas con formación específica y autorización legal para aplicar determinadas técnicas sanitarias, precursores también de la Enfermería profesional actual. Los recursos sanitarios de la época son más bien escasos. Los cuidados asistenciales se practican fundamentalmente en los domicilios particulares y serán sanadores, brujas y veedoras los personajes implicados más directamente en ellos. Hasta el siglo siguiente, del que poseemos más datos, no se introducen elementos que mejoren el panorama sanitario en la ciudad con el aumento del número de centros y una mayor capacitación de los trabajadores lejos todavía de los conocimientos mínimos que permitan garantizar una asistencia cualificada. Continuará……………

Bibliografía
Historia de la Enfermería en Badajoz.
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Agradecimientos
Mercedes Fraile Bravo
, enfermera de Mérida
Francisco Martínez Bruque
Miguel Pérez Luna
Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura
Universidad de Extremadura

FOTOS
FOTO 001 Escaner portada del libro

FOTO 002 Concilio de Nicea
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FOTO 003 Xenodoquio de Mérida
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FOTO 004 Escaner contraportada del libro

FOTO 005 Página 32 del libro

FOTO 006 Sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla
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FOTO 007 Sahumerios
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FOTO 008 Badajoz
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FOTO 009 Escudo Republicano en la puerta del Hospital de San Sebastian en Badajoz
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FOTO 010 Congreso Internacional y Nacional de Historia de la Enfermería. Zaragoza 2005


Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
masolorzano@telefonica.net
Etiqueta: Historia de la Enfermería

sábado, 13 de marzo de 2010

LOS GUANTES DEL AMOR

Cuando en 1877, bastante desalentado por la inutilidad de mi empeño de muchos años en hacer comprender a algunos de los cirujanos americanos que yo conocía el método de asepsia de Joseph Lister, cayó en mis manos el primer escrito de Koch sobre el descubrimiento de un germen patológico vivo “el bacilo del carbunco”, me había forjado una imagen heroica muy precisa del doctor alemán. Sólo una circunstancia me impidió trasladarme inmediatamente a aquel pequeño lugar de Alemania, apenas conocido, llamado Wollstein, donde vivía Robert Koch: la muerte de mi hijo Tom, a causa de una apendicitis, en aquella época todavía inoperable.
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La figura de Koch adquirió en mi imaginación un aspecto todavía más importante cuando dos años más tarde describió en otro escrito las primeras bacterias que provocaban las horribles infecciones quirúrgicas. ¡Qué poderosa había de ser la cabeza que mediante experimentos increíblemente sencillos demostraba lo que Lister había supuesto! ¿Qué genio el que sacaba a la luz a los “asesinos de la oscuridad” hasta entonces invisibles, a los mortales enemigos de operados y operadores? ¡Con qué insuperable claridad hacía ver aquel hombre la ceguera de los que no podían o no querían comprender la idea de Lister!

Quería conocer a Koch, y me fui para la calle principal de Wollstein. Allí entré en su casa y conocí a Emma Kock, que tenía una fe ciega en el trabajo de su marido, aunque a pesar de él, avanzara sólo paso a paso en su trabajo. De los trabajos de Kock, que como un potente imán me habían atraído al mísero rincón de aquella provincia alemana, no hablaba sino con un tono forzado en el que se advertía una especie de repulsión, recelo, o una mezcla de ambas cosas. Posteriormente se separa de la primera mujer para casarse con su segunda esposa IJedwing.

Kock en esa época hacía esperar mucho en la sala a los pacientes, estaba inmerso en su trabajo, a mí personalmente me hizo esperar mucho tiempo en su casa cuando le fui a ver, pensaba: aquella espera me había hecho presentir la obsesión del hombre que, separado de mí sólo por unos tabiques, estaba en plena caza de bacterias y se olvidaba del mundo que le rodeaba.

Cuando por fin apareció me dijo: ¿Qué quiere usted de mí, vamos a ver? Con gesto breve me tendió la mano, era áspera, manchada, coloreada y estaba corroída por los ácidos. Al entrar en su despacho percibí un olor en el que se mezclaban el ácido fénico y las emanaciones de corral de pequeños animales enjaulados. El olor procedía de la parte trasera de una tosca mampara de madera que Koch había hecho construir de pared a pared de la estancia, por carecer de otro sitio más apropiado. Era un departamento extraordinariamente mísero.

El hecho comprobado de que los descubrimientos que revolucionaban el mundo y que harían triunfar la labor de Lister habían salido de detrás de aquel tabique, resultaba hasta cierto punto sorprendente.
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Me puso delante del microscopio y por primera vez en mi vida vi aquellas bacterias redondeadas llamadas “cocos”, en las que Koch, entretanto, había descubierto el origen de la fiebre purulenta de los operados. Vi de una manera casi tangible al enemigo milenario, objeto de la lucha de Lister. La emoción que experimenté es fácil de comprender, lo mismo que la atención que más tarde presté a Koch cuando éste empezó sus explicaciones haciéndome un relato completo de sus hallazgos.

El tiempo necesario para estas prácticas de su investigación, Kock tuvo que usurparlo a los quehaceres de su profesión de médico rural.

Kock después de su observación con las ovejas muertas, aislando las bacterias del carbunco. Él creía que para su crecimiento, los gérmenes patógenos necesitan estar a la temperatura normal del cuerpo y además necesitan alguna sustancia que les sirva de medio nutritivo. Kock elige el humor acuoso de ojos sanos de buey, para su cultivo. Con auxilio de su lámpara de petróleo se construye una estufa. Valiéndose de una astilla pone a cultivar sangre de oveja de un bazo que contiene bastoncillos, en humor acuoso. Después se levanta cada noche, a intervalos de una hora poco más o menos, una y otra vez puede comprobar un aumento del número de bastoncillos, pero también se multiplican otros pequeños cuerpos redondos. Arregla el problema aislando la gota de muestra con una lámina de vidrio previamente recalentada y puesta encima de otra lámina de vidrio.
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En Alemania se presentó el joven William Steward Halsted, de Nueva York. Había estudiado en el College of Physicians and Súrgenos y ha trabajado en el Hospital de Bellevue. Actualmente llevaba dos años en Europa. Trabajó también con el profesor Billroth, de Viena, con el profesor Thiersch, de Leipzig, y en Wurzburg. Hasta hora ha estado trabajando con el profesor Volkmann y se interesa vivamente por Lister y su asepsia.

El cirujano Halsted era esbelto, de hombros atléticos y deportivos, tenía una cara singularmente desproporcionada, unas orejas grandes y muy salientes, y una mirada miope pero inteligente. Su aspecto exterior mostraba ya gran parte de la cuidadosa y casi exagerada elegancia que más tarde le distinguiría.

Es muy probable que en aquella hora de nuestro primer encuentro no sospechara, que en la futura lucha por la difusión de la asepsia en todas las salas de operaciones del mundo, iba a desempeñar un papel relativamente importante, en especial en América y singularmente en Nueva York, y que, finalmente, contribuiría a dicha difusión mediante una aportación de índole muy particular.
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He seguido de cerca el desarrollo del método Lister en sus momentos más decisivos; en mi patria traté de persuadir a gran número de nuestros cirujanos de la existencia de los gérmenes vivos como causantes de las enfermedades que se declaran en los hospitales y de que tales gérmenes deben ser alejados de las heridas o destruidos cuando están en ellas. Pero la labor de encontrar adeptos al método Lister era allí tan desconsoladora como lo sigue siendo, hasta cierto punto, en la propia Inglaterra. No obstante, creo que los descubrimientos de Koch pueden cambiar la situación a este respecto.

Probablemente, dijo Halsted, pero no va usted a pretender que quienes no han limpiado en su vida ni sus manos ni los instrumentos, ni han cambiado sus chaquetas de operación hasta que se han quedado tiesas de sangre y pus, crean sin más ni más, de la noche a la mañana, en la historia de las bacterias malignas. Para que triunfe entre ellos la antisepsia, se necesita una nueva generación de cirujanos, de la que Lister sea tal vez el inicio.

De las provincias bálticas de Rusia ha llegado el profesor Von Bergmann, estuvo hace tres años participando como cirujano en la guerra ruso-turca. Allí no había fenol. Pero sus grandes curaciones fueron: envolviendo las piernas y los brazos gravemente heridos con limpios vendajes enyesados. Bergmann trabaja ahora en Wurzburg siguiendo con rigor extremo el método Lister. Pero no parará por saber, porque sus vendajes limpios enyesados y sin fenol se curan sin producir bacterias, ni infecciones, ni supuraciones en las heridas.

Volkman, siendo médico militar de alta graduación, en 1871, durante el sitio de París, se entregó desesperadamente en busca de un remedio a las afecciones quirúrgicas, y lo buscó en el método Lister. Los franceses habían tenido 13.175 amputaciones, de los que murieron 10.000 a consecuencia de afecciones quirúrgicas; del lado alemán no hubo casi ni un solo caso de amputación que se salvara, y la proximidad de los hospitales alemanes se podía adivinar a kilómetros de distancia por el hedor que despedían.

Les ruego a varios compañeros que vayan a ver a Von Bergmann, allí encontrarán no sólo el pulverizador y los vendajes de fenol, sino también los demás accesorios de la técnica Lister. Desde que eliminó los delantales y chaquetas operatorias de color negro que utilizaban para operar (eran de este color para disimular la suciedad y la sangre), todos los médicos y enfermeras que trabajan con él llevan siempre batas blancas y limpias. Es un cuadro completamente nuevo el que se ve en este hospital.
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En el transcurso de los primeros años que siguieron a 1880, fueron sacados uno tras otro de sus milenarios escondites y puestos a la luz del día los “asesinos de la oscuridad”. Se descubrieron el Staphylococus pyogenes y el Streptococus pyogenes, diabólicos causantes de distintas formas de fiebres purulentas. El alemán Febleisen descubrió la bacteria de la erisipela, variedad de estreptococo de extraordinaria capacidad de resistencia. Care Batton demostró que el tétanos era provocado por la presencia de bacterias que más tarde tuvo que descubrir Kitasato, discípulo japonés de Koch.

Se unieron biólogos y cirujanos para demostrar que en efecto, la fiebre purulenta, la erisipela y el tétanos eran provocados por gérmenes vivos. Las fuerzas de vanguardia habían adoptado a regañadientes los métodos de Lister y admitido, por la fuerza de los hechos, los descubrimientos de Koch; pero para la gran masa de los rezagados de todo el mundo, los procedimientos de Lister resultaban excesivamente complicados y laboriosos. Una vez más mostraba su poder la pereza humana de que ya Semmelweis había sido víctima.

El hecho de que el fenol producía a los cirujanos numerosas lesiones epidérmicas que resistían a cualquier tratamiento, pero también, y no menos, el de la pulverización de dicha sustancia originaba a veces intoxicaciones y afecciones renales, constituían un grato pretexto para regir una y otra vez las incomodidades del tratamiento de las heridas de acuerdo con el método Lister. En multitud de hospitales, el camino para el tratamiento con fenol no quedó expedito hasta la muerte de los viejos cirujanos. Otros no capitularon hasta que los pacientes dejaron de acudir sin más a sus malolientes clínicas.
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Cuando Halsted empezó a trabajar en Nueva York, le fue imposible introducir las prácticas antisépticas en el quirófano del Hospital Bellevue. Se vio obligado a plantar una tienda de campaña en el jardín y operar allí. En el Presbyterian Hospital estalló un conflicto que condujo a la enemistad entre Halsted y el cirujano titular Briddon, porque, ante los estudiantes que llenaban el quirófano, el primero invitó a éste a que se lavara las manos.

En los quirófanos no sólo se sumergían en solución de fenol los instrumentos, no sólo nadaban en fenol los materiales de sutura, no sólo los vendajes estaban empapados de ácido fénico, sino que el pulverizador rociaba fenol en tal cantidad, como nunca lo había hecho en las operaciones practicadas por Lister: incluso la cavidad abdominal se bañaba por entero en litros de solución de fenol. Un torrente de nuevos medios antisépticos vino a asociarse al fenol. A su cabeza figuraba el sublimado.

Sabido es que Lister había supuesto que los gérmenes de las afecciones quirúrgicas proceden generalmente del aire y se alojan en las heridas; pero que también se posan en las manos y en los instrumentos. Por esta razón, por encima de su mesa de operaciones hacía flotar una nube de fenol producida por su pulverizador. Lange y Schimmelbusch, ayudantes de Bergmann, descubrieron que los gérmenes llegaban a las heridas, no por el aire, sino más bien por contacto directo con la suciedad, los instrumentos y las manos. En 1887, el propio Lister no vaciló en suspender los pulverizadores y declararlos superfluos. Los resultados obtenidos después de varios estudios era que el ácido fénico al 2 % destruía en un minuto las bacterias del carbunco, pero había formas resistentes de estas bacterias llamadas esporas.

Koch demostró que para combatir las bacterias y sus esporas se podía realizar con un chorro de vapor. Consecuencia de ello Schimmelbusch, ayudante de Bergmann, decía que puesto que las bacterias entraban en las heridas por las manos, instrumentos o material de vendaje, para conseguir el exterminio total de las bacterias se tenía que someter el material y los instrumentos a un chorro de vapor. En ese tiempo el francés Terrier llegó a la creación del esterilizador de vapor, que en muy poco tiempo fue introducido en todas las salas de operaciones del mundo.

El cirujano alemán Adolf Neuber, cambio los mangos de madera de los instrumentos, y los hicieron de una sola pieza de meta, así podían ser hervidos en agua. Pero había un lugar en el cual ni el vapor ni el agua hirviente podían ejercer su acción antiséptica: las manos de los cirujanos y sus ayudantes médicos y enfermeras.
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Entre 1885 y 1890 se hicieron numerosos ensayos. Se lavaban, cepillaban y frotaban las manos con paños esterilizados o con algodón impregnado de alcohol y sublimado. Con tales prácticas se conseguía una limpieza de gérmenes de gran eficacia, pero, al parecer, la antisepsia absoluta no se conseguía. Se ensayó con cubrir las manos con una capa de pomadas esterilizadas. Pero esta capa desaparecía en algunos puntos durante las manipulaciones operatorias. El austriaco alemán Mikulicz, fue el primero que ideó y empleo los guantes de algodón esterilizados al vapor. Pero mientras se trabajaba se humedecían inmediatamente y había que cambiarlos sin cesar.

Por fin, durante el verano de 1890 llegó de Baltimore una noticia en sí misma insignificante, pero en el fondo salvadora. Procedía de la recién fundada Universidad Hospital Johns Hopkins. El alma de esta universidad era William Steward Halsted, a la sazón profesor de cirugía en Baltimore. Halsted había solucionado el problema de las “manos limpias”.
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Halsted se alojaba en dos habitaciones del tercer piso del Hospital Johns Hopkins en Baltimore. Seguía siendo muy elegante y tenía un peculiar estilo de vida. Había hecho pintar las paredes varias veces hasta que quedaron a su gusto, puso sus antiguos muebles y la chimenea abierta, la habitación tenía un aire de refinada elegancia. Le cuidaba una señorita; fumaba Pall Mall y bebía café turco muy cargado eran las dos pasiones que tenía. Pero el café había que prepararlo con especial cuidado, antes de molerlo, le gustaba separar grano por grano y desechar los que a su parecer no estaban suficientemente tostados.

Observé que la joven que estaba con él en su casa, sabía preparar a la perfección el café al gusto de Halsted. Éste me la presentó: era la señorita Caroline Hampton, enfermera en jefe de la sala de operaciones. No sólo me llamo la atención por su cuidada belleza, sino por su distinguido porte, que tenía algo de la amable y correcta dignidad de Halsted, un tanto suavizado en ella por el encanto personal característico de las gentes del sur.

De las pocas palabras pronunciadas por la señorita Caroline, pude colegir una educación e instrucción esmeradas, pero también un fondo de energía innegable. Poco después se retiro discretamente.

Halsted no dijo una sola palabra acerca de sus cuestiones personales. Contó algo de sus proyectos respecto al tratamiento quirúrgico de las enfermedades de la tiroides y del cáncer de pecho y de su idea de convertir “Johns Hopkins” en la célula germinal de la cirugía científica de América. Pero no pronunció una sola palabra acerca del importante invento que acababa de hacer para la obtención de una asepsia rigurosa y sin fallos: “los guantes de goma”.

El mientras vivió no lo contó a nadie, guardó silencio. Porque en la historia de tal invento se mezclan por partes iguales los factores objetivos con los más íntimamente personales, es decir, con lo que él gustaba de ocultar rodeándolo cuidadosamente de una muralla. Pero estos factores personales tenían su origen en Caroline Hampton, con la cual se casó el 4 de junio de 1890, muy poco después de mi visita a su casa.

La historia del invento de Halsted se contará siempre, sin duda, como uno de los episodios más encantadores que se conocen en el camino seguido por la cirugía. La señorita Hampton había llegado a Baltimore en la primavera de 1889, procedente de Nueva York, recién “diplomada en enfermería” por el hospital de aquella ciudad.

Al parecer, el temperamento aristocrático de Halsted le había causado, desde un principio, gran impresión. Caroline procedía de una familia acomodada de plantadores del sur. Unas tías la habían educado al estilo de vida sureño, hasta que un día la enérgica voluntad de Caroline se rebeló contra el aislamiento y la tutela a que se sentía sometida y bajo su propia responsabilidad se trasladó a Nueva York para hacerse enfermera.
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Sin otro móvil que la simpatía que por ella sentía, Halsted la había nombrado “enfermera en jefe” de la sala de operaciones a fin de evitar que la orgullosa belleza tuviera que someterse a la voluntad de la “enfermera mayor”. Desempeñando las funciones inherentes a su nombramiento, se había conquistado de una manera definitiva el corazón blindado y tímido de Halsted.

En el invierno de 1889 – 1890 se habían presentado ciertas alteraciones en la piel de las manos de Caroline. La causa había que buscarla indudablemente en el sublimado corrosivo empleado en la sala de operaciones para la desinfección de manos. El sublimado producía eccemas que se ampliaban sin cesar. También los brazos estaban afectados. A finales de año, Caroline se vio ante la alternativa de ver sus manos corroídas por los eccemas o abandonar la sala de operaciones y en consecuencia a “Johns Hopkins”, a Baltimore y a Halsted.

Como sea que éste jamás habló de lo que ocurriera en su corazón en aquellos momentos decisivos, hemos de limitarnos a colegir que lo que dio alas a su inventiva fue el recóndito temor de ver desaparecer de su lado a Caroline. El caso es que a los pocos días se presentaba a ésta y le entregaba un par de guantes de goma extraordinariamente fina, hasta el punto de que, protegiéndole las manos, no dificultaba su trabajo.

Guantes de tal naturaleza no habían existido jamás. Los guantes de goma que llevaban a veces los anatomistas para las disecciones eran de un material tosco y poco práctico y desde luego, inservibles tanto para operar en un cuerpo vivo como para ayudar en las operaciones.
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En cambio “los guantes de Halsted” que fueron fabricados por expreso encargo suyo por la Goodyear Rubber Company, eran ligeros y delicados, y constituían como una segunda y fina piel humana. Caroline los llevó a partir de aquel día. Se esterilizaban al vapor. Las manos protegidas por ellos ya no necesitaban del sublimado. Cuando Caroline, casada ya con Halsted, abandonó su puesto de la sala de operaciones, los guantes se quedaron allí. Y éstos que, por decirlo así, habían venido al mundo como “guantes del amor”, se convirtieron, en manos de los ayudantes, en un instrumento quirúrgico imprescindible.

Muy pronto, los guantes de goma habían conquistado ya las salas de operaciones del mundo entero, colmando así una importante laguna en el sistema de la asepsia. La cirugía estaba armada para ampliar el área de su labor a todos los órganos del cuerpo humano, incluyendo los más ocultos y susceptibles a la infección. El segundo gran obstáculo que obstruía su desenvolvimiento había sido vencido de modo definitivo.
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En otro artículo escrito en Baltimore decía así:

LOS GUANTES QUIRÚRGICOS SE INVENTARON POR AMOR
En el caso de los guantes quirúrgicos, fue casualmente el amor el sentimiento que impulsó su invención. William Halsted (1852-1922), un joven norteamericano, terminó la carrera de medicina, iniciada en 1876, en la Universidad de Columbia. Viajó a Europa para conocer los últimos avances de la ciencia hipocrática, y se codeó con profesionales de alto calibre como Billroth y Kaposi. El primero revolucionó la cirugía gástrica, mientras que el segundo descubrió varias enfermedades dermatológicas. Halsted a su regreso alcanzó fama como cirujano en Nueva York. Defendía la asepsia en las salas de operación y aplicaba anestesia con morfina. En 1886 trabaja en Baltimore en el campo de la cirugía experimental: con animales trataba de mejorar las técnicas de sutura intestinal. En oncología desarrolló una teoría muy aceptada que explica las etapas en el crecimiento de un tumor, el cual según el concepto halstediano, primero ataca un órgano, luego los ganglios linfáticos, y más tarde, todo el organismo (metástasis) a través de la sangre.

Nuestro hombre llego a ser un cirujano de gran reputación que operaba con maestría la tiroides, la paratiroides, una hernia, una mama con cáncer, de la misma manera que le agarraba sutura a una arteria y no permitía la hemorragia (hemostasia). En el quirófano era ayudado por la enfermera Carolina Hampton. Halsted se acostumbró o se enamoró de ella. Es lo mismo: Aristóteles decía que el hombre es un animal de costumbres. Pero en esa época, el equipo integrante de la mesa de operaciones se lavaba las manos con preparados de mercurio. Una de esas sustancias le provocó una dermatitis a Carolina. La salida era una sola: abandonar la profesión para no seguir padeciendo el eccema. William temió perder a la muchacha y por eso sugirió a la Goodyear, la misma de los neumáticos, que le hiciera unos guantes de goma para su amada. Se los hicieron, y así terminó casándose con Carolina. Luego de cinco años de usar guantes en su quirófano entendió que los mismos eran muy eficientes para prevenir infecciones. Entonces fue cuando los sugirió como método de asepsia en cirugía.

Bibliografía
“El siglo de los cirujanos” de Jürgen Thorwald
Los guantes quirúrgicos se inventaron por amor

FOTO 012 Caroline Hampton

FOTOS
FOTO 001 Joseph Lister
http://ebooks.adelaide.edu.au/l/lister/joseph/portrait.jpg

FOTO 002 Joseph Lister
http://www.victorianweb.org/science/health/lister4.jpg

FOTO 003 De izquierda a derecha: Welch, Halsted, Osler, Kelly. Se decía que la difícil personalidad de Halsted hizo que Sargent le pintara en colores que acabarían consumiéndose con el tiempo. Como nota: La representación cuidadosa por Sargent del dedo pulgar de Halsted, corto y rechoncho.
http://image1.findagrave.com/photos250/photos/2009/63/34485206_123627965738.jpg

FOTO 004 College of Physicians and Súrgenos
http://chicagopc.info/Chicago%20postcards/Medical/Schools/u%20of%20il%20college%20of%20physicians%20&%20surgeons%20ahdc.JPG

FOTO 005 Joseph Lister. Utilizando el spray en la Sala de Operaciones
http://cleanroom.net/wp-content/uploads/2009/05/lister_spray.gif

FOTO 006 College of Physicians and Súrgenos. Nueva York. 1887
http://library.cpmc.columbia.edu/hsl/archives/imgtimelines/1887_L.jpg

FOTO 007 El cirujano alemán Adolf Neuber
http://www.eigenfett.ch/tl_files/ipower_fb/bilder/swissestetix_eigenfett_Vincenz_Czerny_2.jpg

FOTO 008 Johns Hopkins
http://freepages.genealogy.rootsweb.ancestry.com/~susanb/images/johnshopkins.jpg

FOTO 009 El cirujanoWilliam Steward Halsted y la enfermera Caroline Hampton
Escaner del libro “El siglo de los cirujanos”

FOTO 010 Los guantes de Halsted
http://www.medgadget.com/archives/img/gloveSM.jpg

FOTO 011 Joseph Lister Sala de hospital
http://www.personal.psu.edu/faculty/j/e/jel5/micro/lister.jpg

FOTO 012 Caroline Hampton
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikUJ2SyXX2R-tDEbuC4UIvsUPffFgX-t5RhIoOJsi1sJrvPUEyqx-7mlCmgSDanLSldYRTa6IhnkcD_LBuEI0qeU_7ZH_tR_LJXVrqZHber_IFpvOkb2dEsV0uU-FQcVgtutsEifE46RNm/s320/carolina.gif

*Manuel Solórzano Sánchez y **Jesús Rubio Pilarte
* Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
* Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
** Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
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Etiqueta: Historia de la Enfermería