martes, 9 de febrero de 2021

LAS ENFERMERAS EN LA I Y II GUERRA MUNDIAL

 

EL CUERPO DE ENFERMERAS ALIADO

 

Las enfermeras eran las responsables del tratamiento, cuidado y bienestar de los heridos en combate, además de atender a los pacientes enfermos, eran necesarias

 

Antecedentes históricos

Históricamente, el cuidado y tratamiento de los heridos y enfermos durante las campañas militares había sido siempre una cuestión dejada al azar.

 

Foto 1 Enfermeras inglesas con los uniformes victorianos, recién graduadas en 1890

 

El número de médicos y cirujanos en los ejércitos era ridículamente pequeño, no existían las enfermeras y el único cuidado de enfermería, en su forma más rudimentaria, lo suministraban en los campamentos las esposas de los soldados y otras mujeres que solían acompañar a los ejércitos.

 

A la llegada del llamado “Siglo de las Luces”, el siglo XVIII, la calidad de la atención médica variaba mucho de un país a otro, pero se caracterizaba por la ignorancia científica y el desapego por la vida humana.

 

A pesar que durante los siguientes 150 años se realizaron progresos médicos y quirúrgicos, la calidad de estos cuidados continuó siendo extremadamente irregular. La gran mayoría de las muertes se debían a las enfermedades, pero era inevitable una alta tasa de mortalidad entre los heridos, dadas las mínimas disposiciones que se tomaban para proporcionarles un tratamiento mínimamente adecuado.

 

Si conseguían llegar con vida al cirujano, muchos de ellos perecían a causa del choque post-operacional o a la sepsis debida a la ausencia de anestesia, de antibióticos, a la ignorancia y a la escasa higiene que había.

 

Foto 2 Sanitarios y heridos en la ambulancia en la Guerra Franco-Prusiana, 1881. Pintura de Edouard Castres

 

El ejército austríaco del siglo XVII tenía un servicio médico excepcionalmente bien organizado para su época; la dedicación y previsión del barón de Larrey, cirujano jefe de la Guardia Imperial napoleónica, se hizo legendaria; pero no fue hasta la guerra de Crimea (1854 – 1856), donde se iniciaron las reformas de los servicios de enfermería, basadas en el cuidado post-quirúrgico, la ventilación, la higiene y una buena alimentación e introducidas por Florence Nightingale y sus “38 enfermeras” en el Hospital británico de Scutari (1).

 

El director general de los servicios médicos, sir Andrew Smith, era un hombre enérgico y humano y, sobre el papel, sus preparativos para la campaña militar eran admirables; pero la falta de recursos y la incompetencia administrativa sabotearon sus planes con calamitosas consecuencias.

 

El catalizador para las mejoras en éste y otros terrenos fue William Howard Russell, corresponsal del The Times. Fue una época en la que los periodistas comenzaban a suministrar al público informes y testimonios en franco contraste con los asépticos boletines oficiales militares, el artículo de Russell del 12 de septiembre de 1854, condenó de forma drástica a los servicios médicos británicos que eran muy malos. Russell convenció al secretario de Estado para la Guerra, Sidney Herbert, de que se necesitaba con urgencia enfermeras en Crimea y que la persona ideal para dirigirlas era una antigua conocida suya, Florence Nightingale. Así la señorita Nightingale se convirtió en la primera enfermera del Ejército Británico nombrada oficialmente como tal, es decir, sirviendo con el Ejército pero sin ser parte de él (1).

 

Foto 3 Llegada a Crimea de Florence y sus enfermeras, de ellas se decía: están trabajando admirablemente. Florence es juiciosa y excelente; las Hermanas y las enfermeras son de un valor indescriptible

 

Los prejuicios sociales de la época restringían los papeles activos de las mujeres en la sociedad, sobre todo en la sociedad victoriana, y mientras que las enfermeras se ganaban lentamente la aceptación pública general, las enfermeras militares tardaron más en conseguir el mismo reconocimiento, dado que la guerra era un asunto estrictamente masculino.

 

La educación necesaria estaba abierta sólo para las clases más altas, pero se consideraba inconcebible para una dama de alta alcurnia rebajarse a las tareas manuales y a la ruda compañía requerida a las enfermeras militares; esas tareas eran mejor dejárselas a los hombres. No obstante, la situación mejoró lentamente en gran medida gracias a la clase media victoriana, cuya ética exigía servicios públicos caritativos.

 

Durante el siguiente medio siglo se realizaron constantes avances en la ciencia médica y mejoras en el cuidado de los pacientes, que dieron como resultado reducir la alta tasa de mortalidad debida a las heridas y las enfermedades; como resultado, aumentó el ritmo con el que los hombres podían regresar a cometidos activos, lo que resultaba una ventaja incluso para los menos compasivos.

 

Se esperaba de las enfermeras altos niveles de limpieza, cualesquiera que fuesen las condiciones del servicio, incluyendo campamentos de tiendas detrás de las líneas del frente, muchas veces en climas extremos y con suministros de agua muy escasos. Lavar la ropa en campaña ya era todo un desafío”.

 

La tarea de las enfermeras en esta ecuación fue apreciada por todos sobre todo por los soldados de la tropa; pero el reconocimiento de la necesidad de un numeroso y organizado servicio de enfermeras militares seguía oculto bajo los esmerados esfuerzos de los hombres y sobre todo de los médicos ingleses, ya que eran unos idealistas.

 

Foto 4 Médicos, enfermeras y sanitarios de la Cruz Roja Rusa-Holandesa. Dos destacamentos de la Cruz Roja Rusa en Transvaal constituyeron el mayor contingente de médicos y enfermeras europeos en la región. El primero en llegar fue el llamado “destacamento gubernamental”, que recientemente había adquirido una experiencia inestimable en Abisinia (Etiopía) (5).

 

 

Por fin, en 1889, el Servicio de Enfermeras del Ejército se hizo realidad y en 1902, al acabar la guerra de los Bóers, disponía el ejército inglés de 800 enfermeras formadas. Por esas fechas, el Royal Army Medical Corps (Real Cuerpo Médico del Ejército) tenía probablemente los niveles de conocimiento médico más elevados del mundo, no sólo desde el punto de vista clínico, sino también administrativo, logístico y en los terrenos de higiene y esterilización (1).

 

En la guerra de los Bóers, la tasa de supervivencia entre los heridos fue considerablemente más elevada de lo que lo había sido una generación antes. Por cada uno de los 22.000 soldados tratados por heridas, otros 20 habían sido hospitalizados por enfermedades entéricas y disentería, y al nivel de las unidades, las prácticas higiénicas eran todavía lamentables. Se ordenaron una serie de reformas a todos los niveles durante los años 1905 a 1910 y toda la cadena de evacuación de los heridos y enfermos fue reorganizada.

 

En Estados Unidos, miles de mujeres dieron un paso al frente para atender a los heridos durante la guerra de Secesión (1861 – 1865). «Enfermería» quería decir por entonces la atención al bienestar general más que al cuidado médico propiamente: asear y alimentar a los pacientes o lavar sábanas.

 

Foto 5 Enfermeras americanas en 1884

 

Las enfermeras civiles voluntarias trabajaban en hospitales detrás de las líneas, proporcionados por organizaciones de caridad y religiosas de diferentes órdenes, sobre todo católicas; el cuidado médico real lo realizaban soldados de los departamentos sanitarios del Ejército Confederado y del de la Unión, cuyas limitaciones eran las mismas que en los demás ejércitos del mundo.

 

Casi 30 años después, la guerra hispano-estadounidense de 1898 sorprendió al US Army Medical Department muy escaso de personal, y la falta de enfermeros cualificados llevó al reclutamiento de enfermeras con conocimientos médicos y graduadas de las Escuelas civiles de Enfermeras y otras instituciones. Esas mujeres no formaban parte del Ejército sino que eran denominadas «Enfermeras contratadas», muchas de ellas bajo el control de organizaciones voluntarias en vez del Ejército. En 1901, finalmente, el US Army creó su propio servicio militar permanente de enfermeras (1).

 

Foto 6 Enfermeras estadounidenses en la I Guerra Mundial, American Women Nurses

 

A menudo se ha comentado que la “Enfermería” ha logrado sus mayores avances y sus éxitos más destacables en relación con las guerras. En general, esta afirmación probablemente es cierta, en especial cuando se mira desde una perspectiva histórica. Sin embargo, cabría preguntarse por qué esto ha sido así, ya que las heridas y la enfermedad siempre han corrido a la par con la humanidad (2).

 

Parece que la verdad de esta afirmación reside en el hecho de que las naciones tienden a reconocer, respetar y valorar a las enfermeras cuando se ven enfrentadas a las tragedias humanas de la guerra. Las circunstancias únicas de la guerra y la necesidad de cuidar a los heridos enfatizan de forma dramática el valor de las enfermeras. Así, se ven elevadas a una posición de rango nacional (2).

 

La Enfermería ha influido en lo militar. Sus miembros han desempeñado un papel muy importante en el cuidado del personal militar y de sus familias tanto en tiempo de paz como en el de guerra. Han asistido al desarrollo de nuevas técnicas e innovaciones que han beneficiado al sector sanitario y al de enfermería tanto para los soldados como para el personal civil. Fueron las enfermeras de las Fuerzas Aéreas Americanas las que solucionaron el problema de las bandejas de alimentos para los pacientes encamados (2).

 

Foto 7 Enfermera americana de la Cruz Roja, 1917

 

La guerra despertó de forma súbita la conciencia de la dependencia que tenían los Países con respecto a sus enfermeras y la urgente necesidad que existía de prepararlas y formarlas para las situaciones de emergencia (guerras, catástrofes, etc.). Se necesitaban Escuelas y Servicios de Enfermería donde habría que realizar programas para posibilitar la preparación urgente de las enfermeras; se necesitaban fondos para ampliar su formación y programas intensivos para su mejor preparación. Enfrentadas a una tarea casi insostenible en tiempo de guerra, las enfermeras siempre han estado a la altura de las circunstancias (2).

 

En 1945 uno de sus logros fue el reconocimiento de los soldados a las enfermeras y le llamaron el “espíritu de las enfermeras” (The Saturday Evening Post). El hecho de que las enfermeras acudieran voluntarias a ultramar fue reconocido por aquellos soldados que lucharon en las primeras líneas de combate:

 

A todas las enfermeras del ejército de ultramar: nosotros los hombres no tuvimos la elección de poder trabajar en el campo de batalla o en el frente local. No tiene mérito el que estemos aquí. Estamos por obligación. Vosotras estáis porque sentisteis que erais necesarias. Así, cuando un hombre herido abre sus ojos para ver a una de vosotras, ve a un ángel…, preocupada por su bienestar, no puede sino sentirse abrumado por el pensamiento de que lo que hacéis porque queréis…, soportáis cualquier carga necesaria para estar donde podáis hacernos el mayor bien…,” (2).

 

I GUERRA MUNDIAL O LA GRAN GUERRA

 

I Guerra Mundial

Unos disparos realizados el 28 de junio de 1914 en Sarajevo, (antigua Servia, y hoy capital de Bosnia y Herzegovina); mataron al Archiduque de Austria y a su esposa. Este asesinato desencadenó una serie de acontecimientos que acabaron por forzar la entrada de casi toda Europa y medio mundo en una larga y terrible guerra (2).

 

Un mes más tarde Austria declaró la guerra a Servia, y lo que siguió fue una especie de reacción en cadena: el 1 de agosto Alemania declaró la guerra a Rusia y después a Francia; Inglaterra declaró la guerra a Alemania; declaraciones de guerra de naciones de todo el mundo se extendieron rápidamente y continuaron hasta junio de 1918.

 

En 1914 nadie creía que la guerra durara más de unos meses, de la misma manera, nadie estaba preparado para el coste en vidas humanas y el enorme agotamiento de recursos.

 

La I Guerra Mundial o la Gran Guerra, creó una demanda de enfermeras y exigió un enorme esfuerzo a los profesionales de la medicina y de la enfermería del mundo entero. Los países en guerra pronto se enfrentaron a una carencia extrema de médicos y enfermeras, material sanitario y demás recursos para un adecuado cuidado de los heridos y enfermos.

 

Al estallar la guerra, la Cruz Roja Americana, envió unidades de médicos y enfermeras para ayudar a Francia, Inglaterra, Alemania, Austria, Servia y Rusia. Sin embargo, cuando finalmente Estados Unidos entró en guerra en abril de 1917, el Servicio de Enfermería de la Cruz Roja Americana se convirtió en la reserva del Ejército y la Marina. Bajo la hábil dirección de Jane Delano, sirvió como organización de abastecimiento y reclutamiento y equipó a las enfermeras destinadas a servicios en ultramar (2).

 

Foto 8 El espíritu de América, 1919. Howard Chandler Christy. Póster de la Cruz Roja. Library of Congress, Washington DC.

 

Los números sin precedentes de bajas sufridas durante la Gran Guerra (1914 – 1918) confirmarían de una vez la necesidad prioritaria de disponer de enfermeras bien preparadas como parte permanente de la organización médica militar (1).

 

Aunque el enorme número de bajas que hubo que tratar fue abrumador, la tasa real de recuperaciones reflejó con claridad tanto los recientes avances en la capacidad médica como en la práctica, así como los beneficios psicológicos del cuidado por las enfermeras y las religiosas enfermeras cualificadas y muy bien formadas: en 1914 al 18 los porcentajes de muertes entre quienes fueron tratados por los servicios sanitarios británicos fueron del 7,61 % para los heridos y de 0,91 % para los enfermos.

 

La importante distinción es que esas impresionantes cifras de recuperación son aplicables sólo a «quienes consiguieron cuidados sanitarios». La cadena de evacuación, aunque con frecuencia demorada y distorsionada por las horribles condiciones locales, llevaba a una baja desde su Puesto de Socorro Regimental, a un Puesto de Reunión, de allí a las Estaciones de Atención Avanzadas y Principales y a la Estación de Clasificación de Bajas, antes de su posterior traslado, si era necesario, a un Hospital General con instalaciones especializadas. Desde el Frente Occidental, casi el 40 % de los heridos y enfermos fueron evacuados a Gran Bretaña.

 

Bajo la presión de los números y los múltiples tipos de heridas encontrados, la Estación de Clasificación de Bajas pronto perdió su único cometido de clasificación y se expandió y trasladó más adelante hacia la línea de combate.

 

Adquirió instalaciones especializadas y una plana mayor de Hermanas religiosas enfermeras, y en algunos casos podían atender hasta un millar de pacientes. En términos generales podría decirse que en 1916 después de dos años de guerra, se había reconocido el beneficio de una intervención quirúrgica más pronta de lo que se creía conveniente; y eso requería el movimiento hacia la línea del frente de las instalaciones en las que se encontraban y “eran imprescindibles las enfermeras”.

 

Las muchas miles de mujeres que siguieron la vocación de “Enfermera” fueron exhaustivas y, por lo general, perfectamente formadas.

 

En una época en la que el lugar de las mujeres en la sociedad era objeto constante de debate, las mujeres cultas eran bien conscientes de que el respeto profesional de sus colegas masculinos era difícil de conseguir, por lo que se impusieron a sí mismas niveles extremadamente elevados. Su trabajo en zonas avanzadas se llevó a cabo con frecuencia en condiciones inevitablemente sórdidas.

 

No se hicieron concesiones a la protectora educación o la juventud de las enfermeras; se esperaba que se enfrentaran a las visiones más desgarradoras y a sus penosas responsabilidades con calmada competencia y sometidas a la más estricta disciplina.

 

Los recuerdos de los heridos dejan claro que la gran mayoría de las enfermeras alcanzó tales exigencias, dejando una inolvidable impresión en aquellos a los que cuidaron y salvaron.

 

El ocaso de lo militar durante el periodo de posguerra supuso la reducción de los servicios militares sanitarios y de enfermeras, en la mayoría de los casos, a un puñado de enfermeras o Hermanas religiosas enfermeras; se depositó la confianza en una reserva de enfermeras cualificadas y bien formadas que pudieran ser movilizadas del sector civil en época de necesidad.

 

Foto 9 Ayuda voluntaria (VAD) póster de 1914 apelando a las enfermeras voluntarias para que entrasen a formar las filas de ayuda de los aliados en la Guerra Mundial

 

Estas expectativas de disponibilidad ocasionaron alguna tensión durante la primera parte de la II Guerra Mundial, cuando las ciudades británicas sufrían intensamente a manos de la Luftwaffe alemana y las enfermeras civiles se vieron sobrecargadas por el enorme número de bajas civiles. Esta escasez de enfermeras fue cubierta por los Destacamentos de Ayuda Voluntaria, VAD (Voluntary Aid Detachement), cuyos servicios a la enfermería civil y militar durante la II Guerra Mundial se suelen pasar por alto pero fueron absolutamente esenciales.

 

Las VAD fueron más tarde complementadas en los servicios británicos por las especialistas del Auxiliary Territorial Service, ATS; y en Estados Unidos las mujeres del Cuerpo Femenino del Ejército (Women´s Army Corps, WAC), así como otras muchas organizaciones, proporcionaron personal hospitalario formado en una gran diversidad de empleos sanitarios (1).

 

La destreza y los cuidados de las mujeres de los diferentes Cuerpos de Enfermería aliados son recordados con gratitud por centenares de miles de soldados heridos en combate. Los pequeños servicios anteriores a la guerra crecieron rápidamente, con la incorporación de reservistas y voluntarias; la gran mayoría de las enfermeras que cuidaron de los soldados heridos aliados fueron «voluntarias civiles con uniforme», que trabajaron incansablemente en condiciones muy difíciles y, a veces, cuando lo hacían en improvisados «Hospitales de Sangre», en serio peligro para sus vidas. Muchas de ellas pagaron su dedicación a los demás con sus propias vidas.

 

Foto 10 Enfermeras en el frente en la I Guerra Mundial

 

La enfermería en el frente en la I Guerra Mundial

Las características de la guerra habían cambiado sustancialmente desde los tiempos de la Guerra Hispano-Americana. La enfermería militar y la enfermería en general necesitaba ser revisada sobre todo su formación y modernizada para poder afrontar situaciones nuevas como la guerra submarina, los ataque aéreos, las laceraciones y heridas por metralla, amputaciones, pies de trinchera, gases tóxicos y la guerra de trincheras (2).

 

Los poderes de observación de la enfermera y sus capacidades técnicas debían superar el reto que planteaban el shock, la hemorragia, las enfermedades contagiosas, las enfermedades venéreas, las heridas infectadas y la inhalación de gases tóxicos.

 

La hospitalización de los heridos en combate y los enfermos era el más grande y difícil de los problemas asociados al cuidado sanitario de las fuerzas expedicionarias. Se requería un gran esfuerzo y la utilización eficaz de los recursos para cuidar adecuadamente al gran número de enfermos y heridos que necesitaban urgentemente su hospitalización.

 

El servicio hospitalario del ejército estadounidense se dividió en cuatro categorías:

 

Estaciones de socorro avanzadas o de primeros auxilios, que estaban situadas en la vanguardia, en lugares algo protegidos cerca de las líneas de combate. Solían estar dotados de médicos y personal varón sanitario. Aquí se trataban los casos urgentes y se preparaba a los heridos para ser transportados a los Hospitales de Campaña.

 

Hospitales de Campaña, que estaban emplazados más atrás de las líneas de combate. Las mujeres enfermeras no trabajaban en las estaciones de primeros auxilios y solamente y excepcionalmente en los Hospitales de Campaña.

 

Hospitales de Evacuación, eran donde llegaban los heridos de los Hospitales de Campaña, también llamados Estaciones de Desocupación, que estaban unos 15 kilómetros más atrás. Los heridos demasiado graves para su traslado permanecían ingresados aquí, donde se les brindaba todos los servicios hospitalarios necesarios y completos y los cuidados de enfermería eran proporcionados por enfermeras profesionales. Finalmente todos los heridos eran enviados a los Hospitales Base.

 

Hospitales Base, era su trayecto final donde llegaban trasladados los heridos y enfermos por ferrocarril normalmente. Estos hospitales estaban situados en lugares seguros y muy alejados de los frentes de combate. Eran atendidos por los servicios médicos y los cuidados de enfermería eran proporcionados en todos los casos por enfermeras profesionales.

 

Contaban que:

 

Las enfermeras que regresaban de su bautismo de sangre, después de haberse familiarizado con la muerte, miraban con mayor intensidad hacia la vida. Pero no todas regresaron. Hubo enfermeras de servicio que fallecieron por todo el país, en los campamentos, de camino a ellos, en los trenes-hospitales, en los hospitales base y en los hospitales generales. Varias de ellas murieron cerca de la línea de combate en tierras extranjeras. La grave pandemia de gripe que trajo consigo la guerra se llevó la vida de muchas enfermeras que todavía estaban en servicio militar. Un barco que llega a puerto con cofias blancas es un espectáculo emocionante, pero siempre las hay que no regresan.

 

En la I Guerra Mundial se citó y condecoró a muchas enfermeras, pero para otras, para aquellas que dieron su vida en acto de servicio, su última condecoración fue la cruz de madera del soldado”. Robinson, 1946 (2).

 

La historia de la I Guerra Mundial no puede por menos que mencionar una heroína enfermera famosa, Edith Cavell (1865 – 1915). Esta enfermera británica había fundado una Escuela de Enfermeras en Bruselas en 1909. Miss Cavell permaneció en la Escuela al estallar la guerra y ayudó a crear un túnel bajo tierra para la huida de los soldados aliados. También cuidó devotamente a los alemanes heridos. A pesar de los esfuerzos diplomáticos por conseguir un indulto, Edith Cavell fue fusilada el 12 de octubre de 1915 por un pelotón se soldados alemanes, vestida con su uniforme de enfermera ((2).

 

Foto 11 EDITH CAVELL dirigiendo la huida de los soldados del campo de prisioneros. George W. Bellows, 1918. Tela. Museum of Fine Arts, Springfield, Massachusetts. Colección James Philip Gray

 

Se le acusaba de haber refugiado a soldados británicos y franceses y haberlos ayudado a escapar a Bélgica. Miss Edith Cavell no negó nunca los cargos y se enfrentó a la muerte con su uniforme y una enorme valentía.

 

En Resumen: Edith Cavell, enfermera británica fue condenada a muerte en un juicio sumarísimo por un tribunal militar alemán, por haber cobijado y salvado de una muerte segura en su hospital a más de doscientos soldados belgas, franceses e ingleses, prisioneros evadidos y pilotos abatidos, y haberles ayudado a huir de la Bélgica ocupada por los alemanes en la Primera Guerra Mundial, y reintegrarse a sus puestos de combate.

 

Se ha dicho y ha quedado escrito según Judson en 1941, que las últimas palabras de Edith Cavell fueron:

 

No tengo miedo ni estremecimiento; he visto la muerte tantas veces que no me resulta desconocida ni me aterroriza. Le doy gracias a Dios por estas 10 semanas de silencio antes del final.

 

La vida siempre ha estado llena de prisas y dificultades. Esta vez el descanso ha sido como una bendición. Todos han sido muy amables conmigo.

 

Por esto he de decir, aquí frente a Dios y la eternidad: soy consciente de que el patriotismo no basta. No debo guardar odio ni rencor a nadie” (2, 3 y 4).

 

Foto 12 Esta fotografía sorprende por sus grandes contrastes. Se trata de unas enfermeras inglesas. Tratan de limpiar los escombros que ha dejado un bombardeo alemán en una de las salas del St. Peter Hospital, en Londres, 1941

 

Sus uniformes, en cambio, aparecen impolutos. Están de servicio. A pesar del miedo que debieron sentir, rápidamente comenzaron la limpieza la sala con intención de seguir trabajando

 

II GUERRA MUNDIAL O LA GRAN GUERRA

 

Foto 13 Patriotismo femenino. Póster de los Estados Unidos en la I Guerra Mundial. National Archives and Records Service. Washington DC.

 

II Guerra Mundial

 

Desde el campo de batalla hasta el Hospital de Campaña

 

Las organizaciones de las instalaciones médicas británicas y estadounidenses, que permitían que un hombre herido fuese retirado del campo de batalla, tratado, reconfortado y trasladado a un hospital, era un sistema muy complejo, debido a la necesidad de flexibilidad. Una complicada disposición de instalaciones sanitarias, conectadas mediante enlaces «a retaguardia» y «laterales», permitía el tratamiento más adecuado a cualquier nivel de lesión, desde la inmediata estabilización en el propio terreno donde caía el herido, hasta la intervención quirúrgica y el cuidado posterior más extenso (1).

 

Cuanto más avanzada era la posición de una instalación, mayor era el peligro y la tensión a la que su personal se enfrentaba, mayor la urgencia con la que era necesario procesar a las bajas hacia la retaguardia y más difícil conseguir esas evacuaciones rápidamente.

 

Foto 14 Enfermeras de la Cruz Roja francesa. Fotografía de Bain News Service, 1915. Colección Library of Congress, Washington, D. C.

 

Los Regimental Aid Post (Puestos de Socorro Regimental), los Walking Wounded Clearing Post (Puestos de clasificación de heridos ambulatorios) y las Advanced Dressing Stations (Estaciones Avanzadas de Tratamiento), estaban, por lo general, no lejos de las líneas del frente y, aunque no fueran objetivos deliberados de las fuerzas alemanas, muy a menudo sufrían el fuego artillero y los ataques aéreos causados por «la neblina de guerra».

 

En el teatro de operaciones de Asia se enfrentaban a peligros incluso mayores: los japoneses consideraban las instalaciones sanitarias y a su personal como blancos legítimos, y desde sus victorias iniciales en 1942 cometieron espeluznantes masacres de médicos y enfermeras y también con los enfermos y soldados heridos en los hospitales capturados (1).

 

Además de mantenerse al día con cualquier posible avance enemigo, estos enlaces de vanguardia de la cadena sanitaria habían de estar preparados para retirarse al menor aviso de ofensiva o contraataque enemigo que rompiera la línea; en ocasiones, una sola unidad hubo de trasladarlo todo y a todos a una nueva posición tres veces en 24 horas.

 

En caso de resultar heridos en combate, se esperaba que los soldados aliados pudieran proporcionarse a sí mismos una primera ayuda utilizando un vendaje de campaña; cuando las circunstancias lo permitieran serían ayudados por un camarada, pero todos sabían que durante una misión cumplir con el objetivo era absolutamente prioritario, con total independencia de los sentimientos personales sobre los compañeros caídos o heridos. Tan pronto como era posible, las unidades de camilleros y sanitarios (en los servicios británicos, la unidad de banda, que sigue de cerca detrás de cada asalto), recogían a los heridos llevándolos al Regimental Aid Post.

 

La formación sanitaria de los camilleros era la suficiente para permitirles, por lo general, aplicar vendajes de urgencia en campaña, limitándose sus suministros sanitarios a un morral con 15 «apósitos para balas» (1).

 

En el US Army, los «médicos» a nivel de unidad no eran camilleros, y sólo daban una primera ayuda inmediata antes de dejar a los heridos para que los recogieran los camilleros del Batallón Sanitario y los llevasen a la Estación de Socorro del Batallón, equivalente al Regimental Aid Post, RAP (Puesto de Socorro Regimental) británico.

 

Una vez en el RAP, el oficial médico de la unidad proporcionaba el tratamiento de emergencia para estabilizar a los heridos antes de evacuarlos al Puesto de Clasificación de Bajas, al que los «heridos ambulatorios» podían ser también dirigidos tras un examen previo y la cumplimentación de su historial clínico.

 

Allí las bajas eran reunidas por los camilleros de las Field Ambulance, Ambulancias de Campaña del RAMC (en el US Army, una de las tres Collecting Companies, Compañías de Concentración) que las transferían a la Advanced Dressing Station, ADS, Estación Avanzada de Tratamiento de la brigada (para los estadounidenses, Estaciones de Concentración Regimental), a cuatro o cinco kilómetros a retaguardia, dependiendo de las circunstancias locales (1).

 

Las ADS podían clasificar a los heridos en una de tres categorías:

1.- en choque y necesitado de ayuda inmediata

2.- apto para ser trasladado pero requiriendo intervención quirúrgica inmediata

3.- apto para ser trasladado.

 

El personal médico podía entonces proporcionar tratamiento de sostén vital tal como transfusiones de sangre y prepararlos para el siguiente traslado. De acuerdo con su clasificación, el herido podía ser trasladado a la Casualty Clearing Station, CCS (Estación de Compensación de Bajas), que podía estar a unos pocos o a muchos kilómetros en la retaguardia, dependiendo de las circunstancias de la zona de guerra.

 

Foto 15 Sanitarios hombres que sirvieron en la ambulancia de campo 130th St John, en reconocimiento al centenario de su unidad

 

Lo habitual para los estadounidenses era disponer de dos Clearing Stations, que se intercambiaban durante el avance, alternándolas para mantener un equipo trabajando mientras el otro descansaba, aunque si era necesario funcionaban ambas simultáneamente. Por su parte, los heridos graves que no pudieran soportar un traslado inmediato a la CCS, por ejemplo, los clasificados en la categoría 1, podían ser llevados a una Field Dressin Station, normalmente a pocos kilómetros de distancia, donde recibían un tratamiento de choque y los cuidados necesarios hasta que se estabilizaran y pudieran ser trasladados a la CCS (1).

 

Los aptos para el traslado pero que requerían cirugía inmediata, categoría 2, podían ser enviados a un Advanced Surgical Centre, ASC (Centro quirúrgico avanzado) o Field Hospital Platoon, FHS (Sección de Hospital de Campaña), antes de su traslado a la CCS, a un Hospital General o cabecera de ferrocarril (1).

 

Las CCS y los ASC eran las instalaciones más de «vanguardia» en las que se encontraban las enfermeras, aunque, si las circunstancias lo requerían, podían encontrárselas trabajando más cerca del frente; también estaban presentes las enfermeras en todas las etapas de la cadena hacia la retaguardia.

 

Foto 16 “Sea una enfermera formada”, ca. 1917 - 1918. Colección Library of Congress, Washington, D. C.

 

Estas pequeñas unidades quirúrgicas móviles incluían cirujanos, anestesistas, enfermeras, celadores y suficientes suministros como para realizar un centenar de operaciones sin más apoyo. Estaban complementadas por otras unidades móviles de campaña, como por ejemplo las unidades de transfusión de sangre, las neuroquirúrgicas y las de cirugía maxilofacial.

 

Las bajas aptas para viajar, categoría 3, podían ir directamente a la Casualty Clearing Station. La CCS proporcionaba al herido el más alto nivel de tratamiento y cuidados sanitarios, al disponer de quirófanos, unidades de rayos X y todo el equipo necesario para tratar cualquier herida que presentase. Una vez tratado y lo suficientemente preparado para continuar el viaje, el herido podía ser trasladado, mediante camión, ambulancia, tren hospital o transporte fluvial, a un Forward General Hospital, FGH (Hospital General Avanzado) (1).

 

Foto 17 Dos enfermeras en el quirófano, 1930

 

Para los que sufrían heridas leves, el FGH podía ser su última zona de recuperación antes de regresar a sus antiguas unidades de combate. Los que necesitaban cuidados amplios y de larga duración se enfrentaban a permanecer en un Base Hospital, situado en el teatro de operaciones o en ultramar. Luego podía recibir la baja médica, un regreso a tareas ligeras o una larga estancia en un Convalescent Depot (Parque de Convalecientes). Las prácticas británicas y estadounidenses eran similares en estas últimas etapas de la cadena.

 

En 1940, la evacuación de heridos en Francia se complicó a causa de las caóticas condiciones de una retirada general; los heridos podían tardar 36 horas en alcanzar una CCS, con resultados catastróficos. La evacuación en el teatro noroccidental europeo en 1944 – 1945 funcionó adecuadamente y las distancias entre las etapas fueron bastante cortas; un soldado herido que podía ser atendido por los sanitarios de su unidad e iniciar el descenso de la cadena poco después de ser alcanzado por el fuego enemigo tenía una probabilidad alta de recibir un tratamiento adecuado en una o dos horas y, por consiguiente, una alta probabilidad de recuperarse incluso de las heridas más graves.

 

No obstante, la campaña británica del Norte de África de 1940 a 1942 implicó líneas de comunicación muy extensas y, con frecuencia, movimientos fluidos. En el peor de los casos, la distancia hasta el RAP de, por ejemplo, una unidad acorazada durante un avance podía ser como mucho de unos 80 kilómetros, con otros 40 más hasta la ADS. Una jornada posterior de decenas de kilómetros le llevaría por fin a la CCS, desde la que tendría que recorrer cientos de kilómetros más hasta un Hospital General, totalizando casi 1.300 kilómetros desde las líneas de combate (1).

 

Foto 18 Un soldado herido recibe algo de beber una vez a salvo en los muelles de Dover, 31 de mayo de 1940. Fuente: Imperial War Museum

 

Aunque esta ruta de regreso a las instalaciones base era a veces desesperadamente larga en el desierto africano, al menos era practicable. En terreno montañoso con pocas carreteras aptas para vehículos de motor, era una historia muy diferente. Los campos de batalla de las montañas de Italia en los inviernos de 1943 y 1944 eran con frecuencia inaccesibles para todo lo que no fueran camillas llevadas a mano o a lomos de mulas; antes de que pudiese llegar a un jepp aparejado para llevar camillas, la primera etapa de un soldado de infantería a lo largo de la cadena de evacuación podía ser una agónica y traqueteante jornada descendiendo fangosos taludes llenos de rocas en los que el avance se medía en horas por kilómetro en vez de en kilómetros por hora (1).

 

Lo mismo se puede decir de Extremo Oriente, especialmente durante campañas como las de las operaciones de los Chindit británicos detrás de las líneas enemigas en Birmania, y las de los australianos en Nueva Guinea. Allí, la jungla, los manglares y el terreno montañoso, especialmente durante la estación de las lluvias, hacían imposible el procedimiento normal de evacuación.

 

Para muchos heridos, la horrenda jornada desde el lugar de la herida incluso hasta una ADS (Estación Avanzada de Tratamiento) era la peor fase de la ordalía; en una ocasión, a finales de 1942, durante la campaña del Arakan (en la costa de Birmania), seis camilleros tardaron más de 17 horas para llevar a un herido en camilla y dos ambulantes desde un RAP hasta una ADS a tan sólo 5 kilómetros de distancia (1).

 

Foto 19 Interior de una de las carpas del 50ª Hospital Móvil de Campaña en Normandía. Dos enfermeras, las hermana Griffiths, ayuda a uno de los pacientes a vestirse

 

Para llegar a una CCS, el herido podía enfrentarse a ser transportado unos 80 kilómetros en ambulancia sobre las carreteras más rudimentarias que pueda uno imaginarse. Por otro lado, en combates de posiciones cercadas, como en la batalla de Kohima, la evacuación era imposible y los oficiales sanitarios de la unidad habían de cuidar de los heridos de la mejor manera posible bajo el fuego y la amenaza de una bárbara masacre si los japoneses se abrían paso.

 

Con suerte, la jornada terrestre más larga de un herido podía llevarle hasta un aeródromo improvisado en la jungla. Aunque las instalaciones sanitarias del campo eran limitadas, la introducción en 1944 de la evacuación aérea rápida permitió, a los que vivieron lo suficiente, ser llevados directamente a un complejo hospitalario de base después de menos de dos horas en el aire en un avión Dakota. Antes de que el aumento de los efectivos estadounidenses permitieran la evacuación aérea, tales jornadas eran con mucha frecuencia mortales; en Birmania, en 1942, podía tardarse hasta seis semanas en llevar a un hombre herido de regreso hasta un Hospital General por medios convencionales (1).

 

A pesar de las importantes dosis de azar implicadas en el progreso de una determinada baja hasta las primeras etapas de la cadena de evacuación, en general los servicios sanitarios occidentales durante la II Guerra Mundial alcanzaron un éxito destacable. Los avances tanto en las técnicas clínicas como farmacológicas tuvieron, obviamente, una parte primordial.

 

Desde 1943, la amplia disponibilidad de penicilina y sulfamidas redujeron en gran medida los riesgos de septicemias locales o sistémicas; y la capacidad para almacenar sangre completa y plasma para las transfusiones sanguíneas salvaron incontables vidas humanas (1).

 

También contribuyó a todo ello la bien pensada cadena de evacuación y el excelente tratamiento y cuidado de las enfermeras que lo proporcionaban sin descanso en muchas de las etapas de estos procesos. En total, el 94 % de los heridos británicos que llegaron hasta una Estación de Clasificación de Bajas y una proporción similar de los heridos estadounidenses pudieron sobrevivir, cifras que no se habrían podido ni soñar en las guerras anteriores (1).

 

En 1943 muchos prisioneros de guerra británicos capturados con anterioridad por los italianos fueron repatriados, en el buque Hospital Newfoundiand desde el puerto de West Country y cuidados por enfermeras voluntarias de la Cruz Roja inglesa. Los buques hospitales fueron introducidos por los británicos durante la guerra de los Bóers en Sudáfrica y fueron vitales para los transportes masivos de los heridos; bien equipados para el cuidado de los pacientes, llevaban una completa dotación de sanitarios y de enfermeras perfectamente formadas.

 

Los conocimientos tácticos militares básicos se convirtieron en un elemento común en el adiestramiento en el US Army Nurse Corps; todas las enfermeras eran instruidas en cavar pozos de tirador, supervivencia de combate e higiene de campaña.

 

Todas las enfermeras llevaban el «Mackinaw» y los sobretodos de faena en HBT y llevaban el equipo de trinchera plegable M1943, el morral M1936 y a máscara antigás de ordenanza (1).

 

Fue necesaria la II Guerra Mundial para elevar a la enfermera norteamericana a su talla nacional. Sirviendo en tierras en conflicto que la gente nunca antes había oído nombrar, en buques-hospital por todos los mares y en ambulancias aéreas que evacuaban a los heridos por avión.

 

La Enfermera se convirtió a sí misma en consoladora y curadora. La feminidad en las madrigueras excavadas en la tierra, con uniformes de color caqui embadurnados de barro encima de braguitas de color rosa, cautivó la imaginación del público y de los soldados combatientes de los Estados Unidos. Robinson 1946 (2).

 

Foto 20 El Servicio de Enfermeras de la Cruz Roja fue planeado a gran escala por la afiliación voluntaria de la American Nurses´Association junto con los oficiales de la Cruz Roja americana. “Vuestra Cruz Roja os necesita”, 1942 Póster. James Montgomery Flagg.  Library of Congress, Washington DC.

 

La depresión mundial llevó a la gente a aceptar cualquier tipo de liderazgo a condición de que le devolviera la prosperidad perdida. Los bolcheviques conquistaron Rusia; Benito Mussolini y el fascismo tomaron el control de Italia; Hitler y el Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Germanos se fueron haciendo cada vez más poderosos en Alemania; en España estalló la Guerra Civil; Inglaterra y Francia estaban enfrascadas en desavenencias internas. No es de extrañar que surgiera y floreciera una era dictatorial en muchos países. También se produjeron grandes cambios en las alianzas, pues Italia y Japón, que anteriormente habían estado en el bando aliado, se unieron a Alemania para formar el llamado Eje (2).

 

Durante la segunda mitad de los años treinta, y como resultado del deterioro progresivo de las relaciones internacionales, volvió a estallar la guerra en Europa. Desde el Tratado de Versalles, que puso fin a la I Guerra Mundial, Alemania había estado reclamando el “corredor polaco”. Esta franja de tierra había sido otorgada al recién formado estado de Polonia, y la ciudad alemana de Danzing había quedado bajo los auspicios de la Liga de las Naciones. En 1939 Hitler exigió que Danzing fuera devuelta al Reich y que se autorizara a Alemania a construir una carretera a través del corredor polaco (2).

 

Una serie de acontecimientos abocó a la invasión de Polonia por Alemania sin una declaración formal de guerra. Dos días más tarde, Gran Bretaña y Francia declararon la guerra a Alemania. Los Estados Unidos no tenían ningún deseo de involucrarse en el conflicto. Sin embargo, en 1940, previendo la posibilidad de que tal paso fuera inevitable, se abolió el Acta de Neutralidad de 1935. El 7 de diciembre de 1941 los japoneses bombardean Pearl Harbour en Hawai, en un ataque aéreo por sorpresa que acabó por alterar el curso de los acontecimientos mundiales. El 8 de diciembre de 1941 los Estados Unidos de América declararon la guerra al Japón; dos días más tarde Alemania e Italia, en represalia, declararon la guerra a los Estados Unidos (2).

 

Inmediatamente el mundo se vio inmerso en un conflicto aterrador de “guerra total”. Y de nuevo las Enfermeras y los servicios sanitarios y de salud sufrieron las consecuencias de forma radical, ya que el conflicto afectaba a cada hombre, mujer, anciano y niño de los países beligerantes (2).

 

Cuando la guerra empezaba a amenazar al país en 1940, Isabel Stewart quiso que la enfermería estuviera preparada para evitar los errores y aprovechar la experiencia de la I Guerra Mundial. Aquel verano, según Stella Goostray (1954), escribió a la presidenta de la National League of Bursing Education subrayando:

 

La necesidad de algún tipo de comité o comisión oficial de Enfermería que examine la posición que debe tomar nuestra profesión enfermera con respecto a la defensa nacional y los numerosos reajustes que pueden ser necesarios en los próximos meses… Pienso que deberíamos tener una comisión o junta que fuera representativa de la Profesión Enfermera en su totalidad, y que ya debería estar trabajando… No quiero que nos veamos obligadas a hacer cosas de las que pudiéramos arrepentirnos”.

 

En 1942 se cambió el nombre de la organización llamándose Consejo Nacional de Enfermería para el Servicio de Guerra y Stella Goostray se convirtió en su jefe. Se formularon planes para promover el inventario nacional de enfermeras registradas, determinar el papel de las enfermeras y de la enfermería en general con el programa de defensa y proporcionar servicios de enfermería suplementarios a los hospitales y organizaciones de salud pública (2).

 

Foto 21 Las enfermeras de la Cruz Roja inglesa posan frente a la ambulancia distrito de Selkirk en 1930. El primer servicio de ambulancia a domicilio se inició en 1919 en Londres, y se organizaron comités en todo el resto del país para organizar y controlar las ambulancias en cada área

 

Debido a que cada vez más enfermeras graduadas abandonaban los organismos civiles para alistarse en los Cuerpos de Enfermeras del Ejército y de la Marina, el consejo abordó el problema del reclutamiento de estudiantes para las Escuelas de Enfermeras. Este trabajo se asignó al Comité de Política y Recursos Educativos. Isabel Stewart fue nombrada presidenta de este Comité, el primero que se constituía bajo la tutela del consejo.

 

Las investigaciones preliminares del comité indicaron que era de primordial importancia la provisión de fondos para colaborar con las Escuelas, mejorar la preparación y formación de los miembros del profesorado y ayudar a las candidatas que de otra forma no podrían permitirse la entrada en las Escuelas de Enfermeras (2).

 

La enfermería en el frente en la II Guerra Mundial

El papel de la enfermería en la guerra se había revolucionado casi por completo desde los tiempos de Florence Nightingale en la Guerra de Crimea.

 

En la II Guerra Mundial las enfermeras ya constituían una parte integrante de la estructura militar. Estaban acostumbradas a la organización, tenían un conocimiento del trabajo en tiempo de guerra que habían adquirido a través de sus propias experiencias y estaban preparadas y formadas para cubrir las necesidades de la guerra moderna.

 

Más de 50.000 enfermeras americanas del ejército sirvieron en el campo de batalla durante la II Guerra Mundial.

 

Foto 22 “Nadie será dejado”, 1918. Póster. James Montgomery Flagg. Library of Congress

 

A finales de la guerra el romance entre la enfermera y el soldado norteamericano sería un hecho, basado en la admiración y el respeto mutuos. La valentía de las enfermeras sometidas a las situaciones más rigurosas y exigentes queda testificada por muchos soldados, que escribieron sus experiencias:

 

Fueron 24 horas en las que caían bombas y cosas por todas partes: los aviones que eran derribados. He de decir que pronto aprendieron a excavar madrigueras. Yo las he visto cavar con cucharas. Hay dos cosas que aprenden a hacer rápidamente: llevar casco y excavar madrigueras… Les faltaba la comida. No tenían agua más que cuando se descargaban las cantimploras. Cuando yo llegué con el equipamiento… dieron la bienvenida al Abuelo que traía la comida y el equipo. No tenían tiendas donde dormir. A cada enfermera se le daba una manta, su ración de comida de categoría “B” y “C” y una mochila. Llevaban ropa de trabajo y casco. Usaban el suelo como cama, pero estaban ahí, cuidándonos y dispuestas a la marcha y esperándonos para atendernos cuando caíamos heridos…” (2).

 

El alcance global de la II Guerra Mundial planteó un enorme reto para las enfermeras militares. Al final de la contienda había enfermeras estacionadas en 50 países diseminados por toda la faz de la tierra. Trabajaron y vivieron en las instalaciones del Ejército y de la Marina, en hoteles y estructuras adaptadas, en barracas de acuartelamiento, tiendas-hospital, chozas de material prefabricado y muchas de ellas en el mismo suelo. La rapidez en impartir sus cuidados quizá fue el factor crucial que mantuvo el índice de mortalidad por debajo del de la I Guerra Mundial (2).

 

Las sulfamidas, la introducción de la penicilina, el DDT, los nuevos progresos en el tratamiento contra la malaria y la posibilidad de disponer de sangre y sus derivados, además del heroísmo y el ingenio de los hombres del cuerpo médico, fueron algunos factores que contribuyeron a ese resultado favorable”. Roberts, 1954.

 

Los Cuidados de Enfermería también coadyuvaron a que las estadísticas resultaran más positivas y fueron los que marcaron la diferencia en la recuperación de los soldados enfermos y heridos (2).

 

La fuerza más numerosa del Cuerpo de Enfermeras del Ejército y la Marina fue aproximadamente de 70.000 miembros durante la II Guerra Mundial. Estas enfermeras impartieron sus cuidados de enfermería en las líneas de fuego, en los Hospitales de Campaña, de evacuación y de base, en los buques-hospital, en los trenes-hospitales y en el aire. Las Enfermeras del Ejército sirvieron en nueve Estaciones y en 52 áreas. Las Enfermeras de la Marina lo hicieron en una docena de buques-hospital y en más de 300 Estaciones navales. Más de 1.600 enfermeras fueron condecoradas por sus servicios meritorios y su valentía bajo el fuego enemigo (2).

 

Entre los honores hay que destacar la “Medalla al Servicio Distinguido”, la “Estrella de Plata”, la “Cruz de Vuelo Distinguido”, la “Medalla del Soldado”, la “Medalla de la Estrella de Bronce”, la “Medalla del Aire”, la “Legión del Mérito, la “Medalla de la Encomienda del Ejército”, el “Corazón Púrpura” y la “Estrella de Oro”.

 

Murieron en total 201 enfermeras, 16 de ellas como resultado de la acción directa del enemigo. A lo largo de la guerra, enfermeras tanto del Ejército como de la Marina fueron capturadas por los japoneses y los filipinos y permanecieron en el campo de prisioneros civiles de Santo Tomás, cerca de Manila. Siguieron proporcionando los cuidados de enfermería bajo terribles dificultades hasta su liberación en 1945. Once enfermeras de la Marina permanecieron prisioneras durante un periodo de 37 meses.

 

Foto 23 Ilustración que muestra la colocación de las insignias y los adornos en el uniforme del Cuerpo de Enfermeras del Ejército y la Marina estadounidense

 

En la II Guerra Mundial, tanto el Ejército como la Marina instituyeron programas de formación de vuelo militar, para atender en el transporte aéreo como forma de evacuación de los soldados heridos. Las enfermeras fueron formadas y preparadas especialmente para proporcionar los cuidados de enfermería a los soldados heridos colocados en literas de tres a ambos lados de los aviones de carga, que se habían convertido en toscas ambulancias aéreas.

 

También se les enseñó a realizar tareas relacionadas con las instalaciones médicas de tierra. La admisión en el programa se iniciaba con la solicitud de formar parte del Cuerpo de Enfermeras del Ejército, a lo que seguía un mínimo de 6 meses en un hospital de la unidad de las Fuerzas Aéreas. A partir de ahí se podía hacer la solicitud para acceder a la Escuelas de Enfermeras de Vuelo. Tras completar estos requisitos, aún no se otorgaba la acreditación como “Enfermera de vuelo”. La Enfermera debía remitir una petición al general en jefe de las Fuerzas Aéreas para obtener la designación.

 

La Primera Promoción de Enfermeras de vuelo del Cuerpo de Enfermeras del Ejército se graduó en la School of Air Evacuation de Bowman Field en Kentucky, el 18 de febrero de 1943. Muchas deseaban entrar en el programa porque las enfermeras de vuelo representaban la élite del cuerpo.

 

Foto 24 Enfermera de vuelo hablando con los heridos dentro de un avión de evacuación C-54 antes del despegue de la base de las Fuerzas Aéreas de Andrews. Fotografía de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos

 

La música se ha usado con frecuencia a nivel militar para aliviar las tensiones y levantar la moral. El “Himno del Cuerpo de Enfermeras del Ejército” se adoptó oficialmente en enero de 1944. “La Música de la Marcha la compuso Lou Singer y la letra era de Hy Zaret, un profesional que hizo su contribución privada en los Servicios Especiales de Nueva York. La tocaban las bandas de música del ejército, tanto las locales como las que se encontraban en el extranjero”. Aynes, 1973 (2).

 

Marchamos sin que la fe desfallezca junto a nuestros galantes combatientes;

Cuando están enfermos o heridos, los cuidamos hasta devolverles la salud;

Mientras se necesiten manos que curen, encontraréis a las Enfermeras del Cuerpo.

 

En barco o avión, en tren de carga, en casa o en una costa lejana;

Con corazón leal aportamos nuestra contribución, por el Ejército y por el Cuerpo de Enfermeras del Ejército.

 

Esto se logró gracias a los esfuerzos de Edith A. Aynes y el respaldo del coronel Blanchfield, quien escribió lo siguiente:

 

No existe carga tan pesada ni noche tan larga que no se pueda aliviar con música. Los miembros del Cuerpo de Enfermeras del Ejército deben ser animadas a cantar, pues en la canción hay una satisfacción que da a entender tiempos más felices, buen compañerismo, mejor cuidado para los pacientes y una visión más optimista para todo el Cuerpo de Enfermeras”. Aynes, 1973 (2).

 

El último en incorporarse a los servicios federales de enfermería fue el “Cuerpo de Enfermeras de las Fuerzas Aéreas”, que se creó dentro del Servicio Médico de las Fuerzas Aéreas en julio de 1949. En total, 1.199 enfermeras del Ejército en servicio activo pasaron a las Fuerzas Aéreas.

 

Foto 25 Ilustración que muestra el uniforme general del Cuerpo de Enfermeras del Ejército y la Marina estadounidense

 

El Reclutamiento Obligatorio de Enfermeras

El gran número de enfermeras graduadas que se habían apuntado al servicio militar todavía resultaba insuficiente: los alistamientos voluntarios no cubrían las necesidades previstas. Se realizaron llamamientos para incorporar enfermeras.

 

Un artículo del conocido columnista Walter Lippmann, aparecido el 19 de diciembre de 1944, incluía una fuerte crítica contra el ejército por negligencia. Lippmann sostenía que el ejército no había dispuesto el número adecuado de enfermeras para cuidar a todos los soldados heridos:

 

Lo último que nuestro pueblo puede aguantar es que los soldados norteamericanos enfermos y heridos en combate tengan que sufrir simplemente porque el ejército no es capaz de encontrar suficientes mujeres enfermeras que los cuiden.

 

Y sin embargo, estoy informado únicamente sobre la cruda verdad, que es bien conocida por el ejército y los dirigentes de la profesión médica, cuando digo que en los hospitales militares tanto locales como en el extranjero nuestros hombres no están recibiendo los cuidados de enfermería necesarios que requieren y que, con el creciente número de bajas y la gravedad de las heridas, eso significará para muchos de los hombres que son devueltos de los campos de batalla que su recuperación se verá retrasada o incluso perjudicada” Lippmann, 1944 (2).

 

Foto 26 Las enfermeras británicas en su tiempo libre se dedicaban a la caza de recuerdos o iban de excursión a las pirámides o socializaban con los oficiales, 1916. Australian war memorial

 

No pasó mucho tiempo antes de que el presidente Roosevelt, en su mensaje sobre el Estado de la Unión el 5 de enero de 1945, sugiriera la petición sin precedentes de un “reclutamiento obligatorio de mujeres enfermeras”.

 

El Proyecto de Reclutamiento Obligatorio de Enfermeras no tardó en ser aprobado por la Cámara de Representantes, pero fue rechazado por el Senado de los Estados Unidos.

 

Sin embargo, la presentación del proyecto dio lugar a “una avalancha de solicitudes de enfermeras” para el servicio de guerra, hasta el punto que hubo excedentes (2).

 

Foto 27 Enfermeras y personal sanitario de un hospital de Australia, 1950

 

 

Bibliografía

1.- El Cuerpo de Enfermeras Aliado. Martin Brayley. Ilustraciones de Ramiro Bujeiro. Osprey Publishing. Título Original: World War II Allied Nursing Services. 2002

 

2.- Historia de la Enfermería. M. Patricia Donahue. 1985

 

3.- El Sentido del deber “Edith Cavell Louisa”. Raúl Expósito González. Jesús Rubio Pilarte. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el día 16 de mayo de 2009

http://enfeps.blogspot.com/2009/05/el-sentido-del-deber-edith-cavell.html

 

4.- Edith Cavell (1865 - 1915). Una enfermera en la Primera Guerra Mundial. Tomás Jordán Young. Publicado el jueves día 30 de marzo de 2017

http://enfeps.blogspot.com.es/2017/03/edith-cavell-1865-1915-una-enfermera-en_44.html

 

5.- Por qué Rusia no pudo salvar a los bóers de los británicos

https://es.rbth.com/historia/84547-rusia-quiso-salvar-boers

 

6.- Las mujeres durante la Guerra Mundial

http://www.revistacredencial.com/credencial/historia/temas/las-mujeres-durante-la-guerra-mundial

 

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020

masolorzano@telefonica.net

 

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