lunes, 19 de octubre de 2020

CLÍNICA SAN JOSÉ DE SAN SEBASTIÁN 1922

 

Proyectado por Augusto de Aguirre en 1921, este chalet neovasco reunía todas las características del estilo: cubierta a dos aguas con el caballete perpendicular a la fachada principal, alero con tornapuntas de madera, espolones o cortafuegos y entramado de madera vista. Estaba situada en la calle Indianoene s/n en Ategorrieta.

 

Foto 1 Clínica San José fundada el domingo 18 de junio de 1922

 

La Clínica fue fundada por los doctores Emiliano Eizaguirre, Miguel Kutz y Guillermo Zubía y disponía de una amplia terraza delantera de hormigón, dominando un pequeño jardín curvo. Declarada en ruinas a finales de los años 80, en su parcela hay un espacio destinado a juegos infantiles (1).

 

LA NUEVA CLÍNICA DE SAN JOSÉ

 

Mis queridos colegas los doctores Emiliano Eizaguirre, Miguel Kutz y Guillermo Zubía, han abierto una Clínica en un coquetón chalet de Ategorrieta, a cuya inauguración asistimos el domingo 18 de junio de 1922.

 

No hay para qué decir que en ella no falta ni un detalle, y que la comodidad y alegría de las habitaciones, corre parejas con la instalación de la parte técnica, en la que no se ha omitido nada (2).

 

No hay tampoco necesidad de alabar lo que el técnico ve de instrumental quirúrgico o de laboratorio. Los nombres de los queridos compañeros que al frente de ella figuran, bastan para garantizar su instalación.

 

Nuestra ciudad cuenta con Sanatorios en el sentido amplio de la palabra, que la ponen al nivel de cualquier capital y me parece oportuno aprovechar la ocasión para decir al público la razón del afán del médico moderno –del cirujano mejor dicho– de tener a sus enfermos fuera de la familia del paciente, lo que justifica la tendencia de hacer clínicas en las ciudades modernas.

 

Foto 2 Clínica San José fundada el domingo 18 de junio de 1922. Foto del libro de los cien años del Colegio de Médicos de Gipuzkoa

 

En primer lugar saltan a la vista la incomodidad para la familia, de tener que improvisar un quirófano (sala de operaciones) en una casa particular. Ni la casa que habitamos reúne condiciones, ni se puede improvisar habitación con condiciones de luz, mesas, estufas, etc., como en un sanatorio (2).

 

La familia no debe convivir con el enfermo, ni es posible encontrar enfermeras profesionales a domicilio que puedan cumplir bien con su cometido.

 

Así mismo, el cariño hacia el enfermo, nos hace cuidarlo, más con arreglo a los sentimentales impulsos del corazón, que a los justos dictados de la inteligencia; por eso, la obediencia a los mandatos rígidos del médico, debe ser ciega sin que sus órdenes sean tamizadas por el sentimentalismo que todo humano pone aun sin querer en juego, cuando se trata de la madre o del hermano.

 

De ahí que médicos y enfermeros deben ser extraños en todos los casos al paciente.

 

El ideal pues, lo mismo individual, que colectivamente, es la separación del enfermo, primero de la convivencia con sus familia y también el aislamiento de sus semejantes, dada la naturaleza contagiosa de un sinnúmero de enfermedades. No hay que decir que en una casa particular, la guardia permanente es casi imposible y los medios que para algo urgente fuesen menester, nulos o casi nulos.

 

Es pues, muy justa y muy acorde con los modernos conocimientos hacer lugares para enfermos, y hacerlos alegres, coquetones, confortables en grado sumo, haciendo ver al hombre que allí se da salud con la mayor alegría y el máximo de comodidad (2).

 

Foto 3 Libro La Ciudad que perdimos. La gestión del Patrimonio Urbano en San Sebastián, 1950 – 2017. De Alberto Fernández – Dárlas y Eneko E. Oronoz. Página 64

 

Y nuestra ciudad, presumiendo de ir a la cabeza de las capitales modernas, no podía prescindir de tener buenos establecimientos para enfermos. A los ya existentes que los médicos de fuera miran con beneplácito y no pocos con admiración, se une al inaugurado el domingo, tan bien situado, tan alegre por fuera como de sobria elegancia por dentro y sobre todo, tan completo para los fines a que se le destina en lo que a su aspecto técnico se refiere.

 

Auguramos grandes éxitos a los propietarios, inteligentes médicos bien conocidos aun fuera de la región, y les deseamos brillante estadística. R. L. (2).

 

UNA NUEVA CLÍNICA LA DE SAN JOSÉ

 

EN LA FALDA DE ULÍA

 

Lector: Estas líneas no son un reclamo de índole industrial. Son –y te pido que así lo creas– un homenaje cariñoso, de esos que el afecto y la simpatía rinden al imperio de la buena amistad (3).

 

Hay en San Sebastián un paraje cuyas condiciones de dulzura, salubridad y visión estética no son lo debidamente apreciadas. Me refiero a la falda Sur del monte Ulía, tan alegre, tan soleada, tan defendida de los trallazos que traen a la costa los vientos duros del mar. Los que habitamos en ella solemos decir, bromeando, que vivimos en la Andalucía del Norte. Hasta han sacado una copla popular, que no sé si la cantan ya las niñas en sus corros juguetones, pero que yo quiero escribirla aquí para que la aprendan y la canten.

 

Dice así:

Por tu ambiente tan tibio,

falda de Ulía,

un pedazo pareces de Andalucía.

Eres, Ulía,

lo más dulce y más suave

de Donostia.

 

Por si la seguidilla no dijese la verdad pura, ahí están los sabios doctores que abren cuerpos, cortan y rajan miembros para devolver la salud a la humanidad doliente. Esos doctores escogen la falda del monte Ulía para el emplazamiento de sus clínicas operatorias. Al barrio de Ategorrieta se le va llamando “el barrio de las clínicas”. Hasta ayer existían cuatro: la de San Ignacio, la de Leremboure, la de Nuestra Señora de Aránzazu, la de Nuestra Señora de las Mercedes (3).

 

Desde ayer hay una más: la de San José, instalada por los doctores Emiliano Eizaguirre, Guillermo Zubía y Miguel Kutz. La copla dice la verdad. Si no la dijese, los cirujanos no irían a instalar sus casas de salud en el barrio de Ategorrieta, el más higiénico y templado de todo San Sebastián.

 

Esta nueva Clínica de San José fue inaugurada el domingo, a las diez y media de la mañana. El acto –precedido de una misa en la capilla del establecimiento y terminado con un refrigerio– nos ofreció a todos los concurrentes el perfume de la familiaridad. Atentos a la invitación, acudimos allí muchos compañeros, muchos amigos, muchos distinguidos clientes de los tres doctores mencionados. Todos salimos dejando una larga estela de elogios bien merecidos.

 

La Clínica se halla admirablemente situada, próxima a la antigua carretera de Ategorrieta, detrás del Colegio de los Bernardos (hoy en día Colegio San Ignacio de Loyola. Jesuitas). ¿A qué describir las instalaciones? Tiene cuanto necesita una casa de éstas, montada a la moderna: servicios higiénicos, aposento de curas, magnífica sala de operaciones, gabinete para esterilizar, cámara de radiografía, hermosos cuartos para la estancia de enfermos… (3).

 

Foto 4 La Voz de Guipúzcoa. Diario Republicano. Año XXXVIII. Número 13.005. Página 6. Del martes 20 de junio de 1922

 

Todo ello está bañado en blancura inmaculada, en aire y en luz que entran a raudales del ambiente campesino y salutífero que rodea a la finca.

 

Todo el interior del edificio se halla dispuesto y ordenado para alegrar los espíritus que allí entrarán entristecidos por el sufrimiento.

 

Yo he querido que esto que estoy escribiendo sea algo más que una mera información de la apertura de una Clínica.

 

Foto 5 El doctor Emiliano Eizaguirre (x) con compañeros de profesión, 1924. Foto cedida por su hija Pochichi Eizaguirre

 

Me he propuesto que los lectores sepan hasta qué punto ha llegado la técnica operatoria en sus atrevidas intervenciones en la cavidad donde se alojan los órganos que actúan como motores de la circulación y la respiración. He ido contra el doctor Eizaguirre y le he preguntado:

 

Dígame usted algo de cirugía del pecho.

 

Podría decir a usted tantas cosas, me contesta.

 

Explíqueme el caso más grave y, a la vez más afortunado en que usted ha intervenido. Y dígamelo sintéticamente, porque yo no quiero una disertación, sino un rápido relato emocional.

 

Pues oiga dos casos muy interesantes.

 

Un tuberculoso con terribles lesiones en el pulmón izquierdo y una laringitis como complicación, se moría en plazo breve. Le abrí el pecho, le hice la resección de once costillas y despegué toda la parte alta del pulmón para comprimirlo. Hoy está tan completamente curado, que asiste como invitado a la inauguración de esta clínica (3).

 

Foto 6 Quirófano. Foto cedida por su hija Pochichi Eizaguirre

 

Otro enfermo con absceso del pulmón, fue operado en condiciones infames. Llevaba tres meses de fiebre y expulsando bocanadas de pus fétido.

 

Intervine, le abrí el pulmón en el sitio del absceso, y curó rápidamente.

 

De modo –objeté yo– que el bisturí se mete en los pulmones como en la cadera?

 

Hombre… igual, igual, no; pero se mete y curan los enfermos.

 

Lo que queda dicho ya es bastante para mi objetivo. Falta felicitar a los propietarios de la Clínica de San José, y desearles los mayores éxitos con los menores enfermos posibles.

 

Y que el bello lugar del emplazamiento les ayude, aunque, a decir verdad, el tiempo que hizo el domingo fue lo más apropiado para chafarle a uno la copla que queda más arriba.

 

Cuando llueve y ventea,

en la falda de Ulía,

eres igual que el resto

de Donostia.

 

Fidel M. Urbina, periodista (3)

 

UNA NUEVA CLÍNICA LA DE SAN JOSÉ

 

Inauguración el domingo 18 de junio de 1922

 

Deberes profesionales me impidieron asistir a la brillante inauguración de la Clínica de San José verificada el mes anterior y fundada por mis queridos compañeros y amigos los doctores Emiliano Eizaguirre, Miguel Kutz y Guillermo Zubía (4).

 

Pero si en aquellos momentos de expansión y alegría –propios de los que ven realizadas sus aspiraciones– no me fue posible felicitarles personalmente, hoy lo hago desde estas líneas después de una visita hecha al nuevo centro operatorio.

 

Foto 7 Inauguración el domingo 18 de junio de 1922 de la Clínica San José

 

Situada la Clínica en la falda Sur del Monte Ulía, bañada por los rayos solares y con unas vistas panorámicas que sorprenden, la primera impresión al contemplarla en su exterior es la de un coquetón chalet habitado por aristocrática familia que disfrutando de la belleza del campo embalsama sus pulmones con el oxígeno del aire puro y limpio de las montañas y si esto es de buen gusto cuando se trata de personas sanas tiene gran importancia para los enfermos porque contribuye a levantar su moral deprimida por la enfermedad, aleja de su memoria la casa hospitalaria en que se encuentra y es un factor para que después la convalecencia sea rápida y regrese cuanto antes al seno de su familia (4).

 

La naturaleza nos brinda la vida del campo como uno de los mejores tónicos, los rayos solares como uno de los más poderosos desinfectantes; en la implantación de un centro de esta naturaleza todo esto hay que tenerlo en cuenta.

 

El aspecto exterior era el de un chalet, rodeado de árboles y campo. El interior de la Clínica consta de tres pisos; planta baja destinada a la cocina, habitaciones de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul y servidumbre, ropero, almacén, capilla, etc. (4).

 

Foto 8 Una enfermera y las Hermanas de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul

 

En el piso primero se encuentra la sala de operaciones, hermosa habitación con amplia luz y potentes focos eléctricos para las intervenciones de urgencia nocturnas, una mesa de operaciones último modelo alemán, con todas las perfecciones del más exigente cirujano, la vitrina con abundante instrumental quirúrgico y los lavabos para el aseo personal de las manos. Al lado existe el gabinete de esterilización, otro con los rayos X, una salita para curas y el despacho para la consulta. En este piso están también los cuartos de primera clase con amplias terrazas al mediodía (4).

 

El piso segundo es el destinado para los cuartos de segunda y tercera clase, grandes, amplios, limpios, bien ventilados y con mobiliario sencillo y cómodo.

 

Toda la sala tiene calefacción, servicio de agua caliente y fría corriente, timbres, teléfono, etc.

 

El trabajo profesional se encuentra dividido entre los fundadores, encargándose el Dr. Emiliano Eizaguirre de las intervenciones en tórax, pulmón y corazón; el Dr. Miguel Kutz de la cirugía general y el Dr. Guillermo Zubía de los enfermos de garganta, nariz y oídos.

 

Foto 9 Enfermeras Clínica San José, 1927. Foto cedida por su hija Pochichi Eizaguirre

 

El servicio de enfermería está a las órdenes de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul cuya práctica es de todos conocida por su buen funcionamiento y sus buenas prácticas administrativas, además de enfermeras y dos practicantes (4).

 

El practicante que acudía a anestesiar a los pacientes del Dr. Eizaguirre era el señor Campos que también trabajaba en la Clínica Martín Santos, son los recuerdos de sus compañeros practicantes y de todo lo que aprendieron de él.

 

El otro compañero se turnaba con él y solían ser los practicantes que anestesiaban y trabajaban con los cirujanos en las otras clínicas de San Sebastián.

 

El día que visité la Clínica estaba completamente llena de enfermos y en espera de vacante de cuarto para el ingreso de otros nuevos, demostrando este hecho que a pesar de las Clínicas existentes y ya acreditadas, la moderna Clínica de San José tiene su vida asegurada porque además de los enfermos de esta ciudad, vienen de los pueblos de la provincia y debido a la reputación y crédito de los compañeros médicos, vienen también de otras regiones (4).

 

Sólo un defecto encuentro en la Clínica de San José; que es relativamente pequeña y no será porque el arquitecto que ha dirigido las obras no haya sacado todo el partido posible del edificio.

 

Yo espero que antes de no mucho tiempo levanten un piso o construyan un pabellón en el terreno inmediato; este será el mejor argumento de su prosperidad que muy de veras desea a sus fundadores su compañero. Doctor Francisco Pérez Cuadrado. (4).

 

Foto 10 Ampliación de la planta baja en la Clínica San José, 1929 Archivo histórico del Ayuntamiento de San Sebastián

 

En 1929 según consta en el archivo histórico del Ayuntamiento de la ciudad de San Sebastián, expediente 18 del año 1929, el Dr. Miguel Kutz solicita por escrito al ayuntamiento con los planos realizados por el arquitecto señor Pablo Zabalo para agrandar y adecentar la Clínica San José.

 

El ayuntamiento donostiarra contesta también por escrito el 16 de febrero de 1929 que: no hay inconveniente en conceder la autorización para abrir el hueco de la fachada Este, y el nuevo cuerpo solicitado de ampliación del edificio, que no podrá salir a cinco metros del terreno ya que está considerada la Clínica en la Zona de Ciudad Jardín del ensanche de Ategorrieta (5).

 

EMILIANO EIZAGUIRRE MARQUINEZ

 

Foto 11 Doctor Emiliano Eizaguirre Marquinez. Foto cedida por su hija Pochichi Eizaguirre

 

Nació en San Sebastián en la Parte Vieja donostiarra a las 10 de la noche del 8 de agosto de 1888. Viene al mundo en la calle del Puerto nº 12, piso primero, en el corazón de la Parte Vieja donostiarra. Tiene la ciudad en esas fechas 30.000 habitantes, cifra que se ve rebasada con creces durante la temporada veraniega, pues no en vano es la capital estival de la nación. A los 21 años siendo ya médico se traslada con sus padres a la calle del Puerto nº 16.

 

Perteneció a una familia humilde; su infancia transcurrió en el puerto donostiarra e iba a jugar al muelle con sus compañeros; realizó sus primeros estudios en el reputado Colegio de los Hermanos Pena y, con nueve años, gracias al favor de una amistad de sus padres, va a Madrid para cursar el bachillerato (6)

 

Estudió Medicina en San Carlos de Madrid, fue condiscípulo del Dr. Gregorio Marañón, quién definió a su grupo como “generación Nicolás de Achúcarro”. Terminó su licenciatura en 1909, con excelentes calificaciones. Recordaba con admiración a tres de sus profesores: Madinabeitia, Sañudo y Alejandro San Martín. Su Tesis doctoral versó acerca de “El pulso venoso en el ritmo del corazón y sus modificaciones en el año 1911”.

 

Eizaguirre, comienza su ejercicio profesional en San Sebastián en su domicilio familiar de la Parte Vieja siendo sus primeros clientes los pescadores y sus familias y los hombres de la mar, posteriormente pasó en un trabajo agotador en su consulta privada en el Paseo de Colón nº 2.

 

En diciembre de 1910, La Junta de Patronato de la Casa de Misericordia y Hospital de San Antonio Abad de San Sebastián, convocó un concurso para la provisión de dos plazas de médicos suplentes del Hospital, sin sueldo, uno para la sección de Medicina y la otra para la de Cirugía. Durante todo el año 1911 trabajará en el Hospital haciendo guardias nocturnas.

 

Nos decía: Desde los primeros años de mi carrera sentí verdadera predilección por los estudios referentes a las enfermedades del pecho e impulsado así como una fuerza irresistible, se me ocurrió establecerme en San Sebastián, mi ciudad natal, enterándome de las estadísticas de la mortalidad que causaba en la provincia de Guipúzcoa la Tuberculosis.

 

Dicho en el Tercer Congreso Español de la Tuberculosis. Segundo con carácter internacional, celebrado en San Sebastián del 9 al 16 de septiembre de 1912. Tomo Segundo, página 606 a 611. San Sebastián, 1914 (6).

 

Fue el promotor en Guipúzcoa de la Lucha Antituberculosa, posteriormente dirigía el Pabellón del Hospital Civil San Antonio Abad o de Manteo denominado Docker, detrás del anterior dedicado a los niños con primo-infección.

 

Obtiene plaza de médico suplente en el Hospital Civil de San Antonio Abad en 1911, y al mismo tiempo se conciencia del grave problema de la Tuberculosis dedicándose por entero a su combate, a lo largo de su existencia profesional. Consigue crear en el Hospital Civil San Antonio Abad un Dispensario antituberculoso y más tarde un Pabellón exclusivo para estos enfermos y en 1932 el pabellón Docker para niños con primo-infección. Su interés por la especialidad le llevará hasta las Clínicas de Sauerbruch, en Alemania y Suiza, para formarse y conocer y dominar la cirugía torácica, aprendiendo las técnicas de la toracoplastia.

 

El Dr. Eizaguirre escribió con este fin su Cartilla Antituberculosa, redactada en términos concisos y llanos para dar a conocer las causas del contagio y medios para evitarlo, publicándose en la Voz de Guipúzcoa el 4 de marzo de 1912.

 

Foto 12 Compañeros médicos del doctor Eizaguirre. San Sebastián 1911. Foto cedida por su hija Pochichi Eizaguirre

 

Médico tisiólogo, amplió sus estudios en Munich especializándose en la parte quirúrgica. Se le considera como el fundador de la tisiología en España. Organizó la Lucha Antituberculosa fundando en Guipúzcoa el Dispensario Antituberculoso, primero que se creó en el Estado español (6).

 

Entre sus publicaciones destacan por orden de cronología:

Cartilla Antituberculosa 1912

Cirugía pleuropulmonar 1927

Tuberculosis pulmonar 1931

Primoinfección tuberculosa 1934

Tratado de tuberculosis pulmonar 1939

Supuraciones pleuropulmonares 1942

Estreptomicina, el Pas y el Tbl en la tuberculosis pulmonar 1950

Cáncer broncopulmonar 1952

 

Entre 1875 y 1936 se editan en el país un total de unos veinte textos que abordan de modo general la patología tuberculosa, y casi doscientos estudios monográficos. El grave problema que suponía para la sociedad esta enfermedad, verdadera plaga conocida como la peste blanca, obligó a distintas instancias político sociales a encarar y poner todos los medios a su alcance, aprobando una legislación que buscaba canalizar y hacer realidad una prevención social ante el padecimiento. La mayor parte de los tisiólogos cumplieron una labor de esta índole, mediante campañas antituberculosas y publicaciones dirigidas al pueblo para sensibilizarlo acerca del contagio y otros extremos de la tisis.

 

Foto 13 Grupo de médicos en la entrada de la Clínica San José. Se ven los letreros “Enfermedades del Aparato Respiratorio” “Sirvase limpiar el barro de su calzado” y el “Horario de las visitas”. 1922. Foto cedida por su hija Pochichi Eizaguirre

 

El Doctor Don Emiliano Eizaguirre no fue ajeno a esto, siendo el promotor y alma de la lucha social antituberculosa, que llevó personalmente en San Sebastián, culminada con la creación del primer dispensario antituberculoso en la ciudad.

 

La actividad profesional y científica de Emiliano Eizaguirre se ubicó en San Sebastián, su ciudad natal, sin embargo su nombre trasciende apareciendo como un tisiólogo de primera fila nacional e internacional. Su nombre es bien conocido en la España de su tiempo, así como en América Latina y otros países de Europa. Eizaguirre fue, además, un investigador que dio a conocer mediante muchas y valiosas publicaciones, sus aportaciones y experiencias Clínico-quirúrgicas. Ahí están sus 74 escritos publicados en revistas nacionales y extranjeras. Algunos trabajos, como su cirugía Pleuropulmonar, de 1927, que recibió el premio Alvarez-Alcalá, de la Real Academia de Medicina; el Tratado de Tuberculosis Pulmonar, o la Primo-Infección Tuberculosa, por citar sólo los más conspicuos, fueron textos imprescindibles en la formación de los tisiólogos de la época y su difusión fue muy notable tanto en España como en Latino – América (6).

 

Sin duda, la gran contribución del Dr. Eizaguirre a la tisiología española constituyó la utilización del recurso quirúrgico en la tuberculosis; fue el pionero. Sus grandes dotes de organizador se vieron palpables en las Jornadas Médicas de San Sebastián, de 1929; la capital donostiarra, en aquellos días de septiembre, acogió a los clínicos más renombrados de España y algunos del extranjero. La Revista Guipúzcoa Médica, homenajeó al Dr. Eizaguirre reconociéndole el gran mérito y éxito de la trascendencia de aquellas Jornadas.

 

Foto 14 Jornadas Médicas de San Sebastián 1929. El Dr. Eizaguirre (x) con alumnos que han prestado su colaboración en el curso teórico-práctico sobre tuberculosis. Gaceta Médica Española número 38. Noviembre de 1929

 

Su afán por enseñar y transmitir lo que sabía, hizo que su Escuela de Tisiología de San Sebastián, se colocara entre las primeras del país, a la misma altura que la de Sayé, en Barcelona, o la de Verdes Montenegro o Tapia, en Madrid. Y no sólo se limitó a enseñar en Congresos y conferencias de alto vuelo, pues, verano tras verano recibía a todos los estudiantes que quisieran aprender su especialidad o iniciarse en la auscultación cardiopulmonar. Fue, pues de los pioneros en organizar cursos de verano, que se realizaron durante 1929 a 1936.

 

En su opinión, el alcoholismo, la tisis y la sífilis constituían el trípode que servía de base a toda la anormalidad infantil, y añadió: En presencia de un niño degenerado, anormal o defectuoso física o psíquicamente, podemos decir que sus ascendientes, padre o madre, tal vez ambos, padecieron alguno de aquellos vicios o enfermedades (6).

 

Fue el fundador del Primer Dispensario que hubo, era privado, estaba ubicado en el jardín de la casa donde vivía el Dr. Emiliano Eizaguirre, en el Paseo de Colón nº 2 del Barrio de Gros de San Sebastián. Allí tenía con el atendiendo el centro a las enfermeras: Consuelo y Agueda Acha, Pilar Merino y Felisa Ortiz de Zárate, esto ocurría en el año 1937.

 

Foto 15 La bella señorita Elvira Ordoqui y el joven doctor donostiarra Don Emiliano Eizaguirre, médico de la Beneficencia Municipal, que el día 17 del corriente contrajeron matrimonial enlace en la capilla de la “Villa Puyo” suntuosa morada de los padres de la novia. Foto Willy Koch. 16 de septiembre de 1914. Emiliano Eizaguirre 1900. Fotos cedidas por su hija Pochichi Eizaguirre.

 

El 18 de junio de 1922 el tisiólogo Emiliano Eizaguirre abrió la Clínica San José en la ladera de Ulia para enfermos de su especialidad con el cirujano general Miguel Kutz, del Hospital Civil, y Guillermo Zubía (O.R.L.) especialidad la de éste con plaza asegurada en cada clínica, según se habrá podido observar, seguramente por la intervenciones quirúrgicas que conlleva.

 

Eizaguirre destacó, además, por su amor a San Sebastián y realizó una intensa labor socio-cultural. Fue concejal del Ayuntamiento donostiarra durante los primeros años de la Dictadura de Primo de Rivera. Su paso por la Casa Consistorial se recordará por la rigurosidad y escrupulosidad con que hacía cumplir la legislación y el reglamento vigente. Alguna obra, como la Casa de Socorro que se ubicó en la calle Garibay, fue creada por su trabajo e impulso (6).

 

Ocupó la Presidencia del Club Rotario de San Sebastián, que impulsó el turismo en la ciudad en los años 1925ª 1931. La historia del Ateneo Guipuzcoano nunca podrá silenciar la gran labor que realizó el eminente tisiólogo. Desde 1916 a 1929 ocupó cargos directivos y fue Presidente en 1923 y 1924.

 

Foto 16 San Sebastián. La Fiesta de la Raza. Autoridades y el Cuerpo Consular en la Sesión Solemne. Invitado Dr. Emiliano Eizaguirre. Foto Marín. Revista Novedades 1923

 

Fue Presidente del Colegio de Médicos de Guipúzcoa desde 1934 hasta el inicio de la guerra civil de 1936, en que fue destituido. Por ser la primera autoridad médica fue llevado a dirigir el Hospital de Sangre establecido en el Hotel de Londres e Inglaterra en San Sebastián, junto al Dr. Bastos. La guerra supuso un serio quebranto en su vida sobre todo por las acusaciones que hicieron de él y eran mentira. Esto le llevó a exiliarse a la Argentina, en donde era considerado una celebridad médica. De regreso tuvo que soportar humillaciones, refugiándose en su consulta privada de la calle Paseo de Colón. En el ocaso de su vida, fue llamado para ocupar la Presidencia del Congreso de la Unión Médica Mediterránea, en 1963.

 

No hay duda que el desempeño de la Dirección del Hospital de Sangre (ubicado en el Hotel de Londres), no se lo perdonaron, y quisieron ver un colaborador del Frente Popular. Cuando estalló el Alzamiento, el Dr. Eizaguirre ocupaba la Presidencia del Colegio Médico, y el Dr. Barriola era el Secretario. El Frente Popular los destituyó a los dos.

 

Le ingresan en la Clínica Nuestra Señora de las Mercedes (Avda. de Navarra); el día 11 de Octubre de 1967 le opera el Dr. Ignacio María Barriola Irigoyen con otros ayudantes. Falleció a las 11 de la mañana del día 22 de octubre de 1967, tenía 79 años de edad.

 

La Hoja del Lunes de San Sebastián, del 23 de octubre de 1967, y el desaparecido periódico vespertino Unidad, del mismo día, y sobre todo el Diario Vasco del martes día 24 de Octubre de 1967, recoge la noticia del fallecimiento del ilustre doctor don Emiliano Eizaguirre.

 

La Real Sociedad de Fútbol, ese domingo homenajeó al Dr. Eizaguirre, fue la primera vez que en Atocha los jugadores llevaron brazaletes negros en señal de duelo (6).

 

Foto 17 Dos jóvenes postulan el día de la Fiesta de la Flor poniendo una pegatina al Miquelete delante del Banco Español del Río de la Plata en la Avenida de la Libertad de San Sebastián. Fotógrafo Pascual Marín, 1925

 

El Dr. Emiliano Eizaguirre escribió con este fin su Cartilla Antituberculosa, redactada en términos concisos y llanos para dar a conocer las causas del contagio y medios para evitarlo, contando con la colaboración del doctor Manuel Zaragüeta Fernández y publicándose en la Voz de Guipúzcoa el 4 de marzo de 1912 en la primera y segunda página.

 

CARTILLA ANTITUBERCULOSA

 

Dábamos cuenta hace días de una laudable campaña emprendida por los reputados doctores Manuel Zaragüeta y Emiliano Eizaguirre, para combatir la terrible enfermedad de la Tuberculosis, y en aquel suelto prometíamos insertar en nuestras columnas, cuando el espacio nos lo permitiera, la Cartilla editada por el joven doctor señor Emiliano Eizaguirre.

 

Foto 18 La Voz de Guipúzcoa. Diario Republicano. Año XXVIII. Número 9.595. Página 1. Del lunes 4 de marzo de 1922 (7)

 

Hoy cumplimos muy gustosos aquella promesa, publicando a continuación dicha “Cartilla antituberculosa”, cuyo contenido, de útiles advertencias y consejos profilácticos para prevenir el terrible mal, entendemos que deben ser grandemente difundidos para que lleguen a conocimiento de todos.

 

La “Cartilla Antituberculosa” dice así:

 

Plaga la más terrible que sufre el género humano, azote del que no se libra ningún país, que no respeta edades, ni clase social alguna y la más mortífera de cuantas enfermedades contagiosas existen, es motivada por un microbio que lo descubrió Koch y que por eso lleva su nombre, y es de tal modo contagiosa que supera al cólera, viruela y otras enfermedades tan temidas por el género humano (7).

 

La única causa de esta enfermedad es el bacilo de Koch; este bichito mil veces menor que la cabeza de un pequeño alfiler, lo contienen todos los tuberculosos y ellos son los que con sus esputos, con el pus de sus úlceras, con sus deposiciones, contagian a los individuos sanos, pues es tan enorme el número de microbios tuberculosos que contienen esas materias que es difícil librarse del contagio si previamente no son destruidas.

 

De entre esas materias que expulsan los tuberculosos la más temible es el esputo, en primer lugar, por ser más frecuente la tuberculosis de los pulmones y además porque hay esputos que contienen la enorme cantidad de 300 millones de bacilos de Koch, que suponiendo que un enfermo escupa una vez por hora, en 24 horas habrá expulsado 7.200 millones de microbios mortíferos que nos asedian, y aunque con nuestras energías podamos destruir la mayoría, no somos potentes para tan exorbitante número y vencidos en la lucha nos hacemos tuberculosos yendo a sumarnos la mayoría de las veces al número de víctimas que sufre la humanidad por tan terrible azote.

 

También las úlceras que supuran y las deposiciones de un tuberculoso con lesiones en el intestino son capaces de contagiarnos, pero no tan fácilmente por ser menos frecuentes y porque no tienen las facilidades como el esputo, pues las úlceras son curadas por determinadas personas que ponen ciertos cuidados aconsejados generalmente, y las deposiciones son recogidas y expulsadas a sitios convenientes.

 

El esputo es, pues, el que más fácilmente nos contagia por su número y porque continuamente nos asedia, pues debido a la falta de cultura del pueblo, es cosa corriente que cualquier persona escupa en el suelo, ese esputo se seca y es convertido en polvo, y al barrer, al andar levantamos ese polvo, se mezcla con el aire que respiramos, y a nuestros pulmones va, y de encontrar facilidades allí se queda, fructifica y convierte aquella persona en un tuberculoso.

 

Esta forma, la más general del contagio, no es la única; personas un poco más delicadas no escupen en el suelo, lo hacen en su pañuelo, y como es un tejido que absorbe tan fácilmente el agua que contiene el esputo, se seca éste fácilmente y al cogerlo, las manos de aquella persona están repletas de microbios tuberculosos; os saludan, os dan cualquier alimento, cualquier objeto, y ver cómo sin saberlo os ponen en peligros del contagio. Ese mismo pañuelo al secarse por completo el esputo, a cualquier movimiento que con él se haga al sacarlo del bolsillo, expulsa al aire millones de bacilos de Koch y ese aire será respirado por vosotros (7).

 

¿No es horrible las múltiples y fáciles condiciones de contagio que motiva el esputo de un tuberculoso? ¿pues por qué no recoger ese esputo y destruirlo?. Si ese esputo es recogido en una escupidera, si esa escupidera es recogida por una persona que conoce sus peligros y, teniendo como tenemos medios, es destruido el bacilo de Koch que contienen, habremos destruido la causa y por lo tanto habremos evitado el contagio de la tuberculosis y con ello habremos salvado a la humanidad de su terrible azote.

 

Foto 19 Cartilla Antituberculosa del Doctor Eizaguirre, 1912

 

La tuberculosis no tan sólo la padece el género humano, es frecuente en muchos animales y he aquí cómo por mediación de los animales domésticos podemos hacernos tuberculosos.

 

Dos animales son los que más fácilmente pueden contagiarnos la tuberculosis, la vaca y el cerdo. De estos animales comemos sus carnes, que de ser tuberculosas contienen el bacilo de Koch. Evitemos el contagio de estos animales, destruyamos sus carnes si son tuberculosas y nos habremos librado de una de las formas del contagio de la tuberculosis.

 

La vaca nos da más facilidades de contagio. Su leche es ingerida por la mayoría de las personas, si tuberculosa es la vaca bacilos de Koch puede contener su leche y si la bebemos he aquí otra forma de contagio.

 

Si prohibimos la venta de leche de animales tuberculosos, o de no poderlo hacer, esa leche es hervida en un cazo, tapado durante tres minutos antes de beberla, habremos matado todos los bacilos de Koch que pueda contener y nos habremos salvado de esta forma de contagio.

 

Para resumir: el bacilo de Koch es la única causa de la tuberculosis. ¿Lo contiene el pus de las úlceras de un tuberculoso? pues hirvamos o quememos todos los objetos que son manchados por él; ¿lo contienen sus deposiciones? hagamos lo mismo; ¿lo contiene su esputo? recojámoslo y destruyámoslo; ¿lo contiene las carnes de animales tuberculosos? no las comamos; ¿lo contiene la leche de la vaca tuberculosa? hirvámosla antes de beberla. He aquí los puntos capitales para evitar la tuberculosis, y estando al alcance de nuestras fuerzas, pongámoslos en práctica y habremos evitado el contagio de la tuberculosis, única causa de la aparición de dicha enfermedad (7).

 

¿Cómo se contagia la tuberculosis?

La tuberculosis se contagia porque los bacilos tuberculosos penetran en nuestro organismo:

1º. Al respirar el polvo en que queda convertido el esputo de un tuberculoso.

2º. Al aspirar las gotitas pequeñísimas de esputo que los tuberculosos esparcen a su alrededor al toser o al hablar.

3º. Por ingerir alimentos de animales tuberculosos o contaminados por una persona que lo sea.

4º. Por penetrar el bacilo de Koch en las pequeñas heridas de la piel o de las mucosas.

 

¿Cómo puede evitarse el contagio de la tuberculosis?

La tuberculosis es la enfermedad contagiosa que más fácilmente se puede evitar por ser conocidas las formas del contagio; así es que cualquier persona, por débil o pobre que sea, lo evitará siempre que guarde las reglas que a continuación se exponen:

 

1ª. Toda persona, esté sana o enferma, debe procurar escupir en tal forma, que sus esputos no sean un peligro para nadie, porque en nada puede conocerse, de buenas a primeras, si un esputo es o no tuberculoso.

 

Para lograrlo no escupáis en el suelo de los locales cerrados (incluyendo en ellos los coches, tranvías y vagones de ferrocarriles), ni en el suelo de las calles concurridas, porque si lo haceis, el esputo se convierte en polvo al secarse; y al levantarse por las corrientes de aire, o al barrer o al andar, se mezcla con el aire que respiramos.

 

Escupir en las escupideras que existan en las habitaciones, y si sois tuberculosos llevar escupidera de bolsillo y escupir en ella. Si os veis en la necesidad de escupir en la calle hacerlo en el arroyo, nunca en las aceras, pues éstas no son regadas tan fácilmente; además, que en ellas transita más gente y en las suelas de los zapatos puede adherirse el esputo.

 

No escupáis en el pañuelo, porque al cogerlo tenéis las manos manchadas por esputo, y si tocáis a otra persona le impregnáis con él. Además, como en el pañuelo se seca muy fácilmente el esputo, al sacarlo del bolsillo deja en el aire el polvo en que se convierte, y ya comprenderéis que si sois tuberculosos podéis contagiar a los demás y hasta vosotros mismos podéis agravaros (7).

 

Para lograr seguir todas estas reglas, es necesario colocar escupideras que se puedan lavar fácilmente y llenarlas de un líquido que deberá cambiarse con frecuencia, y si escupen tuberculosos lo mejor es hervir el líquido y la escupidera. Si sabéis que sois tuberculosos escupir siempre en vuestra escupidera de bolsillo y encargaros de lavarla vosotros mismos (en sitios donde no se laven ropas ni utensilios para alimentos) con agua corriente, y de poderlo hacer, meter la escupidera en un cacharro que tengáis para tal uso, ponerlo al fuego con agua y hacer hervir durante tres minutos por lo menos.

 

2ª. Al toser expulsáis pequeñas partículas de esputo; pues para evitar que otra persona las aspire, poneros las manos delante de la boca cuando lo hagáis, y si no lo hacen las personas que estén con vosotros, volveros la cara hacia el lado opuesto, cuando tosan.

 

3ª. En el polvo de vuestras habitaciones puede haber bacilos de Koch aunque no escupáis ni seáis tuberculosos por haber sido llevados adheridos a las suelas de vuestros zapatos, o por haber penetrado de la calle polvo contaminado; pues para evitar respirar ese polvo o el que se adhiere a las paredes, ropas o muebles, no consintáis que se haga limpieza en seco, sino mojando el suelo, o de lo contrario, empleando aparatos que al mismo tiempo que barren absorben el polvo, pero nunca puede compararse con la limpieza húmeda, que puede realizarse cuando el pavimento es de mosaico o de linóleum (7).

 

Foto 20 Cartilla Antituberculosa del Doctor Eizaguirre, 1912. Cáncer Broncopulmonar 1952

 

Si las circunstancias os impiden guardar esta regla, advertid a las personas que hagan la limpieza del peligro de respirar el polvo, decidles que levanten lo menos posible y que respiren por las narices, pues de esa manera el polvo no llega tan fácilmente a los pulmones porque se queda adherido a las paredes de los múltiples recodos que tienen las fosas nasales.

 

4ª. Debéis tener mucha limpieza con las prendas de vestir, pues en ellas se deposita mucho polvo.

 

5ª. Los vestidos, cama y ropa blanca, así como la vajilla y todos los utensilios que han pertenecido a los tuberculosos, no deben de ser usados por otras personas hasta después de haber sufrido una desinfección perfecta.

 

6ª. No os metáis en la boca lapiceros, pipas, cepillos de dientes, cucharas, tenedores, mondadientes, ni vasos que los haya usado otra persona, pues como no tenéis la garantía de que no sea tuberculosa, corréis el riesgo de contagiaros la enfermedad. Todos estos objetos usados por otra persona deberán ser lavados con agua caliente abundante, y si tenéis la convicción de que es tuberculosa, hacerlos hervir (7).

 

Foto 21 La Voz de Guipúzcoa. Diario Republicano. Año XXVIII. Número 9.595. Página 2. Del lunes 4 de marzo de 1922 (7)

 

7ª. No bebáis directamente de las botellas, pues dejáis en los bordes la saliva que será mezclada con el líquido; y ya que a vosotros os daría repugnancia y comprendéis el posible contagio de la tuberculosis, no lo hagáis.

 

8ª. Lavaros bien y con frecuencia las manos, sobre todo antes de comer, así como las uñas, dientes, boca en general, cara, bigote y barba.

 

9ª. No os metáis los dedos en la boca ni en la nariz, ni rascaros la cara, ni morderos las uñas, ni os pellizquéis los granos; y si tenéis alguna herida, protegerla convenientemente, pues si tenéis las manos manchadas por el polvo que contiene el bacilo de Koch, podéis hacer que penetre en vuestro organismo.

 

10ª. No consintáis que un niño se lleve las manos a la boca, ni objeto alguno, como chupetes, trozos de pan o galletas, que los tienen como entretenimiento; y tan pronto se hallan en el suelo como en las manos de cualquier persona, o como en la boca del niño.

 

11ª. No consintáis que besen a los niños personas extrañas y menos si sabéis que son tuberculosas, familiarmente puede besarse a los niños en la frente.

 

12ª. En la preparación, conservación así como en la ingestión de los alimentos se tendrá la mayor limpieza posible, sobre todo si han de ser comidos en crudo y procurar que las moscas no se pongan en contacto con ellos.

 

13ª. Antes de comer la carne o beber la leche han de ser sometidas a gran temperatura sobre todo la leche, que debe hervirse en un cacharro cerrado durante tres minutos (7).

 

MÁXIMAS

 

La tuberculosis es una enfermedad muy contagiosa.

 

La tuberculosis se puede evitar.

 

La tuberculosis es producida por el bacilo de Koch.

 

El bacilo de Koch se encuentra en los esputos de los tuberculosos pulmonares.

 

El bacilo de Koch se encuentra en el pus de las úlceras de los tuberculosos.

 

El bacilo de Koch lo tienen las carnes de vaca y cerdo que son tuberculosas.

 

El bacilo de Koch lo tiene la leche de las vacas tuberculosas.

 

Si un tuberculoso escupe en el suelo os puede hacer coger su enfermedad.

 

El esputo de un tuberculoso puede contener 300 millones de bacilos de Koch.

 

Al secarse el esputo queda convertido en polvo.

 

Si respiráis ese polvo os podéis hacer tuberculosos.

 

Si un tuberculoso respira ese polvo se agrava su enfermedad.

 

Si un tuberculoso escupe en su pañuelo en él deja los bacilos de Koch.

 

Si tocáis ese pañuelo o las manos de los que lo han tocado, cogéis esos bichitos que motivan la tuberculosis.

 

Foto 22 Escupideras que se ponía en los bares, iglesias y Sanatorios antituberculosos

 

No escupáis en el suelo.

 

No escupáis en el pañuelo.

 

No toquéis las cosas manchadas por el pus de un tuberculoso.

 

No toquéis el pañuelo de otra persona.

 

Si lo hacéis lavaros bien las manos.

 

No comáis carnes de animales si no sabéis su procedencia.

 

No bebáis la leche sin haberla hervido durante tres minutos en un cazo tapado.

 

Escupir en las escupideras.

 

Si sois tuberculosos escupir en vuestra escupidera de bolsillo que deberéis llevar continuamente.

 

Si escupís en la calle hacerlo en el arroyo, nunca en las aceras.

 

Todo tuberculoso que sabiendo que padece tal enfermedad no guarde todas estas reglas para evitar el contagio, incurre en un delito de moral.

 

Si toda la humanidad guardara estas reglas, se evitaría el contagio de la tuberculosis, y por lo tanto, desaparecería dicha enfermedad (7).

 

Foto 23 Letreros y rótulos “Prohibido Escupir en el suelo” Ordenanza Municipal de Abril de 1902

 

LA FIESTA DE LA FLOR

 

A San Sebastián le cabe el honor de implantar por primera vez en España la que se denominó la Fiesta de la Flor. Se trataba de una cuestación cuyos fondos se destinaban a la Lucha Antituberculosa. La idea fue lanzada por el representante del Uruguay, en el II Congreso Internacional contra la Tuberculosis de 1912, que como sabemos por la prensa escrita, tuvo lugar en nuestra ciudad.

 

Ese mismo año, gracias a la iniciativa de Emiliano Eizaguirre y sus colaboradores, tuvo lugar la primera Fiesta de la Flor, y ciudades como Madrid y Bilbao, imitaron esta iniciativa donostiarra (8 y 9).

 

Una anécdota

Cuando se cierra la Clínica San José sobre los años 80 y mientras no se derribase, se encargaba de cuidarla la señora Doña María Santamaría, abuela de nuestro cronista don Javier Sada, ella vivía en la cercana Casa Altuna Enea. Durante años la clínica fue nuestro local ideal para guateques y fiestas; con el añadido de que contaba con habitaciones suficientes donde podíamos “jugar” a médicos y un jardín para las instantáneas románticas. Javier Sada Anguera (10).

 

Foto 24 La Fiesta de la Flor. Se trataba de una cuestación cuyos fondos se destinaban a la Lucha Antituberculosa, en esta foto se ve a dos señoritas colocando la pegatina en la solapa de un guardia urbano en la Alameda del Boulevard de San Sebastián. Fotógrafo Ricardo Martín. Photo Carte. 1921

 

Agradecimientos

Anna Arregui Barahona

Esteban Durán León

Ion Urrestarazu Parada

José María Urkia Etxabe

Javier Sada Anguera

Jesús Rubio Pilarte

Alberto Fernández – Dárlas y Eneko E. Oronoz

Nekane Flores y Belén Martínez

Archivo Donostiako Udala - Ayuntamiento de San Sebastián

Museo de San TelmoSan Telmo Museoa

Diario Vasco. El Pueblo Vasco. La Voz de Gipuzkoa

Fototeka Kutxa

 

Bibliografía

1.- Libro La Ciudad que perdimos. La gestión del Patrimonio Urbano en San Sebastián, 1950 – 2017. De Alberto Fernández – Dárlas y Eneko E. Oronoz

2.- El Pueblo Vasco. Diario Independiente. Año XX. Número 7.159. Página 2. Del martes 20 de junio de 1922

3.- La Voz de Guipúzcoa. Diario Republicano. Año XXXVIII. Número 13.005. Página 6. Del martes 20 de junio de 1922

4.- Guipúzcoa Médica. Revista Mensual Año VII. Número 75. Páginas 222 – 224. San Sebastián. Julio de 1922.

5.- Donostiako Udal Artxiboa. Expediente 18. Sección D. Negociado 11. Libro 2424. Exp. 7. Año 1929.

6.- Cien Años de Medicina en Guipúzcoa 1899 – 1999. José María Urkia Etxabe. Depósito Legal: SS-473/1999

6.- Dispensario Antituberculoso del Doctor Emiliano Eizaguirre, 1928. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el jueves día 27 de julio de 2017

7.- La Voz de Guipúzcoa. Diario Republicano. Año XXVIII. Número 9.595. Páginas 1 y 2. Del lunes 4 de marzo de 1922

8.- La Fiesta de la Flor. San Sebastián. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el lunes día 9 de marzo de 2015

9.- Guipúzcoa Médica 1934 – 1935

10.- Una anécdota. Javier Sada Anguera

 

Foto 25 El doctor Eizaguirre con otros doctores entre ellos Gregorio Marañón y Posadillo en la Clínica San José, 1958. Foto cedida por su hija Pochichi Eizaguirre

 

Otra Bibliografía

La Fiesta de la Flor. San Sebastián. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el lunes día 9 de marzo de 2015

http://enfeps.blogspot.com.es/2015/03/la-fiesta-de-la-flor-san-sebastian.html

 

Hotel de Londres. Hospital de Sangre de San Sebastián. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el martes día 22 de diciembre de 2015

http://enfeps.blogspot.com.es/2015/12/hotel-de-londres-hospital-de-sangre-de.html

 

Dispensario Antituberculoso del Doctor Emiliano Eizaguirre, 1928. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el jueves día 27 de julio de 2017

http://enfeps.blogspot.com.es/2017/07/dispensario-antituberculoso-del-doctor.html

 

El Congreso de la Tuberculosis en San Sebastián 1912. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el lunes día 5 de febrero de 2018

http://enfeps.blogspot.com.es/2018/02/el-congreso-de-la-tuberculosis-en-san.html

 

El Día de la Tuberculosis 1914. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el lunes día 12 de febrero de 2018

http://enfeps.blogspot.com.es/2018/02/el-dia-de-la-tuberculosis-1914.html

 

Hospital de Sangre Hotel de Londres de San Sebastián, 1936. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el lunes día 23 de diciembre de 2019

https://enfeps.blogspot.com/2019/12/hospital-de-sangre-hotel-de-londres-de.html

 

Tuberculosis en Donostia y el Dispensario Antituberculoso de la Calle Prim nº 61 de San Sebastián. Centro de Salud Amara Centro. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el domingo día 19 de enero de 2020

https://enfeps.blogspot.com/2020/01/tuberculosis-en-donostia-y-el.html

 

Autor:

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Osakidetza, Hospital Universitario Donostia, Gipuzkoa

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020

masolorzano@telefonica.net

 

 

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Buena información, quiero formarme en cuidados sanitarios y vi este curso de auxiliar de enfermería, que me llamo mucho la atención, tienen alguna referencia de ello?