MIS
PEQUEÑOS HÉROES
FOTO
1 Portada del cuento Florence Nightingale. Colección Mis pequeños héroes
Florence
Nightingale. La mayoría de héroes que conocemos son
seres extraordinarios con poderes mágicos y una capa ondeando en sus hombros.
Pero también existen héroes de carne y hueso, tan humanos como tú y como yo,
que algunas veces se equivocan y otras aciertan a lo grande.
Florence Nightingale
fue una de ellos. Sus poderes fueron un gran interés por ayudar a las personas
enfermas, una voluntad de hierro para mejorar su cuidado y unas ganas
increíbles de aprender.
FOTO
2 La lámpara de Florence Nightingale
Gracias
a ellos se convirtió en la primera enfermera de la historia y demostró al mundo
que una buena atención a los enfermos contribuye a una mejor y más rápida
curación.
Nightingale
visitaba a los pacientes de su hospital incluso de noche, para que se sintieran
acompañados en su lucha contra la enfermedad. Avanzaba por los oscuros pasillos
con una lámpara de petróleo en la mano.
Por
eso se le conocía como la «dama de la
lámpara». Tal es la proeza de Florence Nightingale, y esta es su
historia.
Estoy
segura de que, cuando te pones malito y te tienes que quedar en casa haciendo
reposo, tu padre o tu madre te cuidan como si fueran unos enfermeros de verdad.
Y es una suerte, porque todos necesitamos que nos atiendan y nos mimen cuando
nos sentimos mal.
Me
llamo Florence Nightingale y viví una época en la que los hospitales eran
espacios sucios y abarrotados de gente enferma en los que trabajaban personas
que no sabían casi nada de medicina ni de cómo tratar a un paciente. Dediqué mi
vida a cambiar esa situación y conseguí que esos lugares fueran más seguros y
agradables.
Con
mi esfuerzo, mis conocimientos y mi capacidad de observación, ayudé a que
muchísimas personas enfermas de todo el mundo se sintiera mejor.
Y
por eso aún hoy soy la enfermera más famosa del mundo. Si quieres saber cómo lo
hice, sigue leyendo.
FOTO
3 La historia de Florence Nightingale en el cuento para niños
Esta es mi historia
Nací
el 12 de mayo de 1820 en Florencia, aunque mis padres no eran italianos, sino
ingleses. Llevaban dos años viajando por el mundo y, viendo que yo estaba a
punto de llegar, decidieron quedarse unos días en esa maravillosa ciudad de
Italia para que naciera allí.
Les
gustaba tanto que incluso decidieron ponerme su nombre.
Querido,
¿cómo llamaremos a este bebé tan precioso?
Le podríamos llamar
Florence en honor a la ciudad en la que ha nacido, ¿qué te
parece?
¡Me
parece muy buena idea! Estoy segura que este nombre le traerá suerte.
¡Sí!
Un nombre tan bonito le inspirará para hacer grandes aportaciones al mundo.
Sin
embargo, en Florencia apenas viví unos días. Pronto volvimos al sur de
Inglaterra, de donde era mi familia, y nos instalamos en nuestra acogedora casa
de Hampshire.
FOTO
4 Sus padres y la fecha de nacimiento de Florence
Quizá
no lo sepas, pero en inglés mi apellido, “Nightingale”, significa “ruiseñor”.
Y de hecho, viví una infancia tan feliz y alegre como el canto de este pájaro.
La mayor parte del
tiempo lo pasaba estudiando matemáticas, una de mis pasiones,
y jugando con mi hermana Parthenope,
que se llamaba así porque había nacido en Parthenopolis, un asentamiento griego
cerca de Nápoles.
A
las dos nos gustaba mucho salir a la campiña a correr y saltar, o a jugar con
nuestras muñecas. Aunque lo hacíamos de manera distinta…
Pero
Flo,
¿qué haces?
¿No
lo ves? Esta muñeca tiene una pierna rota, tenemos que curarla.
¿Poniéndole
una venda? La podríamos tirar, tenemos muchísimas muñecas.
¡Qué
dices! Anda, pásame ese trapo de ahí. ¡Está enferma, pero no muerta! Sólo
necesita que alguien la cuide.
Estás
un poco loca. Pero bueno, toma.
FOTO
5 Su infancia y sus juegos
Mientras
mi hermana vestía y peinaba a las muñecas de nuestro rincón de juegos, yo me
dedicaba a curar a las que les faltaba una pierna, un brazo, o se habían
quedado sin nariz.
Pronto
descubrí que mis muñecas no eran las únicas que sufrían.
Me
di cuenta de ello un día que fui a Londres a visitar a unos tíos. La capital
inglesa me pareció un sitio fascinante, con tantos museos, tiendas, calles
repletas de gente… En cuanto vi el barco que navegaba por el Támesis, el río
que cruza la ciudad, pedí a mis tíos poder viajar en él. Aquel trayecto en
barco cambió mi vida.
Tío,
¿qué son esas casas?
Son
chabolas, Flo.
Pero
se ven muy frágiles y son pequeñísimas…
Ehm…
Bueno… Algunas familias son pobres y no les queda más remedio que vivir ahí
porque no tienen dinero, tampoco hay nadie que se ocupe de ayudarles.
FOTO
6 Descubrió a los pobres y desamparados
Las
chabolas a la orilla del río Támesis
se quedaron grabadas en mi memoria para siempre. Entendí que mientras yo vivía
en una bonita y espaciosa casa con todos los lujos, otros debían conformarse
con un espacio húmedo y diminuto. ¿Qué podía hacer yo frente a esa injusticia?
De
regreso a Hampshire, le conté a mi madre lo que había visto en Londres. Al
verme tan interesada en ayudar a los más necesitados, empezó a llevarnos a
Parthenope y a mí a reuniones de beneficencia. En ellas, la gente que tenía
dinero donaba algunas monedas, comida y ropa a los pobres para que pudieran
vivir mejor.
Aquello
me pareció muy buena idea.
Sin
embargo, era duro ver sufrir a niños tan pequeños. Pero mi deseo de ayudarlos
era más fuerte y por eso prefería ir a verlos que jugar con muñecas.
Hijas,
hoy visitaremos al señor Brown. Le cuesta caminar y su mujer tiene que
arreglárselas sola con la granja y los niños.
Mamá,
¡no quiero ir! No me gusta su barrio.
Venga,
Parthenope, sé razonable.
Flo,
ayúdame a convencerla.
Parthenope,
es lo mínimo que podemos hacer por ellos. Están viviendo en la miseria y
pasando hambre, ¿no te parece que las muñecas pueden esperar?
FOTO
7 Su ayuda a los demás, su prioridad
A
mí, la enfermedad y el sufrimiento no me daban miedo, al contrario. En vez de
pasar el tiempo con mis amigos, me
dedicaba a prestar ayuda a quienes lo necesitaban. Así que comencé a
frecuentar los hospitales públicos y, al hacerlo me di cuenta de lo mal que funcionaban.
En
aquella época, había muchísima suciedad en la mayoría de los hospitales, y los
cuidadores no le daban ninguna importancia a la higiene. Ni siquiera se lavaban las manos antes de curar una herida, y eso
es muy peligroso, porque las heridas pueden infectarse, dar lugar a nuevas
enfermedades y contagiar al resto de pacientes.
¿No
tenemos gasas limpias para desinfectar esa herida? Está supurando.
Me
temo que no, señorita Florence. Tendrá que esperar a que laven las usadas.
Aquella
situación me desesperaba. Por suerte, me enteré de que en Alemania había un
hospital mucho más moderno donde sabían cómo cuidar y limpiar a los pacientes.
Así que hice las maletas y me fui para allá.
En
el hospital alemán aprendí muchísimas cosas. El director había reunido libros,
dibujos y utensilios de hospitales de todo el mundo.
FOTO
8 Quiero ser enfermera
Con
ellos nos enseñaba cada mañana cómo era el cuerpo humano y cómo podíamos hacer
bien nuestra labor. Me quedé allí durante cuatro meses, en los que aprendí todo lo que necesitaba para llegar
a ser una buena enfermera.
Aquí
los enfermos sí están bien cuidados, doctor. ¿Quiero aprenderlo todo!
Sígame,
entonces. Dado su entusiasmo, en breve podré llevarla a quirófano.
Estoy
lista.
Me
convertí en una auxiliar del médico profesional y aprendí tantas cosas que
decidí ponerlas por escrito en unas memorias para que otras personas pudieran
aprender de mi experiencia.
Aquel
sería el primero de varios libros de enfermería que publicaría a lo largo de mi
vida. Aunque lo mejor de todo ocurrió unos años después, de vuelta a
Inglaterra.
En
Londres había un hospital que era solo para mujeres y para el que, en aquel
momento, se buscaba un director. A mí lo que más me gustaba era estar con los
pacientes, atenderlos y curarlos.
FOTO
9 Aprendí todo lo que necesitaba para llegar a ser una buena enfermera
Aunque
con mi experiencia en Alemania también había aprendido bastante a organizar los
turnos de los médicos y el personal asistente. Así que, cuando me propusieron
el cargo, acepté de inmediato.
Flo,
necesitamos alguien como tú para dirigir el hospital.
¿Querrás
hacerlo?
¡Por
supuesto!
Hay
mucho que hacer. Ahora mismo es todo un poco caótico ahí dentro.
No
os preocupéis. ¿Ya veréis, como nos apañaremos!
Me
sentía joven, fuerte y muy valiente, y cuanto
más difíciles eran los retos a los que me enfrentaba, más me gustaban.
En
el hospital para mujeres me dediqué a formar profesionalmente a todas las
ayudantes de los médicos para que se
convirtieran en enfermeras profesionales y responsables.
Sin
embargo, no me pude quedar mucho tiempo.
FOTO
10 En el hospital para mujeres me dediqué a formar profesionalmente a las
enfermeras
En
1853 estalló la Guerra de Crimea, en la que se enfrentaban rusos, por un lado,
contra ingleses, franceses, italianos y turcos, por otro.
Crimea
es una península del sur de Ucrania, muy lejos de Inglaterra, pero a través de
los periódicos nos llegaban horribles noticias acerca de lo que estaba
ocurriendo allí.
Decidí
hablar del tema con el ministro de guerra inglés, que era un viejo amigo mío.
Tenemos
que hacer algo. Nuestros soldados están muriendo en los hospitales militares y
creo que no es por las heridas sino por la falta de higiene.
¿Qué
tienes en mente, Florence?
Me
gustaría recaudar dinero, comprar material y trasladarme allí con un grupo de
enfermeras para poder atenderles en condiciones.
Es
peligroso… Pero si te ves capaz, voy a hacer todo lo posible para ayudarte.
Gracias.
FOTO
11 Embarque para Crimea con sus enfermeras
Cargada de gasas,
medicinas, ropa y alimentos, me embarqué hacia Crimea
con algunas de las enfermeras de mi hospital.
Cuando
llegué al hospital militar inglés de Scutari, en Turquía, me encontré con una
situación desastrosa: barro en las camillas, suciedad por todas partes,
faltaban camas y algunos enfermos y heridos estaban tirados en el suelo,
todavía con los uniformes de soldado manchados de sangre, entre ratas y
cucarachas.
¡Ayuda,
Flo, una rata!
Remangaos
y empecemos cuanto antes, chicas. Esta gente nos necesita.
¿Por
dónde empezamos?
Comencemos
por limpiar todo esto y hacer que el hospital sea más acogedor. ¡Necesitamos
aire fresco, agua y luz!
En
pocos meses cambiamos el hospital
militar de arriba abajo, y conseguí ropa limpia y comida decente para los
enfermos.
Fue
duro pero dio su fruto: conseguimos que los heridos se recuperasen con mayor
facilidad.
Durante
este tiempo tomé notas sobre la evolución de los enfermos y comprobé que con un
entorno limpio se curaban más rápidamente. Aquello era un auténtico hallazgo.
FOTO
12 Hospital militar de Scutari
La
situación en Crimea era muy dura y a veces nos desesperábamos, pero yo siempre
tenía una sonrisa para transmitir ánimo y esperanza a los soldados heridos y
enfermos.
Por
las noches, solía pasearme por los pasillos para verles y hablar un poco con
ellos. A veces les escribía las cartas que querían enviar a sus familias, les
ayudaba a abrir o a enviar paquetes, les leía libros, les contaba historias…
Y
siempre lo hacía acompañada de mi
lámpara de petróleo.
Buenas
noches, Florence. Entre tanto dolor, tu luz siempre nos reconforta.
Me
hace feliz serviros de ayuda.
Fue
así como empezaron a llamarme «la dama de
la lámpara».
El
mote se extendió de pasillo en pasillo y llegó hasta Londres, donde los
periódicos más importantes de aquel momento empezaron a hablar de mí.
FOTO
13 Al anochecer solía ir a ver a los soldados ingresados, siempre lo hacía acompañada
de su lámpara de petróleo
Cuando
acabó la guerra volví a Inglaterra, donde fui acogida como una verdadera
heroína.
Para
darme las gracias, se organizaron grandes fiestas y se hizo una colecta
especial con la, después, fundé la “Nightingale
Training School”, la “Primera
Escuela de Enfermeras profesionales” del mundo.
Lo
mejor de todo es que inspiré a otras personas, como a Henry Dunant, un chico
suizo que en 1863 fundó la Cruz Roja. Es la organización humanitaria más grande
del mundo.
Florence,
¿has oído lo que ha dicho Henry Dunant de ti?
Pues
no, ¿qué dice?
Según
él, sin tu labor no habría tenido la idea para crear la Cruz Roja.
Los
últimos años de mi vida trabajé para que los ciudadanos más pobres de Londres
también tuvieran acceso a los hospitales y a los cuidados de enfermeros
profesionales.
Y
escribí varios libros y artículos en los que hablaba de la importancia de la
enfermería y de la higiene.
FOTO
14 Primera Escuela de Enfermeras
Me
llamo Florence Nightingale,
y esta fue mi historia.
Gracias a mi tenacidad y a mi valentía salvé miles de vidas, y
conseguí que la “Enfermería” se convirtiera en una profesión respetada.
Dediqué toda mi vida a cuidar de la gente más desamparada.
Para mí, no hay nada más valioso que la sonrisa de un paciente
cuando te agradece que le has curado o te dice que has conseguido calmar su
dolor.
Mi forma de tratar y de cuidar a los enfermos me llevó a
convertirme en la primera Enfermera Profesional de la historia, y por ese
motivo el día de mi nacimiento, el 12 de mayo, se celebra el “Día Internacional
de la Enfermería” en todos los rincones del mundo.
Fin
Agradecimiento
Txaro
Uliarte Larriketa
FOTO
15 Florence Nightingale su historia en este cuento
Bibliografía
Cuento
Mis pequeños Heróes. Florence Nightingale. Emse Edapp, S.L. y Editorial Salvat,
S.L. Ilustraciones: Ángel Coronado; Oriol Roca; Cristian Barbeito y Carlos
Pascual.
Coordinación
y supervisión de ilustraciones: Peekaboo Animation, S.L.
Textos:
María Cecilia Cavallone. ISNB:
978-84-471-1ª10-8. 2018
He
pagado por este cuento 8,40 euros, marcando en el libro 6,99.
FOTO
16 Cronología de su historia. Florence Nightingale
FOTO
17 Mi nieta Klara Solórzano con el cuento de Florence Nightingale
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en
Enfermería. Osakidetza, Hospital Universitario Donostia, Gipuzkoa
Insignia
de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de
Enfermería Avanza
Miembro de Eusko
Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la
Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro no
numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico
de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia –
Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Insignia
de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019