jueves, 2 de enero de 2020

FLORENCE NIGTHINGALE BICENTENARIO 1820 - 2020


Florence Nigthingale en la prensa española. La Esperanza periódico Monárquico 1855

FOTO 1 Logo del Bicentenario de Florence Nightingale para Enfermería Avanza, realizado por Ioseba Imanol Vilas Molina, Director creativo

Florence Nightingale, la heroína de los hospitales ingleses

Su labor como enfermera en la guerra de Crimea, ensalzada por la prensa de la época, hizo de Florence Nightingale un mito viviente en la Inglaterra victoriana.

Florence Nightingale decidió a los 24 años dedicarse a cuidar a los más desfavorecidos. Con esa idea entró a trabajar en una clínica privada de Londres donde empezó a transformar el oficio de enfermera y mejorar la atención de los enfermos. La implementación de sus métodos en la guerra de Crimea y la mejora de las condiciones de los heridos le dio el reconocimiento internacional. Sobre estas líneas, Florence Nightingale hacia 1854 (foto 1) (1).

FOTO 2 Florence Nigthingale en el Hospital de Scutari. Foto Bridgeman

El 4 de noviembre de 1854 llega Florence Nigthingale a Scutari, hoy un barrio de Estambul, junto con 38 enfermeras voluntarias católicas y protestantes.

Florence Nightingale atiende a los soldados heridos en la guerra de Crimea en el Hospital de Scutari. La enfermera jefe impuso unas simples reglas de higiene, como airear y limpiar a fondo las salas de hospitalización, lavar a los pacientes y cambiar sus sábanas o preparar comidas sanas para los enfermos, que mejoraron notablemente su situación en muy poco tiempo (estas simples órdenes que decretó Florence en su llegada al hospital, en España, ya lo realizaban desde hacía muchos años las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, las Siervas de María Ministras de los Enfermos y los Hermanos de San Juan de Dios).

Los soldados testigos de esa época destacaban que además de los cuidados de enfermería, Florence Nightingale les reconfortaba a todos los soldados enfermos y heridos, hablando con ellos, escribiendo cartas a sus familias o quedándose a su lado toda la noche (1).

FOTO 3 Una Enfermera preparando las lámparas que utilizó Florence en Crimea

Aunque ella rehuía la fama, Florence pronto se convirtió en una celebridad. Los periódicos hablaban de ella como de una heroína y la gente se apasionaba por su dedicación. Arriba, en la portada del Illustrated Times el 2 de febrero de 1856.

Foto 4 Portada del Illustrated Times del 2 de febrero de 1856

Una luz mortecina vacila en las tinieblas de la sala del hospital. Proviene de la linterna turca que una mujer joven, de unos treinta años, de cabello castaño y ojos verdes, lleva consigo para visitar a los enfermos. La luz baja, la muchacha se inclina junto a un hombre moribundo, le acaricia la frente y le dirige unas últimas y reconfortantes palabras. En plena noche, los heridos esperan que pase, la llaman: quieren que les proporcione seguridad, que los asista, les muestre un rostro humano y compasivo en la terrible tragedia que supuso la guerra de Crimea (1853 - 1856).

Surge así la leyenda de una figura compleja y formidable: Florence Nightingale, una de las grandes heroínas de la historia británica, quien, con su valor y tenacidad, no se doblegó ante las reglas de la rígida época victoriana que le tocó vivir y fundó las bases de la asistencia de la Enfermería Moderna. Mujer poco convencional, decidida, acogedora y, al mismo tiempo, esquiva, rechazó la fama para seguir desarrollando su actividad altruista.

FOTO 5 Artículo sobre Florence Nightingale en el Hospital de Scutari, 1856

POLÉMICA EN LA PRENSA ESCRITA ENTRE CATÓLICOS Y PROTESTANTES

PERIÓDICO MONÁRQUICO “LA ESPERANZA”

Nuestros lectores saben que una dama inglesa, llamada miss Florence Nigthingale, tomó la generosa resolución de abandonar las comodidades de su casa y los placeres con que le brindaba su posición en el mundo, para asistir a los enfermos y heridos de los hospitales de la Crimea (2).

Fuese patriotismo, fuese caridad, o simplemente filantropía, la acción fue loable, y merece gratitud y recompensa. Así, nada tiene de extraño que los ingleses se ocupen en este momento en consignar estos sentimientos en actos públicos y nosotros lo aplaudimos con toda sinceridad (2).

FOTO 6 La Esperanza, Periódico Monárquico. Miércoles 19 de diciembre de 1855. Número 3426. Año duodécimo

Pero el ejemplo de esa señora no ha sido por desgracia imitado por sus compatriotas. Solamente unas pocas la siguieron para abandonarlo todo en el acto, y volverse a sus casas a disfrutar de mejores alimentos, de mejor aire, de mayor recreo que el que puede lograrse en un hospital.

Quiere decir que la virtud eminentemente cristiana de la caridad no echa raíces en los corazones protestantes, pervertidos por el egoísmo. Cuando un ejemplo tan notable como el de miss Nightingale, y el más notable todavía, que daban, en esos mismos hospitales las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl católicas, no ha sido bastante para generalizarla, parece lógico inferir que no se generalizará entre los discípulos de Lutero y Calvino (2).

FOTO 7 Hermana de la Caridad entregando un niño a San Vicente de Paul, óleo de 1634

Ya lo sabíamos nosotros: ya sabíamos que este último heresiarca se encerró en su casa en tiempo de peste, sin cuidarse de otra cosa que de preservar su persona, para él muy apreciable, dejando a sus conciudadanos que se arreglasen como pudieran.

Sólo en el catolicismo hay caridad; y, sin meternos a demostrarlo por razones teológicas, basta para creerlo así el ver los extremos que hacen los ingleses con miss Nigthingale. Sin duda se trata de una cosa muy rara entre ellos; cuando tan extraordinariamente se celebra (2).

Por fortuna nosotros poseemos una miss Nigthingale en cada Hermana de la Caridad que existe en España. Todas ellas, como las de Francia y las de todo el mundo católico, están dispuestas a los mismos sacrificios: todas ellas arrastran la muerte con serenidad, y hasta con alegría, cuando se trata de dispensar a sus semejantes los consuelos y cuidados de que tanto necesita el enfermo postrado en una cama, lleno de dolores y de heridas, y sujeto a las miserias a que está condenada la naturaleza humana en la tierra. Si no todas renunciarían a la vida regalada de que pudiera gozar en la sociedad miss Nigthingale, hay entre ellas muchas que dejan, en el acto de abrazar su austera regla, bienes de forma suficientes para vivir con desahogo en el mundo (2).

FOTO 8 Reverso del billete de 10 libras inglesas de Florence Nigthingale de 1984 - 1986

Hemos tenido recientemente una epidemia en toda España, y no ha llegado a nuestra noticia que se haya dado por esas virtuosas Hermanas un solo ejemplo siquiera de tibieza en el desempeño de su caritativo ministerio. Esto consiste en que los católicos estamos en posesión de la verdadera doctrina de Jesucristo, no desvirtuada con los caprichos del espíritu privado, ni con las extravagancias del racionalismo, sino conservada intacta como un depósito sagrado por los sucesores de los Apóstoles y por los fieles que viven sujetos a la autoridad de la Iglesia Católica Universal. Luis del Barco (2).

Volvamos a Las Novedades, de quien nos habíamos olvidado con las gracias de su artículo; no crea que pretendemos pagarla en la misma moneda; el no haberse acordado de que, hablando de las filantrópicas compañeras de la señora Nigthingale, atribuimos que el haber fracasado su misión apostólica no fue «porque no abrigaran en su pecho sentimientos naturales de beneficencia las hermanas protestantes, sino porque las flacas fuerzas de una mujer, movidas acaso a impulso de la vanidad, les faltaron al acometer tan ardua empresa», cuando dice: «nuestro colega empieza negando que haya sentimientos humanitarios ni filantrópicos, que haya caridad (que no es lo mismo, a nuestro entender), en una palabra, sin la compañía de ciertas prácticas» (3).

Luego, tomando las cosas ad pedem litterae, nos pregunta con mucha sorna por las banderas, por los uniformes del ejército de la caridad, por las tocas de las hermandad, etc., etc. Cuando él nos diga qué charreteras gastan los soldados de la industria, en qué clase de tafilete están encuadernadas las páginas de los corazones de los infortunados, de que drogas se compone el bálsamo del consuelo y nos explique otras metáforas por el estilo, le complaceremos (3).

Por ahora limitamos nuestra cortesanía a conversar con él, puesto que así lo quiere, un breve rato acerca de lo conveniente que sea «profesar modestamente el precepto divino de socorrer al necesitado».

«No se oculta a nuestro colega, añade en seguida con muy buen acuerdo, que los alardes sistemáticos y ruidosos de fe religiosa que envuelven en sí un principio de vanidad, que precisamente está en abierta contradicción con la humildad predicada por el Divino Maestro. Se pueden practicar todas las virtudes que dejó recomendadas; se puede ser bueno, caritativo, benéfico, sin empezar por…» (3).

FOTO 9 Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Fundación el 29 de noviembre de 1633

Las Hermanas de la Caridad y todas aquellas que pertenecen a la congregación y se dedican al cuidado de los heridos y enfermos, son ellas y solamente ellas. ¿Las de las Tocas? Son quienes acallan el primer vagido del niño expósito en las Inclusas: quienes sirven de báculo a la ancianidad en los Hospicios, y quienes recogen el último suspiro del moribundo en los Hospitales (3).

LONDRES, 6 DE NOVIEMBRE DE 1857

Veo que nuestra amiga La Esperanza no se corrige, y me confirmo en la opinión de que el odio teológico (es decir, el odio teológico de los católicos) es el más feo de todos los odios, como también el más ciego y duradero. Para él las afirmaciones del mundo civilizado y de las ciencias son vanas, los hechos inútiles, la historia una letra muerta. No hay cosa, además, que sea tan injusta como un teólogo adocenado y vulgar, ni que tanto perjudique a la religión. Presuntuoso, soberbio, agresivo, calumniador e insolente hasta el ridículo, reúne en su personalidad La arteria de un jesuita, el corazón de un inquisidor y el amor propio y el aplomo de la ignorancia (4).

FOTO 10 Hospital inglés en Londres, época victoriana

Las pasiones de pandilla y las diferencias de credos, nunca ciegan a los hombres superiores hasta el punto de desconocer las acciones nobles de sus antagonistas. Chateaubriand, católico, admira a Washington, protestante; la Rusia despótica, a la Inglaterra liberal, y el Times, representante del protestantismo inglés, se pone al lado de los católicos irlandeses en los últimos escándalos de Belfast, a pesar de que la razón estaba visiblemente de parte de los protestantes que, en uso del derecho que les concede la Constitución inglesa, pueden predicar al aire libre y en el sitio y la hora que se les antoje (4).

Otro ejemplo elocuente de la imparcialidad que distingue a los hombres de genio, es la reprimenda del Padre Santo al Cardenal Wisseman y al Dr. Cullen por su poca evangélica tentativa para reprimir los impulsos caritativos y filantrópicos de los católicos irlandeses en la suscripción para los que han sufrido en la India. Lo mismo el Sultán que el Emperador francés, que la Europa y el mando entero sin diferencia de creencias, reconoce en la señorita Florence Nigthingale un modelo perfecto de caridad cristiana. Pero he aquí que a esa vieja de la imprenta periódica de la corte se le antoja negarlo, en primer lugar porque es protestante, en segundo porque es una persona de rango (4).

Muy poco conoce de achaques del corazón humano la gazmoña Esperanza, sin duda por no ocuparse más que de cosas divinas, cuando considera, en un parangón inoportuno, un modelo de caridad cristiana más interesante el de la humilde Hermana de la Caridad. Lejos de i la idea de negar la perfección moral de esta. Pero ¿qué es lo que constituye esta perfección? ¿Son sus creencias? La misma Esperanza a pesar de su osadía no se atreverá a contestar afirmativamente a esta pregunta.

La virtud humana consiste en el sacrificio del yo por el prójimo. Por consecuencia, para conocer los grados de perfección de aquella es menester medir la extensión de este. Ahora, pues, ¿quién sacrifica más al dedicarse al noble y cristiano oficio de curar nuestras miserias, una joven de rango acostumbrada a moverse en una atmósfera de perfumes, o una pobre miserable tal vez sin recursos ni porvenir? Respondan por mí todos los hombres de buen sentido y que conozcan el corazón humano. Por lo demás, poco necesita la señorita Nigthingale de mi defensa. El mundo la admira, la humanidad la bendice; católicos y protestantes ingleses han contribuido a la enorme suscripción de que ya tiene usted conocimiento; la Inglaterra le erige un monumento, y por más que diga su fanático colega, la historia la presentará a la posteridad como una persona de caridad cristiana (4).

Prescindamos de todas las injurias que nos dirige el lector del Times, en cuyas columnas habrá aprendido, sin duda como ha dicho pocos días a un eminente crítico francés, a:
Braver le langage
et plus l´homêleté.

Pero no se contenta con esto; necesita más, necesita ultrajar nuevamente a la religión católica, y lo hace con un cinismo, con el que forman un digno maridaje, las vulgaridades de que se sirve. ¡Artero como un jesuita! ¿Si querrá sostener todavía el corresponsal o el periódico, que al expresarse a sí no ofende a todos y a cada uno de los dignísimos hijos de San Ignacio, hijos predilectos también de la Iglesia Católica? He aquí la teología del corresponsal de El Clamor; he aquí la moral que ha deducido de las infames obras de Sue, con cuya lectura la basta para creerse un hombre superior. Sí, los hijos de Loyola son arteros; pero sabe el corresponsal de El Clamor para qué?

Para ganar corazones para el servicio de Cristo; para convertir infieles a las únicas verdaderas creencias; para llevar la civilización a países que, los amantes de la humanidad por el estilo de El Clamor y su corresponsal, desena ver siempre bárbaros y esclavos; para eso son arteros (mañosos): para conseguir esos resultados emplean todos los recursos de su ingenio, toda la seducción de su palabra, todos los esfuerzos de su voluntad.

Desafiamos a que nos pruebe otra cosa, y, por nuestra parte, desde luego nos comprometemos a atestiguar lo que acabamos de decir.

FOTO 11 San Ignacio de Loyola fundador de la Compañía de Jesús (Jesuitas)

Reúne en su personalidad el corazón, es decir, la perversidad de corazón de un inquisidor. ¿Qué sabrá de historia el corresponsal de El Clamor para condenar así de una plumada a hombres tan eminentes en virtud? Lo que haya oído decir en algún sermón protestante, las variedades que habrá leído en las obras de algunos ilustrados liberales, las pinturas de tal cual honrado novelista. Si hubiera estudiado en mejores libros, y si al conjunto de hechos notoriamente verídicos aplicara un criterio desapasionado e imparcial, sabría que esos inquisidores tan crueles impidieron que en España se derramara a torrentes la sangre de nuestros padres; sabría que por el solo prestigio de su virtud y sirviéndose de castigos casi siempre de puro aparato, nos conservaron esta unidad religiosa, que por más que repugne a El Clamor y a sus adeptos, es envidiada de todas las naciones cultas de Europa: unidad también a que se debió exclusivamente que el conquistador del siglo viera derrotadas sus hasta entonces invencibles huestes en los campos de Bailén y de Vitoria. Pese el corresponsal en una balanza bien equilibrada la sangre vertida por esos crueles inquisidores, miembros de una institución legal, cuyos beneficios estamos tocando; pese esa sangre, repetimos, con la que los humanitarios ingleses están derramando en un pueblo que se rebela contra su codicia desenfrenada y contra sus incesantes desafueros, pésela también si gusta con la que se ha vertido últimamente, para traernos al estado en que nos encontramos, y entonces conocerá qué clase de hombres merecen ser citados como tipos en punto a perversidad de corazón y a instintos destructores.

Por mucho que nos cueste hacerlo, aún debemos señalar una impiedad que con un aplomo bien poco envidiable aventura el corresponsal de El Clamor. ¿Se atreverá La Esperanza, a preguntar, a pesar de su osadía, a contestar afirmativamente que la perfección moral que defiende en las Hermanas de la Caridad está en la superioridad de sus creencias?

Cierto que contestará afirmativamente La Esperanza a ésta pregunta, y en verdad que para hacerlo no necesita echar mano de una osadía que nunca ha tenido: la que excede a todos los límites es la que el corresponsal emplea al estampar esa interrogación. Si la perfección moral puede alcanzarse en la tierra, sólo es con nuestras creencias, mejor dicho, con nuestra fe, sólo con el auxilio de las gracias, en la que el protestantismo no cree, al paso que sostiene siempre y en todas ocasiones a los católicos.

FOTO 12 Enfermeras en un Hospital inglés en Londres a principios del siglo XX

De aquí nuestra superioridad, incontestable en cuanto dice relación a sacrificios o abnegaciones sublimes a caridad ilimitada; de aquí nuestras gloriosas conquistas, cada vez más numerosas en todos los pueblos bárbaros, conquistas cuya comparación con las del protestantismo nada significan; de aquí el que todo el entusiasmo, toda la celebrada filantropía que nunca hemos negado en miss Nigthingale, apareciera pobre, mezquina, sin resultados ante el entusiasmo y ante la caridad de nuestras Hermanas de la Caridad, cosa que es notoria y por demás probada.

Ciertamente La Esperanza lo afirma, y no comprende cómo en un país católico se puede elevar la menor duda sobre ello.

FOTO 13 Florence Nigthingale, con dieciocho años, 1838

Por lo demás, el corresponsal de El Clamor, forma un tejido de falsedades, tanto en lo que afirma como en lo que nos atribuye. Acogiendo con una impresión que desde luego descubre su falta de razones, cualquiera especie vertida en un periódico, lo mismo da por seguro que el Papa ha echado una fuerte reprimenda a los Arzobispos Wisseman y Cullen, como que la Rusia es la mayor admiradora de la Inglaterra; lo mismo asegura que nosotros hemos rechazado sus elogios a miss Nigthingale por ser persona de alto rango, como supone que estamos dispuestos a atacar la honradez de Washington, solo porque haya tenido la desgracia de ser protestante. Es verdad que este corresponsal es el mismo que hablaba de la información que se había hecho en Inglaterra, a propósito de los hechos denunciados por el Arzobispo Cullen, pocos días antes de que publicáramos la carta que hacía referencia a estos.

¿Querría El Clamor o su corresponsal citarnos dónde han visto la reprimenda de que hablan, como no sea en un parrafito de una correspondencia de Roma del Nord? Nosotros les prometemos en cambio todo lo que es muy recientemente vienen diciendo contra la Inglaterra los periódicos rusos más autorizados, y entre ellos la misma Abeja del Norte, a cuyas palabras dieron una interpretación tan amplia como poco acertada. También desearíamos que nos citasen los ataques dirigidos a La Esperanza a… Washington o cualquiera otro personaje cuyas grandes cualidades fueran notorias sólo por ser protestante, y sobre todo desearíamos saber dónde ni cuándo en todo el curso de la polémica hemos mezclado nosotros el rango de miss Nigthingale para nada.

FOTO 14 Ciencia y Caridad. Óleo sobre lienzo 197 x 249,5 cm. El cuadro fue pintado en el taller particular de Picasso, el tema, la idea general y la composición fueron sugeridos por el padre del pintor lo que permite observar los condicionantes académicos de la época. A una luminosidad al modo impresionista, se mezcla la intención social y humanitaria, contempladas desde un punto de vista muy provinciano, siguiendo los dictados del momento y una paleta claramente academicista, todo converge en el efectismo de la escena: una enferma, asistida por un médico, está acompañada por una monja Hija de la Caridad, que le ofrece una taza mientras sostiene a su hijo, que, posiblemente no quiere dar a entender que se trata del hijo de la enferma. Museo Picasso, Barcelona. 1897

Lo que se descubre desde luego en lo que dice sobre esto el corresponsal de El Clamor, es su ignorancia crasísima sobre lo que son nuestras Hermanas de la Caridad; y decimos ignorancia, porque nos parece preferible esa calificación a otra que con más propiedad pudiéramos aplicarle en vista de sus palabras. ¿Si querrá acaso dar a entender que entre los católicos puede ser esto una especulación? Derecho tenemos para creerlo, y lo mismo sucederá indudablemente a todas las personas que tengan sentido común (4).

FOTO 15 Hijas de la Caridad con enfermeras profesionales en el Hospital de San Sebastián, 1936. Fotógrafo: Pascual Marín

Pues qué, ¿entre las Hermanas de la Caridad no hay, no una, sino infinitas personas de categoría que tienen una gran posición social, y que podían vivir en una atmósfera de perfumes, y gozando de todo género de comodidades? Pero el corresponsal necesitaba decir algo para hermosear a su modelo, y por tal de hacerlo, no ha dudado en faltar a la veracidad respecto de nosotros, dando al mismo tiempo ni una noticia palpable de estas cosas que ha escrito y que hemos dicho, a saber, de su ignorancia o de su mala fe, siempre que trata de cosas de nuestra religión (4).

Continúe en su noble tarea, siga tomando sus inspiraciones en las puras fuentes de los libros y periódicos protestantes, trate de llegar a la altura de estos últimos en punto a libertades de estilo, no desperdicie ocasión de ridiculizar en sus ataques la fe de todos los españoles, y no cese un instante siquiera en la obra de proselitismo que ha emprendido, en la que tan bien la secunda el órgano autorizado de la opinión pública: que así logrará alcanzar, no lo dudamos, que sino por otra cosa, al menos por bastantes analogías de carácter le comparen al grande hombre del siglo pasado. N. García Sierra (4).

FOTO 16 Florence Nightingale, la “Dama de la lámpara”

Agradecimiento
Jesús Rubio Pilarte. Fue el autor de conseguir los ejemplares de “La Esperanza”.

Bibliografía
1.- Florence Nightingale, la heroína de los hospitales ingleses

2.- La Esperanza, Periódico Monárquico. Miércoles 19 de diciembre de 1855. Nº 3426. Año duodécimo. Página 1, tercera columna

3.- La Esperanza, Periódico Monárquico. Sábado 29 de agosto de 1857. Nº 3945. Año decimotercero

4.- La Esperanza, Periódico Monárquico. Sábado 14 de noviembre de 1857. Nº 4011. Año decimocuarto

Autor:
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Osakidetza, Hospital Universitario Donostia, Gipuzkoa
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019

1 comentario:

Anabel Rodríguez dijo...

Me encanta el artículo, vaya polémica y modo de acercar el ascua a su sardina que tenía el periódico católico de la época. En cierto sentido las cosas no cambian mucho, ¿no crees? Muy interesante y divertido el conflicto. Un saludo y feliz año nuevo