Debido
a la caridad inagotable de la señora doña María
Díez de Ulzurrun, viuda de Gamir; se ha fundado en Madrid, en la calle de
San Bernardo número 75, una institución que tiene por objeto reducir la espantosa
cifra que hoy alcanza la mortalidad de la infancia.
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1 Incubadora de “Lion”. Doctor Aurelio Estremera, director de la Cuna del Niño
Jesús de Praga. Nodriza. Madrid, 1903
Lo
que se propone, en primer término, este Instituto, puesto bajo la advocación
del Santo
Niño Jesús de Praga, es librar de una muerte segura a los niños nacidos
antes de tiempo o en malas condiciones fisiológicas.
Otro
de los benéficos fines de esta santa casa es proporcionar a los niños pobres la
lactancia natural, con preferencia a los enfermitos próximos a la muerte o
condenados a vivir bajo el peso del raquitismo o de tuberculosis, por las
condiciones de miseria en que viven sus madres.
Cuenta
la institución con incubadoras sistema “Lion”,
que es la que representa una de las fotografías que publicamos, en la que puede
verse una niña sietemesina que lleva encerrada en el aparato diez días,
habiendo aumentado su peso en tan corto tiempo cerca de 200 gramos y mejorado
notablemente sus condiciones fisiológicas.
Además
existen en el Instituto, que dirige sabiamente el ilustre doctor don Aureliano Estremera, con idóneo
personal a sus órdenes, varios modernos aparatos, entre los que se cuentan un
aparato pesa bebés, un esterilizador de leche y dos vitrinas con arsenal completo
para la práctica de la obstetricia.
En
la Casa Cuna del Santo Niño Jesús de
Praga se vacuna a los pobres directamente de la ternera, y se proporciona a
las familias que lo soliciten “nodrizas”
reconocidas, enfermeras y practicantes profesionales para la
asistencia de los enfermos a domicilio.
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2 Sala de aparatos. Sala de vacunación con una ternera
Los
grandes merecimientos del Doctor
Estremera, su larga y honrosa historia profesional, son una sólida garantía
de los excelentes servicios que puede prestar la “Cuna del Santo Niño Jesús de Praga”.
El
local que tiene hoy esta Institución no reúne las condiciones necesarias para
el cumplimiento de sus elevados fines, pero sabemos que se busca con actividad
alojamiento más amplio.
Realmente
se hacía sentir en Madrid la necesidad de un Establecimiento de esta especie,
pues sabido es cuanta miseria existe entre las clases proletarias de esta
capital.
Desde
hace ya doce años en París viene funcionando una de Maternidad como la que
ahora se inaugura en la Corte, y sus resultados han sido muy satisfactorios (1).
LA VACUNA
GRATUITA
Más
vale tarde que nunca; pero si el celo que ahora demuestran los madrileños para
hacerse vacunar, le hubieran demostrado en más oportuna sazón, es evidente que
nos hubiésemos visto libres de la terrible epidemia variolosa que basta y sobra
para dar a Madrid patente de atraso y poner a la capital de España al nivel de
los más desaseados e infectos aduares de Marruecos.
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3 Inoculación de pus de vaca en el Hospital de Niños Pobres de Barcelona hacia
1890
Pasaron
ya los tiempos en que se discutían aún las ventajas del procedimiento
jenneriano. Hubert Böens, el último
enemigo de la vacuna y que dedicó a combatirla muchos y muy perseverantes
trabajos, murió de viejo hace muchos años, y hoy, además, ninguno de los
peligros que el sabio belga señalaba a la vacuna existen en la realidad.
Los
adelantos de la higiene moderna han sabido destruirlos completamente, y el
remedio puede hoy ser aplicado a todos y en todos los casos, sin que nunca
quede el resquemor de si por evitar un mal, probable sólo, se habrá producido
otro cierto y tan terrible o más que él.
Los
grandes daños que Hubert Böens temía, el contagio posible de la tuberculosis, y
otras terribles enfermedades, sobre no estar suficientemente demostrado que en
todos los casos señalados por él fueran producidos por la vacuna y no por otros
vehículos patógenos, son perfectamente evitados mediante la vacuna directa de
la ternera: la preparación concienzuda de las linfas y el empleo de plumas
vacunadoras, una para cada caso, o en último extremo, de lancetas
convenientemente esterilizadas.
Hecha
así la vacunación todos los males que se le habían atribuido desaparecen, y en
cambio perdura su innegable bien, la inmunización poco menos que absoluta
contra la epidemia.
Afortunadamente
nuestro pueblo va poco a poco, y aún más rápidamente de lo que era de esperar,
comprendiéndolo así, y actualmente concurren al Instituto de Sueroterapia, vacunación y bacteriología de Alfonso XIII,
más de cuatrocientas personas cada día en cada uno de los días lunes, miércoles
y viernes en que se practican operaciones de vacunación, y el personal
correspondiente que forman el médico jefe Don Román Serret y los médicos vacunadores, los doctores Rionda, Bertrán, Llavader, Remon y Cruz, necesitan poner a contribución todo su esfuerzo y todo su
amor a la Humanidad y a la Ciencia para poder realizar la penosa tarea que
semejante acumulación de público supone (2).
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4 Sala de inoculación. Vacunación directa
LA CUNA DE
JESÚS
Modestamente
instalados, como si al hacer el bien, siguiendo el precepto evangélico no quisieran
los que lo realizan con la mano derecha que se entere la izquierda, existen en
la plaza de la Cebada, en el paseo de la Habana y en la calle del Amor de Dios,
unos asilos donde le caridad se viene practicando en la más simpática de sus
manifestaciones; en la de socorrer al niño pobre (3).
Vosotros,
amables lectores, los que no podéis soportar ni siquiera un cuarto de hora las
travesuras de los chiquillos; los que abdicáis en los maestros o en las
institutrices la obligación de corregir las diabluras de vuestros hijos, que
por ser de vuestros hijos se os antojan menos diabluras, cuando no os hacen
gracia, vistas a través de la lente del amor paternal, id a los asilos y
admirareis la paciencia y la virtud de las Siervas
de María, aguantando un día y otro las naturales expansiones, y podéis dar
a esta frase todo el alcance que tiene, tratándose de niños de tres años, que
se producen en criaturas, que cada una es de su padre y de su madre, y que no
tienen más relación entre sí que la práctica de la caridad que las une por la
mañana para separarlas por la tarde…
¡Qué
guirigay tan ensordecedor! ¡Qué grillera humana tan abigarrada!
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5 Hermanas Siervas de María, las religiosas mimando a los niños. Dama de la
Junta visitando un Asilo – Cuna. Madre Superiora Sierva de María de un Asilo -
Cuna
En
unas salas pequeñas, porque los locales alquilados no ofrecen habitaciones
amplias ni desahogadas, sentados en sus sillitas o acostados sobre sus cunas,
según la edad de los asilados, hay en cada establecimiento alrededor de
cincuenta criaturitas, unas lloriqueando, otras hablando con el monosilábico
balbuceo del que no sabe lo que dice, si dice algo, y sonriendo algunas con expresión
de agradecimiento a las monjas que les cuidan.
Cuando
llega la hora de la comida y aparece la Sierva de María con el perol de la
humeante papilla en la mano, o con los biberones dispuestos, la escena adquiere
un carácter particular sumamente interesante.
Los
ojillos de los bebés se animan, agitan sus manecillas extendiéndolas hacia la
portadora del manjar, patalean dentro de las sábanas o entre el barrote de la
silla que les sujeta al asiento cruelmente, y con la sonrisa del que ve
realizado el mejor de sus ensueños, reciben a la monja objeto de todas las
miradas y de todas las intenciones, viendo en ella condensando el espíritu de
la caridad, sembrando bien y amor en almas vírgenes aún de recelos y
desengaños.
Aquellos
angelitos, desgraciados por su posición social, son entonces los seres más
dichosos de la tierra. Porque las Siervas
de María, en medio de un corro de chicuelos alborotadores, con la cuchara
en la mano, que no deja de viajar del perol a las abiertas bocas de los niños,
les atiborra de sabrosa sémola o de suculenta sopa, según las edades y
condiciones de los recogidos.
Estos,
después del banquete, duermen o juegan sin preocuparse de lo que pasa en el
mundo, que para ellos está reducido a saciar su apetito de chico pobre.
Por
la mañana, las verduleras, las asistentas, las que tienen que buscarse con su
trabajo constante el pan nuestro de cada día, dejan a sus hijos en los
asilos-cunas. Recógenlos en sus manos las Hermanas
Siervas de María que, supliendo el maternal cariño, lavan, visten, dan el
biberón, besan y miman a los pequeñuelos para que al atardecer vuelvan las
madres por los pedazos de sus entrañas a gozar de las delicias del hogar,
bendiciendo las lamas nobles que les proporcionan medios de ganarse la vida sin
aflojar, como en las inclusas y en los hospicios; los lazos que hacen de la
familia la institución fundamental de la sociedad cristiana.
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6 Las Hermanas Siervas de María y los niños esperando la papilla
Cuentan
las Hermanas Siervas de María, que
en las veladas de invierno, en confortables habitaciones templadas por suntuosa
chimenea, jóvenes de la aristocracia cortan camisitas y pañales, gorritos y
delantales, utilizando sus ropas desechadas. Son para los niños de las cunas.
Pero
no dan el contingente necesario para las atenciones de los asilados. Son pocas
las señoras que, quizás por no saberse en Madrid que existen estas
Instituciones piadosas, se dedican en sus ratos de ocio a vestir al pobre niño
desnudo. Porque si lo supieran… En Madrid la caridad es planta que arraiga en
todos los corazones.
Los
Asilos – Cunas, motivo de estas
letras, abiertos a la observación del público, dicen, por las estrecheces con
que están montados, que con ser su organización acabada y completa, no es, sin
embargo, más que la primera piedra colocada para el gran edificio que la
caridad ha de erigir, utilizando la solidez de los cimientos asentados con
celestial inspiración por la marquesa de
Aledo, alma, vida y esencia de obra tan interesante y conmovedora.
A
su desinteresada gestión se debe que al lado de la cunita lujosa con
almohadones de pluma que regaló un futuro duquesito, se vea sencilla y modesta
la de hierro que llevó el hijo artesano cuando ya, por ser mayorcito, prefirió
su padre entregarla al Asilo – Cuna
a subirla a la guardilla… donde hay tantas pudriéndose entre el polvo y las
telarañas, cuando allá en los asilos hacen tanta falta para los angelitos a
quienes volvió la espalda la fortuna.
Y
lo dicho de las cunas que se sepultan en las guardillas como trastos inútiles,
debe entenderse extendido a tanta ropita como se tira o se guarda. Sólo no
sabiendo que hay niños que lo necesitan, puede echarse, como se echa de menos
en la Cuna de Jesús ajuares para los asilados.
Esta
institución de que nos venimos ocupando, no se sostiene con subvenciones
oficiales. Unos centenares de familias suscriben a sus hijos por la cantidad
mensual que tienen por conveniente, que oscila entre un real por mes y mil
pesetas por año; pero la mayoría de los sostenedores de los Asilos- Cuna pagan de una a cinco
pesetas al mes.
Base,
sin embargo, del sostén de ellos ha sido una mano piadosa. Un testamentario de
conciencia, que Dios bendiga, a quién al morir le dejó a su amigo y le encargó
que los mil duros que tenía, los dedicase a las Cunas, y, puestas en el Banco, esas cinco mil y pico pesetas
constituyen el único capital con que, fuera de las cuotas mensuales de las suscriptoras,
cuentan estas instituciones para papilla, sopas, leche, aceite de hígado de
bacalao, medicinas, etc., porque no sólo se cuida y atiende a los niños sanos y
robustos, sino que también, aunque con las precauciones necesarias para evitar
contagios, se admite a pequeñuelos que necesitan del alimento y de la
medicación además que combata la anemia y el raquitismo, tan enseñoreados en
las clases menesterosas.
Todo
el mundo tiene derecho a visitar las cunas, y a inspeccionarlas, las
suscriptoras y los suscriptores, y todo el público, por consiguiente, puede
apreciar la limpieza que reina así en la ropa de los asilados como en las
habitaciones en que se albergan.
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7 La Hermana Sierva de María, dando el primer alimento
Que
prosperarán, que se ensancharán y que hasta llegarán a cambiar los locales
alquilados y sin condiciones, que en la actualidad ocupan los asilos, por otros
más higiénicos y confortables ¿quién lo duda?
Cuando
el público madrileño sepa que en ellos hay angelitos mimados y atendidos que
sin esas cunas estarían encerrados en sus casas o sufrirían las inclemencias
del tiempo en brazos de sus desdichadas madres, a quienes muchas veces
privarían de ganar su sustento y acaso el de otros hijos, acudirá a completar
la obra tan hermosamente comenzada y entonces se realizará el sueño de las
ilustres damas que la comenzaron; y en locales propios y ventilados, con sus
jardincitos y solares, se edificará uno en cada barrio, contribuyendo por modo
directo a que tantas madres como hoy están esclavizadas por el cuidado de sus
hijos, libres de ellos, puedan ganarse la vida honradamente.
Fe
y constancia suficientes tienen las fundadoras de las cunas para llevar a feliz
término empresa tan benéfica, y por muchos obstáculos que encuentren en su
camino, han de llegar a la meta, donde hallarán, como justo galardón de sus
afanes, la consideración de la sociedad y la bendición de las madres
favorecidas.
Con
menos elementos se han levantado gallardas y potentes instituciones menores
necesarias para la vida moderna; con menos decisión que la desplegada por las
Damas que sostienen los Asilos – Cunas,
se han ultimado obras que no pueden lograr tan universales simpatías como esta
de que nos venimos ocupando.
Sigan,
pues, adelante en el camino emprendido. Dios las bendice y las madres todas,
secundando su edificante iniciativa, acudirán con sus ropas de deshecho y con
sus limosnas a mejorar la situación de los niños pobres, que al ser mayores
besarán las manos que les socorrieron.
Los
tres Asilos – Cunas que existen hoy en 1899, son muy pocos para los niños
desdichados que hay en Madrid (3)
LOS ASILOS DE
LA CUNA DE JESÚS
Digan
lo que quieran los sectarios del socialismo, negando al rico que se acuerde del
pobre y alimentando la ignorancia de la multitud con funestas predicaciones
enemigas del orden social, las muchas casas de misericordia que en Madrid
existen, en donde se socorre al prójimo, desvalido, son otras tantas pruebas de
que venturosamente se encuentra muy extendida la hermosa caridad cristiana.
Proveyendo
a las necesidades del humano infortunio en todas las formas que son menester
para que se mitigue, ya que no se puede evitar, el azote de la desgracia,
hállanse en la corte diferentes instituciones merced a cuyos santos programas
se enjugan muchas lágrimas.
Las
escuelas – asilos en donde reciben educación y encuentran pan y abrigo, los
clásicos “golfos” del “castizo” pero, en este aspecto, insoportable Madrid, las
clínicas especiales en donde gratuitamente se cura al pobre con todos los
adelantos de la ciencia, los refugios nocturnos, comedores de caridad, y otros tantos
lugares destinados a socorrer la mendicidad, ¿que son sino templos en donde se
manifiesta la piedad de los poderosos?
Entre
todas estas obras buenas, descuella por necesaria y simpática la fundación de
los asilos que bajo el nombre de la “Cuna de Jesús” son, en efecto, nido
salvador para las tiernas criaturas que vienen al mundo en medio de los
horrores de la miseria.
La
infeliz mujer que da a luz en una buhardilla, que gana el mísero sustento
trabajando de sol a sol en las bancas del Manzanares, recogiendo trapos en la
calle, de “asistenta” como criada de servir, ¿con quién va a dejar el fruto de
sus entrañas mientras sale de casa, quizás al siguiente día de ser madre? El
marido, la que lo tiene, precisa que vaya a la obra, los otros pequeñines asisten
al colegio municipal, la vecina, que a veces se ocupa en el oficio de
“nodriza”, pretende por sus servicios la justa remuneración, y el jornal del
jede de la familia, apenas alcanza para el mermado puchero.
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8 La Vacuna en el Instituto de la calle de Ferraz, Madrid
¿Qué
sería, pues de los pobres niños que tienen la suerte de nacer entre tanta
“grandeza” si el óbolo de las clases acomodadas no hubiera arreglado “pajita a
pajita” el lecho de la Santa Cuna de Jesús.
Por
fortuna, el noble pensamiento y corazón magnánimo de un ilustre prócer,
resolvió tamaño conflicto y gracias a la atención constante, a repetidos
desvelos, a verdaderos sacrificios de todas clases que en beneficio de la
infancia desvalida se impuso el noble caballero, con la fundación de los Asilos de la Cuna de Jesús, se ha
solucionado uno de los más importantes problemas que nos presenta el hambre de
los pobres.
Doloroso
es confesarlo. Todo lo que vemos en nuestra patria que signifique progreso en
cualquiera de los órdenes de la vida social, jamás procede de la propia
iniciativa de los españoles. Lo aprendemos todo fuera de casa.
Y
menos mal cuando nos decidimos a implantar aquello que ya es vieja institución
del otro lado de los Pirineos.
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9 Hermanas Siervas de María encargadas de la asistencia a los niños, donde
aprender a andar y dormitorios
Esto
ha ocurrido con las santas fundaciones destinadas a albergar durante el día a
los pobres niños cuyos infelices padres precisan pasar diez horas en la calle
para poder ganar un mísero jornal.
Estas
casas de caridad, conocidas en Francia con el nombre de “creches”, fueron instaladas en la vecina república hace ya muchos
años, respondiendo a una necesidad que se dejaba sentir en París como en todos
los grandes centros de población, en donde si no hubiera estos refugios
salvadores para la infancia desvalida las madres sin recursos vendrían a caer
irremediablemente en el total abandono de sus hijos o en el abismo del vicio.
En
los viajes que hizo por el extranjero un acaudalado matrimonio, cuyo nombre
tenemos expresa prohibición de dar a la publicidad, pudieron admirar los
excelentes y caritativos esposos la nobilísima institución de las “creches”.
A
su regreso a España, deseando dedicar a los necesitados una parte de sus riquezas,
instalaron en Madrid la primera Cuna de Jesús en 1893.
Al
punto cubriéronse las plazas. Decidieron entonces los nobles ancianos
constituir una sociedad que, estimulando los tradicionales caritativos
sentimientos del hidalgo pueblo madrileño, fuera bastante a la creación de
varios asilos que respondieran a los menesteres de la población.
La
santa idea tuvo un éxito feliz. Hoy, mantenidos exclusivamente de las limosnas,
funcionan en Madrid, seis “creches”, llamadas de la Virgen de la Fuensanta, de Santa Teresa, de San José, San Fernando, San Víctor y San Mariano, con dominio en las calles de Santa Feliciana, Zurita,
Ferrer del Río, Pacífico, Segovia y Corredora baja.
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10 El doctor Román Serret extrayendo la linfa de una ternera. El laboratorio de
Alfonso XIII
Desde
su fundación hasta el año de 1902 se han asistido en las “creches” madrileñas
“doscientos veinticinco mil ochocientos setenta y cinco niños”.
Con
decir que los Asilos de la Cuna de Jesús están asistidos por las Hermanas religiosas Siervas de María,
esas santas mujeres todo bondad y mansedumbre, puede suponerse lo bien cuidados
que se hallan los angelitos puestos a su custodia.
París
tiene dos millones de habitantes y cuenta con “noventa y siete creches”;
Madrid, con una población de “seiscientas mil almas”, debería contar, por lo
menos, con veinte.
No
olviden los ricos que socorrer a los niños, dando pan a unas criaturas
hambrientas, es obra buena que nunca jamás podrá olvidarse en el cielo. Enrique SA del REY (4).
Bibliografía
1.-
Nuevo Mundo del 13 de mayo de 1903, página 9
2.-
Mundo Nuevo del 17 de diciembre de 1903, página 1 y 16
3.-
Mundo Nuevo del 6 de diciembre de 1899, página 6 y 7
4.-
Nuevo Mundo, del 23 de junio de 1904, páginas 10 y 11
AUTOR:
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en
Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San
Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro
de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de
Enfermería Avanza
Miembro de Eusko
Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la
Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro no
numerario de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. (RSBAP)