Es
una hermosa obra de caridad digna de loa y de imitación, la que esté realizando
don Diego Fernández Vallejo, señor Marqués de Vallejo.
Con
el fin nobilísimo de auxiliar a los enfermos pobres epilépticos, ha mandado construir
el ilustre caballero un Hospital en Carabanchel Alto, apartado del pueblo, en
el lugar llamado “las Piqueñas”.
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1 Sanatorio Vallejo. Entrada al Sanatorio con una ambulancia de Sanidad
Consta
de diez grandes pabellones aislados y de inmejorables condiciones higiénicas,
pues se han instalado en ellos aparatos novísimos para purificar el aire de las
salas dormitorios.
Piensa
el generoso Marqués de Vallejo inaugurar el Hospital en marzo próximo, y entre
tanto, condolido de la situación angustiosa de los hijos de la patria que nos
devuelven las Antillas (guerra de Cuba), anémicos y exhaustos de vigor, ha
resuelto costear la estancia en aquellos pabellones a ciento veinticinco
soldados, alimentándolos con esplendidez, a fin de que recobren las perdidas
fuerzas.
Cuando
visitamos el Sanatorio había treinta y dos soldados en él, asistidos por diez Hermanos de San Juan de Dios,
procedentes del Instituto-Asilo
de San José de Ciempozuelos, a cuyo frente se hallan los respetables padres
Rogelio, Camilo Vives y Juan Grande.
El ilustrado
doctor Fernández Robina, visita
diariamente el Sanatorio, haciendo las prescripciones necesarias para el
régimen alimenticio de los enfermos. A uno de los soldados convalecientes,
natural de Murcia, le interrogamos sobre algunos particulares de los combates
de Santiago
Yo
no estuve en el Caney, nos dijo, pero también entré en fuego con marinos
desembarcados de la escuadra, aunque ya me encontraba con fiebre. Nuestra
situación era mala por el cansancio y la comida que no era nutritiva.
Después
de capitular, los yanquis nos trataron con mucha cortesía… La gente mala es la
de la manigua. Mataron a bastantes prisioneros, y si en su poder hubiera
estado, no volvemos a España.
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2 Comedor del Sanatorio Vallejo
El
acto de la comida es interesante y conmovedor. En un salón dispuesto
provisionalmente hay una larga mesa con blancos manteles. A las doce suena la
campana y los soldados acuden puntuales, instalándose en los lugares que los
Hermanos les tienen señalados. Pocos instantes después comienzan los legos a
servirles una suculenta comida con caldo sustancioso, pollos, chuletas, carne
asada, pan de primera y excelente vino.
El
Padre Rogelio, caritativo varón nos explicó el porqué de tan abundantes y
escogidos platos.
El
digno señor marqués nos ha ordenado que, salvo prohibición facultativa, se le
dé a cada huésped lo que le apetezca, interrogándoles individualmente por la
mañana. Hay quien pide una loncha de jamón, otro un pollo asado, aquel unas
chuletas, el de más allá un par de huevos fritos, y todo se les sirve en la
forma que ustedes ven. Por la noche la cena es más frugal, aunque también
escogida y sana.
¿Visita
el señor marqués el Sanatorio?
Casi
a diario, y se entera con alegría del efecto benéfico que en los recogidos
produce tan provechosa asistencia. Los pobres muchachos le dan las gracias con
frases que brotan de su alma.
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3 Un soldado y un Hermano Lego de los Hermanos de San Juan de Dios en el
Sanatorio Vallejo
Hay
que mirar cómo llegan a nuestro Sanatorio los infelices. Sin fuerzas físicas y
con el ánimo deprimido, como si se consideraran culpables de los fracasos de la
guerra. Algunos han marchado ya repuestos a sus hogares, y al partir derraman
lágrimas y bendicen el nombre del caballero que invierte su fortuna en tan
sanitaria empresa.
Cuando
visitamos el magnífico Sanatorio se hallaban inscritos en el libro de entrada,
los siguientes nombres de los soldados enfermos que en él han recibido
asistencia.
Sargento
Julián de la Cuesta López de Madrid, del regimiento de infantería de Cuba
número 65. Idem Francisco Ballester Lucas de Callosa de Segura (Alicante); Cabo
Alfonso Láraro Mejías de Tembleque (Toledo) del regimiento de infantería de San
Fernando número 11; Cabo Luis Salvador Córcoles de Granada del regimiento de
infantería de Cuba número 65; soldados: Juan García Cañizares de Orihuela
(Alicante); Julio Zumajo Fernández de Valdemanco (Ciudad Real); Manuel Ríos
Olmedo de Alcalá de los Azules (Cádiz) del regimiento de infantería de
Anadalucía número 52; Marcial Sol Cabrero de San Sebastián de los Reyes
(Madrid) del regimiento de infantería de Cuba número 65; Juan Navarro García de
Pedrel (Alicante) del mismo regimiento.
Juan
Arroyo Vázquez de Valdeverdeja (Toledo) del mismo regimiento; Abdón Adán Vecín
de Madrid; Alberto Mensaba Martínez de Liria (Valencia); Andrés Valverde Pardo
de Monteagudo (Murcia); Pablo Santos Pérez de Alcoy (Alicante); Pedro León
González de Puebla de Bandos (Badajoz); Zacarías Pascual Casado de Cabreriza
(Soria); Pedro Mellado Martínez de Cuevas (Almería); Lorenzo González Simón de
Cueva (Almería); Ramón García Martín de La Unión (Murcia); Miguel Camacho
Cabral de Trebujena (Cádiz); Juan Niera Baude de Lugo; Mariano López y López
del Cristo del Romeral (Cuencua); Francisco Vidre Muñoz de Alcalá de los Azules
(Cádiz); todos los anteriores del regimiento de infantería de Cuba número 65.
Cándido
Cristóbal Pérez de Sepulveda (Segovia) del regimiento de infantería de
Anadalucía número 32; Antonio Quiles Martínez de Sanjarrón (Granada) del
regimiento de Alcántara número 3; Juan Martínez Díaz de Yecla (Murcia) del
mismo regimiento; Joaquín Acosta Oliver de Somortín (Almería) del regimiento
Provincial de Puerto Rico número 1; José Rom Álvarez de Cobre (Oviedo);
Ildefonso García González de Vallares (Almería); Nicanor García Pérez de
Biduera (Orense) del 4º de zapadores minadores; Paulino Martín Romo de
Piedralaves (Ávila); Guillermo Palacios Veras de Cartagena (Murcia) del
regimiento de la Constitución número 29; Salvador Torres de Tabernes de
Valldigna (Valencia) del 10 batallón de artillería; Andrés Tendero Picazo de
Madrid.
En
la actualidad son setenta y cinco repatriados que habitan en los pabellones de
Carabanchel.
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4 Sala dormitorio del Sanatorio Vallejo
Toda
la prensa ha ensalzado la obra del señor Marqués de Vallejo, quien alejado del
campo político y sin alcanzarle, en su virtud, responsabilidad alguna en los
desastres ocurridos, no ha titubeado en acudir a mejorar la situación de los
pobres hijos de la patria.
Recibidos
por el noble prócer en su morada de la calle de Fuencarral, le pedimos con
interés que nos facilitase un retrato suyo.
No,
no, exclamó precipitadamente, y crea usted que siento que mi nombre sea
repetido en la prensa, aunque agradezco el móvil que inspiran las frases de
encomio que se me tributan.
En
recuerdo de mi hijo inolvidable mandé construir los pabellones de Carabanchel
con un fin distinto, para asilo de epilépticos; pero afligido al contemplar en
la calle a los pobres repatriados, dispuse que se albergasen allí ciento
veinticinco, de cuyo sostenimiento me he encargado. Es una obra de humanidad
que no merece exaltación.
Cuando
visito a los enfermos y escucho de sus labios palabras de gratitud, me
considero sobradamente recompensado. Nada, pues, de exhibiciones, y si Nuevo
Mundo realiza la información de que me hable, ¡olvídese de mi nombre! (1).
Marqués de Vallejo
Diego Fernández Vallejo, Marqués de
Vallejo, insigne político, banquero y mecenas, junto con su hijo José Manuel,
enfermo de epilepsia, recorre gran parte de Europa visitando los
establecimientos sanitarios dedicados a su tratamiento y consultando a los más
renombrados médicos de la época en busca de remedios y soluciones para su
enfermedad. Se fundaban en Europa, manicomios, sanatorios psiquiátricos,
reformatorios, etc., pero la epilepsia seguía careciendo de instalaciones para
su tratamiento.
El 18 de abril
de 1878 fallece José Manuel Fernández
Vallejo Flaquer, hijo del Marqués de Vallejo, víctima de un ataque
epiléptico, a la edad de 24 años. El marqués, afligido por la muerte de su hijo
decide destinar gran parte de su fortuna a la creación de la primera
institución dedicada al tratamiento de la epilepsia. Para ello adquirió la
finca Las Piqueñas, mezcla de campo, jardín y bosque, entre los términos
municipales de Carabanchel Alto y Leganés, en un lugar apacible y tranquilo.
Conocedor de la
labor del Padre Menni, en la puesta en marcha del centro de Ciempozuelos
(Madrid), el Marqués de Vallejo, asesorado por el doctor Julián Calleja Sánchez, insigne neurólogo y catedrático de la
Universidad Central de Madrid, inicia los contactos con la Orden Hospitalaria
que culminan, el 4 de agosto de 1895, en la Ceremonia de bendición y colocación
de la primera piedra del futuro Instituto-Asilo
de San José para epilépticos.
Los planos de
las edificaciones, así como la dirección de toda la obra hasta su terminación,
le fueron encomendados a los catedráticos de la Escuela de Arquitectura, Federico Aparicio Soriano y Enrique Fort. Las obras de construcción
se prolongaron por un espacio de 4 años y, meses antes de su inauguración
oficial, desde septiembre de 1898 hasta el 16 de febrero de 1899, se acogieron
un total 375 soldados enfermos repatriados de Cuba.
Bibliografía
1.- Revista Nuevo Mundo del 12 de octubre de 1898, página 6 y 7
Dibujos
de Pedrera. Fotografías de Amador.
2.- Karabanchel. Una página de nuestro barrio. Asilo de San
José
AUTOR:
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en
Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San
Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro
de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de
Enfermería Avanza
Miembro de Eusko
Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la
Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro no
numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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