martes, 5 de junio de 2018

SANATORIO VALLEJO EN MADRID 1898


Es una hermosa obra de caridad digna de loa y de imitación, la que esté realizando don Diego Fernández Vallejo, señor Marqués de Vallejo.

Con el fin nobilísimo de auxiliar a los enfermos pobres epilépticos, ha mandado construir el ilustre caballero un Hospital en Carabanchel Alto, apartado del pueblo, en el lugar llamado “las Piqueñas”.

FOTO 1 Sanatorio Vallejo. Entrada al Sanatorio con una ambulancia de Sanidad

Consta de diez grandes pabellones aislados y de inmejorables condiciones higiénicas, pues se han instalado en ellos aparatos novísimos para purificar el aire de las salas dormitorios.

Piensa el generoso Marqués de Vallejo inaugurar el Hospital en marzo próximo, y entre tanto, condolido de la situación angustiosa de los hijos de la patria que nos devuelven las Antillas (guerra de Cuba), anémicos y exhaustos de vigor, ha resuelto costear la estancia en aquellos pabellones a ciento veinticinco soldados, alimentándolos con esplendidez, a fin de que recobren las perdidas fuerzas.

Cuando visitamos el Sanatorio había treinta y dos soldados en él, asistidos por diez Hermanos de San Juan de Dios, procedentes del Instituto-Asilo de San José de Ciempozuelos, a cuyo frente se hallan los respetables padres Rogelio, Camilo Vives y Juan Grande.

El ilustrado doctor Fernández Robina, visita diariamente el Sanatorio, haciendo las prescripciones necesarias para el régimen alimenticio de los enfermos. A uno de los soldados convalecientes, natural de Murcia, le interrogamos sobre algunos particulares de los combates de Santiago

Yo no estuve en el Caney, nos dijo, pero también entré en fuego con marinos desembarcados de la escuadra, aunque ya me encontraba con fiebre. Nuestra situación era mala por el cansancio y la comida que no era nutritiva.

Después de capitular, los yanquis nos trataron con mucha cortesía… La gente mala es la de la manigua. Mataron a bastantes prisioneros, y si en su poder hubiera estado, no volvemos a España.

FOTO 2 Comedor del Sanatorio Vallejo

El acto de la comida es interesante y conmovedor. En un salón dispuesto provisionalmente hay una larga mesa con blancos manteles. A las doce suena la campana y los soldados acuden puntuales, instalándose en los lugares que los Hermanos les tienen señalados. Pocos instantes después comienzan los legos a servirles una suculenta comida con caldo sustancioso, pollos, chuletas, carne asada, pan de primera y excelente vino.

El Padre Rogelio, caritativo varón nos explicó el porqué de tan abundantes y escogidos platos.

El digno señor marqués nos ha ordenado que, salvo prohibición facultativa, se le dé a cada huésped lo que le apetezca, interrogándoles individualmente por la mañana. Hay quien pide una loncha de jamón, otro un pollo asado, aquel unas chuletas, el de más allá un par de huevos fritos, y todo se les sirve en la forma que ustedes ven. Por la noche la cena es más frugal, aunque también escogida y sana.

¿Visita el señor marqués el Sanatorio?
Casi a diario, y se entera con alegría del efecto benéfico que en los recogidos produce tan provechosa asistencia. Los pobres muchachos le dan las gracias con frases que brotan de su alma.

FOTO 3 Un soldado y un Hermano Lego de los Hermanos de San Juan de Dios en el Sanatorio Vallejo

Hay que mirar cómo llegan a nuestro Sanatorio los infelices. Sin fuerzas físicas y con el ánimo deprimido, como si se consideraran culpables de los fracasos de la guerra. Algunos han marchado ya repuestos a sus hogares, y al partir derraman lágrimas y bendicen el nombre del caballero que invierte su fortuna en tan sanitaria empresa.

Cuando visitamos el magnífico Sanatorio se hallaban inscritos en el libro de entrada, los siguientes nombres de los soldados enfermos que en él han recibido asistencia.

Sargento Julián de la Cuesta López de Madrid, del regimiento de infantería de Cuba número 65. Idem Francisco Ballester Lucas de Callosa de Segura (Alicante); Cabo Alfonso Láraro Mejías de Tembleque (Toledo) del regimiento de infantería de San Fernando número 11; Cabo Luis Salvador Córcoles de Granada del regimiento de infantería de Cuba número 65; soldados: Juan García Cañizares de Orihuela (Alicante); Julio Zumajo Fernández de Valdemanco (Ciudad Real); Manuel Ríos Olmedo de Alcalá de los Azules (Cádiz) del regimiento de infantería de Anadalucía número 52; Marcial Sol Cabrero de San Sebastián de los Reyes (Madrid) del regimiento de infantería de Cuba número 65; Juan Navarro García de Pedrel (Alicante) del mismo regimiento.

Juan Arroyo Vázquez de Valdeverdeja (Toledo) del mismo regimiento; Abdón Adán Vecín de Madrid; Alberto Mensaba Martínez de Liria (Valencia); Andrés Valverde Pardo de Monteagudo (Murcia); Pablo Santos Pérez de Alcoy (Alicante); Pedro León González de Puebla de Bandos (Badajoz); Zacarías Pascual Casado de Cabreriza (Soria); Pedro Mellado Martínez de Cuevas (Almería); Lorenzo González Simón de Cueva (Almería); Ramón García Martín de La Unión (Murcia); Miguel Camacho Cabral de Trebujena (Cádiz); Juan Niera Baude de Lugo; Mariano López y López del Cristo del Romeral (Cuencua); Francisco Vidre Muñoz de Alcalá de los Azules (Cádiz); todos los anteriores del regimiento de infantería de Cuba número 65.

Cándido Cristóbal Pérez de Sepulveda (Segovia) del regimiento de infantería de Anadalucía número 32; Antonio Quiles Martínez de Sanjarrón (Granada) del regimiento de Alcántara número 3; Juan Martínez Díaz de Yecla (Murcia) del mismo regimiento; Joaquín Acosta Oliver de Somortín (Almería) del regimiento Provincial de Puerto Rico número 1; José Rom Álvarez de Cobre (Oviedo); Ildefonso García González de Vallares (Almería); Nicanor García Pérez de Biduera (Orense) del 4º de zapadores minadores; Paulino Martín Romo de Piedralaves (Ávila); Guillermo Palacios Veras de Cartagena (Murcia) del regimiento de la Constitución número 29; Salvador Torres de Tabernes de Valldigna (Valencia) del 10 batallón de artillería; Andrés Tendero Picazo de Madrid.

En la actualidad son setenta y cinco repatriados que habitan en los pabellones de Carabanchel.

FOTO 4 Sala dormitorio del Sanatorio Vallejo

Toda la prensa ha ensalzado la obra del señor Marqués de Vallejo, quien alejado del campo político y sin alcanzarle, en su virtud, responsabilidad alguna en los desastres ocurridos, no ha titubeado en acudir a mejorar la situación de los pobres hijos de la patria.

Recibidos por el noble prócer en su morada de la calle de Fuencarral, le pedimos con interés que nos facilitase un retrato suyo.

No, no, exclamó precipitadamente, y crea usted que siento que mi nombre sea repetido en la prensa, aunque agradezco el móvil que inspiran las frases de encomio que se me tributan.

En recuerdo de mi hijo inolvidable mandé construir los pabellones de Carabanchel con un fin distinto, para asilo de epilépticos; pero afligido al contemplar en la calle a los pobres repatriados, dispuse que se albergasen allí ciento veinticinco, de cuyo sostenimiento me he encargado. Es una obra de humanidad que no merece exaltación.

Cuando visito a los enfermos y escucho de sus labios palabras de gratitud, me considero sobradamente recompensado. Nada, pues, de exhibiciones, y si Nuevo Mundo realiza la información de que me hable, ¡olvídese de mi nombre! (1).

Marqués de Vallejo

Diego Fernández Vallejo, Marqués de Vallejo, insigne político, banquero y mecenas, junto con su hijo José Manuel, enfermo de epilepsia, recorre gran parte de Europa visitando los establecimientos sanitarios dedicados a su tratamiento y consultando a los más renombrados médicos de la época en busca de remedios y soluciones para su enfermedad. Se fundaban en Europa, manicomios, sanatorios psiquiátricos, reformatorios, etc., pero la epilepsia seguía careciendo de instalaciones para su tratamiento.

El 18 de abril de 1878 fallece José Manuel Fernández Vallejo Flaquer, hijo del Marqués de Vallejo, víctima de un ataque epiléptico, a la edad de 24 años. El marqués, afligido por la muerte de su hijo decide destinar gran parte de su fortuna a la creación de la primera institución dedicada al tratamiento de la epilepsia. Para ello adquirió la finca Las Piqueñas, mezcla de campo, jardín y bosque, entre los términos municipales de Carabanchel Alto y Leganés, en un lugar apacible y tranquilo.

Conocedor de la labor del Padre Menni, en la puesta en marcha del centro de Ciempozuelos (Madrid), el Marqués de Vallejo, asesorado por el doctor Julián Calleja Sánchez, insigne neurólogo y catedrático de la Universidad Central de Madrid, inicia los contactos con la Orden Hospitalaria que culminan, el 4 de agosto de 1895, en la Ceremonia de bendición y colocación de la primera piedra del futuro Instituto-Asilo de San José para epilépticos.

Los planos de las edificaciones, así como la dirección de toda la obra hasta su terminación, le fueron encomendados a los catedráticos de la Escuela de Arquitectura, Federico Aparicio Soriano y Enrique Fort. Las obras de construcción se prolongaron por un espacio de 4 años y, meses antes de su inauguración oficial, desde septiembre de 1898 hasta el 16 de febrero de 1899, se acogieron un total 375 soldados enfermos repatriados de Cuba.

Bibliografía
1.- Revista Nuevo Mundo del 12 de octubre de 1898, página 6 y 7
Dibujos de Pedrera. Fotografías de Amador.

2.- Karabanchel. Una página de nuestro barrio. Asilo de San José

AUTOR:
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)

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