Tuberculosis
del siglo XIX y XX
AUTORA:
Zeneida Ortiz Cejudo
Centro:
Facultad
de Ciencias de la Salud. Alumna del segundo curso de Grado en Enfermería 2018. Unidad
Docente de Lanzarote. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Cursó sus
estudios de Educación Infantil en el C. E. I. P. Guenia y la Educación primaria
y secundaria en el Colegio Santa María de Los Volcanes – Nazaret. El bachiller
en el IES César Manrique. Voluntariado en el Hospital Insular de Lanzarote,
durante mi educación secundaria.
Tutora: María Luz
Fika Hernando. Profesora titular. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
FOTO 1 Portada del trabajo. Zeneida Ortiz Cejudo
TRABAJO
En
siglos pasados siempre se asoció la tuberculosis a la pobreza, la promiscuidad
y la ignorancia, y a la que, generalmente, no se le daba mucha importancia. No obstante, en el momento en el que se demostró que
podía trasmitirse y, por consiguiente, afectar a las clases dirigentes, la
medicina de la época buscó soluciones a partir de los escasos conocimientos que
tenían sobre la enfermedad. Aparecieron, entonces, los Sanatorios
de los que pudieron beneficiarse las clases más pudientes.
A
principios de la revolución industrial, las condiciones de vida no eran
favorables. Por ello, el
tratamiento sanatorial se basó en una alimentación sana, incluso sobrealimentación,
aire puro y reposo prolongado.
Se
fueron construyendo varios sanatorios por el mundo de preferencia de altura, ya
que habían observado que la tuberculosis era menos prevalente en las montañas.
También se construyeron en dichos lugares, porque era donde se pensaban que el
aire era más puro y porque estaba alejado de las ciudades. Durante este periodo de tiempo, los progresos sanitarios
se medían según el número de camas sanatoriales que poseía cada país. El
movimiento sanatorial se extendió primeramente en Europa y posteriormente en el
resto del mundo.
FOTO 2 Sanatorio del Teide
En
el siglo XX, la medicina científica hizo un estudio de los enfermos que habían
recibido una cura sanatorial, y se observó que más de la mitad había muerto
antes de los 5 años. Además, algunos países no acogían a los enfermos que se
encontraban en fase avanzada, creándose la Ley de Medicina Preventiva, la cual
sólo permitía el reposo sanatorial a aquellas personas afectadas de forma
mínima y moderada, ya que en los casos avanzados se daba un mal pronóstico y no
merecía la pena gastar los escasos recursos de los que se disponían para su
tratamiento.
Las
curas sanatoriales no tuvieron mucho éxito en el tratamiento de los enfermos,
pero se obtuvieron algunos beneficios que aún perduran en nuestros días. En los sanatorios comenzaron los primeros programas de
terapia ocupacional, la rehabilitación laboral y las terapias en grupo.
El
movimiento sanatorial agrupó a los primeros equipos profesionales, y a partir
de estos se crearon las primeras asociaciones antituberculosas, primero de
carácter nacional y posteriormente internacionales. Así, en 1899 se realizó el
Primer Congreso Internacional de Tuberculosis en Berlín, en el cuál se concluyó
que: “En general, un buen aire para
respirar, sin la pestilencia agobiadora y malsana de los gases engendrados por
la quema de carburantes de todas clases y de combustibles de alumbrado; libre
de materias nauseabundas, del hacinamiento de las casas y de aire viciado; en
fin, un aire globalmente desprovisto de condiciones malsanas, constituirá la
única solución posible para mitigar el azote de la tuberculosis”.
FOTO
3 Sanatorio del Teide con el
Teide al fondo nevado. Foto Abrahan Martín
Los
estudios realizados por médicos y científicos sobre el clima, las condiciones
atmosféricas, zonas montañosas, etc., para la cura de enfermedades
respiratorias, en concreto la tuberculosis, supone el inicio del turismo en
Canarias.
Los
médicos recomendaban las “Islas” para la curación y reposo de la enfermedad.
Por tanto, los viajeros que llegaban a Canarias en ese entonces, estaban
atraídos por su “clima curativo”. Estos
turistas, la mayoría enfermos, solían ser periodistas, políticos, científicos…,
que escribían artículos contando su buena experiencia en las islas.
El
doctor británico James Clark fue el
primer médico que visitó Canarias y tomó especial interés por el clima de la Orotava
y Vilaflor, ya que consideró que eran las zonas donde se
encontraba el clima ideal para la curación de la tuberculosis. Clark recomendó el clima
de Tenerife a sus pacientes y dio a conocer su experiencia en el libro “The sanative influence ofclimate” en
1829.
Posteriormente,
los médicos de la isla empiezan a interesarse por su clima. El Dr. Guigou
Costa escribió, en 1892, “Climatología de las Islas Canarias”.
El Dr. Tomás Zerolo Herrera redactó
“Climaterapia
de la Tuberculosis pulmonar en la Península, Baleares y Canarias”, con
este libro consiguió el premio de la Real Academia de Medicina de Barcelona. Y,
por último, Tomás Hernández Rodríguez
de la Orotava, que ejercía la medicina en Cuba, propagó las teorías del Dr.
Zerolo en la prensa cubana y recomendó el traslado de los pacientes a las
Cañadas del Teide.
Durante
1910, “Las Cañadas del Teide” fueron conocidas como uno de los mejores lugares
para la curación de la tuberculosis. Esto se consiguió tras varios estudios sobre la acción de la luz solar en
las enfermedades respiratorias. Científicos como los Dres
Pannwitz, Douglas, Nemberg, Barcroft, Scroter y Zuntz,
llegaron a la conclusión de que las radiaciones solares de las Cañadas eran de
una magnitud única debido a su aire tan puro que estaba libre de vapores y la
luz solar siempre era directa, lo que lo convertía en el lugar ideal para la
cura de las enfermedades respiratorias. Por todo esto, se desplazaron a las Cañadas del Teide muchos pacientes con
estas patologías siguiendo las recomendaciones de sus médicos.
En
1883 se produjo el primer intento de construir un Santuario, por Nicolás
Benítez, que pretendía la construcción de Hoteles para enfermos en Puerto de la
Cruz. Años más tarde, en 1906, se
formó en Puerto de la Cruz una sociedad anónima con capital alemán, cuyo
objetivo era crear en las Cañadas un santuario para tuberculosos. Este proyecto
fue un fracaso, ya que las autoridades no querían atraer a estos enfermos a la
isla.
Desde
el momento en el que el Dr. Zerolo recomendara a los pacientes trasladarse a
Vilaflor o a Las Cañadas para curar la tuberculosis, grandes masas de enfermos
acudieron a dichos lugares. Los
enfermos habitaban allí desde primavera hasta principio de otoño en pequeñas
chozas, construidas por ellos mismos, hechas con piedras y ramas. Para
disminuir las incomodidades, las autoridades sanitarias montaron unas casetas.
Este campamento recibió el nombre “casetas
de los Alemanes” y fue lo que impulsó a construir un Sanatorio de interés
mundial.
A
pesar de la creación de distintas “sociedades” o “juntas”, sólo se construyó la
primera fase, entre los años 30 y 40, que consistía en la vivienda del médico,
un garaje y establos. Las demás fases no se llegaron a realizarse por la falta
de apoyo de diversas Instituciones, a pesar de la demanda de la población que
quería que se acabara la construcción ya que había más de un centenar de
tuberculosos que vivían en chozas en unas condiciones pésimas.
FOTO
4 Sanatorio del Teide. Foto Isla
de Tenerife
La
idea de retomar las obras quedó abandonada debido a los avances médicos, ya que
observaron que la tuberculosis había disminuido porque los enfermos se
encontraban alejados de la sociedad por tanto se rompía la cadena de
transmisión del microorganismo. Las obras se pararon de forma radical cuando
declararon en 1954 Parque Nacional a las “Las Cañadas del Teide”.
En
la actualidad, no quedan restos de las pequeñas chozas de piedra y ramas en las
que habitaban los enfermos, pudiéndose observar, únicamente, la vivienda del
médico, cuya construcción está totalmente abandonada.
BIBLIOGRAFÍA
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Oliver Frade J.M, Relancio Menéndez A. El descubrimiento científico de las
Islas Canarias. Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia, 2007
3.- Gonluis. Evolución de la
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Disponible en:
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[Internet]. 2010 [citado el 29 de diciembre de 2017]. Disponible en:
5.- Adondevamoshoytenerife.com
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6.- Isladetenerifevivela.com
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7.-
González Lemus N. El turismo en Canarias: sus orígenes. Canarii 7 [Internet]. 2007 [citado el 29 de diciembre de
2017]. Disponible en:
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en
Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San
Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro
de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de
Enfermería Avanza
Miembro de Eusko
Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la
Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario
de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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