El pequeño alcoholismo
A
medida que el abuso de las bebidas alcohólicas va difundiéndose, se conocen
mejor los síntomas iniciales del alcoholismo. Dejando aparte los accidentes
ocasionados por la ingestión excesiva de estas bebidas, que se traduce en una
intoxicación aguda, pero pasajera, que es la embriaguez, se han estudiado una
multitud de trastornos motivados por el uso continuo, pero en cantidad
moderada, del alcohol en todas sus formas, constituyendo su conjunto el pequeño
alcoholismo (1).
FOTO
1 Cuadro de José Arrue, pintor costumbrista. Revista Vida Vasca, número 2,
página 139. Año 1925
Puede
ser producido por el uso del aguardiente, ron, cognac, kirsch, wissky, ginebra,
etc., o por el consumo habitual de las bebidas con esencia como los aperitivos,
los amargos y toda clase de licores: en el primer caso se llama etilismo y
absintismo en el segundo.
Insidiosamente
comienza a manifestarse con trastornos digestivos y nerviosos; el apetito
disminuye, la digestión se hace laboriosa y acúsase una sensación de peso y
quemadura en la boca del estómago; el insomnio es pertinaz, va acompañado de
pesadillas terroríficas y, al despertar, se sienten ganas de arrojar (1).
En
un grado más avanzado, la sensibilidad se altera y la fuerza muscular
disminuye, molestando mucho por la noche una sensación de hormigueo en las
plantas de los pies, puntas de los dedos y contorno de las articulaciones; en
los bebedores de ajenjo y licores, las sensaciones son más dolorosas, no
pudiendo tolerar a veces ni el menor roce en las extremidades inferiores.
El
síntoma más característico y que más preocupa al bebedor es el temblor; aparece
por la mañana y es pasajero al principio, pero a medida que la intoxicación
avanza, se acentúa más, haciéndose más intenso cuanto más se esfuerza el
alcohólico en precisar un movimiento; en una palabra, es un temblor intencional
(1).
FOTO
2 Cuadro de José Arrue, pintor costumbrista. Revista Vida Vasca, número 2,
página 139. Año 1925
Si
son atacados por alguna enfermedad aguda, se presenta el delirio en todos
ellos, y se encuentran en visibles condiciones de inferioridad para resistir la
larga duración de las enfermedades infecciosas.
La
divulgación de la existencia de la existencia de estos trastornos es muy
importante, pues el que conociendo el peligro que corre, tiene la fuerza de
voluntad suficiente para detenerse en la pendiente del vicio, puede salvarse en
este periodo de la intoxicación. Únicamente los dipsómanos, o sea los
caracterizados por una inclinación irresistible al alcohol, son incurables,
pues una ley fatal de herencia, más fuerte que ellos, los arrastra
irremisiblemente, sin que exista freno alguno capaz de detenerlos (1).
Cuidados que debe
prestarse a los embriagados
La
embriaguez sencilla no exige ninguna intervención: es preciso esperar a que los
efectos del vino se disipen por si mismos; solamente se tendrá la precaución de
abrigarlos, para prevenir los accidentes pulmonares que la acción combinada del
frío y del alcohol provocan a menudo. El uso de los vomitivos no es conveniente
en los borrachos inveterados porque la depresión consecutiva a su empleo,
podría originarse un colapso o la rotura de alguna arteria o vena importante
(2).
FOTO
3 Los Borrachos. Óleo de James Ensor (1860 - 1949). Bélgica
En
los borrachos de ocasión, en aquellos cuyo estómago está sobrecargado al mismo
tiempo que por libaciones copiosas por una comida abundante, la evacuación del
contenido gástrico, abreviará la duración de la embriaguez. Dicha evacuación
puede producirse espontáneamente o tomando una infusión caliente o sino
tililando la “úvula” o campanilla de la boca (2).
En
los casos de embriaguez grave acompañada de colapso y de enfriamiento de las
extremidades, procuraremos primeramente hacer que recobren el sentido por medio
de afusiones frías y de fricciones estimulantes e inmediatamente les haremos
tomar una poción con láudano o algunas gotas de amoniaco y a falta de ello una
infusión de café muy concentrada; una vez hecho esto los dejaremos reposar bien
abrigados y con unas botellas de agua caliente a los pies (2).
Pasados
los primeros efectos del alcohol, persiste durante unos días un empacho que se
manifiesta por mal sabor de boca, ganas de arrojar, inapetencia y
estreñimiento; es necesario purgarse ligeramente y estar a leche hasta que la
normalidad se restablezca.
FOTO
4 Fotos de hace 50 años. Revista Vida Vasca, número 9, página 81. Año 1932
Falsos efectos del alcohol
Es
una creencia muy extendida no sólo entre el vulgo sino en todas las clases
sociales, la de que las bebidas alcohólicas producen o aumentan el calor en el
cuerpo humano.
La
ilusión de que el alcohol quita el frío, ha contribuido indudablemente a que
sea en los países del Norte donde más consumo se hace de él, hasta el extremo
de que puede afirmarse que el uso de los licores va en progresión creciente de
las regiones ecuatoriales a las polares; mientras que en los países de clima
cálido, la cantidad de bebidas consumidas al año, no pasa de medio litro de
alcohol puro por habitante, en los de clima frío su consumo alcanza un promedio
de 5 a 10 litros anuales (3).
Otra
prueba de lo difundida que está tal preocupación, la tenemos en que en todas
partes el consumo es mayor durante el invierno.
En
todas las naciones, la clase trabajadora, engañada por la momentánea sensación
de calor periférico y bienestar pasajero que produce la ingestión de las
bebidas alcohólicas, cree reparar con ellas la falta de vestidos apropiados a
las condiciones del clima (3).
Mentiroso
en todo, el alcohol al tomarlo produce la ilusión de que calienta cuando no es
la sensación de calor lo que se siente en la garganta y en el estómago, sino el
efecto de su causticidad, mayor o menor según su grado de concentración.
Que
es quemazón y no calor lo que se experimenta al tomar bebidas alcohólicas,
análoga a la quemadura producida por la ingestión de un ácido o un condimento
fuerte, lo prueba el sentirla inmediatamente de ingerida.
FOTO
5 Fotos de hace 50 años. Revista Vida Vasca, número 9, página 81. Año 1932
Los
alimentos ricos en carbón, se queman y engendran calórico, no en el estómago
que es una especie de almacén, sino más tarde, cuando la sangre los lleva a las
diferentes partes del cuerpo.
Es
como si un maquinista de un tren, creyera que la presión del vapor de la
locomotora aumentaría sólo almacenando carbón en el tendér.
Todo
el que haya tomado alguna vez una copa de aguardiente habrá sentido
inmediatamente la imperiosa necesidad de beber agua fresca, para neutralizar la
sensación cáustica que produce su ingestión.
Si
el vino calentara, los borrachos que son conducidos a las prevenciones
sentirían el frío menos que los no bebedores, pero sin embargo los hechos
demuestran lo contrario.
FOTO
6 En la sidrería por Martín Martón. Revista Vida Vasca, número 13, página 105.
Año 1936
No
es raro que en las noches crudas del invierno, encuentran su fin en las calles,
sujetos embriagados; ¿cómo no los preservó de la acción del frío, el calor
producido por las bebidas? Precisamente porque ellas han sido la causa del
enfriamiento que les ha anticipado la muerte (3).
Aplicado
el termómetro a un individuo que se bebió un litro de aguardiente, acusó un
descenso de siete grados, una vez pasados los primeros efectos de calor
superficial.
Los monjes de San
Bernardo afirman que los viajeros que encuentran enterrados
en la nieve, son los que para resistir el frío, toman aguardiente, como suele
indicarlos la botella vacía al lado del cadáver.
El
Congreso de Alpinismo celebrado en París el año 1900, proscribió el alcohol en
las subidas a las montañas.
Es
no sólo engañoso, sino perjudicial la aparente sensación de calor que el uso de
las bebidas alcohólicas engendra. Cuanto más se abusa de ellas, más se embota
la sensibilidad térmica; llega a enfriarse el cuerpo sin que se noten las bajas
temperaturas y como nada se hace para reaccionar contra sus influencias, éstas
continúan ejerciendo sobre el organismo su mortífera acción, hasta llegar a
producir la muerte (3).
FOTO 7 Diego Velazquez.
Der Triumph des Bacchus 1628 – 29.
Museo del Prado, Madrid
Los fisiólogos explican esa aparente
sensación de calor que se experimenta al ingerir bebidas alchólicas, por la
propiedad que el alcohol tiene de paralizar los nervios que se distribuyen por
los vasos arteriales superficiales, dilatándolos, a cuya dilatación es natural
que siga una mayor afluencia de sangre a la periferia como lo atestigua la
nariz roja y la faz congestionada de los bebedores, ocasionando tal irrigación
súbita de la piel una pasajera sensación de calor (4).
No tiene nada de particular que quien
haya ingerido grandes dosis alcohólicas no sienta el frío, pues siendo el
alcohol uno de los más poderosos agentes de anestesia quirúrgica, comparable en
sus efectos al cloroformo, obra como un verdadero narcótico, insensibilizando
al organismo para la percepción de las sensaciones térmicas.
El conde de Tolstoy, en un artículo titulado “Bebidas-veneno”, decía: “Se ha
probado que el aguardiente no calienta, que el calor que produce no dura, y que
el hombre, después de un momento de exaltación, sufre más el frío, de tal
manera, que un bebedor soporta más difícilmente que otro que no lo sea, un
invierno riguroso. Los campesinos rusos que mueren de frío, no sucumben sino
porque toman aguardiente” (4).
Cuando el desastre de la retirada de
la “Grande
armée” de Napoleón, notóse
que entre los no bebedores se habían experimentado mucho menos los horribles
efectos de aquel invierno tan crudo.
Los japoneses y los esquimales,
habitadores de las comarcas más frías del globo, han desterrado añejos
prejuicios, calentando el interior de su organismo no con el “carbón” del
alcohol, sino con el de las grasas y el aceite.
La mayor parte de los pescadores de
ballena y de bacalao, no llevan a bordo ni una gota de alcohol, porque saben
que si lo probasen no podrían soportar el frío en los mares helados (4).
En varias expediciones organizadas
para descubrir el polo Norte, se pensó contrarrestar el frío de aquellas
regiones con frecuentes y abundantes tragos de alcohol; el resultado fue volver
diezmados los exploradores, sin poder resistir aquellas bajas temperaturas.
Nansen decidió que ni él ni sus compañeros probasen bebida alcohólica alguna, y
a ello atribuye en sus Memorias los extraordinarios éxitos que alcanzó en expediciones
que duraron más de tres años, con temperaturas de 40 grados bajo cero, entre
ventisqueros espantosos, recorriendo en trineos inmensos desiertos helados,
siendo su bebida ordnaria el té, el café o el chocolate.
Los tripulantes del “Estrella Polar”, capitaneados por el
duque de los Abruzzos, llegaron el 24 de abril de 1900 al grado 86,34 con una
temperatura de 35 grados bajo cero; no sólo no llevaban a bordo ninguna bebida
destilada, sino que a los habituados al vino, se les fue acortando la ración
hasta prohibírselo en absoluto (4).
Roberto Peary, el que primero llegó al polo Norte, y los grandes
conquistadores del polo Sur, Gerlache Scott, Sahackletón y Amundsen, todos
ellos realizaron tan arriesgadas empresas por ser abstinentes convencidos de
que el alcohol y el calórico del organismo son adversarios irreconciliables
(4).
Efectos del
abuso del tabaco
Además
de la nicotina, que es el principio activo que en mayor proporción entra en la
composición del humo del tabaco, contiene también otras sustancias tóxicas en
pequeñas cantidades como el óxido de carbono, el ácido carbónico, el cianuro de
amonio y la piridina (5).
La
intoxicación producida por la absorción de estos venenos en cantidad mínima,
pero largo tiempo continuada, si bien suele pasar desapercibida para la mayoría
de los fumadores, encierra, sin embargo, peligros para el porvenir de los que
abusan de ese vicio.
FOTO
8 Fumadores y bebedores. Es una litografía de Juan Antonio López (activo en
Madrid entre 1826 y 1840) que reproduce el lienzo de David Teniers conservado
en el Museo Nacional del Prado
Los
accidentes nicotínicos producen desórdenes en el aparato digestivo y en el
sistema nervioso. Se irritan las mucosas de la boca, de la garganta y de la
laringe; el apetito, que parece facilitarse por el uso moderado del tabaco,
disminuye bajo la influencia de su abuso; a veces suele ser también causa de
trastornos gastrointestinales (5).
Por
parte del sistema nervioso se presentan en estos intoxicados dos síntomas
inconfundibles: un debilitamiento de la memoria muy manifiesto sobre todo en la
falta de retentiva de nombres propios, y palpitaciones en la región cardiaca
que tanto hacen sufrir a los nicotínicos.
Muy
conocida es la tos y “gargajeo” que sienten estos individuos por las mañanas al
despertarse; cuando la intoxicación avanza se presentan náuseas,
desvanecimientos, vértigos y una notable disminución de la agudeza visual (5).
Afortunadamente
esta intoxicación, a diferencia de la producida por el alcohol, es muy poco
persistente, pues basta cesar en el uso del tabaco para que desaparezcan sus
efectos.
En
algunas ocasiones los trastornos del nicotinismo estallan bruscamente en un
fumador cuyas dosis cotidianas son bastante moderadas; este hecho se presenta
en individuos que, habiendo pasado una temporada en el campo, al volver a hacer
su vida ordinaria, fuman en una habitación de reducidas dimensiones el mismo
número de cigarros que fumaban al aire libre, respirando durante muchas horas
una atmósfera cargada con el humo del tabaco consumido durante toda la jornada,
lo cual equivale a fumarse varias veces la misma cantidad. Si estas mismas
personas, a pesar de haber dejado de fumar por consejo de su médico, frecuentan
centros donde se reúnen muchos fumadores, continuarán sintiendo los efectos de
la nicotina simplemente por la aspiración del humo que llena el local a donde
concurren (5).
A
esta misma causa es debido el que se presente el nicotinismo atenuado en
algunas mujeres y niños muy susceptibles a sus efectos.
Por
último, las personas de temperamento nervioso y los reumáticos soportan muy mal
los efectos del tabaco, por lo que deben abstenerse de él en absoluto (5).
Bibliografía
1.-
La Voz de Guipúzcoa, 26 de enero de 1917. Páginas 11 y 12
2.-
La Voz de Guipúzcoa, 09 de febrero de 1917. Páginas 11 y 12
3.-
La Voz de Guipúzcoa, 16 de febrero de 1917. Páginas 11 y 12
4.-
La Voz de Guipúzcoa, 23 de febrero de 1917. Páginas 11 y 12
5.-
La Voz de Guipúzcoa, 9 de marzo de 1917. Páginas 11 y 12
Manuel Solórzano
Sánchez
Graduado
en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de
San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia
de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro
de Enfermería Avanza
Miembro
de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro
de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro
de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro
no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
1 comentario:
Interesante y muy ilustrativo de dos adicciones que por ser socialmnete aceptadas reduce el impacto que tienen-
Publicar un comentario