lunes, 11 de septiembre de 2017

HIGIENE SOCIAL ALCOHOLISMO Y TABAQUISMO 1917



El pequeño alcoholismo
A medida que el abuso de las bebidas alcohólicas va difundiéndose, se conocen mejor los síntomas iniciales del alcoholismo. Dejando aparte los accidentes ocasionados por la ingestión excesiva de estas bebidas, que se traduce en una intoxicación aguda, pero pasajera, que es la embriaguez, se han estudiado una multitud de trastornos motivados por el uso continuo, pero en cantidad moderada, del alcohol en todas sus formas, constituyendo su conjunto el pequeño alcoholismo (1).

FOTO 1 Cuadro de José Arrue, pintor costumbrista. Revista Vida Vasca, número 2, página 139. Año 1925

Puede ser producido por el uso del aguardiente, ron, cognac, kirsch, wissky, ginebra, etc., o por el consumo habitual de las bebidas con esencia como los aperitivos, los amargos y toda clase de licores: en el primer caso se llama etilismo y absintismo en el segundo.

Insidiosamente comienza a manifestarse con trastornos digestivos y nerviosos; el apetito disminuye, la digestión se hace laboriosa y acúsase una sensación de peso y quemadura en la boca del estómago; el insomnio es pertinaz, va acompañado de pesadillas terroríficas y, al despertar, se sienten ganas de arrojar (1).

En un grado más avanzado, la sensibilidad se altera y la fuerza muscular disminuye, molestando mucho por la noche una sensación de hormigueo en las plantas de los pies, puntas de los dedos y contorno de las articulaciones; en los bebedores de ajenjo y licores, las sensaciones son más dolorosas, no pudiendo tolerar a veces ni el menor roce en las extremidades inferiores.

El síntoma más característico y que más preocupa al bebedor es el temblor; aparece por la mañana y es pasajero al principio, pero a medida que la intoxicación avanza, se acentúa más, haciéndose más intenso cuanto más se esfuerza el alcohólico en precisar un movimiento; en una palabra, es un temblor intencional (1).

FOTO 2 Cuadro de José Arrue, pintor costumbrista. Revista Vida Vasca, número 2, página 139. Año 1925

Si son atacados por alguna enfermedad aguda, se presenta el delirio en todos ellos, y se encuentran en visibles condiciones de inferioridad para resistir la larga duración de las enfermedades infecciosas.

La divulgación de la existencia de la existencia de estos trastornos es muy importante, pues el que conociendo el peligro que corre, tiene la fuerza de voluntad suficiente para detenerse en la pendiente del vicio, puede salvarse en este periodo de la intoxicación. Únicamente los dipsómanos, o sea los caracterizados por una inclinación irresistible al alcohol, son incurables, pues una ley fatal de herencia, más fuerte que ellos, los arrastra irremisiblemente, sin que exista freno alguno capaz de detenerlos (1).

Cuidados que debe prestarse a los embriagados
La embriaguez sencilla no exige ninguna intervención: es preciso esperar a que los efectos del vino se disipen por si mismos; solamente se tendrá la precaución de abrigarlos, para prevenir los accidentes pulmonares que la acción combinada del frío y del alcohol provocan a menudo. El uso de los vomitivos no es conveniente en los borrachos inveterados porque la depresión consecutiva a su empleo, podría originarse un colapso o la rotura de alguna arteria o vena importante (2).

FOTO 3 Los Borrachos. Óleo de James Ensor (1860 - 1949). Bélgica

En los borrachos de ocasión, en aquellos cuyo estómago está sobrecargado al mismo tiempo que por libaciones copiosas por una comida abundante, la evacuación del contenido gástrico, abreviará la duración de la embriaguez. Dicha evacuación puede producirse espontáneamente o tomando una infusión caliente o sino tililando la “úvula” o campanilla de la boca (2).

En los casos de embriaguez grave acompañada de colapso y de enfriamiento de las extremidades, procuraremos primeramente hacer que recobren el sentido por medio de afusiones frías y de fricciones estimulantes e inmediatamente les haremos tomar una poción con láudano o algunas gotas de amoniaco y a falta de ello una infusión de café muy concentrada; una vez hecho esto los dejaremos reposar bien abrigados y con unas botellas de agua caliente a los pies (2).

Pasados los primeros efectos del alcohol, persiste durante unos días un empacho que se manifiesta por mal sabor de boca, ganas de arrojar, inapetencia y estreñimiento; es necesario purgarse ligeramente y estar a leche hasta que la normalidad se restablezca.

FOTO 4 Fotos de hace 50 años. Revista Vida Vasca, número 9, página 81. Año 1932

Falsos efectos del alcohol
Es una creencia muy extendida no sólo entre el vulgo sino en todas las clases sociales, la de que las bebidas alcohólicas producen o aumentan el calor en el cuerpo humano.

La ilusión de que el alcohol quita el frío, ha contribuido indudablemente a que sea en los países del Norte donde más consumo se hace de él, hasta el extremo de que puede afirmarse que el uso de los licores va en progresión creciente de las regiones ecuatoriales a las polares; mientras que en los países de clima cálido, la cantidad de bebidas consumidas al año, no pasa de medio litro de alcohol puro por habitante, en los de clima frío su consumo alcanza un promedio de 5 a 10 litros anuales (3).

Otra prueba de lo difundida que está tal preocupación, la tenemos en que en todas partes el consumo es mayor durante el invierno.

En todas las naciones, la clase trabajadora, engañada por la momentánea sensación de calor periférico y bienestar pasajero que produce la ingestión de las bebidas alcohólicas, cree reparar con ellas la falta de vestidos apropiados a las condiciones del clima (3).

Mentiroso en todo, el alcohol al tomarlo produce la ilusión de que calienta cuando no es la sensación de calor lo que se siente en la garganta y en el estómago, sino el efecto de su causticidad, mayor o menor según su grado de concentración.

Que es quemazón y no calor lo que se experimenta al tomar bebidas alcohólicas, análoga a la quemadura producida por la ingestión de un ácido o un condimento fuerte, lo prueba el sentirla inmediatamente de ingerida.

FOTO 5 Fotos de hace 50 años. Revista Vida Vasca, número 9, página 81. Año 1932

Los alimentos ricos en carbón, se queman y engendran calórico, no en el estómago que es una especie de almacén, sino más tarde, cuando la sangre los lleva a las diferentes partes del cuerpo.

Es como si un maquinista de un tren, creyera que la presión del vapor de la locomotora aumentaría sólo almacenando carbón en el tendér.

Todo el que haya tomado alguna vez una copa de aguardiente habrá sentido inmediatamente la imperiosa necesidad de beber agua fresca, para neutralizar la sensación cáustica que produce su ingestión.

Si el vino calentara, los borrachos que son conducidos a las prevenciones sentirían el frío menos que los no bebedores, pero sin embargo los hechos demuestran lo contrario.

FOTO 6 En la sidrería por Martín Martón. Revista Vida Vasca, número 13, página 105. Año 1936

No es raro que en las noches crudas del invierno, encuentran su fin en las calles, sujetos embriagados; ¿cómo no los preservó de la acción del frío, el calor producido por las bebidas? Precisamente porque ellas han sido la causa del enfriamiento que les ha anticipado la muerte (3).

Aplicado el termómetro a un individuo que se bebió un litro de aguardiente, acusó un descenso de siete grados, una vez pasados los primeros efectos de calor superficial.

Los monjes de San Bernardo afirman que los viajeros que encuentran enterrados en la nieve, son los que para resistir el frío, toman aguardiente, como suele indicarlos la botella vacía al lado del cadáver.

El Congreso de Alpinismo celebrado en París el año 1900, proscribió el alcohol en las subidas a las montañas.

Es no sólo engañoso, sino perjudicial la aparente sensación de calor que el uso de las bebidas alcohólicas engendra. Cuanto más se abusa de ellas, más se embota la sensibilidad térmica; llega a enfriarse el cuerpo sin que se noten las bajas temperaturas y como nada se hace para reaccionar contra sus influencias, éstas continúan ejerciendo sobre el organismo su mortífera acción, hasta llegar a producir la muerte (3).

FOTO 7 Diego Velazquez. Der Triumph des Bacchus 1628 – 29. Museo del Prado, Madrid

Los fisiólogos explican esa aparente sensación de calor que se experimenta al ingerir bebidas alchólicas, por la propiedad que el alcohol tiene de paralizar los nervios que se distribuyen por los vasos arteriales superficiales, dilatándolos, a cuya dilatación es natural que siga una mayor afluencia de sangre a la periferia como lo atestigua la nariz roja y la faz congestionada de los bebedores, ocasionando tal irrigación súbita de la piel una pasajera sensación de calor (4).

No tiene nada de particular que quien haya ingerido grandes dosis alcohólicas no sienta el frío, pues siendo el alcohol uno de los más poderosos agentes de anestesia quirúrgica, comparable en sus efectos al cloroformo, obra como un verdadero narcótico, insensibilizando al organismo para la percepción de las sensaciones térmicas.

El conde de Tolstoy, en un artículo titulado “Bebidas-veneno”, decía: “Se ha probado que el aguardiente no calienta, que el calor que produce no dura, y que el hombre, después de un momento de exaltación, sufre más el frío, de tal manera, que un bebedor soporta más difícilmente que otro que no lo sea, un invierno riguroso. Los campesinos rusos que mueren de frío, no sucumben sino porque toman aguardiente” (4).

Cuando el desastre de la retirada de la “Grande armée” de Napoleón, notóse que entre los no bebedores se habían experimentado mucho menos los horribles efectos de aquel invierno tan crudo.

Los japoneses y los esquimales, habitadores de las comarcas más frías del globo, han desterrado añejos prejuicios, calentando el interior de su organismo no con el “carbón” del alcohol, sino con el de las grasas y el aceite.

La mayor parte de los pescadores de ballena y de bacalao, no llevan a bordo ni una gota de alcohol, porque saben que si lo probasen no podrían soportar el frío en los mares helados (4).

En varias expediciones organizadas para descubrir el polo Norte, se pensó contrarrestar el frío de aquellas regiones con frecuentes y abundantes tragos de alcohol; el resultado fue volver diezmados los exploradores, sin poder resistir aquellas bajas temperaturas.

Nansen decidió que ni él ni sus compañeros probasen bebida alcohólica alguna, y a ello atribuye en sus Memorias los extraordinarios éxitos que alcanzó en expediciones que duraron más de tres años, con temperaturas de 40 grados bajo cero, entre ventisqueros espantosos, recorriendo en trineos inmensos desiertos helados, siendo su bebida ordnaria el té, el café o el chocolate.

Los tripulantes del “Estrella Polar”, capitaneados por el duque de los Abruzzos, llegaron el 24 de abril de 1900 al grado 86,34 con una temperatura de 35 grados bajo cero; no sólo no llevaban a bordo ninguna bebida destilada, sino que a los habituados al vino, se les fue acortando la ración hasta prohibírselo en absoluto (4).

Roberto Peary, el que primero llegó al polo Norte, y los grandes conquistadores del polo Sur, Gerlache Scott, Sahackletón y Amundsen, todos ellos realizaron tan arriesgadas empresas por ser abstinentes convencidos de que el alcohol y el calórico del organismo son adversarios irreconciliables (4).

Efectos del abuso del tabaco
Además de la nicotina, que es el principio activo que en mayor proporción entra en la composición del humo del tabaco, contiene también otras sustancias tóxicas en pequeñas cantidades como el óxido de carbono, el ácido carbónico, el cianuro de amonio y la piridina (5).

La intoxicación producida por la absorción de estos venenos en cantidad mínima, pero largo tiempo continuada, si bien suele pasar desapercibida para la mayoría de los fumadores, encierra, sin embargo, peligros para el porvenir de los que abusan de ese vicio.

FOTO 8 Fumadores y bebedores. Es una litografía de Juan Antonio López (activo en Madrid entre 1826 y 1840) que reproduce el lienzo de David Teniers conservado en el Museo Nacional del Prado

Los accidentes nicotínicos producen desórdenes en el aparato digestivo y en el sistema nervioso. Se irritan las mucosas de la boca, de la garganta y de la laringe; el apetito, que parece facilitarse por el uso moderado del tabaco, disminuye bajo la influencia de su abuso; a veces suele ser también causa de trastornos gastrointestinales (5).

Por parte del sistema nervioso se presentan en estos intoxicados dos síntomas inconfundibles: un debilitamiento de la memoria muy manifiesto sobre todo en la falta de retentiva de nombres propios, y palpitaciones en la región cardiaca que tanto hacen sufrir a los nicotínicos.

Muy conocida es la tos y “gargajeo” que sienten estos individuos por las mañanas al despertarse; cuando la intoxicación avanza se presentan náuseas, desvanecimientos, vértigos y una notable disminución de la agudeza visual (5).

Afortunadamente esta intoxicación, a diferencia de la producida por el alcohol, es muy poco persistente, pues basta cesar en el uso del tabaco para que desaparezcan sus efectos.

En algunas ocasiones los trastornos del nicotinismo estallan bruscamente en un fumador cuyas dosis cotidianas son bastante moderadas; este hecho se presenta en individuos que, habiendo pasado una temporada en el campo, al volver a hacer su vida ordinaria, fuman en una habitación de reducidas dimensiones el mismo número de cigarros que fumaban al aire libre, respirando durante muchas horas una atmósfera cargada con el humo del tabaco consumido durante toda la jornada, lo cual equivale a fumarse varias veces la misma cantidad. Si estas mismas personas, a pesar de haber dejado de fumar por consejo de su médico, frecuentan centros donde se reúnen muchos fumadores, continuarán sintiendo los efectos de la nicotina simplemente por la aspiración del humo que llena el local a donde concurren (5).

A esta misma causa es debido el que se presente el nicotinismo atenuado en algunas mujeres y niños muy susceptibles a sus efectos.

Por último, las personas de temperamento nervioso y los reumáticos soportan muy mal los efectos del tabaco, por lo que deben abstenerse de él en absoluto (5).

Bibliografía
1.- La Voz de Guipúzcoa, 26 de enero de 1917. Páginas 11 y 12
2.- La Voz de Guipúzcoa, 09 de febrero de 1917. Páginas 11 y 12
3.- La Voz de Guipúzcoa, 16 de febrero de 1917. Páginas 11 y 12
4.- La Voz de Guipúzcoa, 23 de febrero de 1917. Páginas 11 y 12
5.- La Voz de Guipúzcoa, 9 de marzo de 1917. Páginas 11 y 12

Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante y muy ilustrativo de dos adicciones que por ser socialmnete aceptadas reduce el impacto que tienen-