AUTOR: Profesor Manuel Vitoria Ortiz
Nace en Bilbao en 1944. Realiza
sus primeros estudios y bachillerato en el Colegio “El Salvador” regentado por
los Hermanos Maristas en la Plaza Nueva bilbaína. Inicia sus estudios
universitarios en la Facultad de Medicina de Salamanca en la que obtiene el
título de Licenciado en Medicina y Cirugía en 1970. Diplomado en Filosofía y
Ciencias de la Educación por la Universidad Pontificia de Salamanca en 1970.
FOTO 1 Portada y contraportada
del libro
Como continuación de su actividad
universitaria, presenta en la nueva Facultad de Medicina de Bilbao su tesis
doctoral “Vida y obra del Doctor Enrique Areilza, obteniendo la calificación de
sobresaliente cum laude. Es la
primera tesis doctoral que se defiende en la joven Facultad de Medicina en
1973.
Paralelamente, ha cursado los
estudios de Diplomado en psicología en la Universidad Pontificia de Salamanca
que finalizarán con su segunda tesis doctoral en la Universidad de Deusto titulada
“Motivaciones en futbolistas juveniles de alta competición”, consiguiendo el
título de Doctor en Psicología en 1985. Título de Especialista en Medicina
Deportiva en 1972. Catedrático de Medicina de la Educación Física y el Deporte
(Medicina Deportiva) de la Facultad de Medicina de la Universidad del País
Vasco U.P.V./E.H.U. (1990 - 1996).
Con ocasión de su primera tesis
doctoral conoce a fondo el mundo sanitario, social y económico de los montes de
Triano. Obra que resume en este artículo.
Profesionalmente es Especialista
en Traumatología y Ortopedia y Especialista en Medicina Física y Rehabilitación.
Es Jefe del Servicio de Traumatología del Hospital de Basurto. Director del
Centro de Estudios Olímpicos de la Universidad del País Vasco U.P.V./E.H.U.
FOTO 2 Manuel Vitoria Ortiz. Cursos de Verano de la Universidad de Cantabria en Laredo
Premios y condecoraciones: Insignia Olímpica del Comité Olímpico
Español (27 de noviembre de 2012). Premio Gregorio Marañón 2014. Al mejor
científico por su trayectoria profesional y dedicación toda su vida a la
Medicina Deportiva y por sus trabajos sobre la Alimentación del Deportista.
Otorgado por la Real Academia de Gastronomía (octubre de 2014). Real Orden del
Mérito Deportivo del Consejo Superior de Deportes (Madrid, 14 de octubre de
2015. Expediente 2047). Encomienda con Placa de la Orden Civil de Alfonso X El
Sabio concedida por S.M. El Rey de España (19 de diciembre de 2015).
Correo electrónico: mvitoriasport@yahoo.es
RESUMEN DEL LIBRO “LOS HOSPITALES MINEROS DE
TRIANO”
Fue publicado por la editorial La
Gran Enciclopedia Vasca en 1978. Su portada es todo un significado del libro
que se editaba al presentar el Óleo de Ángel
Larroque “Accidentes de trabajo”. Fue prologado por el gran escritor Luis de Castresana.
La Historia de los Hospitales
Mineros de Triano es la historia de una época trascendental en la economía y
sociología de España, al mismo tiempo que un motivo de orgullo para Vizcaya,
por ser estos hospitales los primeros balbuceos de la preocupación empresarial
por asistir al accidentado de trabajo, cuando en el resto de España no se había
prestado todavía el más mínimo interés por evitar la invalidez.
FOTO 3 Salas de heridos y
Vaquería del Hospital Minero de Triano
En estos centros hospitalarios
quedan representados los esfuerzos de los empresarios siderometalúrgicos, los
conflictos sociales, las opresiones políticas y comerciales, los problemas de
la emigración, el nacimiento del socialismo…
Pero también está representada
una etapa de la Historia de la Medicina española en la que brilló con luz
propia la ciencia de unos médicos que, dirigidos por la compleja personalidad
del Dr. Enrique de Areilza, supieron
cumplir con la misión que el destino les confió: curar enfermos, combatir
epidemias y servir de ayuda material y espiritual para el pueblo minero de
Somorrostro, que por sus particulares peculiaridades, fue preocupación
constante de las autoridades gubernamentales desde 1881 hasta 1930.
Pero antes de comenzar con este
estudio, vamos a contemplar desde la ventana de la historia la realidad de la
España de esta época.
Enmarcación histórica de los montes de Triano y Gallarta. De la guerra
a las minas de hierro
Estamos ante la España de la
Restauración y de la Regencia, período que se abre en 1874 y se cierra en 1902,
al declararse la mayoría de edad de Alfonso XIII. Arde aún la guerra civil en
Navarra, Guipúzcoa, Vizcaya y Álava; y hay ecos de duros combates en las
montañas del Maestrazgo y en el Pirineo catalán. El carlismo lanza a la pelea
sus últimos batallones que son, probablemente, los más adiestrados con que
jamás contó don Carlos de Borbón. En tierras de Abárzuza (Navarra), alcanzan
una victoria que pudiera haber sido decisiva si hubiese existido allí un jefe
carlista deseoso de explotar aquél éxito; y en Lácar (también Navarra), estuvo
Alfonso XII a punto de caer prisionero de sus enemigos. Perdidas estas dos
ocasiones, la guerra comenzó a declinar muy rápidamente para extinguirse el día
28 de febrero de 1876, cuando don Carlos salió de España por el puente de
Arnegui diciendo: “¡Volveré!”. No volvería, ciertamente; pero el espíritu que
él encarnaba quedó guardado como en un sancta sanctórum, en el pecho de sus
partidarios, y éstos lo transmitieron de generación en generación.
FOTO 4 Sala de curas de urgencia
y de operaciones de infecciosos y Sala de operaciones y de curas con máquina
para hacer vendas del Hospital Minero de Triano
Actividad hospitalaria
El número de enfermos y heridos
crecía en progresión vertiginosa. Había días y épocas del año en que el
Hospital parecía ambulancia quirúrgica militar en línea de combate (como decía
el mismo don Enrique). Los traumatismos eran de todo tipo, destacando entre
ellos las fracturas de pelvis, producidas entre los trabajadores que servían de
galgueros entre los vagones que arrastran bueyes y mulas. Otro tipo de lesiones
frecuentes eran los traumatismos de cráneo causados por las piedras que vuelan
al saltar los barrenos. En ambas especialidades se revela pronto la consumada
pericia del joven director, cuyo nombre resuena en toda la zona minera con
general admiración y cuya fama va invadiendo poco a poco Bilbao.
Los heridos son tratados en
primera urgencia en los rudimentarios y defectuosamente atendidos cuartos de
socorro de las minas y, cuando la gravedad era un hecho manifiesto y muchas
veces lo era, son trasladados al Hospital, a hombros de sus compañeros. Para
poder turnarse, acompañaban al herido ocho mineros, invirtiendo a veces en el
camino hasta dos horas y media. El ritmo de la batalla del trabajo no disminuye
sino que aumenta. Hasta seis millones y medio de toneladas se arrancan del
monte de Triano en 1899. Los heridos son millares y las amputaciones están a la
orden del día. Las minas que más bajas producen son la “Eloísa” y La “Uragalla”
y la “Magdalena”.
No solo son problemas de
fracturas y trepanaciones los que se presentan cotidianamente. Había veces en
que la técnica de los injertos de piel, todavía incipiente, hubo de ser
utilizada en gran escala para cerrar las desgarraduras que los accidentes
producían.
FOTO 5 Sala de curas. Vendaje
después de una sutura metálica de tibia. Sala de autopsias del Hospital Minero
de Triano
Aunque las bases aprobadas y el
reglamento de la Asociación sólo se ocupaban de la asistencia en los Hospitales
y de la consulta pública para todo el personal minero, la Comisión
interpretando en el sentido más lato y generoso la misión que se le había
encomendado, acordó hacer extensiva la asistencia facultativa y suministro
gratuito de medicamentos al domicilio de los obreros. Con este objeto celebró
conciertos diferentes farmacéuticos de las respectivas localidades y
subvencionó médicos en ellas que prestaron sus servicios en los siguientes
puntos:
Un médico para los barrios de
Gallarta, la Barga y además del norte de Triano hasta el Campillo. Otro desde
el Campillo hasta Balastrera y Pucheta. Otro en Matamoros. Otro en Somorrostro
y Poveña. Otro en Galdames. Otro en Sestao y Portugalete. Otro en desierto,
Luchana y Retuerto. Otro en Ortuella y San Salvador. Eran en total 8 médicos,
además del Médico-Director, cuyas retribuciones, sin contar las del último.
Ascendían anualmente a 12.500 pesetas.
Los riesgos personales del
minero, como consecuencia del aumento del ritmo del trabajo, son cada día
mayores y el número de heridos aumenta. Los traslados a hombros de sus
compañeros desde largas distancias y a veces guiados por la luz de un
rudimentario farol, son demoledores, con el agravante de tener que subir las
120 escaleras que separan el camino hasta la puerta del Hospital.
La necesidad asistencial hace que
las reformas sean imprescindibles y urgentes. Los incipientes pabellones de
madera en puntos alejados del Hospital son sustituidos por modernos edificios a
los que Areilza se esfuerza en
dotarlos de los medios más actuales y prácticos para realizar una medicina
asistencial auténtica. Sus constantes viajes por Europa enriquecen estos
centros sanitarios con aparatos difíciles de encontrar en Vizcaya.
FOTO 6 Amputación de una pierna
en el Hospital Minero de Triano. Dr. Areilza a la izquierda
El número de camas ascendió de
las cincuenta iniciales hasta doscientas. Los consultorios se desparraman por
toda la zona minera y obligan a los colaboradores de don Enrique a un trabajo
ímprobo y abnegado en un clima que paulatinamente se va enrareciendo con las
nacientes ideas políticas. Las visitas nocturnas a determinados puntos,
constituían un serio peligro para los médicos ayudantes, que en repetidas
ocasiones se vieron atacados por desaprensivos; en cierta ocasión uno de los
colaboradores, don Anselmo Cenarruza,
perdió la vida por cruel venganza.
Los veinte años que vive en
Triano don Enrique, hasta 1900, serán decisivos no solo en su formación
científica, sino también en la forja de su templo moral e intelectual.
Se hospedaba en la fonda de Ángela Arrien y en ella dedicaba horas
y más horas al estudio serio y profundo de todas las publicaciones médicas que
le llegaban y que eran muchas, como hemos podido comprobar al asomarnos a su
biblioteca. Muy metódico, de severidad extrema y de estricta rectitud controla
desde el Hospital central todos los enfermos que le envían del resto de los
hospitales de la zona minera. Algunas veces por dar un paseo por el monte, su
afición favorita, otras porque la necesidad así lo requería, salía de su
hospital y visitaba la Arboleda donde atendían a los enfermos don Eugenio Vergara y don Jorge Sotero Ita.
La reeducación de los heridos,
mutilados e inválidos y especialmente de los lesionados de cerebro, con sus
desarreglos funcionales en el aparato locomotor o en las facultades de
expresión, fue objeto de su especial preocupación. Don Enrique inició sus
tratamientos de sugestión hipnótica con resultados espectaculares en muchos
casos y también con la inevitable leyenda popular que le atribuían fantásticas
o macabras experiencias, a pesar de la discreta reserva en que siempre se
mantuvo en la materia.
FOTO 7 Trepanación. Dr. Areilza a
la izquierda
La dedicación profesional intensa
y absoluta a los enfermos y operados ocupaba prácticamente toda la jornada del
Director, que se retiraba bastante entrada la noche a la fonda donde, después
de cenar, se encerraba en su habitación para estudiar una y otra vez las
intervenciones quirúrgicas del día siguiente. La fama del buen cirujano hacía
que compañeros médicos de Baracaldo y Santurce subieran al Hospital de Triano a
ayudarle con cierto temor por las brusquedades e interrogatorios clínicos a los
que les sometía don Enrique.
Con la creación de los Hospitales Mineros de Triano y su
puesta en marcha por Areilza, se
consiguió la desaparición de la epidemia de viruela y tifus, pero el joven
director quiso extirpar el mal de raíz y, dándose cuenta de que para combatir
la enfermedad no bastaban las medidas de curación que la Asociación había
propuesto, redactó una memoria en la que pintaba la dolorosa realidad,
denunciando el lamentable estado de toda la comarca minera, reclamando urgentes
reformas higiénicas a fin de prevenir posibles epidemias.
Esta memoria fue elevada a la
autoridad competente, pero las necesarias reformas no se realizaron y el pueblo
minero continuaba viviendo en húmedos barracones, con familias hacinadas, sin
ningún tipo de desagüe y trabajando de sol a sol.
La historia de los Hospitales
de Triano toca a su fin con el descenso de producción del mineral, por una
parte y la creación del nuevo Hospital de Basurto por otra.
En 1926, año en que muere Areilza, todavía funcionaban los
hospitales, presidiendo como Director Don Vicente
Fidalgo, antiguo colaborador de Don Enrique.
En 1930 las instalaciones dejan de prestar servicios
médicos. Actualmente los edificios poco modificados, están destinados a
preventorio y viviendas para obreros.
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Servicio
de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI-
Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad
Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza /
Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana
de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de
Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la
Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN,
A.C.
Miembro no numerario de la Real
Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
2 comentarios:
Estupenda publicación sobre un tema tan interesante.
Saludos.
Manténgase conectado de forma no parada gracia nuestros paquetes ofrecen créditos entre
individuos disponible día y noche tiene una tasa de interés del 2%
A partir de 191 euros de correo electrónico solo. contacto: duroumarcel@gmail.com
Publicar un comentario