Sanidad y la II
República Española (1931-1936)
AUTORES:
Profesor Dr. Francisco Javier Castro Molina. Natalia Rodríguez
Novo y Felisa Vanesa Martín Casañas. Enfermeros de Tenerife.
FOTO 1 Título del trabajo
INTRODUCCIÓN
Uno de los momentos claves para la Sanidad Española, fue el que se
desarrolló durante el gobierno de la Segunda República, cuya gestión estuvo
definida por un marcado intento de modernización de España.
Tras la abdicación del Rey Alfonso XIII se procedió a la proclamación del
gobierno republicano, breve periodo que se vio truncado por el alzamiento
militar liderado por Francisco Franco y que concluyó con el fatal desenlace de
la Guerra Civil Española.
Caracterizado este momento político por un desarrollo poco uniforme; es
durante el gobierno del Frente Popular, cuando se busca concluir las reformas
que el régimen de Miguel Primo de Rivera, habían puesto en funcionamiento (1).
Centrada básicamente en la
creación de infraestructuras sanitarias acordes a los tiempos y en una
organización sin precedentes de los recursos, su política se pivotó en torno a
una activa voluntad preventiva, en el que la
figura de la Enfermera se consolidó como “profesional de los cuidados y de
la prevención” dentro de un equipo que comenzaba a mutar hacia el modelo
multidisciplinar.
FOTO 2 Ley de Bases de Régimen
Sanitario de 1934
Estos avances en el campo
sanitario y social fueron adaptados al “ideario del Franquismo”,
reinterpretándolos y adjudicándoselos como propios, y siempre con un control
férreo desde los órganos centrales de gobierno (2). Como un remedo de lo que
acaecía en el resto del territorio nacional, en Canarias se apostó por una
renovación de la red asistencial existente, en la que jugó un papel destacado
la "desacralización" del espacio sanitario, apoyada en el
cientificismo imperante tras la Revolución Industrial.
Dejando atrás los nosocomios
fundamentados en la filosofía escolástica y los preceptos galénicos, se abrió
el camino hacia el hospital como "Máquina de Sanación", donde se
efectuó un giro copernicano tanto en su continente como en su contenido. En
este, en su contenido, es donde surge una primacía, la Directora de Enfermeras, figura desconocida hasta la fecha que no
distó en atribuciones, estatus y gobernanza a las que en la actualidad acampan
en los diferentes hospitales que están diseminados por la red asistencial
española (3).
Palabras clave: Historia;
Enfermería; Directora de Enfermeras; Gestión; Canarias; II República Española.
METODOLOGÍA.
El proceso de investigación del
presente estudio constó de tres fases: primeramente se realizó un “examen
exhaustivo” de la documentación custodiados en el Archivo del Excelentísimo
Cabildo Insular de Santa Cruz de Tenerife, Sección de Beneficencia (expedientes
de las cajas 6544, 6545, 6546, 7088). Posteriormente se procedió a una revisión
bibliográfica de las publicaciones existentes en lengua española desde tres
ópticas diferentes claramente definidas: la socio-histórica, la sanitaria y la
antropológica (tesis doctorales y libros publicados presentes en la
bibliografía). Y finalmente, se realizó una búsqueda en los diferentes recursos
electrónico y bases de datos (CUIDEN, SCIELO y PubMed) atendiendo a las
palabras Historia, Ciencias de la Salud, Enfermería, Directora de Enfermeras,
gestión sanitaria y II República Española.
FOTO 3 Metodología
RESULTADOS
El primer tercio del siglo XX en
España constituyó una de los tramos históricos en los que “el intento de
cambio” fue una constante. Desarrollado entre las dos dictaduras que estuvieron
presentes en este siglo, la dirigida por Miguel Primo de Rivera (1923-1930) y
la personificada por Francisco Franco (1939-1975), el momento de la II
República Española constituyó un experimento político que nos colocó,
constitucionalmente, por delante de numerosas naciones democráticas europeas.
La finalidad de la propuesta republicana tenía como única meta la modernización
de un país anclado en un modelo sociopolítico medieval.
Tras la abdicación de Alfonso
XIII y la proclamación del “representativo y popular gobierno rojo” su acción
intensa se centró en buscar la homogeneidad de la población española mediantes
políticas que igualaran los derechos. Durante el “Bienio Reformista”,
comprendido entre 1931 y 1933, las acciones renovadoras fueron tibias y poco
uniformes, constituyendo una continuación de las iniciadas por Miguel Primo de
Rivera. Inicialmente tres fueron los pilares en los que se basaron: búsqueda de
una descentralización del Estado, gestionado por gobiernos autonómicos; la
reforma agraria, con las expropiaciones forzosas y la instalación de
comunidades campesinas; y por último, la reforma religiosa, que comprendía la
laicidad del Estado (separación Iglesia-Estado), el sustento propio de ésta y
la instauración del matrimonio civil y el divorcio. A ellas se les unieron
cambios en otras áreas como la política, la educativa y la sanitaria (4).
FOTO 4 Resultados 1
La primera centró su interés en
la instauración del voto femenino, mientras que la segunda, la reforma
educativa, trajo como novedoso una educación obligatoria, pública y gratuita,
ajena al mundo eclesiástico. La última, buscó reorganizar las infraestructuras
sanitarias existentes, así como la creación de nuevos recursos sanitarias con
una activa “voluntad preventiva”. Fundamentado en los principios de los
modernos sistemas sanitarios (universalidad, solidaridad y equidad), el Estado
dispuso los recursos económicos necesarios en los Presupuestos Generales,
aumentándolos de manera progresiva: de 6.619.300 pesetas en el año 1920 se pasó
a 9.990.082 pesetas en 1931, 15.582.807 pesetas en 1932 y llegando a doblar la
cantidad al año siguiente con una partida de 31.432.690 pesetas (4, 5).
Tanto las infraestructuras
sanitarias como los recursos humanos no eran los adecuados. Los primeros habías
quedado obsoletos y eran inapropiados para su finalidad; los segundos,
precisaban de una reorientación en la que se definieran sus funciones y en la
que se diera el protagonismo merecido tanto a la docencia como a la
investigación, campos que habían quedado en un segundo plano (se da un marcado
énfasis a la formación de los profesionales sanitarios basados en un
cientificismo imperante en toda Europa, corriente que costó considerablemente
instalar en nuestro país).
La Dirección General de Sanidad
creó nuevas secciones técnicas con el ánimo de poner en funcionamiento su
proyecto: la Secretaria General Técnica, la Sección de Ingeniería y
Arquitectura Sanitaria, la Sección de Higiene Social y Propaganda, la Sección
de Higiene de la Alimentación, la Comisión Permanente de Investigaciones
Sanitarias, la Sección de Higiene Infantil, el Departamento de Mortalidad
materna, Morti-natalidad e Higiene Prenatal y Preescolar y, finalmente, la
Sección de Psiquiatría e Higiene Mental (1, 4).
FOTO 5 Resultados 2
En 1934, con la Ley de Bases de Régimen Sanitario y la
posterior Orden Ministerial de 13 de
febrero de 1936 relacionados con la creación de un sistema sanitario, se
enfatizó la intervención estatal en la organización
de los servicios sanitarios locales, además de la reestructuración de
los “desconocidos” centros primarios y secundarios de Higiene Rural. Ambos
textos normativos buscaban la constitución de una red asistencial sanitaria, en
la que se primara la prevención, la educación para la salud, la curación, la
rehabilitación y la reinserción del individuo. Para lograr su objetivo, se
dispusieron dispositivos sanitarios como los Centros Primarios y Secundarios de
Higiene Rural (reorganizados y con una nueva interpretación), los Servicios de
Higiene Infantil dependientes de los Institutos Provinciales de Higiene, los
dispensarios móviles de Higiene Infantil, los dispensarios y sanatorios para la
lucha antituberculosa-antivenérea, la Escuela Nacional de Sanidad, así como la
creación de una Escuela Nacional de Enfermeras Visitadoras (6, 7).
Este último, el proceso de
formación de las enfermeras y de los practicantes, desde un primer momento se
vio mediatizado por todos aquellos cambios que progresivamente se fueron
incorporando (8, 9). La intención en éste área se pivotaba a partir de la
profesionalización e institucionalización de este colectivo. La cualificación
de la Enfermera no fue un proceso fácil. Técnicamente, se había logrado una
ampliación del saber y de lo concerniente a su campo profesional de actuación.
Hasta la fecha, la piedra angular profesional había girado en torno a unos
“cuidados instintivos y de carácter natural”, donde género y religión, en este
caso la Católica, catalizaban cualquier actividad asistencial.
FOTO 6 Resultados 3
Existió en todo momento una
preocupación considerable por el cuerpo del conocimiento y la formación de las
Enfermeras. Fruto de ello fueron los numerosos textos editados, que no solo
aportaban el “saber preciso”, sino que establecían y remarcaban las funciones
de éstas. Aglutinaban materias como la Anatomía, la Fisiología y la Patología,
además de abordar temas como la Higiene, las Técnicas Médicas, la Química, la
Farmacología, la Dietética, la Fisioterapia y la Puericultura. Junto a ellas,
las exigencias ético-morales que en ese preciso momento constituían un
requisito para ser una “buena enfermera”, entre las que se encontraban la
bondad, la afectividad, la fortaleza, la paciencia, la puntualidad, la
evidencia, el sacrificio y sobre todo, el secreto profesional (6, 8).
Esta nueva forma de ver la
profesión enfermera progresivamente fue dando sus frutos. La mutación del
proceso formativo unido a la consolidación de la figura de las cuidadoras
favoreció el avance hacia lugares nunca imaginados. Canarias no fue ajena a
esta situación.
En 1936, el consejero y médico
del Excelentísimo Cabildo Insular de Tenerife, D. Manuel Bethencourt del Río, propuso un nuevo reglamento para el Hospital
de Nuestra Señora de los Desamparados, posteriormente denominado Hospital
Civil, con la pretensión de reorganizar los departamentos y la
estructura orgánica interna, así como las funciones de cada una de las figuras
de los profesionales que desempeñaban su labor en él.
FOTO 7 El Cuerpo de enfermeras
estará formado
Primeramente, se estableció la
creación de 6 plazas de practicantes numerarios y 2 supernumerarios, que debían
distribuirse en el nosocomio equitativamente: 2 en Cirugía general (uno en cada
servicio); 1 para Medicina Interna, Gastroenterología, Nutrición y
Endocrinología; 1 para Tuberculosis, Enfermedades Infecciosas, Desinfección y
Desinsectación; 1 en Ginecología, Urología y Dermatosifiliografía; y por
último, 1 en Otorrino, Oftalmología, Odontoestomatología, Pediatría y Radioelectrología.
La oposición era la única puerta
de entrada a esta categoría, cuyo proceso contaba de un tribunal formado por el
Director del Hospital, 3 Jefes de Servicio numerarios y 1 Practicante numerario
que actuaba de Secretario. La prueba estaba formada por 2 ejercicios, el
primero práctico eliminatorio, y el segundo teórico. Éste último, exigía la
resolución de 3 de los 50 temas consignados en tan solo media hora (10, 11).
El citado reglamento, establecía
además, las funciones del Practicante, articuladas en todo momento en el
auxilio del médico y del cumplimento de sus prescripciones. A ellas se les unía
el encargo del control y gestión de la Farmacia, la ejecución de intervenciones
quirúrgicas de menor calado, las necroscopias y la gestión de las altas
hospitalarias. De igual manera, cualquier candidata a ocupar una plaza de
Enfermera debía pasar un proceso selectivo. El requisito principal para acceder
a la prueba evaluatoria era poseer la titulación con validez oficial. Una vez
superada el ejercicio, la seleccionada podía optar por una actividad laboral
con carácter interno o externo (10).
La nueva organización del
Hospital insular modificaba el organigrama previo. El cuerpo de las Enfermeras
estaba conformado por 1 Directora de
Enfermeras, 1 Enfermera Jefe para cada servicio del Hospital y tantas
Enfermeras como se precisara para atender a los enfermos ingresados.
FOTO 8 La Directora de Enfermeras
Para ser Directora de Enfermeras,
la candidata debía ser titulada con preparación superior a la de las Enfermeras
Jefes de Servicio. Ésta, la Directora, pertenecía a los miembros de la Junta
Rectora, situación inédita hasta la fecha,
y además se encargaba de velar por el cumplimiento del reglamento interno de
Hospital en lo referente a su área de gestión y al cuidado de los enfermos.
Incluso, coordinada tanto con el Director como con la Junta Rectora, era la
responsable de confeccionar el horario y la distribución de las Enfermeras
(cuadrantes), y de ser el referente de los médicos para la resolución de
conflictos (10, 11).
Jerárquicamente, las diferentes
Enfermeras Jefe existentes en las dependencias hospitalarias estaban bajo el
mando de la Directora de Enfermeras. Tenían el encargo de la gestión tanto de
las salas como de las Enfermeras, las alumnas de Enfermeras que recibían su
formación y las Enfermeras Subalternas. Estas últimas, las Enfermeras
Subalternas, estaban responsabilizadas de la limpieza de la cocina, del orden y
organización de la ropería, de la actividad propia de los lavaderos y la limpieza
general del Hospital (10).
CONCLUSIONES
Desconocer el pasado, lo que ya
sucedió, obliga a que se repitan situaciones semejantes. Pero conocer la
Historia, y en este caso, la de nuestra profesión, nos ayuda a tener argumentos
para construir y consolidar nuestro futuro. La Enfermería, a diferencias de
otras muchas profesiones, posee un camino breve en lo referente a su actividad
laboral, lo que hace que carezca del reconocimiento social que se merece. Esto
da pie a que los historiadores de la Enfermería prosigamos realizando
descubrimientos en torno a ésta, que consolidan el cuerpo de la disciplina y
permiten hacernos conscientes del camino ya hecho.
FOTO 9 Conclusiones
Algunos autores han establecido
dentro de nuestra historia dos “momentos” que han marcado un considerable
avance de la Enfermería en España, la creación de las Consultas de Enfermería,
que facilitaron la relación enfermera-usuario estableciendo una autonomía
superior a la que estuvo presente durante la II República Española, y la creación
de la figura de la Dirección de Enfermería, con iguales competencias que la
Dirección Médica o la de Gestión, favoreciendo así el “autogobierno”.
Esto último momento, siempre ha
sido ubicada cronológicamente en la década de finales de los ochenta del siglo
XX (12), pero es tras el hallazgo realizado en la isla de Tenerife, expuesto en
el presente trabajo de investigación, el que deja claro que la historia actual
difiere considerablemente de la “real”. El reglamento estudiado establece el
primer momento en el que se crea la figura de la Directora de Enfermeras, coincidente con el “ocaso republicano”,
facultándola y atribuyéndola con semejantes “poderes” que los adquiridos tras
la Constitución de 1978, igualando su estatus al de las otras direcciones que
tradicionalmente se han considerado capacitadas para su autogestión.
FOTO 10 Francisco Javier Castro Molina y Manuel Solórzano Sánchez. Granada
2016
BIBLIOGRAFÍA
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asistencia y cuidados. Manicomio Provincial de Tenerife. Santa Cruz de
Tenerife: Colegio
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(5) Castro Molina, FJ.
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[Consultado el 5 de
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análisis educativo de la formación enfermera en España durante la Segunda
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Temperamentvm 2012, 16.
Disponible en
[Consultado el 5 de junio de 2016]
(7) Alberdi Castell, RM. (2016)
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(9) Castro Molina, FJ.; Rodríguez Gómez, JA. (2012).
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(10) Archivo del cabildo Insular
de Tenerife (ACIT). Sección de Beneficencia, caja 6544, 6545, 6546, 7088.
(11) Rodríguez Gómez, JA; Ochoa
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(12) Hernández Martín, F. (1996).
Historia de la Enfermería en España: desde la Antigüedad hasta nuestros días.
Madrid: Síntesis, pp. 309-323.
Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado en Enfermería. Servicio
de Traumatología. Hospital
Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza-
Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad
Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
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