La
guerra con España proporcionó a las Enfermeras norteamericanas su primera
experiencia con la enfermería militar. Por desgracia, la Guerra
Hispano-Americana también sirvió para ilustrar gráficamente las deficiencias de
los Estados Unidos, como la falta de un servicio de enfermería de la Cruz Roja,
la necesidad de un cuerpo de enfermería del ejército y la carencia de reservas
para estados de emergencia.
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1 W. A. Rogers, Un Mensaje de Casa. Escena de un hospital durante la Guerra
Hispano-Americana. The Bettmann Archive, Nueva York
En
1898 el Departamento Médico del Ejército de los Estados Unidos estaba compuesto
por unos 983 miembros, pero su prestigio era nulo. Sin duda, esta cifra era
inadecuada para cuidar a los 28.000 miembros del ejército regular. Las bajas
norteamericanas en las batallas de esta guerra fueron escasas, pero los
campamentos, levantados apresuradamente y sin condiciones, fueron devastados
por la fiebre tifoidea, la malaria, la disentería y las intoxicaciones
alimentarias (1).
Las
enfermedades epidémicas causaron diez veces más muertes que las balas. Se
necesitaban enfermeras desesperadamente. La Nurses´Associated Alumnae of the
United States and Canada (rebautizadas como American Nurses´Association en 1911) ofreció su ayuda, pero el
ejército la rechazó. La principal objeción a este organismo fue que tenía una
existencia relativamente corta y que no estaba reconocido como portavoz de las
Enfermeras. Por otra parte, la oferta había llegado un día tarde. Las Hijas de la Revolución Americana ya se
habían ofrecido voluntarias, y Anita
Newcomb McGee (1864 – 1940), su vicepresidenta y médico sin ninguna
experiencia administrativa previa, fue puesta al mando del Servicio de Enfermería del Ejército. A la Dra. McGee se le otorgó
el cargo de cirujano ayudante en activo del ejército de los Estados Unidos.
Los
heridos y las bajas causados directamente por la fuerza de las armas fueron
irrelevantes; sin embargo, los norteamericanos sí que tuvieron muchas bajas por
las epidemias: disentería, malaria, tifus y toxi-infecciones alimentarias (2).
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2 Las Hijas de la Revolución Americanas, 22 de febrero de 1892
El
Congreso autorizó la contratación de mujeres Enfermeras con un sueldo de 30 dólares mensuales más alojamiento y
manutención. Sin embargo, el contrato no les aseguraba el cuidado personal si
caían enfermas. La Dra. McGee prefirió a “Enfermeras
graduadas” con los avales de sus Escuelas y sugirió que todas las
aspirantes fueran examinadas y alistadas a través de las Hijas de la Revolución
Americana (The Daughters of the American Revolution) (1 y 2).
Se
contrató a unas 8.000 enfermeras voluntarias, que en esencia constituyeron el
fundamento del actual Cuerpo de Enfermería del Ejército.
Sirvieron casi 1.600 enfermeras graduadas; las órdenes católicas también
estuvieron representadas en gran número, especialmente las Hijas de la Caridad o Hermanas Grises. Después de aprobar el examen
y realizar un breve cursillo les enviaron a los hospitales (2). Las primeras
enfermeras, seleccionadas en mayo de 1898, fueron destinadas a hospitales
militares en los Estados Unidos, Puerto Rico, Cuba, Hawái y las islas
Filipinas. Además, sirvieron en el buque hospital UUS Relief. Este
barco llevaba provisiones de medicamentos, vendajes y equipo para abastecer un
hospital de 750 camas durante 6 meses. Seis mujeres enfermeras estaban a bordo
cuando partió del puerto de Tampa (1).
Los
hospitales del ejército habían sido atendidos por hombres del mismo cuerpo que
carecían de formación y experiencia. Eran reclutas, generalmente la escoria de
las unidades, sin la mínima disposición para el cuidado de los enfermos y
acostumbrados a prácticas antihigiénicas, como utilizar el mismo cubo para los
alimentos y los excrementos, lo cual contribuía a propagar la enfermedad por
los campamentos. En consecuencia, cuando llegaron las enfermeras se encontraron
ante una situación catastrófica. A menudo trabajaban día y noche con
provisiones y cobijo inadecuados. Con el tiempo se ganaron el respeto y el
reconocimiento, no sólo de los soldados sino también de los cirujanos, que al
principio habían mostrado prejuicios contra ellas. Durante esta guerra
fallecieron trece enfermeras mientras prestaban su servicio.
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3 Enfermeras a bordo del buque Hospital “Relief” cerca de Cuba. La Cruz Roja
durante la Guerra Hispano-Americana, 1898. National Library of Medicine,
Bethesda, Maryland
Durante
la Guerra Hispano-Americana el
ejército estuvo expuesto continuamente a las fiebres tifoideas y a la fiebre
amarilla. Por ello, comenzaron a realizarse investigaciones para averiguar la
causa y la forma de propagación de las fiebres tifoideas. Un comité encabezado
por el comandante Walter Reed
determinó que las moscas y las prácticas antihigiénicas eran las fuentes obvias
de la enfermedad. La fiebre amarilla también fue muy virulenta y causó un gran
número de fallecimientos. Un equipo de médicos, formado por el Dr. James Carroll, el Dr. Aristides Agramonte, el Dr. Jesse W. Lazear y el comandante Reed,
fueron enviados a Cuba por el Gobierno de los Estados Unidos para encontrar la
forma de controlar el problema.
El
comandante Walter Reed y el Dr. Agramonte consultaron con el Dr. Carlos Finlay, un médico de La Habana,
sobre su teoría (de 19 años) de que la fiebre amarilla era causada por un
mosquito autóctono común. A continuación procedieron a realizar experimentos,
en los que personas voluntarias eran picadas por mosquitos bajo unas
condiciones controladas a fin de poder estudiar las reacciones. Los primeros voluntarios
fueron médicos; algunos sobrevivieron, otros no. Estos experimentos demostraron
que el mosquito Aedes aegypti era el portador de la fiebre amarilla y abrieron
el camino para el control de la enfermedad.
La
última persona que se sometió al experimento de la fiebre amarilla con el
mosquito Aedes aegypti, fue una
enfermera voluntaria Clara Louise Mass,
que murió a causa de la enfermedad (1 y 2).
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4 Sobres de primer día en honor a la enfermera Clara Louise Maass, que fueron
patrocinados por RN MAGAZINE y el Clara Maass Memorial Hospital para celebrar
el centenario de su nacimiento. Cortesía de Howard B. Hurley
Así
la recordaba el oficial médico encargado del hospital donde se produjo su
fallecimiento:
En
numerosas ocasiones durante la Guerra Hispano-Americana, las enfermeras
mostraron un heroísmo y un sentido del deber iguales a los de cualquier soldado
o marino. La mayoría de las que estaban conmigo en el Hospital de las Ánimas de La
Habana no habían tenido la fiebre amarilla, y sin embargo, atendieron
sin inmutarse a los casos malignos de dicha enfermedad, permaneciendo hasta el
final junto a los que morían, intentando aliviar su sufrimiento y salvar su
vida, con sus vestidos, sus manos e incluso a veces sus rostros cubiertos de
sangre y vómito negro.
Una
de aquellas enfermeras de las Ánimas fue Miss Clara Maass, entregó su joven vida por un alto sentido del deber.
Pensó que sería más útil como enfermera en Cuba después de haber padecido la
fiebre amarilla, y pidió ser picada por mosquitos infectados con el fin de
contraer la enfermedad y así inmunizarse. Yo intenté disuadirla de que diera
ese paso, diciéndole que su vida era demasiado valiosa para exponerla a un
riesgo tan grande… No obstante, ella insistió, y le aplicaron en el brazo los
fatales mosquitos. Tres o cuatro días más tarde se le desencadenó un caso
hemorrágico maligno de fiebre amarilla que le causó la muerte una semana
después. (Citado en Frank, 1953, página 259).
Tras
su fallecimiento se interrumpieron los experimentos, aunque éstos ya habían
avanzado lo suficiente como para que se empezara a controlar la enfermedad.
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5 Los conquistadores de la fiebre amarilla. Dean Cornwell. Cortesía de Wyeth
Laboratories, Filadelfia, Pennsylvania. Los médicos Jesse Lazear, James Carrol,
Carlos Finlay y el comandante Walter Reed investigando la enfermedad producida
por un mosquito en Cuba después de la Guerra Hispano-Americana, 1900
Clara Lousie Maass (1876 – 1901) se graduó
en la Christina Trefz Training School for Nurses del Newark German Hospital
en 1895. Posteriormente este hospital fue rebautizado con el nombre de Clara
Maass Memorial Hospital. Miss Maass fue una de las cinco primeras
estudiantes que se graduaron con el programa de dos años. Permaneció como
miembro del personal y tres años más tarde se convirtió en enfermera jefe. Se
ofreció como enfermera voluntaria para el ejército de los Estados Unidos
durante la Guerra Hispano-Americana y sirvió en Florida, Georgia, Cuba y las
Filipinas. Tras haber completado su período de servicio, Clara Louise se
ofreció voluntaria en respuesta al llamamiento hecho por el comandante William
C. Gorgas para reclutar enfermeras para La Habana, donde se estaban llevando a
cabo experimentos sobre la fiebre amarilla. Cuidó a las víctimas de esta enfermedad
durante la primavera de 1901. El 4 de junio de ese mismo año permitió ser
picada por un mosquito. Sufrió un ataque leve de fiebre amarilla, se recuperó y
volvió a ser picada de nuevo el 14 de agosto. Dudaba de que la febrícula que
había padecido la hubiera inmunizado contra la enfermedad. El segundo ataque
resultó ser fatal, y falleció 10 días más tarde a la edad de 25 años.
Clara
fue la única norteamericana y la única mujer que falleció durante los
experimentos. Tras su muerte se interrumpieron éstos, pero finalmente acabó por
vencerse la enfermedad. El cadáver de Clara fue enviado al cementerio de
Fairmount, en Newark, para ser enterrado con todos los honores militares. Tanto
Cuba (1951) como los Estados Unidos de América (1976) han emitido sellos conmemorativos
en su honor. Este fue el primer sello de los Estados Unidos dedicado a una
enfermera individual. Además, la casa de acuñaciones Franklin realizó una
medalla especial con motivo del centenario de su nacimiento.
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6 En el Good Samaritan Hospital, se formaron muchas enfermeras, 1910
La
experiencia de la guerra demostró sin lugar a dudas la superioridad de la
enfermera preparada sobre la voluntaria sin formación e impulsó la constitución
de un cuerpo permanente de enfermeras. Inmediatamente después de la guerra,
tanto la Nurses´Associated Alumnae,
con el apoyo de ciudadanos influyentes, como la Dra. McGee propusieron
proyectos para la instauración de un cuerpo de enfermería profesional
sancionado legalmente a perpetuidad. Estos proyectos no fueron aceptados.
Finalmente,
en 1900, después de que varios cirujanos hubieran hablado favorablemente en el
Congreso sobre el trabajo realizado por las enfermeras, se presentó el Acta de
Reorganización del Ejército, que institucionalizaba un cuerpo permanente de
enfermeras como parte del Departamento Médico del Ejército; el cuerpo estaría
integrado por enfermeras con una formación completa (graduadas en Escuelas
hospitalarias) bajo el mando de un director competente. Antes de su aprobación
el 2 de febrero de 1901, se añadió al Acta una enmienda según la cual la
supervisora del Cuerpo de Enfermeras debía estar graduada por una Escuela
hospitalaria. El Acta declaraba que el salario de las Enfermeras del ejército
sería de 40 dólares al mes en caso de servicio en los Estados Unidos y de 50
dólares mensuales si éste se prestaba fuera del país.
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7 Soldados americanos haciendo punto en el Walter Reed Hospital, 1918
En
1918 se adoptó el nombre definitivo de Cuerpo
de Enfermeras del Ejército. Su lema ha sido: “Allá donde van las tropas de
los Estados Unidos, allá van las enfermeras del ejército”.
Puesto
que la Dra. McGee no era enfermera, se vio obligada a dimitir cuando se
estableció el Cuerpo de Enfermeras del Ejército. La sucedió en el cargo Dita H. Kinney, enfermera Jefe del
hospital militar de Fort Bayard, Nuevo México. La condición de las enfermeras
del ejército ha seguido una progresión lenta pero continua. Varios
acontecimientos han contribuido a este proceso: en 1920 se acordó un rango
relativo para las enfermeras del ejército; en 1926 tuvieron acceso a los
beneficios del retiro; en 1947 las enfermeras se convirtieron en parte del
ejército regular con los mismos derechos, salario y beneficios que los
oficiales varones.
Una
sucesión de líderes sirvieron en el puesto de superintendente, entre las que
destacan Jane Delano, Isabel McIsaac y Dora Thompson, la primera que sirvió como militar. En 1908 se fundó
el Cuerpo de Enfermeras de la marina de los Estados Unidos de América como una
unidad integral de la Marina (1).
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8 Superintendente enfermera Jane Delano
Clara Lousie Maass
Clara Louise Maass nació el 28 de
Junio de 1876 en East Orange, Nueva Jersey, Estados Unidos. Fue la mayor de 9
hermanos. Sus padres, Hedwig y Robert Maass, eran inmigrantes alemanes luteranos. Ellos debieron
haber llegado junto con otros inmigrantes a mediados del siglo XIX,
probablemente alrededor de 1848. Durante ese período, los alemanes emigrantes
se establecieron principalmente en los estados de Nueva York, New Jersey, Pennsylvania,
Maryland, Ohio, Indiana, Illinois, Texas y Dakota del Norte. Mayormente
granjeros, era natural que, después de su llegada a los Estados Unidos, hayan
escogido la misma ocupación. Robert, quien también llevaba sangre holandesa,
debió haber trabajado al inicio en lo mismo que lo demás emigrantes, pero
después trabajó en una fábrica de sombreros en Orange, pues en el Siglo XIX, en
Newark
y sus suburbios, la fabricación de sombreros era una industria importante.
Los
Maass extrañaban el trabajo de la granja así que, cuando Clara tendría 11 o 12
años, la familia se mudó a una de ellas en Livingston, un municipio del condado
de Essex, en el mismo estado de Nueva Jersey. Desafortunadamente no tuvieron
éxito y, después de dos años, la familia regresó a East Orange y el papá de
Clara trabajó de nuevo en los sombreros, abriendo más tarde una pequeña tienda
de abarrotes (Artículos alimenticios y
domésticos, como conservas, bebidas, papel, especias, velas, etc.) (3 y 4).
Clara
acudió en su infancia a la escuela pública de Northfield, una escuela de sólo
una sala, además de ayudar en el cuidado de sus hermanos menores. En cuanto llegó a la adolescencia tuvo que ayudar al
soporte familiar, Clara trabajó como mamá auxiliar con otra familia, donde le
pagaban y le daban alojamiento, todo esto mientras terminaba su escolarización.
A los 15 años empieza a trabajar en el Orfanato Asilo de Newark; ganaba 10
dólares al mes por los siete días de la semana, desempeñando la labor de
atender a los niños. En dicho orfanato se recibían huérfanos desde los dos
hasta diez años de edad, y Clara dio grandes muestras de espíritu de servicio,
compasión y caridad, auxiliando emocional y psicológicamente a sus semejantes.
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9 Superintendentes enfermeras Isabel McIsaac y Dora Thompson
Formación Profesional
En
1893, cuando Clara tenía 17 años, entró en la recientemente creada Escuela de Formación de Enfermeras Cristina
Trefz, del Hospital Alemán de Newark. En esa época sólo había cuatro
escuelas de enfermería en New Jersey y en Newark era la primera. Fue la señora Cristina Trefz quien consiguió el local
donde fue construido el Trefz Hall, como se le designó a la Escuela de
Enfermería, la cual fue abierta el 30 de noviembre de 1893 y funcionaba en el
Hospital Alemán de Newark, New Jersey. Las primeras maestras procedían de la
Cruz Roja alemana. Clara se graduó en 1895 como parte de la primera generación
de estudiantes que concluyeron el curso, después de dos años de trabajo
intenso. A su salida se dedica a la práctica privada de la enfermería en su
comunidad y, posteriormente, se incorpora a trabajar en el duro quehacer de la
enfermería en el Hospital Alemán de Newark.
El sistema hospitalario de los
Estados Unidos, haciendo a un lado las instituciones mentales, emergió en una
serie de tres fases más o menos coherentes. La primera de ellas, se inicia en
1751 y dura un siglo aproximadamente, presenció la formación de dos tipos de
instituciones: hospitales voluntarios, operados por comités laicos de caridad,
ostensiblemente no pertenecientes a ninguna religión, aunque de hecho eran
protestantes, y hospitales públicos, descendientes de las casas de caridad,
operados por municipios y condados y, en el caso de hospitales para marinos
mercantes, por el gobierno federal. En la segunda fase, que empezó hacia 1850,
se constituyó una variedad de hospitales más “particularista”. Fundamentalmente
se trató de instituciones religiosas o étnicas, así como hospitales
especializados para ciertas enfermedades o categorías de pacientes, mujeres y
niños, por ejemplo. También los homeópatas, crearon hospitales.
FOTO 10 Grupo de enfermeras en un
hospital para pacientes con fiebre amarilla. Franklin, Lousiana, 1898.
Enfermeras en una sala de camas aisladas en el Walter Reed Hospital de
Washington DC. National Library of Medicine, Bethesda, Maryland. Monjas
católicas cuidando a los enfermos
El Hospital Alemán u Hospital
Luterano, surge en esta fase. Fue inaugurado el 13 de febrero de 1868. Su
primer presidente fue Louis Berner,
cuya propuesta de trabajo fue la admisión libre a cualquier paciente de
cualquier clase social y de cualquier creencia. La ciudad proporcionaba 625
dólares cada tres meses para el tratamiento médico de aquellos que no podían
pagar, y una donación anual para continuar con la práctica de dar cerveza
gratis a los pacientes. El hospital ingresaba dinero por el internamiento de
pacientes en cuartos aislados. Este hospital fue el primero en Newark en tener
cuartos de aislamiento para pacientes infecto-contagiosos que presentaban
enfermedades tales como cólera, difteria, fiebre tifoidea y tuberculosis. La
tercera fase de evolución, que abarca de 1890 a 1920, vio el advenimiento y la
propagación de hospitales que buscaban la utilidad pecuniaria, los cuales
fueron operados por médicos, ya fuera individualmente o en sociedad, e incluso
en corporaciones.
Dicha evolución hacia la búsqueda de
mayores ingresos financieros no fue accidental. La formación de hospitales por
instituciones religiosas después de 1850 reflejó la llegada de grandes números
de inmigrantes católicos. El crecimiento de hospitales concesionados después de
1890 indicó la nueva tendencia hacia el provecho económico, el cual se debió al
adelanto de la cirugía. Intervino también una dialéctica interna. En cuanto se
establecía un hospital general, los médicos interesados en crear instituciones
buscaban fondos y pacientes con bases más parciales, por ejemplo, afiliaciones
étnicas, categorías especiales de enfermedades, ideas médicas sectarias.
FOTO 11 Enfermeras y pacientes en el
Buque Hospital UUS Relief. Enfermeras Norfolk
Naval Hospital 1919
Al igual que los hospitales
concesionados, estas instituciones se establecían en respuesta a la estructura
cambiante de oportunidades, y Clara vivió esta época de transición, tanto la
del ingreso libre de pacientes donde el estado aportaba para su atención, así
como cuando aparece el carácter monetario de la atención hospitalaria.
Asimismo, le tocan las innovaciones quirúrgicas y los nuevos abordajes para
pacientes infecto-contagiosos, tanto como alumna y como jefa de enfermeras; en
1898, tres años después de su egreso de la escuela, a la edad de 21 años,
alcanzó la Jefatura de Enfermeras en la
Institución y era reconocida como una persona trabajadora y dedicada a su
profesión. Sin embargo, en este puesto no estuvo mucho, pues en abril de ese
año Maass se ofrece como enfermera
voluntaria de contrato para el
Ejército de los Estados Unidos (el Cuerpo de Enfermería del Ejército todavía no
existía). En esa época, Estados Unidos interviene en la guerra hispano-cubana y
Clara, 6 meses después ya estaba en el Ejército.
Trabajó en el Ejército
Estados
Unidos interviene en la guerra hispano-cubana, cuando ésta tocaba ya a su fin
con la victoria de los mambises cubanos, Clara Luisa se brindó como enfermera
voluntaria y sirvió en el Séptimo Cuerpo del Ejército de los Estados
Unidos, del 1° de octubre de 1898 al 5 de febrero de 1899. Durante ese
tiempo fue enviada a los campamentos de infecciosos en el Sur de Estados
Unidos, estuvo en Jacksonville, Florida; después, en Savannah, Georgia y,
finalmente, en Santiago de Cuba, donde ella debió haber tenido contacto con
enfermos de fiebre amarilla. Al terminar este contrato de casi 5 meses, se
incorpora nuevamente a la práctica privada, pero antes de que terminara el año,
responde de nuevo a otro llamado para enfermeras de contrato en el Ejército,
así que el 20 de noviembre ingresa en el Octavo Cuerpo que se encuentra en
guerra en las Filipinas “ella ofreció sus servicios al Cirujano General de las
Fuerzas Armadas, argumentado su preferencia por el clima tropical y que gozaba
de excelente salud y de buena constitución, además de estar acostumbrada a las
condiciones adversas que significaban los servicios de campaña”. Aceptada por
el Ejército, trabajó en el Hospital de Reserva de Manila en Filipinas desde
noviembre de 1899 hasta mayo de 1900.
Allí
atendió toda clase de lesiones en las batallas, pero la mayor parte de sus
deberes de enfermería se orientaron hacia la asistencia médica de soldados que
sufrían de enfermedades infecciosas tales como la tifoidea, el paludismo, el
dengue y la fiebre amarilla.
Ella
misma enferma de dengue en Manila y, por ese motivo, es enviada a su casa en
Newark para su recuperación.
En
el otoño de 1900, el Mayor William
Gorgas, Oficial en Jefe de Sanidad en La Habana durante el gobierno de
ocupación norteamericano en Cuba, y miembro de uno de los equipos que se
formaron para encontrar el agente etiológico, el vector, el mecanismo de
trasmisión y la vacuna contra la fiebre amarilla, envió desde La Habana, una
convocatoria para enfermeras voluntarias de contrato. En octubre, cinco meses
después de haber dejado Manila, y ya repuesta del cuadro de dengue, Clara
estaba de nuevo respondiendo a la llamada del Ejército. Fue destinada a prestar
sus servicios en el “Hospital de las Ánimas” en La Habana, donde se recluía a
los enfermos infecciosos.
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12 Enfermeras Hijas de la Revolución Americanas
En
aquella época se debatía la comprobación del descubrimiento del sabio cubano,
Dr. Carlos Juan Finlay de Barres,
originario de Camagüey, Cuba, quien desde 1881 había dado a conocer al mundo en
una Conferencia Sanitaria Internacional y en la Academia de Ciencias Médicas,
Físicas y Naturales de La Habana, su teoría
metaxénica (la trasmisión de una enfermedad de un enfermo a un supuesto
sano, susceptible, por medio de un agente biológico), y había señalado al
mosquito Aedes aegypti como el agente
transmisor de la fiebre amarilla, enfermedad epidémica que causaba miles de
muertes.
La cuarta Comisión de
Fiebre Amarilla de los Estados Unidos
En
junio de 1900, el Mayor Walter Reed,
fue enviado a Cuba como presidente de una junta para estudiar las enfermedades
infecciosas del país, pero sobre todo la fiebre amarilla. Asociados con él
estaban los Cirujanos asistentes interinos: James Carroll, Jesse W.
Lazear y Arístides Agramonte. La
Comisión estadounidense se reunió por primera vez el 25 de junio de 1900 en las
barracas de Columbia, Marianao, donde entonces existía un brote epidémico de
fiebre amarilla. El primer acuerdo de sus integrantes fue la selección de los
médicos que ayudarían. Según este, los casos de fiebre amarilla en el centro de
la ciudad de la Habana serían atendidos por los médicos del “Hospital de las
Ánimas”, cuya actividad se controlaría por una Comisión adjunta nombrada por el
Departamento de Salubridad a la que debían enviar todos los sujetos sospechosos
de padecer la enfermedad para su diagnóstico.
Esta
Comisión adjunta, compuesta por los doctores Carlos Finlay, Juan Guiteras
Gener, Antonio Díaz Albertini y William C. Georgas, mantendría estrecho
contacto con la Comisión de Reed. El examen de los casos de Marianao y del
campamento Columbia serían vistos por esta última Comisión. Bajo la influencia
decisiva del Dr. Reed, predominó como punto de partida del estudio la
comprobación de la hipótesis del bacilo icteroides
de Sanarelli; los resultados fueron negativos. En vista de ello, el 1 de
agosto de 1900, el Dr. Reed decidió examinar la teoría sobre la trasmisión de
la fiebre amarilla por el Culex mosquito
(hoy conocido como Aedes aegypti),
sostenida por el Dr. Carlos Finlay desde 1981, motivo por el cual lo visitó ese
día en su domicilio de la calle Aguacate 110, acompañado por los doctores
Carrol y Lazear.
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13 Carlos Juan Finlay (1833-1915). Clara Louise Maass.
Las Animas hospital ambulancia. La Habana 1900
Finlay
puso a disposición de ellos todos los datos acerca de sus investigaciones,
además de varios ejemplares y huevos de la especie de mosquitos responsables de
la fiebre amarilla con los que había inoculado hasta entonces a un total de 104
sujetos. Después de discutirlo, la Comisión acordó hacer la prueba de campo
para verificar la veracidad de la teoría finlaísta, falleciendo en
esta etapa, el 25 de septiembre del 1900, Jesse
W. Lazear, como consecuencia del trabajo realizado en la investigación. En
honor a él se puso su nombre a un campamento diseñado especialmente para los
experimentos, situado de 3 a
4 millas
de La Habana. El personal de dicho campamento se componía de dos médicos, tres enfermeras y nueve personas no
inmunes, todas en el servicio militar. Finalmente, la teoría finlaísta se
comprueba.
En
febrero de 1901, el Oficial en Jefe de Sanidad de La Habana, el Mayor W. C.
Gorgas, del Ejército de los Estados Unidos, instituyó medidas para erradicar el
padecimiento basadas en las conclusiones de la Comisión. Se demostró que la
picadura del mosquito por sí solo no produce inmunidad y que sólo bajo ciertas
condiciones era trasmitida la enfermedad, ya que el virus circulaba en la sangre
durante los tres primeros días de padecerla. El mosquito debería picar al
enfermo durante este período, y aún así, no trasmite la enfermedad de
inmediato, sino hasta pasar el período de incubación dentro del insecto, el
cual es de 12 días. Sin embargo, mientras todo esto sucedía en el equipo de la
Comisión de Walter Reed, el equipo del Dr. Guiteras, que se encontraba en el
“Hospital de las Ánimas”, seguía con sus investigaciones.
Los nativos americanos
en la Guerra Hispano-Americana
Cuatro
Hermanas Sioux de Fort Berthold en Dakota del Sur, sirvieron como enfermeras
durante la Guerra Hispano-Americana en 1898. Fueron asignadas al Hospital
Militar en Jacksonville, Florida, y posteriormente las trasladaron a La Habana
en Cuba (5).
Al menos 14 mujeres aborígenes sirvieron en el Cuerpo
Médico estadounidense durante la Gran Guerra, dos de ellas fueron a Europa. La
enfermera Cora E. Sinnard, se graduó de la Escuela de Enfermería en Filadelfia y
estuvo ocho meses en Francia. La enfermera Edith Charlotte era iroquesa, originaria
de Canadá.
Durante esa guerra, las mujeres indias americanas
comenzaron a servir como enfermeras del ejército. Las Hijas de la Revolución
Americana del Hospital Corps formaron cuatro mujeres Lakota, la enfermera Susan
Burdeos (Reverenda Madre M. Anthony), Ella Clark (La reverenda Hermana M.
Gertrude), Anna B. Pleets (La reverenda Madre M. Bridget), y Josephine Dos osos
(La reverenda Hermana M. Joseph). Además de su formación sanitaria, también la
recibieron en sus prácticas en los hogares y hospitales locales bajo la
supervisión del reverendo Francis a partir de 1895. Cuando estalló la guerra en
1898, Francis Craft ofrece al servicio del ejército a las cuatro enfermeras
Lakota. Durante el conflicto bélico, cuidaron a los soldados heridos y enfermos
en los campamentos de Cuba Libre, Jacksonville, Florida, y en el campamento
Ornward en Savannah, Georgia.
Estas enfermeras vivían en tiendas de campaña durante
la guerra y recibían una paga de 30 dólares al mes, un buen sueldo para aquel tiempo.
Las Cuatro enfermeras Lakota recibieron cada una de ellas “la Cruz de la Orden
de las Enfermeras de la Guerra Hispano-Americana”.
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14 Cuatro Hermanas Sioux de Fort Berthold en Dakota del Sur, sirvieron como
enfermeras durante la Guerra Hispano-Americana en 1898
Después de la guerra, las enfermeras trabajaron en un
orfanato en Cuba. Una de ellas, Susan Burdeos (Reverenda Madre M. Anthony),
murió de una neumonía en octubre de 1899 y fue enterrada con honores militares
en el cementerio Militar Nacional de Arlington.
A pesar de haber pasado muchísimos años de opresión,
los nativos americanos respondieron a la llamada de la guerra. Para muchas de
ellas, el servicio militar provenía de una larga tradición guerrera familiar. Muchas
de ellas tenían la esperanza de obtener un mejor nivel socioeconómico.
La guerra ayudó principalmente a crear un clima mucho más
saludable en las relaciones entre los blancos y los nativos americanos (5).
Bibliografía
1.-
Historia de la Enfermería. M. Patricia Donahue. Versión española de la obra
original “Nursing The Finest Art. An Illustrated
History”, publicada por The C. V. Mosby Company. B-24.474-99
2.-
Historia de la Enfermería. José Siles González, 1999 y 2008. Editorial
Aguaclara. ISBN: 978-84-8018-164-8. Depósito legal: A-1062-2004
3.-
En la Revista Enfermería Científica, está el artículo publicado en marzo de
2011: “La Enfermera en la investigación: Clara Maass y la fiebre amarilla”.
Sus autores son estudiantes, profesores y enfermeras mexicanas. MDH Mª
Guadalupe Díaz Cárabes, Profesora Titular B y Coordinadora de Planeación e
Investigación del Departamento de Enfermería para la Atención, Desarrollo y
Preservación de la Salud Comunitaria. Dr.
J. Roberto Colín Ortiz. Técnico Académico Titular. Dr. José Cruz Pérez Serna. Profesor Docente Titular. Daniel Ortiz Anguiano. Estudiante de la
Licenciatura de Enfermería y la Maestra María
de la Paz Hernández Rivera. Profesora Docente Asociada, todos ellos
pertenecientes al Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la Universidad
de Guadalajara en México.
4.- Clara Louise Maass,
contribución a la profesión de enfermería y a la humanidad. Publicado el sábado
día 3 de Septiembre de 2011
5.-
Mujeres autóctonas
Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado
en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital
Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio
Vasco de Salud
Insignia
de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro
de Enfermería Avanza
Miembro
de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro
de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro
de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro
no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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