Resumen
En España se ha prestado
escasa atención a la historia de los cuidadores de los enfermos mentales.
Durante la Segunda República, en el contexto de las reformas psiquiátricas
implantadas, se organizó el personal sanitario de las instituciones
psiquiátricas, se legisló la obtención del titulo de “enfermero psiquiátrico”, se impartieron cursos para formación de
cuidadores y se publicaron los primeros manuales para la instrucción de
practicantes y enfermeros psiquiátricos. La irrupción de la guerra interrumpió
estos nuevos planteamientos en el modelo de atención al enfermo mental, aunque
alguna iniciativa formativa pervivió.
FOTO 1 El “Bethlem Royal
Hospital” de Londres es el manicomio más antiguo del mundo. Se fundó en el año
1247 con el fin de albergar a todo tipo de “lunáticos” y “enfermos mentales”
El objetivo de este
trabajo es estudiar la formación de los cuidadores psiquiátricos desarrollado
en el Establecimiento Psiquiátrico Provincial de Jaén en la posguerra. A pesar
del devastado sistema de salud, las elevadas tasas de mortalidad y la
saturación de las instituciones, en Jaén los psiquiatras organizaron al
personal subalterno. Los “Cursillos de
capacitación psiquiátrica” celebrados en dicha institución trataron de
formar, seleccionar y entrenar a los enfermeros, ante la falta de implicación
de la administración sanitaria del gobierno franquista en la formación de los
cuidadores de los enfermos mentales.
Palabras clave: historia de la salud mental, Formación de la
enfermería psiquiátrica, posguerra española, Establecimiento Psiquiátrico
Provincial de Jaén, psiquiatría franquista.
Abstract: The history of mental health nurses has hardly been attempted in Spain.
During Second Spanish Republic different regulations tried to organize nurses
and attendants in psychiatric institutions. Several reforms, in this period,
included new legal regulations, training courses for attendants and the publication
of the first professional manuals for mental health nurses. Spanish Civil War
interrupted this emerging new model of psychiatric care, despite some
initiative survived.
The aim of this paper is to study the psychiatric nursing training
developed in Jaén
Psychiatric Hospital in
the aftermath of war. Despite the devastated health system, high rates of
mortality and overcrowded institutions the psychiatrists organized asylum
workers in Jaén. The “cursillos de capacitación psiquiátrica (courses
for training in psychiatric care)” tried to teach, selected and provide a range
of skills and vocational training, because the Franco´s sanitary administration
neglect mental nursing care.
Keywords: history of mental health, Psychiatric nursing training, spanish aftermath,
Jaén
Psychiatric Hospital,
Francoist psychiatry.
AUTORA: Olga Villasante Armas. Psiquiatra del Hospital Universitario Severo
Ochoa de Madrid. Profesora de psiquiatría en la Universidad Alfonso X el Sabio.
Presidente de la sección de Historia de la Asociación Española de
Neuropsiquiatría. Colaborador docente en el programa de formación de MIR del
Instituto Psiquiátrico SSM José Germain de Leganés desde 1995 hasta la
actualidad. Dirección de tesis doctorales en relación con la asistencia en el
manicomio Nacional de Leganés
Correo
electrónico: olga.villasante@salud.madrid.org
Artículo Original publicado en la revista
Norte de Salud Mental, 2015, vol: XIII, número 53: 93-103
revistanorte.es/index.php/revista/article/view/846
Introducción
La autonomía de la “profesión enfermera” como disciplina
independiente de la Medicina es muy tardía en España y, consecuentemente los
abordajes historiográficos de diferentes aspectos de la profesionalización no han
despegado hasta fechas bien recientes. Entre las ramas de la enfermería, a los
“cuidadores del enfermo mental” no
se les ha prestado especial atención hasta el libro de Francisco Ventosa (1), Cuidados psiquiátricos de enfermería en
España (siglos XV al XX).
Una aproximación
histórica,
que podría considerarse la primera aportación histórica global sobre la
historia de la enfermería psiquiátrica en España. Sin embargo, en la última
década la investigación en esta área ha logrado componer algunas piezas que
ayudan a conocer el panorama histórico de la profesión y diversos grupos de
trabajo han emprendido esta tarea, añadiéndose además dos categorías analíticas
como son el género y la subjetividad (2).
En Primeros intentos
de profesionalización de la enfermería psiquiátrica: De la Segunda República a
la posguerra española, inserto en el libro colectivo dirigido por David Simón Lorda, Razón, locura y
sociedad. Una mirada a la historia desde el siglo XXI (3), se analizaban los cambios
legislativos en el contexto de las reformas republicanas, que supusieron un
tímido avance en la profesionalización de los cuidados a los enfermos mentales
en España. El Consejo Superior Psiquiátrico presidido por Gonzalo Rodríguez Lafora, había impulsado la formación del personal
sanitario y en la Gaceta del 20 de mayo de 1932 se publicó tanto la
organización de los trabajadores de los establecimientos psiquiátricos,
públicos y privados, como los requisitos y el programa para obtener el
certificado de aptitud de «enfermero
psiquiátrico» (4).
Esta legislación
favoreció que, en los años treinta, se organizaran cursos para enfermeros
psiquiátricos en diferentes instituciones españolas como el Manicomio de
Valencia, el Hospital Psiquiátrico de Leganés, el Instituto Mental de la
Diputación de Barcelona o el Establecimiento Psiquiátrico Provincial de Jaén.
En este último se había organizado un curso que, desde el 1 de mayo de 1933 se
prolongó hasta julio de 1936, coincidiendo con el comienzo de la guerra (5).
FOTO 2 Casa de locos o Manicomio. Francisco de Goya pintó este óleo entre 1812 y
1819. Representa a diferentes enfermos mentales en actitudes diversas
El objetivo de este
trabajo es analizar una iniciativa de formación del personal auxiliar
psiquiátrico que sobrevivió a la guerra civil en la institución psiquiátrica
jienense, ejemplo especialmente significativo teniendo en cuenta que la
contienda fragmentó la sociedad y derrumbó la mayor parte de las estructuras
organizativas sanitarias. En el Establecimiento Psiquiátrico Provincial de Jaén
se retomaron en la inmediata posguerra los “Cursillos de capacitación
psiquiátrica”, comenzados durante la época republicana. Si bien éstos
se mantuvieron durante todo el franquismo, el ámbito temporal de este trabajo
se acota en 1955, límite que coincide con la creación del Patronato Nacional de
Asistencia Psiquiátrica (PANAP), organismo encargado de centralizar y coordinar
la asistencia psiquiátrica (6).
Juan Pedro Gutiérrez Higueras y la psiquiatría de posguerra
en Jaén
Al finalizar la guerra la
organización sanitaria dividida durante la contienda debió restructurarse
conforme al aparato ideológico del Nuevo Estado. Numerosa bibliografía, que no
citamos por inabarcable, ya ha abordado las elevadas altas tasas de mortalidad,
la destrucción de instituciones o el exilio interior o exterior de
profesionales, cuestiones a las que, entre otras, se enfrentaron las nuevas
autoridades sanitarias. La situación en las diferentes provincias y
establecimientos psiquiátricos fue muy diferente en función de las coordenadas
geográficas y, sobre todo, del bando en el que se mantuvieron durante gran
parte de la contienda civil (7).
Concretamente en Jaén,
durante la guerra el Hospital Provincial había sido habilitado como hospital
militar y, como en otras regiones españolas, los pacientes psiquiátricos fueron
trasladados a un nuevo espacio (8, 9). Los 280 enfermos varones del
departamento psiquiátrico se instalaron en el Convento de las Bernardas y las
122 mujeres en el Convento de las Descalzas, ambos incautados por el Frente
Popular. De ese modo, los servicios psiquiátricos quedaron separados del
hospital provincial, ya que los dementes alojados en los conventos
permanecieron en las Bernardas hasta 1943, donde también se habían reunido las
mujeres cuando finalizó la guerra, al devolverse el Convento de las Descalzas a
la orden religiosa. El departamento psiquiátrico se había comenzado a construir
como una nueva ala aneja del Hospital Provincial en los años veinte, y se
conocía como el “pabellón de la dictadura” desde su inauguración en 1926.
Previamente, en dicha ciudad, tampoco había existido un establecimiento
psiquiátrico específico, aunque a partir del Decreto de 1885, se habían
habilitado en el hospital de Jaén las denominadas “salas de etapa” -Sala de San
Diego-, donde se acogía con carácter de urgencia y transitoriamente a los
dementes antes de trasladarse a Granada, San Boi o Ciempozuelos (10).
En
relación a los profesionales, la posguerra no significó una gran ruptura ya que
Juan Pedro Gutiérrez Higueras que,
en 1931, había ganado la plaza en oposición como médico alienista se mantuvo en
la sala de dementes del establecimiento provincial. Gutiérrez Higueras,
definido por Fermín Palma -redactor
jefe de Seminario Médico- como médico “en y para Jaén, en y para la
Psiquiatría” (11), había participado en las reformas impulsadas durante la
Republica. Sin embargo, al finalizar la guerra alineado con el régimen fue
nombrado alcalde de Jaén (12), responsabilidad en la que permaneció hasta 1947.
No es el único caso en
el que un director de un establecimiento psiquiátrico compatibilizaba su ejercicio
médico-psiquiátrico con la alcaldía y esta misma dualidad ha sido descrita en
el Manicomio de Leganés (13, 14). Sin duda, el nuevo Régimen utilizó
personalidades de la sociedad civil para nombrarlos regidores de localidades o ciudades,
como modo de ejercer el control en las instituciones. De hecho, Gutiérrez
Higueras mantuvo responsabilidades políticas durante décadas ya que, en 1949,
fue nombrado presidente de la Diputación, coincidiendo con la incorporación de
su hijo Gutiérrez Aguilera al
hospital, al finalizar los estudios de Medicina, quien mantuvo la continuidad
de su padre.
Tras el desastre de la
guerra, Gutiérrez Higueras emprendió la recuperación del proyecto psiquiátrico comenzado
en 1935, en el que se incluía el expediente de construcción de una nueva
institución que no concluyó hasta la inauguración de “Los Prados”, en 1952
(15).
Durante el decenio anterior
a la fundación de este sanatorio neuropsiquiátrico, se había recurrido a la
Orden de Benito Menni, de modo que se trasladaron hasta 350 enfermos crónicos a
los establecimientos de Ciempozuelos, San Luis en Palencia o San Boi.
FOTO 3 Sanatorio psiquiátrico San José. Pensionado, Ciempozuelos, Madrid. Manicomio
provincial Bermeo, Vizcaya. Manicomio provincial de Alicante
Los enfermos agudos, por
otra parte, se alojaron en una sala del Hospital de San Juan de Dios, denominada
clínica psiquiátrica. Ahí Gutiérrez Higueras contó con un jefe clínico, Pedro
Camy Sánchez-Cañete, sobre el que descansaba la mayor parte de la asistencia,
ya que Gutiérrez Higueras se debía a sus responsabilidades políticas. Ambos presentaron
“Contribución a la selección de enfermeros psiquiátricos” en el Congreso
Nacional de Neurología y Psiquiatría, celebrado entre el 12 y el 14 de
enero de 1942 (16). Si bien, el trabajo no presenta unos planteamientos
originales es significativo en la medida que este foro, según Huertas ha
analizado (17), es un primer intento de reorganización de los profesionales
tras la guerra civil, con nuevos líderes y bajo premisas ideológicas distintas.
El análisis del trabajo
presentado por los médicos jienenses, y publicado en las Actas españolas de neurología
y psiquiatría en 1942, permite intuir algunos aspectos asistenciales de la
institución, en relación al cuidado de los enfermos mentales, no abordados
hasta el momento. La “Contribución a la
selección de enfermeros psiquiátricos” se publicó, nuevamente, dos años más
tarde en Actualidad médica (1944) (18), y si bien la primera parte es
idéntica al de 1942, en las últimas páginas se incide sobre el sentimiento
vocacional de los auxiliares psiquiátricos.
Rescrito el trabajo cuando
ya varios enfermeros psiquiátricos se habían convertido en personal fijo, los
facultativos de Jaén criticaban que los funcionarios se habían “acomodado” y
presentaban menor rendimiento. De ese modo argumentaban que el personal
religioso, con vocación de cuidado, era más adecuado para la atención a los
enfermos mentales, llegando a proponer un “título” específicamente para los
religiosos.
La heterogeneidad del personal subalterno de las
instituciones psiquiátricas
Los problemas con el
personal subalterno de las instituciones psiquiátricas ya habían sido
identificados durante los años treinta y una de las diferencias con médicos y
practicantes era que no pertenecían al cuerpo de beneficencia. Según refería Gonzalo Rodríguez Lafora, en los
establecimientos estatales, los enfermeros eran nombrados por una junta
clasificadora no médica y ajena al funcionamiento del hospital, distribuyendo
los cargos entre licenciados del Ejército e individuos cuya conducta y carácter
era cuestionable. Dada su independencia de la dirección médica y
“considerándose seguros en su puestos”, no obedecían las órdenes de vigilancia
o de tratamiento dadas por los facultativos, maltratando y abandonando a los
enfermos y negándose a una formación específica (19).
Rodríguez Lafora, uno de
los principales promotores de la legislación sobre el “diploma de enfermero psiquiátrico” durante la época republicana,
había denunciado años antes que los directores de los establecimientos dependientes
del Estado debían aceptar un elevado porcentaje de licenciados del Ejercito,
quienes considerados seguros en sus puestos por la protección de la ley
militarista, no se veían obligados a respetar a sus superiores jerárquicos. El
mismo psiquiatra apoyaba la contratación de enfermeras, porque su atención era siempre más delicada y
cuidadosa, características que, debatidas desde perspectivas de género,
clásicamente se han asociado al género femenino y sólo prefería a enfermeros varones para los servicios
de enfermos violentos y peligrosos (20).
El presidente del
Consejo Superior Psiquiátrico destacaba en la preparación de las enfermeras, por
una parte, la taquigrafía que les permitiera tomar notas de las palabras de los
enfermos, y por otra, el desarrollo de las dotes de observación. Consideraba
que, además, debían impartirse conferencias de cultura médica general, nociones
de anatomía, fisiología, generalidades sobre patología mental, etiología de las
psicosis y actuación psicoterápica. No obstante José Salas, contemporáneo de éste y médico de las Hermanas Hospitalarias
de Ciempozuelos en su Manual de la enfermera general y psiquiátrica (1935)
destinado a la formación de las religiosas (21), desmentía la supuesta
fragilidad y debilidad de las mujeres que las incapacitara para atender a
enfermas mentales sin contar con una figura masculina (Miqueo, Muñoz, p. 351).
FOTO
4 Sanatorio Neuropsiquiátrico Los Prados inaugurado en 1953 (Fuente: Palma,
1999). Dormitorio Colonia de Mujeres en Los Prados (Fuente: Gutiérrez Higueras,
1953). Electrochoque en Los Prados (Fuente: Palomino Moral, coord. 2006).
Reglamento para el Manicomio Provincial de Jaén 1936. Documentos cedidos por
María Hernández Padilla
En el interesante
trabajo de archivo de Adelaida García
Sánchez se afirma que el personal del departamento psiquiátrico de Jaén
(22), después de la aprobación del Reglamento de 1935 incluía, además de dos
médicos, dos practicantes, 16 enfermeros psiquiátricos, 5 enfermeras
psiquiátricas, 12 sirvientes para hombres, 4 sirvientes mujeres, un auxiliar
administrativo y un barbero.
Podemos suponer que los
citados enfermeros y enfermeras
psiquiátricas habían sido formados en aquél primer cursillo de capacitación
que había comenzado en mayo de 1933, puesto que los exámenes oficiales de
carácter nacional para la obtención del diploma de enfermero psiquiátrico no
fueron convocados hasta 1936 y fueron interrumpidos por la guerra. De hecho, en
el momento del alzamiento militar Juan
Moral, un trabajador del establecimiento psiquiátrico de Jaén, estaba
examinándose en Granada con el fin de obtener el diploma oficial (Gutiérrez
Aguilera, 1978, p. 101). Desconocemos si esta plantilla permanecía en la
posguerra porque numerosos varones jóvenes fueron movilizados en la guerra y la
ley de Depuración del 10 de febrero de 1939 (23), relegó a muchos funcionarios
públicos de su trabajo.
En la aportación que los
psiquiatras jienenses presentaron al Congreso de Barcelona, se lamentaban del
personal del departamento psiquiátrico, porque si un trabajador de otro
servicio del Hospital Provincial realizaba alguna falta, el hecho punible era
castigado con el traslado al departamento de dementes “a vigilar los locos”. Se quejaban,
pues, que el mérito esencial para trabajar en psiquiatría fuese la “sanción”,
cuestión que generaba que el “subalterno
adquiriese un carácter violento, grosero, desconfiado y ajeno a todo interés
cordial hacia los enfermos” (Gutiérrez Higueras, Camy Sánchez-Cañete, 1942,
p. 163).
Es difícil saber cuántos
de los “cuidadores psiquiátricos”
podían responder a este perfil, ya que con el genérico término de “loqueros” se incluían un heterogéneo
grupo como los enfermeros, vigilantes, sirvientes, que dependiendo de las
instituciones, las épocas e, incluso, si se dedicaban al cuidado de mujeres u
hombres podían variar.
Concretamente en Jaén,
también “fue respetado el procedimiento
de recluta”, no obstante, según los médicos jienenses, se escucharon los
consejos y las propuestas de la dirección. Gutiérrez
y Camy habían conseguido, al menos, establecer una división entre el
personal enfermero (encargado del cuidado)
y el personal sirviente (mozos de
limpieza o de ayuda) y reanudar los cursillos de capacitación psiquiátrica
que se habían comenzado durante la época republicana. Consideramos, pues, que
esta iniciativa merece un análisis más detallado ya que, según algunos autores,
los psiquiatras “del nuevo orden” apenas prestaron atención a los problemas de
asistencia (González Duro, 1987, pg. 22).
Los Cursillos de capacitación psiquiátrica de enfermeros
psiquiátricos en el Establecimiento psiquiátrico de Jaén
Reconocido el bajo nivel
de instrucción sanitaria de parte del personal, los cursillos se plantearon en
una doble vertiente -teórica y práctica- y, además, pretendían seleccionar a
los “mejor dotados”, como luego analizaremos. Los médicos del Establecimiento
Psiquiátrico Provincial de Jaén consideraban que la formación no debía ser
exclusiva de Universidades como Madrid y Barcelona y argumentaban que la
capacitación de enfermeros debía hacerse en el “ambiente frenocomial” (24).
Siguiendo esas premisas, en mayo de 1939, al mes siguiente de finalizar la guerra,
comenzó el segundo curso de capacitación en Jaén. Se impartió con carácter
intensivo durante 3 meses (En Gutiérrez Aguilera, 1957, se afirma que ese curso
se extendió hasta 6 meses) y, a diferencia del primero, celebrado durante la
Segunda República que fue impartido por el director y otro médico especialista,
en este segundo cursillo, participaron los dos
practicantes ya formados en 1933, quienes tutelaron las prácticas.
El alumnado incluía los
enfermeros que tenían su cargo en propiedad “por guerra”, los enfermeros interinos
-excombatientes y alumnos libres- y los practicantes. Después de realizar un examen
y probar su capacitación fueron reconocidos con el “título de enfermeros diplomados en psiquiatría”, cuyo carácter era
meramente provincial.
Según Gutiérrez Aguilera,
el número total de asistentes fue de 11 personas; 2 enfermeras tituladas y los
restantes varones aspirantes a auxiliares psiquiátricos, aunque sólo 8 de ellos
lo aprobaron. Una vez finalizado el curso, mediante concurso oposición se
estableció un “Cuerpo de enfermeros
psiquiátricos” integrado por 15 varones y 5 enfermeras, con un enfermero
jefe, cargo que ejercía como un capataz (González Duro, 1987, pg. 33).
FOTO 5 Manicomio
provincial Santa Cruz de Tenerife. Cortesía Francisco Javier Castro
Convertidos en
funcionarios de la Diputación obtuvieron mejoras en el sueldo y todas las
prerrogativas de los empleados de organismo provincial. No obstante, no era la
primera vez que el personal se organizaba, ya que, antes de la guerra, el
cuerpo de enfermeros ya se recogía en el Reglamento para el Manicomio
Provincial de Jaén, aprobado el 9 de agosto de 1935 por el Director General
en Madrid (25).
Un tercer cursillo, de
duración similar y organizado en 1941, empezó en enero de 1942, cuya particularidad
fue que, además de 12 alumnos varones, asistieron dos Hermanas de la Caridad, debido
a que ellas tenían asignado también el cuidado de los pacientes. En los
siguientes cursos se mantuvo la asistencia de las Hermanas, participando hasta
un total de 16 hasta 1955. Si bien, durante la Segunda República se había dado
el primer paso de una enfermería benéfica a una de carácter laico-profesional
(26), el director de los cursos se mostraba más partidario de un concepto
vocacional que profesional, aunque admitía ambas vertientes. Años antes Rodríguez Lafora había subrayado que la
profesión de enfermero debía ser avalada con una selección vocacional sobre
bases psicológicas y psicotécnicas, como se analizará en el próximo apartado.
Foto 6 Imagen 1.
Extraído de Gutiérrez Aguilera, Carlos; Selección y capacitación de auxiliares
psiquiátricos, Archivos de neurobiología 1957; p. 220.
Después de la tercera
edición del curso, hay un lapso de una década hasta el cuarto cursillo que coincide
con las obras del sanatorio de Los Prados, donde Gutiérrez Higueras “trató de
establecer una firme disciplina y, junto con ella, cambiar el escepticismo en
amor hacia la Casa, confianza en su futuro, espíritu de cuerpo o equipo y
conceptos de responsabilidad moral” (27).
Así pues los cursillos
no se reanudaron hasta 1953, inaugurado el nuevo sanatorio concebido para 600 camas,
al que se incorporaron dos practicantes y otros cuatro más en el siguiente año
-en 1954 se celebraron dos cursillos-. Además de los 4 practicantes, también en
las ediciones de 1953 y 1954 se incrementó el número de enfermeras tituladas hasta
un total de 15 alumnas, ambas circunstancias probablemente derivadas de un
incremento de plantilla de ambos colectivos en el nuevo establecimiento psiquiátrico.
Hay que señalar que, en diciembre de 1949, en Jaén había empezado a funcionar la
primera Escuela de Enfermería, dada
la necesidad de personal para el Hospital Provincial de San Juan de Dios,
oficialmente fundada por la Diputación de Jaén en 1954.
Esta Escuela se abrió poco
después del acceso de Juan Pedro Gutiérrez Higueras a la presidencia de la
Diputación y contó con la colaboración del ya citado Decano y Director del
Hospital Fermín Palma García. El marco del proyecto de la creación de esta
Escuela con alumnado femenino en régimen de internado, cuyo nombre original fue
Escuela
de Enfermería de la Diputación Provincial de Jaén “Juan Pedro Gutiérrez
Higueras”, utilizó
el modelo de la prestigiosa Escuela de la Casa de Salud Valdecilla (28).
Así pues el alumnado fue
variando a lo largo de los cursos y, a finales de los cincuenta, Gutiérrez Aguilera
describe que a los cursos asistían aproximadamente 20 personas. Comprendían 2
horas de clase durante 9 meses y realizaban entre 6 y 8 horas de asistencia,
por lo que recibían una gratificación económica, ya que la escasa remuneración de
los cuidadores había sido una de las batallas en el establecimiento
psiquiátrico de Jaén. Es más que probable que el programa teórico impartido se
ajustase al contenido del libro La
asistencia al enfermo mental de Luis Valenciano Gayá (Imagen 2)(29),
ya que este manual para enfermeros instalaba, a juicio de los psiquiatras
jienenses, “los jalones básico para una
selección y capacitación de este personal que satisficiese a los psiquiatras
mas exigentes y que permitiese remplazar al enfermero grosero, violento,
inculto, por el subalterno discreto, cariñoso, capacitado y que tuviese amor y
comprensión al enfermo mental” (Pedro Gutiérrez Higueras y Pedro Camy
Sánchez-Cañete, p. 164).
Este texto premiado por
la Dirección General de Sanidad y recomendado oficialmente por el Consejo
Superior Psiquiátrico había sido publicado en 1933 y ya había constituido el
libro de referencia para los primeros cursos de formación de enfermería
psiquiátrica documentados durante la Segunda República (3). De hecho el único
manual, dedicado a los cuidadores de enfermos mentales, previo al de Valenciano
había sido el breve y desconocido Manual del enfermero de los manicomios (30),
publicado en 1909 y reeditado en 1930, por Vicente Goyanes Cedrón, médico del
Manicomio de Conxo. Es especialmente significativa la alabanza de los
psiquiatras del Establecimiento Psiquiátrico Provincial de Jaén al Decreto de
1932 y al libro La asistencia al enfermo mental, ya que su autor había
sido relegado de Madrid y condenado a un exilio interior (31). A pesar del
ostracismo del autor, el libro de Valenciano fue básico para la formación de la
enfermería psiquiátrica en España durante varias décadas ya que no se conoce otro
hasta el Manual del auxiliar psiquiátrico de Ricardo Bordás Jané, editado en 1955 (32).
Además de los
conocimientos específicamente psiquiátricos, en los cursos, se incluían
aspectos de cultura general -caligrafía, lectura, ciertas nociones
sociológicas, conocimientos de urbanidad y cortesía-. Hay que tener en cuenta
que el personal de cuidado que accedía a las instituciones era, en numerosas
ocasiones, prácticamente analfabeto. En las clases teórico-prácticas, además, se
estimulaba la preparación física, recomendando afición al deporte como
“preparación sobre judo” o estimular la flexibilidad.
Otro pilar fundamental
en los cursillos de capacitación fue la formación religiosa, que pretendía favorecer
la vocación que Gutiérrez Higueras había considerado tan relevante para un
cuidado adecuado. En 1957, su hijo expresó la finalidad de esta formación en
los siguientes términos: “conocimientos
sobre moral, a despertar el sentido vocacional o caritativo que encierra esta
profesión, a hacerles sentir el aspecto humano y sobrehumano de la tarea que
abrazan, para que se enfrenten con ella desde un punto de vista cristiano y
humanitario, religioso” (Gutiérrez Higueras, 1957, p. 242). De hecho, en el
franquismo el nacional-catolicismo impregnó todas las áreas de la sociedad y la
moral católica fue utilizada como un instrumento de la contrarrevolución, según
Huertas señala (33).
FOTO 7 Imagen 2. Portada
La asistencia al enfermo mental de Luis Valenciano Gayá
La evaluación psicotécnica de los enfermeros: trabajo y
moralidad
En las primeras décadas
del siglo XX, las corrientes sobre la caracterología y el temperamento se habían
concretado en investigaciones e instituciones dedicadas a la orientación
laboral. En este sentido en España habían destacado los trabajos del Instituto
de Orientación Profesional de Barcelona y, posteriormente, el Institut
Psicotècnic y el Instituto de Psicotécnico de Madrid, bajo la presidencia de
José Germain (33). La valoración
psicológica aplicada a diferentes profesiones también había llegado al personal
sanitario, cuestión en la que Emili Mira
había sido pionero en nuestro país. Con motivo de una visita que los redactores
de la Revista Médica de Barcelona habían realizado a la Casa de Salud
Valdecilla en agosto de 1930, Mira planteó un test para determinar la capacidad
de discriminación ética del personal médico auxiliar (34).
El psicólogo catalán
conocía las investigaciones de Fritz
Giese desarrolladas en Halle, que pasaban por ser los primeros trabajos
psicotécnicos acerca de la selección del personal auxiliar de los sanatorios.
Por otra parte, Rodríguez Lafora
había pronunciado una conferencia en el Instituto de Psicotécnico de Madrid en
abril de 1932, sobre la selección del personal psiquiátrico. El presidente del
Consejo Superior y promotor del “Diploma
de enfermero psiquiátrico” consideraba que la selección en España era
prácticamente imposible por la presencia de los trabajadores del Ejército, la
incultura del personal subalterno y la implantación brusca de la jornada de 8
horas que impedía preparar al personal idóneo para la responsabilidad del
cuidado (19).
En la ya citada
aportación “Contribución a la selección
de enfermeros psiquiátricos” de Juan
Pedro Gutiérrez Higueras y Pedro
Camy Sánchez-Cañete al Congreso proponían una selección de los enfermeros previa
evaluación psicotécnica.
Asumido que no contaban
con un laboratorio psicológico, ni con aparatos especiales, planteaban un
examen rápido que simplificaba la evaluación propuesta por Giese. Si bien el artículo de R.
Lafora, de título similar al escrito por los jienenses en la posguerra, detallaba
las 38 pruebas psicotécnicas, los médicos del establecimiento provincial de
Jaén no citaron al psiquiatra en el exilio. El examen propuesto por los
andaluces se dividía en 6 partes: examen somático, tipología (según
Krestchmer), pruebas sensoriales, examen de inteligencia, funciones complementarias
y modo de trabajar. Se realizaba una exploración del oído, un examen
respiratorio, cardiológico, neurológico y de reflejos, análisis clínicos; se
medía la presión arterial, perímetro torácico, talla, peso y, de acuerdo a la
técnica somatomética de R. Martin,
se eliminaba a los lectosomáticos débiles (sic) y displásicos.
El examen de la
inteligencia, también explorado por Giese en 17 pruebas, fue reducido al método
de Termann, abreviado y recomendado por Germain y la “señorita Rodrigo” (Gutierréz Higueras, Camy Sánchez-Cañete, 1942,
p. 167). Los psiquiatras jienenses se referían a la prestigiosa Mercedes Rodrigo, directora del
Instituto Psicopedagógico de Carabanchel que, junto al médico y psicólogo José Germain, habían contribuido
durante el primer tercio de siglo a la adaptación española del test de Termann
(35). En los años cuarenta en el sanatorio de Jaén las pruebas no diferenciaban
entre la inteligencia teórica y la práctica y discriminaban a aquellos
aspirantes cuyo cociente intelectual era inferior a 0,7. Por otra parte el examen
de la personalidad y el estudio caracterológico en el establecimiento de Jaén,
se realizaba a través del test de Rorschach (manchas de tinta) y el modo de
trabajar se evaluaba con la información sobre su actividad en la profesión
anterior y la observación de la conducta en los tres meses obligatorios de
prácticas en el establecimiento psiquiátrico.
FOTO 8 Manicomio
provincial Santa Cruz de Tenerife, 1920. Cortesía Francisco Javier Castro
En un trabajo posterior
del hijo de Gutiérrez Higueras se detallaban mejor estas pruebas psicotécnicas
que clasificaba, a semejanza de Giese, en 4 áreas: Pruebas sensoriales (ojos,
oídos y manos), de inteligencia (memoria, inteligencia teórica, inteligencia
práctica), funciones complementarias (concentración, reacción, juicio ético…)
y, por último, el modo de trabajar (seleccionar figuras, ensartar, cálculo,
pesar, hacer agujeritos y limpieza de una placa...) (24).
Sin duda, la tarea más
compleja era valorar la moralidad ya que los médicos, no sometidos a ningún
filtro ético previo, no solo se convertían en los evaluadores de la formación
profesional del personal auxiliar, sino también de cuestiones éticas. Concretamente,
la prueba 30 de Giese medía la moralidad teórica (cognoscitiva), sin embargo, tanto
Rodríguez Lafora en 1933 como los
jienenses en 1942, consideraban preciso tener en cuenta la moralidad de
carácter conactivo o práctico. Es curioso que, a pesar del exilio del profesor
catalán, las “pruebas de Mira” fueran
consideradas óptimas para la discriminación ética profesional.
El psicólogo y
psiquiatra que, desde 1939 permanecía en Latinoamérica, había ensayado una prueba
en la que 156 enfermeras debían elegir una conducta ante un caso clínico
concreto, cuya respuesta valoraba el criterio moral de éstas (37).
En la selección a la que
fue sometido el alumnado de los cursillos de Jaén, los psiquiatras afirmaban
que los resultados de las pruebas de Mira ofrecían un fondo latente no ético en
los exámenes de las enfermeras frente al personal masculino. Esta aseveración,
susceptible de un análisis más detallado desde una perspectiva de género, no es
posible verificarla ya que la información vertida en ambas colaboraciones de
Juan Pedro Gutiérrez Higueras y Pedro Camy Sánchez- Cañete (16, 18), no
detallan ni la prueba concreta realizada, ni los resultados de los alumnos, ni
de las alumnas. No obstante, estas evaluaciones confirman cómo la posición
jerárquica de los médicos les otorgaba, sin haber sido ellos mismos sometidos a
una evaluación psicotécnica previa, la posibilidad de ser los garantes de la
moralidad de sus “auxiliares o subalternos psiquiátricos”.
FOTO 9 I Promoción de Enfermeras, Escuela No Oficial
1953, Jaén. Cortesía de Jesús López Ortega
A modo de reflexión
Los Cursillos de
capacitación psiquiátrica de enfermeros psiquiátricos se fueron
consolidando en las décadas posteriores a la guerra y se mantuvieron, al menos
hasta la década de los setenta. Avanzados los años 50 el hijo de Gutiérrez
Higueras mantuvo el interés en continuar los cursos anualmente que, él
afirmaba, eran “posiblemente de los
primeros de España” (Gutiérrez Aguilera, 1978, p. 100). Esta interesante
iniciativa no resolvió, sin embargo, los problemas de la institución ya que, en
las memorias de actividades, décadas después, reflejaban las frustraciones de
directivos médicos y del personal sanitario por el progresivo deterioro de la
institución (38).
No obstante, estos
cursillos y otros de distintas instituciones pendientes aún de estudio,
trataron de suplir la escasa atención que la administración sanitaria franquista
le prestó a la formación enfermera, ya que la primera convocatoria para obtener
el “Diploma de Practicante y enfermero
psiquiátrico” no se realizó hasta junio de 1949 (39).
En octubre se publicaron
los nombres de casi un centenar de aspirantes, la mitad mujeres, si bien a la
mayor parte de ellas les faltaba el título (40). El programa oficial constaba
de 40 temas, dos más que en 1955(41), cuando las Jefaturas de Sanidad de
Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y A Coruña convocaron exámenes para
Diplomados psiquiátricos que fueron anulados el 3 diciembre de 1959.
FOTO
10 Personal de Los Prados. En la fila inferior, sentado y el cuarto desde la
izquierda, Juan Pedro Gutiérrez Higueras, Médico Director (Fuente: Gutiérrez
Higueras 1953).
Recientemente María Hernández Padilla ha abordado aspectos
de una de las reformas pioneras de los ochenta y sus implicaciones sociales en Jaén
(42), sin embargo, aún persiste una amplia laguna en relación a la formación de
la enfermería psiquiátrica. Estas iniciativas de posguerra, no exclusivas de
esta área geográfica, son elementos susceptibles de un análisis historiográfico
aún por hacer, para comprender el lento camino recorrido hasta la autonomía de
la profesión, uno de los pilares de la profesionalización de la enfermería de
salud mental, tal como se entiende en la actualidad.
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El Manual del
enfermero en los manicomios (1909) de Vicente Goyanes: preludio de la
formación en enfermería psiquiátrica. Publicado el sábado día 13 de febrero de
2016
FOTO 14 Tasso en el
manicomio, 1821. Óleo de Eugene Delacroix
FOTOS
HERNÁNDEZ-PADILLA,
María (2010). Discursos sobre salud
mental. Nuevas miradas a la realidad social de la atención psiquiátrica en la
provincia de Jaén. Jaén: CES-Diputación Provincial.
Fotografías cedidas por
María Hernández Padilla, Francisco Javier Castro Molina y Jesús López Ortega
AGRADECIMIENTO
ESPECIAL
María Hernández Padilla por su buena disposición a facilitarme los
Reglamentos del Establecimiento Psiquiátrico de Jaén (1935 y 1956), así como
sus acertados comentarios al texto.
AGRADECIMIENTOS
Olga Villasante Armas
Alfonso Blanco Picabia
Revista Norte de Salud
Mental
Francisco Ventosa
Esquinaldo
Francisco
Javier Castro Molina
Jesús López Ortega
Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado
en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de
San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia
de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro
de Enfermería Avanza
Miembro
de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro
de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro
de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro
no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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