AGNES VON KUROWSKY STANFIELD
Agnes von
Kurowsky Stanfield, nació el
5 de enero de 1892 en Germantown, Filadelfia, Pensilvania y murió en el mismo
lugar el 25 de septiembre de 1984. Fue una enfermera estadounidense, que fue la
base para el personaje de «Catherine
Barkley» en el libro de Ernest
Hemingway en “Adiós a las armas”.
FOTO 1 Agnes en Milán en el
Hospital de Treviso en 1918 (foto cortesía de la Fundación Hemingway)
Los padres de
Agnes se conocieron mientras su padre que había nacido en Alemania, enseñaba
idiomas en la escuela Berlitz en Washington, D.C. Aunque su familia se mudaría
muchas veces durante su infancia, Agnes llegó a considerar Washington como su
casa. Asistió al Seminario Fairmont y a un programa de formación de la
biblioteca pública en Washington, donde obtuvo su primer trabajo, en 1910, como
catalogadora de esa biblioteca. En 1914, decidió dejar la biblioteca y asistir
a la Escuela de Enfermería. «La biblioteca era un trabajo lento y sin
incidentes. Mis preferencias se decantaban por algo más emocionante».
Asistió al
programa de formación de Enfermeras Bellevue en Nueva York, donde se graduó en
1917. Se enroló en el servicio con la Cruz Roja Americana, y el 15 de junio de
1918, embarcó hacia Europa. Fue allí, en su primera misión de la Cruz Roja en
el Hospital Treviso del Ejército en
Milán, durante la Primera Guerra Mundial, donde conoció a Hemingway (1, 2, 3).
Uno de sus tíos
era el famoso arquitecto de Chicago, William Holabird y su abuelo materno fue
el general Samuel Beckley Holabird, quien fue intendente en el ejército de los Estados
Unidos.
Agnes y Hemingway
En 1918 Agnes
fue la enfermera que cuidó de Hemingway cuando estuvo herido y éste se enamoró
de ella. Hubiera perdido su pierna de no ser por su enfermera Agnes que cuidó
de él hasta su curación. Se comprometieron, pero nunca se casaron. Después de
la guerra, Hemingway regresó a los Estados Unidos y esperó a Kurowsky para
casarse allí con ella, pero en lugar de acudir, Kurowsky le envió una carta
finalizando la relación en el año 1919. A pesar de que Kurowsky regresó a los
Estados Unidos, nunca se volvieron a encontrar. Esto afectará en la vida a Hemingway.
FOTO 2 Agnes von Kurowsky y Ernest Hemingway
herido
La identidad de Agnes
como base para el personaje de ficción no era un dato muy conocido hasta que el
hermano de Hemingway, Leicester, publicó un libro en 1961 sobre su hermano.
Leicester Hemingway visitó a Agnes en Key West, mientras investigaba para su
libro. Agnes le dio algunas fotografías de su libro de recuerdos que ahora
residen en la Fundación Hemingway.
Hemingway
utilizó sus experiencias en Italia como base para diez cuentos. En estos
cuentos, entre los que están “Un cuento muy corto” y “Las nieves del Kilimanjaro”
aparecen personajes ficticios basados en Agnes von Kurowsky, así como en “Adiós a las armas”.
Agnes von Kurowsky se casó dos veces.
Primero con Howard Preston Garner («Pete») el 24 de noviembre de 1928 mientras
se encontraba con la Cruz Roja en Haití. Completada su misión en Haití obtuvo
un divorcio rápido. Se casó por segunda vez con William Stanfield en 1934.
Stanfield era gerente de un hotel, viudo y con tres hijos.
Durante la
Segunda Guerra Mundial, su marido y uno de sus hijastros sirvieron en la Marina.
Agnes y sus dos hijastras se fueron a Nueva York, donde Agnes trabajó en el Banco
de Sangre de la Cruz Roja en la Quinta Avenida. Permaneció casada con Stanfield
hasta su muerte en 1984, tenía 92 años de edad (4).
Actualmente sus
restos se encuentran en el «United States Soldiers' and Airmen's Home National
Cemetery» (Cementerio Nacional de Soldados y Aviadores de los Estados Unidos)
en Washington DC.
Fue condecorada
por «su valiente y encomiable servicio»
con la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial (1, 2, 3).
FOTO 3 Ernest Hemingway paseando junto a dos enfermeras, en el Hospital Treviso
de Milán, en otoño de 1.918 y a su izquierda su amiga, Agnes Von Kurovsky.
Museo de Kobarid, Eslovenia.
HEMINGWAY EN EL AMOR Y EN LA GUERRA
El diario de Agnes von Kurowsky
El diario de tiempo de guerra de
Agnes, “cuya existencia nadie conocía”, tal vez ni siquiera su propio
marido, es un volumen adquirido en Italia y encuadernado en tela con la
etiqueta de “Agenda 1918”, con un frontispicio en el que figura
un calendario con la lista de santos y un espacio (en blanco) en la parte
posterior para las notas mensuales. Está muy sucio y deshilachado y muestra los
estragos del tiempo, pero sus páginas conservan en buena parte la claridad de
su contenido, primorosamente escrito a mano. De vez en cuando el diario, con
dos días por página, más parece una historia continua que una crónica de los
acontecimientos en las fechas exactas en que ocurrieron. Da por tanto la
impresión de una narración seguida (5).
La imagen que surge de él es la
de una joven en busca de aventuras, profundamente interesada en las personas y
el mundo que la rodean, dotada de un gran sentido del humor y deseosa de
divertirse. Una mujer que descubre el atractivo que ejerce en los hombres y que
disfruta de su compañía, aunque no da nada de sí misma hasta que inicia una
relación amorosa con Hemingway. No
le gusta estar sola. Es sensible al romanticismo de Italia, la “luna, la suave música” y el vino.
Reconoce que está alterada emocionalmente y le remuerde la conciencia porque no
siente nada por el médico con quien había estado saliendo en Nueva York.
FOTO 4 Agnes von Kurowsky. Un joven Ernest Hemingway, con apenas 19 años,
durante su participación en la Primera Guerra Mundial
Sobre el trasfondo de los
acontecimientos cotidianos del hospital “incluida
la dolorosa pérdida de un paciente”, destaca con toda claridad su
compromiso con el deber. Cualquiera que fuera el alcance de sus relaciones con
el conductor de ambulancias herido, al que cariñosamente llama “el niño”, éstas
nunca tuvieron prioridad sobre el trabajo en el extranjero para el que se había
ofrecido voluntaria.
Pese a que iba creciendo su
afecto por Ernie a medida que iban
pasando las semanas, es curioso señalar que Agnes nunca utilizaba la palabra “amor”
en su diario, en contraste con la sinceridad del que suelen hacer gala los
diarios personales de este tipo.
Las circunstancias que llevaron
al descubrimiento del diario empiezan con una carta que R. J. Costanzo le escribió a Bill
Stanfield, el marido de Agnes: “Lamento
tener que comunicarle que la normativa vigente en el Cementerio Nacional no
permitirá la inhumación de su esposa en el Cementerio Nacional del Hogar de los
Soldados, al lado de sus padres y abuelos. Siento que mi respuesta a su
petición no haya podido ser favorable. La normativa para la inhumación o el
depósito de urnas en los cementerios nacionales del Ejército es muy estricta, y
yo carezco de autoridad discrecional en este asunto”.
Más tarde resultó que la
jurisdicción estaba en otro sitio, en el Consejo de Comisarios del Hogar de los
Soldados y Pilotos de Aviación de Estados Unidos. Cuando un par de años después
ejercí toda la influencia que pude para atender la petición de los Stanfield,
no tenía ni la más remota idea de lo que todo ello me iba a reportar a cambio
(5).
Cuando el Consejo anuló la
resolución inicial, Bill y Agnes se mostraron intensamente agradecidos. “A esta hora ya habrá usted recibido la buena
noticia, me escribió Bill el 24 de enero de 1983. Tanto Agnes como yo le damos
nuestras más expresiva gracias por su decisiva ayuda”. Unas semanas
después, el 17 de febrero, me escribieron: “Todo
fue muy bien gracias a usted”. Agnes no tenía familia ni descendientes, de
ahí que a la muerte de Agnes, Bill decidió entregarme todas sus cartas y
recuerdos, consciente del vínculo que se había creado entre nosotros muchos
años atrás durante la Primera Guerra Mundial. “Haga usted lo que considere oportuno con este material, que incluía el
diario de 1918, pues yo no quiero destruir nada. Algunas cosas quizá las quiera
usted enviar a los Archivos Kennedy. Por favor, haga lo que estime más oportuno”.
Siguiendo su sugerencia, lo entregué todo a la Biblioteca John F. Kennedy de
Boston, donde ahora forma parte de la Colección Hemingway.
Algunas partes de la Agenda 1918
Viernes 19 de julio.
Nada digno de mención. El señor
Rochfort habla mucho y me mantiene ocupada con sus preguntas pero creo que ya
está mejor. Esta noche me eh sentado en la terraza del hospital con los pacientes.
Están todos muy animados, por lo menos los que se encuentran medianamente bien,
2 están enfermos.
Sábado 20 de julio.
El capitán me ha vuelto a
acompañar a casa y esta vez ha entrado. Al parecer, nuestro Hospital le ha
encantado y ha simpatizado mucho con el señor Hemingway, que tiene el honor de
ser el primer norteamericano herido en Italia (fue herido el 8 de julio de 1918
por fuego de mortero). Tiene metralla en las rodillas, aparte numerosas heridas
superficiales.
Domingo 21 de julio.
Se ha celebrado el cumpleaños del
señor Hemingway y todos nos hemos vestido con nuestras mejores galas, hemos
tomado gelati en la terraza y hemos tocado el fonógrafo. Después el señor Seely
le ha traído una enorme botella de coñac de 5 estrellas y todos se han puesto
muy alegres. No sé qué ocurre pero últimamente no consigo acostarme temprano.
Cada noche empiezo muy pronto, me pongo a hablar con alguien y me dan las 12 de
la noche sin darme cuenta.
Lunes 22 de julio.
Esta tempestuosa manera de
cortejar de los italianos es realmente aterradora. Me dice que me quiere mucho
y cuando yo le digo pero yo a usted no lo quiero, se queda desconcertado un
momento pero después vuelve a la carga. Y sin embargo cuando no habla de esa
manera me gusta mucho, canta muy bien, tiene una bonita voz y mucha expresión.
FOTO 5 Agnes y su diario “Agenda 1918” y sus cartas
Martes 23 de julio.
Hoy, en el pequeño cuarto de
vestir donde yo me siento cuando el señor Rochort duerme, el capitano no me ha
dado un susto, pero me lo hubiera podido dar si yo hubiera estado lejos de
cualquier ayuda. Y sin embargo no me puedo enfadar con él porque otras veces
parece un niño.
Miércoles 7 de agosto.
Bueno esta noche el capitán se ha
vuelto a presentar. Acaba de regresar del Frente donde el lunes sufrió un
accidente de automóvil en el que por poco se mata. Me he arrepentido del trato
que le dí el sábado. Hemos mantenido una larga conversación en la que me ha
parecido más brillante que de costumbre. Creo que tiene muy buenas cualidades
aunque está demasiado acostumbrado a no controlarse. De todas formas, siento
mucho que me tenga tanto aprecio.
Jueves 8 de agosto.
He pedido permiso para el sábado
por la noche porque tengo una cita para cenar con el capitano. El señor
Hemingway aprecia mucho a ese hombre y ambos se cuentan el uno al otro todos
sus secretos. Todos mis demás pacientes están mejorando. Uno de ellos, el
teniente Darling, es justo lo que dice su nombre (amable), un buen chico. Cree
que miento sobre mi edad. Ésa no es la razón de que me guste aunque lo parezca.
Aunque en realidad todo el mundo lo aprecia. El señor Hemingway tiene celos de
la atención que recibe pues él también está muy mimado (5).
Viernes 9 de agosto.
Hoy ha venido la signorina
Pirelli. Yo me había pasado toda la tarde sin poder dormir y he salido con ella
a comprarle unas almendras al señor Hemingway. Entonces ha llegado el capitano
y el señor Hemingway le ha dicho que yo había salido. Por consiguiente no me he
enterado de que estaba arriba hasta después de cenar. Más tarde él se ha
comportado de una manera muy rara, se le veía dolido porque esperaba que fuera
a cenar con él, apenas me contestaba cuando le hablaba y entonces yo me he
enfadado y he salido de la habitación. Al final el señor Hemingway me ha
llamado cuando el capitano ya se iba, nos hemos dado explicaciones y finalmente
yo le he prometido ir a cenar con él mañana por la noche.
Sábado 10 de agosto.
Esta mañana a primera hora han
operado al señor Hemingway, la primera operación que se hace aquí. Todo ha ido
muy bien. El médico italiano miraba sonriendo a su alrededor y ha aprendido
unas cuantas palabras inglesas como “aguja… fuerte… suficiente”. Después yo me
he tomado mi media noche libre y el capitano ha venido a recogerme a las 6 de
la tarde. Hemos ido al Parco y hemos visto el monumento al Monte Grappa.
Después hemos ido a un restaurante “Sempioncius” donde al principio parecía que
éramos los únicos clientes. Hemos probado 2 mesas de la terraza, y al final me
ha cogido frío y él me ha hecho pasar a un saloncito privado, aunque a mí no me
gustaba en absoluto la idea. No obstante, me ha acompañado a casa temprano.
Martes 13 de agosto.
No hay palabras para describirlo.
El paciente ha llegado a las 7 de la mañana y a las 6 he probado a darle al
señor Allen una dosis de Olio di Ricino. ¡La que se ha armado! Aún estaba
durmiendo y ha vomitado el aceite, el café y la leche malteada sobre la cama y
el suelo. Yo iba un poco sucia cuando he terminado el turno. El aceite de
ricino no es precisamente un adorno del uniforme y de mis zapatos blancos,
mejor no seguir. Estos zapatos italianos tienen una forma rarísima. Cómo se
reirían en Nueva York si vieran mis tacones de goma redondos.
Miércoles 21 de agosto.
Llevo una semana sin escribir el
diario, por lo que ahora no puedo ordenar los acontecimientos con exactitud y
me limitaré a escribir las cosas tal como las recuerdo. He tenido una semana
muy ocupada y a pesar del calor he procurado dormir de día. El miércoles fui al Maggiore y vi a la señorita
Pirelli. Las bolsas de abalorios no estaban listas, por consiguiente
tendré que volver la semana que viene.
Caí en la tentación y encargué
una bolsa preciosa de 65 liras y también un cinturón de abalorios azules y gris
acero. Después fui a la Galleria y me enamoré de una blusa preciosa que vi en
una tienda. Salí con dos blusas, 1 vestido y un salto de cama muy bonito de
crespón de seda. Un capricho horrible, pero el salto de cama es una maravilla y
no me arrepiento. Al volver a casa con mis compras, Cavie me ha preguntado si
estaba preparando el ajuar para ir a París con el capitano.
El señor Hemingway y yo
esperábamos al capitano el miércoles porque nos había escrito una postal
diciendo que vendría pero no vino y he estado todas las noches tan ocupada que
me alegré de que no viniera, pero el Niño se preocupó mucho. Estaba seguro de
que “nos” había dejado plantados. Al final ha venido esta noche vestido de
borghese (paisano), el aliento le olía a cerveza, llevaba el cabello más rizado
que nunca y se había puesto un perfume más fuerte que de costumbre. Estaba muy
deprimido porque se tiene que ir el lunes y me da mucha pena. Echará de menos
todo lo de aquí. Mi apreciado señor Darling se fue el viernes. Y también se irá
el señor Michels, un oficial pagador de la Marina (Aviación) que me hacía desesperadamente
la corte.
FOTO 6 Obituario
Domingo 25 de agosto.
Ahora Ernest Hemingway se ha
encaprichado conmigo, o por lo menos lo cree. Es un muchacho encantador y muy
simpático. Nadie se explica que me haya vuelto tan famosa en los últimos seis meses.
Debe de ser porque me estoy volviendo muy frívola. Hoy tengo que ir a un té que
ha organizado la Cruz Roja Italiana en honor de la señorita Shaw.
Lunes 26 de agosto.
¡Gracias a Dios que han terminado
las viejas relaciones! Me sentía un poco tonta con tantas enfermeras italianas
y sin poderles decir ni una sola palabra en su idioma.
Agnes von Kurowsky. Cartas a Ernest Hemingway
Introducción de Henry S. Villard
Las numerosas cartas que Agnes le
escribió a Ernest Hemingway representan sólo una faceta de una correspondencia
que algunas veces siguió el vertiginoso ritmo de una carta al día e incluso de
dos en la misma fecha. Después, tras un vacío de tres años, se produce una
comunicación final que marca el término de aquel episodio de tiempo de guerra. La
colección revela el afecto de Agnes por un conductor de ambulancias de la Cruz
Roja de diecinueve años que había resultado herido. Las expresiones de cariño
que tanto abundan en las cartas contrastan vivamente con su posterior empeño en
quitar importancia a la relación y despacharla como un simple coqueteo.
Siempre se ha dado por sentado
que la relación fue más ardiente por parte de Hemingway que por la de Agnes y
que, pese a que ella correspondía a sus sentimientos, no está claro en absoluto
que se hubiera enamorado con la misma temeraria fogosidad con que lo hizo él.
De hecho, sin la confirmación que nos ofrecen tanto el diario como las cartas,
es muy posible que resultara difícil calibrar hasta que extremo ella había
elegido a Ernie de entre todos los demás pacientes del Hospital Treviso de
Milán para hacerlo objeto de su especial atención. Sin embargo, las cartas
constituyen una prueba más que evidente de su interés y su afecto. En
comparación con la relativa circunspección que preside la crónica de acontecimientos
cotidianos del hospital, las cartas derraman un verdadero torrente de amorosa
solicitud.
Además de la diferencia en el
tono y el contenido, las cartas ofrecen otro contraste con el diario. En el
diario, Agnes escribe sólo para sí misma, anotando pensamientos que no hubiera
revelado a otra persona. En cambio, en las cartas abre su corazón sobre el
papel: “Nunca pensé que pudiera escribir
lo que siento con tanta claridad y sinceridad… Una vez escrito ya no puedes
retirar lo que has dicho”. Espontáneas, rebosantes de naturalidad y
ternura, estas cartas son como las que cualquier otra joven de aquel
determinado período de la historia hubiera podido escribir a su enamorado. Y
como tales deben ser consideradas.
Es una lástima que no nos hayan
llegado las cartas que Hemingway le escribió en respuesta. Sólo cabe deducir
que por lo menos igualaban la intensidad de los sentimientos que ella expresaba
en las suyas. En una época posterior de su vida. Agnes confesó que había
entregado las cartas de Hemingway a Domenico Caracciolo, su nuevo amor, cuando
Hemingway regresó a Estados Unidos, y que éste las había quemado. Se ignora por
tanto el paradero de la parte epistolar correspondiente a Hemingway, incluso de
las tres cartas que Agnes, en la carta que me escribió en 1962, dijo haber
recibido de manos de Mary Hemingway (5).
Niño, mi Niño, acabo de estar en
tu habitación ¡y he recordado eso que se dice de que a veces las sillas hablan!
La habitación me obsesionaba tanto que no he podido permanecer en ella. Por
consiguiente me he limitado a retirar tus galletas y otras sobras y por la
mañana trasladaré los envases vacíos a la habitación del señor Lewis pues tengo
entendido que la señorita De Long quiere limpiar tu casa en tu ausencia. Pero
no sabes cuánto me gustaría tenerte aquí esta noche porque me he enfadado mucho
con Mac y necesito un hombro sobre el que derramar mis lágrimas de rabia.
Verás, es que ella nunca me deja subir durante el día a preparar algo para sus
pacientes (25 de septiembre de 1918).
FOTO 7 ST. Peterburg Times. Sunday
2 de diciembre de 1984
Se ha aprovechado miserablemente
de mí, ha subido y le ha preparado una limonada caliente al teniente Lewis y
cuando yo se lo he reprochado recordándole que ella nunca me permite hacer nada
durante el día me ha contestado que él se la había pedido a la señorita De Long
y entonces yo me he retirado hecha una furia. Después ha venido para decirme
que podía llevarle la limonada al paciente y yo le he contestado, “Gracias,
Mac, pero no”. Se ha mostrado tan amable conmigo durante el resto de la tarde
que creo que se arrepiente, pero me ha dolido. ¡No merece la pena perder los
estribos por tan poca cosa pero me parece tremendamente injusto!
Pero volvamos a lo nuestro, el
tema más importante; si donde estás ahora hay veladas tan divertidas como las
de aquí, te lo debes de estar pasando muy bien. Cavie se quedó levantada y
jugamos al 500 con el señor Allen y el señor Rochefort hasta que este último se
retiró en favor de la señorita Fisher. Después vino el teniente Mitlis, pero la
partida se deshizo muy pronto cuando ella y Mac lo acompañaron a la peluquería
de abajo.
Me gustaría que hubieras visto a
Edward. Estuvo muy gracioso jugando con Cavie, que no es una experta científica
en este juego que él juega con precisión matemática, poniendo toda su alma en
las cartas. “Ahora el comodín vale más, ¿verdad? ¿Y después vienen las dos
sotas? ¡Qué lastima que no tenga ninguna!”, dice ella. Y acababa de apostar 7
en diamantes. Él le replicó que lo haría muy bien si usara la cabeza. Qué cruel
es este chico (5).
Es una noche maravillosa para una
gran sopera de minestrone y aquí tengo suficiente para dos. Lástima que me lo
tenga que comer yo sola.
Esta tarde he conocido a los
señores Walker y Maxwell. Ha habido una gran confusión pero yo he hecho como
que no me daba cuenta. Después el señor Walker, con palabras entrecortadas por
la vergüenza, me ha pedido disculpas por el terrible error cometido y yo le he
dicho que era “ilegible” y que estaba todo olvidado.
Bueno, como siga escribiendo
acabaré en la filigrana pues no te imaginas lo lúgubre y triste que resulta
este papel no pautado. La amenaza de mal tiempo de esta mañana contribuye a mi
estado de ánimo.
No te olvides de volver junto a
mí, Muchacho mío porque te echo terriblemente de menos.
Ahora te toca a ti y la prueba ya
está en marcha; por consiguiente “que siga el baile y que nadie nos quite la
alegría”.
Tuya hasta que Termine la Guerra.
(De las cartas de amor de un Recluta).
Aggie
26 de septiembre de 1918
Mi querido Muchacho:
Estoy tan muerta de sueño que
apenas puedo ver pero tengo que darte la noticia porque mañana seguro que no me
va a dar tiempo. Hoy me van a sustituir en el turno de noche y por consiguiente
no me he ido a la cama y como era el cumpleaños de la enfermera Cavie, el
Detective y yo nos hemos pasado la tarde recorriendo la ciudad en busca de
pequeños regalos para los asistentes a la cena.
Todo ha ido muy bien y Cavie ha
estado muy contenta, por consiguiente creo que he alcanzado mi objetivo pero estoy
cansadísima. La señorita De Long ha empezado pidiendo que todos jugáramos al
500… lo cual significa que ha sido una velada muy movida.
FOTO 8 ST. Peterburg Times. Sunday
2 de diciembre de 1984
El teniente Eckling (ése de la
Cruz Roja que tocaba piezas de Louis Bernstein) ha asistido a la fiesta y el
teniente Mitchell también. La fiesta ha estado muy concurrida desde luego.
Fisher hacía el turno de noche y ya ha cometido una falta pues esta tarde
hubiera tenido que dormir y en cambio ha salido con Mac. Como era de esperar,
la señorita De Long y yo nos hemos tropezado con ellas en el Corso.
Si hoy no hubiera estado tan
ocupada, hubiera llorado de soledad.
Cavie me ha dicho esta noche que
no cree que te eche de menos porque se me ve muy despreocupada, por
consiguiente la he sacado de su equivocación y le he dicho que jamás en mi vida
había echado tanto de menos a nadie.
Estoy tan cansada que ya no puedo
escribir más y ser legible… o creíble.
O sea que hasta la vista mi niño
y cuídate mucho. Puede que no te vuelva a escribir si descubro que mis cartas
tardan demasiado en llegar.
Bendito seas,
Agnes
(tengo una carta para Jhon
Miller, se la guardo)
FOTO 9 Carta
Sin fecha
Mi vieja y querida caldera,
Eso es peor que lo de costumbre,
pero ten en cuenta el mal tiempo, mi escasa imaginación, la hora que es y mi
valor al intentar escribir unos ligeros versos para mi señor, y deja después
que la compasión ablande tu viejo corazón de piedra.
A veces soy capaz de hacer cosas
mucho peores, lo cual forma parte de un oscuro pasado que todavía no ha sido
revelado a tu inquisitiva mirada.
Oh, Maestro, gustosamente me
sentaría a tus pies (tras haberle dedicado la debida atención y haberles puesto
unos calcetines limpios) para recoger las perlas de la auténtica literatura que
brotan en cascada de tu máquina de escribir. Estoy recogiendo los fragmentos
desechados de la papelera y tejiendo con ellos un relato imaginario.
FOTO 10 ST. Peterburg Times. Sunday
2 de diciembre de 1984
Mira, es que ahora tengo frío y
necesito entrar un poco en calor. Puedes ver el efecto en mi errante intelecto.
Por cierto, ¿dónde está mi errante cerebro esta noche? Enchufado a la Tormenta
como la corriente eléctrica. Me parece que eso se va a convertir en una
costumbre, ya lo verás. No sé cómo lo hago, pero lo hago. No sé cómo lo digo
cuando lo digo, pero no pasa ni un solo día sin que le alegre el corazón a
alguien y sin que oiga que alguien me dice, “¡Menuda cabeza tiene!”
Querido bambino, creo que ésta va
a ser la última carta porque tú jamás vas a querer soportar una repetición de
este tormento. Pero a pesar de este día tan húmedo, yo no me siento mojada sino
ilegible y tú tendrás que hacerme el favor de no tenérmelo en cuenta porque no
puedo evitar soltarlo. Eso es lo que ocurre cuando se rechaza y desprecia a una
persona. La Mujer lo Paga. Qué asco. Pero yo te quiero igual, por consiguiente
adiós y te veré dopo.
Agnes
8 de octubre de 1918. Vía Manzoni
nº 10. Milano
Esta tarde he estado casi a punto
de pelearme con Cavie porque no se quería creer lo que yo le redicho sobre la
manifestación de anoche… le he repetido algunas cosas que tú me dijiste. En
cambio Casey, también llamada Detective, cree todo lo que yo le dije y parece
que todo el mundo lo corrobora en sus últimas afirmaciones, o sea adiós.
De todos modos, como supongo que
el cablegrama americano sobre la petición de armisticio tiene algún fundamento,
es bonito hacer planes descabellados para el Año Nuevo. Por consiguiente me iré
a la cama soñando con un futuro feliz y no permitiré que estés mucho tiempo
triste, como has estado estas últimas noches. Después puede que esta noche
veamos quién de los dos tiene el plan soñado más bonito, más descabellado y más
imposible para el Viejo Futuro que forjaremos juntos, nést-ce-pas?
Ah, mi querido señor Niño, como
te atreves a permitir una sola vez que esa expresión de absoluta desolación
vuelva a aparecer en tus brillantes ojos… bueno, no te digo lo que pienso
hacer, pero lo más seguro es que no puedas comparecer ante la presencia de las
Bellia cuando vuelvan a la ciudad.
No quiero que pienses que ya no
estoy celosa pues en tal caso insinuarías inmediatamente que ya no te quiero.
¿No piensas alguna vez que ojalá pudiéramos saltarnos un año? Si lo hiciéramos,
supongo que nunca dejaríamos de lamentar este tiempo perdido y diríamos que
todas las cosas bonitas que no ocurrieron seguramente hubieran ocurrido aquel
año. Y también le echaríamos la culpa de todas las desgracias. No sé si lo que
digo tiene sentido o no…
Querido, prométeme que no te
pondrás enfermo. En tal caso puede que podamos burlarnos de algunas de tus
corazonadas. Recuerda el terrible ejemplo del capitán Graves. Pero no quería
recordártelo.
En cuanto te animes un poco y
contemples la vida con tus habituales gafas de color de rosa, escribiremos una
nueva edición de lujo de una carta a las 3 singulares Niñas Exploradoras de la
Sección 4, las que nos escribieron aquella cartita tan preciosa con dibujos
originales de pájaros salvajes y cosas por el estilo. ¡Muy instructivo! ¡Dios mío,
cómo han cambiado los tiempos y las costumbres desde que yo era pequeña! (5).
Tu algo idiota (pero sin embargo
tuya, o sea que no puedes protestar) Von (también llamada Ag, Aggie, Agonía,
Inculta, Bicho Raro, Vonny… Agnes, Niña, Señora Niña y algunos nombres más).
BIBLIOGRAFÍA
1.- Biografía de Agnes von Kurowsky Stanfield
2.- ST. Peterburg Times. Sunday 2
de diciembre de 1984
3.- Fundación Hemingway
4.- Historia de la Enfermería. M.
Patricia Donahue. Versión española de la obra original “Nursing. The Finest Art. An Illustrated
History”, publicada por The C. V. Mosby Company. B-24.474-99
5.- Henry S. Villard & James
Nagel
Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado en Enfermería. Servicio
de Traumatología. Hospital
Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza-
Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad
Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza /
Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana
de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de
Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la
Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN,
A.C.
Miembro no numerario de la Real
Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
3 comentarios:
Que bella historia de amor correspondido pero no realizado en plenitud; te deja nostalgia y dolor por ese tiempo que no se olvida
Dios porque no terminaron juntos se nota a leguas que hemingway siempre la amo hasta sus ultimos dias.esta historia te hase vivir en un pasado que crees tu perteneces a esa epoca.que gran escritor y que gran mujer toda una Diosa.
Como me conmueve ese amor intenso no realizado, y como duele hasta las lagrimas que por un lado la indecision de Agnes y por el otro el orgullo de Ernest los hayan llevado a la insatisfacion y la amargura, por ese amor correspondido y a la ves frustrado, hasta donde nos lleva el rencor? Solo el suicidio de Ernest apago su dolor; no arrepentirse a tiempo puede doler toda una vida
Publicar un comentario