lunes, 20 de abril de 2015

HISTORIA DE LA ESCUELA DE ENFERMERÍA DE LA UNIVERSIDAD DEL VALLE EN CALI, COLOMBIA, CONTADA POR SUS ACTORES



DOS PROTAGONISTAS, DOS ESTILOS

Con ocasión de la celebración del XIV Congreso Nacional y el IX Internacional de Historia de la Enfermería he preparado este resumen. Permítanme felicitarlos por los 100 años de reconocimiento del título oficial de la enfermera en España.

FOTO 1 Portada del libro de viaje. Foto Yalila Yoda Cespedes

AUTORA: Yalila Yoda Cespedes. Licenciada en Enfermería por la Universidad del Valle, Cali, Colombia. Estudios de Inglés y Civilación Occidental por la Universidad de Georgetown University en Washington D.C. Bachelor of Science in Nursing Wayne State University Detroit, Michigan U.S.A. Magister en Administración por la Universidad del Valle en Cali, Colombia.

Especialista en Educación en Salud por la Universidad Autónoma de San Luis de Potosi S.L.P México. Curso: Consejería en Lactancia Materna. Secretaria de Salud Publica Municipal en Cali, Colombia. Curso de Lactancia Materna y Evaluación Hospitales Estrategia Iami Fundacion Santa Fé de Bogotá en Colombia. Cursos Cortos en Arte (pintura) en el Instituto de Bellas Artes e Instituto Popular de Cultura de Cali en Colombia.

Medalla al Mérito Cívico Santiago de Cali en Colombia, en la categoría “Honor al Mérito” el 30 de julio de 2014. yaliyoda13@hotmail.com

Introducción
Este trabajo es un resumen del “Libro de Viaje” que escribí años atrás. Dicha obra fue presentada en el Congreso Internacional de Enfermería celebrado en Cartagena en la década de los noventa. Con esta obra, nada pretenciosa, quise entonces rendirle homenaje a los fundadores de la Escuela de Enfermería de la Universidad del Valle, y a través de ella dar a conocer su legado.

Esta es una historia viva contada por sus protagonistas; son sus anécdotas, sus sentimientos. Tuve el honor de haber conversado con ellos, ya desprovistos de toda vanidad. Como resultado salió a relucir su inteligencia, su generosidad sin límites, motivación y su entrega para los enfermos y los estudiantes a su cargo, y también, claro está, su amor por la profesión y por la ciudad de Santiago de Cali, que los vio y los acogió como sus hijos.

El texto final es el resumen de muchas entrevistas, que por tratarse de diálogos desprevenidos, le dieron un toque más humano al mismo. Por momentos el relato está lleno de anécdotas y salpicado de cierta picardía. La descripción de la celebración de actos como la ceremonia de imposición de tocas, la graduación, la grabación y la difusión posterior del himno de las enfermeras de Colombia, solo pueden suscitar sentimientos de afecto y nostalgia. Sirva este momento para recordar que el himno mencionado fue escrito en Bogotá por una estudiante vallecaucana que en aquella época estudiaba enfermería en la Universidad Nacional. Como ella, fueron muchas las personas que calladamente contribuyeron al engrandecimiento de nuestra profesión en la ciudad y en el país y por tanto merecen nuestro reconocimiento. Ellos son un ejemplo para las nuevas generaciones.

Muchos de ellos fueron innovadores, quizás porque entendieron y así lo expresaron, que con su profesión daban respuesta no solamente a las necesidades de atención de salud de una población , sino que, al entender la importancia de la educación de la mujer como agente de cambio, hicieron una verdadera revolución en esta comarca que para esa época era muy conservadora y solamente les tenía a las mujeres un futuro limitado por pocas opciones: el matrimonio, el convento, el cuidado de los padres ancianos y una frustración permanente para quienes se quedaban a la fuerza para “vestir santos” o dedicarse como entonces se llamaba a “la vida pública”.

Había un agravante para quienes querían estudiar enfermería años atrás: nuestra profesión no era reconocida como tal; razón por la cual habría que convencer a la sociedad y a los padres para que les permitieran a sus hijas educarse. La creación de la Facultad de Enfermería les facilitaría hacerlo en esta ciudad, e ingresar en la Universidad, sin escapar del todo de la tutela de los mayores.

Dada la edad y las condiciones precarias de salud de muchos de los protagonistas del libro, las entrevistas con los directivos, colaboradores y empleados de la Facultad de Enfermería de la Universidad del Valle se hicieron en sus casas. La mayoría estaban ya disfrutando de su pensión, y entre taza y taza de café, refrescados por la brisa caleña y el olor de camias, pude hacerles vivir esos momentos inolvidables. Fueron esas tardes ceremonias vivas para reconocerles en vida su importancia que todos ellos se merecen. Fueron ocasiones íntimas para poder contarles a ustedes sus historias, y al hacerlo fortalecer una hermandad sin la cual nuestra profesión pierde. El texto es libre, sin ningún formato pre establecido. Tal como lo expresé en la obra original “Libro de Viaje”, éste narra hechos, y describe personajes que deben ser recuperados para deleite y orgullo de nuestras sucesoras; anécdotas, secretos pequeños o grandes, también y áreas escondidas, algunas de ellas oscuras que hacen creíble el relato.

“De personas demasiado virtuosas, líbrame Dios”. He evitado que acontecimientos parezcan piezas de museo que se contemplan sin vibrar. He tratado de poner a conversar pasados sorprendentes contados por los actores directos, con actores del presente y del futuro, ustedes, queridos lectores.

FOTO 2 Título de Enfermera General. La Universidad del Valle

Finalmente creo que es justo también dejar consignado en este documento el nombre de las enfermeras directoras de la escuela de enfermería desde su fundación hasta el presente. Reconocidas o no, todas contribuyeron al desarrollo de nuestra facultad y nuestra profesión. Todas ayudaron en la preparación de enfermeras de Cali, Colombia y de muchos países. Todas, a su manera, innovaron mediante estrategias pedagógicas atrevidas la educación universitaria, y propiciaron grandes reformas curriculares, acreditación de todos los programas y consolidación de la investigación, que después fueron copiados por muchas otras facultades y disciplinas.

Para hablar de la creación de la actual Escuela de Enfermería de la Universidad del Valle es necesario remontarse al año 1944, año en el cual el Departamento del Valle del Cauca tenia escasos 35años de su fundación, Cali contaba con alrededor de 130.180 habitantes, algunos centros así llamados de “educación superior” y ninguna universidad. En respuesta a esta necesidad, en algunos círculos gubernamentales y políticos empezó a gestarse la necesidad de fundar dicha universidad.

Don Tulio Ramírez, rector del Instituto Antonio José Camacho, un centro de formación técnico industrial muy conocido entonces, le propuso a un grupo de vallecaucanos fundar un centro de estudios superior y elaboró la propuesta inicial, basada en su estudio previo de los centros de educación superior que existían en la ciudad. Consideraba don Tulio que el Instituto Industrial debería convertirse en la Universidad Industrial de Occidente, para facilitar el desarrollo de la región, porque la escuela superior de agronomía tropical, las dos escuelas normales y el instituto Antonio José Camacho, no bastaban para satisfacer la necesidad de profesionales de la ciudad y la región.

Al reanudarse las sesiones de la Asamblea Departamental del Valle del Cauca a mediados de 1945, la Cámara de Comercio le solicitó a dicha corporación un estudio para la creación de una facultad de enseñanza comercial e industrial, de un liceo femenino del Valle para las niñas que no podían educarse en instituciones privadas y la facultad de farmacia y de enfermería.

Don Tulio Ramírez fue entonces nombrado como primer rector de la Universidad Industrial del Valle del Cauca, nombre que fue cambiado en 1949 por el de Universidad del Valle. El primer decano de la Escuela de Enfermería Hospitalaria fue el doctor Ramón Hernández Rengifo, bajo cuya dirección se graduaron en el año 1949 ocho enfermeras, que fueron certificadas por el Ministerio de Trabajo, Higiene y Previsión Social, por haber terminado el curso de enfermería hospitalaria en el Hospital Infantil Club Noel. Sin embargo, a finales de ese mismo año se cerró la escuela por dificultades para el traslado de las partidas presupuestales entre los ministerios, y también porque se consideró que debían introducirse algunas reformas curriculares a sus programas, fenómeno que, al revisar la historia de otras escuelas del país, parece ser una constante en la Historia de la Enfermería en Colombia.

A finales del año 1949, en Cali existían solamente la facultad de comercio superior, la de ingeniería química, la de ingeniería eléctrica y la de arquitectura. Algunos hechos de carácter político condujeron al cierre inminente de lo que sería la Universidad del Valle. Finalmente, con el apoyo del decano de arquitectura, doctor Marino Ramírez, el ingeniero químico Luis Naranjo Solís y algunos otros empleados la institución pudo continuar hasta que llegó a la Dirección de Educación Departamental el doctor Diego Velasco Hoyos, quien propuso y obtuvo la aprobación como rector de la Universidad del Valle al doctor Carlos Arturo Cabal.

Una vez nombrado, el Dr. Cabal planteó la necesidad de abrir una facultad de medicina. Esto se logró el 30 de septiembre de l950, cuando se fundó la facultad de medicina bajo la dirección del Dr. Gabriel Velasquez Palau. Con la creación de la facultad de medicina, se estudió la necesidad de crear una Escuela de Enfermería. En 1952 el doctor Gabriel Velásquez contactó con una amiga suya, la enfermera Cecilia Barrera, quien trabajaba como jefe del Departamento de Enfermería de la Escuela Superior de Higiene de Bogotá, para sacar adelante este proyecto. En respuesta a la solicitud del doctor Velázquez, Cecilia Barrera invitó a trabajar como directora de la Escuela de Enfermería profesional, tal como funciona hasta el presente, a la Inés Viveros Bolaños.

La escuela fue financiada con aportes de la Fundación Rockefeller, la Fundación Kellogg, la Escuela Superior de Higiene, los Seguros Sociales (por ese entonces el recién fundado Instituto Colombiano de los Seguros Sociales), la Universidad del Valle (aportó de $50.000 anuales), la Gobernación del Valle (auxilio de $30.000), y el municipio de Santiago de Cali. En un comienzo se propuso usar unos locales de propiedad del Hospital Infantil Club Noel; finalmente funcionó en el edificio “Eladio Perlaza” propiedad del Club de Leones de Cali. Según expresó con mucho recelo el Sr. Marco A. Paz del Club de Leones de Cali, quien fue entrevistado a sus noventa y dos años, el edificio fue prestado por 10 años a la Universidad del Valle, la cual se comprometió a entregarlo en las mismas condiciones en que lo recibió. Sin embargo, el Club de Leones condonó parte de la deuda potencial y en febrero de 1989 se efectuó la negociación final de venta y la universidad le pagó al Club de Leones la suma de $15.000.000 millones de un total de $45.000.000 inicialmente acordada. La suma faltante fue generosamente donada por el Club de Leones para que fuese destinada para becas de la Universidad del Valle.

Respecto a la parte técnica. el doctor Jorge Boshell Manrique, de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá suscribió un contrato con el Dr. Carlos Arturo Cabal para apoyar la organización y  funcionamiento de la nueva escuela.

FOTO 3 Títulos de Bachiller y de Magister en Administración Industrial

Entrevista con la señorita Inés Viveros Bolaños
Recuerdo muy bien que para nuestra primera conversación la señorita Viveros, como era obligatorio llamarla, me recibió en su casa. Parecía sentir gran agrado pues pude advertir en su expresión el regocijo que siente el profesor cuando es reconocido por su alumno y satisfacción de un director cuando uno de sus subalternos quiere escribir sobre sus logros. A pesar de la formalidad, todavía común hace unos años, el ambiente muy familiar me hizo sentir la cercanía que tuve con ella durante mis años en que trabajé como docente. Por ello podía reconocer fácilmente cuando una situación le agradaba o le producía disgusto. Hecho sorprendente para mí que por haber sido su alumna, todavía estaba bajo el embrujo de su poder omnímodo, darme cuenta que la señorita Viveros no estaba al tanto de algunos secretos, desconocidos por ella hasta el momento en que yo se los revelé; como que el alumnado se refería a ella como la tía, “ahí viene mi tía” decíamos todos, porque así era como las estudiantes nos referíamos a ella.

Dicha frase mil veces repetida era una manera de identificarse como parte de un grupo, y a la vez era una manera de manifestar una sana independencia juvenil, a veces rebeldía, mediante la repetición de una expresión que tantas veces le habíamos oído a su sobrina, una joven pastusa que estudiaba enfermería con nosotros, quien cada vez que veía acercarse a la señorita Viveros repetía automáticamente “ahí viene mi tía”.

Hay que hablar con mi tía”, o “hay que pedirle permiso a mi tía” era una expresión recurrente y omnipresente en nuestra casa. En este ambiente cerrado en el cual las estudiantes éramos todas internas, las paredes de nuestras residencias quedarán como testigos privilegiados de una serie de sucesos y hechos que nunca pudieron aclararse aunque para las directivas ameritaban una “investigación exhaustiva”. La entrevista con la señorita Viveros fue volver a evocar aquellos años de estudiante en que lo único que nos preocupaba era aprobar los cursos; es añorar la irresponsabilidad propia de la juventud, es recordar a los directivos, profesores, compañeros de unos años atrás, y vivencias diarias del salón de clases, de las prácticas clínicas; momentos de gran intensidad juvenil que terminarían con un final feliz, un susto, un alboroto, un asombro una sonrisa o una amplia carcajada, el gozo compartido, bien porque afortunadamente los profesores no se daban cuenta de lo sucedido, o porque estos incidentes inherentes a los ambientes estudiantiles y hospitalarios de todas las épocas eran nuestra manera de hacer salir el gas venenoso del resentimiento que de no hacerlo nos explotaría adentro.

Me entrevisté con ella por última vez un jueves de mayo de 1991, en la tarde. En esta ocasión, como en las anteriores, pude revivir una vez más aquellos días en que la señorita nos citaba a su oficina, a donde siempre llegaba a las 6.30 de la mañana, en punto, con su impecable uniforme blanco, y acto seguido inevitablemente decía “siéntese señorita”, y luego nuestro apellido, siempre comenzando todo dialogo con el apellido. Era su manera de poner distancias y a la vez obligarnos a hacer lo mismo, porque en esa época era imposible referirse a algún directivo, profesor, personal administrado o estudiante por su nombre de pila.

En estas entrevistas preguntaba Viveros por las ex alumnas de quien no había vuelto a saber, o se refería a sus primeras anécdotas que rodearon su estadía en la ciudad de Cali, Pasto, Cartagena y Bucaramanga donde había dirigido escuelas del mismo corte que la nuestra de la Universidad del Valle.

Entre respuestas, algunos silencios decididos a propósito y otras pausas inexplicadas pasaron muchos minutos. Quien esto escribe trataba de imaginarse que era lo que la señorita Viveros estaría sintiendo o pensando. Su expresión, a diferencia de antaño, era la de un ser humano en paz, quizá por la tranquilidad que produce la satisfacción de una tarea cumplida. En otros momentos daba la impresión de cierta nostalgia, especialmente cuando se refería a “su” escuela de la ciudad de Santiago de Cali, pues esta fue su escuela y en ella desempeñó su primer cargo directivo.

Las siguientes preguntas y sus respectivas respuestas fueron tomadas literalmente de mi cuaderno de apuntes de las entrevistas:

¿Cómo fueron esos primeros días?
Bueno, dijo Viveros. Me reuní con Cecilia Barrera y una enfermera norteamericana invitada por la facultad de medicina, cuyo nombre se me escapa, quien fungía como asesora de la Fundación Rockefeller para estudiar la posibilidad de organizar esta escuela de enfermeras. Le solicité al doctor Gabriel Velásquez, decano de medicina, que le escribiera a las directivas de la Universidad Nacional solicitándoles su autorización para que yo viniera a Cali. Se comprometieron a seleccionar el personal que vendría conmigo a colaborar como instructoras. Fueron escogidas la señorita Zulema Plata, señora Carmen Espitia, ex alumnas de la Universidad Nacional de Colombia y la señorita Lola Perdomo ex alumna de la escuela de enfermería de la Cruz Roja Colombiana.

¿De donde es usted, y dónde estudió?
Soy de Ipiales, Nariño. Inicialmente me gradué como normalista en el colegio de Nuestra Señora  de las Lajas y luego estudié enfermería en la Universidad Nacional de Bogotá. Una vez terminados mis estudios viajé como becaria de la Fundación Kellogg a especializarme en educación en enfermería en la Universidad de Jackson y en administración de escuelas de enfermería en la Universidad de Columbia. Participé en diversos seminarios y regresé después a Cali donde obtuve el titulo de Licenciada en Enfermería en la Universidad del Valle, para finalmente ingresar como alumna madura a la escuela de Medicina Tropical de la Universidad de Puerto Rico donde obtuve la maestría en salud pública.

Fui fundadora y primera directora de la Escuela de Enfermería de la Universidad del Valle, directora de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Cartagena cuando esta se reabrió por segunda vez, directora de la Escuela de Enfermería de la Universidad Industrial de Santander en Bucaramanga y participé y colaboré con la señorita Maricel Manfredi, entonces directora de la Escuela de Enfermería de la Universidad del Valle, para la fundación y dirección de la Escuela de Enfermería del Instituto Mariano de Pasto.

¿A qué otras actividades se dedicó?
Fui presidenta y fundadora de la Asociación Nacional de Enfermeras, seccional Valle en el año 1955, y seccional Bucaramanga unos años después; presidente del Segundo Congreso Nacional de Enfermería celebrado en Cali en el año 1963; participé igualmente en la fundación de la asociación colombiana de facultades y escuelas de enfermería (ACOFAEN).

¿Qué otros recuerdos tiene usted relacionados con  la práctica de su profesión?
Me siento muy realizada con la carrera que escogí. Siento por el Valle del Cauca un gran afecto, pues fue mi primera experiencia como directora. Hubiera querido regresar cuando me invito nuevamente el rector de la época Dr. Mario Carvajal, pero ya tenía yo otros compromisos.

¿Qué es lo que más le agrada de su profesión?
El servicio a la comunidad es la esencia de todo.

¿Qué es lo que menos le agrada de su profesión?
Haber percibido el poco conocimiento que se tiene del ejercicio de enfermería, porque convencer a la comunidad de qué es un profesional inclusive al personal médico ha sido una tarea difícil. Pero siento mucho orgullo de haber sido educadora; es mi mayor orgullo y fue mi experiencia más vital.

FOTO 4 Certificado del Ministerio de Salud y Unicef

¿Que fue lo que más le impactó cuando llego a Cali?
No encontrar el edificio donde iba a funcionar la escuela porque esto no se había decidido, y tener que esperar unos tres meses después mientras se adaptaba el edificio que habían construido el Club de Leones de Cali en la parte alta del barrio San Fernando, el cual estaba destinado inicialmente para un alberque infantil. También me preocupaba observar el deficiente funcionamiento de algunas de las unidades clínicas del Hospital San Juan de Dios cuyo director aquella época era el Dr. Ramiro Guerrero. Me comentaban algunos empleados  que este hospital llevaba 15 años en construcción y que finalmente fue la beneficencia del Valle quien efectuó la dotación de equipos y suministros. Los servicios de la Clínica de Maternidad Municipal cuyo director era el doctor Jorge Solanilla eran deficientes.

Hábleme de su tiempo en el Valle
A mediados de agosto de 1952 se efectuaron todos los arreglos que facilitaron inaugurar la Escuela esto fue el 13 de octubre de 1952. Actuaba como rector de la Universidad del Valle el doctor Carlos Arturo Cabal, quien desafortunadamente murió unos días antes de la apertura oficial de la escuela. Dos o tres días después de mi llegada a Cali, estando en la rectoría con el doctor Cabal y con la enfermera Cecilia Barrera discutiendo algunos aspectos pertinentes a la profesión, incluidos los conceptuales, filosóficos, técnicos y organizacionales, de improviso llamaron al Dr. Cabal al teléfono. Recuerdo muy bien que al quedarnos solas Cecilia Barrera y yo, ella me dijo: “Inés, te compadezco porque vas a quedar en manos de un señor que no sabe nada de lo que es enfermería”.

FOTO 5 Edificio de Los Leones

Cuando ella estaba en medio de su frase ingresó nuevamente el doctor Cabal. Por un rato continuamos discutiendo todos estos aspectos que traíamos en la agenda. Cuando llego el momento de retirarnos el doctor Cabal con gran amabilidad nos dijo. “No se vayan todavía, porque quiero que escuchemos todo lo que hemos discutido hasta ahora”. Obviamente todo estaba en la grabadora del doctor Cabal, de la cual ni Cecilia ni yo nos habíamos percatado. Al correr la cinta se escucharon claramente las palabras de Cecilia Barrera. Cabal, impertérrito prestó atención, se rió y con cierta sorna la miró primero a ella y luego a mí, a quien me preguntó mirándome a los ojos: ¿Usted qué opina?

El doctor Cabal fue una de las personas que mas me apoyó y le dio la importancia a la educación de enfermería, pues ya se había proyectado para el año 1956 la fundación del Hospital Universitario Evaristo García, con la perspectiva de la fundación de otras carreras afines a la de medicina. Todavía recuerdo, expresa, cómo cinco días antes de la inauguración oficial de esta escuela y unas horas antes de la ceremonia cuando el grupo de estudiantes estaba reunido esperando la llegada del doctor Cabal para ser presentadas, fuimos informadas que acababa de fallecer mientras asistía a la misa de diez de la mañana que se oficiaba todos los días en la catedral de Cali. Su discurso, sin embargo, quedó escrito y fue leído durante la inauguración de la escuela, en cuyos archivos reposa.

Para la inauguración fue necesario hacerle muchos arreglos al edificio, cuya planta física debió ser adaptada para poder incluir oficinas administrativas, salones de clase, salones de práctica clínica y los salones para habitaciones de las 35 estudiantes internas admitidas.

En esta época solo existían en el área de la Universidad del Valle del barrio San Fernando, el edificio de la facultad de medicina en construcción, y el edificio donde funcionaban las facultades de ingeniería química e ingeniería eléctrica, edificio en que hoy en día está ocupado por la Secretaria de Salud Publica Municipal. Para llegar al edificio de la Facultad de Enfermería único sitio de acceso era un callejón estrecho, al fondo del cual se podía leer desde lejos un aviso de color café y verde sobre un fondo blanco que decía Club de Leones de Cali, edificio “Eladio Perlaza”, en el cual funcionan aun algunas dependencias de la Universidad del Valle.

Hábleme del programa de estudios
El primer programa de estudios fue elaborado en compañía de las instructoras que me acompañarían en esta tarea. Los campos de práctica fueron el Hospital San Juan de Dios y la Clínica de Maternidad. La facultad de medicina colaboró con su personal docente bajo la denominación de profesor hora cátedra. En tal condición colaboraron como docentes los doctores Jorge Solanilla, Armando Rivera Zamorano, Hugo Campo Gaviria, Santiago Renjifo Salcedo, Bernardo Aguilera Camacho, Ives Chattain, Carlos León, Ernesto Zambrano, Julio Calonge, William Mejía, Vicente Rojo, Carlos Alberto Acevedo, Jorge Escobar Soto y otros cuyos nombres se me escapan.

Las practicas clínicas se efectuaron en El Hospital de San Juan de Dios, la Clínica de Maternidad Municipal, el Hospital Universitario del Valle Evaristo García y el Centro piloto de Salud de Candelaria.

La entrada en todos estos sitios de las nuevas estudiantes de enfermería les hizo caer en cuenta de las deficiencias de muchos servicios y la necesidad de hacer algunos ajustes para ponerse a tono con los cambios de la atención de los enfermos que se experimentaba en muchas partes del mundo.

El Hospital San Juan de Dios, un hospital tradicional fundado en 1744 por decisión del Cabildo Municipal fue seleccionado para las prácticas clínicas de las estudiantes de enfermería y de los estudiantes de medicina. En 1930 la lotería del valle se convirtió en su  benefactor al incorporarlo en forma permanente a la beneficencia del valle, razón por la cual sus condiciones mejoraron ostensiblemente. Esto facilitó el desarrollo de las prácticas clínicas de los estudiantes de medicina desde los años 1950 y de la Escuela de Enfermería desde 1952.

La Clínica de Maternidad Municipal fundada en el Barrio Alameda, fue la primera institución donde se iniciaron las prácticas de materno infantil. Para esa época existía un programa de preparación y adiestramiento de las comadronas de Cali y ya se había reglamentado y restringido la atención del parto por este personal. Actualmente funciona allí una estación de policía.

El Hospital Universitario del Valle fue abierto oficialmente en 1956. Allí se han formado desde su  fundación gran parte de médicos, enfermeras, y personal de salud no solo de la ciudad, sino del sur occidente colombiano, del país y del exterior. Su primera directora de servicios de Enfermería fue la enfermera Judith Dueñas y su primer director el médico Arturo Velez Gil.

El Centro Hospital Piloto de Candelaria está ubicado en un municipio muy cercano a Cali, y se le llama centro piloto porque allí se desarrollaron diversos programas e investigaciones auspiciados por fundaciones nacionales y extranjeras. Su primera directora de enfermería fue Piedad Portilla quien para las enfermeras de Colombia no necesita presentación por su preparación y contribución al desarrollo de la enfermería en el país.

La primera selección de estudiantes se efectuó a partir del análisis de las calificaciones de bachillerato completo. En algunos casos se recibieron alumnas que hubiesen terminado el cuarto año de bachillerato como requisito mínimo, pero esto se complementaba con una serie de entrevistas y obligadamente una de las entrevistadoras la señorita Viveros (nuestra tía), quien inevitablemente les preguntaba por qué venían a estudiar enfermería.

FOTO 6 Ceremonia de la Imposición de Tocas. Inés Viveros y Marlene Cedeño 1958

En su periodo inicial las estudiantes eran aprendices de su oficio; por ello se les supervisaba constantemente, pues además de verificar su alto sentido de la responsabilidad, no se descuidaban los aspectos técnicos y del conocimiento como tampoco la calidad humana. Por eso existía un régimen de disciplina y un código de ética que asegurasen, en lo posible, una atención libre de riesgos. Una vez cumplido este periodo inicial llamado el preclínico donde se decidía si el estudiante podía continuar en la institución y se la preparaba para recibir la cofia (toca) que distingue a las enfermeras profesionales en todos los países, en una ceremonia solemne conocida como “la imposición de tocas”.

Alguna vez le pregunté a Hellen Howitt (enfermera canadiense graduada en el Albert College en 1919), directora de la Escuela de Enfermería de la Universidad Nacional, y a la enfermera Johanna Schwart, funcionaria en Salud Pública y enfermera asesora del Ministerio de Trabajo, Higiene y Previsión Social de Bogotá, quienes me explicaron el simbolismo de la toca. “La toca” es complementaria del uniforme de enfermera y complementa la lámpara que nos entregaban prendida, con la cual se simbolizaba el conocimiento que debe estar presente en la atención de todos los pacientes. Explicaban las enfermeras canadienses que Florence Nightingale, fundadora de la enfermería moderna, cuando visitaba a los enfermos en la noche, siempre llevaba consigo una lámpara encendida. Si se revisa la literatura relacionada con la historia de la profesión se encuentra que las diaconisas enfermeras de la época siempre utilizaban lámparas para hacer las visitas a los enfermos en la noche.

En esta ceremonia la estudiante de enfermería estaba acompañada por su madrina de tocas, usualmente una profesora seleccionada por ellas mismas, se leía el Juramento de Florence Nigthingale y se entregaba escrito a cada una de las estudiantes acompañado de la oración de la enfermera, todo bajo los acordes del himno de las enfermeras de Colombia, escrito por la señora vallecaucana Bettyna Franky de Franky cuando aún era estudiante de enfermería.

Fíjese señorita Yoda -me dice-, el número de aspirantes variaba, pues difícilmente los bachilleres seleccionaban esta profesión. Hubo años en que el número de solicitudes fue de 5 estudiantes, probablemente por el desconocimiento de la profesión, o porque eran muy pocas las mujeres que en aquella época asistían a la universidad, o por el poco status de esta profesión frente a otras.

A fin de dar a conocer la profesión se diseñó un programa de divulgación cuyo objetivo era visitar a las alumnas del último año de bachillerato para orientarlas sobre nuestro bello oficio. Se visitaron colegios de Cali, Manizales, Popayán y Pasto. Para esta época ya le había presentado a las autoridades de la Universidad del Valle la propuesta de creación de la Licenciatura en Enfermería, sin encontrar respuesta, porque, señorita Yoda, cuando uno trata de mirar al futuro, muchas veces se encuentra solo contra el mundo. Lo importante es que unos años después esta idea se pudo cristalizar. Sin embargo cuando esto sucedió, yo ya no pertenecía al personal de la institución por razones que para mi fueron difíciles de comprender. Fueron años muy embarazosos, para quien considera su profesión el centro de sus actividades y no encuentra la respuesta que se espera de parte de los directivos, ni del grupo de personas con quienes se había iniciado este proyecto. Tengo la sensación de que me sacaron por la puerta de atrás, y que la acción de despido fue disfrazada con una beca de postgrado lejos del país, en la Universidad de Puerto Rico.

¿A qué otras colaboradoras recuerda?
Bueno, son muchas las personas que desearía que usted incluyera en su libro. Entre ellas las señoras Inés Mora de Sanabria, Judit Dueñas, Victoria López, Julia Arce de Méndez, Graciela de Villafañe, Lola Perdomo, Carmen Jerez de Quintero, María Guerrero, Piedad Portilla, Lola Romo, Pepa Ferro, Armida Leal, Lola Brieva, Helina Hernández, Alba Camargo, Grace Morgan, Sor Juana Zuluaga, Sor Lida Aguilera, Elpidia Daza, Olga Bolaños, Ofelia de Libreros, Maruja Marmolejo y muchas más.

FOTO 7 Primera Ceremonia de Grado 1955

Cuénteme cómo fue la reapertura de la Escuela de Enfermería en la Universidad de Cartagena
Llegué a Cartagena en el año 1964 para encargarme de reabrir esta escuela fundada originalmente en el año 1903. Mi nombramiento para ese cargo, expresa la señorita Viveros, estuvo rodeado de algunos hechos que no advertí antes de viajar, pero acepte el nombramiento porque esta institución ya había sido cerrada en dos ocasiones, la última vez en el año 1953 y este cierre era el producto de una huelga organizada por los estudiantes y profesoras contra la directora, enfermera Eva Matilde Villegas.

Recibí toda la colaboración del rector y decano de la facultad de medicina de la Universidad, Dr. Abel Dueñas Padrón, como también de mis colaboradoras inmediatas, las señoritas. Rosa Mora, Alcira Batista, Nelly Casanova y la señora Soledad Mora. El trabajo se inició con la elaboración de un diagnóstico, que sirvió de base para la apertura del programa de Licenciado en Enfermería. Desafortunadamente no pude asistir a la graduación del primer grupo de estudiantes, porque estaba en Pasto pues a través de la enfermera Maricel Manfredi me habían hecho la invitación para ir a trabajar a Pasto y fundar allá la primera Escuela de Enfermería en el instituto Mariano. Algún hada maligna me seguía jugando malas pasadas que me impedían disfrutar el fruto de mis esfuerzos.

¿Cómo se establecieron los vínculos para la fundación de la Escuela de enfermería del Instituto Mariano de Pasto?
Por ser ex alumna franciscana fui llamada por las monjas de la comunidad, como dije antes, a través de la enfermera Manfredi. El ofrecimiento consistía en que me debía encargar de fundar esta escuela como parte de un proyecto de regionalización que iba a desarrollar la Universidad del Valle. Antes de la apertura de la escuela de Pasto me di cuenta de que mis criterios, que finalmente serían los mismos de la Asociación Colombiana de Facultades y Escuelas de Enfermería, Acofaen, diferían de los de las monjas. Para mantenerme fiel a mis principios, me retiré antes de que la escuela abriera sus puertas. Me queda la satisfacción de que todo terminó bien y la Escuela de Enfermería del Instituto Mariano de Pato abrió sus puertas aceptando mis sugerencias.

Hábleme de su vinculación con la Universidad Industrial de Santander
En Bucaramanga, la Universidad Industrial de Santander tenía organizada la división de ciencias de la salud, conformada por el departamento de medicina, el departamento de ciencias intermedias, enfermería, laboratorio clínico, nutrición y dietética y fisioterapia. Fue un gran desafío, porque enfermería, que tenía el mayor número de profesores y estudiantes estaba dirigida por una nutricionista dietista. En Santander, al igual que había sucedido en mis experiencias previas dejamos abierto el Departamento de Enfermería como existe actualmente. Un factor determinante para el desarrollo de los programas en Bucaramanga, además del apoyo recibido desde Bogotá, es que los santandereanos siempre desean mejorar y tratan de ser los primeros en todo, razón por la cual los admiro y recuerdo.

¿Por qué surgió en la Universidad del Valle la idea de abrir también una Escuela de Auxiliares de Enfermería anexa a la de los profesionales?
Porque ya se venía hablando de la delegación de actividades y contábamos con el apoyo del Doctor Jorge Vergara quien venía desde Bogotá a reemplazar al Dr. Carlos Arturo Cabal en la rectoría de la Universidad del Valle. Ya habíamos discutido la importancia de que se reglamentaran estas escuelas especialmente que las enfermeras tuvieran injerencia directa en su manejo.

¿Cómo estableció vínculos con fundaciones extranjeras?
Creo que la apertura y crecimiento son indispensables en toda institución. Por ello contactamos con la señorita Virginia Arnold de la Fundación Kellogg y con la señorita Thelma Hingles de la Fundación Rockefeller, la Organización Panamericana de la salud OPS/OMS y del programa “Alianza para el Progreso”.

Finalmente, Señorita Viveros, ¿por qué cree usted que me surgió la idea de escribir este libro?
Me mira y se sonríe maliciosamente, como tratando de leer mi pensamiento, se queda un rato en silencio y finalmente expresa: “Por que seguramente la persona que lo está escribiendo, en este caso usted, se ha hecho muchas preguntas sobre nuestra profesión, de lo que fue, lo que es y lo que será, de sus satisfacciones y de sus sinsabores.

Himno de las Enfermeras de Colombia
El himno de las enfermeras colombianas está ligado al Valle del Cauca. En efecto, Bettyna Franky, autora de la letra, nació en Cartago (Valle). Bettyna lo escribió cuando era estudiante de enfermería en la Universidad Nacional de Bogotá. Cuenta su autora que su obra fue seleccionada entre 16 aspirantes, y que interpretado por primera vez en la primera ceremonia de imposición de tocas de la universidad Nacional. La partitura fue escrita por el maestro santandereano Luis A. Calvo quien para esta época ya se encontraba recluido de por vida, víctima de la lepra, en el “Lazareto de Agua de Dios”.

FOTO 8 Bettyna Franky de Franky y Certificados

INES DURANA SAMPER. Primera Enfermera con Doctorando en Colombia, su contribución fue trascendental para la Enfermería Colombiana
Al retiro de la enfermera Inés Viveros a mediados de 1963, le sucedió en el cargo la enfermera Grace Morgan, quien continúo con los programas iniciados por ella. Posteriormente le sucedió en el cargo Sor Lyda Aguilera y al renunciar esta en el año 1964, fue nombrada la enfermera Inés Durana Samper.

Inés Durana Samper nació en Bogotá, donde murió hace 11 años. Hubiera querido narrar aquí toda su trayectoria, pero he tomado solo un resumen de sus estudios y su obra porque quiero que la brevedad invite a los profesionales de salud a leer estas líneas y así puedan darse una idea del alcance de su  trabajo y el porqué de todas sus condecoraciones.

Tal como lo expresó el académico Efraín Otero Ruiz, antiguo presidente de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina al referirse a ella, mencionarla es recordar la Historia de la Enfermería en Colombia. Esto le dijo el doctor Otero a Inés cuando Inés quiso ser recibida como Miembro de dicha Academia: “Basta con que tú te presentes, sin necesidad de trabajo escrito, porque tú misma representas toda la Historia de la Enfermería en Colombia”.

Inés estudió enfermería en la Universidad Nacional de Bogotá, grado al cual le siguieron muchos otros. En 1956 recibió el Bachelor of Science in Nursing (B.S.N), en 1956 el certificado de Public Health Administrator, y en 1961 el título de Master of Science in Nursing en la Catholic University of America en Washington D.C. Tras algunos años de trabajo e investigaciones recibe el certificado de Educación en Enfermería del U.S. Department of Health Education and Welfare (USPHS).

Cuando renunció al cargo directivo en la Universidad del Valle viajó al exterior a obtener su doctorado en educación industrial en Maryland University U.S.A. De 1972 a 1978 se vincula a la Fundación Rockefeller y se desplaza como profesora visitante en universidades de Ramatibody en Bangkok y Unaza en Kinshasa (antiguo Zaire). Entre los años 1980 y 1984 trabaja como coordinadora del programa de atención primaria en salud en del convenio Colombo-Holandés, en los territorios nacionales de Colombia. Fue además fundadora en Bogotá de los primeros programas de Servicios Hospitalarios de Enfermería. En 1996 es nombrada profesora de enfermería en Western University.

Recibió reconocimientos nacionales e internacionales tales como el Abraham Horwitz Award y el Premio de Excelencia Nacional al Mérito Profesional. Se desempeñó como consultora de la OMS/ OPS, y perteneció a importantes entidades científicas; fue miembro activo de la Academia Colombiana de Medicina, la única mujer por décadas en recibir este honor. Finalmente en el año 2002 la distinguen con el nombramiento de “Héroe de la Salud en el Primer Centenario de la OPS”.

FOTO 9 Inés Durana Samper y doctores

Contribuciones de Inés Durana Samper, en la Escuela de Enfermería de la Universidad del Valle
En la época en que Inés llegó a Cali, se produjeron grandes cambios en la Universidad del Valle y en las Escuelas de Medicina y Enfermería. A Inés se le debe la creación del Departamento de Enfermería de la Universidad del Valle, tras incluir su propuesta en el proceso de reestructuración que venía adelantando la división de salud. Fue Inés quien propuso la integración docente asistencial en enfermería al plantear la creación y justificación el Departamento de Enfermería en el Hospital Universitario del Valle, para poder así coordinar actividades docentes y clínicas de la Escuela con las enfermeras de este hospital. En principio, Inés ejerció simultáneamente estos dos cargos, pero más adelante nombraron a una enfermera para la dirección de la Escuela de Enfermería de la Universidad del Valle, y otra enfermera de servicios para el Hospital Universitario del Valle. Esta estructura permaneció vigente por muchos años.

FOTO 10 Escuela de Enfermería

A mediados de 1964, año en que Inés llego a Cali, la Fundación Rockefeller le donó a la Universidad del Valle el edificio donde actualmente funciona la Escuela de Enfermería. Con el apoyo de la asesora Thelma Hingles quien estaba en Cali como asesora de la Fundación Rockefeller, se diseñaron los programas de graduados los cuales fueron aprobados en 1965, especializaciones, cursos cortos, y se consiguieron becas para estudios de Bachelor of Science in Nursing y maestrías en el exterior, seminarios, investigación en enfermería, e intercambios y visitas de observación.

Para esta época, fue invitada también la señorita Lucille Mercadante para asesorar aspectos administrativos y de educación en la división de salud y se estableció un programa de intercambio entre el personal del Hospital Universitario y la Universidad de Florida. Se iniciaron algunos trabajos de investigación sobre tiempo y movimientos en el trabajo hospitalario y se escribieron las  normas para la atención de enfermería en los servicios clínicos.

También para esa época fueron invitadas como profesoras las siguientes enfermeras: Dorothy Brown de U.C.L.A, Ema Ochoa de la Universidad Nacional, Carmela Cavero de Cornell University, Eleanor Voorhies de Boston College, Lucille Mercadante, Ruth Johnson de Columbia University y Esther Read de Wayne State University.

FOTO 11 Yalila Yoda con el Dr. Jairo Osorno y el Equipo de Trabajo de la Clínica Versalles de Cali, Colombia

Inés fue la autora del proyecto regional de desarrollo de enfermería para el suroccidente colombiano. Este proyecto fue presentado a organizaciones nacionales e internacionales para su apoyo y financiamiento pues se pretendía que este proyecto hiciera parte del plan de desarrollo 1970-1974.

Así sucedió y el proyecto fue dirigido por un comité asesor nacional compuesto por un representante de ACOFAEN (Asociación Colombiana de Facultades de Enfermería), uno de Ascofame (Asociación Colombiana de Facultades de Medicina), y otros del ISS (Instituto de Seguros Sociales) y del Ministerio de Salud.

Hicieron parte de este proyecto la Fundación de las Escuelas de Enfermería en los departamentos de Caldas (Manizales) Cauca (Popayán) Nariño (Pasto), y la preparación básica y técnica del personal docente.

Al viajar a Estados Unidos a hacer su doctorado Inés fue reemplazada por la enfermera Maricel Manfredi una de las becarias que llegaba de E.U. Aquella fue una época muy difícil, debido a las huelgas estudiantiles; sin embargo a Maricel Manfredi se le debe el éxito de todos los proyectos propuestos. En el año 1975, la enfermera Manfredi renunció a su cargo para ir a trabajar como asesora en la Organización Panamericana de la Salud.

No podría terminar este trabajo sin nombrar las diferentes enfermeras que han dirigido la Escuela de Enfermería de la Universidad del Valle, quienes por su trabajo y dedicación han contribuido al desarrollo de la profesión en la región. Ellas son las enfermeras: Ceneida de Jaimes, Gladis Eugenia Canaval, María Victoria Granada, Blanca Aguirre de Cabal, Marlene Montes Valverde, y Claudia Santamaría, quien actualmente se desempeña como directora.

FOTO 12 Yalila Yoda con el Dr. Jairo Osorno y directivos de la Clínica Versalles de Cali, en el acto de certificación como Institución Amiga de la Mujer y la Infancia

Bibliografía
1.- Enfermería. Libro de viajes. Yalila Yoda. República de Colombia

2.- El Arte en la Anunciación y la ética en los Profesionales de la Salud. Publicado el miércoles día 14 de enero de 2015

AGRADECIMIENTO
Andrés Carreño Ospina. Diseñador gráfico
Yalila Yoda Cespedes

Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)

2 comentarios:

Joaquin dijo...

Hola, hola ¿Están buscando escuelas de enfermería en Monterrey? Realmente Monterrey tiene muy buenos programas de estudios en cuanto a la carrera de enfermería y las escuelas como la Escuela de Enfermería Monterrey EEMTY, están a la altura de las mejores instituciones educativas de México. Sin duda alguna somos nuevo, somos León.

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