AUTORA: Mariana García González. Diplomada en Enfermería por la Universidad de Jaén y Especialista en Enfermería Pediátrica. Licenciada en Antropología Social y Cultural. Experta Universitaria y Máster en Malos Tratos y Violencia de Género por la UNED. En la actualidad, realizando el Máster de Investigación Antropológica y sus Aplicaciones por la UNED. Trabaja como enfermera de Análisis Clínicos en el Hospital de la Defensa de San Fernando de Cádiz, donde también es docente de diferentes cursos de formación continuada para profesionales sanitarios acreditados por la Dirección General de Calidad, Investigación y Gestión de la Consejería de Salud de Andalucía. Diferentes intervenciones en congresos de Enfermería y Antropología, publicaciones, 1º Premio del VI Certamen de la Escuela Universitaria de Salus Infirmorum y nombrada ateneísta por el Ateneo Literario, Artístico y Científico de Cádiz, el 27 de Noviembre de 2013. Correo electrónico: cordo_besa@hotmail.com
FOTO 001: Mariana García González
Artículo
Publicado en: “Salud y enfermedad en
los tiempos de las Cortes de Cádiz”. Colección Bicentenarios. P. 223-236.
Editado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, Sílex
ediciones S.L., 2013. ISBN: 978-84-9828-439-3. e-ISBN: 978-84-9828-440-9.
INTRODUCCION
La Historia de Enfermería es la Historia de los cuidados, todo un mundo al que no se ha prestado mucha atención por parte de los historiadores hasta hace relativamente muy poco.
Hay una vieja sentencia médica que dice:
“Curar, a veces; aliviar, a menudo; consolar, siempre”.
De aquí la importancia de la enfermería, que ha empezado a reconstruir su pasado; el pasado de los cuidados de enfermería. Cuidados que son tan antiguos como la propia humanidad. La especie humana siempre ha tenido personas incapaces de valerse por sí mismas, y por tanto, siempre se ha visto la necesidad de cuidarlas.
Siempre que hay una necesidad, es lógico, que empiecen a surgir roles específicos para atenderlos. Desde muy antiguo, hubo en las sociedades humanas, personas dedicadas, de modo especial al cuidado de sus semejantes. Este papel lo han venido desarrollando, tradicionalmente, ciertos miembros de la familia, generalmente, mujeres, a la vez que se dedicaban a les tareas del hogar. El sentido clásico del hogar ha sido este: “lugar estratégico de los cuidados”. Sin ninguna duda, se trata de cuidados técnicos, si bien con una técnica mínima, que el cuidador aprendía por imitación de sus antepasados. Por eso, es importante reconstruir la historia: “La búsqueda, interpretación y exposición del pasado de la enfermería, con la finalidad de entender, adecuadamente, el presente de esta profesión y para que el colectivo que la integra haga frente al futuro con un fundamento humanístico”.
A la enfermería se la considera la más antigua de las artes y la más joven de las profesiones. Ha cruzado numerosas etapas y ha formado parte de movimientos sociales. Ha sido partícipe de la cultura de la época, para la que ha sido modelada y a la que ha ayudado en su desarrollo. El origen de la enfermería está ligado a la historia de las labores de la mujer en la sociedad. Florence Nightingale la nombra como “la más bella de las bellas artes”.
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002: Florence Nightingale “La dama de la lámpara
CUIDADOS DE LA SALUD
Los cuidados desde su origen tienen como finalidad “mantener la vida” asegurando la satisfacción de un conjunto de necesidades que permitan la reproducción del grupo y la continuidad de la especie.
En el siglo XVIII, los cuidados conforman una labor no profesional aún, continuando la presencia de órdenes religiosas en la atención de los enfermos. La decadencia económica era tal que sólo una minoría selecta, y más tarde los burgueses, recibían asistencia en sus hogares. Los enfermos pobres estaban desamparados. Algunas veces éstos eran acogidos en los hospitales de Beneficencia, Religiosos, Municipales o Reales. Como respuesta a esa situación aparecieron las Cofradías y las Hermandades. Las primeras eran asociaciones populares de individuos, con un fin piadoso, que pretendían tanto la mejora del espíritu de los asociados como el servicio, alivio y consuelo de los enfermos. En las Hermandades la acción se limitaba a proteger tan sólo a las personas que pertenecían a la misma.
Posiblemente, el aspecto más sobresaliente de este período, en lo relativo a la evolución de los cuidados, sea que en España no triunfó el Protestantismo, razón por la cual la presencia de las órdenes religiosas en la atención a los enfermos continuó como en épocas pasadas. A diferencia de los países de la Europa del Norte, en España no se hizo tan patente la llamada “Época Oscura de la Enfermería”, gracias a los esfuerzos de algunas órdenes religiosas.
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003: San Juan de Dios salvando a los enfermos de incendio del Hospital Real,
Manuel Gómez-Moreno González (1880). Museo de Bellas Artes de Granada.
Las Órdenes, cuya misión era cuidar a los enfermos -como la de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl y la de San Juan de Dios-, estaban motivadas por la vocación, el amor a Dios y a los hombres. Tuvo gran importancia la Orden de los Hermanos Hospitalarios, introducida en España por San Juan de Dios.
Los hermanos hospitalarios descendientes de la orden de San Juan de Dios, comenzaron desde 1550 a extender su ideal por todas las partes del mundo. Las órdenes religiosas que surgen en este momento tienen como finalidad la asistencia de los pobres enfermos, destacando (además de la anterior), la Mínima Congregación de los Hermanos Enfermeros Pobres y la fundada por Pedro Bettencourt. La mayoría de la enfermería de esta época está ligada a las órdenes religiosas, con lo cual existía una hegemonía en lo referente a los valores morales frente a otras habilidades y aptitudes que imprimieron un carácter bien definido a la asistencia de la enfermería, que debía realizarse con caridad y por amor a Dios.
Las instituciones emplearán mano de obra eficiente y gratuita utilizando a las comunidades religiosas y los voluntarios seglares (generalmente asociados a cofradías o hermandades).
Durante el reinado de Carlos III, las disposiciones de política estatal (1778- 1785) supondrán el claro paso de la beneficencia privada caritativa y en poder de la Iglesia al Estado (beneficencia publica). Posteriormente por la Ley General de Beneficencia de 1822, ésta se clasificará en: domiciliaria, provincial y general.
FORMACIÓN DE LOS CUIDADORES
Se editaron varios manuales destinados a la formación de las personas que administraban cuidados, con el fin básico de conseguir que adquirieran información para ejercer sus funciones. La preocupación se centró, fundamentalmente, en la información a las mujeres que atendían en los partos (práctica extrainstitucional), la formación a personas que atendían enfermos (en el hospital) y la información para contribuir a evitar el contagio y la propagación de enfermedades y epidemias (lo que en la actualidad se considera prevención).
Es importante destacar que los manuales fueron escritos por hombres enfermeros con extensa experiencia en cuidados y con necesidad de transmitir los conocimientos adquiridos para aprovechamiento de otros cuidadores. Aunque en ninguno de los escritos se menciona a las enfermeras y se repite la denominación de enfermero. La escasa valoración de los trabajos de las mujeres no permitió que quedaran reflejadas sus prácticas de la misma manera, aun siendo los cuidados de los miembros de la familia una tarea propia y exclusiva de las mujeres.
De los Manuales escritos por y para enfermeros sobresalen el del Dr. Carrere, el de la Congregación de los Hermanos Obregones: Instrucción de Enfermeros (del enfermero Obregón Andrés Fernández), el Directorio de Enfermeros, de Simón López, o el realizado por los hermanos hospitalarios para la formación de los cirujanos.
La importancia de la redacción de estos manuales radica no sólo en contribuir a la difusión epistemológica sociohistórica del habeas corpus intrínsecos del propio oficio, sino la toma de conciencia de su existencia al intentar generar un espacio individualizado dotado de entidad propia.
FOTO 004: Reglamento para las Sras. Hermanas Enfermeras dedicadas al servicio de los Pobres del Hospital de Sta. Creu de Barcelona. Año 1793. Instruccion de enfermeros y consuelo a los afligidos enfermos. Y verdadera practica de como se han de aplicar los remedios que ordenan los médicos. Muy necesario para que los enfermos sean bien curados y provechosa a los practicantes de Medicina. Año 1617
IMAGEN DE LA ENFERMERÍA EN LA SITUACIÓN SOCIOHISTÓRICA DE LOS CUIDADOS EN EL SIGLO XVIII
Predomina el paradigma sociocrítico en este siglo, frente al racionaltecnológico e interpretativo. Los manuales contribuirán al nacimiento de la enfermería moderna. Los cuidados son fundamentalmente asistenciales, cubriendo las necesidades de primer nivel o básicas y siguiendo una jerarquización. Se sufrirá un grado de estancamiento (continuidad de la dinámica de siglos anteriores) y de transición hacia otro modelo básicamente desde la segunda mitad del XIX: esencialmente seglar, asalariado, con formación reglada, y con titulación para poder ejercer la profesión además de la diversa estimación social que existirá en función del grado de especialización.
La imagen del enfermero se define esencialmente en este momento histórico por dos cualidades morales: la limpieza y la sobriedad, que se resumen en tres en lo referido a los enfermos: la confianza, el arte de persuadirlos y guardar el secreto profesional. Existen otras no menos importantes como la vigilancia, los cuidados particulares y las atenciones u oficiosidades cariñosas.
En cuanto a las enfermedades la imagen subrayada consiste en la observación o atención continua y una inteligencia suficiente para comprender bien las diferentes variedades de las cosas dignas de observar (Carrere, 400) (ambas cualidades se pueden corresponder con la actual etapa de “valoración” del proceso de atención de enfermería). La actitud de los enfermeros estará basada en la generación de la empatía, con dominio de las habilidades sociales. También debe ofrecer una tipología de cuidados con relación de ayuda (Cibanal, 2003) (no sólo entendida en el aspecto psicológico sino también en el físico).
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005: La lección de anatomía del doctor Tulp, Rembrandt, Museo Mauritshuis, La
Haya
En ausencia del médico su conducta será de docilidad, observando lo ocurrido para comunicárselo, escuchando lo que ordenan, no se podrá censurar su conducta, ni podrán realizar ninguna variación a los remedios prescritos. Todo lo cual puede revelar la crítica por la escasa autonomía en los cuidados, y su adhesión a las directrices marcadas por el paradigma sociocrítico (los enfermeros se limitan a meros ejecutores de las órdenes médicas).
El enfermero debe prestar los cuidados de manera continuada en la observación que realiza del enfermo tanto en lo que pertenece a la enfermedad (accidentes o síntomas), a su entorno (todo aquello que es relativo a la preparación), así como a la administración de la medicación y los objetos de los remedios. En cuanto a la imagen referente a los remedios, la administración de medicinas (internas, externas) prescrita por los médicos y la alimentación (es responsabilidad de los mismos enfermeros la preparación), serán administrados con un elemento común y de rasgo positivo: la necesidad de la exactitud. La imagen introducida en este sentido es la de enfermero como oficio y la exigencia del conocimiento teórico adquirido de forma práctica.
En cuanto a la reproducción de los modelos enfermeros se objetiva el rasgo definido y reproducido por el de Virginia Henderson cuando el manual expresa: en fin, a las necesidades particulares de los enfermos. Al referirse a la atención en los hospitales y lugares que contienen muchos enfermos juntos, se señala el extremo en la práctica de los cuidados del entorno, así como en enfermedades pútridas, malignas y contagiosas (recordando al modelo de Florence Nightingale).
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006: Virginia Henderson (Kansas, Estados Unidos 1897 - 1996)
SECULARIZACIÓN DE LOS HOSPITALES
En el período comprendido entre el Renacimiento y la Ilustración se produce, de forma lenta y progresiva, la secularización de los hospitales. El poder civil, sobre la base de los incipientes principios de justicia social, comienza a considerar la atención a los enfermos como un deber del estado y un derecho de las personas. De tal manera que, al finalizar el siglo XVIII, el hospital pasa de ser una institución eclesiástica a una institución civil, lo que se refleja en las denominaciones que reciben los hospitales de la época: hospitales reales, civiles, municipales, burgueses, etc. Este cambio, jurisdiccional y organizativo, implicó en cierto modo, el desplazamiento de la Iglesia como protagonista exclusiva de la asistencia a los enfermos, aunque siguió presente en este nuevo hospital de forma distinta, adaptándose a los cambios producidos. La presencia de la Iglesia en esta época es considerada como Fase Moderna o de la Beneficencia Civil. Paralelamente la Iglesia funda órdenes y congregaciones con la intención de prestar atención a grupos que por sus características no eran atendidos en los hospitales seglares.
En el personal seglar, según la documentación de los establecimientos hospitalarios, existieron diferentes cargos definidos para el personal de los hospitales. Se puede agrupar en: personal de enfermería, personal sanitario no de enfermería y personal sanitario.
FOTO 007: Un grabado que representa el tratamiento con ungüentos de mercurio. Tratamiento de sífilis en 1700
Entre el personal de enfermería se describen más de diez cargos con denominaciones tales como hospitaler, hospitalera, enfermero mayor, enfermera, dida, padre de convalecencia, etc. A nivel global merece destacarse:
El aspecto vanguardista que significa la descripción de las actividades a realizar por los cuidadores.
El hecho de la retribución por parte de los hospitales al personal.
El establecimiento de un sistema de suplencia por enfermedad de los que asistían a los enfermos de forma fija.
Es significativo que los varones fueran mejor retribuidos que las mujeres y las comadronas ganaran más que otro tipo de personal. Fundamentalmente, los cuidados a los enfermos fueron de reparación y de mantenimiento de la vida en la asistencia a huérfanos en las casas –cuna.
En la prevención se evidenció la preocupación por evitar los contagios. Las medidas de prevención se extendieron en el siglo XVIII entre éstas, la desinfección de viviendas y ropas, las cuarentenas, la purificación de barcos y correos, el examen de viajeros, etc.
Aparte de estas referencias son notables las disposiciones que durante el reinado de Felipe II se dictan para regular el trabajo del personal femenino que colaboraba con los médicos y cirujanos de Cámara en el cuidado de las personas de la Corte. En estas Ordenanzas, fruto de la mente burocrática del rey, se establecían tanto las misiones de la enfermera palaciega cómo la retribución y categoría que le correspondía en el complicado escalafón de la Corte. Entre estas mujeres precursoras de las enfermeras, destacaron Ana de Obregón y Luisa de Huerta, mujeres de alta esfera social, que durante muchos años ejercieron en la Corte.
CENTROS HOSPITALARIOS EN LA ISLA DE LEÓN.
El Real Colegio de Medicina y Cirugía de Cádiz, fundado por Virgili en 1748, fue suprimido en 1836. Se estableció una completa separación e independencia entre el Colegio de Medicina y Cirugía de Cádiz (con sus catedráticos) y el Cuerpo de Médicos Cirujanos de la Real Armada. El Colegio de Cádiz devino en Facultad de Ciencias Médicas (1845), actual Facultad de Medicina. La dirección del Cuerpo de Médicos Cirujanos, posterior Cuerpo de Sanidad de la Armada (1848), se trasladó al Hospital de Marina de San Carlos en la ciudad de San Fernando.
En 1738 se concedió «fuero de Marina» a 18 barberos-sangradores que habían servido en la Armada, tras haber sido examinados por el cirujano mayor. Esta fecha es considerada como la de creación del Cuerpo de Practicantes de la Armada. Es en 1834, cuando los antiguos barberos-sangradores de la Armada fueron sustituidos por practicantes.
FOTO 008: Puerta de San Fernando del Arsenal de la Carraca (Cadiz). Procedente de la revista La Ilustracion - Revista Hispano Americana del año 1889.
El Hospital de San José fue fundado en 1767 por el obispo de Cádiz, Tomas del Valle, para la asistencia de pobres de solemnidad y transeúntes, en la real villa de la Isla de León, localidad que en la segunda mitad del siglo XVIII experimentó un importante crecimiento demográfico, por el traslado del departamento marítimo. El hospital fue utilizado desde sus comienzos para la asistencia de tropas de marina y ejército, y a partir de este contrato contó con la colaboración de médicos y cirujanos del Real Colegio de Cirugía de Cádiz. La vida del hospital se organizó en principio como un asilo-enfermería, al estilo de las fundaciones de la iglesia.
Muchos de los establecimientos asistenciales tuvieran su origen en legados particulares y fueran administrados por la Iglesia, quien a su vez empleaba una parte de sus grandes riquezas en atender las necesidades de los pobres. Todavía en el siglo XVIII el estamento eclesiástico ejercía un control casi total en los centros hospitalarios, observándose en algunos de ellos una manifiesta desproporción entre el número de facultativos y el de religiosos, a favor de los últimos. Fueron relativamente frecuentes los convenios de la Real Hacienda con los centros benéficos para la asistencia de militares, tanto de Marina como de Ejército.
El hospitalillo del Arsenal de la Carraca, proyectado en 1755, no tenía capacidad para atender al numeroso contingente establecido en la localidad, por los que en algunos momentos de necesidad la Armada tuvo que instalar unos hospitales provisionales. Uno de ellos el «Hospital de las Anclas o de Ricardos» se ubicó en 1752 en el Manchón de las Anclas y tuvo una vida efímera de tres años. En el año 1800 fue de nuevo rehabilitado con ocasión de la epidemia de fiebre amarilla que asoló a la población.
Otro hospital provisional, instalado en 1777, fue el «Hospital Provisional y Real de Infantes», probablemente radicado en el lazareto de la Casería de Pedro Infante de Olivares, que como tal funcionaba desde el año 1713. Este establecimiento también acogió a los enfermos de fiebre amarilla entre los años 1800 y 1804. La situación de provisionalidad de la asistencia sanitaria al personal de la Marina en la Isla de León, finalizó con la construcción de la nueva población de San Carlos.
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009: Antiguo Hospital San Carlos (1809 – 1981)
La ocupación francesa de la Península Ibérica y la Guerra de la Independencia (1808 - 1814) da lugar a una acumulación de heridos y enfermos que motiva a que se improvisase un hospital en el Cuartel de San Carlos. El hospital provisional ubicado en el convento de franciscanos debió iniciar su funcionamiento a mediados de 1809. El edificio nunca llegó a cumplir las funciones religiosas para las que fue construido. Lo deben ocupar los franciscanos de la Isla, a quienes está encargada la iglesia castrense o militar. De este modo se inició la trayectoria del antiguo Hospital de San Carlos. De esta primera dotación del hospital, los practicantes eran todos de la Marina.
COMIENZOS DE LAS HIJAS DE LA CARIDAD
Desde una visión general es un tópico afirmar que la historia la han hecho los poderosos. Si bien, en las sociedades tradicionales, sólo ellos podían tener cronistas que les hicieran un espacio en la historia. En el orden eclesiástico, o mejor en la Historia del Cristianismo ha ocurrido lo mismo y además ha habido también olvidos. En este orden, una de las más bellas páginas las han escrito las Órdenes o Congregaciones Religiosas dedicadas al cuidado de los enfermos que han sido relegadas a un discretísimo lugar. Entre ellas están las Hijas de la Caridad a las que me voy a referir.
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010: Reconstrucción del aspecto y vestimenta de las primeras Hijas de la
Caridad. La voz dolorosa y el saludo militar
El objetivo, por tanto, es demostrar cómo esta institución, sin abandonar su vocación religiosa de servicio a los enfermos y habiendo llevado la organización de la asistencia de la mayoría de los centros de la Beneficencia pública, se profesionaliza y cómo contribuye a la profesionalización de la enfermería.
El verdadero renovador del cuidado moderno, a través de las órdenes religiosas, fue el francés Vicente de Paúl, que vivió un momento desgraciado y angustioso de la vida de Francia. Profundamente conmovido por la pobreza y el sufrimiento que le rodeaba en el París del siglo XVII, Vicente de Paúl comenzó, de una manera sencilla, la ayuda a los necesitados. Logró la ayuda de las Damas, pero pronto se percibió que la caridad necesitaba ser organizada.
En 1617, comenzó la Asociación de las Damas de la Caridad. No tenían votos de ninguna clase y Vicente de Paúl, excelente organizador, estableció unas directrices para encarar el trabajo. Así, por ejemplo, por orden de la presidenta debían atender las necesidades primordiales de los enfermos, como preparar el alimento y dárselo si era necesario, ocuparse del aseo personal, tenerlos presentes para repetir las visitas en el día, arreglar las habitaciones, sostener la moral y consolidar la fe, contribuir con su presencia y su sostén a aliviar la pena de los que lloran a sus muertos y solidarizarse con ellos todo lo posible. Estos servicios estaban basados en unos principios, de los cuales aún tienen vigencia dos en las enfermeras de atención primaria: la familia es la unidad de servicio y es necesario revisar periódicamente su situación.
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011: Presidentas la Sociedad de
Beneficencia
Pero las Damas de la Caridad, a pesar de tener la mejor voluntad, no podían cumplir en toda su amplitud el plan de San Vicente. En muchos casos, se veían impedidas para realizar personalmente las visitas y enviaban a sus criadas para ocuparse de los quehaceres de los enfermos. San Vicente observó que en las provincias esta atención se realizaba mejor que en la ciudad y pensó que las jóvenes aldeanas inclinadas a este tipo de obras, podían ser utilizadas dentro de una mejor organización. Así fue como trasladó a algunas para trabajar con las Damas de la Caridad, obteniendo excelentes resultados.
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012: Margarita Naseau (1594 – 1633). Hijas de la Caridad
Una sencilla joven campesina, Margarita Naseau, se ofreció a Vicente para dedicar su vida al servicio de los pobres. Su ejemplo fue contagioso. De este modo nació la Compañía de las Hijas de la Caridad. Margarita murió contagiada de la peste después de acoger en su cama a una pobre enferma.
Vicente confió la formación de estas jóvenes a su colaboradora Luisa de Marillac y en 1633 comenzaron, bajo su guía, a vivir su ideal en comunidad. El eje sobre el que gira la misión de la vida cristiana de las Hijas de la Caridad:
a).- Servicio corporal y espiritual.
b).- Actitud de siervas.
c).- Formación profesional.
Luisa juega un gran papel en la formación de las Hermanas. Se preocupa de su salud y de cuanto es necesario para el servicio. De ahí que podamos decir de ella que es: precursora real de la enfermera profesional; entendió, dentro de las limitaciones de la asistencia de la época, lo que debía ser una buena profesional. El fin es “Proporcionar los mejores cuidados, para cambiar el nivel de salud aumentando el bienestar de la población en su contexto de desarrollo social”.
PRIMEROS CONTRATOS Y REGLAMENTOS
La responsabilidad de las Hermanas en los hospitales tiene desde el primer momento fundamentos sólidos y claros criterios de actuación. Al instalarse, establecen las:
a).- Condiciones laborales.
b).- Actividades y motivaciones de las mismas.
c).- Relación que deben establecer con las personas que trabajan a nivel jerárquico.
d).- Formación en este campo.
Todo se organiza desde los Contratos, los Reglamentos y las Reglas Particulares. Así, saben lo que tienen que hacer en cada momento, pues todas las horas pertenecen al servicio de los pobres.
Pasaron muchos años antes de que San Vicente permitiera a estas mujeres hacer votos, ni siquiera por un año, pues deseaba que el público y la Iglesia fueran acostumbrándose a la idea del tipo de trabajo de esta nueva orden. Sólo después de veinte años les dio una constitución definitiva, pasando a denominarse “Congregación de las Hermanas de la Caridad”. Las Hermanas de la Caridad extendieron su acción rápidamente por muchos países europeos. En la actualidad, aunque sometidas a las crisis del momento, constituyen la comunidad religiosa más numerosa de la Iglesia Católica dedicada a la Enfermería.
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013: Primeras Hijas de la Caridad. Siglo XVIII
Las Hijas de la Caridad eran distintas de los otros grupos religiosos de aquel tiempo. A fin de moverse más libremente por las calles y salas de los hospitales debían tener:
“por monasterio, las casas de los enfermos
por celda, un cuarto de alquiler
por capilla la parroquia
por claustro, las calles de la ciudad
por clausura, la obediencia
por rejas el temor de Dios
por velo, la santa modestia”
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014: Luisa de Marillac
Las primeras Hermanas iban y venían por las calles de París y cuidaban a los pobres enfermos en sus casas. Después, sirvieron en los hospitales, escuelas y casas para niños expósitos. Pronto comenzaron el cuidado de los galeotes, los soldados heridos, los ancianos y los aquejados de alguna enfermedad psíquica. De hecho cualquier persona con necesidad era objeto de sus cuidados.
Durante este sencillo comienzo en París se desarrolló ya su espíritu misionero y fueron a establecerse en un hospital en Polonia; el primer paso del camino hasta llegar a ser una Comunidad extendida por todo el mundo. Ninguna forma de caridad cristiana fue extraña al celo de las Hijas de la Caridad, ni lo es hoy. Se las puede encontrar viviendo y trabajando en áreas de prioridad social, en hospitales, orfanatos, escuelas, centros de día para las personas sin techo, junto a las personas con problemas de adicción o invalidez, en cualquier parte donde haya una necesidad o pobreza y ellas puedan ser de ayuda y apoyo.
San Vicente de Paúl fundó asociaciones de cristianos que en sus parroquias atendieran a los pobres, a las que él solía llamar caridades. Santa Luisa se encargó de visitar y animar estas caridades en los distintos lugares en que eran fundadas por los misioneros en las misiones populares. En 1625 había fundado la Congregación de la Misión (Paúles), invitó a Luisa a ayudarle con las Cofradías de la Caridad en las parroquias de Francia. Estas tareas fueron terapéuticas y formativas para su futuro trabajo y el de la familia Vicenciana. Luisa visitaba los lugares donde prestaban servicio las Hermanas y las voluntarias de la Caridad para asegurarse de la calidad del servicio que se ofrecía; revisaba las cuentas, hacía informes y animaba a las trabajadoras y voluntarias a ver a Cristo en aquéllos a quienes servían.
A través de este trabajo, Luisa obtuvo un conocimiento profundo de las necesidades de los pobres, desarrolló sus cualidades innatas de dirección y buscó estructuras eficaces para el servicio. Empezó, en su propia casa, a preparar a las jóvenes para atender las necesidades de los pobres y lograr el apoyo de vivir juntas. De este principio humilde surgió la comunidad de las Hijas de la Caridad. Luisa aportó liderazgo y dirección experta al desarrollo de la red de servicios que ella y Vicente iniciaron. Una de las novedades específicas fue que tanto su residencia, como el lugar de actividad son el hospital, la escuela, la calle, abandonando los conventos que hasta entonces eran lo esencial en el estado religioso femenino. Así nace el nuevo modelo de religiosa que piden los tiempos.
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015: Primeras Fundaciones de las Hijas de la Caridad en España.
Las Reglas tienden a fomentar la entrega a la práctica de la caridad de las hermanas y alcanzan a los detalles más mínimos y domésticos; en ellas se percibe la previsión y delicadeza femenina de la fundadora. Al cabo de tres siglos continúan en vigor, y plenamente eficaces.
Actividades específicas. Como norma general, las Hijas de la Caridad están dedicadas al cuidado del pobre y del enfermo. Concretamente realizan, de un modo usual, las siguientes actividades:
a) Cuidado de los enfermos pobres en sus casas. Esta labor fue la primera, cronológicamente, de las Hijas de la Caridad, y continúa practicándose hoy día.
b) Escuelas rurales. En tiempos de S. Vicente, el analfabetismo era general en Francia; tres cuartas partes de su población masculina no sabía leer ni escribir. Luisa de Marillac empezó a enseñar gratuitamente a los pobres en su misma casa, y en ella aprendían también las primeras Hijas de la Caridad. que, más tarde, se dedicarían a su vez a la enseñanza o a cuidar enfermos. Esta labor sigue hoy, y se presta especialmente a los pobres, de modo gratuito o mediante el pago de pensiones módicas.
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016: Diferentes actividades de las Hijas de la Caridad. S. XVIII
c) Asistencia a los niños abandonados. Es ésta una de las obras más queridas de los fundadores, y de la que son buena muestra las casas-cuna, jardines de infancia y orfelinatos repartidos por todo el mundo.
d) Cárceles, hospitales psiquiátricos, asilos de ancianos. Los asilos de ancianos han proliferado extraordinariamente; allí encuentran éstos un clima tranquilo y fraternal para los últimos años de su vida. De estos centros vicentinos han tomado ejemplo y derivado dos instituciones muy extendidas: las Hermanitas de los Pobres y las de los Ancianos Desamparados. No menor importancia tiene la asistencia que las Hijas de la Caridad prestan en los manicomios y en las cárceles.
e) Hospitales. Es ésta otra de las obras de las Hijas de la Caridad de mayor envergadura actualmente. Aunque no era totalmente nueva la presencia de religiosas en los hospitales civiles -sí en cambio en los militares-, con las Hijas de la Caridad se estableció la asistencia de una forma organizada y continua. Se establecieron primero en el Hospital General de París, luego en los de Angers, Nantes, Richelieu y Saint Germain. Hoy día las Hijas de la Caridad se hallan en los hospitales de todo el mundo, prestando, a la vez que su asistencia religiosa y su calor humano, su trabajo como enfermeras y ayudantes sanitarios. En tiempos de guerra las Hijas de la Caridad se encuentran en los hospitales militares, curando a los heridos sin distinción de bandos. Francia, Polonia y España han conocido su abnegación en este terreno.
f) Formación profesional y otras actividades. S. Vicente quería que todo el mundo estuviera en condiciones de ganarse la vida con su trabajo; la limosna no debía ser sino un remedio de urgencia. Esta idea le llevó a fundar las escuelas de formación profesional, rurales y urbanas, para las que redactó unos reglamentos muy detallados, tras un profundo estudio de las necesidades sociales de su época.
g) La asistencia y la labor social de las Hijas de la Caridad llega, por fin, a todos los campos donde haya necesidades espirituales o físicas que remediar: ejemplo de ello son las cocinas económicas que sirven, gratis o a precios muy bajos, comidas a los indigentes.
h) Misiones. Desde 1842 las Hijas de la Caridad desarrollan su labor en las misiones; en dicho año se fundaron casas en Argelia, Siria, Egipto y el Líbano; en 1847, en China. Posteriormente pasaron a Etiopía, a Madagascar y a muchos otros países. Eran conocidas como “las hermanas grises” dado el color del hábito que vestían. Durante el siglo XIX la comunidad se extendió a Austria, Portugal, Hungría, Reino Unido, Irlanda y América. Hoy están extendidas por todo el mundo, en número aproximado de 24.500 Hermanas y en 94 países, atendiendo toda clase de pobrezas. La Casa Madre se encuentra en París, donde yace Luisa de Marillac.
ILUSTRES ALUMNAS
Florence Nightingale (1820-1910) enfermera, reformadora del sistema sanitario y filántropa estaba en un viaje cultural por Europa y Egipto iniciado en 1849, tuvo la oportunidad de estudiar los distintos sistemas hospitalarios. A principios de 1850, Nightingale empezó su entrenamiento como enfermera en el Instituto de San Vicente de Paul en Alejandría, Egipto, que era un hospital de la Iglesia Católica, de las hermanas de convento aprendió el valor de la disciplina, la organización y entrenamiento.
Después, visitó el hospital del Pastor Theodor Fliedner en Kaiserwerth, cerca de Dusseldorf, que era además orfanato y escuela. Regresó a esa ciudad en 1851 para formarse como enfermera durante tres meses en el Instituto para Diaconisas Protestantes y después de Alemania se mudó a un hospital en St. Germain, cerca de París, dirigido por las Hermanas de la Caridad.
A su regreso a Londres en 1853, obtuvo su primer empleo siendo nombrada directora del Sanatorio para señoras inválidas de la alta sociedad en Harley Street en Londres. Demostró ser una excelente gerente en el trabajo diario tanto ella como sus enfermeras se atenían sin discusión a las indicaciones de los médicos en todo lo referente al tratamiento, pero a veces hacían caso omiso de las decisiones de la dirección por el interés de los pacientes.
Nightingale tenía un enfrentamiento con el comité del hospital porque no aceptaban a pacientes católicos. Amenazaba que dimitiría, a menos que cambiaran las reglas y le dieran permiso escrito para aceptar no solamente a los católicos romanos sino también a los judíos y cualquier persona de otra religión y permitirles que fueran visitados por sus representantes religiosos. El comité cambio las reglas tal como ella exigió. Nihtingale desarrollo el primer programa para las enfermeras donde insistía en la formación laica de las mismas. Las circunstancias que llevaron a defender el laicismo en la formación se debe a las controversias surgidas durante la Guerra de Crimea y la aparición del rumor en la prensa sobre que algunas de sus enfermeras habían intentado convertir a soldados en su lecho de muerte.
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017: Nightingale recibiendo a los heridos en Scutari | Jerry Barrett
LA HIJAS DE LA CARIDAD EN ESPAÑA
Nadie pone en duda, hoy, que las Hijas de la Caridad han llevado la organización de los Hospitales y la atención a los enfermos desde mediados del siglo XVII hasta finales del siglo XX y están en otras muchas formas de presencia en nuestros días. Con sus tocas blancas han sido presencia y símbolo de la caridad de la Iglesia en el mundo Sanitario y ha sido Picasso en su cuadro emblemático “Ciencia y Caridad” quien ha inmortalizado en dicho documento histórico, lo que han sido las Hijas de la Caridad en la beneficencia y en los Hospitales de España.
Cuando las Hijas de la Caridad se establecen en España, la situación sanitaria, como en el resto de los países, está haciendo un esfuerzo por responder a las necesidades sociales. A pesar de los esfuerzos realizados por anteriores gobiernos para la reunificación de Hospitales, no existe un sistema público que garantice una asistencia sanitaria, ni social. Por ello, el trabajo y esfuerzo de las Hermanas se va a desarrollar en medio de la dificultad, pero con su talante, valor, competencia, arrojo y preparación van a demostrar su eficacia desde la caridad, de forma que se convertirá en paradigmática su forma de organizar la asistencia y de cuidar.
Se instalan en el hospital de la Santa Cruz y San Pablo de Barcelona en 1790. En estos primeros años, con escasos medios y con una respuesta de competencia y vocación, fruto de sus convicciones y formación, se encargan de la organización y la asistencia de los centros para los que van siendo requeridas. Una de estas Instituciones es la Inclusa de Madrid que, a finales del Siglo XVIII se encuentra en lamentable estado.
El aspecto más señalado es, tal vez, el alto grado de división del trabajo, en lo relativo a los cuidados que se prestaban, como ejemplo, en dicho hospital se describió 48 puestos de trabajos distintos. Entre ellos:
Los destinados a cubrir las necesidades básicas (alimentación, eliminación, higiene y confort).
Tareas técnicas, referidas a la vigilancia del estado de los enfermos, aplicación de ventosas, administración de jarabes, purgas y otras órdenes médicas.
Relación con los enfermos, la conversación banal o de apoyo y las preguntas sobre su estado.
Prestaciones hoteleras y de gestión. Ropa de cama y ropa personal del paciente.
Trabajos de secretaría y escritura. Libros de registros de pertenencias e incluso control de la medicación. Libro de recetas de medicinas, donde se escribían las órdenes de los médicos y cirujanos.
Los buenos resultados obtenidos por las Hermanas, hicieron que los mismos Ministros del Rey se interesaran no sólo por el aumento del número de Hijas de la Caridad en la Inclusa, sino porque se hicieran cargo del Hospital General de la Corte y de los establecimientos de Beneficencia Pública de otros lugares.
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018: Sello Bicentenario de las Hijas de la Caridad en España. 1990
En 1803 se realizan las gestiones para que se establezca en Madrid el Real Noviciado, centro de formación de las futuras Hijas de la Caridad. En él pasan un año y tras este tiempo se les destina a los distintos establecimientos de la geografía española donde completan su formación tanto teórica como práctica, como las nuevas comunidades de Lérida, Huesca y Tarragona. En Andalucía fundaron su primer centro en 1830.
En unos años tendrán a su cargo la asistencia de la mayoría de los Hospitales de la Beneficencia de toda la geografía española. (Hernández Martín, F; 1996, 177-214). Los cuidados que realizan responden a cubrir las necesidades básicas y aplicar los remedios que la nueva medicina va imponiendo. Cuidados especiales y registros.
En 1870, llegaron al antiguo hospital de Marina de San Carlos, que fue el primer hospital militar de España que las acogió, eran 11 hermanas mayoritariamente de origen vasco-navarro. En una época en la que los estamentos sanitarios sólo contemplaban a médicos, practicantes y mozos, asumieron el papel de comodín entre todo ellos y aceptaron los quehaceres más ingratos y menos ostentosos.
LA FORMACIÓN: HACIA LA PROFESIONALIZACIÓN
Las Hermanas que se han formado en París ponen en marcha en España el Real Noviciado y mientras este se organiza, se forman en el Hospital General de Valencia. La Enfermería entonces no tiene reconocimiento legal en España. Es ocupación de Religiosas, si bien se les exige una formación. Además, varios Hospitales, como el de Nª Sª de Gracia de Zaragoza, o en el Real Hospital de Santiago, y algunos más, están iniciando una formación para el personal seglar.
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019: Hermanas de la Caridad 1941
Las Hermanas adquieren conciencia de su misión y desde su entrada inicial saben cual va a ser su dedicación, servir a los pobres y enfermos. La formación empezaba en el Hospital. Antes de ser admitidas pasan unos meses en una Comunidad local, en la que aprenden los elementos esenciales para el servicio y después de un año de formación son enviadas a una Comunidad.
La formación de las Hermanas enfermeras se desarrollaba a dos niveles: el servicio directo a los enfermos bajo la responsabilidad de una Hermana más experta y el estudio de los textos de formación.
La experiencia, su preparación y trato con los médicos, su paso por las distintas enfermerías y hospitales, etc, les permitía adquirir unos conocimientos tanto teóricos como prácticos. Esta planificación se estructura a varios niveles:
Nivel de estructura Hospitalaria. Existencia de Hospitales específicos para la preparación de las Hermanas enfermeras.
Nivel de equipos docentes. Existencia de Hermanas en las Comunidades locales capacitadas para enseñar a las nuevas.
Nivel de control de aprendizaje. Los informes de la Hermana de Oficio y de la Hermana Sirviente serán parte de la evaluación. Esta planificación posibilitaba la adecuada formación.
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020: Sor Genoveva. Barcelona
Hablar hoy de las Hijas de la Caridad tiene su justificación; en el año 1998, la congregación recibió el premio Creu de Sant Jordi otorgado por la Generalitat de Cataluña, y en el 2005 fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia por su trayectoria histórica de excepcional labor social y humanitaria en apoyo de los desfavorecidos, pobres y enfermos desarrollada durante casi cuatrocientos años y por su promoción, en todo el mundo de los valores de la justicia, la paz y la solidaridad. Razón de lo que ha significado esta Institución en la sociedad, en la sanidad y para la Enfermería.
FOTO 021 Hija de la Caridad dando de comer a
los niños
Tras el esfuerzo por una búsqueda en la ciencia de la Enfermería actualmente, quiero subrayar el reconocimiento del modelo que nos dejaron Vicente de Paul y Luisa de Marillac, donde encontramos elementos esenciales, que actualizados en su contenido responde al bien interno de la Enfermería, “el bien de las personas”.
BIBLIOGRAFÍA
Del Valle Rondón De Gómez, R. Cuidado humano o cuidado transpersonal. Reflexionando más allá de la teoría y la práctica. Revista electrónica Portales Médicos. Publicado: 27/03/2010 | Enfermeria.
Hanzeliková Pogranyivá, A. Carabaño Mariblanca, M.J., Torresano, B., García Moreno, M.R. Florence Nightingale y el contexto histórico-sociocultural de su época. Cultura de los Cuidados. 2º Semestre 2005. Año IX - N.° 18.
Hernández Martín, F. Las hijas de la caridad en la profesionalización de la enfermería. Cultura de los Cuidados. 2º Semestre 2006. Año X - N.° 20.
Hernández Méndez, S. Planteamientos sobre enfermería desde una concepción filosófica. Enfermería Global Nº 2 Mayo 2003. ISSN 1695-6141.
Herrera Rodriguez, F. El debate sobre la calidad asistencial en la España del siglo XIX. Cultura de los Cuidados. 2º Semestre 2006. Año X - N.° 20.
Ministerio de Defensa. Bicentenario del Hospital de “San Carlos” San Fernando (Cádiz). Catálogo General de Publicaciones Oficiales. 2009.
Pardo Escudero, V.
http://www.mercaba.org/Rialp/H/hijas_de_la_caridad_de_san_vicente.htm
Saint Vicent De Paúl, Correspondance, Entretiens, Documents, 14 vol., París 1920-25; vol. 15, París 1960.
Salas Iglesias, P.M., Investigación de la validación de la imagen del cuidado en la tradición sociopolítica e histórica en el siglo XVIII: el caso del manual del Dr. Carrere. Cultura de los Cuidados. 1.er Semestre 2005. Año IX - N.° 17.
Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado
en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de
San Sebastián. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Colegiado
1.372. Ilustre Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro
de Enfermería Avanza
Miembro
de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro
de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro
de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro
no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
3 comentarios:
Puntualización:
Las Hijas de la Caridad se instalan en el Hospital de la Santa Creu el año 1790, siendo sustituidas el 1793 por las Hermanas Hospitalarias de la Santa Cruz.
El Hospital de la Santa Creu i Sant Pau fue construido a principios del siglo XX
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El Hospital de la Santa Cruz(en catalán Hospital de la Santa Creu) es un edificio gótico del siglo XV, situado en la ciudad de Barcelona. Se creó con la finalidad de reunir en un único edificio los diferentes hospitales que existían en la ciudad.
La primera piedra se colocó en 1401 en presencia del rey Martín I de Aragón. El edificio, obra del arquitecto Guillem d'Abriell, fue planificado de una forma grandiosa en cuatro alas de construcción de dos plantas que rodeaban un patio porticado, siguiendo un conocido modelo oriental. En una primera fase se construyeron las tres naves bajas de levante, de tramontana y de poniente, la nave superior de la de levante y un tramo de la transversal de tramontana.
En 1414 finalizaron la mayoría de estas obras que se reiniciaron un siglo más tarde, con la utilización de una técnica de construcción más depurada. Durante el siglo XVI, en una de las diversas modificaciones que se iban realizando, se derribó una de las alas y se construyó otro patio porticado unido al primero, donde aún se conserva la gran escalera monumental que da acceso a la sala de lecturas de la Biblioteca de Cataluña.
El conjunto de los edificios incluye una pequeña iglesia gótica cerca de la calle Hospital y una casa del siglo XV, antiguo archivo del hospital.
En 1703, Antonio Viladomat, uno de los pintores barrocos catalanes más preeminentes, pintó la capilla de Sant Pau.
A finales del siglo XIX, el hospital había quedado desbordado por el crecimiento de la ciudad y los nuevos avances en medicina e higiene, por lo que se decidió trasladarlo a una nueva sede: el Hospital de la Santa Cruz y San Pablo, que se construyó de 1902 a 1930.
En 1926, el viejo edificio fue adquirido por el Ayuntamiento de Barcelona que inició su reconstrucción. Actualmente (2006), el conjunto incluye la sede de la Biblioteca de Cataluña (desde 1939), el Instituto de Estudios Catalanes (desde 1931), la Escuela Massana (desde 1935) y dos bibliotecas públicas de la Diputación de Barcelona.
El 3 de junio de 1931 fue declarado Monumento Histórico Artístico de Interés Nacional.
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