HOSPITAL MILITAR GENERAL MOLA DE SAN SEBASTIÁN
Como en cualquier otro conflicto bélico, durante la guerra civil 1936 a 1939 la atención de las personas heridas en los combates, civiles y sobre todo militares, supuso un reto para los servicios sanitarios. En esas circunstancias, todo el personal sanitario fue militarizado. Como pese a todo; era insuficiente, se formaron a marchas forzadas, en muchas ocasiones con mínimos conceptos, a numerosos civiles, especialmente mujeres. Médicos, practicantes, enfermeras, Damas enfermeras y auxiliares de la Cruz Roja, Damas de Sanidad Militar etc. prestaron sus servicios en los equipos quirúrgicos de los hospitales de primera línea y en los de retaguardia; así como también en los buques-hospitales, trenes-hospitales, hospitales móviles y hospitales de sangre.
FOTO 001 Hospital Militar General Mola de San Sebastián
En estos equipos quirúrgicos trabajaron también “anestesistas que entonces eran practicantes”, enfermeras o estudiantes de medicina, bajo la supervisión directa del cirujano, que con unos medios totalmente precarios, realizaron una importante labor asistencial y humanitaria. Es muy poco lo que se ha escrito hasta el momento actual sobre la medicina, la enfermería y la cirugía en la Guerra Civil. Pero todavía fue mucho menos lo escrito sobre el interesante capítulo de la anestesia en la Guerra Civil, siendo prácticamente desconocido casi todo lo relacionado con esta cuestión en aquellas enfermerías quirúrgicas, muchas veces improvisadas, con una cantidad enorme de heridos y con apenas medios técnicos.
El herido de guerra
El herido de guerra es un enfermo muy peculiar y complejo, con lesiones de todo tipo, debido a proyectiles, trozos de metralla, onda expansiva (blast síndrome), arma blanca, aplastamiento (crush síndrome), quemaduras y congelaciones. El conflicto armado español se caracterizó también por la lucha de trincheras, lo que comportó una gran cantidad de heridas en la cabeza y la cara, con destrozos muchas veces totalmente rutilantes, debido al estallido de obuses. Por otra parte, el herido de guerra, está sometido a estrés continuado, con alimentación deficitaria y normalmente sin descanso. El gran riesgo de sus heridas se vio muchas veces complicado debido a las dificultades de evacuación desde el lugar del accidente al puesto de socorro o al hospital de primera línea. El dolor, el shock, la hemorragia y la infección, especialmente por clostridium, eran los fantasmas que acompañaban y complicaban a los heridos durante toda la guerra.
Además de las características especiales de estos heridos, había que añadir que lo habitual era gran problema relacionado con la asistencia sanitaria al herido de guerra fue que en ocasiones la afluencia masiva de enfermos y heridos desbordaba todas las previsiones, creando un auténtico caos, como ocurrió en el Hospital Griñón, donde en tan sólo 20 días trataron más de 11.000 heridos procedentes de la batalla de Brunete, o en el Hospital Militar General Mola de San Sebastián, que llegó a tener, en un momento dado, 700 heridos graves de cara y cuello, procedentes de los frentes de Aragón.
FOTO 002 Heridos de guerra y personal sanitario Hospital General Mola
En un principio la organización sanitaria fue un auténtico caos, tanto en un bando como en el otro; pero de una manera particular se hizo notar más en el republicano, debido a la práctica desaparición de los mandos militares. Se organizaron cursillos acelerados para médicos y enfermeras. Fue famoso el curso que se realizó en 1938 sobre cirugía maxilofacial en el Hospital militar General Mola de San Sebastián. En general el organigrama de los servicios quirúrgicos fue prácticamente el mismo en ambos bandos combatientes. Cada batallón (unidad militar de 1.000 hombres dividida entre dos y seis compañías y mandada por un coronel o un teniente coronel), disponía de un puesto de socorro en el que había un médico, un practicante, camilleros y acemileros, con una dotación mínima de material y medicamentos. Situados inmediatamente detrás de las líneas de fuego, servían de enlace entre estas y los hospitales de sangre, donde actuaban los equipos quirúrgicos más o menos organizados y con dotación muchas veces escasa y deficiente.
El Dr. Gómez Durán “Consideramos totalmente insuficiente el personal que constituía la inmensa mayoría de los equipos de la Gran Guerra: un cirujano, un ayudante, un anestesista y dos enfermeros o enfermeras especializadas”. Para el mismo médico la organización adecuada de un equipo quirúrgico sería la siguiente: “Partiendo de la unidad fundamental Equipo, cuya constitución debe estar reducida a un mínimo de personas necesario, pero eficiente: un cirujano jefe; un ayudante entrenado y que actúa al propio tiempo de radiólogo, con un aparato portátil tipo Philips; un segundo ayudante, que actúa con un practicante como Equipo auxiliar para clasificación y practicar transfusiones; un anestesista practicante con gran experiencia en anestesia; porque juzgamos que el secreto es algo que depende de “cogerle el tiento”, a aparte que el practicante que no sabe, ni le interesa la técnica quirúrgica, no se entretiene en la marcha de la operación, como ocurre con frecuencia a los médicos. Dos enfermeras o hermanas con hábitos quirúrgicos bien controlados. Sanitarios, uno dedicado a la esterilización exclusivamente; dos a sueros e inyectables de todas las clases, para la preparación de heridos; otro escribiente; otro barbero; otros cinco de servicios en las clínicas. Total 3 médicos, dos practicantes, dos enfermeras, diez sanitarios”.
Del equipo quirúrgico del VIII Cuerpo del Ejército de Galicia decía el Dr. Gómez Durán: “Evidentemente el jefe, ayudante y anestesista han de ser tres elementos que hayan trabajado juntos y se hayan compenetrado mutuamente”.
Este equipo ideal, su organigrama sería:
Equipo principal:
Cirujano Jefe
Cirujano ayudante
Practicante anestesista
Enfermera instrumentista
Enfermera del material
Sanitario de inyecciones.
Equipo secundario:
Un médico cirujano
Un practicante
Un sanitario para sueros y tónicos
Un sanitario barbero
Equipo de clasificación:
Un médico
Un sanitario
Un cabo escribiente, encargado del registro de heridos y recogida de dinero y efectos.
Un sacerdote.
FOTO 003 Equipo Quirúrgico
El cirujano ocupaba una posición privilegiada, derivada del sentir de la época y de su graduación militar, estando todo el restante personal del equipo subordinado a sus decisiones.
“La esterilización, la anestesia, las curas y los cuidados postoperatorios son confiados a un personal especializado, pero en todo caso sigue y ejecuta las indicaciones del cirujano”.
Similar organización existió en el bando republicano, según se desprende de lo referido por M. Picardo:
“Cada equipo quirúrgico divisionario estaba formado por un jefe, con un grado de capitán; un teniente ayudante; un oficial anestesista, que era un practicante; un instrumentista, practicante o estudiante de medicina; a estos se unió un transfusor de sangre estudiante de medicina o practicante. Había además una enfermera de quirófano, ayudada por un sanitario de quirófano, encargados del montaje, esterilización, autoclave, hervidores…”
Sin embargo, este equipo era insuficiente en determinadas situaciones: “Un equipo quirúrgico de tipo clásico que podamos decir, consta de un cirujano, médico ayudante, practicante anestesista y dos enfermeras. Equipo, notablemente insuficiente”.
José Queralló cirujano de los ejércitos de Navarra y Guipúzcoa introdujo el “método o cura retardada” en las fracturas de guerra, que luego sería adoptado por todos los cirujanos españoles. Consistía en una intervención quirúrgica mínima sobre la herida y no levantar el primer apósito hasta que la herida estaba próxima a la cicatrización.
San Sebastián
Un acontecimiento extraordinario en la historia de la cirugía y de la anestesia en la Guerra Civil, lo protagonizaron en San Sebastián en el Hospital militar General Mola un equipo de anestesistas ingleses y un cirujano americano que trabajaron para las tropas nacionales en un hospital de retaguardia de los frentes de Aragón, junto a un grupo de cirujanos y dentistas españoles.
San Sebastián contaba con unos excelentes “practicantes anestesistas” que además de hacer su trabajo en los centros donde trabajaban enseñaban su profesión a los nuevos médicos recién terminados. Ellos eran: Francisco Del Campo Benito, trabajó en el Hospital Civil San Antonio Abad y en la Clínica Martín Santos. Javier López de Pariza Michelena, que trabajó en la Clínica Martín Santos y Luis García Castro, que trabajó en la Clínica del Koro, Hospital de la Cruz Roja y en el Hospital Militar General Mola.
El cirujano americano de origen irlandés era el Dr. Joseph Eastman Sheehan (1885 – 1951), colaboró en la guerra civil española de 1936 a 1939. En esta guerra se utilizaron mucho en los combates, los sistemas defensivos de “trincheras” y “parapetos”, lo que junto a la munición empleada, y al uso de armas blancas, determinaron un tipo especial de heridas en la cara y cuello con lesiones muchas veces espeluznantes, que supusieron un reto para la anestesia y la cirugía de entonces. Una cita que se escribió en el New York Times, dramatizaba estos hechos:
“Había tantas caras mutiladas en el ejército rebelde como había en el ejército británico al final de la primera Guerra Mundial”.
“Los heridos de cara más frecuentes eran de metralla, realmente impresionantes. Estos pobres heridos de metralla en el rostro producían horror; verdaderos monstruos, sin cara; masa de carne y piel a piltrafas colgando, respirando con los ojos fuera de las órbitas por desaparición del macizo óseo de la cara; sin nariz ni labio; ni boca ni dientes; sin barbilla; con la lengua amoratada, hinchada, cayendo sobre el pecho. Llenos de moscas, soplando una espuma sanguinolenta, asfixiándose hay que imaginar que una inmensa hacha cortase de violento golpe lateral toda la cara”.
Esta tétrica exposición corresponde a la realidad de los hechos, y en el Hospital militar General Mola de San Sebastián, llegaron a contabilizarse 700 heridos de cara y cuello que demandaban una urgente solución a su problema facial para una incorporación digna a su vida futura. Ante esta situación apremiante es llamado el famoso cirujano americano Joseph Eastman, que ya en el año 1928 había sido invitado por el Rey Alfonso XIII para tratar ciertas secuelas en heridos de las campañas de Marruecos. El cirujano llegó a Burgos en septiembre de 1937.
Sheehan, aunque de origen irlandés, vivió y trabajó en Estados Unidos, realizando sus estudios en la Universidad de Yale, especializándose en Berna, Oxford, Heidelberg, Londres, París, Viena y Budapest, adquiriendo una magnífica formación quirúrgica y un particular talante humano. Fue un hombre polifacético que tuvo muchos amigos entre la élite de la sociedad americana y europea, también sus implacables detractores y enemigos; pero todos ellos estaban de acuerdo en que era un cirujano extraordinario y brillante.
FOTO 004 Joseph Eastman Sheehan
Después de su llegada a Burgos, en septiembre de 1937, recorrió varios hospitales de guerra en esta ciudad y después en Zaragoza, destinándose finalmente a San Sebastián. En Donosti junto al cirujano catalán José Soler Roig, el cirujano plástico Soraluce y el dentista Carmelo Balda, organizan lo que con el discurrir de la guerra sería el “Primer Servicio de Cirugía Plástica”, y se encuentra con el gran problema de la anestesia en las grandes mutilaciones de cara y cuello, por lo que llama a su amigo Robert Reynolds Macintosh, recién nombrado Profesor del Departamento de Nuffield de Anestesiología de Oxford para que le ayude en sus operaciones con técnicas anestésicas, especialmente con “intubación endotraqueal”, desconocidas o poco practicadas entonces en España. (Macintosh fue el primer Catedrático de Anestesiología de Europa, y contribuyó a elevar el nivel científico y el estatus académico de dicha especialidad en muchos países. Este hecho fue consecuencia de su gran actividad docente e investigadora, ostentó la jefatura desde 1937 hasta 1965. Otro factor que contribuyó a esta labor fueron sus múltiples viajes al extranjero, en los que hizo demostraciones de su avanzada técnica anestésica).
A Sheehan le tocan todos los heridos del frente de Teruel al ser el Hospital de San Sebastián el referente en la retaguardia, y el número de los heridos que llegaban a San Sebastián era francamente preocupante.
Robert R. Macintosh vino a España por primera vez a finales del verano de 1937, en plena guerra civil española, invitado por el gobierno del general Franco, para anestesiar a los pacientes que su amigo, el cirujano plástico americano Eastman Sheehan debía operar de las terribles heridas faciales ocasionadas por la metralla.
Macintosh relata lo que le ocurrió en el primer caso que operó, que resultó caótico, tal como lo explicó en el II Simposium Internacional de Historia de la Anestesia:
“Las dificultades idiomáticas no fueron nada en comparación con las anestésicas. Como era de esperar le asignaron el mejor anestesista que tenían, que resultó ser una monja, que había sido preparada profesionalmente por otras monjas. Sheehan sugirió que intubara al paciente, pero la monja ni siquiera sabía de qué le estaba hablando. La anestesista insistió en mantener la mascarilla firmemente aplicada en la zona que Sheehan debía reparar, por lo que la situación resultó ser un callejón sin salida. Por ello, Sheehan se puso en contacto conmigo, que acababa de tomar posesión de mi cátedra en Oxford, me comentó la situación, y me aseguró que todas las dificultades se resolverían si yo pudiera venir con un laringoscopio, y unos cuantos tubos endotraqueales.”
FOTO 005 Dispositivo anestésico utilizado por el Dr. Sánchez Galindo. Anestesia antigua y inhalador de Ombredanne
Al llegar a España, se encontró con la inesperada sorpresa de que el único aparato de anestesia disponible era el inhalador de Ombredanne, al que posteriormente describió como una copia descarada del inhalador de Clover. La necesidad de mantener la mascarilla anestésica aplicada a la cara durante toda la intervención, imposibilitaba el uso de este inhalador para la cirugía facial reparadora. Los únicos fármacos disponibles eran el éter, el cloruro de etilo, el cloroformo, y el evipán. No había atropina, cocaína, ni aparatos de aspiración, y la salivación profusa era aceptada como una característica inevitable de la anestesia etérea. Los médicos españoles no habían oído hablar del protóxido de nitrógeno. Durante toda su estancia no encontró a un sólo médico que hubiera visto una bombona de oxígeno, y en una ocasión en que se lo pidió a una monja, ésta apareció al cabo de media hora con una especie de maleta de goma, que aparentemente estaba llena de oxígeno.
“La monja católica que habitualmente administraba la anestesia, se asustó al ver la intubación”.
Robert R. Macintosh, lo que pretendía era diseñar una versión más científica de la lata de Flagg, a la que consideró como la semilla del vaporizador de Oxford. Por ello, de regreso a Oxford, y ante la amenaza de una contienda internacional, Macintosh se puso a diseñar un vaporizador que pudiera ser empleado en situaciones de emergencia. Las características técnicas y su funcionamiento fueron publicados en Lancet de julio de 1941, en una serie de cuatro artículos. El vaporizador de Oxford se difundió rápidamente por todo el mundo gracias a su sencillez, su seguridad y la posibilidad de ser empleado en situaciones poco favorables, como era habitual en los países tecnológicamente subdesarrollados.
Decían de él:
“El profesor Macintosh vino con su vaporizador de Oxford y, ante el asombro de todo el mundo, ¡administró éter! (¡el único anestésico general empleado en España durante décadas!)”.
Eastman Sheehan, organizó un segundo cursillo que tuvo una gran acogida entre los cirujanos españoles, asistiendo al mismo unos treinta. Entre ellos estaba el capitán José Sánchez Galindo. Sheehan se va en la primavera de 1938 y aconseja a Franco de la necesidad de continuar con este Servicio de Cirugía Plástica creado en San Sebastián, y franco decide enviar a Nueva York al capitán José Sánchez Galindo para que se especializase con los eminentes cirujanos americanos. Galindo con la ayuda de Sheehan y del oculista Ramón Castroviejo, visitó varias clínicas de Nueva York. A su regreso a San Sebastián se hizo cargo del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital General Mola. Este departamento quirúrgico quedó dividido en tres secciones, además de la Cirugía Plástica: la Unidad de Cirugía con el Dr. Soler Roig en el Hospital de las Mercedes; la Unidad del Hospital Civil San Antonio Abad de la que se encargó el Dr. Soraluce y la Unidad Protésica y Maxilofacial dirigida por el dentista Carmelo Balda.
Algo había cambiado en la anestesia y cirugía en España, Sánchez Galindo aprendió en San Sebastián y en América las técnicas de intubación traqueal, y muy pronto siguieron trabajando con los primeros anestesiólogos que se especializaron en España. San Sebastián y su hospital fueron los pioneros de la Cirugía Plástica. Esta práctica ya la utilizaba en San Sebastián antes de llegar Sheehan el Dr. José Soler Roig.
Para el Dr. Sánchez Galindo, era imprescindible la anestesia general con intubación endotraqueal, técnica que él aprendió y practicó en el Hospital General Mola de San Sebastián. Además de la importancia de la anestesia el personal humano y sobre todo los practicantes anestesistas y las enfermeras circulantes que atendían los quirófanos fueron imprescindibles para salvar la vida a estos soldados con heridas tan monstruosas y deformes.
San Sebastián antes de la guerra civil
Hasta 1936 la medicina guipuzcoana y la enfermería vivió un período especialmente brillante y, a pesar de contar con escasos medios, Gipuzkoa fue pionera en muchas iniciativas médico-sanitarias. El Colegio de Practicantes se crea en 1904, anteriormente se reunían los mismos para solucionar los problemas de “La Clase”, sobre todo de intrusismo que se daban en la provincia.
FOTO 006 Dr. Carlos Elósegui practica en San Sebastián una de las primeras transfusiones con sangre estabilizada, en la guerra civil. Paz Gastaminza en la entrada del Hospital e Hija de la Caridad atendiendo a un herido
El Dr. Juan José Celaya apostó fuerte por el movimiento de la colegiación, logrando que en 1899 se constituyera la Junta de Gobierno del Colegio de Médicos de Gipuzkoa. El Colegio inicialmente contó con 25 médicos. Un año más tarde la gran mayoría de los médicos de Gipuzkoa, a excepción de ocho médicos civiles y dos militares, estaban colegiados. En 1916, el Colegio puso en marcha la Academia Médico-Quirúrgica y comenzó a publicar la revista Guipúzcoa Médica. Entre los nombres propios de la vida médica guipuzcoana cabe destacar, entre otros, al reputado tisiólogo Emiliano Eizaguirre, responsable de la lucha contra la tuberculosis hasta que en 1934, se involucró el Estado. Los doctores Luis Ayestarán y Benigno Oreja vieron la necesidad de crear un centro específico contra el cáncer independiente del Hospital San Antonio Abad de Manteo. Así, en 1933 se inauguró el Instituto Radio-Quirúrgico de Gipuzkoa.
Profesional destacado del Hospital San Antonio Abad fue el Dr. José Beguiristain que, además de en la revista Guipúzcoa Médica, publicó en la Revista Española de la Medicina. Otra figura que trascendió los límites de Gipuzkoa fue la del médico donostiarra D. Luis Urrutia.
FOTO 007 Damas Auxiliares de Sanidad Militar Hospital General Mola
San Sebastián fue declarada la primera ciudad de España en cuanto a higiene. Los motivos para ello fueron, entre otros, que el Ayuntamiento propició el laboratorio químico municipal y la asistencia médica a través de la Casa de Socorro Municipal. Años más tarde, en 1925, creó el Instituto Municipal de Higiene. La higiene pública en Gipuzkoa se concretó, además, en la creación de las estaciones sanitarias de Irún y del Puerto de Pasajes. Además, para atender a quienes por falta de recursos económicos no podían contar con nodriza se contaba con la Gota de Leche y, por su parte, para resolver el grave problema de los niños abandonados, se puso en funcionamiento la Casa Cuna de Fraisoro, en Zizurkil.
A este abanico de servicios había que añadir las clínicas privadas repartidas por la capital, Tolosa, Irún y Eibar principalmente, además de otras instituciones como el Hospital de la Cruz Roja; la Casa de la Maternidad; la Casa de Salud de Santa Agueda en Mondragón, y centros de beneficencia como la Casa de Misericordia; el Asilo Matía; o el dispensario de Santa Isabel.
Reseña Breve del Hospital Militar General Mola de San Sebastián
Por haber estado bajo la jurisdicción militar, hay pocos datos sobre el edificio del paseo Duque de Mandas. Fue construido, al parecer hacia 1911, como local para Escuelas Municipales. Todavía hay veteranos donostiarras que recuerdan sus grandes aulas y hasta el olor de aquel colegio que dirigió Pedro Cormenzana, educador que cuenta con una calle dedicada en Tolaregoya. El amplio inmueble, cuya arquitectura recuerda a los palacios meridionales con elementos de piedra enmarcando puertas y ventanas, también albergaría durante varios años en su planta superior a la Escuela de Comercio.
FOTO 008 Capitán Practicante Luis García Castro
En la guerra civil cuando por comprensibles exigencias fue reclamado como hospital de campaña donde curaron sus heridas y dolencias numerosos guipuzcoanos. Además se convirtió en centro quirúrgico. Algunos de sus directores fueron los Dres. Comandante Tomás Larrosa, Leandro Martín Santos, Manuel Cárdenas y el General Fernando Pérez Iñigo, cirujanos todos ellos menos el primero.
El primer Ayuntamiento de mayoría republicana al final de la monarquía, le traspasó el nuevo edificio de las Escuelas Municipales a Hospital militar General Mola para las urgencias del centro de acogida de los heridos. En la postguerra, el centro mantendría su función sanitaria, ya como Hospital Militar General Mola y funcionó desde 1936 hasta 1982 que se cerró.
En 1937 se celebró en el Hospital Militar General Mola el Primer Cursillo de Enfermeras Voluntarias de Sanidad Militar.
Con asistencia del Excelentísimo Señor Coronel Gobernador militar de la plaza; Excelentísimo señor Gobernador Civil, Comandante de Marina, Presidente de la Diputación, Alcalde de San Sebastián, Jefe de Estado Mayor, Inspector Provincial de Sanidad, Director y personal sanitario, doctor Miguel Kutz, médicos civiles encargados de la asistencia en el Hospital Militar y damas e Hijas de la Caridad, se ha procedido al reparto de Diplomas del Curso de enfermeras y entrega de insignias del mismo. Previas unas palabras de explicación, pronunciadas por el Comandante Médico, Director del Hospital Tomás Larrosa, el coronel Alfonso Velarde repartió los diplomas e insignias a las 200 nuevas damas enfermeras. Al terminar el acto, dirigió unas hermosas frases concluyendo con un entusiasta ¡Viva España!, que fue calurosa y unánimemente respondido. (Diario Vasco 1937).
En otro artículo encontrado en la prensa del Diario Vasco el 16 de Mayo de 1939 decía así:
A LAS DAMAS ENFERMERAS RESIDENTES EN SAN SEBASTIAN
Siendo insuficientes el número de las enfermeras que actualmente atienden en los Hospitales Militares a los que tan abnegadamente se han sacrificado por Dios y por España, se ruega a las Damas enfermeras residentes en San Sebastián acudan a cumplir su patriótico y caritativo deber. La inspectora delegada, Carmen Resines.
FOTO 009 Reparto de Diplomas e insignias a las Damas de Sanidad Militar
AGRADECIMIENTOS Y FOTOGRAFÍAS
Luis García Castro
Paz Gastaminza
Celia Nebreda
Cristina Sánchez Berra
BIBLIOGRAFÍA
Diario Vasco de San Sebastián 1937 - 1940
Historia de la Anestesia en España. 1847 – 1940. Avelino Franco Grande, Julián Álvarez Escudero y Joaquín Cortes Laíño. Fotos Escaneadas.
AUTORES
Raúl Expósito González
Enfermero. Servicio de Anestesia y Reanimación. Hospital “Santa Bárbara” de Puertollano. Ciudad Real. Experto en Barberos, Ministrantes y Sangradores
raexgon@hotmail.com
Jesús Rubio Pilarte
Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net
Como en cualquier otro conflicto bélico, durante la guerra civil 1936 a 1939 la atención de las personas heridas en los combates, civiles y sobre todo militares, supuso un reto para los servicios sanitarios. En esas circunstancias, todo el personal sanitario fue militarizado. Como pese a todo; era insuficiente, se formaron a marchas forzadas, en muchas ocasiones con mínimos conceptos, a numerosos civiles, especialmente mujeres. Médicos, practicantes, enfermeras, Damas enfermeras y auxiliares de la Cruz Roja, Damas de Sanidad Militar etc. prestaron sus servicios en los equipos quirúrgicos de los hospitales de primera línea y en los de retaguardia; así como también en los buques-hospitales, trenes-hospitales, hospitales móviles y hospitales de sangre.
FOTO 001 Hospital Militar General Mola de San Sebastián
En estos equipos quirúrgicos trabajaron también “anestesistas que entonces eran practicantes”, enfermeras o estudiantes de medicina, bajo la supervisión directa del cirujano, que con unos medios totalmente precarios, realizaron una importante labor asistencial y humanitaria. Es muy poco lo que se ha escrito hasta el momento actual sobre la medicina, la enfermería y la cirugía en la Guerra Civil. Pero todavía fue mucho menos lo escrito sobre el interesante capítulo de la anestesia en la Guerra Civil, siendo prácticamente desconocido casi todo lo relacionado con esta cuestión en aquellas enfermerías quirúrgicas, muchas veces improvisadas, con una cantidad enorme de heridos y con apenas medios técnicos.
El herido de guerra
El herido de guerra es un enfermo muy peculiar y complejo, con lesiones de todo tipo, debido a proyectiles, trozos de metralla, onda expansiva (blast síndrome), arma blanca, aplastamiento (crush síndrome), quemaduras y congelaciones. El conflicto armado español se caracterizó también por la lucha de trincheras, lo que comportó una gran cantidad de heridas en la cabeza y la cara, con destrozos muchas veces totalmente rutilantes, debido al estallido de obuses. Por otra parte, el herido de guerra, está sometido a estrés continuado, con alimentación deficitaria y normalmente sin descanso. El gran riesgo de sus heridas se vio muchas veces complicado debido a las dificultades de evacuación desde el lugar del accidente al puesto de socorro o al hospital de primera línea. El dolor, el shock, la hemorragia y la infección, especialmente por clostridium, eran los fantasmas que acompañaban y complicaban a los heridos durante toda la guerra.
Además de las características especiales de estos heridos, había que añadir que lo habitual era gran problema relacionado con la asistencia sanitaria al herido de guerra fue que en ocasiones la afluencia masiva de enfermos y heridos desbordaba todas las previsiones, creando un auténtico caos, como ocurrió en el Hospital Griñón, donde en tan sólo 20 días trataron más de 11.000 heridos procedentes de la batalla de Brunete, o en el Hospital Militar General Mola de San Sebastián, que llegó a tener, en un momento dado, 700 heridos graves de cara y cuello, procedentes de los frentes de Aragón.
FOTO 002 Heridos de guerra y personal sanitario Hospital General Mola
En un principio la organización sanitaria fue un auténtico caos, tanto en un bando como en el otro; pero de una manera particular se hizo notar más en el republicano, debido a la práctica desaparición de los mandos militares. Se organizaron cursillos acelerados para médicos y enfermeras. Fue famoso el curso que se realizó en 1938 sobre cirugía maxilofacial en el Hospital militar General Mola de San Sebastián. En general el organigrama de los servicios quirúrgicos fue prácticamente el mismo en ambos bandos combatientes. Cada batallón (unidad militar de 1.000 hombres dividida entre dos y seis compañías y mandada por un coronel o un teniente coronel), disponía de un puesto de socorro en el que había un médico, un practicante, camilleros y acemileros, con una dotación mínima de material y medicamentos. Situados inmediatamente detrás de las líneas de fuego, servían de enlace entre estas y los hospitales de sangre, donde actuaban los equipos quirúrgicos más o menos organizados y con dotación muchas veces escasa y deficiente.
El Dr. Gómez Durán “Consideramos totalmente insuficiente el personal que constituía la inmensa mayoría de los equipos de la Gran Guerra: un cirujano, un ayudante, un anestesista y dos enfermeros o enfermeras especializadas”. Para el mismo médico la organización adecuada de un equipo quirúrgico sería la siguiente: “Partiendo de la unidad fundamental Equipo, cuya constitución debe estar reducida a un mínimo de personas necesario, pero eficiente: un cirujano jefe; un ayudante entrenado y que actúa al propio tiempo de radiólogo, con un aparato portátil tipo Philips; un segundo ayudante, que actúa con un practicante como Equipo auxiliar para clasificación y practicar transfusiones; un anestesista practicante con gran experiencia en anestesia; porque juzgamos que el secreto es algo que depende de “cogerle el tiento”, a aparte que el practicante que no sabe, ni le interesa la técnica quirúrgica, no se entretiene en la marcha de la operación, como ocurre con frecuencia a los médicos. Dos enfermeras o hermanas con hábitos quirúrgicos bien controlados. Sanitarios, uno dedicado a la esterilización exclusivamente; dos a sueros e inyectables de todas las clases, para la preparación de heridos; otro escribiente; otro barbero; otros cinco de servicios en las clínicas. Total 3 médicos, dos practicantes, dos enfermeras, diez sanitarios”.
Del equipo quirúrgico del VIII Cuerpo del Ejército de Galicia decía el Dr. Gómez Durán: “Evidentemente el jefe, ayudante y anestesista han de ser tres elementos que hayan trabajado juntos y se hayan compenetrado mutuamente”.
Este equipo ideal, su organigrama sería:
Equipo principal:
Cirujano Jefe
Cirujano ayudante
Practicante anestesista
Enfermera instrumentista
Enfermera del material
Sanitario de inyecciones.
Equipo secundario:
Un médico cirujano
Un practicante
Un sanitario para sueros y tónicos
Un sanitario barbero
Equipo de clasificación:
Un médico
Un sanitario
Un cabo escribiente, encargado del registro de heridos y recogida de dinero y efectos.
Un sacerdote.
FOTO 003 Equipo Quirúrgico
El cirujano ocupaba una posición privilegiada, derivada del sentir de la época y de su graduación militar, estando todo el restante personal del equipo subordinado a sus decisiones.
“La esterilización, la anestesia, las curas y los cuidados postoperatorios son confiados a un personal especializado, pero en todo caso sigue y ejecuta las indicaciones del cirujano”.
Similar organización existió en el bando republicano, según se desprende de lo referido por M. Picardo:
“Cada equipo quirúrgico divisionario estaba formado por un jefe, con un grado de capitán; un teniente ayudante; un oficial anestesista, que era un practicante; un instrumentista, practicante o estudiante de medicina; a estos se unió un transfusor de sangre estudiante de medicina o practicante. Había además una enfermera de quirófano, ayudada por un sanitario de quirófano, encargados del montaje, esterilización, autoclave, hervidores…”
Sin embargo, este equipo era insuficiente en determinadas situaciones: “Un equipo quirúrgico de tipo clásico que podamos decir, consta de un cirujano, médico ayudante, practicante anestesista y dos enfermeras. Equipo, notablemente insuficiente”.
José Queralló cirujano de los ejércitos de Navarra y Guipúzcoa introdujo el “método o cura retardada” en las fracturas de guerra, que luego sería adoptado por todos los cirujanos españoles. Consistía en una intervención quirúrgica mínima sobre la herida y no levantar el primer apósito hasta que la herida estaba próxima a la cicatrización.
San Sebastián
Un acontecimiento extraordinario en la historia de la cirugía y de la anestesia en la Guerra Civil, lo protagonizaron en San Sebastián en el Hospital militar General Mola un equipo de anestesistas ingleses y un cirujano americano que trabajaron para las tropas nacionales en un hospital de retaguardia de los frentes de Aragón, junto a un grupo de cirujanos y dentistas españoles.
San Sebastián contaba con unos excelentes “practicantes anestesistas” que además de hacer su trabajo en los centros donde trabajaban enseñaban su profesión a los nuevos médicos recién terminados. Ellos eran: Francisco Del Campo Benito, trabajó en el Hospital Civil San Antonio Abad y en la Clínica Martín Santos. Javier López de Pariza Michelena, que trabajó en la Clínica Martín Santos y Luis García Castro, que trabajó en la Clínica del Koro, Hospital de la Cruz Roja y en el Hospital Militar General Mola.
El cirujano americano de origen irlandés era el Dr. Joseph Eastman Sheehan (1885 – 1951), colaboró en la guerra civil española de 1936 a 1939. En esta guerra se utilizaron mucho en los combates, los sistemas defensivos de “trincheras” y “parapetos”, lo que junto a la munición empleada, y al uso de armas blancas, determinaron un tipo especial de heridas en la cara y cuello con lesiones muchas veces espeluznantes, que supusieron un reto para la anestesia y la cirugía de entonces. Una cita que se escribió en el New York Times, dramatizaba estos hechos:
“Había tantas caras mutiladas en el ejército rebelde como había en el ejército británico al final de la primera Guerra Mundial”.
“Los heridos de cara más frecuentes eran de metralla, realmente impresionantes. Estos pobres heridos de metralla en el rostro producían horror; verdaderos monstruos, sin cara; masa de carne y piel a piltrafas colgando, respirando con los ojos fuera de las órbitas por desaparición del macizo óseo de la cara; sin nariz ni labio; ni boca ni dientes; sin barbilla; con la lengua amoratada, hinchada, cayendo sobre el pecho. Llenos de moscas, soplando una espuma sanguinolenta, asfixiándose hay que imaginar que una inmensa hacha cortase de violento golpe lateral toda la cara”.
Esta tétrica exposición corresponde a la realidad de los hechos, y en el Hospital militar General Mola de San Sebastián, llegaron a contabilizarse 700 heridos de cara y cuello que demandaban una urgente solución a su problema facial para una incorporación digna a su vida futura. Ante esta situación apremiante es llamado el famoso cirujano americano Joseph Eastman, que ya en el año 1928 había sido invitado por el Rey Alfonso XIII para tratar ciertas secuelas en heridos de las campañas de Marruecos. El cirujano llegó a Burgos en septiembre de 1937.
Sheehan, aunque de origen irlandés, vivió y trabajó en Estados Unidos, realizando sus estudios en la Universidad de Yale, especializándose en Berna, Oxford, Heidelberg, Londres, París, Viena y Budapest, adquiriendo una magnífica formación quirúrgica y un particular talante humano. Fue un hombre polifacético que tuvo muchos amigos entre la élite de la sociedad americana y europea, también sus implacables detractores y enemigos; pero todos ellos estaban de acuerdo en que era un cirujano extraordinario y brillante.
FOTO 004 Joseph Eastman Sheehan
Después de su llegada a Burgos, en septiembre de 1937, recorrió varios hospitales de guerra en esta ciudad y después en Zaragoza, destinándose finalmente a San Sebastián. En Donosti junto al cirujano catalán José Soler Roig, el cirujano plástico Soraluce y el dentista Carmelo Balda, organizan lo que con el discurrir de la guerra sería el “Primer Servicio de Cirugía Plástica”, y se encuentra con el gran problema de la anestesia en las grandes mutilaciones de cara y cuello, por lo que llama a su amigo Robert Reynolds Macintosh, recién nombrado Profesor del Departamento de Nuffield de Anestesiología de Oxford para que le ayude en sus operaciones con técnicas anestésicas, especialmente con “intubación endotraqueal”, desconocidas o poco practicadas entonces en España. (Macintosh fue el primer Catedrático de Anestesiología de Europa, y contribuyó a elevar el nivel científico y el estatus académico de dicha especialidad en muchos países. Este hecho fue consecuencia de su gran actividad docente e investigadora, ostentó la jefatura desde 1937 hasta 1965. Otro factor que contribuyó a esta labor fueron sus múltiples viajes al extranjero, en los que hizo demostraciones de su avanzada técnica anestésica).
A Sheehan le tocan todos los heridos del frente de Teruel al ser el Hospital de San Sebastián el referente en la retaguardia, y el número de los heridos que llegaban a San Sebastián era francamente preocupante.
Robert R. Macintosh vino a España por primera vez a finales del verano de 1937, en plena guerra civil española, invitado por el gobierno del general Franco, para anestesiar a los pacientes que su amigo, el cirujano plástico americano Eastman Sheehan debía operar de las terribles heridas faciales ocasionadas por la metralla.
Macintosh relata lo que le ocurrió en el primer caso que operó, que resultó caótico, tal como lo explicó en el II Simposium Internacional de Historia de la Anestesia:
“Las dificultades idiomáticas no fueron nada en comparación con las anestésicas. Como era de esperar le asignaron el mejor anestesista que tenían, que resultó ser una monja, que había sido preparada profesionalmente por otras monjas. Sheehan sugirió que intubara al paciente, pero la monja ni siquiera sabía de qué le estaba hablando. La anestesista insistió en mantener la mascarilla firmemente aplicada en la zona que Sheehan debía reparar, por lo que la situación resultó ser un callejón sin salida. Por ello, Sheehan se puso en contacto conmigo, que acababa de tomar posesión de mi cátedra en Oxford, me comentó la situación, y me aseguró que todas las dificultades se resolverían si yo pudiera venir con un laringoscopio, y unos cuantos tubos endotraqueales.”
FOTO 005 Dispositivo anestésico utilizado por el Dr. Sánchez Galindo. Anestesia antigua y inhalador de Ombredanne
Al llegar a España, se encontró con la inesperada sorpresa de que el único aparato de anestesia disponible era el inhalador de Ombredanne, al que posteriormente describió como una copia descarada del inhalador de Clover. La necesidad de mantener la mascarilla anestésica aplicada a la cara durante toda la intervención, imposibilitaba el uso de este inhalador para la cirugía facial reparadora. Los únicos fármacos disponibles eran el éter, el cloruro de etilo, el cloroformo, y el evipán. No había atropina, cocaína, ni aparatos de aspiración, y la salivación profusa era aceptada como una característica inevitable de la anestesia etérea. Los médicos españoles no habían oído hablar del protóxido de nitrógeno. Durante toda su estancia no encontró a un sólo médico que hubiera visto una bombona de oxígeno, y en una ocasión en que se lo pidió a una monja, ésta apareció al cabo de media hora con una especie de maleta de goma, que aparentemente estaba llena de oxígeno.
“La monja católica que habitualmente administraba la anestesia, se asustó al ver la intubación”.
Robert R. Macintosh, lo que pretendía era diseñar una versión más científica de la lata de Flagg, a la que consideró como la semilla del vaporizador de Oxford. Por ello, de regreso a Oxford, y ante la amenaza de una contienda internacional, Macintosh se puso a diseñar un vaporizador que pudiera ser empleado en situaciones de emergencia. Las características técnicas y su funcionamiento fueron publicados en Lancet de julio de 1941, en una serie de cuatro artículos. El vaporizador de Oxford se difundió rápidamente por todo el mundo gracias a su sencillez, su seguridad y la posibilidad de ser empleado en situaciones poco favorables, como era habitual en los países tecnológicamente subdesarrollados.
Decían de él:
“El profesor Macintosh vino con su vaporizador de Oxford y, ante el asombro de todo el mundo, ¡administró éter! (¡el único anestésico general empleado en España durante décadas!)”.
Eastman Sheehan, organizó un segundo cursillo que tuvo una gran acogida entre los cirujanos españoles, asistiendo al mismo unos treinta. Entre ellos estaba el capitán José Sánchez Galindo. Sheehan se va en la primavera de 1938 y aconseja a Franco de la necesidad de continuar con este Servicio de Cirugía Plástica creado en San Sebastián, y franco decide enviar a Nueva York al capitán José Sánchez Galindo para que se especializase con los eminentes cirujanos americanos. Galindo con la ayuda de Sheehan y del oculista Ramón Castroviejo, visitó varias clínicas de Nueva York. A su regreso a San Sebastián se hizo cargo del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital General Mola. Este departamento quirúrgico quedó dividido en tres secciones, además de la Cirugía Plástica: la Unidad de Cirugía con el Dr. Soler Roig en el Hospital de las Mercedes; la Unidad del Hospital Civil San Antonio Abad de la que se encargó el Dr. Soraluce y la Unidad Protésica y Maxilofacial dirigida por el dentista Carmelo Balda.
Algo había cambiado en la anestesia y cirugía en España, Sánchez Galindo aprendió en San Sebastián y en América las técnicas de intubación traqueal, y muy pronto siguieron trabajando con los primeros anestesiólogos que se especializaron en España. San Sebastián y su hospital fueron los pioneros de la Cirugía Plástica. Esta práctica ya la utilizaba en San Sebastián antes de llegar Sheehan el Dr. José Soler Roig.
Para el Dr. Sánchez Galindo, era imprescindible la anestesia general con intubación endotraqueal, técnica que él aprendió y practicó en el Hospital General Mola de San Sebastián. Además de la importancia de la anestesia el personal humano y sobre todo los practicantes anestesistas y las enfermeras circulantes que atendían los quirófanos fueron imprescindibles para salvar la vida a estos soldados con heridas tan monstruosas y deformes.
San Sebastián antes de la guerra civil
Hasta 1936 la medicina guipuzcoana y la enfermería vivió un período especialmente brillante y, a pesar de contar con escasos medios, Gipuzkoa fue pionera en muchas iniciativas médico-sanitarias. El Colegio de Practicantes se crea en 1904, anteriormente se reunían los mismos para solucionar los problemas de “La Clase”, sobre todo de intrusismo que se daban en la provincia.
FOTO 006 Dr. Carlos Elósegui practica en San Sebastián una de las primeras transfusiones con sangre estabilizada, en la guerra civil. Paz Gastaminza en la entrada del Hospital e Hija de la Caridad atendiendo a un herido
El Dr. Juan José Celaya apostó fuerte por el movimiento de la colegiación, logrando que en 1899 se constituyera la Junta de Gobierno del Colegio de Médicos de Gipuzkoa. El Colegio inicialmente contó con 25 médicos. Un año más tarde la gran mayoría de los médicos de Gipuzkoa, a excepción de ocho médicos civiles y dos militares, estaban colegiados. En 1916, el Colegio puso en marcha la Academia Médico-Quirúrgica y comenzó a publicar la revista Guipúzcoa Médica. Entre los nombres propios de la vida médica guipuzcoana cabe destacar, entre otros, al reputado tisiólogo Emiliano Eizaguirre, responsable de la lucha contra la tuberculosis hasta que en 1934, se involucró el Estado. Los doctores Luis Ayestarán y Benigno Oreja vieron la necesidad de crear un centro específico contra el cáncer independiente del Hospital San Antonio Abad de Manteo. Así, en 1933 se inauguró el Instituto Radio-Quirúrgico de Gipuzkoa.
Profesional destacado del Hospital San Antonio Abad fue el Dr. José Beguiristain que, además de en la revista Guipúzcoa Médica, publicó en la Revista Española de la Medicina. Otra figura que trascendió los límites de Gipuzkoa fue la del médico donostiarra D. Luis Urrutia.
FOTO 007 Damas Auxiliares de Sanidad Militar Hospital General Mola
San Sebastián fue declarada la primera ciudad de España en cuanto a higiene. Los motivos para ello fueron, entre otros, que el Ayuntamiento propició el laboratorio químico municipal y la asistencia médica a través de la Casa de Socorro Municipal. Años más tarde, en 1925, creó el Instituto Municipal de Higiene. La higiene pública en Gipuzkoa se concretó, además, en la creación de las estaciones sanitarias de Irún y del Puerto de Pasajes. Además, para atender a quienes por falta de recursos económicos no podían contar con nodriza se contaba con la Gota de Leche y, por su parte, para resolver el grave problema de los niños abandonados, se puso en funcionamiento la Casa Cuna de Fraisoro, en Zizurkil.
A este abanico de servicios había que añadir las clínicas privadas repartidas por la capital, Tolosa, Irún y Eibar principalmente, además de otras instituciones como el Hospital de la Cruz Roja; la Casa de la Maternidad; la Casa de Salud de Santa Agueda en Mondragón, y centros de beneficencia como la Casa de Misericordia; el Asilo Matía; o el dispensario de Santa Isabel.
Reseña Breve del Hospital Militar General Mola de San Sebastián
Por haber estado bajo la jurisdicción militar, hay pocos datos sobre el edificio del paseo Duque de Mandas. Fue construido, al parecer hacia 1911, como local para Escuelas Municipales. Todavía hay veteranos donostiarras que recuerdan sus grandes aulas y hasta el olor de aquel colegio que dirigió Pedro Cormenzana, educador que cuenta con una calle dedicada en Tolaregoya. El amplio inmueble, cuya arquitectura recuerda a los palacios meridionales con elementos de piedra enmarcando puertas y ventanas, también albergaría durante varios años en su planta superior a la Escuela de Comercio.
FOTO 008 Capitán Practicante Luis García Castro
En la guerra civil cuando por comprensibles exigencias fue reclamado como hospital de campaña donde curaron sus heridas y dolencias numerosos guipuzcoanos. Además se convirtió en centro quirúrgico. Algunos de sus directores fueron los Dres. Comandante Tomás Larrosa, Leandro Martín Santos, Manuel Cárdenas y el General Fernando Pérez Iñigo, cirujanos todos ellos menos el primero.
El primer Ayuntamiento de mayoría republicana al final de la monarquía, le traspasó el nuevo edificio de las Escuelas Municipales a Hospital militar General Mola para las urgencias del centro de acogida de los heridos. En la postguerra, el centro mantendría su función sanitaria, ya como Hospital Militar General Mola y funcionó desde 1936 hasta 1982 que se cerró.
En 1937 se celebró en el Hospital Militar General Mola el Primer Cursillo de Enfermeras Voluntarias de Sanidad Militar.
Con asistencia del Excelentísimo Señor Coronel Gobernador militar de la plaza; Excelentísimo señor Gobernador Civil, Comandante de Marina, Presidente de la Diputación, Alcalde de San Sebastián, Jefe de Estado Mayor, Inspector Provincial de Sanidad, Director y personal sanitario, doctor Miguel Kutz, médicos civiles encargados de la asistencia en el Hospital Militar y damas e Hijas de la Caridad, se ha procedido al reparto de Diplomas del Curso de enfermeras y entrega de insignias del mismo. Previas unas palabras de explicación, pronunciadas por el Comandante Médico, Director del Hospital Tomás Larrosa, el coronel Alfonso Velarde repartió los diplomas e insignias a las 200 nuevas damas enfermeras. Al terminar el acto, dirigió unas hermosas frases concluyendo con un entusiasta ¡Viva España!, que fue calurosa y unánimemente respondido. (Diario Vasco 1937).
En otro artículo encontrado en la prensa del Diario Vasco el 16 de Mayo de 1939 decía así:
A LAS DAMAS ENFERMERAS RESIDENTES EN SAN SEBASTIAN
Siendo insuficientes el número de las enfermeras que actualmente atienden en los Hospitales Militares a los que tan abnegadamente se han sacrificado por Dios y por España, se ruega a las Damas enfermeras residentes en San Sebastián acudan a cumplir su patriótico y caritativo deber. La inspectora delegada, Carmen Resines.
FOTO 009 Reparto de Diplomas e insignias a las Damas de Sanidad Militar
AGRADECIMIENTOS Y FOTOGRAFÍAS
Luis García Castro
Paz Gastaminza
Celia Nebreda
Cristina Sánchez Berra
BIBLIOGRAFÍA
Diario Vasco de San Sebastián 1937 - 1940
Historia de la Anestesia en España. 1847 – 1940. Avelino Franco Grande, Julián Álvarez Escudero y Joaquín Cortes Laíño. Fotos Escaneadas.
AUTORES
Raúl Expósito González
Enfermero. Servicio de Anestesia y Reanimación. Hospital “Santa Bárbara” de Puertollano. Ciudad Real. Experto en Barberos, Ministrantes y Sangradores
raexgon@hotmail.com
Jesús Rubio Pilarte
Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net
5 comentarios:
Esta muy bien el blog, no lo conocía hasta ahora, me pasaré más a menudo a leerlo. Aprovecho para felicitarte el 2012, un saludo!!
Una historia muy amena, me gusta como se fue desarrollando hasta llegar al final y realizando la construcción y transformación del Hospital.
Este Blog me ha gustado mucho, y sera de mis lecturas diarias.
Una historia increible la de este antigüo hospital que me ha fascinado aún más por ser el mismo que me vió nacer una mañana de un 24 de diciembre de 1960,y en el que tuvimos nuestra particular batalla mi querida madre Manuela(a la que perdí hace 14 años)para venir al mundo ya que no fue un parto fácil, pues venía con el cordón umbilical alrededor del cuello y que gracias a una de esas monjas enfermeras(que se apresuró a avisar al médico) fue la participe de que todo saliera bien . En fín, que me considero una superviviente más como los miles de convalecientes que se atendieron entre las paredes de este emblemático hospital.
Por suerte, yo puedo contarlo en persona, asi que mi agradecimeinto a todo el personal que atendió a tantas personas y con tan pocos medios, vaya mi homenaje a ellos que son tb.parte de las historias humanas que entre esas paredes se vivieron, y por tanto los otros héroes.
Por cierto, me bautizaron alli mismo con el nombre de Mª Amparo por el capellán de montaña:D.Alvaro Yanguas.
Por cierto, vayan mis felicitaciones a mi hermano Francisco Javier que tb nació en dicho hospital, justo hace 50 años en este momento.
Qué recuerdos más gratos los de nuestra infancia en esas tierras: la playa de la Concha, Irún con su fiesta de San Marcial.
En mi última visita, comprobé que el hospital ya no existía como tal y se habia transformado en Juzgados. Y la verdad, no esperaba encontrar datos sobre el mismo, por eso me ha hecho mucha ilusión ver a través de este documento histórico como era en aquella época.
Mi padre,médico militar, radiólogo,fué destinado a ese hospital recién terminada la guerra.Yo tenía entonces 8 años,conocí y recuerdo a todos los médicos que se mencionan,en especial a Dn.Tomás Larrosa al que jamás olvidaré por lo bien que se portó con mi padre en momentos muy difíciles para mi famlia.Me gustaría saber que fué de él.La monja de quirófano,sor Mercedes, me enseñó manualidades y me preparó para la primera comunión, cosa que hice en la capilla del hospital.Por indicación suya me inscribieron en el colegio que había enfrente, la Presentación de Maria .Yo había estudiado hasta entonces en el colegio Alemáne y acababan de cerrarlo tras la Segunda Guerra Mundial.Este artículo me ha traído muchos recuerdos.LO desconocía.
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