Se presentan los datos biográficos más significativos de la enfermera norteamericana Clara Louise Maass quien prestó servicios en Cuba desde 1899 hasta 1901, año en que murió al prestarse como voluntaria para ser inmunizada con la picadura del mosquito Aedes aegipti infectado y así facilitar la obtención del medio inmunizante de la enfermedad contra la fiebre amarilla ligera. Cuba honra la memoria de esta mártir de la ciencia con una placa en el “Hospital de las Ánimas” y con la emisión de un sello postal de 2 centavos, de color rojo con centro en forma de hoja, conmemorativo del centenario de su muerte, puesto en circulación el 24 de agosto de 1951, según Orden No. 19 de fecha 7 de agosto de 1951 y del cual se imprimieron 3 millones de ejemplares.
FOTO 001 Sello postal de 2 centavos, de color rojo conmemorativo del centenario de su muerte, puesto en circulación el 24 de agosto de 1951
En la Revista Enfermería Científica, está el artículo publicado en marzo de 2011: “La Enfermera en la investigación: Clara Maass y la fiebre amarilla”. Sus autores son estudiantes, profesores y enfermeras mexicanas. MDH Mª Guadalupe Díaz Cárabes, Profesora Titular B y Coordinadora de Planeación e Investigación del Departamento de Enfermería para la Atención, Desarrollo y Preservación de la Salud Comunitaria. Dr. J. Roberto Colín Ortiz. Técnico Académico Titular. Dr. José Cruz Pérez Serna. Profesor Docente Titular. Daniel Ortiz Anguiano. Estudiante de la Licenciatura de Enfermería y la Maestra María de la Paz Hernández Rivera. Profesora Docente Asociada, todos ellos pertenecientes al Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la Universidad de Guadalajara en México.
RESUMEN
Se presentan los datos biográficos más sobresalientes de Clara Louise Maass, insigne enfermera que murió en la lucha por encontrar la vacuna contra la fiebre amarilla. Se trata de una investigación histórica, descriptiva y epidemiológica de la participación de la enfermería en la investigación de campo. El trabajo se dividió, para su presentación, en: Introducción, su vida, su formación profesional, el trabajo en el Ejército, su participación en la Investigación contra la Fiebre Amarilla, el fallecimiento y las conclusiones.
PALABRAS CLAVE
Clara Maass, Cuba, Estados Unidos, fiebre amarilla, historia de la enfermería, investigación en enfermería.
INTRODUCCIÓN
José Antonio López Espinosa, al hacer su contribución sobre Jesse William Lazear a la confirmación de la “Teoría de Finlay”, otro gran personaje que trabajó en la investigación de la fiebre amarilla, decía en su introducción: “Cuando se ausculta la historia, el escrutador puede detectar la comunicación del dictado de los afanes de sus propios paladines, algunos de ellos recompensados con el triunfo, otros afectados por el sesgo del infortunio, en ocasiones, trágico. Justamente por la significación de los grandes hombres de la ciencia, sus seguidores se esfuerzan por conocer con lujo de detalles las circunstancias en las cuales se desenvolvieron sus vidas y sus obras, toda vez que la admiración subyuga el ánimo de modo tal que predispone a imaginarlos siempre vivos pues, frente a su altura, es imposible la muerte”.
FOTO 002 Carlos Juan Finlay (1833-1915). Clara Louise Maass. Las Animas hospital ambulancia. La Habana 1900
Clara Louise Maass fue una enfermera norteamericana que perdió su vida en los experimentos que se llevaron a cabo en el “Hospital de las Ánimas” de La Habana, Cuba, para encontrar la vacuna contra la fiebre amarilla. Fue afectada por el infortunio durante los experimentos, sin embargo, su compromiso con la ciencia y con sus semejantes pudo más que saber del riesgo al que se enfrentaba, y ella lo asumió con una verdadera entereza y valor, dando muestras de heroicidad, aunque en ella llevara su propia vida de por medio.
SU VIDA
Clara Louise Maass nació el 28 de Junio de 1876 en East Orange, Nueva Jersey, Estados Unidos. Fue la mayor de 9 hermanos. Sus padres, Hedwig y Robert Maass, eran inmigrantes alemanes luteranos. Ellos debieron haber llegado junto con otros inmigrantes a mediados del siglo XIX, probablemente alrededor de 1848. Durante ese período, los alemanes emigrantes se establecieron principalmente en los estados de Nueva York, New Jersey, Pennsylvania, Maryland, Ohio, Indiana, Illinois, Texas y Dakota del Norte. Mayormente granjeros, era natural que, después de su llegada a los Estados Unidos, hayan escogido la misma ocupación. Robert, quien también llevaba sangre holandesa, debió haber trabajado al inicio en lo mismo que lo demás emigrantes, pero después trabajó en una fábrica de sombreros en Orange, pues en el Siglo XIX, en Newark y sus suburbios, la fabricación de sombreros era una industria importante.
Los Maass extrañaban el trabajo de la granja así que, cuando Clara tendría 11 ó 12 años, la familia se mudó a una de ellas en Livingston, un municipio del condado de Essex, en el mismo estado de Nueva Jersey. Desafortunadamente no tuvieron éxito y, después de dos años, la familia regresó a East Orange y el papá de Clara trabajó de nuevo en los sombreros, abriendo más tarde una pequeña tienda de abarrotes (Artículos alimenticios y domésticos, como conservas, bebidas, papel, especias, velas, etc.).
Clara acudió en su infancia a la escuela pública de Northfield, una escuela de sólo una sala, además de ayudar en el cuidado de sus hermanos menores. En cuanto llegó a la adolescencia tuvo que ayudar al soporte familiar, Clara trabajó como mamá auxiliar con otra familia, donde le pagaban y le daban alojamiento, todo esto mientras terminaba su escolarización. A los 15 años empieza a trabajar en el Orfanato Asilo de Newark; ganaba 10 dólares al mes por los siete días de la semana, desempeñando la labor de atender a los niños. En dicho orfanato se recibían huérfanos desde los dos hasta diez años de edad, y Clara dio grandes muestras de espíritu de servicio, compasión y caridad, auxiliando emocional y psicológicamente a sus semejantes.
FORMACIÓN PROFESIONAL
En 1893, cuando Clara tenía 17 años, entró en la recientemente creada Escuela de Formación de Enfermeras Cristina Trefz, del Hospital Alemán de Newark. En esa época sólo había cuatro escuelas de enfermería en New Jersey y en Newark era la primera. Fue la señora Cristina Trefz quien consiguió el local donde fue construido el Trefz Hall, como se le designó a la Escuela de Enfermería, la cual fue abierta el 30 de noviembre de 1893 y funcionaba en el Hospital Alemán de Newark, New Jersey. Las primeras maestras procedían de la Cruz Roja alemana. Clara se graduó en 1895 como parte de la primera generación de estudiantes que concluyeron el curso, después de dos años de trabajo intenso. A su salida se dedica a la práctica privada de la enfermería en su comunidad y, posteriormente, se incorpora a trabajar en el duro quehacer de la enfermería en el Hospital Alemán de Newark.
FOTO 003 Orfanato Asilo de Newark. Hospital Alemán de Newark. 50 aniversario 1951 y sellos de correos
El sistema hospitalario de los Estados Unidos, haciendo a un lado las instituciones mentales, emergió en una serie de tres fases más o menos coherentes. La primera de ellas, se inicia en 1751 y dura un siglo aproximadamente, presenció la formación de dos tipos de instituciones: hospitales voluntarios, operados por comités laicos de caridad, ostensiblemente no pertenecientes a ninguna religión, aunque de hecho eran protestantes, y hospitales públicos, descendientes de las casas de caridad, operados por municipios y condados y, en el caso de hospitales para marinos mercantes, por el gobierno federal. En la segunda fase, que empezó hacia 1850, se constituyó una variedad de hospitales más “particularista”. Fundamentalmente se trató de instituciones religiosas o étnicas, así como hospitales especializados para ciertas enfermedades o categorías de pacientes, mujeres y niños, por ejemplo. También los homeópatas, crearon hospitales. El Hospital Alemán u Hospital Luterano, surge en esta fase. Fue inaugurado el 13 de febrero de 1868. Su primer presidente fue Louis Berner, cuya propuesta de trabajo fue la admisión libre a cualquier paciente de cualquier clase social y de cualquier creencia. La ciudad proporcionaba 625 dólares cada tres meses para el tratamiento médico de aquellos que no podían pagar, y una donación anual para continuar con la práctica de dar cerveza gratis a los pacientes. El hospital ingresaba dinero por el internamiento de pacientes en cuartos aislados. Este hospital fue el primero en Newark en tener cuartos de aislamiento para pacientes infecto-contagiosos que presentaban enfermedades tales como cólera, difteria, fiebre tifoidea y tuberculosis. La tercera fase de evolución, que abarca de 1890 a 1920, vio el advenimiento y la propagación de hospitales que buscaban la utilidad pecuniaria, los cuales fueron operados por médicos, ya fuera individualmente o en sociedad, e incluso en corporaciones.
Dicha evolución hacia la búsqueda de mayores ingresos financieros no fue accidental. La formación de hospitales por instituciones religiosas después de 1850 reflejó la llegada de grandes números de inmigrantes católicos. El crecimiento de hospitales concesionados después de 1890 indicó la nueva tendencia hacia el provecho económico, el cual se debió al adelanto de la cirugía. Intervino también una dialéctica interna. En cuanto se establecía un hospital general, los médicos interesados en crear instituciones buscaban fondos y pacientes con bases más parciales, por ejemplo, afiliaciones étnicas, categorías especiales de enfermedades, ideas médicas sectarias. Al igual que los hospitales concesionados, estas instituciones se establecían en respuesta a la estructura cambiante de oportunidades, y Clara vivió esta época de transición, tanto la del ingreso libre de pacientes donde el estado aportaba para su atención, así como cuando aparece el carácter monetario de la atención hospitalaria. Asimismo, le tocan las innovaciones quirúrgicas y los nuevos abordajes para pacientes infecto-contagiosos, tanto como alumna y como jefa de enfermeras; en 1898, tres años después de su egreso de la escuela, a la edad de 21 años, alcanzó la Jefatura de Enfermeras en la Institución y era reconocida como una persona trabajadora y dedicada a su profesión. Sin embargo, en este puesto no estuvo mucho, pues en abril de ese año Maass se ofrece como enfermera voluntaria de contrato para el Ejército de los Estados Unidos (el Cuerpo de Enfermería del Ejército todavía no existía). En esa época, Estados Unidos interviene en la guerra hispano-cubana y Clara, 6 meses después ya estaba en el Ejército.
TRABAJO EN EL EJÉRCITO
Estados Unidos interviene en la guerra hispano-cubana, cuando ésta tocaba ya a su fin con la victoria de los mambises cubanos, Clara Luisa se brindó como enfermera voluntaria y sirvió en el Séptimo Cuerpo del Ejército de los Estados Unidos, del 1° de octubre de 1898 al 5 de febrero de 1899. Durante ese tiempo fue enviada a los campamentos de infecciosos en el Sur de Estados Unidos, estuvo en Jacksonville, Florida; después, en Savannah, Georgia y, finalmente, en Santiago de Cuba, donde ella debió haber tenido contacto con enfermos de fiebre amarilla. Al terminar este contrato de casi 5 meses, se incorpora nuevamente a la práctica privada, pero antes de que terminara el año, responde de nuevo a otro llamado para enfermeras de contrato en el Ejército, así que el 20 de noviembre ingresa en el Octavo Cuerpo que se encuentra en guerra en las Filipinas “ella ofreció sus servicios al Cirujano General de las Fuerzas Armadas, argumentado su preferencia por el clima tropical y que gozaba de excelente salud y de buena constitución, además de estar acostumbrada a las condiciones adversas que significaban los servicios de campaña”. Aceptada por el Ejército, trabajó en el Hospital de Reserva de Manila en Filipinas desde noviembre de 1899 hasta mayo de 1900.
Allí atendió toda clase de lesiones en las batallas, pero la mayor parte de sus deberes de enfermería se orientaron hacia la asistencia médica de soldados que sufrían de enfermedades infecciosas tales como la tifoidea, el paludismo, el dengue y la fiebre amarilla.
Ella misma enferma de dengue en Manila y, por ese motivo, es enviada a su casa en Newark para su recuperación.
FOTO 004 Clara Louise Maass
En el otoño de 1900, el Mayor William Gorgas, Oficial en Jefe de Sanidad en La Habana durante el gobierno de ocupación norteamericano en Cuba, y miembro de uno de los equipos que se formaron para encontrar el agente etiológico, el vector, el mecanismo de trasmisión y la vacuna contra la fiebre amarilla, envió desde La Habana, una convocatoria para enfermeras voluntarias de contrato. En octubre, cinco meses después de haber dejado Manila, y ya repuesta del cuadro de dengue, Clara estaba de nuevo respondiendo a la llamada del Ejército. Fue destinada a prestar sus servicios en el “Hospital de las Ánimas” en La Habana, donde se recluía a los enfermos infecciosos.
En aquella época se debatía la comprobación del descubrimiento del sabio cubano, Dr. Carlos Juan Finlay de Barres, originario de Camagüey, Cuba, quien desde 1881 había dado a conocer al mundo en una Conferencia Sanitaria Internacional y en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, su teoría metaxénica (la trasmisión de una enfermedad de un enfermo a un supuesto sano, susceptible, por medio de un agente biológico), y había señalado al mosquito Aedes aegypti como el agente transmisor de la fiebre amarilla, enfermedad epidémica que causaba miles de muertes.
LA CUARTA COMISIÓN DE FIEBRE AMARILLA DE LOS ESTADOS UNIDOS
En junio de 1900, el Mayor Walter Reed, fue enviado a Cuba como presidente de una junta para estudiar las enfermedades infecciosas del país, pero sobre todo la fiebre amarilla. Asociados con él estaban los Cirujanos asistentes interinos: James Carroll, Jesse W. Lazear y Arístides Agramonte. La Comisión estadounidense se reunió por primera vez el 25 de junio de 1900 en las barracas de Columbia, Marianao, donde entonces existía un brote epidémico de fiebre amarilla. El primer acuerdo de sus integrantes fue la selección de los médicos que ayudarían. Según este, los casos de fiebre amarilla en el centro de la ciudad de la Habana serían atendidos por los médicos del “Hospital de las Ánimas”, cuya actividad se controlaría por una Comisión adjunta nombrada por el Departamento de Salubridad a la que debían enviar todos los sujetos sospechosos de padecer la enfermedad para su diagnóstico.
FOTO 005 Capitán (1), Teniente (2), enfermera (3) Cuerpo de Enfermeras del ejército
Esta Comisión adjunta, compuesta por los doctores Carlos Finlay, Juan Guiteras Gener, Antonio Díaz Albertini y William C. Georgas, mantendría estrecho contacto con la Comisión de Reed. El examen de los casos de Marianao y del campamento Columbia serían vistos por esta última Comisión. Bajo la influencia decisiva del Dr. Reed, predominó como punto de partida del estudio la comprobación de la hipótesis del bacilo icteroides de Sanarelli; los resultados fueron negativos. En vista de ello, el 1 de agosto de 1900, el Dr. Reed decidió examinar la teoría sobre la trasmisión de la fiebre amarilla por el Culex mosquito (hoy conocido como Aedes aegypti), sostenida por el Dr. Carlos Finlay desde 1981, motivo por el cual lo visitó ese día en su domicilio de la calle Aguacate 110, acompañado por los doctores Carrol y Lazear.
Finlay puso a disposición de ellos todos los datos acerca de sus investigaciones, además de varios ejemplares y huevos de la especie de mosquitos responsables de la fiebre amarilla con los que había inoculado hasta entonces a un total de 104 sujetos. Después de discutirlo, la Comisión acordó hacer la prueba de campo para verificar la veracidad de la teoría finlaísta, falleciendo en esta etapa, el 25 de septiembre del 1900, Jesse W. Lazear, como consecuencia del trabajo realizado en la investigación. En honor a él se puso su nombre a un campamento diseñado especialmente para los experimentos, situado de 3 a 4 millas de La Habana. El personal de dicho campamento se componía de dos médicos, tres enfermeras y nueve personas no inmunes, todas en el servicio militar. Finalmente, la teoría finlaísta se comprueba.
FOTO 006 Walter Reed (1851-1902). James Carroll (1854-1907). Arístides Agramonte (1868-1931). Jesse W. Lazear (1866-1900). Clara Louise Maass
En febrero de 1901, el Oficial en Jefe de Sanidad de La Habana, el Mayor W. C. Gorgas, del Ejército de los Estados Unidos, instituyó medidas para erradicar el padecimiento basadas en las conclusiones de la Comisión. Se demostró que la picadura del mosquito por sí solo no produce inmunidad y que sólo bajo ciertas condiciones era trasmitida la enfermedad, ya que el virus circulaba en la sangre durante los tres primeros días de padecerla. El mosquito debería picar al enfermo durante este período, y aún así, no trasmite la enfermedad de inmediato, sino hasta pasar el período de incubación dentro del insecto, el cual es de 12 días. Sin embargo, mientras todo esto sucedía en el equipo de la Comisión de Walter Reed, el equipo del Dr. Guiteras, que se encontraba en el “Hospital de las Ánimas”, seguía con sus investigaciones.
FALLECIMIENTO
Cuando los trabajos de la Comisión de Reed estaban en todo su apogeo, Clara Maass llega a La Habana, pocos días después de la muerte del Dr. Jesse W. Lazear. Debió haber sabido las circunstancias de ésta, así mismo sabia de la letalidad de la fiebre amarilla, pues ya había visto casos y ya los había atendido en sus anteriores trabajos para el ejército.
Clara Louise Maass fue asignada al “Hospital de las Ánimas” en 1901 como empleada del Departamento de Sanidad de La Habana. No hay referencia alguna donde diga que llegó como voluntaria para los experimentos que todavía ahí se realizaban.
En relación a las circunstancias de su muerte, Martínez B.X., en su artículo Dos casos de autoexperimentación, comenta: “Aún después del incidente que le costara la vida al Dr. Lazear, siguieron los experimentos de fiebre amarilla a cargo del Dr. Guiteras, quien realizaba ensayos de inmunización, así como en otros tiempos se hiciera con la inoculación de la viruela”. De acuerdo con su hipótesis, al producir casos atenuados de fiebre amarilla, estos se podrían controlar y, una vez recuperado el enfermo, éste sería inmune al padecimiento.
Clara se expuso como voluntaria a la picadura de los mosquitos, habiendo sido picada con anterioridad. Recibió como mínimo picaduras en 7 ocasiones de mosquitos infectados por la fiebre amarilla durante los meses de marzo a agosto, falleciendo finalmente el 24 de agosto de 1901.
Cuba honró la memoria de esta mártir de la ciencia con una placa en el propio “Hospital de las Ánimas” y con la emisión de un sello postal de 2 centavos, de color rojo y con centro en forma de hoja por el centenario de la muerte de la enfermera Clara Louise Maass, puesto en circulación el 24 de agosto de 1951, según Orden Nº 19 de fecha 7 de agosto de 1951. Se imprimieron 3 millones de ejemplares.
ÚLTIMO EXPERIMENTO
La última persona que se sometió al experimento de la fiebre amarilla fue la enfermera Clara Louise Maass, que murió a causa de dicha enfermedad. Así la recordaba el oficial médico encargado del hospital donde se produjo su fallecimiento:
En numerosas ocasiones durante la Guerra Hispano-Americana las enfermeras mostraron un heroísmo y un sentido del deber iguales a los de cualquier soldado o marino. La mayoría de las que estaban conmigo en el Hospital de las Ánimas de La Habana no habían tenido la fiebre amarilla, y sin embargo, atendieron sin inmutarse a los casos malignos de dicha enfermedad, permaneciendo hasta el final junto a los que morían, intentando aliviar su sufrimiento y salvar su vida, con sus vestidos, sus manos e incluso a veces sus rostros cubiertos de sangre y vómito negro.
Una de aquellas enfermeras de La Ánimas, Miss Clara Maass, entregó su joven vida por un alto sentido del deber. Pensó que sería más útil como enfermera en Cuba después de haber padecido la fiebre amarilla, y pidió ser picada por mosquitos infectados con el fin de contraer la enfermedad y así inmunizarse. Yo intenté disuadirla de que diera ese paso, diciéndole que su vida era demasiado valiosa para exponerla a un riesgo tan grande.
No obstante, ella insistió, y le aplicaron en el brazo los fatales mosquitos. Tres o cuatro días más tarde se le desencadenó un caso hemorrágico maligno de fiebre amarilla que le causó la muerte una semana después. (Citado en Frank, 1953; página 259).
El German Hospital de Newark fu posteriormente rebautizado con el nombre de Clara Maass Memorial Hospital.
FOTO 007 Calendario Armour del Ejército y la Marina 1899. La guerra Hispano-Americana, la primera en que enfermeras graduadas sirvieron a las fuerzas armadas, fue seguida por el florecimiento de la enfermería moderna. Moneda de Clara Maass
Miss Maass fue la única norteamericana y la única mujer que falleció durante los experimentos. Tras su muerte se interrumpieron éstos, pero finalmente acabó por vencerse la enfermedad. El cadáver de Clara Maass fue enviado al cementerio de Fairmount, en Newark, para ser enterrado con todos los honores militares.
Tanto Cuba (1951) como Estados Unidos (1976) han emitido sellos conmemorativos en su honor. Este fue el primer sello de los Estados Unidos dedicado a una enfermera individual. Además, la casa de acuñaciones Franklin realizó una medalla especial con motivo del centenario de su nacimiento.
CONCLUSIONES
Los alemanes eran conocidos como gente trabajadora y ahorrativa por lo que, como resultado de lo anterior, eran generalmente prósperos, motivo por el cual la pobreza no era muy conocida entre ellos. Sin embargo, la familia de Clara era numerosa y éste no era el modelo. Era necesario trabajar mucho para poder resolver las necesidades que ésta planteaba y ella, a pesar de su muy tierna edad, se involucró en las necesidades de la familia, brindando cuidado y atención a sus hermanos. Este compromiso lo extiende hacia otros sitios con otros niños, en casas particulares, en el orfanato; luego, a los pacientes en el arduo trabajo del Hospital Alemán; también, en la atención de los militares en los diferentes cuerpos del ejército donde ella trabajó y, finalmente, lo vuelve a manifestar en el “Hospital de las Ánimas”, donde ella llega contratada y luego se integra rápidamente en los trabajos de investigación de la fiebre amarilla que ahí se realizaban.
Clara Maass llega a La Habana pocos días después de la muerte de Jesse W. Lazear y por supuesto que sabía de la letalidad de la fiebre amarilla pues ya había visto y atendido pacientes de esta grave enfermedad en sus anteriores contratos para el Ejército. Llegó cuando los trabajos de la Comisión de Reed estaban en su última etapa, y vivió las conclusiones. Sin embargo, el equipo del Dr. Guiteras, que se encontraba en el mismo hospital, seguía investigando, y la valiente enfermera se involucró. No fue ella la única enfermera profesional que estaba en los equipos, pues en el de Reed se encontraban tres, probablemente también a contrato, y probablemente también norteamericanas; recordemos que en ese tiempo no había cuerpo de enfermeras del ejército, y en esa época en Cuba no había enfermeras con la formación técnica propia de las egresadas de la escuelas de enfermería de los Estados Unidos, pues no existían escuelas formales de enfermería.
Entonces, Clara tenía mucho qué hacer en ese hospital. Tenía el perfil para desarrollar cualquier tarea o puesto que se le propusiera y, además, era una persona joven, fuerte, con iniciativa, muy tenaz y le gustaba trabajar en el Ejército. Éste le brindaba la posibilidad de viajar y un trabajo estable por algunos meses. ¿Qué le llevó a aceptar siete picaduras del mosquito? Probablemente el que haya tenido cuadros demasiado benignos, leves o asintomáticos o que no haya enfermado por fiebre amarilla en todos ellos, excepto en el último que, por desgracia, fue letal. Clara olvida totalmente lo que había pasado con Jesse W. Lazear meses antes, o bien, minimiza la experiencia de éste, o bien, considera su muerte como sólo un “accidente” difícil de repetir, Clara fue la única mujer que se involucró activamente en el experimento. También fue de las primeras en participar con consentimiento informado en las investigaciones, su muerte provocó que se suspendieran los experimentos con humanos.
Desafortunadamente, el criterio de exclusión de no aceptar candidatos que ya hayan padecido la enfermedad no se aplicó en ella, pues a la segunda inoculación provocada debió haber salido del protocolo o bien el protocolo donde Clara estaba participando tendría otras variables de inclusión y de exclusión distintas a las del equipo de Reed, por lo tanto se trataba de otro protocolo, Clara había enfermado de dengue en mayo de 1900 por lo tanto ella podía ser candidato a sujeto de estudio para fiebre amarilla, teóricamente no había enfermado de esta hasta que fue inoculada.
Es así como Clara, a su corta edad, nos deja un legado de enfermera comprometida: por su carácter, dinamismo, profesionalismo, entereza, altruismo, amor a su trabajo y a sus semejantes. La historia de Clara Louise Maass nos obliga a continuar los estudios sobre estos padecimientos, tanto la fiebre amarilla como el dengue, ya que el vector es el mismo y el riesgo aún actualmente existe.
Fue sepultada con honores militares en Cuba, en el Cementerio Colón. Posteriormente, sus restos fueron trasladados al Cementerio Fairmont en Newark en New Jersey, el 20 de febrero de 1902. Una de las salas del Hospital Alemán Newark Memorial recibió su nombre en 1912. Se erigió un monumento con una placa de bronce y una leyenda en su tumba, en 1930. En 1952 el Hospital de Newark cambió su nombre por el de Clara Maass Medical Center, en honor a ella. En 1951 el gobierno de Cuba emitió un timbre conmemorando el 50 aniversario de su muerte, y Estados Unidos hizo lo propio pero en 1976, en el centenar de su nacimiento. Todo ello en memoria a esta insigne enfermera que dio su vida en aras de la investigación para el progreso de la ciencia y la humanidad.
FOTO 008 En 1976, los Estados Unidos honraron, por primera vez de forma individual, a una enfermera con un sello conmemorativo de 13 centavos. La emisión coincidió con el aniversario de su nacimiento en 1876. Clara Maass fue una de las cinco primeras enfermeras graduadas con un programa de dos años. Murió de “fiebre amarilla” que contrajo durante su trabajo en un equipo de investigación. Fue enterrada con honores militares.
FORMACIÓN DE LAS ENFERMERAS
La experiencia de la guerra demostró sin lugar a dudas la superioridad de la enfermera preparada sobre la voluntaria sin formación e impulsó la constitución de un cuerpo permanente de enfermeras. Inmediatamente después de la guerra, tanto la Nurses Associated Alumnae, con el apoyo de ciudadanos influyentes, como la Dra. Anita Newcomb McGee propusieron proyectos para la instauración de un cuerpo de enfermería sancionado legalmente a perpetuidad. Estos proyectos no fueron aceptados. Finalmente, en 1900, después de que varios cirujanos hubieran hablado favorablemente en el Congreso sobre el trabajo realizado por las enfermeras, se presentó el Acta de Reorganización del Ejército, que institucionalizaba un cuerpo permanente de enfermeras como parte del Departamento Médico del Ejército; el cuerpo estaría integrado por enfermeras con una formación completa (graduadas en escuelas hospitalarias) bajo el mando de un director competente. Antes de su aprobación el 2 de febrero de 1901, se añadió al Acta una enmienda según la cual la supervisora del Cuerpo de Enfermeras debía estar graduada por una escuela hospitalaria.
FOTO 009 Dita H. Kinney. La Dra. Anita Newcomb McGee con una enfermera. Laboratorio
El Acta declaraba que el salario de las enfermeras del ejército sería de 40 dólares al mes en caso de servicio en los Estados Unidos y de 50 dólares mensuales si éste se prestaba fuera del país. En 1918 se adoptó el nombre definitivo del Cuerpo de Enfermeras del Ejército. Su lema ha sido: “Allá donde van las tropas de los Estados Unidos, allá van las enfermeras del ejército”.
Puesto que la Dra. Anita Newcomb McGee no era enfermera, se vio obligada a dimitir cuando se estableció el Cuerpo de Enfermeras del Ejército. La sucedió en el cargo Dita H. Kinney, enfermera jefe del hospital militar de Fort Bayard, Nuevo México. La condición de las enfermeras del ejército ha seguido una progresión lenta pero continua. Varios acontecimientos han contribuido a este proceso: en 1920 se acordó un rango relativo para las enfermeras del ejército; en 1926 tuvieron acceso a los beneficios del retiro; en 1947 las enfermeras se convirtieron en parte del ejército regular con los mismos derechos, salario y beneficios que los oficiales varones.
Una sucesión de líderes sirvieron en el puesto de superintendente, entre las que destacan Jane Delano, Isabel McIsaac y Dora Thompson, la primera que sirvió como militar. En 1908 se fundó el Cuerpo de Enfermeras de la Marina de los Estados Unidos como una unidad integral de la Marina.
BIBLIOGRAFÍA
María del Carmen Amaro Cano. La Enfermera en la Filatelia Cubana. Revista Cubana de Enfermería 2004, v. 20 n.1. Ciudad de la Habana.
Mª Guadalupe Díaz Cárabes, J. Roberto Colín Ortiz, José Cruz Pérez Serna, Daniel Ortiz Anguiano y María de la Paz Hernández Rivera. La Enfermera en la investigación. Clara Maass y la fiebre amarilla. Revista Enfermería Científica, 18 de marzo de 2011.
M. Patricia Donahue. Versión Española de la Obra original “Nursing. The Finest Art. An Illustrated History”. Publicada por The C. V. Mosby Company. Historia de Enfermería. Edición Española obra completa: 84-7592-239-2.
FOTO 010 In memoriam cincuentenario de su muerte. Estela funeraria
AGRADECIMIENTOS
Mª Guadalupe Díaz Cárabes
J. Roberto Colín Ortiz
José Cruz Pérez Serna
Daniel Ortiz Anguiano
María de la Paz Hernández Rivera
María del Carmen Amaro Cano
AUTORES
Jesús Rubio Pilarte
Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net
FOTO 001 Sello postal de 2 centavos, de color rojo conmemorativo del centenario de su muerte, puesto en circulación el 24 de agosto de 1951
En la Revista Enfermería Científica, está el artículo publicado en marzo de 2011: “La Enfermera en la investigación: Clara Maass y la fiebre amarilla”. Sus autores son estudiantes, profesores y enfermeras mexicanas. MDH Mª Guadalupe Díaz Cárabes, Profesora Titular B y Coordinadora de Planeación e Investigación del Departamento de Enfermería para la Atención, Desarrollo y Preservación de la Salud Comunitaria. Dr. J. Roberto Colín Ortiz. Técnico Académico Titular. Dr. José Cruz Pérez Serna. Profesor Docente Titular. Daniel Ortiz Anguiano. Estudiante de la Licenciatura de Enfermería y la Maestra María de la Paz Hernández Rivera. Profesora Docente Asociada, todos ellos pertenecientes al Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la Universidad de Guadalajara en México.
RESUMEN
Se presentan los datos biográficos más sobresalientes de Clara Louise Maass, insigne enfermera que murió en la lucha por encontrar la vacuna contra la fiebre amarilla. Se trata de una investigación histórica, descriptiva y epidemiológica de la participación de la enfermería en la investigación de campo. El trabajo se dividió, para su presentación, en: Introducción, su vida, su formación profesional, el trabajo en el Ejército, su participación en la Investigación contra la Fiebre Amarilla, el fallecimiento y las conclusiones.
PALABRAS CLAVE
Clara Maass, Cuba, Estados Unidos, fiebre amarilla, historia de la enfermería, investigación en enfermería.
INTRODUCCIÓN
José Antonio López Espinosa, al hacer su contribución sobre Jesse William Lazear a la confirmación de la “Teoría de Finlay”, otro gran personaje que trabajó en la investigación de la fiebre amarilla, decía en su introducción: “Cuando se ausculta la historia, el escrutador puede detectar la comunicación del dictado de los afanes de sus propios paladines, algunos de ellos recompensados con el triunfo, otros afectados por el sesgo del infortunio, en ocasiones, trágico. Justamente por la significación de los grandes hombres de la ciencia, sus seguidores se esfuerzan por conocer con lujo de detalles las circunstancias en las cuales se desenvolvieron sus vidas y sus obras, toda vez que la admiración subyuga el ánimo de modo tal que predispone a imaginarlos siempre vivos pues, frente a su altura, es imposible la muerte”.
FOTO 002 Carlos Juan Finlay (1833-1915). Clara Louise Maass. Las Animas hospital ambulancia. La Habana 1900
Clara Louise Maass fue una enfermera norteamericana que perdió su vida en los experimentos que se llevaron a cabo en el “Hospital de las Ánimas” de La Habana, Cuba, para encontrar la vacuna contra la fiebre amarilla. Fue afectada por el infortunio durante los experimentos, sin embargo, su compromiso con la ciencia y con sus semejantes pudo más que saber del riesgo al que se enfrentaba, y ella lo asumió con una verdadera entereza y valor, dando muestras de heroicidad, aunque en ella llevara su propia vida de por medio.
SU VIDA
Clara Louise Maass nació el 28 de Junio de 1876 en East Orange, Nueva Jersey, Estados Unidos. Fue la mayor de 9 hermanos. Sus padres, Hedwig y Robert Maass, eran inmigrantes alemanes luteranos. Ellos debieron haber llegado junto con otros inmigrantes a mediados del siglo XIX, probablemente alrededor de 1848. Durante ese período, los alemanes emigrantes se establecieron principalmente en los estados de Nueva York, New Jersey, Pennsylvania, Maryland, Ohio, Indiana, Illinois, Texas y Dakota del Norte. Mayormente granjeros, era natural que, después de su llegada a los Estados Unidos, hayan escogido la misma ocupación. Robert, quien también llevaba sangre holandesa, debió haber trabajado al inicio en lo mismo que lo demás emigrantes, pero después trabajó en una fábrica de sombreros en Orange, pues en el Siglo XIX, en Newark y sus suburbios, la fabricación de sombreros era una industria importante.
Los Maass extrañaban el trabajo de la granja así que, cuando Clara tendría 11 ó 12 años, la familia se mudó a una de ellas en Livingston, un municipio del condado de Essex, en el mismo estado de Nueva Jersey. Desafortunadamente no tuvieron éxito y, después de dos años, la familia regresó a East Orange y el papá de Clara trabajó de nuevo en los sombreros, abriendo más tarde una pequeña tienda de abarrotes (Artículos alimenticios y domésticos, como conservas, bebidas, papel, especias, velas, etc.).
Clara acudió en su infancia a la escuela pública de Northfield, una escuela de sólo una sala, además de ayudar en el cuidado de sus hermanos menores. En cuanto llegó a la adolescencia tuvo que ayudar al soporte familiar, Clara trabajó como mamá auxiliar con otra familia, donde le pagaban y le daban alojamiento, todo esto mientras terminaba su escolarización. A los 15 años empieza a trabajar en el Orfanato Asilo de Newark; ganaba 10 dólares al mes por los siete días de la semana, desempeñando la labor de atender a los niños. En dicho orfanato se recibían huérfanos desde los dos hasta diez años de edad, y Clara dio grandes muestras de espíritu de servicio, compasión y caridad, auxiliando emocional y psicológicamente a sus semejantes.
FORMACIÓN PROFESIONAL
En 1893, cuando Clara tenía 17 años, entró en la recientemente creada Escuela de Formación de Enfermeras Cristina Trefz, del Hospital Alemán de Newark. En esa época sólo había cuatro escuelas de enfermería en New Jersey y en Newark era la primera. Fue la señora Cristina Trefz quien consiguió el local donde fue construido el Trefz Hall, como se le designó a la Escuela de Enfermería, la cual fue abierta el 30 de noviembre de 1893 y funcionaba en el Hospital Alemán de Newark, New Jersey. Las primeras maestras procedían de la Cruz Roja alemana. Clara se graduó en 1895 como parte de la primera generación de estudiantes que concluyeron el curso, después de dos años de trabajo intenso. A su salida se dedica a la práctica privada de la enfermería en su comunidad y, posteriormente, se incorpora a trabajar en el duro quehacer de la enfermería en el Hospital Alemán de Newark.
FOTO 003 Orfanato Asilo de Newark. Hospital Alemán de Newark. 50 aniversario 1951 y sellos de correos
El sistema hospitalario de los Estados Unidos, haciendo a un lado las instituciones mentales, emergió en una serie de tres fases más o menos coherentes. La primera de ellas, se inicia en 1751 y dura un siglo aproximadamente, presenció la formación de dos tipos de instituciones: hospitales voluntarios, operados por comités laicos de caridad, ostensiblemente no pertenecientes a ninguna religión, aunque de hecho eran protestantes, y hospitales públicos, descendientes de las casas de caridad, operados por municipios y condados y, en el caso de hospitales para marinos mercantes, por el gobierno federal. En la segunda fase, que empezó hacia 1850, se constituyó una variedad de hospitales más “particularista”. Fundamentalmente se trató de instituciones religiosas o étnicas, así como hospitales especializados para ciertas enfermedades o categorías de pacientes, mujeres y niños, por ejemplo. También los homeópatas, crearon hospitales. El Hospital Alemán u Hospital Luterano, surge en esta fase. Fue inaugurado el 13 de febrero de 1868. Su primer presidente fue Louis Berner, cuya propuesta de trabajo fue la admisión libre a cualquier paciente de cualquier clase social y de cualquier creencia. La ciudad proporcionaba 625 dólares cada tres meses para el tratamiento médico de aquellos que no podían pagar, y una donación anual para continuar con la práctica de dar cerveza gratis a los pacientes. El hospital ingresaba dinero por el internamiento de pacientes en cuartos aislados. Este hospital fue el primero en Newark en tener cuartos de aislamiento para pacientes infecto-contagiosos que presentaban enfermedades tales como cólera, difteria, fiebre tifoidea y tuberculosis. La tercera fase de evolución, que abarca de 1890 a 1920, vio el advenimiento y la propagación de hospitales que buscaban la utilidad pecuniaria, los cuales fueron operados por médicos, ya fuera individualmente o en sociedad, e incluso en corporaciones.
Dicha evolución hacia la búsqueda de mayores ingresos financieros no fue accidental. La formación de hospitales por instituciones religiosas después de 1850 reflejó la llegada de grandes números de inmigrantes católicos. El crecimiento de hospitales concesionados después de 1890 indicó la nueva tendencia hacia el provecho económico, el cual se debió al adelanto de la cirugía. Intervino también una dialéctica interna. En cuanto se establecía un hospital general, los médicos interesados en crear instituciones buscaban fondos y pacientes con bases más parciales, por ejemplo, afiliaciones étnicas, categorías especiales de enfermedades, ideas médicas sectarias. Al igual que los hospitales concesionados, estas instituciones se establecían en respuesta a la estructura cambiante de oportunidades, y Clara vivió esta época de transición, tanto la del ingreso libre de pacientes donde el estado aportaba para su atención, así como cuando aparece el carácter monetario de la atención hospitalaria. Asimismo, le tocan las innovaciones quirúrgicas y los nuevos abordajes para pacientes infecto-contagiosos, tanto como alumna y como jefa de enfermeras; en 1898, tres años después de su egreso de la escuela, a la edad de 21 años, alcanzó la Jefatura de Enfermeras en la Institución y era reconocida como una persona trabajadora y dedicada a su profesión. Sin embargo, en este puesto no estuvo mucho, pues en abril de ese año Maass se ofrece como enfermera voluntaria de contrato para el Ejército de los Estados Unidos (el Cuerpo de Enfermería del Ejército todavía no existía). En esa época, Estados Unidos interviene en la guerra hispano-cubana y Clara, 6 meses después ya estaba en el Ejército.
TRABAJO EN EL EJÉRCITO
Estados Unidos interviene en la guerra hispano-cubana, cuando ésta tocaba ya a su fin con la victoria de los mambises cubanos, Clara Luisa se brindó como enfermera voluntaria y sirvió en el Séptimo Cuerpo del Ejército de los Estados Unidos, del 1° de octubre de 1898 al 5 de febrero de 1899. Durante ese tiempo fue enviada a los campamentos de infecciosos en el Sur de Estados Unidos, estuvo en Jacksonville, Florida; después, en Savannah, Georgia y, finalmente, en Santiago de Cuba, donde ella debió haber tenido contacto con enfermos de fiebre amarilla. Al terminar este contrato de casi 5 meses, se incorpora nuevamente a la práctica privada, pero antes de que terminara el año, responde de nuevo a otro llamado para enfermeras de contrato en el Ejército, así que el 20 de noviembre ingresa en el Octavo Cuerpo que se encuentra en guerra en las Filipinas “ella ofreció sus servicios al Cirujano General de las Fuerzas Armadas, argumentado su preferencia por el clima tropical y que gozaba de excelente salud y de buena constitución, además de estar acostumbrada a las condiciones adversas que significaban los servicios de campaña”. Aceptada por el Ejército, trabajó en el Hospital de Reserva de Manila en Filipinas desde noviembre de 1899 hasta mayo de 1900.
Allí atendió toda clase de lesiones en las batallas, pero la mayor parte de sus deberes de enfermería se orientaron hacia la asistencia médica de soldados que sufrían de enfermedades infecciosas tales como la tifoidea, el paludismo, el dengue y la fiebre amarilla.
Ella misma enferma de dengue en Manila y, por ese motivo, es enviada a su casa en Newark para su recuperación.
FOTO 004 Clara Louise Maass
En el otoño de 1900, el Mayor William Gorgas, Oficial en Jefe de Sanidad en La Habana durante el gobierno de ocupación norteamericano en Cuba, y miembro de uno de los equipos que se formaron para encontrar el agente etiológico, el vector, el mecanismo de trasmisión y la vacuna contra la fiebre amarilla, envió desde La Habana, una convocatoria para enfermeras voluntarias de contrato. En octubre, cinco meses después de haber dejado Manila, y ya repuesta del cuadro de dengue, Clara estaba de nuevo respondiendo a la llamada del Ejército. Fue destinada a prestar sus servicios en el “Hospital de las Ánimas” en La Habana, donde se recluía a los enfermos infecciosos.
En aquella época se debatía la comprobación del descubrimiento del sabio cubano, Dr. Carlos Juan Finlay de Barres, originario de Camagüey, Cuba, quien desde 1881 había dado a conocer al mundo en una Conferencia Sanitaria Internacional y en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, su teoría metaxénica (la trasmisión de una enfermedad de un enfermo a un supuesto sano, susceptible, por medio de un agente biológico), y había señalado al mosquito Aedes aegypti como el agente transmisor de la fiebre amarilla, enfermedad epidémica que causaba miles de muertes.
LA CUARTA COMISIÓN DE FIEBRE AMARILLA DE LOS ESTADOS UNIDOS
En junio de 1900, el Mayor Walter Reed, fue enviado a Cuba como presidente de una junta para estudiar las enfermedades infecciosas del país, pero sobre todo la fiebre amarilla. Asociados con él estaban los Cirujanos asistentes interinos: James Carroll, Jesse W. Lazear y Arístides Agramonte. La Comisión estadounidense se reunió por primera vez el 25 de junio de 1900 en las barracas de Columbia, Marianao, donde entonces existía un brote epidémico de fiebre amarilla. El primer acuerdo de sus integrantes fue la selección de los médicos que ayudarían. Según este, los casos de fiebre amarilla en el centro de la ciudad de la Habana serían atendidos por los médicos del “Hospital de las Ánimas”, cuya actividad se controlaría por una Comisión adjunta nombrada por el Departamento de Salubridad a la que debían enviar todos los sujetos sospechosos de padecer la enfermedad para su diagnóstico.
FOTO 005 Capitán (1), Teniente (2), enfermera (3) Cuerpo de Enfermeras del ejército
Esta Comisión adjunta, compuesta por los doctores Carlos Finlay, Juan Guiteras Gener, Antonio Díaz Albertini y William C. Georgas, mantendría estrecho contacto con la Comisión de Reed. El examen de los casos de Marianao y del campamento Columbia serían vistos por esta última Comisión. Bajo la influencia decisiva del Dr. Reed, predominó como punto de partida del estudio la comprobación de la hipótesis del bacilo icteroides de Sanarelli; los resultados fueron negativos. En vista de ello, el 1 de agosto de 1900, el Dr. Reed decidió examinar la teoría sobre la trasmisión de la fiebre amarilla por el Culex mosquito (hoy conocido como Aedes aegypti), sostenida por el Dr. Carlos Finlay desde 1981, motivo por el cual lo visitó ese día en su domicilio de la calle Aguacate 110, acompañado por los doctores Carrol y Lazear.
Finlay puso a disposición de ellos todos los datos acerca de sus investigaciones, además de varios ejemplares y huevos de la especie de mosquitos responsables de la fiebre amarilla con los que había inoculado hasta entonces a un total de 104 sujetos. Después de discutirlo, la Comisión acordó hacer la prueba de campo para verificar la veracidad de la teoría finlaísta, falleciendo en esta etapa, el 25 de septiembre del 1900, Jesse W. Lazear, como consecuencia del trabajo realizado en la investigación. En honor a él se puso su nombre a un campamento diseñado especialmente para los experimentos, situado de 3 a 4 millas de La Habana. El personal de dicho campamento se componía de dos médicos, tres enfermeras y nueve personas no inmunes, todas en el servicio militar. Finalmente, la teoría finlaísta se comprueba.
FOTO 006 Walter Reed (1851-1902). James Carroll (1854-1907). Arístides Agramonte (1868-1931). Jesse W. Lazear (1866-1900). Clara Louise Maass
En febrero de 1901, el Oficial en Jefe de Sanidad de La Habana, el Mayor W. C. Gorgas, del Ejército de los Estados Unidos, instituyó medidas para erradicar el padecimiento basadas en las conclusiones de la Comisión. Se demostró que la picadura del mosquito por sí solo no produce inmunidad y que sólo bajo ciertas condiciones era trasmitida la enfermedad, ya que el virus circulaba en la sangre durante los tres primeros días de padecerla. El mosquito debería picar al enfermo durante este período, y aún así, no trasmite la enfermedad de inmediato, sino hasta pasar el período de incubación dentro del insecto, el cual es de 12 días. Sin embargo, mientras todo esto sucedía en el equipo de la Comisión de Walter Reed, el equipo del Dr. Guiteras, que se encontraba en el “Hospital de las Ánimas”, seguía con sus investigaciones.
FALLECIMIENTO
Cuando los trabajos de la Comisión de Reed estaban en todo su apogeo, Clara Maass llega a La Habana, pocos días después de la muerte del Dr. Jesse W. Lazear. Debió haber sabido las circunstancias de ésta, así mismo sabia de la letalidad de la fiebre amarilla, pues ya había visto casos y ya los había atendido en sus anteriores trabajos para el ejército.
Clara Louise Maass fue asignada al “Hospital de las Ánimas” en 1901 como empleada del Departamento de Sanidad de La Habana. No hay referencia alguna donde diga que llegó como voluntaria para los experimentos que todavía ahí se realizaban.
En relación a las circunstancias de su muerte, Martínez B.X., en su artículo Dos casos de autoexperimentación, comenta: “Aún después del incidente que le costara la vida al Dr. Lazear, siguieron los experimentos de fiebre amarilla a cargo del Dr. Guiteras, quien realizaba ensayos de inmunización, así como en otros tiempos se hiciera con la inoculación de la viruela”. De acuerdo con su hipótesis, al producir casos atenuados de fiebre amarilla, estos se podrían controlar y, una vez recuperado el enfermo, éste sería inmune al padecimiento.
Clara se expuso como voluntaria a la picadura de los mosquitos, habiendo sido picada con anterioridad. Recibió como mínimo picaduras en 7 ocasiones de mosquitos infectados por la fiebre amarilla durante los meses de marzo a agosto, falleciendo finalmente el 24 de agosto de 1901.
Cuba honró la memoria de esta mártir de la ciencia con una placa en el propio “Hospital de las Ánimas” y con la emisión de un sello postal de 2 centavos, de color rojo y con centro en forma de hoja por el centenario de la muerte de la enfermera Clara Louise Maass, puesto en circulación el 24 de agosto de 1951, según Orden Nº 19 de fecha 7 de agosto de 1951. Se imprimieron 3 millones de ejemplares.
ÚLTIMO EXPERIMENTO
La última persona que se sometió al experimento de la fiebre amarilla fue la enfermera Clara Louise Maass, que murió a causa de dicha enfermedad. Así la recordaba el oficial médico encargado del hospital donde se produjo su fallecimiento:
En numerosas ocasiones durante la Guerra Hispano-Americana las enfermeras mostraron un heroísmo y un sentido del deber iguales a los de cualquier soldado o marino. La mayoría de las que estaban conmigo en el Hospital de las Ánimas de La Habana no habían tenido la fiebre amarilla, y sin embargo, atendieron sin inmutarse a los casos malignos de dicha enfermedad, permaneciendo hasta el final junto a los que morían, intentando aliviar su sufrimiento y salvar su vida, con sus vestidos, sus manos e incluso a veces sus rostros cubiertos de sangre y vómito negro.
Una de aquellas enfermeras de La Ánimas, Miss Clara Maass, entregó su joven vida por un alto sentido del deber. Pensó que sería más útil como enfermera en Cuba después de haber padecido la fiebre amarilla, y pidió ser picada por mosquitos infectados con el fin de contraer la enfermedad y así inmunizarse. Yo intenté disuadirla de que diera ese paso, diciéndole que su vida era demasiado valiosa para exponerla a un riesgo tan grande.
No obstante, ella insistió, y le aplicaron en el brazo los fatales mosquitos. Tres o cuatro días más tarde se le desencadenó un caso hemorrágico maligno de fiebre amarilla que le causó la muerte una semana después. (Citado en Frank, 1953; página 259).
El German Hospital de Newark fu posteriormente rebautizado con el nombre de Clara Maass Memorial Hospital.
FOTO 007 Calendario Armour del Ejército y la Marina 1899. La guerra Hispano-Americana, la primera en que enfermeras graduadas sirvieron a las fuerzas armadas, fue seguida por el florecimiento de la enfermería moderna. Moneda de Clara Maass
Miss Maass fue la única norteamericana y la única mujer que falleció durante los experimentos. Tras su muerte se interrumpieron éstos, pero finalmente acabó por vencerse la enfermedad. El cadáver de Clara Maass fue enviado al cementerio de Fairmount, en Newark, para ser enterrado con todos los honores militares.
Tanto Cuba (1951) como Estados Unidos (1976) han emitido sellos conmemorativos en su honor. Este fue el primer sello de los Estados Unidos dedicado a una enfermera individual. Además, la casa de acuñaciones Franklin realizó una medalla especial con motivo del centenario de su nacimiento.
CONCLUSIONES
Los alemanes eran conocidos como gente trabajadora y ahorrativa por lo que, como resultado de lo anterior, eran generalmente prósperos, motivo por el cual la pobreza no era muy conocida entre ellos. Sin embargo, la familia de Clara era numerosa y éste no era el modelo. Era necesario trabajar mucho para poder resolver las necesidades que ésta planteaba y ella, a pesar de su muy tierna edad, se involucró en las necesidades de la familia, brindando cuidado y atención a sus hermanos. Este compromiso lo extiende hacia otros sitios con otros niños, en casas particulares, en el orfanato; luego, a los pacientes en el arduo trabajo del Hospital Alemán; también, en la atención de los militares en los diferentes cuerpos del ejército donde ella trabajó y, finalmente, lo vuelve a manifestar en el “Hospital de las Ánimas”, donde ella llega contratada y luego se integra rápidamente en los trabajos de investigación de la fiebre amarilla que ahí se realizaban.
Clara Maass llega a La Habana pocos días después de la muerte de Jesse W. Lazear y por supuesto que sabía de la letalidad de la fiebre amarilla pues ya había visto y atendido pacientes de esta grave enfermedad en sus anteriores contratos para el Ejército. Llegó cuando los trabajos de la Comisión de Reed estaban en su última etapa, y vivió las conclusiones. Sin embargo, el equipo del Dr. Guiteras, que se encontraba en el mismo hospital, seguía investigando, y la valiente enfermera se involucró. No fue ella la única enfermera profesional que estaba en los equipos, pues en el de Reed se encontraban tres, probablemente también a contrato, y probablemente también norteamericanas; recordemos que en ese tiempo no había cuerpo de enfermeras del ejército, y en esa época en Cuba no había enfermeras con la formación técnica propia de las egresadas de la escuelas de enfermería de los Estados Unidos, pues no existían escuelas formales de enfermería.
Entonces, Clara tenía mucho qué hacer en ese hospital. Tenía el perfil para desarrollar cualquier tarea o puesto que se le propusiera y, además, era una persona joven, fuerte, con iniciativa, muy tenaz y le gustaba trabajar en el Ejército. Éste le brindaba la posibilidad de viajar y un trabajo estable por algunos meses. ¿Qué le llevó a aceptar siete picaduras del mosquito? Probablemente el que haya tenido cuadros demasiado benignos, leves o asintomáticos o que no haya enfermado por fiebre amarilla en todos ellos, excepto en el último que, por desgracia, fue letal. Clara olvida totalmente lo que había pasado con Jesse W. Lazear meses antes, o bien, minimiza la experiencia de éste, o bien, considera su muerte como sólo un “accidente” difícil de repetir, Clara fue la única mujer que se involucró activamente en el experimento. También fue de las primeras en participar con consentimiento informado en las investigaciones, su muerte provocó que se suspendieran los experimentos con humanos.
Desafortunadamente, el criterio de exclusión de no aceptar candidatos que ya hayan padecido la enfermedad no se aplicó en ella, pues a la segunda inoculación provocada debió haber salido del protocolo o bien el protocolo donde Clara estaba participando tendría otras variables de inclusión y de exclusión distintas a las del equipo de Reed, por lo tanto se trataba de otro protocolo, Clara había enfermado de dengue en mayo de 1900 por lo tanto ella podía ser candidato a sujeto de estudio para fiebre amarilla, teóricamente no había enfermado de esta hasta que fue inoculada.
Es así como Clara, a su corta edad, nos deja un legado de enfermera comprometida: por su carácter, dinamismo, profesionalismo, entereza, altruismo, amor a su trabajo y a sus semejantes. La historia de Clara Louise Maass nos obliga a continuar los estudios sobre estos padecimientos, tanto la fiebre amarilla como el dengue, ya que el vector es el mismo y el riesgo aún actualmente existe.
Fue sepultada con honores militares en Cuba, en el Cementerio Colón. Posteriormente, sus restos fueron trasladados al Cementerio Fairmont en Newark en New Jersey, el 20 de febrero de 1902. Una de las salas del Hospital Alemán Newark Memorial recibió su nombre en 1912. Se erigió un monumento con una placa de bronce y una leyenda en su tumba, en 1930. En 1952 el Hospital de Newark cambió su nombre por el de Clara Maass Medical Center, en honor a ella. En 1951 el gobierno de Cuba emitió un timbre conmemorando el 50 aniversario de su muerte, y Estados Unidos hizo lo propio pero en 1976, en el centenar de su nacimiento. Todo ello en memoria a esta insigne enfermera que dio su vida en aras de la investigación para el progreso de la ciencia y la humanidad.
FOTO 008 En 1976, los Estados Unidos honraron, por primera vez de forma individual, a una enfermera con un sello conmemorativo de 13 centavos. La emisión coincidió con el aniversario de su nacimiento en 1876. Clara Maass fue una de las cinco primeras enfermeras graduadas con un programa de dos años. Murió de “fiebre amarilla” que contrajo durante su trabajo en un equipo de investigación. Fue enterrada con honores militares.
FORMACIÓN DE LAS ENFERMERAS
La experiencia de la guerra demostró sin lugar a dudas la superioridad de la enfermera preparada sobre la voluntaria sin formación e impulsó la constitución de un cuerpo permanente de enfermeras. Inmediatamente después de la guerra, tanto la Nurses Associated Alumnae, con el apoyo de ciudadanos influyentes, como la Dra. Anita Newcomb McGee propusieron proyectos para la instauración de un cuerpo de enfermería sancionado legalmente a perpetuidad. Estos proyectos no fueron aceptados. Finalmente, en 1900, después de que varios cirujanos hubieran hablado favorablemente en el Congreso sobre el trabajo realizado por las enfermeras, se presentó el Acta de Reorganización del Ejército, que institucionalizaba un cuerpo permanente de enfermeras como parte del Departamento Médico del Ejército; el cuerpo estaría integrado por enfermeras con una formación completa (graduadas en escuelas hospitalarias) bajo el mando de un director competente. Antes de su aprobación el 2 de febrero de 1901, se añadió al Acta una enmienda según la cual la supervisora del Cuerpo de Enfermeras debía estar graduada por una escuela hospitalaria.
FOTO 009 Dita H. Kinney. La Dra. Anita Newcomb McGee con una enfermera. Laboratorio
El Acta declaraba que el salario de las enfermeras del ejército sería de 40 dólares al mes en caso de servicio en los Estados Unidos y de 50 dólares mensuales si éste se prestaba fuera del país. En 1918 se adoptó el nombre definitivo del Cuerpo de Enfermeras del Ejército. Su lema ha sido: “Allá donde van las tropas de los Estados Unidos, allá van las enfermeras del ejército”.
Puesto que la Dra. Anita Newcomb McGee no era enfermera, se vio obligada a dimitir cuando se estableció el Cuerpo de Enfermeras del Ejército. La sucedió en el cargo Dita H. Kinney, enfermera jefe del hospital militar de Fort Bayard, Nuevo México. La condición de las enfermeras del ejército ha seguido una progresión lenta pero continua. Varios acontecimientos han contribuido a este proceso: en 1920 se acordó un rango relativo para las enfermeras del ejército; en 1926 tuvieron acceso a los beneficios del retiro; en 1947 las enfermeras se convirtieron en parte del ejército regular con los mismos derechos, salario y beneficios que los oficiales varones.
Una sucesión de líderes sirvieron en el puesto de superintendente, entre las que destacan Jane Delano, Isabel McIsaac y Dora Thompson, la primera que sirvió como militar. En 1908 se fundó el Cuerpo de Enfermeras de la Marina de los Estados Unidos como una unidad integral de la Marina.
BIBLIOGRAFÍA
María del Carmen Amaro Cano. La Enfermera en la Filatelia Cubana. Revista Cubana de Enfermería 2004, v. 20 n.1. Ciudad de la Habana.
Mª Guadalupe Díaz Cárabes, J. Roberto Colín Ortiz, José Cruz Pérez Serna, Daniel Ortiz Anguiano y María de la Paz Hernández Rivera. La Enfermera en la investigación. Clara Maass y la fiebre amarilla. Revista Enfermería Científica, 18 de marzo de 2011.
M. Patricia Donahue. Versión Española de la Obra original “Nursing. The Finest Art. An Illustrated History”. Publicada por The C. V. Mosby Company. Historia de Enfermería. Edición Española obra completa: 84-7592-239-2.
FOTO 010 In memoriam cincuentenario de su muerte. Estela funeraria
AGRADECIMIENTOS
Mª Guadalupe Díaz Cárabes
J. Roberto Colín Ortiz
José Cruz Pérez Serna
Daniel Ortiz Anguiano
María de la Paz Hernández Rivera
María del Carmen Amaro Cano
AUTORES
Jesús Rubio Pilarte
Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net
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